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Liane Simmel
La práctica
de la danza
Anatomía
Prevención
Tratamiento
de lesiones
Publicado según acuerdo con Seemann Henschel GmbH & Co. KG.
Copyright de la edición original en alemán:
© 2014 by Henschel Verlag in der Seemann Henschel GmbH & Co. KG
4., durchges. Auflage 2014. Todos los derechos reservados.
Título original: Tanzmedizin in der Praxis, Anatomie, Prävention,
Trainingstipps, 1/e
Traducción y edición: GESTIÓN EDITORIAL AVANZADA, S. L.
Diseño cubierta: David Carretero
© 2016, Liane Simmel
Editorial Paidotribo
www.paidotribo.com
E-mail: paidotribo@paidotribo.com
Primera edición
ISBN: 978-84-9910-542-0
ISBN EPUB: 978-84-9910-906-0
BIC: MMS; ASD
Maquetación: GESTIÓN EDITORIAL AVANZADA, S. L.
«La danza puede y debe ser un ejercicio físico y psíquico saludable. Esta
perspectiva, el pilar de esta publicación, establece un paradigma valioso para la
práctica de la danza en todas sus manifestaciones y en todos sus planos de
ejecución».
WILLIAM FORSYTHE
Estimado lector
Por fin aparece una obra sobre la prevención y tratamiento de las lesiones del
bailarín. Una obra largo tiempo esperada y que, estoy convencido, se incorporará
al cuerpo de conocimientos del bailarín profesional, de quien se está formando
en el ámbito de la danza y de quien se dedica a su enseñanza.
Ya sea en la clase, durante el entrenamiento o en los ensayos cotidianos, los
bailarines y los teóricos de la danza consideran que los conocimientos de la
medicina, el análisis de los movimientos y las ciencias deportivas representan la
base para el comportamiento responsable y la interacción diaria en esta
disciplina. El conocimiento de los aspectos físicos facilita también un acceso
amplio a los procesos de percepción, cada vez más importantes en la práctica
contemporánea de la danza. La Dra. Liane Simmel ofrece con este libro, La
práctica de la danza, una obra que contribuirá, sin duda, a optimizar y adaptar los
procesos de aprendizaje en esta cultura cambiante de la danza, sea el ballet
clásico, la danza moderna o la danza de la época actual.
Esta es la primera publicación que se da a conocer sobre medicina aplicada de la
danza y viene respaldada por la larga experiencia práctica de la autora y de su
interrelación con bailarines, profesores, coreógrafos y médicos. Es una
aportación fundamental que liga la práctica con la teoría, conexión que se debate
con intensidad en el marco de la formación del bailarín.
Dentro del marco de su actividad divulgativa, Tanzplan Deutschland se ha
planteado como objetivo, entre otras cosas, la tarea de ampliar los conocimientos
sobre la danza y de proporcionar material didáctico para comunicar al público
interesado esta disciplina y, con ella, el amplio campo de la formación en la
danza. Me alegro de haber contribuido a la realización de esta importante obra y
le deseo que disfrute con la lectura y con los ingentes conocimientos y
experiencia de la autora.
Ingo Diehl
Director de los proyectos de formación de Tanzplan
Índice
Introducción o «guía de uso»
1. Base corporal adecuada para la danza
Todo tiene su nombre: nomenclatura anatómica del movimiento
Postura neutra de partida para el movimiento
Ejes y planos corporales: la geometría del cuerpo humano
Nomenclatura del movimiento
Orden corporal
Composición de los tejidos
La estructura, un principio inmanente
La diferencia entre los distintos tipos de tejido reside en los detalles
Regeneración y captación o transformación permanente de los tejidos
Sistema esquelético: huesos, cartílagos y articulaciones
Huesos
Cartílago
Articulaciones
La musculatura, el motor del movimiento
Estructura
Función
Tipos de fibras musculares
Sistema nervioso: el director del cuerpo
Estructura
Función
2. Columna vertebral: el todo es más que la suma de las partes
Anatomía tridimensional
Estructura
Regiones y particularidades de la columna vertebral
Función tridimensional
Movimientos de la columna vertebral
Musculatura
Estática de la columna vertebral
Respiración
La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga
Carga
Sobrecarga
Los vicios de la danza
Hiperlordosis: una carga para la espalda
Espalda «excesivamente recta»
Postura «relajada»
La escoliosis, ¿compatible con la danza?
Exploración a fondo por medio del autoanálisis
Forma y movilidad
Función
Fuerza y estabilidad
Consejos y maniobras de prevención
En la vida cotidiana
Ejercicios selectivos
Durante el entrenamiento
3. La pelvis como centro
Anatomía tridimensional
Estructura
Función tridimensional
Movimientos de la pelvis
Musculatura
La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga
Carga
Sobrecarga
Los vicios de la danza
El turnout forzado y su repercusión en la pelvis
Enderezamiento forzado de la pelvis
Entrenamiento unilateral o torsión reforzada de la pelvis
Exploración a fondo por medio del autoanálisis
Forma y movilidad
Función y estabilidad
Consejos y maniobras de prevención
Vida cotidiana
Ejercicios selectivos
Durante el entrenamiento
4. La cadera, una articulación consecuente
Anatomía tridimensional
Estructura
Función tridimensional
Movimientos de la cadera
Musculatura
La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga
Carga
Sobrecarga
Los vicios de la danza
Turnout forzado y su repercusión en la cadera
Piernas en alto y dolor inguinal
Cadera hipermóvil y displasia de cadera
Exploración a fondo por medio del autoanálisis
Forma y movilidad
Función
Consejos y maniobras de prevención
Vida cotidiana
Ejercicios selectivos
Durante el entrenamiento
5. La estabilidad sobre las piernas depende de la rodilla, la unidad
coordinadora
Anatomía tridimensional
Estructura
Función tridimensional
Movimientos de la rodilla
Musculatura
Formas de la extremidad inferior
La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga
Carga
Sobrecarga
Los vicios de la danza
El turnout forzado y su repercusión en la rodilla
El plié descontrolado
Piernas en sable y piernas hiperextensibles
Exploración a fondo por medio del autoanálisis
Forma y movilidad
Función y fuerza
Consejos y maniobras de prevención
Vida cotidiana
Ejercicios selectivos
Durante el entrenamiento
6. El pie como base
Anatomía tridimensional
Estructura
Función tridimensional
El arco del pie
Nomenclatura de los movimientos del pie
Las articulaciones del pie
Musculatura
Formas del pie
La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga
Carga
Sobrecarga
Los vicios de la danza
Enrollamiento: pie valgo funcional
Point y relevé: los movimientos extremos del pie
Plié profundo: daño generado por una tensión excesiva
Pie cavo o empeine alto problemático
Baile en puntas, pero ¿cuándo?
Exploración a fondo por medio del autoanálisis
Forma y movilidad
Función
Fuerza y estabilidad
Consejos y maniobras de prevención
Vida cotidiana
Ejercicios selectivos
Cadencia de estiramiento del pie
Durante el entrenamiento
7. Hombros y brazos: estabilidad, a pesar de la movilidad
Anatomía tridimensional
Estructura
Articulaciones
Función tridimensional
Movimientos del hombro y la extremidad superior
Musculatura
La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga
Carga
Sobrecarga
Los vicios de la danza
Hombros traccionados hacia arriba
Omóplatos contraídos
Exploración a fondo por medio del autoanálisis
Forma y posición
Función y fuerza
Consejos y maniobras de prevención
Vida cotidiana
Ejercicios selectivos
Durante el entrenamiento
8. El alma también baila
La psique se estimula
La clase de danza deja huella
La corrección de la danza tiene muchas facetas
¿Una sala de baile sin espejos?
La danza como profesión y como vocación
Relaciones durante la etapa de formación y en la compañía
Mantenimiento del equilibrio
El abandono de la danza
9. La alimentación, un componente esencial del entrenamiento
Elementos básicos de la alimentación
Hidratos de carbono: el combustible del cuerpo
A pesar de su mala fama, las grasas son necesarias
Proteínas: el elemento estructural del cuerpo
Vitaminas, minerales y otros compuestos
La bebida, fuente de agua para el cuerpo
La falta de líquidos enferma
Beber, sí, ¿pero cómo?
Trastornos de la alimentación: cuando todo gira alrededor del peso
Oferta y demanda: el balance energético determina el peso corporal
Tipos de trastornos de la alimentación
Consecuencias para la salud
10. La danza durante el crecimiento
Bases del crecimiento
El crecimiento se manifiesta en los huesos
El crecimiento se produce por brotes
Cada edad es diferente
Peculiaridades del crecimiento
Todo a su tiempo: ¿qué es lo que se puede entrenar y cuándo?
Flexibilidad
Coordinación
Fuerza
Resistencia
Recomendaciones para el entrenamiento durante el crecimiento
El crecimiento y la danza se influyen mutuamente
El crecimiento refuerza al bailarín joven
Inconvenientes para los bailarines en fase de crecimiento
11. Ayuda y autoayuda: cómo sobrellevar las lesiones
Inflamación y curación, el curso natural de la lesión
Reacción inflamatoria
Proceso de curación
Primeros auxilios en la escuela de baile
Lesiones de la musculatura
Agujetas
Calambres musculares
Contractura muscular y miogelosis
Distensión y desgarro de fibras musculares
Lesiones tendinosas
Problemas en las inserciones tendinosas
Inflamación del tendón y de la vaina tendinosa
Lesiones óseas
Inflamación del periostio
Fractura ósea
Osteoporosis como causa de fracturas de esfuerzo
Toda lesión acarrea consecuencias
12. Bailar con cabeza: planificación del entrenamiento
Flexibilidad: el estiramiento propio de la danza
Estiramiento: el stretching no lo es todo
Todo a su tiempo: ¿cuándo se deben realizar estiramientos?
Resistencia: el fundamento para soportar la carga
El oxígeno marca la diferencia para obtener la energía
Resistencia de fondo: la base de la danza saludable
Resistencia mediante el entrenamiento de la danza
Calentamiento y relajación
Calentamiento
Relajación
El entrenamiento y la importancia del ritmo
El entrenamiento activa el cuerpo
Entrenamiento a su debido tiempo
El sobreentrenamiento no es algo inhabitual
Planificación del entrenamiento y de los ensayos: periodización durante la etapa
de formación y durante la danza profesional
La regeneración idónea: cuando la sensación después de la danza es igual
que antes de bailar
Todo requiere su tiempo: la regeneración ocurre de manera escalonada
La regeneración consciente mejora la forma física
Empezar a entrenar y dejar de entrenar
Empezar a entrenar: el arte del incremento paulatino
Dejar de entrenar de forma escalonada
Anexo
Otras lecturas recomendadas
Agradecimientos
Índice general/glosario
Créditos de las figuras
Sobre la autora
Introducción o «guía de uso»
La idea de este libro surgió hace muchos años, cuando yo era una joven bailarina
y, al solicitar los consejos de un médico para combatir mis dolores durante la
danza, escuché lo siguiente: «Si continúas bailando, acabarás en una silla de
ruedas». Ninguna otra explicación, ningún apoyo sobre cómo, a pesar de mis
límites corporales —o gracias a ellos—, podría continuar bailando, sobre cómo
podría modificar o adaptar mi técnica de baile para evitar los dolores y las
lesiones. Mis profesores tampoco sabían cómo aliviar mis molestias corporales.
Me hubiera gustado contar entonces con una obra práctica sobre medicina de la
danza. Ni en sueños me imaginaba que yo misma llegaría a escribirla.
Cuando, años más tarde, me atreví con la danza acrobática y, además de mi
compromiso con el teatro, inicié mis estudios de medicina, experimenté en carne
propia lo que supone entender los procesos corporales. Por las mañanas acudía al
entrenamiento y a los ensayos y luego me iba a la sala de anatomía; estaba
asombrada. Los dolores desaparecieron, el développé lo elevaba aún más, y mi
equilibrio había mejorado. Había «aprehendido» lo que sucede dentro del
cuerpo.
Hoy, compruebo, a diario, desde mi trabajo como médico y docente, cuánto
ayuda el conocimiento de su propio cuerpo al bailarín. El objetivo de esta obra
es proporcionar al bailarín un conocimiento práctico y comprensible de la
medicina, el análisis del movimiento, las ciencias del deporte, la dinámica
espiral y la osteopatía.
Bailar es algo más que aprender unos pasos. La danza no se reduce únicamente a
aspectos físicos y, sin embargo, el cuerpo es el instrumento del bailarín.
Conservarlo sano, reconocer a tiempo las sobrecargas y prevenir las lesiones son
condiciones imprescindibles para bailar durante mucho tiempo y sin molestias.
Ya sea en el ballet clásico, el hip hop o el jazz, la salsa, el claqué o el baile
moderno, la medicina de la danza proporciona esenciales conocimientos a los
bailarines de todo tipo, que estos sabrán aprovechar.
¿Un libro de teoría para el bailarín?, eso no suena bien. El bailarín es una
persona práctica, que desea reunir todas sus experiencias de la sala de baile y
transformar sus conocimientos en movimiento. ¡Así debe ser! Lo que uno siente
con su propio cuerpo pretende también transformarlo en el entrenamiento; lo que
uno experimenta lo quiere, a su vez, transmitir. Esta obra, con sus indicaciones
de autoevaluación y sus numerosos ejercicios y consejos de entrenamiento,
ofrece una ocasión propicia para trasladar esos conocimientos teóricos a la
práctica.
Quisiera hacer algunas puntualizaciones sobre los ejercicios: en la mayoría de
los casos, estos se deben realizar con ambos lados del cuerpo. Parece razonable
comenzar con el lado «malo». Sin embargo, algunas excepciones confirman la
regla: si el ejercicio en uno de los lados solo se puede realizar con dolor o si no
está clara la secuencia de los movimientos, vale más entrenar «el lado favorito».
De hecho, la percepción de los movimientos y la coordinación fina suelen
aprenderse mejor en ese lado.
Pese a todos los esfuerzos, algunos de los ejercicios no se pueden entender bien
sin una adecuada preparación personal. Por ello es esencial la paciencia. Ciertos
movimientos resultan completamente extraños al cuerpo; se precisa tiempo para
suprimir patrones de movimiento arraigados y automatizar otros nuevos. La idea
del movimiento, su imagen, lo que sucede en el interior del cuerpo, ayuda a la
búsqueda de la forma «ideal» del movimiento.
Para fortalecer los músculos, hay que repetir varias veces los movimientos. Para
la mayoría de los ejercicios que se realizan en la sala de ensayo se aconsejan 25
repeticiones, para establecer una suerte de compromiso entre el fortalecimiento
del músculo y su uso. Esta no es más que una referencia orientativa. En
particular, al principio, menos suele significar más…
Los ejercicios ayudan a prevenir las sobrecargas y a combatir de manera
selectiva ciertos patrones desfavorables del movimiento, pero jamás suplen a una
exploración médica. Si aparecen molestias serias o los dolores permanecen
durante largo tiempo, se debe consultar con un médico o un fisioterapeuta
especializados en la danza.
Los pasos de la danza reciben, a menudo, nombres diferentes según el estilo.
Para evitar malos entendidos, los movimientos de la danza se han descrito con el
vocabulario de la danza clásica. Ello no significa que se excluyan las demás
modalidades. Todo lo contrario, la terminología del ballet clásico es conocida
por la mayoría de los bailarines, puesto que suelen pasar horas aprendiendo
ballet, incluso si practican otro tipo de danza en el escenario. Además, los
movimientos y designaciones del ballet clásico se usan en muchos otros estilos
de baile.
Los lectores quizá utilicen esta obra de forma diferente, según su necesidad.
Quien lea el libro de principio a fin encontrará una revisión de los aspectos más
importantes de la medicina de la danza. Quien busque ayuda selectiva para
solucionar problemas de entrenamiento, dolores o lesiones, encontrará
rápidamente que la obra se ha dividido en las distintas regiones corporales y
ámbitos temáticos y hallará referencias cruzadas y un índice de materias que le
facilitarán la consulta. Quien, después de la lectura, sienta curiosidad y desee
profundizar en algunos temas, puede consultar el apartado «Otras lecturas
recomendadas» al final de la obra.
Por encima de los conocimientos de anatomía y de la doctrina del movimiento,
más allá de la prevención y de la optimización del entrenamiento, no debe
olvidarse que el cuerpo dispone de una inteligencia propia para moverse,
inteligencia que debe aprovecharse en toda su dimensión en la práctica de la
danza.
Antes de empezar...
La nomenclatura médica de esta obra no sigue un sistema
científico riguroso. Algunos de los términos anatómicos han
quedado obsoletos y se han trasladado al léxico general y también
se aplican en las clases de danza.
Al describir el movimiento he renunciado de manera consciente al uso de la
forma verbal pasiva. No se habla de que el hueso «es movido», sino de que el
hueso «se mueve». En rigor, el hueso no puede moverse, sino que es la
musculatura la que lo mueve. No obstante, a veces vale la pena imaginarse el
movimiento a partir de determinados puntos óseos. La musculatura
correspondiente entra así de forma automática en acción.
En general, las indicaciones sirven por igual a bailarinas y bailarines. No resulta
fácil resolver esta dificultad lingüística. Utilizar siempre estas dos palabras
también resultaría complicado, igual que aplicar la nueva forma «bailarín/a». Así
pues, para facilitar la lectura, el término «bailarín» engloba a las personas de
ambos sexos. Es verdad que más de dos tercios de los bailarines son mujeres, y
que podría haber elegido «bailarina» como sinónimo para abarcar ambos sexos.
Sin embargo, de esta manera habría reforzado aún más el prejuicio, aún
extendido, de que la danza es algo que interesa sobre todo a la mujer. Y este no
es, desde luego, el objetivo de esta obra.
1. Base corporal adecuada para la danza
Todo tiene su nombre: nomenclatura anatómica del
movimiento
No resulta sencillo describir de forma clara y concisa los movimientos de la
danza. A menudo, las regiones corporales se mueven de forma totalmente
independiente en los diferentes planos del espacio; la mayoría de las veces
intervienen varias articulaciones. Para que los movimientos se produzcan, se
precisa una sistemática exacta, con una posición de partida definida con claridad
y con consideración aislada de los movimientos de cada articulación. Justamente
esto es lo que ofrece la nomenclatura anatómica de la locomoción que se aplica
en medicina. Con independencia de su orientación espacial, esta nomenclatura
describe con exactitud las posiciones y movimientos corporales, lo que repercute
en beneficio de los bailarines. Los pasos de danza están perfectamente
delimitados, al menos, dentro de los estilos de baile estandarizados y se
denominan con términos en general precisos aunque, cuando se trata de describir
los movimientos, incluso los más exigentes, es fácil observar discrepancias y
malos entendidos. La nomenclatura anatómica, con una sistemática clarividente,
ofrece una buena base para exponer y analizar los movimientos de la danza, así
como los límites de los diferentes estilos de baile.
Postura neutra de partida para el movimiento
La denominada posición neutra es el punto de partida para el movimiento y
desde ella se describen los movimientos de las distintas articulaciones. La
posición neutra consiste en mantener el cuerpo erguido con los pies paralelos y
dirigidos hacia delante, los brazos colgando a los lados, los pulgares apuntando
hacia fuera y los dedos de la mano extendidos. Desde esta postura, en principio
poco natural, los movimientos correspondientes se producen en una misma
dirección espacial, ya sea porque se mueven el hombro, el codo o la cadera:
cuando se habla de flexión y extensión, las regiones corporales se desplazan
siempre en el mismo plano, en este caso, en un plano dirigido de delante hacia
atrás con relación al cuerpo.
Fig. 1.1: Posición neutra del cuerpo, con indicación selectiva de algunos
elementos topográficos de referencia.
Ejes y planos corporales: la geometría del cuerpo humano
El sistema de ejes y planos corporales facilita una descripción de la locomoción,
desde los movimientos amplios en el espacio hasta la movilidad de las pequeñas
articulaciones corporales. El cuerpo es recorrido por tres ejes, perpendiculares
entre sí, que corresponden a las tres dimensiones del espacio: el eje sagital (del
latín sagittum = flecha) discurre de delante hacia atrás; el eje horizontal, de un
lado a otro, y el eje vertical, de arriba abajo.
Fig. 1.2: Los tres ejes del movimiento, en este caso, de la cadera.
Fig. 1.3: Los tres planos corporales.
Fig. 1.4: Movimientos del tronco durante la danza que discurren de forma exacta
en uno de los planos corporales: A. Plano sagital. B. Plano frontal. C. Plano
horizontal.
Los tres planos corporales son perpendiculares entre sí. El plano sagital se dirige
a través del cuerpo, de delante hacia atrás; el frontal lo hace de un lado a otro, y
el horizontal lo recorre en sentido transversal (v. fig. 1.3). Los movimientos
pueden establecerse de manera exacta a lo largo de estos planos corporales o
asociarse, combinando varios planos, como ocurre cuando se dirige la pierna de
forma oblicua hacia delante en sentido diagonal.
Los ejes y planos corporales hacen referencia siempre al cuerpo y no a su
orientación espacial. Si se gira todo el cuerpo, o solo una parte del mismo, en el
espacio, también lo hace el sistema de ejes y planos, con independencia de la
nueva orientación espacial elegida. Un battement devant es un movimiento hacia
delante de la pierna en el plano sagital, al margen de si el cuerpo se dirige hacia
el plano frontal o se desplaza en sentido diagonal.
Nomenclatura del movimiento
Cuando se mueve una región corporal, esta acción tiene lugar alrededor de un eje
claramente definido en el plano correspondiente. Así pues, el eje y el plano de
movimiento están predeterminados, no así el sentido del mismo. Los
movimientos alrededor de un eje se pueden ejecutar siempre en dos sentidos
opuestos. Las rotaciones en torno al eje horizontal facilitan la flexión y la
extensión. La rotación alrededor del eje sagital permite la abducción (separación
de una región corporal respecto al centro del cuerpo) y la aducción
(aproximación de una región corporal al centro del cuerpo). Los movimientos
sobre el eje vertical se conocen como rotación externa y rotación interna. Cada
articulación ejecuta, como mínimo, dos de estos seis movimientos básicos, en
función de su estructura anatómica.
Fig. 1.5: Movimientos de la cadera. A. Flexión y extensión: movimiento en el
eje horizontal. B. Abducción y aducción: movimiento en el eje sagital. C.
Rotación externa e interna: movimiento en el eje vertical.
Tabla 1.1: Nomenclatura del movimiento
Si se mueve alrededor de este ejeEl movimiento se llama Y ocurre en este plano
Eje horizontal Flexión - extensión Sagital
Eje sagital Abducción - aducción Aproximación frontal
Eje vertical Rotación externa - rotación internaHorizontal
Fig. 1.6: Movimientos de la mano: A. Pronación. B. Supinación. Movimientos
del pie: C. Pronación. D. Supinación.
La mano y el pie constituyen una excepción. En ellos, la rotación interna se
denomina pronación: el dorso de la mano apunta hacia arriba (como cuando se
coge un trozo de pan) o se levanta el borde exterior del pie. El movimiento
antagónico es la rotación interna o supinación, en la que el dorso de la mano se
dirige hacia abajo (como pidiendo limosna) o se levanta el borde interno del pie.
