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nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27
dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN
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dossier nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27
Intervención cognitivo-conductual en los
trastornos de ansiedad: una actualización
resumen/abstract:
En este artículo se expone una propuesta de protocolo sobre planificación de tratamiento para desórdenes
emocionales, centrándonos especialmente en trastornos de ansiedad, el cuál incluye las principales fases
que debe contemplar un plan de trabajo. Se expone también un modelo de intervención cognitiva basado
en el enfoque de los sesgos cognitivos, en concreto en la Teoría de los Cuatro Factores de Michael W.
Eysenck, desarrollada en los inicios de la década de los noventa. Se trata de una intervención centrada en la
reestructuración cognitiva, que se ha inspirado en la psicología cognitiva experimental, y ha encontrado una
forma de explicar y tratar los desórdenes emocionales de manera más práctica y eficaz que la intervención
cognitivo-conductual basada en los modelos tradicionales.
This article sets out a proposal for a treatment planning protocol of emotional disorders, especially focused
on anxiety disorders, which includes the main steps that should be outlined in a work plan. It also describes
a cognitive intervention model based on the cognitive bias approach, particularly Michael W. Eysenck’s Four
Factor Theory, developed in the early nineties. This is an intervention focused on cognitive restructuring,
which was inspired by experimental cognitive psychology, and has found a way to explain and treat
emotional disorders in a more practical and effective way than cognitive-behavioral interventions based on
traditional models.
palabras clave/keywords:
Ansiedad, sesgos cognitivos, trastornos de ansiedad, evaluación, tratamiento, reestructuración cognitiva.
Anxiety, cognitive biases, anxiety disorders, assessment, treatment, cognitive restructuring.
Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood
Universidad Complutense de Madrid
Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS)
La ansiedad es una emoción que surge ante
situaciones ambiguas o de resultado in-
cierto, en las que anticipamos un posible
resultado negativo o amenaza para nues-
tros intereses, preparándonos para actuar
ante ellas mediante una serie de reaccio-
nes cognitivas, fisiológicas y conductuales
(Cano-Vindel, 2004). Esta reacción natural
de preparación nos ayuda a movilizar re-
cursos para afrontar mejor dicha amenaza
percibida. Así, si la situación que provoca
ansiedad es muy importante para nosotros
(como un examen decisivo) es posible que
provoque una fuerte reacción a nivel cog-
nitivo que nos ayude a pensar más deprisa,
centrar la atención en el problema, o anti-
cipar posibles escenarios; además, puede
movilizar recursos energéticos mediante
una gran activación fisiológica (aumento
de la tensión en los músculos, bombeo de
más sangre, más oxígeno, etc.); o tal vez
una conducta más inquieta, ágil y rápida.
nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27
dossier
Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood
5
Dicha reacción de ansiedad, por lo gene-
ral, nos ayudará a responder mejor ante las
demandas de la situación, cumpliendo por
tanto, una función de adaptación al medio.
Sin embargo, en ocasiones la ansiedad no
facilita una mejor adaptación (Cano-Vin-
del, 2011b), pues con frecuencia surgen
falsas alarmas ante posibles amenazas que
realmente no lo son, e incluso muchas per-
sonas se activan sin saber por qué, u otras
tienden a percibir reiteradamente una serie
de amenazas magnificadas que les provo-
can niveles excesivamente altos de ansie-
dad (i.e., malestar psicológico, alta acti-
vación fisiológica, inquietud motora, etc.)
y que pueden llevar a problemas de rendi-
miento (i.e., bloqueos), o problemas de sa-
lud mental (e.g., trastornos de ansiedad) o
física (i.e., trastornos psicofisiológicos por
exceso de activación).
Algunas personas, cuando llevan tiempo
sometidas a un fuerte estrés (Cano-Vindel,
Dongil-Collado, & Wood, 2011), pueden
presentar diferentes modos de desregula-
ción emocional: (1) miedo irracional o te-
mor a algunas reacciones emocionales o a
determinados aspectos de las mismas (e.g.,
miedo a dar una respuesta asertiva por te-
mor al enfado de otros, incapacidad de
expresar ira por temor a perder el control,
miedo a ciertas situaciones o a experimen-
tar ansiedad por temor a las sensaciones fí-
sicas, etc.); (2) pueden mostrar evitaciones
a situaciones emocionales, aunque no pue-
dan permitirse evitarlas (e.g., evitar hablar
en público por culpa de la ansiedad, aunque
sea una exigencia de su trabajo, o evitar
viajar en avión, cuando sería lo más conve-
niente, etc.); (3) o pueden experimentar una
elevada activación fisiológica en una deter-
minada respuesta, como el rubor, el sudor,
el temblor muscular de extremidades, o el
temblor de voz, porque temen que los de-
más observen esta respuesta en ellos, les
evalúen muy negativamente por no poder
controlarla y les rechacen o les despidan
del trabajo.
En todos estos casos, por lo general, lo que
observamos es que estas personas, además
de ignorar qué es la ansiedad, qué son las
emociones, para qué sirven y cómo se re-
gulan (Amstadter, 2008), han desarrollado
importantes sesgos cognitivos (Bar-Haim,
Lamy, Pergamin, Bakermans-Kranenburg,
& van, 2007; Craske & Pontillo, 2001;
Eysenck & Derakshan, 1997), así como
un proceso de aprendizaje emocional “de-
sadaptado”, lo que les conduce en la direc-
ción opuesta a la deseada, de manera que
cada vez tienen menos control sobre las
reacciones emocionales que les gustaría
regular, pudiendo llegar a desarrollar uno
o varios desórdenes mentales (i.e., emocio-
nales), especialmente trastornos de ansie-
dad (Asociación Americana de Psiquiatría,
2001).
A continuación, exponemos un protoco-
lo de intervención para los trastornos de
ansiedad y otros desórdenes emocionales
similares que contiene, por un lado, un es-
quema de planificación del tratamiento y,
por otro, un modelo de intervención me-
diante reestructuración cognitiva, basada
en un modelo explicativo sobre los sesgos
cognitivos en los trastornos de ansiedad.
Planificación del tratamiento
La planificación del tratamiento se podría
definir como un conjunto de actividades or-
ganizadas y estructuradas secuencialmente
en fases o etapas, que nos van a ayudar a
alcanzar objetivos específicos distribuidos
en momentos diferentes del proceso tera-
péutico (i.e., evaluación pretratamiento,
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dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN
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selección de técnicas de tratamiento, etc.).
Abarca distintos niveles de organización y
nos permite diseñar un protocolo que inclu-
ya las diferentes actividades que se llevan a
cabo en una intervención terapéutica, como
son: evaluar, medir, describir, predecir,
diagnosticar, seleccionar las herramientas
o técnicas más eficaces entre una gama de
opciones, aplicar técnicas de tratamiento,
reevaluar, prevenir recaídas, desarrollar ha-
bilidades, etc.
El diseño o planificación de un tratamiento
determinado debe elaborarse con el propó-
sito de que nos ayude a estructurar y orga-
nizar la intervención que queremos llevar
a cabo. Debe ser, por tanto, una especie de
esquema que se puede elaborar por fases o
bloques y debe tener un formato estandari-
zado que pueda aplicarse de forma genérica
a todo tipo de casos, pero también debe ser
adaptable a casos concretos. Dicho esque-
ma o plan de trabajo incluye las siguientes
fases o apartados (ver Tabla 1): (1) evalua-
ción mediante entrevista semiestructurada;
(2) elaboración de hipótesis o modelos ex-
plicativos; (3) devolución inicial de infor-
mación; (4) facilitar cuestionarios que pro-
fundicen en el problema (rellenar en casa,
analizar en segunda sesión); (5) explorar
posible diagnóstico mediante cuestionarios
de cribado y entrevista estructurada diag-
nóstica; (6) selección de modelos explicati-
vos; (7) consensuar objetivos terapéuticos;
(8) selección de técnicas de tratamiento
para cada objetivo; (9) devolución de infor-
mación más completa; (10) aplicación de
las técnicas y entrenamiento; (11) valora-
ción de logros y objetivos; (12) prevención
de recaídas; y (13) evaluación postrata-
miento y seguimiento.
Entrevista semiestructurada.
Elaboración de hipótesis o modelos explicativos.
Devolver información inicial.
Facilitar cuestionarios que profundicen en el problema (rellenar en casa, analizar en segunda sesión).
Posible diagnóstico mediante entrevista estructurada diagnóstica.
Emplear algún(unos) modelo(s) explicativos.
Devolución de información.
Consensuar objetivos.
Asignar técnicas de tratamiento para cada objetivo.
Aplicación de técnicas en las sesiones de tratamiento.
Valoración de objetivos y logros.
Planificación de recaídas.
Evaluación postratamiento y seguimiento.
Tabla 1: Pasos de la planificación de la Intervención
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dossier
Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood
7
La primera fase es la evaluación, que debe
ser realizada de la forma más exhaustiva
posible. El abordaje del proceso de eva-
luación psicológica excede a los objetivos
de este artículo, por lo que sólo haremos
alusión a las actividades esenciales de
este proceso (Fernández-Ballesteros et al.,
2001). Existen numerosos instrumentos de
evaluación psicológica e incluso un gran
número de tipos de instrumentos (entrevis-
tas, cuestionarios, inventarios, escalas, au-
torregistros, registros fisiológicos, escalas
de observación, etc.), pero se considera que
existen tres métodos de evaluación en psi-
cología: registros fisiológicos, observación
y autoinforme. Es necesario resaltar que es-
tos tres tipos de medida no deben ser con-
siderados como equivalentes, ya que los
resultados mostrados por un método no se
observan necesariamente al emplear otro.
En clínica de adultos se suele utilizar casi
exclusivamente el método de autoinforme,
pero en algunos casos es imprescindible
contar con otras fuentes de información.
Toda evaluación empieza por una primera
entrevista en la que vamos a conocer, en-
tre otras cosas, el motivo de consulta y las
quejas principales, mentales y físicas (con
o sin base médica), así como una serie de
cuestiones relativas a dichas quejas, como
la topografía de respuestas cognitivas, fi-
siológicas y conductuales (normales y des-
ajustadas), situaciones en las que se produ-
cen, sesgos cognitivos asociados a dichas
respuestas, etc.
Con la información obtenida, el profesio-
nal genera hipótesis que guían el proceso
de evaluación y diagnóstico, tanto en la
propia entrevista como en la elección de
nuevos instrumentos de evaluación que se-
rán aplicados. Por ejemplo, si hay indicios
o datos que indican que puede haber fre-
cuentes o intensas reacciones de ansiedad
ante situaciones sociales (i.e., algún temor,
activación fisiológica, evitaciones), se pue-
de hipotetizar o suponer que puede haber
una respuesta positiva a ciertas preguntas
que se añaden en la entrevista (proceso in-
teractivo), así como altas puntuaciones en
un inventario que evalúa ansiedad social, o
incluso que pudiera haber un posible tras-
torno de ansiedad social, que habría que
confirmar con una entrevista estructurada
diagnóstica.
Al final de la primera sesión, es muy proba-
ble que un terapeuta experimentado pueda
devolver ya información sobre el tipo de
problema que presumiblemente afecta al
paciente (i.e., probable trastorno de ansie-
dad), aunque habrá que confirmar todavía
algunos datos, por ejemplo mediante el
uso de unos cuestionarios que se pueden
entregar al paciente (i.e., cuestionarios de
cribado), solicitando que los rellene en casa
y los traiga a la segunda sesión; o bien me-
diante entrevista diagnóstica en la próxima
sesión.
En esta primera devolución de información
es importante que el paciente reciba: (1)
una representación cabal de su problema
(tal y como se va descubriendo hasta este
momento), con una descripción unificada
de todos los síntomas, quejas, respuestas,
sesgos cognitivos asociados, situaciones
en las que se producen y un modelo ex-
plicativo tentativo que integre todos estos
elementos; (2) información del proceso de
evaluación y diagnóstico que se está reali-
zando, que debe confirmar las hipótesis de
trabajo; (3) información sobre el tipo de
tratamiento más eficaz para su posible pro-
blema, con una descripción de las técnicas
que se utilizarán si se confirma (i.e., téc-
nicas cognitivas, relajación y exposición);
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dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN
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(4) información sobre el tipo de resultados
que se pueden obtener, cuando el paciente
adopta un papel activo en el tratamiento y
realiza todas las tareas que le asigna el te-
rapeuta (i.e., mejora sustancial en los tres
primeros meses, espaciamiento temporal
de sesiones, alta).
El siguiente paso sería buscar información
sobre posibles trastornos mentales (DSM-
IV), como trastornos de ansiedad, del es-
tado de ánimo, somatomorfos, consumo
de sustancias, alimentación, sexualidad,
etc., situaciones en las que se produce el
problema, actividad cognitiva relacionada
con el problema, especialmente posibles
sesgos cognitivos (atención, interpretación,
memoria, atribución). Para ello podemos
utilizar diferentes instrumentos de medi-
da, como autoinformes (autorregistros,
inventarios, cuestionarios, escalas, etc.),
entrevista semiestructurada y entrevista es-
tructurada diagnóstica clínica con criterios
DSM-IV (First et al., 1996).
Si se trata de un problema de ansiedad o un
posible trastorno de ansiedad son especial-
mente útiles el Inventario de Situaciones y
Respuestas de Ansiedad, I.S.R.A. (Miguel-
Tobal & Cano-Vindel, 1986, 1988, 1994)
y el Inventario de Actividad Cognitiva en
los Trastornos de Ansiedad, IACTA (Cano-
Vindel, 2001). El ISRA es un instrumento
que incluye 24 respuestas de ansiedad (7 de
tipo cognitivo, 10 de tipo fisiológico y 7 de
tipo motor), así como 22 situaciones que se
agrupan en cuatro tipos (evaluación, inter-
personal, fóbicas y situaciones de la vida
cotidiana). Este inventario permite la eva-
luación de los tres sistemas de respuesta de
ansiedad por separado (Cognitivo, Fisio-
lógico y Motor), el Nivel General de An-
siedad y cuatro áreas situacionales que con
frecuencia producen ansiedad (Evaluación,
Interpersonal, Fóbicas y Cotidianas). Este
instrumento tiene buenas propiedades psi-
cométricas (Cano-Vindel & Miguel-Tobal,
1999a) y permite el estudio de perfiles dife-
renciales de los trastornos de ansiedad (Ca-
no-Vindel & Espada Largo, 2003; Espada,
Torres, Cano-Vindel, & Ochoa, 1994). Así
mismo, el ISRA puede ser de utilidad en la
valoración de la eficacia del tratamiento, ya
que se ha mostrado altamente sensible en la
detección de los cambios entre evaluación
pre y pos-tratamiento (Cáceres, Arrarás,
Jusue, & Zubizarreta, 1996; Herrero-Gó-
mez & Cano-Vindel, 2010; Pérez-Nieto &
Cano-Vindel, 1998; Ramos Martín, 2004).
El IACTA es un instrumento desarrollado
para evaluar qué es lo que piensan con fre-
cuencia las personas que tienen diferentes
trastornos de ansiedad (trastorno de páni-
co con agorafobia, fobia social, trastorno
obsesivo compulsivo, trastorno por estrés
postraumático). Se sabe, por ejemplo, que
las personas que tienen un trastorno de pá-
nico con agorafobia, dedican mucho tiem-
po a pensar en sus sensaciones físicas de
ansiedad, a las que consideran como pro-
blemas graves (i.e., infarto). Cuando se
pregunta al paciente qué porcentaje de su
tiempo cotidiano dedica a pensar en su pro-
blema, suele dar cifras del orden del 90%,
lo que puede ser interpretado como una
manifestación de un posible sesgo atencio-
nal. Además, otro tipo de pensamientos re-
flejan interpretaciones magnificadas de di-
chas sensaciones (i.e. excesiva importancia
y gravedad), lo que nos lleva a observar un
posible sesgo interpretativo.
Todas las personas experimentan ansiedad
de manera más o menos cotidiana y no le
conceden mucha importancia a sus sínto-
mas físicos. Sin embargo, una persona que
ha sufrido ataques de pánico puede volver-
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dossier
Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood
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se intolerante con sus sensaciones físicas
de ansiedad (que siempre ha tenido y ahora
no soporta). La reestructuración cognitiva
consiste en cuestionar la veracidad de los
propios pensamientos. La persona deberá
aprender que, simplemente, es más de lo
mismo, aunque algunos síntomas de ansie-
dad ahora sean más intensos o haya nuevos
síntomas de ansiedad y no se haya tenido
la información suficiente como para saber
que son síntomas de una reacción emocio-
nal normal (aunque sea intensa), pero que
no tendrá otras consecuencias graves. Sin
embargo, su interpretación puede llevar
a pensar a algunas personas que pueden
morir (cuando sólo es una taquicardia),
van a volverse locos (por una sensación
de irrealidad), van a marearse y caerse al
suelo (sensación de mareo), o que los de-
más les van a rechazar por su ansiedad (o
su falta de control o su torpeza social) y
todo ello es un sesgo interpretativo, porque
lo que en realidad están teniendo es ansie-
dad, sólo síntomas de ansiedad. Interpretar
una taquicardia como un posible ataque al
corazón es un sesgo interpretativo, inter-
pretar sensaciones de mareo que produce
la ansiedad como “voy a marearme y me
voy a caer al suelo”, con toda seguridad,
cuando eso le lleva sucediendo desde hace
varios años y nunca ha perdido la conscien-
cia, eso es un sesgo interpretativo, o pensar
que uno se está volviendo loco porque tiene
mucha ansiedad y no la puede controlar o
tiene sensación de irrealidad es también un
sesgo interpretativo.
El IACTA evalúa con qué frecuencia se
producen este tipo de pensamientos que
claramente tienen que ver con un sesgo
atencional y con un sesgo interpretativo.
