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1
LAS BEGUINAS:
LA BÚSQUEDA DE UNA RELIGIOSIDAD
LAICA Y FEMENINA EMANCIPADORA
Alumno: José Carlos López García
Sumario: I- Contexto histórico. II- Planteamientos iniciales. III- Las beguinas.
IV- La Iglesia ante el movimiento beguinal. V-Conclusiones. Bibliografía
I- Contexto histórico
El fenómeno social y religioso que protagonizaron grupos de mujeres conocidas
como beguinas debe ser contextualizado debidamente desde distintos ámbitos para la
correcta comprensión de su origen y desarrollo.
Entre los siglos XI y XIII se experimentaron profundas transformaciones
sociales, económicas y culturales que influyeron en las nuevas formas de expresión
espiritual. En este periodo cronológico se produjo un renacer urbano en una sociedad
marcada por su carácter rural que dio lugar a nuevos tipos de relaciones sociales y
económicas, así como a incipientes grupos sociales, como la burguesía. El resultado fue
que paulatinamente la ciudad se convirtió en el núcleo político y económico. Una
ciudad sería aquel núcleo donde sus habitantes desarrollaran actividades en proceso de
expansión como el comercio y la artesanía, y gozaran de una serie de libertades. La
ciudad, por lo tanto, proporcionaba nuevas oportunidades sociales y económicas,
produciéndose un éxodo desde el área rural al área urbana que favoreció el crecimiento
demográfico urbano. Estos cambios no suponían una ruptura con la sociedad feudal, y
pese al anhelo de promoción social que pudiera implicar el asentamiento en la ciudad, la
rígida jerarquización social y política junto a las desigualdades socioeconómicas1
generaron un marco compuesto por burgueses enriquecidos, artesanos y asalariados
cualificados y unas heterogéneas capas populares formadas por una masa de
1
MITRE, E.: Las grandes herejías de la Europa cristiana: (380-1520), Istmo, Madrid, 1983, p. 75
2
trabajadores poco cualificados e inestables que corrían el riesgo de engrosar las filas de
los pobres y de los marginados.2
La cultura se trasladó a la ciudad debido a la preeminencia política y económica
que ésta había adquirido, siendo la universidad la institución académica superior
resultado de esta maduración cultural.3
Debido a las nuevas corrientes culturales e
ideológicas, así como por la posición económica de la burguesía y las innovaciones que
la ciudad ofrecía, los hombres y las mujeres comenzaron a experimentar sed de
conocimientos. Por un lado, nació la figura del intelectual que quería hacer de la cultura
su medio de vida, produciéndose un “renacimiento” filosófico y teológico. Por otro
lado, en la ciudad se desarrollaban una serie de actividades liberales que requerían una
formación especializada o superior.4
A esos factores que influyeron en la religiosidad popular, hay que sumar otro no
menos importante que está relacionado con la consolidación del proceso de reforma de
la Iglesia iniciado a finales del siglo XI, y que supuso una mayor institucionalización y
burocratización5
en torno al núcleo central del poder eclesiástico, Roma, y un refuerzo
de la autoridad de la jerarquía eclesiástica, así como una renovación de las prácticas de
vida monacal (“clunización” del monacato y la posterior reacción cisterciense) y de la
formación del clero secular.6
De este modo, la Iglesia se fortalecía para hacer valer sus
intereses temporales frente a los poderes laicos y para erigirse como faro moral e
ideológico de la sociedad occidental,7
potenciando así su carácter clerical8
y generando
por ello una mayor dicotomía entre clérigos y laicos.
La suma de todos estos factores provocó en los laicos respuestas de carácter
religioso que enriquecieron la espiritualidad y la mística y que rechazaron o trataron de
depurar las fallas de la institución eclesiástica. Esas respuestas desembocaron en
movimientos religiosos que se movieron principalmente en el ámbito urbano.
2
MONSALVO, J. Mª: Las ciudades europeas del Medievo, Síntesis, Madrid, 1997, pp. 284-285
3
RÁBADE OBRADÓ, Mª P.: Las universidades en la Edad Media, Arco Libros, Madrid, 1996, p. 7
4
RÁBADE OBRADÓ, Mª P.: op. cit., pp. 9-13
5
MITRE, E.: op. cit, p. 73
6
AA.VV.: Historia de la Edad Media, Ariel Historia, Barcelona, 2006, pp. 193-195
7
AA.VV.: op. cit., p. 192
8
MITRE, E.: op. cit, p. 73
3
Como decíamos, la ciudad estuvo marcada por acusadas desigualdades sociales
y económicas que obligaron a crear organismos de asistencia por parte de las
autoridades civiles o eclesiásticas para hacer frente a unas situaciones de pobreza que en
líneas generales era aceptada con resignación. El pobre, en ocasiones despreciado, no
era más que un instrumento de salvación para el rico bienhechor a través de la práctica
de la caridad.9
Sin embargo, entre la sociedad urbana, incluida la opulenta burguesía, se
comenzó a sublimar la pobreza hasta el punto de abrazarla de forma voluntaria tras
renunciar a los bienes materiales con el fin de imitar a Cristo. Aparecieron individuos o
grupos que reclamaban el valor absoluto y literal de los evangelios, materializándose en
una forma de vida “apostólica” marcada no solo por la pobreza, sino por la piedad, la
penitencia, el ascetismo y la comunidad de los bienes, pero sin vivir al margen del
siglo.10
Este ideal de vida se originaría en paralelo al auge del comercio y a la difusión
de una moral que justificaba la acumulación de riquezas.11
En este contexto de nuevas corrientes espirituales e ideales de vida, se fueron
configurando grupos que se moverían entre la ortodoxia y la heterodoxia y entre la
institucionalización y la no institucionalización. La Iglesia no podía oponerse a un ideal
de vida de pobreza que se apoyaba en principios evangélicos, pero hasta las órdenes
religiosas (franciscanos y dominicos) surgidas como consecuencia en este contexto
social y religioso estuvieron en un principio bajo sospecha. La sospecha radicaba en las
consecuencias sociales o políticas que estos movimientos pudieran acarrear.
La línea entre la ortodoxia y la heterodoxia no estaba todavía muy definida, por
lo que las acusaciones de herejía recayeron, más que en un ideal de vida o en la
discusión de un dogma, en las transgresiones de las normas jurídicas, la disciplina y la
organización eclesiástica, dicho de otro modo, en la obediencia a las autoridades
eclesiásticas.12
Los individuos o los grupos acusados de herejes se caracterizarían por
una feroz crítica y oposición a la jerarquía eclesiástica, motivada por su falta de
ejemplaridad,13
que derivaría en posiciones al margen de la autoridad de la Iglesia y en
la defensa y práctica de una relación directa con Dios sin la necesidad de la mediación
9
MITRE, E.: op. cit, pp. 76-77
10
BOTINAS I MONTERO, E.: Les beguines: la raóil.luminada per amor, Publicacions de l'Abadia de
Montserrat, Barcelona, 2002, pp. 18-23
11
MITRE, E.: op. cit, p. 79
12
MITRE, E.: op. cit, p. 80
13
MITRE, E.: op. cit, p. 82
4
de los clérigos.14
Franciscanos y dominicos acabarían siendo aprobados e integrados en
el seno de la Iglesia como canalizadores de los nuevos ideales religiosos para
contrarrestar la subversión de los grupos opuestos a la autoridad eclesiástica.15
Otra característica de esta “primavera” espiritual es que promovió un menor
desprecio de la mujer en una sociedad que las consideraba inferiores fisiológicamente y
espiritualmente. Desde mediados del siglo XII se potenciaría la espiritualidad mariana y
la exaltación de la santidad femenina, sin embargo, la mujer siguió socialmente en una
posición de inferioridad.16
Aquellos grupos que traspasaron las líneas de la ortodoxia
tuvieron en la mujer a uno de sus principales soportes y protagonistas. Promovieron la
igualdad entre sus miembros independientemente de su sexo, no rechazando la
superioridad moral o intelectual de las mujeres. El movimiento beguinal fue uno de los
principales protagonistas de la dignificación de la mujer en ese periodo de
transformaciones sociales, económicas, religiosas y culturales del cual forma parte.
II- Planteamientos iniciales:
En el apartado anterior hemos desarrollado de forma general, pero tratando de no
obviar ningún aspecto, el contexto histórico en el cual vivieron las beguinas. En este
apartado queremos trazar una serie de líneas que nos permitirán comprender con más
profundidad el interior o el alma de este movimiento desde una perspectiva de género.
Una vez entendida esa perspectiva, expondremos la historia de las beguinas, prestando
para ello atención a su origen y localización geográfica, a sus formas de vida y a su
espiritualidad.
La vida monástica era parte de la religiosidad oficial y una vía de escape para
aquellas mujeres que querían evitar una vida laica y familiar no deseada o para aquellas
que no se hubieran casado o hubieran enviudado.17
La propia sociedad feudal y
patriarcal que las obligaba al matrimonio y a la procreación ofrecía una salida que
formaba parte de esa misma sociedad, pues las reglas monacales habían sido elaboradas
14
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 20
15
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 21
16
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 22-23
17
SEGURA GRAIÑO, C.: « La religiosidad de las mujeres en el Medievo castellano », Santes, monges i
fetilleres,Univeristat de València, 1991, p. 57
5
por hombres y el monasterio dependía de una autoridad eclesiástica superior
exclusivamente masculina, independientemente de que la autoridad interna del
monasterio fuera una mujer. El monacato también era sinónimo de reclusión, por lo que
la huida de la vida laica en busca de libertad no se traducía en libertad.
