La recuperación colectiva de la historia surgió en América Latina en las décadas de 1970 y 1980 como una forma de dar voz a los sectores populares y contar sus propias narrativas históricas. Se basó en dos campos: la historia popular y la investigación-acción participativa y educación popular. La historia popular buscaba una historia "desde abajo" pero los sectores populares seguían siendo objetos de estudio. La recuperación colectiva de la historia en cambio reconstruía la historia directamente con los pobladores.
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Teorizando desde el Sur: Investigación-acción participativa y educación popular
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TEORIZANDO DESDE EL SUR. LA INVESTIGACIÓN-
ACCIÓN PARTICIPATIVA Y LA EDUCACIÓN POPULAR
Como hemos visto en otros espacios, es desde el contexto político
y social de América Latina en las décadas de los años setenta
y ochenta del siglo XX, que podemos comprender el surgimiento
de las más diversas experiencias de recuperación colectiva de
la historia con sectores populares urbanos y rurales. No abordo
este análisis pues considero que ha sido ampliamente desarrollado.
Más bien me detengo en algunos de los debates conceptuales que
producidos al interior y fuera de la academia en el periodo
señalado, fueron definitivos para su configuración. Me refiero en
especial, a las contribuciones provenientes de la investigación
acción participativa y la educación popular, por una parte, y
por otra, a las de la historia popular.
Quisiera iniciar señalando la manera en que dichas contribuciones
respondieron al menos a dos premisas que considero centrales: la
primera, que era necesario conocer la “realidad” de los
sectores populares para lo cual la “recuperación” de su historia
era indispensable, y la segunda, cómo a partir de estos
procesos de recuperación histórica se podía dar cuenta de
“otras” narrativas históricas que confrontaban la considerada
como oficial. Estas premisas explican la confluencia de campos
de conocimiento y de prácticas políticas y organizativas que,
incluyendo sus particularidades, incidieron en el origen de la
recuperación colectiva de las historia.
Un primer campo lo encontramos en la circulación y difusión que en
América Latina se da de la llamada “historia popular”. Algunos de
los gestores de la iniciativa de la recuperación colectiva de la
historia eran a su vez profesionales o estudiantes pertenecientes
a las nacientes facultades de ciencias sociales en la región. Dichos
profesionales y estudiantes habían asumido con entusiasmo las
iniciativas provenientes de la historiografía inglesa, en especial las
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que dieron lugar a la historia social desde donde se gestó la
propuesta de historia popular.
La historia popular, orientada a la construcción de una historia
“desde abajo”, se dio a conocer en América Latina gracias a la
circulación y lectura que se hizo de los trabajos de Edward Palmer
Thompson, Eric Hobsbawn y de Raphael Samuel, entre otros. Uno
de los aspectos que más llamó la atención a quienes participaban
en los procesos de recuperación histórica, pero que a su vez
estaban involucrados en el debate de la historia popular, fue el
carácter comprometido que los gestores de la historia popular le
habían impreso al proyecto político e intelectual por ellos
impulsado.
Este compromiso se plasmó en la activa participación que sus
miembros asumieron con respecto a las iniciativas progresistas
y de izquierda de aquel momento en Inglaterra. Igualmente por
el trabajo de educación obrera en el cual participaron, dando
origen tanto al grupo como a la revista que lleva su mismo
nombre: “History Workshop”. Este grupo surgió en el año de
1966 en Ruskin College (Oxford), en particular alrededor de la
figura de Raphael Samuel. Tanto el “taller de historia” como
la revista, se constituyeron en un espacio fructífero desde el
cual se empezó a concebir a la historia más allá de los
parámetros previstos por el modelo disciplinar. Es más, llama
la atención cómo el taller de historia surge, según Josep
Fontana, en un momento en el cual se debatía sobre el modelo
de exámenes a los cuales eran sometidos los estudiantes
adultos, y la manera, más bien, en cómo estos debían pasar de
ser consumidores de la historia, a productores de la misma
(citado en Samuel, 1984:7).