El nombre exacto del sentido del movimiento no solo ayuda a describirlo, sino
que también permite nombrar los músculos y grupos musculares
correspondientes. Por eso, aquellos músculos que participan en la flexión de la
cadera se denominan flexores de la cadera, y los que la extienden, son los
extensores de la cadera. En suma, se trata de un sistema claro, cuya comprensión
facilita la clasificación y denominación de los múltiples músculos.
Orden corporal
Sea cual sea la posición del cuerpo en el espacio, incluso si uno está tumbado, se
levanta o se mantiene suspendido, la nomenclatura anatómica ayuda a describir
las relaciones entre las regiones corporales o la localización exacta de una
determinada estructura corporal. Se trata de una gran ayuda, si bien una
afirmación como «esta articulación se sitúa encima de la rodilla» puede llevar a
conclusiones diferentes y confusas, según la disposición y la postura del cuerpo
en el espacio. De ahí que en anatomía se utilicen términos, a primera vista,
extraños, si bien su definición nítida facilita una descripción de las estructuras
corporales y de su ubicación, que no depende, en absoluto, de la posición real
del cuerpo.
Tabla 1.2: Indicaciones topográficas corporales: términos pares de
significado antagónico (compárese con la fig. 1.1)
anterior = delante posterior = detrás
ventral = hacia el abdomen dorsal = hacia el dorso
caudal = hacia la cola craneal = hacia la cabeza
medial = hacia el centro lateral = hacia el lado
proximal = cerca del centro distal = lejos del centro
plantar = hacia la planta del pie palmar = hacia la palma de la mano
Composición de los tejidos
El ejercicio modifica el cuerpo. Todo bailarín lo sabe por experiencia propia. La
estatura se modifica, ciertas regiones adelgazan y otras se fortalecen. El cuerpo
reacciona ante la carga de la «danza» y se adapta a este ejercicio. Todo lo que
desde fuera se reconoce como forma corporal se refleja en el interior del cuerpo
en su estructura más simple, la célula. Su capacidad de división no atañe tan solo
al crecimiento, sino que representa la base de la regeneración. De ahí que el
cuerpo pueda sustituir las células ya usadas, dañadas o destruidas por otras
nuevas. Al mismo tiempo, se adapta a la carga instantánea, aumentando el
tamaño o el número de los diferentes tipos de células. De este modo, el cuerpo se
acomoda al incremento de la demanda fisiológica. Esta adaptación se da en
ambos sentidos. Si la carga disminuye, también lo harán el número y el tamaño
de las correspondientes, células con lo que el cuerpo experimentará una
contracción.
La estructura, un principio inmanente
Se denomina tejido a la agrupación de células con estructura y función similares.
La estructura básica es siempre la misma, al margen del tipo de tejido: las células
se disponen en una masa amorfa (del griego, sin forma) y homogénea, la
sustancia fundamental; según el tipo de tejido, discurren fibras diferentes entre
las células. El tipo de tejido está determinado por las células y sus propiedades
dependen, en gran medida, de las fibras intercaladas.
La sustancia fundamental se compone de un líquido espeso en el que se
encuentran disueltas diversas sustancias. El agua, las proteínas, los azúcares, las
hormonas y los electrólitos representan los principales componentes.
Se distinguen tres tipos diferentes de fibras. Las fibras de colágeno están
repartidas prácticamente por todo el cuerpo y apenas se distienden en su sentido
longitudinal, por lo que proporcionan una elevada resistencia a la tracción. Las
fibras elásticas, en cambio, se distienden sensiblemente. Pueden estirarse hasta el
150% de su longitud inicial pero, en cuanto la distensión cesa, retornan a la
longitud de partida. Las fibras reticulares son las más finas del organismo. Desde
el punto de vista microscópico, se trata de retículas o pequeñas redes que
confieren la estabilidad fundamental básica a los tejidos.
Fig. 1.7: Estructura característica de un tejido, en este caso, conjuntivo.
La diferencia entre los distintos tipos de tejido reside en los detalles
Dentro del cuerpo humano se distinguen cuatro tipos básicos de tejido: el
epitelial, el tejido conjuntivo y de sostén, el tejido muscular y el tejido nervioso.
Todos ellos se diferencian por la naturaleza de las células del tejido, la estructura
exacta de la sustancia fundamental y la cantidad y composición de las fibras
correspondientes.
El tejido epitelial reviste las superficies internas y externas del cuerpo. El
prototipo de este tipo de tejido es la piel que, dependiendo del tamaño corporal,
puede llegar a ocupar una superficie de hasta 2 m². Así pues, se trata del órgano
más grande del cuerpo humano. Además de intervenir en la protección del
cuerpo y la regulación del calor, participa también en la defensa inmunitaria, en
la regulación del equilibrio hídrico a través del sudor y en el reconocimiento del
entorno, por ejemplo de la presión y de la temperatura. Aparte de ello, representa
un importante órgano para la comunicación. Sin darnos cuenta, cuando
enrojecemos, palidecemos o se nos «eriza el vello», transmitimos mensajes
importantes a nuestro entorno.
El tejido conjuntivo y de sostén da soporte estructural al cuerpo. El tejido de
sostén está formado por los huesos, los cartílagos y los tendones, y es una parte
determinante del sistema locomotor del bailarín. Se describirá con detalle en la
página 25 y siguientes.
El tejido conjuntivo está repartido por todo el cuerpo. Se extiende alrededor los
órganos, vasos y nervios y entre ellos. Dependiendo de la consistencia, cantidad
y disposición de las fibras dispersas entre las células se distinguen el tejido
conjuntivo colágeno y elástico duro, rico en fibras y generador de la forma, del
tejido conjuntivo reticular, más laxo, blando y deslizante. Las funciones del
tejido conjuntivo son múltiples, desde la protección y almohadillado del cuerpo
hasta el transporte y la defensa inmunitaria, pasando por el almacenamiento de
agua y nutrientes. Tiene un metabolismo lento, pues el transporte de los
productos metabólicos intermedios o finales se produce generalmente despacio.
Por eso, en ocasiones se hace referencia al tejido conjuntivo como localización
en la que se acumulan los residuos. Debido a esa acumulación de productos de
desecho, se prolonga aún más su período de regeneración, ya de por sí largo.
El tejido graso es un tipo especial de tejido conjuntivo que almacena grasa
dentro de las células adiposas especializadas. Estas células especiales de
depósito disponen de paredes finas y elásticas que se distienden notablemente.
Por eso, adaptan su capacidad de almacenamiento a la demanda. En este
contexto conviene diferenciar la grasa estructural de la grasa de depósito. La
primera cumple misiones esenciales en muchos lugares del cuerpo: debajo del
talón actúa como «cojinete» de almohadillado y amortiguamiento de los
impactos que percibe el pie; la grasa estructural de los riñones protege a los
riñones en su posición, así como frente a las vibraciones y golpes. La grasa de
depósito se localiza sobre todo bajo la piel, actuando como reserva energética y
participando en la regulación del calor. Contiene abundantes vasos sanguíneos y
se renueva sin cesar. La grasa estructura, por el contrario, solo se consume tras
estados prolongados de ayuno. Por ejemplo, la grasa estructural de los riñones se
descompone de forma parcial en los trastornos de la alimentación, uno de los
problemas que, por desgracia, afectan con frecuencia a los bailarines (v. capítulo
9, pág. 205 y siguientes). Es un trastorno con secuelas permanentes pues, una
vez que se degrada la grasa estructural, casi nunca puede recuperarse aunque se
mantenga una alimentación óptima.
Los tejidos muscular y nervioso son esenciales para la ejecución y control de los
movimientos y se describen de forma pormenorizada en las páginas 29 y
siguientes.
Regeneración y captación o transformación permanente de los tejidos
Todos los tejidos corporales se renuevan de forma continua: las células y las
fibras degradadas se destruyen, se crean otros elementos nuevos y el tejido
revive. Este proceso de renovación sigue un ritmo propio en cada tejido. Así
como la célula muscular se regenera con rapidez, en cuestión de días, los
ligamentos, tendones o cartílagos tardan mucho más; su ciclo de renovación es
de meses o años. Cuanto más veloz es la capacidad regeneradora de un tejido,
con más rapidez se adapta a la carga.
La «adaptación biológica» es lo que en el deporte y la danza se conoce como
«capacidad de entrenamiento». Los diferentes tejidos reaccionan de forma muy
distinta a los efectos del entrenamiento; su capacidad de adaptación puede variar
desde unas horas hasta incluso años. Mientras los músculos se entrenan con
bastante rapidez, el crecimiento del tejido conjuntivo y de sostén, de los huesos,
de los tendones y de los ligamentos se extiende considerablemente más en el
tiempo.
Fig. 1.8: Adaptación variable de los tejidos a la carga física.
Sistema esquelético: huesos, cartílagos y
articulaciones
El esqueleto humano está formado por más de 200 huesos. Da sostén al cuerpo y
protección a los órganos y ofrece puntos para la inserción de músculos, tendones
y ligamentos. La movilidad de todo el cuerpo depende, de modo determinante,
de las articulaciones esqueléticas. El esqueleto otorga forma y estabilidad al
cuerpo pero, por sí mismo, es bastante liviano. El peso total de los huesos
representa solo del 15 al 20% del peso corporal.
Huesos
Los huesos se caracterizan en general por presentar un diámetro grande y por su
resistencia a la tracción, así como por su elasticidad, a menudo o pasada por alto,
y su resistencia a las fracturas. Además de sus funciones de apoyo, protección y
movilidad, los huesos facilitan también la regeneración de las células de la
sangre y el almacenamiento de minerales esenciales para el cuerpo. Su peso
relativamente ligero se debe a su singular estructura tisular.
El tejido óseo y la vida del hueso
Las células (osteocitos) y la sustancia fundamental de los huesos componen el
tejido óseo. El 10% de la sustancia fundamental del hueso es agua y el 20% es
materia orgánica, constituida entre otras cosas por proteínas y fibras de colágeno.
Estas fibras de colágeno son responsables de la elasticidad de los huesos y de su
resistencia a las fuerzas de tracción. El 70% de la sustancia fundamental consta
de sustancias inorgánicas, minerales, que se depositan en el tejido; esta
particularidad no se da solo en el tejido óseo. El calcio cumple una función muy
especial: las sales de calcio almacenadas en los huesos representan dos tercios
del peso del hueso y otorgan al tejido óseo notables estabilidad y consistencia.
Las células de los huesos reciben nutrientes y oxígeno de un sistema propio de
vasos sanguíneos. El metabolismo funcional es imprescindible para el hueso,
pero está constantemente transformándose. Cada semana se renueva del 5 al 7%
de la masa ósea, por lo que cada cinco meses todo el tejido óseo ha cambiado
por completo. El hueso, a pesar de su estabilidad y dureza, es un tejido vivo,
cuya destrucción y nueva formación se encuentran en equilibrio en una persona
sana. La transformación no solo permite la renovación de la sustancia ósea, sino
también la adaptación de la estructura ósea a la carga. Si dicha carga aumenta, el
hueso adquiere una estructura y un espesor mayores, mientras que si disminuye,
el hueso tiende a reducirse. Así pues, la carga moldea el hueso y la función
determina la forma.
Fig. 1.9: La función determina la forma: si se gira un hueso cuadrado durante
mucho tiempo, sus ángulos y vértices se destruyen y redondean.
Uno de los ejemplos más llamativos es el engrosamiento frecuente del segundo
metatarsiano de los bailarines. La línea de gravedad en la media punta o la punta
discurre entre el primer y el segundo metatarsiano. El cuerpo se acomoda a esta
elevada carga, acumulando más tejido óseo allí donde se necesita, por lo que el
metatarsiano se vuelve más grueso (v. capítulo 6, pág. 139 y siguientes).
El hueso «estándar»: estructura del hueso tubular
La estructura ósea se puede explicar bien analizando la del hueso tubular: el
fémur constituye un ejemplo característico de este tipo de huesos.
El eje longitudinal largo, o diáfisis, consta de una corteza cilíndrica (cortical) de
material denso, el hueso compacto. En el interior existe una cavidad. Esta
estructura ofrece dos ventajas simultáneas, una mayor elasticidad y el
aligeramiento el peso del propio hueso. La cavidad o médula está llena de
médula ósea. Los dos extremos del hueso, las epífisis, están revestidos por una
capa de cartílago. En su interior se aprecia un armazón esponjoso de finas
trabéculas óseas, el hueso esponjoso o trabecular (esponjosa). Se trata de una
estructura muy liviana que ahorra peso. La esponjosa resulta vital para la carga
del hueso. Las trabéculas óseas se disponen a lo largo de las líneas principales de
carga del hueso, acomodándose así a esta. Conforman un armazón resistente a la
carga estática y dinámica, el denominado sistema trabecular (v. capítulo 4, pág.
92).
Fig. 1.10: Esquema de la estructura de un hueso tubular.
El periostio (lo que podría considerase la «piel del hueso»), una especie de
membrana elástica y fibrosa, configura la cara externa del hueso. Es atravesado
por numerosos vasos sanguíneos y es responsable de la nutrición y regeneración
del hueso. Si se elimina el periostio, el hueso se destruye. Esta capa, dotada de
una densa red nerviosa, protege de manera esencial al hueso. Una carga poco
usual o excesiva puede inflamar el periostio; el dolor asociado constituye un
aviso para evitar la sobrecarga. En algunos lugares, por ejemplo, cuando queda
situado justo debajo de la piel, el periostio se encuentra prácticamente
desprotegido. Estas son regiones muy sensibles al dolor: la mayoría de las
personas han percibido el dolor que se siente al recibir una patada en la espinilla.
Fig. 1.11: Sistema de trabéculas de la extremidad ósea: las trabéculas se
disponen a lo largo de las líneas de carga principales.
Dentro de la cavidad medular y en los espacios de la esponjosa se encuentra la
médula ósea. Aparte de rellenar los huecos, la misión fundamental de la médula
es la producción de glóbulos rojos.
Cartílago
El cartílago se caracteriza por una elevada elasticidad bajo presión, por su
resistencia a las fuerzas de cizallamiento y de tracción y por su capacidad para
amortiguar los golpes.
Tejido cartilaginoso
El tejido cartilaginoso se compone de células cartilaginosas y de una sustancia
fundamental con abundante agua y proteínas. Carece de nervios y de vasos
sanguíneos. Por ello se nutre solo por difusión, es decir, por la absorción directa
de los nutrientes a partir de los tejidos vecinos o del líquido articular. Esto
explica el metabolismo lento del cartílago y, en consecuencia, su reducida
capacidad de regeneración. En un modelo ideal, el intercambio de líquidos
ocurre por la alternancia entre la carga y la descarga de la articulación, lo cual
facilita la nutrición del tejido cartilaginoso. Cuando una articulación permanece
en reposo prolongado, pero también durante la sobrecarga, la nutrición del
cartílago disminuye; de ahí que el daño cartilaginoso constituya una secuela de
este tipo de procesos. Se considera que el valor crítico del «grosor del cartílago»
es de 3 mm. Las capas más gruesas de cartílago se nutren peor. Como el
cartílago del menisco de la rodilla tiene un espesor de hasta 6 mm, resulta fácil
entender que se irrite con frecuencia (v. capítulo 5, pág. 125). El contenido de
agua del tejido cartilaginoso se reduce a lo largo de la vida, y la elasticidad y la
resistencia a las fuerzas de cizallamiento y tracción remiten gradualmente, por lo
que el cartílago resulta cada vez más vulnerable a la lesión.
Tipos de cartílago
El tipo de cartílago depende de la composición exacta de la sustancia
fundamental y de la naturaleza de las fibras de depósito.
La sustancia fundamental del cartílago hialino es recorrida por numerosas fibras
de colágeno; la totalidad de ellas crea una masa amorfa y acuosa que
proporciona al cartílago una elevada elasticidad bajo presión. El cartílago hialino
está presente allí donde se generan grandes cargas de presión, por ejemplo en la
mayoría de las superficies articulares, a las que reviste y dota de un color blanco
brillante. Una de las propiedades especiales del cartílago es su ingente capacidad
de adaptación. Las cargas breves determinan un aumento rápido del espesor del
cartílago hialino: durante un tiempo limitado, se acumula más líquido, en la
sustancia fundamental. Esta inflamación pasajera del cartílago, motivada por la
carga, incrementa la resistencia a las fuerzas de presión y cizallamiento,
propiedad que se aprovecha durante el calentamiento selectivo (v. capítulo 12,
pág. 241 y siguientes). La carga prolongada da lugar a un engrosamiento
paulatino del cartílago; las células cartilaginosas aumentan de tamaño y de
número y se acelera su metabolismo, mecanismos todos ellos que elevan la
capacidad de resistencia del cartílago hialino. Por desgracia, la capacidad de
regeneración del cartílago hialino tras una lesión es mínima. Las células
cartilaginosas dañadas y el aparato fibroso destruido ya nunca vuelven a
recuperar su funcionalidad original. En el lugar del cartílago hialino aparece un
cartílago fibroso. Este puede rellenar, en apariencia, la superficie de la capa
cartilaginosa, pero su elasticidad es menor, con lo cual la capacidad de carga de
la zona cartilaginosa reparada se reduce.
El cartílago fibroso opone gran resistencia a las fuerzas de cizallamiento. La
sustancia fundamental se compone, sobre todo, de fibras de colágeno paralelas,
cuyo número varía en función de la carga. Este cartílago crea, por ejemplo, el
anillo fibroso del disco intervertebral (v. capítulo 2, pág. 43 y siguientes) o los
meniscos de la rodilla, o bien permite la regeneración del cartílago hialino
dañado.
El cartílago elástico es muy flexible y su sustancia fundamental la componen
fibras elásticas en forma de red. El pabellón auricular, un prototipo del cartílago
elástico, se dobla, sin producir dolor, en todas las direcciones.
Articulaciones
La unión entre los huesos se denomina articulación. Las articulaciones cumplen
dos funciones: unir los diferentes huesos del esqueleto y, al mismo tiempo,
facilitar su movilidad. La unión puede ser firme (articulación «falsa») o laxa
(articulación «verdadera»). Las uniones firmes entre los huesos se dan, por
ejemplo, en la zona cartilaginosa de la cara anterior del esternón, entre las
costillas y el esternón, entre los huesos o en la sínfisis entre los dos huesos del
pubis. Esta última favorece el movimiento recíproco de las dos caderas en la
pelvis, pero no es capaz de efectuar ningún movimiento activo (v. capítulo 3,
pág. 73 y siguientes). Cuando se habla de las articulaciones, se hace referencia
casi siempre a las «verdaderas», es decir, a las dotadas de movimiento activo.
Estructura de la articulación e importancia del movimiento
Las articulaciones se componen, en esencia, de los extremos óseos, la cápsula
articular y la cavidad articular, con el correspondiente espacio articular.
Los extremos de los huesos que componen la articulación están tapizados por
cartílago hialino. La superficie cartilaginosa lisa de los huesos que se articular
reduce la fricción y amortigua los golpes. Cada articulación se compone, como
mínimo, de dos elementos; según su forma también se denominan acetábulo
(superficie cóncava) y cabeza (superficie esférica). Cuando se aprecian grandes
irregularidades entre las superficies de la articulación, estas se corrigen con la
adición de discos cartilaginosos, como los meniscos de la rodilla (v. capítulo 5,
pág. 118).
Fig. 1.12: Estructura de una articulación «verdadera».
La cápsula articular rodea, a modo de funda, toda la articulación y se compone
de dos capas: una interna, atravesada por numerosos vasos sanguíneos, y otra
externa más gruesa y estable. El tamaño y el grosor de la cápsula articular varían
sensiblemente e una articulación a otra. Si prevalece la estabilidad, la cápsula
articular es relativamente estrecha y se refuerza con numerosos ligamentos. Por
el contrario, si predomina la movilidad articular, la cápsula es ancha y laxa.
La cavidad cerrada, delimitada por la cápsula articular, se conoce como cavidad
articular. Está llena de un «lubricante» (líquido sinovial), un líquido, con una
consistencia parecida a la clara de huevo líquida. Este líquido se forma en la
capa interna de la cápsula articular. El lubricante de la articulación nutre el
cartílago articular, lubrica las superficies y amortigua los golpes. Dependiendo
de la temperatura y de la velocidad del movimiento, la consistencia del líquido
articular varía. El frío y el movimiento lento aumentan su viscosidad y hacen que
el lubricante se espese. Las temperaturas altas (p. ej., las que se alcanzan después
del calentamiento) y los movimientos rápidos disminuyen su resistencia.
Los ligamentos dan indicaciones claras a las articulaciones
Los ligamentos se componen de tejido conjuntivo rígido. Su elevada resistencia
obedece a la gran cantidad de fibras de colágeno paralelas que presentan, pero su
distensibilidad es muy baja, de apenas un 5%. La mayoría de los ligamentos se
extienden de un hueso a otro, pero existen también ligamentos que penetran en
los músculos, aumentando su elasticidad. Los ligamentos permiten una
restricción pasiva de la movilidad articular y ofrecen indicaciones claras del
sentido del movimiento.
Tabla 1.3: El grado de movilidad articular depende decisivamente de tres
factores:
Forma y tamaño de los elementos óseos de la articulaciónGuía ósea
Disposición y fuerza de los ligamentos articulares Guía ligamentosa
Disposición y número de los músculos articulares Guía muscular
Los ligamentos situados en la profundidad de la articulación se diferencian de
los incluidos dentro de la cápsula, a la que refuerzan, y de aquellos que
traccionan desde fuera de la cápsula articular. Los ligamentos contienen
numerosos receptores, cuya función es transmitir de inmediato las variaciones
fundamentales de las propiedades ligamentosas al centro de control del sistema
nervioso. De esta manera, se detectan con precisión la velocidad, el movimiento
y la posición de la articulación, así como la distensión o, eventualmente, el dolor.
La retroalimentación permanente de la situación articular momentánea, a través
de los receptores ligamentosos, hace que el cuerpo ajuste con rapidez y precisión
la reacción diferencial a cada nueva situación articular. Este ajuste es
imprescindible para la coordinación y el equilibrio. No debe extrañar, por tanto,
que, después de una lesión ligamentosa, el equilibrio corporal se vea alterado de
forma sustancial.
Transformar la carga de la presión articular en carga de tracción de los
ligamentos es una de las principales funciones del aparato ligamentoso. En vez
de comprimir la articulación, el aparato ligamentoso se tensa en la fase de carga,
gracias al ajuste de la articulación. Así se descarga la articulación y se ejercitan,
al mismo tiempo, los ligamentos (v. p. ej., capítulo 4, pág. 93 y siguientes).
Cuando se tensa un ligamento, su estructura interna se orienta siguiendo el
sentido principal de tracción: todas las fibras están orientadas en el mismo
sentido. En ausencia de esta indicación del sentido de la carga, las fibras del
ligamento se organizan de modo más aleatorio; esta disposición fibrosa
desordenada debilita el ligamento. La alternancia constante entre tensión y
relajación, carga y descarga, activa el metabolismo del ligamento e incrementa, a
largo plazo, su capacidad de carga.
Ruidos articulares: ¿son inocuos o preocupantes?
El crujido de las articulaciones, sea en la columna vertebral o al estirar los dedos
de la mano no tiene una causa que se haya podido precisar hasta la fecha. La
teoría por el momento vigente se basa en la probable existencia de una baja
presión dentro del espacio articular. Los gases se disuelven en el líquido
articular. Ciertos movimientos crean así burbujas de vapor de aire dentro del
complejo articular. Si estas burbujas estallan, se escucha el crujido característico.
