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Directrices para la Pastoral de la Salud
                                   En México
Introducción
I. Fundamentos, motivación y aspectos de la Pastoral de la Salud
       Persona – salud – enfermedad
       El ejemplo de Jesucristo
       Jesús sigue hoy junto al enfermo: la Iglesia “sanante”
       La pastoral de la salud – Definición y dimensiones
               El anuncio
               La celebración
               Fraternidad – Solidaridad


II. Sujetos y protagonistas de la Pastoral de la Salud
III Espiritualidad en la pastoral de la salud
IV La organización de la Pastoral de la Salud
       Nivel local
       Nivel diocesano
       Nivel Provincial y Nacional


Conclusiones




                                                                   1
PRESENTACIÓN A LA REEDICIÓN 2008


La Pastoral de la Salud poco a poco ha ido detonando hasta hacerse vital en los planes
de Pastoral de las Diócesis de México. No podría ser de otra manera pues ante las
realidades tan complejas que se viven en el mundo de la salud, la Iglesia no podría
quedarse indiferente y necesariamente tendría que responder con una pastoral orgánica
y organizada.
Durante los últimos años hemos ido reuniéndonos en Asambleas Nacionales de
Coordinadores Diocesanos de Pastoral de la Salud. Se formó también el Consejo
Nacional con una representación eclesial, presidido por el Obispo Presidente y con la
participación de los Clérigos, Religiosas y Laicos representantes de las Provincias
Eclesiásticas de México que se han estado reuniendo tres veces al año.
Como fruto de este trabajo, se han ido delineando directrices que ayuden, de manera
subsidiaria, a los Obispos de México a implementar una Pastoral de la Salud con
criterios de comunión y participación que nos unifiquen en el modo de hacer Pastoral de
la Salud.
Después de una primera edición (Septiembre 2005), hoy reeditamos estas
DIRECTRICES PARA LA PASTORAL DE LA SALUD EN MÉXICO, según el
espíritu de la reestructuración de la CEM, a manera de guía para quienes se interesen en
una Pastoral de la Salud en comunión con las Directrices de la Guía de Pastoral de la
Salud en América Latina y con el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud.

Agradecemos a quienes han colaborado más de lleno a que esta experiencia llegue a
feliz término, especialmente a los miembros del Consejo Nacional, y hacemos votos
para que sean una valiosa ayuda a los agentes de pastoral de la salud.
Que Dios Todopoderoso los bendiga y la Madre de Dios “Salud de los Enfermos”,
interceda ante su Hijo para guiar las acciones pastorales que se realicen a favor de la
salud.

                             Mons. Rafael Martínez Sáinz
                           Obispo Auxiliar de Guadalajara
                  Presidente de la Dimensión de Pastoral de la Salud


11 Febrero 2008 - XVI Jornada Mundial del Enfermo




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La Pastoral de la Salud
                  En la Comunidad Católica de México



                                       Introducción


1. Los cambios exigen una nueva reflexión. Muchas son las razones que nos empujan a
ofrecer a la comunidad católica, a los agentes de salud, a las instituciones y a toda la
sociedad, unas reflexiones sobre la Pastoral de la Salud. Se dan, pues, profundos
cambios en el mundo de la salud que solicitan nuevas respuestas por parte de la
comunidad eclesial de cara a la nueva evangelización (Documentos de Aparecida y Santo
Domingo).

2. El aporte de la Iglesia. La Iglesia quiere ofrecer su aporte para que las
transformaciones se conviertan en auténtico progreso de la sociedad, en el respeto de la
dignidad de todo ser humano. A la Iglesia le incumbe la tarea de comprometerse para
que los valores de la vida y la salud sean respetados y orientados hacia la salvación, y
los trances de la enfermedad y la muerte puedan recibir no sólo el apoyo de la ciencia, la
medicina y de la solidaridad humana, sino también el apoyo espiritual de la gracia del
Señor.

3. Hacia un proyecto unitario. Si los problemas del mundo de la salud son grandes y
complejos, se demuestran insuficientes las respuestas parciales y sin proyecto. Como
afirmó el Santo Padre Juan Pablo II hace algunos años: “Es necesario articular un
proyecto unitario de Pastoral de la Salud, disponiendo a toda la comunidad cristiana
hacia este tipo de apostolado” (“L’Osservatore Romano”, no. 277, del 29 de Noviembre de 1981,
Página 2).

4. El aprecio de la Iglesia a quienes trabajan en el mundo de la salud. En el inicio de
esta Documento pastoral, queremos expresar nuestro sincero aprecio y agradecimiento
a cuantos – sean seglares, sacerdotes, diáconos o religiosos – trabajan en el mundo de la
salud, instándolos a continuar con esmero en su obra, hacia la cual nuestro Señor
Jesucristo mostró una predilección particular y que está en el corazón de toda la Iglesia.




                                                                                           3
I.      FUNDAMENTOS, MOTIVACIÓN Y ASPECTOS DE LA PASTORAL
                              DE LA SALUD.

Persona – salud – enfermedad

5. Conquistas y grandes desequilibrios. En el mundo de la salud mexicano está teniendo
lugar una profunda transformación, por factores culturales y por el progreso de la
ciencia y de la tecnología médica. Este cambio se da entre notables conquistas y grandes
desequilibrios.

6. El concepto de salud. El concepto de salud está tomando nuevas e importantes
connotaciones. No se relaciona, pues, únicamente a factores físicos y orgánicos, sino
que involucra a las dimensiones psíquicas y espirituales de la persona, relacionándose
con los aspectos sociales y del medio ambiente en los que la persona vive. Una relación
profunda se nota entre salud, calidad de vida, mundo familiar, procesos de trabajo y
aspectos sociales. Entendemos por salud un proceso armónico de bienestar o "bien-ser"
a nivel físico, emocional, intelectual, social y espiritual que capacita al hombre a
cumplir la misión a la que Dios lo ha destinado, de acuerdo a la etapa de la vida en que
se encuentra. Este concepto de salud no excluye la enfermedad, ya que ésta forma parte
de la vida del hombre; por eso hablamos de grados de salud y de enfermedad.

7. El “derecho” a la salud. La salud, desde un punto de vista social, es un derecho
fundamental al cual toda persona debe tener acceso sin privilegios ni exclusiones. La
salud, pues, es una condición esencial para el desarrollo personal y colectivo. Esto
plantea varias exigencias, entre ellas articular la salud con la alimentación, la educación,
el trabajo, la remuneración, la promoción de la mujer, del niño, de la juventud, de los
adultos, etc.

8. La vida y la salud. La salud está ligada estrechamente a la vida y como tal tiene que
ver con la persona, la espiritualidad, la convivencia democrática, la cultura del
reconocimiento de lo diferente, la cultura de la alegría y de la fiesta, la convivencia con
la naturaleza, la vivencia de la relación con la tierra como madre de la vida y como casa
y medio ambiente de todos los seres.

9. La enfermedad. Está cambiando el concepto de enfermedad. No se trata de una
simple patología, que se puede detectar a través de los análisis de laboratorio y de
radiología, sino también de un estado de “mal-estar” existencial, consecuencia de
precisas opciones de vida, de equivocadas gestiones del medio ambiente, de injusticias
deshumanas, de decisiones políticas que afectan la salud de los ciudadanos y no
respetan la dignidad humana, de vínculos y condicionamientos internacionales que
obligan a un siempre mayor número de personas en situaciones de pobreza. La sociedad
se da cuenta que la enfermedad no es sólo el resultado de una calamidad o desgracia que
debemos aceptar de una manera pasiva o como fatalidad. Nos damos cuenta de la
responsabilidad personal y social que nos compete en el campo de la salud.

10. La salud “responsabilidad” personal y colectiva. Estar sano no es solamente
ausencia de órganos enfermos, sino posibilidad de vivir de manera autónoma, serena y
solidaria; posibilidad de afirmarse, de no quebrar el propio proyecto de vida o su sentido
de superación. Estar sano es poder convivir con los demás, respetar la vida, la
naturaleza, la opinión y manera de ser de los demás. Es tener la capacidad de perdonar,

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de reconocer los errores, de amar, de establecer relaciones de amistad y compañerismo.
Es aceptarnos a nosotros mismos, con nuestras luces y nuestras sombras, aceptar a los
demás con sus actitudes y comportamientos diferentes a los nuestros. Es tener un
mínimo de tolerancia a la frustración, a la incomprensión, al fracaso, a la enfermedad, a
los procesos de envejecimiento. Es ser solidario con los sufrimientos y angustias de las
personas que nos rodean, con las dificultades y problemas de la comunidad; poseer un
sentido de colaboración, de cooperación y ayuda al que lo necesita. Estar sano es saber
enfrentar los conflictos y las dificultades con una actitud serena, no permitiendo que los
problemas nos destruyan, nos paralicen, nos hagan perder el sentido de la vida. Es tener
capacidad de adaptación a situaciones nuevas, a los cambios que la vida
permanentemente nos está ofreciendo y que nos permiten estar en continua renovación
y crecimiento. Es ponerse metas, tener objetivos, ideales para vivir y para luchar; es ser
creativo y descubrir valores aún en las situaciones límite como son el sufrimiento, el
dolor y la enfermedad. La salud es tarea personal y responsabilidad social y colectiva.
Es un bien-ser del hombre que hay que cuidar, prevenir, defender, preservar, comunicar
y agradecer. Estar sano es un estilo de vida.

11. Socialización de la salud. Ha ido creciendo la intervención de los poderes públicos
en el sector de la salud: un enorme esfuerzo se hizo para construir hospitales, clínicas de
salud, dispensarios, para llegar a todos con las campañas de vacunación y otras de
prevención de las enfermedades. Al mismo tiempo ha ido creciendo, tal vez de una
manera más rápida, la conciencia del ciudadano y su reivindicación por servicios de
salud eficaces y efectivos, menos burocratizados y más accesibles. Se ve acentuada la
distancia entre lo que el Estado puede ofrecer y lo que el ciudadano pide.
Paradójicamente, frente a una oferta mayor del Estado, hay una petición más grande por
parte del ciudadano. Quien puede, “compra” los servicios de salud en el mercado
privado, a menudo un negocio muy rentable; quien no tiene suficientes recursos
económicos accede a los servicios públicos, lamentando situaciones de mala asistencia y
deshumanización.

12. Problemáticas destacadas. Los principios que orientan las decisiones legislativas y
administrativas a menudo se ven paralizados por escasez de recursos, lentitudes
burocráticas, conflictos políticos, ineficiencia organizativa, fenómenos de corrupción,
creando decepción entre los usuarios y la sociedad.
Un problema particular es el de los fármacos, demasiado costosos e inaccesibles para un
grupo numeroso de la población.
Además algunas categorías de enfermos se ven marginadas de los progresos de la salud:
los más pobres y necesitados, los ancianos sin protección social, los discapacitados
físicos graves y mentales, los enfermos en etapa terminal, los infectados por el VIH-
SIDA, los enfermos crónico-degenerativos.
Los afectados por el VIH-SIDA, son hoy en día tal vez las personas que más padecen
por su enfermedad, por los costos humanos y económicos, por formas de marginación y
estigma; se trata, además, de personas generalmente de joven edad. El VIH-SIDA no es
sólo una enfermedad, es un fenómeno complejo que involucra a los profesionales de la
salud, los agentes de pastoral, las agencias educativas y culturales, los estilos de vida,
aspectos económicos, laborales, administrativos y políticos: todos estamos “afectados”.
La actitud del cristiano debe ser de acogida y apoyo para quien padezca esta infección,
de promoción de estilos de vida correctos y de valores que promuevan la dignidad de
cada ser humano y un manejo responsable de la sexualidad. Debemos, además,
constatar como la problemática del VIH-SIDA se entrelaza con los fenómenos de la

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pobreza, la migración, la situación de las mujeres más vulnerables y los jóvenes en
general (Documento de Aparecida, 421).
Los fenómenos de la deshumanización se asoman con siempre mayor frecuencia en las
estructuras para la salud: deshumanización por falta de recursos (o por el destino de los
mismos que penalizan algunas categorías) o por un déficit en las relaciones
interpersonales.
Los temas éticos candentes, como la maternidad no deseada o el trato que se debe
ofrecer al moribundo, no siempre encuentran una solución respetuosa de la dignidad de
la persona humana, ofreciendo falsas alternativas y atajos como el aborto y la eutanasia.
Debemos, por fin, mencionar los problemas que afectan a toda la población, pero en
particular a los jóvenes: las adicciones, una cultura de la violencia, el alcoholismo. Se
trata de plagas que requieren una atención particular por las repercusiones que tienen en
las familias.
Debemos, por fin, mencionar los aspectos de explotación y contaminación del medio
ambiente, con sus repercusiones en el campo de la salud.

13. Rol de la Iglesia. A este mundo del sufrimiento y de la salud la Comunidad Católica
de México, por su misión, se siente llamada a abrirse, animada por la esperanza, por
espíritu de colaboración y por la voluntad de ofrecer su contribución a la salvación del
hombre, continuando la labor de Jesucristo.


El ejemplo de Jesucristo

14. La Pastoral de la Salud prolonga la misión de Cristo. La actividad desarrollada por
la Iglesia en el sector de la salud es una expresión específica de su misión y manifiesta
la ternura de Jesucristo hacia la humanidad que sufre.

15. El estilo de Jesús. La atenta contemplación de Jesús, su vida, sus palabras, sus
gestos, su forma de afrontar el sufrimiento y la muerte, su trato y relación con las
personas, especialmente con las enfermas, ayudarán al agente de salud y de pastoral de
la salud a configurar su estilo de presencia junto al enfermo y a desempeñar fielmente
su misión en el nombre del Señor.

16. Actitud de Jesús ante el sufrimiento. Jesús se nos muestra como un hombre que vive
la vida intensamente, con una profunda alegría interior arraigada en la experiencia
gozosa del Padre y de su Reino. Esta experiencia no lo aleja del sufrimiento de las
gentes. Jesús se conmueve profundamente ante el dolor de los demás (Mateo 9, 36;
14,14; 15,32).
Jesús no ama el sufrimiento ni lo busca, pero sabe aceptarlo cuando lo encuentra en su
propia vida, lo asume activamente como la ocasión más realista para mostrar su amor y
confianza total en el Padre (Juan 14,31; Lucas 23,46) y su amor y solidaridad
incondicional a los hombres (Lucas 23,34). El sufrimiento no desaparece pero es
transformado y vencido por el amor (3) (Carta Apostólica de Juan Pablo II sobre el Sentido
Cristiano del Sufrimiento Humano, 14-18).
La experiencia del sufrimiento no lo endurece ni lo encierra en sí mismo, antes bien, lo
hace sensible al dolor ajeno y capaz de "auxiliar a los que se ven probados" (Hebreos
2,18) y de identificarse con todos los que sufren (Mateo 25,35-40).




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17. Actitud de Jesús ante la muerte. Jesús se sitúa ante su propia muerte de manera
consciente. La acepta libremente: "Nadie me quita la vida, soy Yo quien la da" (Juan
10,18). Jesús muere como ha vivido, abandonándose en las manos de Dios (Lucas
23,46). Es la consecuencia de su fidelidad a sí mismo, a Dios y a los hombres de
quienes se siente solidario. Esa fidelidad no le exime de sentir miedo, tristeza, angustia
y soledad, pero al mismo tiempo cuenta con la fuerza que le viene del Padre para
asumirlos (Lucas 22, 40-46).

18. Los enfermos, campo privilegiado de la actuación de Jesús. El mundo de los
enfermos aparece en los evangelios como el campo privilegiado de la actuación de
Jesús. Este es el signo y modelo de su acción liberadora y salvadora (Mateo 11,5;
12,28), pues la enfermedad es vivida, en tiempos de Jesús, como una experiencia de
abandono y desamparo, de máxima pobreza, de la maldición divina y de la marginación
social.

19. Jesús se acerca a ellos por amor. Jesús está cerca de los enfermos. A veces son
ellos los que salen a su encuentro (Mateo 9, 27), a veces son llevados por los familiares
o amigos (Marcos 2,4 ). En ocasiones es él quien se acerca a ellos o les llama (Lucas
13,12; 18,40).
Jesús se acerca a ellos movido únicamente por su amor. No le mueve el interés o un
afán proselitista (Marcos 5,19), ni un deber profesional, ya que no es médico. Tan sólo
su amor total a los necesitados. De Él se dirá: "Pasó haciendo el bien y curando a los
oprimidos" (Hechos 10,38).

20. Los atiende en sus necesidades. Jesús busca el encuentro personal con los enfermos.
Los acoge, escucha, comprende, interpreta sus deseos, les infunde fe, aliento y
esperanza.
Jesús libera a los enfermos de su soledad. Les ayuda a descubrir que no están solos y
abandonados por Dios. Les ayuda a creer de nuevo en la vida, la salud, el perdón y la
reconciliación con Dios.
Jesús pone un especial interés en romper la marginación en que se abandona a algunos
enfermos. Busca el contacto humano con ellos por encima de las normas que lo
prohíben (Marcos 1, 41) y los reintegra en la vida social dándoles posibilidades de oír,
ver, hablar, caminar y valerse por sí mismos (Marcos 7, 34-35; 8,25; Juan 5,8).

21. Cuenta con ellos. Jesús estimula el protagonismo de los enfermos, no anula su
iniciativa. "¿Quieres sanar?" "Levántate, carga con tu camilla y anda" (Juan 5, 6-8),
"¿Qué quieren que yo haga por ustedes?" (Mateo 20,32).
Jesús pone siempre de relieve la fe del enfermo: "Tu fe te ha curado" (Lucas 18,42).
Acoge el deseo y la fe de los que le piden la curación: "Que se cumpla según lo que
deseas"(Mateo 15,28).

22. Jesús cura -sana- salva a toda la persona. Jesús no cura sólo la enfermedad física,
ofrece en la curación corporal la sanación interior de la persona; la libera de la culpa y
la reconcilia con Dios (Marcos 2,5); la abre al mensaje de la Buena Nueva (Marcos
7,34); la ayuda a reconocer las causas del mal (Juan 5,14); le devuelve la paz y la
salvación total de parte de Dios (Juan 5,14).




