Síntesis Del ser al hacer. Los orígenes de la biología del conocer, de Humberto Maturana. Editorial J. C. Sáez editor. Es una transcripción de la entrevista que realizó cerca del año 2000 el alemán Berdard Porksen.
Síntesis Del ser al hacer. Los orígenes de la biología del conocer, de Humberto Maturana
1. SÍNTESIS
Del ser
al hacer
Los orígenes de la
biología del conocer
de Humberto Maturana
y Bernard Pörksen
por David Alcántara
2. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________
Datos sobre la versión del libro de síntesis
Editorial: Granica; J. C. Sáez,
Buenos Aires
Traducción: Luisa Ludwing
Edición: Primera, 2010
Páginas: 240
ISBN: 978-950-641-146-6
Datos sobre detalles de la redacción
Las páginas citadas, todas, están indicadas con la abreviación “p.” y entre paré-ntesis.
En aquellos casos que se usa doble “pp.” se hace referencia a todas aquellas
páginas que se comprenden entre ambos números de página inmediatamente
señalados, con ellos incluidos.
Las frases que se encuentren entre los símbolos “” se refieren a una interpre-tación,
no literal, sobre ciertas ideas que se encuentran en su página correspon-diente.
Las frases que se encuentren escritas en cursiva pueden referirse a dos cosas: si
se trata una o dos palabras entonces son consideradas importantes y por ello
son des-tacadas, pero si es una frase o un párrafo, o más párrafos, entonces es
una reescritura literal de aquello que se encuentra en la página correspondiente,
con excepción de los paréntesis que no se encuentran en cursiva.
Aquellas frases continuadas por tres puntos (…) expresan una conexión
indirecta entre las ideas que se proponen, esto es, una forma de expresar que
ambas escrituras forman parte de la cita que les acompaña pero que, a su vez,
poseen contenido intermedio en el libro original que no se consideró necesario
citar.
El número de las figuras no respeta el orden original del libro, son una adapta-ción
propia de éste documento.
Las páginas citadas debajo de los títulos corresponden a la extensión del
capítulo en el libro original.
Según regla APA de citación, la abreviación Ibíd. (Íbidem) hace referencia a la
última cita utilizada.
Si bien el documento es un diálogo entre co-autores, ésta síntesis está escrita en
tercera persona, con excepción de aquellas citas literales del texto que se
ofrecerán en cursiva. Los paréntesis sin cursiva, entremedio de las citas lite-rales,
también son de mi autoría.
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los orígenes de la biología del conocer
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DEL SER AL HACER
los orígenes de la biología del conocer
I
COSMOS DE UNA TEORÍA
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I. SIN EL OBSERVADOR NO HAY NADA
(pp. 35-47)
Todo lo dicho es dicho
“Todo lo dicho es dicho por un observador” (Biology of Cognition): Lo dicho, bajo ninguna circun-stancia
puede ser separado de quien lo dice; no existe ningún método verificable para establecer
un nexo entre las propias afirmaciones y una realidad independiente del observador cuya existen-cia
uno a lo mejor da por sentada. Nadie puede reclamar un acceso privilegiado a una verdad o
realidad externa (p. 35) ya que, como sigue explicando Maturana, de hacerlo se “está atribuyendo
cualidades que como ser vivo simplemente no puede tener”, y de paso confunde creer con saber.
No es posible validar la existencia de una realidad independiente de nuestro hacer, de modo que se
debe operar circularmente en la fabricación del conocimiento: “e l observador quiere entender el
observar observado y el lenguajear lenguajeando” (p. 36). El observador es el tema y objeto de in-vestigación
y a la vez el instrumento, de modo que él mismo es el punto de partida de toda hipóte-sis
y no supuestos ontológicos descritos a priori: el observador observa, ve algo, y afirma o niega
su existencia y hace lo que hace” (p. 37). El observador es la fuente de todo ya que sin él desapa-rece
el mundo que conocemos. Éste es el categórico inicio del texto que nos ofrece el biólogo.
En el principio era la distinción
Toda referencia que hacemos sobre algo se hace mediante el lenguaje, inclusive la confesión sobre
estados de pureza absoluta en meditación pasan por él. “El lenguaje es un modo de convivir” (p.
38). El lenguaje es lo que el observador utiliza para distinguir algo en el acto de observar, y esto
tiene dos repercusiones: por un lado a) el lenguaje debe explicar la independencia de lo observado
con respecto al observador en el acto de observar pero, a su vez, también b) acerca de cómo todo
acto de distinción, en tanto que opera como distinguir, consiste en una experiencia de estar relacio-nado
con todo.
En el principio está la experiencia de la separación que se transforma en la comprensión de estar
íntimamente ligados (p. 40), esa es la afirmación clave que Maturana ofrece para equilibrar reduc-cionismos
de ambos extremos. Cuando se describe un vaso uno no “es parte del vaso” pero sí per-tenece
al dominio relacional que permitió que el vaso surgiera en la distinción como un vaso. La
distinción entonces es el big-bang del conocimiento, ya que si bien lo distinguido se distingue de
uno mismo, está ligado a la propia persona precisamente por la operación de distinción (p. 41).
Explicación de la experiencia
Ésta visión no cae en el solipsismo epistemológico debido a que se reconoce la experiencia de estar
con otro en el espacio relacional, y no como una ilusión sino como algo legítimo desde donde se
fundan todas las consideraciones y explicaciones.
“Se explica la experiencia desde el convivir y se convive desde el lenguaje, de modo que el lenguaje
es una herramienta que nos permite hacer distinciones” (p. 42), las cuales no podremos saber si son
ilusiones o no, en ese mismo momento, ya que para eso “se necesita de un referente no ilusorio que
se manifieste en el mismo momento de la vivencia y, por lo general, se apela a ellos como indepen-dientes
de nosotros; el colapso de una hipótesis no es la fundamentación de la existencia de una rea-lidad
externa, sólo es aquello que frustra nuestras expectativas” (p. 43).
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Era de la auto-observación
“La sabiduría consiste entonces en una capacidad de reflexión que permita lograr la percepción pre-cisa
de una situación específica, y no en la defensa de verdades últimas” (p. 44). De modo que el
acto de observar se definiría como una operación humana que requiere lenguaje y presupone la
consciencia de estar observado algo en ese momento (p. 45), motivo por el cual, por ejemplo, po-demos
afirmar que los animales no observan ya que ellos no reflexionan sobre su actuar, es decir,
no distinguen que, y qué, están distinguiendo algo en el momento. De modo que, concluye Matura-na,
casi nunca operamos como observadores, ya que la mayoría del tiempo simplemente hacemos
nuestra vida, sin preguntarnos nada. “Pero de todos modos se deben diferenciar dos estados: uno es
el de observador, que es cualquiera que observa, y otro es el de metaobservador, que es alguien que
se pregunta por su operar en el observar, quien observa sus propias observaciones” (Ibíd).
La objetividad es la alucinación de poder hacer observaciones sin observador. La apelación a la
objetividad es el rechazo de la responsabilidad; de ahí su popularidad (Heinz von Foerster). En re-lación
a esto, lo que Maturana expresa es que cuando se busca una realidad externa (objetiva) se
desprecia el propio hacer, “en cambio cuando se toma consciencia de estar distinguiendo aparece el
sentido de responsabilidad sobre aquello que el mismo observador distingue en el operar del distin-guir,
producto de una valorización de la experiencia como fundamento del conocer mediante el co-nocer”
(p. 46).
II. VARIANTES DE LA OBJETIVIDAD
(pp. 49-64)
Vida en el multiverso
Pese a que puede sonar un poco alarmante negar el acceso a una realidad externa, por lo tanto apelar
a un pensamiento circular, “en realidad es un pensamiento que permite revalorar la experiencia
como fundamento de todo el conocimiento” (p. 49). Tampoco se trata de reconocerla y luego refu-tarla
mediante la comparación con un hecho externo que no se presentó en el momento mismo de la
vivencia, ya que eso sería apelar a una realidad independiente nuevamente: “se trata entonces, afir-ma
el biólogo, de aceptarla y observar cuáles son las operaciones que la generan” (p. 50). Y, ya que
se reconoce que no existe fundamento para una realidad independiente, entonces tampoco existe un
universo, de modo que cada persona reconstruye su realidad constantemente es que debemos hablar
de multiverso: “la ventaja ética es que debemos hacernos cargo del mundo que estamos creando”
(Ibíd). Para Humberto Maturana toda concepción epistemológica necesariamente ofrece una reper-cusión
ética, de modo que en la postura frente a los objetos está en juego nuestro sentido de respon-sabilidad
también.
Se constituyen entonces dos formas de pensar y explicar la realidad (extracto de pp. 51-53):
- Objetividad sin paréntesis: La base de esto es que los objetos existen independientemente
del observador y que (además) son posibles de conocer. Se cree en la posibilidad de una
validación externa de las propias declaraciones (…) la emoción básica que impera aquí
trata de la autoridad del conocimiento universal. Se vive en el dominio de las ontologías
trascendentales que son excluyentes; el ser aparece independiente de la propia postura y
del propio hacer. Éste es el camino metafísico recorrido en Occidente.
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- Objetividad entre paréntesis: Desde ésta perspectiva, el observador se convierte en la fuen-te
de todas las realidades, creándolas él mismo mediante sus operaciones distintivas (…)
este enfoque no niega la distinción de objetos y la experiencia del ser, pero las explicacio-nes
no están basadas (ya) en la referencia a objetos sino en la coherencia a experiencias
(…) su base emocional consiste en el goce de la compañía con el otro (…) dominio de las
ontologías (constitutivo-operacionales): el ser se constituye a través del hacer del obser-vador.
Inmediatamente se nos señala que “existen muchas realidades igualmente posibles, peor no igual-mente
deseables” (pp. 51-52). Una afirmación es considerada verdadera cuando satisface los cri-terios
de validez del dominio de realidad respectivo (p. 52).
