Sesion 2 importancia de los valores en la vida humana
1. NORMA PEÑA TÉLLEZ
Lunes 11 de mayo de 2020
LA IMPORTANCIA DE
LOS VALORES EN LA
VIDA HUMANA
CONTENIDOS CONCEPTUALES,
PROCEDIMENTALES Y ACTITUDINALES
Al comenzar esta unidad tal vez te estés preguntando qué es un valor. La
palabra valor proviene del vocablo griego axios que significa “valioso”,
“estimable”, “digno de ser honrado”. La disciplina encargada de responder
sobre la naturaleza del valor y otras interrogantes relacionadas con dicho
tema es una rama de la filosofía llamada axiología. Dicha disciplina estudia
el problema del valor en general, por lo cual sus conclusiones serán de
utilidad para el tipo de valores que nos interesan aquí y que son los valores
morales.
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DEFINICIÓN
La axiología surge como disciplina a mediados del siglo XIX, lo cual no significa que antes los
filósofos no se hubieran ocupado del problema de los valores, pues desde los griegos
encontramos una reflexión en torno a ellos, sólo que no había un estudio sistemático sobre
ellos y tampoco había una idea clara en lo referente a su naturaleza, lo anterior condujo a que
se les confundiera entre sí, por ejemplo, en la Grecia antigua encontramos con frecuencia una
confusión entre lo bueno, lo bello y lo útil.
REFLEXIÓN
Si eres de los que creen que el problema del valor es algo de lo que sólo deben ocuparse los
filósofos, que no es algo que te afecte en lo más mínimo en tu vida cotidiana y que, por ello, no
es algo de lo que debas preocuparte, te invito a que reflexiones más detenidamente al
respecto. Alguna vez te has puesto a pensar que desde el momento en que naces estás ya
inmerso en un mundo de valores, es decir, un mundo en el que son bien vistas ciertas acciones
y son reprobadas otras.
En tu vida diaria constantemente estás eligiendo, por ende, el problema de los valores en
general y de manera concreta el de los valores morales no puede serte indiferente, pues se
encuentra presente en las manifestaciones más diversas e inmediatas de tu vida diaria.
Quizá si analizas un poco aquellas frases que utilizas en la vida cotidiana, te darás cuenta de
que con frecuencia incorporas el lenguaje de los valores en tu discurso, por ejemplo,
seguramente alguna vez has utilizado frases como las siguientes: “no puedo hacer esto, va en
contra de mis valores”, “no encuentro nada de valioso en lo que intentas hacer”, “es
importante proteger la dignidad de las personas, pues ellas son valiosas”, “eso va en contra de
los valores de mi sociedad”, “vale la pena intentar esto”, “vivimos en una sociedad que ha
perdido sus valores”, “Pedro no tiene valores”, “valoro mucho tu amistad”, “eso no va de
acuerdo con los valores que te enseñamos en esta casa”, “¡Me vale!” etc.
¿Qué tal? Ahora quizá ya no afirmes con tanta seguridad que el tema del valor deba ser
preocupación única y exclusiva de los filósofos, ¿no?
Es importante aclarar que, si bien es cierto, nosotros tenemos incorporado el lenguaje de
los valores a nuestro discurso cotidiano, esto no implica que seamos conscientes de ello y
además que sepamos qué queremos significar cuando aludimos al concepto del “valor” en las
frases señaladas con anterioridad, si dudas de esto hagamos una, en apariencia, pregunta
sencilla: ¿qué es el valor? Quizá ahora estés sumido en una duda importante, tal vez estés
pensando: “nunca me lo había preguntado… no sé qué es”, pues bien, el objetivo de esta
sesión es introducirte a este tema y a este problema que espero a estas alturas ya no te
resulte tan indiferente.
