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La educación de las mujeres patricias
1. La educación de las mujeres patricias
Por NICOLÁS PARRILLA
Cómo se forjaba la instrucción de las mujeres en las clases altas de la sociedad. Casos de personajes
que se escaparon de los mandatos familiares.
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Felicitas Guerrero
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• Mundos íntimos
10/12/12 - 13:48
2. Desde los comienzos de la historia argentina existieron familias que, de un modo u otro,
guiaron los destinos del país. Un grupo de argentinos con apellidos patricios
encabezaron desde las clases altas y dominantes la construcción de las bases de una
nación, ajustando a sus creencias, necesidades y gustos las normas en que se movían el
resto de las clases. Por supuesto que la educación, desde los niveles iniciales hasta las
carreras de grado, fue uno de los pilares sobre los que se construyó la sociedad local.
Aunque a las mujeres se las había destinado a una educación especial.
En los primeros años de la Argentina, la educación de las mujeres de las familias de
renombre estaba a cargo de la Sociedad de Beneficencia. Fue creada el 2 de enero de
1823, por decreto del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez, en
esos momentos, un virtual primer mandatario del joven país, refrendado por su ministro
secretario en el Departamento de Gobierno, Bernardino Rivadavia.
Dos años antes, Rivadavia había viajado a Europa, donde conoció y trató de imitar los
modelos educativos del viejo continente. De ese modo cambió la idea conservadora y
tradicionalista que existía de la mujer en la sociedad porteña, y decidió darle al género
femenino un papel más activo en la vida pública. El principal objetivo de la Sociedad
era prestar atención a “la educación de las mujeres, a la mejora de sus costumbres y a
los medios de proveer sus necesidades, para poder llegar al establecimiento de leyes que
fijen sus derechos y sus deberes y les aseguren la parte de felicidad que les
corresponde”, según el decreto que le dio origen.
La principal ocupación de las damas de beneficencia sería organizar la enseñanza
femenina, que hasta ese momento estaba descuidada. Sin embargo, la Sociedad estaba
lejos de ser un instrumento para la liberación femenina, sino que lo que trataba era que
acepten el papel subordinado que se les destinaba. La enseñanza consistía en instruir a
sus alumnas para que plancharan, cocinaran, zurcieran y remendaran, entre otros
oficios.
Luego, a fines de la década de 1860, de la mano de la presidencia de Domingo Faustino
Sarmiento, la educación se convirtió en una herramienta para elevar el nivel de la
sociedad, educar al soberano y disminuir los niveles de analfabetismo. La ley de
Educación común, o Ley 1.420, sancionada en 1884, propuso una educación laica,
gratuita y obligatoria, y surgió como un modo de contrarrestar el poder hegemónico que
tenía la Iglesia Católica sobre distintos ámbitos, entre ellos la enseñanza.
Aunque durante muchos años ciertos cánones se mantuvieron igual, siempre existieron
casos de mujeres que buscaron romper con los mandatos que les habían impuesto desde
el momento en que nacieron. Un caso es el de Victoria Ocampo, quién nació en 1890 en
el seno de una familia aristocrática de la sociedad y fue educada, según lo que se
acostumbraba en esos años, por institutrices: su primer idioma fue el francés y estudió
historia, religión y álgebra, entre otras asignaturas. En 1912 se casó con otro integrante
de una familia patricia, Bernardo de Estrada, a quien había conocido cinco años antes.
Sin embargo, al poco tiempo se separaron, debido a que Victoria tenía otros intereses.
Participó desde su juventud en manifestaciones de movimientos feministas y
antifascistas, y en 1931 fundó la revista literaria y la editorial Sur, que se convirtieron
en referentes obligados de la cultura argentina.
Más cerca en el tiempo, otro caso de una mujer que rompió con los mandatos impuestos
3. en el seno de su familia fue Delfina Frers. Toda su familia está relacionada con el
mundo del yachting: su padre, Germán, es un navegante experto, y su hermano, Germán
(h), es un prestigioso diseñador naval. Estuvo casada con Eduardo Blaquier,
perteneciente a la familia patricia dueña del ingenio azucarero más grande del país.
Luego de una carrera en el modelaje, se dedicó a su verdadera pasión, que nada tiene
que ver con las actividades tradicionales de las familias de renombre: el automovilismo.
Hizo motocross, participó en Top Race, TC 2000, y hasta fue una de las creadoras de la
Copa Argentina de Damas de automovilismo.
Lea la nota central de esta entrega: Me educaron para ser una mujer “pura, fuerte
y fiel”. Por Clara Obligado
Fuente: http://www.clarin.com/mundos_intimos/educacion-mujeres-
patricias_0_826117543.html