Pero Maturana decide no usar la palabra subjetivo, debido a que considera que ésta está relacionada
peyorativamente con la visión de la objetividad sin paréntesis. En cambio, cuando hablo de objetivi-dad
entre paréntesis, por un lado (el de los “paréntesis”) quiero mantener alerta la consciencia de
que es imposible hallar un punto de referencia para las propias suposiciones que sea independiente
del observador, y al mismo tiempo (por el lado de lo “objetivo”) quiero plasmar en un concepto la
experiencia de que existen objetos independientes de nosotros. Los paréntesis indican un determi-nado
estado de consciencia (p. 54).
Más adelante nos señala que por supuesto que es posible que existan tantas realidades como obser-vadores,
pero la experiencia nos indica que muchos ya se guían por la objetividad sin paréntesis y
sin importar en qué crean (Jesús, la energía, etc.) todos tienen en común que no creen que creen,
sino que creen saber, porque no saben que creen (p. 55). Luego nos comenta, con respecto a aque-llos
que se guían por el otro camino, que también debemos reconocer que su realidad se ve unifica-da
por la vida en comunidad, la cultura e historia de cada lugar. No hay problema en reducir la com-plejidad
de la mirada hacia lo que es urgentemente operativo en nuestro vivir, “e l problema sería no
estar consciente de su paréntesis y entrar en desesperación cuando nuestras expectativas se vean
frustradas” (p. 56), de lo contrario, continúa, “puede nacer la intención de liberar a los demás de su
supuesta ignorancia, mediante una supuesta certeza de verdad absoluta, a la cual se tuvo acceso pri-vilegiado,
que sólo servirá como fundamento para la explotación y el avasallamiento” (p. 57).
Tolerancia y respeto
En el caso de que uno considerara, personalmente, que comprende mejor que otra persona lo que
está pasando en cierta situación, entonces jamás debe olvidar el respeto, “ya que e llo permitirá la
oportunidad de abrir una conversación fructífera, un intercambio exitoso” (p. 58). En el fondo, afir-ma
el biólogo, siempre se hace lo que a uno le hace bien, lo que mantiene y aumenta su propio bie-nestar
(p. 59) de modo que no basta con tolerar al otro, esto es, fingir que se le escucha pero en ver-dad
seguir considerándolo en segundo plano, sino que se debe respetarlo, vale decir, interesarse por
su realidad y aceptarlo como un legítimo otro en convivencia con uno. Inclusive si se encara al otro,
ya que se considera que el mundo que se está creando no es agradable, se debe hacer con respeto y
siempre consciente de la responsabilidad del acto y no bajo la máscara de una verdad trascendente
que lo avala. “Primero se le escucha y luego se actúa, incluso si aque llo nos lleva a tomar el fusil”
(pp. 60-61).
Seducción estética
Cuando se trata de una conversación con otro lo decisivo es que el cambio de consciencia de ningu-na
manera puede ser forzado, (ya que) tiene que resultar de la comprensión del ser humano indivi-
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dual (p. 62). No se puede obligar a nada o se caerá en tiranía. Inclusive Maturana nos agrega tres
derechos humanos nuevos, propuestos por él, ha tener cuenta en pos del respeto por uno mismo y
por el otro: defiendo el derecho a cometer errores (ya que pueden corregirse), el derecho a cambiar
de opinión (ya que ello invita a la reflexión) y a abandonar la sala en cualquier momento (ya que
así quien se queda es por su propia voluntad). “El ser humano goza con la belleza, de modo que en
nosotros la experiencia de una visión agradable puede generar una transformación” (p. 63), pero no
se debe entender esto con intenciones de engaño, es decir de usar al otro para fines propuestos hacia
mí, “no se le debe manipular, se debe actuar sólo como deseando entregar algo bello” (p. 64).
III. BIOLOGÍA DEL CONOCER
(pp. 65-80)
La experiencia de la verdad
Me considero un científico que capaz de indicar bajo qué condiciones ocurre algo de lo que yo afir-mo
que ocurre. Puedo dar argumentos y presentar pruebas que cumplen los requisitos de una expli-cación
científica, pero lo que digo no es correcto no falso (§65). Una prueba entonces es una pro-puesta
de explicación aparentemente aceptable, generada y producida por el suceso que se quiere
probar. Las pruebas o explicaciones no tienen nada que ver con reflejar una verdad o una realidad
exterior, sino que son expresión de una relación interpersonal: se da crédito a una argumentación
o explicación porque a uno le parece probada, ya que su descripción se ajusta a lo que uno mismo
considera aceptable (p. 66). Todo se basa en la aceptación del propio grupo de investigación, en la
relación misma, ya que son ellos mismo quienes crean los criterios que luego buscan cumplir.
Epistemología de un experimento
Los experimentos que ha hecho, agrega Maturana, hablan de su propia historia como científico y no
deben tomarse como reflejo de una verdad absoluta. Es el inicio del propio pensar.
A modo de iniciar un recorrido por su vida como investigador, nos referiremos primeramente al
norteamericano Roger Sperry. “Él sacó el ojo de una salamandra y lo colocó nuevamente en su lu-gar
pero rotado en 180 grados, esperó y luego de su regeneración éste animal lanzaba la lengua en
dirección de su ojo ya rotado” (p. 67). Él sólo se preguntó por la regeneración, de modo que encu-brió
el fenómeno observable. Entonces Maturana replicó los experimentos, pero ya no debajo de la
epistemología de fondo que me indica que se debe buscar un insecto que está en el mundo exterior,
es decir, no bajo una correlación interno/externo, “sino como una correlación que se da entre el sis-tema
nervioso y la actividad de la propia retina, esto es, de forma interna y circular” (p. 69). La
explicación entonces, de cómo la salamandra logra apuntar y dar justo en el blanco, en el insecto, no
se explica mediante la interpretación de un mundo externo que se debe representar, sino en el hecho
de que la salamandra y el gusano forman parte de una historia común y un proceso de evolución
que ha llevado a una relación de equilibrio muy fino de coordinación y adaptación recíprocas, a un
acoplamiento estructural entre organismo y medio (Ibíd).
Por qué el sistema nervioso es cerrado
En 1965 experimentó con palomas y trató de encontrar una correlación entre la actividad de las cé-lulas
ganglionares de la retina y la composición espectral que forma los colores, esto es, entre lo
interno y lo externo, “pero jamás pudo demostrar una correlación que fuera significativa” (p. 71).
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Entonces comenzó a entender el sistema nervioso como cerrado, y se reorientó su pensar. Ahora la
correlación sería entre la actividad de la retina y no un espectro de colores externo, para el observa-dor,
“sino con respecto a un color en particular, esto es, conforme a una experiencia, y dicha expe-riencia
tiene que ver con el propio sistema nervioso, con lo que él ha resguardado y posee” (p. 72).
Si bien un color es una dimensión arbitraria, también esconde una experiencia ya que los usamos
muchas veces de igual manera para composiciones espectrales muy diferentes. Un color entonces es
algo que sucede al interior de un organismo, y que tan sólo es gatillado por una fuente de luz exter-na.
Un color es lo que se ve, lo que se vivencia (…) una experiencia especial que se tiene en deter-minadas
situaciones (p. 73). Había que comparar la actividad del sistema nervioso con la actividad
del sistema nervioso, ya que el organismo no es un sistema abierto. “El exterior sólo puede gatillar
aquello que ya está determinado por la estructura del sistema nervioso, su modo de operar” (p. 74).
Sólo existe una danza interminable de correlaciones internas en una red de interacciones cerradas.
La doble mirada
No se puede relacionar las operaciones del sistema nervioso como derivadas de la información de
un mundo exterior. “Sólo el observador es capaz de diferenciar entre dentro y fuera, o input y
output, ya que el sistema correlaciona actividades internas con actividades internas, de modo que, si
bien no se niega la experiencia de un mundo exterior , sí se niega que todo el operar del sistema ner-vioso
tenga que ver con características de él” (p. 75). A parir de este instante, todas las formas de
observación y explicación aparecen como expresiones de operaciones de sistema (…) tuvo lugar
una reorientación, un cambio del ser al hacer, una transformación de las preguntas filosóficas
clásicas (p. 76).
Tenemos entonces según el biólogo la distinción de dos dominios fenomenológicos: por un lado la
dinámica interna y por otro lo detectable como medio; y no se pueden derivar los fenómenos de un
dominio de los del otro (Ibíd). El ejemplo sería como el de un aviador que no logra ver lo hay fuera
de su máquina sino que opera en base a sus propios instrumentos de los cuales dispone: recorre un
sin fin de lugares, y al llegar se encuentra con externos que le hablan de cosas que él jamás vio; ésta
es la doble mirada. Se trata de la comparación de dos dominios mediante la creación de un tercer
dominio, pero ello no quita que éste generador de dominios pueda ser enfrascado como interno de
otro dominio comparativo por parte de otro observador.
“Pero no somos ciegos ya que nos podemos percatar de nuestra propia ceguera” (p. 77). Lo decisivo
es que cuando un observador observa ambos dominios no considera uno como más real que el otro
(el externo como real y el interior como lo que se construye) sino que decide diferenciarlos mante-niendo
la legitimidad de cada uno. “No es que una postura sea más válida que la otra, pero sí debe-mos
considerar que si alguien propone el sistema nervioso como abierta tendrá que hacerse cargo de
no lograr establecer las correlaciones entre dominios necesarias para validar su postura” (pp. 77-
78).
Si hablo de cerrado no es en un sentido físico, sino en relación con una dinámica interna: pase lo
que pase en un dominio, pasa dentro de ese dominio y se queda ahí; se trata de las operaciones que
un sistema realiza, que definen sus bordes y lo convierten en una entidad determinada (p. 79).