Lo anterior es importante, pues desde aquí se empiezan a trazar
los objetivos que en adelante van a acompañar al debate de la
historia popular. Para Samuel, la historia popular más que una
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definición, permitía vislumbrar la posibilidad de un movimiento
intelectual y político cuyo propósito consistía en “acercar los
límites de la historia a los de la vida de las personas” (1984: 15).
Se trataba de democratizar el contenido de la historia, tanto
desde quienes la escribían como desde quienes la producían, en
este caso contemplando la experiencia de los trabajadores. Se
constituía en un intento por “ensanchar la base de la historia,
de aumentar su materia de estudio, de utilizar nuevas materias
primas y ofrecer nuevos mapas de conocimiento” (Samuel,
1984: 4).
Por esta razón, la historia popular se constituyó
fundamentalmente en un escenario de discusión teórica,
ventilando el debate sobre el problema de la “erudición” y la
utilidad de la teoría en la explicación de las problemáticas
sociales. Igualmente, mostrando la conflictiva relación entre la
interpretación marxista-estructuralista, y la interpretación
culturalista en el análisis de la sociedad. En este sentido cabe
recordar que algunas de las preguntas centrales que hicieron parte
de este debate fueron: ¿hasta dónde es posible entender las
relaciones sociales partiendo del esquema estructural
determinista que subordina el plano de la cultura a la economía? Y,
por el contrario, ¿cuál sería el lugar de la cultura y la experiencia
en la formación de las relaciones sociales y particularmente de la
conciencia de clase? Aunque no nos detenemos en estos debates
que permearon el escenario político e intelectual, no sólo de
Inglaterra desde la década de los sesenta, sino de América Latina,
como mostraré con respecto a algunas reflexiones introducidas
por la misma recuperación colectiva de la historia, sí considero
necesario precisar, siguiendo a Samuel, que la historia popular en
tanto “historia alternativa u oposicional”, debía establecer con
suficiente claridad la relación entre lo “particular con lo general,
la parte con el conjunto, el momento aislado con la longue durée”
(Samuel, 1984: 5).
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Ahora bien, pese a la influencia que la historiografía inglesa tuvo
para la recuperación colectiva de la historia, en particular para
algunas experiencias que incorporaron los estudios de Thompson,
Hobsbawn y Samuel en su programa de investigación, a nuestro
parecer fue más pertinente el vínculo que la recuperación colectiva
de la historia estableció con un segundo campo de conocimiento
integrado por la investigación acción participativa y la educación
popular. Esto se explica básicamente por dos razones: una, y que
resulta quizás muy elemental, es el hecho de que quienes
participaban en los proyectos de recuperación de la memoria
colectiva eran mayoritariamente instituciones, educadores y
líderes comunitarios. En menor medida, como ya lo mencioné,
estudiantes o profesionales provenientes de las ciencias sociales,
y particularmente de la historia.
La segunda, quizás la más relevante, es que para la
recuperación colectiva de la historia, la historiografía pero
sobre todo la llamada “nueva historia”, a pesar de que había
abandonado los aspectos descriptivos y los elementos fácticos
tan utilizados por la historiografía, le apostó al estudio de las
grandes estructuras materiales y mentales de la sociedad pero
con una evidente limitación, en donde los sectores populares no
dejaron de ser “objetos” de investigación. Lo anterior impidió,
como lo advirtieron Torres, Cendales y Peresson, que los
seguidores de este nuevo referente llamado “nueva historia”
pudieran controvertir, aún más a fondo, el compromiso
epistemológico de la historia en el control del poder sobre el
pasado, puesto que:
[…] desplazado el protagonismo histórico de las élites y héroes
de las clase dominantes, pasaron a ser las invisibles fuerzas
macrosociales y el silencioso transcurrir de las estructuras, el
objeto de investigación apetecido por los nuevos historiadores
profesionales […] Los sectores populares en su cotidianidad, en
sus luchas, en su cultura, continuaron ausentes en la
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historiografía. El análisis en lo estructural, en detrimento de
los procesos y sujetos sociales particulares, consideró
irrelevante el estudio de lo popular. (Torres, Cendales &
Peresson, 1992: 24)
De ahí que el interés de la recuperación colectiva de la historia
fuera reconstruir los procesos históricos desde los mismos
pobladores y sus organizaciones. En otras palabras, más que
hacer de dichos sectores una nueva categoría conceptual, se
propendió por crear instancias que a partir de la investigación-
acción participativa y la educación popular, permitieran generar
procesos de apropiación colectiva del conocimiento histórico.
