Gran parte de los hombres que ejercen maltrato contra sus parejas presentan déficits en funciones ejecutivas,
memoria y atención, capacidades intelectuales y empatía.
Dos factores coadyuvantes a estas deficiencias son los
traumatismos craneoencefálicos y el abuso de alcohol.
Los maltratadores presentan un detrimento de la flexibilidad cognitiva, la capacidad de inhibición, la velocidad de procesamiento y las habilidades verbales. Además, muestran una atención pobre, una baja capacidad de abstracción y una limitación en las habilidades mnémicas, tanto de la memoria de trabajo como a largo plazo. Los traumatismos craneoencefálicos y el abuso o la dependencia del alcohol exacerban los déficits ya presentes en los maltratadores, pero
no son suficientes per se para explicarlos. Estos déficits podrían ser producto de un funcionamiento anormal de estructuras como los córtex prefrontal y occipital, el giro fusiforme y el cingulado posterior, el hipocampo, el tálamo y la amígdala.
La comprensión de dichos mecanismos favorecería el desarrollo de terapias de rehabilitación neuropsicológica coadyuvantes a las terapias establecidas hoy en día.
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A. Romero-Martínez, et al
te. Por todo ello, aparte de las diferencias individua-
les y de varios factores ambientales, sociales y gené-
ticos implicados en las consecuencias del maltrato,
hay mecanismos neurobiológicos que influyen en
su desarrollo tanto a corto como a largo plazo [4].
Entre los cambios estructurales, destacan alteracio-
nes en el hipocampo, la amígdala, las estructuras
cerebelares, el cuerpo calloso y el córtex cerebral.
Funcionalmente, se observan secuelas cognitivas,
altos niveles de estrés psicosocial, dificultades con-
ductuales y problemas sociales, que se asocian a va-
rias psicopatologías. Estas alteraciones están mo-
duladas por variables como el tipo de maltrato y el
sexo del menor, que podrían contribuir a la perpe-
tuación de la violencia [4].
Además, hasta el momento no se han contem-
plado las alteraciones cognitivas que podrían inter-
ferir, a corto plazo, en el aprovechamiento o adhe-
sión del programa y, a largo plazo, en la reinciden-
cia y prevención del maltrato. Estos programas abor-
dan la reeducación de los agresores de pareja desde
una perspectiva heterogénea e integradora, puesto
que emplean tanto enfoques cognitivo-conductua-
les o terapia de apoyo, formatos individuales o gru-
pales y marcos de aplicación que abarcan desde el
entorno comunitario hasta el judicial/penitencia-
rio. Aunque la reincidencia en los maltratadores
que cumplen el programa íntegramente es inferior
al 40%, hay un porcentaje elevado de maltratadores
(50-75%) que abandona la terapia en las sesiones
iniciales [5]. Por lo tanto, el conocimiento de las al-
teraciones cognitivas de estos sujetos puede ayudar
a mejorar en el tratamiento y la prevención.
La prevalencia de traumatismo craneoencefáli-
co (TCE) y de consumo de alcohol es alta y, en al-
gunos casos, esto podría tener relación con el mal-
trato, ya que causaría alteraciones cognitivas que
facilitan su aparición [2]. A la vista de lo expuesto
hasta el momento, y con la intención de ofrecer
una síntesis de la bibliografía científica que ha ana-
lizado los déficits neuropsicológicos en los hom-
bres que infligen violencia contra la mujer, se des-
cribirán, en primer lugar, los principales hallazgos
sobre los dominios neuropsicológicos alterados en
los maltratadores. A continuación, se expondrán los
hallazgos más relevantes sobre el papel de las prin-
cipales variables coadyuvantes a estos déficits, como
son los TCE y el abuso/dependencia del alcohol.
Por último, y teniendo en cuenta los datos existen-
tes acerca del funcionamiento alterado de varias
estructuras cerebrales que subyacen a dichos défi-
cits, se analizará la posible existencia de daño or-
gánico o de hipofuncionalidad en el sistema ner-
vioso central (SNC).