El crujido puede repetirse solo si se vuelve a disolver el gas dentro del lubricante
articular. Escuchar un ruido de la articulación con el movimiento no es
excesivamente inquietante. Sin embargo, el «enderezamiento» frecuente de las
articulaciones mediante manipulación, sea por la propia persona o realizada por
otra, puede causar una sobredistensión de los ligamentos articulares e
hipermovilidad local. Todo ello favorece la posibilidad de que se registren ruidos
articulares. Es reseñable el hecho de que el crujido reiterado de los dedos de la
mano inflama levemente los pequeños huesos que los forman y causar una
llamativa debilidad en las manos. De ello se deduce que, tanto para estas como
para otras articulaciones, la costumbre de producir crujidos en las articulaciones
no es, pues, aconsejable.
La musculatura, el motor del movimiento
Cuando reímos, hablamos, tragamos, digerimos, respiramos o bailamos, la
mayoría de nuestros movimientos se deben a la contracción y acortamiento de
las células musculares. La orden de trabajo llega a los músculos a través de los
nervios. El sistema nervioso es el auténtico director del movimiento; los
músculos solo ejecutan la acción. El tejido muscular está formado por millones
de células. Según la estructura y la función se distinguen tres tipos de músculos:
el músculo liso, el músculo cardíaco y el músculo esquelético.
La musculatura lisa también se conoce como musculatura involuntaria. Al
microscopio se aprecia una densa red de células musculares, de distinto tamaño
y orientación. La musculatura lisa se encuentra, por ejemplo, en los ojos, los
vasos sanguíneos o todo el aparato digestivo, pero también en los pequeños
músculos de las raíces del pelo, lo que hace que los folículos pilosos se
contraigan y aparezca lo que se conoce como piel de gallina. La musculatura lisa
de los órganos es controlada por el sistema nervioso vegetativo y por las
hormonas y sometida, de esta manera, al subconsciente.
La musculatura cardíaca se encuentra, como su propio nombre indica, en el
corazón. Ocupa una posición diferenciada de la musculatura esquelética y la lisa.
Por un lado, las células musculares disponen de la estriación característica de la
musculatura esquelética y, por otro, al igual que la musculatura lisa, están
controladas por el sistema nervioso vegetativo. La musculatura del corazón
posee una función especializada gracias a sus células marcapasos: es capaz de
contraerse por sí sola, sin ninguna orden nerviosa.
Cuando se habla de músculos, se suele hacer referencia a la musculatura
esquelética, también llamada estriada. Estos músculos se insertan en los huesos y
regulan el movimiento del esqueleto. Como este trabajo muscular es modulado
de forma consciente y deliberada, a esta musculatura también se la conoce como
musculatura voluntaria. Su observación al microscopio revela las estrías
características de las fibras musculares. La musculatura esquelética se compone
de unos 400 músculos, de diferente tamaño y forma, que van desde los músculos
más finos de los dedos de la mano hasta los grandes músculos de la espalda.
Todos los músculos pesan, en conjunto, más que todo el armazón óseo. Así, el
40% del peso corporal de los bailarines se debe a la musculatura esquelética y
tan solo el 15% al propio esqueleto.
Dada su importancia para el movimiento y la danza, a continuación se
describirán con más detalle la estructura y la función de la musculatura
esquelética.
Estructura
El músculo mueve el hueso
Los músculos esqueléticos se componen de células musculares largas y delgadas.
Estas células contienen millares de núcleos y pueden alcanzar una longitud de
hasta 40 centímetros; por ello se denominan también fibras musculares. Varias
fibras musculares componen un fascículo muscular; varios fascículos musculares
se unen formando un vientre muscular. De forma característica, los vientres
musculares terminan en tendones o láminas tendinosas que los unen al hueso. El
diámetro del vientre muscular, la arquitectura y composición detallada de sus
fibras, la relación entre el vientre muscular y el tendón y los lugares exactos de
inserción en el hueso o en el tejido conjuntivo determinan, en gran medida, la
eficacia y la fuerza del músculo.
Perspectiva detallada de la fibra muscular
La fibra muscular es la unidad anatómica fundamental del músculo. A través de
ella discurren, en sentido longitudinal y paralelo, fibras de proteína llamadas
miofibrillas. La subunidad elemental de estas miofibrillas es el sarcómero o
«unidad contráctil» de las fibras musculares. En una fibra muscular se disponen
sucesivamente, en hilera, varios miles de sarcómeros. Cada sarcómero está
delimitado, a ambos lados, por los llamados discos Z; entre ellos se encuentran
cadenas de proteínas, los miofilamentos, conocidos también como cadenas de
actina y miosina. La delgada actina está adherida directamente a los discos Z,
mientras que la miosina, más gruesa, se extiende entre ellos. La alternancia entre
estos filamentos de actina y miosina otorga la estriación característica del
músculo esquelético que se ve al microscopio.
Fig. 1.13: Estructura de un músculo.
Fig. 1.14: De la fibra muscular al sarcómero, la «unidad contráctil» del músculo.
El sistema nervioso da la orden de contracción a la fibra muscular. Cada célula
nerviosa se encarga de un número variable de fibras musculares, en función del
músculo del que se trate. Las células nerviosas y las fibras musculares inervadas
conforman en conjunto la denominada unidad motora. El número de fibras
musculares contenidas en una unidad motora varía desde menos de diez fibras,
en la musculatura ocular, hasta algunos millares en el cuádriceps del muslo.
Cuanto mayor es la unidad motora, más fuerza genera el músculo, y cuanto
menor es su tamaño, más preciso resulta el control del movimiento. La fuerza de
contracción muscular está dosificada por el número de unidades motoras
activadas. A medida que el músculo se tensa, participan más unidades motoras
en la contracción.
Tendones: la comunicación con el hueso
La mayoría de los músculos se insertan, a través de tendones, en los huesos. La
función de los tendones es transmitir la fuerza de tracción generada por el
vientre muscular contraído al hueso. Para ello se precisa poca elasticidad y
mucha resistencia a la tracción. El tendón cuenta con una estructura
perfectamente adaptada para satisfacer ambos requisitos. Se compone de fibras
de colágeno dispuestas de forma paralela, que muestran una ligera ondulación en
estado de reposo. El tendón se afianza en el hueso a través de una zona
cartilaginosa, que aporta una transición armónica entre la gran elasticidad del
complejo musculotendinoso y la elasticidad, claramente menor, del hueso. La
elasticidad de los tendones, con una distensibilidad máxima del 4%, es menor
que la del músculo, que puede distenderse, en casos extremos, hasta en un 50%.
Con el envejecimiento se reduce la resistencia de los tendones. El depósito de
grasa y el descenso en el número de células tendinosas reducen su capacidad
regenerativa y también su capacidad de carga.
A menudo existen elementos especiales de protección de los tendones, tales
como huesos sesamoideos, bolsas tendinosas o vainas tendinosas, en las
localizaciones en las que los tendones están expuestos a una alta carga mecánica.
Los huesos sesamoideos refuerzan los tendones y mejoran la mecánica de
tracción muscular. La rótula es el hueso sesamoideo más grande del ser humano.
Las bolsas tendinosas (o simplemente, bolsas) son pequeños sacos llenos de
líquido situados allí donde los músculos y tendones se deslizan sobre
prominencias óseas y podrían sufrir daño. Estas bolsas absorben, a modo de
almohadillas de líquido la presión sobre los tendones, impidiendo su desgaste. El
número de bolsas tendinosas es mayor en la rodilla. Es esa localización hay
varias, una de las cuales está situada justo debajo de la rótula y reduce
notablemente la presión que sufre el ligamento rotuliano al arrodillarse.
Las vainas tendinosas se encargan de garantizar el deslizamiento de los tendones
en los lugares de tránsito prolongado y directo sobre los huesos, o de
entrecruzamiento entre ellos. Estas vainas de tejido conjuntivo rígido rodean los
tendones y facilitan un deslizamiento en su interior casi sin fricciones, en su
interior. Actúan también como «polea» de guía para el músculo, debido a su
firme inserción en los tejidos vecinos. Así, la vaina tendinosa del flexor largo del
dedo gordo rodea por su parte posterior el maléolo interno del pie y fija el
músculo y su tendón trazando un arco (v. capítulo 6, pág. 145 y siguientes).
La fascia muscular confiere protección y movilidad
Cada músculo esquelético está rodeado por una capa de tejido conjuntivo
llamada fascia. Esta no solo envuelve todo el vientre muscular, sino que se
prolonga a través del tejido tendinoso hasta el hueso. Además, aporta al músculo
vasos sanguíneos y nervios. La fascia da al vientre muscular su forma
característica; su elasticidad resulta esencial para la distensibilidad del músculo.
Actúa como capa de deslizamiento entre los diferentes músculos, entre el
músculo y el hueso o entre el músculo y un órgano próximo. La movilidad
ilimitada de las fascias entre sí es la base de un buen movimiento. Las fascias de
los diferentes músculos se comunican entre ellas formando una cadena. Estas
cadenas fasciales son uno de los prototipos de las numerosas comunicaciones
estructurales y funcionales que se establecen en todo el cuerpo.
Función
Contracción del músculo y movimientos menores
Cuando el músculo se contrae, se acortan los sarcómeros del interior de las fibras
musculares. Sin embargo, la longitud de cada cadena de proteínas permanece
invariable. El acortamiento del sarcómero se debe al deslizamiento de las
cadenas de actina y miosina unas sobre otras, por aproximación de los discos Z.
Cuando una fibra muscular recibe la orden de contraerse, lo primero que hace es
liberar calcio. El calcio genera toda una cascada de reacciones y, finalmente, la
delgada cadena de actina se introduce entre la miosina más gruesa. Los discos Z
se aproximan y el sarcómero se acorta. Aunque el acortamiento de cada
sarcómero sea de tan solo unos micrómetros, la existencia de varios miles de
sarcómeros consecutivos determina una clara modificación de la longitud del
músculo. El músculo se contrae y se acorta. El calcio es uno de los principales
responsables de ello.
Fig. 1.15: Contracción de un músculo. Las cadenas de actina y miosina se
deslizan unas sobre otras y el sarcómero se acorta.
Tipos de trabajo muscular: formas de desarrollo del movimiento
Cada sarcómero y, en consecuencia, el músculo en su conjunto, se acortan hasta
aproximadamente la mitad de su longitud durante la contracción. Cuantas más
unidades motoras del músculo participen de la contracción, más se percibe la
tensión muscular, incluso si la persona está desentrenada. Más difícil resulta, en
cambio, percibir una tensión menor del músculo, una tensión elemental, que
sustenta la postura y la estabilidad, pero que no limita la movilidad.
Precisamente en la danza suele exigirse esta tensión elemental fina a la
musculatura.
Las contracciones del músculo repercuten de forma muy diferente sobre la
tensión y la longitud musculares.
Contracción dinámica: si la longitud del músculo cambia, se habla de
contracción dinámica. En este contexto, el acortamiento del músculo se
conoce como contracción concéntrica y su alargamiento como contracción
excéntrica.
• Durante una contracción concéntrica, el músculo se acorta; los dos extremos
musculares se aproximan y acercan a los puntos de inserción muscular del
hueso. Ejemplo: la contracción concéntrica del músculo cuádriceps del muslo
acorta el músculo, estirando la rodilla.
• En cambio, en la contracción excéntrica el músculo se alarga; los lugares de
inserción muscular en el hueso se separan y el músculo frena el movimiento. Un
ejemplo de ello lo constituye la contracción excéntrica del músculo cuádriceps
del muslo al bajar escaleras. El músculo frena la flexión de la rodilla y, al mismo
tiempo, se alarga.
Contracción estática: si la longitud no varía y solo cambia la tensión
muscular, se habla de contracción estática o isométrica.
• Durante una contracción estática o isométrica, el músculo se tensa, sin que se
reconozca ningún movimiento desde fuera. Como ejemplo puede citarse la
contracción isométrica de la musculatura inferior del dorso cuando se mantiene
la espalda recta.
El músculo en movimiento
Los lugares, en los que se afianza el músculo en el hueso, se designan, en
general, como origen e inserción. El origen suele estar cerca del centro del
cuerpo (proximal) y la inserción, se sitúa en la localización más alejada (distal).
Las respectivas denominaciones funcionales corresponden al punto fijo y el
punto móvil. El punto fijo suele equivaler al origen, y el móvil, a la inserción.
Esta es una clasificación esquemática que varía según el movimiento. El ejemplo
de la musculatura femoral posterior lo aclara: si se dobla la rodilla de la pierna
libre, trabajan los músculos de la cara posterior del muslo. Estos tiran de la
pierna hacia atrás y doblan así la rodilla. La pelvis, en este caso, es el origen del
movimiento y, al mismo tiempo, el punto fijo de la musculatura, mientras que la
inserción y, a la vez, el punto móvil, se sitúan en la rodilla. Lo contrario sucede
en el plié: aquí también se dobla la rodilla, pero el muslo se acerca a la pierna y
la pelvis tracciona hacia atrás. El punto fijo es ahora la inserción en la pierna y el
punto móvil corresponde a la pelvis.
El movimiento en su conjunto
Es raro que un músculo se contraiga de forma aislada. En general, los músculos
trabajan en grupo o de manera consecutiva. El movimiento se compone de
cadenas musculares integrales. Cuando los músculos cooperan entre sí, cumplen
diversas funciones según el movimiento: así, pueden actuar como agonistas,
antagonistas, sinérgicos o estabilizadores.
A continuación se comentan estos conceptos, tomando como modelo el
estiramiento paralelo y posterior de la pierna:
• El agonista es un músculo o grupo muscular que ejecuta claramente el
movimiento deseado. En el ejemplo citado, el agonista es la musculatura
posterior del muslo (isquiotibiales).
• El antagonista es un músculo o grupo muscular que se opone al movimiento
deseado y coordina, frena o incluso llega a impedir dicho acto. En nuestro
ejemplo, los agonistas son los flexores de la cadera y el músculo recto femoral.
• Se denomina sinèrgico al músculo o grupo muscular que da apoyo a los
agonistas durante el movimiento. En el ejemplo señalado, el músculo glúteo
mayor actúa como sinérgico.
• El estabilizador es un músculo o grupo muscular que se contrae de forma
isométrica para estabilizar una región corporal frente a las fuerzas de tracción de
otros músculos o frente a la gravedad. En el caso señalado, el estabilizador es el
músculo recto del abdomen, que se opone a la inclinación de la pelvis hacia
delante. De esta manera, estabiliza la pelvis, como punto fijo para la acción de la
musculatura posterior del muslo.
Algunos músculos actúan como guía, al margen de su función dentro de la
cadena muscular. Se trata, en general, de aquello cuya misión se centra menos en
la ejecución de la fuerza y la estabilización y más en la orientación del
movimiento y la coordinación fina. La mayoría de ellos se extienden, en sentido
longitudinal y en una delgada capa, sobre varias articulaciones para ofrecer
indicaciones diferenciadas y altamente coordinadas del sentido del movimiento.
Estos músculos son responsables de la calidad del movimiento. El músculo
sartorio del muslo constituye un prototipo de músculo guía. Largo y delgado, se
extiende sobre la cadera y rodilla; genera poca fuerza, pero contribuye de
manera decisiva a la coordinación: en la cadera flexiona y, al mismo tiempo, rota
el muslo hacia fuera, mientras que, cuando se flexiona la rodilla, coordina la
rotación interna de la pierna. De este modo fija el muslo a la parte inferior de la
pierna y genera una unión tridimensional perfecta de la pierna (v. capítulo 5, pág.
119 y siguientes).
Fig. 1.16: Trabajo muscular para levantar la pierna de forma paralela y extendida
hacia atrás.
Tipos de fibras musculares
Simplificando mucho, cabe distinguir dos grandes tipos de fibras musculares:
Fibra de tipo I: fibra roja, delgada y «lenta», también denominada fibra de
contracción lenta. Este tipo de fibra se activa con un trabajo muscular de
poca intensidad y larga duración.
Fibra de tipo II: fibra blanca, gruesa y «rápida», también denominada fibra
de contracción rápida. Se pone en marcha, sobre todo, con trabajo muscular
rápido e intenso.
Las fibras musculares lentas de tipo I se organizan en unidades motoras
relativamente pequeñas y facilitan un buen control del movimiento y una mejor
coordinación fina. Cuanto más lentamente se ejecuta un movimiento, más fibras
de tipo I se reclutan. Por ello, se coordina mejor el movimiento y se realiza un
ejercicio más exacto, lo que constituye una base sólida para el entrenamiento
técnico.
Las fibras musculares lentas de tipo I son un 30% más finas que las rápidas, lo
que explica la constitución generalmente delgada de los deportistas de
resistencia. Los bailarines con fibras musculares de tipo II suelen tener un
aspecto musculado. Las unidades motoras de las fibras musculares de tipo II
abarcan muchas fibras musculares; de ahí que el movimiento mediado por ellas
sea, ciertamente, rápido y potente, pero no resulte tan fácil de coordinar.
El porcentaje de los diferentes tipos de fibra en el músculo y en el conjunto del
cuerpo es determinado por la genética. La inmensa mayoría de la población
presenta una distribución similar de los tipos de fibra muscular, si bien se
conocen casos singulares específicos en un sentido y en otro. En un velocista
predominan las fibras rápidas de tipo II, y en un atleta maratoniano, prevalecen
las fibras lentas de tipo I. Probablemente, la elección inconsciente del deporte y
de los ejercicios favoritos de muchas personas dedicadas a la actividad física —
bailarines incluidos— se explica por la distribución congénita de los tipos de
fibra muscular. Así, a los bailarines de tipo I les resultan sencillos los
movimientos lentos y sostenidos, mientras que los de tipo II prefieren la
velocidad y la fuerza del salto. En la actualidad parece evidente que la
distribución genética de las fibras musculares apenas se logra alterar con el
entrenamiento, por intenso que este sea. Cierto es que, en ocasiones, se produce
un cambio transitorio de fibras musculares rápidas a otras lentas. Sin embargo,
en cuanto cesa el entrenamiento, la tendencia se invierte. Es imposible que las
fibras lentas se transformen en rápidas con el entrenamiento. El envejecimiento
natural reduce el número de fibras de tipo II y esa es la razón por la que se pierde
velocidad con el paso del tiempo.
Tabla 1.4: Diferentes tipos de fibra muscular
Características Fibra muscular de tipo I Fibra muscular de tipo II
Color rojo/oscuro blanco/claro
Velocidad lenta rápida
Fuerza pequeña grande
Resistencia a la fatiga alta baja
Eficiencia alta baja
Sistema nervioso: el director del cuerpo
Aprender los pasos de danza, comprender las correcciones y trasladarlas
directamente a los movimientos, recordar las coreografías y exhibirse ante el
público en el momento preciso con la máxima concentración son, todas ellas,
exigencias cotidianas del bailarín o, más exactamente, de su sistema nervioso. El
sistema nervioso, el auténtico director del cuerpo, es un auténtico milagro, del
que hoy se tiene una copiosa información gracias a los estudios intensivos que
sobre él se han realizado. Cumple múltiples funciones centradas, básicamente,
en recibir la información, transmitirla, procesarla, almacenarla y emitirla.
Comunica entre sí las distintas regiones corporales, media el contacto con el
mundo exterior y coordina los procesos que se desarrollan en el interior del
organismo. El sistema nervioso se clasifica con dos criterios diferentes: primero,
según su localización corporal y, en segundo lugar, según su función.
Desde el punto de vista anatómico, se diferencian el sistema nervioso central y el
periférico:
El sistema nervioso central (SNC) está integrado por el encéfalo y la médula
espinal. Los huesos del cráneo y la columna vertebral lo protegen de las lesiones
del exterior. El SNC, envuelto por unas membranas, llamadas meninges, es
bañado por un líquido amortiguador, el líquido cefalorraquídeo. Este líquido
nutre el cerebro y los nervios y protege, a modo de almohadilla, el SNC de su
cubierta ósea dura.
Por su parte, el sistema nervioso periférico se compone de numerosos nervios
que recorren todo el cuerpo, transmitiendo los impulsos desde la periferia hacia
el SNC (nervios sensitivos) o desde el SNC hacia la periferia (nervios motores).
Las vías de conducción sensitiva (sensorial) se denominan también aferentes (del
latín affere, que significa traer), y las motoras, eferentes (del latín effere, que
significa llevar).
Según la función, se distingue entre el sistema nervioso somático y el vegetativo
(o autónomo). Los dos constan de un componente central y otro periférico.
El sistema nervioso somático (del griego soma, que significa cuerpo) se ocupa,
en su división motora, del control voluntario de la musculatura esquelética y, en
su división sensitiva, de la percepción de los estímulos y de la información de la
periferia corporal. Comunica a las personas con el entorno y se conoce también
como sistema nervioso voluntario.
El sistema nervioso vegetativo consta de dos divisiones, la simpática y la
parasimpática. Ambas ejecutan una regulación inconsciente e involuntaria de los
órganos internos y, de este modo, modulan numerosos procesos esenciales para
la vida como, por ejemplo, la respiración, la digestión o la regulación de la
presión arterial. Por eso, este sistema también se denomina sistema nervioso
autónomo.
Estructura
SNC
Las distintas partes del encéfalo (cerebro, cerebelo y tronco del encéfalo)
conforman, junto con la médula espinal, el sistema nervioso central.
El cerebro es la región mejor diferenciada del SNC. Nuestros pensamientos,
sentimientos y acciones se manifiestan en el cerebro, que se compone de dos
hemisferios, conectados entre sí por el cuerpo calloso. La superficie de los
hemisferios se denomina corteza cerebral y tiene un espesor de pocos
milímetros. El aspecto característico del cerebro se debe a las múltiples
circunvoluciones, cisuras y surcos que presenta. Gracias a estos repliegues
aumenta la superficie de la corteza: se alcanza una superficie máxima con un
volumen espacial mínimo lo que, ciertamente, es una solución inteligente.
El cerebelo se encuentra d en la parte posterior del cerebro, por debajo de él, y es
el órgano en el que se producen el aprendizaje y la automatización de los
movimientos, su coordinación y su ajuste fino.
En el tronco del encéfalo se encuentran los centros esenciales de regulación de la
respiración y la circulación de la sangre; aquí también se asienta la sucesión de
los ciclos de sueño y vigilia. A la altura del bulbo raquídeo, una de las zonas del
tronco del encéfalo, existe un importante lugar de entrecruzamiento nervioso: el
90% de todas las fibras nerviosas motoras se cruzan, en su camino desde el
encéfalo hasta la médula espinal, hacia el lado contrario, y solo el 10% se
dirigen, sin cruzar, hacia la musculatura por el mismo lado. Este
entrecruzamiento tiene importantes consecuencias: cuando se aprende, por
ejemplo, un movimiento nuevo con la pierna derecha, lo aprende también la
izquierda. Sin embargo, no lo hace con la misma precisión, sino de modo
«aproximado».
Fig. 1.17: Estructura del sistema nervioso central.
La médula espinal es el principal conducto de transmisión del SNC. Por ella
discurren millones de fibras nerviosas. Las prolongaciones de las células
nerviosas del encéfalo atraviesan conjuntamente un gran agujero del hueso
occipital y se dirigen por la médula espinal hasta la región lumbar de la columna.