Las beguinas lograron esa emancipación femenina que anhelaban a partir de una
religiosidad espontánea y propia, individual y laica, y dotada de libertad por no estar
recluidas ni sometidas a una regla.18
La mujer invadió así un terreno que le estaba
vedado cuando sin interferencias masculinas comenzó a tejer y a expresar un
pensamiento religioso de mujeres y para mujeres.19
Se trataría, por lo tanto, de una
reacción femenina desde dentro de su fe, no contra la misma,20
pues en una sociedad
que giraba en torno a la religión hubiera sido impensable una reacción desde fuera de la
cosmovisión religiosa.
Inscritas a la cultura de la pobreza literal y simbólica, estas mujeres laicas
abrazarán el camino de Cristo desde una experiencia espiritual que conduciría a algunas
de ellas al misticismo.21
Estas mujeres buscarían la unión completa con lo divino (el
amor) y sin intermediarios para alcanzar la paz. Para ello alimentarían una espiritualidad
de despojamiento, de anonadamiento, de búsqueda de un abismo que las conduciría a la
pobreza simbólica, estado divino en el cual sus almas serían libres.22
La espiritualidad femenina propia se basaba en las inquietudes vitales de estas
mujeres, pero estuvieron influenciadas por las corrientes teológicas y literarias de su
tiempo. Las referentes de este movimiento bebieron de la invitación que planteó el
Císter a descubrir el “hombre interior” y a experimentar una experiencia humana carnal
y espiritual con el fin de unirse con Dios, acudiendo a la literatura cortés y trovadoresca
para elaborar su discurso.23
Estamos, pues, ante unas mujeres con cierto nivel cultural y
teológico, bien porque su origen familiar fuese privilegiado (noble o burgués), bien
porque hubiesen estudiado en un convento o en el seno de un beguinato. Son mujeres
18
SEGURA GRAIÑO, C.: art. Cit., pp. 59-60
19
SEGURA GRAIÑO, C.: art. Cit., p. 55
20
MITRE, E.: op. cit, p. 73
21
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: La mirada interior. Escritoras místicas y visionarias en la Edad Media, Eds.
Martínez Roca, Barcelona, pp. 13-14
22
GARÍ, B.: « La vida del espíritu », Las Relaciones en la historia de la Europa medieval, Tirant
loBlanch, 2006, pp. 260-261
23
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. Cit., pp. 13 y 15
6
que crean cultura y que la hacen circular, necesitan expresarse. Y para ello recurrirán
tanto a la escritura como a la oralidad. A través de cartas y poemas, o de conversaciones
privadas o en público, expresarán sus ideas a toda aquella persona que quisiera
impregnarse de su santidad y espiritualidad laica.
Las principales místicas y escritoras asociadas a la espiritualidad para mujeres se
expresaban además en la lengua del pueblo, en las lenguas vernáculas, lo que las
convirtió al mismo tiempo en mujeres populares de cara a sus seguidores y temidas para
la autoridad eclesiástica. No solo rehusaban de tener mediadores entre el clero
masculino para relacionarse con Dios, sino que se atrevían a “predicar” sus enseñanzas
e ideales. Ese rechazo a la mediación no las convertía en enemigas acérrimas de los
otros movimientos u órdenes mendicantes. Mantuvieron en líneas generales una
especial conexión con el Císter,24
así como con distintas corrientes como el Libre
Espíritu.25
Al fin y al cabo no eran un movimiento homogéneo, definido por un cuerpo
común de ideas o reglas, sino que vivía en el mundo y se relacionaba con el mundo,
pero marcando las distancias con aquellas instituciones que las anulaba como
individuos, la institución de la familia y la institución eclesiástica. Numerosos monjes,
místicos y predicadores itinerantes se dejaron conquistar espiritualmente por estas
mujeres, siendo correspondidas por ellas, de modo que mutuamente se enseñaban, se
aconsejaban y se enriquecían espiritualmente, pero en un plano de igualdad, sin que la
diferencia de género fuese un obstáculo. Como luego veremos, el Císter estimuló las
asociaciones privadas de mujeres religiosas y su incorporación legal a su Orden cuando
el peligro de la condena y la persecución todavía seguía rondando sobre ellas.
Posteriormente aportaremos más apuntes de la espiritualidad de las beguinas a
partir de casos concretos, aunque nuestra intención en estas líneas era relacionar la
experiencia religiosa laica con la búsqueda de sí misma y la superación por parte de la
mujer en el interior de una sociedad que la ata a unos roles concretos y que la excluye
de determinados ámbitos monopolizados por el hombre.
24
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 18
25
MITRE, E.: op. cit, p. 214
7
III- Las beguinas
III.1- Cronología y ámbito geográfico:
El movimiento beguinal aparece en las últimas décadas del siglo XII en torno a
Flandes, Brabante y Renania, pero ya en el siglo XIII se habría extendido por todo el
continente europeo occidental,26
incluida la Península Ibérica.
Además de la explicación ya expuesta, se barajan otros factores que
contribuyeron a la aparición de las beguinas. Hay quien ha planteado la posibilidad de
que existiera una superpoblación femenina entre los siglos XII y XIII, y en concreto un
elevado porcentaje de mujeres viudas y solteras.27
Ese elevado número de viudas ha
sido asociado por algunos autores al fenómeno cruzado, siendo pues viudas de
caballeros cruzados aquellas que comenzaron a agruparse para llevar una vida de
castidad y piedad sin votos religiosos.28
III.2- Organización y formas de vida:
Las beguinas podían vivir en solitario, en pequeños grupos entre dos y cinco
beguinas, o formando grandes comunidades agrupadas en un conjunto de casas de
pobreza que actuarían como repositorios de espiritualidad.29
En esas comunidades se
tejían unas relaciones familiares de tipo espiritual, y aunque en ocasiones existieran
lazos familiares de sangre, la relación espiritual se sobreponía a ésta.30
Podían ser
comunidades estables o puntuales, aunque no hubo una norma general para el conjunto
del territorio europeo. En el centro de Europa sí que fue común la existencia de grandes
comunidades, al contrario que en la Europa mediterránea.31
Fueron un movimiento
interclasista y heterogéneo en todos sus ámbitos, pues sus medios de vida también
fueron variados. Aquellas beguinas de origen noble o patricio podían mantener su
patrimonio y su autonomía económica con el fin de mantenerse a sí mismas o mantener
a la comunidad a la cual pertenecieran. Recibieron también el apoyo solidario de la
sociedad, hasta el punto de que algunos nobles o burgueses legaban parte de su herencia
26
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 25
27
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 29
28
MITRE, E.: op. cit, p. 214
29
NIETO, D.: « « Quispiritus ambo suntunum ». La red de espiritualidad beguina del Languedoc a inicios
del siglo XIV » ,Redes femeninas de promoción espiritual (s. XIII-XVI), Viella, Roma, 2013, p. 166
30
BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 116
31
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 30 y pp. 32-33
8
a las beguinas, y recibieron contraprestaciones por los servicios espirituales que
ofrecían. Incluso hubo reinas, como la reina Violante de Bar, segunda esposa de Juan I
de Aragón, que contribuyeron económicamente al sostén de algunas de estas mujeres
por simpatizar con su forma de vida.32
Aun así, desarrollaron actividades económicas para su sustento, como tejer o
coser, y, en el caso de aquellas que tuvieran una mayor formación cultural, escribir o
pintar. Sin embargo, las beguinas más humildes podían recurrir a la mendicidad o a las
instituciones caritativas oficiales para salir adelante.33
Como mujeres integradas en el mundo e impregnadas de una profunda
admiración por los valores evangélicos, llevaron a cabo numerosas actividades
caritativas como la asistencia a enfermos o a presos y la instrucción de niñas,34
las
cuales muchas de ellas crecerían al calor de un beguinato y se unirían a él de adultas.
Como ya hemos apuntado, las místicas más destacadas entre el movimiento beguinal
desarrollaron una intensa actividad literaria y predicadora. Fueron, por lo tanto, mujeres
con mucha movilidad debido a que viajaban o participaban en peregrinajes35
mientras
difundían sus ideas y formas de vida, aunque en ocasiones los viajes eran forzados
debido a la persecución inquisitorial. Pese a los límites que imponía sobre la mujer la
sociedad patriarcal, aquellas que se dedicaron a la vida religiosa dispusieron de más
movilidad.36
Independientemente de estas actividades económicas, asistenciales o
intelectuales, la vida de las beguinas giró en torno a su búsqueda espiritual de forma
individual, adoptando de forma voluntaria y personal37
una vida sencilla, casta y
piadosa según unos radicales principios evangélicos, aunque no se trataban de votos
perpetuos. Distinguidas por su hábito humilde en el vestir, no establecieron estructuras o
pirámides jerarquizadas entre ellas, aunque algunas miembros contaran con cierta
autoridad38
por su espiritualidad o sabiduría. El beguinaje se configuró como un lugar
32
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 33-35
33
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 35-37
34
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 53
35
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 54
36
BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 63
37
NIETO, D.: art. Cit., p. 164
38
NIETO, D.: art. Cit., p. 164
9
donde desarrollar nuevas formas de relación entre mujeres al margen de la autoridad
masculina, siendo la solidaridad el centro de su relación.39
De este modo crearon unos
lazos de hermandad o de maternidad que trascendieron el aspecto biológico y los lazos
de sangre.40
III.3- La espiritualidad de las beguinas: Las experiencias de Hadewijch de
Amberes y de Margarita Porete
Las vidas de Hadewich de Amberes y Margarita Porette ilustran lo que hemos
venido exponiendo a lo largo del trabajo, que del movimiento beguinal surgieron
experiencias radicales de autonomía femenina, tanto en materia vital como espiritual, e
impulsoras de la literatura en lengua vernácula. El repaso de sus vidas también nos
permitirá introducir el último apartado de este trabajo, en el cual expondremos cómo
reaccionó la Iglesia ante el movimiento beguinal y cómo se relacionó con él.