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23. Jesús dialoga con los alejados. El encuentro de Jesús con la samaritana (Juan 4,
5-30) refleja su actitud y comportamiento con la persona alejada y muestra los recursos
que utiliza para llegar con ella a un diálogo pastoral. El encuentro nace de unas
necesidades: la sed y el cansancio de Jesús y el ir por agua de la samaritana. La
conversación inicial está llena de ambivalencias, de recelos y prejuicios. Jesús,
partiendo de esta ambivalencia, la ayuda a situarse ante el problema, valora su
sinceridad, le descubre el sentido nuevo a la vida y le revela quien es. La samaritana
experimenta, gracias a ello, un proceso de cambio interior que la lleva a aceptar su
propia historia y a ser ella misma portadora de la Buena Nueva a sus vecinos.

24. Acompaña a las personas en crisis. El encuentro de Jesús con dos discípulos camino
de Emaús (Lucas 24,13-35) es una muestra de su comportamiento con personas que
están atravesando una crisis. Jesús se acerca a ellos y se hace compañero de camino; se
interesa por lo que les pasa; les escucha y comprende su estado de ánimo; les enseña a
leer, desde la fe y las Sagradas Escrituras, el sentido de lo que está ocurriendo. Ellos
reviven sus experiencias. El gesto de acogida y la fracción del pan les lleva a recuperar
de nuevo su fe personal y comunitaria y el gozo interior. Jesús desaparece y los
discípulos vuelven a la comunidad donde comparten sus vivencias.

25. Enseña la relación con el prójimo que sufre. En la parábola del "buen samaritano"
(Lucas 10, 29-37) indica Jesús cuál debe ser la relación con el prójimo que sufre: no
pasar de largo sino pararse junto a él; conmoverse y compadecerse de él y de su
desgracia; ofrecerle, dentro de lo posible, ayuda eficaz, poniendo en ella todo el corazón
y ofreciéndose a sí mismo (4). (Carta Apostólica de Juan Pablo II sobre el Sentido Cristiano del
Sufrimiento Humano, 28).

26. Jesús elige su grupo, lo forma y comparte con él su misión. Jesús dedica una parte
importante de su tiempo a ser educador y animador de agentes de pastoral. Elige un
grupo de colaboradores (Mateo 10, 1-4; Marcos 3, 13-19). Da preferencia en su trabajo
a la formación del mismo, siguiendo como educador su proceso paso a paso. En el
grupo cada uno manifiesta su manera de ser (Marcos 8, 32), su proceso de adaptación al
mismo, sus intereses y egoísmos (Marcos 10, 37), sus experiencias. Jesús los lleva con
él y hablan de lo que han vivido (Marcos 1, 17); confronta sus intereses con los del
Reino de Dios (Lucas 22, 24-30); manifiesta su inconformidad con ciertas maneras de
pensar de algunos del grupo (Mateo 20, 26-28; Marcos 9, 35); los envía a encontrarse
con las personas y posteriormente revisa su actuación (Marcos 6, 30; Lucas 9, 10); los
anima ante los fracasos (Mateo 5, 11-12); les ayuda a vivir la realidad hecha de
contradicción y de momentos difíciles, por fidelidad al Reino de Dios.

27. El estilo: la misericordia. La sanación que Jesús promueve nace del amor, de la
compasión, de la preocupación verdadera por el sufrimiento de la persona y el deseo de
liberarla. Este amor sanador de Jesús está hecho de cercanía, solicitud, tacto cariñoso,
estima del enfermo, respeto a su propia capacidad de curación. Cuando Jesús se detiene
ante los enfermos para perdonar, curar sus males, imponer sus manos, devolverlos a la
convivencia, les está mostrando que son dignos de ser amados. No es posible sanar
desde el egoísmo, el rechazo, el resentimiento o el miedo.

Jesús sigue hoy junto al enfermo: la Iglesia “sanante”




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28. La salud como parte integrante de la misión eclesial. La lucha por la salud es parte
esencial de la responsabilidad misionera de la Iglesia y de la comunidad cristiana. Jesús
confía a sus discípulos esta misión y les habla explícitamente de la evangelización como
tarea sanadora: "Cuando entren en una ciudad curen a los enfermos que haya en ella y
díganles: "Ya llega a ustedes el Reino de Dios" (Lucas 10, 8-9).

29. Relación entre salud y salvación. Jesús, el Señor, por su Espíritu sigue estando
presente junto a cada enfermo como un compañero de viaje que comparte su situación,
da sentido a su existencia, infunde aliento, valor y paciencia para luchar; es consuelo en
la inseguridad y angustia, ofrece la vida de Dios que cura el mayor mal que es el pecado
y posibilita al hombre para vivir toda la existencia de una forma nueva. Podemos decir
que Jesucristo es el anuncio y el ofrecimiento de la Salvación de Dios bajo la forma de
salud.

30. Hacia la salud “integral”... Jesús no desarrolla ningún discurso sobre la salud,
sencillamente genera salud tanto en los individuos como en la convivencia social. Su
actividad no se reduce a quitar enfermedades sino que se dirige a potenciar la vida en su
máxima expresión. La salud que Jesús promueve no consiste sólo en una mejoría física.
Su acción sanadora va más allá de hacer retroceder una enfermedad o eliminar un
problema orgánico. Jesús busca la salud integral de la persona, reconstruye enteramente
al enfermo, hace emerger al hombre sano. Jesús cura salvando a la persona y salva a la
persona curando.

31. Hacia la salvación… Desde una perspectiva cristiana hemos de entender y vivir la
salud como experiencia de salvación en medio de nuestra condición humana actual.
Nuestra salud frágil, amenazada, llamada a ser cuidada constantemente de manera
responsable y solidaria, necesita siempre de una salvación definitiva: gracia y regalo del
Dios de la Vida, quien continúa, Resucitado, en la obra de la Iglesia a través de los
Sacramentos, de la escucha de la Palabra, de la solidaridad y fraternidad.

La pastoral de la salud – Definición y dimensiones

32. Definición de “pastoral de la salud”. Se puede definir la Pastoral de la Salud como
la presencia y la acción de la Iglesia para llevar la luz y la gracia del Señor Resucitado a
los que sufren y a los que los cuidan y para fomentar una cultura de la vida y la salud.

33. Una pastoral orgánica y de conjunto. A ejemplo de las primeras comunidades
cristianas (Hechos de los Apóstoles 2, 42-44: “Acudían asiduamente a la enseñanza de
los Apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones. ... Todos los que
habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y
propiedades y repartían después el dinero entre todos según la necesidad de cada uno”)
, las comunidades eclesiales (en su articulación de barrios, manzanas, zonas pastorales,
etc.) organizarán su pastoral conjugando los aspectos del anuncio de Cristo y de su
Evangelio, la celebración de su presencia y el testimonio a través de la comunión o
fraternidad y el servicio de solidaridad. También la pastoral de la salud abarca estas tres
dimensiones o aspectos de la evangelización, colaborando con las demás articulaciones
pastorales de las comunidades locales y diocesanas.

El anuncio


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34. Anuncio. La pastoral de la salud pondrá énfasis en el anuncio del sentido cristiano
del sufrimiento humano, en los temas candentes de la bioética contemporánea, en el
anuncio de los valores del Reino retomados por la Doctrina Social de la Iglesia:
servicio, compromiso social, solidaridad, subsidiariedad, valor del cuidado de la salud,
promoción de una cultura de la vida y la salud.

35. El sentido del sufrimiento humano. “Como todas las demás personas, los cristianos
sienten y experimentan el dolor: pero su fe les ayuda a comprender más profundamente
el misterio del sufrimiento y a soportar su dolor con más valor. En las palabras de Cristo
ellos encuentran que la enfermedad tiene un sentido y un valor para su salvación propia
y la del mundo... La enfermedad va íntimamente ligada a la condición humana, y sin
embargo, en términos generales no se puede considerar como un castigo impuesto a
cada individuo por sus pecados personales (ver Jn 9,3). Cristo mismo, inocente de todo
pecado, al cumplir las palabras de Isaías en su pasión, tomó sobre sí todas las heridas y
compartió todos los sufrimientos humanos (ver Isaías 53, 4-5 ). Y Cristo sigue sufriendo
dolores y tormentos en sus miembros, que están configurados con Él…” (Ritual, no. 1 y
2).
Jesucristo nos invita a luchar contra el sufrimiento, como hizo Él, y a valorar la salud
como bien precioso y frágil, “en tal forma que podamos cumplir nuestro papel en la
sociedad humana y en la Iglesia. Pero siempre debemos estar preparados para completar
lo que falta a los sufrimientos de Cristo para la salvación del mundo, mientras tenemos
en perspectiva la liberación de la creación para la gloria de los hijos de Dios (ver Col 1,
24: Rom 8, 19-21). Más aún, el papel de los enfermos en la Iglesia consiste en recordar
a los demás las cosas esenciales o más altas. Con su testimonio, los enfermos
demuestran que nuestra vida mortal tiene que ser redimida por medio del misterio de la
muerte y resurrección de Cristo” (Ritual, no. 3).
La Revelación bíblica (en particular el Libro del Génesis) nos dice que pecado,
enfermedad y muerte son consecuencia del pecado de los progenitores; el libro sagrado
del Apocalipsis, además, nos relata que en la nueva Jerusalén no habrá ni muerte, ni
enfermedad, ni llanto, ni luto: esto nos revela la “negatividad” de la enfermedad, que no
hacía parte del proyecto originario de Dios y no hará parte de la vida del Paraíso. Es
oportuno que nuestro lenguaje exprese la verdadera naturaleza de la enfermedad sin
considerarla en sí misma una realidad “positiva”. Sabemos que Dios puede ayudarnos a
descubrir nuestro bien en todas las situaciones (de pecado, enfermedad, fracaso,
preocupación, etc.) pero esto no significa que estas realidades se conviertan en
positivas.
Es necesario, además, distinguir en Dios el “querer” y el “mandar” del “permitir”. Dios
no “quiere” y no nos “manda” el mal (en cualquier aspecto que tome), pero lo
“permite”, porque respeta nuestra libertad. Además Dios respeta las leyes de la
naturaleza que Él creó y continúa teniendo en vida y la “autonomía” de las realidades
terrenales (como nos dice el Concilio Ecuménico Vaticano II en la GS); nos toca a
nosotros los hombres comprender estas leyes (la sabiduría de la creación) y tomar
decisiones responsables que no afecten la vida y la salud de nuestro prójimo. Esto es lo
que Dios “quiere”. La voluntad de Dios es que todos nos salvemos, aceptando su gracia.
Su voluntad es que hagamos el bien, amándolo a Él y a nuestro prójimo. Dios, porque es
Dios, no quiere nuestro mal o sufrimiento, nunca. Lo permite, como permite nuestros
pecados, nuestra maldad y nuestro egoísmo.

36. Los problemas morales. Otra exigencia de fondo se relaciona con los problemas
morales y la necesidad que la comunidad cristiana se dote de instrumentos idóneos para

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promover una auténtica cultura de la vida y la salud. Es oportuno promover en las
universidades e instituciones de enseñanza católica así como en los seminarios, cursos
de pastoral de la salud, de ética y de bioética sobre los temas más candentes: la
procreación, la asistencia en el final de la vida, las formas de manipulación genética, los
transplantes, etc. Es una exigencia imprescindible formar éticamente a los operadores de
la salud con escuelas de ética y centros de investigación y participar con competencia y
responsabilidad en aquellas iniciativas o estructuras ya presentes en el sector de la salud
(enseñanza de la ética en las escuelas para operadores de la salud, comités éticos, etc.).

37. La prioridad de la evangelización. Destaca la prioridad de la evangelización y de la
catequesis para sanar o reducir la fractura entre el Evangelio y la cultura, para presentar
correctamente el punto de vista cristiano sobre el dolor, la muerte, la salud, el sentido
del servicio hacia quien sufre. Es ésta una preocupación de toda la comunidad cristiana
que debe poder traducirse en proyectos de catequesis y formación. Surge la exigencia de
iluminar, a través de la fe cristiana y de la persona de Jesús, la realidad del dolor, el
sufrimiento, la enfermedad, la pérdida y la muerte.

38. Denuncia de las injusticias. Es necesario sensibilizar a la sociedad y a la Iglesia
sobre la realidad del sufrimiento, denunciando la marginación de los enfermos,
discapacitados y ancianos, de manera especial frente a las enfermedades con
características distintas: VIH-SIDA, drogadicción, alcoholismo, tabaquismo y salud
mental, crónico-degenerativas, accidentes.
La actividad pastoral nos confronta con situaciones de sufrimiento que es justo aliviar,
en la medida de lo posible. Al mismo tiempo nos cuestiona sobre las causas que están a
la raíz de muchos problemas: alimentación insuficiente o inadecuada, estrés de la vida
en las grandes ciudades, uso masivo de productos químicos, los efectos de los productos
transgénicos, etc.; sin tomar una actitud de quien condena todo lo nuevo, sentimos la
obligación moral de alertar sobre estos y otros fenómenos que crean pobreza y
enfermedad.
No podemos dejar de denunciar los fenómenos de charlatanería, esoterismo, brujería,
etc. entremezclados con el mundo de la salud. Estos fenómenos no sólo son un fraude –
a menudo en contra de las personas más humildes económicamente – sino que también
impiden el acceso a remedios efectivos de la medicina alo y homeopática, en perjuicio
de su salud.

39. La formación de los agentes. La Iglesia siente el compromiso de formar agentes de
pastoral de la salud para anunciar la Buena Nueva de la salvación desde las realidades
de la salud y de la enfermedad, de la vida y de la muerte así como en los aspectos de
promoción de la salud y prevención de las enfermedades.

40. Fomento de la salud y prevención. Otro desafío es favorecer el auto-cuidado, la
promoción y la educación en salud, actuando de manera preferencial en el campo de la
cultura de la prevención de las enfermedades y el fomento de estilos de vida más
saludables, con proyectos impregnados por los valores de la justicia, equidad y
solidaridad.

41. Los aspectos políticos y administrativos. La Iglesia puede hacer una valiosa obra de
concientización de las comunidades y los actores políticos sobre el derecho a la salud y
el deber de luchar por condiciones de vida más humanas: derecho al acceso a los
servicios de salud, al trabajo, al salario justo, a la vivienda, a la alimentación, a la

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educación, a la recreación, a los servicios públicos básicos, a la conservación de la
naturaleza.

42. Las formas de medicina alternativa y natural. Parece oportuno rescatar y valorar la
sabiduría y la religiosidad popular relacionadas con la utilización de los dones de la
naturaleza y la conservación del medio ambiente. Se auspicia una mayor inversión de
recursos en la investigación científica sobre estos temas, para que los resultados den la
seguridad de su efectividad y se puedan utilizar con provecho por parte de toda la
población.

43. Los estilos de vida. Educar sobre el nuevo concepto de salud como calidad de vida
y estilos de vida saludables es otra prioridad: reflexionar, a la luz de la fe cristiana y de
la persona de Jesús, sobre la realidad de la salud y de la enfermedad, así como las
implicaciones de la ciencia, la tecnología y la bioética; considerar el acceso a los
servicios de salud como un derecho fundamental del ser humano, estrechamente
vinculado a la solidaridad y a la equidad.

44. .Relación con otras confesiones cristianas, otras religiones, los Nuevos
Movimientos Religiosos (NMR) y las sectas. Son fenómenos que están adquiriendo una
importancia muy trascendente en nuestra vida pastoral: encontramos a estos creyentes
en nuestras comunidades y en las estructuras de la salud; sucede también que algunos
católicos siguen a estos NMR, abandonando sus comunidades y la práctica religiosa
católica. Siguiendo la enseñanza del Magisterio queremos cultivar con las personas
pertenecientes a otras religiones (Judíos, Musulmanes, Budistas, etc.) y a las
confesiones cristianas tradicionales una relación de mutuo conocimiento, aprecio y
diálogo. Bastante difícil, sin embargo, es dialogar con algunas personas que pertenecen
a las sectas o a los NMR; a menudo estos grupos presentan un rostro agresivo contra la
Iglesia Católica. Nuestra fe nos motiva a ir tejiendo con todos un verdadero diálogo,
comprendiendo las razones de la búsqueda de nuevas formas de espiritualidad y
religiosidad entre nuestra gente, cuestionándonos sobre nuestra “oferta” en términos de
vida fraterna y de espiritualidad. A menudo los NMR y las sectas proliferan en una falta
de propuestas espirituales y de fraternidad que sean atractivos, o por la misma
ignorancia del enfermo y sus familiares.

45. La Doctrina Social de la Iglesia. Se trata de alentar el estudio y llevar a la práctica
la Doctrina Social de la Iglesia, es decir, el conjunto de las reflexiones que el Magisterio
de la Iglesia ha ido desarrollando en el último siglo sobre los aspectos sociales,
laborales, políticos y económicos, a la luz de la Sagrada Escritura, por lo que se refiere
al mundo de la salud.

La celebración
46. Liturgia y oración personal. La liturgia y la oración encuentran su cumbre en la
celebración de los Sacramentos.

47. Los Sacramentos. Los Sacramentos son gestos simbólicos: manifiestan en los
lugares de salud o en los hogares de los enfermos la continuidad del amor de Dios hacia
su pueblo, en momentos particularmente difíciles de la vida. En los ambientes de la
salud se celebran en particular tres sacramentos: Reconciliación, Eucaristía, Unción de
los Enfermos.


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48. La Penitencia o Reconciliación. El sacramento de la Reconciliación libera al
enfermo de los pecados y lo pone receptivo a unir sus sufrimientos a la pasión de Cristo.
Manifiesta la bondad de Dios Padre, quien – por medio de la muerte y resurrección de
su Hijo Jesucristo y por medio del don del Espíritu Santo – quiere reconciliar consigo a
toda la humanidad, ofreciendo a todos los hombres la plenitud de su comunión.

