2. 2
GEALITTERA REVISTA DIGITAL
Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita
para escribir.
Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen
Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir
voces literarias pertenecientes a países y continentes
distintos.
revistagealittera2014@gmail.com
http://revistagealittera.blogspot.com.es/
IBSN: 14-08-2014-55
3. 3
INDICE
EDITORIAL
Carmen Membrilla Olea Desde mi ventana 6
Cecilia Ortiz Nuestras ventanas 7
POESÍA
Carmen Sampedro Desesperanza 9
Daniel R. Jaime Por tu ventana 11
Tomás Sánchez Rubio Ventana al mundo 13
Isabel Pérez Aranda Ventaneo 15
Gloria Marecos Rodas Ventanas de medianoche 17
Isabel San José Un día más 19
Aleqs Garrigóz Cuadro romántico 21
Cecilia Ortiz Ella en el tiempo 22
Carmen Membrilla Olea 24
Isabel Rezmo No duerme nadie 25
Alicia de León Epp Mis ventanas 27
Tomás Soler Borja Y son tus ojos 29
Araceli García Martín Solo cerrando puertas 31
Mía Péman Bórdanse las ventanas 33
María Elena Espinosa Mata Estampa 37
Fernando Sarría 38
Alicia Corrado Mélin Noche azul 40
Isabel Pisani La ventana 42
Mónica Ivulich 43
Rosa María Gómez Vico A través de la ventana 44
Mar Blanco Larrosa A través de las ventanas 46
Säo Gonçalves Ventana 48
Mar de fondo Pintadas 49
Emilia Marcano Quijada Sed atormentada 50
Silvia Háber Complicidades 52
María José Riazuelo Ventanas 54
Inma Ferrero Cristal deforme 56
Amelia Arellano Ventana que da al norte 58
Daniel Montoly Me esperas … 61
Wilson Hernando Cárdenas Baquero Desde la ventana 63
Magda Robles león En catálogo 65
Ana Saavedra Ventanas de mi vida 67
Ana Maritza de Schwarlz En el teatro de la vida 69
Pura Fernández Segura Quebrantamiento 71
4. 4
Teresa Torres Tierra de nadie 73
Rita Bedia Lizcano Sin tu abrazo 75
Mabel Coronel Cuenca Empezar de nuevo 77
Mariena Padilla La espera 79
Ana Lucía Montoya Rendón De corazón muerto 81
FOTO- POEMA
Lazara Nancy Díaz Imaginación 83
RELATO
Charlie Charmer Carpintería de aluminio 85
Enrique A. Meitín Franqueando la ventana 88
Bombi Charmer Ventanas verdes 94
Elisabet Cincotta Epístola II 96
Adri Delfini La ventana 98
Carlos Caposio La ventana 100
Mariel Monente Ventanal 105
Jorge e Rueda Ventana 107
Mayte Álvarez Tres ventanas 109
Javier Terán Díaz Amor al otro lado del cristal 112
Roxana Rosado La ventana 116
EVENTOS
Presentación de la antología poética Nuestra Voz en Buenos Aires 123
Antología Poética Internacional “Mujeres y sus Plumas I” 125
6. 6
DESDE MI VENTANA
Imagen: Google
Llegué hasta Gealittera atravesando calles brillantes, recuerdos nocturnos,
momentos demasiado breves…
Mis manos, con ritmo lento, apartaron el frío y a través de los cristales
pude leer todas las llamas.
-Dispara- dijo alguien
Entonces los sueños impactaron sobre las ciudades imaginarias…y por fin
triunfó LA PALABRA
Carmen Membrilla Olea. Guadix. Granada. España
7. 7
NUESTRAS VENTANAS
Una ventana es un poema esperando que lo escriban…
Otra ventana está contando un cuento a quien quiera escuchar…
Varias ventanas miran el paisaje de personas que pasan por la calle…
Y nuestras ventanas/ ojos están de fiesta gracias a todos ustedes.
Abrazo para cada uno.
Cecilia Ortiz- Buenos Aires- Argentina
9. 9
CARMEN SAMPEDRO
DESESPERANZA
Imagen: Google
Yo tenía una casa de ventanas cerradas.
Día tras otro las abría para que el sol entrara.
