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SÍNTESIS 
Del ser 
al hacer 
Los orígenes de la 
biología del conocer 
de Humberto Maturana 
y Bernard Pörksen 
por David Alcántara
__________________________________ Del ser al hacer _________________________________ 
Datos sobre la versión del libro de síntesis 
Editorial: Granica; J. C. Sáez, 
Buenos Aires 
Traducción: Luisa Ludwing 
Edición: Primera, 2010 
Páginas: 240 
ISBN: 978-950-641-146-6 
Datos sobre detalles de la redacción 
 Las páginas citadas, todas, están indicadas con la abreviación “p.” y entre paré-ntesis. 
 En aquellos casos que se usa doble “pp.” se hace referencia a todas aquellas 
páginas que se comprenden entre ambos números de página inmediatamente 
señalados, con ellos incluidos. 
 Las frases que se encuentren entre los símbolos “” se refieren a una interpre-tación, 
no literal, sobre ciertas ideas que se encuentran en su página correspon-diente. 
 Las frases que se encuentren escritas en cursiva pueden referirse a dos cosas: si 
se trata una o dos palabras entonces son consideradas importantes y por ello 
son des-tacadas, pero si es una frase o un párrafo, o más párrafos, entonces es 
una reescritura literal de aquello que se encuentra en la página correspondiente, 
con excepción de los paréntesis que no se encuentran en cursiva. 
 Aquellas frases continuadas por tres puntos (…) expresan una conexión 
indirecta entre las ideas que se proponen, esto es, una forma de expresar que 
ambas escrituras forman parte de la cita que les acompaña pero que, a su vez, 
poseen contenido intermedio en el libro original que no se consideró necesario 
citar. 
 El número de las figuras no respeta el orden original del libro, son una adapta-ción 
propia de éste documento. 
 Las páginas citadas debajo de los títulos corresponden a la extensión del 
capítulo en el libro original. 
 Según regla APA de citación, la abreviación Ibíd. (Íbidem) hace referencia a la 
última cita utilizada. 
 Si bien el documento es un diálogo entre co-autores, ésta síntesis está escrita en 
tercera persona, con excepción de aquellas citas literales del texto que se 
ofrecerán en cursiva. Los paréntesis sin cursiva, entremedio de las citas lite-rales, 
también son de mi autoría. 
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________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ 
DEL SER AL HACER 
los orígenes de la biología del conocer 
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__________________________________ Del ser al hacer _________________________________ 
DEL SER AL HACER 
los orígenes de la biología del conocer 
I 
COSMOS DE UNA TEORÍA 
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________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ 
I. SIN EL OBSERVADOR NO HAY NADA 
(pp. 35-47) 
Todo lo dicho es dicho 
“Todo lo dicho es dicho por un observador” (Biology of Cognition): Lo dicho, bajo ninguna circun-stancia 
puede ser separado de quien lo dice; no existe ningún método verificable para establecer 
un nexo entre las propias afirmaciones y una realidad independiente del observador cuya existen-cia 
uno a lo mejor da por sentada. Nadie puede reclamar un acceso privilegiado a una verdad o 
realidad externa (p. 35) ya que, como sigue explicando Maturana, de hacerlo se “está atribuyendo 
cualidades que como ser vivo simplemente no puede tener”, y de paso confunde creer con saber. 
No es posible validar la existencia de una realidad independiente de nuestro hacer, de modo que se 
debe operar circularmente en la fabricación del conocimiento: “e l observador quiere entender el 
observar observado y el lenguajear lenguajeando” (p. 36). El observador es el tema y objeto de in-vestigación 
y a la vez el instrumento, de modo que él mismo es el punto de partida de toda hipóte-sis 
y no supuestos ontológicos descritos a priori: el observador observa, ve algo, y afirma o niega 
su existencia y hace lo que hace” (p. 37). El observador es la fuente de todo ya que sin él desapa-rece 
el mundo que conocemos. Éste es el categórico inicio del texto que nos ofrece el biólogo. 
En el principio era la distinción 
Toda referencia que hacemos sobre algo se hace mediante el lenguaje, inclusive la confesión sobre 
estados de pureza absoluta en meditación pasan por él. “El lenguaje es un modo de convivir” (p. 
38). El lenguaje es lo que el observador utiliza para distinguir algo en el acto de observar, y esto 
tiene dos repercusiones: por un lado a) el lenguaje debe explicar la independencia de lo observado 
con respecto al observador en el acto de observar pero, a su vez, también b) acerca de cómo todo 
acto de distinción, en tanto que opera como distinguir, consiste en una experiencia de estar relacio-nado 
con todo. 
En el principio está la experiencia de la separación que se transforma en la comprensión de estar 
íntimamente ligados (p. 40), esa es la afirmación clave que Maturana ofrece para equilibrar reduc-cionismos 
de ambos extremos. Cuando se describe un vaso uno no “es parte del vaso” pero sí per-tenece 
al dominio relacional que permitió que el vaso surgiera en la distinción como un vaso. La 
distinción entonces es el big-bang del conocimiento, ya que si bien lo distinguido se distingue de 
uno mismo, está ligado a la propia persona precisamente por la operación de distinción (p. 41). 
Explicación de la experiencia 
Ésta visión no cae en el solipsismo epistemológico debido a que se reconoce la experiencia de estar 
con otro en el espacio relacional, y no como una ilusión sino como algo legítimo desde donde se 
fundan todas las consideraciones y explicaciones. 
“Se explica la experiencia desde el convivir y se convive desde el lenguaje, de modo que el lenguaje 
es una herramienta que nos permite hacer distinciones” (p. 42), las cuales no podremos saber si son 
ilusiones o no, en ese mismo momento, ya que para eso “se necesita de un referente no ilusorio que 
se manifieste en el mismo momento de la vivencia y, por lo general, se apela a ellos como indepen-dientes 
de nosotros; el colapso de una hipótesis no es la fundamentación de la existencia de una rea-lidad 
externa, sólo es aquello que frustra nuestras expectativas” (p. 43). 
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Era de la auto-observación 
“La sabiduría consiste entonces en una capacidad de reflexión que permita lograr la percepción pre-cisa 
de una situación específica, y no en la defensa de verdades últimas” (p. 44). De modo que el 
acto de observar se definiría como una operación humana que requiere lenguaje y presupone la 
consciencia de estar observado algo en ese momento (p. 45), motivo por el cual, por ejemplo, po-demos 
afirmar que los animales no observan ya que ellos no reflexionan sobre su actuar, es decir, 
no distinguen que, y qué, están distinguiendo algo en el momento. De modo que, concluye Matura-na, 
casi nunca operamos como observadores, ya que la mayoría del tiempo simplemente hacemos 
nuestra vida, sin preguntarnos nada. “Pero de todos modos se deben diferenciar dos estados: uno es 
el de observador, que es cualquiera que observa, y otro es el de metaobservador, que es alguien que 
se pregunta por su operar en el observar, quien observa sus propias observaciones” (Ibíd). 
La objetividad es la alucinación de poder hacer observaciones sin observador. La apelación a la 
objetividad es el rechazo de la responsabilidad; de ahí su popularidad (Heinz von Foerster). En re-lación 
a esto, lo que Maturana expresa es que cuando se busca una realidad externa (objetiva) se 
desprecia el propio hacer, “en cambio cuando se toma consciencia de estar distinguiendo aparece el 
sentido de responsabilidad sobre aquello que el mismo observador distingue en el operar del distin-guir, 
producto de una valorización de la experiencia como fundamento del conocer mediante el co-nocer” 
(p. 46). 
II. VARIANTES DE LA OBJETIVIDAD 
(pp. 49-64) 
Vida en el multiverso 
Pese a que puede sonar un poco alarmante negar el acceso a una realidad externa, por lo tanto apelar 
a un pensamiento circular, “en realidad es un pensamiento que permite revalorar la experiencia 
como fundamento de todo el conocimiento” (p. 49). Tampoco se trata de reconocerla y luego refu-tarla 
mediante la comparación con un hecho externo que no se presentó en el momento mismo de la 
vivencia, ya que eso sería apelar a una realidad independiente nuevamente: “se trata entonces, afir-ma 
el biólogo, de aceptarla y observar cuáles son las operaciones que la generan” (p. 50). Y, ya que 
se reconoce que no existe fundamento para una realidad independiente, entonces tampoco existe un 
universo, de modo que cada persona reconstruye su realidad constantemente es que debemos hablar 
de multiverso: “la ventaja ética es que debemos hacernos cargo del mundo que estamos creando” 
(Ibíd). Para Humberto Maturana toda concepción epistemológica necesariamente ofrece una reper-cusión 
ética, de modo que en la postura frente a los objetos está en juego nuestro sentido de respon-sabilidad 
también. 
Se constituyen entonces dos formas de pensar y explicar la realidad (extracto de pp. 51-53): 
- Objetividad sin paréntesis: La base de esto es que los objetos existen independientemente 
del observador y que (además) son posibles de conocer. Se cree en la posibilidad de una 
validación externa de las propias declaraciones (…) la emoción básica que impera aquí 
trata de la autoridad del conocimiento universal. Se vive en el dominio de las ontologías 
trascendentales que son excluyentes; el ser aparece independiente de la propia postura y 
del propio hacer. Éste es el camino metafísico recorrido en Occidente. 
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- Objetividad entre paréntesis: Desde ésta perspectiva, el observador se convierte en la fuen-te 
de todas las realidades, creándolas él mismo mediante sus operaciones distintivas (…) 
este enfoque no niega la distinción de objetos y la experiencia del ser, pero las explicacio-nes 
no están basadas (ya) en la referencia a objetos sino en la coherencia a experiencias 
(…) su base emocional consiste en el goce de la compañía con el otro (…) dominio de las 
ontologías (constitutivo-operacionales): el ser se constituye a través del hacer del obser-vador. 
Inmediatamente se nos señala que “existen muchas realidades igualmente posibles, peor no igual-mente 
deseables” (pp. 51-52). Una afirmación es considerada verdadera cuando satisface los cri-terios 
de validez del dominio de realidad respectivo (p. 52). 
Pero Maturana decide no usar la palabra subjetivo, debido a que considera que ésta está relacionada 
peyorativamente con la visión de la objetividad sin paréntesis. En cambio, cuando hablo de objetivi-dad 
entre paréntesis, por un lado (el de los “paréntesis”) quiero mantener alerta la consciencia de 
que es imposible hallar un punto de referencia para las propias suposiciones que sea independiente 
del observador, y al mismo tiempo (por el lado de lo “objetivo”) quiero plasmar en un concepto la 
experiencia de que existen objetos independientes de nosotros. Los paréntesis indican un determi-nado 
estado de consciencia (p. 54). 
Más adelante nos señala que por supuesto que es posible que existan tantas realidades como obser-vadores, 
pero la experiencia nos indica que muchos ya se guían por la objetividad sin paréntesis y 
sin importar en qué crean (Jesús, la energía, etc.) todos tienen en común que no creen que creen, 
sino que creen saber, porque no saben que creen (p. 55). Luego nos comenta, con respecto a aque-llos 
que se guían por el otro camino, que también debemos reconocer que su realidad se ve unifica-da 
por la vida en comunidad, la cultura e historia de cada lugar. No hay problema en reducir la com-plejidad 
de la mirada hacia lo que es urgentemente operativo en nuestro vivir, “e l problema sería no 
estar consciente de su paréntesis y entrar en desesperación cuando nuestras expectativas se vean 
frustradas” (p. 56), de lo contrario, continúa, “puede nacer la intención de liberar a los demás de su 
supuesta ignorancia, mediante una supuesta certeza de verdad absoluta, a la cual se tuvo acceso pri-vilegiado, 
que sólo servirá como fundamento para la explotación y el avasallamiento” (p. 57). 
Tolerancia y respeto 
En el caso de que uno considerara, personalmente, que comprende mejor que otra persona lo que 
está pasando en cierta situación, entonces jamás debe olvidar el respeto, “ya que e llo permitirá la 
oportunidad de abrir una conversación fructífera, un intercambio exitoso” (p. 58). En el fondo, afir-ma 
el biólogo, siempre se hace lo que a uno le hace bien, lo que mantiene y aumenta su propio bie-nestar 
(p. 59) de modo que no basta con tolerar al otro, esto es, fingir que se le escucha pero en ver-dad 
seguir considerándolo en segundo plano, sino que se debe respetarlo, vale decir, interesarse por 
su realidad y aceptarlo como un legítimo otro en convivencia con uno. Inclusive si se encara al otro, 
ya que se considera que el mundo que se está creando no es agradable, se debe hacer con respeto y 
siempre consciente de la responsabilidad del acto y no bajo la máscara de una verdad trascendente 
que lo avala. “Primero se le escucha y luego se actúa, incluso si aque llo nos lleva a tomar el fusil” 
(pp. 60-61). 
Seducción estética 
Cuando se trata de una conversación con otro lo decisivo es que el cambio de consciencia de ningu-na 
manera puede ser forzado, (ya que) tiene que resultar de la comprensión del ser humano indivi- 
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dual (p. 62). No se puede obligar a nada o se caerá en tiranía. Inclusive Maturana nos agrega tres 
derechos humanos nuevos, propuestos por él, ha tener cuenta en pos del respeto por uno mismo y 
por el otro: defiendo el derecho a cometer errores (ya que pueden corregirse), el derecho a cambiar 
de opinión (ya que ello invita a la reflexión) y a abandonar la sala en cualquier momento (ya que 
así quien se queda es por su propia voluntad). “El ser humano goza con la belleza, de modo que en 
nosotros la experiencia de una visión agradable puede generar una transformación” (p. 63), pero no 
se debe entender esto con intenciones de engaño, es decir de usar al otro para fines propuestos hacia 
mí, “no se le debe manipular, se debe actuar sólo como deseando entregar algo bello” (p. 64). 
III. BIOLOGÍA DEL CONOCER 
(pp. 65-80) 
La experiencia de la verdad 
Me considero un científico que capaz de indicar bajo qué condiciones ocurre algo de lo que yo afir-mo 
que ocurre. Puedo dar argumentos y presentar pruebas que cumplen los requisitos de una expli-cación 
científica, pero lo que digo no es correcto no falso (§65). Una prueba entonces es una pro-puesta 
de explicación aparentemente aceptable, generada y producida por el suceso que se quiere 
probar. Las pruebas o explicaciones no tienen nada que ver con reflejar una verdad o una realidad 
exterior, sino que son expresión de una relación interpersonal: se da crédito a una argumentación 
o explicación porque a uno le parece probada, ya que su descripción se ajusta a lo que uno mismo 
considera aceptable (p. 66). Todo se basa en la aceptación del propio grupo de investigación, en la 
relación misma, ya que son ellos mismo quienes crean los criterios que luego buscan cumplir. 
Epistemología de un experimento 
Los experimentos que ha hecho, agrega Maturana, hablan de su propia historia como científico y no 
deben tomarse como reflejo de una verdad absoluta. Es el inicio del propio pensar. 
A modo de iniciar un recorrido por su vida como investigador, nos referiremos primeramente al 
norteamericano Roger Sperry. “Él sacó el ojo de una salamandra y lo colocó nuevamente en su lu-gar 
pero rotado en 180 grados, esperó y luego de su regeneración éste animal lanzaba la lengua en 
dirección de su ojo ya rotado” (p. 67). Él sólo se preguntó por la regeneración, de modo que encu-brió 
el fenómeno observable. Entonces Maturana replicó los experimentos, pero ya no debajo de la 
epistemología de fondo que me indica que se debe buscar un insecto que está en el mundo exterior, 
es decir, no bajo una correlación interno/externo, “sino como una correlación que se da entre el sis-tema 
nervioso y la actividad de la propia retina, esto es, de forma interna y circular” (p. 69). La 
explicación entonces, de cómo la salamandra logra apuntar y dar justo en el blanco, en el insecto, no 
se explica mediante la interpretación de un mundo externo que se debe representar, sino en el hecho 
de que la salamandra y el gusano forman parte de una historia común y un proceso de evolución 
que ha llevado a una relación de equilibrio muy fino de coordinación y adaptación recíprocas, a un 
acoplamiento estructural entre organismo y medio (Ibíd). 
Por qué el sistema nervioso es cerrado 
En 1965 experimentó con palomas y trató de encontrar una correlación entre la actividad de las cé-lulas 
ganglionares de la retina y la composición espectral que forma los colores, esto es, entre lo 
interno y lo externo, “pero jamás pudo demostrar una correlación que fuera significativa” (p. 71). 
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Entonces comenzó a entender el sistema nervioso como cerrado, y se reorientó su pensar. Ahora la 
correlación sería entre la actividad de la retina y no un espectro de colores externo, para el observa-dor, 
“sino con respecto a un color en particular, esto es, conforme a una experiencia, y dicha expe-riencia 
tiene que ver con el propio sistema nervioso, con lo que él ha resguardado y posee” (p. 72). 
Si bien un color es una dimensión arbitraria, también esconde una experiencia ya que los usamos 
muchas veces de igual manera para composiciones espectrales muy diferentes. Un color entonces es 
algo que sucede al interior de un organismo, y que tan sólo es gatillado por una fuente de luz exter-na. 
Un color es lo que se ve, lo que se vivencia (…) una experiencia especial que se tiene en deter-minadas 
situaciones (p. 73). Había que comparar la actividad del sistema nervioso con la actividad 
del sistema nervioso, ya que el organismo no es un sistema abierto. “El exterior sólo puede gatillar 
aquello que ya está determinado por la estructura del sistema nervioso, su modo de operar” (p. 74). 
Sólo existe una danza interminable de correlaciones internas en una red de interacciones cerradas. 
La doble mirada 
No se puede relacionar las operaciones del sistema nervioso como derivadas de la información de 
un mundo exterior. “Sólo el observador es capaz de diferenciar entre dentro y fuera, o input y 
output, ya que el sistema correlaciona actividades internas con actividades internas, de modo que, si 
bien no se niega la experiencia de un mundo exterior , sí se niega que todo el operar del sistema ner-vioso 
tenga que ver con características de él” (p. 75). A parir de este instante, todas las formas de 
observación y explicación aparecen como expresiones de operaciones de sistema (…) tuvo lugar 
una reorientación, un cambio del ser al hacer, una transformación de las preguntas filosóficas 
clásicas (p. 76). 
Tenemos entonces según el biólogo la distinción de dos dominios fenomenológicos: por un lado la 
dinámica interna y por otro lo detectable como medio; y no se pueden derivar los fenómenos de un 
dominio de los del otro (Ibíd). El ejemplo sería como el de un aviador que no logra ver lo hay fuera 
de su máquina sino que opera en base a sus propios instrumentos de los cuales dispone: recorre un 
sin fin de lugares, y al llegar se encuentra con externos que le hablan de cosas que él jamás vio; ésta 
es la doble mirada. Se trata de la comparación de dos dominios mediante la creación de un tercer 
dominio, pero ello no quita que éste generador de dominios pueda ser enfrascado como interno de 
otro dominio comparativo por parte de otro observador. 
“Pero no somos ciegos ya que nos podemos percatar de nuestra propia ceguera” (p. 77). Lo decisivo 
es que cuando un observador observa ambos dominios no considera uno como más real que el otro 
(el externo como real y el interior como lo que se construye) sino que decide diferenciarlos mante-niendo 
la legitimidad de cada uno. “No es que una postura sea más válida que la otra, pero sí debe-mos 
considerar que si alguien propone el sistema nervioso como abierta tendrá que hacerse cargo de 
no lograr establecer las correlaciones entre dominios necesarias para validar su postura” (pp. 77- 
78). 