Hadewijch, natural de Amberes (Bélgica), nació alrededor del año 120041
y
como ella misma reconoce a partir de los diez años comenzó su ardor por “el amor más
violento”.42
Al parecer fue la maestra o guía espiritual de un grupo de mujeres hasta que
las abandonó y huyó por temor a ser arrestada o desterrada.43
A Hadewijch se le ha
podido conocer, principalmente, por los poemas y cartas donde inmortaliza sus
experiencias visionarias, y que según Garí y Cirlot, comenzó a redactar a partir de los
treinta del siglo XIII en su lengua materna, el neerlandés-medio.44
Influenciada por el tema, imágenes y métrica características de la literatura
cortés,45
Hadewijch desarrolla una “mística de la experiencia” que trata de superar todo
intermediario y cuyo fin es caer en el abismo de la divinidad, es decir, lograr la unión
con la divinidad de modo que se experimente un tipo de amor que engulle a la persona.
Este desprendimiento provocaría una independencia y una libertad tan elevadas que
para la sociedad resultaría inaceptable, además de contradictoria, pues a través de este
39
BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 115
40
BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 116
41
OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en la Catalunya Medieval: Santa Maria de Valldaura
(1241-1399), Universitat de Barcelona, 2006, p. 93
42
HADEWICH: El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de Amberes, edición de María Tabuyo, ed.
Trotta, Madrid, 1999, p. 26
43
OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en la Catalunya Medieval: Santa Maria de Valldaura
(1241-1399), Universitat de Barcelona, 2006, p. 93
44
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 77
45
HADEWICH: El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de Amberes, edición de María Tabuyo, ed.
Trotta, Madrid, 1999, p. 26
10
tipo de experiencias se sería capaz de conciliar contemplación e integración en el
mundo.46
Esa libertad no solo sería vital, también espiritual e intelectual. Las figuras e
imágenes bíblicas serán empleadas según su experiencia, según Cirlot y Garí, “sin
ataduras”.47
Esa forma de proceder en el uso de las Escrituras generaría un recelo doble,
pues no hay que olvidar que no es un hombre quien está interpretando la Biblia. Pero la
Biblia no será la única fuente de la escritora y mística de Amberes, la tradición
cisterciense como San Agustín, así como Escoto Erígena, entre otros, completan las
influencias de su escritura.48
Desde una perspectiva en ocasiones neoplatónica, y mostrando al amor, la
belleza y la libertad como un tridente que carecería de sentido si no estuvieran
relacionadas entre sí, Hadewijch expresa su deseo y muestra su maestría49
en el
transcurrir hacia la unión con el amado, Dios. Una unión que no da lugar a confusiones,
en las que se distinguen contemplador y contemplado,50
pese a que el yo y el tú pierdan
sentido una vez se cae en el abismo y el ser conecta con la divinidad que reside en el
interior y se llega a ser “lo que Dios es”.51
Los datos que se tienen de Margarita Porete, beguina francesa nacida hacia 1260
en Valenciennes,52
proceden de las actas de la Inquisición, ya que fue perseguida a
principios del siglo XIV por su tratado de mística escrito en francés53
el Espejo de las
almas simples, obra que tendría un fin didáctico para que su experiencia sirviera a otras
almas que trataran de liberarse.54
Antes de su fatal final, el obispo de Cambrai condenó
y mandó quemar en la plaza pública de la ciudad de Valenciennes, con Margarita
presente, su libro, y además le prohibió escribir y predicar sus ideas bajo amenaza de
excomunión.55
Este acontecimiento nos localiza la influencia inicial de esta autora en el
norte de Francia. Su ciudad natal fue desde principios del siglo XIII un enclave beguinal
porque los obispos del momento favorecieron la formación de grupos de mujeres
46
HADEWICH: op. cit., pp. 12-19
47
HADEWICH: op. cit., p. 22
48
HADEWICH: op. cit., pp. 22-23
49
HADEWICH: op. cit., pp. 23,25,26
50
HADEWICH: op. cit., p. 21
51
HADEWICH: op. cit., p. 13
52
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 229
53
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 232
54
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 237
55
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 224
11
religiosas al margen del monasterio. Así pues, Margarita crecería y adquiriría una
notable formación en este ambiente.56
Tras esa primera condena, Margarita no se retractó y siguió adelante con la
difusión de sus ideas, hecho que provocó que el obispo la detuviera en 1308. Sin
embargo, el caso de Margarita adquiere gran interés y sería juzgada por el mismo
inquisidor general del reino, el dominico Guillermo de París.57
Durante su encarcelación
Margarita permaneció en silencio al negarse a retractarse, situación que inclinó a la
asamblea que la juzgaba a excomulgarla y a condenar su libro como herético,58
y
finalmente a condenarla a la hoguera, ejecución que tuvo lugar en París en 1310.59
Un
año después se iniciaría el Concilio de Vienne, y pese a haber sido ya condenada su
obra y ejecutada, el movimiento beguinal y la herejía del Libre Espíritu fueron
condenados en el mismo. Según Cirlot y Garí, las decisiones tomadas en Vienne
guardan una estrecha relación con el juicio a Margarita, ya que los mismos teólogos que
la juzgaron, definieron a la herejía del Libre Espíritu a partir de las tesis de su libro,60
lo
que reafirma la gran preocupación que suscitaron sus enseñanzas.
Al igual que Hadewijch, los escritos místicos de Margarita proceden de su
experiencia personal. En ellos describe los caminos a través de los cuales el alma se
liberará, quedando el alma anonadada. Margarita reconoce que estuvo buscando a Dios
hacia fuera, en su creación, pero que no logró ver a Dios como deseaba. Por ello pensó
por sí misma y consideró que debía buscar a Dios en su interior. El reflejo de Dios no lo
hallaría en el espejo del mundo, sino en su interior, el cual será reflejado a través de su
escritura. Poniendo por escrito sus anhelos e inquietudes interiores trataría de anonadar
su alma para alcanzar la libertad o unión mística, en definitiva, el amor.61
Un amor que
se situaría por encima de la ley, no contra ella, pues el anonadamiento del alma
eliminaría toda preocupación por la condena y la salvación.62
Por último, señalar que se ha planteado que Margarita fuera una copista
profesional que prestara sus servicios a abadías cistercienses, debido a la autonomía y
capacidad que demostró para elaborar libros. La relación con el Císter no se reduciría a
56
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 229
57
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 225
58
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 226
59
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 223
60
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 228
61
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 236-237
62
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 238-239
12
una posible relación profesional, ya que en la abadía de Villers encontró monjes que
aprobaron su obra.63
Y es que pese a la condena que padeció, su obra circuló por
numerosos monasterios y conventos entre los siglos XIV y XV, siendo traducida al
inglés, al italiano y al latín.64
IV- La Iglesia ante el movimiento beguinal
Es más que evidente que el movimiento de las beguinas no fue homogéneo y que
encontró apoyos y detractores en distintas esferas de la Iglesia. Ello dio lugar a que
según la zona las beguinas tuvieran relación con una orden mendicante determinada o
con algún movimiento herético concreto. Según la situación que se diera, el recelo o
impulso inicial de estas comunidades, dependiendo de la autoridad eclesiástica de turno,
derivaría hacia la asimilación o hacia la condena. La asimilación de comunidades
beguinales provocaría la distinción entre “beguinas buenas” y “beguinas malas”, siendo
las segundas condenadas por los obispos y por la Iglesia en su conjunto en el Concilio
de Vienne (1311-1312).
La Iglesia, en el contexto de expansión de los movimientos de pobreza, trató de
canalizarlos con el fin de que no se organizaran al margen de la Iglesia y
desobedecieran su autoridad. Los movimientos femeninos independientes, en especial,
inquietaron a la Iglesia por su carácter místico,65
por lo que además de combatirlos trató
de integrarlos en alguna orden religiosa con el fin de eliminar su independencia y
contrarrestar sus posibles desviaciones.66
Las beguinas, estuvieran más o menos al margen, siempre tuvieron buena
relación con dominicos y franciscanos, pues entre ellos hubo frailes que simpatizaron
con ellas y con las que compartieron consejos. Ello facilitó la integración de muchas
comunidades beguinales bajo las reglas de las ramas femeninas que en respuesta a este
panorama de religiosidad femenina surgieron en el seno de las órdenes mendicantes.
Antes veíamos que hubo obispos que facilitaron la implantación de beguinatos
en sus territorios, pero también las autoridades civiles se prestaron a ello. En 1445, el
63
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., pp. 231-232
64
CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., pp. 248-249
65
OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 71
66
OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 115
13
Consell de Orihuela autorizó a un grupo de mujeres retirarse como beguinas en unas
celdas construidas en la ermita de San Miguel, siendo su superiora, según Hinojosa, la
esposa del comendador de Aledo, lo que nos da a entender que dicha mujer, aun estando
casada, participaba de la espiritualidad beguinal. Dicho beaterio, además, adquiriría la
regla de las clarisas,67
de todos modos hay que señalar que la aparición de esta
comunidad con permiso de la autoridad civil se produjo en un periodo en el que el
movimiento estaba más que controlado y sometido por la Iglesia, pues ya había perdido
ese vigor que le había convertido en una amenaza para las estructuras patriarcales.
