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DE AYER
YDE HOY
Rudyard Kipling
EL HIJO
DEL ELEFANTE
VOCES
DE AYER
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OY
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Horacio Rodríguez Larreta
Ministra de Educación e Innovación
María Soledad Acuña
Subsecretario de Planeamiento Educativo, Ciencia
y Tecnología
Diego Javier Meiriño
Directora General de Planeamiento Educativo
María Constanza Ortiz
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sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático.
Distribución gratuita. Prohibida su venta.
El hijo del elefante
Rudyard Kipling
Selección y adaptación: Mirta Torres y María Elena Cuter
Colaboración: Marcos Alfonzo y Silvia Saucedo
Diseño gráfico: Alejandra Mosconi y Estudio Cerúleo
Ilustraciones: Rodrigo Folgueira
Equipo editorial externo
Coordinación: Alexis B. Tellechea
Edición: Natalia Ribas
Diagramación: Estudio Cerúleo
Entiemposremotos,hijomío,elelefantenotenía
trompa. Solo poseía una nariz oscura y curvada
del tamaño de una bota; movía su nariz de un lado
a otro, pero le resultaba imposible agarrar nada con
ella. Existía también otro elefante, un animalito
joven, hijo del anterior, que tenía una insaciable
curiosidad por todas las cosas. Por esta razón,
constantemente estaba haciendo preguntas. Vivía
en África y a todos molestaba con esa insaciable
curiosidad.
El hijo del elefante / compilado por Mirta Torres ; María
Elena Cuter. - 1a edición para el alumno - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires : Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires. Ministerio de Educación e
Innovación, 2019.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-673-494-3
1. Educación Primaria. 2. Lengua. 3. Literatura. I. Torres, Mirta,
comp. II. Cuter, María Elena, comp.
CDD 372.6
7
Preguntaba a su alta tía, el avestruz, por qué
le crecían las plumas de la cola, y su alta tía lo
apartabaconungolpedesulargapata.Preguntaba
a su otra tía, también alta, la jirafa, por qué tenía
tantas manchas en la piel, y su esbelta tía jirafa
lo empujaba con su durísima pezuña. Pero seguía
lleno de su insaciable curiosidad.
Molestaba también con sus preguntas a su
rechoncho tío, el hipopótamo, para saber por
qué tenía los ojos tan rojos, y su rechoncho tío
lo pateaba con su enorme pata. Y del mismo
modo preguntaba a su peludo tío, el mandril, por
qué eran tan dulces los melones, y su peludo tío
mandril le daba un coscorrón con su mano peluda.
Pero el elefante seguía lleno de su insaciable
curiosidad. Hacía preguntas de cuanto veía, oía,
olía o tocaba.
8 9
Una luminosa mañana al comenzar el verano,
el hijo del elefante hizo una pregunta que hasta
entonces no había formulado:
—¿Qué come el cocodrilo?
Su padre y su madre lo hicieron callar con
un “¡chist!” y lo miraron aterrorizados. Pero el
elefante fue al encuentro del pájaro kolokolo, que
estaba posado en la rama de un espino.
—Mi padre y mi madre me han castigado, y
también todos mis tíos —le dijo el elefante—, por
mi insaciable curiosidad; pero, a pesar de todo,
quisiera saber qué come el cocodrilo.
El pájaro kolokolo le contestó con su voz
quejumbrosa:
—Vete a las orillas del gran río Limpopo, que
tiene las aguas verdosas y grises y corre entre los
altos árboles, y allí lograrás saber lo que quieres.
A la mañana siguiente, el hijo del elefante
recogió cincuenta kilos de plátanos (de los
pequeños y rojizos), cincuenta kilos de caña de
azúcar (de la de color púrpura) y gran cantidad de
melones para el viaje, y se despidió de todos sus
familiares.
—Adiós —les dijo—. Me voy hacia el gran río
Limpopo, que tiene las aguas verdosas y grises y
corre entre los árboles. Quiero saber qué come el
cocodrilo.
Y luego se puso en marcha. Iba comiendo
melones, y cuando caía la cáscara la dejaba en el
camino porque no podía levantarla. Has de saber,
hijo mío, que hasta aquel día el curioso hijo del
elefante jamás había visto un cocodrilo y no sabía
cómo era.