Allí, a la altura aproximada de la segunda vértebra lumbar, termina la médula.
En su trayecto por el conducto raquídeo (óseo), los grandes cordones nerviosos
se ramifican a modo de plexos para inervar el tronco, los miembros superiores y
los miembros inferiores. Los nervios raquídeos (espinales) se introducen a través
de pequeños orificios situados entre los distintos cuerpos vertebrales (v. capítulo
2, pág. 43). Durante su camino hacia la periferia van dividiéndose en ramos cada
vez más pequeños, distribuyéndose por todas las regiones corporales.
La célula nerviosa
La unidad elemental funcional del sistema nervioso es la célula nerviosa
(neurona). El conjunto del sistema nervioso está integrado por más de 100.000
millones de neuronas y cada neurona consta de un soma (cuerpo celular), del que
parten múltiples prolongaciones. Las prolongaciones pequeñas y cortas
(dendritas) recogen la información y conducen impulsos del exterior hacia el
soma. Existe, además, una prolongación larga, el axón (neurita), que transmite la
información del soma a las células vecinas o a los músculos y órganos próximos.
Algunos de los axones están envueltos por células especiales que forman una
vaina (de mielina) y se denominan mielínicos. Los axones mielínicos conducen
los impulsos nerviosos a gran velocidad. Por ello es frecuente encontrarlos en los
nervios motores. La velocidad de conducción alcanza hasta 120 m/s, lo que a
nada menos que 432 km/h. Los axones amielínicos (desprovistos de vaina de
mielina) transmiten los impulsos a una velocidad mucho menor y son los
encargados, por ejemplo, de conducir el dolor. Una vaina de tejido conjuntivo
envuelve varios axones. De forma análoga, el nervio se puede asimilar a un
cable eléctrico. Dentro de la vaina de tejido conjuntivo discurren vasos
sanguíneos que nutren el nervio.
Fig. 1.18: Estructura de una neurona.
Las neuronas del sistema nervioso están comunicadas por más de mil billones de
sinapsis. Son uniones de contacto entre las células nerviosas en las que se
transmiten los impulsos de una neurona a la siguiente. Dependiendo de la
sustancia transmisora, el impulso se sigue transmitiendo o se detiene. Algunas
células nerviosas contienen información de más de 20.000 sinapsis. Todas estas
informaciones —sean estimuladoras o inhibidoras— son procesadas para, a
continuación, transmitir la información correspondiente a la siguiente célula
nerviosa.
Función
Procesamiento de la información: el sistema nervioso está en permanente
movimiento
Tanto si el profesor de baile da un toque de corrección en un movimiento como
si una persona sujeta una taza de té caliente, los estímulos de la periferia son en
ambos casos percibidos por los llamados receptores. Se trata de células nerviosas
con una capacidad muy específica: la de transformar estímulos químicos o
físicos en impulsos eléctricos. La temperatura, la presión o el dolor, al igual que
también la posición de la articulación y el estado de distensión de la
musculatura, son detectados por los receptores y conducidos, a modo de
impulsos, a través de los nervios aferentes hasta el sistema nervioso central. Allí,
todos los impulsos aferentes son interconectados, evaluados y procesados en
centros específicos. Estos centros de asociación de la corteza cerebral tienen
como misión conectar las informaciones que llegan con los recuerdos,
valoraciones y emociones correspondientes. A partir de ellos, el cerebro elabora
un programa de reacción adaptado a la situación instantánea. El resultado se
retransmite —como un nuevo impulso— a través de las fibras nerviosas
eferentes hacia la periferia y lo hace de forma selectiva, precisamente hacia los
lugares que deben generar la reacción.
La importancia de esta retroalimentación continua para el cuerpo queda
demostrada por la división de las vías nerviosas. El 80% de los nervios son
fibras nerviosas aferentes que conducen información desde la periferia hasta el
sistema nervioso central. Tan solo el 20% son nervios eferentes que ejecutan las
órdenes del cerebro y llevan los impulsos desde el sistema nervioso central a la
periferia.
Reflejos: el automatismo del sistema nervioso
Los reflejos son respuestas automáticas e involuntarias a un estímulo nervioso.
En el caso más sencillo, la elaboración del estímulo tiene lugar en la médula
espinal: los nervios aferentes conducen dicho estímulo desde la periferia hasta la
médula espinal, donde se produce un relevo directo hacia las fibras nerviosas
eferentes que comunican inmediatamente la respuesta a la periferia. A los
bailarines les afecta sobremanera el denominado reflejo propioceptivo (término
derivado del latín propius, propio, de uno mismo, y recipere, percibir) Los
receptores del sistema nervioso situados en los músculos, tendones y cápsulas
articulares transmiten en todo momento la posición y la percepción en cada
instante de todo el cuerpo. Cuando ocurre un cambio desfavorable de la postura
—sin la participación del cerebro— se produce una reacción refleja. El reflejo de
estiramiento muscular es muy importante en este aspecto para controlar los
movimientos. Los husos musculares situados entre las distintas fibras musculares
son receptores que informan en todo momento de la tensión actual del músculo.
Plasticidad: el cambio deseable
El número de neuronas está predeterminado desde antes del nacimiento y solo
puede disminuir en el transcurso de la vida. En el caso de las sinapsis ocurre
justo lo contrario: se van multiplicando a lo largo de la vida. Cada nuevo
aprendizaje nuevo significa la formación de nuevas sinapsis. Cuanto más variado
es el contenido didáctico y cuanto más rico el método de aprendizaje, mayor es
el estímulo para el encéfalo. Constantemente se crean nuevos centros de
comunicación; la red de fibras se multiplica y la correspondiente región
estimulada de la corteza cerebral adquiere mayor consistencia y aumenta de
tamaño.
La observación de la distribución y la representación de las distintas regiones
corporales en el cerebro permite definir el perfil del denominado «homúnculo».
En él se proyectan las distintas regiones corporales sobre las áreas
correspondientes de la corteza cerebral. El tamaño de una región cerebral
concreta no se corresponde con el tamaño real de la región representada, sino
que refleja más bien su importancia neuronal. Así, las regiones corporales más
ejercitadas, con una fina regulación motora, como pueda ser la mano, disponen
de una zona mayor en la corteza que aquellas que ejecutan movimientos menos
detallados y finos, como el abdomen o la espalda. El «homúnculo» queda, pues,
muy «desfigurado» en relación a la constitución real del cuerpo.
Es interesante saber que los músicos que tocan un instrumento de cuerda
disponen de un área de almacenamiento cerebral mucho mayor para los dedos de
la mano izquierda que para los de la derecha. En qué medida se puede trasladar
esta situación a los bailarines y, en concreto, a la representación cortical de los
pies, es materia sobre la que, con los conocimientos actuales, solo cabe
establecer especulaciones.
Fig. 1.19: «Homúnculo» motor: distribución y representación cerebral de los
movimientos de las distintas regiones corporales.
El fenómeno del dolor: el sistema de control de puertas
Todo ocurre de forma automática: cuando uno se golpea el brazo con una puerta
se produce un dolor repentino. De manera instintiva, la mano acude al lugar de
dolor y este cede. Detrás de ello se oculta un singular mecanismo presente en la
naturaleza, el sistema de control de puertas de la elaboración del dolor. Los
estímulos dolorosos —sean internos o externos— son percibidos por los
receptores del dolor y transmitidos, en forma de impulsos, a la médula espinal.
En ella, muchas neuronas se concentran en una sola, constituyendo una especie
de centro de control, la «compuerta» para el procesamiento del dolor. En esta
neurona central se procesan multitud de informaciones diferentes, que se
potencian pero que también se amortiguan. Si esta información sobre el «dolor»,
que llega al centro de control, resulta enmascarada por otras informaciones como
presión, frío o movimiento, el estímulo doloroso se debilita. Las informaciones
«neutras» bloquean igualmente la «compuerta» y hacen que pasen menos
impulsos dolorosos ascendentes en dirección al cerebro. El fenómeno de dolor es
el mismo, pero su percepción se reduce.
Fig. 1.20: «Sistema de control de puertas» para la elaboración del dolor.
«Canalización» o automatización del movimiento
Cuando se repite reiteradamente una idea en el cerebro, cuando se ejercita
cientos de veces un mismo movimiento, los impulsos nerviosos «allanan o
canalizan» su camino a través del sistema nervioso. Al igual que una calle con
mucho tráfico acaba convirtiéndose en una autopista, las vías nerviosas
correspondientes se preparan para un «tráfico cada vez mayor» de impulsos. Su
excitabilidad aumenta, se crean nuevas sinapsis y el impulso ve facilitada su ruta
hacia el cerebro. El movimiento se ejecuta cada vez con más facilidad, la
ejecución es más precisa y rápida y, con el tiempo, se automatiza. Los
movimientos que, al iniciar el entrenamiento, solo se podían ejecutar con la
integración de los centros superiores de la corteza cerebral, acaban
automatizándose y ejecutándose en centros inferiores del cerebelo, de modo
inconsciente y sin control cerebral. Así es posible descargar de funciones a la
corteza cerebral, que pasa a ocuparse de otras tareas o detalles motores.
Esta automatización la aprovechamos en múltiples actividades de la vida
cotidiana, en el entrenamiento y en la danza. El proceso nos permite, asimismo,
educar de una manera selectiva nuestra percepción corporal, ejercitar pequeñas
correcciones de los movimientos e integrarlos, a través de su repetición regular,
en el subconsciente. Uno de los ejemplos más llamativos son los denominados
«ejercicios relámpago» Como ejemplo, a menudo se busca una señal que
recuerde siempre una referencia inmediata para desarrollar una actividad, ya sea
el tono de llamada del teléfono, el momento de lavarse los dientes, la espera en
la parada de autobús o el recorrido habitual para hacer la compra. Cada vez que
aparece esa señal en la vida cotidiana, se ejecuta de inmediato el ejercicio;
cuantas más veces, mejor. Al final, el sistema nervioso reacciona: el ejercicio se
canaliza, se memoriza la sensación corporal iniciada en los centros más
profundos del cerebro y se automatiza la actividad.
En este libro encontrará numerosas de tales referencias, que resultan ideales
como «ejercicios relámpago» para automatizar el movimiento. Ejemplos de ello
son la activación del arco transversal del antepié (v. capítulo 6, pág. 165) o la
percepción del eje completo de la pierna (v. capítulo 5, pág. 134), ejercicios
vitales para muchos bailarines. Su integración consciente en la vida cotidiana, su
automatización paulatina y, por último, su traslado a la danza constituyen pasos
esenciales para una coordinación corporal óptima.
2. Columna vertebral: el todo es más que la suma de
las partes
Los bailarines no destacan solo en el escenario, sino también en la vida diaria.
Su posición habitualmente erguida irradia autoestima. «Alarga la columna»,
«endereza la columna», «céntrate sobre la pelvis», son correcciones comunes
para que la columna vertebral se mantenga erecta. En la danza se presta atención
a la postura adecuada y a una buena alineación de la columna, ya sea durante las
elevaciones o durante el movimiento.
Los movimientos se distribuyen armónicamente sobre toda la columna vertebral
gracias a la integración de los dos polos, cabeza y pelvis. El cuerpo adopta una
posición erguida y, aun así, relajada. La imagen ideal de una columna estable y,
pese a todo, móvil sirve por igual para la danza y la vida cotidiana. Ello hace que
cada vez más médicos y fisioterapeutas recomienden la danza para prevenir y
tratar las deficiencias posturales. Un buen entrenamiento de la danza mejora la
función de la columna, estabilizándola y movilizándola a partes iguales.
Los movimientos de la danza requieren buena movilidad y una coordinación
neuromuscular compleja de toda la columna. Ello resulta obvio en el cambré o el
arco, pero también en los grandes saltos, arabescos y piruetas, que solo se logran
dominar con una columna móvil. Todo movimiento de la pelvis se transmite a la
columna lumbar y todo movimiento de la cabeza se comunica a la columna
cervical. Para la danza es fundamental una flexibilidad adecuada de toda la
columna y de la caja torácica, pero también son esenciales la estabilidad y la
fuerza dinámica de la musculatura del tronco.
Anatomía tridimensional
La columna vertebral, una auténtica obra de arte de la anatomía humana, se
compone de 24 vértebras con más de 100 articulaciones y un refuerzo integrado
por más de 200 pequeños músculos. La estabilización del tronco, la protección
de la médula espinal y la amortiguación de los impactos son solo algunas de las
múltiples tareas de las que se encarga, al igual que de la movilidad y de la
libertad de movimientos en todas las direcciones.
Estructura
Desde la cabeza hasta el cóccix, la cadena se extiende a lo largo de las 33
vértebras que conforman la columna. Se distinguen 5 regiones, en las que las
vértebras se cuentan de arriba abajo: 7 vértebras cervicales, 12 torácicas y 5
lumbares. El sacro, situado en la parte posterior de la pelvis, se compone de 5
vértebras, y el cóccix, de las 4 últimas. Las vértebras sacras y coccígeas del
adulto están fundidas en un solo hueso, de modo que la columna se compone de
24 vértebras libres. Las vértebras de cada región se diferencian por su tamaño y
forma, en consonancia con su función.
Si se contempla el conjunto de la columna en perspectiva lateral, recuerda en
cierto modo a una pirámide: el tamaño y la anchura de las vértebras se reducen
de arriba abajo, desde la columna cervical hasta la lumbar, de forma continua. Es
muy fácil explicarlo por su función, ya que cada vértebra debe soportar el peso
de la vértebra situada por encima. La última vértebra lumbar se apoya en el
sacro, que reparte, como elemento posterior de la pelvis, el peso del tronco por
todo el anillo pélvico (v. capítulo 3, pág. 74). El cóccix, como extremo inferior
de la columna, no posee por sí mismo una función de carga, pero es importante
como elemento de inserción de la musculatura del suelo pélvico (capítulo 3, pág.
77).
La pelvis y la cabeza constituyen los polos funcionales de la columna. Su
estrecha relación se refleja en la anatomía. Desde la primera articulación de la
columna (articulación atlooccipital) hasta el cóccix se extienden tractos
ligamentosos rígidos y longitudinales por delante y por detrás, recorriendo la
columna. Estos ligamentos se insertan en las distintas vértebras y discos
intervertebrales. Las meninges envuelven la médula espinal del interior del
conducto raquídeo y también se extienden desde los huesos del cráneo hasta el
cóccix.
Fig. 2.1: Estructura de la columna.
Fig. 2.2: Estructura general de una vértebra. A. Visión superior. B. Visión lateral.
Estructura de una vértebra
La estructura de todas las vértebras sigue un mismo principio, aunque cada
grupo de ellas se distingue por sus detalles funcionales. Las dos primeras
vértebras cervicales constituyen la única excepción a este esquema general (v.
pág. 44). Una vértebra tipo se compone del cuerpo vertebral, el arco vertebral y
siete apófisis óseas.
El cuerpo vertebral es la porción cilíndrica anterior y más voluminosa de la
vértebra y soporta la carga de la columna. Su capacidad de carga aumenta al
máximo cuando esta incide sobre su eje. Su interior consta de una fina red de
trabéculas, la denominada sustancia esponjosa. Estas trabéculas se hacen más
delgadas con el envejecimiento y su resistencia a la presión disminuye. Este es
un proceso natural del envejecimiento, que se adelanta en el tiempo con una
mala alimentación, una carga falsa o la predisposición genética (v. capítulo 11,
pág. 225).
El arco vertebral se sitúa detrás del cuerpo vertebral y compone, con él, el
agujero vertebral; todos los agujeros vertebrales forman uno junto a otro el
conducto raquídeo (conducto espinal). Por él discurren, con la correspondiente
protección ósea, la médula espinal con sus meninges, los vasos sanguíneos y las
raíces nerviosas. Los arcos vertebrales de dos vértebras adyacentes configuran a
ambos lados (derecha e izquierda) el denominado agujero de conjunción
(agujero intervertebral), a través del cual emergen los nervios raquídeos (nervios
espinales o vertebrales).
Fig. 2.3: El agujero de conjunción para la salida de los nervios raquídeos lo
configuran dos vértebras.
Del cuerpo vertebral nacen siete apófisis: una apófisis espinosa, dos apófisis
transversas, dos apófisis articulares superiores y otras dos inferiores. La apófisis
espinosa (processus spinosus) se prolonga hacia atrás desde el centro posterior
del arco vertebral. Esta apófisis se palpa fácilmente, a través de la piel, en
muchas regiones de la columna. La apófisis espinosa de la séptima vértebra
cervical es muy prominente, de aquí la otra denominación por la que se la
conoce: vértebra prominente. Las dos apófisis transversas (processus
transversus) se extienden lateralmente a ambos lados del arco vertebral. En la
columna torácica constituyen el lugar de inserción de las costillas. Las apófisis
transversas y espinosas de toda la columna son puntos fundamentales para la
inserción de músculos y ligamentos. Las dos apófisis articulares superiores de
cada vértebra forman, junto con las dos inferiores de la vértebra situada por
encima, las articulaciones interapofisarias (articulaciones cigapofisarias), que
permiten la movilidad de la columna.
Fig. 2.4: Estructura del disco intervertebral: el núcleo pulposo (nucleus
pulposus) está rodeado por un anillo fibroso (anulus fibrosus).
Discos intervertebrales
Entre los cuerpos vertebrales de dos vértebras adyacentes se encuentra el disco
intervertebral (discus intervertebralis). Cada disco se compone de un núcleo
pulposo (nucleus pulposus), envuelto por un anillo fibroso (anulus fibrosus)
externo. El núcleo pulposo consta de una masa gelatinosa deformable, cuyo
contenido está constituido en un 80% por agua. El anillo fibroso y cartilaginoso
representa la mayor parte del disco y se compone de numerosas capas anulares,
que crean una densa red de fibras, con disposición oblicua. Esta estructura
habilita al anillo fibroso para su importante cometido: resistir la presión del
núcleo pulposo, estabilizando así el disco intervertebral durante su movimiento.
Este es su aspecto detallado: cuando ocurre una carga axial, con la columna
vertebral erguida, la carga principal incide en el centro del cuerpo vertebral y del
disco intervertebral. El núcleo pulposo se comprime, su altura disminuye y su
diámetro aumenta. Ello hace que el anillo fibroso se tense. La presión sobre el
núcleo pulposo se transforma en fuerzas de tracción dentro del anillo fibroso y la
carga se distribuye por todo el disco.
Fig. 2.5: Reparto ideal de la presión sobre el disco intervertebral durante una
carga axial: el núcleo pulposo se comprime, la presión sobre el anillo fibroso
disminuye y se distienden las fibras.
Cuando la columna se somete a flexión y extensión o cuando se flexiona
lateralmente, se produce una carga tres veces mayor que en la posición axial de
partida. En ese caso, el disco actúa como una almohadilla de líquido. El núcleo
pulposo es sometido a una presión unilateral, desvía el movimiento y se desplaza
en sentido contrario. Así aumenta la presión local sobre el anillo fibroso, tensa
las fibras del anillo y restringe, de este modo, el movimiento.
Durante la rotación se produce el fenómeno contrario. El núcleo pulposo se
mantiene en su posición inicial pero, con el giro, las fibras oblicuas del anillo
fibroso oprimen el núcleo, con lo que aumenta la presión dentro de él. El núcleo
pulposo resiste, por así decir, la acción del anillo anular y restringe el
movimiento.
A lo largo del día, el contenido de agua del núcleo pulposo va disminuyendo
como consecuencia de la carga acumulada, no de forma pronunciada pero sí
apreciable. En un día puede perder hasta 2 cm. Con la descarga de los discos
intervertebrales al estar tumbado (en decúbito) durante el sueño, los núcleos
pulposos se recuperan, habiendo recobrado su tamaño normal a la mañana
siguiente.
Regiones y particularidades de la columna vertebral
La columna cervical es la base de la cabeza
La columna cervical sujeta la cabeza, la balancea sobre la primera vértebra y
sigue sus movimientos. La cabeza, como asiento de los órganos sensoriales, es el
centro de donde parten los impulsos para una gran variedad de movimientos; la
localización de la que partió el proceso evolutivo que condujo a la bipedestación
y la que rige el giro rápido de la columna cervical durante las piruetas. La
enorme movilidad de la columna cervical se consigue a través de dos vértebras
de forma peculiar, el atlas y el axis.
La primera vértebra cervical, el atlas, carece de apófisis espinosa y cuerpo
vertebral y se asemeja más bien a un anillo. Sobre sus dos surcos articulares
deprimidos descansan los cóndilos articulares prominentes del hueso occipital.
Esta articulación entre el cráneo y el atlas, la articulación atlooccipital (primera
articulación de la columna), facilita sobre todo la flexión de la cabeza hacia
delante y hacia atrás, es decir, el movimiento de «asentimiento».
La segunda vértebra cervical, el axis, tiene una forma singular. Evolutivamente,
se correlaciona con el atlas. Posee un diente (apófisis odontoides) característico
que configura con aquel la articulación atloaxoidea. Esta articulación confiere a
la columna su gran capacidad de giro lateral de la cabeza, es decir el movimiento
de «negación».
Las apófisis transversas de la primera a la sexta vértebras cervicales resultan
singulares. Con sus orificios apofisarios crean un conducto a través del cual
discurre arteria vertebral, un vaso sanguíneo importante para el encéfalo.
Después de abandonar el conducto óseo, por detrás, en la articulación
atlooccipital, esta arteria entra en el cráneo bajo la protección ósea. Precisamente
en este lugar pueden surgir problemas. Una mala postura de la cabeza o la
tensión muscular podrían estrechar el vaso y reducir, de este modo, el riego
cerebral.
Fig. 2.6: El atlas: sobre los surcos articulares deprimidos se sitúa el hueso
craneal. La articulación entre el cráneo y el atlas se conoce como articulación
atlooccipital.
Fig. 2.7: La articulación atloodontoidea: el diente del axis (apófisis odontoides)
conforma, junto con el atlas, la articulación atloodontoidea.
Columna torácica y caja torácica
Una característica diferenciadora de la columna torácica es la presencia en ella
de 12 pares de costillas que se extienden a los lados de los cuerpos y apófisis
transversales de las vértebras. Las 10 primeras costillas tienden un arco hacia
delante hasta insertarse en el esternón, con el que se articulan de forma directa
—de la 1.a a la 7.a— o indirecta —de la 8.a a la 10.a— a través de un arco
cartilaginoso (cartílago costal). La 11.a y la 12.a costillas se llaman también
costillas flotantes; son cortas, y no se comunican hacia delante con el esternón.
Todas las costillas conforman la caja torácica, una especie de jaula protectora de
estructuras vitales, como el corazón, los pulmones y los grandes vasos.
La caja torácica reduce la movilidad de la columna torácica, aunque las
numerosas articulaciones de las costillas aminoran esa limitación. Aun cuando la
movilidad de cada articulación resulte pequeña, la caja torácica posee, en
conjunto, una movilidad superior a la que suele desplegar en los movimientos de
la vida cotidiana.
Fig. 2.8: La caja torácica, vista por delante.