El siguiente caso muestra la asimilación hacía las constituciones dominicas de
un beaterio en Zamora. A principios del siglo XIII se había constituido un monasterio
dominico y, en el mismo contexto religioso, a partir de una iniciativa privada se formó
un pequeño grupo de mujeres viudas que en un recinto particular se retiraron para llevar
una vida de oración. Hacia 1258 la impulsora de este beaterio solicita, con buenos
resultados, que el papa Alejandro IV les permita integrarse en la orden dominica. Esta
integración, sin embargo, no resultó ser tranquila, ya que las nuevas monjas se negaban
a estar bajo obediencia del obispo, desatándose una serie de actos rebeldes que fueron
apoyados por los hermanos dominicos.68
Como parte activa del furor espiritual laico del siglo XIII, las mujeres laicas que
llevaban una vida religiosa no fueron ajenas a las corrientes heréticas. En algunos casos,
algunas beguinas serían consideradas ideólogas de algunas de estas corrientes.
Anteriormente veíamos la relación que vieron los teólogos entre Margarita Porete y el
Libre Espíritu en el norte de Francia. Pero en Milán se dio la misma situación en el año
1300 cuando, tras veinte años muerta, Guillerma de Bohemia fue condenada por ser
acusada de crear el movimiento del Libre Espíritu llamado “los guillermitas”.69
El Libre
Espíritu, ya de por sí un movimiento poco definido, era de tendencia panteísta y
neoplatónica. Aseguraban ser Dios al reproducirse en ellos el milagro de la
Encarnación,70
idea que nos lleva de nuevo a Margarita Porete y a Hadewijch cuando
tratan de encontrar el carácter divino que uno mismo alberga en su interior. A partir de
estas ideas se mostrarían contrarios a la autoridad eclesiástica y a su papel de
67
HINOJOSA MONTALVO, J.: “Ermitas, conventos y cofradías en tierras de Alicante durante la Edad
Media”, Anales de la Universidad de Alicante, nº 8, Alicante, 1990-1991, p. 267
68
BUENO DOMÍNGUEZ, Mª L.: “Santa María de las Dueñas de Zamora, ¿beguinas o monjas? El
proceso de 1279”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 20, Universidad de Sevilla, 1993, pp. 85-106
69
OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 71
70
MITRE, E.: op. cit, pp. 207-208
14
mediadores para alcanzar la salvación, por lo que esta postura, junto a su mística, fue
determinante para ser condenados en el Concilio de Vienne.
Gracias al trabajo de Delfi Nieto hemos conocido la relación del movimiento
beguinal con el franciscanismo tanto institucionalizado como radical en el Languedoc.
Según Delfi Nieto, en las ciudades en las que había un convento franciscano forjaron
relación con laicos ajenos a la orden en busca de una nueva experiencia espiritual, como
era el caso de las mujeres que integraban el movimiento beguinal.71
Este nexo daría pie,
seguramente, a que numerosos beaterios acabaran adoptando la regla de las clarisas,
como el caso antes citado en el sur del Reino del Valencia. Sin embargo, los
espirituales, rama radical del franciscanismo, tuvieron repercusión en un terreno tan
propicio como azotado por la herejía como fue el sur de Francia. Pedro Juan de Olivi
fue uno de los franciscanos que en el sur de Francia cuestionó el camino que había
tomado la orden franciscana al temer que estuviera alejándose de su ideal. Sus escritos
circularon entre las comunidades beguinas, pasando a ser sus ideas un sustrato más de la
efervescencia espiritual, en palabras de Delfi Nieto, de este tipo de grupos.72
En
Cataluña también se daría esa vinculación entre beguinas y franciscanos radicales, como
es sabido gracias a los cánones del concilio celebrado en Tarragona en 1317.73
La fuerza del movimiento inquietó tanto a las autoridades eclesiásticas, que
antes de ser condenadas en Vienne ya fueron investigadas en 1274 en vísperas del
Concilio de Lyon. Los teólogos y obispos que elevaron al papa informes sobre las
beguinas denunciaron sus traducciones de la Biblia en lengua francesa y los errores en
los que incurrían esas traducciones, además de su rechazo a la autoridad del sacerdote y
del marido. Pero no fue hasta Vienne cuando se produjo una condena firme contra las
beguinas por su condición de herejes, siendo la excomunión la pena que aplicarían
contra ellas. Fue en este concilio cuando surge la clara distinción entre “beguinas
malas” y “beguinas buenas”, pues se determinó que las segundas sí podían vivir juntas
y llevar una vida de penitencia.
La condena establecida en Vienne no entró en vigor hasta 1317, durante el
pontificado de Juan XXII, momento en el que se desencadenó una persecución contra
71
NIETO, D.: art. cit., p. 164
72
NIETO, D.: art. Cit., p. 153
73
BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 30
15
las beguinas en Francia y Alemania.74
La Inquisición no procedió contra ellas
condenando al conjunto de una comunidad, sino que las persiguió y condenó
individualmente,75
como en el caso de Margarita Porete. Aun así la Iglesia consiguió
empujar a las comunidades hacia la desintegración,76
contando para ello con el apoyo de
unas autoridades municipales que facilitaron la desintegración de beguinatos, al prohibir
el ingreso de nuevas miembros e induciéndolas a prestar su labor solidaria en los
hospitales municipales.77
Fue en este contexto cuando la Iglesia también aumentó las
presiones para que las beguinas se integraran en una orden, es decir, dentro de la
estructura oficial de la Iglesia. Ello supuso que mediante la reclusión en el convento las
beguinas perdieran su estilo de vida autónoma y activa.78
V- Conclusiones
Estas mujeres medievales, tomando las palabras de María-Milagros Rivera,
crearon vías de acceso al control de su cuerpo a través de la religiosidad, codificando
en un lenguaje espiritual la definición del cuerpo femenino.79
El movimiento beguinal y
su espiritualidad fueron una expresión de resistencia ante un sistema patriarcal que
recluía a la mujer en los roles reproductivos en el seno de una familia heterosexual. Para
escapar de ese sistema se organizaron de forma solidaria en una gran familia que
trascendía los lazos de parentesco, pues los lazos que establecieron las beguinas no
ataban, al contrario, les fortalecía de cara a la búsqueda de la libertad individual y
colectiva como mujeres.
El hombre fue el sujeto del cual quisieron escapar estas mujeres. Y pese a
encontrar apoyos en hombres entregados al ideal de pobreza mendicante que se
relacionaron con ellas desde una posición de igualdad, incluso obispos que no se
opusieron a su organización, fue el hombre, encarnado en jerarquía eclesiástica o en
frailes mendicantes adictos a la institución, quien acabó por denunciarlas, reprimirlas y
74
BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., pp. 66-67
75
BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 69
76
BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 71
77
BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 73
78
BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 74
79
RIVERA, Mª M.: “Parentesco y espiritualidad femenina en Europa. Una aportación a la Historia de la
subjetividad”, Santes, monges i fetilleres,Univeristat de València, 1991, p.31
16
someterlas. Y es que las beguinas traspasaron barreras e invadieron espacios en los que
el hombre no iba a permitir la intromisión femenina. La principal barrera que
traspasaron fue su resistencia a la autoridad y mediación del sacerdote, escapando así al
control de la Iglesia oficial. Y los espacios vedados que invadieron fueron el de la
predicación y la enseñanza religiosa, tareas que solo pertenecían al varón religioso, ni
tan siquiera al varón laico. Desobedecer a la Iglesia y al hombre fue la “herejía” de estas
mujeres, independientemente de que sus ideas fueran más o menos ortodoxas. Y es que
aunque la espiritualidad fue la puerta a través de la cual escaparon del sistema
patriarcal, en esa espiritualidad no reconocían a una Iglesia que igualmente formaba
parte del sistema que las oprimía.
Estas mujeres representaron un lenguaje vivo, en movimiento e integrado en el
mundo, sin entrar en conflicto con una vida contemplativa y espiritual. Conjugaron
ambos estilos de vida para hallar la libertad absoluta, la libertad en sí, como mujeres
dueñas de sus almas y de sus cuerpos. Según María-Milagros Rivera fueron feministas
antes de que este término fuera acuñado, ya que la razón del feminismo no es más que
no aceptar la subordinación del sexo masculino.80
80
RIVERA, Mª. M.: art. cit., p.47
17
Bibliografía
AA.VV.: Historia de la Edad Media, Ariel Historia, Barcelona, 2006, 374 pp.
BOTINAS I MONTERO, E: Les beguines: la raó il.luminada per amor, Publicacions
de l’Abadia de Montserrat, Barcelona, 2002, 186 pp.
BUENO DOMÍNGUEZ, Mª L.: “Santa María de las Dueñas de Zamora, ¿beguinas o
monjas? El proceso de 1279”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 20, Universidad
de Sevilla, 1993, pp. 85-106
CIRLOT, V.: La mirada interior: escritoras místicas y visionarias en la Edad Media,
Martínez Roca, Barcelona, 1999,317 pp.
GARCÍA-OLIVER, F.: Santes, monges i fetilleres, Universitat de València, 1991, 292
pp.
HADEWIJCH: El lenguaje del deseo, Trotta, Madrid, 1999, 153 pp.
HINOJOSA MONTALVO, J.: “Ermitas, conventos y cofradías en tierras de Alicante
durante la Edad Media”, Anales de la Universidad de Alicante, nº 8, Alicante, 1990-
1991, pp. 257-300
MITRE, E.: Las grandes herejías de la Europa cristiana: (380-1520), Istmo, Madrid,
1983, 395 pp.
MONSALVO, J. Mª: Las ciudades europeas del Medievo, Síntesis, Madrid, 1997,
352pp.
OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en la Catalunya Medieval: Santa Maria
de Valldaura (1241-1399), Universitat de Barcelona, 2006
RÁBADE OBRADÓ, Mª P.: Las universidades en la Edad Media, Arco Libros,
Madrid, 1996, 65 pp.

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José Carlos López García - LAS BEGUINAS

  • 1. 1 LAS BEGUINAS: LA BÚSQUEDA DE UNA RELIGIOSIDAD LAICA Y FEMENINA EMANCIPADORA Alumno: José Carlos López García Sumario: I- Contexto histórico. II- Planteamientos iniciales. III- Las beguinas. IV- La Iglesia ante el movimiento beguinal. V-Conclusiones. Bibliografía I- Contexto histórico El fenómeno social y religioso que protagonizaron grupos de mujeres conocidas como beguinas debe ser contextualizado debidamente desde distintos ámbitos para la correcta comprensión de su origen y desarrollo. Entre los siglos XI y XIII se experimentaron profundas transformaciones sociales, económicas y culturales que influyeron en las nuevas formas de expresión espiritual. En este periodo cronológico se produjo un renacer urbano en una sociedad marcada por su carácter rural que dio lugar a nuevos tipos de relaciones sociales y económicas, así como a incipientes grupos sociales, como la burguesía. El resultado fue que paulatinamente la ciudad se convirtió en el núcleo político y económico. Una ciudad sería aquel núcleo donde sus habitantes desarrollaran actividades en proceso de expansión como el comercio y la artesanía, y gozaran de una serie de libertades. La ciudad, por lo tanto, proporcionaba nuevas oportunidades sociales y económicas, produciéndose un éxodo desde el área rural al área urbana que favoreció el crecimiento demográfico urbano. Estos cambios no suponían una ruptura con la sociedad feudal, y pese al anhelo de promoción social que pudiera implicar el asentamiento en la ciudad, la rígida jerarquización social y política junto a las desigualdades socioeconómicas1 generaron un marco compuesto por burgueses enriquecidos, artesanos y asalariados cualificados y unas heterogéneas capas populares formadas por una masa de 1 MITRE, E.: Las grandes herejías de la Europa cristiana: (380-1520), Istmo, Madrid, 1983, p. 75
  • 2. 2 trabajadores poco cualificados e inestables que corrían el riesgo de engrosar las filas de los pobres y de los marginados.2 La cultura se trasladó a la ciudad debido a la preeminencia política y económica que ésta había adquirido, siendo la universidad la institución académica superior resultado de esta maduración cultural.3 Debido a las nuevas corrientes culturales e ideológicas, así como por la posición económica de la burguesía y las innovaciones que la ciudad ofrecía, los hombres y las mujeres comenzaron a experimentar sed de conocimientos. Por un lado, nació la figura del intelectual que quería hacer de la cultura su medio de vida, produciéndose un “renacimiento” filosófico y teológico. Por otro lado, en la ciudad se desarrollaban una serie de actividades liberales que requerían una formación especializada o superior.4 A esos factores que influyeron en la religiosidad popular, hay que sumar otro no menos importante que está relacionado con la consolidación del proceso de reforma de la Iglesia iniciado a finales del siglo XI, y que supuso una mayor institucionalización y burocratización5 en torno al núcleo central del poder eclesiástico, Roma, y un refuerzo de la autoridad de la jerarquía eclesiástica, así como una renovación de las prácticas de vida monacal (“clunización” del monacato y la posterior reacción cisterciense) y de la formación del clero secular.6 De este modo, la Iglesia se fortalecía para hacer valer sus intereses temporales frente a los poderes laicos y para erigirse como faro moral e ideológico de la sociedad occidental,7 potenciando así su carácter clerical8 y generando por ello una mayor dicotomía entre clérigos y laicos. La suma de todos estos factores provocó en los laicos respuestas de carácter religioso que enriquecieron la espiritualidad y la mística y que rechazaron o trataron de depurar las fallas de la institución eclesiástica. Esas respuestas desembocaron en movimientos religiosos que se movieron principalmente en el ámbito urbano. 2 MONSALVO, J. Mª: Las ciudades europeas del Medievo, Síntesis, Madrid, 1997, pp. 284-285 3 RÁBADE OBRADÓ, Mª P.: Las universidades en la Edad Media, Arco Libros, Madrid, 1996, p. 7 4 RÁBADE OBRADÓ, Mª P.: op. cit., pp. 9-13 5 MITRE, E.: op. cit, p. 73 6 AA.VV.: Historia de la Edad Media, Ariel Historia, Barcelona, 2006, pp. 193-195 7 AA.VV.: op. cit., p. 192 8 MITRE, E.: op. cit, p. 73
  • 3. 3 Como decíamos, la ciudad estuvo marcada por acusadas desigualdades sociales y económicas que obligaron a crear organismos de asistencia por parte de las autoridades civiles o eclesiásticas para hacer frente a unas situaciones de pobreza que en líneas generales era aceptada con resignación. El pobre, en ocasiones despreciado, no era más que un instrumento de salvación para el rico bienhechor a través de la práctica de la caridad.9 Sin embargo, entre la sociedad urbana, incluida la opulenta burguesía, se comenzó a sublimar la pobreza hasta el punto de abrazarla de forma voluntaria tras renunciar a los bienes materiales con el fin de imitar a Cristo. Aparecieron individuos o grupos que reclamaban el valor absoluto y literal de los evangelios, materializándose en una forma de vida “apostólica” marcada no solo por la pobreza, sino por la piedad, la penitencia, el ascetismo y la comunidad de los bienes, pero sin vivir al margen del siglo.10 Este ideal de vida se originaría en paralelo al auge del comercio y a la difusión de una moral que justificaba la acumulación de riquezas.11 En este contexto de nuevas corrientes espirituales e ideales de vida, se fueron configurando grupos que se moverían entre la ortodoxia y la heterodoxia y entre la institucionalización y la no institucionalización. La Iglesia no podía oponerse a un ideal de vida de pobreza que se apoyaba en principios evangélicos, pero hasta las órdenes religiosas (franciscanos y dominicos) surgidas como consecuencia en este contexto social y religioso estuvieron en un principio bajo sospecha. La sospecha radicaba en las consecuencias sociales o políticas que estos movimientos pudieran acarrear. La línea entre la ortodoxia y la heterodoxia no estaba todavía muy definida, por lo que las acusaciones de herejía recayeron, más que en un ideal de vida o en la discusión de un dogma, en las transgresiones de las normas jurídicas, la disciplina y la organización eclesiástica, dicho de otro modo, en la obediencia a las autoridades eclesiásticas.12 Los individuos o los grupos acusados de herejes se caracterizarían por una feroz crítica y oposición a la jerarquía eclesiástica, motivada por su falta de ejemplaridad,13 que derivaría en posiciones al margen de la autoridad de la Iglesia y en la defensa y práctica de una relación directa con Dios sin la necesidad de la mediación 9 MITRE, E.: op. cit, pp. 76-77 10 BOTINAS I MONTERO, E.: Les beguines: la raóil.luminada per amor, Publicacions de l'Abadia de Montserrat, Barcelona, 2002, pp. 18-23 11 MITRE, E.: op. cit, p. 79 12 MITRE, E.: op. cit, p. 80 13 MITRE, E.: op. cit, p. 82
  • 4. 4 de los clérigos.14 Franciscanos y dominicos acabarían siendo aprobados e integrados en el seno de la Iglesia como canalizadores de los nuevos ideales religiosos para contrarrestar la subversión de los grupos opuestos a la autoridad eclesiástica.15 Otra característica de esta “primavera” espiritual es que promovió un menor desprecio de la mujer en una sociedad que las consideraba inferiores fisiológicamente y espiritualmente. Desde mediados del siglo XII se potenciaría la espiritualidad mariana y la exaltación de la santidad femenina, sin embargo, la mujer siguió socialmente en una posición de inferioridad.16 Aquellos grupos que traspasaron las líneas de la ortodoxia tuvieron en la mujer a uno de sus principales soportes y protagonistas. Promovieron la igualdad entre sus miembros independientemente de su sexo, no rechazando la superioridad moral o intelectual de las mujeres. El movimiento beguinal fue uno de los principales protagonistas de la dignificación de la mujer en ese periodo de transformaciones sociales, económicas, religiosas y culturales del cual forma parte. II- Planteamientos iniciales: En el apartado anterior hemos desarrollado de forma general, pero tratando de no obviar ningún aspecto, el contexto histórico en el cual vivieron las beguinas. En este apartado queremos trazar una serie de líneas que nos permitirán comprender con más profundidad el interior o el alma de este movimiento desde una perspectiva de género. Una vez entendida esa perspectiva, expondremos la historia de las beguinas, prestando para ello atención a su origen y localización geográfica, a sus formas de vida y a su espiritualidad. La vida monástica era parte de la religiosidad oficial y una vía de escape para aquellas mujeres que querían evitar una vida laica y familiar no deseada o para aquellas que no se hubieran casado o hubieran enviudado.17 La propia sociedad feudal y patriarcal que las obligaba al matrimonio y a la procreación ofrecía una salida que formaba parte de esa misma sociedad, pues las reglas monacales habían sido elaboradas 14 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 20 15 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 21 16 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 22-23 17 SEGURA GRAIÑO, C.: « La religiosidad de las mujeres en el Medievo castellano », Santes, monges i fetilleres,Univeristat de València, 1991, p. 57