49. La Eucaristía. Memorial de la pasión del Señor, la Eucaristía es el centro del
ministerio pastoral del agente y de la vida espiritual del que sufre. Participando de la
celebración eucarística o nutriéndose del Cuerpo de Cristo llevado a los hospitales, o
recibiendo la comunión bajo la forma de Viático, el enfermo es fortalecido y dotado de
la prenda de la resurrección. La Eucaristía, memorial del sacrificio de Jesucristo, nos
introduce en la dinámica de Quien da su vida por amor. La insistencia del Magisterio
sobre el Sacramento de la Eucaristía nos compromete a valorar mayormente la
Eucaristía como Viático para nuestros hermanos moribundos. “Cuando los cristianos
pasan de esta vida, son confortados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, como viático, y
en esta forma poseen la prenda de la resurrección que el Señor prometió: "El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día" (Jn
6,54)... La comunión recibida en forma de viático debe considerarse como una señal
especial de participación en el misterio que se celebra en la Eucaristía, que es la muerte
del Señor y su paso hacia el Padre” (Del Ritual). Recordemos que “todo cristiano
bautizado, capaz de recibir la comunión, está obligado a recibir el viático por el
precepto de recibir la comunión cuando, por cualquier causa, se encuentre en peligro de
muerte”. Los sacerdotes, además, “deben procurar que la celebración de este sacramento
no se difiera, sino que los fieles sean alimentados por el viático cuando aún estén
plenamente lúcidos”. “Es muy recomendable que durante la celebración del viático, los
cristianos renueven la profesión de su fe bautismal, por la cual Dios los adoptó como
hijos suyos y se convirtieron en coherederos de la promesa de la vida eterna”.

50. La unción de los Enfermos. La Unción de los Enfermos es la forma propia y más
típica de la atención del Cristo total (de Cristo y de la Iglesia) hacia la difícil y
fundamental experiencia humana del sufrimiento. Comunica la fortaleza del Espíritu
Santo para luchar contra la enfermedad y al mismo tiempo para transformar el
sufrimiento en oración salvífica para el mismo enfermo y para la comunidad eclesial.

51. Para una celebración fecunda…El Sacramento, para ser inteligible y eficaz, va
insertado al interior de un camino de fe; no puede ser ofrecido y acogido como un acto
aislado de la vida del bautizado; va liberado de interpretaciones y expectativas mágicas
y supersticiosas; se tiene que ayudar a comprender su índole eclesial y comunitaria,
superando todas las formas de privatización; debe manifestar su naturaleza simbólica,
en la cual se recupera el significado salvífico de la realidad creada y de los mismos
actos terapéuticos.
Desde el punto de vista pastoral se necesita, además, tener presente algunos pequeños
factores que contribuyen a hacer significativa la celebración de los sacramento en las
familias y en las instituciones de la salud: las condiciones ambientales favorables, la
relación serena entre el enfermo y cuantos le asisten, la participación de los familiares,
de los operadores de la salud y de los voluntarios, la selección de textos litúrgicos
apropiados y de reflexiones aptas a la situación vivida del enfermo.

52. La oración. Otro momento de santificación importante, en los ambientes
hospitalarios y en las casas de los enfermos, está representado por la oración junto a la

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cabecera y por la Liturgia de la Palabra y de las Horas. Se trata de momentos, tal vez
breves, pero que pueden asumir una importancia significativa, en la tarea de formar una
fe que sepa ofrecer la propia existencia al Señor en los momentos difíciles.

53. Los Sacramentales. No se debe, en fin, olvidar otros actos de culto: ejercicios
piadosos (el santo rosario individual y en comunidad, el Vía Crucis, etc.) y todos
aquellos gestos, bendiciones, oraciones, que se llaman sacramentales. Los
Sacramentales tienen una estructura análoga a los Sacramentos, en particular por el
lenguaje de los signos. Pueden ser Sacramentales–cosas, es decir las cosas benditas,
consagradas o exorcizadas (agua, velas, ramas de olivo, cenizas, etc.) y Sacramentales–
acciones, como las consagraciones, las bendiciones (del agua, de los niños, de los
enfermos, de los campos, de los utensilios, etc.) y los exorcismos. El Sacramental, en
ambiente de la Salud la bendición del enfermo en particular, va siempre considerado en
relación con el Misterio Pascual. Toda la ritualidad que caracteriza el amplio campo de
la liturgia tiene la finalidad de actualizar el Misterio Pascual: los sacramentales y otros
ritos y ejercicios piadosos ponen al fiel en la actitud de la súplica, para que su existencia
sea animada del Espíritu de la Resurrección y pueda orientarse a la plenitud sacramental
de la Eucaristía.
Nuestra cultura y fe se manifiestan comúnmente en la devoción mariana y el rezo del
santo Rosario. Se trata de una de las formas más bellas de fe, que va promovida: orienta
hacia Jesucristo, valora la Sagrada Escritura, tiene un rostro comunitario, es sencilla y
profunda.

54. Días particulares. A lo largo del año tiene lugar la celebración de algunas jornadas
particulares: del enfermo, del médico, de la enfermera, del SIDA, del anciano, de la
vida, del voluntario, etc. Además se pueden celebrar con especial esmero las fechas
significativas del año litúrgico: Navidad, Pascua, la festividad de la Virgen de la Salud y
de los santos de la caridad: San Camilo, San Juan de Dios, San Vicente de Paúl, las
fiestas patronales de cada parroquia y diócesis, las peregrinaciones a santuarios, etc.
Pueden ser ocasiones propicias de evangelización y de solidaridad para enfermos, sus
familiares, profesionales y la entera comunidad eclesial y civil. En estas celebraciones
se puede manifestar el “protagonismo” de los enfermos en la obra de evangelización
que nos recomienda el Santo Padre.

Fraternidad – Solidaridad

55. La comunión o fraternidad. La pastoral de la salud alentará todas la iniciativas que
fomenten la fraternidad y unidad de la comunidad: organismos de participación, formas
que involucren a los enfermos en la vida de la comunidad, el sentido de pertenencia de
los “débiles” a la vida comunitaria, la solidaridad entre las profesiones, etc.


56. La solidaridad. Favorecerá, además, todas las iniciativas que garanticen una
asistencia de calidad, la humanización de las relaciones y estructuras, una adecuada
asistencia pastoral en las instituciones para la salud, la apertura de las instituciones a su
territorio para los aspectos del fomento de la salud y la prevención de las enfermedades.

57. La comunión como camino de evangelización. La reflexión teológica conciliar y
post-conciliar ha redescubierto la centralidad de la comunión o “koinonía” en el
misterio de la Iglesia y en la impostación de la actividad pastoral. La comunión eclesial,

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que ante todo es don del Espíritu Santo y reflejo de la Vida Trinitaria, exige ser
traducida y vivida en la experiencia de la comunidad, a todos los niveles del ser eclesial.
Así también se explica la búsqueda de nuevas formas de comunión y comunidad en la
Iglesia de hoy. La Iglesia, en sus diversos niveles, aparece a los ojos de muchos, sobre
todo como un cuerpo fuertemente organizado, como estructura social eficiente, o bien
como agencia encargada de la administración de actos religiosos e iniciativas
asistenciales. Demasiado a menudo no aparece como espacio de comunión y lugar en el
que se vive la fraternidad. Sólo una Iglesia comunión puede ser sujeto creíble de la
evangelización.

58. Actitudes y comportamientos fraternos. Se exigen algunas características
relacionales por parte de los artífices de la pastoral: capacidad de comprensión,
capacidad de establecer relaciones auténticamente personales, respeto constante de las
personas con diferentes ideas y creencias religiosas, lealtad y fidelidad, flexibilidad,
amabilidad en el trato, cortesía, disposición a la comunicación y a la colaboración.

59. Formas asociativas. Además que en las relaciones interpersonales y
“personalizadas” con los enfermos y los trabajadores de la salud, la comunión eclesial
en los lugares para la salud, tiene que expresarse a través de la formación de grupos,
movimientos, formas asociativas. La comunidad eclesial tiene que llegar a ser un hogar
al que todos puedan acercarse y encontrar la comprensión y el calor humano que
necesitan.

60. La solidaridad y el servicio. De la comunión y fraternidad nace la misión de
solidaridad y el servicio. A través de la diakonía (servicio) la Iglesia se hace, en el
mundo de hoy y en los diversos contextos en los que vive y actúa, anuncio creíble y
fermento de un mundo nuevo prometido por Dios e inaugurado en la Pascua de Cristo,
en el cual el amor, la fraternidad, la justicia y la paz habrán vencido definitiva y
totalmente sobre las divisiones, la violencia, las diversas formas de explotación y de
injusticia y egoísmo.

61. La enseñanza de la historia. Desde el principio de su historia, la Iglesia ha
ejercitado formas de solidaridad y de servicio: compartir los bienes, colectas de
solidaridad, limosnas, caridad individual, obras de misericordia corporales y
espirituales, formas de beneficencia y de asistencia, instituciones y obras de promoción
social, de educación y de alfabetización. La atención actualmente se está cada vez más
dirigiendo hacia formas que miran a remover las causas de las situaciones de malestar,
de corresponsabilización de los beneficiados, de intervención en la elección de política
social. Esto no significa que sean superadas las intervenciones que miran a aliviar
situaciones de malestar o a taponar situaciones de emergencia. Existe la exigencia de
operar, como Iglesia, en ambos niveles de intervención. La caridad es también el
camino privilegiado para la evangelización.

62. La humanización. La denuncia de una degradación de humanidad en el mundo de la
salud reúne consensos generales y expresa un malestar por parte de los pacientes y de
los mismos trabajadores de la salud. Las causas de este fenómeno pueden ser múltiples:
intereses políticos y económicos, excesiva burocracia del sistema asistencial,
tecnificación de la medicina e investigación científica, inadecuada eficiencia
administrativa, conflictos contractuales, el deterioro de la escala de los valores que rinde
más difícil la consideración del enfermo como persona. La humanización tiene una

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valencia evangelizadora: por eso forma parte de las funciones específicas de la pastoral.
Se trata de favorecer o activar todas las energías para promover una mayor
humanización de los ambientes para la salud, convencidos que cada gesto y proyecto
que promuevan la situación del hombre es, por su naturaleza, un gesto de
evangelización.

      63. La asistencia pastoral. El mandato de Jesús: “Estuve enfermo y me visitaron”
(Mt 25) constituye la base de partida de la atención pastoral a los enfermos en las
instituciones para la salud y a domicilio. La visita expresa la solidaridad de la Iglesia y
su cercanía. Particular relevancia toman los sacerdotes, los Ministros de la Comunión y
los visitadores de los enfermos. La prolongación de la edad aumenta el número de
ancianos presentes en nuestras comunidades. En algunos lugares es necesario organizar
una específica pastoral de las personas mayores; no necesariamente es tarea de la
pastoral de la salud, porque, gracias a Dios, la mayoría de ellos goza de buena salud y
tienen un papel activo en la sociedad y la comunidad eclesial; es preferible colaborar
con organismos pastorales que se ocupan de estas personas.

64. Asociaciones profesionales. La actividad asociativa tiene un impacto mayor
respecto a iniciativas particulares y testimonia la naturaleza comunitaria de la
comunidad eclesial. Se debe favorecer, pues, la creación de asociaciones católicas de
profesionales de la salud: médicos y enfermeros, farmacéuticos y otros. Se trata,
además, de motivar a los profesionales de la salud para que presten servicios de
educación, prevención y asistencia en salud a las comunidades más pobres, barrios
marginados y zonas rurales.

65. Asociaciones de enfermos. También los enfermos pueden lograr con más facilidad el
respeto de sus derechos cuando se unen. La comunidad eclesial alienta todo esfuerzo
para crear grupos y/o asociaciones de enfermos o de apoyo a enfermos crónicos y a sus
familiares. En nuestras comunidades valoramos la presencia de la Unión Enfermos
Misioneros como forma de evangelización y estímulo para toda la comunidad local.

66. Vigilancia sobre las prácticas médicas. El costo de la medicina alopática favorece el
desarrollo de prácticas médicas alternativas, algunas nuevas, otras más ligadas a la
medicina popular tradicional. La pastoral de la salud favorece un discernimiento sobre
la validez de las diferentes prácticas, para que no se utilicen sin los fundamentos
necesarios y sin comprobación científica, dañando a los usuarios.

67. La política sanitaria. Se debe velar para que los organismos e instituciones públicas
y privadas que prestan servicios y forman profesionales de la salud tengan presente su
misión social, política, ética, bioética y comunitaria. Es necesario participar activa y
críticamente en las instancias oficiales que deciden las políticas de salud de la nación,
estado, región y municipio, recuperando el compromiso constitucional de la seguridad
social, destinado a garantizar el derecho a la salud, a la jubilación y la asistencia social.

68. Colaborando con todos… La pastoral de la salud establece canales de comunicación
y colaboración con y entre las instituciones públicas y privadas que actúan en el sector
de la salud y de la educación. Se articula con otras pastorales, movimientos, organismos
e instituciones a fin de compartir recursos materiales, financieros, humanos, así como
acciones y proyectos comunes.


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II. SUJETOS Y PROTAGONISTAS DE LA PASTORAL DE LA SALUD


69. La Iglesia “hogar” de salud. La comunidad cristiana es prolongación histórica de
Cristo. El enfermo debe encontrar en ella el lugar privilegiado y el trato que encontraba
en Jesús: su misma preferencia, cercanía y acogida, el mismo trato curador, su fuerza
sanadora.
Es la comunidad cristiana, en su complejo, el “sujeto originario” de cualquier pastoral.
Los agentes son “representantes”, “manifestación” de la Comunidad.
La comunidad parroquial asume la promoción humana, el cuidado y preservación de la
salud, el acompañamiento pastoral a enfermos y ancianos en fidelidad a su misión de
construir el Reino de Dios.


70. El enfermo: sujeto de evangelización. El hombre sufriente es sujeto responsable y
activo de la obra de la evangelización y salvación y esto compromete a la comunidad
cristiana en una pastoral de la salud que se construye en torno al enfermo como
protagonista y evangelizador (Christifideles Laici, 53 y 54): “A todos y a cada uno se
dirige el llamamiento del Señor: también los enfermos son enviados como obreros a su
viña. El peso que oprime los miembros del cuerpo y menoscaba la serenidad del alma,
lejos de retraerles del trabajar en la viña, los llama a vivir su vocación humana y
cristiana y a participar en el crecimiento del Reino de Dios con nuevas modalidades,
incluso más valiosas... Uno de los objetivos fundamentales de esta renovada e
intensificada acción pastoral - que no puede dejar de implicar coordinadamente a todos
los componentes de la comunidad eclesial - es considerar al enfermo, a las personas con
diferentes capacidades, al que sufre, no simplemente como término del amor y del
servicio de la Iglesia, sino más bien como sujeto activo y responsable de la obra de
evangelización y de salvación. Desde este punto de vista, la Iglesia tiene un buen
mensaje que hacer resonar dentro de la sociedad y de las culturas que, habiendo perdido
el sentido del sufrir humano, silencian cualquier forma de hablar sobre esta dura
realidad de la vida”.


71. La familia del enfermo. La familia ocupa el lugar primario en la humanización de la
persona y de la sociedad. Está llamada a ser una comunidad de fe-esperanza y caridad,
una comunidad de salud: a educar para vivir en salud, a promover la salud de sus
miembros y de su entorno. Es importante recuperar a la familia como parte esencial en
el cuidado de su miembro enfermo. Un papel indispensable es el de la oración por sus
seres queridos enfermos, ancianos limitados, familiares con capacidades diferentes; la
oración es la primera y más fecunda modalidad de solidaridad.

72. El agente de pastoral de la salud. Entre los sujetos de Pastoral de la Salud (todos,
coordinados por el Obispo en el nivel diocesano y por el párroco en un nivel local),
destacan los agentes de Pastoral de la Salud: se trata de ministros ordenados, religiosos
y religiosas, laicos que, después de una adecuada preparación, reciben un mandato
específico por la comunidad eclesial: capellanes de hospitales, ministros extraordinarios


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de la Sagrada Comunión (MEC), agentes visitadores, agentes de promoción de la salud,
miembros de la Unión Enfermos Misioneros, etc.

73. Rol de los religiosos /as. Todos los religiosos/as, pero de manera especial los que
tienen el carisma del testimonio de Cristo en el mundo de la salud, están llamados a ser
testimonio de fe y esperanza en un mundo cada vez más deshumanizado, tecnicista y
materialista y a enriquecer con su presencia a toda la comunidad eclesial en espíritu de
apertura y colaboración a las actividades parroquiales, así como animar y acompañar a
los grupos de pastoral de la salud.


74. Los Ministros Extraordinarios de la Comunión (MEC) y visitadores de enfermos.
En muchas comunidades están presentes los MEC. Son presencia de la comunidad
eclesial con los enfermos y sus familias; al mismo tiempo son los “oídos” de la
comunidad, para detectar necesidades, para suscitar respuestas de la comunidad, para
ser “puente” entre los enfermos-familias y la comunidad.
Desarrollan un rol misionero de primera importancia; en muchas situaciones son la
única modalidad “misionera” de una comunidad, la única forma de salir del templo y
acercarse a las vivencias y necesidades de la gente. Pueden ser evangelizadores con los
lejanos o alejados de la práctica eclesial.
Surgieron para favorecer la pastoral con los enfermos y, sin olvidar los preciosos
servicios que desarrollan en los templos (en particular cuando falte el ministro
ordenado), deben tener una formación particular para acompañar a los enfermos y sus
familias en las difíciles situaciones de la enfermedad, de la ancianidad y de la
discapacidad.
Su formación debe contemplar la capacitación a la ayuda a través de la relación
interpersonal, al acompañamiento de los familiares, al seguimiento en la estación del
duelo.
Particular importancia, y por ende capacitación, necesitan los que obran en los centros
de salud, acompañando también a los profesionistas y a todas las personas en las
decisiones éticas.


75. Los Diáconos. La eclesiología del Concilio Vaticano II ha reintroducido la figura
del Diácono permanente como agente coordinador de la caridad y no sólo como
ministro del altar. En la Pastoral de la Salud se inserta como promotor de carismas al
servicio, como coordinador de las iniciativas de solidaridad y servicio voluntario, como
agente “puente” entre las comunidades eclesiales (grupos Cáritas y pastoral social,
grupos de voluntariado), las familias y las instituciones para la salud. Una mayor
valoración de este carisma puede facilitar un mejor apostolado de los seglares e
iniciativas de evangelización y humanización de las estructuras.


76. Rol de las instituciones educativas. Se deben involucrar a las instituciones
educativas de la Iglesia para que participen activamente en el crecimiento y formación
integral de la persona; de ahí la importancia que en sus planes y programas incluyan lo
relacionado con la promoción, prevención y educación para la salud.




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77. El voluntariado asistencial y de promoción de la salud. El voluntariado es una
expresión concreta del amor de Dios; es el quehacer de toda persona y en especial del
cristiano. Con su actitud de amor, servicio gratuito e incondicional, promueve la cultura
de la vida, basada en los valores de la solidaridad y la fraternidad.