Siempre oscura mi casa estaba, siempre muralla
para mi alma. Yo tenía una casa siempre enlutada.
El sol cada día de largo pasaba.
Yo no tenía casa ni tenía ventanas por donde la luz entrara.
10. 10
Se ahogaban las risas, las trampas saltaban
los sueños morían al nacer el alba. Y el pan era piedra
que me atragantaba. Cerré las ventanas de aquella casa
dejando allí el luto y la desesperanza.
Carmen Sampedro. Linares (Jaén) España
11. 11
DANIEL R. JAIME
POR TU VENTANA
Imagen: Henri Matisse
Por tu ventana entró el sol
lo hizo la luna lo hizo un gorrión
entró un arco iris entró una flor
de pasada entró un cometa y un ruiseñor.
Por tu ventana entró una estrella
el ruido del mar y una sirena
entró la tristeza también la alegría
entró el llanto entró la sonrisa.
13. 13
TOMÁS SANCHEZ RUBIO
VENTANA AL MUNDO
Imagen: Google
Hace frío y vida ahí fuera.
Son días de invierno encendido,
de caligrafía gruesa y brasero,
de orden en la mesa de la cocina
y desconcierto
en lo más hondo del corazón.
Son días en que llueve hacia dentro.
Como si las lágrimas y los deseos
entraran en las almas
en vez de salir de ellas.
Pego mi nariz de niño a la ventana del cuarto.
Los dedos húmedos de vaho dibujan
flores de cuatro pétalos en el cristal,
tréboles imposibles,
14. 14
atribulados estandartes
deseosos de cariño.
Volverá el sol a la casa,
como a esas rondas nocturnas de
borrachos que al final del túnel
de la ebriedad
ven la luz
y la luz los mira.
Yo seguiré tras la ventana
esperando a que algún día
llegues tú,
de una sola vez,
de una sola mirada,
con la vida prendida
en los labios.
Tomás Sánchez Rubio- Sevilla- España
15. 15
ISABEL PÉREZ ARANDA
VENTANEO
Imagen: Isabel Pérez Aranda
De estas ventanas de hierro forjado,
donde anidan rejas laboriosas que oxidan la memoria,
nacen balcones de ferviente escalada a otros mundos,
e iluminan la casa de peldaños media luna.
Balconada en nidal de gorriones y devenir de palomas,
ventaneo de ilusiones olvidadas,
apurando escondrijos saturados de cartones y maderas,
16. 16
ventanas a sus vidas, y al embrujo de sus almas,
adheridas a momentos únicos.
De esta casa de visillos recogidos en regias balconadas,
lucen estancias diminutas y salones de otro tiempo,
huele a compotas en cocinas con fogones de carbón,
y se mezclan sucesos aireados y sonidos calibrados.
Ese pequeño patio rebosante de luz y opacas vidrieras bicolor,
se sujeta por columnas de absoluta sencillez,
con su blanco mármol de cielo y suelo, de albarrada blanca, arena y
agua.
Este pequeño lugar rebosa de vida y se ha adueñado de todo su saber.
Isabel Pérez Aranda / Guadix / Benidorm - España
17. 17
GLORIA MARECOS RODAS
VENTANAS DE MEDIANOCHE
Imagen: Google
Hay momentos sombríos
en que morimos y des-morimos
tras las puertas
que se cierran en la frente.
Ávidos de aire inédito,
abrimos las ventanas de medianoche
para vivir y desvivir-nos
entre girasoles de mediodía.
Deseosos de nacimientos nuevos,
nos des-nacemos
hasta quedar apenas
curuvica vital en des-tiempo,
18. 18
queriendo nacer-nos de improviso
en los dinteles
de otras ventanas de medianoche,
para amar-nos diferente,
queriendo-nos y sin querer,
a contraviento y del revés.
Gloria Marecos. Lambaré - Paraguay
19. 19
ISABEL SAN JOSÉ
UN DÍA MÁS
Imagen: Google
Un día más, lluvioso y frío,
percibiendo a través de mi ventana,
como la lluvia borra la esperanza
de volverte a ver amor mío.
Un día más de esta soledad,
que azotando va mi alma,
diciéndome cada día sin piedad
que nada romperá esta calma.