  • 5. 5 por hombres y el monasterio dependía de una autoridad eclesiástica superior exclusivamente masculina, independientemente de que la autoridad interna del monasterio fuera una mujer. El monacato también era sinónimo de reclusión, por lo que la huida de la vida laica en busca de libertad no se traducía en libertad. Las beguinas lograron esa emancipación femenina que anhelaban a partir de una religiosidad espontánea y propia, individual y laica, y dotada de libertad por no estar recluidas ni sometidas a una regla.18 La mujer invadió así un terreno que le estaba vedado cuando sin interferencias masculinas comenzó a tejer y a expresar un pensamiento religioso de mujeres y para mujeres.19 Se trataría, por lo tanto, de una reacción femenina desde dentro de su fe, no contra la misma,20 pues en una sociedad que giraba en torno a la religión hubiera sido impensable una reacción desde fuera de la cosmovisión religiosa. Inscritas a la cultura de la pobreza literal y simbólica, estas mujeres laicas abrazarán el camino de Cristo desde una experiencia espiritual que conduciría a algunas de ellas al misticismo.21 Estas mujeres buscarían la unión completa con lo divino (el amor) y sin intermediarios para alcanzar la paz. Para ello alimentarían una espiritualidad de despojamiento, de anonadamiento, de búsqueda de un abismo que las conduciría a la pobreza simbólica, estado divino en el cual sus almas serían libres.22 La espiritualidad femenina propia se basaba en las inquietudes vitales de estas mujeres, pero estuvieron influenciadas por las corrientes teológicas y literarias de su tiempo. Las referentes de este movimiento bebieron de la invitación que planteó el Císter a descubrir el “hombre interior” y a experimentar una experiencia humana carnal y espiritual con el fin de unirse con Dios, acudiendo a la literatura cortés y trovadoresca para elaborar su discurso.23 Estamos, pues, ante unas mujeres con cierto nivel cultural y teológico, bien porque su origen familiar fuese privilegiado (noble o burgués), bien porque hubiesen estudiado en un convento o en el seno de un beguinato. Son mujeres 18 SEGURA GRAIÑO, C.: art. Cit., pp. 59-60 19 SEGURA GRAIÑO, C.: art. Cit., p. 55 20 MITRE, E.: op. cit, p. 73 21 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: La mirada interior. Escritoras místicas y visionarias en la Edad Media, Eds. Martínez Roca, Barcelona, pp. 13-14 22 GARÍ, B.: « La vida del espíritu », Las Relaciones en la historia de la Europa medieval, Tirant loBlanch, 2006, pp. 260-261 23 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. Cit., pp. 13 y 15
  • 6. 6 que crean cultura y que la hacen circular, necesitan expresarse. Y para ello recurrirán tanto a la escritura como a la oralidad. A través de cartas y poemas, o de conversaciones privadas o en público, expresarán sus ideas a toda aquella persona que quisiera impregnarse de su santidad y espiritualidad laica. Las principales místicas y escritoras asociadas a la espiritualidad para mujeres se expresaban además en la lengua del pueblo, en las lenguas vernáculas, lo que las convirtió al mismo tiempo en mujeres populares de cara a sus seguidores y temidas para la autoridad eclesiástica. No solo rehusaban de tener mediadores entre el clero masculino para relacionarse con Dios, sino que se atrevían a “predicar” sus enseñanzas e ideales. Ese rechazo a la mediación no las convertía en enemigas acérrimas de los otros movimientos u órdenes mendicantes. Mantuvieron en líneas generales una especial conexión con el Císter,24 así como con distintas corrientes como el Libre Espíritu.25 Al fin y al cabo no eran un movimiento homogéneo, definido por un cuerpo común de ideas o reglas, sino que vivía en el mundo y se relacionaba con el mundo, pero marcando las distancias con aquellas instituciones que las anulaba como individuos, la institución de la familia y la institución eclesiástica. Numerosos monjes, místicos y predicadores itinerantes se dejaron conquistar espiritualmente por estas mujeres, siendo correspondidas por ellas, de modo que mutuamente se enseñaban, se aconsejaban y se enriquecían espiritualmente, pero en un plano de igualdad, sin que la diferencia de género fuese un obstáculo. Como luego veremos, el Císter estimuló las asociaciones privadas de mujeres religiosas y su incorporación legal a su Orden cuando el peligro de la condena y la persecución todavía seguía rondando sobre ellas. Posteriormente aportaremos más apuntes de la espiritualidad de las beguinas a partir de casos concretos, aunque nuestra intención en estas líneas era relacionar la experiencia religiosa laica con la búsqueda de sí misma y la superación por parte de la mujer en el interior de una sociedad que la ata a unos roles concretos y que la excluye de determinados ámbitos monopolizados por el hombre. 24 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 18 25 MITRE, E.: op. cit, p. 214
  • 7. 7 III- Las beguinas III.1- Cronología y ámbito geográfico: El movimiento beguinal aparece en las últimas décadas del siglo XII en torno a Flandes, Brabante y Renania, pero ya en el siglo XIII se habría extendido por todo el continente europeo occidental,26 incluida la Península Ibérica. Además de la explicación ya expuesta, se barajan otros factores que contribuyeron a la aparición de las beguinas. Hay quien ha planteado la posibilidad de que existiera una superpoblación femenina entre los siglos XII y XIII, y en concreto un elevado porcentaje de mujeres viudas y solteras.27 Ese elevado número de viudas ha sido asociado por algunos autores al fenómeno cruzado, siendo pues viudas de caballeros cruzados aquellas que comenzaron a agruparse para llevar una vida de castidad y piedad sin votos religiosos.28 III.2- Organización y formas de vida: Las beguinas podían vivir en solitario, en pequeños grupos entre dos y cinco beguinas, o formando grandes comunidades agrupadas en un conjunto de casas de pobreza que actuarían como repositorios de espiritualidad.29 En esas comunidades se tejían unas relaciones familiares de tipo espiritual, y aunque en ocasiones existieran lazos familiares de sangre, la relación espiritual se sobreponía a ésta.30 Podían ser comunidades estables o puntuales, aunque no hubo una norma general para el conjunto del territorio europeo. En el centro de Europa sí que fue común la existencia de grandes comunidades, al contrario que en la Europa mediterránea.31 Fueron un movimiento interclasista y heterogéneo en todos sus ámbitos, pues sus medios de vida también fueron variados. Aquellas beguinas de origen noble o patricio podían mantener su patrimonio y su autonomía económica con el fin de mantenerse a sí mismas o mantener a la comunidad a la cual pertenecieran. Recibieron también el apoyo solidario de la sociedad, hasta el punto de que algunos nobles o burgueses legaban parte de su herencia 26 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 25 27 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 29 28 MITRE, E.: op. cit, p. 214 29 NIETO, D.: « « Quispiritus ambo suntunum ». La red de espiritualidad beguina del Languedoc a inicios del siglo XIV » ,Redes femeninas de promoción espiritual (s. XIII-XVI), Viella, Roma, 2013, p. 166 30 BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 116 31 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 30 y pp. 32-33
  • 8. 8 a las beguinas, y recibieron contraprestaciones por los servicios espirituales que ofrecían. Incluso hubo reinas, como la reina Violante de Bar, segunda esposa de Juan I de Aragón, que contribuyeron económicamente al sostén de algunas de estas mujeres por simpatizar con su forma de vida.32 Aun así, desarrollaron actividades económicas para su sustento, como tejer o coser, y, en el caso de aquellas que tuvieran una mayor formación cultural, escribir o pintar. Sin embargo, las beguinas más humildes podían recurrir a la mendicidad o a las instituciones caritativas oficiales para salir adelante.33 Como mujeres integradas en el mundo e impregnadas de una profunda admiración por los valores evangélicos, llevaron a cabo numerosas actividades caritativas como la asistencia a enfermos o a presos y la instrucción de niñas,34 las cuales muchas de ellas crecerían al calor de un beguinato y se unirían a él de adultas. Como ya hemos apuntado, las místicas más destacadas entre el movimiento beguinal desarrollaron una intensa actividad literaria y predicadora. Fueron, por lo tanto, mujeres con mucha movilidad debido a que viajaban o participaban en peregrinajes35 mientras difundían sus ideas y formas de vida, aunque en ocasiones los viajes eran forzados debido a la persecución inquisitorial. Pese a los límites que imponía sobre la mujer la sociedad patriarcal, aquellas que se dedicaron a la vida religiosa dispusieron de más movilidad.36 Independientemente de estas actividades económicas, asistenciales o intelectuales, la vida de las beguinas giró en torno a su búsqueda espiritual de forma individual, adoptando de forma voluntaria y personal37 una vida sencilla, casta y piadosa según unos radicales principios evangélicos, aunque no se trataban de votos perpetuos. Distinguidas por su hábito humilde en el vestir, no establecieron estructuras o pirámides jerarquizadas entre ellas, aunque algunas miembros contaran con cierta autoridad38 por su espiritualidad o sabiduría. El beguinaje se configuró como un lugar 32 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 33-35 33 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., pp. 35-37 34 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 53 35 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 54 36 BOTINAS I MONTERO, E: op. Cit., p. 63 37 NIETO, D.: art. Cit., p. 164 38 NIETO, D.: art. Cit., p. 164