Si hablo de cerrado no es en un sentido físico, sino en relación con una dinámica interna: pase lo 
que pase en un dominio, pasa dentro de ese dominio y se queda ahí; se trata de las operaciones que 
un sistema realiza, que definen sus bordes y lo convierten en una entidad determinada (p. 79). 
Conocer es vivir 
Pero entonces ¿qué es conocer? Pues es la observación (que necesariamente hace un observador 
que conoce) de una conducta adecuada en un dominio determinado (…) por lo tanto, el conoci-miento 
es la conducta considerada adecuada en un dominio determinado (§80) y no la representa- 
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ción apriórica de una realidad fundamental; entendiendo adecuado como aquello interpretado 
desde la interacción de un organismo con su medio. El conocer es, circularmente, conocido. Vivir 
es conocer y conocer es vivir, ya que la preservación de la vida requiere conocimiento. 
IV. LA AUTONOMÍA DE LOS SISTEMAS 
(pp. 81-96) 
Límites de la determinación externa 
Cuando una persona rechaza sus procedimientos, y decide cambiarlos por otra hipótesis, no necesa-riamente 
está actuando como un realista: “ser realista es hacer aquello motivado, o intencionado, 
necesariamente por el deseo de develar una supuesta realidad trascendente” (p. 81). Lo que en el 
fondo Humberto Maturana hizo fue lograr justificar su experiencia mediante las coherencias de su 
propia experiencia. Actuaba como científico y no como filósofo: quería mantener coherencia de la 
experiencia con la experiencia y no de principios a priori con principios a priori. “Un científico 
está dispuesto a liquidar todo principio con tal de lograr coherencia con lo empírico, y un filósofo 
está dispuesto a liquidar cualquier experiencia con tal de lograr coherencia con lo teórico” (p. 82). 
Su tema meridiano y fundamental es con la hipótesis de que todo sistema está necesariamente deter-minado 
estructuralmente, y ésta no es una afirmación que se refiera a una realidad supuestamente 
independiente el observador, sino una abstracción que resulta de las coherencias que un observa-dor 
puede percibir: porque abstraer significa entender y formular la regularidad de un suceso, sin 
entrar en el detalle de los elementos concretamente involucrados. Cuando hablo de determinismo 
estructura de un sistema no estoy describiendo un dato óntico u ontológico ni tampoco una verdad, 
sino que como observador estoy presentando una abstracción de mis observaciones (p. 82). “Si pul-samos 
un botón del computador y no funciona no iremos al médico a ver si el dedo está en buenas 
condiciones o no, ya que todo lo que sucede en un sistema, de cualquier tamaño, está determinado 
por su propia lógica interna ya que, si bien las influencia externa es la que gatilla un efecto, éste 
sólo puede ser determinado por su propia estructura y no por el agente exterior” (p. 83). Por ejem-plo, 
si ingerimos drogas con moléculas de estructura específica entonces se modificará la estructura 
del sistema nervioso pero sólo porque tenemos los receptores capaces de percibirlas, no porque 
ingrese en el sistema y modifique la lógica interna del mismo alterando su identidad. 
Organización y estructura 
Dentro de este nuevo vocabulario que es necesario crear para una explicación de cambios no deter-minada 
por la estructura de un agente externo, sino por las del sistema mismo, que es cerrado, he-mos 
de acuñar dos conceptos. “El primero es la de perturbación: consiste en toda aquella acción 
que gatille en un sistema un cambio estructural, una modificación que puede ser muy notoria pero 
que no alcanza para que éste pierda su identidad, es decir, su organización. En el caso de que la 
acción genere la pérdida de la identidad del sistema, entonces estaremos hablando de una destruc-ción” 
(p. 84). Por ejemplo, una vez que establecemos una identidad fija para una mesa entonces 
estamos en condiciones de observar si su mesidad se ve afectada por una acción externa o no: si su 
función X ya no se satisface luego de los cambios entonces se ha destruido, pero si aún sirve, para 
X, pese a que ha cambiado, entonces sólo fue perturbada” (p. 85). La organización no varía, aunque 
su estructura pueda ser madera, metal o cerámica. La diferencia entonces es que en el caso del input 
siempre se piensa en algo que entra en el sistema y lo determina en su lógica interna, algo así como 
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una eterna modificación de su organización, en cambio el concepto de perturbación está en armonía 
con el de determinismo estructural, que respeta la identidad de cada sistema. 
Finalmente debemos entender por autonomía no una independencia con respecto al medio sino un 
ejercicio de modificación bajo la primicia del respeto de la propia legalidad, su organización e iden-tidad. 
“Todo sistema vivo existe en un medio” (p. 89). 
Entender qué es responsabilidad 
En el dominio humano, autonomía significa conservar algo que es constituyente de uno. El libre 
albedrío es otra cosa, es una experiencia humana que requiere reflexión. En rigor, no existe liber-tad. 
En el sentido estricto, no existen alternativas ya que cada acontecer y hacer resulta de la 
compatibilidad con las coherencias estructurales del momento. Sin embargo, a una persona que no 
conoce estas coherencias estructurales aparentemente a cada rato se le ofrecen alternativas de 
conducta. (pp. 89-90). Pero a esto se le agrega, en el caso de los seres humanos, que el convivir se 
realiza en el lenguaje de modo que al describir un determinado acto como responsable, según su 
análisis de consecuencia, inmediatamente surge en la distinción la posibilidad de reflexionar en 
preocupación a otro: “nace el actuar responsable” (p. 90). Esto no se contradice con el determinis-mo 
estructural ya que pertenecen a dominios distintos: el metadominio lingüístico nos abre la posi-bilidad 
de vivir en la experiencia del optar por algo. Entonces se encuentra en otro dominio, pero 
siempre operando como sistema estructuralmente determinado (p. 91). La intención interior de un 
ser vivo que vive en el lenguaje es tomado por el observador como una elección. “Sólo en la meta-perspectiva 
que permite distinguir un acto como un acto que involucra cosas se puede optar y de-cidir” 
(Ibíd). Por ejemplo: un delfín no pude ser responsable, ya que no vive en conversaciones del 
lenguaje como nosotros, de modo que no puede ejercer comentarios sobre su actuar ni tomar con-sciencia 
de sus consecuencias. Ser responsable es preguntarse si se quiere ser el que es haciendo lo 
que se está haciendo (p. 92) y luego actuar conforme a las predilecciones y preferencias en forma 
consciente. 
¿Me gusta la elección que acabo de hacer y de la cual acabo de decir que me gusta y que corres-ponde 
a mis deseos? En ese momento de reflexión de la propia elección se experimenta la libertad, 
a pesar de que por supuesto se sigue actuando como sistema estructuralmente determinado (p. 93). 
No se entiende responsabilidad como causalidad, como una hacerse cargo de las consecuencias, 
sino que el actuar responsable tiene que ver con lo que un individuo hace o deja de hacer, estando 
consciente de las consecuencias posibles y deseables del su actuar (Ibíd). Maturana nos explica que 
la responsabilidad es como un estado de atención y alerta: las propias acciones y los propios deseos 
coinciden de un modo reflexionado, eso es todo (Ibíd). 
Se necesitaría un milagro 
Sin embargo, pese a que un sistema siempre está determinado por su estructura, esto no implica que 
éste sea predecible: “aquello no sería parte sólo de las características del sistema sino además de las 
expectativas de un observador, ya que espera conocer todos los factores que lo pueden influenciar y, 
también, que el fenómeno seguirá siendo observable en el tiempo, a modo de poder corroborar la 
afirmación, lo cual no es cuestión de conocer sino de creer” (p. 94). Bajo sistema sólo entendemos 
coherencias entre elementos interrelacionados que forman una estructura determinada. Si cambia la 
relación se transforma la estructura, pero ésta sólo podría ser anulada en su determinismo por un 
milagro. Súbitamente, algo como imposible aparece(ría) como posible (p. 95). 
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V. CÓMO SE ENFRENTAN SISTEMAS CERRADOS 
(pp. 97-108) 
Interacciones improbables 
“Si bien el dominio operacional del sistema nervioso es cerrado, cuando se actúa como totalidad 
(organismo) se hace en un dominio relacional y es allí donde es posible generar las interacciones”. 
(p. 97). Como seres humanos y mamíferos que somos, tenemos la característica de sentir placer en 
la compañía del otro; nos gustan las conversaciones y actividades comunes y por eso siempre vol-vemos 
a estas formas agradables de convivencia (p. 98). No importa que nuestro sistema nervioso 
sea cerrado y aparezca como algo solitario, ya que es capaz de crear una nueva dimensión, un domi-nio 
conjunto de interacciones, conversaciones y transformaciones con otro que es distinto al de 
nuestro interior. Ambos dominios han de observarse y estudiarse por separado. 
“Cuando dos sistemas cerrados y determinados se encuentran, y ocurre en ellos una serie recurrente 
y recursiva de encuentros e interacciones mutuas, observamos una transformación plástica en la es-tructura 
de ambos, a modo de vincularse congruentemente, y entonces se han podido encontrar sin 
necesidad de perder su organización, por lo tanto tampoco su identidad” (p. 99). Las características 
internas del sistema entonces hacen posible la creación de un nuevo dominio relacional que no con-tradice 
su determinismo estructural, en la medida que él mismo posea una estructura plástica. 
Fig. 1: Esta figura es la t ransformación de 
un sistema vivo producto de una historia 
de interacciones con su medio. La estruc-tura 
del medio y del organismo se van mo-dificando 
congruentemente permit iendo 
tanto la adaptación como la mantención de 
la organización que les es propia. 
Acoplamiento estructural 
Definiremos entonces lo que se produce en la 
historia congruente de las interacciones recurren-tes 
(repetitivas) y recursivas (con lógica continua) 
recíprocas entre dos sistemas determinados por su 
estructura plástica como el acoplamiento estruc-tural. 
Éste es el que permite que surja un dominio 
consensuado, un dominio conductual de interac-ciones 
engranadas y consensuadas de dos orga-nismos 
con plasticidad estructural (p. 101) sin que 
se pierda la identidad de cada sistema. Así es 
como las acciones exteriores no se confirmar 
como instructivas sino sólo como perturbadoras: 
gatillan cambios que son determinados desde la 
lógica interna del propio sistema. “Por lo tanto, 
para que se genere un dominio consensuado 
común tiene que existir congruencia estructural” 
(p. 103). 
Fig. 2: Dos sistemas vivos y su interacción con y en su medio. 
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El mito de la comunicación efectiva 
Si describimos el lenguaje como transmisión de información, en base al modelo de emisor, receptor 
y mensaje, estaremos haciendo alusión al fenómeno visible y “no a las características operacionales 
del sistema y a su relación con la dimensión relaciona l” (p. 104). Sería el comentario de un observa-dor 
que no está tomando en cuenta en su observación aquello que es producto de las coherencias del 
acoplamiento estructural, es decir, lo que se da antes de aquello en su devenir recurrente y recursi-vo. 
Si ésta persona persiste en esa visión muy luego se verá en aprietos cuando tenga que explicar 
los malos entendidos y las grandes diferencias de percepción, porque no siempre pueden ser vistas 
como una negativa malintencionada del receptor a utilizar adecuadamente la información recibida 
(Ibíd). El lenguaje entonces se basa en la congruencia estructural que se logra acoplar luego de una 
historia de interacciones. “Los signos son algo secundario, ya que lo primario es la coordinación de 
coordinación de conductas presentes en la interacción”. (pp. 105-106). 
El mundo se crea en el lenguaje 
Toda pregunta o alusión a algo en la vida tiene que ver con el lenguaje, inclusive sobre una supuesta 
realidad independiente del observador. “Pero hemos de decir que sólo el ser humano vive en el len-guaje, 
ya que si bien muchos animales e insectos son capaces de coordinar sus conductas, pero, 
hasta donde tenemos conocimiento no son capaces de coordinar dicha coordinación de conductas 
previa” (p. 106). Lo central entonces no son los símbolos sino la recursión: “la capacidad de generar 
una operación cíclica en la que el comienzo de una conducta se funda en donde terminó la conduc-ta 
anterior” (p. 108). “Todos los objetos, por lo tanto todo aquello distinguido por un observador en 
el acto de observar, son creación que se funda en la recursión de sus características y que les con-fiere 
por tanto una operación particular” (Ibíd). Todo objeto es algo que sirve para coordinar algo. 
Finalmente, el lenguaje es una manera de convivir en un devenir de coordinación de coordinacio-nes 
conductuales que no contradice el determinismo estructural de los sistemas interactuantes 
(Ibíd). El que entiende esto entiende que los signos son originados por la recursión y no al revés. 
VI. AUTOPOIESIS DE LO VIVO 
(pp. 109-120) 
Confrontación con la muerte 
Fue la confrontación con la muerte lo que me llevó al doctor Maturana a cuestionarme sobre la vida. 
Al parecer la vida, me decía yo, no tiene significado, no tiene sentido, no sigue ningún programa de 
progreso evolutivo (…) mi conclusión, aunque suene tautológica, era que el sentido y fin de un ser 
vivo consiste en ser lo que es (…) todo lo que le pasa a un ser vivo tiene que ver con él mismo (p. 
110). Son autónomos en tanto deben poseer un límite que demarque lo que son y lo que no son. 
La forma de definir lo vivo entonces, expresa él, no puede ser estableciendo una lista de caracterís-ticas 
esenciales ya que jamás tendremos cómo saber si la lista está completa: a menos que ya sepa-mos 
aquello que nos estamos preguntando. “Lo que buscaba él entonces es una organización común 
de los seres vivos independiente de su estructura” (p. 111). Por ello es que su primer acercamiento 
fue mediante el concepto de sistemas autoreferentes, contrario a los alorreferentes: donde el fin del 
primero está en sí mismo, que sería lo vivo, y el del segundo fuera de sí mismo, como es el caso de 
una máquina cualquiera. En el fondo, lo que buscaba era distinguir con mayor claridad los procesos 
que en definitiva llevan a la autoreferencia (…) quería crear un sistema vivo (p. 112). 
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Una fábrica que se produce a sí misma 
“En 1963, en el laboratorio de microbiología, Maturana discutía con un amigo cuando al fin tuvo la 
idea decisiva: los sistemas vivos poseen una dinámica circular que les permite generar su autonomía 
y definición a sí mismos. Más tarde, conversando con María Bulnes, llegó a su mente el concepto 
de poiesis como símbolo de creación y producción, entonces supo que el nombre de lo vivo sería 
autopoiesis: auto/creación” (pp. 112-113). Siendo más detallista, lo que él proponía es que cada vez 
que examináramos un sistema vivo, “deberíamos encontrar en su interior, a nivel molecular, una red 
de procesos de producción que genera moléculas que luego pasan a formar parte de la misma red 
que las produjo y que más tarde también fija sus propios bordes que, a su vez, lo definen como una 
identidad discreta” (p. 114). Entonces, siempre que nos encontremos con esto estaremos frente a 
una entidad que se produce a sí misma y por tanto frente a un sistema vivo. Y este sistema es abier-to 
en cuanto al intercambio de materia (lo termodinámico/físico), pero cerrado en lo que se refiere 
a la dinámica de las relaciones que lo producen (lo sistémico/biológico)” (Ibíd). Distinguimos aquí 
a continuación dos niveles: el sistema autopoiético de primer orden, que corresponde a una célula 
de cualquier tipo, y el de segundo orden, que responde a una entidad multicelular. “En ambos casos 
vemos cómo la producción de elementos es la condición de la creación de un borde y, a su vez, la 
existencia de éste borde permite mantener la autonomía del sistema que, finalmente, permite que los 
mismos componentes pasen a formar parte de la red de producción de los generó previamente” 
(Ibíd). Sin borde no existiría una entidad autónoma ya que, si bien no forma parte del proceso mis-mo 
de generación, sí permite que éste exista. 
Dinámica 
(metabolismo) 
Borde 
(membrana) 
Fig. 3: La célula –un sistema autopoiét ico de primer orden– es una fábrica cuyo producto es ella misma. 
Sistemas autopoiéticos y alopoiéticos 
La característica de autopiético de un sistema corresponde a un dominio operacional. El dominio 
relacional es distinto, ya que podríamos hablar de personas que crean cosas externa a ellos: el pana-dero 
hace pan, el mecánico máquinas, etcétera. “Operacionalmente entonces son autopiéticos, pero 
relacionalmente son alopoiéticos” (p. 117). Pero tampoco podemos expresar la autonomía y la auto-poiesis 
como sinónimos, ya que la autopoiesis sólo es un tipo muy particular de autonomía, el de 
los seres vivos. Autonomía es el concepto más general (p. 118). 
La segunda creación 
No podemos confundir los procesos de lo vivo con un programa computacional: “para que el com-putador 
arranque, además de necesitar energía externa, cosa que por cierto también necesita la célu-la, 
a de ser encendida (iniciada) por alguien, en cambio la autopoiesis hace referencia a redes de 
procesos que se originan por sí mismos; exactamente esa es su peculiaridad” (p. 119). 
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VII. CARRERA DE UNA IDEA 
(pp. 121-130) 
El concepto se pone de moda 
Una cuestión fundamental a destacar es que Maturana aclara, en más de una ocasión, que cuando se 
planteó el concepto de autopoiesis era para un ámbito molecular reducido, de modo que era una so-lución 
para un problema que se establecía en ese dominio y no en otro. Sin embargo en muchos lu-gares 
se le a tratado de asimilar, por ejemplo, a lo social. Pero su opinión es que “si se fija la aten-ción 
en la autopoiesis se pierde de vista el fenómeno observable, ya que se está demasiado ocupado 
pretendiendo que calce en la sociedad todas las características propias que involucra dicha visión” 
(p. 122). Mejor es primero preguntarse por el fenómeno X y luego ver sí éstas características que 
salten a la vista corresponden a una organización autopoiética: después de todo la autopoiesis sólo 
es una variante más de la autonomía y no la única. 
De rodillas ante Erich Jantsh 
El astrofísico Erich Jantsh piensa que la autopoiesis sirve para describir, en parte, cualquier fenóme-no 
de autonomía, de modo que él piensa que el biólogo no fue capaz de visionar, y de aceptar, todas 
las consecuencias de su propia propuesta. Maturana en cambio piensa que cuando alguien usa un 
concepto fuera del contexto adecuado, se equivoca doblemente, no hace justicia ni al dominio nue-vo 
ni al dominio original para el cual el concepto fue creado (p. 123). 
También está el caso de Niklas Luhmann, quien publicó el año 1984 un texto denominado Sistemas 
Sociales, en donde pro-pone explicar todo los fenómenos sociales como redes de comunicaciones 
que producen comunicaciones. Pero la diferencia está en que en la autopoiesis que propone el biólo-go, 
y no el sociólogo, muestra que “las moléculas producen moléculas, en tanto las moléculas son lo 
central, en cambio en el otro caso es la comunicación la que produce más comunicación, pero deja 
de la lado la presuposición de que los sistemas vivos humanos son los que se están comunicando” 
(p. 124). Se desplaza el tema central de análisis que debería ser el ser humano a sus comunicacio-nes, 
ellos quedan sólo como el telón de fondo para una teoría que los excluye y reduce. “En el fon-do, 
le comentó una vez Luhmann a Maturana, hacia esto sólo porque deseaba hablar de universales, 
y allí la complejidad e imprevisibilidad humana no se lo permitía” (p. 125). 
