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Scarlet
A. C. Gaughen
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Sinopsis
Muchos lectores conocen el cuento de Robín Hood, pero serán
cautivados por esta nueva versión llena de acción, secretos y
romance.
Haciéndose pasar por uno de los ladrones de Robín Hood para
evitar la ira del maligno Lord Gisbourne, Scarlet ha mantenido su
identidad en secreto de todos en Nottinghamshire. Sólo Hood y su
banda saben la verdad: el ágil ladrón haciéndose pasar por un chico
es en realidad una mujer valiente con un pasado secreto. Ayudar a
la gente de Nottingham y engañar al corrupto Sheriff podría costarle
la vida a Scarlet mientras Gisbourne se acerca.
Es sólo su fiera lealtad a Robín —cuyas sonrisas fugases y
temperamento fuerte tienen el raro poder de inquietarla— lo que le
hace pensar a Scarlet que en esta lucha vale la pena morir.
PÁGINA5
Este libro está dedicado a mi madre.
Tú me enseñaste lo que significa ser fuerte
y cómo tener mi propio vocabulario.
Te amo.
E
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1
n realidad, nadie sabe nada acerca de mí. Soy el secreto de
Rob, yo soy su informante, soy su sombra en lugares oscuros.
Nadie me toma por más de un muchacho bullicioso, un azote
de un niño. Ellos nunca ven realmente. Y no me importa que ellos no vean.
Como, cuando caminas por una habitación llena de hombres enormes y
ebrios como una cuba, no es tan malo ser ignorado.
Abrí la puerta del Friar Tuck, y el aire justo me golpeó en el rostro. Era
demasiado caliente y olía a cerveza y hombres, yo sonreí. Sería difícil, pero
aquí no me echarían por ser un ladrón y una mentirosa. Me introduje por la
puerta y me moví sigilosamente pasando a Tuck, el posadero, y entré en el
bar. Era tumultuoso con cuerpos, risas, y las tazas sirviéndose alrededor. Las
muchachas se abrían paso a través del terreno, con una sonrisa o una
palmada según sea necesario para salirse con la suya.
Atravesé la sala grande a la habitación pequeña que Tuck mantiene
para Rob. Tiene unos pocos pasajes secretos y Malcolm, el escocés grande
que conserva el bar, nos deja saber si algo está fuera de control. Que
viene muy bien viendo como, a pesar de que soy el de menos mentalidad
moral del grupo, no soy la única en hacer cosas contrarias a la ley.
Una puerta se abrió del lado de la sala grande, y luego la puerta de
nuestra habitación pequeña quedó un poco entreabierta hacia el pasillo,
por lo que aún podíamos mirar un toque y ver quiénes estaban llegando.
John estaba allí sentado, en el extremo del banco, mirando como siempre
lo está.
Rob me miró, y como fue justo lo usual, sentí que mi corazón saltó. Él
tiene una manera de mirarme en particular de la que no estoy muy
satisfecha. Me gusta deslizarme alrededor y no ser notada. Pero Rob me
ve. Incluso me vio antes de que yo supiera que estaba mirando.
—Scarlet, finalmente. —Esa era la versión de Rob de un saludo.
—Rob. John. Much —murmuré. Me senté al lado del último de los
tres, en parte porque eso significaba que podía esconderme en la esquina
y en parte porque Much no ve a nadie más que a Rob. Él tuvo algo de
mala suerte, cuando un muchacho y él era el tipo dulce, por lo que la
mayoría de la gente sólo le dio su piedad, como sobras a un perro. Él era el
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más joven de nosotros, también, de dieciséis años al descubierto, lo que no
ayudaba a ninguno, pero Rob sabía de lo que Much era capaz en verdad.
Significaba que Rob era su héroe, por encima y más allá, y yo podía
entender. Si yo fuera el tipo que tenía héroes, me habría vinculado a Rob
directamente. Veinte-y-uno y el mayor de nosotros, Rob era naturalmente
el que nos lideraba, pero además de eso, tendía a ver una poca
inteligencia en todos nosotros.
John me pasó una jarra de cerveza, y yo tomé un sorbo.
—¿Qué palabra? —Preguntó Rob. Él mantuvo su capucha puesta, la
mayoría debido a que el Sheriff estaba contratando nuevos mercenarios
todo el tiempo y sólo un poco porque a la gente le encantaba. Lo
llamaban el Hood1—lo menos que podía hacer era usarla.
—Dos palabras. En primer lugar, Freddy Cooper fue arrestado —dije,
mirando alrededor. No eran buenas noticias.
—¿Fred? —repitió Much—. Es sólo un niño.
—Lo suficientemente mayor para cazar furtivamente para su familia
—recordó Rob.
John se cruzó de brazos. —Él es el hijo mayor. Nosotros deberíamos
haber dejado claro que podría haber llegado a nosotros, Rob.
Rob lo miró. —Los primogénitos piensan que pueden proveer mejor a
su familia, John. Ellos no piden ayuda. Tú sabes eso mejor que la mayoría.
—Bueno —corté—, no estaba del todo en la caza furtiva.
Todos se volvieron hacia mí. —¿Para qué, entonces? —Preguntó Rob.
—La Señora Cooper fue al Sheriff hoy. Pidió más tiempo para pagar
sus impuestos, y él dijo que no. Luego tomó a Freddy y dijo que si ella no
puede pagar, él lo arreglará.
Los muchachos miraban, y raspé la uña en la mesa de madera en
lugar de mirar de regreso.
—¿El alguacil está tomando colateral ahora?
—¿Colateral? —le preguntó Much.
—Él está exigiendo el rescate de las personas por las deudas —dijo
Rob, bajando la capucha y frotándose las manos en su pelo. Sus ojos se
veían en el marco de su mano y me atrapó mirando.
1
Capucha.
PÁGINA8
Su ceja se arqueó, pero miré a la mesa de nuevo, esperando que
estuviera lo suficientemente oscuro para ocultar las mejillas que se me
pusieron rojas sin que yo dé mi visto bueno.
—Si él llega a entrar en su cabeza ésta es una buena idea,
podríamos tener un montón de niños colgados desde Nottinghamshire—
dijo John.
—Él no debería. A menos, claro está, que más gente le dejen pensar
que no pueden pagar —dijo Rob.
—Lo que ellos no pueden —dijo Much.
—El Sheriff no sabe eso. Y recogiendo los niños sin causa sería incitar
un motín, que no es su intención. El miedo es mucho más eficaz. Lo que sí
significa, sin embargo, si alguien no puede pagar impuestos cuando llegue
el día, la gente de Nottinghamshire sentirá la carga de una manera
horrible.
Los muchachos se establecieron tranquilos mientras todos
considerábamos eso. Las cosas eran difíciles, y habíamos fijado si se
pondrían peor.
—Le dejaré fuera —les dije—. Hoy encontré una nueva manera de
colarme en la prisión.
—¿Qué?
—¿Qué?
—¿Qué? —Todos se me vinieron a la vez.
Parpadeé. Honestamente, todos ellos me oyeron. Yo no tengo la
costumbre de repetirme.
—¿Esta es tu idea, Rob? ¿Enviarla a la prisión? —Gruñó John.
Así que yo soy una chica. La mayoría de la gente no nota eso de mí.
Todos los chicos me llaman Will Scarlet si otras personas están alrededor;
unas pocas personas saben que es solo Scarlet, pero la mayoría piensa
que soy Will.
—La primera cosa que me preocupa es la seguridad de Scar, John
—dijo Rob, su voz lo suficientemente baja fue lo que me hizo verlo.
Un músculo en la mandíbula de John se tensó, pero no dijo nada—. Scarlet,
¿qué diablos estabas haciendo en el interior del Castillo de Nottingham, y
mucho menos dentro de la prisión? —Preguntó Rob.
Saqué una de mis dagas. Era un poco peligroso, pero había
presentado la hoja con el filo hacia abajo. Me hizo sentir un poco más fácil,
teniendo todos estos ojos en mí, si tuviera un cuchillo en la mano. —Yo
estaba aburrida. Fui a dar un vistazo alrededor.
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—Scar, tan sólo no puedes —comenzó Rob.
—Ni usted, Su Excelencia, ni tú, Pequeño John, pueden decirme a
dónde ir o no ir —Much se inclinó hacia adelante y yo lo miré fijamente—.
Ni siquiera lo pienses, Much.
La boca de John se apretó. —No vas a regresar a la prisión sin mí.
—No puedes meterte en mis entradas, John.
—Y tú no puedes recibir un golpe, Scarlet.
—Nadie ha sido capaz de atraparme para intentarlo.
—Tu cogiste el áspero final de algo una vez —recordó, empujando su
dedo pulgar sobre la delgada cicatriz que corría a lo largo de mi pómulo
izquierdo.
Furia golpeaba detrás de mis ojos y agarré su muñeca, girándola y
presionando mi daga en su vena.
Él apartó la mano lentamente, su boca torcida en un poco de una
sonrisa. —Voy a ir con ella a conseguir a Freddy, Rob.
Rob estaba frunciendo el ceño. —Está bien. Sólo lo sacan de allí, y
cuida de Scar.
—Sinceramente —escupí. Yo podía cuidar de mí misma, después de
todo.
—Y Scar, vigila a John. Nos preocupamos los unos a otros —me
recordó—. Eso es lo que hace una banda.
Fruncí el ceño. —Tú me chantajeaste en esto, ¿te acuerdas? No
estoy en la banda de nadie —dije. Cada vez que yo decía eso, parecía
como si pateara a su gatito.
—Pensé que nadie te hacía hacer nada en contra de tu voluntad —
dijo Rob, cruzando los brazos.
—Ellos no lo hacen. Puedo elegir lo que quiero. Acabo de elegir
ayudarte en vez de ser enviada a prisión.
—Y tú has estado eligiendo eso durante los últimos dos años.
Crucé mis brazos. —Sí. No es como que no puedo abandonar
cuando quiera.
Sus ojos azules recogían algo de la llama de la vela y parpadearon
de nuevo como si fueran mechas. Su cabeza se inclinó hacia delante y el
azul de sus ojos parecía más como aguas revueltas. Una sonrisa
desenfadada se deslizó sobre su boca. Contuve el aliento, tratando de no
notarlo.
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—Entonces no es un chantaje, ¿cierto, Scar?
Apreté mi boca.
—Nos cuidamos unos a otros —repitió. Miró a los otros—. Much, ve a
lo de la madre de Freddy, asegúrate de que esté en calma. Voy a
conseguirles suficiente comida por un tiempo —Rob se asomó a la puerta,
hacia la taberna—. No va a responder el problema más grande, sin
embargo. En primer lugar, vamos a tener que ocultar a los otros niños
Cooper también.
—Toda la familia —dije.
Rob asintió. —Y tenemos que asegurarnos de que cualquier otra
familia pueda pagar. Tenemos menos de un mes antes del día de
impuestos, ¿y cuánto hemos acumulado?
Much suspiró. —¿Para cubrir los impuestos de los campesinos por
ellos? No lo suficientemente cerca. Y lo que tenemos ya es necesitado—la
gente apenas tiene suficiente comida y dinero para sobrevivir, y mucho
menos para ser gravados.
—Es estúpido hacer esto cada vez —dije. Se miraron como si yo fuese
Satanás—. ¡Lo es! Luchamos por mantener a todos a flote y luego el
alguacil sólo nos hunde más.
John rodó sus ojos. —Siento que tengas que trabajar tan duro,
¿ladrón perezosa?
—Esto no nos lleva a ninguna parte —Espeté, mirándolo.
—Tiene razón —dijo Rob—. Ya hemos visto que toma más detener al
Sheriff que tan sólo proteger al pueblo.
—No veo por qué tu no sólo vas ardiendo allí —le dije—. Tú eres el
conde legítimo. Tú te criaste como tal. Toda la gente todavía piensa que
eres su señor.
—Yo era —Recordó Rob—. Pero ahora me falta el derecho y el
ejército para tomarlo de regreso, Scar.
Me encogí de hombros. —Yo podría matarlo.
—Te gustaría poder matarlo —dijo John con un resoplido.
Le di una patada en la espinilla y un gruñido bajo.
—Matarlo no restablecería mi derecho. No después de que el
Príncipe John llamó a mi padre un traidor—después de que él ya estaba
muerto, y mientras yo estaba lejos y no pude defender su nombre —dijo,
haciendo una pausa mientras sus puños se tensaron como cuerdas de
arco.
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Él negó con la cabeza. —El Príncipe John despojó ese derecho y se
lo dio al alguacil, por lo que a menos que el príncipe tenga un cambio de
actitud, matando a este Sheriff tan sólo permitirá que uno nuevo suba. De
todos modos —dijo Rob—, tenemos que conceder a la gente algún tipo de
indulto. No pueden soportar esta opresión.
—El Sheriff obliga a que los guardias les quiten dinero que ellos no
tienen, es mezquino —dije.
—La mayoría se atrasan con los impuestos —recordó Much.
—Y a los guardias se les paga con ese dinero —dijo John.
—Un problema perfecto —dijo Rob. Suspiró—. Y uno que no
podemos estar preocupados por ahora. Tenemos que centrarnos en
conseguir a la gente el dinero suficiente para sobrevivir el impuesto de
día—y suficiente carne como para sobrevivir a la noche —Rob asintió con
la cabeza y se levantó, y yo levanté las cejas.
—No tan rápido. No es la única información que tengo. Hay más. Y
no es bueno.
—¿Qué es?
—Nottingham va a traer a un cazador de ladrones. Desde Londres.
No entendí el nombre, pero lo conseguiré.
John miró a su alrededor. —¿Por qué debemos preocuparnos
acerca de algunos mercenarios que atrapan ladrones?
Much se volvió hacia él. —John, todos podemos fácilmente ser
juzgados y colgados como ladrones. Robamos cosas.
—¿Sabes de cualquier cazador de ladrones? —Preguntó Rob.
Asentí. Un ladrón en Londres aprendió rápido a quién evitar. —Tienes
razón como la lluvia, a menos que sea Wild. O uno o dos más —Como
Gisbourne. Aunque en realidad, soy yo la que estaré en serios problemas si
se trata de Gisbourne.
—¿Con cuánto él va a ponerse en nuestro camino? —preguntó Rob.
—Basta ya. Y ya que estamos pensando tras otras cosas, como la
protección de las personas y conseguir monedas, él no lo hará. Él va a
estar buscando hacer su botín e irse, lo que significa tu cabeza—o todas la
nuestras—en una lanza.
John sonrió, inclinándose hacia atrás. —No podemos ser capturados.
Le pegué. —No seas tonto—Espeté.
Sus ojos se estrecharon en mí y di un chillido cuando me pellizcó.
—Suficiente —dijo Rob, cortando con mirada aguda a John—. Scar,
PÁGINA12
mantén los oídos bien abiertos —Trató de pararse otra vez y me miró—.
¿Tengo su permiso ahora, mi señora?
—No me llames así.
—Incluso un ladrón merece un poco de respeto —Él me dio una de
las cálidas y heroicas sonrisas que hacía mis mejillas encenderse, y escondí
mi rostro debajo de mi gastado sombrero de fieltro—. John, asegúrate de
que ella coma algo. Tengo que ir de caza —Él caminó fuera de la
habitación, y con una mirada hacia John y a mí, Much lo siguió.
—¡No tengo hambre! —Le dije a la espalda de Rob—. O algún
mequetrefe que necesites cuidar, para el caso.
John se deslizó más cerca de mí con una sonrisa que significaba que
había escuchado a Rob por encima de mí.
—¿Cuando vamos a entrar en la cárcel, entonces? —Preguntó John.
—Medianoche. El guardia cambia entonces, y tú seguro parecerás
menos llamativo en esa multitud.
—¿Así que crees que luzco como un guardia? Tomaré eso
agradablemente —Tomó un trago de su cerveza, sus ojos brillando hacia
mí encima del borde.
Tiré mis ojos sobre él. —¿Brutal y estúpido? Sí, se te ve muy similar a un
guardia.
El brillo se enfrió. —Nunca tienes nada amable que decir, Scarlet.
—Sólo porque tú piensas que no puede ir sola. No tienes idea de lo
que puedo hacer. Soy más rápida que el relámpago.
—Yo sé que puedes manejarte. Otras personas son la parte más
difícil.
—No estoy hecha de cristal, John. Alguien me golpea y no me
rompo.
—Escucha bien, Scarlet. Siempre que esté cerca, si alguien quiere
hacerte daño y yo puedo detenerlo, lo haré.
Tiré mis ojos hacia él, y él me estaba mirando de esa manera que
odio, como si mirara el tiempo suficiente, él vería todo lo que era. —Me voy
a tirar algunos cuchillos por ahí.
—No, no, no —Llamó Tuck, empujando a través del marco de la
puerta y bloqueando mi salida. Tenía un plato de comida—. Robín dice
que usted coma.
—¡Piérdete! —repliqué.
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Él frunció el ceño. —Scarlet, tú no negarías mi comida, ¿verdad?
¿Conducir a un anciano a beber?
—Tú ya eres un borracho y un cocinero terrible.
—Ahora eso es injusto. Siéntese. Coma —me dijo—. Y yo tomaré una
copa mientras te miro —Sonrió, y sus mejillas captaron la luz y se llenaron
de bondadoso enrojecimiento. Me condujo de nuevo a la mesa, y John se
acercó más por lo que así me enjaulaban. Tuck puso un plato de estofado
de ciervo delante de mí.
Yo sabía que mientras más comiera menos se quedarían mirándome,
así que tragué algunos bocados antes de que empezaran a charlar entre
ellos. Elegí ese momento para pasar por debajo de la mesa y resbalar mi
camino de regreso antes de que pudieran alcanzarme.
No es que yo no coma. Yo como. Simplemente no me gusta la
caridad y no me gusta que piensen que pueden poner sus narices en mi
vida. Rob quiere que todos seamos como una familia, pero no yo. Quiero
mantenerlos lejos de mí.
Además, tenía recados que hacer. Me las arreglé conseguir unas
cuantas hogazas de pan del panadero del Sheriff y un poco de ropa de la
línea de la lavandera de la fortaleza, y no era como si yo tuviera alguna
utilidad para eso. Friar Tuck Inn se encontraba en Edwinstowe2, la pequeña
ciudad que estaba más cerca de nuestro campamento en el bosque, y
sabíamos que la gente de allí es la mejor, así que sabía quién necesitaba
qué. Las casas con techos de paja estaban tan cerca, al igual que los
niños acurrucados, y siempre los hacían parecer débiles, vulnerables.
Como que podían ser aplastados. Dejé pequeños paquetes en frente de
las puertas, la gente los buscó en la mañana, y sabía que, de alguna
pequeña manera, se alegraban.
Hice lo que pude, pero no era como que podría conseguir algo a
cada uno todas las noches. Esa parecía ser la parte más cruel. Trataba de
no pensar en las personas que despertaban y corrían hacia la puerta y no
encontraban nada, eso hacía doler mi pecho.
2
Es una aldea en el corazón del bosque de Sherwood, al norte de Nottinghamshire,
Inglaterra.
R
PÁGINA14
2
egresé a la posada para encontrarme con John un poco
antes de medianoche; Edwinstowe estaba al norte de
Nottingham y teníamos un camino que recorrer para llegar a
Castle Rock. John no estaba allí aún, y yo no entré, solo me apoyé contra
el árbol y me mezclé.
John salió de la posada con Bess, una de las más bonitas, y con
mejor corpiño de las mozas en Tuck’s. Le sonrió y la empujó contra la
pared, podía oír cada descuidado movimiento del profundo y abierto
beso. Ella hundió los dedos en su pelo, y él se echó a reír.
Se apartó con una amplia sonrisa. ―Me tengo que ir ahora, mi amor.
¿Por qué no me cuelo en tu ventana más tarde?
―Dejaré la señal de siempre.
La empujó hacia la posada. ―Entonces, fuera de aquí.
Después de que ella cerrara la puerta con una risita, salí de los
arboles. No dije nada, él se limitó a asentir con una sonrisa y se apartó de la
pared.
―¿Ningún comentario? ―preguntó cuando la posada estuvo fuera
de vista. El camino era áspero debajo de mis zapatos, y sin una lámpara, la
luna nublada era la única luz, iluminando plata y suave el camino. Era
como si la ruta que recorríamos todos los días se hubiera ido, y
estuviéramos caminando a un encantado y extranjero lugar en vez de
mantenernos del sheriff. Podría ver a John claramente.
―Supongo que quieres que te diga lo furcia que es ella. ¿O que eres
tú? Pero en realidad, cada vez que escalas a su ventana, la haces pensar
que es todo para lo que ella es buena. Bess es una buena chica.
―Debes haber conocido todo tipo de cosas en Londres.
No lo dije. Yo no parloteo de Londres. Y además, no me respondió
sobre Bess.
―Acabaste bastante rápido en Tuck’s.
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―Lo hago cuando estoy siendo mangoneada ―dije, cortándolo con
una mirada.
―Entonces, ¿Cómo entraremos al castillo?
Miré hacia arriba. ―Buena noche para un ascenso.
―Oh, Scar ―se quejó―. No me gusta escalar, ya lo sabes. Y no es una
buena noche. Lo hiciste a propósito.
Tampoco he dicho eso. Caminé rápido.
Llaman al Castillo Nottingham Castle Rock por una buena razón, está
construido por una gran pila de rocas. Un lado de las rocas puras y
transparentes y el otro una serie de murallas fortificadas. La mayoría podría
pensar que es un camino para ir, pero veo rocas y no puedo dejar de subir
en ellas. Las rocas son fortificaciones, no paredes en lo alto. Un ejército no
puede escalar rocas ¿no? Y los castillos se construyen para mantener a los
ejércitos fuera, no a los ladrones.
Rob solía vivir allí, antes de las Cruzadas y antes del sheriff, con la
aprobación del príncipe John, se hizo cargo de la fortaleza. Llamaron al
padre de Rob traidor después de su muerte y dijeron que sus tierras serían
confiscadas por la Corona Inglesa. No era posible que él fuera un
verdadero traidor, pero había tierras y no estaba Rob aquí para
defenderlas, por lo que la Corona tomó lo que pudo, y a pesar de ello me
llaman ladrona.
Cuando Rob escuchó que su padre había muerto, regresó, y no
encontró nada, solo dolor y sufrimiento por todas partes.
Mientras él estaba fuera defendiendo su país, ellos estaban tomando su
derecho de primogénito.
Rob solía ser un conde, si puedes creerlo. Es por lo que se siente tan
peculiar con respecto a su pueblo, y por qué ellos se sienten peculiares
con respecto a él. La mayoría todavía lo llaman Su Gracia. Será un conde
otra vez cuando el Rey Richard vuelva seguramente.
Rob es el que nos enseñó la mayor parte de los entresijos del castillo,
pero algunos los he encontrado por mí cuenta, escuchando y mirando y
en general hurgando.
―¿Scar? ―le oí en la distancia. Miré hacia abajo. John no estaba en
lo absoluto lejos―. No vallas tan rápido.
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Sonreí. ―Te esperaré arriba. ―Por supuesto no iba hasta arriba, a tres
cuartas partes de escalada había una entrada secreta. Pero él no tenía
por qué saberlo, yo podía entrar y salir con Freddy antes de que siquiera él
estuviera arriba. Subiendo era rápida y constante por la luz de la luna,
haciendo los asideros visibles para mí. Había una gran roca dominado la
entrada del túnel, ocultándolo de vista, y me metí dentro. Desde allí todo
sería oscuro y sin luz, pero era lo suficientemente bueno para mí, no tenía
necesidad de ver las ratas que se escondían en las rocas.
El túnel era pequeño y unas partes estaban cediendo, pero aún
intactas, agachada corrí a lo largo del mismo. Iba derecho a los
apartamentos de la muralla principal en la cima de la roca, y de allí a un
paseo corto y sombrío a la prisión en la mitad de la muralla. El castillo se
encontraba establecido como una gigante escalera de caracol, y cada
una de las murallas un piso de la escalera, una fortaleza, defendido en sí
mismo.
La parte superior de la muralla era la más protegida y mantenía a las
personas y los almacenes, la parte inferior era para los guardias, y la mitad
de la muralla era para todo lo demás.
Ahora, la prisión tenía una entrada frontal, y eso era todo. Bajo el
suelo en la muralla del medio, la prisión no tenía ventanas, sin embargo,
había una salida de aire que era casi de mi tamaño exacto. Me deslicé de
cabeza hacia abajo, manteniéndome en el interior del ducto de escape
para ver a cualquiera que se encontrara en el pasillo. Nadie allí, y me
deslicé hacia abajo, permaneciendo tranquila y pegada a las paredes.
Había ratas por todas partes, y podía escuchar los chillidos tapando el
ruido que yo hacía.
―¡Hood! ―oí susurrar a alguien. Moví mi cabeza alrededor. Un preso
de pie, pegado a los barrotes―. ¿Estás buscando al muchacho?
Asentí con la cabeza, manteniéndola hacia abajo. Señaló al final de
la fila. Pude ver al guardia de frente, apartándose de mí, y la celda de
Freddy a la izquierda. Perfecto. Deslicé mi mano dentro de mi cinturón
mientras me colocaba cerca. Freddy se acurrucó en su sucio saco de
dormir. Parecía aún más joven allí, y en su cara se mostraba un gran
moretón.
Las cerraduras no eran difíciles de abrir, pero todavía tardó unos
cuantos momentos, y no fue ni siquiera la parte más difícil. Ir dolorosamente
lento, mientras se abría la puerta, chirriando hasta que se quedó quieto.
Con un suspiro, me metí en la celda y levanté a Freddy, callándolo
mientras él se despertaba y tirando de él a mi hombro. No preguntó, en
tanto lo sostenía con fuerza y cerraba la puerta detrás de nosotros
lentamente, esperando el pesado clic de la cerradura.
PÁGINA17
Lo guié a la salida de aire y lo empujé hacia arriba, luego trepé yo
misma. Se retorció antes de hablar, pero en la parte de arriba de la rejilla
se dio la vuelta y preguntó―: ¿Hacia dónde voy?
―Quédate en la pared.
Desapareció en la parte superior, y oí un grito de Freddy más allá de
la oscuridad. Con el temor de Dios en mí, trepé hasta arriba al tiempo de
ver a John inclinándose y agarrando mi brazo. Su agarre dejaría
moretones. ―Más tarde te mataré, Scar.
Puse los ojos en blanco. ―Sígueme.
Subimos por la muralla superior, esquivando el callejón que había
entre la pared y las tiendas de artesanías. Al final de las tiendas, había una
brecha para cruzar sobre los apartamentos. Me deslicé por la pared, hasta
que recibí una clara mirada del lugar.