Los sesgos atencionales e interpretativos
para las personas que tienen pánico y ago-
rafobia están centrados sobre todo en su
activación fisiológica. Este instrumento de
evaluación ha sido desarrollado de acuer-
do con el modelo de Michael Eysenck (que
veremos más adelante), y dicho modelo
señala que los trastornos de ansiedad están
provocados generalmente por el sesgo aten-
cional y el sesgo interpretativo; y estos dos
sesgos cognitivos están centrados en una de
las cuatro fuentes (los cuatro factores que
producen la ansiedad), que en el caso del
pánico es la activación fisiológica. Cuando
una persona está pendiente de si aumenta su
tasa cardiaca o aumenta cualquier otro sín-
toma de activación fisiológica lo que tiende
a hacer es provocar una mayor frecuencia,
una mayor intensidad de sus síntomas fisio-
lógicos y, cuando además piensa que esos
síntomas son horribles, son insoportables,
que pueden incluso acabar con su vida, le
pueden llevar a perder el control, a creer
que pueden volverle loco, o llevarle a per-
der la consciencia y caer al suelo mareado,
etc., pues eso produce todavía más ansie-
dad. La subescala de Pánico-agorafobia del
IACTA evalúa pensamientos que recogen
todo este espectro de actividad cognitiva
que se ha comentado.
Las personas con fobia social dedican mu-
cho tiempo a pensar en su conducta (i.e.,
comportamiento social torpe, inhibición
social), pero no observan estos datos como
manifestaciones de su ansiedad, cuya im-
portancia tendemos a exagerar, sino que
dan mucha relevancia a su conducta social,
les prestan mucha atención e interpretan
erróneamente que esas manifestaciones son
muy graves (que provocarán el rechazo so-
cial), cuando en realidad son síntomas de
ansiedad que ellos han experimentado en
otros momentos (pues siempre han tenido
ansiedad antes de tener un trastorno de an-
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dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN
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siedad por fobia social). La subescala de
Fobia Social del IACTA evalúa los pensa-
mientos que habitualmente tienen las per-
sonas que presentan un trastorno de fobia
social.
Mediante el IACTA, se puede saber qué
pensamientos habrá que modificar en la
reestructuración cognitiva. Además, po-
demos utilizar los puntos de corte de cada
subescala, lo que nos indicará si el paciente
tiene o no un posible trastorno de ansiedad,
con una buena sensibilidad y especificidad.
Existen pruebas de cribado más cortas,
como el PHQ (Patient Health Questionnai-
re) que se suelen utilizar en Atención Pri-
maria (Cano-Vindel, 2011b; Cano-Vindel,
Wood, Dongil, & Latorre, 2011) y nos per-
miten realizar una criba del trastorno de an-
siedad generalizada y el trastorno de pánico
(Spitzer, Kroenke, & Williams, 1999), lo
que nos permite con muy pocos ítems dis-
cernir entre aquellos casos en los que hay
que investigar más a fondo, frente a otros
en los que no es necesario.
Una vez recogida y evaluada toda la infor-
mación relevante, podemos plantearnos un
posible diagnóstico con pronóstico y dura-
ción del tratamiento mediante el modelo
explicativo que mejor se adecue al desor-
den sobre el que tenemos que intervenir.
Por ejemplo, para trastornos de ansiedad el
modelo de los Cuatro Factores, para tras-
tornos de estrés situacional el modelo de la
Valoración de Lazarus, para estrés crónico
el modelo de Selye y los Recursos Agota-
dos (síndrome general de adaptación), para
estrés laboral el modelo Demanda-control
o el modelo del Desequilibrio esfuerzo-
recompensa, para depresión el modelo
Cognitivo de Beck y el modelo Conduc-
tual (falta de actividad y de reforzadores).
Basándonos en uno de estos modelos dare-
mos información y fijaremos los objetivos
terapéuticos ordenándolos de más genera-
les a más específicos. La reestructuración
cognitiva debe comprender aquellos cons-
tructos para los que existe evidencia em-
pírica, como son los sesgos interpretativos
y atencionales, pensamientos deformados,
autoinstrucciones, valoración cognitiva
(amenaza o desafío), atribuciones de cau-
salidad, expectativas, esquemas disfuncio-
nales, autoeficacia percibida, autoestima,
metacognición, ideas irracionales, etc.
Al finalizar la segunda sesión, debemos
llevar a cabo una devolución de informa-
ción más completa, que debe incluir, como
mínimo, los siguientes aspectos: (1) siem-
pre que sea posible, debemos informar
sobre el problema mediante algún modelo
explicativo, resaltando las variables que
debe aprender a controlar, por ejemplo, sus
sesgos cognitivos; (2) explicar el tipo de
técnicas que vamos a utilizar para alcanzar
los distintos objetivos, por ejemplo, le in-
formaremos de que las técnicas cognitivas
se trabajarán a lo largo de las sesiones, las
técnicas de relajación mediante una gra-
bación en CD que después practicará en
casa, las técnicas conductuales (exposición
progresiva, entrenamiento de habilidades,
tareas para casa, etc.) se aplicarán cuando
haya adquirido habilidades cognitivas y de
autocontrol, etc.; (3) establecer unos lími-
tes claros relacionados con aspectos for-
males del tratamiento, tales como duración
del tratamiento, frecuencia de las sesiones,
etc.; (4) evitar ambigüedad de roles en la
relación terapéutica, dejando implícita o
explícitamente claro que es el psicólogo
quien dirige el tratamiento; (5) informar
de las mejoras que se producirán a corto y
medio plazo, insistiendo en que este hecho
no es un indicador de que su problema se
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dossier
Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood
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ha resuelto sino de haber alcanzado uno de
los primeros objetivos terapéuticos, sentir-
se mejor, que no quiere decir exactamente
haber solucionado su problema; y (6) en-
tender la diferencia entre adquisición de in-
formación y desarrollo de habilidades.
Estas y otras cuestiones que podemos ir
añadiendo, ayudan a reducir considera-
blemente la probabilidad de abandonos
espontáneos o prematuros, y la aparición
de comportamientos ambulantes por parte
de los pacientes. Sabemos que en muchas
ocasiones los abandonos se producen por
la mejoría rápida que puede producir la in-
formación adecuada basada en la evidencia
científica, pero también por un estilo te-
rapéutico laxo o desestructurado donde el
paciente es atendido sin un plan de trabajo
mínimamente organizado y consensuado.
Esto no significa -pues en la realidad no es
fácil ni es lo más recomendable- que deba-
mos seguir un plan rígido e inflexible don-
de nos ciñamos únicamente a lo que mar-
que el programa que estemos aplicando,
aplazando o desatendiendo necesidades y
dificultades inmediatas, sino que debemos
intentar adaptar el programa a las necesida-
des del paciente, pero siempre bajo la base
de una estructura de tratamiento. Los pro-
tocolos estandarizados hay que aplicarlos
cuando se investiga, o cuando el número de
sesiones debe ser necesariamente reducido
-por ejemplo en el tratamiento en grupo
(Camuñas et al., 2006) en un centro de Sa-
lud Mental o Atención Primaria-, pero no
es lo deseable.
En cuanto a la planificación de la inter-
vención, seleccionaremos las técnicas
específicas de tratamiento (cognitivas, fi-
siológicas y conductuales) para cada ob-
jetivo propuesto y consensuado. Cada una
de ellas se aplicará en consulta y se pedi-
rá que sea practicada en casa con mayor o
menor frecuencia en función del caso que
estemos tratando. Como norma general, la
relajación conviene practicarla diariamen-
te en casa, la reestructuración cognitiva se
aplica en cada consulta y se refuerza con
ejercicios para casa, y las técnicas conduc-
tuales (exposición, entrenamiento en habi-
lidades) se practican en consulta y en casa,
pero siempre después de haber adquirido
un cierto control emocional mediante la
reestructuración cognitiva. A lo largo de las
sesiones, preguntaremos por posibles pro-
blemas o cambios desde la última sesión,
intentando interpretarlo desde el modelo
que estemos utilizando o, si fuera necesa-
rio, haciendo uso de otros modelos que se
ajusten al problema que estamos trabajan-
do o a cualquier otra dificultad que tenga el
paciente o que surja durante el tratamiento.
También intentaremos enseñarle a analizar
objetivamente la realidad, a reforzarse por
los éxitos, resaltando los progresos (a veces
el paciente no los ve). Le instruiremos para
que no se castigue por los fracasos, sino
que aprenda a corregirlos para el futuro. Si
hay algo que le preocupa especialmente, se
trata, no se pospone (porque tengamos un
plan preestablecido).
Tras haber alcanzado los objetivos terapéu-
ticos, es recomendable plantear la planifi-
cación de las recaídas. Aunque en principio
puede generar desánimo o expectativas ne-
gativas en cuanto al resultado final del tra-
tamiento, debemos tranquilizar al paciente
explicándole que una posible recaída no es
algo negativo, sino una oportunidad para
aprender más (reinterpretar amenaza como
desafío) y no supone volver a comenzar
desde cero (creencia habitual en muchos
pacientes), sino que sirve para matizar y re-
forzar lo que se ha aprendido. Además, una
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dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN
12
recaída tiene la ventaja de superarse en muy
pocas sesiones y supone una mayor seguri-
dad contra nuevas recaídas. Por tanto, en
esta fase enseñaremos al paciente a reinter-
pretar correctamente la recaída, reaccionar
adaptativamente si sucede, repasar errores
y corregirlos (e.g., haber abandonado ejer-
cicios,…), volver a utilizar las herramien-
tas terapéuticas: libros, relajación, sesiones
en consulta, tareas para casa, etc.
Cuando se considera que se han cumplido
los objetivos terapéuticos, podemos rea-
lizar una evaluación postratamiento, que
consiste en volver a hacer una evaluación
similar a la inicial, con los mismos ins-
trumentos. Esta última fase nos sirve para
comprobar los logros alcanzados, analizar
conjuntamente los resultados y el proceso
terapéutico seguido, reforzar y promover
atribuciones internas en el paciente, animar
a continuar practicando las técnicas man-
teniendo un estilo activo y de aprendizaje
continuo, programar las tareas que deben
seguir haciéndose para reforzar el mante-
nimiento y generalizar los logros. Finaliza-
da la evaluación postratamiento, se puede
establecer un seguimiento que debe durar
como mínimo entre 3 y 6 meses.
Llegados a este momento sería interesante
que nos planteáramos la planificación del
tratamiento que hemos realizado (ver Tabla
1), intentando analizar si las decisiones to-
madas han sido congruentes con los resul-
tados obtenidos. De esta manera tenemos
la oportunidad de aprender de los errores,
premiarnos por los aciertos y afrontar más
hábilmente futuros retos.
Intervención cognitiva desde el enfo-
que de los sesgos cognitivos
El estudio de una realidad compleja, como
es el ser humano o sus trastornos, ha estado
históricamente ligado a una gran variedad
de enfoques sobre la misma realidad, así
como al abordaje multidisciplinar dentro
de la ciencia. Los grandes modelos de tra-
tamiento de los trastornos mentales (psi-
cobiológico, conductual, cognitivo, huma-
nista) inevitablemente tienen en cuenta la
emoción y, especialmente, la ansiedad. Sin
embargo, cada uno de ellos ha tomado as-
pectos parciales de la misma. Así, el mode-
lo biológico se ha centrado en la modifica-
ción del sustrato bioquímico que acontece
en la ansiedad y en los trastornos de ansie-
dad, mediante el uso de fármacos. El mode-
lo conductual se centró en la modificación
de la conducta observable (e.g., de evita-
ción) o en la falta de habilidades sociales y
asertivas, mediante la exposición o alguna
forma de aprendizaje como el entrenamien-
to conductual reforzado, el modelado, etc.;
así como en la disminución de la activación
fisiológica, mediante las técnicas de relaja-
ción. Los modelos cognitivos iniciales se
centraron en algunos contenidos y procesos
cognitivos, a veces demasiado específicos,
como las creencias irracionales de Ellis,
o los pensamientos deformados de Beck,
proponiendo una reestructuración o modi-
ficación de tales contenidos y procesos, que
posteriormente se ha ido ampliando a otros
procesos cognitivos más generales (como
la atención) y sus sesgos (i.e., atenciona-
les). Los modelos humanistas se centraron
en la reflexión existencial sobre el yo, su
desarrollo o involución, proponiendo como
terapia una concienciación progresiva del
problema, pero no están apoyados por la
evidencia empírica.
En los últimos años, el enfoque cognitivo
ha desplazado su interés desde los conte-
nidos a los procesos y, más concretamente,
hacia los sesgos cognitivos (Arcas-Guija-
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rro & Cano-Vindel, 1999). La investiga-
ción experimental ha señalado la importan-
cia de los factores cognitivos frente a otro
tipo de factores como la hiperventilación
(Cano-Vindel, Miguel-Tobal, González-
Ordi, & Iruarrizaga, 2007; Cano-Vindel,
Miguel-Tobal, González-Ordi, & Iruarriza-
ga, 2009) y ha inspirado algunos modelos
de intervención clínica que pueden ser uti-
lizados en la reestructuración cognitiva de
los trastornos de ansiedad, como veremos
a continuación.
La Teoría de los Cuatro Factores
La Teoría de los Cuatro Factores de Mi-
chael Eysenck (Eysenck & Eysenck,
2007), toma el concepto de valoración
cognitiva y defiende que la experiencia de
la ansiedad depende de la valoración que
hagamos (amenaza vs. no amenaza) de
cuatro fuentes de información: la estimula-
ción ambiental, la actividad fisiológica, la
conducta y las cogniciones del individuo.
La influencia de cada una de estas fuentes
de información sobre la ansiedad que ex-
perimentamos es modificada por sesgos
cognitivos (especialmente en la interpre-
tación y la atención) o tendencias erróneas
en el procesamiento de la información. El
sesgo cognitivo más importante es el sesgo
interpretativo (la tendencia a interpretar la
estimulación y eventos ambiguos de forma
amenazante, aunque no lo sean). A su vez,
la ansiedad depende también de la atención
que prestemos a la amenaza (cuanto más
tiempo dediquemos a atender y procesar
información amenazante, para las cuatro
fuentes de información, mayor será el nivel
de ansiedad).
La ansiedad produce una serie de mani-
festaciones a nivel subjetivo, fisiológico
y conductual, pero también algunos cam-
bios en determinados procesos cognitivos,
especialmente en el nivel de atención. La
ansiedad es una reacción de preparación
ante una alarma y, por lo tanto, está muy
relacionada con la atención. Por un lado, la
ansiedad se produce en función del grado
de atención que prestemos a estímulos neu-
tros o a estímulos amenazantes. Si presta-
mos más atención a los estímulos amena-
zantes, que pueden estar presentes en una
situación, surgirá una reacción de ansiedad;
mientras que si prestamos más atención a
los estímulos neutros de esa misma situa-
ción, estaremos más tranquilos. Por otro
lado, cuando aumenta nuestro nivel de an-
siedad, cambia también nuestro patrón de
atención. En un primer momento, al poner-
nos nerviosos nuestra atención aumenta y
se dirige a observar cualquier estímulo po-
tencialmente amenazante, estamos hipervi-
gilantes, disminuye el umbral de la alarma,
y anticipamos posibles peligros aunque su
nivel de amenaza sea pequeña. Si continúa
nuestro estado de ansiedad y ya hemos de-
tectado algún estímulo amenazante, nues-
tra atención se centrará prioritariamente
en este tipo de estímulos, prestando menos
atención a los que consideramos neutros o
no amenazantes.
El sesgo atencional nos lleva a fijarnos
fundamentalmente en los estímulos ame-
nazantes de una situación, olvidando los
estímulos neutros o positivos de la misma,
lo que nos lleva a ponernos en alerta y au-
mentar nuestra ansiedad (pensamientos de
temor, respuestas de activación fisiológica,
conductas nerviosas). A su vez, si conside-
ramos una amenaza nuestras propias ma-
nifestaciones de ansiedad o la pérdida de
control sobre las mismas, nuestra atención
tenderá a centrarse en dichas respuestas de
ansiedad.
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Cuando nuestra atención se centra priori-
tariamente en amenazas potenciales, suce-
de que nuestro pensamiento, los cambios
fisiológicos de nuestro cuerpo, o nuestra
conducta observable, comienzan a refle-
jar un aumento de respuestas de ansiedad.
Así, por ejemplo, prestar mucha atención a
ciertas respuestas fisiológicas de ansiedad
(como la taquicardia, el temblor de manos,
el sudor, etc.) hace aumentar la tasa de es-
tas respuestas y nuestro nivel de ansiedad.
El sesgo interpretativo consiste en la ten-
dencia a dar un significado de amenaza, e
incluso de catástrofe, a aquellas situaciones
o estímulos que podrían ser considerados
como neutros o positivos. De esta manera,
si el sesgo interpretativo es muy pronuncia-
do en una persona, ésta tenderá a ver dema-
siados peligros o amenazas (y por lo tanto
a reaccionar con más ansiedad) en muchas
situaciones en las que otros individuos per-
manecen tranquilos y no disparan su res-
puesta de alarma.
Tanto el sesgo atencional como el sesgo
interpretativo son considerados hoy como
factores responsables o explicativos tanto
del rasgo de ansiedad (la mayor o menor
tendencia de las personas a reaccionar con
respuestas de ansiedad), como de los tras-
tornos de ansiedad.
En cuatro de los principales trastornos de
ansiedad (trastorno de pánico, fobia social,
trastorno obsesivo-compulsivo y fobia es-
pecífica) aparece un sesgo interpretativo
relacionado con una de las cuatro fuentes
de información.
El trastorno de pánico está relacionado con
sesgos atencionales e interpretativos acerca
de alguna sensación física ansiosa (activa-
ción fisiológica), de manera que las perso-
nas con este trastorno pasan mucho tiempo
atendiendo estas respuestas fisiológicas, o
los cambios que sufren (aumento de la tasa
cardiaca, dificultades para respirar, proble-
mas para tragar, etc.), información que es
interpretada erróneamente, en términos de
gravedad extrema.
La fobia social se explica por los sesgos
cognitivos centrados en la propia conduc-
ta que se desarrolla en situaciones sociales
(errores, inhibición, etc.). A la conducta so-
cial propia se le presta demasiada atención,
a la vez que se considera inapropiada y va-
lorada negativamente por los demás (aun-
que esta valoración atribuida a los otros es
en realidad una autovaloración).