10 11
A lo largo del camino encontró una serpiente
boa de dos colores, enroscada en una rama.
—Perdoneusted—ledijoelelefanteconmuy
buenos modales—, ¿ha visto por estas regiones
una cosa llamada cocodrilo?
—¿Me preguntas si he visto un cocodrilo?
—dijo con voz terriblemente burlona la serpiente
boa de dos colores—. ¿Y qué me vas a preguntar a
continuación?
—Perdone usted —le respondió el hijo del
elefante—, ¿sería tan amable de decirme también
qué come el cocodrilo?
La serpiente boa de dos colores se
desenroscó de la rama y le dio un empujón con
la punta de su cola.
—No puedo comprender —dijo el hijo del
elefante— por qué mi padre y mi madre, mis tías,
por no mencionar a mi tío el hipopótamo, ni a mi
otro tío el mandril, todos me han castigado por mi
insaciable curiosidad... y parece que aquí ocurre
lo mismo.
Muyeducadamenteledijoadiósalaserpiente
boa de dos colores y la ayudó a enroscarse de
nuevo en la rama. Continuó su camino comiendo
melonesytirandolacáscaraporallí,hastaquepisó
lo que creyó que era un tronco en la misma orilla
de las aguas verdosas y grises del río Limpopo.
12 13
Pero aquello, hijo mío, no era ni más ni menos
que el cocodrilo, y el cocodrilo guiñó un ojo.
—Perdoneusted—ledijoelelefanteconmuy
buenos modales—, ¿ha visto por estas regiones
una cosa llamada cocodrilo?
El cocodrilo guiñó su otro ojo y levantó un
poco la cola que tenía hundida en el barro. El hijo
del elefante se echó hacia atrás a toda velocidad,
pues no quería que nadie volviera a golpearlo.
—Ven aquí, pequeño elefante —le dijo el
cocodrilo—. ¿Por qué preguntas eso?
—Perdoneusted—ledijoelelefanteconmuy
buenos modales—, pero mi padre, mi madre, mis
tíaselavestruzylajirafa,mistíoselhipopótamoyel
mandril, y también la serpiente boa de dos colores,
me han pegado por mi insaciable curiosidad. Por
eso me alejo de usted para no recibir más azotes.
—Acércate,pequeño—ledijoelcocodrilo—,
pues el cocodrilo soy yo.
Enesemomento,empezóaderramarlágrimas
de cocodrilo para demostrar que era verdad lo que
afirmaba.
Elhijodelelefantesearrodillóenlaorilladelrío.
—Usted es a quien he estado buscando
durante tantos días —le dijo—. ¿Quiere decirme
qué es lo que come?
—Acércateunpocomás,pequeñuelo—insistió
el cocodrilo—, y te lo diré al oído.
El elefantito puso la cabeza junto a la boca
con grandes colmillos del cocodrilo y el cocodrilo
lo agarró por la naricita que, hasta aquel día, tenía
el tamaño de una bota.
—Creo —dijo el cocodrilo (y lo dijo sin separar
sus dientes...)—, creo que empezaré tragándome...
¡al hijo del elefante!
14 15
El hijo del elefante le contestó (con la nariz
tapada):
—¡Suélteme, que me lastima!
La serpiente boa de dos colores se deslizó
hacia la orilla del río.
—Amiguito —dijo—, si no tiras ya mismo
hacia atrás con todas tus fuerzas, creo que esa
fiera que acabas de conocer te arrastrará de un
tirón antes de que puedas decir ¡ay!
Entonces, el hijo del elefante afirmó en el
suelosuspequeñasposaderasytiróytiróyvolvióa
tirar con toda su fuerza, hasta que su nariz empezó
a alargarse. El cocodrilo daba coletazos en el agua
haciendo espuma como si su cola fuera un remo,
y el hijo del elefante seguía tirando y tirando.
Cuando el hijo del elefante se dio cuenta de
que sus patas le resbalaban en el barro (con la
nariz tapada, una nariz que ahora medía ya casi
un metro y medio) dijo:
—¡Esto es demasiado para mí!
16 17
La nariz del hijo del elefante siguió
alargándose más y más; el pequeño se afirmaba
con fuerza sobre sus cuatro patas y tiraba y tiraba.
