1. SISTEMA EDUCATIVO VENEZOLANO----------- UNIDAD III TEMA III
EDUCACIÓN UNEFM 1
CALIDAD DEL SISTEMA EDUCATIVO VENEZOLANO, REFORMA
EDUCATIVA Y EL ACTO EDUCATIVO
EL ACTO EDUCATIVO
Lo que a continuación se presenta es un relato de lo que ocurre día a día en
cientos de escuelas venezolanas:
Es una escuela rural no muy lejos de la capital. Los niños y niñas vienen de la
zona vecina por caminos de montaña, algunos tienen que salir muy temprano
de sus humildes viviendas porque las actividades escolares comienzan a las 8
de la mañana, así que se traen su merienda para tomar su desayuno en el
primer receso.
El edificio escolar está en lo alto de una colina y las aulas tienen bastante
espacio, pero están muy mal iluminadas. Cada espacio es una especie de jaula
de concreto, con unas ventanas a bastante altura de lámina metálica, para
evitar las incursiones nocturnas de los ladrones. Adosados a las paredes hay
algunos cuadros de los próceres y del escudo nacional, pero parecen llevar
varios años sin que nadie se fije en ellos. Un armario metálico, con llave
administrada por la maestra, encierra algunos escasos libros y material escolar,
que ella reparte cuando las tareas lo exigen.
Los alumnos saludan al entrar a la maestra, una buena mujer que los recibe
con rostro inexpresivo, tal vez cansado. La maestra les saluda oficialmente
cuando todos terminan de entrar y pasa lista. Los niños abren sus cuadernos y
comienzan a copiar el mismo encabezado repetido todos los días: República de
Venezuela, Ministerio de Educación, Unidad Básica XXX, el grado y la fecha.
Se disponen entonces a copiar lo que la maestra va escribiendo en el pizarrón,
que ordinariamente son tareas sacadas del libro. Luego revisa las asignaciones
que les puso el día anterior y va tomando nota de los que no la hicieron.
Mientras tanto la clase se desordena, sin ninguna orientación sobre lo que
deben hacer. Los alumnos conversan con sus vecinos de la telenovela que
vieron anoche o de los últimos acontecimientos deportivos. Algunas niñas más
decididas se reúnen y comentan algo en voz alta, con risas que sobresaltan a
la maestra, quien pone orden y las manda a sentar.
Pasa el tiempo hasta el receso, en el que niños y niñas se juntan por separado
para tomar su desayuno. Una cantina minúscula vende algunos refrescos y
golosinas. El resto de la mañana transcurre de la misma manera, interrumpido
por dos representantes que vienen a traer algo que sus representados se
dejaron olvidado, y por una niña del salón vecino que interrumpe pidiendo
permiso y pide tiza a la maestra. También la directora interrumpe más tarde y
saca a la maestra para anunciarle el día y la hora de una reunión para la
entrega de boletas y luego se dirige a los niños para decirle que no deben traer
los uniformes sucios.
La mañana termina media hora antes para que la bedel pueda realizar bien sus
tareas de limpieza, pues ha pedido permiso para ausentarse antes de finalizar.
La directora recuerda entonces que el viernes no hay actividad de los alumnos
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y lo anuncia a gritos, mientras los niños varones salen atropelladamente de la
escuela.
En el relato anterior se plasma la realidad que se lleva a cabo en las escuelas
venezolanas, aunque existen muchas variantes, por ejemplo, la unidad
educativa de un plantel del este caraqueño mantiene los libros de la biblioteca
en bolsas plásticas, porque cuando llueve las paredes y el techo filtran el agua
a chorros. La terraza de la edificación, que antes servia para las prácticas de
gimnasia, ahora amenaza ruina. Las escaleras y los pasillos son un gran
recipiente de basura, porque los encargados de la limpieza faltan con
frecuencia, pero esto forma parte de la cotidianidad de la escuela. Unas
instalaciones así invitan al descuido y al menosprecio del acto educativo. Pero
¿cómo son las prácticas de aula en los centros educativos?