Las personas con trastorno obsesivo-com-
pulsivo presentarán mayor sesgo de aten-
ción centrado en algunos pensamientos
que intentan controlar (daño a otros, sexua-
lidad no aprobada, contaminación, etc.),
de manera que dedicarán mucho tiempo a
estos pensamientos que les producen una
considerable ansiedad, debido a que dan
importancia al hecho de pensarlos y no
poder controlarlos o conceden la misma
relevancia a los pensamientos no deseados
(e.g., clavar un cuchillo a un ser querido)
que a poner en práctica la conducta (in-
terpretan erróneamente esta actividad de
pensar en ciertas ideas que rechazan). Así,
hay pacientes con un trastorno obsesivo-
compulsivo que consideran igual de grave
el pensar algo contra alguien que hacerlo
(sesgo fusión pensamiento-acción). Ello les
produce ansiedad e intentan suprimir esos
pensamientos, pero como no pueden con-
seguirlo, pasan mucho tiempo pensando en
lo que no quieren pensar, lo cuál les produ-
ce mucha activación fisiológica y evitación
de situaciones que están asociadas con los
pensamientos intrusivos (e.g., quedarse a
solas con su bebé).
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En el trastorno por estrés postraumático los
sesgos cognitivos de atención e interpreta-
ción se centran en la situación traumática
y estímulos asociados (e.g., recuerdos), lo
que produce temor, activación fisiológica,
evitación, etc. Cuando en una situación de-
terminada está presente algún estímulo re-
lacionado con el trauma, la atención se cen-
tra en dicho estímulo, cuya sola presencia
provoca la reacción de ansiedad o miedo,
como consecuencia de la interpretación que
se hace del mismo y de la experiencia pasa-
da con el mismo.
Reestructuración cognitiva
La reestructuración cognitiva debe ir más
allá de los modelos cognitivos de Ellis y
Beck de hace más de treinta años, pues la
investigación no se detiene y no ha parado
de aportar nuevos modelos que pueden ser
aplicados en la práctica clínica. Los modelos
cognitivos iniciales se centraron en algunos
contenidos y procesos cognitivos, a veces
demasiado específicos, como las creencias
irracionales o los pensamientos deformados,
proponiendo una reestructuración o modifi-
cación de tales contenidos y procesos, que
posteriormente se ha ido ampliando a otros
procesos más generales, como la valoración
(Cano-Vindel & Miguel-Tobal, 1999b) o la
atención (Cano-Vindel, 2002, 2004; Eys-
enck & Derakshan, 1997; Eysenck & Eys-
enck, 2007; Sandín, 1995).
La investigación científica reciente sobre el
tratamiento de los trastornos de ansiedad ha
desarrollado una línea de investigación que
se centra en el desarrollo de modelos de
vulnerabilidad cognitiva de estos trastor-
nos, su contrastación empírica, el desarrollo
de una terapia de reestructuración cognitiva
basada en dichos modelos, y la demostra-
ción de la eficacia de esta técnica de tra-
tamiento. Esta línea se va enriqueciendo
progresivamente con nuevos resultados y
promete mejorar el tamaño del efecto has-
ta ahora conseguido con las técnicas cog-
nitivo-conductuales, ya de por sí elevado
(Butler, Chapman, Forman, & Beck, 2006).
Como muestra, véanse por ejemplo algunos
trabajos recientes sobre algunos trastornos
de ansiedad: (1) fobia social (Clark et al.,
2006; Cox, Fleet, & Stein, 2004; Schultz &
Heimberg, 2008; Vidal Fernández, Ramos-
Cejudo, & Cano-Vindel, 2008); (2) trastor-
no de pánico (Hoffart, Sexton, Hedley, &
Martinsen, 2008; Wood, 2008; Zvolensky,
Schmidt, Bernstein, & Keough, 2006); (3)
trastorno obsesivo-compulsivo (Leal Car-
cedo & Cano-Vindel, 2008); (4) trastorno
de estrés postraumático (Dongil-Collado,
2008; Ehlers & Clark, 2000; Ehlers, Clark,
Hackmann, McManus, & Fennell, 2005;
Elwood, Hahn, Olatunji, & Williams,
2009); (5) trastorno de ansiedad generali-
zada (Behar, DiMarco, Hekler, Mohlman,
& Staples, 2009; Ramos-Cejudo & Cano-
Vindel, 2008; Ramos-Cejudo & Salguero,
2010; Schmidt, Richey, Buckner, & Timpa-
no, 2009).
A pesar de que estos tratamientos psicoló-
gicos, basados en la reestructuración cog-
nitiva de los sesgos cognitivos cometidos
en el procesamiento de información, están
empíricamente validados y han demostrado
ser más eficaces que el tratamiento conven-
cional para reducir o eliminar los trastornos
de ansiedad, existe una brecha importante
entre la investigación y la práctica clínica,
que deberíamos intentar reducir. La pre-
sente propuesta de intervención basada en
la reestructuración cognitiva (pero apoya-
da también en la relajación y las técnicas
centradas en la conducta) pretende ser una
herramienta de ayuda para este objetivo.
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En la práctica, para desarrollar la inter-
vención cognitiva, se trata de identificar y
modificar los contenidos de la experiencia
consciente (pensamientos, imágenes, sen-
saciones, etc.), así como los procesos cog-
nitivos (atención, interpretación, memoria,
atribución, etc.) que supuestamente están
implicados en la reacción emocional (i.e.,
ansiedad) o en su regulación. Este proce-
dimiento de reestructuración cognitiva im-
plica diferentes actividades que son útiles
para ayudar a los pacientes a: (1) adquirir la
información necesaria para que les permita
identificar las emociones específicas que
les afectan, como la ansiedad, en todas sus
manifestaciones (subjetivas, fisiológicas,
conductuales); (2) buscar los contenidos y
procesos cognitivos que pueden estar en la
base de estas emociones, como los pensa-
mientos negativos, la valoración cognitiva,
los sesgos cognitivos o las atribuciones;
(3) identificar posibles sesgos cognitivos o
alteraciones (atención, interpretación, me-
moria, atribución, solución de problemas,
etc.), pensamientos automáticos negati-
vos, pensamientos distorsionados, autoins-
trucciones erróneas, creencias irracionales
desadaptadas, esquemas disfuncionales,
etc.; (4) modificarlos mediante el uso de
información adecuada, entrenamiento en
autoobservación (para detectar y tener pre-
sente el papel de las cogniciones sobre la
emoción y la conducta), fomento de habi-
lidades de razonamiento, generalización,
reinterpretación y modificación de pensa-
mientos o autoinstrucciones (trabajando en
Figura 1: Modelo integrador de Reestructuración Cognitiva
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cada sesión con muestras de sus problemas
cotidianos recientes), aprendizaje de habili-
dades para contrastar posibles errores sub-
jetivos con datos de la realidad social (i.e.,
analizar probabilidad subjetiva versus real
de que sucedan acontecimientos amenazan-
tes que perturban la tranquilidad), adquisi-
ción de destrezas para el manejo y redirec-
ción de la atención (mediante la repetición
de ejercicios de focalización de la atención
en estímulos neutros o positivos), reforma
de estilos de procesamiento de información
(entrenando repetidamente nuevos procedi-
mientos de solución de problemas, nuevas
formas de realizar atribuciones causales,
habilidades para analizar la información o
el fomento de la reflexividad frente a la im-
pulsividad), etc.
El modelo teórico aquí propuesto ha sido
utilizado como base de la reestructuración
cognitiva aplicada en diferentes trastornos
de ansiedad con buenos resultados (Cano-
Vindel, 2007; Dongil-Collado, 2008; Vidal
Fernández et al., 2008) y puede esquemati-
zarse como muestra la Figura 1.
A) Información
La información que el psicólogo suministra
al paciente es esencial para la comprensión
del problema: en qué consiste (i.e., alta an-
siedad de evaluación, trastorno de ansiedad
social, trastorno de pánico con agorafo-
bia), cuáles son sus manifestaciones en los
tres sistemas de respuesta, qué emociones
están implicadas (e.g., ansiedad, vergüen-
za, asco, culpa), cuáles son las situaciones
temidas, qué cogniciones están en la base
de esas respuestas emocionales, cuáles son
los procesos cognitivos alterados, cómo se
pueden modificar esos sesgos cognitivos,
si ha habido condicionamiento directo de
respuestas fisiológicas, cuáles han sido los
intentos de regulación emocional fallidos
(i.e., intentos de supresión de pensamien-
tos, evitaciones), cuáles han sido las conse-
cuencias de éstos (i.e., aumento de activa-
ción fisiológica, reforzamiento del temor a
la amenaza), etc.
Además, esta información que se da en
consulta habrá que reforzarla con toma de
apuntes, esquemas, libros de autoayuda
que aclaren toda esta información, faciliten
ejemplos, pongan tareas, etc. (Cano-Vindel,
2004; Peurifoy, 1993). Estos libros son de
gran ayuda si se usan como tareas de lec-
tura para casa que refuerzan la información
que se proporciona en la consulta y sirven
de herramienta al paciente para descubrir y
analizar sus problemas, así como para ha-
cer práctica en ejercicios de modificación
de pensamientos y sesgos cognitivos. Si
el paciente usa esta herramienta durante
muchos meses, podrá ir integrando mucho
mejor la información que le damos, hacién-
dola suya y permitiéndole tener a mano un
instrumento de análisis y solución de algu-
nos problemas de ansiedad que tienen su
origen en una actividad cognitiva alterada.
Ello le puede dar más autonomía y seguri-
dad, además de ayudarle a modificar pro-
cesos de pensamiento erróneos y a adquirir
nuevas habilidades cognitivo-emocionales
que le serán muy útiles para aprender a
manejar sus emociones y especialmente su
ansiedad.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que,
aunque la información es necesaria para
llevar a cabo la reestructuración cognitiva,
no es suficiente (Olivares, Rosa-Alcázar, &
Olivares-Olivares, 2009). Un paciente no
se cura sólo trabajando un par de libros, ni
siquiera con un par de libros y un terapeu-
ta que no sepa dirigir el tratamiento o no
esté especializado en las relaciones entre
cognición y emoción. El proceso psicoedu-
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cativo es más complejo que leer un libro o
escuchar unas charlas a un psicólogo. Una
cosa es leer o escuchar información (que
se olvida rápidamente, si no se trabaja con
ella) y otra cosa es aprender o desarrollar
habilidades a partir de esta información.
Por ejemplo, la información necesaria para
aprender a conducir se podría leer en unos
folios, pero mejor si nos la explican dentro
de un coche y podemos practicar con los
pedales y cambios de marchas; sin embar-
go, con esto no hemos aprendido a condu-
cir y menos aún nos hemos quitado el mie-
do a conducir o hemos desarrollado reflejos
automáticos para la conducción.
B) Auto-observación
El siguiente paso en la reestructuración
cognitiva es el entrenamiento en observa-
ción, que podemos llevar a cabo casi en
paralelo con el desarrollo del paso anterior.
Este entrenamiento en observación es un
objetivo que no se consigue simplemente
con un autoregistro, sino que se trata de un
aprendizaje complejo que puede abarcar la
adquisición y manejo de muchos construc-
tos cognitivos (los que necesite cada pa-
ciente), como son los sesgos interpretativos
y atencionales, pensamientos deformados,
autoinstrucciones, valoración cognitiva
(amenaza o desafío), atribuciones de cau-
salidad, expectativas, esquemas disfuncio-
nales, autoeficacia percibida, autoestima,
metacognición, ideas irracionales, etc. Para
adquirir la habilidad necesaria para obser-
var y, al menos, comenzar a manejar estos
constructos, se pueden utilizar diferentes
tareas que vamos a mencionar a continua-
ción.
1. Enseñar a analizar las situaciones emo-
cionales desde un enfoque cognitivo-emo-
cional (modelo de la valoración, de sesgos
cognitivos,…). Se analizan las situaciones
emocionales más significativas vividas en
la última semana, usando los modelos que
ya hemos explicado o que introducimos
para analizar cada situación (detección
de valoraciones amenazantes, de sesgos
cognitivos, etc.). También debemos tener
presente la posible existencia de aconteci-
mientos relevantes previos que han supues-
to un aprendizaje o cambio (cambios que se
han producido desde entonces), como por
ejemplo condicionamiento directo (pavlo-
viano) de respuestas fisiológicas o haber
vivido situaciones traumáticas. Cuando
hay condicionamiento directo o experien-
cias traumáticas, el aprendizaje no es sólo
cognitivo y, por lo tanto, el tratamiento va
exigir otras normas de reaprendizaje (segu-
ramente será más necesaria la exposición,
aunque primero trabajemos la reestructura-
ción cognitiva).
2. Demostrar, con ejemplos y en la prácti-
ca, cómo: (a) si se cambian las cognicio-
nes (e.g., reducir la atención y la magnifi-
cación al estímulo temido), se modifica la
emoción y la conducta; (b) si se interpreta
el inicio de un proceso de activación fisio-
lógica como un grave problema, se dispara
la ansiedad (alerta ante un problema) y au-
menta más la activación fisiológica (efecto
espiral); (c) en cambio, si queremos que no
se siga haciendo más grande esa espiral e
invertir el proceso, es necesario reducir los
sesgos de atención e interpretación; (d) si se
trabaja con una menor intensidad emocio-
nal, se manejan mejor las cogniciones y la
conducta; (e) si se actúa con una conducta
acorde a la situación, se aprende a manejar
mejor las cogniciones y la emoción; (f) si el
sesgo cognitivo se centra en otra fuente de
información (modelo de Eysenck) surgen
casos diferentes al suyo (problemas que él
no tiene, pero comprende cómo se desarro-
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llan); (g) se han resuelto casos similares al
suyo y casos diferentes con valor pedagógi-
co (porque a él no le sucede ese problema,
sino que lo domina); (h) los problemas pue-
den parecer más claros si utilizamos metá-
foras adecuadas y esto nos puede motivar,
transmitir buenas expectativas y ayudarnos
a actuar mejor.
3. Utilizar ejemplos en los cuáles el pacien-
te se maneja bien y son similares a aquéllos
en los que hay problemas: (a) analizar los
modelos en los que se comporta bien (usan-
do los mismos modelos de cognición-emo-
ción; por ejemplo, pánico vs. fobia social);
(b) persuadir de que se puede aprender de
nuevo a manejar bien las emociones y con-
ductas desadaptadas (como se manejaban
antes de haber desarrollado un aprendizaje
cognitivo-emocional erróneo), aplicando
los mismos modelos que explican el desa-
rrollo del problema.
4. Resaltar siempre el modo de trabajo:
(a) hay que repasar los libros de autoayu-
da y los apuntes tomados en consulta (es
necesario repetir la información para mo-
dificar hábitos cognitivos erróneos, formas
de pensar equivocadas); (b) los modelos
teóricos sirven de guía para la práctica; (c)
la práctica conduce al desarrollo de habili-
dades, adquisición de seguridad y manejo
de las emociones o conductas que antes se
evitaban o eran un problema. Pero la prác-
tica en la vida cotidiana y la adquisición de
habilidades (i.e., sociales) también ayudan
a reducir los sesgos cognitivos.
C) Reestructuración
Después de haber aprendido a observar lo
que hacemos mal pueden suceder dos co-
sas: (1) que podamos resolver en el mismo
acto el problema, cambiando automática-
mente nuestros errores; o (2) que aunque
sepamos qué hacemos mal y qué debemos
cambiar, no seamos capaces de modificar-
lo inmediatamente, porque se requiera que
tengamos que hacer prácticas y desarrollar
habilidades complejas. Por ejemplo, para
una determinada persona que no es mie-
dosa, no es lo mismo que le digan que el
estruendo que ha oído en casa, estando a
solas, ha sido un pequeño accidente (y no
se trata de ladrones que han entrado en
casa), frente a que le digan que debe comer
un alimento que le da mucho asco, porque
lo comen otras personas y es muy nutritivo.
En éste último caso se requerirá algo más
que información para cambiar la emoción
y la conducta; además, probablemente los
cambios en este caso no se conseguirán in-
mediatamente.
¿Qué habilidades se pueden necesitar en la
reestructuración cognitiva para reducir los
principales sesgos o errores cognitivos?
El paciente puede requerir el desarrollo de
muy diferentes habilidades, que pueden
ser entrenadas en el proceso de reestruc-
turación cognitiva: (1) entrenamiento en
análisis y reevaluación cognitiva de ame-
nazas para transformarlas en desafíos (re-
valoración cognitiva); (2) entrenamiento en
focalización de la atención (entrenamiento
en eliminación de anticipaciones negati-
vas, entrenamiento en atención a estímulos
neutros o positivos y reducción de la priori-
zación de información negativa); (3) entre-
namiento en solución de problemas; y (4)
entrenamiento en mejora de la seguridad,
autoeficacia percibida y autoestima (auto-
valoración).
Veamos brevemente algunas indicaciones
sobre cómo entrenar estos cuatro tipos de
habilidades que permiten reducir los sesgos
cognitivos.