Esto es lo que se llamó propiamente “recuperación colectiva de
la historia”, por lo cual no sólo hubo una preocupación por
cuestionar el contenido mismo de la historia como disciplina,
sino que se empezó a ahondar en la crítica sobre los dualismos
epistemológicos provenientes del pensamiento occidental, por
ejemplo la separación entre sujeto objeto de investigación o la
existente entre teoría y práctica, así como frente a la ausencia
de un compromiso claro y decidido por parte del investigador
con la “realidad” que estudiaba. Para la recuperación colectiva
de la historia, la práctica se constituía en el escenario desde
el cual se debía desarrollar el conocimiento. No había proceso
de conceptualización cuyo asidero no fuera la práctica cotidiana
de investigación, es decir, el acto de conocimiento no estaba
separado de la experiencia ni de los sujetos, era ante todo un
acto “vivido”.
Dicho compromiso llevó a la recuperación colectiva de la historia
a señalar lo que serían dos de sus objetivos principales: uno de
orden político, y otro educativo. El primero, planteaba el
acercamiento del sujeto como actor social a la comprensión de
su historicidad, y el segundo, señalaba la necesidad de generar
estrategias que permitieran la apropiación de instrumentos de
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análisis por parte de las comunidades para interpretar e
interpelar su historia (Torres, Cendales & Peresson, 1992: 34).
El primer objetivo, el acercamiento del sujeto a la comprensión de
su historicidad, se vinculó desde la práctica investigativa a los
debates teóricos y corrientes que circulaban como parte del
pensamiento crítico latinoamericano: la teoría de la dependencia,
el marxismo, la filosofía y la teología de la liberación. Podría decir
que la recuperación colectiva de la historia se nutrió del debate
dependentista de la época, pero en especial incorporó las
principales categorías provenientes del marxismo, y algunos de
los debates y reflexiones propuestos por la filosofía y la
teología de la liberación. Se buscaba reflexionar desde la
recuperación colectiva de la historia sobre las particularidades
históricas de América Latina, así como sobre los aspectos que
definían su “identidad” y autonomía. En este propósito
confluían, con sus especificidades, las distintas corrientes
teóricas mencionadas.
Por su parte, el segundo objetivo tomó como referente las
contribuciones de la investigación-acción participativa y la
educación popular, las cuales se perfilaban ya en este momento
como enfoques alternativos. Bajo la influencia inicial de
pensadores y activistas como el sociólogo colombiano Orlando
Fals Borda, gestor junto con otros intelectuales de la propuesta
de investigación-acción participativa, y del pedagogo brasileño
Paulo Freire, cuyos legados habían sentado las bases para el
surgimiento en este mismo periodo de la educación popular, la
recuperación colectiva de la historia se nutrió de la
investigación-acción, en tanto incorporó los fundamentos
epistemológicos que surgieron como elementos de
cuestionamiento frente al paradigma funcionalista imperante
dentro de las ciencias sociales latinoamericanas. Por el lado de
la educación popular incluyó, entre otros referentes igualmente
importantes, el debate sobre la “concientización” y el “diálogo”
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como necesarios para la producción de otras formas de
conocimiento.
De esta manera, podría decirse que la recuperación colectiva
de la historia se origina en este momento de cuestionamiento
de la hegemonía funcionalista, hacia el predominio del relevo
estructuralista en las ciencias sociales. De la misma forma, en
un momento en que se configura un horizonte en el cual, junto a la
investigación-acción participativa y la educación popular, se
producía la confluencia de corrientes que se iban conformando
como parte de un pensamiento crítico, lo cual era producto de
la construcción de un corpus teórico y una práctica política y
ética comprometida con el movimiento popular de la época.