El muro de adobe se sentía duro a mi espalda. Escabulléndome
lento, fui al poste de madera en la esquina y miré alrededor.
Regresé mi cabeza, en aliento corriendo por mi pecho. Me quedé helada.
―Espero obtener resultados, Gisbourne.
El nombre quemó a través de mí como una estrella fugaz. Sentí la
garganta como si una mano se cerrara alrededor de ella, presionando,
cerrando mis pulmones.
No lo había visto en cuatro años, y ahora aquí estaba, menos de un
brazo de distancia de mí. Había huido de él y mantenido huyendo, y ahora
parecía que había corrido de vuelta para terminar de golpe nuestras vidas
juntas.
―Si por “resultados” te refieres a colgar a una banda de ladrones
mientras las adoradoras personas ven, dalo por hecho. ―dijo la suave,
oscura voz.
Cerré mis ojos; su voz comiendo a través de mí como el ácido. Sentí
el sudor saltar a mi piel y mi pecho quemando por no respirar. Mi puño se
abrió camino al cuchillo, y contuve un pequeño aliento.
―Pero ¿cuándo, Gisbourne?
Se echó a reír. ―Muy pronto.
―Asegúrate de eso. El Hood y sus hombres son el azote de la selva. El
príncipe John en persona me ha escrito para que esos ladrones sean
cazados como perros. La gente les protege, y no los puedo encontrar.
―Yo puedo. Los ladrones son una presa como cualquier otra, Sheriff.
Cazarlos, seguirlos y matarlos.
PÁGINA18
Mi corazón huyó de mi pecho y mis manos temblaban.
―Bueno, te enseñaré en tus apartamentos, entonces.
Los dos cruzaron el patio con un flanco de los guardias, y yo
agachada, en parte porque no quería ser vista y en parte porque mis
rodillas se tambaleaban. Esperé hasta que estuvieron dentro de los
apartamentos y luego hice señales a John. Él y Freddy se deslizaron junto a
mí, y salté cuando Freddy me tocó el brazo.
―El túnel está detrás de las residencias ―susurré. Eché un vistazo
hacia atrás para ver a un guardia quedarse al margen, y solté el aliento―.
Cuando él pase en la otra dirección, podemos ir de uno en uno.
John suspiró pesadamente. ―Cristo, Scar. Soy bueno para algo.
―Pateó un poco el adoquín roto y lo recogió. Lo lanzó por el camino por el
que habíamos venido, y el guardia se puso alerta. Un momento después,
corrió hacia el ruido.
―¡Vamos! ―ordenó John.
Fruncí el seño, pero eché a correr. John tomó a Freddy de un brazo,
volando mientras cruzábamos el patio abierto de regreso a las residencias,
escondidos a salvo en las sombras. Ese era el problema del túnel; estaba
muy lejos del castillo. Nos hicimos con el túnel y sentí el alivio estrecharse a
través de mí. John cerró la escotilla detrás de nosotros, y una vez en la
oscuridad, lanzó un suspiro.
―Está oscuro. ―señaló Freddy al cabo.
―Voy primero, Freddy ―le dije―, vas detrás de mí.
―Fred. ―corrigió.
―Fred. ¿Te asegurarás de no perder a John?
―Lo haré.
Nos apuramos a través del túnel, y en la boca, en la oscuridad, Fred
se apretó a mi lado. ―No soy bueno con la escalada.
Me agaché. ―Yo soy buena. Sube.
―No seas tonta ―murmuró John, cogiendo a Fred y arrojándolo sobre
su espalda―. Por mucho que me gustaría verte caer de Castle Rock, quiero
lo mejor para ti, Fred.
―Todo el mundo sabe que Will Scarlet puede hacerlo todo. ―le
respondió Fred. John puso los ojos en blanco.
Decidí robar esta semana algo extra para Fred por eso.
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Fred se mantuvo tranquilo la mayor parte del camino de regreso, y
John y yo fuimos con él en medio de nosotros, permaneciendo muy cerca
el uno del otro. Sentí como si Fred necesitara personas de pie junto a él en
ese momento, e imaginé que John pudo haber tenido la misma idea.
Cada paso más lejos del castillo a mi espalda significaba que podía
respirar con mayor facilidad, pero aún con Castle Rock lejos, y más lejos de
Gisbourne, no me sentía segura.
Edwinstowe seguía hacia el norte en la carretera principal de
Nottingham. No era tan grande como Worksop, y Lord Thoresby, el noble
responsable de la ciudad, no tenía ese tipo de arcas en su guardia
privada. Así que con más frecuencia no llevaba a Edwinstowe la ira del
Sheriff como un pequeño lleva a un matón.
Además, más allá de Edwinstowe la carretera serpenteaba a través
del bosque hasta antes de llegar a Worksop, que era de los lugares a los
que hemos dado la mayor parte de nuestro dinero, mirando sobre la
carretera en el refugio del bosque, si se quiere. Esto significa que el Sheriff
baja mucho más difícilmente a las carreteras en medio de la selva, que las
que estaban en las ciudades cerca de él.
Cuando entramos al pueblo, la casa de los Cooper era la única con
velas encendidas en el interior, y vi a John dudar en tanto nos
acercábamos. Se detuvo en la puerta, y me detuve con él. ―Ve ahora,
Fred ―le dije―, esperaremos.
Fred avanzó lentamente, y con la poca luz se veía bastante pálido.
No lo culpo. Las madres podían ser algo difíciles. Su madre abrió la puerta
cuando él golpeó y se echó a llorar, llevándolo adentro sin siquiera
dirigirnos una mirada.
―¿Dónde lo llevan? ―preguntó John.
Examiné un rasguño en mi mano. ―Gran parte de padres tomarán a
su familia en Worksop hasta que podamos encontrar algún otro lugar.
―Lamiendo mi dedo pulgar, froté la suciedad de mi mano.
―Me mentiste esta noche. ―dijo John.
Me encogí de hombres. ―Te mentí mucho. Puedes ser más
específico.
―Dijiste que me esperarías arriba. Dijiste que iríamos juntos.
―Bueno, sí, eso fue una mentira.
Volvió la cabeza. ―No me importa un bledo si mientes, pero si lo
haces cuando la vida de un niño está en juego, te juro que te arrastraré
una cuadra.
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Mis oídos ardían, porque John era el tipo de persona que no
bromearía sobre golpear a una chica, pero me encogí de hombros. ―Lo
saqué de ahí, ¿no?
―¿Cómo conoces a Gisbourne? ―preguntó.
Me quedé helada. La mayoría de la gente, cuando está asustada o
algo, grita o sale corriendo, en general hacen justo lo obvio. He aprendido
a ser muy cuidadosa con lo que se muestra, por lo que soy de la clase que
se congela y piensa rápido. ―No lo hago.
―Sí, lo haces. Nunca he visto una pulgada de miedo en ti, y esta
noche tenías una pizca de ello, lo que supongo significa que estabas
aterrorizada. ¿Te iba a colgar en Londres?
―No conozco a Gisbourne. Solo sé su nombre. Eso es todo.
Se encogió de hombros. ―No tienes que decirme. Pero le diré a Rob
y lo obtendrá de ti.
―No hay nada que obtener.
Fred abrió la puerta con un pequeño bulto de ropa, su madre y sus
hermanas se hallaban un paso detrás de él. La vela de la ventana estaba
apagada. ―¿Listo para irnos, Fred? ―pregunté.
Él asintió. John puso su brazo en el hombro de Fred. Siempre el
hermano mayor.
Caminamos a Worksop, y el amanecer se asomaba cuando
llegamos allí. Fuimos a donde el padre Much, un molinero cuya tienda se
encuentra lejos del centro del mercado. Siempre necesita aprendices, por
lo que no es demasiado raro ver a un niño allí. Nos dio unos huevos y pan
para el desayuno y John y yo seguimos nuestro camino.
―Siento que no volvieras a Bess. ―le dije.
―Si es que se ha dado cuenta ―Tiró de un mechón de pelo castaño
que se había escapado de mi sombrero―. Tú te estás deshaciendo.
Empujé mi cabello debajo del sombrero y él empujó hacia arriba con más
fuerza. Sentí el calor en mi cara y odiaba que el sol mostrara mi rubor.
―No sé por qué no te deshaces de esto. Nadie sabría que eres una chica,
¿no es ese el punto?
―¿Por qué, entonces, como me arrastrarías por una cuadra sin
sentirte culpable?
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Su rostro decayó un poco. Lo que estaba bien. Enojándolo
significaba que no tenía que admitir que me gustaba mi cabello. Me
gustaba aún más el hecho de que nadie lo veía excepto yo. Y me recordó
a alguien que me gustaba recordar, solo yo.
―Realmente nunca te golpearía, Scarlet ―gruñó―, deberías saberlo
mejor.
―Entonces no hables de eso. Si acabas de decir lo que quieres decir,
no tendrías que ladrar tanto ―Le dirigí una mirada―. Además, lo hiciste una
vez.
―No te golpeé aquella vez, te tacleé. Lo cual fue un infierno de
manera cuando descubrí que eras una chica, por cierto. Nunca lo hubiera
hecho si hubiera sabido, y luego Rob se dirigió a mí con una santa furia,
diciéndome que no tenía que golpear a las chicas, porque él lo sabía
―frunció el ceño ―¿Por qué le dijiste a Rob todo la primera vez?
―No lo hice. Él lo descubrió en el camino desde Londres.
―¿Cómo?
―Nunca me quise bañar con él o estar en el agua cuando él estaba
cerca. Comenzó a sospechar. Parece que a los chicos de verdad les gusta
exhibir sus partes por ahí.
Soltó un bufido. ―Sabes, eso ha sido así demasiado tiempo para que
estés quejándote sobre ello. Los chicos arreglan sus cosas por pelear unos
con otros.
Asentí con la cabeza. ―Estaba en lo cierto cuando llegué a
Sherwood. Antes de eso era uno de nosotros. Antes de que realmente
hubiera incluso un nosotros. ―Le di una patada a las hojas a mis pies. Era
extraño que a corto y largo plazo pareciera la misma. Siempre, y en un
abrir y cerrar.
John escupió. ―Antes de que Nottingham cortara la mano de Much,
quieres decir.
Me encogí de hombros. No me gustaba pensar en él, mucho menos
para decirlo en voz alta.
Llegamos a la carretera principal de Worksop a Edwinstowe, y había
una fábrica de cerveza con los barriles de grano en un vagón. Podía
incluso ser de Tuck, pero no pude ver la parte delantera. Corrí hacia el
vagón y me subí, John me siguió. Le di la mano para tirar de él.
Nos escondimos atrás del barril de grano, no de la cerveza, porque aquí
pocos son los comerciantes que nos niegan nada, pero los hombres del
Sheriff vigilaban esos barriles.
―Me pregunto cómo le fue a Rob. ―dijo John.
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―Vi un poco de carne de venado donde los Cooper. Edwinstowe va
a comer hoy.
―Vi un poco de pan en el paso en la casa del bosque.
No dije una palabra.
―Toma lo que era tuyo, entonces.
―¿Piensas que cocino?
―No, pienso que robas. A pesar de decir que estás en esto porque
Rob te chantajeó para que entraras.
―No soy criada de Rob, sabes. Honestamente, la gente piensa que
estoy encadenada al hombre.
―¿No lo estás?
―No.
―Bueno, ¿Cómo hiciste todo el trabajo, entonces? O eres
chantajeada, o no lo eres.
No quería admitir que Rob me sorprendió robando. Menos, los días
terribles que me llevaron a eso. ―Rob me dio la elección del diablo. Me dijo
que tenía que ayudar o me mandaría a la cárcel, no a la horca con una
agradable caída rápida y una parada repentina; pero sí a la cárcel de
sangre, donde mueren lentamente, con sus pedacitos interiores podridos.
Pero Rob no es el tipo de hombre que me tira a la cárcel ¿no? No lo sabía
entonces. Pero yo podría irme ahora. De hecho, no puedo quedarme
mucho más tiempo.
Sus cejas se juntaron. ―¿Qué?
Honestamente. ¿De todas las preguntas? Él no es sordo.
―¿Por qué? ―Se inclinó hacia delante―. ¿Por qué te vas, después de
dos años siendo parte de la banda? Dos y un poco más ¿Cuándo las cosas
están peor que nunca? ¿Por qué cambiar de idea?
―No soy de aquí, John ―mentí―. No es como si esta fuera mi gente.
―volví a mentir―. No les debo nada y ya me estoy aburriendo de ti y Rob
actuando como si fueran mis padres. ―dije con una mueca que no pude
contener. Eso fue una mentira y una verdad. Más o menos.
Negó con la cabeza. ―En primer lugar, es tonto decir que soy tu
padre. Los dos tenemos dieciocho años. Ni siquiera es posible.
―Entonces deja de actuar como si lo fueras.
―Sabes, siempre creí que te gustaba que pensásemos que eres una
rata… Pero en realidad eres una cobarde de vientre amarillo de primer
orden. ¿Cómo puedes salvar a Freddy y luego creer que no tienes nada
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que ver con ello? “Will Scarlet puede hacerlo todo” ―Se burló―. Una buena
persona. Me preguntaba como una increíble chica como tú podría ser un
ladrón, pero creo en las cifras perfectamente.
Escupió a mis pies, y para mi horror me encogí un poco. Sin
embargo, no se dio cuenta. Estaba demasiado ocupado pasándose a la
parte trasera del vagón saltando.
Saqué mis rodillas fuera de la saliva y me quedé en el carro, que ya
se acercaba al bosque. Así que mentí y engañé un poco. Aun así, este tipo
de daño. No era una rata. No por mi propia decisión, al menos. Además, la
única cosa que hice en primer lugar fue escapar de Gisbourne. Él era la
única persona en el mundo de la que debo mantenerme lo más lejos
posible, y no puedo decirles a los chicos por qué.
La última vez que vi a Gisbourne, yo había tenido trece, pocos días
antes de mi cumpleaños, pero no he olvidado ni un poco de su cara.
Ahora Gisbourne estaba en Nottingham, y venía por Robín y sus chicos. Y
por mí. Si alguna vez hubo un buen momento para dejarlo todo y correr
tanto y tan rápido como pudiera, era este.
Salté del vagón cuando estuvo lo más cerca que pudo de nuestro
lugar en el bosque y regresé al campamento antes que John.
No hice caso a Rob, subiendo por el Gran Roble. Era un árbol amplio
y antiguamente alto, pero yo era la única que podía subir a la cima, y
había construido una pequeña hamaca ahí. Sería raro para las aves
posarse tan alto. En lugar de ver un gran bosque verde y tierra marrón,
todo lo que podía ver era cielo gris y la copa de los árboles espinosos, todo
un mundo en Sherwood que nadie más conocía, y era el único lugar
donde sentía que podía dormir.
D
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3
esperté con el sonido de Rob golpeando una olla en mi
dirección. Me incliné sobre el borde de la cama.
—El almuerzo está listo, Scar —me llamó.
Suspirando, salté de la hamaca. Para ese momento, John
seguramente habría hablado con él. Y, probablemente, él también
estaría allí.
Sólo la mitad de mi sobrero estaba sobre mi cabeza, así que me
acomodé el cabello hacia atrás y lo bajé hasta mis ojos. Comencé a
saltar a través de las ramas. Me gustó esa parte. Las ramas eran un poco
duras por debajo, y me apoderé de una, luego de la siguiente, pasando
a través del árbol y haciéndome un camino sobre ellas. Me imaginé a mí
misma yendo donde torpes como John no podrían.
Con un salto final, mis pies tocaron el suelo y me agaché sobre ellos.
Robin se encontraba justo frente mí. —Tenemos que hablar, Scar.
Much se encontraba junto al fuego, revolviendo una olla, y John
estaba sentado en el hueco de una de las ramas más bajas, pero no miró
hacia mí.
Me crucé de brazos. —Hablar.
—Camina —dijo Rob, señalando el camino. Fruncí el ceño.
Comenzamos a andar lejos de los demás, y me mantuve a una
buena distancia de Rob. Siempre lo había hecho. Él es justo. . . él es el tipo
de hombre que te atrapa bastante fácil, y yo no quería eso. Siempre
pensé que estar lejos de él era lo mejor. Él no era un torpe como John, en
ningún sentido, pero tenía unos hombros anchos que ocupaban la mayor
parte del camino, y yo me encogí entre algunos arbustos para
mantenerme alejada.
—¿Gisbourne es el caza ladrones?
Asentí.
—¿Qué tan malo es eso para mí?
—Malo.
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mí.
—¿Y qué tan malo es para ti?
—Peor —solté antes de poder detenerme. Rob tenía ese efecto en
Se quedó en silencio por un tiempo, y las hojas secas bajo nuestros
pies, sonaban bastante fuerte. Yo contaba los pasos en mi cabeza.
—¿Alguna vez me dirás cómo te hiciste esa cicatriz? —preguntó.
La cubrí con mi mano. ¿Por qué pensó en eso? —No si puedo
evitarlo —le dije—. Pero es vieja. De una vida completamente diferente.
Él levantó una ceja y yo tragué, sabiendo que era la primera vez
que lo dejaba saber de que no había nacido exactamente en el robo, o
en Londres, para el caso. Que había tenido otra vida anterior a ésta.
Aunque ésta me gustara más.
Se detuvo y me apoyé en un árbol, guardando mis manos detrás de
mí. Traté de no mirar hacia atrás. Él era hermoso, Dios lo sabía. Su cabello
se veía suave y húmedo como el trigo, sus ojos eran de color azul
grisáceo, como el Canal Inglés, y poseía una mandíbula que era lo
suficientemente fuerte como para recibir un par de golpes. —¿Estás
pensando en irte debido a Gisbourne? —preguntó, su voz era suave. Se
acercó a mí. Su mano se posó en el árbol, por sobre mi cabeza, estaba lo
suficientemente cerca para notar que su cuerpo era más cálido que el
resto del bosque.
Asentí con la cabeza. Mi garganta se sentía espesa, como si no
pudiera tragar correctamente.
—Cuando estés lista, Scarlet, puedes confiar en mí. No voy a
forzarte. Y si quieres irte no voy a retenerte, especialmente si estás en
peligro. Pero si te quedas, te mantendré a salvo lo mejor que pueda.
Nuestros ojos se encontraron. No me gustaba que eso sucediera
muy a menudo porque tengo ojos divertidos, y las personas tienden a no
sentirse demasiado cómodas con ellos. Especialmente durante el día.
Verán, cuando Rob dice cosas así, suena como si él sólo estuviera
preocupado por mí. Pero lo vi tragar y no estuve tan segura. He estado
con Rob un largo tiempo, y está perdido como yo. Está solo como lo estoy
yo. Y puedo ser estúpida, pero creo que mi partida podría hacerle daño
también.
—No me voy a ir. Sólo pensaba en ello —le dije—. Además, nos
mantenemos a salvo el uno al otro. —Lo dije por Robin, pero no estaba
tan segura. No estaba segura de si algo podría mantenerme a salvo de
Gisbourne.
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Él contuvo el aliento, sostuvo mi mirada, y su rostro se acercó un
poco al mío. Estaba observando mi cicatriz, cuando dijo—: Sí, lo hacemos
—dejó ir la respiración, meciendo su cuerpo hacia atrás y adelante—. No
vayas a la cárcel sola, nunca más, ¿de acuerdo?
Torcí el gesto —No me hagas prometer eso.
—Scar, por favor. No importa a quien lleves, sólo lleva a alguien
contigo. No es mucho pedir.
Por supuesto que lo era. Yo no era el tipo de persona que dejaba
que otras fueran conmigo para cuidarme, y estaba segura que no quería
cambiar eso.
Dimos la vuelta para regresar, y él rozó su hombro contra el mío. Se
apartó rápidamente. Fruncí el ceño.
Así es como eran las cosas entre Rob y yo. Él dijo esas cosas que
hicieron que me sintiera como si tuviera avena en lugar de un corazón, y
justo cuando pensé que podría significar algo más, él se había alejado.
Había sido justo a la manera de Rob —era el héroe con todo el mundo, y
al igual que Much no podía dejar de estar fascinado, a veces sus formas
de héroe me absorbían como una corriente.
Pero no significaba nada. Él era el líder y yo era su compañera de
banda, y cualquier palabra suave que oía salir de su boca era un engaño
de mi mente. Una vez más.
Cuando doblamos la esquina hacia el campamento, sentí los ojos
de John quemando sobre nosotros a través del campo. Me alejé de Rob
para sentarme junto a Much.
—Tenemos que hablar sobre Gisbourne —dijo Rob, sentándose
cerca nuestro. John saltó del árbol, acercándose al fuego.
Much me pasó la comida primero, una especie de decantación
con cebada y zanahorias en ella, y un trozo de pan duro. Empujé el pan
en el plato, mientras él les pasaba los alimentos a todos los demás.
—Estofado de conejo —me dijo Much—. Es bueno. La señora
Cooper me dio la receta.
Mis dedos se cerraron alrededor de la taza. Estaba caliente, y olía
realmente bien, pero la idea de la señora Cooper y sus pequeños hizo
que mi estómago se llenara de ceniza en lugar de hambre.
—Scarlet, tú eres la única que ha oído hablar de él. ¿Qué sabes? —
preguntó Rob.
Me encogí de hombros. —Es despiadado. Cruel. —La boca de Rob
se hizo un poco más delgada, y por un momento pareció ser mucho más
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viejo que sus veintiún años—. Tiene renombre como caza ladrones. Es el
hijo mayor y no necesita el dinero. Lo hace por deporte. No tiene familia.
Iba a casarse hace un tiempo atrás, pero la chica falleció.
—¿Tuvo algo que ver con eso?
Miré hacia abajo. —Ella se colgó, así que supongo que sí.
Sentí sus ojos sobre mí.
—¿Y él nunca se casó?
—No. —Por supuesto, había mucha más historia que eso, pero no
importaba. Ellos no necesitaban saber el resto—La mayoría de los caza
ladrones en Londres obtienen parte de la acción. Son delincuentes ellos
mismos, de derecha, y dicen que son ladrones. Bueno, obtienen un
equipo, conforman un número reducido de grandes robos, y luego el
caza ladrones convierte a uno de sus propios hombres a los señores que
lo contrataron. Los caza ladrones, por lo general liberan a sus hombres de
la soga del verdugo, también, pero no siempre ha tenido la misma suerte
y, a veces, un ladrón tiene que morir. No importa nada. Los cazadores
cobran una recompensa por el ladrón y continúan recogiendo de sus
robos. Un razonable trabajo sin corazón. Ellos siguen obteniendo una
buena ganancia, pero la ley no se ve tan dura siempre y cuando se
mantengan convirtiendo gente.
—Astuto —sentenció John.
—Sí, excepto que Gisbourne nunca lo hizo. Él sólo los convierte
cuando tiene que hacerlo, prefiere enviarlos a un sueño en el Támesis,
con una garganta sonriente.
—¿Qué significa eso? —preguntó Much.
—Corta sus gargantas antes de tirarlos al río —explicó Rob.
Much se estremeció. —No sé si tenemos suerte o es que aquí no hay
río. El Trent sería algo así como un paseo.
—No —dijeron a coro los demás.
Much miró a la comida.
—Él es reacio a los errores. Yo podía escuchar fuera de su ventana y
él nunca sospecharía nada, porque el palacio está fortificado. Pero no
podemos tirar de la misma mordaza dos veces… Él aprende rápido.
—Y por razones que Scarlet no me dejará saber, yo creo que si
Gisbourne la encuentra, va a matarla —les dijo Rob.
—Él no me conoce —le prometí—. Excepto por mis ojos.
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—No importa, todos lo mantendremos alejado de Scar, ¿de
acuerdo? —preguntó Rob.
Much asintió con la cabeza, y me sorprendió que incluso John lo
hiciera sin dudarlo.
—Él no me conoce —le dije de nuevo.
—Sí, pero tú eres el único ladrón honrado a Dios por oficio, Scar.
Conociéndote o no, creo que debemos mantenerte alejada del caza
ladrones —Much me dijo.
—Ustedes roban mucho, tanto como yo.
Rob sonrió. —Tú nos has enseñado cómo hacerlo.
Mis ojos se dirigieron hacia el brazo de Much, donde faltaba una
mano. No le había enseñado a Much lo suficientemente pronto, y el
sheriff le había cortado la mano mientras él trataba de robar comida
para su familia. Eso fue antes de conocerlo, pero todavía no me
acostumbraba.
—Freddy llegó bien a lo de mi padre, ¿cierto? —preguntó Much
con la boca llena de comida. Miré mi plato. Debería comer por lo menos
un bocado. Tomé un trozo de pan empapado en caldo.
—Sólo bien. Es un chico valiente —respondió John, sorbiendo un
poco de su caldo.
—Scarlet, quiero que mantengas un ojo en la familia. John, tú
también. Estoy tratando de conseguirles un lugar para quedarse y
posicionarlos fuera de Nottinghamshire, pero tendrán que permanecer
aquí hasta que podamos arreglarlo. Vamos a llevarlos a Worksop a
primera hora de la mañana, pero el sheriff estará buscando sangre, por lo
que tenemos que tener a alguien que se mantenga observando el reloj.
—Cerré la celda —les dije—. Después de que él estuvo fuera, la
bloqueé de nuevo.
Rob sonrió. —¡Ja! Ellos probablemente creyeron que era lo
suficientemente pequeño como para deslizarse fuera.
—Lo golpearon, lo sabes. Lo azotaron, también, haciendo cuentas,
pero yo no lo vi. —Realmente no había querido ver.
—No creo que lo hicieran —dijo John, y su voz fue suave, como si él
estuviera tratando de hacerme sentir mejor. No me gustaba—. Agarré su
espalda y él no reaccionó.
Asentí con la cabeza, pero no lo miré.
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—Muchachos, ¿por qué no patrullan las carreteras hoy? Vean lo
que podemos revolver. Y Scar, quiero que tú mantengas el oído alerta
para obtener información.
—Obtienen más botín cuando estoy con ustedes —le recordé. Yo
era buena detectando quiénes tenían dinero y dónde lo guardaban.
—Pero necesitamos más información de dinero hasta que sepamos
lo que Gisbourne trama.
Me toqué el ala de mi sombrero en su dirección.
—Y me gustaría que comieras más.
—Deja de empujar comida por mi garganta, Rob. Como cuando
tengo hambre.
Él levantó una ceja y me miró. No di marcha atrás. Las
preocupaciones de Rob. Hubo momentos, cuando recién nos conocimos,
en los que yo estuve muy enferma por no haber comido por un largo
tiempo, y él nunca lo olvida. Por supuesto, yo tampoco lo olvido, pero
pensar en ello sólo empeora las cosas. Recuerdo que estuve varias
semanas sin comer mucho, días sin comer nada, y pude sobrevivir.