Conocer es vivir
Pero entonces ¿qué es conocer? Pues es la observación (que necesariamente hace un observador
que conoce) de una conducta adecuada en un dominio determinado (…) por lo tanto, el conoci-miento
es la conducta considerada adecuada en un dominio determinado (§80) y no la representa-
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ción apriórica de una realidad fundamental; entendiendo adecuado como aquello interpretado
desde la interacción de un organismo con su medio. El conocer es, circularmente, conocido. Vivir
es conocer y conocer es vivir, ya que la preservación de la vida requiere conocimiento.
IV. LA AUTONOMÍA DE LOS SISTEMAS
(pp. 81-96)
Límites de la determinación externa
Cuando una persona rechaza sus procedimientos, y decide cambiarlos por otra hipótesis, no necesa-riamente
está actuando como un realista: “ser realista es hacer aquello motivado, o intencionado,
necesariamente por el deseo de develar una supuesta realidad trascendente” (p. 81). Lo que en el
fondo Humberto Maturana hizo fue lograr justificar su experiencia mediante las coherencias de su
propia experiencia. Actuaba como científico y no como filósofo: quería mantener coherencia de la
experiencia con la experiencia y no de principios a priori con principios a priori. “Un científico
está dispuesto a liquidar todo principio con tal de lograr coherencia con lo empírico, y un filósofo
está dispuesto a liquidar cualquier experiencia con tal de lograr coherencia con lo teórico” (p. 82).
Su tema meridiano y fundamental es con la hipótesis de que todo sistema está necesariamente deter-minado
estructuralmente, y ésta no es una afirmación que se refiera a una realidad supuestamente
independiente el observador, sino una abstracción que resulta de las coherencias que un observa-dor
puede percibir: porque abstraer significa entender y formular la regularidad de un suceso, sin
entrar en el detalle de los elementos concretamente involucrados. Cuando hablo de determinismo
estructura de un sistema no estoy describiendo un dato óntico u ontológico ni tampoco una verdad,
sino que como observador estoy presentando una abstracción de mis observaciones (p. 82). “Si pul-samos
un botón del computador y no funciona no iremos al médico a ver si el dedo está en buenas
condiciones o no, ya que todo lo que sucede en un sistema, de cualquier tamaño, está determinado
por su propia lógica interna ya que, si bien las influencia externa es la que gatilla un efecto, éste
sólo puede ser determinado por su propia estructura y no por el agente exterior” (p. 83). Por ejem-plo,
si ingerimos drogas con moléculas de estructura específica entonces se modificará la estructura
del sistema nervioso pero sólo porque tenemos los receptores capaces de percibirlas, no porque
ingrese en el sistema y modifique la lógica interna del mismo alterando su identidad.
Organización y estructura
Dentro de este nuevo vocabulario que es necesario crear para una explicación de cambios no deter-minada
por la estructura de un agente externo, sino por las del sistema mismo, que es cerrado, he-mos
de acuñar dos conceptos. “El primero es la de perturbación: consiste en toda aquella acción
que gatille en un sistema un cambio estructural, una modificación que puede ser muy notoria pero
que no alcanza para que éste pierda su identidad, es decir, su organización. En el caso de que la
acción genere la pérdida de la identidad del sistema, entonces estaremos hablando de una destruc-ción”
(p. 84). Por ejemplo, una vez que establecemos una identidad fija para una mesa entonces
estamos en condiciones de observar si su mesidad se ve afectada por una acción externa o no: si su
función X ya no se satisface luego de los cambios entonces se ha destruido, pero si aún sirve, para
X, pese a que ha cambiado, entonces sólo fue perturbada” (p. 85). La organización no varía, aunque
su estructura pueda ser madera, metal o cerámica. La diferencia entonces es que en el caso del input
siempre se piensa en algo que entra en el sistema y lo determina en su lógica interna, algo así como
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una eterna modificación de su organización, en cambio el concepto de perturbación está en armonía
con el de determinismo estructural, que respeta la identidad de cada sistema.
Finalmente debemos entender por autonomía no una independencia con respecto al medio sino un
ejercicio de modificación bajo la primicia del respeto de la propia legalidad, su organización e iden-tidad.
“Todo sistema vivo existe en un medio” (p. 89).
Entender qué es responsabilidad
En el dominio humano, autonomía significa conservar algo que es constituyente de uno. El libre
albedrío es otra cosa, es una experiencia humana que requiere reflexión. En rigor, no existe liber-tad.
En el sentido estricto, no existen alternativas ya que cada acontecer y hacer resulta de la
compatibilidad con las coherencias estructurales del momento. Sin embargo, a una persona que no
conoce estas coherencias estructurales aparentemente a cada rato se le ofrecen alternativas de
conducta. (pp. 89-90). Pero a esto se le agrega, en el caso de los seres humanos, que el convivir se
realiza en el lenguaje de modo que al describir un determinado acto como responsable, según su
análisis de consecuencia, inmediatamente surge en la distinción la posibilidad de reflexionar en
preocupación a otro: “nace el actuar responsable” (p. 90). Esto no se contradice con el determinis-mo
estructural ya que pertenecen a dominios distintos: el metadominio lingüístico nos abre la posi-bilidad
de vivir en la experiencia del optar por algo. Entonces se encuentra en otro dominio, pero
siempre operando como sistema estructuralmente determinado (p. 91). La intención interior de un
ser vivo que vive en el lenguaje es tomado por el observador como una elección. “Sólo en la meta-perspectiva
que permite distinguir un acto como un acto que involucra cosas se puede optar y de-cidir”
(Ibíd). Por ejemplo: un delfín no pude ser responsable, ya que no vive en conversaciones del
lenguaje como nosotros, de modo que no puede ejercer comentarios sobre su actuar ni tomar con-sciencia
de sus consecuencias. Ser responsable es preguntarse si se quiere ser el que es haciendo lo
que se está haciendo (p. 92) y luego actuar conforme a las predilecciones y preferencias en forma
consciente.
¿Me gusta la elección que acabo de hacer y de la cual acabo de decir que me gusta y que corres-ponde
a mis deseos? En ese momento de reflexión de la propia elección se experimenta la libertad,
a pesar de que por supuesto se sigue actuando como sistema estructuralmente determinado (p. 93).
No se entiende responsabilidad como causalidad, como una hacerse cargo de las consecuencias,
sino que el actuar responsable tiene que ver con lo que un individuo hace o deja de hacer, estando
consciente de las consecuencias posibles y deseables del su actuar (Ibíd). Maturana nos explica que
la responsabilidad es como un estado de atención y alerta: las propias acciones y los propios deseos
coinciden de un modo reflexionado, eso es todo (Ibíd).
Se necesitaría un milagro
Sin embargo, pese a que un sistema siempre está determinado por su estructura, esto no implica que
éste sea predecible: “aquello no sería parte sólo de las características del sistema sino además de las
expectativas de un observador, ya que espera conocer todos los factores que lo pueden influenciar y,
también, que el fenómeno seguirá siendo observable en el tiempo, a modo de poder corroborar la
afirmación, lo cual no es cuestión de conocer sino de creer” (p. 94). Bajo sistema sólo entendemos
coherencias entre elementos interrelacionados que forman una estructura determinada. Si cambia la
relación se transforma la estructura, pero ésta sólo podría ser anulada en su determinismo por un
milagro. Súbitamente, algo como imposible aparece(ría) como posible (p. 95).
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V. CÓMO SE ENFRENTAN SISTEMAS CERRADOS
(pp. 97-108)
Interacciones improbables
“Si bien el dominio operacional del sistema nervioso es cerrado, cuando se actúa como totalidad
(organismo) se hace en un dominio relacional y es allí donde es posible generar las interacciones”.
(p. 97). Como seres humanos y mamíferos que somos, tenemos la característica de sentir placer en
la compañía del otro; nos gustan las conversaciones y actividades comunes y por eso siempre vol-vemos
a estas formas agradables de convivencia (p. 98). No importa que nuestro sistema nervioso
sea cerrado y aparezca como algo solitario, ya que es capaz de crear una nueva dimensión, un domi-nio
conjunto de interacciones, conversaciones y transformaciones con otro que es distinto al de
nuestro interior. Ambos dominios han de observarse y estudiarse por separado.
“Cuando dos sistemas cerrados y determinados se encuentran, y ocurre en ellos una serie recurrente
y recursiva de encuentros e interacciones mutuas, observamos una transformación plástica en la es-tructura
de ambos, a modo de vincularse congruentemente, y entonces se han podido encontrar sin
necesidad de perder su organización, por lo tanto tampoco su identidad” (p. 99). Las características
internas del sistema entonces hacen posible la creación de un nuevo dominio relacional que no con-tradice
su determinismo estructural, en la medida que él mismo posea una estructura plástica.
Fig. 1: Esta figura es la t ransformación de
un sistema vivo producto de una historia
de interacciones con su medio. La estruc-tura
del medio y del organismo se van mo-dificando
congruentemente permit iendo
tanto la adaptación como la mantención de
la organización que les es propia.
Acoplamiento estructural
Definiremos entonces lo que se produce en la
historia congruente de las interacciones recurren-tes
(repetitivas) y recursivas (con lógica continua)
recíprocas entre dos sistemas determinados por su
estructura plástica como el acoplamiento estruc-tural.
Éste es el que permite que surja un dominio
consensuado, un dominio conductual de interac-ciones
engranadas y consensuadas de dos orga-nismos
con plasticidad estructural (p. 101) sin que
se pierda la identidad de cada sistema. Así es
como las acciones exteriores no se confirmar
como instructivas sino sólo como perturbadoras:
gatillan cambios que son determinados desde la
lógica interna del propio sistema. “Por lo tanto,
para que se genere un dominio consensuado
común tiene que existir congruencia estructural”
(p. 103).
Fig. 2: Dos sistemas vivos y su interacción con y en su medio.