Parámetros de búsqueda bibliográfica
Se ha llevado a cabo una revisión en la bibliografía
de artículos acerca de la existencia de déficits neu-
ropsicológicos en maltratadores a través de Google
Scholar, PsycINFO, PubMed, Medline e ISI Web of
Knowledge.
Los términos utilizados en la búsqueda inicial
han sido alcohol, neuropsychology, intimate partner
violence, biological correlates, empathy, executive
functions, cognitive deficits, inteligence y head injury.
Fueron descartados aquellos artículos en los que
únicamente aparecieron variables biológicas pero
sin hacer mención a variables neuropsicológicas en
este tipo de población.
Dominios neuropsicológicos
Funciones ejecutivas
Las funciones ejecutivas son funciones cognitivas
de alto nivel que se encuentran implicadas en la
planificación, el inicio, la regulación y la dirección
del comportamiento [6]. Por ello, sus alteraciones
podrían disminuir el control conductual y conducir
a la adopción de conductas de riesgo y a la búsque-
da de sensaciones extremas en un contexto de im-
pulsividad, ansiedad y agresividad [7]. Esta regula-
ción conductual pobre llevaría, a su vez, a seleccio-
nar refuerzos inmediatos sin tener en cuenta las
consecuencias futuras, bien sean negativas o positi-
vas. Por lo tanto, los déficits en las funciones ejecu-
tivas conducen con frecuencia al fracaso a la hora
de emplear la información disponible en el medio
para prever las consecuencias de la conducta [8,9].
Las investigaciones llevadas a cabo hasta el mo-
mento han descrito una menor flexibilidad cogniti-
va en los maltratadores, evaluada mediante el test
de clasificación de cartas de Wisconsin (WCST), en
el que cometían más errores y completaban menos
categorías que los sujetos control [10]. Estudios
posteriores replicaron y ampliaron dichos resulta-
dos, al señalar que cometían más errores de perse-
verancia (seguían manteniendo un criterio de clasi-
ficación a pesar de que se les informaba de que era
erróneo) [11,12] y fallos en el mantenimiento de la
actitud, que valora la capacidad de mantenimiento
del set atencional [13]. Hasta ese momento, se con-
cebía a los maltratadores como un grupo uniforme,
sin establecer tipologías en función de los rasgos de
personalidad. Sin embargo, según la clasificación
de Holtzworth-Munroe [14], habría cuatro grupos de
maltratadores, diferenciados en función de la gra-
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Neuropsicología del maltratador
vedad de la violencia doméstica y general, así como
de la presencia de psicopatología. El primer grupo
se caracterizaría por bajos niveles de agresividad
fuera del ámbito doméstico y ausencia de psicopa-
tología y consumo de drogas family only (sólo den-
tro del ámbito doméstico). Aquellos maltratadores
que mostraron niveles de violencia de moderados a
altos dentro y fuera del ámbito doméstico, consu-
mo de drogas, rasgos límite de personalidad, celos e
impulsividad fueron denominados borderline-dys-
phoric (tipo límite-disfórico). La tercera categoría
englobó a aquellos con una agresividad alta fuera y
dentro del ámbito doméstico, consumo de drogas y
rasgos de personalidad antisocial, además de acti-
tudes favorables hacia la violencia. Por último, los
que manifestaron una violencia moderada fuera y
dentro del ámbito doméstico y rasgos antisociales
se denominaron low-level antisocial (antisociales de
bajo nivel).
En relación con esta clasificación, un estudio re-
ciente ha hallado que los de tipo límite-disfórico y
antisocial, es decir, aquellos más violentos, come-
tieron más errores en el WCST que los otros dos
tipos de maltratadores [15]. Sin embargo, un estu-
dio previo había revelado que, al clasificar en fun-
ción de la gravedad de los ataques perpetrados (em-
pleando para ello la escala de conflicto social que
permite valorar el tipo y la frecuencia de estrategias
empleadas para la resolución de conflictos con al-
gún miembro de la familia), los maltratadores me-
nos violentos cometieron más errores de perseve-
rancia y completaron menos categorías que los más
violentos [11]. Aunque en general hay unanimidad
a la hora de describir una menor flexibilidad cogni-
tiva en los maltratadores, en un estudio no se han
hallado diferencias significativas respecto a la po-
blación general en el WCST [16].