Reconozco que los pequeños niños Cooper no podrían.
Y Rob debería entenderlo. Él toma la culpa y la responsabilidad que
otros no. John toma los golpes. Yo tomo el hambre, y la mayoría de las
veces se siente horriblemente poco.
—Bueno, si tú no tienes hambre, yo sí —dijo John, quitándome la
comida. Lo estaba haciendo por crueldad, pero realmente no tenía
hambre, así que lo dejé.
Se sentó a mi lado y se lo comió de forma ruidosa. Se acomodó
más cerca y presionó su codo contra mi costado. Me golpeó el brazo y
derramó la cucharada por su túnica—. Comida en perfecto estado, Scar.
—Tal vez no deberías sentarte tan cerca de mí.
Empujó todavía más cerca, lo que sólo me hizo empujar a Much —
No creí que te importaría.
Me puse de pie y golpeé su copa hacia arriba, derramando su
contenido sobre él. —No creí que te gustara sentarte con las ratas —
repliqué, yéndome.
—Scarlet —rugió.
Sonreí, pero seguí caminando. Le servirá.
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Paseé a través Edwinstowe, manteniendo la cabeza hacia abajo,
pero con los ojos abiertos. Las casas estaban todas fuera de la central de
agua, pequeños techos de paja con vallas desvencijadas por sus pollos, si
tenían la suerte de poseer uno o dos. Había pocos granjeros en
Edwinstowe y ellos mantenían su ganado en un corral junto al pozo.
No vi ningún guardia del castillo o a cualquiera de los hombres del
sheriff. Ellos eran los únicos de por aquí que llevaban armadura, por lo que
se les hacía fácil de detectar. La señora Thoresby también caminaba por
el pequeño pueblo; ella era la esposa de Lord Thoresby, quién protegía al
pueblo del sheriff. Él no era muy bueno en eso, pero hacía todo lo posible.
La señora Thoresby era hermosa hasta que esas cosas sucedieron.
Tan pálida y rubia, se veía como el sol en el día y la luna después de caer
la noche. Ella estaba llevando sus bonitas faldas a la casa de los Cooper,
me pregunté si iba a decirle a la señora Cooper que su hijo había
escapado de la prisión. Ella era amable, incluso si no podía hacer mucho,
era una ayuda para advertirle a la familia que el sheriff podría venir sobre
ellos. Hacía nuestro trabajo más fácil, también.
Ella tenía una guardia consigo, pero no constituía una amenaza
para la gente del pueblo, así que empecé a caminar hacia Nottingham.
No era realmente el momento adecuado del día para una comida
familiar, así que subí a un árbol y comencé a correr a través de las ramas
que se superponían. Los árboles eran viejos y las ramas eran decentes de
espesor, mientras yo corría rápido, apenas tenían tiempo para doblarse.
Esa era la mejor manera de moverse durante el día. No hacía demasiado
ruido tampoco.
Nottingham era una ciudad de mercado, pero éste no era tan
bueno como el de Worksop, en su mayoría debido a que el sheriff recogía
a cualquiera que fuera bueno y lo depositaba en la torre de homenaje.
Como sheriff, él fijaba los impuestos en Nottinghamshire, y así era como su
gran castillo funcionaba por sí solo; gravaban el grano de los agricultores,
las armas de los herreros, los paños de los tejedores y tintoreros, y así
sucesivamente. El sheriff no tenía nada hecho por sí mismo. También tenía
tendencia a tomar el mejor grano y los alimentos como un impuesto.
Mostrándole a Nottingham lo que significaba a veces tener que perder
sus mercancías, pero algunos todavía lo hacían.
Tomé una manzana mientras pasaba, dejando una moneda en su
lugar. La moneda valía mucho más que la manzana, pero eso no me
importaba. No le robaba a gente que no puede afrontarlo, pero
tampoco me gustaba el trueque.
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Una niña y su hermano se acurrucaban en el suelo junto a la tienda
de su padre, y todo el conjunto parecía raído y delgado. Mi estómago
gruñó y suspiré, yo también había sido una pequeña hambrienta una vez.
Sin mirarla, puse la manzana en sus manos, y me escabullí entre la
multitud antes de que ella pudiera verme.
Las puertas estaban abiertas, así que caminé justo en frente de la
fuerte guardia. Me sentí afortunada de no haber sido vista.
Di la vuelta a la muralla inferior, escuchando. La lavandera y el
panadero estaban abajo, y había mujeres con otras mujeres que trabajan
para ellos, que tendían a cacarear hasta por los codos mientras
trabajaban.
Yo había cosido mi chaleco especial; tenía un bolsillo contra mi
espalda que podría llenar con todo lo que necesitara, y a penas me
hacía parecer un poco más gruesa. No se podía decir lo que había en él.
Empecé a deslizar rollos dentro y robé un buen par de ovillos de lana
negra. Luego simplemente me incliné hacia un rincón oscuro y escuché.
Consideré comer uno de los rollos, pero demasiadas caras de la aldea
vinieron a la cabeza. Tuck me daría comida más tarde.
Una de las chicas se rió, y oí un chasquido cuando ella sacó el
paño húmedo. —¿Estas son cosas de un hombre elegante? —preguntó.
—Sí —dijo la lavandera.
—No son mucho más que trapos —dijo.
—Él los ha estado usando, pero no son suyos —dijo otra chica—.
Jameson me contó que sus cosas se están enviando desde Londres. —Ella
hizo un ruido—. No me gusta. Sus ojos se ven como si Dios hubiera quitado
la luz de ellos.
La lavandera se echó a reír. —¿Jameson? Como si fuera lo
suficiente bueno como para correr con él en cada oportunidad que te
doy.
—Oh, no, me gusta Jameson, mucho. Ese Sir. Él es terrible.
—Al menos él mantiene sus manos para sí —dijo otra.
—Es verdad.
—Me enteré de que estuvo en las Cruzadas.
—He oído que ha matado a un centenar de los ladrones. Ese
hombre se encarga de la tarea de Dios.
Oí un chapoteo. —Eso no es cierto, Margery. Se lo ha llamado para
colgar a Robin Hood. Esa no es la tarea de Dios, en absoluto.
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—Cuidado con esa lengua, pequeña. Puedes ser nueva aquí, pero
hay cosas de las que no podemos hablar.
—Bueno, Hood podría ayudarnos con el lavado, por lo menos —dijo
la que andaba con Jameson—. He oído que están terriblemente
asustados de que los hombres Hood roben las cosas de Gisbourne. Ellos
fueron enviados hacia el río, pero Jameson ha sido designado para
llevarlo a través de Sherwood, disfrazado de alguna manera.
La lavandera se echó a reír. —¡Robin Hood no se deja engañar por
un disfraz! Mejor dile a Jameson que está enfrascado en una tarea de
tontos.
—Lo intenté, pero ya se ha ido. Con suerte, volverán con eso
mañana.
Las mujeres empezaron a silbar, aunque no podía decir por qué. —
Recuerda, muchacha, está la leche y está la vaca, y la parte de la vaca
debe ser lo primero.
Las mujeres ulularon ante esto, y las niñas rieron también.
Salí de Nottingham justo a tiempo; se trataba de una ciudad
amurallada, y sus puertas se cerraban al anochecer. Para la hora en que
el mercado había terminado, la ciudad estaba vacía de gente, y yo
podía ocultarme fácilmente en la marea.
Fui a Edwinstowe y llegué justo antes del anochecer. Los hombres
habían salido a acorralar el ganado, y las mujeres estaban haciendo la
lavandería. Paseé por la ciudad, repartí los rollos cuanto pude, y le di los
ovillos a la señora Clarke. Ella tenía tres hijos en crecimiento y la cosecha
de su marido no había ido bien.
Traté de dejar las cosas de tal manera que yo no tendría que
enfrentarme a sus agradecimientos. No me gustaba que me dieran las
gracias por mis dedos pegajosos. Eso no me llevaría al cielo, así que no
había necesidad de decirlas.
Iba a detenerme en lo de Tuck, al lado del camino, un poco más
lejos de los habitantes del pueblo y el castillo, y estaba yendo hacia allí
cuando oí a alguien gritando. Y luego algo que se rompía, como si
alguien hubiese sido golpeado.
Me agaché en el suelo, escuchando. Lo oí de nuevo, y di vuelta a
la esquina para ver a dos de los hombres del sheriff sosteniendo a Amy
Cooper por el frente de su vestido. Ella tenía apenas nueve años, y era un
poco escurridiza para ser una niña. Se la estaban llevando y tenía un gran
corte debajo de su cabello, como si la bestia la hubiera golpeado con su
mano armada.
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Deslicé un cuchillo desde el interior de mi chaleco y lo dirigí hacia la
mano abierta de la fiera, la que no sostenía a Amy. Lo azoté y grité: —
¡Amy!
Él la dejó con un rugido de dolor, y ella gritó y corrió hacia mí. Me
agaché y la abracé. —Corre a lo de tu madre, no les abras la puerta —le
susurré.
Ella siguió llorando, pero me obedeció, corriendo como si el mismo
diablo se encontrara en sus talones.
El hombre sacó el cuchillo de su mano, al tiempo que su
compañero desenvainaba la espada. Las espadas son terribles. Eran
nada más que cuchillos grandes y pesados que la mayoría no sabe cómo
utilizar correctamente. Saqué dos cuchillos más a medida que ellos
venían hacia mí.
—Vas a lamentar esto, muchacha —dijo uno de ellos. Su mano
goteaba rojo, sin embargo, estaba segura de no arrepentirme de eso.
—Oblígame a hacerlo —lo desafié.
Corrieron hacia mí, me di vuelta y salí corriendo, escuchándolos reír,
mientras me perseguían contra valla del curtidor. Por supuesto, ese era mi
plan.
No dudé, saltando y usando la valla para dar la vuelta sobre sus
cabezas. Caí detrás del lesionado y deslicé mi cuchillo a lo largo de la
parte posterior de su rodilla. Él gritó. No me gusta matar gente, pero ese
tipo de corte significaba que no podría hacer mucho persiguiéndome a
partir de ahora.
El lesionado lanzó su espada, con el objetivo de cortar mi cabeza,
pero se deslizó hacia atrás y atrapó sólo mi cuchillo, cortando la hoja.
—Hijo de puta —gruñí. Su espada quedó clavada en el suelo
blando, y me descargó un puñetazo en la entrepierna. Soltó la espada
con un gruñido, pero él me abofeteó con la mano ensangrentada.
Me retorcí alejándome con estrellas en los ojos, pero la idea
instantánea de John Little diciendo que yo no podía recibir un golpe me
heló sangre. Me volví al guardia y le lancé un puñetazo tan fuerte como
pude en el medio del rostro, lo poco de él que no estaba cubierto por la
malla. Se cayó y golpeó el suelo, y eché a correr hacia el bosque.
No fui muy lejos, por supuesto. Regresé del bosque y me acerqué a
la casa de la señora Cooper. Al ver una luz apagarse, miré por la ventana
y empecé a maldecir.
La señora Cooper estaba allí con Amy. Los otros no se encontraban,
de seguro ya se habrían ido a Worksop. Tenían un paquete en el suelo, y
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me di cuenta de que debían haber estado empacando algunas cosas
más. Me subí al techo de paja, colgado en la cresta del techo, para velar
en la puerta. Todavía tenía tres cuchillos en mí, si venían a molestar a Amy
o cualquier otro Cooper, ellos tendrían que vérselas conmigo.
Mi corazón latía como el tambor de un escocés, duro y parejo.
Tenía la sangre de ese animal en mi rostro, y traté de limpiarla. La mano
con la que lo había golpeado sangraba y dolía, yo nunca golpeaba a la
gente. Sólo los cortaba. Y el bastardo me había roto el cuchillo.
Estaba completamente oscuro y pasó más de una hora antes de
que me moviera. Fue entonces cuando vi a John caminando por el
pueblo, con los ojos puestos en la casa de los Cooper.
Di tres silbidos cortos y él se detuvo, mirando hacia los árboles. Bajó
la mirada un poco y miró hacia el techo. Incluso él no podía verme. Salté
techo y fui hacia el otro lado de la casa.
—Dios Todopoderoso —dijo, tomando mi rostro y haciéndolo girar—.
¿Qué pasó?
Tratando de limpiarme la sangre de nuevo, me quité su brazo de
encima. —No es mi sangre. Los hombres del sheriff fueron tras Amy
Cooper.
—¿Por qué no estaba en Worksop? Pensé que toda la familia había
ido hacia allí temprano.
—No soy adivina, John —gruñí.
—¿Está herida?
Asentí con la cabeza. —Él la golpeó un poco. Estaba aterrorizada.
Ella y su mamá están aquí. No podemos moverlas hasta el anochecer, e
incluso entonces va a ser mejor que usemos el bosque.
Una palabrota saltó de su boca. —Todo lo que tenían que hacer
era escucharnos y nadie habría sido juicioso con ellos en Worksop. ¿Y
quién diablos se atreve a lastimar a una niña? —Sacudió la cabeza
duramente y cruzó los brazos sobre su pecho grande. —¿Tú estás herida?
—Él me rompió el cuchillo —le dije, mostrándole el puño contra el
resto irregular.
—Voy a arreglarlo para ti. —Cuando lo tomó, rozó mis nudillos. Me
quejé.
Agarró mi mano y trató de verla en la penumbra. —¿Qué has
hecho? ¿Darle un puñetazo?
Me deshice de su agarre. —Sí.
—Te la has estropeado feo. Es probable que esté rota.
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—No está rota.
Tomó mi mano de nuevo, guardando los restos de mi cuchillo, para
empujar con sus pulgares sobre mi mano, trabajando cada dedo y
probando el estado de mis huesos. Me dolió, pero apreté los dientes. —
No está rota.
—Te lo dije.
—Ve a lo de Tuck y has que Rob te la limpie. Yo seguiré vigilando.
Negué con la cabeza. —Me quedaré.
—Scar, tú sabes que yo perdí a mi hermana pequeña, ¿verdad?
Tragué saliva. Lo sabía. Una hermana pequeña, su hermano menor
y sus padres en un incendio. Él nunca me lo dijo, por lo que no estaba
segura de si debía o no confesar que lo sabía. —Sí.
—Entonces nadie va a poner un dedo sobre esa niña mientras yo
esté de pie delante de esta casa, ¿entiendes?
—¿Y si vuelven con más?
Sus ojos brillaron en la oscuridad. —Estoy esperando que lo hagan.
—Volveré pronto con Rob.
Él asintió.
Corrí a la posada. Me dolía la cabeza y, con la rabia fuera, me
estaba empezando a sentir un poco mareada. Entré por la puerta trasera,
comprobando que Rob y Much estuvieran allí antes de entrar por
completo. —Rob —le dije suavemente.
Miró hacia arriba, y cambió su cara. —Baja las escaleras. Much, te
quedas aquí.
Much me miró y tragó saliva. —Jesús, ¿estás bien, Scar?
—Estoy bien, Much —le sonreí, y él me devolvió el gesto. John y Rob
eran del mismo tipo. Pensaban que eran ellos quienes debían salvarnos a
todos, y la mayoría de las personas estaban de acuerdo con eso. La
gente nos empujaba a Much y a mí a un lado. Ellos pensaban que yo
nunca podría hacer nada, y que Much necesitaba ser mimado a causa
de su brazo malo. —Amy y la señora Cooper están atrapadas en su casa.
Necesitamos idear una manera de conseguir que lleguen a Worksop.
Much asintió con la cabeza. —Los estamos enviando a Dover esta
noche de todos modos. Mi tía puede llegar a lograr algo allí. Rob, ¿puedo
ir ahora? —preguntó.
Fruncí el ceño. —No es como si necesitaras su permiso, Much.
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Much escondió su boca y me sentí mal.
—Baja las escaleras, Scar. Tenemos que ocuparnos de cualquier
cosa que esté cortada debajo de esa sangre —dijo Rob en un tono
agudo.
Asentí, bajando por la escalera hacia la bodega subterránea. Sería
frío allá abajo, y yo sabía por qué Rob me había enviado allí. Tuck tenía
un gran suministro de agua que mantenía en el frío suelo, y yo pescaría y
secaría cada una de las rocas. Sostuve una al lado de mi cabeza. Se
sentía como hielo contra el dolor.
Rob bajó con una vela y miré mi otra mano, la que tenía los nudillos
reventados. Se abría y ya estaba hinchada. Fruncí el ceño. Mi objetivo
estaba afuera.
Rob no dijo nada. Siguió tratando de tragar como si algo se hubiera
quedado atrapado en su garganta, mientras presionaba otra roca de mi
mano. Me quejé ante el contacto. Él tomó un paño y comenzó a limpiar
la sangre con pequeños movimientos.
—No es mía —le dije rápido, tomando el paño y limpiando la sangre
yo misma, frotando en las partes secas, aunque eso raspara mis cortes.
—Parte de ella es —dijo en voz baja—. ¿Puedo sacarte el
sombrero?
Me mordí el labio, masticándolo un momento. Conteniendo la
respiración, miré hacia abajo, levanté la mano y me lo quité, tirando de
mi pelo largo hacia un lado.
Mis dedos se sentían algo espesos y grumosos en mi pelo. Fruncí el
ceño y froté la sangre enredada con el paño.
Suspiró. —¿Me darías eso? Estás haciéndolo peor. Yo sé cómo
cuidar de un corte, Scar.
Lo fulminé con la mirada, pero le entregué la tela. Comenzó a secar
de nuevo, pero esta vez en el corte de la mejilla, que era bastante
horrible. Incluso los toques quebraban mis dientes.
—¿Me vas a decir lo que pasó?
—Los hombres del sheriff fueron detrás de que Amy Cooper. Ella y su
mamá regresaban a su casa. Uno de ellos alcanzó a Amy.
Rob levantó la vista, con su ceja levantada. —¿Ese hombre del
sheriff sigue vivo?
—Ambos lo están. Corté detrás de la rodilla de uno, y la mano del
otro. Él rompió mi cuchillo —le dije, con amargura.
—Así que, ¿lo golpeaste?
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Asentí.
—No eres buena golpeando, Scar. Podrías haberte roto la mano.
—Eso es lo que dijo John.
—Doy por hecho que está en la casa, o no las hubieras dejado.
Volví a asentir.
Apretó la mejilla con el paño de nuevo, y luego posó en ella su
mano, caliente después del agua fría. —No me gusta verte lastimada.
El aire se sintió pesado en mi pecho, pero rodé mis ojos en lugar de
dejarlo salir. —Nadie se preocuparía si fuera John el que estuviera
golpeado.
Dio un paso atrás, mirándome. Sentí que mis ojos estaban
desprotegidos sin mi sombrero.
—Scar, entraste aquí cubierta de sangre. ¿No ves la forma en que
eso nos molesta?
—No.
Él me tomó de la barbilla con los dedos. —Te guste o no, Scar,
somos tus amigos. Nos preocupamos por ti… Yo me preocupo por ti.
Me deshice de su agarre, empujando los nudillos hacia delante.
Rompió tiras de ropa vieja, desgastada y envolvió mis nudillos con
ellas, atándolas en la palma de mi mano.
—Debemos volver con John. Si los soldados regresan, él necesitará
ayuda.
Rob asintió. Su cabeza estaba hacia abajo y no me miraba. Limpió
las piedras y volvió a ponerlas en agua fría. —Siento haberte metido en
esto, Scar.
Toda mi ira burbujeaba, mezclándose con el poco miedo que no
quería admitir que sentía. Lo empujé hacia atrás, poniéndome el
sombrero en la cabeza aunque doliera. —Ya basta. No te arrepientes de
meter a John y a Much en esto. No sientes el hecho de que esté fuera de
Londres. No hubo ninguna tragedia más que un poco de sangre, así que
deja de mentir.
Me miró con su sonrisa divertida, torcida, como si supiera lo duro
que era y que no era la mitad de lo que yo quería. —Estoy diciendo que
siento que te lastimaran, Scar.
—Y yo estoy diciendo que tomo mis propias decisiones. Incluyendo
con quién luchar y cuándo lastimarme. Así que vamos.
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Su boca se torció en una sonrisa, y asintió. Fuimos a la parte superior
de las escaleras y me dio una mirada dura, pero salimos sin decir una
palabra más. Hacía frío, pero nos movimos bastante rápido hacia lo de
los Cooper. Una parte de mí pensaba que iba a encontrar la casa en
llamas, pero John estaba donde lo había dejado, mirando desde el lado
de la casa. Él era como una especie de gárgola enorme y sombría en
una catedral, cuidando el lugar de los demonios. Hizo que un escalofrío
me recorriera la espalda, pero me sacudí. Pensaba que había terminado
en el lado equivocado de Dios, aunque pasaba la mayor parte de mi
tiempo tratando de compensar aquello.
Much estaba a un costado, y él se acercó cuando John apareció
de entre las sombras y Rob se fue a la puerta de atrás. Oí a Rob llamar, y
en voz baja hablar con los Cooper. Me apoyé contra la pared.
—¿Encontraste algo allí afuera, hoy? —Much me preguntó.
Asentí con la cabeza. —Gisbourne está aquí, pero sus pertenencias
no. Se las iban a enviar hasta el Trent y luego llevarlas hacia abajo para
evitar Sherwood, pero decidieron disfrazar la mercancía en su lugar.
Vienen mañana, tan pronto como amanezca.
John sonrió. —A Rob le gustará eso.
Mis dedos rozaron el espacio vacío donde por lo general guardaba
mi cuchillo. Me preguntaba si en realidad John iba a arreglarlo. Solía ser
un herrero, así que sabía que podía. No se podía confiar en la gente para
que te hiciera favores, no importaba si eran extraños o compañeros de
banda. Supuse que podría robárselo de nuevo si él no lo reparaba.
—¿Sabes qué es el disfraz? —preguntó Much.
—No. Pero lo voy a descubrir.
John me dio un codazo. —Lo único que se puede confiar a un
ladrón es encontrar un tesoro.
Fruncí el ceño. —No habrá ningún gran tesoro. Algo de dinero, pero
sobre todo, sus pertenencias.
—Bueno, ¿por qué las queremos? —dijo John.
—Porque eso lo enojará mucho —respondió Much—. Lo que
probablemente no sea una muy buena idea.
John sonrió y soltó una risa oscura, gutural que puso carne de
gallina en mis brazos. —Enojarlo es siempre una buena idea.
Much se burló. —¿Por qué siempre empezamos los problemas? —
murmuró para sí mismo.
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—No lo hacemos —le dije, probablemente, en el fondo tenía
razón—. Terminamos el problema que ellos comienzan. —Much miró
hacia abajo, y suspiré. No me gustaba hacerlo sentir pequeño, pero yo no
solía pedir disculpas. —¿Obtuvieron un buen botín el día de hoy?
John frunció el ceño. —No. Me duele admitirlo, pero te necesitamos
en las calles con nosotros.
Rob salió del edificio, deslizándose en la oscuridad y asintiendo con
la cabeza hacia nosotros. —La familia está a salvo y en calma. —Él se
dirigió a mí—. Y agradecida, Scar.
Asentí con la cabeza hacia atrás. Estaba demasiado oscuro para
que ellos pudieran notar que estaba sonrojada.
—Much, ¿por qué no tú y yo las llevamos de vuelta a Worksop?
Scar, John… vuelvan al roble. Tenemos que estar en las calles la mañana
temprano, y quiero sus ojos afilados.
—Scar dijo de que las pertenencias de Gisbourne están llegando a
través del bosque. Al amanecer, disfrazadas —dijo John.
Rob sonrió. —Muy interesante. Todos nos encontraremos en el
pasadizo, una hora antes del amanecer. ¿De acuerdo?
Asentimos, y yo tomé mi oportunidad para salir corriendo. Y corrí. Y
corrí. Me tomó una hora llegar al lago Thoresby, los extremos más alejados
de la propiedad del Señor Thoresby llegaban a las profundidades del
bosque de Sherwood, así que corrí tan fuerte como pude. Me sentí más
sucia que en Londres. No era la sangre. Él me golpeó y rompió mi cuchillo.
Por un mísero segundo tuve miedo, y tenía que conseguir que se fuera de
mí antes del amanecer, antes de que patrulláramos las carreteras,
cuando yo no podía sentir ni una pulgada de miedo.
Mis puños temblaban mientras corría, el sudor empujaba hacia
afuera la suciedad. Desesperada por agua, salté de la gran roca y me
sumergí en ella, salí a la superficie y me estrelló un frío feroz.
Me quedé allí, bajo el agua. Mis ojos estaban cerrados y mi piel
bastante entumecida. Mis trozos y rodajas eran hielo. No había espacio
para nada en mi mente, excepto el frío.
Cuando salí del agua, lanzando escalofríos en la orilla, me sentí
valiente.
L
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os aires estaban razonablemente frescos, con la clase de
crujido como si fuera una dulce manzana. Las hojas todavía no
habían caído, lo cual era bueno. Cuando las hojas caen los
árboles adelgazan, y tengo que esforzarme más para ocultarme. Cuando
las hojas no caen, sin embargo, el bosque entero está cubierto por un
manto. Hojas cubren las trampas y zanjas y nivelan los baches, pero todo
esto está al acecho para los que no saben lo que hay allí. Me gustaría
conocer mi bosque mejor que aquellos que puedan perseguirme en él.
Estaba agazapada en el arco. No era un arco adecuado: dos
árboles tejidos juntos sobre el camino años atrás, formando una gran curva
con sus ramas. No pude ver a John, Rob, o Much, pero supe dónde
estaban, y estaban esperando por mi señal. Sería el amanecer y el camino
condujo a los mercados, por lo que varias carretas habían llegado a
través. La mayoría de ellos sabíamos; algunos de ellos eran extranjeros,
pero no parecían que tenían mucho en el camino de la moneda. Además,
esta mañana no estaban por el dinero.
El viento venía fuerte a través de los árboles justo cuando los divisé
por el camino. Parecía una carreta de ataúd, con dos almas en cajas, y
dos monjes estaban en las riendas. Sería un buen disfraz, pero los monjes
tenían la mitad una barriga corta de la típica raza, y la cota de malla
debajo de sus túnicas tintineó suave con cada paso de la carreta. Lo que
lo estropeó de verdad, sin embargo, fueron los caballos. Ninguna casa
religiosa tendría sólidos corceles de guerra como esos.
Tiré una daga pequeña con una larga cinta roja atada al árbol por
el escondite de Rob. Nunca oí tanto como un rumor, pero sabía que ellos
estarían listos.