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1. Desarrollo de habilidades para la reva-
loración de la amenaza. Hay muchas for-
mas de reducir la amenaza subjetiva, pero
básicamente consisten en contrastar la per-
cepción del paciente con la realidad. Esto
se puede conseguir haciendo una serie de
preguntas que lleven a plantearse las con-
secuencias que realmente pueden acontecer
si se afronta la situación amenazante. Por
ejemplo, si una persona tiene mucha ansie-
dad para hablar en público y le pregunta-
mos qué sucedería si tuviese que afrontar
esta situación, es probable que su primera
respuesta sea del tipo “me muero”, cuando
en realidad sólo experimentaría ansiedad,
vergüenza, etc. A través de una serie de
preguntas adecuadas podemos conseguir
que piense en las consecuencias reales y las
valore correctamente y no de forma catas-
trófica. En este sentido es útil el modelo de
Beck sobre valoración cognitiva de la ame-
naza, que señala que en las situaciones que
provocan ansiedad exagerada suele haber
una percepción de amenaza poco adaptati-
va, en la que se suelen cometer cuatro tipos
de errores: (a) sobrestimación de la proba-
bilidad de ocurrencia de un suceso temido;
(b) sobrestimación de la severidad de un su-
ceso temido; (c) infraestimación de los re-
cursos de afrontamiento; y (d) infraestima-
ción de las posibilidades de ayuda por parte
de otros (apoyo social). La revaloración de
la amenaza se llevaría a cabo mediante la
contrastación empírica y el razonamien-
to de cada uno de estos cuatro errores: (a)
para reducir el primer error, “¿cuál es la
probabilidad de que suceda la amenaza?, se
utiliza el razonamiento y la contrastación
empírica (se lleva a cabo una valoración
subjetiva de la probabilidad, valorando de
0 a 100; se estiman datos de la realidad, se
usan datos estadísticos para calcular la pro-
babilidad real; la diferencia entre ambas es-
timaciones es un sesgo interpretativo, que
suele ser muy grande y hay que reducir);
(b) para el segundo tipo de error “¿cuáles
son las consecuencias si sucede?”, se pro-
cede análogamente (valorar importancia de
las consecuencias subjetivas (0-100), com-
parar con reales; un ejemplo de valoración
subjetiva es “si tengo que hablar en público
me muero”; cuando la consecuencia real es
“temo hacer el ridículo”; ¿cuánta importan-
cia tiene para mí el ridículo?, ¿qué pierdo
realmente si evito?); (c) para corregir el
tercer error “¿qué puedo hacer yo frente a
la amenaza?”, se debe contrastar la valora-
ción subjetiva de recursos para afrontar la
situación temida con los recursos que usa
en otras situaciones que no teme y en las
que se maneja correctamente; y (d) para
modificar el cuarto tipo de error, conviene
hacer que se pregunte ¿a quién puedo pedir
ayuda?, señalando que el apoyo social es
esencial para amortiguar los problemas.
2. Desarrollo de habilidades para el mane-
jo de la atención. ¿Qué debe hacer un pa-
ciente para conseguir una reducción impor-
tante del sesgo atencional? Para reducir el
tiempo de atención centrada en amenazas
es útil: (a) recordar que la atención a una
respuesta autonómica cambia la tasa de res-
puesta, aumenta la preocupación e inicia
el proceso en espiral; (b) recordar que la
atención a los pensamientos negativos, las
preocupaciones, etc., incrementa la activa-
ción fisiológica; (c) hay que intentar susti-
tuir la atención, el repaso, la rumiación de
pensamientos negativos por autoinstruccio-
nes positivas, racionales; (d) realizar activi-
dades que exijan alta atención (conversar,
o imaginar, p. ej.), que sean incompatibles
con dedicar una alta atención al problema
(activación fisiológica, la propia conducta,
etc.) y restar importancia a la atención re-
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21
sidual hacia el problema; (e) tener siempre
presente que hay una regla de oro para re-
ducir el sesgo atencional, “debemos centrar
la atención en la tarea (e.g., el examen), no
en la ansiedad (los síntomas)”; (f) no em-
peñarse en rechazar pensamientos intrusos,
sino aprender a funcionar a pesar de ellos;
es mejor restarles importancia y habituarse
al hecho de que puedan aparecer, sin que se
desaten emociones.
3. Desarrollo de habilidades para la solu-
ción de problemas. El entrenamiento en
solución de problemas (D’Zurilla y Gold-
fried, 1971) (Goldfried y Goldfried, 1975)
sigue una serie de pautas tradicionales que
son bien conocidas. Se comienza por ex-
plicar que la toma de decisiones y la solu-
ción de problemas generan ansiedad, por
lo que conviene aprender un proceso que
simplifique el tiempo que tomamos para
realizar esta actividad cognitiva. La prác-
tica de las cinco fases que describiremos a
continuación generará nuevas habilidades
de solución de problemas que sustituirán
al proceso que seguía habitualmente el
paciente, que adolecía de algún error (i.e.,
analizar indefinidamente las alternativas y
no elegir una o volver atrás en el proceso).
Fase 1. Definición y formulación del pro-
blema (recoger información, comprender
el problema, buscar causas reales que están
creando y manteniendo el problema, des-
componer y analizar el problema, definir el
problema. Fase 2. Propuesta de soluciones
alternativas (elaborar las posibles salidas al
problema, no entrar a discutirlas). Fase 3.
Evaluación de las alternativas (analizar los
pros y contras de cada alternativa, tener en
cuenta que las anticipaciones de problemas
generan ansiedad. Fase 4. Toma de decisión
(elegir la alternativa “menos mala”, tener
en cuenta que no existe una que sea la so-
lución perfecta, no volver atrás en la toma
de decisiones –regla de oro-, elaborar un
plan de actuación, predecir consecuencias).
Fase 5. Ejecución y verificación (puesta en
marcha del plan de actuación, evaluación
de los resultados).
4.	 Desarrollo de habilidades para una
correcta autoevaluación (autoeficacia per-
cibida y autoestima). Muchos pacientes
cometen algunos sesgos cognitivos en la
valoración de su capacidad para realizar
una tarea (autoeficacia percibida) o la va-
loración de sí mismo y su trayectoria en
las diversas facetas de la vida (psicológi-
ca, social, familiar, académica, profesional,
económica, etc.). Cómo mejorar el auto-
concepto o la autoeficacia percibida: (a) se
debe favorecer la motivación para realizar
actividades, pues el ser humano se valora
más cuando permanece activo; (b) reali-
zar o haber realizado múltiples actividades
deseadas, nos ayuda a valorarnos mejor;
(c) procurar hacerlas bien, pues los fraca-
sos nos pasan factura en este sentido; (d)
no basta con hacer diferentes actividades y
hacerlas bien, sino que hay que saber va-
lorar correctamente los resultados (muchas
veces nos encontramos con sesgos valorati-
vos hacia la baja); (e) realizar atribuciones
correctas (los éxitos deben ser interpreta-
dos en términos de atribuciones internas,
no externas, aunque a veces pueda influir
algo la suerte o el apoyo social, pues es-
tos factores son siempre temporales, y no-
sotros estamos revisando la valoración de
toda una vida; (f) saber reforzarse por los
aciertos (es mejor hacer las cosas por satis-
facción o refuerzo que por obligación, sin
ningún tipo de satisfacción) y corregir los
errores (premiarse por el esfuerzo, aunque
no se pueda premiar por el resultado; ana-
lizar y corregir errores de cara al futuro);
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(g) experimentar satisfacción y bienestar
(algunas personas tienen temor o no saben
experimentar satisfacción por los logros);
(h) saber generalizar a otras actividades,
habilidades o esfuerzos (si he realizado este
tipo de actividad, pero no esta otra, que es
similar, debo sentirme capaz también de
hacer esta otra, u otras tareas similares).
Para llevar a cabo correctamente todo el
proceso de reestructuración cognitiva se
requieren algunas habilidades del terapeu-
ta. Por ejemplo, debe tener una sólida for-
mación actualizada en las relaciones sobre
cognición y emoción, debe tener práctica
en el manejo de esa información, poseer
habilidades de análisis de los problemas,
manejo de sus propias emociones, cier-
ta experiencia de vida y grandes dotes de
persuasión. Pero el tema de las habilidades
del terapeuta excede los objetivos de este
artículo, por lo que vamos a hacer sólo un
breve comentario sobre la persuasión.
En la aplicación de las técnicas de reestruc-
turación cognitiva se requiere capacidad de
persuasión que se puede conseguir si desa-
rrollamos de varias formas el esquema “in-
formación - razonamiento - contrastación”.
Por un lado damos información sobre el
tema que queremos convencer, a conti-
nuación desarrollamos una serie de razo-
namientos lógicos y finalmente buscamos
datos en la realidad que respalden lo que
defendemos. Este procedimiento será espe-
cialmente útil si hacemos: (a) pronóstico de
mejoras (con el fin de aumentar las expec-
tativas de un resultado positivo en el tra-
tamiento); (b) fijamos un límite de tiempo
para conseguir ese resultado (damos infor-
mación de otros casos, razonamos buscan-
do equivalencias con su caso, y finalmente
buscamos datos que reflejan ya alguna me-
jora); (c) hacemos una exposición de mo-
delos que han alcanzados los objetivos y
resaltamos los factores que han conducido
al éxito; y (d) proporcionamos información
sobre el proceso terapéutico, resaltando los
logros alcanzados (por pequeños que sean)
y se hace ver que los logros definitivos sim-
plemente requieren más tiempo de entrena-
miento. Otras herramientas que se utilizan
para mejorar la persuasión son: el diálogo
socrático, la intención paradójica, la modi-
ficación de estados de ánimo y la modifica-
ción de actitudes.
Por último, señalar algo que es indiscutible:
la reestructuración cognitiva no está reñida
con el entrenamiento conductual, sino que
se complementa con él y forma parte de su
desarrollo.
Así, por ejemplo, en la reestructuración
cognitiva es necesario resaltar la necesi-
dad de exponerse a las situaciones temidas,
acercándose a los estímulos que provocan
la ansiedad (bajo situación de control), todo
ello siguiendo el principio de aproximacio-
nes sucesivas (poco a poco) y el principio
del refuerzo (es importante premiarse por
los éxitos, aunque sean pequeños, y corre-
gir los errores ante los fracasos, en lugar de
castigarse). Al exponerse a la situación an-
siógena, bajo estas condiciones de control,
se produce habituación o disminución de
la respuesta de ansiedad, y se consolida el
proceso de reestructuración cognitiva. So-
bre este punto es necesario subrayar las di-
ferencias teóricas y prácticas de la exposi-
ción entendida desde el modelo conductista
tradicional y el modelo cognitivo actual.
Así, desde el primero, se pide al paciente
que durante la exposición no deje de pen-
sar en la amenaza; mientras que desde el
segundo, se le pide que maneje su sesgo de
tipo atencional, justo al contrario. Para una
discusión sobre este tema véase el artículo
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Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood
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de Dongil-Collado y Wood (2009). En resu-
men, podríamos decir que muchas veces el
tratamiento eficaz debe incluir exposición
a estas situaciones que el paciente evita,
pero la exposición por sí misma no siempre
cura. A veces, produce el efecto contrario y
sensibiliza. Para que la exposición sea efi-
caz, el paciente debe tener información y
cierta sensación de control durante la expo-
sición, por lo que primero debe llevarse a
cabo la reestructuración cognitiva.
Otro ejemplo, además de la reestructura-
ción cognitiva, puede ser necesario la mo-
dificación de diferentes conductas y reorga-
nización del estilo de vida en personas con
estrés. Además de reestructurar los proce-
sos cognitivos de atención, interpretación,
solución de problemas, etc., con frecuencia
es necesario reorganizar las preocupacio-
nes, las emociones, la conducta y el estilo
de vida, aprendiendo a: (a) marcar horarios,
pautas de trabajo y descanso; (b) mejora de
la gestión del tiempo y la organización; (c)
clarificación y jerarquización de objetivos;
(d) reducción del perfeccionismo en el tra-
bajo y en el ocio (deporte, relaciones socia-
les), “aprender a no hacerlo todo perfecto”;
(e) mejora de las habilidades sociales en el
ámbito laboral, familiar y social; y (f) me-
jora de las habilidades de comunicación
con los demás.
El tratamiento aquí descrito consiste en
un aprendizaje con las técnicas cogniti-
vo-conductuales, especialmente la rees-
tructuración cognitiva, desde un enfoque
cognitivo-emocional. La experiencia prác-
tica nos indica que se necesita un tiempo
aproximado de unos pocos meses: en los
casos menos graves, a los 3 meses una gran
mejoría; a los 6 meses el alta. Lo habitual
es que al cabo de unas 10 sesiones, una por
semana, se comience a disminuir la fre-
cuencia –una sesión cada dos semanas-, si
el paciente ha adquirido ya las herramien-
tas de entrenamiento y las practica con la
regularidad deseada. Esta intervención pro-
duce excelentes resultados en la práctica
clínica, que se mantienen en el tiempo sin
recaídas, como puede verse en los informes
de casos publicados que han sido tratados
con este protocolo de intervención (ver pá-
rrafo siguiente), aunque se requiere investi-
gación con diseños más exigentes (ensayos
controlados aleatorizados). Lo que viene a
suceder en esta intervención se explica per-
fectamente por un proceso de aprendizaje
progresivo de la regulación emocional y un
mejor manejo cognitivo-emocional. Por el
contrario, el paciente antes de llegar a la
consulta estaba desarrollando un aprendi-
zaje que le llevaba a generar mucha ansie-
dad, cada vez más, así como a mantenerla.
Digamos que estaba trabajando en la direc-
ción opuesta a sus objetivos.
Para profundizar en la propuesta de inter-
vención que hemos realizado en este artí-
culo recomendamos la lectura de algunos
otros trabajos que describen con más de-
talle el tratamiento de casos sobre trastor-
nos de ansiedad y que aparecen citados en
éste (Cano-Vindel, 2007; Dongil-Collado,
2008; Herrero-Gómez & Cano-Vindel,
2010; Ramos-Cejudo & Cano-Vindel,
2008; Vidal Fernández et al., 2008; Wood,
2008). Algunos de ellos pueden encontrar-
se en la Web de la Sociedad Española para
el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, SEAS
(http://www.ucm.es/info/seas/ta/trat/index.
htm).
Discusión y conclusiones
En el presente artículo se hace una propues-
ta de intervención cognitivo-conductual ac-
tualizada sobre los trastornos de ansiedad y
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otros desórdenes emocionales. La propues-
ta se basa, por un lado, en nuestra expe-
riencia clínica de muchos años centrada en
los trastornos de ansiedad, combinada con
la investigación especializada en el mismo
campo (Cano-Vindel, 2010), por otro lado,
en las directrices que marcan las guías de
práctica clínica basadas en la evidencia
científica (NICE, 2011a, 2011b) y nuestras
propias revisiones de la misma (Cano-Vin-
del, 2011a). Sin embargo, sería necesario
llevar a cabo estudios controlados aleato-
rizados en los que se comparen la eficacia
de esta propuesta con un grupo control de
tratamiento placebo. Estamos trabajando
en ello, en un proyecto de investigación en
Atención Primaria, en colaboración con el
COP y PsicoFundación, pero estamos en
los inicios de este proyecto. Mientras tanto,
sólo podemos aportar los estudios de casos
ya citados, que sólo suponen una pequeña
evidencia a favor de este protocolo de trata-
miento. Para una profundización en las ba-
ses teóricas y apoyo empírico de esta pro-
puesta remitimos al lector a una revisión
sobre la intervención cognitivo-conductual
en los desórdenes emocionales, que incluye
este tema (Cano-Vindel, 2011a).
La lógica de la propuesta señala que si con-
sideramos los trastornos de ansiedad como
un desorden emocional aprendido en el que
aparecen reacciones intensas y frecuentes,
con experiencia ansiosa desagradable (i.e.,
malestar psicológico), activación fisioló-
gica intensa (i.e., respuestas autonómicas)
y expresión o conducta desajustada (i.e.,
evitaciones), si adoptamos un modelo cog-
nitivo (sesgos cognitivos) y conductual
(condicionamiento directo de respuestas
fisiológicas) para explicar este aprendiza-
je, entonces la intervención psicológica
debería ir encaminada a la restauración de
la regulación emocional previa al desor-
den, corrigiendo los sesgos cognitivos de
atención e interpretación, disminuyendo la
activación fisiológica mediante técnicas de
relajación (muscular, respiración, imagina-
ción y sugestión) y reajustando las conduc-
tas desadaptadas mediante un entrenamien-
to por aproximaciones sucesivas y práctica
conductual reforzada.
Esta propuesta supone una actualización,
especialmente con respecto a la práctica
clínica habitual, en la que raramente se uti-
liza una reestructuración cognitiva basada
en los sesgos cognitivos (Eysenck & De-
rakshan, 1997; Eysenck & Eysenck, 2007)
y la regulación emocional (Leahy, Napoli-
tano, & Tirch, 2011) como la que aquí se
ha descrito y cuyas bases pueden ser con-
sultadas en otra publicación (Cano-Vindel,
2011a). También supone una actualización
respecto al modo de entender la exposición
y la práctica de esta técnica. El modelo
conductual radical, que predominaba en la
psicología científica hasta los años 80, an-
tes de que tomasen fuerza los modelos cog-
nitivos (y se sigue utilizando hoy en día en
la práctica clínica de forma generalizada),
tuvo muchos problemas para explicar por
qué no siempre se producía la extinción de
la respuesta emocional tras la exposición
repetida a la situación emocional. Dife-
rentes intentos de explicación recurrieron
a variables de tipo cognitivo, pese a que
esta orientación radical del conductismo
rechazaba la posibilidad de estudiar cien-
tíficamente las variables cognitivas. Así,
durante años se estuvo defendiendo que si
bien la exposición repetida a la situación
emocional o a los recuerdos espontáneos
del trauma, normalmente sería suficiente
para extinguir las asociaciones condiciona-
das, la extinción dejaría de ocurrir si la per-
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Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood
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sona que se estaba exponiendo trataba de
distraerse o bloquear los recuerdos durante
la exposición, lo que haría una exposición
incompleta, que fallaría en su objetivo.
De acuerdo con esta explicación (Keane,
Zimering, & Caddell, 1985), la evitación
cognitiva de los estímulos condicionados,
ya sea a través de la distracción, el bloqueo
de los recuerdos u otras conductas, se vería
reforzada por una reducción en el miedo, lo
que llevaría al mantenimiento del trastorno
emocional (por ejemplo el trastorno de es-
trés postraumático, pese a exponerse a los
recuerdos traumáticos). Esta explicación ha
llevado a una práctica profesional contraria
a los principios de la regulación emocio-
nal, o a los modelos de sesgos cognitivos
actuales, al insistir en la necesidad de ha-
cer exposición mientras el paciente ima-
gina, en todo momento, consecuencias de
tipo catastrofista, que pueden conducir a la
sensibilización, así como a una alta tasa de
abandono terapéutico. En realidad, según el
modelo de los sesgos cognitivos la expli-
cación de por qué no siempre funciona la
extinción sería la contraria: el problema no
estaría en que el paciente ha evitado cogni-
tivamente durante la exposición y se ha dis-
traído, sino que la extinción fallaría porque
el paciente, por indicación de su terapeuta,
está centrando su atención en los estímu-
los amenazantes y los está magnificando.