Los procesos de inhibición y control de la inter-
ferencia cognitiva se pueden evaluar mediante ta-
reas en las que se debe ser capaz de evitar emitir
una respuesta ante ciertos estímulos en los que la in-
formación entra en conflicto, como el Stroop Colour-
Word Test y de tipo go/no go. Los maltratadores tie-
nen una peor ejecución o una menor capacidad de
inhibición en el test de Stroop [10], que se relaciona
con una mayor gravedad de la violencia perpetrada
[17]. Estos mismos resultados se hallaron en otro
estudio que empleó el test Hayling y Brixton y valo-
ra la capacidad de inhibición verbal [18]. Además,
también se ha observado que infraestiman el tiem-
po de desaparición de un estímulo al utilizar la ba-
tería Walter Reed Performance Assessment [19]. Por
lo tanto, la evidencia empírica ha confirmado que
los maltratadores poseen una capacidad de inhibi-
ción menor. Sin embargo, la evaluación mediante el
test de Stroop se debe analizar con cautela, puesto
que no todos los estudios han obtenido diferencias
entre los grupos [11,16]. Respecto a los resultados
mediante una tarea de tipo go/no go, los maltrata-
dores con mayor sensibilidad al castigo revelaron
una menor capacidad de inhibición definida por
una ejecución peor [20].
La velocidad de procesamiento y la atención al-
ternante se pueden evaluar mediante el test del tra-
zo, que consta de dos partes (A y B). Se ha descrito
con consistencia que los maltratadores emplean
más tiempo y cometen más errores que los contro-
les en la parte B [11,13,16,17,19,20]. Esta menor ve-
locidad de procesamiento se ha relacionado con
una mayor gravedad de la violencia física perpetra-
da, con una alta sensibilidad a sentirse humillado
por parte de sus parejas y con la justificación del
comportamiento violento [17,20]. Aunque la parte
B del test del trazo permite discriminar entre mal-
tratadores y sujetos no violentos, un único estudio
ha revelado una peor ejecución, definida como más
errores y más tiempo en la parte A [11], mientras
que la gran mayoría afirman que la parte A no per-
mite discriminar entre maltratadores y sujetos no
violentos [13,16,17,19].
Finalmente, la toma de decisiones se evalúa me-
diante el juego de azar de Iowa. Los maltratadores
han obtenido peores puntuaciones en dicha tarea,
lo que podría indicar una peor capacidad para to-
mar decisiones [11,20].
Memoria y procesos atencionales
Los maltratadores con mayor sensación de haber
sido humillados por parte de sus cónyuges, que jus-
tificaban la violencia y se mostraban insensibles al
castigo, presentaron una peor ejecución de la me-
moria auditiva de trabajo, en concreto en la tarea
de letras y números del WAIS-III [20].
Los resultados obtenidos en la memoria visual
de trabajo fueron similares a los de la modalidad
auditiva, puesto que obtuvieron una peor ejecución
en el subtest de codificación de la clave de números
del WAIS-R [19, 21].
La memoria a largo plazo para información no
verbal se puede evaluar mediante el Selective Re-
minding Test. Al analizar la ejecución, los maltrata-
dores presentaron más problemas en recuperar y
almacenar la información. Además, estos déficits
no sólo se circunscribían a la información no verbal
sino que también lo hacían al proceso de recono
cimiento de caras y palabras, evaluados mediante el
Warrington Recognition Memory Test [21].
4. 518 www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (11): 515-522
A. Romero-Martínez, et al
Los déficits en memoria se relacionan con un
mayor olvido de los actos perpetrados, por lo que
los que presentaron un peor recuerdo demorado de
las palabras en el California Verbal Learning Test
presentaron un peor recuerdo de la frecuencia de
agresiones físicas a sus parejas [22]. Sin embargo,
no hallaron diferencias en dicho test al comparar
maltratadores con distintos niveles de agresividad y
sujetos control [11]. Las deficiencias en los proce-
sos de memoria no son homogéneas, puesto que
aquellos maltratadores con menor agresividad en
comparación con los más agresivos, e incluso res-
pecto a los controles, mostraron una mejor ejecu-
ción a la hora de recordar los dígitos en orden in-
verso [11]. Por todo ello, los déficits en memoria no
parecen extenderse a la información más abstracta
como los dígitos, al menos en los maltratadores
menos agresivos que en la escala de conflicto social
no empleaban violencia física y tenían menor nú-
mero de detenciones.