Cuando el carro rodó cerca, caí al suelo, mi abrigo de lana delgada
tendido debajo de mí. Las hojas sonaron a la distancia y sonreí, levantando
mi cabeza lentamente.
—Whoa —ellos llamaron a los caballos—. ¡Fuera del camino,
bandido!
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—Ustedes no son monjes —dije—. Y esos no son cuerpos.
Ellos saltaron a sus pies a esto, sacando espadas de sus túnicas. —
Dejarnos pasar, o nuestro maestro te hará arrepentirte.
—No pongo mucha fe en maestros, yo mismo —les dije—. Así que,
¿vais a pagar caballeros el impuesto del bosque?
—¿Quieres una décima parte de un cuerpo?
Los miré por encima. —Si los estás ofreciendo, entonces tomaré tu
mano. Tal vez un pie. Tiene hermosos pies, señor.
—Él se refería a los cadáveres, cachorro.
—Oh, ¿estamos todavía tratando de hacer la vista gorda que tienen
los cuerpos en esos ataúdes?
El de la izquierda bajó de un salto, y oí el traqueteo de la cadena de
correo como la lluvia. Di un paso hacia atrás, cruzando mis brazos sobre mi
pecho para tomar dos cuchillos debajo de mi abrigo.
—Hora de correr ahora, sabandija.
Honestamente. ¿Por qué todos piensan que soy una rata? —Así que
no habrás de pagar el impuesto, ¿entonces?
—Tomaré una décima parte de tu cuello si lo intentas —gruñó.
Me encogí de hombros. —Supongo que eso es justo. Estaré en mi
camino. Puede que quieras asegurarte que esos cuerpos están aún a
salvo, entonces. No quieres un muerto rodando alrededor.
Sonreí, y ambos se giraron para ver a la carreta que estaba muy
vacía. En el momento que ellos se giraron de nuevo, estaba oculta en el
árbol y ellos estaban maldiciendo hasta por los codos.
Ellos cortaron alrededor de los arbustos por un rato, pero no
encontraron a nuestros hombres. Cuanto más tiempo se veían más
discutían entre sí, y después de un poco ellos volvieron en la carreta, rostros
rojos, y se fueron a Nottingham.
Mientras ellos conducían, esperaba que fueran hombres del alguacil.
Entonces, al menos, Gisbourne no tendría ninguna autoridad para matarlos
donde ellos se encontraban.
Ayudé a John con su ataúd mientras que Rob y Much luchaban con
el otro; mis brazos estaban derechamente adoloridos en el momento que
llegamos a la cueva, y que estaba incluso con John transportando la
mayor parte del peso. Odiaba que no fuera más fuerte. Much estaba
sudando y pálido, la espalda apoyada contra el peso con su único brazo
bueno. Tal vez no fuera el peor destino ser el más débil del grupo.
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Los trajimos a lo profundo de la cueva. Mantenemos este lugar
separado de nuestro campamento; lo encontramos el último invierno y
almacenamos cualquier botín que venimos a cruzar aquí hasta que
podemos conseguirlo a la gente del pueblo. También teníamos unos pocos
suministros cruciales que consumiríamos en el invierno y más. Un gato
calico se había alojado aquí para tener a sus bebés, y a uno de los
pequeños gatitos parecía que yo le gustaba. Él arañó hasta mis hombros
como siempre.
—Hey, Gatito —dije, rascándole su oreja. Era cálido al menos.
—Vamos a romperlas, —dijo John.
Asentí con la cabeza, arrodillándome delante de las cerraduras y
tirando mi elección a mis ropas. Tenía el candado abierto en un segundo o
dos. Me paré y John extendió sus brazos.
—¿Por qué no puedo sólo romperlos?
Me crucé de brazos. —Creo que si continuas siendo tú mismo,
necesitaremos un ataúd que esté totalmente intacto en un corto plazo.
Rob nos frunció el ceño. —Muchachos –y Scar–, hay un botín para ser
ordenado. ¿Esto no mantiene su interés?
Me sonrojé. —Interesado.
John pateó la caja abierta. Ellos se inclinaron sobre él, empujando a
través de las cosas, pero yo me quedé clavada en el suelo. Estaba
sentada allí, en la cima de todo: un mechón de pelo castaño oscuro
envuelto en cinta de color rojo brillante. La cinta escarlata estaba tan
cerca de los que había atado a mis cuchillos; incluso si los chicos no sabían
de quien era el mechón de pelo, ellos habían ladrado alrededor de la
cinta.
Metí la mano y alcancé el pelo, girándolo alrededor de mi mano en
un instante para esconderlo de los muchachos. Rob me miró rápido, pero
seguíamos hurgando en las cosas. Había ropa y botas, algunas monedas
pero no muchas. Much se metió en la joyería, la cual se podía fundir y
vender por mayor cantidad de dinero.
—¿Qué es eso? —Preguntó Rob, mirando sobre su hombro, él
recogió un pequeño añillo de mujer. —Esta es la medida de Leaford ¿no?
—Leaford fue su novia —les dije. —Quien se suicidó.
—¿Él mantenía su anillo? Debe haber asumido la muerte de ella
difícil —adivinó John.
Honestamente. —Tú no tienes ni idea de qué estás hablando o lo
qué es un villano, John —le dije.
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Rob me miró en esa manera suya, y yo miré hacia abajo.
—¿Qué significa eso? —Preguntó John.
—Él sólo quería a su dueña, como él es dueño de su anillo. Y ella se
suicidó en lugar de tenerlo a él.
Se sentía como una ola de agua que venía a aplastarme con el
peso de la mirada de Rob.
—Tú la conociste.
No podía tenerlo para eso. Eso me pondría en tierras de Leaford, las
cuales no estaban lejos de Nottingham —Ella tenía una hermana. Yo
conocí a su hermana. —Incluso hablando sobre Joanna hizo mis tuberías
doler. No podía tragar correctamente.
No estaba segura si Rob me creía o no. Él seguía mirándome, como
si dejara una puerta abierta y él estaba tratando de estirar todo el lado
para mirar en él.
John me miró. —Así que tú debes conocer más acerca de él de lo
que estás dejando. ¿Qué sabes?
—Nada útil. Nada bueno.
—Cuéntanos Scar —dijo Much.
—No hay nada que quieras escuchar. Ella sólo decía que él era
horrible. Firmó el contrato antes de que fuera incluso legal para casarse y
establecer la fecha para el primer día que fuera. Ella decía que su
hermana lloró y lloró a sus padres que no quería ser casada, y a no les
importó. Él quería la tierra, y los padres de ella querían el dinero de él, y
que estaban allí para hablar acerca de eso.
—Entonces ella se mató —dijo John.
—Así dicen.
—Lo que realmente no suena tan terrible —murmuró John. —No vale
la pena morir.
—Tú no sabes nada de eso, John. Ser silenciado cuando tus deseos
no importan, ser vendido como una propiedad, ¿y a un hombre como él?
—Escupí a sus pies—. Un hombre no sabría nada de esto.
—¿Y qué sabría un ladrón de eso? —Se burló John—. Como tú
alguna vez has hecho una maldita cosa que no querías.
Sacudí mi cabeza. —Sé lo que es como cuando no puedes
conseguir que nadie te escuche. Cuando lo que dices no importa. Casi
creo que cada chica sabe lo que es ser silenciada.
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—Es una terrible práctica —Rob estuvo de acuerdo. —La mayoría de
los padres esperan más tiempo. La mayoría de los pretendientes quieren
que lo hagan.
—Vamos a abrir el segundo —sugerí, golpeándolo con el pie para
abrirlo como John lo hizo. Mi pie sonó y tintineó con el contacto, pero se
sentía bien después de toda la conversación.
—Oh, armas —dijo Much.
John lo empujó a un lado. —Ni siquiera sabemos qué hacer con ellas,
Much.
Much frunció el ceño oscuro, y antes de que pudiera quejarme con
John por eso, él me lanzó un juego de cuchillos. Los atrapé.
Eran tesoros, el metal oscuro que la mayoría había visto. Había un
fino grano donde el metal había sido plegado. —Este es metal Sarraceno,
—suspiré. Ambos tenían un pequeño conjunto de rubí en la empuñadura,
una versión más fina del granate en mis cuchillos favoritos.
—Tranquila, Scar. Deberíamos vender esos —recordó Rob.
Fruncí el ceño. —Tú nunca obtendrás un buen precio por estos aquí,
no lo que ellos valen. Además, puedo robar de nuevo el valor si me das el
precio.
—Tal vez ella es una chica después de todo, anhelando adornos
brillantes —John se echó a reír.
Mi puño estaba cerrado pero no le di un puñetazo. Yo queriendo
cuchillos brillantes y niñas tontas suspirando por joyas brillantes no estaban
cerca de la misma cosa.
—Haz lo que sea que creas correcto, Scar. No puedo decirte qué
hacer ¿No es lo que siempre dices? —dijo Rob. Él no estaba sonriéndome,
sin embargo, y se alejó, como si no quisiera verme cortarles.
Mi boca apretada y los arrojé en la pila que íbamos a vender o
regalar. No tenía pensamientos grandes de mí misma —no soy ninguna
santa para estar segura— pero pensando en Amy Cooper y la gente que
no tenía nada para comer, no es como si pudiera mantenerlos justo. Nada
era justo.
Seguimos cavando a través de las pertenencias de Gisbourne, y el
único pensamiento que me levantó el ánimo fue la cara de Gisbourne
cuando él se enteró.
Much y yo nos pusimos a ordenar la ropa en paquetes que
podíamos regalar. Podíamos hacer eso con las ropas que no eran tan
distintas, pero la joyería y metales tenían que ser fundidos y quebrados
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para venderlo puro. Mira, si Gisbourne fuera a encontrar a alguien con
algo suyo él podría reconocerlo, habría matado a la oveja de seguro,
inocente o no, y no podíamos arriesgarnos a eso. John y Rob tomaron la
piratería, rompiendo los otros fragmentos.
—¿Me mostrarías cómo lanzar un cuchillo, Scar? —Preguntó Much,
tranquilo.
Levanté la vista hacia él. No estaba mirándome; estaba atando un
paquete de ropa. —No estoy segura si esta es tu arma.
Él frunció el ceño. —Sé que tendría que pedir prestado tu cuchillo.
Negué con la cabeza, señalando a Rob con uno de mis cuchillos. Él
tenía su largo arco cruzado en su espalda. —El arco es el arma de Rob. Le
conviene. Se mueve con él; funciona como sus brazos que consiguió
sacarlo y en forma de un arco.
—Es parte de él —dijo Much, metiendo su brazo malo debajo de su
capa.
Asentí con la cabeza. —Te enseñaré, pero no estoy segura de que es
tu arma.
—Por supuesto que no —murmuró, apilando más ropa.
—Oye —dije, suficiente fuerte para que él levantara la mirada. —No
estoy diciendo que no tienes un arma, Much.
Sus cejas se amontonaron apretadas juntas. —Seguro que lo haces.
Sólo tengo un brazo decente. ¿Cómo puedo luchar si vale nada?
Mi boca se torció, y lo empujé. —Calla, Much. Personas piensan que
no puedo luchar valiendo nada, incluso sin saber que soy una chica, y les
pruebo que están equivocados. Probémosles que están equivocados. Y
tengo una idea, ¿de acuerdo?
Él negó con la cabeza. —Tú piensas mucho que soy un bueno para
nada. John lo dice cada vez que puede.
—Oh, ¿y él lo sabría? Todo lo que él hace es golpear las cosas.
Él se frotó el pecho donde le di un empujón. —Tú haces un montón
razonable de golpearte a ti mismo, Scar.
—No me hagas hacerlo otra vez. John no es el ser-todo de opiniones.
Suspiró, volviendo a su pila de ropa.
—Mira, no estoy diciendo que será razonablemente fácil —Empujé mi
manga y le mostré un montón de pequeñas cicatrices blancas de cortes y
rasguños. —Era terrible con mis cuchillos cuando empecé, pero eran las
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únicas armas que podía mantener y ocultar, así que aprendí a usarlas. —Le
mostré la cinta de una de ellas. —Y entonces ellas aprendieron de mí.
—No lo entiendo.
Deslicé la cinta a través de mis manos. —Solía atar cintas en ellas
para agarrarlas rápido. Son mis cintas para el cabello. Y entonces cuando
Rob me atrapó en Londres, yo no le diría mi nombre. Así que él me llamó
Señor Scarlet hasta que descubrió que era una chica. Entonces sólo era
Scarlet.
—¿Ese no es tu nombre real?
Mis ojos encontraron los suyos, justo serios, justo oscuros. Negué con
mi cabeza lentamente.
Él me miró por un largo tiempo, y miré hacia abajo. Cuando su boca
se abrió, dije—: ¿Cuál es la roca que has estado cortando?
Él me miró. Su rostro cambió un poco, y por un respiro él estaba
mirándome como si mirara a Rob. —¿Quieres ver?
—Yo pregunté, ¿no?
Él sonrió y se puso de pie. Lo seguí, yendo a la hoguera. Él tomó un
leño más pequeño del fuego del banco y fue a la esquina de la cueva.
Pude ver que él había excavado una vena en la gran roca,
coleccionando los fragmentos de grava en un tazón. Él puso la antorcha
en el piso, luego dio un paso hacia atrás, empujándome con su brazo
malo.
Él tomó una pizca de polvo grisáceo. —No grites —dijo con una
sonrisa.
Fruncí el ceño. —No gritaré, Much.
—Es posible.
Él sacudió el polvo hacia la llama.
Lo cogió, estallando en un brillante destello blanco que se parecía a
Dios mismo viniendo a la cueva sin la zarza ardiendo para anunciarse.
Golpee a Much, cubriendo nuestras cabezas, golpeando al suelo de
piedra en una pila.
Él estaba riéndose cuando mi visión volvió lentamente. Luces blancas
estaban aún formando arcos cruzando mis ojos, pero estaba comenzando
a sentir que era más como el trabajo del Diablo que el de Dios.
—¿Qué en nombre de Cristo fue eso? —gritó Rob. El humo estaba
desplegándose por la cueva, pero la combustión estaba hecha. Él y John
estaban agitando los brazos como si sirviera de algo.
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—No estoy seguro —llamó Much.
Le di una palmada a su pecho. —Yo tampoco, pero buen trabajo,
Much. —Lo miré, y él sonrió. —Rob, creo que Much podría conocer una
forma de detener al alguacil un poco.
—¿Lo hago?
Me senté, tirando a Much conmigo, y miré el polvo. —¿No lo sabes?
Me parece que la única cosa que no consideras es que el alguacil no
puede ir después a la gente si está ocupado con sus propios pedazos.
Rob se acercó. —¿Quieres hacer una explosión? —Miró a Much. —
¿Tienes suficiente de este polvo?
—¿Para tumbar Castle Rock? No, pero tal vez puedo encontrar algo
más en las otras cuevas.
—Hazlo.
Nos llevó dos días completos mover lo que podíamos, vender algo
del metal, luego regalar la ropa y el acopio de las joyas y monedas.
También significó dos días fuera del camino, y se sentía como si el tiempo
estuviera hundiendo sus garras en nosotros.
Nos reunimos en la posada esa noche, y vine pasando
desapercibida. Mi cabeza estaba pulsando como un martillo desde el
corte y la contusión de alrededor; desde que el guardia me aporreara
tenía chichones y colores oscuros, y mi sombrero sujeto con fuerza. Aun así,
prefiero el dolor que pavonearme sin mi sombrero, así que estaba
razonablemente fuera de la suerte. También tuve malas noticias, y eso
nunca me puso en una buena cabeza.
John asintió con la cabeza hacia mí mientras me deslizaba en él.
—¿Rob no está aquí todavía?
—No. Tuck hiso un pastel de carne, —respondió John. Se acercó, lo
que significaba que debía sentarme cerca de él. Miré a mí alrededor.
Much estaba sentado en el borde del otro extremo de la banca, no hay
lugar a su lado. La banca era un tipo de curva alrededor de la mesa.
Suspiré y me senté al lado de John. Había un pastel, y este tenía un corte
de S en la parte superior del mismo. Mi estómago rodó y me detuve,
preguntándome si tenía que esperar demasiado tiempo para comer. Pude
sentir a John mirándome, así que traté con otro bocado.
PÁGINA48
Rob llegó a continuación, y sus ojos se dirigieron directamente a mí y
a la comida. Tomé otro bocado y mi estómago se retorció. —Termina eso,
Scar. No tomaste desayuno.
—Y tú solamente tomaste un bocado de la cena de anoche —
recordó Much.
Lo fulminé con la mirada. —Gracias, Much.
Rob se cruzó de brazos, y tomé otro bocado. Él sudor estalló en mi
cabeza; sentí como si fuera a vomitar todo de nuevo.
—Bien, las buenas noticias —después de una mala— es que no pude
cercar las armas; ellas son demasiado diferentes. Nadie por aquí está
vendiendo nada igual. Así que todos nosotros tendremos nuevas armas.
Scar, tendrás tus cuchillos de vuelta.
Hice una mueca un poco de sonrisa, y él se quedó mirándome por
un segundo. Tomé otro bocado. Lo tuve en mi boca, tratando de no
tragar, pero sólo me miraba.
Tragué, y él miró hacia otro lado.
—Cristo —gemí, saltando y golpeando fuera la puerta de atrás. Sólo
lo hice afuera cuando toda la comida se apresuró en salir. Mis rodillas
temblaban y se doblaban mientras vomitaba de nuevo, pero el brazo de
Rob me cogía por la cintura, manteniéndome contra él.
Vomité una vez más y traté de tener mis piernas debajo de mí. —
Tranquila, —dijo la voz de John.
Miré hacia arriba, tratando de alejarme. ¿Era John? ¿Por qué había
pensado que sería Rob el que me sostenía?
—Tranquila, tranquila, —repetía él, frotándome la espalda.
—Para de tocarme, por favor —murmuré. Dejó de frotarme, pero su
brazo no dejó mi cintura. Lo empujé, agachándome sobre mis rodillas.
Cerré mis ojos, tomando una respiración profunda. Mi cabeza está latiendo
una melodía media.
—¿Estás bien? —Preguntó Rob. Me giré y vi a Rob y Much parados
ahí. Los brazos de Rob estaban cruzados y él lucía oscuro. Odié la forma en
que todos ellos estaban mirándome.
—Bien —dije. Me levanté, sintiendo solamente un pequeño mareo.
—Scar, estás enferma —dijo Rob, y su voz era áspera y con un poco
de miedo.
—No estoy enferma —repliqué. —Ya te lo dije, como cuando tengo
hambre.
PÁGINA49
John estaba aún en una rodilla. —Eres demasiado hambrienta. Ese es
el problema, ¿no?
Crucé mis brazos, y él se puso de pie.
—Eso es lo que sucede cuando no comes lo suficiente, no puedes
comer sólo cuando quieras. Eso es todo, ¿no?
—Como, por amor a Cristo —gruñí. Me moví para volver a entrar a la
taberna, pero Rob no se movía.
—Sin embargo, ¿después de todo este tiempo? —preguntó Rob,
suave. —¿Tú has estado mintiendo acerca de comer más?
—Esto no es acerca de ti, Rob —dijo John.
Los ojos de Rob dispararon a John, pero no me atrevía a mirar a
ninguno de ellos. —No, esto es sobre ella. Prometí que cuidaría de ti, Scar.
Después de que estabas tan hambrienta en Londres, te juré que
conseguiría tu alimento. ¿Por qué mentiste todo este tiempo?
Sentí la vergüenza subiendo por mi garganta detrás de la comida, y
golpeé su pecho. —¡Porque eso no era lo que querías escuchar, Rob!
—Bien, estoy escuchando ahora, Scar.
Negué con mi cabeza. —¡Estoy bien! Yo como. Pero estos malditos
golpes en mi cara duelen tanto que mi estómago se retuerce. Y a veces
sólo de pensar en todas esas personas que ni siquiera pueden raspar una
migaja de pan, hace que mi estómago se retuerza también. Pero no hay
mucho que pueda hacer en el combate —Lo fulminé con la mirada. —Y
no se va. No es algo que pueda arreglar. Estuve hambrienta durante
mucho tiempo, Rob, y tanto como me gustaría, pedazos de mí nunca van
a superar eso. No importa cuánto me gruñas por eso.
Él agarró mis brazos, acercándome a su rostro, y sus ojos se veían
como el océano, profundo y oscuro y lleno de cosas que yo no conocía. —
Nosotros no nos mentimos, Scar. Especialmente no sobre las cosas que
signifiquen que podría perderte.
Mi respiración se congeló en mi pecho. ¿Acaba de decir eso?
Él me dejó ir. —Porque perder un miembro sería poner a la banda
entera en riesgo. ¿Lo entiendes?
Sólo eso, sentí todo el calor abandonar mis huesos, y me estremecí.
Asentí con la cabeza, y John puso su brazo alrededor de mí. Cristo, él
estaba todo caliente de repente. —Vamos adentro —Dijo para mí, más
tranquilo—. Trata de comer algo de pan o caldo. Ellos van a bajar más
fácil que un pastel.
PÁGINA50
Asentí y dejé su brazo alrededor de mí mientras entrabamos. John se
sentó muy cerca de mí, caliente y protector. Sacó un pedazo de pan del
plato con el pastel y lo empujó hacia mí.
En todo el tiempo que había conocido a John, él había jugado al
hermano mayor con la mayoría en algún momento, pero nunca conmigo.
Y tenerlo haciendo esto se sentía extraño.
Cogí el pan y tomé un pequeño mordisco, masticando un poco. —
Tengo algo de información —dije, odiando lo débil que mi voz sonaba.
Rob no me miró. —Adelante.
—Gisbourne está volviendo a nosotros. Él ha triplicado las patrullas
del bosque, día y noche. Cualquiera que sea sorprendido cazando será
colgado al siguiente amanecer.
Rob asintió con la cabeza. —Bueno, él podría haberlo hecho peor.
Estamos preparados para lo peor. Simplemente dile a los aldeanos que
vamos a obtener los alimentos; ellos no pueden arriesgarse.
—No creo que eso ayude, —dijo Much—. Todos saben que si son
atrapados, los sacaremos, así que ellos lo intentaran de todos modos.
—Entonces les diremos que Gisbourne tiene la intención de matarlos
en el acto —dijo Rob—. Porque estoy seguro que es lo que tiene realmente
en mente de todos modos.
Asentí. —Él es toda clase de mal.
—Lo cual también significa que por los próximos días, todos
estaremos cazando y patrullando el bosque en parejas, luego asustando
los caminos en la mañana. —Él suspiró, y sus hombros se inclinaron un
poco, como si alguien estuviera empujándolos con fuerza—. Podemos
vender las pieles, al menos.
—Y las astas —agregué.
Él asintió. —Si alguien no está en plena forma para duplicar su
tiempo, dígalo ahora.
Todos estábamos en silencio.
—Bien. Permanezcan alerta. No podemos permitirnos errores en estos
momentos. Scar, ya que tú y yo somos los cazadores, me quedo con John
y tú con Much.
Todos se detuvieron en esto.
—Eso es una tontería. Yo iré con Scar, —dijo John. El rostro de Rob se
volvió tormentoso, pero John continúo. —Rob, yo no soy un cazador, pero
si ella enloquece a los hombres de Gisbourne, yo seré de más ayuda que
PÁGINA51
Much. —Much frunció el ceño, y John se encogió de hombros. —Lo siento,
Much.
Much suspiró. —Tiene razón. Nosotros somos los escuálidos, Scar.
—Pero juntos tenemos nuestros usos, —recordé.
—Está bien, —dijo Rob, sus dientes apretados. —John, iras con Scar.
Esperé a John hacer algo de roce por ir conmigo, pero no lo hizo.
¿Quién sabía que tendría que vomitar para que le llevara a él ser como
amigos? No es que yo esperara que esto durara mucho tiempo, creo.
—¿Debemos ir ahora? —preguntó Much.
—¿Podrían esperar los dos afuera por un momento? —preguntó Rob,
asintiendo con la cabeza a John y Much —. ¿Podemos hablar, Scar?
No asentí, pero tampoco me fui. Dejé que John saliera de la banca y
me apoyé contra la pared, cruzando mis brazos y mirando hacia abajo. Él
se apoyó contra la pared opuesta, mirándome. —¿Qué debo hacer por ti,
Scar? Honestamente.
—¿Hacer? —repetí.
—Cuando dejamos Londres, tú no estabas comiendo, y traté tan
duro de conseguir que comieras más. Por años pensé que estaba
solucionado. Pensé que estabas comiendo bien. Pero no lo estás, y no sé
qué hacer por ti—. Él pasó su mano por su cabello, y esto fue cada cual
por su camino en su paso—. Me asustas —dijo—. Pensando en ti cazando
me asusta. Así que tengo que hacer algo. Y tú necesitas decirme qué es,
porque obviamente lo que estaba haciendo antes no era lo correcto.
—No lo sé, —murmuré.
—Tú no comes.
Mi rostro se sentía caliente. —No lo necesito mucho. Después de
Londres, siempre era difícil comer mucho. Teniendo nada por mucho
tiempo no era fácil. Y ahora que tengo, son otras personas las que
necesitan más.
—¿Por qué no comías en Londres? Tú eres uno de los mejores
ladrones que he conocido. Puedes haber robado tu peso en comida.
Una burla saltó de mi garganta. —Apenas era un ladrón entonces.
Además, habían otras personas que lo necesitaban ahí también.
—¿Había una persona en Londres a la que le estabas robando
comida?
—Somos honestos con los demás, ¿cierto, Rob?
Él asintió.
PÁGINA52
—Entonces no me hagas responderte eso.
Él me miró por un largo tiempo, y no apartaría mis ojos de él. —¿Y
qué puedo hacer, entonces?
—Es la vida, Rob. Nada que hacer.
—No cometer errores, —me dijo. Lo miré—. Hacemos lo que
hacemos. —Se detuvo, entonces dio un paso más cerca. —Hago lo que
hago porque siempre voy a creer que no importa lo mal que la vida se
vuelva sin embargo para muchas de esas personas, hay algo que puedo
hacer al respecto. Hay algo que haré al respecto.
Asentí con la cabeza. —Eso es por lo que eres el héroe, Rob, y yo soy
un ladrón.
Me giré de vuelta al camino entonces; no había mucho más para
decir.
Él cogió mi muñeca antes de que llegara a la puerta. —Scar —dijo,
áspero, como rocas corriendo por su lengua—. He hecho muchas cosas
imperdonables en mi vida. No permitas que falle para salvarte de ser otro.