Véase una discusión más a fondo del tema
sobre la fobia a volar (Dongil-Collado &
Wood, 2009). Esta actualización supone
un aumento significativo de la eficacia de
la intervención cognitivo-conductual en los
trastornos de ansiedad, como hemos podi-
do ver en las publicaciones de casos reali-
zadas hasta ahora.
Agradecimientos. Este artículo ha sido
apoyado parcialmente por el proyecto de
investigación “Crisis de ansiedad: preva-
lencia y factores de vulnerabilidad”, finan-
ciado por el Ministerio de Ciencia e Inno-
vación, MICINN (ref. PSI 2008-05332).
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1239.
Fecha de recepción: 09/09/2011
Fecha de aceptación: 18/11/2011

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  • 1. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 4 dossier nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 Intervención cognitivo-conductual en los trastornos de ansiedad: una actualización resumen/abstract: En este artículo se expone una propuesta de protocolo sobre planificación de tratamiento para desórdenes emocionales, centrándonos especialmente en trastornos de ansiedad, el cuál incluye las principales fases que debe contemplar un plan de trabajo. Se expone también un modelo de intervención cognitiva basado en el enfoque de los sesgos cognitivos, en concreto en la Teoría de los Cuatro Factores de Michael W. Eysenck, desarrollada en los inicios de la década de los noventa. Se trata de una intervención centrada en la reestructuración cognitiva, que se ha inspirado en la psicología cognitiva experimental, y ha encontrado una forma de explicar y tratar los desórdenes emocionales de manera más práctica y eficaz que la intervención cognitivo-conductual basada en los modelos tradicionales. This article sets out a proposal for a treatment planning protocol of emotional disorders, especially focused on anxiety disorders, which includes the main steps that should be outlined in a work plan. It also describes a cognitive intervention model based on the cognitive bias approach, particularly Michael W. Eysenck’s Four Factor Theory, developed in the early nineties. This is an intervention focused on cognitive restructuring, which was inspired by experimental cognitive psychology, and has found a way to explain and treat emotional disorders in a more practical and effective way than cognitive-behavioral interventions based on traditional models. palabras clave/keywords: Ansiedad, sesgos cognitivos, trastornos de ansiedad, evaluación, tratamiento, reestructuración cognitiva. Anxiety, cognitive biases, anxiety disorders, assessment, treatment, cognitive restructuring. Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood Universidad Complutense de Madrid Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS) La ansiedad es una emoción que surge ante situaciones ambiguas o de resultado in- cierto, en las que anticipamos un posible resultado negativo o amenaza para nues- tros intereses, preparándonos para actuar ante ellas mediante una serie de reaccio- nes cognitivas, fisiológicas y conductuales (Cano-Vindel, 2004). Esta reacción natural de preparación nos ayuda a movilizar re- cursos para afrontar mejor dicha amenaza percibida. Así, si la situación que provoca ansiedad es muy importante para nosotros (como un examen decisivo) es posible que provoque una fuerte reacción a nivel cog- nitivo que nos ayude a pensar más deprisa, centrar la atención en el problema, o anti- cipar posibles escenarios; además, puede movilizar recursos energéticos mediante una gran activación fisiológica (aumento de la tensión en los músculos, bombeo de más sangre, más oxígeno, etc.); o tal vez una conducta más inquieta, ágil y rápida.
  • 2. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 5 Dicha reacción de ansiedad, por lo gene- ral, nos ayudará a responder mejor ante las demandas de la situación, cumpliendo por tanto, una función de adaptación al medio. Sin embargo, en ocasiones la ansiedad no facilita una mejor adaptación (Cano-Vin- del, 2011b), pues con frecuencia surgen falsas alarmas ante posibles amenazas que realmente no lo son, e incluso muchas per- sonas se activan sin saber por qué, u otras tienden a percibir reiteradamente una serie de amenazas magnificadas que les provo- can niveles excesivamente altos de ansie- dad (i.e., malestar psicológico, alta acti- vación fisiológica, inquietud motora, etc.) y que pueden llevar a problemas de rendi- miento (i.e., bloqueos), o problemas de sa- lud mental (e.g., trastornos de ansiedad) o física (i.e., trastornos psicofisiológicos por exceso de activación). Algunas personas, cuando llevan tiempo sometidas a un fuerte estrés (Cano-Vindel, Dongil-Collado, & Wood, 2011), pueden presentar diferentes modos de desregula- ción emocional: (1) miedo irracional o te- mor a algunas reacciones emocionales o a determinados aspectos de las mismas (e.g., miedo a dar una respuesta asertiva por te- mor al enfado de otros, incapacidad de expresar ira por temor a perder el control, miedo a ciertas situaciones o a experimen- tar ansiedad por temor a las sensaciones fí- sicas, etc.); (2) pueden mostrar evitaciones a situaciones emocionales, aunque no pue- dan permitirse evitarlas (e.g., evitar hablar en público por culpa de la ansiedad, aunque sea una exigencia de su trabajo, o evitar viajar en avión, cuando sería lo más conve- niente, etc.); (3) o pueden experimentar una elevada activación fisiológica en una deter- minada respuesta, como el rubor, el sudor, el temblor muscular de extremidades, o el temblor de voz, porque temen que los de- más observen esta respuesta en ellos, les evalúen muy negativamente por no poder controlarla y les rechacen o les despidan del trabajo. En todos estos casos, por lo general, lo que observamos es que estas personas, además de ignorar qué es la ansiedad, qué son las emociones, para qué sirven y cómo se re- gulan (Amstadter, 2008), han desarrollado importantes sesgos cognitivos (Bar-Haim, Lamy, Pergamin, Bakermans-Kranenburg, & van, 2007; Craske & Pontillo, 2001; Eysenck & Derakshan, 1997), así como un proceso de aprendizaje emocional “de- sadaptado”, lo que les conduce en la direc- ción opuesta a la deseada, de manera que cada vez tienen menos control sobre las reacciones emocionales que les gustaría regular, pudiendo llegar a desarrollar uno o varios desórdenes mentales (i.e., emocio- nales), especialmente trastornos de ansie- dad (Asociación Americana de Psiquiatría, 2001). A continuación, exponemos un protoco- lo de intervención para los trastornos de ansiedad y otros desórdenes emocionales similares que contiene, por un lado, un es- quema de planificación del tratamiento y, por otro, un modelo de intervención me- diante reestructuración cognitiva, basada en un modelo explicativo sobre los sesgos cognitivos en los trastornos de ansiedad. Planificación del tratamiento La planificación del tratamiento se podría definir como un conjunto de actividades or- ganizadas y estructuradas secuencialmente en fases o etapas, que nos van a ayudar a alcanzar objetivos específicos distribuidos en momentos diferentes del proceso tera- péutico (i.e., evaluación pretratamiento,
  • 3. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 6 selección de técnicas de tratamiento, etc.). Abarca distintos niveles de organización y nos permite diseñar un protocolo que inclu- ya las diferentes actividades que se llevan a cabo en una intervención terapéutica, como son: evaluar, medir, describir, predecir, diagnosticar, seleccionar las herramientas o técnicas más eficaces entre una gama de opciones, aplicar técnicas de tratamiento, reevaluar, prevenir recaídas, desarrollar ha- bilidades, etc. El diseño o planificación de un tratamiento determinado debe elaborarse con el propó- sito de que nos ayude a estructurar y orga- nizar la intervención que queremos llevar a cabo. Debe ser, por tanto, una especie de esquema que se puede elaborar por fases o bloques y debe tener un formato estandari- zado que pueda aplicarse de forma genérica a todo tipo de casos, pero también debe ser adaptable a casos concretos. Dicho esque- ma o plan de trabajo incluye las siguientes fases o apartados (ver Tabla 1): (1) evalua- ción mediante entrevista semiestructurada; (2) elaboración de hipótesis o modelos ex- plicativos; (3) devolución inicial de infor- mación; (4) facilitar cuestionarios que pro- fundicen en el problema (rellenar en casa, analizar en segunda sesión); (5) explorar posible diagnóstico mediante cuestionarios de cribado y entrevista estructurada diag- nóstica; (6) selección de modelos explicati- vos; (7) consensuar objetivos terapéuticos; (8) selección de técnicas de tratamiento para cada objetivo; (9) devolución de infor- mación más completa; (10) aplicación de las técnicas y entrenamiento; (11) valora- ción de logros y objetivos; (12) prevención de recaídas; y (13) evaluación postrata- miento y seguimiento. Entrevista semiestructurada. Elaboración de hipótesis o modelos explicativos. Devolver información inicial. Facilitar cuestionarios que profundicen en el problema (rellenar en casa, analizar en segunda sesión). Posible diagnóstico mediante entrevista estructurada diagnóstica. Emplear algún(unos) modelo(s) explicativos. Devolución de información. Consensuar objetivos. Asignar técnicas de tratamiento para cada objetivo. Aplicación de técnicas en las sesiones de tratamiento. Valoración de objetivos y logros. Planificación de recaídas. Evaluación postratamiento y seguimiento. Tabla 1: Pasos de la planificación de la Intervención
  • 4. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 7 La primera fase es la evaluación, que debe ser realizada de la forma más exhaustiva posible. El abordaje del proceso de eva- luación psicológica excede a los objetivos de este artículo, por lo que sólo haremos alusión a las actividades esenciales de este proceso (Fernández-Ballesteros et al., 2001). Existen numerosos instrumentos de evaluación psicológica e incluso un gran número de tipos de instrumentos (entrevis- tas, cuestionarios, inventarios, escalas, au- torregistros, registros fisiológicos, escalas de observación, etc.), pero se considera que existen tres métodos de evaluación en psi- cología: registros fisiológicos, observación y autoinforme. Es necesario resaltar que es- tos tres tipos de medida no deben ser con- siderados como equivalentes, ya que los resultados mostrados por un método no se observan necesariamente al emplear otro. En clínica de adultos se suele utilizar casi exclusivamente el método de autoinforme, pero en algunos casos es imprescindible contar con otras fuentes de información. Toda evaluación empieza por una primera entrevista en la que vamos a conocer, en- tre otras cosas, el motivo de consulta y las quejas principales, mentales y físicas (con o sin base médica), así como una serie de cuestiones relativas a dichas quejas, como la topografía de respuestas cognitivas, fi- siológicas y conductuales (normales y des- ajustadas), situaciones en las que se produ- cen, sesgos cognitivos asociados a dichas respuestas, etc. Con la información obtenida, el profesio- nal genera hipótesis que guían el proceso de evaluación y diagnóstico, tanto en la propia entrevista como en la elección de nuevos instrumentos de evaluación que se- rán aplicados. Por ejemplo, si hay indicios o datos que indican que puede haber fre- cuentes o intensas reacciones de ansiedad ante situaciones sociales (i.e., algún temor, activación fisiológica, evitaciones), se pue- de hipotetizar o suponer que puede haber una respuesta positiva a ciertas preguntas que se añaden en la entrevista (proceso in- teractivo), así como altas puntuaciones en un inventario que evalúa ansiedad social, o incluso que pudiera haber un posible tras- torno de ansiedad social, que habría que confirmar con una entrevista estructurada diagnóstica. Al final de la primera sesión, es muy proba- ble que un terapeuta experimentado pueda devolver ya información sobre el tipo de problema que presumiblemente afecta al paciente (i.e., probable trastorno de ansie- dad), aunque habrá que confirmar todavía algunos datos, por ejemplo mediante el uso de unos cuestionarios que se pueden entregar al paciente (i.e., cuestionarios de cribado), solicitando que los rellene en casa y los traiga a la segunda sesión; o bien me- diante entrevista diagnóstica en la próxima sesión. En esta primera devolución de información es importante que el paciente reciba: (1) una representación cabal de su problema (tal y como se va descubriendo hasta este momento), con una descripción unificada de todos los síntomas, quejas, respuestas, sesgos cognitivos asociados, situaciones en las que se producen y un modelo ex- plicativo tentativo que integre todos estos elementos; (2) información del proceso de evaluación y diagnóstico que se está reali- zando, que debe confirmar las hipótesis de trabajo; (3) información sobre el tipo de tratamiento más eficaz para su posible pro- blema, con una descripción de las técnicas que se utilizarán si se confirma (i.e., téc- nicas cognitivas, relajación y exposición);
  • 5. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 8 (4) información sobre el tipo de resultados que se pueden obtener, cuando el paciente adopta un papel activo en el tratamiento y realiza todas las tareas que le asigna el te- rapeuta (i.e., mejora sustancial en los tres primeros meses, espaciamiento temporal de sesiones, alta). El siguiente paso sería buscar información sobre posibles trastornos mentales (DSM- IV), como trastornos de ansiedad, del es- tado de ánimo, somatomorfos, consumo de sustancias, alimentación, sexualidad, etc., situaciones en las que se produce el problema, actividad cognitiva relacionada con el problema, especialmente posibles sesgos cognitivos (atención, interpretación, memoria, atribución). Para ello podemos utilizar diferentes instrumentos de medi- da, como autoinformes (autorregistros, inventarios, cuestionarios, escalas, etc.), entrevista semiestructurada y entrevista es- tructurada diagnóstica clínica con criterios DSM-IV (First et al., 1996). Si se trata de un problema de ansiedad o un posible trastorno de ansiedad son especial- mente útiles el Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad, I.S.R.A. (Miguel- Tobal & Cano-Vindel, 1986, 1988, 1994) y el Inventario de Actividad Cognitiva en los Trastornos de Ansiedad, IACTA (Cano- Vindel, 2001). El ISRA es un instrumento que incluye 24 respuestas de ansiedad (7 de tipo cognitivo, 10 de tipo fisiológico y 7 de tipo motor), así como 22 situaciones que se agrupan en cuatro tipos (evaluación, inter- personal, fóbicas y situaciones de la vida cotidiana). Este inventario permite la eva- luación de los tres sistemas de respuesta de ansiedad por separado (Cognitivo, Fisio- lógico y Motor), el Nivel General de An- siedad y cuatro áreas situacionales que con frecuencia producen ansiedad (Evaluación, Interpersonal, Fóbicas y Cotidianas). Este instrumento tiene buenas propiedades psi- cométricas (Cano-Vindel & Miguel-Tobal, 1999a) y permite el estudio de perfiles dife- renciales de los trastornos de ansiedad (Ca- no-Vindel & Espada Largo, 2003; Espada, Torres, Cano-Vindel, & Ochoa, 1994). Así mismo, el ISRA puede ser de utilidad en la valoración de la eficacia del tratamiento, ya que se ha mostrado altamente sensible en la detección de los cambios entre evaluación pre y pos-tratamiento (Cáceres, Arrarás, Jusue, & Zubizarreta, 1996; Herrero-Gó- mez & Cano-Vindel, 2010; Pérez-Nieto & Cano-Vindel, 1998; Ramos Martín, 2004). El IACTA es un instrumento desarrollado para evaluar qué es lo que piensan con fre- cuencia las personas que tienen diferentes trastornos de ansiedad (trastorno de páni- co con agorafobia, fobia social, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno por estrés postraumático). Se sabe, por ejemplo, que las personas que tienen un trastorno de pá- nico con agorafobia, dedican mucho tiem- po a pensar en sus sensaciones físicas de ansiedad, a las que consideran como pro- blemas graves (i.e., infarto). Cuando se pregunta al paciente qué porcentaje de su tiempo cotidiano dedica a pensar en su pro- blema, suele dar cifras del orden del 90%, lo que puede ser interpretado como una manifestación de un posible sesgo atencio- nal. Además, otro tipo de pensamientos re- flejan interpretaciones magnificadas de di- chas sensaciones (i.e. excesiva importancia y gravedad), lo que nos lleva a observar un posible sesgo interpretativo. Todas las personas experimentan ansiedad de manera más o menos cotidiana y no le conceden mucha importancia a sus sínto- mas físicos. Sin embargo, una persona que ha sufrido ataques de pánico puede volver-
  • 6. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 9 se intolerante con sus sensaciones físicas de ansiedad (que siempre ha tenido y ahora no soporta). La reestructuración cognitiva consiste en cuestionar la veracidad de los propios pensamientos. La persona deberá aprender que, simplemente, es más de lo mismo, aunque algunos síntomas de ansie- dad ahora sean más intensos o haya nuevos síntomas de ansiedad y no se haya tenido la información suficiente como para saber que son síntomas de una reacción emocio- nal normal (aunque sea intensa), pero que no tendrá otras consecuencias graves. Sin embargo, su interpretación puede llevar a pensar a algunas personas que pueden morir (cuando sólo es una taquicardia), van a volverse locos (por una sensación de irrealidad), van a marearse y caerse al suelo (sensación de mareo), o que los de- más les van a rechazar por su ansiedad (o su falta de control o su torpeza social) y todo ello es un sesgo interpretativo, porque lo que en realidad están teniendo es ansie- dad, sólo síntomas de ansiedad. Interpretar una taquicardia como un posible ataque al corazón es un sesgo interpretativo, inter- pretar sensaciones de mareo que produce la ansiedad como “voy a marearme y me voy a caer al suelo”, con toda seguridad, cuando eso le lleva sucediendo desde hace varios años y nunca ha perdido la conscien- cia, eso es un sesgo interpretativo, o pensar que uno se está volviendo loco porque tiene mucha ansiedad y no la puede controlar o tiene sensación de irrealidad es también un sesgo interpretativo. El IACTA evalúa con qué frecuencia se producen este tipo de pensamientos que claramente tienen que ver con un sesgo atencional y con un sesgo interpretativo. Los sesgos atencionales e interpretativos para las personas que tienen pánico y ago- rafobia están centrados sobre todo en su activación fisiológica. Este instrumento de evaluación ha sido desarrollado de acuer- do con el modelo de Michael Eysenck (que veremos más adelante), y dicho modelo señala que los trastornos de ansiedad están provocados generalmente por el sesgo aten- cional y el sesgo interpretativo; y estos dos sesgos cognitivos están centrados en una de las cuatro fuentes (los cuatro factores que producen la ansiedad), que en el caso del pánico es la activación fisiológica. Cuando una persona está pendiente de si aumenta su tasa cardiaca o aumenta cualquier otro sín- toma de activación fisiológica lo que tiende a hacer es provocar una mayor frecuencia, una mayor intensidad de sus síntomas fisio- lógicos y, cuando además piensa que esos síntomas son horribles, son insoportables, que pueden incluso acabar con su vida, le pueden llevar a perder el control, a creer que pueden volverle loco, o llevarle a per- der la consciencia y caer al suelo mareado, etc., pues eso produce todavía más ansie- dad. La subescala de Pánico-agorafobia del IACTA evalúa pensamientos que recogen todo este espectro de actividad cognitiva que se ha comentado. Las personas con fobia social dedican mu- cho tiempo a pensar en su conducta (i.e., comportamiento social torpe, inhibición social), pero no observan estos datos como manifestaciones de su ansiedad, cuya im- portancia tendemos a exagerar, sino que dan mucha relevancia a su conducta social, les prestan mucha atención e interpretan erróneamente que esas manifestaciones son muy graves (que provocarán el rechazo so- cial), cuando en realidad son síntomas de ansiedad que ellos han experimentado en otros momentos (pues siempre han tenido ansiedad antes de tener un trastorno de an-