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13. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________
El mito de la comunicación efectiva
Si describimos el lenguaje como transmisión de información, en base al modelo de emisor, receptor
y mensaje, estaremos haciendo alusión al fenómeno visible y “no a las características operacionales
del sistema y a su relación con la dimensión relaciona l” (p. 104). Sería el comentario de un observa-dor
que no está tomando en cuenta en su observación aquello que es producto de las coherencias del
acoplamiento estructural, es decir, lo que se da antes de aquello en su devenir recurrente y recursi-vo.
Si ésta persona persiste en esa visión muy luego se verá en aprietos cuando tenga que explicar
los malos entendidos y las grandes diferencias de percepción, porque no siempre pueden ser vistas
como una negativa malintencionada del receptor a utilizar adecuadamente la información recibida
(Ibíd). El lenguaje entonces se basa en la congruencia estructural que se logra acoplar luego de una
historia de interacciones. “Los signos son algo secundario, ya que lo primario es la coordinación de
coordinación de conductas presentes en la interacción”. (pp. 105-106).
El mundo se crea en el lenguaje
Toda pregunta o alusión a algo en la vida tiene que ver con el lenguaje, inclusive sobre una supuesta
realidad independiente del observador. “Pero hemos de decir que sólo el ser humano vive en el len-guaje,
ya que si bien muchos animales e insectos son capaces de coordinar sus conductas, pero,
hasta donde tenemos conocimiento no son capaces de coordinar dicha coordinación de conductas
previa” (p. 106). Lo central entonces no son los símbolos sino la recursión: “la capacidad de generar
una operación cíclica en la que el comienzo de una conducta se funda en donde terminó la conduc-ta
anterior” (p. 108). “Todos los objetos, por lo tanto todo aquello distinguido por un observador en
el acto de observar, son creación que se funda en la recursión de sus características y que les con-fiere
por tanto una operación particular” (Ibíd). Todo objeto es algo que sirve para coordinar algo.
Finalmente, el lenguaje es una manera de convivir en un devenir de coordinación de coordinacio-nes
conductuales que no contradice el determinismo estructural de los sistemas interactuantes
(Ibíd). El que entiende esto entiende que los signos son originados por la recursión y no al revés.
VI. AUTOPOIESIS DE LO VIVO
(pp. 109-120)
Confrontación con la muerte
Fue la confrontación con la muerte lo que me llevó al doctor Maturana a cuestionarme sobre la vida.
Al parecer la vida, me decía yo, no tiene significado, no tiene sentido, no sigue ningún programa de
progreso evolutivo (…) mi conclusión, aunque suene tautológica, era que el sentido y fin de un ser
vivo consiste en ser lo que es (…) todo lo que le pasa a un ser vivo tiene que ver con él mismo (p.
110). Son autónomos en tanto deben poseer un límite que demarque lo que son y lo que no son.
La forma de definir lo vivo entonces, expresa él, no puede ser estableciendo una lista de caracterís-ticas
esenciales ya que jamás tendremos cómo saber si la lista está completa: a menos que ya sepa-mos
aquello que nos estamos preguntando. “Lo que buscaba él entonces es una organización común
de los seres vivos independiente de su estructura” (p. 111). Por ello es que su primer acercamiento
fue mediante el concepto de sistemas autoreferentes, contrario a los alorreferentes: donde el fin del
primero está en sí mismo, que sería lo vivo, y el del segundo fuera de sí mismo, como es el caso de
una máquina cualquiera. En el fondo, lo que buscaba era distinguir con mayor claridad los procesos
que en definitiva llevan a la autoreferencia (…) quería crear un sistema vivo (p. 112).
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14. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________
Una fábrica que se produce a sí misma
“En 1963, en el laboratorio de microbiología, Maturana discutía con un amigo cuando al fin tuvo la
idea decisiva: los sistemas vivos poseen una dinámica circular que les permite generar su autonomía
y definición a sí mismos. Más tarde, conversando con María Bulnes, llegó a su mente el concepto
de poiesis como símbolo de creación y producción, entonces supo que el nombre de lo vivo sería
autopoiesis: auto/creación” (pp. 112-113). Siendo más detallista, lo que él proponía es que cada vez
que examináramos un sistema vivo, “deberíamos encontrar en su interior, a nivel molecular, una red
de procesos de producción que genera moléculas que luego pasan a formar parte de la misma red
que las produjo y que más tarde también fija sus propios bordes que, a su vez, lo definen como una
identidad discreta” (p. 114). Entonces, siempre que nos encontremos con esto estaremos frente a
una entidad que se produce a sí misma y por tanto frente a un sistema vivo. Y este sistema es abier-to
en cuanto al intercambio de materia (lo termodinámico/físico), pero cerrado en lo que se refiere
a la dinámica de las relaciones que lo producen (lo sistémico/biológico)” (Ibíd). Distinguimos aquí
a continuación dos niveles: el sistema autopoiético de primer orden, que corresponde a una célula
de cualquier tipo, y el de segundo orden, que responde a una entidad multicelular. “En ambos casos
vemos cómo la producción de elementos es la condición de la creación de un borde y, a su vez, la
existencia de éste borde permite mantener la autonomía del sistema que, finalmente, permite que los
mismos componentes pasen a formar parte de la red de producción de los generó previamente”
(Ibíd). Sin borde no existiría una entidad autónoma ya que, si bien no forma parte del proceso mis-mo
de generación, sí permite que éste exista.
Dinámica
(metabolismo)
Borde
(membrana)
Fig. 3: La célula –un sistema autopoiét ico de primer orden– es una fábrica cuyo producto es ella misma.
Sistemas autopoiéticos y alopoiéticos
La característica de autopiético de un sistema corresponde a un dominio operacional. El dominio
relacional es distinto, ya que podríamos hablar de personas que crean cosas externa a ellos: el pana-dero
hace pan, el mecánico máquinas, etcétera. “Operacionalmente entonces son autopiéticos, pero
relacionalmente son alopoiéticos” (p. 117). Pero tampoco podemos expresar la autonomía y la auto-poiesis
como sinónimos, ya que la autopoiesis sólo es un tipo muy particular de autonomía, el de
los seres vivos. Autonomía es el concepto más general (p. 118).
La segunda creación
No podemos confundir los procesos de lo vivo con un programa computacional: “para que el com-putador
arranque, además de necesitar energía externa, cosa que por cierto también necesita la célu-la,
a de ser encendida (iniciada) por alguien, en cambio la autopoiesis hace referencia a redes de
procesos que se originan por sí mismos; exactamente esa es su peculiaridad” (p. 119).
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15. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________
VII. CARRERA DE UNA IDEA
(pp. 121-130)
El concepto se pone de moda
Una cuestión fundamental a destacar es que Maturana aclara, en más de una ocasión, que cuando se
planteó el concepto de autopoiesis era para un ámbito molecular reducido, de modo que era una so-lución
para un problema que se establecía en ese dominio y no en otro. Sin embargo en muchos lu-gares
se le a tratado de asimilar, por ejemplo, a lo social. Pero su opinión es que “si se fija la aten-ción
en la autopoiesis se pierde de vista el fenómeno observable, ya que se está demasiado ocupado
pretendiendo que calce en la sociedad todas las características propias que involucra dicha visión”
(p. 122). Mejor es primero preguntarse por el fenómeno X y luego ver sí éstas características que
salten a la vista corresponden a una organización autopoiética: después de todo la autopoiesis sólo
es una variante más de la autonomía y no la única.
De rodillas ante Erich Jantsh
El astrofísico Erich Jantsh piensa que la autopoiesis sirve para describir, en parte, cualquier fenóme-no
de autonomía, de modo que él piensa que el biólogo no fue capaz de visionar, y de aceptar, todas
las consecuencias de su propia propuesta. Maturana en cambio piensa que cuando alguien usa un
concepto fuera del contexto adecuado, se equivoca doblemente, no hace justicia ni al dominio nue-vo
ni al dominio original para el cual el concepto fue creado (p. 123).
También está el caso de Niklas Luhmann, quien publicó el año 1984 un texto denominado Sistemas
Sociales, en donde pro-pone explicar todo los fenómenos sociales como redes de comunicaciones
que producen comunicaciones. Pero la diferencia está en que en la autopoiesis que propone el biólo-go,
y no el sociólogo, muestra que “las moléculas producen moléculas, en tanto las moléculas son lo
central, en cambio en el otro caso es la comunicación la que produce más comunicación, pero deja
de la lado la presuposición de que los sistemas vivos humanos son los que se están comunicando”
(p. 124). Se desplaza el tema central de análisis que debería ser el ser humano a sus comunicacio-nes,
ellos quedan sólo como el telón de fondo para una teoría que los excluye y reduce. “En el fon-do,
le comentó una vez Luhmann a Maturana, hacia esto sólo porque deseaba hablar de universales,
y allí la complejidad e imprevisibilidad humana no se lo permitía” (p. 125).
El ser humano es impredecible
Un tipo de teoría como esta es el clásico ejemplo de aquello que usa como método a las personas
libremente disponibles, a través de una negación, para poder ejercer una tiranía en la que, ante todo,
debe prevalecer el sistema social. “Si suponemos por un momento que la sociedad es una especie de
sistema autopoiético de tercer orden, compuesto por aquellos que son de segundo orden, tendríamos
que estar dispuestos a reconocer que todos los individuos deben renunciar a sus características parti-culares
con el fin de atribuirse un rol específico (como el de una mitocondria por ejemplo) y de esa
manera velar, única y exclusivamente, por la mantención e identidad del sistema en el tiempo (…)
una negación así del individuo es una de las características de los sistemas totalitarios” (pp. 126-
127). Donde se pretende que exista democracia, los individuos no pueden pasar a segundo plano.