La serpiente boa de dos colores se acercó hasta
la orilla del río, se enroscó con doble vuelta en las
patas de atrás del elefantito y dijo:
—Caminante curioso e inexperto, vamos a
ayudarte un poquito...
Tiró ella también y, finalmente, el cocodrilo
soltó la nariz del elefante con un “¡chap!” que
se oyó desde muy lejos. El hijo del elefante tuvo
buen cuidado de dar las gracias a la serpiente boa
de dos colores e, inmediatamente, envolvió su
nariz en cáscaras de banana y la sumergió en las
aguas verdosas, grises y frescas del río Limpopo.
Pero la nariz no se le acortó ni un poquito, pues,
verás, hijo mío, que el cocodrilo, al tirar con tanta
fuerza, se la había convertido en una auténtica y
verdadera trompa, igual a la de los elefantes de
hoy.
—¡Yaverásqueteconviene!—dijolaserpiente
boa de dos colores.
Casi sin darse cuenta, el elefantito levantó
su trompa y con ella espantó a una mosca que
acababa de posarse en su lomo.
—¡Primera ventaja! —comentó la serpiente
boa de dos colores.
El hijo del elefante sintió hambre. Alargó la
trompa y agarró un buen puñado de hierbas, lo
sacudió para quitarle el polvo y se lo llevó a la boca.
—¡Ventajanúmerodos!—exclamólaserpiente
boa de dos colores.
—Así es —dijo el elefantito. Y como tenía
calor, sin pensar en lo que hacía, sorbió una buena
cantidad de barro de la orilla del río Limpopo, de
aguasverdosasygrises,yloderramóporsucabeza,
donde el barro formó un fresco sombrerito que le
hacía cosquillas en las orejas.
—¡Ventaja número tres! —dijo la boa.
—Bueno —dijo el elefante—, ahora me vuelvo
a casita.
18 19
Yelelefantitoregresóasuhogarbalanceando
continuamente la trompa. Cuando quería comer
alguna fruta, la arrancaba del árbol en vez de
esperar a que se cayera, como antes. Además, en
los momentos en que se sentía muy solo, cantaba
con su trompa y hacía un ruido que se escuchaba
por las grandes llanuras de África. Durante todo
el viaje, se dedicó a recoger todas las cáscaras de
melón que él mismo había tirado, porque era un
paquidermo muy limpito.
Una linda tardecita, llegó a su casa, curvó la
trompa hacia arriba y dijo:
—¿Cómo están todos?
Se alegraron mucho al verlo, pero enseguida
dijeron:
—Mereces un castigo por irte tan lejos y por
lo que has hecho con tu nariz.
—¡No! —exclamó el elefantito y, alargando la
trompa, con un par de empujones, dejó tendidos
en el suelo a varios de sus hermanos.
20 21
Después de unos días, los otros elefantes
descubrieron que la trompa resultaba muy útil, y
uno tras otro, a buen paso, marcharon hacia las
orillas del río Limpopo, de aguas verdosas y grises,
que corren entre los árboles. Cuando regresaron,
ya nadie se dedicó a golpear ni a empujar, y desde
aquel día, hijo mío, todos los elefantes —los que
verásenlavidaylosquenopodrásver—tienenuna
trompa exactamente igual a la de aquel elefantito
insaciablemente curioso.
FIN
22 23
Biografía Rudyard Kipling es autor de
El hijo del elefante. Nació en la
India, en 1865, y allí vivió hasta
los 6 años. En ese momento,
sus padres, que eran ingleses,
lo enviaron a Londres para que
asistiera a la escuela. Una vez
que terminó sus estudios, Kipling regresó a la
India y viajó por otros países de Asia.
Fue autor de hermosos cuentos sobre
animales que él mismo les narraba a sus hijos
cuando eran pequeños. Sus principales obras
son El libro de la selva, Capitanes intrépidos y Kim
de la India. Varias de sus historias fueron llevadas
al cine y, gracias a eso, muchos niños conocen
a Mowgli, un muchachito criado en la selva por
una familia de lobos.
Rudyard Kipling murió en Londres en 1936.
RUDYARD KIPLING
BIOGRAFÍA 25
VOCES
DE AYER
YDE H
OY
El hijo del
elefante
Este libro se terminó de diseñar
y se publicó en el mes de
noviembre del año 2019.