78. Grupos y asociaciones de enfermos. Muchos son los grupos y asociaciones de
enfermos que se organizan para apoyarse, colaborar mutuamente y desarrollar una tarea
de evangelización. Es importante valorar, reconocer y acompañar sus esfuerzos; ellos
comunican y transmiten grandes valores humanos y cristianos a la comunidad.


79. Formación de los pastores. En los planes de formación de los seminaristas, se
tendrá presente la formación y capacitación en la pastoral de la salud. También en la
formación permanente del clero se tendrá presente esta tarea misionera en el mundo de
la salud.


80. Valoración de los medios de comunicación social. Los medios de comunicación
cumplen un papel importante como órganos de información y difusión a la comunidad;
por lo tanto es conveniente aprovecharlos para realizar programas y campañas de
educación en la defensa de la vida y en la promoción de la salud.


81. Las organizaciones populares. Las organizaciones populares son instancias de
resistencia del pueblo pobre y doliente que se organiza para sobrevivir frente al
empobrecimiento creciente. Es necesario reconocer y apoyar el esfuerzo que éstas
realizan en el servicio a la comunidad, capacitándolas en la promoción de la salud y la
prevención de las enfermedades.


82. Instituciones católicas de salud. Un papel importante pueden jugar las instituciones
de salud (hospitales, asilos, dispensarios y clínicas, comunidades terapéuticas, etc.) de la
Iglesia, surgidas y manejadas por parroquias, institutos religiosos, movimientos y
asociaciones eclesiales.
No pueden faltar algunos aspectos para que sean verdaderamente “evangelizadoras”.
a. Están llamadas a educar y a promover la salud, a cuidar y defender la vida, a brindar
    una asistencia integral más humana al hombre enfermo y su familia, reconociendo y
    respetando sus derechos, en plena adhesión al magisterio de la Iglesia en el campo
    de la bioética.
b. Deben ser “ejemplo” y “modelo” esmerado en el cuidado de los enfermos,
    suscitando un proceso de “imitación” por parte de las estructuras públicas o privadas
    que no tienen la inspiración de Jesucristo.
c. Se dedicarán, con preferencia, a las categorías de personas menos atendidas,
    obrando como “suplencia” en las carencias de las instituciones públicas y privadas
    de salud y asistencia.
d. Deben destacar por el servicio religioso. La gente tiene derecho de encontrar una
    asistencia espiritual de calidad. La realizará un equipo asesorado por el sacerdote o
    religioso/a capacitados en esta área específica. Buscará ser presencia significativa
    que aglutine todas las fuerzas cristianas presentes en la institución, en diálogo con el
    territorio de referencia.

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III ESPIRITUALIDAD EN LA PASTORAL DE LA SALUD


83. El servicio fuente de espiritualidad. Tratando de vivir la propia existencia a la luz
del Evangelio de Jesús misericordioso, el agente de pastoral de la salud fundamenta su
actividad en una espiritualidad concreta y profunda.
Consciente del riesgo de caer en un activismo falto de vida, que separa apostolado y
espiritualidad, encontrará en el centro mismo del servicio prestado a los hermanos, la
llamada al silencio, a la contemplación y al encuentro con Dios en la oración.


84. Prolonga a Cristo y su amor. El agente, por una parte, ha de identificarse
progresivamente con Cristo, el buen Samaritano, para poder ser su imagen viva y
prolongar hoy su amor perenne a los enfermos con su vida y acción. Por otra parte,
reconoce al Señor en los enfermos y sabe que está presente en ellos, por eso les acoge
como a Jesús mismo y su actividad pastoral se convierte en un servicio a Cristo.

85. La caridad pastoral. El ejercicio del apostolado debe ser la base de todo crecimiento
y maduración espiritual. El amor al prójimo enfermo y a quienes lo asisten, exige
abnegación, sacrificio y entrega. De ahí nacen las genuinas actitudes pastorales: estar
junto a los otros aún cuando no se encuentre una gratificación inmediata, capacidad
creativa de adaptarse a las situaciones cambiantes, sensibilidad para acoger los valores
de una cultura diversa, flexibilidad en los comportamientos, etc.

86. La “integración de lo negativo”. Guiado por el ejemplo y la fuerza de Cristo, va
integrando en su propia experiencia aún los aspectos negativos de la vida, como el dolor
y el sufrimiento, lo cual lo capacita para aproximarse a los enfermos con un corazón
acogedor, lleno de comprensión, respeto y amor, para auxiliar a las personas que están
pasando la prueba del dolor.


87. La capacidad de “contemplación”. Escuchando la Palabra del Señor, el agente de
pastoral aprende a leer, desde la fe, la experiencia humana propia y la del enfermo y a
descubrir la acción de Dios. De esta forma puede ayudar a cuantos encuentra en su
apostolado a vivir sabiamente, en un camino marcado por la esperanza.

88. Celebrando la vida. La espiritualidad del agente se expresa también en la
celebración de la vida, valorada como don y como compromiso, superando el fatalismo
y la desesperación. En la celebración presidida por Cristo, es redimida la debilidad
humana que encuentra en la enfermedad y en la muerte sus formas más sublimes, son
anunciados los nuevos cielos y la nueva tierra, la nueva realidad de la vida en Cristo que
va más allá de la muerte.

89. Fecundidad versus eficacia. En la evaluación del propio apostolado, el agente de
pastoral no debe dejarse guiar únicamente por criterios de eficacia y de éxito.


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Purificando constantemente las propias motivaciones y reconociéndose siervo inútil,
intensificará su disponibilidad para promover el Reino de Dios. En los momentos
difíciles, en los que se siente desarmado e impotente, reforzará su confianza en el Único
que puede salvarlo.

90. Hacia una entrega “alegre”. Siguiendo la exhortación de San Pablo: "El que
practica la misericordia hágalo con alegría" (Rom 12,6), el agente ha de encontrar en las
fuentes de la propia espiritualidad la alegría del don gratuito, a ejemplo de Cristo que se
ha entregado a los hombres desinteresadamente.

91. El ejemplo de la Virgen María. Para alimentar su espiritualidad, el agente de
pastoral recurrirá a María, Salud de los enfermos, tomando del ejemplo de la Madre de
Jesús, su capacidad de servir a los enfermos con cuidado y fidelidad, con disponibilidad
y gratuidad, con ternura y compasión.



          IV LA ORGANIZACIÓN DE LA PASTORAL DE LA SALUD

NIVEL PARROQUIAL

92. En la parroquia.
Objetivos de un grupo de pastoral de salud:
- Promover un estilo de vida sana, una comunidad sanante a través de la promoción,
educación y prevención de las enfermedades (dimensión comunitaria).
- Sensibilizar y motivar a la comunidad cristiana para que se haga cargo de sus
enfermos y ancianos (dimensión comunitaria).
- Hacer presente el amor misericordioso de Jesús a los enfermos y ancianos en
hospitales, asilos y familias (dimensión solidaria).
- Anunciar el sentido cristiano del sufrimiento humano (dimensión solidaria).
- Contribuir a la humanización y evangelización de las estructuras, instituciones y
personal de la salud (dimensión político - institucional).

93. Organización y estructura
El grupo de pastoral de la salud tendrá su coordinador y contará con la animación y
asesoría espiritual del párroco.
Realizará su trabajo en coordinación con la pastoral de conjunto y demás grupos
parroquiales.
Se elaborará un plan de trabajo que incluya: la sectorización de la parroquia, un
diagnóstico de la realidad (problemas y recursos), la identificación de líneas de acción y
la agenda de las actividades.
Para responder de manera concreta y adecuada a las necesidades detectadas, se
conformarán los comités de trabajo involucrando a todas las personas de la parroquia:
enfermera, farmaceuta, trabajadora social, maestra, modista, conductor, ama de casa,
pensionados, etc. que tendrán como objetivo la realización de labores concretas
teniendo en cuenta las diversas dimensiones.
El grupo de pastoral de la salud podrá articularse en tres comités:
Comité de ayuda fraterna. Tiene como finalidad responder a las necesidades de tipo
material: farmacéutico, alimentación, ropa, elementos de aseo, fondo de dinero para
emergencias, etc. Desarrollará, además, tareas de voluntariado asistencial.

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Comité de acompañamiento. Estará conformado por personas que regalan tiempo,
atención y compañía, que visitan periódicamente a los enfermos en sus hogares y en el
hospital, facilitando la presencia del sacerdote, la celebración de los sacramentos, la
oración, etc. Pueden ser los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión.
Comité de educación en salud. Se preocupa por la promoción y educación en salud y
prevención de las enfermedades. Programa conferencias, talleres, charlas, brigadas de
salud, etc. Lucha por unas condiciones de vida más humanas (alimentación, vivienda,
agua potable, etc. ) y participa en la elaboración de los planes de desarrollo local.

94. En las instituciones para la salud.
Las comunidades cristianas en cuyo territorio se ubican instituciones de salud y
asistencia (hospitales, asilos, comunidades terapéuticas, etc.) tendrán cuidado de
organizar un servicio pastoral adecuado en las mismas.
Para alcanzar este logro es necesario conformar un grupo o equipo que, de manera
semejante a lo que sucede en las parroquias, tenga en cuenta los aspectos de ayuda
fraterna, de acompañamiento espiritual y ético del personal.


Nivel decanal
95. Nivel decanal o de vicaría. Especialmente para atender a los centros hospitalarios
mayores y para implementar programas de fomento de la salud y de prevención de las
enfermedades, es necesaria una colaboración entre las comunidades locales. Puede ser
funcional la conformación de un equipo de pastoral de la salud en un nivel de decanato
o vicaría, formado por los coordinadores parroquiales.

Nivel diocesano

96. En una pastoral orgánica. Cada Diócesis se estructura pastoralmente alrededor de
algunas líneas guías; a menudo se trata de Planes Pastorales bienales, trienales o más.
La Pastoral de la salud debe estar presente y ser tenida en cuenta en todas las fases de
elaboración del Plan diocesano y ofrecer su aporte específico, valorando lo propuesto
por la Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud del Episcopado Mexicano.

97. El equipo diocesano de Pastoral de la salud y sus objetivos.
Para impulsar la Pastoral de la salud en las Diócesis es necesario constituir un Equipo
Diocesano de PS. Puede tener diferentes nombres: Comisión, Equipo, Sección,
Secretariado, etc.
Sus objetivos son:
- Ser un signo de comunión entre las diferentes categorías y protagonistas del mundo
    de la salud;
- Manifestar la compleja realidad del mundo de la salud y del sufrimiento (signo
    representativo);
- Sensibilizar a la Comunidad Diocesana sobre los temas de la vida y la salud, en
    colaboración con todos los organismos que trabajan en este campo (otras
    comisiones: de Laicos, de los MEC, Cáritas, Pastoral Social, Pastoral Profética,
    Pastoral Litúrgica, Misiones; otras instituciones: Hospitales y asilos católicos, otras
    estructuras de salud, Congregaciones religiosas, Movimientos apostólicos
    (Renovación, etc.);
- Ofrecer oportunidades de conocimiento y de valoración para grupos, movimientos y
    asociaciones (Asociaciones civiles, grupos apostólicos);

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-   Proponer caminos de formación para las diferentes personas involucradas (agentes,
    MEC, enfermeras, médicos, farmacéuticos, técnicos, etc.);
- Animar, estimular a las parroquias para que instituyan un equipo local de PS (área
    de promoción de la salud, de asistencia social, de visita a los enfermos).
- Organizar momentos comunitarios de sensibilización y animación (jornadas y días
    especiales, congresos).
- Participar en las labores de la Pastoral, para ofrecer el aporte específico.
Para que funcione, el Equipo Diocesano de Pastoral de la salud: se encuentra
periódicamente; se estructura por sectores de interés (pastoral de la salud de las
estructuras, territorial, problemas emergentes, formación – bioética – medios de
comunicación), organiza una oficina y una secretaría.

98. El proyecto diocesano de PS. Siguiendo las directrices que proponen la Conferencia
Episcopal Mexicana y los Planes diocesanos, y según los principios de una correcta
programación, el Equipo diocesano redactará un proyecto plurianual en el que se
establecerán los objetivos generales y específicos, los criterios, las iniciativas, las
responsabilidades y los tiempos de la verificación de las actividades programadas
previamente.

Nivel Provincial y Nacional

99. La Sección Provincial de Pastoral de la Salud.
La Provincia Eclesiástica tiene el encargo de animar, proponer, promover y coordinar la
Pastoral Social en las Diócesis que la conforman. En el ámbito y en estrecha
coordinación con la Co misión Provincial de Pastoral Social (CPPS), la Sección de
Pastoral de la Salud sensibiliza a los señores Obispos para que instituyan un equipo
diocesano y encarguen a un responsable. La Coordinación Provincial está conformada
por todos los encargados diocesanos de Pastoral de la Salud, presididos por uno de ellos
(miembro del Consejo Nacional de Pastoral de la Salud).

100. Actividad de la Sección Provincial de Pastoral de la Salud.
La Sección Provincial de Pastoral de la Salud, en coordinación con la CPPS, propone
proyectos trienales y programas anuales.
Tomará en cuenta particularmente la formación de los agentes y la organización de
eventos colectivos a nivel provincial y la ayuda entre Diócesis.

101. La Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPS) y la Dimensión Nacional de la
Pastoral de la Salud.
La CEPS es un organismo de servicio del Episcopado Mexicano, de las Provincias
Eclesiásticas y de las Diócesis. Está conformado por los Obispos encargados de las 8
dimensiones (Dimensión PS-Caritas, Dimensión Fe-Política, Dimensión Justicia-Paz-
Reconciliación, Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana, Dimensión Pastoral
Penitenciaria, Dimensión Pastoral del Trabajo, Dimensión Pastoral Indígena, Dimensión
Pastoral de la Salud ) y por el Secretario Ejecutivo.
Da los aportes solicitados a la Conferencia Episcopal y anima, de manera subsidiaria, la
actividad de las Provincias y Diócesis.
Cada dimensión, para facilitar las labores, se estructura organizativamente.
La Dimensión de la Pastoral de la Salud está presidida por el Obispo presidente, quien
nombra a un secretario de dimensión y se avale de la colaboración del Consejo
Nacional de Pastoral de la Salud.

                                                                                     23
102. Tareas de la Dimensión Nacional de la Pastoral de la Salud.
Las funciones más importantes de la CEPS respecto a la dimensión de la Pastoral de la
Salud son:
   a) Estudiar los asuntos, elaborar acuerdos y ejecutar las decisiones que le hubieran
       sido encomendadas.
   b) Proponer a la Reunión Nacional de ”Coordinadores y Equipos Diocesanos” las
       sugerencias que juzguen oportunas para dar aplicación a las disposiciones de las
       instancias de gobierno.
   c) Convocar y presidir, a través del Obispo encargado de la Dimensión, la Reunión
       Nacional de Coordinadores y Equipos Diocesanos de Pastoral de la Salud.
   d) Convocar y presidir, a través del Obispo encargado de la Dimensión, los trabajos
       del Consejo Nacional de Pastoral de la Salud.
   e) Mantener relaciones de comunión y coordinación con el Pontificio Consejo para
       la Pastoral de la Salud, con los organismos del CELAM, con las demás
       dimensiones de la CEPS y con las demás Comisiones Episcopales afines.

103. El Consejo Nacional de la Pastoral de la Salud.
El Consejo Nacional de Pastoral de la Salud es un organismo colaborador de la CEPS,
representante de las Provincias Eclesiásticas, signo y expresión de comunión entre las
Provincias y las Iglesias Particulares, que reflexiona y estudia la realidad, los desafíos a
la salud y los Documentos del Magisterio de la Iglesia; anima, propone, programa, y
celebra acciones que respondan a los retos y desafíos de la realidad Nacional, Provincial
y Diocesana, en comunión con las dimensiones de la CEPS y otras Comisiones
Episcopales.
Está conformado por el Obispo encargado de la dimensión, los coordinadores
provinciales, el secretario de Dimensión nombrado por el Obispo presidente de la
dimensión y otras personas que puedan ayudar al logro de los objetivos.

104. Las tareas del Consejo Nacional y el proyecto trienal.
   Tareas:
- Dar el aporte específico a la CEPS.
- Promover la formación de maestros y líderes que, a su vez, formarán a los
         agentes de Pastoral de la Salud.
- Producir material de pastoral de la salud.
- Promover la comunión y animar a las Provincias Eclesiásticas
- Estudiar la problemática del mundo de la salud.
- Animar, organizar y programar eventos nacionales: Reunión nacional de
         pastoral de la salud, jornada mundial del enfermo, etc.
- Colaborar con las demás dimensiones de la CEPS y las Comisiones
         Episcopales de pastorales afines.
- Establecer relación con instituciones y organismos católicos, sociales y de
          gobierno.
El Consejo nacional colabora con la CEPS para elaborar un proyecto trienal de trabajo,
siguiendo las indicaciones de la CEPS y respondiendo a los desafíos de la realidad.

105. La reunión nacional de los coordinadores de Provincia y miembros de sus
Equipos .
Cada año la Dimensión de Pastoral de la Salud convoca a los Coordinadores de
Provincia de pastoral de la salud y otros miembros de sus Equipos para encontrarse y

                                                                                         24
conocerse, compartir experiencias, reflexionar juntos, planear estrategias y proyectos,
encontrar criterios comunes y verificar el camino cumplido.



                                  CONCLUSIONES


106. Exhortación. Confiamos estas reflexiones a los Señores Obispos, a los
responsables de Provincia y diocesanos de la pastoral de la salud, a los sacerdotes y a
todos los que sienten el mandato de Cristo Buen Samaritano: “Ve y haz tú lo mismo”.

107. Actualización de estas directrices. Estas directrices guiarán la pastoral de la salud
de la comunidad católica de México en los próximos años.
Conscientes que la pastoral es siempre “histórica”, la CEPS-Dimensión Pastoral de la
Salud, auxiliada por el Consejo Nacional de pastoral de la salud, proveerá a actualizar
estas directrices periódicamente.