Un día más escribiendo versos,
evocando tu elegante figura,
un día más mirando a lo lejos,
esperando alguna noticia tuya.
¿Hasta cuándo este silencio
que ensordece mi mente?
20. 20
¿Hasta cuándo esta triste espera
que me mata por volver a verte?
Tal vez llegará la primavera,
y seguiré sin saber nada de ti;
y un día más narraré mi espera
en versos que no encuentran fin.
Besándote en mi pensamiento
me encontrará el cálido verano.
Y un día más, mis tristes silencios
me hablarán de un amor acabado.
Isabel San José Mellado. Madrid (España)
21. 21
ALEQS GARRIGÓZ
CUADRO ROMÁNTICO
Imagen: Google
El enorme espejo era turbio, quebrado;
y una rosa pálida, como quien siente vergüenza
moría en su reflejo.
Descubierto y empolvado estaba el piano,
dentro de la vieja habitación en ruinas.
Del balcón –donde otras flores palidecía– las ventanas
estaban abiertas. Y en las cortinas de fina gasa
se deslizaba, ligero, un vientecillo frío.
Afuera, el cielo de la tarde era rosado;
y sobre los árboles de otoño
todas las aves entonaban dolientes canciones.
Aleqs Garrigóz- Puerto Vallarta- México
22. 22
CECILIA ORTIZ
ELLA EN EL TIEMPO
Imagen: Google
Ella la otra lleva sobre su piel
el tiempo contenido
-lejano y presente en la magia del encuentro-
Todo le fue dado
la pasión brota en arcón pródigo
vertido de a poco desde el deseo.
Mitad de su vida mitad de su cuerpo
quedó más allá del rumor naciente.
-ventana abierta puente en el espacio-
Borde de finos labios
cortejo de su boca refugio que desvanece
hasta que de la nada brota el corazón latiendo
y los ojos que desvisten esa tímida mirada
la convierten.
24. 24
CARMEN MEMBRILLA OLEA
Imagen: Google
Ahora, tan de cerca…
la extraña conexión del cristal
con las nubes instantáneas.
Los visillos equivalen
a recuerdos de pan dulce
al naranja en las sorpresas
a la forma de las flores.
Ahora, tan de cerca…
La profundidad de mis ventanas
Y el peso firme de tus besos.
Carmen Membrilla Olea. Guadix. Granada. España
25. 25
ISABEL REZMO
NO DUERME NADIE
Imagen: Google
No. No duerme nadie.
Ningún quicio de la puerta
asoma en el umbral.
Sitiado.
Malherido.
Pero no duermen.
Dormidas permanecen en su silencio,
cuando el rastro de la quema
agudiza una serpiente.
Dormir es un salvaje cuento
entornado entre lánguidos cubrecamas como la muerte.
Pero no duermen. Lo repito.
Palidecen al eco de un crisol,
al oeste de un doblez,
y en las cortinas del salón apuñalan
26. 26
una voz tergiversada en la noche.
Ronronea incasable, y no duermen.
No dormirán en los quicios latentes de las puertas
de los anales, los que conmemoran batallas de un yo a uno mismo,
enmarañado.
Los cristales en las ventanas cierran en par en par,
dibujando un gorrión en la rama de una espera.
Espera, siempre esperando,
a que nadie duerma.
a que nadie diga.
Golpear el visillo
antojando la vidriera,
cuando entonan melodías de ruiseñores,
y de repente, nadie duerme.
En una piel, en un aliento.
No...no duerme nadie.
Isabel Rezmo. Úbeda. Jaén. España
27. 27
ALICIA DE LEÓN EPP
MIS VENTANAS
Imagen: Google
Ventana
abierta hacia el cielo
deja entrar la eternidad
en azules ráfagas.
Ventana
abierta a los sueños
deja entrar la esperanza
en sempiternas mariposas.
Ventana
abierta hacia el mundo
deja entrar las lágrimas
en latidos humanos.
28. 28
Ventana
abierta hacia la musa
deja entrar la belleza
en forma de poesía.
Ventana
abierta hacia la gratitud
deja entrar el gozo
en leve fragancia.