El ser humano es impredecible 
Un tipo de teoría como esta es el clásico ejemplo de aquello que usa como método a las personas 
libremente disponibles, a través de una negación, para poder ejercer una tiranía en la que, ante todo, 
debe prevalecer el sistema social. “Si suponemos por un momento que la sociedad es una especie de 
sistema autopoiético de tercer orden, compuesto por aquellos que son de segundo orden, tendríamos 
que estar dispuestos a reconocer que todos los individuos deben renunciar a sus características parti-culares 
con el fin de atribuirse un rol específico (como el de una mitocondria por ejemplo) y de esa 
manera velar, única y exclusivamente, por la mantención e identidad del sistema en el tiempo (…) 
una negación así del individuo es una de las características de los sistemas totalitarios” (pp. 126- 
127). Donde se pretende que exista democracia, los individuos no pueden pasar a segundo plano. 
Teoría sistémica como cosmovisión 
La teoría de Maturana resalta con respecto a las demás por el simple hecho de tratar de no caer en el 
reduccionismo, tan típico de nuestra cultura (Occidental) (p. 127). Por ejemplo, si ve una pareja be- 
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sándose en la calle, sea lo que sea que esté ocurriendo está ocurriendo en el dominio de las relacio-nes 
humanas. Por supuesto, podemos constatar que en este intercambio de caricias intervienen 
hormonas y neurotransmisores. Por supuesto que es posible hablar de procesos sistémicos. Todo 
completamente correcto. Pero lo que pasa entre estas dos personas, el sentimiento del amor, no se 
agota con una caracterización así, no es posible reducirlo a hormonas, neurotransmisores y proce-sos 
sistémicos. Se trata del devenir de su relación que configura el devenir de su actuar (…) en mis 
descripciones conservo y considero la diferencia de distintos dominios fenomenológicos, y se dis-tinguen 
las dimensiones de moléculas, sistemas, relaciones, etc. (p. 128). 
Por ello, cuando él habla experiencias místicas o espirituales se está refiriendo no al acceso a una 
realidad trascendental, ontológicamente independiente de nuestro hacer, sino a una expansión de la 
conciencia y a una intensa sensación de participación: se toma consciencia de la armonía con 
otros seres humanos, el cosmos, la biósfera, etc. (Ibíd). 
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DEL SER AL HACER 
los orígenes de la biología del conocer 
II 
APLICACIÓN DE UNA TEORÍA 
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I. PSICOTERAPIA 
(pp. 133-146) 
La mirada sistémica 
Si se toma en serio lo que expresa Maturana, respecto de su biología del conocer y del amar, no es 
que la terapia familiar pierda sentido, sólo debemos rechazar la idea de que ésta sea comprendida 
como una interpretación lineal de la causalidad (p. 133), ya que no existe procedimiento con vali-dez 
eterna par liberarnos del sufrimiento, debido a que nadie está en condiciones de determinar sis-temáticamente 
lo que pasa el interior de una persona (Ibíd). No hay saber absoluto, no podemos 
afirmar que conocemos la receta exacta que nos permitirá que la otra persona se transforme relacio-nalmente 
y exactamente en lo que nosotros esperamos. Si bien, bajo la lógica de éste mismo pensa-miento, 
ya nadie puede hacerse cargo de lo que otro hace con lo que él mismo hace de sí, sí pode-mos 
afirmar que él como sujeto responsable debe hacerse cargo de sus propias acciones y de los 
mundos que crea. Entonces “nos despedimos de la idea de poder determinar y controlar a alguien, 
pero damos la bienvenida a aquella que nos hace a nosotros mismos responsables de nuestros actos” 
(p. 135). La sabiduría entonces es cuestión de capacidad de escuchar con imparcialidad, en una 
actitud abierta y de aceptación (Ibíd), es decir, que nada se distorsionará a través de mecanismos de 
manipulación sino que será percibido tal como se manifiesta. La única emoción que no limita el 
propio entendimiento sino que lo amplía es el amor (Ibíd). 
Variantes de cambio 
Lo necesario (entonces) no es el análisis, sino un estado de consciencia alerta a la dinámica rela-cional 
que va de la mano con cada emoción específica. Ahora afirmo que la única emoción que no 
limita la propia percepción, que no la filtra o encauza sino que la amplía y libera de juicios preci-pitados, 
es lo que llamamos amor (…) una conducta humana que lleva a que otro humano adquiera 
presencia como un legítimo otro en coexistencia con este (p. 136). El amor es la única manera de li-berarnos 
de los prejuicios y no cerrarnos a las posibilidades de entender al otro. Pero esto no quiere 
decir que debamos aceptar cualquier conducta como esencia para la vida, sino el grado de disposi-ción: 
alguien que actúa sin amor se fundamentará en la arrogancia, pero alguien que se despliega 
desde el amor lo hará por comprensión profunda y desprejuiciada. 
Lo que necesita es una doble mirada: 
si uno se integra hasta cierto grado al 
sistema, será imposible escuchar, 
pero al mismo tiempo será necesario 
guardar cierta distancia que permita 
ver el contexto de los acontecimien-tos, 
y mantener la libertad de reflexio-nar 
(p. 137). Si uno quiere actuar al 
interior de un sistema entonces debe 
pasar a formar parte de su matriz rela-cional 
de constitución, es decir, debe 
actuar agonalmente. En cambio si se 
actúa ortogonalmente se estará tratan-do 
de modificar la estructura del sis-tema 
desde fuera: lo importante es que 
en ambos casos se actúe en base al 
amor. 
Encuentro 
ortogonal 
Encuentro 
agonal 
Fig. 4: Muestra de un sistema (una unidad compuesta) que es intervenido de 
ambas formas. El ortogonal actúa desde fuera modificando la estructura de 
modo no confirmatorio y cambia la deriva relacional, en cambio el agonal 
actúa manteniendo el orden del sistema y confirmando su propia dinámica. 
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Individuo y sociedad 
Maturana piensa que frente a la dinámicas de terapia es necesario el enfoque sistémico, ya que toda 
acción forma parte de un nicho relacional que se extiende más allá de él mismo en el momento. 
Cuando conversamos tenemos detrás de nosotros nuestra lengua materna, familias y cultura, de 
modo que si bien nuestro encuentro es personal, estamos inmerso en una dinámica social sistémica 
mayor. “Pero muchas veces las improntas de nuestra propia cultura no nos permiten determinar lo 
que hacemos por nuestras propias acciones desde nuestro propio origen: y sólo tomando conscien-cia 
de esto es que podremos actuar libremente” (p. 141). Y como reveló Ximena Dávila, el dolor 
que se manifiesta en una terapia siempre trae consigo el condicionamiento cultural que nace desde 
la negación, desconfianza y exigencias de propiedad que surgen de una cultura patriarcal/matriarcal. 
Construcción de la enfermedad 
¿Qué significa estar enfermo o dejar de ser normal? En el dominio de lo biológico no encontramos 
patologías… el tigre no es un gato arrogante y la garrapata no es vil por chupar sangre: todas las 
formas de vida deben ser consideradas legítimas. Para el que sigue el camino de la objetividad 
entre paréntesis, una patología no es una característica de un mundo que existe con independencia 
del observador, una enfermedad es para él un estado que un observador –de acuerdo con sus pre-ferencias– 
encuentra indeseable. Ser normal y sano significa por lo tanto que uno, en el devenir de 
la vida, no hace ningún esfuerzo por cambiar la propia situación con ayuda de otro. No existe la 
patología en sí, ni los problemas en sí, ni tampoco enfermedades independientes de los deseos y 
preferencias de un observador (p. 142). 
No podemos elaborar un criterio estable de procedimiento independiente del contexto ya que todo 
depende de las emociones que guían el actuar en dicho momento. En el fondo la atribución de en-fermedad 
constituye la base para terminar con cualquier discusión ulterior (p. 143). Pero el biólo-go 
aclara que esto no se trata de abogar en la liberación de pacientes de psiquiátricos, pero sí al 
hacernos cargo de las decisiones que tomamos: no existe para nuestro actuar fundamento ulterior o 
explicación absolutamente válida; nada independiente del observador. “Es absolutamente impos ible 
crear y desarrollar un método universal que permita predecir y cambiar al ser humano, por ello es 
que él se considera inútil como representante de un enfoque eficientista” (p. 145). 
II. PEDAGOGÍA 
(pp. 147-158) 
La paradoja de la educación 
Si ben Kant piensa que existe una tensión entre el fin y los medios educacionales esto se puede mi-rar 
desde otra perspectiva: “en la educación, como proceso de transformación en la convivencia con 
un adulto, se puede alcanzar la libertad y autodeterminación, en función del respeto hacia la autono-mía 
del otro, sin necesidad de castigos o represiones, sólo se necesita abrir un espacio de reflexión 
que permita el pensar común” (p. 147). 
La coerción aparecerá exactamente cuando el docente no sepa cómo hacer sus clases interesantes 
y convertir a la escuela en un lugar atractivo y participativo (p. 148). 
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Son entonces tres las tareas que se deben proponer definir los profesores antes de comenzar el ca-mino 
pedagógico: primero i) ¿cuál es el ideal de adulto al que se aspira? (democrático o autoritario), 
luego ii) ¿cómo anclamos nuestro propio modo de vida en la escuela de forma que dicho objetivo se 
cumpla? y tercero iii) hay que vivir lo que se quiere alcanzar (Ibíd). Por lo tanto la educación ya no 
se traduce en la reducida eliminación de la ignorancia, sino en la preparación para un espacio de 
convivencia. “El profesor no entrega un conocimiento sino que muestra un modo de vivir, por lo 
que el alumno no aprende del profesor sino que aprende al profesor” (p. 149). Inclusive los alumnos 
molestosos o problemáticos no son más que niños que están aburridos o simplemente no encuentran 
útil aquello que le están enseñando, y es allí donde comienza el desafío del profesor ya que debe lo-grar 
que la clase sea interesante. 
Escuchar el escuchar 
“Los niños siempre están dispuestos a aprender de todo, el problema es cuando los profesores los li-mitan, 
ya que si no nos queremos ni a nosotros mismos ni a nuestra disciplina, no nos amamos, en-tonces 
seguramente eso se lo transmitiremos a nuestros alumnos” (p. 150). “Un psicólogo Peruano 
demostró que hace falta sólo un profesor que confíe plenamente en el niño y entonces se abrirá en él 
un camino de autorespeto y reflexión” (p. 151). “Escuchar, en definitiva, el biólogo lo propone co-mo 
un acto que puede tener dos dimensiones: por un lado está el a) escuchar escuchándose a sí mis-mo, 
en el cual sólo retengo aquello que concuerda con mí experiencia y pensamientos, y el resto lo 
rechazo, y el otro tipo es el b) escuchar escuchando al otro, esto es, preguntarnos en qué dominio y 
bajo qué coherencias lo que él dice tiene validez” (p. 152). 
Percepción e ilusión 
Si bien las escuelas se encargan de entrenar a los alumnos para que no cometan errores, bien es cier-to 
que éste juicio de valor merece ser descrito de otra manera: es un enunciado que uno hace en un 
dominio de la realidad y que es escuchado y evaluado desde otro dominio de la realidad (p. 153). 
Visto así el error no tiene que ver con una incoherencia lógica, sino sólo con la opinión de alguien, 
de modo que el alumno aparece no como menos inteligente sino como un igual, ya que, “si se sigue 
el camino de la objetividad sin paréntesis, se reconoce que no hay verdad ulterior de modo que todo 
operar relacional es reconocido como válido en su dominio, sin fracasos ni errores” (Ibíd). 
Afirmo que en el momento de la experiencia es imposible distinguir entre percepción e ilusión (…) 
una ilusión es una experiencia que uno considera válida hasta que es invalidada por otra experien-cia 
(…) por ende, nunca sabemos si lo que estamos viendo o afirmando es algo real (pp. 154-155). 
En otras palabras, la ilusión sólo aparece cuando cierta experiencia se invalida en relación con otra 
experiencia. Pero no podemos saber si toda nuestra existencia es ilusión ya que para ello necesita-ríamos 
un referente ulterior al que no tenemos acceso. 
“En definitiva, extraña vez se cometen errores ya que vivimos en las coherencias del devenir de a-coplamientos 
estructurales y de existir no son un fracaso, esto es, algo negativo con respecto a una 
realidad independiente del observador, sino sólo un juicio que nace de una reflexión post facto por 
un observador que vive en el lenguaje” (§156). 
Todos los seres humanos son igualmente inteligentes 
Tomando la inteligencia como capacidad de variar la propia conducta en un mundo cambiante o 
“transformar el actuar de manera adecuada” (p. 157) entonces podemos decir que el sólo hecho de 
vivir plásticamente en coordinaciones de coordinaciones conductuales nos hace seres inteligentes. 
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los orígenes de la biología del conocer 
III 
HISTORIA DE UNA TEORÍA 
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I. COMIENZOS E INSPIRACIONES 
(§§ 161-171) 
Conocimientos de un niño 
Lo que me marcó decididamente fue mi madre (…) (un día nos dijo) ¡niños!, “nada en sí es bueno o 
malo. Una conducta puede ser adecuada o inadecuada, correcta o equivocada. Ustedes son respon-sables 
de decidir qué es lo que corresponde cada vez” (p. 161). Lo interesante de esto es que apela 
a la comprensión de la dinámica relacional en que uno está inmerso a modo de actuar libre y autó-nomamente 
en cada ocasión. Nada es absoluto y justamente por ello tenemos la posibilidad de optar 
y decidir. En general (en palabras de profesor Maturana) puedo decir que en realidad crecí en una 
familia matríztica donde pude desarrollar mi autoestima y confianza en mí mismo (p. 163). Como 
niño quería entender la muerte, por lo que tenía que tratar de entender lo vivo, porque la vida y la 
muerte están intrínsecamente ligadas y entretejidas (Ibíd). Así fue como en 1948 me matriculé en la 
facultad de medicina de la universidad, pero al mismo tiempo me interesé por la antropología, la 
etnología, y muchos otros campos (p. 164). 
El dinosaurio de sangre caliente 
En 1954 recibí la beca Rochefeller y trabajé con el profesor Young (Ibíd). Allí fue donde el biólogo 
propuso su teoría acerca de que los dinosaurios eran de sangre caliente. Si bien sus compañeros se 
reían, el profesor Young siempre estuvo interesado en su opinión y “le abrió espacios de reflexión 
necesarios para desarrollar un pensamiento autónomo, serio y responsable” (p. 165). 
Más tarde llegó al MIT (Massachusetts Institute of Technology) por medio del neurofisiólogo Jerry 
Lettvin, donde hizo experimentos sobre la visión que revolucionaron las opiniones ya establecidas 
en aquel lugar. Allí tuvo la oportunidad de escuchar a Marvin Minsky, y a los líderes en inteligencia 
artificia l, quienes proponían el modelo de ser humano como “sistema elaborador de información y 
datos”. Eso me parecía completamente absurdo. Lo que esa gente hace, pensaba yo, es algo total-mente 
diferente: crean modelos fenotípicos de un fenómeno biológico, sin comprender los procesos 
al interior del sistema que son los responsables de generar y producir justamente ese fenotipo (p. 
166). Lo central es no partir de ideas matemáticas ya que se encubre lo que se quiere comprender: 
un formalismo puede despistar y por ende obstaculizar la comprensión exacta de un fenómeno (…) 
en cambio, se trata de investigar qué procesos tienen que ocurrir para que en consecuencia se 
forme algo que luego podamos llamar sistema vivo (p. 167). 
Lo que el ojo de la rana le cuenta al cerebro de la rana 
En octubre de 1960, en mi propio pequeño laboratorio en el MIT, me ocupé de las células retinales 
de una rana (Ibíd). Allí es donde descubrió que habían células que respondían independientemente 
de la dirección del estímulo que se le estaba presentando, y otras que sólo reaccionaban ante cierto 
tipo de movimiento específico; probablemente “eso fue lo más decisivo que descubrió en esa épo-ca” 
(pp. 168-169). Si bien trabajó con los cibernéticos nunca fue influenciado por ellos, ya que pen-saban 
en una pseudocircularidad ourput/input en base a información que llega al sistema según un 
feedback desde el entorno, en cambio él se refería a una dinámica circular dentro del organismo 
(sistema nervioso y autopoiesis), que lleva que este organismo se enfrente al medio como una tota-lidad 
circular. El encuentro con el medio no rompe la circularidad, sino que se producen cambios 
estructurales, los que a su vez modifican la deriva de la circularidad (…) un cambio estructural 
recíproco entre organismo y medio (p. 171). Sin su medio el organismo muere, pero no está deter-minado 
por él. 
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Fig. 5: La visión circular del mundo encuent ra su expresión simbólica 
en la figura del Ouroboros, una serpiente que se muerde la cola. 
II. REGRESO A CHILE 
(pp. 173-191) 
Competir significa depender 
El regreso a Chile de Humberto Maturana, en el mismo año 1960, es motivado por un detalle fun-damental 
para él: Chile estaba protegido de la competencia dura del quehacer científico (p. 173). 
Al no tener que preocuparse del trabajo de otros, expresa que pudo pensar y reflexionar libremente 
en modo autónomo y no dependiendo de lo que otros decían mal o bien como fundamento de su 
propio hacer científico. 
Ya en Chile escribió un artículo en la facultad de medicina en donde propuso que todo pensamien-to 
científico siempre se basa en dos supuestos fundamentales: había que partir de la base de que 
existe una realidad independiente del observador, y que las propias afirmaciones tienen una rela-ción 
conocible con la realidad, aunque uno quizás nunca está en condiciones de poder compren-derla 
completamente (p. 175). Pero al poco tiempo, gracias a sus propios experimentos con las palo-mas, 
se dio cuenta que no se podía establecer relación entre longitud de onda y actividad retinal, de 
modo que se vio obligado a dar un vuelco total en su epistemología. Entonces comenzó a defender 
fuertemente sus propios puntos de vista; cosa que más tarde cambiaría por una actitud neutral. 
Consideraciones desde el margen 
Entre los años 60 y 70 Maturana dice haber vivido una experiencia muy enriquecedora. Los estu-diantes 
se tomaron la facultad de medicina y entonces, durante tres días estuvimos escuchándonos, 
desarrollando planes comunes de una manera seria y a la vez alegre, y resultó una cooperación 
que finalmente duró todo un mes (…) a mí, esa época me enseñó cómo se actúa escuchando, cómo 
en el transcurso de varias sesiones va cambiando la forma de escuchar, y en qué momento puede 
ser oportuno intervenir en una discusión (p. 177). Además desde pequeño nunca formó parte de 
ningún partido de ningún tipo, ya que de cierta forma siempre he estado al margen (…) debería 
describirme como una especie de parásito (p. 178). El mejor lugar donde se encontraba era en su 
propia autonomía como un outsider: en el respeto por mí mismo. “La ventaja con respecto al insider 
es que ellos siempre sienten que deben defender principios o ideologías, en cambio él se sentía en 
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posibilidad de poder reflexionar libremente (p. 179). Comenta que quien se mantenga al margen 
como observador distanciado debe tener la capacidad, desprejuiciada, de tener una mirada triple: “i) 
al interior del sistema, para detectar sus componentes y las interrelaciones de estos, ii) consciente de 
cómo se presenta el sistema completo en el dominio de las interacciones y iii) además enterado de 
cómo éste dominio a su vez se comporta en relación con el dominio de las operaciones internas de 
un meta-dominio” (Ibíd). No se trata de hechos objetivos, sino de observaciones adecuadas: se debe 
estar entre medio de lo indiferente y lo apasionado. La clave está en no dejarse llevar por las pro-pias 
ambiciones ni por el deseo de un resultado determinado. Gracias a esa actitud, el observador 
estará en condiciones de percibir algo, porque el que quiere ver y entender algo debe dejar pri-mero 
que ese algo ocurra y se manifieste (p. 180). 