  • 9. 9 donde desarrollar nuevas formas de relación entre mujeres al margen de la autoridad masculina, siendo la solidaridad el centro de su relación.39 De este modo crearon unos lazos de hermandad o de maternidad que trascendieron el aspecto biológico y los lazos de sangre.40 III.3- La espiritualidad de las beguinas: Las experiencias de Hadewijch de Amberes y de Margarita Porete Las vidas de Hadewich de Amberes y Margarita Porette ilustran lo que hemos venido exponiendo a lo largo del trabajo, que del movimiento beguinal surgieron experiencias radicales de autonomía femenina, tanto en materia vital como espiritual, e impulsoras de la literatura en lengua vernácula. El repaso de sus vidas también nos permitirá introducir el último apartado de este trabajo, en el cual expondremos cómo reaccionó la Iglesia ante el movimiento beguinal y cómo se relacionó con él. Hadewijch, natural de Amberes (Bélgica), nació alrededor del año 120041 y como ella misma reconoce a partir de los diez años comenzó su ardor por “el amor más violento”.42 Al parecer fue la maestra o guía espiritual de un grupo de mujeres hasta que las abandonó y huyó por temor a ser arrestada o desterrada.43 A Hadewijch se le ha podido conocer, principalmente, por los poemas y cartas donde inmortaliza sus experiencias visionarias, y que según Garí y Cirlot, comenzó a redactar a partir de los treinta del siglo XIII en su lengua materna, el neerlandés-medio.44 Influenciada por el tema, imágenes y métrica características de la literatura cortés,45 Hadewijch desarrolla una “mística de la experiencia” que trata de superar todo intermediario y cuyo fin es caer en el abismo de la divinidad, es decir, lograr la unión con la divinidad de modo que se experimente un tipo de amor que engulle a la persona. Este desprendimiento provocaría una independencia y una libertad tan elevadas que para la sociedad resultaría inaceptable, además de contradictoria, pues a través de este 39 BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 115 40 BOTINAS I MONTERO, E.: op. cit., p. 116 41 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en la Catalunya Medieval: Santa Maria de Valldaura (1241-1399), Universitat de Barcelona, 2006, p. 93 42 HADEWICH: El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de Amberes, edición de María Tabuyo, ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 26 43 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en la Catalunya Medieval: Santa Maria de Valldaura (1241-1399), Universitat de Barcelona, 2006, p. 93 44 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 77 45 HADEWICH: El lenguaje del deseo. Poemas de Hadewijch de Amberes, edición de María Tabuyo, ed. Trotta, Madrid, 1999, p. 26
  • 10. 10 tipo de experiencias se sería capaz de conciliar contemplación e integración en el mundo.46 Esa libertad no solo sería vital, también espiritual e intelectual. Las figuras e imágenes bíblicas serán empleadas según su experiencia, según Cirlot y Garí, “sin ataduras”.47 Esa forma de proceder en el uso de las Escrituras generaría un recelo doble, pues no hay que olvidar que no es un hombre quien está interpretando la Biblia. Pero la Biblia no será la única fuente de la escritora y mística de Amberes, la tradición cisterciense como San Agustín, así como Escoto Erígena, entre otros, completan las influencias de su escritura.48 Desde una perspectiva en ocasiones neoplatónica, y mostrando al amor, la belleza y la libertad como un tridente que carecería de sentido si no estuvieran relacionadas entre sí, Hadewijch expresa su deseo y muestra su maestría49 en el transcurrir hacia la unión con el amado, Dios. Una unión que no da lugar a confusiones, en las que se distinguen contemplador y contemplado,50 pese a que el yo y el tú pierdan sentido una vez se cae en el abismo y el ser conecta con la divinidad que reside en el interior y se llega a ser “lo que Dios es”.51 Los datos que se tienen de Margarita Porete, beguina francesa nacida hacia 1260 en Valenciennes,52 proceden de las actas de la Inquisición, ya que fue perseguida a principios del siglo XIV por su tratado de mística escrito en francés53 el Espejo de las almas simples, obra que tendría un fin didáctico para que su experiencia sirviera a otras almas que trataran de liberarse.54 Antes de su fatal final, el obispo de Cambrai condenó y mandó quemar en la plaza pública de la ciudad de Valenciennes, con Margarita presente, su libro, y además le prohibió escribir y predicar sus ideas bajo amenaza de excomunión.55 Este acontecimiento nos localiza la influencia inicial de esta autora en el norte de Francia. Su ciudad natal fue desde principios del siglo XIII un enclave beguinal porque los obispos del momento favorecieron la formación de grupos de mujeres 46 HADEWICH: op. cit., pp. 12-19 47 HADEWICH: op. cit., p. 22 48 HADEWICH: op. cit., pp. 22-23 49 HADEWICH: op. cit., pp. 23,25,26 50 HADEWICH: op. cit., p. 21 51 HADEWICH: op. cit., p. 13 52 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 229 53 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 232 54 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 237 55 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 224
  • 11. 11 religiosas al margen del monasterio. Así pues, Margarita crecería y adquiriría una notable formación en este ambiente.56 Tras esa primera condena, Margarita no se retractó y siguió adelante con la difusión de sus ideas, hecho que provocó que el obispo la detuviera en 1308. Sin embargo, el caso de Margarita adquiere gran interés y sería juzgada por el mismo inquisidor general del reino, el dominico Guillermo de París.57 Durante su encarcelación Margarita permaneció en silencio al negarse a retractarse, situación que inclinó a la asamblea que la juzgaba a excomulgarla y a condenar su libro como herético,58 y finalmente a condenarla a la hoguera, ejecución que tuvo lugar en París en 1310.59 Un año después se iniciaría el Concilio de Vienne, y pese a haber sido ya condenada su obra y ejecutada, el movimiento beguinal y la herejía del Libre Espíritu fueron condenados en el mismo. Según Cirlot y Garí, las decisiones tomadas en Vienne guardan una estrecha relación con el juicio a Margarita, ya que los mismos teólogos que la juzgaron, definieron a la herejía del Libre Espíritu a partir de las tesis de su libro,60 lo que reafirma la gran preocupación que suscitaron sus enseñanzas. Al igual que Hadewijch, los escritos místicos de Margarita proceden de su experiencia personal. En ellos describe los caminos a través de los cuales el alma se liberará, quedando el alma anonadada. Margarita reconoce que estuvo buscando a Dios hacia fuera, en su creación, pero que no logró ver a Dios como deseaba. Por ello pensó por sí misma y consideró que debía buscar a Dios en su interior. El reflejo de Dios no lo hallaría en el espejo del mundo, sino en su interior, el cual será reflejado a través de su escritura. Poniendo por escrito sus anhelos e inquietudes interiores trataría de anonadar su alma para alcanzar la libertad o unión mística, en definitiva, el amor.61 Un amor que se situaría por encima de la ley, no contra ella, pues el anonadamiento del alma eliminaría toda preocupación por la condena y la salvación.62 Por último, señalar que se ha planteado que Margarita fuera una copista profesional que prestara sus servicios a abadías cistercienses, debido a la autonomía y capacidad que demostró para elaborar libros. La relación con el Císter no se reduciría a 56 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 229 57 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 225 58 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 226 59 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 223 60 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 228 61 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 236-237 62 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., p. 238-239
  • 12. 12 una posible relación profesional, ya que en la abadía de Villers encontró monjes que aprobaron su obra.63 Y es que pese a la condena que padeció, su obra circuló por numerosos monasterios y conventos entre los siglos XIV y XV, siendo traducida al inglés, al italiano y al latín.64 IV- La Iglesia ante el movimiento beguinal Es más que evidente que el movimiento de las beguinas no fue homogéneo y que encontró apoyos y detractores en distintas esferas de la Iglesia. Ello dio lugar a que según la zona las beguinas tuvieran relación con una orden mendicante determinada o con algún movimiento herético concreto. Según la situación que se diera, el recelo o impulso inicial de estas comunidades, dependiendo de la autoridad eclesiástica de turno, derivaría hacia la asimilación o hacia la condena. La asimilación de comunidades beguinales provocaría la distinción entre “beguinas buenas” y “beguinas malas”, siendo las segundas condenadas por los obispos y por la Iglesia en su conjunto en el Concilio de Vienne (1311-1312). La Iglesia, en el contexto de expansión de los movimientos de pobreza, trató de canalizarlos con el fin de que no se organizaran al margen de la Iglesia y desobedecieran su autoridad. Los movimientos femeninos independientes, en especial, inquietaron a la Iglesia por su carácter místico,65 por lo que además de combatirlos trató de integrarlos en alguna orden religiosa con el fin de eliminar su independencia y contrarrestar sus posibles desviaciones.66 Las beguinas, estuvieran más o menos al margen, siempre tuvieron buena relación con dominicos y franciscanos, pues entre ellos hubo frailes que simpatizaron con ellas y con las que compartieron consejos. Ello facilitó la integración de muchas comunidades beguinales bajo las reglas de las ramas femeninas que en respuesta a este panorama de religiosidad femenina surgieron en el seno de las órdenes mendicantes. Antes veíamos que hubo obispos que facilitaron la implantación de beguinatos en sus territorios, pero también las autoridades civiles se prestaron a ello. En 1445, el 63 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., pp. 231-232 64 CIRLOT, V.; GARÍ, B.: op. cit., pp. 248-249 65 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 71 66 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 115