TEBAS (centro de investigaciones educativas y sociales con sede en la UCV)
realizó un estudio en enero y octubre de 1996 sobre las prácticas pedagógicas
en 20 escuelas de Educación Media en varios estados del país, en dos
Escuelas de Educación y en un Instituto Pedagógico. El tiempo útil de las
clases se va sobre todo en actividades de control (43,95%) y en exposición
docente (23,93%). El docente lleva por lo tanto la batuta en las dos terceras del
tiempo. La intervención de los alumnos alcanza a un 16,85% del tiempo de
clase y su participación a un 10,25%, en total, poco más de la cuarta parte del
tiempo real de clase, que es sólo, en promedio, un 60% del tiempo pautado, ya
que las interrupciones, las llegadas tarde del profesor, las salidas
momentáneas del aula y el terminar la actividad antes de tiempo reducen
considerablemente el tiempo de la clase. Durante estas pérdidas de tiempo el
jóven aprende que hay una contradicción entre la prédica institucional del
horario, la disciplina, y el caos promovido por una realidad que deja pasar sin
consecuencia aparente el cabalgamiento de horario, la entrega de notas fuera
de tiempo, el cambio de fecha del exámen, la clase no dada y la materia vista.
La evaluación de los aprendizajes constituye uno de los aspectos más difíciles
del sistema escolar. Para el alumno promedio aprender equivale a sacar la
mínima aprobatoria en cada asignatura, es decir, 10 puntos en la escala de 0 a
20. El aprendizaje auténtico, es decir, el conocimiento, el desarrollo de las
propias capacidades, la mejora personal y colectiva, quedan en segundo
término o desaparecen simplemente.
Entre los factores más influyentes en el desempeño estudiantil, según una
investigación llevada a cabo en Norteamérica (Beatriz de Capdevielle, El
cambio organizacional, DIÁLOGO, año III, Nº 5, junio 1998), la mayor influencia
la tuvo, obviamente, la actitud que el estudiante lleva a la escuela algo
determinado fundamentalmente por la socialización familiar-, pero la segunda
mayor influencia fue la escuela misma. Los factores que tradicionalmente se
enfatizan salarios de los docentes, gastos por estudiantes, tamaño del aula,
requisitos para la aprobación de nivel no tuvieron impacto en el desempeño
escolar. Al contrario, los factores más importantes fueron la participación de los
padres, la claridad de los objetivos por parte de la escuela, un liderazgo fuerte y
el grado de libertad y respeto que se le daba a los docentes.
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Como ha insistido en señalar con frecuencia Luis Ugalde (Uno más uno, EL
UNIVERSAL, 1-4, 14 de octubre de 1997) la mentalidad de la sociedad debe
cambiar con respecto a los centros escolares. En lugar de considerarlos
lugares de aparcamiento de los niños, las escuelas tienen que convertirse en
centros de iniciativa social, donde los actores visualizan sus necesidades en
términos de resultados escolares, elaboran su proyecto dentro de una
orientación nacional común, se proponen metas de logros educativos
concretos, identifican los recursos humanos con los que cuentan, jerarquizan
sus necesidades de aula, biblioteca, materiales didácticos, horas de trabajo y
de estudio. Son centros de encuentro de la comunidad educativa donde se
discuten y encuentran modos de elevar el pago de los maestros (y de estimular
con bonos de rendimiento a los de mejor desempeño), de fomentar la
participación de los padres y de mejorar la dotación física de la escuela.
Según Rice (1997) las escuelas exitosas cumplen las siguientes condiciones:
- Resaltan la importancia de la excelencia académica.
- Prestan atención a las necesidades individuales de los estudiantes.
- Hacen énfasis en la disciplina.
- Cuentan con excelentes docentes.
La calidad de la educación depende sobre todo de lo que se haga en las aulas.
Las leyes y reglamentos, que enmarcan la acción educativa, los planes y
programas, que orientan los procesos de enseñanza y aprendizaje, son
importantes, pero la verdadera acción pedagógica ocurre entre el maestro y el
alumno. Por eso, si logramos tener buenos maestros, tendremos buena
educación.