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  • 1. El hijo del elefante VOCES DE AYER YDE HOY Rudyard Kipling
  • 3. Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta Ministra de Educación e Innovación María Soledad Acuña Subsecretario de Planeamiento Educativo, Ciencia y Tecnología Diego Javier Meiriño Directora General de Planeamiento Educativo María Constanza Ortiz Subsecretario de Ciudad Inteligente y Tecnología Educativa Santiago Andrés Subsecretaria de Coordinación Pedagógica y Equidad Educativa Andrea Fernanda Bruzos Bouchet Subsecretario de Carrera Docente y Formación Técnica Profesional Javier Tarulla Subsecretario de Gestión Económico Financiera y Administración de Recursos Sebastián Tomaghelli
  • 4. ISBN: 978-987-673-494-3 © Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Ministerio de Educación e Innovación Subsecretaría de Planeamiento Educativo, Ciencia y Tecnología Dirección General de Planeamiento Educativo Holmberg 2548/96, 2º piso. C1430DOV - Ciudad Autónoma de Buenos Aires Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático. Distribución gratuita. Prohibida su venta. El hijo del elefante Rudyard Kipling Selección y adaptación: Mirta Torres y María Elena Cuter Colaboración: Marcos Alfonzo y Silvia Saucedo Diseño gráfico: Alejandra Mosconi y Estudio Cerúleo Ilustraciones: Rodrigo Folgueira Equipo editorial externo Coordinación: Alexis B. Tellechea Edición: Natalia Ribas Diagramación: Estudio Cerúleo Entiemposremotos,hijomío,elelefantenotenía trompa. Solo poseía una nariz oscura y curvada del tamaño de una bota; movía su nariz de un lado a otro, pero le resultaba imposible agarrar nada con ella. Existía también otro elefante, un animalito joven, hijo del anterior, que tenía una insaciable curiosidad por todas las cosas. Por esta razón, constantemente estaba haciendo preguntas. Vivía en África y a todos molestaba con esa insaciable curiosidad. El hijo del elefante / compilado por Mirta Torres ; María Elena Cuter. - 1a edición para el alumno - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ministerio de Educación e Innovación, 2019. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-673-494-3 1. Educación Primaria. 2. Lengua. 3. Literatura. I. Torres, Mirta, comp. II. Cuter, María Elena, comp. CDD 372.6 7
  • 5. Preguntaba a su alta tía, el avestruz, por qué le crecían las plumas de la cola, y su alta tía lo apartabaconungolpedesulargapata.Preguntaba a su otra tía, también alta, la jirafa, por qué tenía tantas manchas en la piel, y su esbelta tía jirafa lo empujaba con su durísima pezuña. Pero seguía lleno de su insaciable curiosidad. Molestaba también con sus preguntas a su rechoncho tío, el hipopótamo, para saber por qué tenía los ojos tan rojos, y su rechoncho tío lo pateaba con su enorme pata. Y del mismo modo preguntaba a su peludo tío, el mandril, por qué eran tan dulces los melones, y su peludo tío mandril le daba un coscorrón con su mano peluda. Pero el elefante seguía lleno de su insaciable curiosidad. Hacía preguntas de cuanto veía, oía, olía o tocaba. 8 9
  • 6. Una luminosa mañana al comenzar el verano, el hijo del elefante hizo una pregunta que hasta entonces no había formulado: —¿Qué come el cocodrilo? Su padre y su madre lo hicieron callar con un “¡chist!” y lo miraron aterrorizados. Pero el elefante fue al encuentro del pájaro kolokolo, que estaba posado en la rama de un espino. —Mi padre y mi madre me han castigado, y también todos mis tíos —le dijo el elefante—, por mi insaciable curiosidad; pero, a pesar de todo, quisiera saber qué come el cocodrilo. El pájaro kolokolo le contestó con su voz quejumbrosa: —Vete a las orillas del gran río Limpopo, que tiene las aguas verdosas y grises y corre entre los altos árboles, y allí lograrás saber lo que quieres. A la mañana siguiente, el hijo del elefante recogió cincuenta kilos de plátanos (de los pequeños y rojizos), cincuenta kilos de caña de azúcar (de la de color púrpura) y gran cantidad de melones para el viaje, y se despidió de todos sus familiares. —Adiós —les dijo—. Me voy hacia el gran río Limpopo, que tiene las aguas verdosas y grises y corre entre los árboles. Quiero saber qué come el cocodrilo. Y luego se puso en marcha. Iba comiendo melones, y cuando caía la cáscara la dejaba en el camino porque no podía levantarla. Has de saber, hijo mío, que hasta aquel día el curioso hijo del elefante jamás había visto un cocodrilo y no sabía cómo era. 10 11