Ventana
abierta hacia el amor
deja entrar la vida
en pulsaciones de luz.
¿Y que sería
mi mundo sin ventanas?
soledad absoluta,
invidencia del alma…
Alicia de León Epp- Uruguay/ Canadá
29. 29
TOMÁS SOLER BORJA
Y SON TUS OJOS
Imagen: Google
Por fortuna
a través de los cristales
penetra la última claridad de la tarde.
No todo iba a ser
pared
oscuridad
pared y silencio.
Y a veces, con la llegada
de la noche
el contraste de ahí afuera
y la luz, recién encendida
aquí dentro
obran el milagro.
30. 30
Y entonces, en la ventana
al poniente
contemplas esa mirada
al mundo exterior
la cara de quien está lejos
muy lejos
en pensamiento.
Y son tus ojos.
Y es tu rostro.
Tomás Soler Borja. Águilas (Murcia). España
31. 31
ARACELI GARCÍA MARTÍN
SOLO CERRANDO PUERTAS
Imagen: Google
Solo cerrando puertas detrás de uno
se abrirán ventanas hacia el porvenir.
No trates a todos
con las mismas palabras
con la misma moneda
a unos le valen y le basta
a otros no les llega.
Como en el fondo
de nuestros disgustos
tristeza o pasividad
estados de la mente
mas surrealista
que realisticamente.
32. 32
Así hoy fortaleciendo mi espíritu
para proteger de las desgracias súbitas
para estar alerta y prevenida
antes de que llegue el día de nuevo
que me quiera zarandear
y dar con el cuerpo en el suelo.
Sólo cerrando las puertas detrás de uno
se abren ventanas hacia el porvenir.
Araceli García Martín - Granada- España
Copyright
33. 33
MÍA PEMÁN
BORDANSE LAS VENTANAS
Imagen: Google
Brotan de los ingenios pensantes
y les sacan el pulso a todo,
sientan sus huellas con bordones
más de la cuenta,
luego, más tarde, les dan para el pelo
propinas de medio rebote,
calzándoles pocas alegrías
y más de una insatisfacción,
tristezas de mucho alcance
que el corazón se les hace trizas,
por eso mismo… las ojeamos distintas
Originales como la vida misma
se ensimisman en un periquete,
desde lo alto vemos su esbelta figura
entre las buhardillas,
tejados de tejas rojas
y paredes de piedras regias,
Reciben desde dentro afuera
y no se cansan nunca de ver más allá,
les miran y observan con delicadeza
las golondrinas se recatan y miman
sus galas mejores, al contorno de sus miradas,
34. 34
y… les dan el visto bueno
como en una pasarela engalanada…
Decimales parecen llevarse a la boca
en los momentos que les calzan los listones,
cuando la madera les viste de regio abolengo
Aprenden a ser cautas,
simplificando su existir
Nacen en talleres refinados,
al ser talladas por encargo
vístense de encuadres y pinceles,
teniendo los colores asignados
marcados con primor y serenidad,
Saltarinas en demasía
les dan lacas especiales,
así protegerlas de las inclemencias
Estrenan sus sentidos entre variedades,
les han bordado luceros chispeantes
y han delineado sus contornos
con figurillas, bodoques y vainicas dobles,
rebordando como festones enriquecidos
Lentejuelas llevan a menudo
repiques que se muerden los cantos,
entrelazando delirios
volando más alto que nadie,
Aceléranse, siempre que pueden
danzan bailes de salón,
cuando a las nubes y flores
les cantan sus magníficas letras,
esas que los pajarillos les traen
regalándoles ensoñaciones del más allá,
saben entretenerse con sus reliquias
conjugando los valores del silencio…
y reviven esencias en aromas distintos,
Senderos no caminan, se quedan sencillas
solas en las alturas… paradas y alegres
sostienen remilgos, de delicado voltaje
Viendo despacio pasar el tiempo,
entre estancias grandes y pequeñas
35. 35
las que nos dan la cara siempre,
Esas que se divisan a lo lejos y de cerca
cuando las utilizamos,
todos los días de nuestra vida,
Nada nos niegan y están ahí para todo
las que nos aguardan, y cubren
enseñándonos sus transparencias
y nunca ponen reparo a darnos gusto,
Tiemblan algunas veces
al ser movidas con incesantes voces,
saben acercarse y amoldarse
ahí las tenemos dispuestas para todo,
Asomándonos cuando queremos
nunca nos dan un no por respuesta,
qué nos miran con gracia y alegría
son esa claridad, por la que divisamos
los instantes del día a día,
Saben expresarse bastante a menudo
te dan muchos caprichos
y, nunca se sonrojan con nada
miran su entorno como algo normal,
quisieran ser más útiles
como si fuesen cortinas,
tapan a veces… en las noches
los destinos del más acá,
sirvense sus delirios en bandeja
más, te hacen sentir especiales
cada vez que descubres sus variedades,
las cuales nos muestran sus colores
con esa delicadeza del exterior regular.