Fig. 6: "A las palomas, con las que experimenté en el laboratorio, les di las gracias. Fue una especie de ritual, una ayuda para mí que me 
permit ió mantener la conciencia del propio hacer. Para la muerte de estos animales no había una just ificación t rascendental. No se t rataba 
de la verdad, el progreso cient ífico, el bienestar de la humanidad o algo parecido. Lo que infligí a las palomas para entender el sistema 
nervioso, es responsabilidad mía". 
El tratado biológico-filosófico 
En noviembre de 1968 Maturana volvió a viajar a Norteamérica pero ésta vez con su amigo Heinz 
von Foerster. Allí redactó su famoso ensayo Biology of Cognition, en el cual leemos su famosa frase 
“todo lo que es dicho, es dicho por un observador”. Allí se “buscaba expresar que no hay forma de 
separar lo hablado del hablante ya que el observador necesariamente es la fuente de todo” (p. 182). 
Pero no fue fácil para otros comprender la manera en que él escribía, ya que una nueva forma de 
pensar también exige nuevas formas de hablar y de escribir (p. 183). Humberto conoció a Foerster 
no de forma intelectualmente compleja, sino compartiendo de forma lúdica y alegre el margen de 
una conferencia (p. 184). Más tarde participó de más conferencias y trabajó con una serie de alum-nos 
de su nuevo amigo. 
______________________________________ _____________________________________24 _
________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ 
Sabiduría sistémica 
Heinz von Foerster entiende los sistemas de manera muy profunda. Capta su matriz y detecta los 
vacíos y brechas del sistema que no están afectados por la matriz. En estos vacíos es capaz de mo-verse 
con total soltura y perfecta seguridad en sí mismo, y en caso necesario también hacerse invi-sible 
(p. 185). Allí su amigo le enseñó no sólo cómo funcionan los sistemas sino además que para 
operar sobre ellos se debe tener confianza y plena seguridad en el propio hacer. 
Más tarde, al volver a Chile, apoyó a Francisco Varela que venía de terminar su doctorado y juntos 
comenzaron a trabajar sobre el fenómeno de la circularidad operacional de lo vivo. “Antes de aven-turarse 
en formalizaciones, se dedican verbalmente a tratar sobre el tema de lo vivo y allí es donde 
resulta el libro De máquinas y seres vivos” (p. 187). Aunque allí es cuando Maturana deja en claro 
que, si bien Varela creía que el telón político de fondo fue crucial para el desarrollo del concepto de 
autopoiesis, a saber, revolución absoluta para el mundo científico, para él las influencias y opinio-nes 
del entorno no fueron importantes, ya que “sólo se trataba de responder las preguntas que tenía 
desde que era niño” (Ibíd). Explica que su proceso fue inverso: “no es la sociedad la que le permite 
crear, sino su propia creación la que le permite generar entendimiento sobre la sociedad” (p. 188). 
El cerebro de un país 
Más tarde, durante el gobierno de Allende, Fernando Flores, en ese momento actual ministro de e-conomía 
y hacienda, y más tarde vocero oficial del gobierno, trabajó junto a Stafford Beer y dice 
haber sido, además, fuertemente influenciado por Maturana. Pero más tarde el proyecto de crear un 
sistema cibernético de organización social de Flores fracasó. “En su inicio la idea era generar un 
modelamiento matemático que permitiera responder de forma controlada ante cualquier tipo de e-ventualidad, 
pero lamentablemente, como más tarde comentaría Foerster, no existía el modelamien-to 
adecuado en ese momento para simular o prevenir catástrofes” (p. 191). 
III. EXPERIENCIA DE DICTADURA 
(pp. 193-210) 
El origen de los puntos ciegos 
El 11 de septiembre de 1973 los golpistas de Pinochet toman el poder, Salvador Allende es derro-cado 
y Fernando Flores enviado a la cárcel. Maturana entonces llamó a su amigo Foerster y le pidió 
ayuda, pero de modo que estar hablando del sistema nervioso como cerrado no lo hizo pasar a for-mas 
parte del meinstream de la ciencia, es que a su amigo le costó mucho conseguir invitaciones 
desde otros sitios. “Para cuando había conseguido cómo sacarlo del país, el chileno ya había deci-dido 
quedarse” (p. 193). El principal motivo por el cual, luego de serias cavilaciones sobre el tema, 
él decide quedarse es que si todas las persona con ideas democráticas abandonan el país, pronto ya 
no habrá memoria de una cultura democrática y de otra época distinta y mejor (p. 194). Toda per-sona 
mayor se prestaba como un tesoro para ese momento, “fue en esa circunstancia que el profesor 
hizo un pacto con colegas para permanecer en Chile; y no lo rompió” (Ibíd). 
Foerster sobrevivió a los campos nazi de concentración, motivo por el cual Maturana se interesó 
mucho por entender la lógica interna de las dictaduras, y ésta era su oportunidad. Una vez su amigo 
le dijo “mientras más diferenciado es un sistema, mayor es la posibilidad de burlarlo” (Ibid). 
______________________________________ _____________________________________25 _
__________________________________ Del ser al hacer _________________________________ 
Descubrió entonces que la esencia está en quitarle a las personas la capacidad de observar, por tanto 
de distinguir, de modo que ya no se puede transformar las circunstancias según deseos ya que no se 
es testigo de qué está ocurriendo. Lo sucedido es negado y desmentido sistemáticamente por los res-ponsables. 
Y es posible que uno diga que son humanos y que ningún humano podría actuar con tan-ta 
bestialidad. Los supuestos humanistas son entonces el motivo de la ceguera: lo protegen a uno 
del horror (p. 195). 
La ideología de los militares 
No hubo plataforma ideológica en la dictadura chilena, en comparación a la alemana, de modo que 
no se buscó convencer a las masas o implantar pensamientos, sino sólo imponer leyes mediante vio-lencia 
y fuerza. Si bien en Chile no se podía criticar el régimen públicamente, al margen uno podía 
pensar y enseñar lo que uno quisiese (p. 196). “Pinochet utilizó la situación bélica creada por él 
mismo para justificar la violación a los derechos humanos”, nos cuenta Maturana. Además, muchos 
se enriquecieron económicamente con dicho gobierno, de modo que no se podía decir que toda la 
población estaba en contra. 
Aquellos que formaron parte de procesos de dictadura parecen extrañar mucho la democracia. Ma-turana 
piensa que “no existe contradicción entre el individuo y la sociedad, que no debemos esperar 
que la convivencia sea idealmente perfecta, y que no debemos sucumbir ante el deseo de querer im-poner 
nuestros propios puntos de vista a los demás” (p. 198). 
La impotencia del poder 
El poder nace de la obediencia (p. 199); esa es la idea que nos comparte Maturana acerca de su 
pensamiento sobre el origen de la coerción y la dictadura. El poder, nos dice, es la consecuencia de 
un acto de sumisión que depende de las decisiones y estructuras del que se somete (…) si un dicta-dor 
o cualquier persona me apunta con su fusil y me quiere obligar a ejecutar cierto acto, yo soy 
quien tiene que decidir: ¿quiero darle poder a esa persona? (pp. 198-199). 
Sostengo que uno siempre hace lo que quiere, aunque afirme que en el fondo está actuando contra 
la propia voluntad y por obligación (p. 199). En ésta afirmación el biólogo se juega una opinión im-portante, 
ya que afirma que incluso quienes hacen lo que no les gusta lo terminan haciendo por sus 
consecuencias, es decir, por gusto y nada más. Luego nos da un ejemplo: “si se nos obliga a matar a 
otro, lo que está en juego es nuestra propia vida, de modo que si matamos al otro será para salvar 
nuestra vida, aunque no nuestra dignidad” (p. 200). Pero entonces ¿hay víctimas? Una víctima se 
desprecia a sí misma porque dio poder a otro y en un acto de sumisión negó su autonomía (Ibíd). 
Aunque parezca invisible, allí también se ha entregado poder. 
Mantener la autoestima 
Es importante entonces no perder la vida por un heroísmo, ni tampoco culpar a quienes se someten: 
se debe abogar por un máximo de consciencia en relación con el poder. De esa manera de podrá 
fingir, esto es, aparentar una emoción sin tenerla (y de esa manera) uno se mantiene como un ob-servador 
que guarda una distancia interior y que algún día volverá a actuar de otra manera. Signi-fica 
que la capacidad de percepción del que está fingiendo no se destruye; que su autoestima y dig-nidad 
permanecen intactas (p. 202). De otra forma estaremos ciegos o seducidos: “seremos tenta-dos 
por la idea del poder (del control incontrolado), de creernos más especiales moralmente que 
otros” (p. 203). 
______________________________________ _____________________________________26 _
________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ 
IV. MUNDOS DE LA CIENCIA 
(pp. 211-222) 
El paradogma 
Desde la primera publicación de Maturana en 1974, bajo el apoyo de Heinz von Foerster, en la re-vista 
Biosystems, la incomprensión del público no se dejó de expresar. “Algunos lo trataron de en-fermo, 
otro de loco, pero él comenta que ello no fue decisivo ni tuvo mucha importancia sobre lo 
que pensaba, ya que nadie llegaba a objeciones concluyentes, de modo que consideró su argumento 
como algo epistemológicamente impecable” (p. 211). Si bien, como diría Mitterer, el paradigma 
reinante tenía, y tiene, forma de paradogma, esto nunca lo afectó ya que él expresa “no sentirse re-volucionario 
ni parte de ninguna new age” (p. 212), la opinión de los demás entonces se volvió se-cundaria. 
La idea, expresa, es simplemente entregar algo sin errores lógicos, da igual si a veces se 
forme parte de la filosofía y de otras de la ciencias. 
Entonces frente a la pregunta ¿cómo se describiría usted mismo?, responde, quizás lo más cercano 
sería considerarme como un filósofo humanista, el cual –provisto del conocimiento de la época 
moderna– vuelve nuevamente a la etapa previa a la separación de ciencias naturales y filosofía (p. 
213). 
Entre filosofía y ciencias 
La idea de Maturana es siempre mantener la coherencias con lo empírico, fundamentar una expe-riencia 
mediante las coherencias de la misma experiencia, y en ese sentido es científico, ya que él 
define que el otro bando se dedica a defender principios e ideas, a los cuales denomina como filó-sofos, 
y en ese aspecto no se siente identificado en lo más mínimo (pp. 213,215). Por ello es que 
cualquier similitud que se podría encontrar con teorías de otros sujetos, como por ejemplo Kant, no 
es más que coincidencia, hay en ese punto particular una intersección, pero en todo lo demás en lo 
que respecta al argumento se estructura de manera completamente distinta” (p. 216). 
Observaciones de un observador 
Si bien desde afuera (la opinión de un observador) se nos pueda decir que Maturana pasa por tres 
etapas fundamentales (i) biólogo, ii) bioepistemólogo y iii) bioético) él mismo dice no estar de 
acuerdo en que esto sea tan tajante como parece. “En cambio, él afirma que , simplemente, siempre 
anduvo con un sets de preguntas bajo el brazo, y que siempre tenían relación con lo vivo y lo muer-to” 
(p. 217). Si bien parezca que su difícil lectura se basa en abstracciones que parezcan invisibilizar 
las cosas que quiere expresar, pero en vez de eso él expresa que no son abstracciones cualquiera 
sino “aquellas que han brotado desde las coherencias de lo conocible, ya que el observador especifi-ca 
los distinguido mediante su propio observar” (p. 219). 
Puertas de la percepción 
Gregory Bateson, en su lecho de muerte, expresó que las pautas para comprensión de lo vivo debían 
esperarse desde Santiago, de un tal Humberto Maturana. Pero él estaba consciente de las tentaciones 
que puede sufrir una persona que genera fama, considerada pasajera por lo demás, de modo que 
siempre trato de mantenerse al margen. 
______________________________________ _____________________________________27 _
__________________________________ Del ser al hacer _________________________________ 
La imagen adjunta, según la interpretación de 
Maturana, muestra los cuatro niveles principales 
de tentación: abajo/derecha, en el personaje que 
hace cariño en la mano de Jesús, vemos la super-ficialidad 
(sin compromisos: “mantente al margen 
y vivirás muchos años”); arriba/derecha, a través 
de una persona que habla al oído en privado, de-notamos 
la vanidad (sólo aparentemente supera-da); 
arriba/izquierda, colocando la corona de es-pinas, 
está la envidia (la disconformidad consigo 
mismo que lo lleva a compararse con otro); final-mente 
abajo/derecha, tomando el manto que viste 
Jesús, encontramos la certeza (aquello que impide 
que uno pueda avanzar). 
Fig. 7: La Coronación de Espinas 
de Jerónimo Bosch “El Bosco” 
______________________________________ _____________________________________28 _
________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ 
DEL SER AL HACER 
los orígenes de la biología del conocer 
IV 
ETICA DE UNA TEORÍA 
______________________________________ _____________________________________29 _
__________________________________ Del ser al hacer _________________________________ 
I. BIOLOGÍA DEL AMOR 
(pp. 225-239) 
Las dos identidades del científico 
Muchos científicos creen que su actividad es valóricamente neutral. No piensan que sus alcances 
objetivos lleguen hasta lo ético. Pero Maturana dice no compartir ésta opinión. Él piensa que la 
ciencia no es un dominio del conocimiento objetivo, sino un dominio del conocimiento que depende 
del sujeto y que está definido y determinado por una metodología que establece las cualidades del 
que conoce. No es la ciencia pura la que nos habla, sino que son los científicos quienes nos hablan 
y que son responsables de sus afirmaciones (p. 225). De este modo se configura la idea de que todo 
lo dicho por un científico es dicho por él y no por una realidad trascendente, de modo que deberá 
hacerse cargo de todos los alcances éticos que se mostraran en el mundo en que vive. Salen a la luz 
entonces dos identidades distintas: “por un lado la tarea de explicar las experiencias (mediante mé-todos 
generativos) y por otro lado una persona que reflexiona sobre las consecuencia de su hacer” 
(p. 226). 
Así como para otros científicos el tema central de fondo podría denotarse como responsabilidad 
social, en el caso de Maturana reconocemos el amor. Él nos dice que siempre que observemos una 
conducta que lleva a que uno aparezca como legítimo otro en coexistencia con los demás, estamos 
hablando de amor (…) se trata de una emoción fundamental que podemos detectar en prácticamen-te 
todos los seres vivos (en especial en los mamíferos y humanos), y en el devenir de sus relaciones 
(§226). Ésta cualidad entonces está dada a priori, pero no como verdad que bajó del cielo hacia 
nuestros cuerpos, sino como resultado del devenir evolutivo que nos presenta una disposición filo-genética 
específica. En los humanos se manifiesta como aquello que abre la posibilidad de refle-xión 
y se funda en una forma de percepción que permite visualizar al otro en su legitimidad (Ibíd). 
Confianza en la existencia 
Una vez Maturana opinó en una conferencia que el 99% de las enfermedades, o tal vez el 97%, eran 
producto de la falta de amor. Él propone esto, esencialmente, porque cree que la condición funda-mental 
de la existencia es la confianza (p. 228), de modo que la congruencia estructural entre un ser 
vivo y su mundo se basa en una expresión de ésta cualidad; tal es el caso de un bebe al nacer (que 
confía en que tendrá una madre que lo cuidará), de una oruga al salir de su capullo (que confía en 
que habrá suficiente néctar en las flores) o de una semilla que está germinando (que confía en que 
existirá la luz necesaria para poder nutrirse). La dinámica sistémica de un ser humano, si es perma-nentemente 
negada, se modificará de una manera que destruirá la armonía general y expondrá al 
cuerpo a exigencias destructivas y a un estrés que llevará a una falta de armonía. Lo que resulta es 
una propensión creciente a contraer infecciones o dolencias somáticas y también psíquicas (Ibíd). 
Y es viendo las cosas de ésta manera que nos podremos dar cuenta, explica el biólogo, el por qué 
“la ambic ión, la desconfianza, la competitividad y el exceso de castigo, como continua negación del 
otro en convivencia, constituyen una rechazo al amor” (p. 229). 
Aquel lugar donde haya democracia habrá amor, ya que existirá la posibilidad de conversar, discu-tir 
y reflexionar en comunidad, y de trabajar entre todos en una tarea que tiene significado para 
distintas personas (…) (entonces) uno no tiene que disculparse por su existencia o por sus expe-riencias, 
sino que existe un ámbito de cooperación de carácter social (p. 230). Pero él advierte que 
éste no es un llamado a luchar por el amor, es decir, tomar partido por el amor y estar en contra de 
quienes no viven en él, sino sólo a vivirlo y esperar que el otro también quiera tomar partido: por 
eso no predico el amor, no formulo mandamientos y no recomiendo nada, ni el amor ni la indifere- 
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________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ 
ncia, ni la amabilidad ni el odio, pero digo que sin amor no hay fenómenos sociales, no hay rela-ciones 
sociales ni vida social (…) (ya que) la emoción que constituye la vida social no es el odio, el 
egoísmo o la codicia, no es la competencia o la agresión, sino el amor (p. 231). Si en un grupo de 
personas no encontramos que sus relaciones se basen en amor, entonces no hay sociedad; ese es el 
corolario que podemos extraer de sus palabras. 
Sistemas sociales 
Desde mi punto de vista no hay contradicción entre el individuo y lo social, ya que una sociedad es 
una multitud de individuos que conviven sobre la base de una emoción fundamental (p. 232). Dese 
allí podemos ver cómo Maturana nos comenta que, de ser una sociedad un conjunto de individuos, 
la autonomía de cada persona es la base para el encuentro de lo social (ya que es un encuentro entre 
personas), de modo que no podemos pensar que el individuo existe por sí sólo, ni que es un receptor 
pasivo permeable que sólo digiere lo que la sociedad le entrega para determinarlo. Pueden transfor-marse 
constantemente, pero eso no quiere decir que pierdan su autonomía sino que simplemente se 
ponen de acuerdo en el modo de vivir; por ello sociedad es reflexión y no adaptación. 
Exponer que el individuo es poco importante y que su rol como creador de la sociedad es la compe-tencia 
es mantenerse ciego ante los fundamentos biológicos de lo humano y sólo buscar que la teo-ría 
calce con el modelo económico imperante. “Eso es desvalorizar al individuo como creador de 
cultura y sociedad en base a una emoción fundamental común” (p. 234). La tarea del sociólogo en-tones 
debería ser un “identificar las emociones fundamentales de las relaciones interpersonales y 
desde allí averiguar cómo se conforma la vida en comunidad” (p. 235). Podría diferenciar, por 
ejemplo, entre el homo arrogans, el homo aggresans y el homo amans y, desde allí, ver cuál es la 
emoción que funda al homo sapiens sapiens como animal que vive en el lenguaje. 
Concluimos entonces que, para éste biólogo, la fuerza determinante de las estructuras sociales es la 
emoción y no la razón, entendiendo emoción como disposiciones hacia la acción (Ibíd). Tanto es 
así, que Maturana nos comenta que él piensa que todo fundamento racional descansa sobre uno no 
racional, aquello que podríamos llamar las preferencias. Si bien tratamos de justificar nuestra forma 
de pensar eso siempre viene a posteriori, ya que en el momento fue la emoción la que nos condujo 
por dicho camino. Diría que los seres humanos son animales emocionales que utilizan su intelecto y 
su razón para negar emociones o para justificarlas (Ibíd). Pero, aclara, no es un llamado a la desva-lorización 
de la razón, si no a la búsqueda de un equilibrio: “si bien es la emoción la que funda todo 
actuar sólo mediante el lenguaje es que nace la consciencia de responsabilidad y, junto con ella, la 
ética” (p. 236). 
Ética sin moral 
Extraemos de lo anterior que toda solución para un conflicto social no nace del uso para con ella 
misma, sino como lenguaje que busca manejar emociones. El fin del problema llega cuando ambos 
logran pararse desde la misma base emocional, sin miedo a las diferencias. Deben hacer de ambos 
dominios uno solo. 