LIBERTAD ONTOLÓGICA COMO CONDICIÓN DEL VALOR
Empecemos con una pregunta muy importante: ¿por qué valoramos los seres humanos? ¿Los
demás seres en el mundo también valoran? Los seres humanos, a diferencia del resto de los
otros seres del mundo no tenemos un ser totalmente fijo, pre-programado o determinado,
esto sucede porque tenemos un ser libre y, con ello, se abre la posibilidad e incluso la
necesidad de preferir, distinguir, optar y también de renunciar. Pareciera pues que el valor no
es comprensible sin el reconocimiento de este dato básico, nos vemos obligados a distinguir
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unas cosas de otras (las valiosas de las que no lo son), de inclinarnos y promover la realización
de ciertas acciones en vez de otras, todo esto tiene que ver con el valor y la valoración.
Para preferir un valor, primero tenemos que distinguir nuestras posibilidades de elección,
evaluarlas, elegir la mejor opción y llevarla a cabo. El momento de la elección supuso renunciar
a las otras posibilidades, también en la realización del valor con frecuencia tendremos que
renunciar a muchas cosas en aras de su concreción, a veces esas renuncias implicarán un
desgarramiento interior y pondrán de manifiesto el carácter conflictivo de nuestra naturaleza
humana y además la importancia de los valores en nuestra vida, pues si las opciones entre las
cuales tenemos que elegir no fueran reconocidas como vitalmente valiosas, si no sintiéramos
que en dichas elecciones estamos apostando, de cierta manera nuestro propio ser, no habría
ningún conflicto.
La valoración, pues, sólo es posible porque somos libres, si estuviéramos absolutamente
determinados, no tendría sentido elegir, pues estaría prefigurado todo lo que podríamos ser.
Valoramos porque queremos completar nuestro ser, hacerlo mejor de lo que es, ésa es la
aspiración de la vida ética. Es la libertad como categoría ontológica la que explica la compleja
estructura del ser del hombre y la que explica también su condición ética. Cuando
hablamos de categoría ontológica nos referimos a un dato estructural o esencial de algo, sin el
cual aquello de lo que hablamos no podría reconocerse como tal, de esta forma, no podríamos
reconocer a un ser humano si no reconocemos la libertad como aquello que lo hace humano y
lo distingue del resto de los seres del mundo. Algunos filósofos hablan de que la libertad es no
sólo el rasgo definitorio del hombre, sino la textura misma de su ser, aquello de lo que está
hecho.
Valorar significa distinguir, preferir, no ser indiferente; quizá alguna vez tus padres o tus
maestros te han dicho: “muévete, ¿qué no te importa nada? Es como si estuvieras muerto”.
Precisamente esta frase alude a que pareciera que el signo de que estamos vivos es
precisamente la no- indiferencia y ella nos lleva a movernos, a actuar, a distinguirnos de la
materia inerte, de las cosas, a no parecer como si estuviéramos muertos. Nos importa
distinguirnos de las piedras, de las otras personas y también a veces de lo que hemos sido,
para ello valoramos, tratamos de asirnos a aquello que nos parece digno de ser querido,
perseguido y realizado, en suma, de aquello que consideramos valioso, pero esto sólo es
posible porque somos personas libres.
Valorar es asirnos a aquello que nos parece digno de ser querido, perseguido y realizado.
A lo largo de la historia podemos observar que han cambiado las morales, los valores, pero lo
que no cambia es la necesidad de valorar, de elegir y de actuar en función de eso que se
reconoce como algo valioso. Hay personas incluso que han estado dispuestas a morir antes
que traicionar sus valores o aquellas ideas que consideraban valiosas. Recordemos el caso de
Sócrates, que dice que si le perdonaran la vida a cambio de que dejara de filosofar, preferiría la
muerte.
Los seres humanos pueden actuar bien o mal, pueden ser morales o inmorales, pero sea una
u otra alternativa la que asuman, han valorado. Valorar no conlleva que elijamos el bien, elegir
el bien significa ser capaces de razonar de manera adecuada para seleccionar aquello que es
más valioso. Sin embargo, elegir bien, no es suficiente para ser una persona buena
moralmente, por ello es necesario actuar con base en eso que racionalmente hemos
reconocido como digno de ser querido, para hacerlo realidad. Con frecuencia sucede que aun
cuando hemos optado racionalmente por el bien, nuestros actos son reflejo de acciones
opuestas a aquél.