  • 7. A lo largo del camino encontró una serpiente boa de dos colores, enroscada en una rama. —Perdoneusted—ledijoelelefanteconmuy buenos modales—, ¿ha visto por estas regiones una cosa llamada cocodrilo? —¿Me preguntas si he visto un cocodrilo? —dijo con voz terriblemente burlona la serpiente boa de dos colores—. ¿Y qué me vas a preguntar a continuación? —Perdone usted —le respondió el hijo del elefante—, ¿sería tan amable de decirme también qué come el cocodrilo? La serpiente boa de dos colores se desenroscó de la rama y le dio un empujón con la punta de su cola. —No puedo comprender —dijo el hijo del elefante— por qué mi padre y mi madre, mis tías, por no mencionar a mi tío el hipopótamo, ni a mi otro tío el mandril, todos me han castigado por mi insaciable curiosidad... y parece que aquí ocurre lo mismo. Muyeducadamenteledijoadiósalaserpiente boa de dos colores y la ayudó a enroscarse de nuevo en la rama. Continuó su camino comiendo melonesytirandolacáscaraporallí,hastaquepisó lo que creyó que era un tronco en la misma orilla de las aguas verdosas y grises del río Limpopo. 12 13
  • 8. Pero aquello, hijo mío, no era ni más ni menos que el cocodrilo, y el cocodrilo guiñó un ojo. —Perdoneusted—ledijoelelefanteconmuy buenos modales—, ¿ha visto por estas regiones una cosa llamada cocodrilo? El cocodrilo guiñó su otro ojo y levantó un poco la cola que tenía hundida en el barro. El hijo del elefante se echó hacia atrás a toda velocidad, pues no quería que nadie volviera a golpearlo. —Ven aquí, pequeño elefante —le dijo el cocodrilo—. ¿Por qué preguntas eso? —Perdoneusted—ledijoelelefanteconmuy buenos modales—, pero mi padre, mi madre, mis tíaselavestruzylajirafa,mistíoselhipopótamoyel mandril, y también la serpiente boa de dos colores, me han pegado por mi insaciable curiosidad. Por eso me alejo de usted para no recibir más azotes. —Acércate,pequeño—ledijoelcocodrilo—, pues el cocodrilo soy yo. Enesemomento,empezóaderramarlágrimas de cocodrilo para demostrar que era verdad lo que afirmaba. Elhijodelelefantesearrodillóenlaorilladelrío. —Usted es a quien he estado buscando durante tantos días —le dijo—. ¿Quiere decirme qué es lo que come? —Acércateunpocomás,pequeñuelo—insistió el cocodrilo—, y te lo diré al oído. El elefantito puso la cabeza junto a la boca con grandes colmillos del cocodrilo y el cocodrilo lo agarró por la naricita que, hasta aquel día, tenía el tamaño de una bota. —Creo —dijo el cocodrilo (y lo dijo sin separar sus dientes...)—, creo que empezaré tragándome... ¡al hijo del elefante! 14 15
  • 9. El hijo del elefante le contestó (con la nariz tapada): —¡Suélteme, que me lastima! La serpiente boa de dos colores se deslizó hacia la orilla del río. —Amiguito —dijo—, si no tiras ya mismo hacia atrás con todas tus fuerzas, creo que esa fiera que acabas de conocer te arrastrará de un tirón antes de que puedas decir ¡ay! Entonces, el hijo del elefante afirmó en el suelosuspequeñasposaderasytiróytiróyvolvióa tirar con toda su fuerza, hasta que su nariz empezó a alargarse. El cocodrilo daba coletazos en el agua haciendo espuma como si su cola fuera un remo, y el hijo del elefante seguía tirando y tirando. Cuando el hijo del elefante se dio cuenta de que sus patas le resbalaban en el barro (con la nariz tapada, una nariz que ahora medía ya casi un metro y medio) dijo: —¡Esto es demasiado para mí! 16 17