Luego aparece una aclaración importante: la biología no nos dice lo que debemos hacer, y como 
biólogo, y por ende como científico, no le digo a nadie cómo debería actuar, eso sería un malen-tendido. 
En la naturaleza nada es bueno o malo. Las cosas son. Recién en el dominio humano de la 
justificación o el rechazo de una conducta determinada –o sea, cuando se trata de nuestras pre-ferencias 
respectivas– aparecen atributos y distinciones valóricas como lo bueno y lo malo (…) 
como biólogo, por ejemplo puedo afirmar que cuando se interviene el genoma se producen mons- 
______________________________________ _____________________________________31 _
__________________________________ Del ser al hacer _________________________________ 
truos. Pero eso no quiere decir que llame a la manipulación genética o que advierta contra ella, 
sino que simplemente estoy describiendo las consecuencias que resultan de un acto. Y cada uno 
tiene la libertad de decidir (p. 237). Lo que él busca finalmente no es hacer proselitismo del amor, 
sino describir y argumentar por qué piensa que el amor es el fundamento de las relaciones sociales. 
“No pretende generar imperativos morales sobre el cumplimiento del amor ya que de ser así, nos 
comparte, estaríamos justificando el mero seguimiento de reglas externas sin reflexión ni toma de 
consciencia del otro, en cambio de proponerse las consecuencias y exponerlo de forma no auto-ritaria, 
se permite el espacio en el cual cualquier persona puede comenzar a pensar en el otro y no 
en decálogos o mandatos” (…) la ética se funda en el amor (p. 238). Si hay algo que deseamos que 
sea, hagámoslo (p. 239). 
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________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ 
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Síntesis Del ser al hacer. Los orígenes de la biología del conocer, de Humberto Maturana

  • 1. SÍNTESIS Del ser al hacer Los orígenes de la biología del conocer de Humberto Maturana y Bernard Pörksen por David Alcántara
  • 2. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ Datos sobre la versión del libro de síntesis Editorial: Granica; J. C. Sáez, Buenos Aires Traducción: Luisa Ludwing Edición: Primera, 2010 Páginas: 240 ISBN: 978-950-641-146-6 Datos sobre detalles de la redacción  Las páginas citadas, todas, están indicadas con la abreviación “p.” y entre paré-ntesis.  En aquellos casos que se usa doble “pp.” se hace referencia a todas aquellas páginas que se comprenden entre ambos números de página inmediatamente señalados, con ellos incluidos.  Las frases que se encuentren entre los símbolos “” se refieren a una interpre-tación, no literal, sobre ciertas ideas que se encuentran en su página correspon-diente.  Las frases que se encuentren escritas en cursiva pueden referirse a dos cosas: si se trata una o dos palabras entonces son consideradas importantes y por ello son des-tacadas, pero si es una frase o un párrafo, o más párrafos, entonces es una reescritura literal de aquello que se encuentra en la página correspondiente, con excepción de los paréntesis que no se encuentran en cursiva.  Aquellas frases continuadas por tres puntos (…) expresan una conexión indirecta entre las ideas que se proponen, esto es, una forma de expresar que ambas escrituras forman parte de la cita que les acompaña pero que, a su vez, poseen contenido intermedio en el libro original que no se consideró necesario citar.  El número de las figuras no respeta el orden original del libro, son una adapta-ción propia de éste documento.  Las páginas citadas debajo de los títulos corresponden a la extensión del capítulo en el libro original.  Según regla APA de citación, la abreviación Ibíd. (Íbidem) hace referencia a la última cita utilizada.  Si bien el documento es un diálogo entre co-autores, ésta síntesis está escrita en tercera persona, con excepción de aquellas citas literales del texto que se ofrecerán en cursiva. Los paréntesis sin cursiva, entremedio de las citas lite-rales, también son de mi autoría. ______________________________________ _____________________________________2 _
  • 3. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ DEL SER AL HACER los orígenes de la biología del conocer ______________________________________ _____________________________________3 _
  • 4. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ DEL SER AL HACER los orígenes de la biología del conocer I COSMOS DE UNA TEORÍA ______________________________________ _____________________________________4 _
  • 5. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ I. SIN EL OBSERVADOR NO HAY NADA (pp. 35-47) Todo lo dicho es dicho “Todo lo dicho es dicho por un observador” (Biology of Cognition): Lo dicho, bajo ninguna circun-stancia puede ser separado de quien lo dice; no existe ningún método verificable para establecer un nexo entre las propias afirmaciones y una realidad independiente del observador cuya existen-cia uno a lo mejor da por sentada. Nadie puede reclamar un acceso privilegiado a una verdad o realidad externa (p. 35) ya que, como sigue explicando Maturana, de hacerlo se “está atribuyendo cualidades que como ser vivo simplemente no puede tener”, y de paso confunde creer con saber. No es posible validar la existencia de una realidad independiente de nuestro hacer, de modo que se debe operar circularmente en la fabricación del conocimiento: “e l observador quiere entender el observar observado y el lenguajear lenguajeando” (p. 36). El observador es el tema y objeto de in-vestigación y a la vez el instrumento, de modo que él mismo es el punto de partida de toda hipóte-sis y no supuestos ontológicos descritos a priori: el observador observa, ve algo, y afirma o niega su existencia y hace lo que hace” (p. 37). El observador es la fuente de todo ya que sin él desapa-rece el mundo que conocemos. Éste es el categórico inicio del texto que nos ofrece el biólogo. En el principio era la distinción Toda referencia que hacemos sobre algo se hace mediante el lenguaje, inclusive la confesión sobre estados de pureza absoluta en meditación pasan por él. “El lenguaje es un modo de convivir” (p. 38). El lenguaje es lo que el observador utiliza para distinguir algo en el acto de observar, y esto tiene dos repercusiones: por un lado a) el lenguaje debe explicar la independencia de lo observado con respecto al observador en el acto de observar pero, a su vez, también b) acerca de cómo todo acto de distinción, en tanto que opera como distinguir, consiste en una experiencia de estar relacio-nado con todo. En el principio está la experiencia de la separación que se transforma en la comprensión de estar íntimamente ligados (p. 40), esa es la afirmación clave que Maturana ofrece para equilibrar reduc-cionismos de ambos extremos. Cuando se describe un vaso uno no “es parte del vaso” pero sí per-tenece al dominio relacional que permitió que el vaso surgiera en la distinción como un vaso. La distinción entonces es el big-bang del conocimiento, ya que si bien lo distinguido se distingue de uno mismo, está ligado a la propia persona precisamente por la operación de distinción (p. 41). Explicación de la experiencia Ésta visión no cae en el solipsismo epistemológico debido a que se reconoce la experiencia de estar con otro en el espacio relacional, y no como una ilusión sino como algo legítimo desde donde se fundan todas las consideraciones y explicaciones. “Se explica la experiencia desde el convivir y se convive desde el lenguaje, de modo que el lenguaje es una herramienta que nos permite hacer distinciones” (p. 42), las cuales no podremos saber si son ilusiones o no, en ese mismo momento, ya que para eso “se necesita de un referente no ilusorio que se manifieste en el mismo momento de la vivencia y, por lo general, se apela a ellos como indepen-dientes de nosotros; el colapso de una hipótesis no es la fundamentación de la existencia de una rea-lidad externa, sólo es aquello que frustra nuestras expectativas” (p. 43). ______________________________________ _____________________________________5 _
  • 6. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ Era de la auto-observación “La sabiduría consiste entonces en una capacidad de reflexión que permita lograr la percepción pre-cisa de una situación específica, y no en la defensa de verdades últimas” (p. 44). De modo que el acto de observar se definiría como una operación humana que requiere lenguaje y presupone la consciencia de estar observado algo en ese momento (p. 45), motivo por el cual, por ejemplo, po-demos afirmar que los animales no observan ya que ellos no reflexionan sobre su actuar, es decir, no distinguen que, y qué, están distinguiendo algo en el momento. De modo que, concluye Matura-na, casi nunca operamos como observadores, ya que la mayoría del tiempo simplemente hacemos nuestra vida, sin preguntarnos nada. “Pero de todos modos se deben diferenciar dos estados: uno es el de observador, que es cualquiera que observa, y otro es el de metaobservador, que es alguien que se pregunta por su operar en el observar, quien observa sus propias observaciones” (Ibíd). La objetividad es la alucinación de poder hacer observaciones sin observador. La apelación a la objetividad es el rechazo de la responsabilidad; de ahí su popularidad (Heinz von Foerster). En re-lación a esto, lo que Maturana expresa es que cuando se busca una realidad externa (objetiva) se desprecia el propio hacer, “en cambio cuando se toma consciencia de estar distinguiendo aparece el sentido de responsabilidad sobre aquello que el mismo observador distingue en el operar del distin-guir, producto de una valorización de la experiencia como fundamento del conocer mediante el co-nocer” (p. 46). II. VARIANTES DE LA OBJETIVIDAD (pp. 49-64) Vida en el multiverso Pese a que puede sonar un poco alarmante negar el acceso a una realidad externa, por lo tanto apelar a un pensamiento circular, “en realidad es un pensamiento que permite revalorar la experiencia como fundamento de todo el conocimiento” (p. 49). Tampoco se trata de reconocerla y luego refu-tarla mediante la comparación con un hecho externo que no se presentó en el momento mismo de la vivencia, ya que eso sería apelar a una realidad independiente nuevamente: “se trata entonces, afir-ma el biólogo, de aceptarla y observar cuáles son las operaciones que la generan” (p. 50). Y, ya que se reconoce que no existe fundamento para una realidad independiente, entonces tampoco existe un universo, de modo que cada persona reconstruye su realidad constantemente es que debemos hablar de multiverso: “la ventaja ética es que debemos hacernos cargo del mundo que estamos creando” (Ibíd). Para Humberto Maturana toda concepción epistemológica necesariamente ofrece una reper-cusión ética, de modo que en la postura frente a los objetos está en juego nuestro sentido de respon-sabilidad también. Se constituyen entonces dos formas de pensar y explicar la realidad (extracto de pp. 51-53): - Objetividad sin paréntesis: La base de esto es que los objetos existen independientemente del observador y que (además) son posibles de conocer. Se cree en la posibilidad de una validación externa de las propias declaraciones (…) la emoción básica que impera aquí trata de la autoridad del conocimiento universal. Se vive en el dominio de las ontologías trascendentales que son excluyentes; el ser aparece independiente de la propia postura y del propio hacer. Éste es el camino metafísico recorrido en Occidente. ______________________________________ _____________________________________6 _
  • 7. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ - Objetividad entre paréntesis: Desde ésta perspectiva, el observador se convierte en la fuen-te de todas las realidades, creándolas él mismo mediante sus operaciones distintivas (…) este enfoque no niega la distinción de objetos y la experiencia del ser, pero las explicacio-nes no están basadas (ya) en la referencia a objetos sino en la coherencia a experiencias (…) su base emocional consiste en el goce de la compañía con el otro (…) dominio de las ontologías (constitutivo-operacionales): el ser se constituye a través del hacer del obser-vador. Inmediatamente se nos señala que “existen muchas realidades igualmente posibles, peor no igual-mente deseables” (pp. 51-52). Una afirmación es considerada verdadera cuando satisface los cri-terios de validez del dominio de realidad respectivo (p. 52). Pero Maturana decide no usar la palabra subjetivo, debido a que considera que ésta está relacionada peyorativamente con la visión de la objetividad sin paréntesis. En cambio, cuando hablo de objetivi-dad entre paréntesis, por un lado (el de los “paréntesis”) quiero mantener alerta la consciencia de que es imposible hallar un punto de referencia para las propias suposiciones que sea independiente del observador, y al mismo tiempo (por el lado de lo “objetivo”) quiero plasmar en un concepto la experiencia de que existen objetos independientes de nosotros. Los paréntesis indican un determi-nado estado de consciencia (p. 54). Más adelante nos señala que por supuesto que es posible que existan tantas realidades como obser-vadores, pero la experiencia nos indica que muchos ya se guían por la objetividad sin paréntesis y sin importar en qué crean (Jesús, la energía, etc.) todos tienen en común que no creen que creen, sino que creen saber, porque no saben que creen (p. 55). Luego nos comenta, con respecto a aque-llos que se guían por el otro camino, que también debemos reconocer que su realidad se ve unifica-da por la vida en comunidad, la cultura e historia de cada lugar. No hay problema en reducir la com-plejidad de la mirada hacia lo que es urgentemente operativo en nuestro vivir, “e l problema sería no estar consciente de su paréntesis y entrar en desesperación cuando nuestras expectativas se vean frustradas” (p. 56), de lo contrario, continúa, “puede nacer la intención de liberar a los demás de su supuesta ignorancia, mediante una supuesta certeza de verdad absoluta, a la cual se tuvo acceso pri-vilegiado, que sólo servirá como fundamento para la explotación y el avasallamiento” (p. 57). Tolerancia y respeto En el caso de que uno considerara, personalmente, que comprende mejor que otra persona lo que está pasando en cierta situación, entonces jamás debe olvidar el respeto, “ya que e llo permitirá la oportunidad de abrir una conversación fructífera, un intercambio exitoso” (p. 58). En el fondo, afir-ma el biólogo, siempre se hace lo que a uno le hace bien, lo que mantiene y aumenta su propio bie-nestar (p. 59) de modo que no basta con tolerar al otro, esto es, fingir que se le escucha pero en ver-dad seguir considerándolo en segundo plano, sino que se debe respetarlo, vale decir, interesarse por su realidad y aceptarlo como un legítimo otro en convivencia con uno. Inclusive si se encara al otro, ya que se considera que el mundo que se está creando no es agradable, se debe hacer con respeto y siempre consciente de la responsabilidad del acto y no bajo la máscara de una verdad trascendente que lo avala. “Primero se le escucha y luego se actúa, incluso si aque llo nos lleva a tomar el fusil” (pp. 60-61). Seducción estética Cuando se trata de una conversación con otro lo decisivo es que el cambio de consciencia de ningu-na manera puede ser forzado, (ya que) tiene que resultar de la comprensión del ser humano indivi- ______________________________________ _____________________________________7 _
  • 8. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ dual (p. 62). No se puede obligar a nada o se caerá en tiranía. Inclusive Maturana nos agrega tres derechos humanos nuevos, propuestos por él, ha tener cuenta en pos del respeto por uno mismo y por el otro: defiendo el derecho a cometer errores (ya que pueden corregirse), el derecho a cambiar de opinión (ya que ello invita a la reflexión) y a abandonar la sala en cualquier momento (ya que así quien se queda es por su propia voluntad). “El ser humano goza con la belleza, de modo que en nosotros la experiencia de una visión agradable puede generar una transformación” (p. 63), pero no se debe entender esto con intenciones de engaño, es decir de usar al otro para fines propuestos hacia mí, “no se le debe manipular, se debe actuar sólo como deseando entregar algo bello” (p. 64). III. BIOLOGÍA DEL CONOCER (pp. 65-80) La experiencia de la verdad Me considero un científico que capaz de indicar bajo qué condiciones ocurre algo de lo que yo afir-mo que ocurre. Puedo dar argumentos y presentar pruebas que cumplen los requisitos de una expli-cación científica, pero lo que digo no es correcto no falso (§65). Una prueba entonces es una pro-puesta de explicación aparentemente aceptable, generada y producida por el suceso que se quiere probar. Las pruebas o explicaciones no tienen nada que ver con reflejar una verdad o una realidad exterior, sino que son expresión de una relación interpersonal: se da crédito a una argumentación o explicación porque a uno le parece probada, ya que su descripción se ajusta a lo que uno mismo considera aceptable (p. 66). Todo se basa en la aceptación del propio grupo de investigación, en la relación misma, ya que son ellos mismo quienes crean los criterios que luego buscan cumplir. Epistemología de un experimento Los experimentos que ha hecho, agrega Maturana, hablan de su propia historia como científico y no deben tomarse como reflejo de una verdad absoluta. Es el inicio del propio pensar. A modo de iniciar un recorrido por su vida como investigador, nos referiremos primeramente al norteamericano Roger Sperry. “Él sacó el ojo de una salamandra y lo colocó nuevamente en su lu-gar pero rotado en 180 grados, esperó y luego de su regeneración éste animal lanzaba la lengua en dirección de su ojo ya rotado” (p. 67). Él sólo se preguntó por la regeneración, de modo que encu-brió el fenómeno observable. Entonces Maturana replicó los experimentos, pero ya no debajo de la epistemología de fondo que me indica que se debe buscar un insecto que está en el mundo exterior, es decir, no bajo una correlación interno/externo, “sino como una correlación que se da entre el sis-tema nervioso y la actividad de la propia retina, esto es, de forma interna y circular” (p. 69). La explicación entonces, de cómo la salamandra logra apuntar y dar justo en el blanco, en el insecto, no se explica mediante la interpretación de un mundo externo que se debe representar, sino en el hecho de que la salamandra y el gusano forman parte de una historia común y un proceso de evolución que ha llevado a una relación de equilibrio muy fino de coordinación y adaptación recíprocas, a un acoplamiento estructural entre organismo y medio (Ibíd). Por qué el sistema nervioso es cerrado En 1965 experimentó con palomas y trató de encontrar una correlación entre la actividad de las cé-lulas ganglionares de la retina y la composición espectral que forma los colores, esto es, entre lo interno y lo externo, “pero jamás pudo demostrar una correlación que fuera significativa” (p. 71). ______________________________________ _____________________________________8 _
  • 9. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ Entonces comenzó a entender el sistema nervioso como cerrado, y se reorientó su pensar. Ahora la correlación sería entre la actividad de la retina y no un espectro de colores externo, para el observa-dor, “sino con respecto a un color en particular, esto es, conforme a una experiencia, y dicha expe-riencia tiene que ver con el propio sistema nervioso, con lo que él ha resguardado y posee” (p. 72). Si bien un color es una dimensión arbitraria, también esconde una experiencia ya que los usamos muchas veces de igual manera para composiciones espectrales muy diferentes. Un color entonces es algo que sucede al interior de un organismo, y que tan sólo es gatillado por una fuente de luz exter-na. Un color es lo que se ve, lo que se vivencia (…) una experiencia especial que se tiene en deter-minadas situaciones (p. 73). Había que comparar la actividad del sistema nervioso con la actividad del sistema nervioso, ya que el organismo no es un sistema abierto. “El exterior sólo puede gatillar aquello que ya está determinado por la estructura del sistema nervioso, su modo de operar” (p. 74). Sólo existe una danza interminable de correlaciones internas en una red de interacciones cerradas. La doble mirada No se puede relacionar las operaciones del sistema nervioso como derivadas de la información de un mundo exterior. “Sólo el observador es capaz de diferenciar entre dentro y fuera, o input y output, ya que el sistema correlaciona actividades internas con actividades internas, de modo que, si bien no se niega la experiencia de un mundo exterior , sí se niega que todo el operar del sistema ner-vioso tenga que ver con características de él” (p. 75). A parir de este instante, todas las formas de observación y explicación aparecen como expresiones de operaciones de sistema (…) tuvo lugar una reorientación, un cambio del ser al hacer, una transformación de las preguntas filosóficas clásicas (p. 76). Tenemos entonces según el biólogo la distinción de dos dominios fenomenológicos: por un lado la dinámica interna y por otro lo detectable como medio; y no se pueden derivar los fenómenos de un dominio de los del otro (Ibíd). El ejemplo sería como el de un aviador que no logra ver lo hay fuera de su máquina sino que opera en base a sus propios instrumentos de los cuales dispone: recorre un sin fin de lugares, y al llegar se encuentra con externos que le hablan de cosas que él jamás vio; ésta es la doble mirada. Se trata de la comparación de dos dominios mediante la creación de un tercer dominio, pero ello no quita que éste generador de dominios pueda ser enfrascado como interno de otro dominio comparativo por parte de otro observador. “Pero no somos ciegos ya que nos podemos percatar de nuestra propia ceguera” (p. 77). Lo decisivo es que cuando un observador observa ambos dominios no considera uno como más real que el otro (el externo como real y el interior como lo que se construye) sino que decide diferenciarlos mante-niendo la legitimidad de cada uno. “No es que una postura sea más válida que la otra, pero sí debe-mos considerar que si alguien propone el sistema nervioso como abierta tendrá que hacerse cargo de no lograr establecer las correlaciones entre dominios necesarias para validar su postura” (pp. 77- 78). Si hablo de cerrado no es en un sentido físico, sino en relación con una dinámica interna: pase lo que pase en un dominio, pasa dentro de ese dominio y se queda ahí; se trata de las operaciones que un sistema realiza, que definen sus bordes y lo convierten en una entidad determinada (p. 79). Conocer es vivir Pero entonces ¿qué es conocer? Pues es la observación (que necesariamente hace un observador que conoce) de una conducta adecuada en un dominio determinado (…) por lo tanto, el conoci-miento es la conducta considerada adecuada en un dominio determinado (§80) y no la representa- ______________________________________ _____________________________________9 _