Columna lumbar
Las cinco vértebras lumbares son las vértebras mayores y dominantes de la
columna, lo que parece razonable, pues sobre ellas carga todo el peso de la parte
superior del tronco. La articulación entre la 5.a vértebra lumbar y el hueso sacro,
la articulación lumbosacra, presenta una serie de singularidades. Esta
articulación se estabiliza por medio de un complejo sistema ligamentoso y, sin
embargo, su movilidad es mayor que la del resto de la columna lumbar. El
motivo se debe a la posición de la pelvis. La pelvis (y, en consecuencia, también
el sacro) presentan una inclinación hacia delante de de unos 30° (v. capítulo 3,
pág. 75 y siguientes). Por desgracia, esta no es una buena posición de partida
para las últimas vértebras vertebrales. Estas tienden a disponerse por delante del
sacro, lo que genera unas fuerzas desfavorables de cizallamiento sobre los discos
intervertebrales. No debe extrañar, pues, que dos tercios del total de los
problemas de espalda surjan en la parte inferior de la columna lumbar.
Fig. 2.9: Reparto de la presión sobre la articulación lumbosacra.
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  • 1.
  • 2.
  • 3.
  • 4. Liane Simmel La práctica de la danza Anatomía Prevención Tratamiento de lesiones
  • 5.
  • 6. Publicado según acuerdo con Seemann Henschel GmbH & Co. KG. Copyright de la edición original en alemán: © 2014 by Henschel Verlag in der Seemann Henschel GmbH & Co. KG 4., durchges. Auflage 2014. Todos los derechos reservados. Título original: Tanzmedizin in der Praxis, Anatomie, Prävention, Trainingstipps, 1/e Traducción y edición: GESTIÓN EDITORIAL AVANZADA, S. L. Diseño cubierta: David Carretero © 2016, Liane Simmel Editorial Paidotribo www.paidotribo.com E-mail: paidotribo@paidotribo.com Primera edición ISBN: 978-84-9910-542-0
  • 7. ISBN EPUB: 978-84-9910-906-0 BIC: MMS; ASD Maquetación: GESTIÓN EDITORIAL AVANZADA, S. L.
  • 8. «La danza puede y debe ser un ejercicio físico y psíquico saludable. Esta perspectiva, el pilar de esta publicación, establece un paradigma valioso para la práctica de la danza en todas sus manifestaciones y en todos sus planos de ejecución». WILLIAM FORSYTHE
  • 9. Estimado lector Por fin aparece una obra sobre la prevención y tratamiento de las lesiones del bailarín. Una obra largo tiempo esperada y que, estoy convencido, se incorporará al cuerpo de conocimientos del bailarín profesional, de quien se está formando en el ámbito de la danza y de quien se dedica a su enseñanza. Ya sea en la clase, durante el entrenamiento o en los ensayos cotidianos, los bailarines y los teóricos de la danza consideran que los conocimientos de la medicina, el análisis de los movimientos y las ciencias deportivas representan la base para el comportamiento responsable y la interacción diaria en esta disciplina. El conocimiento de los aspectos físicos facilita también un acceso amplio a los procesos de percepción, cada vez más importantes en la práctica contemporánea de la danza. La Dra. Liane Simmel ofrece con este libro, La práctica de la danza, una obra que contribuirá, sin duda, a optimizar y adaptar los procesos de aprendizaje en esta cultura cambiante de la danza, sea el ballet clásico, la danza moderna o la danza de la época actual. Esta es la primera publicación que se da a conocer sobre medicina aplicada de la danza y viene respaldada por la larga experiencia práctica de la autora y de su interrelación con bailarines, profesores, coreógrafos y médicos. Es una aportación fundamental que liga la práctica con la teoría, conexión que se debate con intensidad en el marco de la formación del bailarín. Dentro del marco de su actividad divulgativa, Tanzplan Deutschland se ha planteado como objetivo, entre otras cosas, la tarea de ampliar los conocimientos sobre la danza y de proporcionar material didáctico para comunicar al público interesado esta disciplina y, con ella, el amplio campo de la formación en la danza. Me alegro de haber contribuido a la realización de esta importante obra y le deseo que disfrute con la lectura y con los ingentes conocimientos y experiencia de la autora.
  • 10. Ingo Diehl Director de los proyectos de formación de Tanzplan
  • 11. Índice Introducción o «guía de uso» 1. Base corporal adecuada para la danza Todo tiene su nombre: nomenclatura anatómica del movimiento Postura neutra de partida para el movimiento Ejes y planos corporales: la geometría del cuerpo humano Nomenclatura del movimiento Orden corporal Composición de los tejidos La estructura, un principio inmanente
  • 12. La diferencia entre los distintos tipos de tejido reside en los detalles Regeneración y captación o transformación permanente de los tejidos Sistema esquelético: huesos, cartílagos y articulaciones Huesos Cartílago Articulaciones La musculatura, el motor del movimiento Estructura Función Tipos de fibras musculares Sistema nervioso: el director del cuerpo
  • 13. Estructura Función 2. Columna vertebral: el todo es más que la suma de las partes Anatomía tridimensional Estructura Regiones y particularidades de la columna vertebral Función tridimensional Movimientos de la columna vertebral Musculatura Estática de la columna vertebral
  • 14. Respiración La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga Carga Sobrecarga Los vicios de la danza Hiperlordosis: una carga para la espalda Espalda «excesivamente recta» Postura «relajada» La escoliosis, ¿compatible con la danza? Exploración a fondo por medio del autoanálisis Forma y movilidad
  • 15. Función Fuerza y estabilidad Consejos y maniobras de prevención En la vida cotidiana Ejercicios selectivos Durante el entrenamiento 3. La pelvis como centro Anatomía tridimensional Estructura Función tridimensional
  • 16. Movimientos de la pelvis Musculatura La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga Carga Sobrecarga Los vicios de la danza El turnout forzado y su repercusión en la pelvis Enderezamiento forzado de la pelvis Entrenamiento unilateral o torsión reforzada de la pelvis Exploración a fondo por medio del autoanálisis Forma y movilidad
  • 17. Función y estabilidad Consejos y maniobras de prevención Vida cotidiana Ejercicios selectivos Durante el entrenamiento 4. La cadera, una articulación consecuente Anatomía tridimensional Estructura Función tridimensional Movimientos de la cadera
  • 18. Musculatura La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga Carga Sobrecarga Los vicios de la danza Turnout forzado y su repercusión en la cadera Piernas en alto y dolor inguinal Cadera hipermóvil y displasia de cadera Exploración a fondo por medio del autoanálisis Forma y movilidad Función
  • 19. Consejos y maniobras de prevención Vida cotidiana Ejercicios selectivos Durante el entrenamiento 5. La estabilidad sobre las piernas depende de la rodilla, la unidad coordinadora Anatomía tridimensional Estructura Función tridimensional Movimientos de la rodilla Musculatura
  • 20. Formas de la extremidad inferior La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga Carga Sobrecarga Los vicios de la danza El turnout forzado y su repercusión en la rodilla El plié descontrolado Piernas en sable y piernas hiperextensibles Exploración a fondo por medio del autoanálisis Forma y movilidad
  • 21. Función y fuerza Consejos y maniobras de prevención Vida cotidiana Ejercicios selectivos Durante el entrenamiento 6. El pie como base Anatomía tridimensional Estructura Función tridimensional El arco del pie Nomenclatura de los movimientos del pie
  • 22. Las articulaciones del pie Musculatura Formas del pie La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga Carga Sobrecarga Los vicios de la danza Enrollamiento: pie valgo funcional Point y relevé: los movimientos extremos del pie Plié profundo: daño generado por una tensión excesiva
  • 23. Pie cavo o empeine alto problemático Baile en puntas, pero ¿cuándo? Exploración a fondo por medio del autoanálisis Forma y movilidad Función Fuerza y estabilidad Consejos y maniobras de prevención Vida cotidiana Ejercicios selectivos Cadencia de estiramiento del pie Durante el entrenamiento
  • 24. 7. Hombros y brazos: estabilidad, a pesar de la movilidad Anatomía tridimensional Estructura Articulaciones Función tridimensional Movimientos del hombro y la extremidad superior Musculatura La danza bajo la lupa: carga y sobrecarga Carga Sobrecarga
  • 25. Los vicios de la danza Hombros traccionados hacia arriba Omóplatos contraídos Exploración a fondo por medio del autoanálisis Forma y posición Función y fuerza Consejos y maniobras de prevención Vida cotidiana Ejercicios selectivos Durante el entrenamiento 8. El alma también baila
  • 26. La psique se estimula La clase de danza deja huella La corrección de la danza tiene muchas facetas ¿Una sala de baile sin espejos? La danza como profesión y como vocación Relaciones durante la etapa de formación y en la compañía Mantenimiento del equilibrio El abandono de la danza 9. La alimentación, un componente esencial del entrenamiento Elementos básicos de la alimentación
  • 27. Hidratos de carbono: el combustible del cuerpo A pesar de su mala fama, las grasas son necesarias Proteínas: el elemento estructural del cuerpo Vitaminas, minerales y otros compuestos La bebida, fuente de agua para el cuerpo La falta de líquidos enferma Beber, sí, ¿pero cómo? Trastornos de la alimentación: cuando todo gira alrededor del peso Oferta y demanda: el balance energético determina el peso corporal Tipos de trastornos de la alimentación Consecuencias para la salud
  • 28. 10. La danza durante el crecimiento Bases del crecimiento El crecimiento se manifiesta en los huesos El crecimiento se produce por brotes Cada edad es diferente Peculiaridades del crecimiento Todo a su tiempo: ¿qué es lo que se puede entrenar y cuándo? Flexibilidad Coordinación Fuerza
  • 29. Resistencia Recomendaciones para el entrenamiento durante el crecimiento El crecimiento y la danza se influyen mutuamente El crecimiento refuerza al bailarín joven Inconvenientes para los bailarines en fase de crecimiento 11. Ayuda y autoayuda: cómo sobrellevar las lesiones Inflamación y curación, el curso natural de la lesión Reacción inflamatoria Proceso de curación Primeros auxilios en la escuela de baile Lesiones de la musculatura
  • 30. Agujetas Calambres musculares Contractura muscular y miogelosis Distensión y desgarro de fibras musculares Lesiones tendinosas Problemas en las inserciones tendinosas Inflamación del tendón y de la vaina tendinosa Lesiones óseas Inflamación del periostio Fractura ósea
  • 31. Osteoporosis como causa de fracturas de esfuerzo Toda lesión acarrea consecuencias 12. Bailar con cabeza: planificación del entrenamiento Flexibilidad: el estiramiento propio de la danza Estiramiento: el stretching no lo es todo Todo a su tiempo: ¿cuándo se deben realizar estiramientos? Resistencia: el fundamento para soportar la carga El oxígeno marca la diferencia para obtener la energía Resistencia de fondo: la base de la danza saludable Resistencia mediante el entrenamiento de la danza Calentamiento y relajación
  • 32. Calentamiento Relajación El entrenamiento y la importancia del ritmo El entrenamiento activa el cuerpo Entrenamiento a su debido tiempo El sobreentrenamiento no es algo inhabitual Planificación del entrenamiento y de los ensayos: periodización durante la etapa de formación y durante la danza profesional La regeneración idónea: cuando la sensación después de la danza es igual que antes de bailar Todo requiere su tiempo: la regeneración ocurre de manera escalonada La regeneración consciente mejora la forma física
  • 33. Empezar a entrenar y dejar de entrenar Empezar a entrenar: el arte del incremento paulatino Dejar de entrenar de forma escalonada Anexo Otras lecturas recomendadas Agradecimientos Índice general/glosario Créditos de las figuras Sobre la autora
  • 34. Introducción o «guía de uso» La idea de este libro surgió hace muchos años, cuando yo era una joven bailarina y, al solicitar los consejos de un médico para combatir mis dolores durante la danza, escuché lo siguiente: «Si continúas bailando, acabarás en una silla de ruedas». Ninguna otra explicación, ningún apoyo sobre cómo, a pesar de mis límites corporales —o gracias a ellos—, podría continuar bailando, sobre cómo podría modificar o adaptar mi técnica de baile para evitar los dolores y las lesiones. Mis profesores tampoco sabían cómo aliviar mis molestias corporales. Me hubiera gustado contar entonces con una obra práctica sobre medicina de la danza. Ni en sueños me imaginaba que yo misma llegaría a escribirla. Cuando, años más tarde, me atreví con la danza acrobática y, además de mi compromiso con el teatro, inicié mis estudios de medicina, experimenté en carne propia lo que supone entender los procesos corporales. Por las mañanas acudía al entrenamiento y a los ensayos y luego me iba a la sala de anatomía; estaba asombrada. Los dolores desaparecieron, el développé lo elevaba aún más, y mi equilibrio había mejorado. Había «aprehendido» lo que sucede dentro del cuerpo. Hoy, compruebo, a diario, desde mi trabajo como médico y docente, cuánto ayuda el conocimiento de su propio cuerpo al bailarín. El objetivo de esta obra es proporcionar al bailarín un conocimiento práctico y comprensible de la medicina, el análisis del movimiento, las ciencias del deporte, la dinámica espiral y la osteopatía. Bailar es algo más que aprender unos pasos. La danza no se reduce únicamente a aspectos físicos y, sin embargo, el cuerpo es el instrumento del bailarín. Conservarlo sano, reconocer a tiempo las sobrecargas y prevenir las lesiones son
  • 35. condiciones imprescindibles para bailar durante mucho tiempo y sin molestias. Ya sea en el ballet clásico, el hip hop o el jazz, la salsa, el claqué o el baile moderno, la medicina de la danza proporciona esenciales conocimientos a los bailarines de todo tipo, que estos sabrán aprovechar. ¿Un libro de teoría para el bailarín?, eso no suena bien. El bailarín es una persona práctica, que desea reunir todas sus experiencias de la sala de baile y transformar sus conocimientos en movimiento. ¡Así debe ser! Lo que uno siente con su propio cuerpo pretende también transformarlo en el entrenamiento; lo que uno experimenta lo quiere, a su vez, transmitir. Esta obra, con sus indicaciones de autoevaluación y sus numerosos ejercicios y consejos de entrenamiento, ofrece una ocasión propicia para trasladar esos conocimientos teóricos a la práctica. Quisiera hacer algunas puntualizaciones sobre los ejercicios: en la mayoría de los casos, estos se deben realizar con ambos lados del cuerpo. Parece razonable comenzar con el lado «malo». Sin embargo, algunas excepciones confirman la regla: si el ejercicio en uno de los lados solo se puede realizar con dolor o si no está clara la secuencia de los movimientos, vale más entrenar «el lado favorito». De hecho, la percepción de los movimientos y la coordinación fina suelen aprenderse mejor en ese lado. Pese a todos los esfuerzos, algunos de los ejercicios no se pueden entender bien sin una adecuada preparación personal. Por ello es esencial la paciencia. Ciertos movimientos resultan completamente extraños al cuerpo; se precisa tiempo para suprimir patrones de movimiento arraigados y automatizar otros nuevos. La idea del movimiento, su imagen, lo que sucede en el interior del cuerpo, ayuda a la búsqueda de la forma «ideal» del movimiento. Para fortalecer los músculos, hay que repetir varias veces los movimientos. Para la mayoría de los ejercicios que se realizan en la sala de ensayo se aconsejan 25 repeticiones, para establecer una suerte de compromiso entre el fortalecimiento
  • 36. del músculo y su uso. Esta no es más que una referencia orientativa. En particular, al principio, menos suele significar más… Los ejercicios ayudan a prevenir las sobrecargas y a combatir de manera selectiva ciertos patrones desfavorables del movimiento, pero jamás suplen a una exploración médica. Si aparecen molestias serias o los dolores permanecen durante largo tiempo, se debe consultar con un médico o un fisioterapeuta especializados en la danza. Los pasos de la danza reciben, a menudo, nombres diferentes según el estilo. Para evitar malos entendidos, los movimientos de la danza se han descrito con el vocabulario de la danza clásica. Ello no significa que se excluyan las demás modalidades. Todo lo contrario, la terminología del ballet clásico es conocida por la mayoría de los bailarines, puesto que suelen pasar horas aprendiendo ballet, incluso si practican otro tipo de danza en el escenario. Además, los movimientos y designaciones del ballet clásico se usan en muchos otros estilos de baile. Los lectores quizá utilicen esta obra de forma diferente, según su necesidad. Quien lea el libro de principio a fin encontrará una revisión de los aspectos más importantes de la medicina de la danza. Quien busque ayuda selectiva para solucionar problemas de entrenamiento, dolores o lesiones, encontrará rápidamente que la obra se ha dividido en las distintas regiones corporales y ámbitos temáticos y hallará referencias cruzadas y un índice de materias que le facilitarán la consulta. Quien, después de la lectura, sienta curiosidad y desee profundizar en algunos temas, puede consultar el apartado «Otras lecturas recomendadas» al final de la obra. Por encima de los conocimientos de anatomía y de la doctrina del movimiento, más allá de la prevención y de la optimización del entrenamiento, no debe olvidarse que el cuerpo dispone de una inteligencia propia para moverse, inteligencia que debe aprovecharse en toda su dimensión en la práctica de la
  • 37. danza. Antes de empezar... La nomenclatura médica de esta obra no sigue un sistema científico riguroso. Algunos de los términos anatómicos han quedado obsoletos y se han trasladado al léxico general y también se aplican en las clases de danza. Al describir el movimiento he renunciado de manera consciente al uso de la forma verbal pasiva. No se habla de que el hueso «es movido», sino de que el hueso «se mueve». En rigor, el hueso no puede moverse, sino que es la musculatura la que lo mueve. No obstante, a veces vale la pena imaginarse el movimiento a partir de determinados puntos óseos. La musculatura correspondiente entra así de forma automática en acción. En general, las indicaciones sirven por igual a bailarinas y bailarines. No resulta fácil resolver esta dificultad lingüística. Utilizar siempre estas dos palabras también resultaría complicado, igual que aplicar la nueva forma «bailarín/a». Así pues, para facilitar la lectura, el término «bailarín» engloba a las personas de ambos sexos. Es verdad que más de dos tercios de los bailarines son mujeres, y que podría haber elegido «bailarina» como sinónimo para abarcar ambos sexos. Sin embargo, de esta manera habría reforzado aún más el prejuicio, aún extendido, de que la danza es algo que interesa sobre todo a la mujer. Y este no es, desde luego, el objetivo de esta obra.
  • 38. 1. Base corporal adecuada para la danza
  • 39. Todo tiene su nombre: nomenclatura anatómica del movimiento No resulta sencillo describir de forma clara y concisa los movimientos de la danza. A menudo, las regiones corporales se mueven de forma totalmente independiente en los diferentes planos del espacio; la mayoría de las veces intervienen varias articulaciones. Para que los movimientos se produzcan, se precisa una sistemática exacta, con una posición de partida definida con claridad y con consideración aislada de los movimientos de cada articulación. Justamente esto es lo que ofrece la nomenclatura anatómica de la locomoción que se aplica en medicina. Con independencia de su orientación espacial, esta nomenclatura describe con exactitud las posiciones y movimientos corporales, lo que repercute en beneficio de los bailarines. Los pasos de danza están perfectamente delimitados, al menos, dentro de los estilos de baile estandarizados y se denominan con términos en general precisos aunque, cuando se trata de describir los movimientos, incluso los más exigentes, es fácil observar discrepancias y malos entendidos. La nomenclatura anatómica, con una sistemática clarividente, ofrece una buena base para exponer y analizar los movimientos de la danza, así como los límites de los diferentes estilos de baile.
  • 40. Postura neutra de partida para el movimiento La denominada posición neutra es el punto de partida para el movimiento y desde ella se describen los movimientos de las distintas articulaciones. La posición neutra consiste en mantener el cuerpo erguido con los pies paralelos y dirigidos hacia delante, los brazos colgando a los lados, los pulgares apuntando hacia fuera y los dedos de la mano extendidos. Desde esta postura, en principio poco natural, los movimientos correspondientes se producen en una misma dirección espacial, ya sea porque se mueven el hombro, el codo o la cadera: cuando se habla de flexión y extensión, las regiones corporales se desplazan siempre en el mismo plano, en este caso, en un plano dirigido de delante hacia atrás con relación al cuerpo.
  • 41.
  • 42. Fig. 1.1: Posición neutra del cuerpo, con indicación selectiva de algunos elementos topográficos de referencia.
  • 43. Ejes y planos corporales: la geometría del cuerpo humano El sistema de ejes y planos corporales facilita una descripción de la locomoción, desde los movimientos amplios en el espacio hasta la movilidad de las pequeñas articulaciones corporales. El cuerpo es recorrido por tres ejes, perpendiculares entre sí, que corresponden a las tres dimensiones del espacio: el eje sagital (del latín sagittum = flecha) discurre de delante hacia atrás; el eje horizontal, de un lado a otro, y el eje vertical, de arriba abajo.
  • 44.
  • 45. Fig. 1.2: Los tres ejes del movimiento, en este caso, de la cadera.
  • 46.
  • 47. Fig. 1.3: Los tres planos corporales.
  • 48.
  • 49. Fig. 1.4: Movimientos del tronco durante la danza que discurren de forma exacta en uno de los planos corporales: A. Plano sagital. B. Plano frontal. C. Plano horizontal. Los tres planos corporales son perpendiculares entre sí. El plano sagital se dirige a través del cuerpo, de delante hacia atrás; el frontal lo hace de un lado a otro, y el horizontal lo recorre en sentido transversal (v. fig. 1.3). Los movimientos pueden establecerse de manera exacta a lo largo de estos planos corporales o asociarse, combinando varios planos, como ocurre cuando se dirige la pierna de forma oblicua hacia delante en sentido diagonal. Los ejes y planos corporales hacen referencia siempre al cuerpo y no a su orientación espacial. Si se gira todo el cuerpo, o solo una parte del mismo, en el espacio, también lo hace el sistema de ejes y planos, con independencia de la nueva orientación espacial elegida. Un battement devant es un movimiento hacia delante de la pierna en el plano sagital, al margen de si el cuerpo se dirige hacia el plano frontal o se desplaza en sentido diagonal.
  • 50. Nomenclatura del movimiento Cuando se mueve una región corporal, esta acción tiene lugar alrededor de un eje claramente definido en el plano correspondiente. Así pues, el eje y el plano de movimiento están predeterminados, no así el sentido del mismo. Los movimientos alrededor de un eje se pueden ejecutar siempre en dos sentidos opuestos. Las rotaciones en torno al eje horizontal facilitan la flexión y la extensión. La rotación alrededor del eje sagital permite la abducción (separación de una región corporal respecto al centro del cuerpo) y la aducción (aproximación de una región corporal al centro del cuerpo). Los movimientos sobre el eje vertical se conocen como rotación externa y rotación interna. Cada articulación ejecuta, como mínimo, dos de estos seis movimientos básicos, en función de su estructura anatómica.
  • 51.
  • 52. Fig. 1.5: Movimientos de la cadera. A. Flexión y extensión: movimiento en el eje horizontal. B. Abducción y aducción: movimiento en el eje sagital. C. Rotación externa e interna: movimiento en el eje vertical. Tabla 1.1: Nomenclatura del movimiento Si se mueve alrededor de este ejeEl movimiento se llama Y ocurre en este plano Eje horizontal Flexión - extensión Sagital Eje sagital Abducción - aducción Aproximación frontal Eje vertical Rotación externa - rotación internaHorizontal
  • 53.
  • 54.
