Entrevista en la revista interviú de los componentes de Los Chichos y del dúo Estopa realizada en marzo de 2004 en el parque del Cerro del Tío Pío, conocido como el de Las Tetas. Fotos: Victoria Iglesias. Texto: Alberto Gayo
Los Chichos y Estopa se reúnen en Vallecas tras 30 años
1. Los Chichos y Estopa se juntan en Vallecas en su particular jornada de reflexión. ¡Que vivan los rumberos!
¡NI MÁS,NI MENOS!
David y José Muñoz, Esto-
pa, nacieron con el sonido
crudo y protestón de Los
Chichos. Casi treinta años
después se publica un li-
bro que repasa la vida de
los autores de ‘Ni más, ni
menos’ y ‘Quiero ser libre’.
interviú ha conseguido
juntar en Vallecas a las
dos bandas para que se
desahoguen y disfruten. A
ritmo de rumba y palmas
aseguran que más pronto
que tarde todos darán un
concierto en Las Ventas.
Alberto Gayo
agayo.interviu@grupozeta.es
Fotos: Victoria Iglesias
■ Julio González, David Muñoz, Emilio González,
José Manuel Muñoz y Júnior González, en el
parque de las ‘tetas’, en el corazón de Vallecas.
Chichos y Estopa en estado puro.
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2. erano de 1983. Un Seat 131 Supermira-
fiori de color blanco –aquel que era “im-
portante, no importado”– comienza a de-
jar atrás la periferia de Barcelona. Un
emigrante extremeño va a los mandos del
bólido; su mujer, junto a él, lleva prepara-
dos unos bocadillos de lomo o de filete
empanado. Da lo mismo, están igual de
ricos. En el asiento trasero, medio ador-
milados, van David, de 7 años, y José Ma-
nuel, de 5. Todos son conscientes del pu-
ñado de horas que quedan hasta llegar a
Zarza-Capilla (Badajoz), su pueblo. Mu-
ñoz padre coge una cinta del dúo Pimpi-
nela y la enchufa en el radiocasete, pero
no dura mucho. Los de atrás ponen caras
raras. Cambio de cinta. Ahora sí: “No, no,
no, no mami / no me dejes solo, no mami /
no puedo vivir, no, no, no, no mami / tú
me has dado la vida que tengo / pero
siempre fui malo contigo / tú me diste a mí
todo lo bueno / pero yo para ti fui un mal
hijo / me marché de mi casa, ahora vuelvo
/ y te encuentro con muy poca vida / no te
vayas, no me dejes solo / que yo quiero
cuidarte la herida / no, no, no, no ma-
mi...”. Carne de gallina colectiva. Son Los
Chichos los que suenan.
24 de marzo de 2004. Parque de las te-
tas –pocos conocen su nombre real–, cua-
tro pequeñas lomas redondeadas en el co-
razón de Vallecas desde donde se divisa
todo Madrid. Veintiún años después, tres
gitanos (Julio, Emilio y Júnior) y dos pa-
yos (David y José Manuel) se arrancan
con la rumbita. Son Los Chichos y los Es-
topa. Aquellos niños del Supermirafiori,
convertidos ahora en cracks de la música
popular de nuestro país, han cumplido su
sueño de pasar un buen rato con sus ído-
los coincidiendo con la publicación de
Nosotros, Los Chichos (Ediciones B), de
Rosa Peña y J. Valderrama.
“Nacimos con Los Chichos, con esa
cinta verde que ponía mi padre en el co-
che, con esos temas de amor y desamor
donde no había mariconadas”, recuerda
David, el mayor de los hermanos Muñoz.
“Nuestro chupete era esa cinta”, apunti-
lla José Manuel.