Saqué mi mano. —¡Nunca pedí ser salvada!
Eso fue suficiente. Salí, impaciente por el frío en mis mejillas calientes.
John y yo permanecimos en silencio esa primera noche. No estaba
mucho en el modo de charla, y él tuvo que escuchar para el juego de la
mejor manera que podía de todos modos. Me quedé en lo alto de un
árbol durante la mayor parte de la noche; cogía más luz de luna ahí arriba
y podía ver más lejos, por lo que pude apuntar mejor cuando vi un ciervo.
Me iba mejor en la tierra con los cuchillos, por supuesto, pero en el cielo no
me importa usar un arco. Era decente con él; nunca tan buena como Rob,
pero me manejaba. Maté dos, y John descueró ambos. No me gusta esa
parte, viendo todas las partes internas salir. Siempre pienso en lo fácil que
sería para alguien cortar mi estómago y mirar todas mis partes internas
deslizarse afuera.
Los llevamos a la cueva, y John y Much se pusieron a pelarlos y
cortar la carne. Observé, afilando mis cuchillos y desencordando mi arco.
Nunca me gustó cazar. Bueno, me gusta la caza en legítimo derecho, pero
no me gusta la sangre. Aun si gran parte de esta tenía que venir de un
animal para alimentar a un pueblo, y se sentía raro para mí.
A.c caughen - Scarlet
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A.c caughen - Scarlet

  • 1.
  • 3. PÁGINA4 Sinopsis Muchos lectores conocen el cuento de Robín Hood, pero serán cautivados por esta nueva versión llena de acción, secretos y romance. Haciéndose pasar por uno de los ladrones de Robín Hood para evitar la ira del maligno Lord Gisbourne, Scarlet ha mantenido su identidad en secreto de todos en Nottinghamshire. Sólo Hood y su banda saben la verdad: el ágil ladrón haciéndose pasar por un chico es en realidad una mujer valiente con un pasado secreto. Ayudar a la gente de Nottingham y engañar al corrupto Sheriff podría costarle la vida a Scarlet mientras Gisbourne se acerca. Es sólo su fiera lealtad a Robín —cuyas sonrisas fugases y temperamento fuerte tienen el raro poder de inquietarla— lo que le hace pensar a Scarlet que en esta lucha vale la pena morir.
  • 4. PÁGINA5 Este libro está dedicado a mi madre. Tú me enseñaste lo que significa ser fuerte y cómo tener mi propio vocabulario. Te amo.
  • 5. E PÁGINA6 1 n realidad, nadie sabe nada acerca de mí. Soy el secreto de Rob, yo soy su informante, soy su sombra en lugares oscuros. Nadie me toma por más de un muchacho bullicioso, un azote de un niño. Ellos nunca ven realmente. Y no me importa que ellos no vean. Como, cuando caminas por una habitación llena de hombres enormes y ebrios como una cuba, no es tan malo ser ignorado. Abrí la puerta del Friar Tuck, y el aire justo me golpeó en el rostro. Era demasiado caliente y olía a cerveza y hombres, yo sonreí. Sería difícil, pero aquí no me echarían por ser un ladrón y una mentirosa. Me introduje por la puerta y me moví sigilosamente pasando a Tuck, el posadero, y entré en el bar. Era tumultuoso con cuerpos, risas, y las tazas sirviéndose alrededor. Las muchachas se abrían paso a través del terreno, con una sonrisa o una palmada según sea necesario para salirse con la suya. Atravesé la sala grande a la habitación pequeña que Tuck mantiene para Rob. Tiene unos pocos pasajes secretos y Malcolm, el escocés grande que conserva el bar, nos deja saber si algo está fuera de control. Que viene muy bien viendo como, a pesar de que soy el de menos mentalidad moral del grupo, no soy la única en hacer cosas contrarias a la ley. Una puerta se abrió del lado de la sala grande, y luego la puerta de nuestra habitación pequeña quedó un poco entreabierta hacia el pasillo, por lo que aún podíamos mirar un toque y ver quiénes estaban llegando. John estaba allí sentado, en el extremo del banco, mirando como siempre lo está. Rob me miró, y como fue justo lo usual, sentí que mi corazón saltó. Él tiene una manera de mirarme en particular de la que no estoy muy satisfecha. Me gusta deslizarme alrededor y no ser notada. Pero Rob me ve. Incluso me vio antes de que yo supiera que estaba mirando. —Scarlet, finalmente. —Esa era la versión de Rob de un saludo. —Rob. John. Much —murmuré. Me senté al lado del último de los tres, en parte porque eso significaba que podía esconderme en la esquina y en parte porque Much no ve a nadie más que a Rob. Él tuvo algo de mala suerte, cuando un muchacho y él era el tipo dulce, por lo que la mayoría de la gente sólo le dio su piedad, como sobras a un perro. Él era el
  • 6. PÁGINA7 más joven de nosotros, también, de dieciséis años al descubierto, lo que no ayudaba a ninguno, pero Rob sabía de lo que Much era capaz en verdad. Significaba que Rob era su héroe, por encima y más allá, y yo podía entender. Si yo fuera el tipo que tenía héroes, me habría vinculado a Rob directamente. Veinte-y-uno y el mayor de nosotros, Rob era naturalmente el que nos lideraba, pero además de eso, tendía a ver una poca inteligencia en todos nosotros. John me pasó una jarra de cerveza, y yo tomé un sorbo. —¿Qué palabra? —Preguntó Rob. Él mantuvo su capucha puesta, la mayoría debido a que el Sheriff estaba contratando nuevos mercenarios todo el tiempo y sólo un poco porque a la gente le encantaba. Lo llamaban el Hood1—lo menos que podía hacer era usarla. —Dos palabras. En primer lugar, Freddy Cooper fue arrestado —dije, mirando alrededor. No eran buenas noticias. —¿Fred? —repitió Much—. Es sólo un niño. —Lo suficientemente mayor para cazar furtivamente para su familia —recordó Rob. John se cruzó de brazos. —Él es el hijo mayor. Nosotros deberíamos haber dejado claro que podría haber llegado a nosotros, Rob. Rob lo miró. —Los primogénitos piensan que pueden proveer mejor a su familia, John. Ellos no piden ayuda. Tú sabes eso mejor que la mayoría. —Bueno —corté—, no estaba del todo en la caza furtiva. Todos se volvieron hacia mí. —¿Para qué, entonces? —Preguntó Rob. —La Señora Cooper fue al Sheriff hoy. Pidió más tiempo para pagar sus impuestos, y él dijo que no. Luego tomó a Freddy y dijo que si ella no puede pagar, él lo arreglará. Los muchachos miraban, y raspé la uña en la mesa de madera en lugar de mirar de regreso. —¿El alguacil está tomando colateral ahora? —¿Colateral? —le preguntó Much. —Él está exigiendo el rescate de las personas por las deudas —dijo Rob, bajando la capucha y frotándose las manos en su pelo. Sus ojos se veían en el marco de su mano y me atrapó mirando. 1 Capucha.
  • 7. PÁGINA8 Su ceja se arqueó, pero miré a la mesa de nuevo, esperando que estuviera lo suficientemente oscuro para ocultar las mejillas que se me pusieron rojas sin que yo dé mi visto bueno. —Si él llega a entrar en su cabeza ésta es una buena idea, podríamos tener un montón de niños colgados desde Nottinghamshire— dijo John. —Él no debería. A menos, claro está, que más gente le dejen pensar que no pueden pagar —dijo Rob. —Lo que ellos no pueden —dijo Much. —El Sheriff no sabe eso. Y recogiendo los niños sin causa sería incitar un motín, que no es su intención. El miedo es mucho más eficaz. Lo que sí significa, sin embargo, si alguien no puede pagar impuestos cuando llegue el día, la gente de Nottinghamshire sentirá la carga de una manera horrible. Los muchachos se establecieron tranquilos mientras todos considerábamos eso. Las cosas eran difíciles, y habíamos fijado si se pondrían peor. —Le dejaré fuera —les dije—. Hoy encontré una nueva manera de colarme en la prisión. —¿Qué? —¿Qué? —¿Qué? —Todos se me vinieron a la vez. Parpadeé. Honestamente, todos ellos me oyeron. Yo no tengo la costumbre de repetirme. —¿Esta es tu idea, Rob? ¿Enviarla a la prisión? —Gruñó John. Así que yo soy una chica. La mayoría de la gente no nota eso de mí. Todos los chicos me llaman Will Scarlet si otras personas están alrededor; unas pocas personas saben que es solo Scarlet, pero la mayoría piensa que soy Will. —La primera cosa que me preocupa es la seguridad de Scar, John —dijo Rob, su voz lo suficientemente baja fue lo que me hizo verlo. Un músculo en la mandíbula de John se tensó, pero no dijo nada—. Scarlet, ¿qué diablos estabas haciendo en el interior del Castillo de Nottingham, y mucho menos dentro de la prisión? —Preguntó Rob. Saqué una de mis dagas. Era un poco peligroso, pero había presentado la hoja con el filo hacia abajo. Me hizo sentir un poco más fácil, teniendo todos estos ojos en mí, si tuviera un cuchillo en la mano. —Yo estaba aburrida. Fui a dar un vistazo alrededor.
  • 8. PÁGINA9 —Scar, tan sólo no puedes —comenzó Rob. —Ni usted, Su Excelencia, ni tú, Pequeño John, pueden decirme a dónde ir o no ir —Much se inclinó hacia adelante y yo lo miré fijamente—. Ni siquiera lo pienses, Much. La boca de John se apretó. —No vas a regresar a la prisión sin mí. —No puedes meterte en mis entradas, John. —Y tú no puedes recibir un golpe, Scarlet. —Nadie ha sido capaz de atraparme para intentarlo. —Tu cogiste el áspero final de algo una vez —recordó, empujando su dedo pulgar sobre la delgada cicatriz que corría a lo largo de mi pómulo izquierdo. Furia golpeaba detrás de mis ojos y agarré su muñeca, girándola y presionando mi daga en su vena. Él apartó la mano lentamente, su boca torcida en un poco de una sonrisa. —Voy a ir con ella a conseguir a Freddy, Rob. Rob estaba frunciendo el ceño. —Está bien. Sólo lo sacan de allí, y cuida de Scar. —Sinceramente —escupí. Yo podía cuidar de mí misma, después de todo. —Y Scar, vigila a John. Nos preocupamos los unos a otros —me recordó—. Eso es lo que hace una banda. Fruncí el ceño. —Tú me chantajeaste en esto, ¿te acuerdas? No estoy en la banda de nadie —dije. Cada vez que yo decía eso, parecía como si pateara a su gatito. —Pensé que nadie te hacía hacer nada en contra de tu voluntad — dijo Rob, cruzando los brazos. —Ellos no lo hacen. Puedo elegir lo que quiero. Acabo de elegir ayudarte en vez de ser enviada a prisión. —Y tú has estado eligiendo eso durante los últimos dos años. Crucé mis brazos. —Sí. No es como que no puedo abandonar cuando quiera. Sus ojos azules recogían algo de la llama de la vela y parpadearon de nuevo como si fueran mechas. Su cabeza se inclinó hacia delante y el azul de sus ojos parecía más como aguas revueltas. Una sonrisa desenfadada se deslizó sobre su boca. Contuve el aliento, tratando de no notarlo.
  • 9. PÁGINA10 —Entonces no es un chantaje, ¿cierto, Scar? Apreté mi boca. —Nos cuidamos unos a otros —repitió. Miró a los otros—. Much, ve a lo de la madre de Freddy, asegúrate de que esté en calma. Voy a conseguirles suficiente comida por un tiempo —Rob se asomó a la puerta, hacia la taberna—. No va a responder el problema más grande, sin embargo. En primer lugar, vamos a tener que ocultar a los otros niños Cooper también. —Toda la familia —dije. Rob asintió. —Y tenemos que asegurarnos de que cualquier otra familia pueda pagar. Tenemos menos de un mes antes del día de impuestos, ¿y cuánto hemos acumulado? Much suspiró. —¿Para cubrir los impuestos de los campesinos por ellos? No lo suficientemente cerca. Y lo que tenemos ya es necesitado—la gente apenas tiene suficiente comida y dinero para sobrevivir, y mucho menos para ser gravados. —Es estúpido hacer esto cada vez —dije. Se miraron como si yo fuese Satanás—. ¡Lo es! Luchamos por mantener a todos a flote y luego el alguacil sólo nos hunde más. John rodó sus ojos. —Siento que tengas que trabajar tan duro, ¿ladrón perezosa? —Esto no nos lleva a ninguna parte —Espeté, mirándolo. —Tiene razón —dijo Rob—. Ya hemos visto que toma más detener al Sheriff que tan sólo proteger al pueblo. —No veo por qué tu no sólo vas ardiendo allí —le dije—. Tú eres el conde legítimo. Tú te criaste como tal. Toda la gente todavía piensa que eres su señor. —Yo era —Recordó Rob—. Pero ahora me falta el derecho y el ejército para tomarlo de regreso, Scar. Me encogí de hombros. —Yo podría matarlo. —Te gustaría poder matarlo —dijo John con un resoplido. Le di una patada en la espinilla y un gruñido bajo. —Matarlo no restablecería mi derecho. No después de que el Príncipe John llamó a mi padre un traidor—después de que él ya estaba muerto, y mientras yo estaba lejos y no pude defender su nombre —dijo, haciendo una pausa mientras sus puños se tensaron como cuerdas de arco.
  • 10. PÁGINA11 Él negó con la cabeza. —El Príncipe John despojó ese derecho y se lo dio al alguacil, por lo que a menos que el príncipe tenga un cambio de actitud, matando a este Sheriff tan sólo permitirá que uno nuevo suba. De todos modos —dijo Rob—, tenemos que conceder a la gente algún tipo de indulto. No pueden soportar esta opresión. —El Sheriff obliga a que los guardias les quiten dinero que ellos no tienen, es mezquino —dije. —La mayoría se atrasan con los impuestos —recordó Much. —Y a los guardias se les paga con ese dinero —dijo John. —Un problema perfecto —dijo Rob. Suspiró—. Y uno que no podemos estar preocupados por ahora. Tenemos que centrarnos en conseguir a la gente el dinero suficiente para sobrevivir el impuesto de día—y suficiente carne como para sobrevivir a la noche —Rob asintió con la cabeza y se levantó, y yo levanté las cejas. —No tan rápido. No es la única información que tengo. Hay más. Y no es bueno. —¿Qué es? —Nottingham va a traer a un cazador de ladrones. Desde Londres. No entendí el nombre, pero lo conseguiré. John miró a su alrededor. —¿Por qué debemos preocuparnos acerca de algunos mercenarios que atrapan ladrones? Much se volvió hacia él. —John, todos podemos fácilmente ser juzgados y colgados como ladrones. Robamos cosas. —¿Sabes de cualquier cazador de ladrones? —Preguntó Rob. Asentí. Un ladrón en Londres aprendió rápido a quién evitar. —Tienes razón como la lluvia, a menos que sea Wild. O uno o dos más —Como Gisbourne. Aunque en realidad, soy yo la que estaré en serios problemas si se trata de Gisbourne. —¿Con cuánto él va a ponerse en nuestro camino? —preguntó Rob. —Basta ya. Y ya que estamos pensando tras otras cosas, como la protección de las personas y conseguir monedas, él no lo hará. Él va a estar buscando hacer su botín e irse, lo que significa tu cabeza—o todas la nuestras—en una lanza. John sonrió, inclinándose hacia atrás. —No podemos ser capturados. Le pegué. —No seas tonto—Espeté. Sus ojos se estrecharon en mí y di un chillido cuando me pellizcó. —Suficiente —dijo Rob, cortando con mirada aguda a John—. Scar,
  • 11. PÁGINA12 mantén los oídos bien abiertos —Trató de pararse otra vez y me miró—. ¿Tengo su permiso ahora, mi señora? —No me llames así. —Incluso un ladrón merece un poco de respeto —Él me dio una de las cálidas y heroicas sonrisas que hacía mis mejillas encenderse, y escondí mi rostro debajo de mi gastado sombrero de fieltro—. John, asegúrate de que ella coma algo. Tengo que ir de caza —Él caminó fuera de la habitación, y con una mirada hacia John y a mí, Much lo siguió. —¡No tengo hambre! —Le dije a la espalda de Rob—. O algún mequetrefe que necesites cuidar, para el caso. John se deslizó más cerca de mí con una sonrisa que significaba que había escuchado a Rob por encima de mí. —¿Cuando vamos a entrar en la cárcel, entonces? —Preguntó John. —Medianoche. El guardia cambia entonces, y tú seguro parecerás menos llamativo en esa multitud. —¿Así que crees que luzco como un guardia? Tomaré eso agradablemente —Tomó un trago de su cerveza, sus ojos brillando hacia mí encima del borde. Tiré mis ojos sobre él. —¿Brutal y estúpido? Sí, se te ve muy similar a un guardia. El brillo se enfrió. —Nunca tienes nada amable que decir, Scarlet. —Sólo porque tú piensas que no puede ir sola. No tienes idea de lo que puedo hacer. Soy más rápida que el relámpago. —Yo sé que puedes manejarte. Otras personas son la parte más difícil. —No estoy hecha de cristal, John. Alguien me golpea y no me rompo. —Escucha bien, Scarlet. Siempre que esté cerca, si alguien quiere hacerte daño y yo puedo detenerlo, lo haré. Tiré mis ojos hacia él, y él me estaba mirando de esa manera que odio, como si mirara el tiempo suficiente, él vería todo lo que era. —Me voy a tirar algunos cuchillos por ahí. —No, no, no —Llamó Tuck, empujando a través del marco de la puerta y bloqueando mi salida. Tenía un plato de comida—. Robín dice que usted coma. —¡Piérdete! —repliqué.
  • 12. PÁGINA13 Él frunció el ceño. —Scarlet, tú no negarías mi comida, ¿verdad? ¿Conducir a un anciano a beber? —Tú ya eres un borracho y un cocinero terrible. —Ahora eso es injusto. Siéntese. Coma —me dijo—. Y yo tomaré una copa mientras te miro —Sonrió, y sus mejillas captaron la luz y se llenaron de bondadoso enrojecimiento. Me condujo de nuevo a la mesa, y John se acercó más por lo que así me enjaulaban. Tuck puso un plato de estofado de ciervo delante de mí. Yo sabía que mientras más comiera menos se quedarían mirándome, así que tragué algunos bocados antes de que empezaran a charlar entre ellos. Elegí ese momento para pasar por debajo de la mesa y resbalar mi camino de regreso antes de que pudieran alcanzarme. No es que yo no coma. Yo como. Simplemente no me gusta la caridad y no me gusta que piensen que pueden poner sus narices en mi vida. Rob quiere que todos seamos como una familia, pero no yo. Quiero mantenerlos lejos de mí. Además, tenía recados que hacer. Me las arreglé conseguir unas cuantas hogazas de pan del panadero del Sheriff y un poco de ropa de la línea de la lavandera de la fortaleza, y no era como si yo tuviera alguna utilidad para eso. Friar Tuck Inn se encontraba en Edwinstowe2, la pequeña ciudad que estaba más cerca de nuestro campamento en el bosque, y sabíamos que la gente de allí es la mejor, así que sabía quién necesitaba qué. Las casas con techos de paja estaban tan cerca, al igual que los niños acurrucados, y siempre los hacían parecer débiles, vulnerables. Como que podían ser aplastados. Dejé pequeños paquetes en frente de las puertas, la gente los buscó en la mañana, y sabía que, de alguna pequeña manera, se alegraban. Hice lo que pude, pero no era como que podría conseguir algo a cada uno todas las noches. Esa parecía ser la parte más cruel. Trataba de no pensar en las personas que despertaban y corrían hacia la puerta y no encontraban nada, eso hacía doler mi pecho. 2 Es una aldea en el corazón del bosque de Sherwood, al norte de Nottinghamshire, Inglaterra.
  • 13. R PÁGINA14 2 egresé a la posada para encontrarme con John un poco antes de medianoche; Edwinstowe estaba al norte de Nottingham y teníamos un camino que recorrer para llegar a Castle Rock. John no estaba allí aún, y yo no entré, solo me apoyé contra el árbol y me mezclé. John salió de la posada con Bess, una de las más bonitas, y con mejor corpiño de las mozas en Tuck’s. Le sonrió y la empujó contra la pared, podía oír cada descuidado movimiento del profundo y abierto beso. Ella hundió los dedos en su pelo, y él se echó a reír. Se apartó con una amplia sonrisa. ―Me tengo que ir ahora, mi amor. ¿Por qué no me cuelo en tu ventana más tarde? ―Dejaré la señal de siempre. La empujó hacia la posada. ―Entonces, fuera de aquí. Después de que ella cerrara la puerta con una risita, salí de los arboles. No dije nada, él se limitó a asentir con una sonrisa y se apartó de la pared. ―¿Ningún comentario? ―preguntó cuando la posada estuvo fuera de vista. El camino era áspero debajo de mis zapatos, y sin una lámpara, la luna nublada era la única luz, iluminando plata y suave el camino. Era como si la ruta que recorríamos todos los días se hubiera ido, y estuviéramos caminando a un encantado y extranjero lugar en vez de mantenernos del sheriff. Podría ver a John claramente. ―Supongo que quieres que te diga lo furcia que es ella. ¿O que eres tú? Pero en realidad, cada vez que escalas a su ventana, la haces pensar que es todo para lo que ella es buena. Bess es una buena chica. ―Debes haber conocido todo tipo de cosas en Londres. No lo dije. Yo no parloteo de Londres. Y además, no me respondió sobre Bess. ―Acabaste bastante rápido en Tuck’s.
  • 14. PÁGINA15 ―Lo hago cuando estoy siendo mangoneada ―dije, cortándolo con una mirada. ―Entonces, ¿Cómo entraremos al castillo? Miré hacia arriba. ―Buena noche para un ascenso. ―Oh, Scar ―se quejó―. No me gusta escalar, ya lo sabes. Y no es una buena noche. Lo hiciste a propósito. Tampoco he dicho eso. Caminé rápido. Llaman al Castillo Nottingham Castle Rock por una buena razón, está construido por una gran pila de rocas. Un lado de las rocas puras y transparentes y el otro una serie de murallas fortificadas. La mayoría podría pensar que es un camino para ir, pero veo rocas y no puedo dejar de subir en ellas. Las rocas son fortificaciones, no paredes en lo alto. Un ejército no puede escalar rocas ¿no? Y los castillos se construyen para mantener a los ejércitos fuera, no a los ladrones. Rob solía vivir allí, antes de las Cruzadas y antes del sheriff, con la aprobación del príncipe John, se hizo cargo de la fortaleza. Llamaron al padre de Rob traidor después de su muerte y dijeron que sus tierras serían confiscadas por la Corona Inglesa. No era posible que él fuera un verdadero traidor, pero había tierras y no estaba Rob aquí para defenderlas, por lo que la Corona tomó lo que pudo, y a pesar de ello me llaman ladrona. Cuando Rob escuchó que su padre había muerto, regresó, y no encontró nada, solo dolor y sufrimiento por todas partes. Mientras él estaba fuera defendiendo su país, ellos estaban tomando su derecho de primogénito. Rob solía ser un conde, si puedes creerlo. Es por lo que se siente tan peculiar con respecto a su pueblo, y por qué ellos se sienten peculiares con respecto a él. La mayoría todavía lo llaman Su Gracia. Será un conde otra vez cuando el Rey Richard vuelva seguramente. Rob es el que nos enseñó la mayor parte de los entresijos del castillo, pero algunos los he encontrado por mí cuenta, escuchando y mirando y en general hurgando. ―¿Scar? ―le oí en la distancia. Miré hacia abajo. John no estaba en lo absoluto lejos―. No vallas tan rápido.
  • 15. PÁGINA16 Sonreí. ―Te esperaré arriba. ―Por supuesto no iba hasta arriba, a tres cuartas partes de escalada había una entrada secreta. Pero él no tenía por qué saberlo, yo podía entrar y salir con Freddy antes de que siquiera él estuviera arriba. Subiendo era rápida y constante por la luz de la luna, haciendo los asideros visibles para mí. Había una gran roca dominado la entrada del túnel, ocultándolo de vista, y me metí dentro. Desde allí todo sería oscuro y sin luz, pero era lo suficientemente bueno para mí, no tenía necesidad de ver las ratas que se escondían en las rocas. El túnel era pequeño y unas partes estaban cediendo, pero aún intactas, agachada corrí a lo largo del mismo. Iba derecho a los apartamentos de la muralla principal en la cima de la roca, y de allí a un paseo corto y sombrío a la prisión en la mitad de la muralla. El castillo se encontraba establecido como una gigante escalera de caracol, y cada una de las murallas un piso de la escalera, una fortaleza, defendido en sí mismo. La parte superior de la muralla era la más protegida y mantenía a las personas y los almacenes, la parte inferior era para los guardias, y la mitad de la muralla era para todo lo demás. Ahora, la prisión tenía una entrada frontal, y eso era todo. Bajo el suelo en la muralla del medio, la prisión no tenía ventanas, sin embargo, había una salida de aire que era casi de mi tamaño exacto. Me deslicé de cabeza hacia abajo, manteniéndome en el interior del ducto de escape para ver a cualquiera que se encontrara en el pasillo. Nadie allí, y me deslicé hacia abajo, permaneciendo tranquila y pegada a las paredes. Había ratas por todas partes, y podía escuchar los chillidos tapando el ruido que yo hacía. ―¡Hood! ―oí susurrar a alguien. Moví mi cabeza alrededor. Un preso de pie, pegado a los barrotes―. ¿Estás buscando al muchacho? Asentí con la cabeza, manteniéndola hacia abajo. Señaló al final de la fila. Pude ver al guardia de frente, apartándose de mí, y la celda de Freddy a la izquierda. Perfecto. Deslicé mi mano dentro de mi cinturón mientras me colocaba cerca. Freddy se acurrucó en su sucio saco de dormir. Parecía aún más joven allí, y en su cara se mostraba un gran moretón. Las cerraduras no eran difíciles de abrir, pero todavía tardó unos cuantos momentos, y no fue ni siquiera la parte más difícil. Ir dolorosamente lento, mientras se abría la puerta, chirriando hasta que se quedó quieto. Con un suspiro, me metí en la celda y levanté a Freddy, callándolo mientras él se despertaba y tirando de él a mi hombro. No preguntó, en tanto lo sostenía con fuerza y cerraba la puerta detrás de nosotros lentamente, esperando el pesado clic de la cerradura.