Cuando mis ventanas enseñan sus tapices,
juegan a ser visillos o cortinas
con retoques de doseles a los lados
al darse cuenta de su divino porte,
porqué a través de ellas, la luz se enciende
Tus cristales sacan brillos de puro colorido,
logras darle un nuevo sentido a la vida
embelleciendo los días al mirarlos distintos
37. 37
MARÍA ELENA ESPINOSA MATA
ESTAMPA
Imagen: Google
Ojo de luz atisba silencioso. Con claridad asalta las paredes.Soñolientos
jirones irrumpen la lobreguez esquiva de la alcoba. Atrapados en páginas
veladas sobre el buró se apilan los ensueños. Ya viene el sol a disipar la
noche que atrevida se unta a las cortinas. Entra la plenitud por la ventana.
Al alba se dispersan los trinos y las plumas.
María Elena Espinosa Mata.- San Nicolás de los Garza, Nuevo León. México
38. 38
FERNANDO SARRÍA
Imagen: Google
Abro la ventana y entra la brisa.
Sin nombre apenas que darte
poseo ahora el rescoldo de la lumbre nocturna
y esta hora ausente de nosotros,
cuando tú duermes y yo oteo el mar.
Las islas son como tu espalda,
se ven en la bruma del horizonte,
y sé que guardan siempre los pájaros y el frío de la mañana,
mientras que a ti, a centímetros de mis dedos,
respirando en silencio,
te cubren una lejanía de sábanas
y todos los pretéritos viajes
que hicimos en la noche.
Guardo este instante.
Lo grabo como he hecho otras veces.
Ya eres igual en mi memoria
que algunas cosas hermosas que me habitan:
39. 39
el friso del Partenón en el Museo Británico,
el puente de Alejandro III en París sobre el Sena,
el jardín de Csepel rodeado por el Danubio,
el templo de Júpiter en Paestum…
Eubea en medio del Egeo.
“Las horas” editorial Quadrivium
Fernando Sarría- Zaragoza- España
40. 40
ALICIA CORRADO MÉLIN
NOCHE AZUL
Imagen: Google
Exhalo una brisa clandestina
llovizna entre mis dedos
bocanada de luna tramposa.
Allí
a la espera
mis manos
en un muro de mandalas
lagrimea la ira dibujada
lúdica ventana con voyeur
invernando la mentira.
Voy cóncava sin alas
apresuro un espacio
entrecortado el grito
41. 41
saliva canela agria
mi espalda agua y frío.
Jugamos por los tejados
en noches medievales
donde las bocas
desgranan hastío.
Lavandas de agosto
sueño azul
en comodato.
Alicia Corrado Mélin.
Mar del Plata-Argentina
43. 43
MÓNICA IVULICH
Imagen: Picasso
Por mi ventana se desata un vértigo de grises, no hay trino de pájaros
ni viento que barra las hojas secas…
La mañana no me ha invitado a escribir y tengo mil pendientes y
ninguna voluntad, papeles que me llaman crispando mi desidia.
Este humor de invierno crece en mis paredes como un moho
maloliente y renuncio a mis obligaciones menos apremiantes que la
urgencia de sacudirme del tedio.
Mis pinceles me miran, los pomos se menean y me rindo al embrujo
de los colores. Imitaré al verano en mi tela.