  • 7. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 10 siedad por fobia social). La subescala de Fobia Social del IACTA evalúa los pensa- mientos que habitualmente tienen las per- sonas que presentan un trastorno de fobia social. Mediante el IACTA, se puede saber qué pensamientos habrá que modificar en la reestructuración cognitiva. Además, po- demos utilizar los puntos de corte de cada subescala, lo que nos indicará si el paciente tiene o no un posible trastorno de ansiedad, con una buena sensibilidad y especificidad. Existen pruebas de cribado más cortas, como el PHQ (Patient Health Questionnai- re) que se suelen utilizar en Atención Pri- maria (Cano-Vindel, 2011b; Cano-Vindel, Wood, Dongil, & Latorre, 2011) y nos per- miten realizar una criba del trastorno de an- siedad generalizada y el trastorno de pánico (Spitzer, Kroenke, & Williams, 1999), lo que nos permite con muy pocos ítems dis- cernir entre aquellos casos en los que hay que investigar más a fondo, frente a otros en los que no es necesario. Una vez recogida y evaluada toda la infor- mación relevante, podemos plantearnos un posible diagnóstico con pronóstico y dura- ción del tratamiento mediante el modelo explicativo que mejor se adecue al desor- den sobre el que tenemos que intervenir. Por ejemplo, para trastornos de ansiedad el modelo de los Cuatro Factores, para tras- tornos de estrés situacional el modelo de la Valoración de Lazarus, para estrés crónico el modelo de Selye y los Recursos Agota- dos (síndrome general de adaptación), para estrés laboral el modelo Demanda-control o el modelo del Desequilibrio esfuerzo- recompensa, para depresión el modelo Cognitivo de Beck y el modelo Conduc- tual (falta de actividad y de reforzadores). Basándonos en uno de estos modelos dare- mos información y fijaremos los objetivos terapéuticos ordenándolos de más genera- les a más específicos. La reestructuración cognitiva debe comprender aquellos cons- tructos para los que existe evidencia em- pírica, como son los sesgos interpretativos y atencionales, pensamientos deformados, autoinstrucciones, valoración cognitiva (amenaza o desafío), atribuciones de cau- salidad, expectativas, esquemas disfuncio- nales, autoeficacia percibida, autoestima, metacognición, ideas irracionales, etc. Al finalizar la segunda sesión, debemos llevar a cabo una devolución de informa- ción más completa, que debe incluir, como mínimo, los siguientes aspectos: (1) siem- pre que sea posible, debemos informar sobre el problema mediante algún modelo explicativo, resaltando las variables que debe aprender a controlar, por ejemplo, sus sesgos cognitivos; (2) explicar el tipo de técnicas que vamos a utilizar para alcanzar los distintos objetivos, por ejemplo, le in- formaremos de que las técnicas cognitivas se trabajarán a lo largo de las sesiones, las técnicas de relajación mediante una gra- bación en CD que después practicará en casa, las técnicas conductuales (exposición progresiva, entrenamiento de habilidades, tareas para casa, etc.) se aplicarán cuando haya adquirido habilidades cognitivas y de autocontrol, etc.; (3) establecer unos lími- tes claros relacionados con aspectos for- males del tratamiento, tales como duración del tratamiento, frecuencia de las sesiones, etc.; (4) evitar ambigüedad de roles en la relación terapéutica, dejando implícita o explícitamente claro que es el psicólogo quien dirige el tratamiento; (5) informar de las mejoras que se producirán a corto y medio plazo, insistiendo en que este hecho no es un indicador de que su problema se
  • 8. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 11 ha resuelto sino de haber alcanzado uno de los primeros objetivos terapéuticos, sentir- se mejor, que no quiere decir exactamente haber solucionado su problema; y (6) en- tender la diferencia entre adquisición de in- formación y desarrollo de habilidades. Estas y otras cuestiones que podemos ir añadiendo, ayudan a reducir considera- blemente la probabilidad de abandonos espontáneos o prematuros, y la aparición de comportamientos ambulantes por parte de los pacientes. Sabemos que en muchas ocasiones los abandonos se producen por la mejoría rápida que puede producir la in- formación adecuada basada en la evidencia científica, pero también por un estilo te- rapéutico laxo o desestructurado donde el paciente es atendido sin un plan de trabajo mínimamente organizado y consensuado. Esto no significa -pues en la realidad no es fácil ni es lo más recomendable- que deba- mos seguir un plan rígido e inflexible don- de nos ciñamos únicamente a lo que mar- que el programa que estemos aplicando, aplazando o desatendiendo necesidades y dificultades inmediatas, sino que debemos intentar adaptar el programa a las necesida- des del paciente, pero siempre bajo la base de una estructura de tratamiento. Los pro- tocolos estandarizados hay que aplicarlos cuando se investiga, o cuando el número de sesiones debe ser necesariamente reducido -por ejemplo en el tratamiento en grupo (Camuñas et al., 2006) en un centro de Sa- lud Mental o Atención Primaria-, pero no es lo deseable. En cuanto a la planificación de la inter- vención, seleccionaremos las técnicas específicas de tratamiento (cognitivas, fi- siológicas y conductuales) para cada ob- jetivo propuesto y consensuado. Cada una de ellas se aplicará en consulta y se pedi- rá que sea practicada en casa con mayor o menor frecuencia en función del caso que estemos tratando. Como norma general, la relajación conviene practicarla diariamen- te en casa, la reestructuración cognitiva se aplica en cada consulta y se refuerza con ejercicios para casa, y las técnicas conduc- tuales (exposición, entrenamiento en habi- lidades) se practican en consulta y en casa, pero siempre después de haber adquirido un cierto control emocional mediante la reestructuración cognitiva. A lo largo de las sesiones, preguntaremos por posibles pro- blemas o cambios desde la última sesión, intentando interpretarlo desde el modelo que estemos utilizando o, si fuera necesa- rio, haciendo uso de otros modelos que se ajusten al problema que estamos trabajan- do o a cualquier otra dificultad que tenga el paciente o que surja durante el tratamiento. También intentaremos enseñarle a analizar objetivamente la realidad, a reforzarse por los éxitos, resaltando los progresos (a veces el paciente no los ve). Le instruiremos para que no se castigue por los fracasos, sino que aprenda a corregirlos para el futuro. Si hay algo que le preocupa especialmente, se trata, no se pospone (porque tengamos un plan preestablecido). Tras haber alcanzado los objetivos terapéu- ticos, es recomendable plantear la planifi- cación de las recaídas. Aunque en principio puede generar desánimo o expectativas ne- gativas en cuanto al resultado final del tra- tamiento, debemos tranquilizar al paciente explicándole que una posible recaída no es algo negativo, sino una oportunidad para aprender más (reinterpretar amenaza como desafío) y no supone volver a comenzar desde cero (creencia habitual en muchos pacientes), sino que sirve para matizar y re- forzar lo que se ha aprendido. Además, una
  • 9. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 12 recaída tiene la ventaja de superarse en muy pocas sesiones y supone una mayor seguri- dad contra nuevas recaídas. Por tanto, en esta fase enseñaremos al paciente a reinter- pretar correctamente la recaída, reaccionar adaptativamente si sucede, repasar errores y corregirlos (e.g., haber abandonado ejer- cicios,…), volver a utilizar las herramien- tas terapéuticas: libros, relajación, sesiones en consulta, tareas para casa, etc. Cuando se considera que se han cumplido los objetivos terapéuticos, podemos rea- lizar una evaluación postratamiento, que consiste en volver a hacer una evaluación similar a la inicial, con los mismos ins- trumentos. Esta última fase nos sirve para comprobar los logros alcanzados, analizar conjuntamente los resultados y el proceso terapéutico seguido, reforzar y promover atribuciones internas en el paciente, animar a continuar practicando las técnicas man- teniendo un estilo activo y de aprendizaje continuo, programar las tareas que deben seguir haciéndose para reforzar el mante- nimiento y generalizar los logros. Finaliza- da la evaluación postratamiento, se puede establecer un seguimiento que debe durar como mínimo entre 3 y 6 meses. Llegados a este momento sería interesante que nos planteáramos la planificación del tratamiento que hemos realizado (ver Tabla 1), intentando analizar si las decisiones to- madas han sido congruentes con los resul- tados obtenidos. De esta manera tenemos la oportunidad de aprender de los errores, premiarnos por los aciertos y afrontar más hábilmente futuros retos. Intervención cognitiva desde el enfo- que de los sesgos cognitivos El estudio de una realidad compleja, como es el ser humano o sus trastornos, ha estado históricamente ligado a una gran variedad de enfoques sobre la misma realidad, así como al abordaje multidisciplinar dentro de la ciencia. Los grandes modelos de tra- tamiento de los trastornos mentales (psi- cobiológico, conductual, cognitivo, huma- nista) inevitablemente tienen en cuenta la emoción y, especialmente, la ansiedad. Sin embargo, cada uno de ellos ha tomado as- pectos parciales de la misma. Así, el mode- lo biológico se ha centrado en la modifica- ción del sustrato bioquímico que acontece en la ansiedad y en los trastornos de ansie- dad, mediante el uso de fármacos. El mode- lo conductual se centró en la modificación de la conducta observable (e.g., de evita- ción) o en la falta de habilidades sociales y asertivas, mediante la exposición o alguna forma de aprendizaje como el entrenamien- to conductual reforzado, el modelado, etc.; así como en la disminución de la activación fisiológica, mediante las técnicas de relaja- ción. Los modelos cognitivos iniciales se centraron en algunos contenidos y procesos cognitivos, a veces demasiado específicos, como las creencias irracionales de Ellis, o los pensamientos deformados de Beck, proponiendo una reestructuración o modi- ficación de tales contenidos y procesos, que posteriormente se ha ido ampliando a otros procesos cognitivos más generales (como la atención) y sus sesgos (i.e., atenciona- les). Los modelos humanistas se centraron en la reflexión existencial sobre el yo, su desarrollo o involución, proponiendo como terapia una concienciación progresiva del problema, pero no están apoyados por la evidencia empírica. En los últimos años, el enfoque cognitivo ha desplazado su interés desde los conte- nidos a los procesos y, más concretamente, hacia los sesgos cognitivos (Arcas-Guija-
  • 10. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 13 rro & Cano-Vindel, 1999). La investiga- ción experimental ha señalado la importan- cia de los factores cognitivos frente a otro tipo de factores como la hiperventilación (Cano-Vindel, Miguel-Tobal, González- Ordi, & Iruarrizaga, 2007; Cano-Vindel, Miguel-Tobal, González-Ordi, & Iruarriza- ga, 2009) y ha inspirado algunos modelos de intervención clínica que pueden ser uti- lizados en la reestructuración cognitiva de los trastornos de ansiedad, como veremos a continuación. La Teoría de los Cuatro Factores La Teoría de los Cuatro Factores de Mi- chael Eysenck (Eysenck & Eysenck, 2007), toma el concepto de valoración cognitiva y defiende que la experiencia de la ansiedad depende de la valoración que hagamos (amenaza vs. no amenaza) de cuatro fuentes de información: la estimula- ción ambiental, la actividad fisiológica, la conducta y las cogniciones del individuo. La influencia de cada una de estas fuentes de información sobre la ansiedad que ex- perimentamos es modificada por sesgos cognitivos (especialmente en la interpre- tación y la atención) o tendencias erróneas en el procesamiento de la información. El sesgo cognitivo más importante es el sesgo interpretativo (la tendencia a interpretar la estimulación y eventos ambiguos de forma amenazante, aunque no lo sean). A su vez, la ansiedad depende también de la atención que prestemos a la amenaza (cuanto más tiempo dediquemos a atender y procesar información amenazante, para las cuatro fuentes de información, mayor será el nivel de ansiedad). La ansiedad produce una serie de mani- festaciones a nivel subjetivo, fisiológico y conductual, pero también algunos cam- bios en determinados procesos cognitivos, especialmente en el nivel de atención. La ansiedad es una reacción de preparación ante una alarma y, por lo tanto, está muy relacionada con la atención. Por un lado, la ansiedad se produce en función del grado de atención que prestemos a estímulos neu- tros o a estímulos amenazantes. Si presta- mos más atención a los estímulos amena- zantes, que pueden estar presentes en una situación, surgirá una reacción de ansiedad; mientras que si prestamos más atención a los estímulos neutros de esa misma situa- ción, estaremos más tranquilos. Por otro lado, cuando aumenta nuestro nivel de an- siedad, cambia también nuestro patrón de atención. En un primer momento, al poner- nos nerviosos nuestra atención aumenta y se dirige a observar cualquier estímulo po- tencialmente amenazante, estamos hipervi- gilantes, disminuye el umbral de la alarma, y anticipamos posibles peligros aunque su nivel de amenaza sea pequeña. Si continúa nuestro estado de ansiedad y ya hemos de- tectado algún estímulo amenazante, nues- tra atención se centrará prioritariamente en este tipo de estímulos, prestando menos atención a los que consideramos neutros o no amenazantes. El sesgo atencional nos lleva a fijarnos fundamentalmente en los estímulos ame- nazantes de una situación, olvidando los estímulos neutros o positivos de la misma, lo que nos lleva a ponernos en alerta y au- mentar nuestra ansiedad (pensamientos de temor, respuestas de activación fisiológica, conductas nerviosas). A su vez, si conside- ramos una amenaza nuestras propias ma- nifestaciones de ansiedad o la pérdida de control sobre las mismas, nuestra atención tenderá a centrarse en dichas respuestas de ansiedad.
  • 11. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 14 Cuando nuestra atención se centra priori- tariamente en amenazas potenciales, suce- de que nuestro pensamiento, los cambios fisiológicos de nuestro cuerpo, o nuestra conducta observable, comienzan a refle- jar un aumento de respuestas de ansiedad. Así, por ejemplo, prestar mucha atención a ciertas respuestas fisiológicas de ansiedad (como la taquicardia, el temblor de manos, el sudor, etc.) hace aumentar la tasa de es- tas respuestas y nuestro nivel de ansiedad. El sesgo interpretativo consiste en la ten- dencia a dar un significado de amenaza, e incluso de catástrofe, a aquellas situaciones o estímulos que podrían ser considerados como neutros o positivos. De esta manera, si el sesgo interpretativo es muy pronuncia- do en una persona, ésta tenderá a ver dema- siados peligros o amenazas (y por lo tanto a reaccionar con más ansiedad) en muchas situaciones en las que otros individuos per- manecen tranquilos y no disparan su res- puesta de alarma. Tanto el sesgo atencional como el sesgo interpretativo son considerados hoy como factores responsables o explicativos tanto del rasgo de ansiedad (la mayor o menor tendencia de las personas a reaccionar con respuestas de ansiedad), como de los tras- tornos de ansiedad. En cuatro de los principales trastornos de ansiedad (trastorno de pánico, fobia social, trastorno obsesivo-compulsivo y fobia es- pecífica) aparece un sesgo interpretativo relacionado con una de las cuatro fuentes de información. El trastorno de pánico está relacionado con sesgos atencionales e interpretativos acerca de alguna sensación física ansiosa (activa- ción fisiológica), de manera que las perso- nas con este trastorno pasan mucho tiempo atendiendo estas respuestas fisiológicas, o los cambios que sufren (aumento de la tasa cardiaca, dificultades para respirar, proble- mas para tragar, etc.), información que es interpretada erróneamente, en términos de gravedad extrema. La fobia social se explica por los sesgos cognitivos centrados en la propia conduc- ta que se desarrolla en situaciones sociales (errores, inhibición, etc.). A la conducta so- cial propia se le presta demasiada atención, a la vez que se considera inapropiada y va- lorada negativamente por los demás (aun- que esta valoración atribuida a los otros es en realidad una autovaloración). Las personas con trastorno obsesivo-com- pulsivo presentarán mayor sesgo de aten- ción centrado en algunos pensamientos que intentan controlar (daño a otros, sexua- lidad no aprobada, contaminación, etc.), de manera que dedicarán mucho tiempo a estos pensamientos que les producen una considerable ansiedad, debido a que dan importancia al hecho de pensarlos y no poder controlarlos o conceden la misma relevancia a los pensamientos no deseados (e.g., clavar un cuchillo a un ser querido) que a poner en práctica la conducta (in- terpretan erróneamente esta actividad de pensar en ciertas ideas que rechazan). Así, hay pacientes con un trastorno obsesivo- compulsivo que consideran igual de grave el pensar algo contra alguien que hacerlo (sesgo fusión pensamiento-acción). Ello les produce ansiedad e intentan suprimir esos pensamientos, pero como no pueden con- seguirlo, pasan mucho tiempo pensando en lo que no quieren pensar, lo cuál les produ- ce mucha activación fisiológica y evitación de situaciones que están asociadas con los pensamientos intrusivos (e.g., quedarse a solas con su bebé).