  • 16. PÁGINA17 Lo guié a la salida de aire y lo empujé hacia arriba, luego trepé yo misma. Se retorció antes de hablar, pero en la parte de arriba de la rejilla se dio la vuelta y preguntó―: ¿Hacia dónde voy? ―Quédate en la pared. Desapareció en la parte superior, y oí un grito de Freddy más allá de la oscuridad. Con el temor de Dios en mí, trepé hasta arriba al tiempo de ver a John inclinándose y agarrando mi brazo. Su agarre dejaría moretones. ―Más tarde te mataré, Scar. Puse los ojos en blanco. ―Sígueme. Subimos por la muralla superior, esquivando el callejón que había entre la pared y las tiendas de artesanías. Al final de las tiendas, había una brecha para cruzar sobre los apartamentos. Me deslicé por la pared, hasta que recibí una clara mirada del lugar. El muro de adobe se sentía duro a mi espalda. Escabulléndome lento, fui al poste de madera en la esquina y miré alrededor. Regresé mi cabeza, en aliento corriendo por mi pecho. Me quedé helada. ―Espero obtener resultados, Gisbourne. El nombre quemó a través de mí como una estrella fugaz. Sentí la garganta como si una mano se cerrara alrededor de ella, presionando, cerrando mis pulmones. No lo había visto en cuatro años, y ahora aquí estaba, menos de un brazo de distancia de mí. Había huido de él y mantenido huyendo, y ahora parecía que había corrido de vuelta para terminar de golpe nuestras vidas juntas. ―Si por “resultados” te refieres a colgar a una banda de ladrones mientras las adoradoras personas ven, dalo por hecho. ―dijo la suave, oscura voz. Cerré mis ojos; su voz comiendo a través de mí como el ácido. Sentí el sudor saltar a mi piel y mi pecho quemando por no respirar. Mi puño se abrió camino al cuchillo, y contuve un pequeño aliento. ―Pero ¿cuándo, Gisbourne? Se echó a reír. ―Muy pronto. ―Asegúrate de eso. El Hood y sus hombres son el azote de la selva. El príncipe John en persona me ha escrito para que esos ladrones sean cazados como perros. La gente les protege, y no los puedo encontrar. ―Yo puedo. Los ladrones son una presa como cualquier otra, Sheriff. Cazarlos, seguirlos y matarlos.
  • 17. PÁGINA18 Mi corazón huyó de mi pecho y mis manos temblaban. ―Bueno, te enseñaré en tus apartamentos, entonces. Los dos cruzaron el patio con un flanco de los guardias, y yo agachada, en parte porque no quería ser vista y en parte porque mis rodillas se tambaleaban. Esperé hasta que estuvieron dentro de los apartamentos y luego hice señales a John. Él y Freddy se deslizaron junto a mí, y salté cuando Freddy me tocó el brazo. ―El túnel está detrás de las residencias ―susurré. Eché un vistazo hacia atrás para ver a un guardia quedarse al margen, y solté el aliento―. Cuando él pase en la otra dirección, podemos ir de uno en uno. John suspiró pesadamente. ―Cristo, Scar. Soy bueno para algo. ―Pateó un poco el adoquín roto y lo recogió. Lo lanzó por el camino por el que habíamos venido, y el guardia se puso alerta. Un momento después, corrió hacia el ruido. ―¡Vamos! ―ordenó John. Fruncí el seño, pero eché a correr. John tomó a Freddy de un brazo, volando mientras cruzábamos el patio abierto de regreso a las residencias, escondidos a salvo en las sombras. Ese era el problema del túnel; estaba muy lejos del castillo. Nos hicimos con el túnel y sentí el alivio estrecharse a través de mí. John cerró la escotilla detrás de nosotros, y una vez en la oscuridad, lanzó un suspiro. ―Está oscuro. ―señaló Freddy al cabo. ―Voy primero, Freddy ―le dije―, vas detrás de mí. ―Fred. ―corrigió. ―Fred. ¿Te asegurarás de no perder a John? ―Lo haré. Nos apuramos a través del túnel, y en la boca, en la oscuridad, Fred se apretó a mi lado. ―No soy bueno con la escalada. Me agaché. ―Yo soy buena. Sube. ―No seas tonta ―murmuró John, cogiendo a Fred y arrojándolo sobre su espalda―. Por mucho que me gustaría verte caer de Castle Rock, quiero lo mejor para ti, Fred. ―Todo el mundo sabe que Will Scarlet puede hacerlo todo. ―le respondió Fred. John puso los ojos en blanco. Decidí robar esta semana algo extra para Fred por eso.
  • 18. PÁGINA19 Fred se mantuvo tranquilo la mayor parte del camino de regreso, y John y yo fuimos con él en medio de nosotros, permaneciendo muy cerca el uno del otro. Sentí como si Fred necesitara personas de pie junto a él en ese momento, e imaginé que John pudo haber tenido la misma idea. Cada paso más lejos del castillo a mi espalda significaba que podía respirar con mayor facilidad, pero aún con Castle Rock lejos, y más lejos de Gisbourne, no me sentía segura. Edwinstowe seguía hacia el norte en la carretera principal de Nottingham. No era tan grande como Worksop, y Lord Thoresby, el noble responsable de la ciudad, no tenía ese tipo de arcas en su guardia privada. Así que con más frecuencia no llevaba a Edwinstowe la ira del Sheriff como un pequeño lleva a un matón. Además, más allá de Edwinstowe la carretera serpenteaba a través del bosque hasta antes de llegar a Worksop, que era de los lugares a los que hemos dado la mayor parte de nuestro dinero, mirando sobre la carretera en el refugio del bosque, si se quiere. Esto significa que el Sheriff baja mucho más difícilmente a las carreteras en medio de la selva, que las que estaban en las ciudades cerca de él. Cuando entramos al pueblo, la casa de los Cooper era la única con velas encendidas en el interior, y vi a John dudar en tanto nos acercábamos. Se detuvo en la puerta, y me detuve con él. ―Ve ahora, Fred ―le dije―, esperaremos. Fred avanzó lentamente, y con la poca luz se veía bastante pálido. No lo culpo. Las madres podían ser algo difíciles. Su madre abrió la puerta cuando él golpeó y se echó a llorar, llevándolo adentro sin siquiera dirigirnos una mirada. ―¿Dónde lo llevan? ―preguntó John. Examiné un rasguño en mi mano. ―Gran parte de padres tomarán a su familia en Worksop hasta que podamos encontrar algún otro lugar. ―Lamiendo mi dedo pulgar, froté la suciedad de mi mano. ―Me mentiste esta noche. ―dijo John. Me encogí de hombres. ―Te mentí mucho. Puedes ser más específico. ―Dijiste que me esperarías arriba. Dijiste que iríamos juntos. ―Bueno, sí, eso fue una mentira. Volvió la cabeza. ―No me importa un bledo si mientes, pero si lo haces cuando la vida de un niño está en juego, te juro que te arrastraré una cuadra.
  • 19. PÁGINA20 Mis oídos ardían, porque John era el tipo de persona que no bromearía sobre golpear a una chica, pero me encogí de hombros. ―Lo saqué de ahí, ¿no? ―¿Cómo conoces a Gisbourne? ―preguntó. Me quedé helada. La mayoría de la gente, cuando está asustada o algo, grita o sale corriendo, en general hacen justo lo obvio. He aprendido a ser muy cuidadosa con lo que se muestra, por lo que soy de la clase que se congela y piensa rápido. ―No lo hago. ―Sí, lo haces. Nunca he visto una pulgada de miedo en ti, y esta noche tenías una pizca de ello, lo que supongo significa que estabas aterrorizada. ¿Te iba a colgar en Londres? ―No conozco a Gisbourne. Solo sé su nombre. Eso es todo. Se encogió de hombros. ―No tienes que decirme. Pero le diré a Rob y lo obtendrá de ti. ―No hay nada que obtener. Fred abrió la puerta con un pequeño bulto de ropa, su madre y sus hermanas se hallaban un paso detrás de él. La vela de la ventana estaba apagada. ―¿Listo para irnos, Fred? ―pregunté. Él asintió. John puso su brazo en el hombro de Fred. Siempre el hermano mayor. Caminamos a Worksop, y el amanecer se asomaba cuando llegamos allí. Fuimos a donde el padre Much, un molinero cuya tienda se encuentra lejos del centro del mercado. Siempre necesita aprendices, por lo que no es demasiado raro ver a un niño allí. Nos dio unos huevos y pan para el desayuno y John y yo seguimos nuestro camino. ―Siento que no volvieras a Bess. ―le dije. ―Si es que se ha dado cuenta ―Tiró de un mechón de pelo castaño que se había escapado de mi sombrero―. Tú te estás deshaciendo. Empujé mi cabello debajo del sombrero y él empujó hacia arriba con más fuerza. Sentí el calor en mi cara y odiaba que el sol mostrara mi rubor. ―No sé por qué no te deshaces de esto. Nadie sabría que eres una chica, ¿no es ese el punto? ―¿Por qué, entonces, como me arrastrarías por una cuadra sin sentirte culpable?
  • 20. PÁGINA21 Su rostro decayó un poco. Lo que estaba bien. Enojándolo significaba que no tenía que admitir que me gustaba mi cabello. Me gustaba aún más el hecho de que nadie lo veía excepto yo. Y me recordó a alguien que me gustaba recordar, solo yo. ―Realmente nunca te golpearía, Scarlet ―gruñó―, deberías saberlo mejor. ―Entonces no hables de eso. Si acabas de decir lo que quieres decir, no tendrías que ladrar tanto ―Le dirigí una mirada―. Además, lo hiciste una vez. ―No te golpeé aquella vez, te tacleé. Lo cual fue un infierno de manera cuando descubrí que eras una chica, por cierto. Nunca lo hubiera hecho si hubiera sabido, y luego Rob se dirigió a mí con una santa furia, diciéndome que no tenía que golpear a las chicas, porque él lo sabía ―frunció el ceño ―¿Por qué le dijiste a Rob todo la primera vez? ―No lo hice. Él lo descubrió en el camino desde Londres. ―¿Cómo? ―Nunca me quise bañar con él o estar en el agua cuando él estaba cerca. Comenzó a sospechar. Parece que a los chicos de verdad les gusta exhibir sus partes por ahí. Soltó un bufido. ―Sabes, eso ha sido así demasiado tiempo para que estés quejándote sobre ello. Los chicos arreglan sus cosas por pelear unos con otros. Asentí con la cabeza. ―Estaba en lo cierto cuando llegué a Sherwood. Antes de eso era uno de nosotros. Antes de que realmente hubiera incluso un nosotros. ―Le di una patada a las hojas a mis pies. Era extraño que a corto y largo plazo pareciera la misma. Siempre, y en un abrir y cerrar. John escupió. ―Antes de que Nottingham cortara la mano de Much, quieres decir. Me encogí de hombros. No me gustaba pensar en él, mucho menos para decirlo en voz alta. Llegamos a la carretera principal de Worksop a Edwinstowe, y había una fábrica de cerveza con los barriles de grano en un vagón. Podía incluso ser de Tuck, pero no pude ver la parte delantera. Corrí hacia el vagón y me subí, John me siguió. Le di la mano para tirar de él. Nos escondimos atrás del barril de grano, no de la cerveza, porque aquí pocos son los comerciantes que nos niegan nada, pero los hombres del Sheriff vigilaban esos barriles. ―Me pregunto cómo le fue a Rob. ―dijo John.
  • 21. PÁGINA22 ―Vi un poco de carne de venado donde los Cooper. Edwinstowe va a comer hoy. ―Vi un poco de pan en el paso en la casa del bosque. No dije una palabra. ―Toma lo que era tuyo, entonces. ―¿Piensas que cocino? ―No, pienso que robas. A pesar de decir que estás en esto porque Rob te chantajeó para que entraras. ―No soy criada de Rob, sabes. Honestamente, la gente piensa que estoy encadenada al hombre. ―¿No lo estás? ―No. ―Bueno, ¿Cómo hiciste todo el trabajo, entonces? O eres chantajeada, o no lo eres. No quería admitir que Rob me sorprendió robando. Menos, los días terribles que me llevaron a eso. ―Rob me dio la elección del diablo. Me dijo que tenía que ayudar o me mandaría a la cárcel, no a la horca con una agradable caída rápida y una parada repentina; pero sí a la cárcel de sangre, donde mueren lentamente, con sus pedacitos interiores podridos. Pero Rob no es el tipo de hombre que me tira a la cárcel ¿no? No lo sabía entonces. Pero yo podría irme ahora. De hecho, no puedo quedarme mucho más tiempo. Sus cejas se juntaron. ―¿Qué? Honestamente. ¿De todas las preguntas? Él no es sordo. ―¿Por qué? ―Se inclinó hacia delante―. ¿Por qué te vas, después de dos años siendo parte de la banda? Dos y un poco más ¿Cuándo las cosas están peor que nunca? ¿Por qué cambiar de idea? ―No soy de aquí, John ―mentí―. No es como si esta fuera mi gente. ―volví a mentir―. No les debo nada y ya me estoy aburriendo de ti y Rob actuando como si fueran mis padres. ―dije con una mueca que no pude contener. Eso fue una mentira y una verdad. Más o menos. Negó con la cabeza. ―En primer lugar, es tonto decir que soy tu padre. Los dos tenemos dieciocho años. Ni siquiera es posible. ―Entonces deja de actuar como si lo fueras. ―Sabes, siempre creí que te gustaba que pensásemos que eres una rata… Pero en realidad eres una cobarde de vientre amarillo de primer orden. ¿Cómo puedes salvar a Freddy y luego creer que no tienes nada
  • 22. PÁGINA23 que ver con ello? “Will Scarlet puede hacerlo todo” ―Se burló―. Una buena persona. Me preguntaba como una increíble chica como tú podría ser un ladrón, pero creo en las cifras perfectamente. Escupió a mis pies, y para mi horror me encogí un poco. Sin embargo, no se dio cuenta. Estaba demasiado ocupado pasándose a la parte trasera del vagón saltando. Saqué mis rodillas fuera de la saliva y me quedé en el carro, que ya se acercaba al bosque. Así que mentí y engañé un poco. Aun así, este tipo de daño. No era una rata. No por mi propia decisión, al menos. Además, la única cosa que hice en primer lugar fue escapar de Gisbourne. Él era la única persona en el mundo de la que debo mantenerme lo más lejos posible, y no puedo decirles a los chicos por qué. La última vez que vi a Gisbourne, yo había tenido trece, pocos días antes de mi cumpleaños, pero no he olvidado ni un poco de su cara. Ahora Gisbourne estaba en Nottingham, y venía por Robín y sus chicos. Y por mí. Si alguna vez hubo un buen momento para dejarlo todo y correr tanto y tan rápido como pudiera, era este. Salté del vagón cuando estuvo lo más cerca que pudo de nuestro lugar en el bosque y regresé al campamento antes que John. No hice caso a Rob, subiendo por el Gran Roble. Era un árbol amplio y antiguamente alto, pero yo era la única que podía subir a la cima, y había construido una pequeña hamaca ahí. Sería raro para las aves posarse tan alto. En lugar de ver un gran bosque verde y tierra marrón, todo lo que podía ver era cielo gris y la copa de los árboles espinosos, todo un mundo en Sherwood que nadie más conocía, y era el único lugar donde sentía que podía dormir.
  • 23. D PÁGINA24 3 esperté con el sonido de Rob golpeando una olla en mi dirección. Me incliné sobre el borde de la cama. —El almuerzo está listo, Scar —me llamó. Suspirando, salté de la hamaca. Para ese momento, John seguramente habría hablado con él. Y, probablemente, él también estaría allí. Sólo la mitad de mi sobrero estaba sobre mi cabeza, así que me acomodé el cabello hacia atrás y lo bajé hasta mis ojos. Comencé a saltar a través de las ramas. Me gustó esa parte. Las ramas eran un poco duras por debajo, y me apoderé de una, luego de la siguiente, pasando a través del árbol y haciéndome un camino sobre ellas. Me imaginé a mí misma yendo donde torpes como John no podrían. Con un salto final, mis pies tocaron el suelo y me agaché sobre ellos. Robin se encontraba justo frente mí. —Tenemos que hablar, Scar. Much se encontraba junto al fuego, revolviendo una olla, y John estaba sentado en el hueco de una de las ramas más bajas, pero no miró hacia mí. Me crucé de brazos. —Hablar. —Camina —dijo Rob, señalando el camino. Fruncí el ceño. Comenzamos a andar lejos de los demás, y me mantuve a una buena distancia de Rob. Siempre lo había hecho. Él es justo. . . él es el tipo de hombre que te atrapa bastante fácil, y yo no quería eso. Siempre pensé que estar lejos de él era lo mejor. Él no era un torpe como John, en ningún sentido, pero tenía unos hombros anchos que ocupaban la mayor parte del camino, y yo me encogí entre algunos arbustos para mantenerme alejada. —¿Gisbourne es el caza ladrones? Asentí. —¿Qué tan malo es eso para mí? —Malo.
  • 24. PÁGINA25 mí. —¿Y qué tan malo es para ti? —Peor —solté antes de poder detenerme. Rob tenía ese efecto en Se quedó en silencio por un tiempo, y las hojas secas bajo nuestros pies, sonaban bastante fuerte. Yo contaba los pasos en mi cabeza. —¿Alguna vez me dirás cómo te hiciste esa cicatriz? —preguntó. La cubrí con mi mano. ¿Por qué pensó en eso? —No si puedo evitarlo —le dije—. Pero es vieja. De una vida completamente diferente. Él levantó una ceja y yo tragué, sabiendo que era la primera vez que lo dejaba saber de que no había nacido exactamente en el robo, o en Londres, para el caso. Que había tenido otra vida anterior a ésta. Aunque ésta me gustara más. Se detuvo y me apoyé en un árbol, guardando mis manos detrás de mí. Traté de no mirar hacia atrás. Él era hermoso, Dios lo sabía. Su cabello se veía suave y húmedo como el trigo, sus ojos eran de color azul grisáceo, como el Canal Inglés, y poseía una mandíbula que era lo suficientemente fuerte como para recibir un par de golpes. —¿Estás pensando en irte debido a Gisbourne? —preguntó, su voz era suave. Se acercó a mí. Su mano se posó en el árbol, por sobre mi cabeza, estaba lo suficientemente cerca para notar que su cuerpo era más cálido que el resto del bosque. Asentí con la cabeza. Mi garganta se sentía espesa, como si no pudiera tragar correctamente. —Cuando estés lista, Scarlet, puedes confiar en mí. No voy a forzarte. Y si quieres irte no voy a retenerte, especialmente si estás en peligro. Pero si te quedas, te mantendré a salvo lo mejor que pueda. Nuestros ojos se encontraron. No me gustaba que eso sucediera muy a menudo porque tengo ojos divertidos, y las personas tienden a no sentirse demasiado cómodas con ellos. Especialmente durante el día. Verán, cuando Rob dice cosas así, suena como si él sólo estuviera preocupado por mí. Pero lo vi tragar y no estuve tan segura. He estado con Rob un largo tiempo, y está perdido como yo. Está solo como lo estoy yo. Y puedo ser estúpida, pero creo que mi partida podría hacerle daño también. —No me voy a ir. Sólo pensaba en ello —le dije—. Además, nos mantenemos a salvo el uno al otro. —Lo dije por Robin, pero no estaba tan segura. No estaba segura de si algo podría mantenerme a salvo de Gisbourne.
  • 25. PÁGINA26 Él contuvo el aliento, sostuvo mi mirada, y su rostro se acercó un poco al mío. Estaba observando mi cicatriz, cuando dijo—: Sí, lo hacemos —dejó ir la respiración, meciendo su cuerpo hacia atrás y adelante—. No vayas a la cárcel sola, nunca más, ¿de acuerdo? Torcí el gesto —No me hagas prometer eso. —Scar, por favor. No importa a quien lleves, sólo lleva a alguien contigo. No es mucho pedir. Por supuesto que lo era. Yo no era el tipo de persona que dejaba que otras fueran conmigo para cuidarme, y estaba segura que no quería cambiar eso. Dimos la vuelta para regresar, y él rozó su hombro contra el mío. Se apartó rápidamente. Fruncí el ceño. Así es como eran las cosas entre Rob y yo. Él dijo esas cosas que hicieron que me sintiera como si tuviera avena en lugar de un corazón, y justo cuando pensé que podría significar algo más, él se había alejado. Había sido justo a la manera de Rob —era el héroe con todo el mundo, y al igual que Much no podía dejar de estar fascinado, a veces sus formas de héroe me absorbían como una corriente. Pero no significaba nada. Él era el líder y yo era su compañera de banda, y cualquier palabra suave que oía salir de su boca era un engaño de mi mente. Una vez más. Cuando doblamos la esquina hacia el campamento, sentí los ojos de John quemando sobre nosotros a través del campo. Me alejé de Rob para sentarme junto a Much. —Tenemos que hablar sobre Gisbourne —dijo Rob, sentándose cerca nuestro. John saltó del árbol, acercándose al fuego. Much me pasó la comida primero, una especie de decantación con cebada y zanahorias en ella, y un trozo de pan duro. Empujé el pan en el plato, mientras él les pasaba los alimentos a todos los demás. —Estofado de conejo —me dijo Much—. Es bueno. La señora Cooper me dio la receta. Mis dedos se cerraron alrededor de la taza. Estaba caliente, y olía realmente bien, pero la idea de la señora Cooper y sus pequeños hizo que mi estómago se llenara de ceniza en lugar de hambre. —Scarlet, tú eres la única que ha oído hablar de él. ¿Qué sabes? — preguntó Rob. Me encogí de hombros. —Es despiadado. Cruel. —La boca de Rob se hizo un poco más delgada, y por un momento pareció ser mucho más
  • 26. PÁGINA27 viejo que sus veintiún años—. Tiene renombre como caza ladrones. Es el hijo mayor y no necesita el dinero. Lo hace por deporte. No tiene familia. Iba a casarse hace un tiempo atrás, pero la chica falleció. —¿Tuvo algo que ver con eso? Miré hacia abajo. —Ella se colgó, así que supongo que sí. Sentí sus ojos sobre mí. —¿Y él nunca se casó? —No. —Por supuesto, había mucha más historia que eso, pero no importaba. Ellos no necesitaban saber el resto—La mayoría de los caza ladrones en Londres obtienen parte de la acción. Son delincuentes ellos mismos, de derecha, y dicen que son ladrones. Bueno, obtienen un equipo, conforman un número reducido de grandes robos, y luego el caza ladrones convierte a uno de sus propios hombres a los señores que lo contrataron. Los caza ladrones, por lo general liberan a sus hombres de la soga del verdugo, también, pero no siempre ha tenido la misma suerte y, a veces, un ladrón tiene que morir. No importa nada. Los cazadores cobran una recompensa por el ladrón y continúan recogiendo de sus robos. Un razonable trabajo sin corazón. Ellos siguen obteniendo una buena ganancia, pero la ley no se ve tan dura siempre y cuando se mantengan convirtiendo gente. —Astuto —sentenció John. —Sí, excepto que Gisbourne nunca lo hizo. Él sólo los convierte cuando tiene que hacerlo, prefiere enviarlos a un sueño en el Támesis, con una garganta sonriente. —¿Qué significa eso? —preguntó Much. —Corta sus gargantas antes de tirarlos al río —explicó Rob. Much se estremeció. —No sé si tenemos suerte o es que aquí no hay río. El Trent sería algo así como un paseo. —No —dijeron a coro los demás. Much miró a la comida. —Él es reacio a los errores. Yo podía escuchar fuera de su ventana y él nunca sospecharía nada, porque el palacio está fortificado. Pero no podemos tirar de la misma mordaza dos veces… Él aprende rápido. —Y por razones que Scarlet no me dejará saber, yo creo que si Gisbourne la encuentra, va a matarla —les dijo Rob. —Él no me conoce —le prometí—. Excepto por mis ojos.
  • 27. PÁGINA28 —No importa, todos lo mantendremos alejado de Scar, ¿de acuerdo? —preguntó Rob. Much asintió con la cabeza, y me sorprendió que incluso John lo hiciera sin dudarlo. —Él no me conoce —le dije de nuevo. —Sí, pero tú eres el único ladrón honrado a Dios por oficio, Scar. Conociéndote o no, creo que debemos mantenerte alejada del caza ladrones —Much me dijo. —Ustedes roban mucho, tanto como yo. Rob sonrió. —Tú nos has enseñado cómo hacerlo. Mis ojos se dirigieron hacia el brazo de Much, donde faltaba una mano. No le había enseñado a Much lo suficientemente pronto, y el sheriff le había cortado la mano mientras él trataba de robar comida para su familia. Eso fue antes de conocerlo, pero todavía no me acostumbraba. —Freddy llegó bien a lo de mi padre, ¿cierto? —preguntó Much con la boca llena de comida. Miré mi plato. Debería comer por lo menos un bocado. Tomé un trozo de pan empapado en caldo. —Sólo bien. Es un chico valiente —respondió John, sorbiendo un poco de su caldo. —Scarlet, quiero que mantengas un ojo en la familia. John, tú también. Estoy tratando de conseguirles un lugar para quedarse y posicionarlos fuera de Nottinghamshire, pero tendrán que permanecer aquí hasta que podamos arreglarlo. Vamos a llevarlos a Worksop a primera hora de la mañana, pero el sheriff estará buscando sangre, por lo que tenemos que tener a alguien que se mantenga observando el reloj. —Cerré la celda —les dije—. Después de que él estuvo fuera, la bloqueé de nuevo. Rob sonrió. —¡Ja! Ellos probablemente creyeron que era lo suficientemente pequeño como para deslizarse fuera. —Lo golpearon, lo sabes. Lo azotaron, también, haciendo cuentas, pero yo no lo vi. —Realmente no había querido ver. —No creo que lo hicieran —dijo John, y su voz fue suave, como si él estuviera tratando de hacerme sentir mejor. No me gustaba—. Agarré su espalda y él no reaccionó. Asentí con la cabeza, pero no lo miré.