  • 10. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ ción apriórica de una realidad fundamental; entendiendo adecuado como aquello interpretado desde la interacción de un organismo con su medio. El conocer es, circularmente, conocido. Vivir es conocer y conocer es vivir, ya que la preservación de la vida requiere conocimiento. IV. LA AUTONOMÍA DE LOS SISTEMAS (pp. 81-96) Límites de la determinación externa Cuando una persona rechaza sus procedimientos, y decide cambiarlos por otra hipótesis, no necesa-riamente está actuando como un realista: “ser realista es hacer aquello motivado, o intencionado, necesariamente por el deseo de develar una supuesta realidad trascendente” (p. 81). Lo que en el fondo Humberto Maturana hizo fue lograr justificar su experiencia mediante las coherencias de su propia experiencia. Actuaba como científico y no como filósofo: quería mantener coherencia de la experiencia con la experiencia y no de principios a priori con principios a priori. “Un científico está dispuesto a liquidar todo principio con tal de lograr coherencia con lo empírico, y un filósofo está dispuesto a liquidar cualquier experiencia con tal de lograr coherencia con lo teórico” (p. 82). Su tema meridiano y fundamental es con la hipótesis de que todo sistema está necesariamente deter-minado estructuralmente, y ésta no es una afirmación que se refiera a una realidad supuestamente independiente el observador, sino una abstracción que resulta de las coherencias que un observa-dor puede percibir: porque abstraer significa entender y formular la regularidad de un suceso, sin entrar en el detalle de los elementos concretamente involucrados. Cuando hablo de determinismo estructura de un sistema no estoy describiendo un dato óntico u ontológico ni tampoco una verdad, sino que como observador estoy presentando una abstracción de mis observaciones (p. 82). “Si pul-samos un botón del computador y no funciona no iremos al médico a ver si el dedo está en buenas condiciones o no, ya que todo lo que sucede en un sistema, de cualquier tamaño, está determinado por su propia lógica interna ya que, si bien las influencia externa es la que gatilla un efecto, éste sólo puede ser determinado por su propia estructura y no por el agente exterior” (p. 83). Por ejem-plo, si ingerimos drogas con moléculas de estructura específica entonces se modificará la estructura del sistema nervioso pero sólo porque tenemos los receptores capaces de percibirlas, no porque ingrese en el sistema y modifique la lógica interna del mismo alterando su identidad. Organización y estructura Dentro de este nuevo vocabulario que es necesario crear para una explicación de cambios no deter-minada por la estructura de un agente externo, sino por las del sistema mismo, que es cerrado, he-mos de acuñar dos conceptos. “El primero es la de perturbación: consiste en toda aquella acción que gatille en un sistema un cambio estructural, una modificación que puede ser muy notoria pero que no alcanza para que éste pierda su identidad, es decir, su organización. En el caso de que la acción genere la pérdida de la identidad del sistema, entonces estaremos hablando de una destruc-ción” (p. 84). Por ejemplo, una vez que establecemos una identidad fija para una mesa entonces estamos en condiciones de observar si su mesidad se ve afectada por una acción externa o no: si su función X ya no se satisface luego de los cambios entonces se ha destruido, pero si aún sirve, para X, pese a que ha cambiado, entonces sólo fue perturbada” (p. 85). La organización no varía, aunque su estructura pueda ser madera, metal o cerámica. La diferencia entonces es que en el caso del input siempre se piensa en algo que entra en el sistema y lo determina en su lógica interna, algo así como ______________________________________ _____________________________________10 _
  • 11. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ una eterna modificación de su organización, en cambio el concepto de perturbación está en armonía con el de determinismo estructural, que respeta la identidad de cada sistema. Finalmente debemos entender por autonomía no una independencia con respecto al medio sino un ejercicio de modificación bajo la primicia del respeto de la propia legalidad, su organización e iden-tidad. “Todo sistema vivo existe en un medio” (p. 89). Entender qué es responsabilidad En el dominio humano, autonomía significa conservar algo que es constituyente de uno. El libre albedrío es otra cosa, es una experiencia humana que requiere reflexión. En rigor, no existe liber-tad. En el sentido estricto, no existen alternativas ya que cada acontecer y hacer resulta de la compatibilidad con las coherencias estructurales del momento. Sin embargo, a una persona que no conoce estas coherencias estructurales aparentemente a cada rato se le ofrecen alternativas de conducta. (pp. 89-90). Pero a esto se le agrega, en el caso de los seres humanos, que el convivir se realiza en el lenguaje de modo que al describir un determinado acto como responsable, según su análisis de consecuencia, inmediatamente surge en la distinción la posibilidad de reflexionar en preocupación a otro: “nace el actuar responsable” (p. 90). Esto no se contradice con el determinis-mo estructural ya que pertenecen a dominios distintos: el metadominio lingüístico nos abre la posi-bilidad de vivir en la experiencia del optar por algo. Entonces se encuentra en otro dominio, pero siempre operando como sistema estructuralmente determinado (p. 91). La intención interior de un ser vivo que vive en el lenguaje es tomado por el observador como una elección. “Sólo en la meta-perspectiva que permite distinguir un acto como un acto que involucra cosas se puede optar y de-cidir” (Ibíd). Por ejemplo: un delfín no pude ser responsable, ya que no vive en conversaciones del lenguaje como nosotros, de modo que no puede ejercer comentarios sobre su actuar ni tomar con-sciencia de sus consecuencias. Ser responsable es preguntarse si se quiere ser el que es haciendo lo que se está haciendo (p. 92) y luego actuar conforme a las predilecciones y preferencias en forma consciente. ¿Me gusta la elección que acabo de hacer y de la cual acabo de decir que me gusta y que corres-ponde a mis deseos? En ese momento de reflexión de la propia elección se experimenta la libertad, a pesar de que por supuesto se sigue actuando como sistema estructuralmente determinado (p. 93). No se entiende responsabilidad como causalidad, como una hacerse cargo de las consecuencias, sino que el actuar responsable tiene que ver con lo que un individuo hace o deja de hacer, estando consciente de las consecuencias posibles y deseables del su actuar (Ibíd). Maturana nos explica que la responsabilidad es como un estado de atención y alerta: las propias acciones y los propios deseos coinciden de un modo reflexionado, eso es todo (Ibíd). Se necesitaría un milagro Sin embargo, pese a que un sistema siempre está determinado por su estructura, esto no implica que éste sea predecible: “aquello no sería parte sólo de las características del sistema sino además de las expectativas de un observador, ya que espera conocer todos los factores que lo pueden influenciar y, también, que el fenómeno seguirá siendo observable en el tiempo, a modo de poder corroborar la afirmación, lo cual no es cuestión de conocer sino de creer” (p. 94). Bajo sistema sólo entendemos coherencias entre elementos interrelacionados que forman una estructura determinada. Si cambia la relación se transforma la estructura, pero ésta sólo podría ser anulada en su determinismo por un milagro. Súbitamente, algo como imposible aparece(ría) como posible (p. 95). ______________________________________ _____________________________________11 _
  • 12. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ V. CÓMO SE ENFRENTAN SISTEMAS CERRADOS (pp. 97-108) Interacciones improbables “Si bien el dominio operacional del sistema nervioso es cerrado, cuando se actúa como totalidad (organismo) se hace en un dominio relacional y es allí donde es posible generar las interacciones”. (p. 97). Como seres humanos y mamíferos que somos, tenemos la característica de sentir placer en la compañía del otro; nos gustan las conversaciones y actividades comunes y por eso siempre vol-vemos a estas formas agradables de convivencia (p. 98). No importa que nuestro sistema nervioso sea cerrado y aparezca como algo solitario, ya que es capaz de crear una nueva dimensión, un domi-nio conjunto de interacciones, conversaciones y transformaciones con otro que es distinto al de nuestro interior. Ambos dominios han de observarse y estudiarse por separado. “Cuando dos sistemas cerrados y determinados se encuentran, y ocurre en ellos una serie recurrente y recursiva de encuentros e interacciones mutuas, observamos una transformación plástica en la es-tructura de ambos, a modo de vincularse congruentemente, y entonces se han podido encontrar sin necesidad de perder su organización, por lo tanto tampoco su identidad” (p. 99). Las características internas del sistema entonces hacen posible la creación de un nuevo dominio relacional que no con-tradice su determinismo estructural, en la medida que él mismo posea una estructura plástica. Fig. 1: Esta figura es la t ransformación de un sistema vivo producto de una historia de interacciones con su medio. La estruc-tura del medio y del organismo se van mo-dificando congruentemente permit iendo tanto la adaptación como la mantención de la organización que les es propia. Acoplamiento estructural Definiremos entonces lo que se produce en la historia congruente de las interacciones recurren-tes (repetitivas) y recursivas (con lógica continua) recíprocas entre dos sistemas determinados por su estructura plástica como el acoplamiento estruc-tural. Éste es el que permite que surja un dominio consensuado, un dominio conductual de interac-ciones engranadas y consensuadas de dos orga-nismos con plasticidad estructural (p. 101) sin que se pierda la identidad de cada sistema. Así es como las acciones exteriores no se confirmar como instructivas sino sólo como perturbadoras: gatillan cambios que son determinados desde la lógica interna del propio sistema. “Por lo tanto, para que se genere un dominio consensuado común tiene que existir congruencia estructural” (p. 103). Fig. 2: Dos sistemas vivos y su interacción con y en su medio. ______________________________________ _____________________________________12 _
  • 13. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ El mito de la comunicación efectiva Si describimos el lenguaje como transmisión de información, en base al modelo de emisor, receptor y mensaje, estaremos haciendo alusión al fenómeno visible y “no a las características operacionales del sistema y a su relación con la dimensión relaciona l” (p. 104). Sería el comentario de un observa-dor que no está tomando en cuenta en su observación aquello que es producto de las coherencias del acoplamiento estructural, es decir, lo que se da antes de aquello en su devenir recurrente y recursi-vo. Si ésta persona persiste en esa visión muy luego se verá en aprietos cuando tenga que explicar los malos entendidos y las grandes diferencias de percepción, porque no siempre pueden ser vistas como una negativa malintencionada del receptor a utilizar adecuadamente la información recibida (Ibíd). El lenguaje entonces se basa en la congruencia estructural que se logra acoplar luego de una historia de interacciones. “Los signos son algo secundario, ya que lo primario es la coordinación de coordinación de conductas presentes en la interacción”. (pp. 105-106). El mundo se crea en el lenguaje Toda pregunta o alusión a algo en la vida tiene que ver con el lenguaje, inclusive sobre una supuesta realidad independiente del observador. “Pero hemos de decir que sólo el ser humano vive en el len-guaje, ya que si bien muchos animales e insectos son capaces de coordinar sus conductas, pero, hasta donde tenemos conocimiento no son capaces de coordinar dicha coordinación de conductas previa” (p. 106). Lo central entonces no son los símbolos sino la recursión: “la capacidad de generar una operación cíclica en la que el comienzo de una conducta se funda en donde terminó la conduc-ta anterior” (p. 108). “Todos los objetos, por lo tanto todo aquello distinguido por un observador en el acto de observar, son creación que se funda en la recursión de sus características y que les con-fiere por tanto una operación particular” (Ibíd). Todo objeto es algo que sirve para coordinar algo. Finalmente, el lenguaje es una manera de convivir en un devenir de coordinación de coordinacio-nes conductuales que no contradice el determinismo estructural de los sistemas interactuantes (Ibíd). El que entiende esto entiende que los signos son originados por la recursión y no al revés. VI. AUTOPOIESIS DE LO VIVO (pp. 109-120) Confrontación con la muerte Fue la confrontación con la muerte lo que me llevó al doctor Maturana a cuestionarme sobre la vida. Al parecer la vida, me decía yo, no tiene significado, no tiene sentido, no sigue ningún programa de progreso evolutivo (…) mi conclusión, aunque suene tautológica, era que el sentido y fin de un ser vivo consiste en ser lo que es (…) todo lo que le pasa a un ser vivo tiene que ver con él mismo (p. 110). Son autónomos en tanto deben poseer un límite que demarque lo que son y lo que no son. La forma de definir lo vivo entonces, expresa él, no puede ser estableciendo una lista de caracterís-ticas esenciales ya que jamás tendremos cómo saber si la lista está completa: a menos que ya sepa-mos aquello que nos estamos preguntando. “Lo que buscaba él entonces es una organización común de los seres vivos independiente de su estructura” (p. 111). Por ello es que su primer acercamiento fue mediante el concepto de sistemas autoreferentes, contrario a los alorreferentes: donde el fin del primero está en sí mismo, que sería lo vivo, y el del segundo fuera de sí mismo, como es el caso de una máquina cualquiera. En el fondo, lo que buscaba era distinguir con mayor claridad los procesos que en definitiva llevan a la autoreferencia (…) quería crear un sistema vivo (p. 112). ______________________________________ _____________________________________13 _
  • 14. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ Una fábrica que se produce a sí misma “En 1963, en el laboratorio de microbiología, Maturana discutía con un amigo cuando al fin tuvo la idea decisiva: los sistemas vivos poseen una dinámica circular que les permite generar su autonomía y definición a sí mismos. Más tarde, conversando con María Bulnes, llegó a su mente el concepto de poiesis como símbolo de creación y producción, entonces supo que el nombre de lo vivo sería autopoiesis: auto/creación” (pp. 112-113). Siendo más detallista, lo que él proponía es que cada vez que examináramos un sistema vivo, “deberíamos encontrar en su interior, a nivel molecular, una red de procesos de producción que genera moléculas que luego pasan a formar parte de la misma red que las produjo y que más tarde también fija sus propios bordes que, a su vez, lo definen como una identidad discreta” (p. 114). Entonces, siempre que nos encontremos con esto estaremos frente a una entidad que se produce a sí misma y por tanto frente a un sistema vivo. Y este sistema es abier-to en cuanto al intercambio de materia (lo termodinámico/físico), pero cerrado en lo que se refiere a la dinámica de las relaciones que lo producen (lo sistémico/biológico)” (Ibíd). Distinguimos aquí a continuación dos niveles: el sistema autopoiético de primer orden, que corresponde a una célula de cualquier tipo, y el de segundo orden, que responde a una entidad multicelular. “En ambos casos vemos cómo la producción de elementos es la condición de la creación de un borde y, a su vez, la existencia de éste borde permite mantener la autonomía del sistema que, finalmente, permite que los mismos componentes pasen a formar parte de la red de producción de los generó previamente” (Ibíd). Sin borde no existiría una entidad autónoma ya que, si bien no forma parte del proceso mis-mo de generación, sí permite que éste exista. Dinámica (metabolismo) Borde (membrana) Fig. 3: La célula –un sistema autopoiét ico de primer orden– es una fábrica cuyo producto es ella misma. Sistemas autopoiéticos y alopoiéticos La característica de autopiético de un sistema corresponde a un dominio operacional. El dominio relacional es distinto, ya que podríamos hablar de personas que crean cosas externa a ellos: el pana-dero hace pan, el mecánico máquinas, etcétera. “Operacionalmente entonces son autopiéticos, pero relacionalmente son alopoiéticos” (p. 117). Pero tampoco podemos expresar la autonomía y la auto-poiesis como sinónimos, ya que la autopoiesis sólo es un tipo muy particular de autonomía, el de los seres vivos. Autonomía es el concepto más general (p. 118). La segunda creación No podemos confundir los procesos de lo vivo con un programa computacional: “para que el com-putador arranque, además de necesitar energía externa, cosa que por cierto también necesita la célu-la, a de ser encendida (iniciada) por alguien, en cambio la autopoiesis hace referencia a redes de procesos que se originan por sí mismos; exactamente esa es su peculiaridad” (p. 119). ______________________________________ _____________________________________14 _
  • 15. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ VII. CARRERA DE UNA IDEA (pp. 121-130) El concepto se pone de moda Una cuestión fundamental a destacar es que Maturana aclara, en más de una ocasión, que cuando se planteó el concepto de autopoiesis era para un ámbito molecular reducido, de modo que era una so-lución para un problema que se establecía en ese dominio y no en otro. Sin embargo en muchos lu-gares se le a tratado de asimilar, por ejemplo, a lo social. Pero su opinión es que “si se fija la aten-ción en la autopoiesis se pierde de vista el fenómeno observable, ya que se está demasiado ocupado pretendiendo que calce en la sociedad todas las características propias que involucra dicha visión” (p. 122). Mejor es primero preguntarse por el fenómeno X y luego ver sí éstas características que salten a la vista corresponden a una organización autopoiética: después de todo la autopoiesis sólo es una variante más de la autonomía y no la única. De rodillas ante Erich Jantsh El astrofísico Erich Jantsh piensa que la autopoiesis sirve para describir, en parte, cualquier fenóme-no de autonomía, de modo que él piensa que el biólogo no fue capaz de visionar, y de aceptar, todas las consecuencias de su propia propuesta. Maturana en cambio piensa que cuando alguien usa un concepto fuera del contexto adecuado, se equivoca doblemente, no hace justicia ni al dominio nue-vo ni al dominio original para el cual el concepto fue creado (p. 123). También está el caso de Niklas Luhmann, quien publicó el año 1984 un texto denominado Sistemas Sociales, en donde pro-pone explicar todo los fenómenos sociales como redes de comunicaciones que producen comunicaciones. Pero la diferencia está en que en la autopoiesis que propone el biólo-go, y no el sociólogo, muestra que “las moléculas producen moléculas, en tanto las moléculas son lo central, en cambio en el otro caso es la comunicación la que produce más comunicación, pero deja de la lado la presuposición de que los sistemas vivos humanos son los que se están comunicando” (p. 124). Se desplaza el tema central de análisis que debería ser el ser humano a sus comunicacio-nes, ellos quedan sólo como el telón de fondo para una teoría que los excluye y reduce. “En el fon-do, le comentó una vez Luhmann a Maturana, hacia esto sólo porque deseaba hablar de universales, y allí la complejidad e imprevisibilidad humana no se lo permitía” (p. 125). El ser humano es impredecible Un tipo de teoría como esta es el clásico ejemplo de aquello que usa como método a las personas libremente disponibles, a través de una negación, para poder ejercer una tiranía en la que, ante todo, debe prevalecer el sistema social. “Si suponemos por un momento que la sociedad es una especie de sistema autopoiético de tercer orden, compuesto por aquellos que son de segundo orden, tendríamos que estar dispuestos a reconocer que todos los individuos deben renunciar a sus características parti-culares con el fin de atribuirse un rol específico (como el de una mitocondria por ejemplo) y de esa manera velar, única y exclusivamente, por la mantención e identidad del sistema en el tiempo (…) una negación así del individuo es una de las características de los sistemas totalitarios” (pp. 126- 127). Donde se pretende que exista democracia, los individuos no pueden pasar a segundo plano. Teoría sistémica como cosmovisión La teoría de Maturana resalta con respecto a las demás por el simple hecho de tratar de no caer en el reduccionismo, tan típico de nuestra cultura (Occidental) (p. 127). Por ejemplo, si ve una pareja be- ______________________________________ _____________________________________15 _