  • 10. La nariz del hijo del elefante siguió alargándose más y más; el pequeño se afirmaba con fuerza sobre sus cuatro patas y tiraba y tiraba. La serpiente boa de dos colores se acercó hasta la orilla del río, se enroscó con doble vuelta en las patas de atrás del elefantito y dijo: —Caminante curioso e inexperto, vamos a ayudarte un poquito... Tiró ella también y, finalmente, el cocodrilo soltó la nariz del elefante con un “¡chap!” que se oyó desde muy lejos. El hijo del elefante tuvo buen cuidado de dar las gracias a la serpiente boa de dos colores e, inmediatamente, envolvió su nariz en cáscaras de banana y la sumergió en las aguas verdosas, grises y frescas del río Limpopo. Pero la nariz no se le acortó ni un poquito, pues, verás, hijo mío, que el cocodrilo, al tirar con tanta fuerza, se la había convertido en una auténtica y verdadera trompa, igual a la de los elefantes de hoy. —¡Yaverásqueteconviene!—dijolaserpiente boa de dos colores. Casi sin darse cuenta, el elefantito levantó su trompa y con ella espantó a una mosca que acababa de posarse en su lomo. —¡Primera ventaja! —comentó la serpiente boa de dos colores. El hijo del elefante sintió hambre. Alargó la trompa y agarró un buen puñado de hierbas, lo sacudió para quitarle el polvo y se lo llevó a la boca. —¡Ventajanúmerodos!—exclamólaserpiente boa de dos colores. —Así es —dijo el elefantito. Y como tenía calor, sin pensar en lo que hacía, sorbió una buena cantidad de barro de la orilla del río Limpopo, de aguasverdosasygrises,yloderramóporsucabeza, donde el barro formó un fresco sombrerito que le hacía cosquillas en las orejas. —¡Ventaja número tres! —dijo la boa. —Bueno —dijo el elefante—, ahora me vuelvo a casita. 18 19
  • 11. Yelelefantitoregresóasuhogarbalanceando continuamente la trompa. Cuando quería comer alguna fruta, la arrancaba del árbol en vez de esperar a que se cayera, como antes. Además, en los momentos en que se sentía muy solo, cantaba con su trompa y hacía un ruido que se escuchaba por las grandes llanuras de África. Durante todo el viaje, se dedicó a recoger todas las cáscaras de melón que él mismo había tirado, porque era un paquidermo muy limpito. Una linda tardecita, llegó a su casa, curvó la trompa hacia arriba y dijo: —¿Cómo están todos? Se alegraron mucho al verlo, pero enseguida dijeron: —Mereces un castigo por irte tan lejos y por lo que has hecho con tu nariz. —¡No! —exclamó el elefantito y, alargando la trompa, con un par de empujones, dejó tendidos en el suelo a varios de sus hermanos. 20 21
  • 12. Después de unos días, los otros elefantes descubrieron que la trompa resultaba muy útil, y uno tras otro, a buen paso, marcharon hacia las orillas del río Limpopo, de aguas verdosas y grises, que corren entre los árboles. Cuando regresaron, ya nadie se dedicó a golpear ni a empujar, y desde aquel día, hijo mío, todos los elefantes —los que verásenlavidaylosquenopodrásver—tienenuna trompa exactamente igual a la de aquel elefantito insaciablemente curioso. FIN 22 23
  • 13. Biografía Rudyard Kipling es autor de El hijo del elefante. Nació en la India, en 1865, y allí vivió hasta los 6 años. En ese momento, sus padres, que eran ingleses, lo enviaron a Londres para que asistiera a la escuela. Una vez que terminó sus estudios, Kipling regresó a la India y viajó por otros países de Asia. Fue autor de hermosos cuentos sobre animales que él mismo les narraba a sus hijos cuando eran pequeños. Sus principales obras son El libro de la selva, Capitanes intrépidos y Kim de la India. Varias de sus historias fueron llevadas al cine y, gracias a eso, muchos niños conocen a Mowgli, un muchachito criado en la selva por una familia de lobos. Rudyard Kipling murió en Londres en 1936. RUDYARD KIPLING BIOGRAFÍA 25
  • 14. VOCES DE AYER YDE H OY El hijo del elefante Este libro se terminó de diseñar y se publicó en el mes de noviembre del año 2019.