  • 28. PÁGINA29 —Muchachos, ¿por qué no patrullan las carreteras hoy? Vean lo que podemos revolver. Y Scar, quiero que tú mantengas el oído alerta para obtener información. —Obtienen más botín cuando estoy con ustedes —le recordé. Yo era buena detectando quiénes tenían dinero y dónde lo guardaban. —Pero necesitamos más información de dinero hasta que sepamos lo que Gisbourne trama. Me toqué el ala de mi sombrero en su dirección. —Y me gustaría que comieras más. —Deja de empujar comida por mi garganta, Rob. Como cuando tengo hambre. Él levantó una ceja y me miró. No di marcha atrás. Las preocupaciones de Rob. Hubo momentos, cuando recién nos conocimos, en los que yo estuve muy enferma por no haber comido por un largo tiempo, y él nunca lo olvida. Por supuesto, yo tampoco lo olvido, pero pensar en ello sólo empeora las cosas. Recuerdo que estuve varias semanas sin comer mucho, días sin comer nada, y pude sobrevivir. Reconozco que los pequeños niños Cooper no podrían. Y Rob debería entenderlo. Él toma la culpa y la responsabilidad que otros no. John toma los golpes. Yo tomo el hambre, y la mayoría de las veces se siente horriblemente poco. —Bueno, si tú no tienes hambre, yo sí —dijo John, quitándome la comida. Lo estaba haciendo por crueldad, pero realmente no tenía hambre, así que lo dejé. Se sentó a mi lado y se lo comió de forma ruidosa. Se acomodó más cerca y presionó su codo contra mi costado. Me golpeó el brazo y derramó la cucharada por su túnica—. Comida en perfecto estado, Scar. —Tal vez no deberías sentarte tan cerca de mí. Empujó todavía más cerca, lo que sólo me hizo empujar a Much — No creí que te importaría. Me puse de pie y golpeé su copa hacia arriba, derramando su contenido sobre él. —No creí que te gustara sentarte con las ratas — repliqué, yéndome. —Scarlet —rugió. Sonreí, pero seguí caminando. Le servirá.
  • 29. PÁGINA30 Paseé a través Edwinstowe, manteniendo la cabeza hacia abajo, pero con los ojos abiertos. Las casas estaban todas fuera de la central de agua, pequeños techos de paja con vallas desvencijadas por sus pollos, si tenían la suerte de poseer uno o dos. Había pocos granjeros en Edwinstowe y ellos mantenían su ganado en un corral junto al pozo. No vi ningún guardia del castillo o a cualquiera de los hombres del sheriff. Ellos eran los únicos de por aquí que llevaban armadura, por lo que se les hacía fácil de detectar. La señora Thoresby también caminaba por el pequeño pueblo; ella era la esposa de Lord Thoresby, quién protegía al pueblo del sheriff. Él no era muy bueno en eso, pero hacía todo lo posible. La señora Thoresby era hermosa hasta que esas cosas sucedieron. Tan pálida y rubia, se veía como el sol en el día y la luna después de caer la noche. Ella estaba llevando sus bonitas faldas a la casa de los Cooper, me pregunté si iba a decirle a la señora Cooper que su hijo había escapado de la prisión. Ella era amable, incluso si no podía hacer mucho, era una ayuda para advertirle a la familia que el sheriff podría venir sobre ellos. Hacía nuestro trabajo más fácil, también. Ella tenía una guardia consigo, pero no constituía una amenaza para la gente del pueblo, así que empecé a caminar hacia Nottingham. No era realmente el momento adecuado del día para una comida familiar, así que subí a un árbol y comencé a correr a través de las ramas que se superponían. Los árboles eran viejos y las ramas eran decentes de espesor, mientras yo corría rápido, apenas tenían tiempo para doblarse. Esa era la mejor manera de moverse durante el día. No hacía demasiado ruido tampoco. Nottingham era una ciudad de mercado, pero éste no era tan bueno como el de Worksop, en su mayoría debido a que el sheriff recogía a cualquiera que fuera bueno y lo depositaba en la torre de homenaje. Como sheriff, él fijaba los impuestos en Nottinghamshire, y así era como su gran castillo funcionaba por sí solo; gravaban el grano de los agricultores, las armas de los herreros, los paños de los tejedores y tintoreros, y así sucesivamente. El sheriff no tenía nada hecho por sí mismo. También tenía tendencia a tomar el mejor grano y los alimentos como un impuesto. Mostrándole a Nottingham lo que significaba a veces tener que perder sus mercancías, pero algunos todavía lo hacían. Tomé una manzana mientras pasaba, dejando una moneda en su lugar. La moneda valía mucho más que la manzana, pero eso no me importaba. No le robaba a gente que no puede afrontarlo, pero tampoco me gustaba el trueque.
  • 30. PÁGINA31 Una niña y su hermano se acurrucaban en el suelo junto a la tienda de su padre, y todo el conjunto parecía raído y delgado. Mi estómago gruñó y suspiré, yo también había sido una pequeña hambrienta una vez. Sin mirarla, puse la manzana en sus manos, y me escabullí entre la multitud antes de que ella pudiera verme. Las puertas estaban abiertas, así que caminé justo en frente de la fuerte guardia. Me sentí afortunada de no haber sido vista. Di la vuelta a la muralla inferior, escuchando. La lavandera y el panadero estaban abajo, y había mujeres con otras mujeres que trabajan para ellos, que tendían a cacarear hasta por los codos mientras trabajaban. Yo había cosido mi chaleco especial; tenía un bolsillo contra mi espalda que podría llenar con todo lo que necesitara, y a penas me hacía parecer un poco más gruesa. No se podía decir lo que había en él. Empecé a deslizar rollos dentro y robé un buen par de ovillos de lana negra. Luego simplemente me incliné hacia un rincón oscuro y escuché. Consideré comer uno de los rollos, pero demasiadas caras de la aldea vinieron a la cabeza. Tuck me daría comida más tarde. Una de las chicas se rió, y oí un chasquido cuando ella sacó el paño húmedo. —¿Estas son cosas de un hombre elegante? —preguntó. —Sí —dijo la lavandera. —No son mucho más que trapos —dijo. —Él los ha estado usando, pero no son suyos —dijo otra chica—. Jameson me contó que sus cosas se están enviando desde Londres. —Ella hizo un ruido—. No me gusta. Sus ojos se ven como si Dios hubiera quitado la luz de ellos. La lavandera se echó a reír. —¿Jameson? Como si fuera lo suficiente bueno como para correr con él en cada oportunidad que te doy. —Oh, no, me gusta Jameson, mucho. Ese Sir. Él es terrible. —Al menos él mantiene sus manos para sí —dijo otra. —Es verdad. —Me enteré de que estuvo en las Cruzadas. —He oído que ha matado a un centenar de los ladrones. Ese hombre se encarga de la tarea de Dios. Oí un chapoteo. —Eso no es cierto, Margery. Se lo ha llamado para colgar a Robin Hood. Esa no es la tarea de Dios, en absoluto.
  • 31. PÁGINA32 —Cuidado con esa lengua, pequeña. Puedes ser nueva aquí, pero hay cosas de las que no podemos hablar. —Bueno, Hood podría ayudarnos con el lavado, por lo menos —dijo la que andaba con Jameson—. He oído que están terriblemente asustados de que los hombres Hood roben las cosas de Gisbourne. Ellos fueron enviados hacia el río, pero Jameson ha sido designado para llevarlo a través de Sherwood, disfrazado de alguna manera. La lavandera se echó a reír. —¡Robin Hood no se deja engañar por un disfraz! Mejor dile a Jameson que está enfrascado en una tarea de tontos. —Lo intenté, pero ya se ha ido. Con suerte, volverán con eso mañana. Las mujeres empezaron a silbar, aunque no podía decir por qué. — Recuerda, muchacha, está la leche y está la vaca, y la parte de la vaca debe ser lo primero. Las mujeres ulularon ante esto, y las niñas rieron también. Salí de Nottingham justo a tiempo; se trataba de una ciudad amurallada, y sus puertas se cerraban al anochecer. Para la hora en que el mercado había terminado, la ciudad estaba vacía de gente, y yo podía ocultarme fácilmente en la marea. Fui a Edwinstowe y llegué justo antes del anochecer. Los hombres habían salido a acorralar el ganado, y las mujeres estaban haciendo la lavandería. Paseé por la ciudad, repartí los rollos cuanto pude, y le di los ovillos a la señora Clarke. Ella tenía tres hijos en crecimiento y la cosecha de su marido no había ido bien. Traté de dejar las cosas de tal manera que yo no tendría que enfrentarme a sus agradecimientos. No me gustaba que me dieran las gracias por mis dedos pegajosos. Eso no me llevaría al cielo, así que no había necesidad de decirlas. Iba a detenerme en lo de Tuck, al lado del camino, un poco más lejos de los habitantes del pueblo y el castillo, y estaba yendo hacia allí cuando oí a alguien gritando. Y luego algo que se rompía, como si alguien hubiese sido golpeado. Me agaché en el suelo, escuchando. Lo oí de nuevo, y di vuelta a la esquina para ver a dos de los hombres del sheriff sosteniendo a Amy Cooper por el frente de su vestido. Ella tenía apenas nueve años, y era un poco escurridiza para ser una niña. Se la estaban llevando y tenía un gran corte debajo de su cabello, como si la bestia la hubiera golpeado con su mano armada.
  • 32. PÁGINA33 Deslicé un cuchillo desde el interior de mi chaleco y lo dirigí hacia la mano abierta de la fiera, la que no sostenía a Amy. Lo azoté y grité: — ¡Amy! Él la dejó con un rugido de dolor, y ella gritó y corrió hacia mí. Me agaché y la abracé. —Corre a lo de tu madre, no les abras la puerta —le susurré. Ella siguió llorando, pero me obedeció, corriendo como si el mismo diablo se encontrara en sus talones. El hombre sacó el cuchillo de su mano, al tiempo que su compañero desenvainaba la espada. Las espadas son terribles. Eran nada más que cuchillos grandes y pesados que la mayoría no sabe cómo utilizar correctamente. Saqué dos cuchillos más a medida que ellos venían hacia mí. —Vas a lamentar esto, muchacha —dijo uno de ellos. Su mano goteaba rojo, sin embargo, estaba segura de no arrepentirme de eso. —Oblígame a hacerlo —lo desafié. Corrieron hacia mí, me di vuelta y salí corriendo, escuchándolos reír, mientras me perseguían contra valla del curtidor. Por supuesto, ese era mi plan. No dudé, saltando y usando la valla para dar la vuelta sobre sus cabezas. Caí detrás del lesionado y deslicé mi cuchillo a lo largo de la parte posterior de su rodilla. Él gritó. No me gusta matar gente, pero ese tipo de corte significaba que no podría hacer mucho persiguiéndome a partir de ahora. El lesionado lanzó su espada, con el objetivo de cortar mi cabeza, pero se deslizó hacia atrás y atrapó sólo mi cuchillo, cortando la hoja. —Hijo de puta —gruñí. Su espada quedó clavada en el suelo blando, y me descargó un puñetazo en la entrepierna. Soltó la espada con un gruñido, pero él me abofeteó con la mano ensangrentada. Me retorcí alejándome con estrellas en los ojos, pero la idea instantánea de John Little diciendo que yo no podía recibir un golpe me heló sangre. Me volví al guardia y le lancé un puñetazo tan fuerte como pude en el medio del rostro, lo poco de él que no estaba cubierto por la malla. Se cayó y golpeó el suelo, y eché a correr hacia el bosque. No fui muy lejos, por supuesto. Regresé del bosque y me acerqué a la casa de la señora Cooper. Al ver una luz apagarse, miré por la ventana y empecé a maldecir. La señora Cooper estaba allí con Amy. Los otros no se encontraban, de seguro ya se habrían ido a Worksop. Tenían un paquete en el suelo, y
  • 33. PÁGINA34 me di cuenta de que debían haber estado empacando algunas cosas más. Me subí al techo de paja, colgado en la cresta del techo, para velar en la puerta. Todavía tenía tres cuchillos en mí, si venían a molestar a Amy o cualquier otro Cooper, ellos tendrían que vérselas conmigo. Mi corazón latía como el tambor de un escocés, duro y parejo. Tenía la sangre de ese animal en mi rostro, y traté de limpiarla. La mano con la que lo había golpeado sangraba y dolía, yo nunca golpeaba a la gente. Sólo los cortaba. Y el bastardo me había roto el cuchillo. Estaba completamente oscuro y pasó más de una hora antes de que me moviera. Fue entonces cuando vi a John caminando por el pueblo, con los ojos puestos en la casa de los Cooper. Di tres silbidos cortos y él se detuvo, mirando hacia los árboles. Bajó la mirada un poco y miró hacia el techo. Incluso él no podía verme. Salté techo y fui hacia el otro lado de la casa. —Dios Todopoderoso —dijo, tomando mi rostro y haciéndolo girar—. ¿Qué pasó? Tratando de limpiarme la sangre de nuevo, me quité su brazo de encima. —No es mi sangre. Los hombres del sheriff fueron tras Amy Cooper. —¿Por qué no estaba en Worksop? Pensé que toda la familia había ido hacia allí temprano. —No soy adivina, John —gruñí. —¿Está herida? Asentí con la cabeza. —Él la golpeó un poco. Estaba aterrorizada. Ella y su mamá están aquí. No podemos moverlas hasta el anochecer, e incluso entonces va a ser mejor que usemos el bosque. Una palabrota saltó de su boca. —Todo lo que tenían que hacer era escucharnos y nadie habría sido juicioso con ellos en Worksop. ¿Y quién diablos se atreve a lastimar a una niña? —Sacudió la cabeza duramente y cruzó los brazos sobre su pecho grande. —¿Tú estás herida? —Él me rompió el cuchillo —le dije, mostrándole el puño contra el resto irregular. —Voy a arreglarlo para ti. —Cuando lo tomó, rozó mis nudillos. Me quejé. Agarró mi mano y trató de verla en la penumbra. —¿Qué has hecho? ¿Darle un puñetazo? Me deshice de su agarre. —Sí. —Te la has estropeado feo. Es probable que esté rota.
  • 34. PÁGINA35 —No está rota. Tomó mi mano de nuevo, guardando los restos de mi cuchillo, para empujar con sus pulgares sobre mi mano, trabajando cada dedo y probando el estado de mis huesos. Me dolió, pero apreté los dientes. — No está rota. —Te lo dije. —Ve a lo de Tuck y has que Rob te la limpie. Yo seguiré vigilando. Negué con la cabeza. —Me quedaré. —Scar, tú sabes que yo perdí a mi hermana pequeña, ¿verdad? Tragué saliva. Lo sabía. Una hermana pequeña, su hermano menor y sus padres en un incendio. Él nunca me lo dijo, por lo que no estaba segura de si debía o no confesar que lo sabía. —Sí. —Entonces nadie va a poner un dedo sobre esa niña mientras yo esté de pie delante de esta casa, ¿entiendes? —¿Y si vuelven con más? Sus ojos brillaron en la oscuridad. —Estoy esperando que lo hagan. —Volveré pronto con Rob. Él asintió. Corrí a la posada. Me dolía la cabeza y, con la rabia fuera, me estaba empezando a sentir un poco mareada. Entré por la puerta trasera, comprobando que Rob y Much estuvieran allí antes de entrar por completo. —Rob —le dije suavemente. Miró hacia arriba, y cambió su cara. —Baja las escaleras. Much, te quedas aquí. Much me miró y tragó saliva. —Jesús, ¿estás bien, Scar? —Estoy bien, Much —le sonreí, y él me devolvió el gesto. John y Rob eran del mismo tipo. Pensaban que eran ellos quienes debían salvarnos a todos, y la mayoría de las personas estaban de acuerdo con eso. La gente nos empujaba a Much y a mí a un lado. Ellos pensaban que yo nunca podría hacer nada, y que Much necesitaba ser mimado a causa de su brazo malo. —Amy y la señora Cooper están atrapadas en su casa. Necesitamos idear una manera de conseguir que lleguen a Worksop. Much asintió con la cabeza. —Los estamos enviando a Dover esta noche de todos modos. Mi tía puede llegar a lograr algo allí. Rob, ¿puedo ir ahora? —preguntó. Fruncí el ceño. —No es como si necesitaras su permiso, Much.
  • 35. PÁGINA36 Much escondió su boca y me sentí mal. —Baja las escaleras, Scar. Tenemos que ocuparnos de cualquier cosa que esté cortada debajo de esa sangre —dijo Rob en un tono agudo. Asentí, bajando por la escalera hacia la bodega subterránea. Sería frío allá abajo, y yo sabía por qué Rob me había enviado allí. Tuck tenía un gran suministro de agua que mantenía en el frío suelo, y yo pescaría y secaría cada una de las rocas. Sostuve una al lado de mi cabeza. Se sentía como hielo contra el dolor. Rob bajó con una vela y miré mi otra mano, la que tenía los nudillos reventados. Se abría y ya estaba hinchada. Fruncí el ceño. Mi objetivo estaba afuera. Rob no dijo nada. Siguió tratando de tragar como si algo se hubiera quedado atrapado en su garganta, mientras presionaba otra roca de mi mano. Me quejé ante el contacto. Él tomó un paño y comenzó a limpiar la sangre con pequeños movimientos. —No es mía —le dije rápido, tomando el paño y limpiando la sangre yo misma, frotando en las partes secas, aunque eso raspara mis cortes. —Parte de ella es —dijo en voz baja—. ¿Puedo sacarte el sombrero? Me mordí el labio, masticándolo un momento. Conteniendo la respiración, miré hacia abajo, levanté la mano y me lo quité, tirando de mi pelo largo hacia un lado. Mis dedos se sentían algo espesos y grumosos en mi pelo. Fruncí el ceño y froté la sangre enredada con el paño. Suspiró. —¿Me darías eso? Estás haciéndolo peor. Yo sé cómo cuidar de un corte, Scar. Lo fulminé con la mirada, pero le entregué la tela. Comenzó a secar de nuevo, pero esta vez en el corte de la mejilla, que era bastante horrible. Incluso los toques quebraban mis dientes. —¿Me vas a decir lo que pasó? —Los hombres del sheriff fueron detrás de que Amy Cooper. Ella y su mamá regresaban a su casa. Uno de ellos alcanzó a Amy. Rob levantó la vista, con su ceja levantada. —¿Ese hombre del sheriff sigue vivo? —Ambos lo están. Corté detrás de la rodilla de uno, y la mano del otro. Él rompió mi cuchillo —le dije, con amargura. —Así que, ¿lo golpeaste?
  • 36. PÁGINA37 Asentí. —No eres buena golpeando, Scar. Podrías haberte roto la mano. —Eso es lo que dijo John. —Doy por hecho que está en la casa, o no las hubieras dejado. Volví a asentir. Apretó la mejilla con el paño de nuevo, y luego posó en ella su mano, caliente después del agua fría. —No me gusta verte lastimada. El aire se sintió pesado en mi pecho, pero rodé mis ojos en lugar de dejarlo salir. —Nadie se preocuparía si fuera John el que estuviera golpeado. Dio un paso atrás, mirándome. Sentí que mis ojos estaban desprotegidos sin mi sombrero. —Scar, entraste aquí cubierta de sangre. ¿No ves la forma en que eso nos molesta? —No. Él me tomó de la barbilla con los dedos. —Te guste o no, Scar, somos tus amigos. Nos preocupamos por ti… Yo me preocupo por ti. Me deshice de su agarre, empujando los nudillos hacia delante. Rompió tiras de ropa vieja, desgastada y envolvió mis nudillos con ellas, atándolas en la palma de mi mano. —Debemos volver con John. Si los soldados regresan, él necesitará ayuda. Rob asintió. Su cabeza estaba hacia abajo y no me miraba. Limpió las piedras y volvió a ponerlas en agua fría. —Siento haberte metido en esto, Scar. Toda mi ira burbujeaba, mezclándose con el poco miedo que no quería admitir que sentía. Lo empujé hacia atrás, poniéndome el sombrero en la cabeza aunque doliera. —Ya basta. No te arrepientes de meter a John y a Much en esto. No sientes el hecho de que esté fuera de Londres. No hubo ninguna tragedia más que un poco de sangre, así que deja de mentir. Me miró con su sonrisa divertida, torcida, como si supiera lo duro que era y que no era la mitad de lo que yo quería. —Estoy diciendo que siento que te lastimaran, Scar. —Y yo estoy diciendo que tomo mis propias decisiones. Incluyendo con quién luchar y cuándo lastimarme. Así que vamos.
  • 37. PÁGINA38 Su boca se torció en una sonrisa, y asintió. Fuimos a la parte superior de las escaleras y me dio una mirada dura, pero salimos sin decir una palabra más. Hacía frío, pero nos movimos bastante rápido hacia lo de los Cooper. Una parte de mí pensaba que iba a encontrar la casa en llamas, pero John estaba donde lo había dejado, mirando desde el lado de la casa. Él era como una especie de gárgola enorme y sombría en una catedral, cuidando el lugar de los demonios. Hizo que un escalofrío me recorriera la espalda, pero me sacudí. Pensaba que había terminado en el lado equivocado de Dios, aunque pasaba la mayor parte de mi tiempo tratando de compensar aquello. Much estaba a un costado, y él se acercó cuando John apareció de entre las sombras y Rob se fue a la puerta de atrás. Oí a Rob llamar, y en voz baja hablar con los Cooper. Me apoyé contra la pared. —¿Encontraste algo allí afuera, hoy? —Much me preguntó. Asentí con la cabeza. —Gisbourne está aquí, pero sus pertenencias no. Se las iban a enviar hasta el Trent y luego llevarlas hacia abajo para evitar Sherwood, pero decidieron disfrazar la mercancía en su lugar. Vienen mañana, tan pronto como amanezca. John sonrió. —A Rob le gustará eso. Mis dedos rozaron el espacio vacío donde por lo general guardaba mi cuchillo. Me preguntaba si en realidad John iba a arreglarlo. Solía ser un herrero, así que sabía que podía. No se podía confiar en la gente para que te hiciera favores, no importaba si eran extraños o compañeros de banda. Supuse que podría robárselo de nuevo si él no lo reparaba. —¿Sabes qué es el disfraz? —preguntó Much. —No. Pero lo voy a descubrir. John me dio un codazo. —Lo único que se puede confiar a un ladrón es encontrar un tesoro. Fruncí el ceño. —No habrá ningún gran tesoro. Algo de dinero, pero sobre todo, sus pertenencias. —Bueno, ¿por qué las queremos? —dijo John. —Porque eso lo enojará mucho —respondió Much—. Lo que probablemente no sea una muy buena idea. John sonrió y soltó una risa oscura, gutural que puso carne de gallina en mis brazos. —Enojarlo es siempre una buena idea. Much se burló. —¿Por qué siempre empezamos los problemas? — murmuró para sí mismo.
  • 38. PÁGINA39 —No lo hacemos —le dije, probablemente, en el fondo tenía razón—. Terminamos el problema que ellos comienzan. —Much miró hacia abajo, y suspiré. No me gustaba hacerlo sentir pequeño, pero yo no solía pedir disculpas. —¿Obtuvieron un buen botín el día de hoy? John frunció el ceño. —No. Me duele admitirlo, pero te necesitamos en las calles con nosotros. Rob salió del edificio, deslizándose en la oscuridad y asintiendo con la cabeza hacia nosotros. —La familia está a salvo y en calma. —Él se dirigió a mí—. Y agradecida, Scar. Asentí con la cabeza hacia atrás. Estaba demasiado oscuro para que ellos pudieran notar que estaba sonrojada. —Much, ¿por qué no tú y yo las llevamos de vuelta a Worksop? Scar, John… vuelvan al roble. Tenemos que estar en las calles la mañana temprano, y quiero sus ojos afilados. —Scar dijo de que las pertenencias de Gisbourne están llegando a través del bosque. Al amanecer, disfrazadas —dijo John. Rob sonrió. —Muy interesante. Todos nos encontraremos en el pasadizo, una hora antes del amanecer. ¿De acuerdo? Asentimos, y yo tomé mi oportunidad para salir corriendo. Y corrí. Y corrí. Me tomó una hora llegar al lago Thoresby, los extremos más alejados de la propiedad del Señor Thoresby llegaban a las profundidades del bosque de Sherwood, así que corrí tan fuerte como pude. Me sentí más sucia que en Londres. No era la sangre. Él me golpeó y rompió mi cuchillo. Por un mísero segundo tuve miedo, y tenía que conseguir que se fuera de mí antes del amanecer, antes de que patrulláramos las carreteras, cuando yo no podía sentir ni una pulgada de miedo. Mis puños temblaban mientras corría, el sudor empujaba hacia afuera la suciedad. Desesperada por agua, salté de la gran roca y me sumergí en ella, salí a la superficie y me estrelló un frío feroz. Me quedé allí, bajo el agua. Mis ojos estaban cerrados y mi piel bastante entumecida. Mis trozos y rodajas eran hielo. No había espacio para nada en mi mente, excepto el frío. Cuando salí del agua, lanzando escalofríos en la orilla, me sentí valiente.
  • 39. L PÁGINA40 4 os aires estaban razonablemente frescos, con la clase de crujido como si fuera una dulce manzana. Las hojas todavía no habían caído, lo cual era bueno. Cuando las hojas caen los árboles adelgazan, y tengo que esforzarme más para ocultarme. Cuando las hojas no caen, sin embargo, el bosque entero está cubierto por un manto. Hojas cubren las trampas y zanjas y nivelan los baches, pero todo esto está al acecho para los que no saben lo que hay allí. Me gustaría conocer mi bosque mejor que aquellos que puedan perseguirme en él. Estaba agazapada en el arco. No era un arco adecuado: dos árboles tejidos juntos sobre el camino años atrás, formando una gran curva con sus ramas. No pude ver a John, Rob, o Much, pero supe dónde estaban, y estaban esperando por mi señal. Sería el amanecer y el camino condujo a los mercados, por lo que varias carretas habían llegado a través. La mayoría de ellos sabíamos; algunos de ellos eran extranjeros, pero no parecían que tenían mucho en el camino de la moneda. Además, esta mañana no estaban por el dinero. El viento venía fuerte a través de los árboles justo cuando los divisé por el camino. Parecía una carreta de ataúd, con dos almas en cajas, y dos monjes estaban en las riendas. Sería un buen disfraz, pero los monjes tenían la mitad una barriga corta de la típica raza, y la cota de malla debajo de sus túnicas tintineó suave con cada paso de la carreta. Lo que lo estropeó de verdad, sin embargo, fueron los caballos. Ninguna casa religiosa tendría sólidos corceles de guerra como esos. Tiré una daga pequeña con una larga cinta roja atada al árbol por el escondite de Rob. Nunca oí tanto como un rumor, pero sabía que ellos estarían listos. Cuando el carro rodó cerca, caí al suelo, mi abrigo de lana delgada tendido debajo de mí. Las hojas sonaron a la distancia y sonreí, levantando mi cabeza lentamente. —Whoa —ellos llamaron a los caballos—. ¡Fuera del camino, bandido!