Por otra parte, tanto la atención sostenida como
la dividida se han visto deterioradas en maltratado-
res al emplear el Paced Auditory Serial Addition Test
y el Adaptive Rate Continuous Performance Test [19].
No obstante, un estudio posterior no ha hallado di-
ferencias con respecto a la población general en el
Continuous Performance Test [11]. Por todo ello, no
existe en el momento actual unanimidad a la hora
de afirmar la existencia de déficits en el proceso de
atención sostenida.
Cociente intelectual
Se han descrito déficits en el cociente intelectual
(CI) verbal, evaluado mediante la escala de vocabu-
lario del test de Shipley, que son más acusados en
los maltratadores más violentos [11]. Además, una
peor ejecución se ha asociado a un mayor riesgo de
maltrato físico y psicológico en los maltratadores
de tipo límite-disfórico y los de tipo antisocial, se-
gún la clasificación de Holtzworth-Munroe [14].
Estos resultados se han replicado en otros estudios,
en los que la inteligencia verbal se ha valorado me-
diante la escala de vocabulario del WAIS-III [17-
19]. Los déficits no se limitan a las capacidades ver-
bales, sino que también se extienden a la capacidad
de abstracción analizada mediante la subescala de
cubos del WAIS-III [17-18]. Cuanto más deteriora-
da estaba la capacidad de abstracción, más graves
eran los ataques perpetrados en los maltratadores
más violentos [15,17]. Finalmente, el deterioro tam-
bién se extiende a la capacidad de comprensión
verbal, evaluada mediante la subescala de compren-
sión del WAIS-III [19]. En relación con todos estos
hallazgos se ha sugerido recientemente que los dé-
ficits en la flexibilidad cognitiva y en los procesos
de decodificación emocional podrían estar relacio-
nados en los maltratadores [12].
Empatía
En función del mayor o menor grado de deterioro
en los componentes cognitivo y emocional de la em-
patía, se pueden establecer varias tipologías de mal-
tratadores [23]. Los déficits más importantes po-
drían circunscribirse a los procesos básicos sobre
los que se sustenta la empatía. En línea con esta hi-
pótesis, los maltratadores con rasgos de personali-
dad antisocial y, en general, violentos presentaron
mayores déficits en los procesos de decodificación
y reconocimiento de las expresiones faciales [24].
En este sentido, el mayor riesgo de maltrato en
los maltratadores de tipo límite/disfórico se ha aso-
ciado a una menor discriminación de las emociones
positivas del rostro de la pareja. En el caso de los
maltratadores con rasgos psicopáticos, la variable
mediadora fueron los déficits en las expresiones de
miedo [25]. El proceso de decodificar o de recono-
cer las expresiones faciales resulta fundamental para
inferir los pensamientos, intenciones y sentimien-
tos propios y ajenos [24].
Un estudio reciente que empleó el Interpersonal
Reactivity Index ha revelado que una menor capaci-
dad para reconocer expresiones faciales en los mal-
tratadores estaba relacionada con una menor toma
de perspectiva o capacidad de ponerse en el lugar
del otro, pero con un mayor malestar personal o
sentimientos de malestar ante las experiencias ne-
gativas de los otros. Esta última dimensión puede
producirse sin que haya una comprensión cogniti-
va, por lo que se podría definir como una protoem-
patía y no como una verdadera empatía emocional.
Por lo tanto, la relación negativa entre ambos pro-
cesos se podría explicar con la argumentación de
que, cuanta mayor discriminación exista de la emo-
ción que está expresando la otra persona, habrá
menor riesgo de malinterpretar la emoción ajena y
de experimentar frustración o sentimientos hostiles
por la incapacidad de entenderlas [12].