  • 12. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 15 En el trastorno por estrés postraumático los sesgos cognitivos de atención e interpreta- ción se centran en la situación traumática y estímulos asociados (e.g., recuerdos), lo que produce temor, activación fisiológica, evitación, etc. Cuando en una situación de- terminada está presente algún estímulo re- lacionado con el trauma, la atención se cen- tra en dicho estímulo, cuya sola presencia provoca la reacción de ansiedad o miedo, como consecuencia de la interpretación que se hace del mismo y de la experiencia pasa- da con el mismo. Reestructuración cognitiva La reestructuración cognitiva debe ir más allá de los modelos cognitivos de Ellis y Beck de hace más de treinta años, pues la investigación no se detiene y no ha parado de aportar nuevos modelos que pueden ser aplicados en la práctica clínica. Los modelos cognitivos iniciales se centraron en algunos contenidos y procesos cognitivos, a veces demasiado específicos, como las creencias irracionales o los pensamientos deformados, proponiendo una reestructuración o modifi- cación de tales contenidos y procesos, que posteriormente se ha ido ampliando a otros procesos más generales, como la valoración (Cano-Vindel & Miguel-Tobal, 1999b) o la atención (Cano-Vindel, 2002, 2004; Eys- enck & Derakshan, 1997; Eysenck & Eys- enck, 2007; Sandín, 1995). La investigación científica reciente sobre el tratamiento de los trastornos de ansiedad ha desarrollado una línea de investigación que se centra en el desarrollo de modelos de vulnerabilidad cognitiva de estos trastor- nos, su contrastación empírica, el desarrollo de una terapia de reestructuración cognitiva basada en dichos modelos, y la demostra- ción de la eficacia de esta técnica de tra- tamiento. Esta línea se va enriqueciendo progresivamente con nuevos resultados y promete mejorar el tamaño del efecto has- ta ahora conseguido con las técnicas cog- nitivo-conductuales, ya de por sí elevado (Butler, Chapman, Forman, & Beck, 2006). Como muestra, véanse por ejemplo algunos trabajos recientes sobre algunos trastornos de ansiedad: (1) fobia social (Clark et al., 2006; Cox, Fleet, & Stein, 2004; Schultz & Heimberg, 2008; Vidal Fernández, Ramos- Cejudo, & Cano-Vindel, 2008); (2) trastor- no de pánico (Hoffart, Sexton, Hedley, & Martinsen, 2008; Wood, 2008; Zvolensky, Schmidt, Bernstein, & Keough, 2006); (3) trastorno obsesivo-compulsivo (Leal Car- cedo & Cano-Vindel, 2008); (4) trastorno de estrés postraumático (Dongil-Collado, 2008; Ehlers & Clark, 2000; Ehlers, Clark, Hackmann, McManus, & Fennell, 2005; Elwood, Hahn, Olatunji, & Williams, 2009); (5) trastorno de ansiedad generali- zada (Behar, DiMarco, Hekler, Mohlman, & Staples, 2009; Ramos-Cejudo & Cano- Vindel, 2008; Ramos-Cejudo & Salguero, 2010; Schmidt, Richey, Buckner, & Timpa- no, 2009). A pesar de que estos tratamientos psicoló- gicos, basados en la reestructuración cog- nitiva de los sesgos cognitivos cometidos en el procesamiento de información, están empíricamente validados y han demostrado ser más eficaces que el tratamiento conven- cional para reducir o eliminar los trastornos de ansiedad, existe una brecha importante entre la investigación y la práctica clínica, que deberíamos intentar reducir. La pre- sente propuesta de intervención basada en la reestructuración cognitiva (pero apoya- da también en la relajación y las técnicas centradas en la conducta) pretende ser una herramienta de ayuda para este objetivo.
  • 13. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 16 En la práctica, para desarrollar la inter- vención cognitiva, se trata de identificar y modificar los contenidos de la experiencia consciente (pensamientos, imágenes, sen- saciones, etc.), así como los procesos cog- nitivos (atención, interpretación, memoria, atribución, etc.) que supuestamente están implicados en la reacción emocional (i.e., ansiedad) o en su regulación. Este proce- dimiento de reestructuración cognitiva im- plica diferentes actividades que son útiles para ayudar a los pacientes a: (1) adquirir la información necesaria para que les permita identificar las emociones específicas que les afectan, como la ansiedad, en todas sus manifestaciones (subjetivas, fisiológicas, conductuales); (2) buscar los contenidos y procesos cognitivos que pueden estar en la base de estas emociones, como los pensa- mientos negativos, la valoración cognitiva, los sesgos cognitivos o las atribuciones; (3) identificar posibles sesgos cognitivos o alteraciones (atención, interpretación, me- moria, atribución, solución de problemas, etc.), pensamientos automáticos negati- vos, pensamientos distorsionados, autoins- trucciones erróneas, creencias irracionales desadaptadas, esquemas disfuncionales, etc.; (4) modificarlos mediante el uso de información adecuada, entrenamiento en autoobservación (para detectar y tener pre- sente el papel de las cogniciones sobre la emoción y la conducta), fomento de habi- lidades de razonamiento, generalización, reinterpretación y modificación de pensa- mientos o autoinstrucciones (trabajando en Figura 1: Modelo integrador de Reestructuración Cognitiva
  • 14. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 17 cada sesión con muestras de sus problemas cotidianos recientes), aprendizaje de habili- dades para contrastar posibles errores sub- jetivos con datos de la realidad social (i.e., analizar probabilidad subjetiva versus real de que sucedan acontecimientos amenazan- tes que perturban la tranquilidad), adquisi- ción de destrezas para el manejo y redirec- ción de la atención (mediante la repetición de ejercicios de focalización de la atención en estímulos neutros o positivos), reforma de estilos de procesamiento de información (entrenando repetidamente nuevos procedi- mientos de solución de problemas, nuevas formas de realizar atribuciones causales, habilidades para analizar la información o el fomento de la reflexividad frente a la im- pulsividad), etc. El modelo teórico aquí propuesto ha sido utilizado como base de la reestructuración cognitiva aplicada en diferentes trastornos de ansiedad con buenos resultados (Cano- Vindel, 2007; Dongil-Collado, 2008; Vidal Fernández et al., 2008) y puede esquemati- zarse como muestra la Figura 1. A) Información La información que el psicólogo suministra al paciente es esencial para la comprensión del problema: en qué consiste (i.e., alta an- siedad de evaluación, trastorno de ansiedad social, trastorno de pánico con agorafo- bia), cuáles son sus manifestaciones en los tres sistemas de respuesta, qué emociones están implicadas (e.g., ansiedad, vergüen- za, asco, culpa), cuáles son las situaciones temidas, qué cogniciones están en la base de esas respuestas emocionales, cuáles son los procesos cognitivos alterados, cómo se pueden modificar esos sesgos cognitivos, si ha habido condicionamiento directo de respuestas fisiológicas, cuáles han sido los intentos de regulación emocional fallidos (i.e., intentos de supresión de pensamien- tos, evitaciones), cuáles han sido las conse- cuencias de éstos (i.e., aumento de activa- ción fisiológica, reforzamiento del temor a la amenaza), etc. Además, esta información que se da en consulta habrá que reforzarla con toma de apuntes, esquemas, libros de autoayuda que aclaren toda esta información, faciliten ejemplos, pongan tareas, etc. (Cano-Vindel, 2004; Peurifoy, 1993). Estos libros son de gran ayuda si se usan como tareas de lec- tura para casa que refuerzan la información que se proporciona en la consulta y sirven de herramienta al paciente para descubrir y analizar sus problemas, así como para ha- cer práctica en ejercicios de modificación de pensamientos y sesgos cognitivos. Si el paciente usa esta herramienta durante muchos meses, podrá ir integrando mucho mejor la información que le damos, hacién- dola suya y permitiéndole tener a mano un instrumento de análisis y solución de algu- nos problemas de ansiedad que tienen su origen en una actividad cognitiva alterada. Ello le puede dar más autonomía y seguri- dad, además de ayudarle a modificar pro- cesos de pensamiento erróneos y a adquirir nuevas habilidades cognitivo-emocionales que le serán muy útiles para aprender a manejar sus emociones y especialmente su ansiedad. Sin embargo, debemos tener en cuenta que, aunque la información es necesaria para llevar a cabo la reestructuración cognitiva, no es suficiente (Olivares, Rosa-Alcázar, & Olivares-Olivares, 2009). Un paciente no se cura sólo trabajando un par de libros, ni siquiera con un par de libros y un terapeu- ta que no sepa dirigir el tratamiento o no esté especializado en las relaciones entre cognición y emoción. El proceso psicoedu-
  • 15. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 18 cativo es más complejo que leer un libro o escuchar unas charlas a un psicólogo. Una cosa es leer o escuchar información (que se olvida rápidamente, si no se trabaja con ella) y otra cosa es aprender o desarrollar habilidades a partir de esta información. Por ejemplo, la información necesaria para aprender a conducir se podría leer en unos folios, pero mejor si nos la explican dentro de un coche y podemos practicar con los pedales y cambios de marchas; sin embar- go, con esto no hemos aprendido a condu- cir y menos aún nos hemos quitado el mie- do a conducir o hemos desarrollado reflejos automáticos para la conducción. B) Auto-observación El siguiente paso en la reestructuración cognitiva es el entrenamiento en observa- ción, que podemos llevar a cabo casi en paralelo con el desarrollo del paso anterior. Este entrenamiento en observación es un objetivo que no se consigue simplemente con un autoregistro, sino que se trata de un aprendizaje complejo que puede abarcar la adquisición y manejo de muchos construc- tos cognitivos (los que necesite cada pa- ciente), como son los sesgos interpretativos y atencionales, pensamientos deformados, autoinstrucciones, valoración cognitiva (amenaza o desafío), atribuciones de cau- salidad, expectativas, esquemas disfuncio- nales, autoeficacia percibida, autoestima, metacognición, ideas irracionales, etc. Para adquirir la habilidad necesaria para obser- var y, al menos, comenzar a manejar estos constructos, se pueden utilizar diferentes tareas que vamos a mencionar a continua- ción. 1. Enseñar a analizar las situaciones emo- cionales desde un enfoque cognitivo-emo- cional (modelo de la valoración, de sesgos cognitivos,…). Se analizan las situaciones emocionales más significativas vividas en la última semana, usando los modelos que ya hemos explicado o que introducimos para analizar cada situación (detección de valoraciones amenazantes, de sesgos cognitivos, etc.). También debemos tener presente la posible existencia de aconteci- mientos relevantes previos que han supues- to un aprendizaje o cambio (cambios que se han producido desde entonces), como por ejemplo condicionamiento directo (pavlo- viano) de respuestas fisiológicas o haber vivido situaciones traumáticas. Cuando hay condicionamiento directo o experien- cias traumáticas, el aprendizaje no es sólo cognitivo y, por lo tanto, el tratamiento va exigir otras normas de reaprendizaje (segu- ramente será más necesaria la exposición, aunque primero trabajemos la reestructura- ción cognitiva). 2. Demostrar, con ejemplos y en la prácti- ca, cómo: (a) si se cambian las cognicio- nes (e.g., reducir la atención y la magnifi- cación al estímulo temido), se modifica la emoción y la conducta; (b) si se interpreta el inicio de un proceso de activación fisio- lógica como un grave problema, se dispara la ansiedad (alerta ante un problema) y au- menta más la activación fisiológica (efecto espiral); (c) en cambio, si queremos que no se siga haciendo más grande esa espiral e invertir el proceso, es necesario reducir los sesgos de atención e interpretación; (d) si se trabaja con una menor intensidad emocio- nal, se manejan mejor las cogniciones y la conducta; (e) si se actúa con una conducta acorde a la situación, se aprende a manejar mejor las cogniciones y la emoción; (f) si el sesgo cognitivo se centra en otra fuente de información (modelo de Eysenck) surgen casos diferentes al suyo (problemas que él no tiene, pero comprende cómo se desarro-
  • 16. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 19 llan); (g) se han resuelto casos similares al suyo y casos diferentes con valor pedagógi- co (porque a él no le sucede ese problema, sino que lo domina); (h) los problemas pue- den parecer más claros si utilizamos metá- foras adecuadas y esto nos puede motivar, transmitir buenas expectativas y ayudarnos a actuar mejor. 3. Utilizar ejemplos en los cuáles el pacien- te se maneja bien y son similares a aquéllos en los que hay problemas: (a) analizar los modelos en los que se comporta bien (usan- do los mismos modelos de cognición-emo- ción; por ejemplo, pánico vs. fobia social); (b) persuadir de que se puede aprender de nuevo a manejar bien las emociones y con- ductas desadaptadas (como se manejaban antes de haber desarrollado un aprendizaje cognitivo-emocional erróneo), aplicando los mismos modelos que explican el desa- rrollo del problema. 4. Resaltar siempre el modo de trabajo: (a) hay que repasar los libros de autoayu- da y los apuntes tomados en consulta (es necesario repetir la información para mo- dificar hábitos cognitivos erróneos, formas de pensar equivocadas); (b) los modelos teóricos sirven de guía para la práctica; (c) la práctica conduce al desarrollo de habili- dades, adquisición de seguridad y manejo de las emociones o conductas que antes se evitaban o eran un problema. Pero la prác- tica en la vida cotidiana y la adquisición de habilidades (i.e., sociales) también ayudan a reducir los sesgos cognitivos. C) Reestructuración Después de haber aprendido a observar lo que hacemos mal pueden suceder dos co- sas: (1) que podamos resolver en el mismo acto el problema, cambiando automática- mente nuestros errores; o (2) que aunque sepamos qué hacemos mal y qué debemos cambiar, no seamos capaces de modificar- lo inmediatamente, porque se requiera que tengamos que hacer prácticas y desarrollar habilidades complejas. Por ejemplo, para una determinada persona que no es mie- dosa, no es lo mismo que le digan que el estruendo que ha oído en casa, estando a solas, ha sido un pequeño accidente (y no se trata de ladrones que han entrado en casa), frente a que le digan que debe comer un alimento que le da mucho asco, porque lo comen otras personas y es muy nutritivo. En éste último caso se requerirá algo más que información para cambiar la emoción y la conducta; además, probablemente los cambios en este caso no se conseguirán in- mediatamente. ¿Qué habilidades se pueden necesitar en la reestructuración cognitiva para reducir los principales sesgos o errores cognitivos? El paciente puede requerir el desarrollo de muy diferentes habilidades, que pueden ser entrenadas en el proceso de reestruc- turación cognitiva: (1) entrenamiento en análisis y reevaluación cognitiva de ame- nazas para transformarlas en desafíos (re- valoración cognitiva); (2) entrenamiento en focalización de la atención (entrenamiento en eliminación de anticipaciones negati- vas, entrenamiento en atención a estímulos neutros o positivos y reducción de la priori- zación de información negativa); (3) entre- namiento en solución de problemas; y (4) entrenamiento en mejora de la seguridad, autoeficacia percibida y autoestima (auto- valoración). Veamos brevemente algunas indicaciones sobre cómo entrenar estos cuatro tipos de habilidades que permiten reducir los sesgos cognitivos.