Teoría sistémica como cosmovisión
La teoría de Maturana resalta con respecto a las demás por el simple hecho de tratar de no caer en el
reduccionismo, tan típico de nuestra cultura (Occidental) (p. 127). Por ejemplo, si ve una pareja be-
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sándose en la calle, sea lo que sea que esté ocurriendo está ocurriendo en el dominio de las relacio-nes
humanas. Por supuesto, podemos constatar que en este intercambio de caricias intervienen
hormonas y neurotransmisores. Por supuesto que es posible hablar de procesos sistémicos. Todo
completamente correcto. Pero lo que pasa entre estas dos personas, el sentimiento del amor, no se
agota con una caracterización así, no es posible reducirlo a hormonas, neurotransmisores y proce-sos
sistémicos. Se trata del devenir de su relación que configura el devenir de su actuar (…) en mis
descripciones conservo y considero la diferencia de distintos dominios fenomenológicos, y se dis-tinguen
las dimensiones de moléculas, sistemas, relaciones, etc. (p. 128).
Por ello, cuando él habla experiencias místicas o espirituales se está refiriendo no al acceso a una
realidad trascendental, ontológicamente independiente de nuestro hacer, sino a una expansión de la
conciencia y a una intensa sensación de participación: se toma consciencia de la armonía con
otros seres humanos, el cosmos, la biósfera, etc. (Ibíd).
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DEL SER AL HACER
los orígenes de la biología del conocer
II
APLICACIÓN DE UNA TEORÍA
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I. PSICOTERAPIA
(pp. 133-146)
La mirada sistémica
Si se toma en serio lo que expresa Maturana, respecto de su biología del conocer y del amar, no es
que la terapia familiar pierda sentido, sólo debemos rechazar la idea de que ésta sea comprendida
como una interpretación lineal de la causalidad (p. 133), ya que no existe procedimiento con vali-dez
eterna par liberarnos del sufrimiento, debido a que nadie está en condiciones de determinar sis-temáticamente
lo que pasa el interior de una persona (Ibíd). No hay saber absoluto, no podemos
afirmar que conocemos la receta exacta que nos permitirá que la otra persona se transforme relacio-nalmente
y exactamente en lo que nosotros esperamos. Si bien, bajo la lógica de éste mismo pensa-miento,
ya nadie puede hacerse cargo de lo que otro hace con lo que él mismo hace de sí, sí pode-mos
afirmar que él como sujeto responsable debe hacerse cargo de sus propias acciones y de los
mundos que crea. Entonces “nos despedimos de la idea de poder determinar y controlar a alguien,
pero damos la bienvenida a aquella que nos hace a nosotros mismos responsables de nuestros actos”
(p. 135). La sabiduría entonces es cuestión de capacidad de escuchar con imparcialidad, en una
actitud abierta y de aceptación (Ibíd), es decir, que nada se distorsionará a través de mecanismos de
manipulación sino que será percibido tal como se manifiesta. La única emoción que no limita el
propio entendimiento sino que lo amplía es el amor (Ibíd).
Variantes de cambio
Lo necesario (entonces) no es el análisis, sino un estado de consciencia alerta a la dinámica rela-cional
que va de la mano con cada emoción específica. Ahora afirmo que la única emoción que no
limita la propia percepción, que no la filtra o encauza sino que la amplía y libera de juicios preci-pitados,
es lo que llamamos amor (…) una conducta humana que lleva a que otro humano adquiera
presencia como un legítimo otro en coexistencia con este (p. 136). El amor es la única manera de li-berarnos
de los prejuicios y no cerrarnos a las posibilidades de entender al otro. Pero esto no quiere
decir que debamos aceptar cualquier conducta como esencia para la vida, sino el grado de disposi-ción:
alguien que actúa sin amor se fundamentará en la arrogancia, pero alguien que se despliega
desde el amor lo hará por comprensión profunda y desprejuiciada.
Lo que necesita es una doble mirada:
si uno se integra hasta cierto grado al
sistema, será imposible escuchar,
pero al mismo tiempo será necesario
guardar cierta distancia que permita
ver el contexto de los acontecimien-tos,
y mantener la libertad de reflexio-nar
(p. 137). Si uno quiere actuar al
interior de un sistema entonces debe
pasar a formar parte de su matriz rela-cional
de constitución, es decir, debe
actuar agonalmente. En cambio si se
actúa ortogonalmente se estará tratan-do
de modificar la estructura del sis-tema
desde fuera: lo importante es que
en ambos casos se actúe en base al
amor.
Encuentro
ortogonal
Encuentro
agonal
Fig. 4: Muestra de un sistema (una unidad compuesta) que es intervenido de
ambas formas. El ortogonal actúa desde fuera modificando la estructura de
modo no confirmatorio y cambia la deriva relacional, en cambio el agonal
actúa manteniendo el orden del sistema y confirmando su propia dinámica.
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Individuo y sociedad
Maturana piensa que frente a la dinámicas de terapia es necesario el enfoque sistémico, ya que toda
acción forma parte de un nicho relacional que se extiende más allá de él mismo en el momento.
Cuando conversamos tenemos detrás de nosotros nuestra lengua materna, familias y cultura, de
modo que si bien nuestro encuentro es personal, estamos inmerso en una dinámica social sistémica
mayor. “Pero muchas veces las improntas de nuestra propia cultura no nos permiten determinar lo
que hacemos por nuestras propias acciones desde nuestro propio origen: y sólo tomando conscien-cia
de esto es que podremos actuar libremente” (p. 141). Y como reveló Ximena Dávila, el dolor
que se manifiesta en una terapia siempre trae consigo el condicionamiento cultural que nace desde
la negación, desconfianza y exigencias de propiedad que surgen de una cultura patriarcal/matriarcal.
Construcción de la enfermedad
¿Qué significa estar enfermo o dejar de ser normal? En el dominio de lo biológico no encontramos
patologías… el tigre no es un gato arrogante y la garrapata no es vil por chupar sangre: todas las
formas de vida deben ser consideradas legítimas. Para el que sigue el camino de la objetividad
entre paréntesis, una patología no es una característica de un mundo que existe con independencia
del observador, una enfermedad es para él un estado que un observador –de acuerdo con sus pre-ferencias–
encuentra indeseable. Ser normal y sano significa por lo tanto que uno, en el devenir de
la vida, no hace ningún esfuerzo por cambiar la propia situación con ayuda de otro. No existe la
patología en sí, ni los problemas en sí, ni tampoco enfermedades independientes de los deseos y
preferencias de un observador (p. 142).
No podemos elaborar un criterio estable de procedimiento independiente del contexto ya que todo
depende de las emociones que guían el actuar en dicho momento. En el fondo la atribución de en-fermedad
constituye la base para terminar con cualquier discusión ulterior (p. 143). Pero el biólo-go
aclara que esto no se trata de abogar en la liberación de pacientes de psiquiátricos, pero sí al
hacernos cargo de las decisiones que tomamos: no existe para nuestro actuar fundamento ulterior o
explicación absolutamente válida; nada independiente del observador. “Es absolutamente impos ible
crear y desarrollar un método universal que permita predecir y cambiar al ser humano, por ello es
que él se considera inútil como representante de un enfoque eficientista” (p. 145).
II. PEDAGOGÍA
(pp. 147-158)
La paradoja de la educación
Si ben Kant piensa que existe una tensión entre el fin y los medios educacionales esto se puede mi-rar
desde otra perspectiva: “en la educación, como proceso de transformación en la convivencia con
un adulto, se puede alcanzar la libertad y autodeterminación, en función del respeto hacia la autono-mía
del otro, sin necesidad de castigos o represiones, sólo se necesita abrir un espacio de reflexión
que permita el pensar común” (p. 147).
La coerción aparecerá exactamente cuando el docente no sepa cómo hacer sus clases interesantes
y convertir a la escuela en un lugar atractivo y participativo (p. 148).
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20. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________
Son entonces tres las tareas que se deben proponer definir los profesores antes de comenzar el ca-mino
pedagógico: primero i) ¿cuál es el ideal de adulto al que se aspira? (democrático o autoritario),
luego ii) ¿cómo anclamos nuestro propio modo de vida en la escuela de forma que dicho objetivo se
cumpla? y tercero iii) hay que vivir lo que se quiere alcanzar (Ibíd). Por lo tanto la educación ya no
se traduce en la reducida eliminación de la ignorancia, sino en la preparación para un espacio de
convivencia. “El profesor no entrega un conocimiento sino que muestra un modo de vivir, por lo
que el alumno no aprende del profesor sino que aprende al profesor” (p. 149). Inclusive los alumnos
molestosos o problemáticos no son más que niños que están aburridos o simplemente no encuentran
útil aquello que le están enseñando, y es allí donde comienza el desafío del profesor ya que debe lo-grar
que la clase sea interesante.
Escuchar el escuchar
“Los niños siempre están dispuestos a aprender de todo, el problema es cuando los profesores los li-mitan,
ya que si no nos queremos ni a nosotros mismos ni a nuestra disciplina, no nos amamos, en-tonces
seguramente eso se lo transmitiremos a nuestros alumnos” (p. 150). “Un psicólogo Peruano
demostró que hace falta sólo un profesor que confíe plenamente en el niño y entonces se abrirá en él
un camino de autorespeto y reflexión” (p. 151). “Escuchar, en definitiva, el biólogo lo propone co-mo
un acto que puede tener dos dimensiones: por un lado está el a) escuchar escuchándose a sí mis-mo,
en el cual sólo retengo aquello que concuerda con mí experiencia y pensamientos, y el resto lo
rechazo, y el otro tipo es el b) escuchar escuchando al otro, esto es, preguntarnos en qué dominio y
bajo qué coherencias lo que él dice tiene validez” (p. 152).
Percepción e ilusión
Si bien las escuelas se encargan de entrenar a los alumnos para que no cometan errores, bien es cier-to
que éste juicio de valor merece ser descrito de otra manera: es un enunciado que uno hace en un
dominio de la realidad y que es escuchado y evaluado desde otro dominio de la realidad (p. 153).