Traumatismos craneoencefálicos y
abuso de alcohol: factores coadyuvantes
a los déficits neuropsicológicos
En un metaanálisis reciente, se ha puesto de mani-
fiesto que aproximadamente el 53% de los maltrata-
dores había padecido un TCE a lo largo de su vida,
5. 519www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (11): 515-522
Neuropsicología del maltratador
con una pérdida de conciencia que oscilaba de mi-
nutos a meses. Dicha probabilidad se halla signifi-
cativamente por encima de la frecuencia en la po-
blación general, que es del 10-38,5% [26]. Además,
el haber padecido un TCE junto con un bajo CI ver-
bal son mejores predictores del maltrato físico que
las variables sociodemográficas como la edad, el ni-
vel educativo e incluso los ingresos económicos
[15]. Los maltratadores que han sufrido algún TCE
a lo largo de su vida muestran, en comparación con
los que no lo han padecido, un CI inferior y pun-
tuaciones inferiores en atención, velocidad y coor-
dinación motora, escaneo visual y flexibilidad cog-
nitiva [10,27]. Además, al comparar maltratadores
frente a controles con y sin TCE, los maltratadores
más agresivos fueron los que mostraron una mayor
ratio de TCE y mayores déficits en el CI verbal [15].
La mayor parte de las investigaciones que han ana-
lizado variables neuropsicológicas en maltratadores
han indicado que aproximadamente el 50% de ellos
había presentado algún TCE con pérdida de con-
ciencia a lo largo de su vida [13,15,18,20,22,27,28].
No obstante, se ha sugerido que, aunque el TCE sea
un potente predictor del maltrato, no es suficiente
para explicar todos los déficits neuropsicológicos
presentes en los maltratadores [21]. Se han obteni-
do menoscabos en los diversos dominios cognitivos
de los maltratadores que no presentaban ningún
episodio de TCE [11-12,20]. Además, el TCE pare-
ce mantener una relación positiva con el consumo y
el abuso de alcohol, mientras que su relación con el
maltrato infantil es también positiva pero más débil.
Por todo ello, la unión entre alcohol y TCE incre-
mentaría de manera exponencial el riesgo de infli-
gir maltrato [28].
Un elevado porcentaje de maltratadores abusa o
tiene una dependencia del alcohol u otras sustan-
cias de abuso. A pesar de que el resto de maltrata-
dores no abuse de dichas sustancias, puede haber
perpetrado el acto violento bajo sus efectos [2]. Un
reciente estudio ha constatado que los maltratado-
res más violentos serían los que presentan mayor
dependencia o abuso del alcohol y otras sustancias
[15]. La perpetración del acto violento bajo los efec-
tos del alcohol se podría explicar mediante la hipó-
tesis planteada en el Alcohol Myopia Model (AMM)
[29], que afirma que el consumo de alcohol deterio-
ra el procesamiento cognitivo dependiente de la
atención. De este modo, se restringe la percepción
de la información externa e interna para focalizar la
percepción consciente en un pequeño número de
estímulos salientes e incrementar así la probabili-
dad de reaccionar de modo violento al descuidar
parte de la información [30]. Debido a las caracte-
rísticas de esta sustancia, gran cantidad de compe-
tencias cognitivas se ven afectadas por su consumo
crónico. En este sentido, se ha constatado la exis-
tencia de déficits en las funciones cognitivo-con-
ductuales, lo que provoca peores rendimientos aca-
démicos explicables por déficits en la memoria de
trabajo y en la atención y el aprendizaje verbal [31-
33], de la toma de decisiones [34], de las habilidades
verbales [35], así como de la memoria a corto y lar-
go plazo [36]. De todos los déficits presentes en los
alcohólicos, aquellos que se han estudiado de modo
más extenso han sido los de las funciones ejecutivas
y la memoria, fundamentalmente por su mayor vul-
nerabilidad a los efectos tóxicos del alcohol, pero
también por la importancia que tienen en la ade-
cuación social, el pronóstico de la enfermedad y las
quejas subjetivas de los propios pacientes cuya vida
se ve gravemente lastrada por unas decisiones adop-
tadas que son inadecuadas [37]. Se ha constatado
que las funciones ejecutivas desempeñarían un pa-
pel como mediador en la agresión tras el consumo
de alcohol, de modo que, cuanto mayores sean los
déficits presentes, habrá un peor control de impul-
sos y de la anticipación de sus consecuencias, de
modo que se facilita la expresión del comportamien-
to agresivo [38].