  • 55. Fig. 1.6: Movimientos de la mano: A. Pronación. B. Supinación. Movimientos del pie: C. Pronación. D. Supinación. La mano y el pie constituyen una excepción. En ellos, la rotación interna se denomina pronación: el dorso de la mano apunta hacia arriba (como cuando se coge un trozo de pan) o se levanta el borde exterior del pie. El movimiento antagónico es la rotación interna o supinación, en la que el dorso de la mano se dirige hacia abajo (como pidiendo limosna) o se levanta el borde interno del pie. El nombre exacto del sentido del movimiento no solo ayuda a describirlo, sino que también permite nombrar los músculos y grupos musculares correspondientes. Por eso, aquellos músculos que participan en la flexión de la cadera se denominan flexores de la cadera, y los que la extienden, son los extensores de la cadera. En suma, se trata de un sistema claro, cuya comprensión facilita la clasificación y denominación de los múltiples músculos.
  • 56. Orden corporal Sea cual sea la posición del cuerpo en el espacio, incluso si uno está tumbado, se levanta o se mantiene suspendido, la nomenclatura anatómica ayuda a describir las relaciones entre las regiones corporales o la localización exacta de una determinada estructura corporal. Se trata de una gran ayuda, si bien una afirmación como «esta articulación se sitúa encima de la rodilla» puede llevar a conclusiones diferentes y confusas, según la disposición y la postura del cuerpo en el espacio. De ahí que en anatomía se utilicen términos, a primera vista, extraños, si bien su definición nítida facilita una descripción de las estructuras corporales y de su ubicación, que no depende, en absoluto, de la posición real del cuerpo. Tabla 1.2: Indicaciones topográficas corporales: términos pares de significado antagónico (compárese con la fig. 1.1) anterior = delante posterior = detrás ventral = hacia el abdomen dorsal = hacia el dorso caudal = hacia la cola craneal = hacia la cabeza medial = hacia el centro lateral = hacia el lado proximal = cerca del centro distal = lejos del centro plantar = hacia la planta del pie palmar = hacia la palma de la mano
  • 57. Composición de los tejidos El ejercicio modifica el cuerpo. Todo bailarín lo sabe por experiencia propia. La estatura se modifica, ciertas regiones adelgazan y otras se fortalecen. El cuerpo reacciona ante la carga de la «danza» y se adapta a este ejercicio. Todo lo que desde fuera se reconoce como forma corporal se refleja en el interior del cuerpo en su estructura más simple, la célula. Su capacidad de división no atañe tan solo al crecimiento, sino que representa la base de la regeneración. De ahí que el cuerpo pueda sustituir las células ya usadas, dañadas o destruidas por otras nuevas. Al mismo tiempo, se adapta a la carga instantánea, aumentando el tamaño o el número de los diferentes tipos de células. De este modo, el cuerpo se acomoda al incremento de la demanda fisiológica. Esta adaptación se da en ambos sentidos. Si la carga disminuye, también lo harán el número y el tamaño de las correspondientes, células con lo que el cuerpo experimentará una contracción.
  • 58. La estructura, un principio inmanente Se denomina tejido a la agrupación de células con estructura y función similares. La estructura básica es siempre la misma, al margen del tipo de tejido: las células se disponen en una masa amorfa (del griego, sin forma) y homogénea, la sustancia fundamental; según el tipo de tejido, discurren fibras diferentes entre las células. El tipo de tejido está determinado por las células y sus propiedades dependen, en gran medida, de las fibras intercaladas. La sustancia fundamental se compone de un líquido espeso en el que se encuentran disueltas diversas sustancias. El agua, las proteínas, los azúcares, las hormonas y los electrólitos representan los principales componentes. Se distinguen tres tipos diferentes de fibras. Las fibras de colágeno están repartidas prácticamente por todo el cuerpo y apenas se distienden en su sentido longitudinal, por lo que proporcionan una elevada resistencia a la tracción. Las fibras elásticas, en cambio, se distienden sensiblemente. Pueden estirarse hasta el 150% de su longitud inicial pero, en cuanto la distensión cesa, retornan a la longitud de partida. Las fibras reticulares son las más finas del organismo. Desde el punto de vista microscópico, se trata de retículas o pequeñas redes que confieren la estabilidad fundamental básica a los tejidos.
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  • 60. Fig. 1.7: Estructura característica de un tejido, en este caso, conjuntivo.
  • 61. La diferencia entre los distintos tipos de tejido reside en los detalles Dentro del cuerpo humano se distinguen cuatro tipos básicos de tejido: el epitelial, el tejido conjuntivo y de sostén, el tejido muscular y el tejido nervioso. Todos ellos se diferencian por la naturaleza de las células del tejido, la estructura exacta de la sustancia fundamental y la cantidad y composición de las fibras correspondientes. El tejido epitelial reviste las superficies internas y externas del cuerpo. El prototipo de este tipo de tejido es la piel que, dependiendo del tamaño corporal, puede llegar a ocupar una superficie de hasta 2 m². Así pues, se trata del órgano más grande del cuerpo humano. Además de intervenir en la protección del cuerpo y la regulación del calor, participa también en la defensa inmunitaria, en la regulación del equilibrio hídrico a través del sudor y en el reconocimiento del entorno, por ejemplo de la presión y de la temperatura. Aparte de ello, representa un importante órgano para la comunicación. Sin darnos cuenta, cuando enrojecemos, palidecemos o se nos «eriza el vello», transmitimos mensajes importantes a nuestro entorno. El tejido conjuntivo y de sostén da soporte estructural al cuerpo. El tejido de sostén está formado por los huesos, los cartílagos y los tendones, y es una parte determinante del sistema locomotor del bailarín. Se describirá con detalle en la página 25 y siguientes. El tejido conjuntivo está repartido por todo el cuerpo. Se extiende alrededor los órganos, vasos y nervios y entre ellos. Dependiendo de la consistencia, cantidad y disposición de las fibras dispersas entre las células se distinguen el tejido conjuntivo colágeno y elástico duro, rico en fibras y generador de la forma, del
  • 62. tejido conjuntivo reticular, más laxo, blando y deslizante. Las funciones del tejido conjuntivo son múltiples, desde la protección y almohadillado del cuerpo hasta el transporte y la defensa inmunitaria, pasando por el almacenamiento de agua y nutrientes. Tiene un metabolismo lento, pues el transporte de los productos metabólicos intermedios o finales se produce generalmente despacio. Por eso, en ocasiones se hace referencia al tejido conjuntivo como localización en la que se acumulan los residuos. Debido a esa acumulación de productos de desecho, se prolonga aún más su período de regeneración, ya de por sí largo. El tejido graso es un tipo especial de tejido conjuntivo que almacena grasa dentro de las células adiposas especializadas. Estas células especiales de depósito disponen de paredes finas y elásticas que se distienden notablemente. Por eso, adaptan su capacidad de almacenamiento a la demanda. En este contexto conviene diferenciar la grasa estructural de la grasa de depósito. La primera cumple misiones esenciales en muchos lugares del cuerpo: debajo del talón actúa como «cojinete» de almohadillado y amortiguamiento de los impactos que percibe el pie; la grasa estructural de los riñones protege a los riñones en su posición, así como frente a las vibraciones y golpes. La grasa de depósito se localiza sobre todo bajo la piel, actuando como reserva energética y participando en la regulación del calor. Contiene abundantes vasos sanguíneos y se renueva sin cesar. La grasa estructura, por el contrario, solo se consume tras estados prolongados de ayuno. Por ejemplo, la grasa estructural de los riñones se descompone de forma parcial en los trastornos de la alimentación, uno de los problemas que, por desgracia, afectan con frecuencia a los bailarines (v. capítulo 9, pág. 205 y siguientes). Es un trastorno con secuelas permanentes pues, una vez que se degrada la grasa estructural, casi nunca puede recuperarse aunque se mantenga una alimentación óptima. Los tejidos muscular y nervioso son esenciales para la ejecución y control de los movimientos y se describen de forma pormenorizada en las páginas 29 y siguientes.
  • 63. Regeneración y captación o transformación permanente de los tejidos Todos los tejidos corporales se renuevan de forma continua: las células y las fibras degradadas se destruyen, se crean otros elementos nuevos y el tejido revive. Este proceso de renovación sigue un ritmo propio en cada tejido. Así como la célula muscular se regenera con rapidez, en cuestión de días, los ligamentos, tendones o cartílagos tardan mucho más; su ciclo de renovación es de meses o años. Cuanto más veloz es la capacidad regeneradora de un tejido, con más rapidez se adapta a la carga. La «adaptación biológica» es lo que en el deporte y la danza se conoce como «capacidad de entrenamiento». Los diferentes tejidos reaccionan de forma muy distinta a los efectos del entrenamiento; su capacidad de adaptación puede variar desde unas horas hasta incluso años. Mientras los músculos se entrenan con bastante rapidez, el crecimiento del tejido conjuntivo y de sostén, de los huesos, de los tendones y de los ligamentos se extiende considerablemente más en el tiempo.
  • 64.
  • 65. Fig. 1.8: Adaptación variable de los tejidos a la carga física.
  • 66. Sistema esquelético: huesos, cartílagos y articulaciones El esqueleto humano está formado por más de 200 huesos. Da sostén al cuerpo y protección a los órganos y ofrece puntos para la inserción de músculos, tendones y ligamentos. La movilidad de todo el cuerpo depende, de modo determinante, de las articulaciones esqueléticas. El esqueleto otorga forma y estabilidad al cuerpo pero, por sí mismo, es bastante liviano. El peso total de los huesos representa solo del 15 al 20% del peso corporal.
  • 67. Huesos Los huesos se caracterizan en general por presentar un diámetro grande y por su resistencia a la tracción, así como por su elasticidad, a menudo o pasada por alto, y su resistencia a las fracturas. Además de sus funciones de apoyo, protección y movilidad, los huesos facilitan también la regeneración de las células de la sangre y el almacenamiento de minerales esenciales para el cuerpo. Su peso relativamente ligero se debe a su singular estructura tisular. El tejido óseo y la vida del hueso Las células (osteocitos) y la sustancia fundamental de los huesos componen el tejido óseo. El 10% de la sustancia fundamental del hueso es agua y el 20% es materia orgánica, constituida entre otras cosas por proteínas y fibras de colágeno. Estas fibras de colágeno son responsables de la elasticidad de los huesos y de su resistencia a las fuerzas de tracción. El 70% de la sustancia fundamental consta de sustancias inorgánicas, minerales, que se depositan en el tejido; esta particularidad no se da solo en el tejido óseo. El calcio cumple una función muy especial: las sales de calcio almacenadas en los huesos representan dos tercios del peso del hueso y otorgan al tejido óseo notables estabilidad y consistencia. Las células de los huesos reciben nutrientes y oxígeno de un sistema propio de vasos sanguíneos. El metabolismo funcional es imprescindible para el hueso, pero está constantemente transformándose. Cada semana se renueva del 5 al 7% de la masa ósea, por lo que cada cinco meses todo el tejido óseo ha cambiado por completo. El hueso, a pesar de su estabilidad y dureza, es un tejido vivo, cuya destrucción y nueva formación se encuentran en equilibrio en una persona sana. La transformación no solo permite la renovación de la sustancia ósea, sino
  • 68. también la adaptación de la estructura ósea a la carga. Si dicha carga aumenta, el hueso adquiere una estructura y un espesor mayores, mientras que si disminuye, el hueso tiende a reducirse. Así pues, la carga moldea el hueso y la función determina la forma.
  • 69.
  • 70. Fig. 1.9: La función determina la forma: si se gira un hueso cuadrado durante mucho tiempo, sus ángulos y vértices se destruyen y redondean. Uno de los ejemplos más llamativos es el engrosamiento frecuente del segundo metatarsiano de los bailarines. La línea de gravedad en la media punta o la punta discurre entre el primer y el segundo metatarsiano. El cuerpo se acomoda a esta elevada carga, acumulando más tejido óseo allí donde se necesita, por lo que el metatarsiano se vuelve más grueso (v. capítulo 6, pág. 139 y siguientes). El hueso «estándar»: estructura del hueso tubular La estructura ósea se puede explicar bien analizando la del hueso tubular: el fémur constituye un ejemplo característico de este tipo de huesos. El eje longitudinal largo, o diáfisis, consta de una corteza cilíndrica (cortical) de material denso, el hueso compacto. En el interior existe una cavidad. Esta estructura ofrece dos ventajas simultáneas, una mayor elasticidad y el aligeramiento el peso del propio hueso. La cavidad o médula está llena de médula ósea. Los dos extremos del hueso, las epífisis, están revestidos por una capa de cartílago. En su interior se aprecia un armazón esponjoso de finas trabéculas óseas, el hueso esponjoso o trabecular (esponjosa). Se trata de una estructura muy liviana que ahorra peso. La esponjosa resulta vital para la carga del hueso. Las trabéculas óseas se disponen a lo largo de las líneas principales de carga del hueso, acomodándose así a esta. Conforman un armazón resistente a la carga estática y dinámica, el denominado sistema trabecular (v. capítulo 4, pág. 92).
  • 71.
  • 72. Fig. 1.10: Esquema de la estructura de un hueso tubular. El periostio (lo que podría considerase la «piel del hueso»), una especie de membrana elástica y fibrosa, configura la cara externa del hueso. Es atravesado por numerosos vasos sanguíneos y es responsable de la nutrición y regeneración del hueso. Si se elimina el periostio, el hueso se destruye. Esta capa, dotada de una densa red nerviosa, protege de manera esencial al hueso. Una carga poco usual o excesiva puede inflamar el periostio; el dolor asociado constituye un aviso para evitar la sobrecarga. En algunos lugares, por ejemplo, cuando queda situado justo debajo de la piel, el periostio se encuentra prácticamente desprotegido. Estas son regiones muy sensibles al dolor: la mayoría de las personas han percibido el dolor que se siente al recibir una patada en la espinilla.
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  • 74. Fig. 1.11: Sistema de trabéculas de la extremidad ósea: las trabéculas se disponen a lo largo de las líneas de carga principales. Dentro de la cavidad medular y en los espacios de la esponjosa se encuentra la médula ósea. Aparte de rellenar los huecos, la misión fundamental de la médula es la producción de glóbulos rojos.
  • 75. Cartílago El cartílago se caracteriza por una elevada elasticidad bajo presión, por su resistencia a las fuerzas de cizallamiento y de tracción y por su capacidad para amortiguar los golpes. Tejido cartilaginoso El tejido cartilaginoso se compone de células cartilaginosas y de una sustancia fundamental con abundante agua y proteínas. Carece de nervios y de vasos sanguíneos. Por ello se nutre solo por difusión, es decir, por la absorción directa de los nutrientes a partir de los tejidos vecinos o del líquido articular. Esto explica el metabolismo lento del cartílago y, en consecuencia, su reducida capacidad de regeneración. En un modelo ideal, el intercambio de líquidos ocurre por la alternancia entre la carga y la descarga de la articulación, lo cual facilita la nutrición del tejido cartilaginoso. Cuando una articulación permanece en reposo prolongado, pero también durante la sobrecarga, la nutrición del cartílago disminuye; de ahí que el daño cartilaginoso constituya una secuela de este tipo de procesos. Se considera que el valor crítico del «grosor del cartílago» es de 3 mm. Las capas más gruesas de cartílago se nutren peor. Como el cartílago del menisco de la rodilla tiene un espesor de hasta 6 mm, resulta fácil entender que se irrite con frecuencia (v. capítulo 5, pág. 125). El contenido de agua del tejido cartilaginoso se reduce a lo largo de la vida, y la elasticidad y la resistencia a las fuerzas de cizallamiento y tracción remiten gradualmente, por lo que el cartílago resulta cada vez más vulnerable a la lesión. Tipos de cartílago
  • 76. El tipo de cartílago depende de la composición exacta de la sustancia fundamental y de la naturaleza de las fibras de depósito. La sustancia fundamental del cartílago hialino es recorrida por numerosas fibras de colágeno; la totalidad de ellas crea una masa amorfa y acuosa que proporciona al cartílago una elevada elasticidad bajo presión. El cartílago hialino está presente allí donde se generan grandes cargas de presión, por ejemplo en la mayoría de las superficies articulares, a las que reviste y dota de un color blanco brillante. Una de las propiedades especiales del cartílago es su ingente capacidad de adaptación. Las cargas breves determinan un aumento rápido del espesor del cartílago hialino: durante un tiempo limitado, se acumula más líquido, en la sustancia fundamental. Esta inflamación pasajera del cartílago, motivada por la carga, incrementa la resistencia a las fuerzas de presión y cizallamiento, propiedad que se aprovecha durante el calentamiento selectivo (v. capítulo 12, pág. 241 y siguientes). La carga prolongada da lugar a un engrosamiento paulatino del cartílago; las células cartilaginosas aumentan de tamaño y de número y se acelera su metabolismo, mecanismos todos ellos que elevan la capacidad de resistencia del cartílago hialino. Por desgracia, la capacidad de regeneración del cartílago hialino tras una lesión es mínima. Las células cartilaginosas dañadas y el aparato fibroso destruido ya nunca vuelven a recuperar su funcionalidad original. En el lugar del cartílago hialino aparece un cartílago fibroso. Este puede rellenar, en apariencia, la superficie de la capa cartilaginosa, pero su elasticidad es menor, con lo cual la capacidad de carga de la zona cartilaginosa reparada se reduce. El cartílago fibroso opone gran resistencia a las fuerzas de cizallamiento. La sustancia fundamental se compone, sobre todo, de fibras de colágeno paralelas, cuyo número varía en función de la carga. Este cartílago crea, por ejemplo, el anillo fibroso del disco intervertebral (v. capítulo 2, pág. 43 y siguientes) o los meniscos de la rodilla, o bien permite la regeneración del cartílago hialino dañado.
  • 77. El cartílago elástico es muy flexible y su sustancia fundamental la componen fibras elásticas en forma de red. El pabellón auricular, un prototipo del cartílago elástico, se dobla, sin producir dolor, en todas las direcciones.
  • 78. Articulaciones La unión entre los huesos se denomina articulación. Las articulaciones cumplen dos funciones: unir los diferentes huesos del esqueleto y, al mismo tiempo, facilitar su movilidad. La unión puede ser firme (articulación «falsa») o laxa (articulación «verdadera»). Las uniones firmes entre los huesos se dan, por ejemplo, en la zona cartilaginosa de la cara anterior del esternón, entre las costillas y el esternón, entre los huesos o en la sínfisis entre los dos huesos del pubis. Esta última favorece el movimiento recíproco de las dos caderas en la pelvis, pero no es capaz de efectuar ningún movimiento activo (v. capítulo 3, pág. 73 y siguientes). Cuando se habla de las articulaciones, se hace referencia casi siempre a las «verdaderas», es decir, a las dotadas de movimiento activo. Estructura de la articulación e importancia del movimiento Las articulaciones se componen, en esencia, de los extremos óseos, la cápsula articular y la cavidad articular, con el correspondiente espacio articular. Los extremos de los huesos que componen la articulación están tapizados por cartílago hialino. La superficie cartilaginosa lisa de los huesos que se articular reduce la fricción y amortigua los golpes. Cada articulación se compone, como mínimo, de dos elementos; según su forma también se denominan acetábulo (superficie cóncava) y cabeza (superficie esférica). Cuando se aprecian grandes irregularidades entre las superficies de la articulación, estas se corrigen con la adición de discos cartilaginosos, como los meniscos de la rodilla (v. capítulo 5, pág. 118).
  • 79.
  • 80. Fig. 1.12: Estructura de una articulación «verdadera». La cápsula articular rodea, a modo de funda, toda la articulación y se compone de dos capas: una interna, atravesada por numerosos vasos sanguíneos, y otra externa más gruesa y estable. El tamaño y el grosor de la cápsula articular varían sensiblemente e una articulación a otra. Si prevalece la estabilidad, la cápsula articular es relativamente estrecha y se refuerza con numerosos ligamentos. Por el contrario, si predomina la movilidad articular, la cápsula es ancha y laxa. La cavidad cerrada, delimitada por la cápsula articular, se conoce como cavidad articular. Está llena de un «lubricante» (líquido sinovial), un líquido, con una consistencia parecida a la clara de huevo líquida. Este líquido se forma en la capa interna de la cápsula articular. El lubricante de la articulación nutre el cartílago articular, lubrica las superficies y amortigua los golpes. Dependiendo de la temperatura y de la velocidad del movimiento, la consistencia del líquido articular varía. El frío y el movimiento lento aumentan su viscosidad y hacen que el lubricante se espese. Las temperaturas altas (p. ej., las que se alcanzan después del calentamiento) y los movimientos rápidos disminuyen su resistencia. Los ligamentos dan indicaciones claras a las articulaciones Los ligamentos se componen de tejido conjuntivo rígido. Su elevada resistencia obedece a la gran cantidad de fibras de colágeno paralelas que presentan, pero su distensibilidad es muy baja, de apenas un 5%. La mayoría de los ligamentos se extienden de un hueso a otro, pero existen también ligamentos que penetran en los músculos, aumentando su elasticidad. Los ligamentos permiten una restricción pasiva de la movilidad articular y ofrecen indicaciones claras del sentido del movimiento.
  • 81. Tabla 1.3: El grado de movilidad articular depende decisivamente de tres factores: Forma y tamaño de los elementos óseos de la articulaciónGuía ósea Disposición y fuerza de los ligamentos articulares Guía ligamentosa Disposición y número de los músculos articulares Guía muscular
  • 82. Los ligamentos situados en la profundidad de la articulación se diferencian de los incluidos dentro de la cápsula, a la que refuerzan, y de aquellos que traccionan desde fuera de la cápsula articular. Los ligamentos contienen numerosos receptores, cuya función es transmitir de inmediato las variaciones fundamentales de las propiedades ligamentosas al centro de control del sistema nervioso. De esta manera, se detectan con precisión la velocidad, el movimiento y la posición de la articulación, así como la distensión o, eventualmente, el dolor. La retroalimentación permanente de la situación articular momentánea, a través de los receptores ligamentosos, hace que el cuerpo ajuste con rapidez y precisión la reacción diferencial a cada nueva situación articular. Este ajuste es imprescindible para la coordinación y el equilibrio. No debe extrañar, por tanto, que, después de una lesión ligamentosa, el equilibrio corporal se vea alterado de forma sustancial. Transformar la carga de la presión articular en carga de tracción de los ligamentos es una de las principales funciones del aparato ligamentoso. En vez de comprimir la articulación, el aparato ligamentoso se tensa en la fase de carga, gracias al ajuste de la articulación. Así se descarga la articulación y se ejercitan, al mismo tiempo, los ligamentos (v. p. ej., capítulo 4, pág. 93 y siguientes). Cuando se tensa un ligamento, su estructura interna se orienta siguiendo el sentido principal de tracción: todas las fibras están orientadas en el mismo sentido. En ausencia de esta indicación del sentido de la carga, las fibras del ligamento se organizan de modo más aleatorio; esta disposición fibrosa desordenada debilita el ligamento. La alternancia constante entre tensión y relajación, carga y descarga, activa el metabolismo del ligamento e incrementa, a largo plazo, su capacidad de carga. Ruidos articulares: ¿son inocuos o preocupantes? El crujido de las articulaciones, sea en la columna vertebral o al estirar los dedos de la mano no tiene una causa que se haya podido precisar hasta la fecha. La
  • 83. teoría por el momento vigente se basa en la probable existencia de una baja presión dentro del espacio articular. Los gases se disuelven en el líquido articular. Ciertos movimientos crean así burbujas de vapor de aire dentro del complejo articular. Si estas burbujas estallan, se escucha el crujido característico. El crujido puede repetirse solo si se vuelve a disolver el gas dentro del lubricante articular. Escuchar un ruido de la articulación con el movimiento no es excesivamente inquietante. Sin embargo, el «enderezamiento» frecuente de las articulaciones mediante manipulación, sea por la propia persona o realizada por otra, puede causar una sobredistensión de los ligamentos articulares e hipermovilidad local. Todo ello favorece la posibilidad de que se registren ruidos articulares. Es reseñable el hecho de que el crujido reiterado de los dedos de la mano inflama levemente los pequeños huesos que los forman y causar una llamativa debilidad en las manos. De ello se deduce que, tanto para estas como para otras articulaciones, la costumbre de producir crujidos en las articulaciones no es, pues, aconsejable.