Visto así el error no tiene que ver con una incoherencia lógica, sino sólo con la opinión de alguien,
de modo que el alumno aparece no como menos inteligente sino como un igual, ya que, “si se sigue
el camino de la objetividad sin paréntesis, se reconoce que no hay verdad ulterior de modo que todo
operar relacional es reconocido como válido en su dominio, sin fracasos ni errores” (Ibíd).
Afirmo que en el momento de la experiencia es imposible distinguir entre percepción e ilusión (…)
una ilusión es una experiencia que uno considera válida hasta que es invalidada por otra experien-cia
(…) por ende, nunca sabemos si lo que estamos viendo o afirmando es algo real (pp. 154-155).
En otras palabras, la ilusión sólo aparece cuando cierta experiencia se invalida en relación con otra
experiencia. Pero no podemos saber si toda nuestra existencia es ilusión ya que para ello necesita-ríamos
un referente ulterior al que no tenemos acceso.
“En definitiva, extraña vez se cometen errores ya que vivimos en las coherencias del devenir de a-coplamientos
estructurales y de existir no son un fracaso, esto es, algo negativo con respecto a una
realidad independiente del observador, sino sólo un juicio que nace de una reflexión post facto por
un observador que vive en el lenguaje” (§156).
Todos los seres humanos son igualmente inteligentes
Tomando la inteligencia como capacidad de variar la propia conducta en un mundo cambiante o
“transformar el actuar de manera adecuada” (p. 157) entonces podemos decir que el sólo hecho de
vivir plásticamente en coordinaciones de coordinaciones conductuales nos hace seres inteligentes.
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DEL SER AL HACER
los orígenes de la biología del conocer
III
HISTORIA DE UNA TEORÍA
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I. COMIENZOS E INSPIRACIONES
(§§ 161-171)
Conocimientos de un niño
Lo que me marcó decididamente fue mi madre (…) (un día nos dijo) ¡niños!, “nada en sí es bueno o
malo. Una conducta puede ser adecuada o inadecuada, correcta o equivocada. Ustedes son respon-sables
de decidir qué es lo que corresponde cada vez” (p. 161). Lo interesante de esto es que apela
a la comprensión de la dinámica relacional en que uno está inmerso a modo de actuar libre y autó-nomamente
en cada ocasión. Nada es absoluto y justamente por ello tenemos la posibilidad de optar
y decidir. En general (en palabras de profesor Maturana) puedo decir que en realidad crecí en una
familia matríztica donde pude desarrollar mi autoestima y confianza en mí mismo (p. 163). Como
niño quería entender la muerte, por lo que tenía que tratar de entender lo vivo, porque la vida y la
muerte están intrínsecamente ligadas y entretejidas (Ibíd). Así fue como en 1948 me matriculé en la
facultad de medicina de la universidad, pero al mismo tiempo me interesé por la antropología, la
etnología, y muchos otros campos (p. 164).
El dinosaurio de sangre caliente
En 1954 recibí la beca Rochefeller y trabajé con el profesor Young (Ibíd). Allí fue donde el biólogo
propuso su teoría acerca de que los dinosaurios eran de sangre caliente. Si bien sus compañeros se
reían, el profesor Young siempre estuvo interesado en su opinión y “le abrió espacios de reflexión
necesarios para desarrollar un pensamiento autónomo, serio y responsable” (p. 165).
Más tarde llegó al MIT (Massachusetts Institute of Technology) por medio del neurofisiólogo Jerry
Lettvin, donde hizo experimentos sobre la visión que revolucionaron las opiniones ya establecidas
en aquel lugar. Allí tuvo la oportunidad de escuchar a Marvin Minsky, y a los líderes en inteligencia
artificia l, quienes proponían el modelo de ser humano como “sistema elaborador de información y
datos”. Eso me parecía completamente absurdo. Lo que esa gente hace, pensaba yo, es algo total-mente
diferente: crean modelos fenotípicos de un fenómeno biológico, sin comprender los procesos
al interior del sistema que son los responsables de generar y producir justamente ese fenotipo (p.
166). Lo central es no partir de ideas matemáticas ya que se encubre lo que se quiere comprender:
un formalismo puede despistar y por ende obstaculizar la comprensión exacta de un fenómeno (…)
en cambio, se trata de investigar qué procesos tienen que ocurrir para que en consecuencia se
forme algo que luego podamos llamar sistema vivo (p. 167).
Lo que el ojo de la rana le cuenta al cerebro de la rana
En octubre de 1960, en mi propio pequeño laboratorio en el MIT, me ocupé de las células retinales
de una rana (Ibíd). Allí es donde descubrió que habían células que respondían independientemente
de la dirección del estímulo que se le estaba presentando, y otras que sólo reaccionaban ante cierto
tipo de movimiento específico; probablemente “eso fue lo más decisivo que descubrió en esa épo-ca”
(pp. 168-169). Si bien trabajó con los cibernéticos nunca fue influenciado por ellos, ya que pen-saban
en una pseudocircularidad ourput/input en base a información que llega al sistema según un
feedback desde el entorno, en cambio él se refería a una dinámica circular dentro del organismo
(sistema nervioso y autopoiesis), que lleva que este organismo se enfrente al medio como una tota-lidad
circular. El encuentro con el medio no rompe la circularidad, sino que se producen cambios
estructurales, los que a su vez modifican la deriva de la circularidad (…) un cambio estructural
recíproco entre organismo y medio (p. 171). Sin su medio el organismo muere, pero no está deter-minado
por él.
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Fig. 5: La visión circular del mundo encuent ra su expresión simbólica
en la figura del Ouroboros, una serpiente que se muerde la cola.
II. REGRESO A CHILE
(pp. 173-191)
Competir significa depender
El regreso a Chile de Humberto Maturana, en el mismo año 1960, es motivado por un detalle fun-damental
para él: Chile estaba protegido de la competencia dura del quehacer científico (p. 173).
Al no tener que preocuparse del trabajo de otros, expresa que pudo pensar y reflexionar libremente
en modo autónomo y no dependiendo de lo que otros decían mal o bien como fundamento de su
propio hacer científico.
Ya en Chile escribió un artículo en la facultad de medicina en donde propuso que todo pensamien-to
científico siempre se basa en dos supuestos fundamentales: había que partir de la base de que
existe una realidad independiente del observador, y que las propias afirmaciones tienen una rela-ción
conocible con la realidad, aunque uno quizás nunca está en condiciones de poder compren-derla
completamente (p. 175). Pero al poco tiempo, gracias a sus propios experimentos con las palo-mas,
se dio cuenta que no se podía establecer relación entre longitud de onda y actividad retinal, de
modo que se vio obligado a dar un vuelco total en su epistemología. Entonces comenzó a defender
fuertemente sus propios puntos de vista; cosa que más tarde cambiaría por una actitud neutral.
Consideraciones desde el margen
Entre los años 60 y 70 Maturana dice haber vivido una experiencia muy enriquecedora. Los estu-diantes
se tomaron la facultad de medicina y entonces, durante tres días estuvimos escuchándonos,
desarrollando planes comunes de una manera seria y a la vez alegre, y resultó una cooperación
que finalmente duró todo un mes (…) a mí, esa época me enseñó cómo se actúa escuchando, cómo
en el transcurso de varias sesiones va cambiando la forma de escuchar, y en qué momento puede
ser oportuno intervenir en una discusión (p. 177). Además desde pequeño nunca formó parte de
ningún partido de ningún tipo, ya que de cierta forma siempre he estado al margen (…) debería
describirme como una especie de parásito (p. 178). El mejor lugar donde se encontraba era en su
propia autonomía como un outsider: en el respeto por mí mismo. “La ventaja con respecto al insider
es que ellos siempre sienten que deben defender principios o ideologías, en cambio él se sentía en
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posibilidad de poder reflexionar libremente (p. 179). Comenta que quien se mantenga al margen
como observador distanciado debe tener la capacidad, desprejuiciada, de tener una mirada triple: “i)
al interior del sistema, para detectar sus componentes y las interrelaciones de estos, ii) consciente de
cómo se presenta el sistema completo en el dominio de las interacciones y iii) además enterado de
cómo éste dominio a su vez se comporta en relación con el dominio de las operaciones internas de
un meta-dominio” (Ibíd). No se trata de hechos objetivos, sino de observaciones adecuadas: se debe
estar entre medio de lo indiferente y lo apasionado. La clave está en no dejarse llevar por las pro-pias
ambiciones ni por el deseo de un resultado determinado. Gracias a esa actitud, el observador
estará en condiciones de percibir algo, porque el que quiere ver y entender algo debe dejar pri-mero
que ese algo ocurra y se manifieste (p. 180).
Fig. 6: "A las palomas, con las que experimenté en el laboratorio, les di las gracias. Fue una especie de ritual, una ayuda para mí que me
permit ió mantener la conciencia del propio hacer. Para la muerte de estos animales no había una just ificación t rascendental. No se t rataba
de la verdad, el progreso cient ífico, el bienestar de la humanidad o algo parecido. Lo que infligí a las palomas para entender el sistema
nervioso, es responsabilidad mía".
El tratado biológico-filosófico
En noviembre de 1968 Maturana volvió a viajar a Norteamérica pero ésta vez con su amigo Heinz
von Foerster. Allí redactó su famoso ensayo Biology of Cognition, en el cual leemos su famosa frase
“todo lo que es dicho, es dicho por un observador”. Allí se “buscaba expresar que no hay forma de
separar lo hablado del hablante ya que el observador necesariamente es la fuente de todo” (p. 182).