108. Nuestra Señora de Guadalupe. “¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás
acaso bajo mi amparo? ¿No estás en mi regazo?”: estas palabras – el corazón del
acontecimiento guadalupano – ofrecen la clave para vivir la enfermedad y para ayudar a
quien sufre. En nuestra tarea de pastoral de la salud nos comprometemos a ser “madre”,
“amparo”, “regazo” para los débiles y más necesitados.
“La “Señora del cielo” manifestó a Juan Diego el deseo de que se le construyera una
Casita en la que pudiera mostrarnos su amor y protección al darnos al Evangelio de
Dios que llevó en su seno, y acoger maternalmente tanto a los que “están cerca” como a
los que “están lejos”, para que todos lleguemos a ser uno en Cristo. Este deseo expresa
el misterio de la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del espíritu, que congrega a
hombres y mujeres de toda raza, pueblo y Nación para alabar, celebrar y dar testimonio
del Verbo de la Vida, y para responder al llamado permanente de construir desde la fe,
la dignidad común en la diversidad de expresiones culturales” (Del Encuentro con
Jesucristo a la solidaridad con todos). La pastoral de la salud quiere contribuir a
construir esta “casita”, en donde todos puedan sentirse “en su casa”, acogidos,
aceptados, con la posibilidad de encontrar un lugar cálido, digno de la persona humana,
con la posibilidad de desarrollar relaciones auténticas y amistosas.




                                                                                       25

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Directrices de la pastoral de la salud