  • 16. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ sándose en la calle, sea lo que sea que esté ocurriendo está ocurriendo en el dominio de las relacio-nes humanas. Por supuesto, podemos constatar que en este intercambio de caricias intervienen hormonas y neurotransmisores. Por supuesto que es posible hablar de procesos sistémicos. Todo completamente correcto. Pero lo que pasa entre estas dos personas, el sentimiento del amor, no se agota con una caracterización así, no es posible reducirlo a hormonas, neurotransmisores y proce-sos sistémicos. Se trata del devenir de su relación que configura el devenir de su actuar (…) en mis descripciones conservo y considero la diferencia de distintos dominios fenomenológicos, y se dis-tinguen las dimensiones de moléculas, sistemas, relaciones, etc. (p. 128). Por ello, cuando él habla experiencias místicas o espirituales se está refiriendo no al acceso a una realidad trascendental, ontológicamente independiente de nuestro hacer, sino a una expansión de la conciencia y a una intensa sensación de participación: se toma consciencia de la armonía con otros seres humanos, el cosmos, la biósfera, etc. (Ibíd). ______________________________________ _____________________________________16 _
  • 17. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ DEL SER AL HACER los orígenes de la biología del conocer II APLICACIÓN DE UNA TEORÍA ______________________________________ _____________________________________17 _
  • 18. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ I. PSICOTERAPIA (pp. 133-146) La mirada sistémica Si se toma en serio lo que expresa Maturana, respecto de su biología del conocer y del amar, no es que la terapia familiar pierda sentido, sólo debemos rechazar la idea de que ésta sea comprendida como una interpretación lineal de la causalidad (p. 133), ya que no existe procedimiento con vali-dez eterna par liberarnos del sufrimiento, debido a que nadie está en condiciones de determinar sis-temáticamente lo que pasa el interior de una persona (Ibíd). No hay saber absoluto, no podemos afirmar que conocemos la receta exacta que nos permitirá que la otra persona se transforme relacio-nalmente y exactamente en lo que nosotros esperamos. Si bien, bajo la lógica de éste mismo pensa-miento, ya nadie puede hacerse cargo de lo que otro hace con lo que él mismo hace de sí, sí pode-mos afirmar que él como sujeto responsable debe hacerse cargo de sus propias acciones y de los mundos que crea. Entonces “nos despedimos de la idea de poder determinar y controlar a alguien, pero damos la bienvenida a aquella que nos hace a nosotros mismos responsables de nuestros actos” (p. 135). La sabiduría entonces es cuestión de capacidad de escuchar con imparcialidad, en una actitud abierta y de aceptación (Ibíd), es decir, que nada se distorsionará a través de mecanismos de manipulación sino que será percibido tal como se manifiesta. La única emoción que no limita el propio entendimiento sino que lo amplía es el amor (Ibíd). Variantes de cambio Lo necesario (entonces) no es el análisis, sino un estado de consciencia alerta a la dinámica rela-cional que va de la mano con cada emoción específica. Ahora afirmo que la única emoción que no limita la propia percepción, que no la filtra o encauza sino que la amplía y libera de juicios preci-pitados, es lo que llamamos amor (…) una conducta humana que lleva a que otro humano adquiera presencia como un legítimo otro en coexistencia con este (p. 136). El amor es la única manera de li-berarnos de los prejuicios y no cerrarnos a las posibilidades de entender al otro. Pero esto no quiere decir que debamos aceptar cualquier conducta como esencia para la vida, sino el grado de disposi-ción: alguien que actúa sin amor se fundamentará en la arrogancia, pero alguien que se despliega desde el amor lo hará por comprensión profunda y desprejuiciada. Lo que necesita es una doble mirada: si uno se integra hasta cierto grado al sistema, será imposible escuchar, pero al mismo tiempo será necesario guardar cierta distancia que permita ver el contexto de los acontecimien-tos, y mantener la libertad de reflexio-nar (p. 137). Si uno quiere actuar al interior de un sistema entonces debe pasar a formar parte de su matriz rela-cional de constitución, es decir, debe actuar agonalmente. En cambio si se actúa ortogonalmente se estará tratan-do de modificar la estructura del sis-tema desde fuera: lo importante es que en ambos casos se actúe en base al amor. Encuentro ortogonal Encuentro agonal Fig. 4: Muestra de un sistema (una unidad compuesta) que es intervenido de ambas formas. El ortogonal actúa desde fuera modificando la estructura de modo no confirmatorio y cambia la deriva relacional, en cambio el agonal actúa manteniendo el orden del sistema y confirmando su propia dinámica. ______________________________________ _____________________________________18 _
  • 19. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ Individuo y sociedad Maturana piensa que frente a la dinámicas de terapia es necesario el enfoque sistémico, ya que toda acción forma parte de un nicho relacional que se extiende más allá de él mismo en el momento. Cuando conversamos tenemos detrás de nosotros nuestra lengua materna, familias y cultura, de modo que si bien nuestro encuentro es personal, estamos inmerso en una dinámica social sistémica mayor. “Pero muchas veces las improntas de nuestra propia cultura no nos permiten determinar lo que hacemos por nuestras propias acciones desde nuestro propio origen: y sólo tomando conscien-cia de esto es que podremos actuar libremente” (p. 141). Y como reveló Ximena Dávila, el dolor que se manifiesta en una terapia siempre trae consigo el condicionamiento cultural que nace desde la negación, desconfianza y exigencias de propiedad que surgen de una cultura patriarcal/matriarcal. Construcción de la enfermedad ¿Qué significa estar enfermo o dejar de ser normal? En el dominio de lo biológico no encontramos patologías… el tigre no es un gato arrogante y la garrapata no es vil por chupar sangre: todas las formas de vida deben ser consideradas legítimas. Para el que sigue el camino de la objetividad entre paréntesis, una patología no es una característica de un mundo que existe con independencia del observador, una enfermedad es para él un estado que un observador –de acuerdo con sus pre-ferencias– encuentra indeseable. Ser normal y sano significa por lo tanto que uno, en el devenir de la vida, no hace ningún esfuerzo por cambiar la propia situación con ayuda de otro. No existe la patología en sí, ni los problemas en sí, ni tampoco enfermedades independientes de los deseos y preferencias de un observador (p. 142). No podemos elaborar un criterio estable de procedimiento independiente del contexto ya que todo depende de las emociones que guían el actuar en dicho momento. En el fondo la atribución de en-fermedad constituye la base para terminar con cualquier discusión ulterior (p. 143). Pero el biólo-go aclara que esto no se trata de abogar en la liberación de pacientes de psiquiátricos, pero sí al hacernos cargo de las decisiones que tomamos: no existe para nuestro actuar fundamento ulterior o explicación absolutamente válida; nada independiente del observador. “Es absolutamente impos ible crear y desarrollar un método universal que permita predecir y cambiar al ser humano, por ello es que él se considera inútil como representante de un enfoque eficientista” (p. 145). II. PEDAGOGÍA (pp. 147-158) La paradoja de la educación Si ben Kant piensa que existe una tensión entre el fin y los medios educacionales esto se puede mi-rar desde otra perspectiva: “en la educación, como proceso de transformación en la convivencia con un adulto, se puede alcanzar la libertad y autodeterminación, en función del respeto hacia la autono-mía del otro, sin necesidad de castigos o represiones, sólo se necesita abrir un espacio de reflexión que permita el pensar común” (p. 147). La coerción aparecerá exactamente cuando el docente no sepa cómo hacer sus clases interesantes y convertir a la escuela en un lugar atractivo y participativo (p. 148). ______________________________________ _____________________________________19 _
  • 20. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ Son entonces tres las tareas que se deben proponer definir los profesores antes de comenzar el ca-mino pedagógico: primero i) ¿cuál es el ideal de adulto al que se aspira? (democrático o autoritario), luego ii) ¿cómo anclamos nuestro propio modo de vida en la escuela de forma que dicho objetivo se cumpla? y tercero iii) hay que vivir lo que se quiere alcanzar (Ibíd). Por lo tanto la educación ya no se traduce en la reducida eliminación de la ignorancia, sino en la preparación para un espacio de convivencia. “El profesor no entrega un conocimiento sino que muestra un modo de vivir, por lo que el alumno no aprende del profesor sino que aprende al profesor” (p. 149). Inclusive los alumnos molestosos o problemáticos no son más que niños que están aburridos o simplemente no encuentran útil aquello que le están enseñando, y es allí donde comienza el desafío del profesor ya que debe lo-grar que la clase sea interesante. Escuchar el escuchar “Los niños siempre están dispuestos a aprender de todo, el problema es cuando los profesores los li-mitan, ya que si no nos queremos ni a nosotros mismos ni a nuestra disciplina, no nos amamos, en-tonces seguramente eso se lo transmitiremos a nuestros alumnos” (p. 150). “Un psicólogo Peruano demostró que hace falta sólo un profesor que confíe plenamente en el niño y entonces se abrirá en él un camino de autorespeto y reflexión” (p. 151). “Escuchar, en definitiva, el biólogo lo propone co-mo un acto que puede tener dos dimensiones: por un lado está el a) escuchar escuchándose a sí mis-mo, en el cual sólo retengo aquello que concuerda con mí experiencia y pensamientos, y el resto lo rechazo, y el otro tipo es el b) escuchar escuchando al otro, esto es, preguntarnos en qué dominio y bajo qué coherencias lo que él dice tiene validez” (p. 152). Percepción e ilusión Si bien las escuelas se encargan de entrenar a los alumnos para que no cometan errores, bien es cier-to que éste juicio de valor merece ser descrito de otra manera: es un enunciado que uno hace en un dominio de la realidad y que es escuchado y evaluado desde otro dominio de la realidad (p. 153). Visto así el error no tiene que ver con una incoherencia lógica, sino sólo con la opinión de alguien, de modo que el alumno aparece no como menos inteligente sino como un igual, ya que, “si se sigue el camino de la objetividad sin paréntesis, se reconoce que no hay verdad ulterior de modo que todo operar relacional es reconocido como válido en su dominio, sin fracasos ni errores” (Ibíd). Afirmo que en el momento de la experiencia es imposible distinguir entre percepción e ilusión (…) una ilusión es una experiencia que uno considera válida hasta que es invalidada por otra experien-cia (…) por ende, nunca sabemos si lo que estamos viendo o afirmando es algo real (pp. 154-155). En otras palabras, la ilusión sólo aparece cuando cierta experiencia se invalida en relación con otra experiencia. Pero no podemos saber si toda nuestra existencia es ilusión ya que para ello necesita-ríamos un referente ulterior al que no tenemos acceso. “En definitiva, extraña vez se cometen errores ya que vivimos en las coherencias del devenir de a-coplamientos estructurales y de existir no son un fracaso, esto es, algo negativo con respecto a una realidad independiente del observador, sino sólo un juicio que nace de una reflexión post facto por un observador que vive en el lenguaje” (§156). Todos los seres humanos son igualmente inteligentes Tomando la inteligencia como capacidad de variar la propia conducta en un mundo cambiante o “transformar el actuar de manera adecuada” (p. 157) entonces podemos decir que el sólo hecho de vivir plásticamente en coordinaciones de coordinaciones conductuales nos hace seres inteligentes. ______________________________________ _____________________________________20 _
  • 21. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ DEL SER AL HACER los orígenes de la biología del conocer III HISTORIA DE UNA TEORÍA ______________________________________ _____________________________________21 _
  • 22. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ I. COMIENZOS E INSPIRACIONES (§§ 161-171) Conocimientos de un niño Lo que me marcó decididamente fue mi madre (…) (un día nos dijo) ¡niños!, “nada en sí es bueno o malo. Una conducta puede ser adecuada o inadecuada, correcta o equivocada. Ustedes son respon-sables de decidir qué es lo que corresponde cada vez” (p. 161). Lo interesante de esto es que apela a la comprensión de la dinámica relacional en que uno está inmerso a modo de actuar libre y autó-nomamente en cada ocasión. Nada es absoluto y justamente por ello tenemos la posibilidad de optar y decidir. En general (en palabras de profesor Maturana) puedo decir que en realidad crecí en una familia matríztica donde pude desarrollar mi autoestima y confianza en mí mismo (p. 163). Como niño quería entender la muerte, por lo que tenía que tratar de entender lo vivo, porque la vida y la muerte están intrínsecamente ligadas y entretejidas (Ibíd). Así fue como en 1948 me matriculé en la facultad de medicina de la universidad, pero al mismo tiempo me interesé por la antropología, la etnología, y muchos otros campos (p. 164). El dinosaurio de sangre caliente En 1954 recibí la beca Rochefeller y trabajé con el profesor Young (Ibíd). Allí fue donde el biólogo propuso su teoría acerca de que los dinosaurios eran de sangre caliente. Si bien sus compañeros se reían, el profesor Young siempre estuvo interesado en su opinión y “le abrió espacios de reflexión necesarios para desarrollar un pensamiento autónomo, serio y responsable” (p. 165). Más tarde llegó al MIT (Massachusetts Institute of Technology) por medio del neurofisiólogo Jerry Lettvin, donde hizo experimentos sobre la visión que revolucionaron las opiniones ya establecidas en aquel lugar. Allí tuvo la oportunidad de escuchar a Marvin Minsky, y a los líderes en inteligencia artificia l, quienes proponían el modelo de ser humano como “sistema elaborador de información y datos”. Eso me parecía completamente absurdo. Lo que esa gente hace, pensaba yo, es algo total-mente diferente: crean modelos fenotípicos de un fenómeno biológico, sin comprender los procesos al interior del sistema que son los responsables de generar y producir justamente ese fenotipo (p. 166). Lo central es no partir de ideas matemáticas ya que se encubre lo que se quiere comprender: un formalismo puede despistar y por ende obstaculizar la comprensión exacta de un fenómeno (…) en cambio, se trata de investigar qué procesos tienen que ocurrir para que en consecuencia se forme algo que luego podamos llamar sistema vivo (p. 167). Lo que el ojo de la rana le cuenta al cerebro de la rana En octubre de 1960, en mi propio pequeño laboratorio en el MIT, me ocupé de las células retinales de una rana (Ibíd). Allí es donde descubrió que habían células que respondían independientemente de la dirección del estímulo que se le estaba presentando, y otras que sólo reaccionaban ante cierto tipo de movimiento específico; probablemente “eso fue lo más decisivo que descubrió en esa épo-ca” (pp. 168-169). Si bien trabajó con los cibernéticos nunca fue influenciado por ellos, ya que pen-saban en una pseudocircularidad ourput/input en base a información que llega al sistema según un feedback desde el entorno, en cambio él se refería a una dinámica circular dentro del organismo (sistema nervioso y autopoiesis), que lleva que este organismo se enfrente al medio como una tota-lidad circular. El encuentro con el medio no rompe la circularidad, sino que se producen cambios estructurales, los que a su vez modifican la deriva de la circularidad (…) un cambio estructural recíproco entre organismo y medio (p. 171). Sin su medio el organismo muere, pero no está deter-minado por él. ______________________________________ _____________________________________22 _
  • 23. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ Fig. 5: La visión circular del mundo encuent ra su expresión simbólica en la figura del Ouroboros, una serpiente que se muerde la cola. II. REGRESO A CHILE (pp. 173-191) Competir significa depender El regreso a Chile de Humberto Maturana, en el mismo año 1960, es motivado por un detalle fun-damental para él: Chile estaba protegido de la competencia dura del quehacer científico (p. 173). Al no tener que preocuparse del trabajo de otros, expresa que pudo pensar y reflexionar libremente en modo autónomo y no dependiendo de lo que otros decían mal o bien como fundamento de su propio hacer científico. Ya en Chile escribió un artículo en la facultad de medicina en donde propuso que todo pensamien-to científico siempre se basa en dos supuestos fundamentales: había que partir de la base de que existe una realidad independiente del observador, y que las propias afirmaciones tienen una rela-ción conocible con la realidad, aunque uno quizás nunca está en condiciones de poder compren-derla completamente (p. 175). Pero al poco tiempo, gracias a sus propios experimentos con las palo-mas, se dio cuenta que no se podía establecer relación entre longitud de onda y actividad retinal, de modo que se vio obligado a dar un vuelco total en su epistemología. Entonces comenzó a defender fuertemente sus propios puntos de vista; cosa que más tarde cambiaría por una actitud neutral. Consideraciones desde el margen Entre los años 60 y 70 Maturana dice haber vivido una experiencia muy enriquecedora. Los estu-diantes se tomaron la facultad de medicina y entonces, durante tres días estuvimos escuchándonos, desarrollando planes comunes de una manera seria y a la vez alegre, y resultó una cooperación que finalmente duró todo un mes (…) a mí, esa época me enseñó cómo se actúa escuchando, cómo en el transcurso de varias sesiones va cambiando la forma de escuchar, y en qué momento puede ser oportuno intervenir en una discusión (p. 177). Además desde pequeño nunca formó parte de ningún partido de ningún tipo, ya que de cierta forma siempre he estado al margen (…) debería describirme como una especie de parásito (p. 178). El mejor lugar donde se encontraba era en su propia autonomía como un outsider: en el respeto por mí mismo. “La ventaja con respecto al insider es que ellos siempre sienten que deben defender principios o ideologías, en cambio él se sentía en ______________________________________ _____________________________________23 _
  • 24. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ posibilidad de poder reflexionar libremente (p. 179). Comenta que quien se mantenga al margen como observador distanciado debe tener la capacidad, desprejuiciada, de tener una mirada triple: “i) al interior del sistema, para detectar sus componentes y las interrelaciones de estos, ii) consciente de cómo se presenta el sistema completo en el dominio de las interacciones y iii) además enterado de cómo éste dominio a su vez se comporta en relación con el dominio de las operaciones internas de un meta-dominio” (Ibíd). No se trata de hechos objetivos, sino de observaciones adecuadas: se debe estar entre medio de lo indiferente y lo apasionado. La clave está en no dejarse llevar por las pro-pias ambiciones ni por el deseo de un resultado determinado. Gracias a esa actitud, el observador estará en condiciones de percibir algo, porque el que quiere ver y entender algo debe dejar pri-mero que ese algo ocurra y se manifieste (p. 180). Fig. 6: "A las palomas, con las que experimenté en el laboratorio, les di las gracias. Fue una especie de ritual, una ayuda para mí que me permit ió mantener la conciencia del propio hacer. Para la muerte de estos animales no había una just ificación t rascendental. No se t rataba de la verdad, el progreso cient ífico, el bienestar de la humanidad o algo parecido. Lo que infligí a las palomas para entender el sistema nervioso, es responsabilidad mía". El tratado biológico-filosófico En noviembre de 1968 Maturana volvió a viajar a Norteamérica pero ésta vez con su amigo Heinz von Foerster. Allí redactó su famoso ensayo Biology of Cognition, en el cual leemos su famosa frase “todo lo que es dicho, es dicho por un observador”. Allí se “buscaba expresar que no hay forma de separar lo hablado del hablante ya que el observador necesariamente es la fuente de todo” (p. 182). Pero no fue fácil para otros comprender la manera en que él escribía, ya que una nueva forma de pensar también exige nuevas formas de hablar y de escribir (p. 183). Humberto conoció a Foerster no de forma intelectualmente compleja, sino compartiendo de forma lúdica y alegre el margen de una conferencia (p. 184). Más tarde participó de más conferencias y trabajó con una serie de alum-nos de su nuevo amigo. ______________________________________ _____________________________________24 _