Sala Macumba (Madrid), cinco o seis
años atrás. Muerto Jero, el del medio de
Los Chichos, la nueva formación de lo
que algunos consideraron los precursores
del gipsy rock, del sonido Cañorroto, y
que en realidad era una rumba actualiza-
da, electrificada y con letras que habla-
ban de la parte más cruda de los cotidiano
(desamor, drogas, presidios...), van a em-
pezar su actuación en la discoteca. Dos
veinteañeros llaman a la puerta del came-
rino y allí les recibe Eduardo Guervós, el
mánager de toda la vida. “David y José
estaban asustados. Miraban de reojo. Me
dijeron que querían conocer a sus mitos
y preguntaron si podían pasar. Cuando
entraron, allí estaban Los Chichos
echándose una partidita a las cartas. Jo-
sé, el pequeño de los Estopa, no se lo
creía y se apoyaba con miedo en la es-
palda de Julio para comprobar que eran
de verdad”, comenta Eduardo. “Es que
fueron un auténtico fenómeno social pa-
V “NUESTRO CHUPETE
ERA ESA CINTA QUE
PONÍA MI PADRE:
CANCIONES DE
DESAMOR Y SIN
MARICONADAS”,
DICE DAVID ‘ESTOPA’
¡NI MÁS,NI MENOS!
48 interviú 29 de marzo de 2004
■ Pleno Vallecas.
José Manuel, el
pequeño de los
Estopa, se echa un
baile con Júnior, el
menor de Los
Chichos. Detrás, unos
palmeros de lujo.
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3. sado de padres a hijos, hablaban de lo
que vivían sin tapujos”, dice David.
Hoy, Estopa son los que arrasan con una
fórmula similar al del grupo del Pozo del
Tío Raimundo: base de rumbas y un poco
más de rock, poemas urbanos, historias
callejeras y un toque de canción protesta.
Y es que salvo en lo que menos importa,
calés frente a payos, hay muchas coinci-
dencias. Los Chichos son familia y se cria-
ron en el extrarradio de una gran ciudad.
Estopa, también. Los dos tardaron tiempo
en ser reconocidos. Para el trío, el boca a
boca y los expositores de los bares de ca-
rretera fueron fundamentales. Para el dúo
de Cornellá, la insistencia en que oyeran
su maqueta fue clave. Su público no tiene
etiquetas. “Bueno, bueno. Nosotros gustá-
bamos a payos y gitanos por igual. Estopa
a mi gente no le gusta tanto”. Las palabras
de Julio González se las hace tragar su
mujer –¡cómo iba a perderse ella este en-
cuentro!– y algún chaval de la comitiva
chichera: “Pues a mí me encantan y me sé
sus canciones”. Júnior, el tercer chicho,
hijo de Emilio y que se incorporó tras el
suicidio de Jero en 1995, lo tiene claro:
“No se puede negar, han inventado un pa-
lo nuevo, un estilo con sello personal aun-
que se hayan fijado en nosotros”.
Hablando de parecidos, David pregunta
a Los Chichos si tuvieron problemas con
la censura, ya que Estopa ha visto cómo
su último anuncio promocional ha sido
vetado en las televisiones. En el spot, un
niño pinta con un spray una e delante de
la palabra stop de una señal de tráfico y
una a detrás hasta conformar Estopa. Un
anciano le recrimina y el niño salta di-
ciendo: “Pero ¿la calle es tuya?”, título
de su último trabajo. Apología del destro-
zo de material urbano ha sido la acusa-
No nos engañemos, diferencias las hay,
y muchas. “¿Tú sabes lo que era estar
siete u ocho horas en un coche para lle-
gar a Córdoba o Sevilla? ¿Tú sabes lo
que era Despeñaperros?: se tardaba más
de una hora en atravesar el puerto. Allí
íbamos los tres, en el 124 pa’rriba y
pa’bajo. Para tocar en Galicia tenías que
desplazarte un día antes. Hoy, te coges el
AVE y en dos horitas, o si no el avión, o sí
no el pedazo Mercedes”, explica Emilio
González, el otro hermano chicho.
Júnior acaba hablando de los apartamen-
tos Guttemberg, en las Ramblas barcelone-
sas. Ellos podían tener hoteles de cinco es-
trellas, pero preferían alojarse en esos apar-
tamentos, “donde no nos faltaba de ‘na’.
