La geometría descriptiva permite representar el espacio tridimensional en dos dimensiones, lo que facilita resolver problemas espaciales de manera reversible. Desde la antigüedad el hombre ha representado gráficamente su entorno, pero no fue hasta el Renacimiento cuando se intentó ilustrar la profundidad. En la Edad Media y el Renacimiento, canteros y otros artesanos necesitaron representaciones precisas para construir piezas complejas como encuentros de arcos y bóvedas.