Correlatos neuronales del maltrato
Hasta la fecha, hay una laguna en la bibliografía
científica en relación con los correlatos neurales
que subyacen a los déficits hallados en las pruebas
neuropsicológicas en los maltratadores. Un estudio
ha indicado que presentaron una hiperresponsivi-
dad en el hipocampo, el giro fusiforme, el giro cin-
gulado posterior, el tálamo y el córtex occipital ante
la amenaza de agresión. También se ha observado
una mayor activación bilateral del precúneo ante
estímulos que simulaban agresión contra la pareja.
Finalmente, los estímulos positivos han producido
una mayor activación del córtex orbitofrontal, el
cingulado anterior y el parietal inferior del hemisfe-
rio derecho [39]. Gran parte de estas estructuras y
principalmente distintas regiones del córtex pre-
frontal subyacen a los déficits en las funciones eje-
cutivas [9], por lo tanto, es muy probable que los
maltratadores presenten déficits estructurales en
estas regiones. Como se ha indicado previamente,
un porcentaje considerable de maltratadores ha su-
frido algún TCE durante la infancia, período crítico
para el desarrollo del SNC. Varias estructuras cere-
brales como el hipocampo, la amígdala, el cerebelo,
el cuerpo calloso y el córtex cerebral parecen estar
6. 520 www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (11): 515-522
A. Romero-Martínez, et al
alteradas en personas que han padecido maltrato
infantil, lo que podría facilitar la expresión de la
violencia durante la edad adulta y perpetuarse así el
ciclo de la violencia [4]. Por otra parte, los déficits
en empatía y la mayor violencia reforzarían la hipó-
tesis de que ambas comparten de modo parcial los
mismos circuitos neuronales [40]. Las mismas alte-
raciones cerebrales funcionales podrían estar en la
base de las distorsiones en la empatía y la mayor
violencia.
Conclusiones
Los déficits descritos hasta el momento permiten
profundizar en la comprensión de la perpetración
del acto violento y su reincidencia por parte de los
maltratadores. La mayor parte de los estudios se
han focalizado en las deficiencias en las funciones
ejecutivas, por la importancia que tienen para la
adecuación social [6]. La menor flexibilidad cogni-
tiva de los maltratadores explicaría el motivo por el
que mantienen esquemas machistas y otros com-
portamientos rígidos, que incluso pueden llegar a
mantenerse tras los programas actuales de inter-
vención. Además, la baja capacidad de inhibición y
la lenta velocidad de procesamiento subyacerían a
la pobre capacidad para tomar decisiones, puesto
que no valorarían de manera adecuada las conse-
cuencias de su comportamiento. Todos estos défi-
cits se relacionan con la memoria, en concreto con
la memoria de trabajo, que se ve menoscabada y es
fundamental para las funciones ejecutivas [6]. Jun-
to a ello, cabe señalar que el riesgo de violencia es
mayor cuando las habilidades verbales y de abstrac-
ción están más alteradas; un posible mecanismo
que subyacería a éstos sería la existencia del TCE.
De este modo, las dificultades en los procesos para
manifestar los pensamientos, ideas o emociones
podrían ser críticas para el empleo de la violencia,
ya que en su registro no existen modos de canalizar
o de expresar esos estados internos de manera ade-
cuada. Las dificultades verbales, unidas a unos pro-
cesos de atención mermados, conducirían a la inca-
pacidad de discriminar las emociones que expresan
las facciones faciales, por lo que contribuirían a
malinterpretar las emociones y, ante el menor mar-
gen de duda, a realizar atribuciones hostiles, puesto
que presentan un sesgo de atribución hostil.