  • 13. 13 Consell de Orihuela autorizó a un grupo de mujeres retirarse como beguinas en unas celdas construidas en la ermita de San Miguel, siendo su superiora, según Hinojosa, la esposa del comendador de Aledo, lo que nos da a entender que dicha mujer, aun estando casada, participaba de la espiritualidad beguinal. Dicho beaterio, además, adquiriría la regla de las clarisas,67 de todos modos hay que señalar que la aparición de esta comunidad con permiso de la autoridad civil se produjo en un periodo en el que el movimiento estaba más que controlado y sometido por la Iglesia, pues ya había perdido ese vigor que le había convertido en una amenaza para las estructuras patriarcales. El siguiente caso muestra la asimilación hacía las constituciones dominicas de un beaterio en Zamora. A principios del siglo XIII se había constituido un monasterio dominico y, en el mismo contexto religioso, a partir de una iniciativa privada se formó un pequeño grupo de mujeres viudas que en un recinto particular se retiraron para llevar una vida de oración. Hacia 1258 la impulsora de este beaterio solicita, con buenos resultados, que el papa Alejandro IV les permita integrarse en la orden dominica. Esta integración, sin embargo, no resultó ser tranquila, ya que las nuevas monjas se negaban a estar bajo obediencia del obispo, desatándose una serie de actos rebeldes que fueron apoyados por los hermanos dominicos.68 Como parte activa del furor espiritual laico del siglo XIII, las mujeres laicas que llevaban una vida religiosa no fueron ajenas a las corrientes heréticas. En algunos casos, algunas beguinas serían consideradas ideólogas de algunas de estas corrientes. Anteriormente veíamos la relación que vieron los teólogos entre Margarita Porete y el Libre Espíritu en el norte de Francia. Pero en Milán se dio la misma situación en el año 1300 cuando, tras veinte años muerta, Guillerma de Bohemia fue condenada por ser acusada de crear el movimiento del Libre Espíritu llamado “los guillermitas”.69 El Libre Espíritu, ya de por sí un movimiento poco definido, era de tendencia panteísta y neoplatónica. Aseguraban ser Dios al reproducirse en ellos el milagro de la Encarnación,70 idea que nos lleva de nuevo a Margarita Porete y a Hadewijch cuando tratan de encontrar el carácter divino que uno mismo alberga en su interior. A partir de estas ideas se mostrarían contrarios a la autoridad eclesiástica y a su papel de 67 HINOJOSA MONTALVO, J.: “Ermitas, conventos y cofradías en tierras de Alicante durante la Edad Media”, Anales de la Universidad de Alicante, nº 8, Alicante, 1990-1991, p. 267 68 BUENO DOMÍNGUEZ, Mª L.: “Santa María de las Dueñas de Zamora, ¿beguinas o monjas? El proceso de 1279”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 20, Universidad de Sevilla, 1993, pp. 85-106 69 OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en…, p. 71 70 MITRE, E.: op. cit, pp. 207-208
  • 14. 14 mediadores para alcanzar la salvación, por lo que esta postura, junto a su mística, fue determinante para ser condenados en el Concilio de Vienne. Gracias al trabajo de Delfi Nieto hemos conocido la relación del movimiento beguinal con el franciscanismo tanto institucionalizado como radical en el Languedoc. Según Delfi Nieto, en las ciudades en las que había un convento franciscano forjaron relación con laicos ajenos a la orden en busca de una nueva experiencia espiritual, como era el caso de las mujeres que integraban el movimiento beguinal.71 Este nexo daría pie, seguramente, a que numerosos beaterios acabaran adoptando la regla de las clarisas, como el caso antes citado en el sur del Reino del Valencia. Sin embargo, los espirituales, rama radical del franciscanismo, tuvieron repercusión en un terreno tan propicio como azotado por la herejía como fue el sur de Francia. Pedro Juan de Olivi fue uno de los franciscanos que en el sur de Francia cuestionó el camino que había tomado la orden franciscana al temer que estuviera alejándose de su ideal. Sus escritos circularon entre las comunidades beguinas, pasando a ser sus ideas un sustrato más de la efervescencia espiritual, en palabras de Delfi Nieto, de este tipo de grupos.72 En Cataluña también se daría esa vinculación entre beguinas y franciscanos radicales, como es sabido gracias a los cánones del concilio celebrado en Tarragona en 1317.73 La fuerza del movimiento inquietó tanto a las autoridades eclesiásticas, que antes de ser condenadas en Vienne ya fueron investigadas en 1274 en vísperas del Concilio de Lyon. Los teólogos y obispos que elevaron al papa informes sobre las beguinas denunciaron sus traducciones de la Biblia en lengua francesa y los errores en los que incurrían esas traducciones, además de su rechazo a la autoridad del sacerdote y del marido. Pero no fue hasta Vienne cuando se produjo una condena firme contra las beguinas por su condición de herejes, siendo la excomunión la pena que aplicarían contra ellas. Fue en este concilio cuando surge la clara distinción entre “beguinas malas” y “beguinas buenas”, pues se determinó que las segundas sí podían vivir juntas y llevar una vida de penitencia. La condena establecida en Vienne no entró en vigor hasta 1317, durante el pontificado de Juan XXII, momento en el que se desencadenó una persecución contra 71 NIETO, D.: art. cit., p. 164 72 NIETO, D.: art. Cit., p. 153 73 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 30
  • 15. 15 las beguinas en Francia y Alemania.74 La Inquisición no procedió contra ellas condenando al conjunto de una comunidad, sino que las persiguió y condenó individualmente,75 como en el caso de Margarita Porete. Aun así la Iglesia consiguió empujar a las comunidades hacia la desintegración,76 contando para ello con el apoyo de unas autoridades municipales que facilitaron la desintegración de beguinatos, al prohibir el ingreso de nuevas miembros e induciéndolas a prestar su labor solidaria en los hospitales municipales.77 Fue en este contexto cuando la Iglesia también aumentó las presiones para que las beguinas se integraran en una orden, es decir, dentro de la estructura oficial de la Iglesia. Ello supuso que mediante la reclusión en el convento las beguinas perdieran su estilo de vida autónoma y activa.78 V- Conclusiones Estas mujeres medievales, tomando las palabras de María-Milagros Rivera, crearon vías de acceso al control de su cuerpo a través de la religiosidad, codificando en un lenguaje espiritual la definición del cuerpo femenino.79 El movimiento beguinal y su espiritualidad fueron una expresión de resistencia ante un sistema patriarcal que recluía a la mujer en los roles reproductivos en el seno de una familia heterosexual. Para escapar de ese sistema se organizaron de forma solidaria en una gran familia que trascendía los lazos de parentesco, pues los lazos que establecieron las beguinas no ataban, al contrario, les fortalecía de cara a la búsqueda de la libertad individual y colectiva como mujeres. El hombre fue el sujeto del cual quisieron escapar estas mujeres. Y pese a encontrar apoyos en hombres entregados al ideal de pobreza mendicante que se relacionaron con ellas desde una posición de igualdad, incluso obispos que no se opusieron a su organización, fue el hombre, encarnado en jerarquía eclesiástica o en frailes mendicantes adictos a la institución, quien acabó por denunciarlas, reprimirlas y 74 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., pp. 66-67 75 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 69 76 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 71 77 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 73 78 BOTINAS I MONTERO, E: op. cit., p. 74 79 RIVERA, Mª M.: “Parentesco y espiritualidad femenina en Europa. Una aportación a la Historia de la subjetividad”, Santes, monges i fetilleres,Univeristat de València, 1991, p.31
  • 16. 16 someterlas. Y es que las beguinas traspasaron barreras e invadieron espacios en los que el hombre no iba a permitir la intromisión femenina. La principal barrera que traspasaron fue su resistencia a la autoridad y mediación del sacerdote, escapando así al control de la Iglesia oficial. Y los espacios vedados que invadieron fueron el de la predicación y la enseñanza religiosa, tareas que solo pertenecían al varón religioso, ni tan siquiera al varón laico. Desobedecer a la Iglesia y al hombre fue la “herejía” de estas mujeres, independientemente de que sus ideas fueran más o menos ortodoxas. Y es que aunque la espiritualidad fue la puerta a través de la cual escaparon del sistema patriarcal, en esa espiritualidad no reconocían a una Iglesia que igualmente formaba parte del sistema que las oprimía. Estas mujeres representaron un lenguaje vivo, en movimiento e integrado en el mundo, sin entrar en conflicto con una vida contemplativa y espiritual. Conjugaron ambos estilos de vida para hallar la libertad absoluta, la libertad en sí, como mujeres dueñas de sus almas y de sus cuerpos. Según María-Milagros Rivera fueron feministas antes de que este término fuera acuñado, ya que la razón del feminismo no es más que no aceptar la subordinación del sexo masculino.80 80 RIVERA, Mª. M.: art. cit., p.47
  • 17. 17 Bibliografía AA.VV.: Historia de la Edad Media, Ariel Historia, Barcelona, 2006, 374 pp. BOTINAS I MONTERO, E: Les beguines: la raó il.luminada per amor, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, Barcelona, 2002, 186 pp. BUENO DOMÍNGUEZ, Mª L.: “Santa María de las Dueñas de Zamora, ¿beguinas o monjas? El proceso de 1279”, Historia. Instituciones. Documentos, nº 20, Universidad de Sevilla, 1993, pp. 85-106 CIRLOT, V.: La mirada interior: escritoras místicas y visionarias en la Edad Media, Martínez Roca, Barcelona, 1999,317 pp. GARCÍA-OLIVER, F.: Santes, monges i fetilleres, Universitat de València, 1991, 292 pp. HADEWIJCH: El lenguaje del deseo, Trotta, Madrid, 1999, 153 pp. HINOJOSA MONTALVO, J.: “Ermitas, conventos y cofradías en tierras de Alicante durante la Edad Media”, Anales de la Universidad de Alicante, nº 8, Alicante, 1990- 1991, pp. 257-300 MITRE, E.: Las grandes herejías de la Europa cristiana: (380-1520), Istmo, Madrid, 1983, 395 pp. MONSALVO, J. Mª: Las ciudades europeas del Medievo, Síntesis, Madrid, 1997, 352pp. OBIOLS BOU, M.(tesis): El monacat femení en la Catalunya Medieval: Santa Maria de Valldaura (1241-1399), Universitat de Barcelona, 2006 RÁBADE OBRADÓ, Mª P.: Las universidades en la Edad Media, Arco Libros, Madrid, 1996, 65 pp.