  • 40. PÁGINA41 —Ustedes no son monjes —dije—. Y esos no son cuerpos. Ellos saltaron a sus pies a esto, sacando espadas de sus túnicas. — Dejarnos pasar, o nuestro maestro te hará arrepentirte. —No pongo mucha fe en maestros, yo mismo —les dije—. Así que, ¿vais a pagar caballeros el impuesto del bosque? —¿Quieres una décima parte de un cuerpo? Los miré por encima. —Si los estás ofreciendo, entonces tomaré tu mano. Tal vez un pie. Tiene hermosos pies, señor. —Él se refería a los cadáveres, cachorro. —Oh, ¿estamos todavía tratando de hacer la vista gorda que tienen los cuerpos en esos ataúdes? El de la izquierda bajó de un salto, y oí el traqueteo de la cadena de correo como la lluvia. Di un paso hacia atrás, cruzando mis brazos sobre mi pecho para tomar dos cuchillos debajo de mi abrigo. —Hora de correr ahora, sabandija. Honestamente. ¿Por qué todos piensan que soy una rata? —Así que no habrás de pagar el impuesto, ¿entonces? —Tomaré una décima parte de tu cuello si lo intentas —gruñó. Me encogí de hombros. —Supongo que eso es justo. Estaré en mi camino. Puede que quieras asegurarte que esos cuerpos están aún a salvo, entonces. No quieres un muerto rodando alrededor. Sonreí, y ambos se giraron para ver a la carreta que estaba muy vacía. En el momento que ellos se giraron de nuevo, estaba oculta en el árbol y ellos estaban maldiciendo hasta por los codos. Ellos cortaron alrededor de los arbustos por un rato, pero no encontraron a nuestros hombres. Cuanto más tiempo se veían más discutían entre sí, y después de un poco ellos volvieron en la carreta, rostros rojos, y se fueron a Nottingham. Mientras ellos conducían, esperaba que fueran hombres del alguacil. Entonces, al menos, Gisbourne no tendría ninguna autoridad para matarlos donde ellos se encontraban. Ayudé a John con su ataúd mientras que Rob y Much luchaban con el otro; mis brazos estaban derechamente adoloridos en el momento que llegamos a la cueva, y que estaba incluso con John transportando la mayor parte del peso. Odiaba que no fuera más fuerte. Much estaba sudando y pálido, la espalda apoyada contra el peso con su único brazo bueno. Tal vez no fuera el peor destino ser el más débil del grupo.
  • 41. PÁGINA42 Los trajimos a lo profundo de la cueva. Mantenemos este lugar separado de nuestro campamento; lo encontramos el último invierno y almacenamos cualquier botín que venimos a cruzar aquí hasta que podemos conseguirlo a la gente del pueblo. También teníamos unos pocos suministros cruciales que consumiríamos en el invierno y más. Un gato calico se había alojado aquí para tener a sus bebés, y a uno de los pequeños gatitos parecía que yo le gustaba. Él arañó hasta mis hombros como siempre. —Hey, Gatito —dije, rascándole su oreja. Era cálido al menos. —Vamos a romperlas, —dijo John. Asentí con la cabeza, arrodillándome delante de las cerraduras y tirando mi elección a mis ropas. Tenía el candado abierto en un segundo o dos. Me paré y John extendió sus brazos. —¿Por qué no puedo sólo romperlos? Me crucé de brazos. —Creo que si continuas siendo tú mismo, necesitaremos un ataúd que esté totalmente intacto en un corto plazo. Rob nos frunció el ceño. —Muchachos –y Scar–, hay un botín para ser ordenado. ¿Esto no mantiene su interés? Me sonrojé. —Interesado. John pateó la caja abierta. Ellos se inclinaron sobre él, empujando a través de las cosas, pero yo me quedé clavada en el suelo. Estaba sentada allí, en la cima de todo: un mechón de pelo castaño oscuro envuelto en cinta de color rojo brillante. La cinta escarlata estaba tan cerca de los que había atado a mis cuchillos; incluso si los chicos no sabían de quien era el mechón de pelo, ellos habían ladrado alrededor de la cinta. Metí la mano y alcancé el pelo, girándolo alrededor de mi mano en un instante para esconderlo de los muchachos. Rob me miró rápido, pero seguíamos hurgando en las cosas. Había ropa y botas, algunas monedas pero no muchas. Much se metió en la joyería, la cual se podía fundir y vender por mayor cantidad de dinero. —¿Qué es eso? —Preguntó Rob, mirando sobre su hombro, él recogió un pequeño añillo de mujer. —Esta es la medida de Leaford ¿no? —Leaford fue su novia —les dije. —Quien se suicidó. —¿Él mantenía su anillo? Debe haber asumido la muerte de ella difícil —adivinó John. Honestamente. —Tú no tienes ni idea de qué estás hablando o lo qué es un villano, John —le dije.
  • 42. PÁGINA43 Rob me miró en esa manera suya, y yo miré hacia abajo. —¿Qué significa eso? —Preguntó John. —Él sólo quería a su dueña, como él es dueño de su anillo. Y ella se suicidó en lugar de tenerlo a él. Se sentía como una ola de agua que venía a aplastarme con el peso de la mirada de Rob. —Tú la conociste. No podía tenerlo para eso. Eso me pondría en tierras de Leaford, las cuales no estaban lejos de Nottingham —Ella tenía una hermana. Yo conocí a su hermana. —Incluso hablando sobre Joanna hizo mis tuberías doler. No podía tragar correctamente. No estaba segura si Rob me creía o no. Él seguía mirándome, como si dejara una puerta abierta y él estaba tratando de estirar todo el lado para mirar en él. John me miró. —Así que tú debes conocer más acerca de él de lo que estás dejando. ¿Qué sabes? —Nada útil. Nada bueno. —Cuéntanos Scar —dijo Much. —No hay nada que quieras escuchar. Ella sólo decía que él era horrible. Firmó el contrato antes de que fuera incluso legal para casarse y establecer la fecha para el primer día que fuera. Ella decía que su hermana lloró y lloró a sus padres que no quería ser casada, y a no les importó. Él quería la tierra, y los padres de ella querían el dinero de él, y que estaban allí para hablar acerca de eso. —Entonces ella se mató —dijo John. —Así dicen. —Lo que realmente no suena tan terrible —murmuró John. —No vale la pena morir. —Tú no sabes nada de eso, John. Ser silenciado cuando tus deseos no importan, ser vendido como una propiedad, ¿y a un hombre como él? —Escupí a sus pies—. Un hombre no sabría nada de esto. —¿Y qué sabría un ladrón de eso? —Se burló John—. Como tú alguna vez has hecho una maldita cosa que no querías. Sacudí mi cabeza. —Sé lo que es como cuando no puedes conseguir que nadie te escuche. Cuando lo que dices no importa. Casi creo que cada chica sabe lo que es ser silenciada.
  • 43. PÁGINA44 —Es una terrible práctica —Rob estuvo de acuerdo. —La mayoría de los padres esperan más tiempo. La mayoría de los pretendientes quieren que lo hagan. —Vamos a abrir el segundo —sugerí, golpeándolo con el pie para abrirlo como John lo hizo. Mi pie sonó y tintineó con el contacto, pero se sentía bien después de toda la conversación. —Oh, armas —dijo Much. John lo empujó a un lado. —Ni siquiera sabemos qué hacer con ellas, Much. Much frunció el ceño oscuro, y antes de que pudiera quejarme con John por eso, él me lanzó un juego de cuchillos. Los atrapé. Eran tesoros, el metal oscuro que la mayoría había visto. Había un fino grano donde el metal había sido plegado. —Este es metal Sarraceno, —suspiré. Ambos tenían un pequeño conjunto de rubí en la empuñadura, una versión más fina del granate en mis cuchillos favoritos. —Tranquila, Scar. Deberíamos vender esos —recordó Rob. Fruncí el ceño. —Tú nunca obtendrás un buen precio por estos aquí, no lo que ellos valen. Además, puedo robar de nuevo el valor si me das el precio. —Tal vez ella es una chica después de todo, anhelando adornos brillantes —John se echó a reír. Mi puño estaba cerrado pero no le di un puñetazo. Yo queriendo cuchillos brillantes y niñas tontas suspirando por joyas brillantes no estaban cerca de la misma cosa. —Haz lo que sea que creas correcto, Scar. No puedo decirte qué hacer ¿No es lo que siempre dices? —dijo Rob. Él no estaba sonriéndome, sin embargo, y se alejó, como si no quisiera verme cortarles. Mi boca apretada y los arrojé en la pila que íbamos a vender o regalar. No tenía pensamientos grandes de mí misma —no soy ninguna santa para estar segura— pero pensando en Amy Cooper y la gente que no tenía nada para comer, no es como si pudiera mantenerlos justo. Nada era justo. Seguimos cavando a través de las pertenencias de Gisbourne, y el único pensamiento que me levantó el ánimo fue la cara de Gisbourne cuando él se enteró. Much y yo nos pusimos a ordenar la ropa en paquetes que podíamos regalar. Podíamos hacer eso con las ropas que no eran tan distintas, pero la joyería y metales tenían que ser fundidos y quebrados
  • 44. PÁGINA45 para venderlo puro. Mira, si Gisbourne fuera a encontrar a alguien con algo suyo él podría reconocerlo, habría matado a la oveja de seguro, inocente o no, y no podíamos arriesgarnos a eso. John y Rob tomaron la piratería, rompiendo los otros fragmentos. —¿Me mostrarías cómo lanzar un cuchillo, Scar? —Preguntó Much, tranquilo. Levanté la vista hacia él. No estaba mirándome; estaba atando un paquete de ropa. —No estoy segura si esta es tu arma. Él frunció el ceño. —Sé que tendría que pedir prestado tu cuchillo. Negué con la cabeza, señalando a Rob con uno de mis cuchillos. Él tenía su largo arco cruzado en su espalda. —El arco es el arma de Rob. Le conviene. Se mueve con él; funciona como sus brazos que consiguió sacarlo y en forma de un arco. —Es parte de él —dijo Much, metiendo su brazo malo debajo de su capa. Asentí con la cabeza. —Te enseñaré, pero no estoy segura de que es tu arma. —Por supuesto que no —murmuró, apilando más ropa. —Oye —dije, suficiente fuerte para que él levantara la mirada. —No estoy diciendo que no tienes un arma, Much. Sus cejas se amontonaron apretadas juntas. —Seguro que lo haces. Sólo tengo un brazo decente. ¿Cómo puedo luchar si vale nada? Mi boca se torció, y lo empujé. —Calla, Much. Personas piensan que no puedo luchar valiendo nada, incluso sin saber que soy una chica, y les pruebo que están equivocados. Probémosles que están equivocados. Y tengo una idea, ¿de acuerdo? Él negó con la cabeza. —Tú piensas mucho que soy un bueno para nada. John lo dice cada vez que puede. —Oh, ¿y él lo sabría? Todo lo que él hace es golpear las cosas. Él se frotó el pecho donde le di un empujón. —Tú haces un montón razonable de golpearte a ti mismo, Scar. —No me hagas hacerlo otra vez. John no es el ser-todo de opiniones. Suspiró, volviendo a su pila de ropa. —Mira, no estoy diciendo que será razonablemente fácil —Empujé mi manga y le mostré un montón de pequeñas cicatrices blancas de cortes y rasguños. —Era terrible con mis cuchillos cuando empecé, pero eran las
  • 45. PÁGINA46 únicas armas que podía mantener y ocultar, así que aprendí a usarlas. —Le mostré la cinta de una de ellas. —Y entonces ellas aprendieron de mí. —No lo entiendo. Deslicé la cinta a través de mis manos. —Solía atar cintas en ellas para agarrarlas rápido. Son mis cintas para el cabello. Y entonces cuando Rob me atrapó en Londres, yo no le diría mi nombre. Así que él me llamó Señor Scarlet hasta que descubrió que era una chica. Entonces sólo era Scarlet. —¿Ese no es tu nombre real? Mis ojos encontraron los suyos, justo serios, justo oscuros. Negué con mi cabeza lentamente. Él me miró por un largo tiempo, y miré hacia abajo. Cuando su boca se abrió, dije—: ¿Cuál es la roca que has estado cortando? Él me miró. Su rostro cambió un poco, y por un respiro él estaba mirándome como si mirara a Rob. —¿Quieres ver? —Yo pregunté, ¿no? Él sonrió y se puso de pie. Lo seguí, yendo a la hoguera. Él tomó un leño más pequeño del fuego del banco y fue a la esquina de la cueva. Pude ver que él había excavado una vena en la gran roca, coleccionando los fragmentos de grava en un tazón. Él puso la antorcha en el piso, luego dio un paso hacia atrás, empujándome con su brazo malo. Él tomó una pizca de polvo grisáceo. —No grites —dijo con una sonrisa. Fruncí el ceño. —No gritaré, Much. —Es posible. Él sacudió el polvo hacia la llama. Lo cogió, estallando en un brillante destello blanco que se parecía a Dios mismo viniendo a la cueva sin la zarza ardiendo para anunciarse. Golpee a Much, cubriendo nuestras cabezas, golpeando al suelo de piedra en una pila. Él estaba riéndose cuando mi visión volvió lentamente. Luces blancas estaban aún formando arcos cruzando mis ojos, pero estaba comenzando a sentir que era más como el trabajo del Diablo que el de Dios. —¿Qué en nombre de Cristo fue eso? —gritó Rob. El humo estaba desplegándose por la cueva, pero la combustión estaba hecha. Él y John estaban agitando los brazos como si sirviera de algo.
  • 46. PÁGINA47 —No estoy seguro —llamó Much. Le di una palmada a su pecho. —Yo tampoco, pero buen trabajo, Much. —Lo miré, y él sonrió. —Rob, creo que Much podría conocer una forma de detener al alguacil un poco. —¿Lo hago? Me senté, tirando a Much conmigo, y miré el polvo. —¿No lo sabes? Me parece que la única cosa que no consideras es que el alguacil no puede ir después a la gente si está ocupado con sus propios pedazos. Rob se acercó. —¿Quieres hacer una explosión? —Miró a Much. — ¿Tienes suficiente de este polvo? —¿Para tumbar Castle Rock? No, pero tal vez puedo encontrar algo más en las otras cuevas. —Hazlo. Nos llevó dos días completos mover lo que podíamos, vender algo del metal, luego regalar la ropa y el acopio de las joyas y monedas. También significó dos días fuera del camino, y se sentía como si el tiempo estuviera hundiendo sus garras en nosotros. Nos reunimos en la posada esa noche, y vine pasando desapercibida. Mi cabeza estaba pulsando como un martillo desde el corte y la contusión de alrededor; desde que el guardia me aporreara tenía chichones y colores oscuros, y mi sombrero sujeto con fuerza. Aun así, prefiero el dolor que pavonearme sin mi sombrero, así que estaba razonablemente fuera de la suerte. También tuve malas noticias, y eso nunca me puso en una buena cabeza. John asintió con la cabeza hacia mí mientras me deslizaba en él. —¿Rob no está aquí todavía? —No. Tuck hiso un pastel de carne, —respondió John. Se acercó, lo que significaba que debía sentarme cerca de él. Miré a mí alrededor. Much estaba sentado en el borde del otro extremo de la banca, no hay lugar a su lado. La banca era un tipo de curva alrededor de la mesa. Suspiré y me senté al lado de John. Había un pastel, y este tenía un corte de S en la parte superior del mismo. Mi estómago rodó y me detuve, preguntándome si tenía que esperar demasiado tiempo para comer. Pude sentir a John mirándome, así que traté con otro bocado.
  • 47. PÁGINA48 Rob llegó a continuación, y sus ojos se dirigieron directamente a mí y a la comida. Tomé otro bocado y mi estómago se retorció. —Termina eso, Scar. No tomaste desayuno. —Y tú solamente tomaste un bocado de la cena de anoche — recordó Much. Lo fulminé con la mirada. —Gracias, Much. Rob se cruzó de brazos, y tomé otro bocado. Él sudor estalló en mi cabeza; sentí como si fuera a vomitar todo de nuevo. —Bien, las buenas noticias —después de una mala— es que no pude cercar las armas; ellas son demasiado diferentes. Nadie por aquí está vendiendo nada igual. Así que todos nosotros tendremos nuevas armas. Scar, tendrás tus cuchillos de vuelta. Hice una mueca un poco de sonrisa, y él se quedó mirándome por un segundo. Tomé otro bocado. Lo tuve en mi boca, tratando de no tragar, pero sólo me miraba. Tragué, y él miró hacia otro lado. —Cristo —gemí, saltando y golpeando fuera la puerta de atrás. Sólo lo hice afuera cuando toda la comida se apresuró en salir. Mis rodillas temblaban y se doblaban mientras vomitaba de nuevo, pero el brazo de Rob me cogía por la cintura, manteniéndome contra él. Vomité una vez más y traté de tener mis piernas debajo de mí. — Tranquila, —dijo la voz de John. Miré hacia arriba, tratando de alejarme. ¿Era John? ¿Por qué había pensado que sería Rob el que me sostenía? —Tranquila, tranquila, —repetía él, frotándome la espalda. —Para de tocarme, por favor —murmuré. Dejó de frotarme, pero su brazo no dejó mi cintura. Lo empujé, agachándome sobre mis rodillas. Cerré mis ojos, tomando una respiración profunda. Mi cabeza está latiendo una melodía media. —¿Estás bien? —Preguntó Rob. Me giré y vi a Rob y Much parados ahí. Los brazos de Rob estaban cruzados y él lucía oscuro. Odié la forma en que todos ellos estaban mirándome. —Bien —dije. Me levanté, sintiendo solamente un pequeño mareo. —Scar, estás enferma —dijo Rob, y su voz era áspera y con un poco de miedo. —No estoy enferma —repliqué. —Ya te lo dije, como cuando tengo hambre.
  • 48. PÁGINA49 John estaba aún en una rodilla. —Eres demasiado hambrienta. Ese es el problema, ¿no? Crucé mis brazos, y él se puso de pie. —Eso es lo que sucede cuando no comes lo suficiente, no puedes comer sólo cuando quieras. Eso es todo, ¿no? —Como, por amor a Cristo —gruñí. Me moví para volver a entrar a la taberna, pero Rob no se movía. —Sin embargo, ¿después de todo este tiempo? —preguntó Rob, suave. —¿Tú has estado mintiendo acerca de comer más? —Esto no es acerca de ti, Rob —dijo John. Los ojos de Rob dispararon a John, pero no me atrevía a mirar a ninguno de ellos. —No, esto es sobre ella. Prometí que cuidaría de ti, Scar. Después de que estabas tan hambrienta en Londres, te juré que conseguiría tu alimento. ¿Por qué mentiste todo este tiempo? Sentí la vergüenza subiendo por mi garganta detrás de la comida, y golpeé su pecho. —¡Porque eso no era lo que querías escuchar, Rob! —Bien, estoy escuchando ahora, Scar. Negué con mi cabeza. —¡Estoy bien! Yo como. Pero estos malditos golpes en mi cara duelen tanto que mi estómago se retuerce. Y a veces sólo de pensar en todas esas personas que ni siquiera pueden raspar una migaja de pan, hace que mi estómago se retuerza también. Pero no hay mucho que pueda hacer en el combate —Lo fulminé con la mirada. —Y no se va. No es algo que pueda arreglar. Estuve hambrienta durante mucho tiempo, Rob, y tanto como me gustaría, pedazos de mí nunca van a superar eso. No importa cuánto me gruñas por eso. Él agarró mis brazos, acercándome a su rostro, y sus ojos se veían como el océano, profundo y oscuro y lleno de cosas que yo no conocía. — Nosotros no nos mentimos, Scar. Especialmente no sobre las cosas que signifiquen que podría perderte. Mi respiración se congeló en mi pecho. ¿Acaba de decir eso? Él me dejó ir. —Porque perder un miembro sería poner a la banda entera en riesgo. ¿Lo entiendes? Sólo eso, sentí todo el calor abandonar mis huesos, y me estremecí. Asentí con la cabeza, y John puso su brazo alrededor de mí. Cristo, él estaba todo caliente de repente. —Vamos adentro —Dijo para mí, más tranquilo—. Trata de comer algo de pan o caldo. Ellos van a bajar más fácil que un pastel.
  • 49. PÁGINA50 Asentí y dejé su brazo alrededor de mí mientras entrabamos. John se sentó muy cerca de mí, caliente y protector. Sacó un pedazo de pan del plato con el pastel y lo empujó hacia mí. En todo el tiempo que había conocido a John, él había jugado al hermano mayor con la mayoría en algún momento, pero nunca conmigo. Y tenerlo haciendo esto se sentía extraño. Cogí el pan y tomé un pequeño mordisco, masticando un poco. — Tengo algo de información —dije, odiando lo débil que mi voz sonaba. Rob no me miró. —Adelante. —Gisbourne está volviendo a nosotros. Él ha triplicado las patrullas del bosque, día y noche. Cualquiera que sea sorprendido cazando será colgado al siguiente amanecer. Rob asintió con la cabeza. —Bueno, él podría haberlo hecho peor. Estamos preparados para lo peor. Simplemente dile a los aldeanos que vamos a obtener los alimentos; ellos no pueden arriesgarse. —No creo que eso ayude, —dijo Much—. Todos saben que si son atrapados, los sacaremos, así que ellos lo intentaran de todos modos. —Entonces les diremos que Gisbourne tiene la intención de matarlos en el acto —dijo Rob—. Porque estoy seguro que es lo que tiene realmente en mente de todos modos. Asentí. —Él es toda clase de mal. —Lo cual también significa que por los próximos días, todos estaremos cazando y patrullando el bosque en parejas, luego asustando los caminos en la mañana. —Él suspiró, y sus hombros se inclinaron un poco, como si alguien estuviera empujándolos con fuerza—. Podemos vender las pieles, al menos. —Y las astas —agregué. Él asintió. —Si alguien no está en plena forma para duplicar su tiempo, dígalo ahora. Todos estábamos en silencio. —Bien. Permanezcan alerta. No podemos permitirnos errores en estos momentos. Scar, ya que tú y yo somos los cazadores, me quedo con John y tú con Much. Todos se detuvieron en esto. —Eso es una tontería. Yo iré con Scar, —dijo John. El rostro de Rob se volvió tormentoso, pero John continúo. —Rob, yo no soy un cazador, pero si ella enloquece a los hombres de Gisbourne, yo seré de más ayuda que
  • 50. PÁGINA51 Much. —Much frunció el ceño, y John se encogió de hombros. —Lo siento, Much. Much suspiró. —Tiene razón. Nosotros somos los escuálidos, Scar. —Pero juntos tenemos nuestros usos, —recordé. —Está bien, —dijo Rob, sus dientes apretados. —John, iras con Scar. Esperé a John hacer algo de roce por ir conmigo, pero no lo hizo. ¿Quién sabía que tendría que vomitar para que le llevara a él ser como amigos? No es que yo esperara que esto durara mucho tiempo, creo. —¿Debemos ir ahora? —preguntó Much. —¿Podrían esperar los dos afuera por un momento? —preguntó Rob, asintiendo con la cabeza a John y Much —. ¿Podemos hablar, Scar? No asentí, pero tampoco me fui. Dejé que John saliera de la banca y me apoyé contra la pared, cruzando mis brazos y mirando hacia abajo. Él se apoyó contra la pared opuesta, mirándome. —¿Qué debo hacer por ti, Scar? Honestamente. —¿Hacer? —repetí. —Cuando dejamos Londres, tú no estabas comiendo, y traté tan duro de conseguir que comieras más. Por años pensé que estaba solucionado. Pensé que estabas comiendo bien. Pero no lo estás, y no sé qué hacer por ti—. Él pasó su mano por su cabello, y esto fue cada cual por su camino en su paso—. Me asustas —dijo—. Pensando en ti cazando me asusta. Así que tengo que hacer algo. Y tú necesitas decirme qué es, porque obviamente lo que estaba haciendo antes no era lo correcto. —No lo sé, —murmuré. —Tú no comes. Mi rostro se sentía caliente. —No lo necesito mucho. Después de Londres, siempre era difícil comer mucho. Teniendo nada por mucho tiempo no era fácil. Y ahora que tengo, son otras personas las que necesitan más. —¿Por qué no comías en Londres? Tú eres uno de los mejores ladrones que he conocido. Puedes haber robado tu peso en comida. Una burla saltó de mi garganta. —Apenas era un ladrón entonces. Además, habían otras personas que lo necesitaban ahí también. —¿Había una persona en Londres a la que le estabas robando comida? —Somos honestos con los demás, ¿cierto, Rob? Él asintió.
  • 51. PÁGINA52 —Entonces no me hagas responderte eso. Él me miró por un largo tiempo, y no apartaría mis ojos de él. —¿Y qué puedo hacer, entonces? —Es la vida, Rob. Nada que hacer. —No cometer errores, —me dijo. Lo miré—. Hacemos lo que hacemos. —Se detuvo, entonces dio un paso más cerca. —Hago lo que hago porque siempre voy a creer que no importa lo mal que la vida se vuelva sin embargo para muchas de esas personas, hay algo que puedo hacer al respecto. Hay algo que haré al respecto. Asentí con la cabeza. —Eso es por lo que eres el héroe, Rob, y yo soy un ladrón. Me giré de vuelta al camino entonces; no había mucho más para decir. Él cogió mi muñeca antes de que llegara a la puerta. —Scar —dijo, áspero, como rocas corriendo por su lengua—. He hecho muchas cosas imperdonables en mi vida. No permitas que falle para salvarte de ser otro. Saqué mi mano. —¡Nunca pedí ser salvada! Eso fue suficiente. Salí, impaciente por el frío en mis mejillas calientes. John y yo permanecimos en silencio esa primera noche. No estaba mucho en el modo de charla, y él tuvo que escuchar para el juego de la mejor manera que podía de todos modos. Me quedé en lo alto de un árbol durante la mayor parte de la noche; cogía más luz de luna ahí arriba y podía ver más lejos, por lo que pude apuntar mejor cuando vi un ciervo. Me iba mejor en la tierra con los cuchillos, por supuesto, pero en el cielo no me importa usar un arco. Era decente con él; nunca tan buena como Rob, pero me manejaba. Maté dos, y John descueró ambos. No me gusta esa parte, viendo todas las partes internas salir. Siempre pienso en lo fácil que sería para alguien cortar mi estómago y mirar todas mis partes internas deslizarse afuera. Los llevamos a la cueva, y John y Much se pusieron a pelarlos y cortar la carne. Observé, afilando mis cuchillos y desencordando mi arco. Nunca me gustó cazar. Bueno, me gusta la caza en legítimo derecho, pero no me gusta la sangre. Aun si gran parte de esta tenía que venir de un animal para alimentar a un pueblo, y se sentía raro para mí.