  • 84. La musculatura, el motor del movimiento Cuando reímos, hablamos, tragamos, digerimos, respiramos o bailamos, la mayoría de nuestros movimientos se deben a la contracción y acortamiento de las células musculares. La orden de trabajo llega a los músculos a través de los nervios. El sistema nervioso es el auténtico director del movimiento; los músculos solo ejecutan la acción. El tejido muscular está formado por millones de células. Según la estructura y la función se distinguen tres tipos de músculos: el músculo liso, el músculo cardíaco y el músculo esquelético. La musculatura lisa también se conoce como musculatura involuntaria. Al microscopio se aprecia una densa red de células musculares, de distinto tamaño y orientación. La musculatura lisa se encuentra, por ejemplo, en los ojos, los vasos sanguíneos o todo el aparato digestivo, pero también en los pequeños músculos de las raíces del pelo, lo que hace que los folículos pilosos se contraigan y aparezca lo que se conoce como piel de gallina. La musculatura lisa de los órganos es controlada por el sistema nervioso vegetativo y por las hormonas y sometida, de esta manera, al subconsciente. La musculatura cardíaca se encuentra, como su propio nombre indica, en el corazón. Ocupa una posición diferenciada de la musculatura esquelética y la lisa. Por un lado, las células musculares disponen de la estriación característica de la musculatura esquelética y, por otro, al igual que la musculatura lisa, están controladas por el sistema nervioso vegetativo. La musculatura del corazón posee una función especializada gracias a sus células marcapasos: es capaz de contraerse por sí sola, sin ninguna orden nerviosa. Cuando se habla de músculos, se suele hacer referencia a la musculatura esquelética, también llamada estriada. Estos músculos se insertan en los huesos y
  • 85. regulan el movimiento del esqueleto. Como este trabajo muscular es modulado de forma consciente y deliberada, a esta musculatura también se la conoce como musculatura voluntaria. Su observación al microscopio revela las estrías características de las fibras musculares. La musculatura esquelética se compone de unos 400 músculos, de diferente tamaño y forma, que van desde los músculos más finos de los dedos de la mano hasta los grandes músculos de la espalda. Todos los músculos pesan, en conjunto, más que todo el armazón óseo. Así, el 40% del peso corporal de los bailarines se debe a la musculatura esquelética y tan solo el 15% al propio esqueleto. Dada su importancia para el movimiento y la danza, a continuación se describirán con más detalle la estructura y la función de la musculatura esquelética.
  • 86. Estructura El músculo mueve el hueso Los músculos esqueléticos se componen de células musculares largas y delgadas. Estas células contienen millares de núcleos y pueden alcanzar una longitud de hasta 40 centímetros; por ello se denominan también fibras musculares. Varias fibras musculares componen un fascículo muscular; varios fascículos musculares se unen formando un vientre muscular. De forma característica, los vientres musculares terminan en tendones o láminas tendinosas que los unen al hueso. El diámetro del vientre muscular, la arquitectura y composición detallada de sus fibras, la relación entre el vientre muscular y el tendón y los lugares exactos de inserción en el hueso o en el tejido conjuntivo determinan, en gran medida, la eficacia y la fuerza del músculo. Perspectiva detallada de la fibra muscular La fibra muscular es la unidad anatómica fundamental del músculo. A través de ella discurren, en sentido longitudinal y paralelo, fibras de proteína llamadas miofibrillas. La subunidad elemental de estas miofibrillas es el sarcómero o «unidad contráctil» de las fibras musculares. En una fibra muscular se disponen sucesivamente, en hilera, varios miles de sarcómeros. Cada sarcómero está delimitado, a ambos lados, por los llamados discos Z; entre ellos se encuentran cadenas de proteínas, los miofilamentos, conocidos también como cadenas de actina y miosina. La delgada actina está adherida directamente a los discos Z, mientras que la miosina, más gruesa, se extiende entre ellos. La alternancia entre estos filamentos de actina y miosina otorga la estriación característica del
  • 87. músculo esquelético que se ve al microscopio.
  • 88.
  • 89. Fig. 1.13: Estructura de un músculo.
  • 90.
  • 91. Fig. 1.14: De la fibra muscular al sarcómero, la «unidad contráctil» del músculo. El sistema nervioso da la orden de contracción a la fibra muscular. Cada célula nerviosa se encarga de un número variable de fibras musculares, en función del músculo del que se trate. Las células nerviosas y las fibras musculares inervadas conforman en conjunto la denominada unidad motora. El número de fibras musculares contenidas en una unidad motora varía desde menos de diez fibras, en la musculatura ocular, hasta algunos millares en el cuádriceps del muslo. Cuanto mayor es la unidad motora, más fuerza genera el músculo, y cuanto menor es su tamaño, más preciso resulta el control del movimiento. La fuerza de contracción muscular está dosificada por el número de unidades motoras activadas. A medida que el músculo se tensa, participan más unidades motoras en la contracción. Tendones: la comunicación con el hueso La mayoría de los músculos se insertan, a través de tendones, en los huesos. La función de los tendones es transmitir la fuerza de tracción generada por el vientre muscular contraído al hueso. Para ello se precisa poca elasticidad y mucha resistencia a la tracción. El tendón cuenta con una estructura perfectamente adaptada para satisfacer ambos requisitos. Se compone de fibras de colágeno dispuestas de forma paralela, que muestran una ligera ondulación en estado de reposo. El tendón se afianza en el hueso a través de una zona cartilaginosa, que aporta una transición armónica entre la gran elasticidad del complejo musculotendinoso y la elasticidad, claramente menor, del hueso. La elasticidad de los tendones, con una distensibilidad máxima del 4%, es menor que la del músculo, que puede distenderse, en casos extremos, hasta en un 50%. Con el envejecimiento se reduce la resistencia de los tendones. El depósito de grasa y el descenso en el número de células tendinosas reducen su capacidad regenerativa y también su capacidad de carga.
  • 92. A menudo existen elementos especiales de protección de los tendones, tales como huesos sesamoideos, bolsas tendinosas o vainas tendinosas, en las localizaciones en las que los tendones están expuestos a una alta carga mecánica. Los huesos sesamoideos refuerzan los tendones y mejoran la mecánica de tracción muscular. La rótula es el hueso sesamoideo más grande del ser humano. Las bolsas tendinosas (o simplemente, bolsas) son pequeños sacos llenos de líquido situados allí donde los músculos y tendones se deslizan sobre prominencias óseas y podrían sufrir daño. Estas bolsas absorben, a modo de almohadillas de líquido la presión sobre los tendones, impidiendo su desgaste. El número de bolsas tendinosas es mayor en la rodilla. Es esa localización hay varias, una de las cuales está situada justo debajo de la rótula y reduce notablemente la presión que sufre el ligamento rotuliano al arrodillarse. Las vainas tendinosas se encargan de garantizar el deslizamiento de los tendones en los lugares de tránsito prolongado y directo sobre los huesos, o de entrecruzamiento entre ellos. Estas vainas de tejido conjuntivo rígido rodean los tendones y facilitan un deslizamiento en su interior casi sin fricciones, en su interior. Actúan también como «polea» de guía para el músculo, debido a su firme inserción en los tejidos vecinos. Así, la vaina tendinosa del flexor largo del dedo gordo rodea por su parte posterior el maléolo interno del pie y fija el músculo y su tendón trazando un arco (v. capítulo 6, pág. 145 y siguientes). La fascia muscular confiere protección y movilidad Cada músculo esquelético está rodeado por una capa de tejido conjuntivo
  • 93. llamada fascia. Esta no solo envuelve todo el vientre muscular, sino que se prolonga a través del tejido tendinoso hasta el hueso. Además, aporta al músculo vasos sanguíneos y nervios. La fascia da al vientre muscular su forma característica; su elasticidad resulta esencial para la distensibilidad del músculo. Actúa como capa de deslizamiento entre los diferentes músculos, entre el músculo y el hueso o entre el músculo y un órgano próximo. La movilidad ilimitada de las fascias entre sí es la base de un buen movimiento. Las fascias de los diferentes músculos se comunican entre ellas formando una cadena. Estas cadenas fasciales son uno de los prototipos de las numerosas comunicaciones estructurales y funcionales que se establecen en todo el cuerpo.
  • 94. Función Contracción del músculo y movimientos menores Cuando el músculo se contrae, se acortan los sarcómeros del interior de las fibras musculares. Sin embargo, la longitud de cada cadena de proteínas permanece invariable. El acortamiento del sarcómero se debe al deslizamiento de las cadenas de actina y miosina unas sobre otras, por aproximación de los discos Z. Cuando una fibra muscular recibe la orden de contraerse, lo primero que hace es liberar calcio. El calcio genera toda una cascada de reacciones y, finalmente, la delgada cadena de actina se introduce entre la miosina más gruesa. Los discos Z se aproximan y el sarcómero se acorta. Aunque el acortamiento de cada sarcómero sea de tan solo unos micrómetros, la existencia de varios miles de sarcómeros consecutivos determina una clara modificación de la longitud del músculo. El músculo se contrae y se acorta. El calcio es uno de los principales responsables de ello.
  • 95.
  • 96. Fig. 1.15: Contracción de un músculo. Las cadenas de actina y miosina se deslizan unas sobre otras y el sarcómero se acorta. Tipos de trabajo muscular: formas de desarrollo del movimiento Cada sarcómero y, en consecuencia, el músculo en su conjunto, se acortan hasta aproximadamente la mitad de su longitud durante la contracción. Cuantas más unidades motoras del músculo participen de la contracción, más se percibe la tensión muscular, incluso si la persona está desentrenada. Más difícil resulta, en cambio, percibir una tensión menor del músculo, una tensión elemental, que sustenta la postura y la estabilidad, pero que no limita la movilidad. Precisamente en la danza suele exigirse esta tensión elemental fina a la musculatura. Las contracciones del músculo repercuten de forma muy diferente sobre la tensión y la longitud musculares. Contracción dinámica: si la longitud del músculo cambia, se habla de contracción dinámica. En este contexto, el acortamiento del músculo se conoce como contracción concéntrica y su alargamiento como contracción excéntrica. • Durante una contracción concéntrica, el músculo se acorta; los dos extremos musculares se aproximan y acercan a los puntos de inserción muscular del hueso. Ejemplo: la contracción concéntrica del músculo cuádriceps del muslo acorta el músculo, estirando la rodilla.
  • 97. • En cambio, en la contracción excéntrica el músculo se alarga; los lugares de inserción muscular en el hueso se separan y el músculo frena el movimiento. Un ejemplo de ello lo constituye la contracción excéntrica del músculo cuádriceps del muslo al bajar escaleras. El músculo frena la flexión de la rodilla y, al mismo tiempo, se alarga. Contracción estática: si la longitud no varía y solo cambia la tensión muscular, se habla de contracción estática o isométrica. • Durante una contracción estática o isométrica, el músculo se tensa, sin que se reconozca ningún movimiento desde fuera. Como ejemplo puede citarse la contracción isométrica de la musculatura inferior del dorso cuando se mantiene la espalda recta. El músculo en movimiento Los lugares, en los que se afianza el músculo en el hueso, se designan, en general, como origen e inserción. El origen suele estar cerca del centro del cuerpo (proximal) y la inserción, se sitúa en la localización más alejada (distal). Las respectivas denominaciones funcionales corresponden al punto fijo y el punto móvil. El punto fijo suele equivaler al origen, y el móvil, a la inserción. Esta es una clasificación esquemática que varía según el movimiento. El ejemplo de la musculatura femoral posterior lo aclara: si se dobla la rodilla de la pierna libre, trabajan los músculos de la cara posterior del muslo. Estos tiran de la pierna hacia atrás y doblan así la rodilla. La pelvis, en este caso, es el origen del movimiento y, al mismo tiempo, el punto fijo de la musculatura, mientras que la inserción y, a la vez, el punto móvil, se sitúan en la rodilla. Lo contrario sucede en el plié: aquí también se dobla la rodilla, pero el muslo se acerca a la pierna y la pelvis tracciona hacia atrás. El punto fijo es ahora la inserción en la pierna y el
  • 98. punto móvil corresponde a la pelvis. El movimiento en su conjunto Es raro que un músculo se contraiga de forma aislada. En general, los músculos trabajan en grupo o de manera consecutiva. El movimiento se compone de cadenas musculares integrales. Cuando los músculos cooperan entre sí, cumplen diversas funciones según el movimiento: así, pueden actuar como agonistas, antagonistas, sinérgicos o estabilizadores. A continuación se comentan estos conceptos, tomando como modelo el estiramiento paralelo y posterior de la pierna: • El agonista es un músculo o grupo muscular que ejecuta claramente el movimiento deseado. En el ejemplo citado, el agonista es la musculatura posterior del muslo (isquiotibiales). • El antagonista es un músculo o grupo muscular que se opone al movimiento deseado y coordina, frena o incluso llega a impedir dicho acto. En nuestro ejemplo, los agonistas son los flexores de la cadera y el músculo recto femoral. • Se denomina sinèrgico al músculo o grupo muscular que da apoyo a los agonistas durante el movimiento. En el ejemplo señalado, el músculo glúteo mayor actúa como sinérgico. • El estabilizador es un músculo o grupo muscular que se contrae de forma
  • 99. isométrica para estabilizar una región corporal frente a las fuerzas de tracción de otros músculos o frente a la gravedad. En el caso señalado, el estabilizador es el músculo recto del abdomen, que se opone a la inclinación de la pelvis hacia delante. De esta manera, estabiliza la pelvis, como punto fijo para la acción de la musculatura posterior del muslo. Algunos músculos actúan como guía, al margen de su función dentro de la cadena muscular. Se trata, en general, de aquello cuya misión se centra menos en la ejecución de la fuerza y la estabilización y más en la orientación del movimiento y la coordinación fina. La mayoría de ellos se extienden, en sentido longitudinal y en una delgada capa, sobre varias articulaciones para ofrecer indicaciones diferenciadas y altamente coordinadas del sentido del movimiento. Estos músculos son responsables de la calidad del movimiento. El músculo sartorio del muslo constituye un prototipo de músculo guía. Largo y delgado, se extiende sobre la cadera y rodilla; genera poca fuerza, pero contribuye de manera decisiva a la coordinación: en la cadera flexiona y, al mismo tiempo, rota el muslo hacia fuera, mientras que, cuando se flexiona la rodilla, coordina la rotación interna de la pierna. De este modo fija el muslo a la parte inferior de la pierna y genera una unión tridimensional perfecta de la pierna (v. capítulo 5, pág. 119 y siguientes).
  • 100.
  • 101. Fig. 1.16: Trabajo muscular para levantar la pierna de forma paralela y extendida hacia atrás.
  • 102. Tipos de fibras musculares Simplificando mucho, cabe distinguir dos grandes tipos de fibras musculares: Fibra de tipo I: fibra roja, delgada y «lenta», también denominada fibra de contracción lenta. Este tipo de fibra se activa con un trabajo muscular de poca intensidad y larga duración. Fibra de tipo II: fibra blanca, gruesa y «rápida», también denominada fibra de contracción rápida. Se pone en marcha, sobre todo, con trabajo muscular rápido e intenso. Las fibras musculares lentas de tipo I se organizan en unidades motoras relativamente pequeñas y facilitan un buen control del movimiento y una mejor coordinación fina. Cuanto más lentamente se ejecuta un movimiento, más fibras de tipo I se reclutan. Por ello, se coordina mejor el movimiento y se realiza un ejercicio más exacto, lo que constituye una base sólida para el entrenamiento técnico. Las fibras musculares lentas de tipo I son un 30% más finas que las rápidas, lo que explica la constitución generalmente delgada de los deportistas de resistencia. Los bailarines con fibras musculares de tipo II suelen tener un aspecto musculado. Las unidades motoras de las fibras musculares de tipo II abarcan muchas fibras musculares; de ahí que el movimiento mediado por ellas sea, ciertamente, rápido y potente, pero no resulte tan fácil de coordinar.
  • 103. El porcentaje de los diferentes tipos de fibra en el músculo y en el conjunto del cuerpo es determinado por la genética. La inmensa mayoría de la población presenta una distribución similar de los tipos de fibra muscular, si bien se conocen casos singulares específicos en un sentido y en otro. En un velocista predominan las fibras rápidas de tipo II, y en un atleta maratoniano, prevalecen las fibras lentas de tipo I. Probablemente, la elección inconsciente del deporte y de los ejercicios favoritos de muchas personas dedicadas a la actividad física — bailarines incluidos— se explica por la distribución congénita de los tipos de fibra muscular. Así, a los bailarines de tipo I les resultan sencillos los movimientos lentos y sostenidos, mientras que los de tipo II prefieren la velocidad y la fuerza del salto. En la actualidad parece evidente que la distribución genética de las fibras musculares apenas se logra alterar con el entrenamiento, por intenso que este sea. Cierto es que, en ocasiones, se produce un cambio transitorio de fibras musculares rápidas a otras lentas. Sin embargo, en cuanto cesa el entrenamiento, la tendencia se invierte. Es imposible que las fibras lentas se transformen en rápidas con el entrenamiento. El envejecimiento natural reduce el número de fibras de tipo II y esa es la razón por la que se pierde velocidad con el paso del tiempo. Tabla 1.4: Diferentes tipos de fibra muscular Características Fibra muscular de tipo I Fibra muscular de tipo II Color rojo/oscuro blanco/claro Velocidad lenta rápida Fuerza pequeña grande Resistencia a la fatiga alta baja Eficiencia alta baja
  • 104. Sistema nervioso: el director del cuerpo Aprender los pasos de danza, comprender las correcciones y trasladarlas directamente a los movimientos, recordar las coreografías y exhibirse ante el público en el momento preciso con la máxima concentración son, todas ellas, exigencias cotidianas del bailarín o, más exactamente, de su sistema nervioso. El sistema nervioso, el auténtico director del cuerpo, es un auténtico milagro, del que hoy se tiene una copiosa información gracias a los estudios intensivos que sobre él se han realizado. Cumple múltiples funciones centradas, básicamente, en recibir la información, transmitirla, procesarla, almacenarla y emitirla. Comunica entre sí las distintas regiones corporales, media el contacto con el mundo exterior y coordina los procesos que se desarrollan en el interior del organismo. El sistema nervioso se clasifica con dos criterios diferentes: primero, según su localización corporal y, en segundo lugar, según su función. Desde el punto de vista anatómico, se diferencian el sistema nervioso central y el periférico: El sistema nervioso central (SNC) está integrado por el encéfalo y la médula espinal. Los huesos del cráneo y la columna vertebral lo protegen de las lesiones del exterior. El SNC, envuelto por unas membranas, llamadas meninges, es bañado por un líquido amortiguador, el líquido cefalorraquídeo. Este líquido nutre el cerebro y los nervios y protege, a modo de almohadilla, el SNC de su cubierta ósea dura. Por su parte, el sistema nervioso periférico se compone de numerosos nervios que recorren todo el cuerpo, transmitiendo los impulsos desde la periferia hacia el SNC (nervios sensitivos) o desde el SNC hacia la periferia (nervios motores). Las vías de conducción sensitiva (sensorial) se denominan también aferentes (del
  • 105. latín affere, que significa traer), y las motoras, eferentes (del latín effere, que significa llevar). Según la función, se distingue entre el sistema nervioso somático y el vegetativo (o autónomo). Los dos constan de un componente central y otro periférico. El sistema nervioso somático (del griego soma, que significa cuerpo) se ocupa, en su división motora, del control voluntario de la musculatura esquelética y, en su división sensitiva, de la percepción de los estímulos y de la información de la periferia corporal. Comunica a las personas con el entorno y se conoce también como sistema nervioso voluntario. El sistema nervioso vegetativo consta de dos divisiones, la simpática y la parasimpática. Ambas ejecutan una regulación inconsciente e involuntaria de los órganos internos y, de este modo, modulan numerosos procesos esenciales para la vida como, por ejemplo, la respiración, la digestión o la regulación de la presión arterial. Por eso, este sistema también se denomina sistema nervioso autónomo.
  • 106. Estructura SNC Las distintas partes del encéfalo (cerebro, cerebelo y tronco del encéfalo) conforman, junto con la médula espinal, el sistema nervioso central. El cerebro es la región mejor diferenciada del SNC. Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones se manifiestan en el cerebro, que se compone de dos hemisferios, conectados entre sí por el cuerpo calloso. La superficie de los hemisferios se denomina corteza cerebral y tiene un espesor de pocos milímetros. El aspecto característico del cerebro se debe a las múltiples circunvoluciones, cisuras y surcos que presenta. Gracias a estos repliegues aumenta la superficie de la corteza: se alcanza una superficie máxima con un volumen espacial mínimo lo que, ciertamente, es una solución inteligente. El cerebelo se encuentra d en la parte posterior del cerebro, por debajo de él, y es el órgano en el que se producen el aprendizaje y la automatización de los movimientos, su coordinación y su ajuste fino. En el tronco del encéfalo se encuentran los centros esenciales de regulación de la respiración y la circulación de la sangre; aquí también se asienta la sucesión de los ciclos de sueño y vigilia. A la altura del bulbo raquídeo, una de las zonas del tronco del encéfalo, existe un importante lugar de entrecruzamiento nervioso: el 90% de todas las fibras nerviosas motoras se cruzan, en su camino desde el encéfalo hasta la médula espinal, hacia el lado contrario, y solo el 10% se
  • 107. dirigen, sin cruzar, hacia la musculatura por el mismo lado. Este entrecruzamiento tiene importantes consecuencias: cuando se aprende, por ejemplo, un movimiento nuevo con la pierna derecha, lo aprende también la izquierda. Sin embargo, no lo hace con la misma precisión, sino de modo «aproximado».
  • 108.
