1. EL FINAL
En una de tantas rachas de dinero escaso me encontraba en mi casa, en Cuautla, situada en una de
tantas colonias típicas de la localidad, austera pero funcional, refugio del mundo cosmopolita en el cual
recibo la visita de amigos y camaradas de cuando en cuando, esta es la historia de una visita que recibí.
Fue mi maestro en ciertos artes de la vida que son poco comunes, en el arte de la táctica, nos
conocimos en circunstancias peculiares, en un lugar distante de nuestras patrias, en otro continente,
selva calor, mosquitos y mucha lluvia era el entorno en el que nos movíamos, siempre comentaba que
cuando un soldado es muerto merece que sea otro soldado el que lo elimine, partir de este mundo, sin
sepelios, plañideras o redoble de campanas, pero a manos de un igual, de otro soldado. Porque existen
soldados entre los militares como entre los civiles, así como existen políticos entre los militares.
Una tarde en la que me encontraba igual que en el viejo tango …”rajando los tamangos buscando ese
mango que te haga morfar”, apareció en mi puerta traía una duffle bag, una gorra para evitar que el sol
calcinara su calva una camisa hawaiana (floreada y chillante en tonos de azul), unos baggies y unas botas
de campo, al verlo sonriente en mi puerta tuve un sobresalto, sabía que era la última vez que íbamos a
socializar, sabía que venía por ayuda y no estaba muy dispuesto a dársela.
Fuimos a comer a un restaurante cercano a mi casa, uno de mis lugares favoritos, al cual asisto cada que
mi bolsillo lo permite o que alguno de mis visitantes me invita (el mas asiduo es mi primo), comimos y
bebimos como si estuviéramos en bacanal, en la larguísima sobremesa comento que ya no soportaba la
gota, que siempre tenia algún achaque que no le permitía disfrutar de lo que a el le gustaba.
Me pregunto como andaban mis finanzas, me sonreí y le dije las cosas como eran en aquel momento
–“estoy ladrando de hambre’ y nos reimos un buen rato.
Aunque contento parecia como si estuviera muy cansado, mas en su interior que en su físico, me
platicaba de sus días en Inteligencia en Vietnam, de los bares en Saigon y de las enfermedades venéreas
que algunos de sus compañeros adquirieron.
Recordamos los trabajos que realizamos juntos, en aquella época no se hablaba de “clones” les
deciamos gemelos y me pregunto por otro camarada, eramos los “marble twins” (los gemelos canica),
con gusto le dije que era un responsable padre de familia, que vivía con ciertos lujos,y los dos dijimos a
coro riendo –“es un burgues asqueroso”, porque creíamos que definitivamente ese tipo de vida no iba
con nosotros, pero nos daba gusto que el otro “gemelo canica” hubiera encontrado su lugar en el
mundo.
Compro varias botellas bourbon y de cognac, cartones de cigarrillos y fuimos para mi casa, como no
tenia dinero para insecticidas o repelentes los mosquitos nos cenaban con singular entusiasmo y fe.
-“Este lugar tiene muchas similitudes a varios de los lugares donde hemos estado, es por eso que te
viniste a vivir aquí?”
-“Precisamente…”
2. _”extrañas mas el dinero o la acción?”
-“ la acción no ha cesado, son aventuras diferentes, lo malo es la carencia de dinero… no se puede tener
todo…”
De su duffle bag extrajo un sobre, lo puso en mi mano y sonriendo dijo;
-“gástalo todo antes de do semanas, diviértete mucho. Ahora… sabes a que vengo?”
-“Si, sé que es inevitable, me quedara un gran hueco, aunque no te viera el saber que andabas por ahí
era bueno, me hacia sonreír…”
Sin decir mas saco de su duffle bag una pistola automática, una Colt .45, la amartillo y se la coloco bajo
el mentón apuntando hacia arriba, acciono el gatillo y se atravesó el cráneo.
Sabía que lo iba a hacer, no en qué momento, esperaba que fuera después de bebernos al menos una
botella, como siempre me sorprendió, tal vez sintió que intentaría detenerlo, debí recordar que siempre
me repetía “siempre debemos esperar lo inesperado…”
Los sesos tienen un olor my desagradable, buscaba la jerga para limpiar la sangre y sesos y pedazos de
cráneo en mi comedor, en ese momento recordé que siempre fue un hombre que anticipaba y
preparaba lo que se pudiera necesitar para cada ocasión.
Traía una bolsa de plástico de las que se utilizan para transportar cadáveres, lo metí en ella y con agua y
detergente limpie la habitación o mejor posible. Por horas excave un agujero en mi jardín, el suelo
irregular y pedregoso dificulto la operación pero finalmente pude acomodar su cuerpo, en la bolsa
deposite todos su efectos personales y su pistola. Busque una carta, algo en lo que se despidiera o me
dejara algún encargo póstumo, no lo había. Cubrí su cuerpo con tierra y al final volví a colocar el pasto
donde estaba previo a excavar.
Su última morada estaba muy cerca, no olvidaría el visitarlo, y las rosas de mi jardín serian una ofrenda
perpetua.
No diría nada a los demás camaradas, creo que ellos preferirían, creer que algún día aparecería para
contarnos una más de sus aventuras.
Un soldado merece otro soldado… no lo tuvo, pero fue a manos de un gran soldado que encontró su
final…