  • 17. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 20 1. Desarrollo de habilidades para la reva- loración de la amenaza. Hay muchas for- mas de reducir la amenaza subjetiva, pero básicamente consisten en contrastar la per- cepción del paciente con la realidad. Esto se puede conseguir haciendo una serie de preguntas que lleven a plantearse las con- secuencias que realmente pueden acontecer si se afronta la situación amenazante. Por ejemplo, si una persona tiene mucha ansie- dad para hablar en público y le pregunta- mos qué sucedería si tuviese que afrontar esta situación, es probable que su primera respuesta sea del tipo “me muero”, cuando en realidad sólo experimentaría ansiedad, vergüenza, etc. A través de una serie de preguntas adecuadas podemos conseguir que piense en las consecuencias reales y las valore correctamente y no de forma catas- trófica. En este sentido es útil el modelo de Beck sobre valoración cognitiva de la ame- naza, que señala que en las situaciones que provocan ansiedad exagerada suele haber una percepción de amenaza poco adaptati- va, en la que se suelen cometer cuatro tipos de errores: (a) sobrestimación de la proba- bilidad de ocurrencia de un suceso temido; (b) sobrestimación de la severidad de un su- ceso temido; (c) infraestimación de los re- cursos de afrontamiento; y (d) infraestima- ción de las posibilidades de ayuda por parte de otros (apoyo social). La revaloración de la amenaza se llevaría a cabo mediante la contrastación empírica y el razonamien- to de cada uno de estos cuatro errores: (a) para reducir el primer error, “¿cuál es la probabilidad de que suceda la amenaza?, se utiliza el razonamiento y la contrastación empírica (se lleva a cabo una valoración subjetiva de la probabilidad, valorando de 0 a 100; se estiman datos de la realidad, se usan datos estadísticos para calcular la pro- babilidad real; la diferencia entre ambas es- timaciones es un sesgo interpretativo, que suele ser muy grande y hay que reducir); (b) para el segundo tipo de error “¿cuáles son las consecuencias si sucede?”, se pro- cede análogamente (valorar importancia de las consecuencias subjetivas (0-100), com- parar con reales; un ejemplo de valoración subjetiva es “si tengo que hablar en público me muero”; cuando la consecuencia real es “temo hacer el ridículo”; ¿cuánta importan- cia tiene para mí el ridículo?, ¿qué pierdo realmente si evito?); (c) para corregir el tercer error “¿qué puedo hacer yo frente a la amenaza?”, se debe contrastar la valora- ción subjetiva de recursos para afrontar la situación temida con los recursos que usa en otras situaciones que no teme y en las que se maneja correctamente; y (d) para modificar el cuarto tipo de error, conviene hacer que se pregunte ¿a quién puedo pedir ayuda?, señalando que el apoyo social es esencial para amortiguar los problemas. 2. Desarrollo de habilidades para el mane- jo de la atención. ¿Qué debe hacer un pa- ciente para conseguir una reducción impor- tante del sesgo atencional? Para reducir el tiempo de atención centrada en amenazas es útil: (a) recordar que la atención a una respuesta autonómica cambia la tasa de res- puesta, aumenta la preocupación e inicia el proceso en espiral; (b) recordar que la atención a los pensamientos negativos, las preocupaciones, etc., incrementa la activa- ción fisiológica; (c) hay que intentar susti- tuir la atención, el repaso, la rumiación de pensamientos negativos por autoinstruccio- nes positivas, racionales; (d) realizar activi- dades que exijan alta atención (conversar, o imaginar, p. ej.), que sean incompatibles con dedicar una alta atención al problema (activación fisiológica, la propia conducta, etc.) y restar importancia a la atención re-
  • 18. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 21 sidual hacia el problema; (e) tener siempre presente que hay una regla de oro para re- ducir el sesgo atencional, “debemos centrar la atención en la tarea (e.g., el examen), no en la ansiedad (los síntomas)”; (f) no em- peñarse en rechazar pensamientos intrusos, sino aprender a funcionar a pesar de ellos; es mejor restarles importancia y habituarse al hecho de que puedan aparecer, sin que se desaten emociones. 3. Desarrollo de habilidades para la solu- ción de problemas. El entrenamiento en solución de problemas (D’Zurilla y Gold- fried, 1971) (Goldfried y Goldfried, 1975) sigue una serie de pautas tradicionales que son bien conocidas. Se comienza por ex- plicar que la toma de decisiones y la solu- ción de problemas generan ansiedad, por lo que conviene aprender un proceso que simplifique el tiempo que tomamos para realizar esta actividad cognitiva. La prác- tica de las cinco fases que describiremos a continuación generará nuevas habilidades de solución de problemas que sustituirán al proceso que seguía habitualmente el paciente, que adolecía de algún error (i.e., analizar indefinidamente las alternativas y no elegir una o volver atrás en el proceso). Fase 1. Definición y formulación del pro- blema (recoger información, comprender el problema, buscar causas reales que están creando y manteniendo el problema, des- componer y analizar el problema, definir el problema. Fase 2. Propuesta de soluciones alternativas (elaborar las posibles salidas al problema, no entrar a discutirlas). Fase 3. Evaluación de las alternativas (analizar los pros y contras de cada alternativa, tener en cuenta que las anticipaciones de problemas generan ansiedad. Fase 4. Toma de decisión (elegir la alternativa “menos mala”, tener en cuenta que no existe una que sea la so- lución perfecta, no volver atrás en la toma de decisiones –regla de oro-, elaborar un plan de actuación, predecir consecuencias). Fase 5. Ejecución y verificación (puesta en marcha del plan de actuación, evaluación de los resultados). 4. Desarrollo de habilidades para una correcta autoevaluación (autoeficacia per- cibida y autoestima). Muchos pacientes cometen algunos sesgos cognitivos en la valoración de su capacidad para realizar una tarea (autoeficacia percibida) o la va- loración de sí mismo y su trayectoria en las diversas facetas de la vida (psicológi- ca, social, familiar, académica, profesional, económica, etc.). Cómo mejorar el auto- concepto o la autoeficacia percibida: (a) se debe favorecer la motivación para realizar actividades, pues el ser humano se valora más cuando permanece activo; (b) reali- zar o haber realizado múltiples actividades deseadas, nos ayuda a valorarnos mejor; (c) procurar hacerlas bien, pues los fraca- sos nos pasan factura en este sentido; (d) no basta con hacer diferentes actividades y hacerlas bien, sino que hay que saber va- lorar correctamente los resultados (muchas veces nos encontramos con sesgos valorati- vos hacia la baja); (e) realizar atribuciones correctas (los éxitos deben ser interpreta- dos en términos de atribuciones internas, no externas, aunque a veces pueda influir algo la suerte o el apoyo social, pues es- tos factores son siempre temporales, y no- sotros estamos revisando la valoración de toda una vida; (f) saber reforzarse por los aciertos (es mejor hacer las cosas por satis- facción o refuerzo que por obligación, sin ningún tipo de satisfacción) y corregir los errores (premiarse por el esfuerzo, aunque no se pueda premiar por el resultado; ana- lizar y corregir errores de cara al futuro);
  • 19. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 22 (g) experimentar satisfacción y bienestar (algunas personas tienen temor o no saben experimentar satisfacción por los logros); (h) saber generalizar a otras actividades, habilidades o esfuerzos (si he realizado este tipo de actividad, pero no esta otra, que es similar, debo sentirme capaz también de hacer esta otra, u otras tareas similares). Para llevar a cabo correctamente todo el proceso de reestructuración cognitiva se requieren algunas habilidades del terapeu- ta. Por ejemplo, debe tener una sólida for- mación actualizada en las relaciones sobre cognición y emoción, debe tener práctica en el manejo de esa información, poseer habilidades de análisis de los problemas, manejo de sus propias emociones, cier- ta experiencia de vida y grandes dotes de persuasión. Pero el tema de las habilidades del terapeuta excede los objetivos de este artículo, por lo que vamos a hacer sólo un breve comentario sobre la persuasión. En la aplicación de las técnicas de reestruc- turación cognitiva se requiere capacidad de persuasión que se puede conseguir si desa- rrollamos de varias formas el esquema “in- formación - razonamiento - contrastación”. Por un lado damos información sobre el tema que queremos convencer, a conti- nuación desarrollamos una serie de razo- namientos lógicos y finalmente buscamos datos en la realidad que respalden lo que defendemos. Este procedimiento será espe- cialmente útil si hacemos: (a) pronóstico de mejoras (con el fin de aumentar las expec- tativas de un resultado positivo en el tra- tamiento); (b) fijamos un límite de tiempo para conseguir ese resultado (damos infor- mación de otros casos, razonamos buscan- do equivalencias con su caso, y finalmente buscamos datos que reflejan ya alguna me- jora); (c) hacemos una exposición de mo- delos que han alcanzados los objetivos y resaltamos los factores que han conducido al éxito; y (d) proporcionamos información sobre el proceso terapéutico, resaltando los logros alcanzados (por pequeños que sean) y se hace ver que los logros definitivos sim- plemente requieren más tiempo de entrena- miento. Otras herramientas que se utilizan para mejorar la persuasión son: el diálogo socrático, la intención paradójica, la modi- ficación de estados de ánimo y la modifica- ción de actitudes. Por último, señalar algo que es indiscutible: la reestructuración cognitiva no está reñida con el entrenamiento conductual, sino que se complementa con él y forma parte de su desarrollo. Así, por ejemplo, en la reestructuración cognitiva es necesario resaltar la necesi- dad de exponerse a las situaciones temidas, acercándose a los estímulos que provocan la ansiedad (bajo situación de control), todo ello siguiendo el principio de aproximacio- nes sucesivas (poco a poco) y el principio del refuerzo (es importante premiarse por los éxitos, aunque sean pequeños, y corre- gir los errores ante los fracasos, en lugar de castigarse). Al exponerse a la situación an- siógena, bajo estas condiciones de control, se produce habituación o disminución de la respuesta de ansiedad, y se consolida el proceso de reestructuración cognitiva. So- bre este punto es necesario subrayar las di- ferencias teóricas y prácticas de la exposi- ción entendida desde el modelo conductista tradicional y el modelo cognitivo actual. Así, desde el primero, se pide al paciente que durante la exposición no deje de pen- sar en la amenaza; mientras que desde el segundo, se le pide que maneje su sesgo de tipo atencional, justo al contrario. Para una discusión sobre este tema véase el artículo
  • 20. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 23 de Dongil-Collado y Wood (2009). En resu- men, podríamos decir que muchas veces el tratamiento eficaz debe incluir exposición a estas situaciones que el paciente evita, pero la exposición por sí misma no siempre cura. A veces, produce el efecto contrario y sensibiliza. Para que la exposición sea efi- caz, el paciente debe tener información y cierta sensación de control durante la expo- sición, por lo que primero debe llevarse a cabo la reestructuración cognitiva. Otro ejemplo, además de la reestructura- ción cognitiva, puede ser necesario la mo- dificación de diferentes conductas y reorga- nización del estilo de vida en personas con estrés. Además de reestructurar los proce- sos cognitivos de atención, interpretación, solución de problemas, etc., con frecuencia es necesario reorganizar las preocupacio- nes, las emociones, la conducta y el estilo de vida, aprendiendo a: (a) marcar horarios, pautas de trabajo y descanso; (b) mejora de la gestión del tiempo y la organización; (c) clarificación y jerarquización de objetivos; (d) reducción del perfeccionismo en el tra- bajo y en el ocio (deporte, relaciones socia- les), “aprender a no hacerlo todo perfecto”; (e) mejora de las habilidades sociales en el ámbito laboral, familiar y social; y (f) me- jora de las habilidades de comunicación con los demás. El tratamiento aquí descrito consiste en un aprendizaje con las técnicas cogniti- vo-conductuales, especialmente la rees- tructuración cognitiva, desde un enfoque cognitivo-emocional. La experiencia prác- tica nos indica que se necesita un tiempo aproximado de unos pocos meses: en los casos menos graves, a los 3 meses una gran mejoría; a los 6 meses el alta. Lo habitual es que al cabo de unas 10 sesiones, una por semana, se comience a disminuir la fre- cuencia –una sesión cada dos semanas-, si el paciente ha adquirido ya las herramien- tas de entrenamiento y las practica con la regularidad deseada. Esta intervención pro- duce excelentes resultados en la práctica clínica, que se mantienen en el tiempo sin recaídas, como puede verse en los informes de casos publicados que han sido tratados con este protocolo de intervención (ver pá- rrafo siguiente), aunque se requiere investi- gación con diseños más exigentes (ensayos controlados aleatorizados). Lo que viene a suceder en esta intervención se explica per- fectamente por un proceso de aprendizaje progresivo de la regulación emocional y un mejor manejo cognitivo-emocional. Por el contrario, el paciente antes de llegar a la consulta estaba desarrollando un aprendi- zaje que le llevaba a generar mucha ansie- dad, cada vez más, así como a mantenerla. Digamos que estaba trabajando en la direc- ción opuesta a sus objetivos. Para profundizar en la propuesta de inter- vención que hemos realizado en este artí- culo recomendamos la lectura de algunos otros trabajos que describen con más de- talle el tratamiento de casos sobre trastor- nos de ansiedad y que aparecen citados en éste (Cano-Vindel, 2007; Dongil-Collado, 2008; Herrero-Gómez & Cano-Vindel, 2010; Ramos-Cejudo & Cano-Vindel, 2008; Vidal Fernández et al., 2008; Wood, 2008). Algunos de ellos pueden encontrar- se en la Web de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, SEAS (http://www.ucm.es/info/seas/ta/trat/index. htm). Discusión y conclusiones En el presente artículo se hace una propues- ta de intervención cognitivo-conductual ac- tualizada sobre los trastornos de ansiedad y
  • 21. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier INTERVENCIÓN COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LOS TRASTORNOS DE ANSIEDAD: UNA ACTUALIZACIÓN 24 otros desórdenes emocionales. La propues- ta se basa, por un lado, en nuestra expe- riencia clínica de muchos años centrada en los trastornos de ansiedad, combinada con la investigación especializada en el mismo campo (Cano-Vindel, 2010), por otro lado, en las directrices que marcan las guías de práctica clínica basadas en la evidencia científica (NICE, 2011a, 2011b) y nuestras propias revisiones de la misma (Cano-Vin- del, 2011a). Sin embargo, sería necesario llevar a cabo estudios controlados aleato- rizados en los que se comparen la eficacia de esta propuesta con un grupo control de tratamiento placebo. Estamos trabajando en ello, en un proyecto de investigación en Atención Primaria, en colaboración con el COP y PsicoFundación, pero estamos en los inicios de este proyecto. Mientras tanto, sólo podemos aportar los estudios de casos ya citados, que sólo suponen una pequeña evidencia a favor de este protocolo de trata- miento. Para una profundización en las ba- ses teóricas y apoyo empírico de esta pro- puesta remitimos al lector a una revisión sobre la intervención cognitivo-conductual en los desórdenes emocionales, que incluye este tema (Cano-Vindel, 2011a). La lógica de la propuesta señala que si con- sideramos los trastornos de ansiedad como un desorden emocional aprendido en el que aparecen reacciones intensas y frecuentes, con experiencia ansiosa desagradable (i.e., malestar psicológico), activación fisioló- gica intensa (i.e., respuestas autonómicas) y expresión o conducta desajustada (i.e., evitaciones), si adoptamos un modelo cog- nitivo (sesgos cognitivos) y conductual (condicionamiento directo de respuestas fisiológicas) para explicar este aprendiza- je, entonces la intervención psicológica debería ir encaminada a la restauración de la regulación emocional previa al desor- den, corrigiendo los sesgos cognitivos de atención e interpretación, disminuyendo la activación fisiológica mediante técnicas de relajación (muscular, respiración, imagina- ción y sugestión) y reajustando las conduc- tas desadaptadas mediante un entrenamien- to por aproximaciones sucesivas y práctica conductual reforzada. Esta propuesta supone una actualización, especialmente con respecto a la práctica clínica habitual, en la que raramente se uti- liza una reestructuración cognitiva basada en los sesgos cognitivos (Eysenck & De- rakshan, 1997; Eysenck & Eysenck, 2007) y la regulación emocional (Leahy, Napoli- tano, & Tirch, 2011) como la que aquí se ha descrito y cuyas bases pueden ser con- sultadas en otra publicación (Cano-Vindel, 2011a). También supone una actualización respecto al modo de entender la exposición y la práctica de esta técnica. El modelo conductual radical, que predominaba en la psicología científica hasta los años 80, an- tes de que tomasen fuerza los modelos cog- nitivos (y se sigue utilizando hoy en día en la práctica clínica de forma generalizada), tuvo muchos problemas para explicar por qué no siempre se producía la extinción de la respuesta emocional tras la exposición repetida a la situación emocional. Dife- rentes intentos de explicación recurrieron a variables de tipo cognitivo, pese a que esta orientación radical del conductismo rechazaba la posibilidad de estudiar cien- tíficamente las variables cognitivas. Así, durante años se estuvo defendiendo que si bien la exposición repetida a la situación emocional o a los recuerdos espontáneos del trauma, normalmente sería suficiente para extinguir las asociaciones condiciona- das, la extinción dejaría de ocurrir si la per-
  • 22. nº 102 • juliol-desembre 2011 • pàgines 4-27 dossier Antonio Cano-Vindel, Esperanza Dongil-Collado, José M. Salguero y Cristina M. Wood 25 sona que se estaba exponiendo trataba de distraerse o bloquear los recuerdos durante la exposición, lo que haría una exposición incompleta, que fallaría en su objetivo. De acuerdo con esta explicación (Keane, Zimering, & Caddell, 1985), la evitación cognitiva de los estímulos condicionados, ya sea a través de la distracción, el bloqueo de los recuerdos u otras conductas, se vería reforzada por una reducción en el miedo, lo que llevaría al mantenimiento del trastorno emocional (por ejemplo el trastorno de es- trés postraumático, pese a exponerse a los recuerdos traumáticos). Esta explicación ha llevado a una práctica profesional contraria a los principios de la regulación emocio- nal, o a los modelos de sesgos cognitivos actuales, al insistir en la necesidad de ha- cer exposición mientras el paciente ima- gina, en todo momento, consecuencias de tipo catastrofista, que pueden conducir a la sensibilización, así como a una alta tasa de abandono terapéutico. En realidad, según el modelo de los sesgos cognitivos la expli- cación de por qué no siempre funciona la extinción sería la contraria: el problema no estaría en que el paciente ha evitado cogni- tivamente durante la exposición y se ha dis- traído, sino que la extinción fallaría porque el paciente, por indicación de su terapeuta, está centrando su atención en los estímu- los amenazantes y los está magnificando. Véase una discusión más a fondo del tema sobre la fobia a volar (Dongil-Collado & Wood, 2009). Esta actualización supone un aumento significativo de la eficacia de la intervención cognitivo-conductual en los trastornos de ansiedad, como hemos podi- do ver en las publicaciones de casos reali- zadas hasta ahora. Agradecimientos. Este artículo ha sido apoyado parcialmente por el proyecto de investigación “Crisis de ansiedad: preva- lencia y factores de vulnerabilidad”, finan- ciado por el Ministerio de Ciencia e Inno- vación, MICINN (ref. PSI 2008-05332). Referencias Amstadter, A. (2008). Emotion regulation and anxiety di- sorders. Journal of Anxiety Disorders, 22, 211-221. Arcas-Guijarro, S., & Cano-Vindel, A. (1999). Procesos cognitivos en el trastorno de ansiedad generalizada, se- gún el paradigma del procesamiento de la información. Psicologia.com [Online], 3, 145 párrafos. Available: http:// www.psiquiatria.com/psicologia/vol143num141/art_146. htm. Asociación Americana de Psiquiatría, A. P. A. (2001). D.S.M.-IV-TR. Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales. Texto Revisado (1a. ed.). Barcelo- na: Masson. Bar-Haim, Y., Lamy, D., Pergamin, L., Bakermans-Kranen- burg, M. J., & van, I. M. H. (2007). Threat-related attentio- nal bias in anxious and nonanxious individuals: a meta- analytic study. Psychological Bulletin, 133, 1-24. Behar, E., DiMarco, I. D., Hekler, E. B., Mohlman, J., & Staples, A. M. (2009). Current theoretical models of ge- neralized anxiety disorder (GAD): conceptual review and treatment implications. Journal of Anxiety Disorders, 23, 1011-1023. Butler, A. C., Chapman, J. E., Forman, E. M., & Beck, A. T. (2006). The empirical status of cognitive-behavioral therapy: a review of meta-analyses. Clinical Psychology Review, 26, 17-31. Cáceres, J., Arrarás, J. I., Jusue, G., & Zubizarreta, B. (1996). Tratamiento comunitario de los trastornos de an- siedad: ¿cognitivo-conductual, farmacológico o mixto? Análisis y Modificación de Conducta, 22, 753-780. Camuñas, N., Ojeda, J., Prieto, L., Cano-Vindel, A., Irua- rrizaga, I., & Miguel-Tobal, J. J. (2006). Intervención psi- cológica en mujeres menopáusicas: Implantación de un programa para la reducción de la ansiedad y la depre- sión. Revista Lusófona de Ciencias da Mente e do Com- portamento, 8, 239-250. Cano-Vindel, A. (2001). Inventario de Actividad Cognitiva en los Trastornos de Ansiedad (IACTA).Unpublished ma- nuscript, Madrid: Universidad Complutense de Madrid. Cano-Vindel, A. (2002). Técnicas cognitivas en el control del estrés. In E. G. Fernández-Abascal & M. P. Jiménez
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