  • 1. Directrices para la Pastoral de la Salud En México Introducción I. Fundamentos, motivación y aspectos de la Pastoral de la Salud Persona – salud – enfermedad El ejemplo de Jesucristo Jesús sigue hoy junto al enfermo: la Iglesia “sanante” La pastoral de la salud – Definición y dimensiones El anuncio La celebración Fraternidad – Solidaridad II. Sujetos y protagonistas de la Pastoral de la Salud III Espiritualidad en la pastoral de la salud IV La organización de la Pastoral de la Salud Nivel local Nivel diocesano Nivel Provincial y Nacional Conclusiones 1
  • 2. PRESENTACIÓN A LA REEDICIÓN 2008 La Pastoral de la Salud poco a poco ha ido detonando hasta hacerse vital en los planes de Pastoral de las Diócesis de México. No podría ser de otra manera pues ante las realidades tan complejas que se viven en el mundo de la salud, la Iglesia no podría quedarse indiferente y necesariamente tendría que responder con una pastoral orgánica y organizada. Durante los últimos años hemos ido reuniéndonos en Asambleas Nacionales de Coordinadores Diocesanos de Pastoral de la Salud. Se formó también el Consejo Nacional con una representación eclesial, presidido por el Obispo Presidente y con la participación de los Clérigos, Religiosas y Laicos representantes de las Provincias Eclesiásticas de México que se han estado reuniendo tres veces al año. Como fruto de este trabajo, se han ido delineando directrices que ayuden, de manera subsidiaria, a los Obispos de México a implementar una Pastoral de la Salud con criterios de comunión y participación que nos unifiquen en el modo de hacer Pastoral de la Salud. Después de una primera edición (Septiembre 2005), hoy reeditamos estas DIRECTRICES PARA LA PASTORAL DE LA SALUD EN MÉXICO, según el espíritu de la reestructuración de la CEM, a manera de guía para quienes se interesen en una Pastoral de la Salud en comunión con las Directrices de la Guía de Pastoral de la Salud en América Latina y con el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud. Agradecemos a quienes han colaborado más de lleno a que esta experiencia llegue a feliz término, especialmente a los miembros del Consejo Nacional, y hacemos votos para que sean una valiosa ayuda a los agentes de pastoral de la salud. Que Dios Todopoderoso los bendiga y la Madre de Dios “Salud de los Enfermos”, interceda ante su Hijo para guiar las acciones pastorales que se realicen a favor de la salud. Mons. Rafael Martínez Sáinz Obispo Auxiliar de Guadalajara Presidente de la Dimensión de Pastoral de la Salud 11 Febrero 2008 - XVI Jornada Mundial del Enfermo 2
  • 3. La Pastoral de la Salud En la Comunidad Católica de México Introducción 1. Los cambios exigen una nueva reflexión. Muchas son las razones que nos empujan a ofrecer a la comunidad católica, a los agentes de salud, a las instituciones y a toda la sociedad, unas reflexiones sobre la Pastoral de la Salud. Se dan, pues, profundos cambios en el mundo de la salud que solicitan nuevas respuestas por parte de la comunidad eclesial de cara a la nueva evangelización (Documentos de Aparecida y Santo Domingo). 2. El aporte de la Iglesia. La Iglesia quiere ofrecer su aporte para que las transformaciones se conviertan en auténtico progreso de la sociedad, en el respeto de la dignidad de todo ser humano. A la Iglesia le incumbe la tarea de comprometerse para que los valores de la vida y la salud sean respetados y orientados hacia la salvación, y los trances de la enfermedad y la muerte puedan recibir no sólo el apoyo de la ciencia, la medicina y de la solidaridad humana, sino también el apoyo espiritual de la gracia del Señor. 3. Hacia un proyecto unitario. Si los problemas del mundo de la salud son grandes y complejos, se demuestran insuficientes las respuestas parciales y sin proyecto. Como afirmó el Santo Padre Juan Pablo II hace algunos años: “Es necesario articular un proyecto unitario de Pastoral de la Salud, disponiendo a toda la comunidad cristiana hacia este tipo de apostolado” (“L’Osservatore Romano”, no. 277, del 29 de Noviembre de 1981, Página 2). 4. El aprecio de la Iglesia a quienes trabajan en el mundo de la salud. En el inicio de esta Documento pastoral, queremos expresar nuestro sincero aprecio y agradecimiento a cuantos – sean seglares, sacerdotes, diáconos o religiosos – trabajan en el mundo de la salud, instándolos a continuar con esmero en su obra, hacia la cual nuestro Señor Jesucristo mostró una predilección particular y que está en el corazón de toda la Iglesia. 3
  • 4. I. FUNDAMENTOS, MOTIVACIÓN Y ASPECTOS DE LA PASTORAL DE LA SALUD. Persona – salud – enfermedad 5. Conquistas y grandes desequilibrios. En el mundo de la salud mexicano está teniendo lugar una profunda transformación, por factores culturales y por el progreso de la ciencia y de la tecnología médica. Este cambio se da entre notables conquistas y grandes desequilibrios. 6. El concepto de salud. El concepto de salud está tomando nuevas e importantes connotaciones. No se relaciona, pues, únicamente a factores físicos y orgánicos, sino que involucra a las dimensiones psíquicas y espirituales de la persona, relacionándose con los aspectos sociales y del medio ambiente en los que la persona vive. Una relación profunda se nota entre salud, calidad de vida, mundo familiar, procesos de trabajo y aspectos sociales. Entendemos por salud un proceso armónico de bienestar o "bien-ser" a nivel físico, emocional, intelectual, social y espiritual que capacita al hombre a cumplir la misión a la que Dios lo ha destinado, de acuerdo a la etapa de la vida en que se encuentra. Este concepto de salud no excluye la enfermedad, ya que ésta forma parte de la vida del hombre; por eso hablamos de grados de salud y de enfermedad. 7. El “derecho” a la salud. La salud, desde un punto de vista social, es un derecho fundamental al cual toda persona debe tener acceso sin privilegios ni exclusiones. La salud, pues, es una condición esencial para el desarrollo personal y colectivo. Esto plantea varias exigencias, entre ellas articular la salud con la alimentación, la educación, el trabajo, la remuneración, la promoción de la mujer, del niño, de la juventud, de los adultos, etc. 8. La vida y la salud. La salud está ligada estrechamente a la vida y como tal tiene que ver con la persona, la espiritualidad, la convivencia democrática, la cultura del reconocimiento de lo diferente, la cultura de la alegría y de la fiesta, la convivencia con la naturaleza, la vivencia de la relación con la tierra como madre de la vida y como casa y medio ambiente de todos los seres. 9. La enfermedad. Está cambiando el concepto de enfermedad. No se trata de una simple patología, que se puede detectar a través de los análisis de laboratorio y de radiología, sino también de un estado de “mal-estar” existencial, consecuencia de precisas opciones de vida, de equivocadas gestiones del medio ambiente, de injusticias deshumanas, de decisiones políticas que afectan la salud de los ciudadanos y no respetan la dignidad humana, de vínculos y condicionamientos internacionales que obligan a un siempre mayor número de personas en situaciones de pobreza. La sociedad se da cuenta que la enfermedad no es sólo el resultado de una calamidad o desgracia que debemos aceptar de una manera pasiva o como fatalidad. Nos damos cuenta de la responsabilidad personal y social que nos compete en el campo de la salud. 10. La salud “responsabilidad” personal y colectiva. Estar sano no es solamente ausencia de órganos enfermos, sino posibilidad de vivir de manera autónoma, serena y solidaria; posibilidad de afirmarse, de no quebrar el propio proyecto de vida o su sentido de superación. Estar sano es poder convivir con los demás, respetar la vida, la naturaleza, la opinión y manera de ser de los demás. Es tener la capacidad de perdonar, 4
  • 5. de reconocer los errores, de amar, de establecer relaciones de amistad y compañerismo. Es aceptarnos a nosotros mismos, con nuestras luces y nuestras sombras, aceptar a los demás con sus actitudes y comportamientos diferentes a los nuestros. Es tener un mínimo de tolerancia a la frustración, a la incomprensión, al fracaso, a la enfermedad, a los procesos de envejecimiento. Es ser solidario con los sufrimientos y angustias de las personas que nos rodean, con las dificultades y problemas de la comunidad; poseer un sentido de colaboración, de cooperación y ayuda al que lo necesita. Estar sano es saber enfrentar los conflictos y las dificultades con una actitud serena, no permitiendo que los problemas nos destruyan, nos paralicen, nos hagan perder el sentido de la vida. Es tener capacidad de adaptación a situaciones nuevas, a los cambios que la vida permanentemente nos está ofreciendo y que nos permiten estar en continua renovación y crecimiento. Es ponerse metas, tener objetivos, ideales para vivir y para luchar; es ser creativo y descubrir valores aún en las situaciones límite como son el sufrimiento, el dolor y la enfermedad. La salud es tarea personal y responsabilidad social y colectiva. Es un bien-ser del hombre que hay que cuidar, prevenir, defender, preservar, comunicar y agradecer. Estar sano es un estilo de vida. 11. Socialización de la salud. Ha ido creciendo la intervención de los poderes públicos en el sector de la salud: un enorme esfuerzo se hizo para construir hospitales, clínicas de salud, dispensarios, para llegar a todos con las campañas de vacunación y otras de prevención de las enfermedades. Al mismo tiempo ha ido creciendo, tal vez de una manera más rápida, la conciencia del ciudadano y su reivindicación por servicios de salud eficaces y efectivos, menos burocratizados y más accesibles. Se ve acentuada la distancia entre lo que el Estado puede ofrecer y lo que el ciudadano pide. Paradójicamente, frente a una oferta mayor del Estado, hay una petición más grande por parte del ciudadano. Quien puede, “compra” los servicios de salud en el mercado privado, a menudo un negocio muy rentable; quien no tiene suficientes recursos económicos accede a los servicios públicos, lamentando situaciones de mala asistencia y deshumanización. 12. Problemáticas destacadas. Los principios que orientan las decisiones legislativas y administrativas a menudo se ven paralizados por escasez de recursos, lentitudes burocráticas, conflictos políticos, ineficiencia organizativa, fenómenos de corrupción, creando decepción entre los usuarios y la sociedad. Un problema particular es el de los fármacos, demasiado costosos e inaccesibles para un grupo numeroso de la población. Además algunas categorías de enfermos se ven marginadas de los progresos de la salud: los más pobres y necesitados, los ancianos sin protección social, los discapacitados físicos graves y mentales, los enfermos en etapa terminal, los infectados por el VIH- SIDA, los enfermos crónico-degenerativos. Los afectados por el VIH-SIDA, son hoy en día tal vez las personas que más padecen por su enfermedad, por los costos humanos y económicos, por formas de marginación y estigma; se trata, además, de personas generalmente de joven edad. El VIH-SIDA no es sólo una enfermedad, es un fenómeno complejo que involucra a los profesionales de la salud, los agentes de pastoral, las agencias educativas y culturales, los estilos de vida, aspectos económicos, laborales, administrativos y políticos: todos estamos “afectados”. La actitud del cristiano debe ser de acogida y apoyo para quien padezca esta infección, de promoción de estilos de vida correctos y de valores que promuevan la dignidad de cada ser humano y un manejo responsable de la sexualidad. Debemos, además, constatar como la problemática del VIH-SIDA se entrelaza con los fenómenos de la 5
  • 6. pobreza, la migración, la situación de las mujeres más vulnerables y los jóvenes en general (Documento de Aparecida, 421). Los fenómenos de la deshumanización se asoman con siempre mayor frecuencia en las estructuras para la salud: deshumanización por falta de recursos (o por el destino de los mismos que penalizan algunas categorías) o por un déficit en las relaciones interpersonales. Los temas éticos candentes, como la maternidad no deseada o el trato que se debe ofrecer al moribundo, no siempre encuentran una solución respetuosa de la dignidad de la persona humana, ofreciendo falsas alternativas y atajos como el aborto y la eutanasia. Debemos, por fin, mencionar los problemas que afectan a toda la población, pero en particular a los jóvenes: las adicciones, una cultura de la violencia, el alcoholismo. Se trata de plagas que requieren una atención particular por las repercusiones que tienen en las familias. Debemos, por fin, mencionar los aspectos de explotación y contaminación del medio ambiente, con sus repercusiones en el campo de la salud. 13. Rol de la Iglesia. A este mundo del sufrimiento y de la salud la Comunidad Católica de México, por su misión, se siente llamada a abrirse, animada por la esperanza, por espíritu de colaboración y por la voluntad de ofrecer su contribución a la salvación del hombre, continuando la labor de Jesucristo. El ejemplo de Jesucristo 14. La Pastoral de la Salud prolonga la misión de Cristo. La actividad desarrollada por la Iglesia en el sector de la salud es una expresión específica de su misión y manifiesta la ternura de Jesucristo hacia la humanidad que sufre. 15. El estilo de Jesús. La atenta contemplación de Jesús, su vida, sus palabras, sus gestos, su forma de afrontar el sufrimiento y la muerte, su trato y relación con las personas, especialmente con las enfermas, ayudarán al agente de salud y de pastoral de la salud a configurar su estilo de presencia junto al enfermo y a desempeñar fielmente su misión en el nombre del Señor. 16. Actitud de Jesús ante el sufrimiento. Jesús se nos muestra como un hombre que vive la vida intensamente, con una profunda alegría interior arraigada en la experiencia gozosa del Padre y de su Reino. Esta experiencia no lo aleja del sufrimiento de las gentes. Jesús se conmueve profundamente ante el dolor de los demás (Mateo 9, 36; 14,14; 15,32). Jesús no ama el sufrimiento ni lo busca, pero sabe aceptarlo cuando lo encuentra en su propia vida, lo asume activamente como la ocasión más realista para mostrar su amor y confianza total en el Padre (Juan 14,31; Lucas 23,46) y su amor y solidaridad incondicional a los hombres (Lucas 23,34). El sufrimiento no desaparece pero es transformado y vencido por el amor (3) (Carta Apostólica de Juan Pablo II sobre el Sentido Cristiano del Sufrimiento Humano, 14-18). La experiencia del sufrimiento no lo endurece ni lo encierra en sí mismo, antes bien, lo hace sensible al dolor ajeno y capaz de "auxiliar a los que se ven probados" (Hebreos 2,18) y de identificarse con todos los que sufren (Mateo 25,35-40). 6
  • 7. 17. Actitud de Jesús ante la muerte. Jesús se sitúa ante su propia muerte de manera consciente. La acepta libremente: "Nadie me quita la vida, soy Yo quien la da" (Juan 10,18). Jesús muere como ha vivido, abandonándose en las manos de Dios (Lucas 23,46). Es la consecuencia de su fidelidad a sí mismo, a Dios y a los hombres de quienes se siente solidario. Esa fidelidad no le exime de sentir miedo, tristeza, angustia y soledad, pero al mismo tiempo cuenta con la fuerza que le viene del Padre para asumirlos (Lucas 22, 40-46). 18. Los enfermos, campo privilegiado de la actuación de Jesús. El mundo de los enfermos aparece en los evangelios como el campo privilegiado de la actuación de Jesús. Este es el signo y modelo de su acción liberadora y salvadora (Mateo 11,5; 12,28), pues la enfermedad es vivida, en tiempos de Jesús, como una experiencia de abandono y desamparo, de máxima pobreza, de la maldición divina y de la marginación social. 19. Jesús se acerca a ellos por amor. Jesús está cerca de los enfermos. A veces son ellos los que salen a su encuentro (Mateo 9, 27), a veces son llevados por los familiares o amigos (Marcos 2,4 ). En ocasiones es él quien se acerca a ellos o les llama (Lucas 13,12; 18,40). Jesús se acerca a ellos movido únicamente por su amor. No le mueve el interés o un afán proselitista (Marcos 5,19), ni un deber profesional, ya que no es médico. Tan sólo su amor total a los necesitados. De Él se dirá: "Pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos" (Hechos 10,38). 20. Los atiende en sus necesidades. Jesús busca el encuentro personal con los enfermos. Los acoge, escucha, comprende, interpreta sus deseos, les infunde fe, aliento y esperanza. Jesús libera a los enfermos de su soledad. Les ayuda a descubrir que no están solos y abandonados por Dios. Les ayuda a creer de nuevo en la vida, la salud, el perdón y la reconciliación con Dios. Jesús pone un especial interés en romper la marginación en que se abandona a algunos enfermos. Busca el contacto humano con ellos por encima de las normas que lo prohíben (Marcos 1, 41) y los reintegra en la vida social dándoles posibilidades de oír, ver, hablar, caminar y valerse por sí mismos (Marcos 7, 34-35; 8,25; Juan 5,8). 21. Cuenta con ellos. Jesús estimula el protagonismo de los enfermos, no anula su iniciativa. "¿Quieres sanar?" "Levántate, carga con tu camilla y anda" (Juan 5, 6-8), "¿Qué quieren que yo haga por ustedes?" (Mateo 20,32). Jesús pone siempre de relieve la fe del enfermo: "Tu fe te ha curado" (Lucas 18,42). Acoge el deseo y la fe de los que le piden la curación: "Que se cumpla según lo que deseas"(Mateo 15,28). 22. Jesús cura -sana- salva a toda la persona. Jesús no cura sólo la enfermedad física, ofrece en la curación corporal la sanación interior de la persona; la libera de la culpa y la reconcilia con Dios (Marcos 2,5); la abre al mensaje de la Buena Nueva (Marcos 7,34); la ayuda a reconocer las causas del mal (Juan 5,14); le devuelve la paz y la salvación total de parte de Dios (Juan 5,14). 7
  • 8. 23. Jesús dialoga con los alejados. El encuentro de Jesús con la samaritana (Juan 4, 5-30) refleja su actitud y comportamiento con la persona alejada y muestra los recursos que utiliza para llegar con ella a un diálogo pastoral. El encuentro nace de unas necesidades: la sed y el cansancio de Jesús y el ir por agua de la samaritana. La conversación inicial está llena de ambivalencias, de recelos y prejuicios. Jesús, partiendo de esta ambivalencia, la ayuda a situarse ante el problema, valora su sinceridad, le descubre el sentido nuevo a la vida y le revela quien es. La samaritana experimenta, gracias a ello, un proceso de cambio interior que la lleva a aceptar su propia historia y a ser ella misma portadora de la Buena Nueva a sus vecinos. 24. Acompaña a las personas en crisis. El encuentro de Jesús con dos discípulos camino de Emaús (Lucas 24,13-35) es una muestra de su comportamiento con personas que están atravesando una crisis. Jesús se acerca a ellos y se hace compañero de camino; se interesa por lo que les pasa; les escucha y comprende su estado de ánimo; les enseña a leer, desde la fe y las Sagradas Escrituras, el sentido de lo que está ocurriendo. Ellos reviven sus experiencias. El gesto de acogida y la fracción del pan les lleva a recuperar de nuevo su fe personal y comunitaria y el gozo interior. Jesús desaparece y los discípulos vuelven a la comunidad donde comparten sus vivencias. 25. Enseña la relación con el prójimo que sufre. En la parábola del "buen samaritano" (Lucas 10, 29-37) indica Jesús cuál debe ser la relación con el prójimo que sufre: no pasar de largo sino pararse junto a él; conmoverse y compadecerse de él y de su desgracia; ofrecerle, dentro de lo posible, ayuda eficaz, poniendo en ella todo el corazón y ofreciéndose a sí mismo (4). (Carta Apostólica de Juan Pablo II sobre el Sentido Cristiano del Sufrimiento Humano, 28). 26. Jesús elige su grupo, lo forma y comparte con él su misión. Jesús dedica una parte importante de su tiempo a ser educador y animador de agentes de pastoral. Elige un grupo de colaboradores (Mateo 10, 1-4; Marcos 3, 13-19). Da preferencia en su trabajo a la formación del mismo, siguiendo como educador su proceso paso a paso. En el grupo cada uno manifiesta su manera de ser (Marcos 8, 32), su proceso de adaptación al mismo, sus intereses y egoísmos (Marcos 10, 37), sus experiencias. Jesús los lleva con él y hablan de lo que han vivido (Marcos 1, 17); confronta sus intereses con los del Reino de Dios (Lucas 22, 24-30); manifiesta su inconformidad con ciertas maneras de pensar de algunos del grupo (Mateo 20, 26-28; Marcos 9, 35); los envía a encontrarse con las personas y posteriormente revisa su actuación (Marcos 6, 30; Lucas 9, 10); los anima ante los fracasos (Mateo 5, 11-12); les ayuda a vivir la realidad hecha de contradicción y de momentos difíciles, por fidelidad al Reino de Dios. 27. El estilo: la misericordia. La sanación que Jesús promueve nace del amor, de la compasión, de la preocupación verdadera por el sufrimiento de la persona y el deseo de liberarla. Este amor sanador de Jesús está hecho de cercanía, solicitud, tacto cariñoso, estima del enfermo, respeto a su propia capacidad de curación. Cuando Jesús se detiene ante los enfermos para perdonar, curar sus males, imponer sus manos, devolverlos a la convivencia, les está mostrando que son dignos de ser amados. No es posible sanar desde el egoísmo, el rechazo, el resentimiento o el miedo. Jesús sigue hoy junto al enfermo: la Iglesia “sanante” 8
  • 9. 28. La salud como parte integrante de la misión eclesial. La lucha por la salud es parte esencial de la responsabilidad misionera de la Iglesia y de la comunidad cristiana. Jesús confía a sus discípulos esta misión y les habla explícitamente de la evangelización como tarea sanadora: "Cuando entren en una ciudad curen a los enfermos que haya en ella y díganles: "Ya llega a ustedes el Reino de Dios" (Lucas 10, 8-9). 29. Relación entre salud y salvación. Jesús, el Señor, por su Espíritu sigue estando presente junto a cada enfermo como un compañero de viaje que comparte su situación, da sentido a su existencia, infunde aliento, valor y paciencia para luchar; es consuelo en la inseguridad y angustia, ofrece la vida de Dios que cura el mayor mal que es el pecado y posibilita al hombre para vivir toda la existencia de una forma nueva. Podemos decir que Jesucristo es el anuncio y el ofrecimiento de la Salvación de Dios bajo la forma de salud. 30. Hacia la salud “integral”... Jesús no desarrolla ningún discurso sobre la salud, sencillamente genera salud tanto en los individuos como en la convivencia social. Su actividad no se reduce a quitar enfermedades sino que se dirige a potenciar la vida en su máxima expresión. La salud que Jesús promueve no consiste sólo en una mejoría física. Su acción sanadora va más allá de hacer retroceder una enfermedad o eliminar un problema orgánico. Jesús busca la salud integral de la persona, reconstruye enteramente al enfermo, hace emerger al hombre sano. Jesús cura salvando a la persona y salva a la persona curando. 31. Hacia la salvación… Desde una perspectiva cristiana hemos de entender y vivir la salud como experiencia de salvación en medio de nuestra condición humana actual. Nuestra salud frágil, amenazada, llamada a ser cuidada constantemente de manera responsable y solidaria, necesita siempre de una salvación definitiva: gracia y regalo del Dios de la Vida, quien continúa, Resucitado, en la obra de la Iglesia a través de los Sacramentos, de la escucha de la Palabra, de la solidaridad y fraternidad. La pastoral de la salud – Definición y dimensiones 32. Definición de “pastoral de la salud”. Se puede definir la Pastoral de la Salud como la presencia y la acción de la Iglesia para llevar la luz y la gracia del Señor Resucitado a los que sufren y a los que los cuidan y para fomentar una cultura de la vida y la salud. 33. Una pastoral orgánica y de conjunto. A ejemplo de las primeras comunidades cristianas (Hechos de los Apóstoles 2, 42-44: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones. ... Todos los que habían creído vivían unidos; compartían todo cuanto tenían, vendían sus bienes y propiedades y repartían después el dinero entre todos según la necesidad de cada uno”) , las comunidades eclesiales (en su articulación de barrios, manzanas, zonas pastorales, etc.) organizarán su pastoral conjugando los aspectos del anuncio de Cristo y de su Evangelio, la celebración de su presencia y el testimonio a través de la comunión o fraternidad y el servicio de solidaridad. También la pastoral de la salud abarca estas tres dimensiones o aspectos de la evangelización, colaborando con las demás articulaciones pastorales de las comunidades locales y diocesanas. El anuncio 9