Pero no fue fácil para otros comprender la manera en que él escribía, ya que una nueva forma de
pensar también exige nuevas formas de hablar y de escribir (p. 183). Humberto conoció a Foerster
no de forma intelectualmente compleja, sino compartiendo de forma lúdica y alegre el margen de
una conferencia (p. 184). Más tarde participó de más conferencias y trabajó con una serie de alum-nos
de su nuevo amigo.
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25. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________
Sabiduría sistémica
Heinz von Foerster entiende los sistemas de manera muy profunda. Capta su matriz y detecta los
vacíos y brechas del sistema que no están afectados por la matriz. En estos vacíos es capaz de mo-verse
con total soltura y perfecta seguridad en sí mismo, y en caso necesario también hacerse invi-sible
(p. 185). Allí su amigo le enseñó no sólo cómo funcionan los sistemas sino además que para
operar sobre ellos se debe tener confianza y plena seguridad en el propio hacer.
Más tarde, al volver a Chile, apoyó a Francisco Varela que venía de terminar su doctorado y juntos
comenzaron a trabajar sobre el fenómeno de la circularidad operacional de lo vivo. “Antes de aven-turarse
en formalizaciones, se dedican verbalmente a tratar sobre el tema de lo vivo y allí es donde
resulta el libro De máquinas y seres vivos” (p. 187). Aunque allí es cuando Maturana deja en claro
que, si bien Varela creía que el telón político de fondo fue crucial para el desarrollo del concepto de
autopoiesis, a saber, revolución absoluta para el mundo científico, para él las influencias y opinio-nes
del entorno no fueron importantes, ya que “sólo se trataba de responder las preguntas que tenía
desde que era niño” (Ibíd). Explica que su proceso fue inverso: “no es la sociedad la que le permite
crear, sino su propia creación la que le permite generar entendimiento sobre la sociedad” (p. 188).
El cerebro de un país
Más tarde, durante el gobierno de Allende, Fernando Flores, en ese momento actual ministro de e-conomía
y hacienda, y más tarde vocero oficial del gobierno, trabajó junto a Stafford Beer y dice
haber sido, además, fuertemente influenciado por Maturana. Pero más tarde el proyecto de crear un
sistema cibernético de organización social de Flores fracasó. “En su inicio la idea era generar un
modelamiento matemático que permitiera responder de forma controlada ante cualquier tipo de e-ventualidad,
pero lamentablemente, como más tarde comentaría Foerster, no existía el modelamien-to
adecuado en ese momento para simular o prevenir catástrofes” (p. 191).
III. EXPERIENCIA DE DICTADURA
(pp. 193-210)
El origen de los puntos ciegos
El 11 de septiembre de 1973 los golpistas de Pinochet toman el poder, Salvador Allende es derro-cado
y Fernando Flores enviado a la cárcel. Maturana entonces llamó a su amigo Foerster y le pidió
ayuda, pero de modo que estar hablando del sistema nervioso como cerrado no lo hizo pasar a for-mas
parte del meinstream de la ciencia, es que a su amigo le costó mucho conseguir invitaciones
desde otros sitios. “Para cuando había conseguido cómo sacarlo del país, el chileno ya había deci-dido
quedarse” (p. 193). El principal motivo por el cual, luego de serias cavilaciones sobre el tema,
él decide quedarse es que si todas las persona con ideas democráticas abandonan el país, pronto ya
no habrá memoria de una cultura democrática y de otra época distinta y mejor (p. 194). Toda per-sona
mayor se prestaba como un tesoro para ese momento, “fue en esa circunstancia que el profesor
hizo un pacto con colegas para permanecer en Chile; y no lo rompió” (Ibíd).
Foerster sobrevivió a los campos nazi de concentración, motivo por el cual Maturana se interesó
mucho por entender la lógica interna de las dictaduras, y ésta era su oportunidad. Una vez su amigo
le dijo “mientras más diferenciado es un sistema, mayor es la posibilidad de burlarlo” (Ibid).
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Descubrió entonces que la esencia está en quitarle a las personas la capacidad de observar, por tanto
de distinguir, de modo que ya no se puede transformar las circunstancias según deseos ya que no se
es testigo de qué está ocurriendo. Lo sucedido es negado y desmentido sistemáticamente por los res-ponsables.
Y es posible que uno diga que son humanos y que ningún humano podría actuar con tan-ta
bestialidad. Los supuestos humanistas son entonces el motivo de la ceguera: lo protegen a uno
del horror (p. 195).
La ideología de los militares
No hubo plataforma ideológica en la dictadura chilena, en comparación a la alemana, de modo que
no se buscó convencer a las masas o implantar pensamientos, sino sólo imponer leyes mediante vio-lencia
y fuerza. Si bien en Chile no se podía criticar el régimen públicamente, al margen uno podía
pensar y enseñar lo que uno quisiese (p. 196). “Pinochet utilizó la situación bélica creada por él
mismo para justificar la violación a los derechos humanos”, nos cuenta Maturana. Además, muchos
se enriquecieron económicamente con dicho gobierno, de modo que no se podía decir que toda la
población estaba en contra.
Aquellos que formaron parte de procesos de dictadura parecen extrañar mucho la democracia. Ma-turana
piensa que “no existe contradicción entre el individuo y la sociedad, que no debemos esperar
que la convivencia sea idealmente perfecta, y que no debemos sucumbir ante el deseo de querer im-poner
nuestros propios puntos de vista a los demás” (p. 198).
La impotencia del poder
El poder nace de la obediencia (p. 199); esa es la idea que nos comparte Maturana acerca de su
pensamiento sobre el origen de la coerción y la dictadura. El poder, nos dice, es la consecuencia de
un acto de sumisión que depende de las decisiones y estructuras del que se somete (…) si un dicta-dor
o cualquier persona me apunta con su fusil y me quiere obligar a ejecutar cierto acto, yo soy
quien tiene que decidir: ¿quiero darle poder a esa persona? (pp. 198-199).
Sostengo que uno siempre hace lo que quiere, aunque afirme que en el fondo está actuando contra
la propia voluntad y por obligación (p. 199). En ésta afirmación el biólogo se juega una opinión im-portante,
ya que afirma que incluso quienes hacen lo que no les gusta lo terminan haciendo por sus
consecuencias, es decir, por gusto y nada más. Luego nos da un ejemplo: “si se nos obliga a matar a
otro, lo que está en juego es nuestra propia vida, de modo que si matamos al otro será para salvar
nuestra vida, aunque no nuestra dignidad” (p. 200). Pero entonces ¿hay víctimas? Una víctima se
desprecia a sí misma porque dio poder a otro y en un acto de sumisión negó su autonomía (Ibíd).
Aunque parezca invisible, allí también se ha entregado poder.
Mantener la autoestima
Es importante entonces no perder la vida por un heroísmo, ni tampoco culpar a quienes se someten:
se debe abogar por un máximo de consciencia en relación con el poder. De esa manera de podrá
fingir, esto es, aparentar una emoción sin tenerla (y de esa manera) uno se mantiene como un ob-servador
que guarda una distancia interior y que algún día volverá a actuar de otra manera. Signi-fica
que la capacidad de percepción del que está fingiendo no se destruye; que su autoestima y dig-nidad
permanecen intactas (p. 202). De otra forma estaremos ciegos o seducidos: “seremos tenta-dos
por la idea del poder (del control incontrolado), de creernos más especiales moralmente que
otros” (p. 203).
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27. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________
IV. MUNDOS DE LA CIENCIA
(pp. 211-222)
El paradogma
Desde la primera publicación de Maturana en 1974, bajo el apoyo de Heinz von Foerster, en la re-vista
Biosystems, la incomprensión del público no se dejó de expresar. “Algunos lo trataron de en-fermo,
otro de loco, pero él comenta que ello no fue decisivo ni tuvo mucha importancia sobre lo
que pensaba, ya que nadie llegaba a objeciones concluyentes, de modo que consideró su argumento
como algo epistemológicamente impecable” (p. 211). Si bien, como diría Mitterer, el paradigma
reinante tenía, y tiene, forma de paradogma, esto nunca lo afectó ya que él expresa “no sentirse re-volucionario
ni parte de ninguna new age” (p. 212), la opinión de los demás entonces se volvió se-cundaria.
La idea, expresa, es simplemente entregar algo sin errores lógicos, da igual si a veces se
forme parte de la filosofía y de otras de la ciencias.
Entonces frente a la pregunta ¿cómo se describiría usted mismo?, responde, quizás lo más cercano
sería considerarme como un filósofo humanista, el cual –provisto del conocimiento de la época
moderna– vuelve nuevamente a la etapa previa a la separación de ciencias naturales y filosofía (p.
213).
Entre filosofía y ciencias
La idea de Maturana es siempre mantener la coherencias con lo empírico, fundamentar una expe-riencia
mediante las coherencias de la misma experiencia, y en ese sentido es científico, ya que él
define que el otro bando se dedica a defender principios e ideas, a los cuales denomina como filó-sofos,
y en ese aspecto no se siente identificado en lo más mínimo (pp. 213,215). Por ello es que
cualquier similitud que se podría encontrar con teorías de otros sujetos, como por ejemplo Kant, no
es más que coincidencia, hay en ese punto particular una intersección, pero en todo lo demás en lo
que respecta al argumento se estructura de manera completamente distinta” (p. 216).
Observaciones de un observador
Si bien desde afuera (la opinión de un observador) se nos pueda decir que Maturana pasa por tres
etapas fundamentales (i) biólogo, ii) bioepistemólogo y iii) bioético) él mismo dice no estar de
acuerdo en que esto sea tan tajante como parece. “En cambio, él afirma que , simplemente, siempre
anduvo con un sets de preguntas bajo el brazo, y que siempre tenían relación con lo vivo y lo muer-to”
(p. 217). Si bien parezca que su difícil lectura se basa en abstracciones que parezcan invisibilizar
las cosas que quiere expresar, pero en vez de eso él expresa que no son abstracciones cualquiera
sino “aquellas que han brotado desde las coherencias de lo conocible, ya que el observador especifi-ca
los distinguido mediante su propio observar” (p. 219).