Pasaba gente de todo pelaje y a nosotros
nos trataban como a reyes, que si el cocidi-
to, que si tal, que si cual –cuenta Emilio sin
detalles, porque el desparrame debía de ser
fino–. Allí perdí yo mi pañuelo”, concluye
Júnior. La virginidad, dichoso pañuelo.
“Está claro –explica David Estopa–
que hoy es todo más cómodo y el marke-
ting ha cambiado. En nuestro caso, el ti-
rón se hace aprovechando nuestra ima-
gen real, sin adornos. A la gente le gustan
las canciones y le da igual nuestra apa-
riencia. De hecho, yo consumo ‘moda lo-
pri’, lo primero que cojo del armario”.
Entre cafelito y cafelito la cosa se ca-
lienta. Julio habla de que van a hacer un
disco donde cantantes conocidos inter-
pretarán temas de Los Chichos y les pide
a los Estopa que elijan una. David se lan-
za a cantar y palmea con calma. “A mí
me gustaría ‘La historia de Juan Casti-
llo’. ¿Ése no era su nombre de verdad?”,
pregunta José Manuel. “No, era un sar-
gento de la policía de Villaverde, pero tu-
vimos que cambiar el nombre”. Y es que
en esa historia había muertos, choros,
chivatos y un policía muy conocido en
esa época. La conversación se desfasa.
“En México me preguntaron qué signifi-
caba lo de ‘el del medio de Los Chichos’,
y dije en tono mexicano: «Pues manito,
es como el del medio de Los Panchos»”,
cuenta David. Y al final, una promesa:
“Antes de que tengamos que llevar bas-
tón, Los Chichos y los Estopa tocarán
juntos en Las Ventas”.
“¿TÚ SABES LO QUE
ERA TARDAR OCHO
HORAS A SEVILLA
EN UN 124?”,
RECUERDA EL
‘CHICHO’ EMILIO
¡NI MÁS,NI MENOS!
50 interviú 29 de marzo de 2004
UN MERECIDO HOMENAJE A
TODO UN FENO´MENO SOCIAL
Rosa Peña, directora de cine, y
J. Valderrama, hijo de Juanito
Valderrama, han escrito un libro
biográfico de unos de los grupos
más emblemáticos de las últimas
tres décadas. Los Chichos han
vendido más de diecisiete millo-
nes de copias (sobre todo en cin-
ta de casete) y sólo por eso se
merecían este homenaje, para al-
gunos tardío. En tono ameno (se
incluyen las letras y la opinión de
artistas), Nosotros, Los Chichos
(Ediciones B) repasa la historia
de los autores de Quiero ser libre.
Desde la primera vez que llega-
ron a una discográfica y sus res-
ponsables pensaron que no triun-
farían porque eran “demasiado
gitanos”, sus grabaciones y ensa-
yos nocturnos en casa de un co-
lega, su relación con Juan José
Moreno Cuenca, El Vaquilla; o
cómo regalaron mil radiocasetes
a los presos, hasta sus encontro-
nazos con la autoridad, su época
de consumo de todo tipo de dro-
gas, sus giras internacionales... Y
sobre todo, cómo pasaron de ído-
los a lolailos hasta que unos cha-
vales volvieron a acordarse de el
del medio de Los Chichos.
ción. “Nosotros tuvimos el caso de ‘La
cachimba’, una canción que hablaba de
ponerse fino con lo que se echa en la ca-
chimba”. Tuvieron que cambiarle el
nombre porque decían que era apología
de las drogas. “Por esa regla de tres ten-
drían que retirar de circulación todas las
películas de ‘Rambo’ y muchas otras por
apología de la violencia”, comenta José,
el pequeño de los Estopa.
■ Esos cuellos
de camisa, esos
botines, esos
‘pelucos’ y
cadenas de
oro... Así eran
en los 80,
cuando Jero, el
del medio,
todavía vivía.
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