  • 10. 34. Anuncio. La pastoral de la salud pondrá énfasis en el anuncio del sentido cristiano del sufrimiento humano, en los temas candentes de la bioética contemporánea, en el anuncio de los valores del Reino retomados por la Doctrina Social de la Iglesia: servicio, compromiso social, solidaridad, subsidiariedad, valor del cuidado de la salud, promoción de una cultura de la vida y la salud. 35. El sentido del sufrimiento humano. “Como todas las demás personas, los cristianos sienten y experimentan el dolor: pero su fe les ayuda a comprender más profundamente el misterio del sufrimiento y a soportar su dolor con más valor. En las palabras de Cristo ellos encuentran que la enfermedad tiene un sentido y un valor para su salvación propia y la del mundo... La enfermedad va íntimamente ligada a la condición humana, y sin embargo, en términos generales no se puede considerar como un castigo impuesto a cada individuo por sus pecados personales (ver Jn 9,3). Cristo mismo, inocente de todo pecado, al cumplir las palabras de Isaías en su pasión, tomó sobre sí todas las heridas y compartió todos los sufrimientos humanos (ver Isaías 53, 4-5 ). Y Cristo sigue sufriendo dolores y tormentos en sus miembros, que están configurados con Él…” (Ritual, no. 1 y 2). Jesucristo nos invita a luchar contra el sufrimiento, como hizo Él, y a valorar la salud como bien precioso y frágil, “en tal forma que podamos cumplir nuestro papel en la sociedad humana y en la Iglesia. Pero siempre debemos estar preparados para completar lo que falta a los sufrimientos de Cristo para la salvación del mundo, mientras tenemos en perspectiva la liberación de la creación para la gloria de los hijos de Dios (ver Col 1, 24: Rom 8, 19-21). Más aún, el papel de los enfermos en la Iglesia consiste en recordar a los demás las cosas esenciales o más altas. Con su testimonio, los enfermos demuestran que nuestra vida mortal tiene que ser redimida por medio del misterio de la muerte y resurrección de Cristo” (Ritual, no. 3). La Revelación bíblica (en particular el Libro del Génesis) nos dice que pecado, enfermedad y muerte son consecuencia del pecado de los progenitores; el libro sagrado del Apocalipsis, además, nos relata que en la nueva Jerusalén no habrá ni muerte, ni enfermedad, ni llanto, ni luto: esto nos revela la “negatividad” de la enfermedad, que no hacía parte del proyecto originario de Dios y no hará parte de la vida del Paraíso. Es oportuno que nuestro lenguaje exprese la verdadera naturaleza de la enfermedad sin considerarla en sí misma una realidad “positiva”. Sabemos que Dios puede ayudarnos a descubrir nuestro bien en todas las situaciones (de pecado, enfermedad, fracaso, preocupación, etc.) pero esto no significa que estas realidades se conviertan en positivas. Es necesario, además, distinguir en Dios el “querer” y el “mandar” del “permitir”. Dios no “quiere” y no nos “manda” el mal (en cualquier aspecto que tome), pero lo “permite”, porque respeta nuestra libertad. Además Dios respeta las leyes de la naturaleza que Él creó y continúa teniendo en vida y la “autonomía” de las realidades terrenales (como nos dice el Concilio Ecuménico Vaticano II en la GS); nos toca a nosotros los hombres comprender estas leyes (la sabiduría de la creación) y tomar decisiones responsables que no afecten la vida y la salud de nuestro prójimo. Esto es lo que Dios “quiere”. La voluntad de Dios es que todos nos salvemos, aceptando su gracia. Su voluntad es que hagamos el bien, amándolo a Él y a nuestro prójimo. Dios, porque es Dios, no quiere nuestro mal o sufrimiento, nunca. Lo permite, como permite nuestros pecados, nuestra maldad y nuestro egoísmo. 36. Los problemas morales. Otra exigencia de fondo se relaciona con los problemas morales y la necesidad que la comunidad cristiana se dote de instrumentos idóneos para 10
  • 11. promover una auténtica cultura de la vida y la salud. Es oportuno promover en las universidades e instituciones de enseñanza católica así como en los seminarios, cursos de pastoral de la salud, de ética y de bioética sobre los temas más candentes: la procreación, la asistencia en el final de la vida, las formas de manipulación genética, los transplantes, etc. Es una exigencia imprescindible formar éticamente a los operadores de la salud con escuelas de ética y centros de investigación y participar con competencia y responsabilidad en aquellas iniciativas o estructuras ya presentes en el sector de la salud (enseñanza de la ética en las escuelas para operadores de la salud, comités éticos, etc.). 37. La prioridad de la evangelización. Destaca la prioridad de la evangelización y de la catequesis para sanar o reducir la fractura entre el Evangelio y la cultura, para presentar correctamente el punto de vista cristiano sobre el dolor, la muerte, la salud, el sentido del servicio hacia quien sufre. Es ésta una preocupación de toda la comunidad cristiana que debe poder traducirse en proyectos de catequesis y formación. Surge la exigencia de iluminar, a través de la fe cristiana y de la persona de Jesús, la realidad del dolor, el sufrimiento, la enfermedad, la pérdida y la muerte. 38. Denuncia de las injusticias. Es necesario sensibilizar a la sociedad y a la Iglesia sobre la realidad del sufrimiento, denunciando la marginación de los enfermos, discapacitados y ancianos, de manera especial frente a las enfermedades con características distintas: VIH-SIDA, drogadicción, alcoholismo, tabaquismo y salud mental, crónico-degenerativas, accidentes. La actividad pastoral nos confronta con situaciones de sufrimiento que es justo aliviar, en la medida de lo posible. Al mismo tiempo nos cuestiona sobre las causas que están a la raíz de muchos problemas: alimentación insuficiente o inadecuada, estrés de la vida en las grandes ciudades, uso masivo de productos químicos, los efectos de los productos transgénicos, etc.; sin tomar una actitud de quien condena todo lo nuevo, sentimos la obligación moral de alertar sobre estos y otros fenómenos que crean pobreza y enfermedad. No podemos dejar de denunciar los fenómenos de charlatanería, esoterismo, brujería, etc. entremezclados con el mundo de la salud. Estos fenómenos no sólo son un fraude – a menudo en contra de las personas más humildes económicamente – sino que también impiden el acceso a remedios efectivos de la medicina alo y homeopática, en perjuicio de su salud. 39. La formación de los agentes. La Iglesia siente el compromiso de formar agentes de pastoral de la salud para anunciar la Buena Nueva de la salvación desde las realidades de la salud y de la enfermedad, de la vida y de la muerte así como en los aspectos de promoción de la salud y prevención de las enfermedades. 40. Fomento de la salud y prevención. Otro desafío es favorecer el auto-cuidado, la promoción y la educación en salud, actuando de manera preferencial en el campo de la cultura de la prevención de las enfermedades y el fomento de estilos de vida más saludables, con proyectos impregnados por los valores de la justicia, equidad y solidaridad. 41. Los aspectos políticos y administrativos. La Iglesia puede hacer una valiosa obra de concientización de las comunidades y los actores políticos sobre el derecho a la salud y el deber de luchar por condiciones de vida más humanas: derecho al acceso a los servicios de salud, al trabajo, al salario justo, a la vivienda, a la alimentación, a la 11
  • 12. educación, a la recreación, a los servicios públicos básicos, a la conservación de la naturaleza. 42. Las formas de medicina alternativa y natural. Parece oportuno rescatar y valorar la sabiduría y la religiosidad popular relacionadas con la utilización de los dones de la naturaleza y la conservación del medio ambiente. Se auspicia una mayor inversión de recursos en la investigación científica sobre estos temas, para que los resultados den la seguridad de su efectividad y se puedan utilizar con provecho por parte de toda la población. 43. Los estilos de vida. Educar sobre el nuevo concepto de salud como calidad de vida y estilos de vida saludables es otra prioridad: reflexionar, a la luz de la fe cristiana y de la persona de Jesús, sobre la realidad de la salud y de la enfermedad, así como las implicaciones de la ciencia, la tecnología y la bioética; considerar el acceso a los servicios de salud como un derecho fundamental del ser humano, estrechamente vinculado a la solidaridad y a la equidad. 44. .Relación con otras confesiones cristianas, otras religiones, los Nuevos Movimientos Religiosos (NMR) y las sectas. Son fenómenos que están adquiriendo una importancia muy trascendente en nuestra vida pastoral: encontramos a estos creyentes en nuestras comunidades y en las estructuras de la salud; sucede también que algunos católicos siguen a estos NMR, abandonando sus comunidades y la práctica religiosa católica. Siguiendo la enseñanza del Magisterio queremos cultivar con las personas pertenecientes a otras religiones (Judíos, Musulmanes, Budistas, etc.) y a las confesiones cristianas tradicionales una relación de mutuo conocimiento, aprecio y diálogo. Bastante difícil, sin embargo, es dialogar con algunas personas que pertenecen a las sectas o a los NMR; a menudo estos grupos presentan un rostro agresivo contra la Iglesia Católica. Nuestra fe nos motiva a ir tejiendo con todos un verdadero diálogo, comprendiendo las razones de la búsqueda de nuevas formas de espiritualidad y religiosidad entre nuestra gente, cuestionándonos sobre nuestra “oferta” en términos de vida fraterna y de espiritualidad. A menudo los NMR y las sectas proliferan en una falta de propuestas espirituales y de fraternidad que sean atractivos, o por la misma ignorancia del enfermo y sus familiares. 45. La Doctrina Social de la Iglesia. Se trata de alentar el estudio y llevar a la práctica la Doctrina Social de la Iglesia, es decir, el conjunto de las reflexiones que el Magisterio de la Iglesia ha ido desarrollando en el último siglo sobre los aspectos sociales, laborales, políticos y económicos, a la luz de la Sagrada Escritura, por lo que se refiere al mundo de la salud. La celebración 46. Liturgia y oración personal. La liturgia y la oración encuentran su cumbre en la celebración de los Sacramentos. 47. Los Sacramentos. Los Sacramentos son gestos simbólicos: manifiestan en los lugares de salud o en los hogares de los enfermos la continuidad del amor de Dios hacia su pueblo, en momentos particularmente difíciles de la vida. En los ambientes de la salud se celebran en particular tres sacramentos: Reconciliación, Eucaristía, Unción de los Enfermos. 12
  • 13. 48. La Penitencia o Reconciliación. El sacramento de la Reconciliación libera al enfermo de los pecados y lo pone receptivo a unir sus sufrimientos a la pasión de Cristo. Manifiesta la bondad de Dios Padre, quien – por medio de la muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo y por medio del don del Espíritu Santo – quiere reconciliar consigo a toda la humanidad, ofreciendo a todos los hombres la plenitud de su comunión. 49. La Eucaristía. Memorial de la pasión del Señor, la Eucaristía es el centro del ministerio pastoral del agente y de la vida espiritual del que sufre. Participando de la celebración eucarística o nutriéndose del Cuerpo de Cristo llevado a los hospitales, o recibiendo la comunión bajo la forma de Viático, el enfermo es fortalecido y dotado de la prenda de la resurrección. La Eucaristía, memorial del sacrificio de Jesucristo, nos introduce en la dinámica de Quien da su vida por amor. La insistencia del Magisterio sobre el Sacramento de la Eucaristía nos compromete a valorar mayormente la Eucaristía como Viático para nuestros hermanos moribundos. “Cuando los cristianos pasan de esta vida, son confortados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, como viático, y en esta forma poseen la prenda de la resurrección que el Señor prometió: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día" (Jn 6,54)... La comunión recibida en forma de viático debe considerarse como una señal especial de participación en el misterio que se celebra en la Eucaristía, que es la muerte del Señor y su paso hacia el Padre” (Del Ritual). Recordemos que “todo cristiano bautizado, capaz de recibir la comunión, está obligado a recibir el viático por el precepto de recibir la comunión cuando, por cualquier causa, se encuentre en peligro de muerte”. Los sacerdotes, además, “deben procurar que la celebración de este sacramento no se difiera, sino que los fieles sean alimentados por el viático cuando aún estén plenamente lúcidos”. “Es muy recomendable que durante la celebración del viático, los cristianos renueven la profesión de su fe bautismal, por la cual Dios los adoptó como hijos suyos y se convirtieron en coherederos de la promesa de la vida eterna”. 50. La unción de los Enfermos. La Unción de los Enfermos es la forma propia y más típica de la atención del Cristo total (de Cristo y de la Iglesia) hacia la difícil y fundamental experiencia humana del sufrimiento. Comunica la fortaleza del Espíritu Santo para luchar contra la enfermedad y al mismo tiempo para transformar el sufrimiento en oración salvífica para el mismo enfermo y para la comunidad eclesial. 51. Para una celebración fecunda…El Sacramento, para ser inteligible y eficaz, va insertado al interior de un camino de fe; no puede ser ofrecido y acogido como un acto aislado de la vida del bautizado; va liberado de interpretaciones y expectativas mágicas y supersticiosas; se tiene que ayudar a comprender su índole eclesial y comunitaria, superando todas las formas de privatización; debe manifestar su naturaleza simbólica, en la cual se recupera el significado salvífico de la realidad creada y de los mismos actos terapéuticos. Desde el punto de vista pastoral se necesita, además, tener presente algunos pequeños factores que contribuyen a hacer significativa la celebración de los sacramento en las familias y en las instituciones de la salud: las condiciones ambientales favorables, la relación serena entre el enfermo y cuantos le asisten, la participación de los familiares, de los operadores de la salud y de los voluntarios, la selección de textos litúrgicos apropiados y de reflexiones aptas a la situación vivida del enfermo. 52. La oración. Otro momento de santificación importante, en los ambientes hospitalarios y en las casas de los enfermos, está representado por la oración junto a la 13
  • 14. cabecera y por la Liturgia de la Palabra y de las Horas. Se trata de momentos, tal vez breves, pero que pueden asumir una importancia significativa, en la tarea de formar una fe que sepa ofrecer la propia existencia al Señor en los momentos difíciles. 53. Los Sacramentales. No se debe, en fin, olvidar otros actos de culto: ejercicios piadosos (el santo rosario individual y en comunidad, el Vía Crucis, etc.) y todos aquellos gestos, bendiciones, oraciones, que se llaman sacramentales. Los Sacramentales tienen una estructura análoga a los Sacramentos, en particular por el lenguaje de los signos. Pueden ser Sacramentales–cosas, es decir las cosas benditas, consagradas o exorcizadas (agua, velas, ramas de olivo, cenizas, etc.) y Sacramentales– acciones, como las consagraciones, las bendiciones (del agua, de los niños, de los enfermos, de los campos, de los utensilios, etc.) y los exorcismos. El Sacramental, en ambiente de la Salud la bendición del enfermo en particular, va siempre considerado en relación con el Misterio Pascual. Toda la ritualidad que caracteriza el amplio campo de la liturgia tiene la finalidad de actualizar el Misterio Pascual: los sacramentales y otros ritos y ejercicios piadosos ponen al fiel en la actitud de la súplica, para que su existencia sea animada del Espíritu de la Resurrección y pueda orientarse a la plenitud sacramental de la Eucaristía. Nuestra cultura y fe se manifiestan comúnmente en la devoción mariana y el rezo del santo Rosario. Se trata de una de las formas más bellas de fe, que va promovida: orienta hacia Jesucristo, valora la Sagrada Escritura, tiene un rostro comunitario, es sencilla y profunda. 54. Días particulares. A lo largo del año tiene lugar la celebración de algunas jornadas particulares: del enfermo, del médico, de la enfermera, del SIDA, del anciano, de la vida, del voluntario, etc. Además se pueden celebrar con especial esmero las fechas significativas del año litúrgico: Navidad, Pascua, la festividad de la Virgen de la Salud y de los santos de la caridad: San Camilo, San Juan de Dios, San Vicente de Paúl, las fiestas patronales de cada parroquia y diócesis, las peregrinaciones a santuarios, etc. Pueden ser ocasiones propicias de evangelización y de solidaridad para enfermos, sus familiares, profesionales y la entera comunidad eclesial y civil. En estas celebraciones se puede manifestar el “protagonismo” de los enfermos en la obra de evangelización que nos recomienda el Santo Padre. Fraternidad – Solidaridad 55. La comunión o fraternidad. La pastoral de la salud alentará todas la iniciativas que fomenten la fraternidad y unidad de la comunidad: organismos de participación, formas que involucren a los enfermos en la vida de la comunidad, el sentido de pertenencia de los “débiles” a la vida comunitaria, la solidaridad entre las profesiones, etc. 56. La solidaridad. Favorecerá, además, todas las iniciativas que garanticen una asistencia de calidad, la humanización de las relaciones y estructuras, una adecuada asistencia pastoral en las instituciones para la salud, la apertura de las instituciones a su territorio para los aspectos del fomento de la salud y la prevención de las enfermedades. 57. La comunión como camino de evangelización. La reflexión teológica conciliar y post-conciliar ha redescubierto la centralidad de la comunión o “koinonía” en el misterio de la Iglesia y en la impostación de la actividad pastoral. La comunión eclesial, 14
  • 15. que ante todo es don del Espíritu Santo y reflejo de la Vida Trinitaria, exige ser traducida y vivida en la experiencia de la comunidad, a todos los niveles del ser eclesial. Así también se explica la búsqueda de nuevas formas de comunión y comunidad en la Iglesia de hoy. La Iglesia, en sus diversos niveles, aparece a los ojos de muchos, sobre todo como un cuerpo fuertemente organizado, como estructura social eficiente, o bien como agencia encargada de la administración de actos religiosos e iniciativas asistenciales. Demasiado a menudo no aparece como espacio de comunión y lugar en el que se vive la fraternidad. Sólo una Iglesia comunión puede ser sujeto creíble de la evangelización. 58. Actitudes y comportamientos fraternos. Se exigen algunas características relacionales por parte de los artífices de la pastoral: capacidad de comprensión, capacidad de establecer relaciones auténticamente personales, respeto constante de las personas con diferentes ideas y creencias religiosas, lealtad y fidelidad, flexibilidad, amabilidad en el trato, cortesía, disposición a la comunicación y a la colaboración. 59. Formas asociativas. Además que en las relaciones interpersonales y “personalizadas” con los enfermos y los trabajadores de la salud, la comunión eclesial en los lugares para la salud, tiene que expresarse a través de la formación de grupos, movimientos, formas asociativas. La comunidad eclesial tiene que llegar a ser un hogar al que todos puedan acercarse y encontrar la comprensión y el calor humano que necesitan. 60. La solidaridad y el servicio. De la comunión y fraternidad nace la misión de solidaridad y el servicio. A través de la diakonía (servicio) la Iglesia se hace, en el mundo de hoy y en los diversos contextos en los que vive y actúa, anuncio creíble y fermento de un mundo nuevo prometido por Dios e inaugurado en la Pascua de Cristo, en el cual el amor, la fraternidad, la justicia y la paz habrán vencido definitiva y totalmente sobre las divisiones, la violencia, las diversas formas de explotación y de injusticia y egoísmo. 61. La enseñanza de la historia. Desde el principio de su historia, la Iglesia ha ejercitado formas de solidaridad y de servicio: compartir los bienes, colectas de solidaridad, limosnas, caridad individual, obras de misericordia corporales y espirituales, formas de beneficencia y de asistencia, instituciones y obras de promoción social, de educación y de alfabetización. La atención actualmente se está cada vez más dirigiendo hacia formas que miran a remover las causas de las situaciones de malestar, de corresponsabilización de los beneficiados, de intervención en la elección de política social. Esto no significa que sean superadas las intervenciones que miran a aliviar situaciones de malestar o a taponar situaciones de emergencia. Existe la exigencia de operar, como Iglesia, en ambos niveles de intervención. La caridad es también el camino privilegiado para la evangelización. 62. La humanización. La denuncia de una degradación de humanidad en el mundo de la salud reúne consensos generales y expresa un malestar por parte de los pacientes y de los mismos trabajadores de la salud. Las causas de este fenómeno pueden ser múltiples: intereses políticos y económicos, excesiva burocracia del sistema asistencial, tecnificación de la medicina e investigación científica, inadecuada eficiencia administrativa, conflictos contractuales, el deterioro de la escala de los valores que rinde más difícil la consideración del enfermo como persona. La humanización tiene una 15
  • 16. valencia evangelizadora: por eso forma parte de las funciones específicas de la pastoral. Se trata de favorecer o activar todas las energías para promover una mayor humanización de los ambientes para la salud, convencidos que cada gesto y proyecto que promuevan la situación del hombre es, por su naturaleza, un gesto de evangelización. 63. La asistencia pastoral. El mandato de Jesús: “Estuve enfermo y me visitaron” (Mt 25) constituye la base de partida de la atención pastoral a los enfermos en las instituciones para la salud y a domicilio. La visita expresa la solidaridad de la Iglesia y su cercanía. Particular relevancia toman los sacerdotes, los Ministros de la Comunión y los visitadores de los enfermos. La prolongación de la edad aumenta el número de ancianos presentes en nuestras comunidades. En algunos lugares es necesario organizar una específica pastoral de las personas mayores; no necesariamente es tarea de la pastoral de la salud, porque, gracias a Dios, la mayoría de ellos goza de buena salud y tienen un papel activo en la sociedad y la comunidad eclesial; es preferible colaborar con organismos pastorales que se ocupan de estas personas. 64. Asociaciones profesionales. La actividad asociativa tiene un impacto mayor respecto a iniciativas particulares y testimonia la naturaleza comunitaria de la comunidad eclesial. Se debe favorecer, pues, la creación de asociaciones católicas de profesionales de la salud: médicos y enfermeros, farmacéuticos y otros. Se trata, además, de motivar a los profesionales de la salud para que presten servicios de educación, prevención y asistencia en salud a las comunidades más pobres, barrios marginados y zonas rurales. 65. Asociaciones de enfermos. También los enfermos pueden lograr con más facilidad el respeto de sus derechos cuando se unen. La comunidad eclesial alienta todo esfuerzo para crear grupos y/o asociaciones de enfermos o de apoyo a enfermos crónicos y a sus familiares. En nuestras comunidades valoramos la presencia de la Unión Enfermos Misioneros como forma de evangelización y estímulo para toda la comunidad local. 66. Vigilancia sobre las prácticas médicas. El costo de la medicina alopática favorece el desarrollo de prácticas médicas alternativas, algunas nuevas, otras más ligadas a la medicina popular tradicional. La pastoral de la salud favorece un discernimiento sobre la validez de las diferentes prácticas, para que no se utilicen sin los fundamentos necesarios y sin comprobación científica, dañando a los usuarios. 67. La política sanitaria. Se debe velar para que los organismos e instituciones públicas y privadas que prestan servicios y forman profesionales de la salud tengan presente su misión social, política, ética, bioética y comunitaria. Es necesario participar activa y críticamente en las instancias oficiales que deciden las políticas de salud de la nación, estado, región y municipio, recuperando el compromiso constitucional de la seguridad social, destinado a garantizar el derecho a la salud, a la jubilación y la asistencia social. 68. Colaborando con todos… La pastoral de la salud establece canales de comunicación y colaboración con y entre las instituciones públicas y privadas que actúan en el sector de la salud y de la educación. Se articula con otras pastorales, movimientos, organismos e instituciones a fin de compartir recursos materiales, financieros, humanos, así como acciones y proyectos comunes. 16