Puertas de la percepción
Gregory Bateson, en su lecho de muerte, expresó que las pautas para comprensión de lo vivo debían
esperarse desde Santiago, de un tal Humberto Maturana. Pero él estaba consciente de las tentaciones
que puede sufrir una persona que genera fama, considerada pasajera por lo demás, de modo que
siempre trato de mantenerse al margen.
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28. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________
La imagen adjunta, según la interpretación de
Maturana, muestra los cuatro niveles principales
de tentación: abajo/derecha, en el personaje que
hace cariño en la mano de Jesús, vemos la super-ficialidad
(sin compromisos: “mantente al margen
y vivirás muchos años”); arriba/derecha, a través
de una persona que habla al oído en privado, de-notamos
la vanidad (sólo aparentemente supera-da);
arriba/izquierda, colocando la corona de es-pinas,
está la envidia (la disconformidad consigo
mismo que lo lleva a compararse con otro); final-mente
abajo/derecha, tomando el manto que viste
Jesús, encontramos la certeza (aquello que impide
que uno pueda avanzar).
Fig. 7: La Coronación de Espinas
de Jerónimo Bosch “El Bosco”
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29. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________
DEL SER AL HACER
los orígenes de la biología del conocer
IV
ETICA DE UNA TEORÍA
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30. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________
I. BIOLOGÍA DEL AMOR
(pp. 225-239)
Las dos identidades del científico
Muchos científicos creen que su actividad es valóricamente neutral. No piensan que sus alcances
objetivos lleguen hasta lo ético. Pero Maturana dice no compartir ésta opinión. Él piensa que la
ciencia no es un dominio del conocimiento objetivo, sino un dominio del conocimiento que depende
del sujeto y que está definido y determinado por una metodología que establece las cualidades del
que conoce. No es la ciencia pura la que nos habla, sino que son los científicos quienes nos hablan
y que son responsables de sus afirmaciones (p. 225). De este modo se configura la idea de que todo
lo dicho por un científico es dicho por él y no por una realidad trascendente, de modo que deberá
hacerse cargo de todos los alcances éticos que se mostraran en el mundo en que vive. Salen a la luz
entonces dos identidades distintas: “por un lado la tarea de explicar las experiencias (mediante mé-todos
generativos) y por otro lado una persona que reflexiona sobre las consecuencia de su hacer”
(p. 226).
Así como para otros científicos el tema central de fondo podría denotarse como responsabilidad
social, en el caso de Maturana reconocemos el amor. Él nos dice que siempre que observemos una
conducta que lleva a que uno aparezca como legítimo otro en coexistencia con los demás, estamos
hablando de amor (…) se trata de una emoción fundamental que podemos detectar en prácticamen-te
todos los seres vivos (en especial en los mamíferos y humanos), y en el devenir de sus relaciones
(§226). Ésta cualidad entonces está dada a priori, pero no como verdad que bajó del cielo hacia
nuestros cuerpos, sino como resultado del devenir evolutivo que nos presenta una disposición filo-genética
específica. En los humanos se manifiesta como aquello que abre la posibilidad de refle-xión
y se funda en una forma de percepción que permite visualizar al otro en su legitimidad (Ibíd).
Confianza en la existencia
Una vez Maturana opinó en una conferencia que el 99% de las enfermedades, o tal vez el 97%, eran
producto de la falta de amor. Él propone esto, esencialmente, porque cree que la condición funda-mental
de la existencia es la confianza (p. 228), de modo que la congruencia estructural entre un ser
vivo y su mundo se basa en una expresión de ésta cualidad; tal es el caso de un bebe al nacer (que
confía en que tendrá una madre que lo cuidará), de una oruga al salir de su capullo (que confía en
que habrá suficiente néctar en las flores) o de una semilla que está germinando (que confía en que
existirá la luz necesaria para poder nutrirse). La dinámica sistémica de un ser humano, si es perma-nentemente
negada, se modificará de una manera que destruirá la armonía general y expondrá al
cuerpo a exigencias destructivas y a un estrés que llevará a una falta de armonía. Lo que resulta es
una propensión creciente a contraer infecciones o dolencias somáticas y también psíquicas (Ibíd).
Y es viendo las cosas de ésta manera que nos podremos dar cuenta, explica el biólogo, el por qué
“la ambic ión, la desconfianza, la competitividad y el exceso de castigo, como continua negación del
otro en convivencia, constituyen una rechazo al amor” (p. 229).
Aquel lugar donde haya democracia habrá amor, ya que existirá la posibilidad de conversar, discu-tir
y reflexionar en comunidad, y de trabajar entre todos en una tarea que tiene significado para
distintas personas (…) (entonces) uno no tiene que disculparse por su existencia o por sus expe-riencias,
sino que existe un ámbito de cooperación de carácter social (p. 230). Pero él advierte que
éste no es un llamado a luchar por el amor, es decir, tomar partido por el amor y estar en contra de
quienes no viven en él, sino sólo a vivirlo y esperar que el otro también quiera tomar partido: por
eso no predico el amor, no formulo mandamientos y no recomiendo nada, ni el amor ni la indifere-
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31. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________
ncia, ni la amabilidad ni el odio, pero digo que sin amor no hay fenómenos sociales, no hay rela-ciones
sociales ni vida social (…) (ya que) la emoción que constituye la vida social no es el odio, el
egoísmo o la codicia, no es la competencia o la agresión, sino el amor (p. 231). Si en un grupo de
personas no encontramos que sus relaciones se basen en amor, entonces no hay sociedad; ese es el
corolario que podemos extraer de sus palabras.
Sistemas sociales
Desde mi punto de vista no hay contradicción entre el individuo y lo social, ya que una sociedad es
una multitud de individuos que conviven sobre la base de una emoción fundamental (p. 232). Dese
allí podemos ver cómo Maturana nos comenta que, de ser una sociedad un conjunto de individuos,
la autonomía de cada persona es la base para el encuentro de lo social (ya que es un encuentro entre
personas), de modo que no podemos pensar que el individuo existe por sí sólo, ni que es un receptor
pasivo permeable que sólo digiere lo que la sociedad le entrega para determinarlo. Pueden transfor-marse
constantemente, pero eso no quiere decir que pierdan su autonomía sino que simplemente se
ponen de acuerdo en el modo de vivir; por ello sociedad es reflexión y no adaptación.
Exponer que el individuo es poco importante y que su rol como creador de la sociedad es la compe-tencia
es mantenerse ciego ante los fundamentos biológicos de lo humano y sólo buscar que la teo-ría
calce con el modelo económico imperante. “Eso es desvalorizar al individuo como creador de
cultura y sociedad en base a una emoción fundamental común” (p. 234). La tarea del sociólogo en-tones
debería ser un “identificar las emociones fundamentales de las relaciones interpersonales y
desde allí averiguar cómo se conforma la vida en comunidad” (p. 235). Podría diferenciar, por
ejemplo, entre el homo arrogans, el homo aggresans y el homo amans y, desde allí, ver cuál es la
emoción que funda al homo sapiens sapiens como animal que vive en el lenguaje.
Concluimos entonces que, para éste biólogo, la fuerza determinante de las estructuras sociales es la
emoción y no la razón, entendiendo emoción como disposiciones hacia la acción (Ibíd). Tanto es
así, que Maturana nos comenta que él piensa que todo fundamento racional descansa sobre uno no
racional, aquello que podríamos llamar las preferencias. Si bien tratamos de justificar nuestra forma
de pensar eso siempre viene a posteriori, ya que en el momento fue la emoción la que nos condujo
por dicho camino. Diría que los seres humanos son animales emocionales que utilizan su intelecto y
su razón para negar emociones o para justificarlas (Ibíd). Pero, aclara, no es un llamado a la desva-lorización
de la razón, si no a la búsqueda de un equilibrio: “si bien es la emoción la que funda todo
actuar sólo mediante el lenguaje es que nace la consciencia de responsabilidad y, junto con ella, la
ética” (p. 236).
Ética sin moral
Extraemos de lo anterior que toda solución para un conflicto social no nace del uso para con ella
misma, sino como lenguaje que busca manejar emociones. El fin del problema llega cuando ambos
logran pararse desde la misma base emocional, sin miedo a las diferencias. Deben hacer de ambos
dominios uno solo.
Luego aparece una aclaración importante: la biología no nos dice lo que debemos hacer, y como
biólogo, y por ende como científico, no le digo a nadie cómo debería actuar, eso sería un malen-tendido.
En la naturaleza nada es bueno o malo. Las cosas son. Recién en el dominio humano de la
justificación o el rechazo de una conducta determinada –o sea, cuando se trata de nuestras pre-ferencias
respectivas– aparecen atributos y distinciones valóricas como lo bueno y lo malo (…)
como biólogo, por ejemplo puedo afirmar que cuando se interviene el genoma se producen mons-
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truos. Pero eso no quiere decir que llame a la manipulación genética o que advierta contra ella,
sino que simplemente estoy describiendo las consecuencias que resultan de un acto. Y cada uno
tiene la libertad de decidir (p. 237). Lo que él busca finalmente no es hacer proselitismo del amor,
sino describir y argumentar por qué piensa que el amor es el fundamento de las relaciones sociales.
“No pretende generar imperativos morales sobre el cumplimiento del amor ya que de ser así, nos
comparte, estaríamos justificando el mero seguimiento de reglas externas sin reflexión ni toma de
consciencia del otro, en cambio de proponerse las consecuencias y exponerlo de forma no auto-ritaria,
se permite el espacio en el cual cualquier persona puede comenzar a pensar en el otro y no
en decálogos o mandatos” (…) la ética se funda en el amor (p. 238). Si hay algo que deseamos que
sea, hagámoslo (p. 239).
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