  • 109. Fig. 1.17: Estructura del sistema nervioso central. La médula espinal es el principal conducto de transmisión del SNC. Por ella discurren millones de fibras nerviosas. Las prolongaciones de las células nerviosas del encéfalo atraviesan conjuntamente un gran agujero del hueso occipital y se dirigen por la médula espinal hasta la región lumbar de la columna. Allí, a la altura aproximada de la segunda vértebra lumbar, termina la médula. En su trayecto por el conducto raquídeo (óseo), los grandes cordones nerviosos se ramifican a modo de plexos para inervar el tronco, los miembros superiores y los miembros inferiores. Los nervios raquídeos (espinales) se introducen a través de pequeños orificios situados entre los distintos cuerpos vertebrales (v. capítulo 2, pág. 43). Durante su camino hacia la periferia van dividiéndose en ramos cada vez más pequeños, distribuyéndose por todas las regiones corporales. La célula nerviosa La unidad elemental funcional del sistema nervioso es la célula nerviosa (neurona). El conjunto del sistema nervioso está integrado por más de 100.000 millones de neuronas y cada neurona consta de un soma (cuerpo celular), del que parten múltiples prolongaciones. Las prolongaciones pequeñas y cortas (dendritas) recogen la información y conducen impulsos del exterior hacia el soma. Existe, además, una prolongación larga, el axón (neurita), que transmite la información del soma a las células vecinas o a los músculos y órganos próximos. Algunos de los axones están envueltos por células especiales que forman una vaina (de mielina) y se denominan mielínicos. Los axones mielínicos conducen los impulsos nerviosos a gran velocidad. Por ello es frecuente encontrarlos en los nervios motores. La velocidad de conducción alcanza hasta 120 m/s, lo que a nada menos que 432 km/h. Los axones amielínicos (desprovistos de vaina de mielina) transmiten los impulsos a una velocidad mucho menor y son los encargados, por ejemplo, de conducir el dolor. Una vaina de tejido conjuntivo
  • 110. envuelve varios axones. De forma análoga, el nervio se puede asimilar a un cable eléctrico. Dentro de la vaina de tejido conjuntivo discurren vasos sanguíneos que nutren el nervio.
  • 111.
  • 112. Fig. 1.18: Estructura de una neurona. Las neuronas del sistema nervioso están comunicadas por más de mil billones de sinapsis. Son uniones de contacto entre las células nerviosas en las que se transmiten los impulsos de una neurona a la siguiente. Dependiendo de la sustancia transmisora, el impulso se sigue transmitiendo o se detiene. Algunas células nerviosas contienen información de más de 20.000 sinapsis. Todas estas informaciones —sean estimuladoras o inhibidoras— son procesadas para, a continuación, transmitir la información correspondiente a la siguiente célula nerviosa.
  • 113. Función Procesamiento de la información: el sistema nervioso está en permanente movimiento Tanto si el profesor de baile da un toque de corrección en un movimiento como si una persona sujeta una taza de té caliente, los estímulos de la periferia son en ambos casos percibidos por los llamados receptores. Se trata de células nerviosas con una capacidad muy específica: la de transformar estímulos químicos o físicos en impulsos eléctricos. La temperatura, la presión o el dolor, al igual que también la posición de la articulación y el estado de distensión de la musculatura, son detectados por los receptores y conducidos, a modo de impulsos, a través de los nervios aferentes hasta el sistema nervioso central. Allí, todos los impulsos aferentes son interconectados, evaluados y procesados en centros específicos. Estos centros de asociación de la corteza cerebral tienen como misión conectar las informaciones que llegan con los recuerdos, valoraciones y emociones correspondientes. A partir de ellos, el cerebro elabora un programa de reacción adaptado a la situación instantánea. El resultado se retransmite —como un nuevo impulso— a través de las fibras nerviosas eferentes hacia la periferia y lo hace de forma selectiva, precisamente hacia los lugares que deben generar la reacción. La importancia de esta retroalimentación continua para el cuerpo queda demostrada por la división de las vías nerviosas. El 80% de los nervios son fibras nerviosas aferentes que conducen información desde la periferia hasta el sistema nervioso central. Tan solo el 20% son nervios eferentes que ejecutan las órdenes del cerebro y llevan los impulsos desde el sistema nervioso central a la periferia.
  • 114. Reflejos: el automatismo del sistema nervioso Los reflejos son respuestas automáticas e involuntarias a un estímulo nervioso. En el caso más sencillo, la elaboración del estímulo tiene lugar en la médula espinal: los nervios aferentes conducen dicho estímulo desde la periferia hasta la médula espinal, donde se produce un relevo directo hacia las fibras nerviosas eferentes que comunican inmediatamente la respuesta a la periferia. A los bailarines les afecta sobremanera el denominado reflejo propioceptivo (término derivado del latín propius, propio, de uno mismo, y recipere, percibir) Los receptores del sistema nervioso situados en los músculos, tendones y cápsulas articulares transmiten en todo momento la posición y la percepción en cada instante de todo el cuerpo. Cuando ocurre un cambio desfavorable de la postura —sin la participación del cerebro— se produce una reacción refleja. El reflejo de estiramiento muscular es muy importante en este aspecto para controlar los movimientos. Los husos musculares situados entre las distintas fibras musculares son receptores que informan en todo momento de la tensión actual del músculo. Plasticidad: el cambio deseable El número de neuronas está predeterminado desde antes del nacimiento y solo puede disminuir en el transcurso de la vida. En el caso de las sinapsis ocurre justo lo contrario: se van multiplicando a lo largo de la vida. Cada nuevo aprendizaje nuevo significa la formación de nuevas sinapsis. Cuanto más variado es el contenido didáctico y cuanto más rico el método de aprendizaje, mayor es el estímulo para el encéfalo. Constantemente se crean nuevos centros de comunicación; la red de fibras se multiplica y la correspondiente región estimulada de la corteza cerebral adquiere mayor consistencia y aumenta de tamaño. La observación de la distribución y la representación de las distintas regiones corporales en el cerebro permite definir el perfil del denominado «homúnculo».
  • 115. En él se proyectan las distintas regiones corporales sobre las áreas correspondientes de la corteza cerebral. El tamaño de una región cerebral concreta no se corresponde con el tamaño real de la región representada, sino que refleja más bien su importancia neuronal. Así, las regiones corporales más ejercitadas, con una fina regulación motora, como pueda ser la mano, disponen de una zona mayor en la corteza que aquellas que ejecutan movimientos menos detallados y finos, como el abdomen o la espalda. El «homúnculo» queda, pues, muy «desfigurado» en relación a la constitución real del cuerpo. Es interesante saber que los músicos que tocan un instrumento de cuerda disponen de un área de almacenamiento cerebral mucho mayor para los dedos de la mano izquierda que para los de la derecha. En qué medida se puede trasladar esta situación a los bailarines y, en concreto, a la representación cortical de los pies, es materia sobre la que, con los conocimientos actuales, solo cabe establecer especulaciones.
  • 116.
  • 117. Fig. 1.19: «Homúnculo» motor: distribución y representación cerebral de los movimientos de las distintas regiones corporales. El fenómeno del dolor: el sistema de control de puertas Todo ocurre de forma automática: cuando uno se golpea el brazo con una puerta se produce un dolor repentino. De manera instintiva, la mano acude al lugar de dolor y este cede. Detrás de ello se oculta un singular mecanismo presente en la naturaleza, el sistema de control de puertas de la elaboración del dolor. Los estímulos dolorosos —sean internos o externos— son percibidos por los receptores del dolor y transmitidos, en forma de impulsos, a la médula espinal. En ella, muchas neuronas se concentran en una sola, constituyendo una especie de centro de control, la «compuerta» para el procesamiento del dolor. En esta neurona central se procesan multitud de informaciones diferentes, que se potencian pero que también se amortiguan. Si esta información sobre el «dolor», que llega al centro de control, resulta enmascarada por otras informaciones como presión, frío o movimiento, el estímulo doloroso se debilita. Las informaciones «neutras» bloquean igualmente la «compuerta» y hacen que pasen menos impulsos dolorosos ascendentes en dirección al cerebro. El fenómeno de dolor es el mismo, pero su percepción se reduce.
  • 118.
  • 119. Fig. 1.20: «Sistema de control de puertas» para la elaboración del dolor. «Canalización» o automatización del movimiento Cuando se repite reiteradamente una idea en el cerebro, cuando se ejercita cientos de veces un mismo movimiento, los impulsos nerviosos «allanan o canalizan» su camino a través del sistema nervioso. Al igual que una calle con mucho tráfico acaba convirtiéndose en una autopista, las vías nerviosas correspondientes se preparan para un «tráfico cada vez mayor» de impulsos. Su excitabilidad aumenta, se crean nuevas sinapsis y el impulso ve facilitada su ruta hacia el cerebro. El movimiento se ejecuta cada vez con más facilidad, la ejecución es más precisa y rápida y, con el tiempo, se automatiza. Los movimientos que, al iniciar el entrenamiento, solo se podían ejecutar con la integración de los centros superiores de la corteza cerebral, acaban automatizándose y ejecutándose en centros inferiores del cerebelo, de modo inconsciente y sin control cerebral. Así es posible descargar de funciones a la corteza cerebral, que pasa a ocuparse de otras tareas o detalles motores. Esta automatización la aprovechamos en múltiples actividades de la vida cotidiana, en el entrenamiento y en la danza. El proceso nos permite, asimismo, educar de una manera selectiva nuestra percepción corporal, ejercitar pequeñas correcciones de los movimientos e integrarlos, a través de su repetición regular, en el subconsciente. Uno de los ejemplos más llamativos son los denominados «ejercicios relámpago» Como ejemplo, a menudo se busca una señal que recuerde siempre una referencia inmediata para desarrollar una actividad, ya sea el tono de llamada del teléfono, el momento de lavarse los dientes, la espera en la parada de autobús o el recorrido habitual para hacer la compra. Cada vez que aparece esa señal en la vida cotidiana, se ejecuta de inmediato el ejercicio; cuantas más veces, mejor. Al final, el sistema nervioso reacciona: el ejercicio se canaliza, se memoriza la sensación corporal iniciada en los centros más
  • 120. profundos del cerebro y se automatiza la actividad. En este libro encontrará numerosas de tales referencias, que resultan ideales como «ejercicios relámpago» para automatizar el movimiento. Ejemplos de ello son la activación del arco transversal del antepié (v. capítulo 6, pág. 165) o la percepción del eje completo de la pierna (v. capítulo 5, pág. 134), ejercicios vitales para muchos bailarines. Su integración consciente en la vida cotidiana, su automatización paulatina y, por último, su traslado a la danza constituyen pasos esenciales para una coordinación corporal óptima.
  • 121. 2. Columna vertebral: el todo es más que la suma de las partes Los bailarines no destacan solo en el escenario, sino también en la vida diaria. Su posición habitualmente erguida irradia autoestima. «Alarga la columna», «endereza la columna», «céntrate sobre la pelvis», son correcciones comunes para que la columna vertebral se mantenga erecta. En la danza se presta atención a la postura adecuada y a una buena alineación de la columna, ya sea durante las elevaciones o durante el movimiento. Los movimientos se distribuyen armónicamente sobre toda la columna vertebral gracias a la integración de los dos polos, cabeza y pelvis. El cuerpo adopta una posición erguida y, aun así, relajada. La imagen ideal de una columna estable y, pese a todo, móvil sirve por igual para la danza y la vida cotidiana. Ello hace que cada vez más médicos y fisioterapeutas recomienden la danza para prevenir y tratar las deficiencias posturales. Un buen entrenamiento de la danza mejora la función de la columna, estabilizándola y movilizándola a partes iguales. Los movimientos de la danza requieren buena movilidad y una coordinación neuromuscular compleja de toda la columna. Ello resulta obvio en el cambré o el arco, pero también en los grandes saltos, arabescos y piruetas, que solo se logran dominar con una columna móvil. Todo movimiento de la pelvis se transmite a la columna lumbar y todo movimiento de la cabeza se comunica a la columna cervical. Para la danza es fundamental una flexibilidad adecuada de toda la columna y de la caja torácica, pero también son esenciales la estabilidad y la fuerza dinámica de la musculatura del tronco.
  • 122. Anatomía tridimensional La columna vertebral, una auténtica obra de arte de la anatomía humana, se compone de 24 vértebras con más de 100 articulaciones y un refuerzo integrado por más de 200 pequeños músculos. La estabilización del tronco, la protección de la médula espinal y la amortiguación de los impactos son solo algunas de las múltiples tareas de las que se encarga, al igual que de la movilidad y de la libertad de movimientos en todas las direcciones.
  • 123. Estructura Desde la cabeza hasta el cóccix, la cadena se extiende a lo largo de las 33 vértebras que conforman la columna. Se distinguen 5 regiones, en las que las vértebras se cuentan de arriba abajo: 7 vértebras cervicales, 12 torácicas y 5 lumbares. El sacro, situado en la parte posterior de la pelvis, se compone de 5 vértebras, y el cóccix, de las 4 últimas. Las vértebras sacras y coccígeas del adulto están fundidas en un solo hueso, de modo que la columna se compone de 24 vértebras libres. Las vértebras de cada región se diferencian por su tamaño y forma, en consonancia con su función. Si se contempla el conjunto de la columna en perspectiva lateral, recuerda en cierto modo a una pirámide: el tamaño y la anchura de las vértebras se reducen de arriba abajo, desde la columna cervical hasta la lumbar, de forma continua. Es muy fácil explicarlo por su función, ya que cada vértebra debe soportar el peso de la vértebra situada por encima. La última vértebra lumbar se apoya en el sacro, que reparte, como elemento posterior de la pelvis, el peso del tronco por todo el anillo pélvico (v. capítulo 3, pág. 74). El cóccix, como extremo inferior de la columna, no posee por sí mismo una función de carga, pero es importante como elemento de inserción de la musculatura del suelo pélvico (capítulo 3, pág. 77). La pelvis y la cabeza constituyen los polos funcionales de la columna. Su estrecha relación se refleja en la anatomía. Desde la primera articulación de la columna (articulación atlooccipital) hasta el cóccix se extienden tractos ligamentosos rígidos y longitudinales por delante y por detrás, recorriendo la columna. Estos ligamentos se insertan en las distintas vértebras y discos intervertebrales. Las meninges envuelven la médula espinal del interior del conducto raquídeo y también se extienden desde los huesos del cráneo hasta el cóccix.
  • 124.
  • 125.
  • 126. Fig. 2.1: Estructura de la columna.
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  • 128. Fig. 2.2: Estructura general de una vértebra. A. Visión superior. B. Visión lateral. Estructura de una vértebra La estructura de todas las vértebras sigue un mismo principio, aunque cada grupo de ellas se distingue por sus detalles funcionales. Las dos primeras vértebras cervicales constituyen la única excepción a este esquema general (v. pág. 44). Una vértebra tipo se compone del cuerpo vertebral, el arco vertebral y siete apófisis óseas. El cuerpo vertebral es la porción cilíndrica anterior y más voluminosa de la vértebra y soporta la carga de la columna. Su capacidad de carga aumenta al máximo cuando esta incide sobre su eje. Su interior consta de una fina red de trabéculas, la denominada sustancia esponjosa. Estas trabéculas se hacen más delgadas con el envejecimiento y su resistencia a la presión disminuye. Este es un proceso natural del envejecimiento, que se adelanta en el tiempo con una mala alimentación, una carga falsa o la predisposición genética (v. capítulo 11, pág. 225). El arco vertebral se sitúa detrás del cuerpo vertebral y compone, con él, el agujero vertebral; todos los agujeros vertebrales forman uno junto a otro el conducto raquídeo (conducto espinal). Por él discurren, con la correspondiente protección ósea, la médula espinal con sus meninges, los vasos sanguíneos y las raíces nerviosas. Los arcos vertebrales de dos vértebras adyacentes configuran a ambos lados (derecha e izquierda) el denominado agujero de conjunción (agujero intervertebral), a través del cual emergen los nervios raquídeos (nervios espinales o vertebrales).
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  • 130. Fig. 2.3: El agujero de conjunción para la salida de los nervios raquídeos lo configuran dos vértebras. Del cuerpo vertebral nacen siete apófisis: una apófisis espinosa, dos apófisis transversas, dos apófisis articulares superiores y otras dos inferiores. La apófisis espinosa (processus spinosus) se prolonga hacia atrás desde el centro posterior del arco vertebral. Esta apófisis se palpa fácilmente, a través de la piel, en muchas regiones de la columna. La apófisis espinosa de la séptima vértebra cervical es muy prominente, de aquí la otra denominación por la que se la conoce: vértebra prominente. Las dos apófisis transversas (processus transversus) se extienden lateralmente a ambos lados del arco vertebral. En la columna torácica constituyen el lugar de inserción de las costillas. Las apófisis transversas y espinosas de toda la columna son puntos fundamentales para la inserción de músculos y ligamentos. Las dos apófisis articulares superiores de cada vértebra forman, junto con las dos inferiores de la vértebra situada por encima, las articulaciones interapofisarias (articulaciones cigapofisarias), que permiten la movilidad de la columna.
  • 131.
  • 132. Fig. 2.4: Estructura del disco intervertebral: el núcleo pulposo (nucleus pulposus) está rodeado por un anillo fibroso (anulus fibrosus). Discos intervertebrales Entre los cuerpos vertebrales de dos vértebras adyacentes se encuentra el disco intervertebral (discus intervertebralis). Cada disco se compone de un núcleo pulposo (nucleus pulposus), envuelto por un anillo fibroso (anulus fibrosus) externo. El núcleo pulposo consta de una masa gelatinosa deformable, cuyo contenido está constituido en un 80% por agua. El anillo fibroso y cartilaginoso representa la mayor parte del disco y se compone de numerosas capas anulares, que crean una densa red de fibras, con disposición oblicua. Esta estructura habilita al anillo fibroso para su importante cometido: resistir la presión del núcleo pulposo, estabilizando así el disco intervertebral durante su movimiento. Este es su aspecto detallado: cuando ocurre una carga axial, con la columna vertebral erguida, la carga principal incide en el centro del cuerpo vertebral y del disco intervertebral. El núcleo pulposo se comprime, su altura disminuye y su diámetro aumenta. Ello hace que el anillo fibroso se tense. La presión sobre el núcleo pulposo se transforma en fuerzas de tracción dentro del anillo fibroso y la carga se distribuye por todo el disco.
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  • 134. Fig. 2.5: Reparto ideal de la presión sobre el disco intervertebral durante una carga axial: el núcleo pulposo se comprime, la presión sobre el anillo fibroso disminuye y se distienden las fibras. Cuando la columna se somete a flexión y extensión o cuando se flexiona lateralmente, se produce una carga tres veces mayor que en la posición axial de partida. En ese caso, el disco actúa como una almohadilla de líquido. El núcleo pulposo es sometido a una presión unilateral, desvía el movimiento y se desplaza en sentido contrario. Así aumenta la presión local sobre el anillo fibroso, tensa las fibras del anillo y restringe, de este modo, el movimiento. Durante la rotación se produce el fenómeno contrario. El núcleo pulposo se mantiene en su posición inicial pero, con el giro, las fibras oblicuas del anillo fibroso oprimen el núcleo, con lo que aumenta la presión dentro de él. El núcleo pulposo resiste, por así decir, la acción del anillo anular y restringe el movimiento. A lo largo del día, el contenido de agua del núcleo pulposo va disminuyendo como consecuencia de la carga acumulada, no de forma pronunciada pero sí apreciable. En un día puede perder hasta 2 cm. Con la descarga de los discos intervertebrales al estar tumbado (en decúbito) durante el sueño, los núcleos pulposos se recuperan, habiendo recobrado su tamaño normal a la mañana siguiente.
  • 135. Regiones y particularidades de la columna vertebral La columna cervical es la base de la cabeza La columna cervical sujeta la cabeza, la balancea sobre la primera vértebra y sigue sus movimientos. La cabeza, como asiento de los órganos sensoriales, es el centro de donde parten los impulsos para una gran variedad de movimientos; la localización de la que partió el proceso evolutivo que condujo a la bipedestación y la que rige el giro rápido de la columna cervical durante las piruetas. La enorme movilidad de la columna cervical se consigue a través de dos vértebras de forma peculiar, el atlas y el axis. La primera vértebra cervical, el atlas, carece de apófisis espinosa y cuerpo vertebral y se asemeja más bien a un anillo. Sobre sus dos surcos articulares deprimidos descansan los cóndilos articulares prominentes del hueso occipital. Esta articulación entre el cráneo y el atlas, la articulación atlooccipital (primera articulación de la columna), facilita sobre todo la flexión de la cabeza hacia delante y hacia atrás, es decir, el movimiento de «asentimiento». La segunda vértebra cervical, el axis, tiene una forma singular. Evolutivamente, se correlaciona con el atlas. Posee un diente (apófisis odontoides) característico que configura con aquel la articulación atloaxoidea. Esta articulación confiere a la columna su gran capacidad de giro lateral de la cabeza, es decir el movimiento de «negación». Las apófisis transversas de la primera a la sexta vértebras cervicales resultan
  • 136. singulares. Con sus orificios apofisarios crean un conducto a través del cual discurre arteria vertebral, un vaso sanguíneo importante para el encéfalo. Después de abandonar el conducto óseo, por detrás, en la articulación atlooccipital, esta arteria entra en el cráneo bajo la protección ósea. Precisamente en este lugar pueden surgir problemas. Una mala postura de la cabeza o la tensión muscular podrían estrechar el vaso y reducir, de este modo, el riego cerebral.
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  • 138. Fig. 2.6: El atlas: sobre los surcos articulares deprimidos se sitúa el hueso craneal. La articulación entre el cráneo y el atlas se conoce como articulación atlooccipital.
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  • 140. Fig. 2.7: La articulación atloodontoidea: el diente del axis (apófisis odontoides) conforma, junto con el atlas, la articulación atloodontoidea. Columna torácica y caja torácica Una característica diferenciadora de la columna torácica es la presencia en ella de 12 pares de costillas que se extienden a los lados de los cuerpos y apófisis transversales de las vértebras. Las 10 primeras costillas tienden un arco hacia delante hasta insertarse en el esternón, con el que se articulan de forma directa —de la 1.a a la 7.a— o indirecta —de la 8.a a la 10.a— a través de un arco cartilaginoso (cartílago costal). La 11.a y la 12.a costillas se llaman también costillas flotantes; son cortas, y no se comunican hacia delante con el esternón. Todas las costillas conforman la caja torácica, una especie de jaula protectora de estructuras vitales, como el corazón, los pulmones y los grandes vasos. La caja torácica reduce la movilidad de la columna torácica, aunque las numerosas articulaciones de las costillas aminoran esa limitación. Aun cuando la movilidad de cada articulación resulte pequeña, la caja torácica posee, en conjunto, una movilidad superior a la que suele desplegar en los movimientos de la vida cotidiana.
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  • 142. Fig. 2.8: La caja torácica, vista por delante. Columna lumbar Las cinco vértebras lumbares son las vértebras mayores y dominantes de la columna, lo que parece razonable, pues sobre ellas carga todo el peso de la parte superior del tronco. La articulación entre la 5.a vértebra lumbar y el hueso sacro, la articulación lumbosacra, presenta una serie de singularidades. Esta articulación se estabiliza por medio de un complejo sistema ligamentoso y, sin embargo, su movilidad es mayor que la del resto de la columna lumbar. El motivo se debe a la posición de la pelvis. La pelvis (y, en consecuencia, también el sacro) presentan una inclinación hacia delante de de unos 30° (v. capítulo 3, pág. 75 y siguientes). Por desgracia, esta no es una buena posición de partida para las últimas vértebras vertebrales. Estas tienden a disponerse por delante del sacro, lo que genera unas fuerzas desfavorables de cizallamiento sobre los discos intervertebrales. No debe extrañar, pues, que dos tercios del total de los problemas de espalda surjan en la parte inferior de la columna lumbar.
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  • 144. Fig. 2.9: Reparto de la presión sobre la articulación lumbosacra.