  • 17. II. SUJETOS Y PROTAGONISTAS DE LA PASTORAL DE LA SALUD 69. La Iglesia “hogar” de salud. La comunidad cristiana es prolongación histórica de Cristo. El enfermo debe encontrar en ella el lugar privilegiado y el trato que encontraba en Jesús: su misma preferencia, cercanía y acogida, el mismo trato curador, su fuerza sanadora. Es la comunidad cristiana, en su complejo, el “sujeto originario” de cualquier pastoral. Los agentes son “representantes”, “manifestación” de la Comunidad. La comunidad parroquial asume la promoción humana, el cuidado y preservación de la salud, el acompañamiento pastoral a enfermos y ancianos en fidelidad a su misión de construir el Reino de Dios. 70. El enfermo: sujeto de evangelización. El hombre sufriente es sujeto responsable y activo de la obra de la evangelización y salvación y esto compromete a la comunidad cristiana en una pastoral de la salud que se construye en torno al enfermo como protagonista y evangelizador (Christifideles Laici, 53 y 54): “A todos y a cada uno se dirige el llamamiento del Señor: también los enfermos son enviados como obreros a su viña. El peso que oprime los miembros del cuerpo y menoscaba la serenidad del alma, lejos de retraerles del trabajar en la viña, los llama a vivir su vocación humana y cristiana y a participar en el crecimiento del Reino de Dios con nuevas modalidades, incluso más valiosas... Uno de los objetivos fundamentales de esta renovada e intensificada acción pastoral - que no puede dejar de implicar coordinadamente a todos los componentes de la comunidad eclesial - es considerar al enfermo, a las personas con diferentes capacidades, al que sufre, no simplemente como término del amor y del servicio de la Iglesia, sino más bien como sujeto activo y responsable de la obra de evangelización y de salvación. Desde este punto de vista, la Iglesia tiene un buen mensaje que hacer resonar dentro de la sociedad y de las culturas que, habiendo perdido el sentido del sufrir humano, silencian cualquier forma de hablar sobre esta dura realidad de la vida”. 71. La familia del enfermo. La familia ocupa el lugar primario en la humanización de la persona y de la sociedad. Está llamada a ser una comunidad de fe-esperanza y caridad, una comunidad de salud: a educar para vivir en salud, a promover la salud de sus miembros y de su entorno. Es importante recuperar a la familia como parte esencial en el cuidado de su miembro enfermo. Un papel indispensable es el de la oración por sus seres queridos enfermos, ancianos limitados, familiares con capacidades diferentes; la oración es la primera y más fecunda modalidad de solidaridad. 72. El agente de pastoral de la salud. Entre los sujetos de Pastoral de la Salud (todos, coordinados por el Obispo en el nivel diocesano y por el párroco en un nivel local), destacan los agentes de Pastoral de la Salud: se trata de ministros ordenados, religiosos y religiosas, laicos que, después de una adecuada preparación, reciben un mandato específico por la comunidad eclesial: capellanes de hospitales, ministros extraordinarios 17
  • 18. de la Sagrada Comunión (MEC), agentes visitadores, agentes de promoción de la salud, miembros de la Unión Enfermos Misioneros, etc. 73. Rol de los religiosos /as. Todos los religiosos/as, pero de manera especial los que tienen el carisma del testimonio de Cristo en el mundo de la salud, están llamados a ser testimonio de fe y esperanza en un mundo cada vez más deshumanizado, tecnicista y materialista y a enriquecer con su presencia a toda la comunidad eclesial en espíritu de apertura y colaboración a las actividades parroquiales, así como animar y acompañar a los grupos de pastoral de la salud. 74. Los Ministros Extraordinarios de la Comunión (MEC) y visitadores de enfermos. En muchas comunidades están presentes los MEC. Son presencia de la comunidad eclesial con los enfermos y sus familias; al mismo tiempo son los “oídos” de la comunidad, para detectar necesidades, para suscitar respuestas de la comunidad, para ser “puente” entre los enfermos-familias y la comunidad. Desarrollan un rol misionero de primera importancia; en muchas situaciones son la única modalidad “misionera” de una comunidad, la única forma de salir del templo y acercarse a las vivencias y necesidades de la gente. Pueden ser evangelizadores con los lejanos o alejados de la práctica eclesial. Surgieron para favorecer la pastoral con los enfermos y, sin olvidar los preciosos servicios que desarrollan en los templos (en particular cuando falte el ministro ordenado), deben tener una formación particular para acompañar a los enfermos y sus familias en las difíciles situaciones de la enfermedad, de la ancianidad y de la discapacidad. Su formación debe contemplar la capacitación a la ayuda a través de la relación interpersonal, al acompañamiento de los familiares, al seguimiento en la estación del duelo. Particular importancia, y por ende capacitación, necesitan los que obran en los centros de salud, acompañando también a los profesionistas y a todas las personas en las decisiones éticas. 75. Los Diáconos. La eclesiología del Concilio Vaticano II ha reintroducido la figura del Diácono permanente como agente coordinador de la caridad y no sólo como ministro del altar. En la Pastoral de la Salud se inserta como promotor de carismas al servicio, como coordinador de las iniciativas de solidaridad y servicio voluntario, como agente “puente” entre las comunidades eclesiales (grupos Cáritas y pastoral social, grupos de voluntariado), las familias y las instituciones para la salud. Una mayor valoración de este carisma puede facilitar un mejor apostolado de los seglares e iniciativas de evangelización y humanización de las estructuras. 76. Rol de las instituciones educativas. Se deben involucrar a las instituciones educativas de la Iglesia para que participen activamente en el crecimiento y formación integral de la persona; de ahí la importancia que en sus planes y programas incluyan lo relacionado con la promoción, prevención y educación para la salud. 18
  • 19. 77. El voluntariado asistencial y de promoción de la salud. El voluntariado es una expresión concreta del amor de Dios; es el quehacer de toda persona y en especial del cristiano. Con su actitud de amor, servicio gratuito e incondicional, promueve la cultura de la vida, basada en los valores de la solidaridad y la fraternidad. 78. Grupos y asociaciones de enfermos. Muchos son los grupos y asociaciones de enfermos que se organizan para apoyarse, colaborar mutuamente y desarrollar una tarea de evangelización. Es importante valorar, reconocer y acompañar sus esfuerzos; ellos comunican y transmiten grandes valores humanos y cristianos a la comunidad. 79. Formación de los pastores. En los planes de formación de los seminaristas, se tendrá presente la formación y capacitación en la pastoral de la salud. También en la formación permanente del clero se tendrá presente esta tarea misionera en el mundo de la salud. 80. Valoración de los medios de comunicación social. Los medios de comunicación cumplen un papel importante como órganos de información y difusión a la comunidad; por lo tanto es conveniente aprovecharlos para realizar programas y campañas de educación en la defensa de la vida y en la promoción de la salud. 81. Las organizaciones populares. Las organizaciones populares son instancias de resistencia del pueblo pobre y doliente que se organiza para sobrevivir frente al empobrecimiento creciente. Es necesario reconocer y apoyar el esfuerzo que éstas realizan en el servicio a la comunidad, capacitándolas en la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades. 82. Instituciones católicas de salud. Un papel importante pueden jugar las instituciones de salud (hospitales, asilos, dispensarios y clínicas, comunidades terapéuticas, etc.) de la Iglesia, surgidas y manejadas por parroquias, institutos religiosos, movimientos y asociaciones eclesiales. No pueden faltar algunos aspectos para que sean verdaderamente “evangelizadoras”. a. Están llamadas a educar y a promover la salud, a cuidar y defender la vida, a brindar una asistencia integral más humana al hombre enfermo y su familia, reconociendo y respetando sus derechos, en plena adhesión al magisterio de la Iglesia en el campo de la bioética. b. Deben ser “ejemplo” y “modelo” esmerado en el cuidado de los enfermos, suscitando un proceso de “imitación” por parte de las estructuras públicas o privadas que no tienen la inspiración de Jesucristo. c. Se dedicarán, con preferencia, a las categorías de personas menos atendidas, obrando como “suplencia” en las carencias de las instituciones públicas y privadas de salud y asistencia. d. Deben destacar por el servicio religioso. La gente tiene derecho de encontrar una asistencia espiritual de calidad. La realizará un equipo asesorado por el sacerdote o religioso/a capacitados en esta área específica. Buscará ser presencia significativa que aglutine todas las fuerzas cristianas presentes en la institución, en diálogo con el territorio de referencia. 19
  • 20. III ESPIRITUALIDAD EN LA PASTORAL DE LA SALUD 83. El servicio fuente de espiritualidad. Tratando de vivir la propia existencia a la luz del Evangelio de Jesús misericordioso, el agente de pastoral de la salud fundamenta su actividad en una espiritualidad concreta y profunda. Consciente del riesgo de caer en un activismo falto de vida, que separa apostolado y espiritualidad, encontrará en el centro mismo del servicio prestado a los hermanos, la llamada al silencio, a la contemplación y al encuentro con Dios en la oración. 84. Prolonga a Cristo y su amor. El agente, por una parte, ha de identificarse progresivamente con Cristo, el buen Samaritano, para poder ser su imagen viva y prolongar hoy su amor perenne a los enfermos con su vida y acción. Por otra parte, reconoce al Señor en los enfermos y sabe que está presente en ellos, por eso les acoge como a Jesús mismo y su actividad pastoral se convierte en un servicio a Cristo. 85. La caridad pastoral. El ejercicio del apostolado debe ser la base de todo crecimiento y maduración espiritual. El amor al prójimo enfermo y a quienes lo asisten, exige abnegación, sacrificio y entrega. De ahí nacen las genuinas actitudes pastorales: estar junto a los otros aún cuando no se encuentre una gratificación inmediata, capacidad creativa de adaptarse a las situaciones cambiantes, sensibilidad para acoger los valores de una cultura diversa, flexibilidad en los comportamientos, etc. 86. La “integración de lo negativo”. Guiado por el ejemplo y la fuerza de Cristo, va integrando en su propia experiencia aún los aspectos negativos de la vida, como el dolor y el sufrimiento, lo cual lo capacita para aproximarse a los enfermos con un corazón acogedor, lleno de comprensión, respeto y amor, para auxiliar a las personas que están pasando la prueba del dolor. 87. La capacidad de “contemplación”. Escuchando la Palabra del Señor, el agente de pastoral aprende a leer, desde la fe, la experiencia humana propia y la del enfermo y a descubrir la acción de Dios. De esta forma puede ayudar a cuantos encuentra en su apostolado a vivir sabiamente, en un camino marcado por la esperanza. 88. Celebrando la vida. La espiritualidad del agente se expresa también en la celebración de la vida, valorada como don y como compromiso, superando el fatalismo y la desesperación. En la celebración presidida por Cristo, es redimida la debilidad humana que encuentra en la enfermedad y en la muerte sus formas más sublimes, son anunciados los nuevos cielos y la nueva tierra, la nueva realidad de la vida en Cristo que va más allá de la muerte. 89. Fecundidad versus eficacia. En la evaluación del propio apostolado, el agente de pastoral no debe dejarse guiar únicamente por criterios de eficacia y de éxito. 20
  • 21. Purificando constantemente las propias motivaciones y reconociéndose siervo inútil, intensificará su disponibilidad para promover el Reino de Dios. En los momentos difíciles, en los que se siente desarmado e impotente, reforzará su confianza en el Único que puede salvarlo. 90. Hacia una entrega “alegre”. Siguiendo la exhortación de San Pablo: "El que practica la misericordia hágalo con alegría" (Rom 12,6), el agente ha de encontrar en las fuentes de la propia espiritualidad la alegría del don gratuito, a ejemplo de Cristo que se ha entregado a los hombres desinteresadamente. 91. El ejemplo de la Virgen María. Para alimentar su espiritualidad, el agente de pastoral recurrirá a María, Salud de los enfermos, tomando del ejemplo de la Madre de Jesús, su capacidad de servir a los enfermos con cuidado y fidelidad, con disponibilidad y gratuidad, con ternura y compasión. IV LA ORGANIZACIÓN DE LA PASTORAL DE LA SALUD NIVEL PARROQUIAL 92. En la parroquia. Objetivos de un grupo de pastoral de salud: - Promover un estilo de vida sana, una comunidad sanante a través de la promoción, educación y prevención de las enfermedades (dimensión comunitaria). - Sensibilizar y motivar a la comunidad cristiana para que se haga cargo de sus enfermos y ancianos (dimensión comunitaria). - Hacer presente el amor misericordioso de Jesús a los enfermos y ancianos en hospitales, asilos y familias (dimensión solidaria). - Anunciar el sentido cristiano del sufrimiento humano (dimensión solidaria). - Contribuir a la humanización y evangelización de las estructuras, instituciones y personal de la salud (dimensión político - institucional). 93. Organización y estructura El grupo de pastoral de la salud tendrá su coordinador y contará con la animación y asesoría espiritual del párroco. Realizará su trabajo en coordinación con la pastoral de conjunto y demás grupos parroquiales. Se elaborará un plan de trabajo que incluya: la sectorización de la parroquia, un diagnóstico de la realidad (problemas y recursos), la identificación de líneas de acción y la agenda de las actividades. Para responder de manera concreta y adecuada a las necesidades detectadas, se conformarán los comités de trabajo involucrando a todas las personas de la parroquia: enfermera, farmaceuta, trabajadora social, maestra, modista, conductor, ama de casa, pensionados, etc. que tendrán como objetivo la realización de labores concretas teniendo en cuenta las diversas dimensiones. El grupo de pastoral de la salud podrá articularse en tres comités: Comité de ayuda fraterna. Tiene como finalidad responder a las necesidades de tipo material: farmacéutico, alimentación, ropa, elementos de aseo, fondo de dinero para emergencias, etc. Desarrollará, además, tareas de voluntariado asistencial. 21
  • 22. Comité de acompañamiento. Estará conformado por personas que regalan tiempo, atención y compañía, que visitan periódicamente a los enfermos en sus hogares y en el hospital, facilitando la presencia del sacerdote, la celebración de los sacramentos, la oración, etc. Pueden ser los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión. Comité de educación en salud. Se preocupa por la promoción y educación en salud y prevención de las enfermedades. Programa conferencias, talleres, charlas, brigadas de salud, etc. Lucha por unas condiciones de vida más humanas (alimentación, vivienda, agua potable, etc. ) y participa en la elaboración de los planes de desarrollo local. 94. En las instituciones para la salud. Las comunidades cristianas en cuyo territorio se ubican instituciones de salud y asistencia (hospitales, asilos, comunidades terapéuticas, etc.) tendrán cuidado de organizar un servicio pastoral adecuado en las mismas. Para alcanzar este logro es necesario conformar un grupo o equipo que, de manera semejante a lo que sucede en las parroquias, tenga en cuenta los aspectos de ayuda fraterna, de acompañamiento espiritual y ético del personal. Nivel decanal 95. Nivel decanal o de vicaría. Especialmente para atender a los centros hospitalarios mayores y para implementar programas de fomento de la salud y de prevención de las enfermedades, es necesaria una colaboración entre las comunidades locales. Puede ser funcional la conformación de un equipo de pastoral de la salud en un nivel de decanato o vicaría, formado por los coordinadores parroquiales. Nivel diocesano 96. En una pastoral orgánica. Cada Diócesis se estructura pastoralmente alrededor de algunas líneas guías; a menudo se trata de Planes Pastorales bienales, trienales o más. La Pastoral de la salud debe estar presente y ser tenida en cuenta en todas las fases de elaboración del Plan diocesano y ofrecer su aporte específico, valorando lo propuesto por la Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud del Episcopado Mexicano. 97. El equipo diocesano de Pastoral de la salud y sus objetivos. Para impulsar la Pastoral de la salud en las Diócesis es necesario constituir un Equipo Diocesano de PS. Puede tener diferentes nombres: Comisión, Equipo, Sección, Secretariado, etc. Sus objetivos son: - Ser un signo de comunión entre las diferentes categorías y protagonistas del mundo de la salud; - Manifestar la compleja realidad del mundo de la salud y del sufrimiento (signo representativo); - Sensibilizar a la Comunidad Diocesana sobre los temas de la vida y la salud, en colaboración con todos los organismos que trabajan en este campo (otras comisiones: de Laicos, de los MEC, Cáritas, Pastoral Social, Pastoral Profética, Pastoral Litúrgica, Misiones; otras instituciones: Hospitales y asilos católicos, otras estructuras de salud, Congregaciones religiosas, Movimientos apostólicos (Renovación, etc.); - Ofrecer oportunidades de conocimiento y de valoración para grupos, movimientos y asociaciones (Asociaciones civiles, grupos apostólicos); 22
  • 23. - Proponer caminos de formación para las diferentes personas involucradas (agentes, MEC, enfermeras, médicos, farmacéuticos, técnicos, etc.); - Animar, estimular a las parroquias para que instituyan un equipo local de PS (área de promoción de la salud, de asistencia social, de visita a los enfermos). - Organizar momentos comunitarios de sensibilización y animación (jornadas y días especiales, congresos). - Participar en las labores de la Pastoral, para ofrecer el aporte específico. Para que funcione, el Equipo Diocesano de Pastoral de la salud: se encuentra periódicamente; se estructura por sectores de interés (pastoral de la salud de las estructuras, territorial, problemas emergentes, formación – bioética – medios de comunicación), organiza una oficina y una secretaría. 98. El proyecto diocesano de PS. Siguiendo las directrices que proponen la Conferencia Episcopal Mexicana y los Planes diocesanos, y según los principios de una correcta programación, el Equipo diocesano redactará un proyecto plurianual en el que se establecerán los objetivos generales y específicos, los criterios, las iniciativas, las responsabilidades y los tiempos de la verificación de las actividades programadas previamente. Nivel Provincial y Nacional 99. La Sección Provincial de Pastoral de la Salud. La Provincia Eclesiástica tiene el encargo de animar, proponer, promover y coordinar la Pastoral Social en las Diócesis que la conforman. En el ámbito y en estrecha coordinación con la Co misión Provincial de Pastoral Social (CPPS), la Sección de Pastoral de la Salud sensibiliza a los señores Obispos para que instituyan un equipo diocesano y encarguen a un responsable. La Coordinación Provincial está conformada por todos los encargados diocesanos de Pastoral de la Salud, presididos por uno de ellos (miembro del Consejo Nacional de Pastoral de la Salud). 100. Actividad de la Sección Provincial de Pastoral de la Salud. La Sección Provincial de Pastoral de la Salud, en coordinación con la CPPS, propone proyectos trienales y programas anuales. Tomará en cuenta particularmente la formación de los agentes y la organización de eventos colectivos a nivel provincial y la ayuda entre Diócesis. 101. La Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPS) y la Dimensión Nacional de la Pastoral de la Salud. La CEPS es un organismo de servicio del Episcopado Mexicano, de las Provincias Eclesiásticas y de las Diócesis. Está conformado por los Obispos encargados de las 8 dimensiones (Dimensión PS-Caritas, Dimensión Fe-Política, Dimensión Justicia-Paz- Reconciliación, Dimensión Pastoral de la Movilidad Humana, Dimensión Pastoral Penitenciaria, Dimensión Pastoral del Trabajo, Dimensión Pastoral Indígena, Dimensión Pastoral de la Salud ) y por el Secretario Ejecutivo. Da los aportes solicitados a la Conferencia Episcopal y anima, de manera subsidiaria, la actividad de las Provincias y Diócesis. Cada dimensión, para facilitar las labores, se estructura organizativamente. La Dimensión de la Pastoral de la Salud está presidida por el Obispo presidente, quien nombra a un secretario de dimensión y se avale de la colaboración del Consejo Nacional de Pastoral de la Salud. 23
  • 24. 102. Tareas de la Dimensión Nacional de la Pastoral de la Salud. Las funciones más importantes de la CEPS respecto a la dimensión de la Pastoral de la Salud son: a) Estudiar los asuntos, elaborar acuerdos y ejecutar las decisiones que le hubieran sido encomendadas. b) Proponer a la Reunión Nacional de ”Coordinadores y Equipos Diocesanos” las sugerencias que juzguen oportunas para dar aplicación a las disposiciones de las instancias de gobierno. c) Convocar y presidir, a través del Obispo encargado de la Dimensión, la Reunión Nacional de Coordinadores y Equipos Diocesanos de Pastoral de la Salud. d) Convocar y presidir, a través del Obispo encargado de la Dimensión, los trabajos del Consejo Nacional de Pastoral de la Salud. e) Mantener relaciones de comunión y coordinación con el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, con los organismos del CELAM, con las demás dimensiones de la CEPS y con las demás Comisiones Episcopales afines. 103. El Consejo Nacional de la Pastoral de la Salud. El Consejo Nacional de Pastoral de la Salud es un organismo colaborador de la CEPS, representante de las Provincias Eclesiásticas, signo y expresión de comunión entre las Provincias y las Iglesias Particulares, que reflexiona y estudia la realidad, los desafíos a la salud y los Documentos del Magisterio de la Iglesia; anima, propone, programa, y celebra acciones que respondan a los retos y desafíos de la realidad Nacional, Provincial y Diocesana, en comunión con las dimensiones de la CEPS y otras Comisiones Episcopales. Está conformado por el Obispo encargado de la dimensión, los coordinadores provinciales, el secretario de Dimensión nombrado por el Obispo presidente de la dimensión y otras personas que puedan ayudar al logro de los objetivos. 104. Las tareas del Consejo Nacional y el proyecto trienal. Tareas: - Dar el aporte específico a la CEPS. - Promover la formación de maestros y líderes que, a su vez, formarán a los agentes de Pastoral de la Salud. - Producir material de pastoral de la salud. - Promover la comunión y animar a las Provincias Eclesiásticas - Estudiar la problemática del mundo de la salud. - Animar, organizar y programar eventos nacionales: Reunión nacional de pastoral de la salud, jornada mundial del enfermo, etc. - Colaborar con las demás dimensiones de la CEPS y las Comisiones Episcopales de pastorales afines. - Establecer relación con instituciones y organismos católicos, sociales y de gobierno. El Consejo nacional colabora con la CEPS para elaborar un proyecto trienal de trabajo, siguiendo las indicaciones de la CEPS y respondiendo a los desafíos de la realidad. 105. La reunión nacional de los coordinadores de Provincia y miembros de sus Equipos . Cada año la Dimensión de Pastoral de la Salud convoca a los Coordinadores de Provincia de pastoral de la salud y otros miembros de sus Equipos para encontrarse y 24
  • 25. conocerse, compartir experiencias, reflexionar juntos, planear estrategias y proyectos, encontrar criterios comunes y verificar el camino cumplido. CONCLUSIONES 106. Exhortación. Confiamos estas reflexiones a los Señores Obispos, a los responsables de Provincia y diocesanos de la pastoral de la salud, a los sacerdotes y a todos los que sienten el mandato de Cristo Buen Samaritano: “Ve y haz tú lo mismo”. 107. Actualización de estas directrices. Estas directrices guiarán la pastoral de la salud de la comunidad católica de México en los próximos años. Conscientes que la pastoral es siempre “histórica”, la CEPS-Dimensión Pastoral de la Salud, auxiliada por el Consejo Nacional de pastoral de la salud, proveerá a actualizar estas directrices periódicamente. 108. Nuestra Señora de Guadalupe. “¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás acaso bajo mi amparo? ¿No estás en mi regazo?”: estas palabras – el corazón del acontecimiento guadalupano – ofrecen la clave para vivir la enfermedad y para ayudar a quien sufre. En nuestra tarea de pastoral de la salud nos comprometemos a ser “madre”, “amparo”, “regazo” para los débiles y más necesitados. “La “Señora del cielo” manifestó a Juan Diego el deseo de que se le construyera una Casita en la que pudiera mostrarnos su amor y protección al darnos al Evangelio de Dios que llevó en su seno, y acoger maternalmente tanto a los que “están cerca” como a los que “están lejos”, para que todos lleguemos a ser uno en Cristo. Este deseo expresa el misterio de la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del espíritu, que congrega a hombres y mujeres de toda raza, pueblo y Nación para alabar, celebrar y dar testimonio del Verbo de la Vida, y para responder al llamado permanente de construir desde la fe, la dignidad común en la diversidad de expresiones culturales” (Del Encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos). La pastoral de la salud quiere contribuir a construir esta “casita”, en donde todos puedan sentirse “en su casa”, acogidos, aceptados, con la posibilidad de encontrar un lugar cálido, digno de la persona humana, con la posibilidad de desarrollar relaciones auténticas y amistosas. 25