  • 25. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ Sabiduría sistémica Heinz von Foerster entiende los sistemas de manera muy profunda. Capta su matriz y detecta los vacíos y brechas del sistema que no están afectados por la matriz. En estos vacíos es capaz de mo-verse con total soltura y perfecta seguridad en sí mismo, y en caso necesario también hacerse invi-sible (p. 185). Allí su amigo le enseñó no sólo cómo funcionan los sistemas sino además que para operar sobre ellos se debe tener confianza y plena seguridad en el propio hacer. Más tarde, al volver a Chile, apoyó a Francisco Varela que venía de terminar su doctorado y juntos comenzaron a trabajar sobre el fenómeno de la circularidad operacional de lo vivo. “Antes de aven-turarse en formalizaciones, se dedican verbalmente a tratar sobre el tema de lo vivo y allí es donde resulta el libro De máquinas y seres vivos” (p. 187). Aunque allí es cuando Maturana deja en claro que, si bien Varela creía que el telón político de fondo fue crucial para el desarrollo del concepto de autopoiesis, a saber, revolución absoluta para el mundo científico, para él las influencias y opinio-nes del entorno no fueron importantes, ya que “sólo se trataba de responder las preguntas que tenía desde que era niño” (Ibíd). Explica que su proceso fue inverso: “no es la sociedad la que le permite crear, sino su propia creación la que le permite generar entendimiento sobre la sociedad” (p. 188). El cerebro de un país Más tarde, durante el gobierno de Allende, Fernando Flores, en ese momento actual ministro de e-conomía y hacienda, y más tarde vocero oficial del gobierno, trabajó junto a Stafford Beer y dice haber sido, además, fuertemente influenciado por Maturana. Pero más tarde el proyecto de crear un sistema cibernético de organización social de Flores fracasó. “En su inicio la idea era generar un modelamiento matemático que permitiera responder de forma controlada ante cualquier tipo de e-ventualidad, pero lamentablemente, como más tarde comentaría Foerster, no existía el modelamien-to adecuado en ese momento para simular o prevenir catástrofes” (p. 191). III. EXPERIENCIA DE DICTADURA (pp. 193-210) El origen de los puntos ciegos El 11 de septiembre de 1973 los golpistas de Pinochet toman el poder, Salvador Allende es derro-cado y Fernando Flores enviado a la cárcel. Maturana entonces llamó a su amigo Foerster y le pidió ayuda, pero de modo que estar hablando del sistema nervioso como cerrado no lo hizo pasar a for-mas parte del meinstream de la ciencia, es que a su amigo le costó mucho conseguir invitaciones desde otros sitios. “Para cuando había conseguido cómo sacarlo del país, el chileno ya había deci-dido quedarse” (p. 193). El principal motivo por el cual, luego de serias cavilaciones sobre el tema, él decide quedarse es que si todas las persona con ideas democráticas abandonan el país, pronto ya no habrá memoria de una cultura democrática y de otra época distinta y mejor (p. 194). Toda per-sona mayor se prestaba como un tesoro para ese momento, “fue en esa circunstancia que el profesor hizo un pacto con colegas para permanecer en Chile; y no lo rompió” (Ibíd). Foerster sobrevivió a los campos nazi de concentración, motivo por el cual Maturana se interesó mucho por entender la lógica interna de las dictaduras, y ésta era su oportunidad. Una vez su amigo le dijo “mientras más diferenciado es un sistema, mayor es la posibilidad de burlarlo” (Ibid). ______________________________________ _____________________________________25 _
  • 26. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ Descubrió entonces que la esencia está en quitarle a las personas la capacidad de observar, por tanto de distinguir, de modo que ya no se puede transformar las circunstancias según deseos ya que no se es testigo de qué está ocurriendo. Lo sucedido es negado y desmentido sistemáticamente por los res-ponsables. Y es posible que uno diga que son humanos y que ningún humano podría actuar con tan-ta bestialidad. Los supuestos humanistas son entonces el motivo de la ceguera: lo protegen a uno del horror (p. 195). La ideología de los militares No hubo plataforma ideológica en la dictadura chilena, en comparación a la alemana, de modo que no se buscó convencer a las masas o implantar pensamientos, sino sólo imponer leyes mediante vio-lencia y fuerza. Si bien en Chile no se podía criticar el régimen públicamente, al margen uno podía pensar y enseñar lo que uno quisiese (p. 196). “Pinochet utilizó la situación bélica creada por él mismo para justificar la violación a los derechos humanos”, nos cuenta Maturana. Además, muchos se enriquecieron económicamente con dicho gobierno, de modo que no se podía decir que toda la población estaba en contra. Aquellos que formaron parte de procesos de dictadura parecen extrañar mucho la democracia. Ma-turana piensa que “no existe contradicción entre el individuo y la sociedad, que no debemos esperar que la convivencia sea idealmente perfecta, y que no debemos sucumbir ante el deseo de querer im-poner nuestros propios puntos de vista a los demás” (p. 198). La impotencia del poder El poder nace de la obediencia (p. 199); esa es la idea que nos comparte Maturana acerca de su pensamiento sobre el origen de la coerción y la dictadura. El poder, nos dice, es la consecuencia de un acto de sumisión que depende de las decisiones y estructuras del que se somete (…) si un dicta-dor o cualquier persona me apunta con su fusil y me quiere obligar a ejecutar cierto acto, yo soy quien tiene que decidir: ¿quiero darle poder a esa persona? (pp. 198-199). Sostengo que uno siempre hace lo que quiere, aunque afirme que en el fondo está actuando contra la propia voluntad y por obligación (p. 199). En ésta afirmación el biólogo se juega una opinión im-portante, ya que afirma que incluso quienes hacen lo que no les gusta lo terminan haciendo por sus consecuencias, es decir, por gusto y nada más. Luego nos da un ejemplo: “si se nos obliga a matar a otro, lo que está en juego es nuestra propia vida, de modo que si matamos al otro será para salvar nuestra vida, aunque no nuestra dignidad” (p. 200). Pero entonces ¿hay víctimas? Una víctima se desprecia a sí misma porque dio poder a otro y en un acto de sumisión negó su autonomía (Ibíd). Aunque parezca invisible, allí también se ha entregado poder. Mantener la autoestima Es importante entonces no perder la vida por un heroísmo, ni tampoco culpar a quienes se someten: se debe abogar por un máximo de consciencia en relación con el poder. De esa manera de podrá fingir, esto es, aparentar una emoción sin tenerla (y de esa manera) uno se mantiene como un ob-servador que guarda una distancia interior y que algún día volverá a actuar de otra manera. Signi-fica que la capacidad de percepción del que está fingiendo no se destruye; que su autoestima y dig-nidad permanecen intactas (p. 202). De otra forma estaremos ciegos o seducidos: “seremos tenta-dos por la idea del poder (del control incontrolado), de creernos más especiales moralmente que otros” (p. 203). ______________________________________ _____________________________________26 _
  • 27. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ IV. MUNDOS DE LA CIENCIA (pp. 211-222) El paradogma Desde la primera publicación de Maturana en 1974, bajo el apoyo de Heinz von Foerster, en la re-vista Biosystems, la incomprensión del público no se dejó de expresar. “Algunos lo trataron de en-fermo, otro de loco, pero él comenta que ello no fue decisivo ni tuvo mucha importancia sobre lo que pensaba, ya que nadie llegaba a objeciones concluyentes, de modo que consideró su argumento como algo epistemológicamente impecable” (p. 211). Si bien, como diría Mitterer, el paradigma reinante tenía, y tiene, forma de paradogma, esto nunca lo afectó ya que él expresa “no sentirse re-volucionario ni parte de ninguna new age” (p. 212), la opinión de los demás entonces se volvió se-cundaria. La idea, expresa, es simplemente entregar algo sin errores lógicos, da igual si a veces se forme parte de la filosofía y de otras de la ciencias. Entonces frente a la pregunta ¿cómo se describiría usted mismo?, responde, quizás lo más cercano sería considerarme como un filósofo humanista, el cual –provisto del conocimiento de la época moderna– vuelve nuevamente a la etapa previa a la separación de ciencias naturales y filosofía (p. 213). Entre filosofía y ciencias La idea de Maturana es siempre mantener la coherencias con lo empírico, fundamentar una expe-riencia mediante las coherencias de la misma experiencia, y en ese sentido es científico, ya que él define que el otro bando se dedica a defender principios e ideas, a los cuales denomina como filó-sofos, y en ese aspecto no se siente identificado en lo más mínimo (pp. 213,215). Por ello es que cualquier similitud que se podría encontrar con teorías de otros sujetos, como por ejemplo Kant, no es más que coincidencia, hay en ese punto particular una intersección, pero en todo lo demás en lo que respecta al argumento se estructura de manera completamente distinta” (p. 216). Observaciones de un observador Si bien desde afuera (la opinión de un observador) se nos pueda decir que Maturana pasa por tres etapas fundamentales (i) biólogo, ii) bioepistemólogo y iii) bioético) él mismo dice no estar de acuerdo en que esto sea tan tajante como parece. “En cambio, él afirma que , simplemente, siempre anduvo con un sets de preguntas bajo el brazo, y que siempre tenían relación con lo vivo y lo muer-to” (p. 217). Si bien parezca que su difícil lectura se basa en abstracciones que parezcan invisibilizar las cosas que quiere expresar, pero en vez de eso él expresa que no son abstracciones cualquiera sino “aquellas que han brotado desde las coherencias de lo conocible, ya que el observador especifi-ca los distinguido mediante su propio observar” (p. 219). Puertas de la percepción Gregory Bateson, en su lecho de muerte, expresó que las pautas para comprensión de lo vivo debían esperarse desde Santiago, de un tal Humberto Maturana. Pero él estaba consciente de las tentaciones que puede sufrir una persona que genera fama, considerada pasajera por lo demás, de modo que siempre trato de mantenerse al margen. ______________________________________ _____________________________________27 _
  • 28. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ La imagen adjunta, según la interpretación de Maturana, muestra los cuatro niveles principales de tentación: abajo/derecha, en el personaje que hace cariño en la mano de Jesús, vemos la super-ficialidad (sin compromisos: “mantente al margen y vivirás muchos años”); arriba/derecha, a través de una persona que habla al oído en privado, de-notamos la vanidad (sólo aparentemente supera-da); arriba/izquierda, colocando la corona de es-pinas, está la envidia (la disconformidad consigo mismo que lo lleva a compararse con otro); final-mente abajo/derecha, tomando el manto que viste Jesús, encontramos la certeza (aquello que impide que uno pueda avanzar). Fig. 7: La Coronación de Espinas de Jerónimo Bosch “El Bosco” ______________________________________ _____________________________________28 _
  • 29. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ DEL SER AL HACER los orígenes de la biología del conocer IV ETICA DE UNA TEORÍA ______________________________________ _____________________________________29 _
  • 30. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ I. BIOLOGÍA DEL AMOR (pp. 225-239) Las dos identidades del científico Muchos científicos creen que su actividad es valóricamente neutral. No piensan que sus alcances objetivos lleguen hasta lo ético. Pero Maturana dice no compartir ésta opinión. Él piensa que la ciencia no es un dominio del conocimiento objetivo, sino un dominio del conocimiento que depende del sujeto y que está definido y determinado por una metodología que establece las cualidades del que conoce. No es la ciencia pura la que nos habla, sino que son los científicos quienes nos hablan y que son responsables de sus afirmaciones (p. 225). De este modo se configura la idea de que todo lo dicho por un científico es dicho por él y no por una realidad trascendente, de modo que deberá hacerse cargo de todos los alcances éticos que se mostraran en el mundo en que vive. Salen a la luz entonces dos identidades distintas: “por un lado la tarea de explicar las experiencias (mediante mé-todos generativos) y por otro lado una persona que reflexiona sobre las consecuencia de su hacer” (p. 226). Así como para otros científicos el tema central de fondo podría denotarse como responsabilidad social, en el caso de Maturana reconocemos el amor. Él nos dice que siempre que observemos una conducta que lleva a que uno aparezca como legítimo otro en coexistencia con los demás, estamos hablando de amor (…) se trata de una emoción fundamental que podemos detectar en prácticamen-te todos los seres vivos (en especial en los mamíferos y humanos), y en el devenir de sus relaciones (§226). Ésta cualidad entonces está dada a priori, pero no como verdad que bajó del cielo hacia nuestros cuerpos, sino como resultado del devenir evolutivo que nos presenta una disposición filo-genética específica. En los humanos se manifiesta como aquello que abre la posibilidad de refle-xión y se funda en una forma de percepción que permite visualizar al otro en su legitimidad (Ibíd). Confianza en la existencia Una vez Maturana opinó en una conferencia que el 99% de las enfermedades, o tal vez el 97%, eran producto de la falta de amor. Él propone esto, esencialmente, porque cree que la condición funda-mental de la existencia es la confianza (p. 228), de modo que la congruencia estructural entre un ser vivo y su mundo se basa en una expresión de ésta cualidad; tal es el caso de un bebe al nacer (que confía en que tendrá una madre que lo cuidará), de una oruga al salir de su capullo (que confía en que habrá suficiente néctar en las flores) o de una semilla que está germinando (que confía en que existirá la luz necesaria para poder nutrirse). La dinámica sistémica de un ser humano, si es perma-nentemente negada, se modificará de una manera que destruirá la armonía general y expondrá al cuerpo a exigencias destructivas y a un estrés que llevará a una falta de armonía. Lo que resulta es una propensión creciente a contraer infecciones o dolencias somáticas y también psíquicas (Ibíd). Y es viendo las cosas de ésta manera que nos podremos dar cuenta, explica el biólogo, el por qué “la ambic ión, la desconfianza, la competitividad y el exceso de castigo, como continua negación del otro en convivencia, constituyen una rechazo al amor” (p. 229). Aquel lugar donde haya democracia habrá amor, ya que existirá la posibilidad de conversar, discu-tir y reflexionar en comunidad, y de trabajar entre todos en una tarea que tiene significado para distintas personas (…) (entonces) uno no tiene que disculparse por su existencia o por sus expe-riencias, sino que existe un ámbito de cooperación de carácter social (p. 230). Pero él advierte que éste no es un llamado a luchar por el amor, es decir, tomar partido por el amor y estar en contra de quienes no viven en él, sino sólo a vivirlo y esperar que el otro también quiera tomar partido: por eso no predico el amor, no formulo mandamientos y no recomiendo nada, ni el amor ni la indifere- ______________________________________ _____________________________________30 _
  • 31. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ ncia, ni la amabilidad ni el odio, pero digo que sin amor no hay fenómenos sociales, no hay rela-ciones sociales ni vida social (…) (ya que) la emoción que constituye la vida social no es el odio, el egoísmo o la codicia, no es la competencia o la agresión, sino el amor (p. 231). Si en un grupo de personas no encontramos que sus relaciones se basen en amor, entonces no hay sociedad; ese es el corolario que podemos extraer de sus palabras. Sistemas sociales Desde mi punto de vista no hay contradicción entre el individuo y lo social, ya que una sociedad es una multitud de individuos que conviven sobre la base de una emoción fundamental (p. 232). Dese allí podemos ver cómo Maturana nos comenta que, de ser una sociedad un conjunto de individuos, la autonomía de cada persona es la base para el encuentro de lo social (ya que es un encuentro entre personas), de modo que no podemos pensar que el individuo existe por sí sólo, ni que es un receptor pasivo permeable que sólo digiere lo que la sociedad le entrega para determinarlo. Pueden transfor-marse constantemente, pero eso no quiere decir que pierdan su autonomía sino que simplemente se ponen de acuerdo en el modo de vivir; por ello sociedad es reflexión y no adaptación. Exponer que el individuo es poco importante y que su rol como creador de la sociedad es la compe-tencia es mantenerse ciego ante los fundamentos biológicos de lo humano y sólo buscar que la teo-ría calce con el modelo económico imperante. “Eso es desvalorizar al individuo como creador de cultura y sociedad en base a una emoción fundamental común” (p. 234). La tarea del sociólogo en-tones debería ser un “identificar las emociones fundamentales de las relaciones interpersonales y desde allí averiguar cómo se conforma la vida en comunidad” (p. 235). Podría diferenciar, por ejemplo, entre el homo arrogans, el homo aggresans y el homo amans y, desde allí, ver cuál es la emoción que funda al homo sapiens sapiens como animal que vive en el lenguaje. Concluimos entonces que, para éste biólogo, la fuerza determinante de las estructuras sociales es la emoción y no la razón, entendiendo emoción como disposiciones hacia la acción (Ibíd). Tanto es así, que Maturana nos comenta que él piensa que todo fundamento racional descansa sobre uno no racional, aquello que podríamos llamar las preferencias. Si bien tratamos de justificar nuestra forma de pensar eso siempre viene a posteriori, ya que en el momento fue la emoción la que nos condujo por dicho camino. Diría que los seres humanos son animales emocionales que utilizan su intelecto y su razón para negar emociones o para justificarlas (Ibíd). Pero, aclara, no es un llamado a la desva-lorización de la razón, si no a la búsqueda de un equilibrio: “si bien es la emoción la que funda todo actuar sólo mediante el lenguaje es que nace la consciencia de responsabilidad y, junto con ella, la ética” (p. 236). Ética sin moral Extraemos de lo anterior que toda solución para un conflicto social no nace del uso para con ella misma, sino como lenguaje que busca manejar emociones. El fin del problema llega cuando ambos logran pararse desde la misma base emocional, sin miedo a las diferencias. Deben hacer de ambos dominios uno solo. Luego aparece una aclaración importante: la biología no nos dice lo que debemos hacer, y como biólogo, y por ende como científico, no le digo a nadie cómo debería actuar, eso sería un malen-tendido. En la naturaleza nada es bueno o malo. Las cosas son. Recién en el dominio humano de la justificación o el rechazo de una conducta determinada –o sea, cuando se trata de nuestras pre-ferencias respectivas– aparecen atributos y distinciones valóricas como lo bueno y lo malo (…) como biólogo, por ejemplo puedo afirmar que cuando se interviene el genoma se producen mons- ______________________________________ _____________________________________31 _
  • 32. __________________________________ Del ser al hacer _________________________________ truos. Pero eso no quiere decir que llame a la manipulación genética o que advierta contra ella, sino que simplemente estoy describiendo las consecuencias que resultan de un acto. Y cada uno tiene la libertad de decidir (p. 237). Lo que él busca finalmente no es hacer proselitismo del amor, sino describir y argumentar por qué piensa que el amor es el fundamento de las relaciones sociales. “No pretende generar imperativos morales sobre el cumplimiento del amor ya que de ser así, nos comparte, estaríamos justificando el mero seguimiento de reglas externas sin reflexión ni toma de consciencia del otro, en cambio de proponerse las consecuencias y exponerlo de forma no auto-ritaria, se permite el espacio en el cual cualquier persona puede comenzar a pensar en el otro y no en decálogos o mandatos” (…) la ética se funda en el amor (p. 238). Si hay algo que deseamos que sea, hagámoslo (p. 239). ______________________________________ _____________________________________32 _
  • 33. ________________________ Humberto Maturana y Bernard Pörksen _________________________ ______________________________________ _____________________________________33 _