1. FACULTAD DE EDUCACIÓN
METACOGNICIÓN Y FORMACIÓN UNIVERSITARIA
APRENDER A ACEPTAR EL FRACASO
Si hay algo con lo que es difícil convivir es la aceptación al fracaso. El miedo a
equivocarnos, a sentirnos rechazados, a mostrar frente a otros nuestro lado más
débil, ese que nunca deseamos que los demás adviertan, pues nos empeñamos
en dejar una buena impresión, como si manejásemos todos y cada uno de los
desafíos que nos presenta la vida, ya sea en cuanto a labores cotidianas o bien,
ante actividades de orden académico y/o laboral.
Independiente del empeño que pongamos en la tarea o en una situación
particular, de alguna u otra forma todos hemos vivido un fracaso: en el colegio,
en un deporte, en la universidad, en el amor.
Una premisa fundamental es poder comprender que el éxito, no depende de la
capacidad que tengamos para evitar los errores, sino más bien, de cómo las
personas logran reaccionar ante ellos.
En los últimos 25 años, algunos científicos han investigado respecto a cómo las
personas exitosas, logran superar momentos más difíciles, cercanos al fracaso.
Uno de los postulados plantea, que las personas que llegan a ser más productivas
aprender a reconocer sus fallos, a aceptarlos, analizarlos y finalmente, aprender
de ellos, no siendo una tarea fácil. Muchas personas no logran admitir sus errores y
caminan por la vida pretendiendo no haberse equivocado nunca en nada.
Incluso, en ocasiones algunos hasta eluden enfrentarse ante cualquier situación
que pueda exponerlos frente a ante un posible error, dejando en segundo plano
infinitas posibilidades de enriquecimiento personal y profesional.
Investigadora, llamada Carol Dweck, comenzó a reunir información respecto a
las “nociones de fijeza en la inteligencia”, indagando en las razones que llevan a
personas muy capaces, a evitar trabajos que les suponen un reto, abandonando
inclusive la tarea.
La investigación arrojó dos tipos de personas con capacidades idénticas:
Tipo 1: Personas que rehúsan probar nada desafiante.
Tipo 2: Personas que persiguen los objetivos más difíciles.
Los del tipo 1, podían desalentarse y abandonar la tarea ante un contratiempo,
sintiéndose sin recursos cuando las cosas se ponían más difíciles. Los del tipo 2, se
mantenían firmes ante el desafío, siguiendo adelante hasta en los desafíos más
complejos.
2. FACULTAD DE EDUCACIÓN
METACOGNICIÓN Y FORMACIÓN UNIVERSITARIA
Así, la investigadora no encontró diferencias significativas en la capacidad
mental o física de ambos tipos, pero sí se visualizó la gran diferencia en la
capacidad de gestionar la falta de éxito. También descubrió que muchas
personas que realmente deseaban rendir bien, con frecuencia, se colocaban
ataduras, certificando que no podrían conseguir el desafío planteado.
Para adentrase más en el tema, las investigadoras, realizaron una prueba con
niños de 10 años aproximadamente, formando dos grupos, donde cada uno
debía armar una serie de rompecabezas: los primeros exigían un nivel de
razonamiento proporcional a la edad de los niños, los últimos, suponían un nivel
muy superior para ser resueltos por niños de esa edad. Cuando comentaron
respecto a la tarea, ambos grupos refirieron haber disfrutado de la tarea, sin
embargo, cuando se enfrenaron a los rompecabezas más difíciles, la situación
cambió. Ninguno de los niños pudo resolver estos últimos, no obstante, su reacción
fue considerablemente distinta. Los estudiantes grupo “A”, manifestaron todo el
tiempo no poder resolver el problema, ser poco inteligentes, y sentirse aburridos
con la tarea. Incluso intentaron cambiar las reglas del rompecabezas. El grupo
“B”, tuvo un comportamiento muy distinto. Entre ellos mismos comentaban que
podían resolver los problemas si ponían más esfuerzo de su parte. Buscaban
diferentes estrategias de resolución y parecían disfrutar del reto que esta tarea les
suponía.
Otra diferencia importante fueron las estrategias a utilizar. Al enfrentarse el grupo
“A”, ante el fracaso en la tarea, comenzaron a usar estrategias muy deficientes.
Al primer indicio de error, ya no deseaban seguir intentándolo más...ya no
lograban razonar correctamente, siendo que en la resolución de los
rompecabezas anteriores, hicieron uso de estrategias adecuadas, utilizando
adecuados razonamientos y en un tiempo acotado.