La mayor activación en distintas regiones corti-
cales del hemisferio derecho ante estímulos positi-
vos en maltratadores podría entenderse como un
indicador de mayor lateralización derecha del pro-
cesamiento de las emociones, al menos en las de va-
lencia positiva. Sin embargo, la bibliografía sostiene
que el procesamiento cortical de las emociones po-
sitivas estaría lateralizado en el hemisferio izquierdo
y el de las negativas, en el derecho [41]. Por lo tanto,
este patrón de activación anormal en los maltrata-
dores es lo que subyacería al sesgo hacia el procesa-
miento hostil de la información emocional.
La hiperresponsividad cortical y subcortical ante
estímulos de amenaza así como los déficits en las
pruebas neuropsicológicas, principalmente en las
pruebas que valoran las funciones ejecutivas, se ex-
plicaría por la alteración en varias regiones del cór-
tex prefrontal o en la comunicación con estructuras
como la amígdala (importante para la regulación
emocional). A su vez, la ejecución pobre en memo-
ria y atención se explicaría por alteraciones en el
hipocampo, estructura que se encontraría dañada
debido a los TCE que sufrieron un número consi-
derable de maltratadores durante su infancia. Las
alteraciones en dichas estructuras explicarían tanto
la falta de empatía como el exceso de violencia.
Una limitación importante de los estudios em-
prendidos hasta la fecha es la ausencia de una po-
blación homogénea, puesto que hay mucha diversi-
dad en variables relevantes como el nivel académico,
el nivel económico, la etnia y el historial de consu-
mo. Además, en muchos de los casos, los maltrata-
dores son drogodependientes que se encuentran en
distintas fases del proceso de rehabilitación, lo que
afectaría a la valoración neuropsicológica. Junto a
ello, cabe indicar que gran parte de las investigacio-
nes se ha llevado a cabo en muestras de tamaño re-
ducido. La ausencia de una batería neuropsicológica
única que permita una valoración homogénea in-
crementa la necesidad de elaborarla. Esto permitiría
completar y ratificar los hallazgos de la neuroima-
gen, así como planificar estrategias de intervención
que tratasen de mejorar los déficits cognitivos que
presentan. Podrían testarse así las mejoras conse-
guidas con las intervenciones mediante protocolos
amplios de evaluación que incluyesen baterías neu-
ropsicológicas y técnicas de neuroimagen.
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Neuropsychology of perpetrators of domestic violence: the role of traumatic brain injury and alcohol
abuse and/or dependence
Introduction. Neuropsychological impairments of the executive functions, memory, attention, intelligence quotient, and
empathy have been found in perpetrators of domestic violence (intimate partner violence). These impairments could be
partially explained by alcohol abuse, dependence, or traumatic brain injuries.
8. 522 www.neurologia.com Rev Neurol 2013; 57 (11): 515-522
A. Romero-Martínez, et al
Aims. This study reviews the neuropsychological deficits of perpetrators of intimate partner violence. At the same it seeks
to integrate and relate these main points with their neuroanatomical correlates. We have also established the relationship
between alcohol abuse, dependence, brain damage (including traumatic brain injuries) and those deficits.
Development. Scientific literature has been reviewed by means of Google Scholar, PsycINFO, PubMed, Medline and ISI
Web of Knowledge.
Conclusions. Perpetrators of domestic violence present high mental rigidity, as well as low levels of inhibition, processing
speed, verbal and attention skills, and abstract reasoning. Additionally, perpetrators show working and long play memory
impairments. Moreover, those deficits could be impaired by traumatic brain injuries and alcohol abuse and/or dependence.
Nonetheless, these both variables are not enough to explain the deficits. Functional abnormalities on the prefrontal and
occipital cortex, fusiform gyrus, posterior cingulate gyrus, hippocampus, thalamus and amygdala could be associated with
these impairments. An analysis of these mechanisms may assist in the development of neuropsychological rehabilitation
programmes that could help improve current therapies.
Key words. Alcohol. Domestic violence. Neuropsychology. Perpetrator. Traumatic brain injury.