En cambo, el grupo “B”, continuaban muy seguros, felices con el desafío, a pesar
de que ninguno consiguió resolver la tarea presentada.
De esta forma, probablemente, en situaciones de la vida real, los estudiantes del
grupo “B” logren resolver problemas más difíciles pues logran probar y utilizar
diversas estrategias; los estudiantes del grupo “B”, podrían no superar un
problema difícil pues ante algún signo de fallo, sus capacidades se ven
disminuidas, optando por abandonar la tarea.
3. FACULTAD DE EDUCACIÓN
METACOGNICIÓN Y FORMACIÓN UNIVERSITARIA
¿Por qué entonces estas diferencias?
Los estudiantes del grupo “A”, mantenían una visión fija de la inteligencia: ellos
creían que al nacer, las personas ya vienen con un nivel de inteligencia
determinado y nada podría cambiarlo. Este grupo de estudiantes no estaba
dispuesto a someterse a ninguna tarea que cuestionara su capacidad de resolver
un problema, que pusiera en jaque su inteligencia. A medida que los errores
fueron aumentando, se fueron poniendo más nerviosos y comenzaron a razonar
igual que como lo haría un niño más pequeño.
Mientras que los del grupo “B”, sostenían que si se esforzaban podían llegar a
resolver de mejor forma cualquier desafío. Ellos creían que la inteligencia no era
una cualidad inalterable, por el contrario, esta podía entrenarse con un tipo
adecuado de esfuerzo y tareas a realizar. De esta forma, eran capaces de ver un
error como algo que aún no aprenden y no como indicio de ser poco inteligentes.
De esta manera, los investigadores proponen dos conceptos para describir a
ambos estudiantes:
Al del grupo “A” los llamaron “indefensos”, pues desarrollan la idea de no poder
hacer algo debido a que no son tan listos; porque temen probar algo nuevo por
temor a que el fracaso cuestione la percepción que se tiene de ellos como
“alumnos brillantes”. A los estudiantes del grupo “B”, presentan una actitud de
“dominio” o “crecimiento”, pues confían en que pueden desarrollar aún más sus
capacidades y obtener logros a costa de su esfuerzo.
¿Son más listos los estudiantes de dominio que los indefensos?
Según la investigadora y las evidencias reunidas, los niños de ambos grupos
cuentan con la misma capacidad natural, centrándose la diferencia en la
“actitud de crecimiento” que los individuos posean.
En variados experimentos se ha demostrado la importancia de la actitud de
crecimiento. Los estudiantes que creen en la posibilidad de desarrollar sus
capacidades, tienen una visión mucho más cercana y positiva frente al esfuerzo,
mostrando interés por aprender y no tan sólo fijándose como meta obtener
buenos resultados en cuanto a las calificaciones.
Al parecer, los estudiantes los estudiantes “indefensos” sostienen la idea de que la
inteligencia es fija producto de una cultura estandarizada, que tiende a
mostrarles que las pruebas de Coeficiente Intelectual, medirán cuán destacados
o no destacados son.
4. FACULTAD DE EDUCACIÓN
METACOGNICIÓN Y FORMACIÓN UNIVERSITARIA
Incluso padres y profesores, podrían fomentar esta visión a través de las usuales
alabanzas, críticas positivas hacia los estudiantes “qué inteligente eres, te irá muy
bien”, recibiendo como mensaje que la vida depende del nivel de inteligencia y
no del esfuerzo que se coloque en el trabajo.
“Tanto la percepción de una inteligencia fija como la actitud de crecimiento,
surgen del condicionamiento, no de algún rasgo congénito. Ambas pueden
cambiarse”.
En conclusión: ¿cómo abrirse camino desde el fracaso al éxito?
Al parecer, una visión flexible, modificable, de las propias capacidades,
proporciona un nivel de confianza tal frente a la tarea, que posibilita visualizar el
fracaso como una experiencia más de aprendizaje, no considerándolo como un
reflejo de lo que es el individuo. Lo fundamental, es ser capaz de extraer
aprendizaje de cada experiencia, de cada interacción que se desarrolla a lo
largo de la vida y mantener la concentración en el esfuerzo, en lugar de
predisponerse a pensar que las capacidades están prefijadas y que no existe
posibilidad de cambio.
Norma Vergara Vilches.