Pongo sol sobre las fachadas de casas y en los arbustos, hago bailar
ventanas y chimeneas…
Sin que me percatara, tengo tres pares de ojos que observan por
detrás de mi espalda. Mis nietas están absortas y, en silencio, admiran
lo que puede salir de mis pinceles… no es una obra de arte, pero, ante
sus ojos de inocencia, me he convertido en Miguel Ángel.
Me hacen sonreír y soñar con un cuarto donde pintemos la esencia de
nuestro amor.
Mi pintura, simple y precaria, se acaba de convertir en una ventana
mágica… donde encuentro tu mirada y donde plasmo mi amor.
Mónica Ivulich- París, 2015
Derechos reservados
44. 44
ROSA MARÍA GÓMEZ VICO
A TRAVÉS DE LA VENTANA
Imagen: Google
A través de la ventana
en el cielo con la luna,
tu cuerpo se cimbreaba,
la silueta insinuaba
de tus curvas, la hermosura.
Y yo, espectador callado,
adivinando y a oscuras,
en tu talle, mis deseos,
caricias y devaneos
que pretendieran mis dedos
si tuviera la fortuna.
Enredarme por tu pelo,
sofocando mis anhelos,
45. 45
derretirme por tu cielo,
comer de tu caramelo.
Besarte sin no parar,
embriagarme con tu mar
de brumas, de terciopelo,
venciendo el amanecer,
para volverte a tener
una y otra y otra vez,
bordándote mil “te quieros”
Pero estás en la ventana…
y llegando la mañana
otra vez que no te tengo.
Rosa María Gómez Vico- Barcelona- España
46. 46
MAR BLANCO LARROSA
A TRAVÉS DE LA VENTANA
Imagen: Picasso
La vida desfila
con pasos de silencio.
En el otro costado, late el pulso
de sus ruidos
-quedan fuera-
Abrir caminos sin rastro de huellas.
Incandescente rayo.
Fulgor de nubes
que se detienen.
Lamentos de lluvia
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que te nombran con la voz del agua.
Lenguas como espadas
que hieren a escondidas,
protegen mi vida del terrible enemigo.
Mi alma está unida a la sombra de sus alas
y cual mago, a su diestra
me sostiene.
El hechizo transparente
del instante.
El beso protegido
al otro lado del poema.
La quietud de la mirada que
vuelve y se recoge.
Porque la luz te invoca -por sorpresa-
el cielo proclama su sentencia,
sin más argumento
que el amor
detenido en sus espejos,
debatiéndose en los días.
Todo está ante ti.
Mar Blanco- Zaragoza- España
48. 48
SÄO GONÇALVES
VENTANAS
Imagen: Google
Había días que daba todo para escuchar el silencio de esta casa.
Me cansan los días, los gritos de los hombres perdidos en la amalgama de
la ciudad.
Aquí sería yo misma y mis palabras silenciosas
los libros olvidados en el estante
el viejo gato durmiendo a mis pies
y la vigilia ardiente, sensual, llamando mis recuerdos.
Miro, siento el pulso de la vida escondida detrás de la ventana cerrada
y las hojas de un libro
por allí olvidado
Traducción del portugués- Cecilia Ortiz
Säo Gonçalves- Portugal- Luxemburgo
49. 49
MAR DE FONDO
PINTADAS
Imagen: Google
Donde sólo hay paredes, dibujo ventanas.
Me subo a un alféizar y salto al vacío.
No temas: al caer, lo hago sobre un manto de flores.
La primavera perfuma mi cuello,
adornan mi alma los rayos de sol.
Imagina, crea, de eso se trata;
te mezclo en mi paleta de colores.
Pasearemos en abstracto,
te haré una sonrisa eterna.
En cada graffiti nos amaremos tú y yo,
dibujando ventanas por todas las paredes.
Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia, España.
50. 50
EMILIA MARCANO QUIJADA
SED ATORMENTADA
Imagen: Google
Una ventana se abre y me da permiso
para proscribirme unos minutos
al amparo de las letras sigilosas.
Estoy de pie, de espaldas, de frente,
pero por una razón ilógica y extraña
siento la horizontalidad de un reposo
que me molesta y una almohada
que no me acomoda el soñar.
He develado el rastro de un secreto
porque la noche no tiene
quien la duerma,
y escribo con la fuerte sensación
de que, en este instante
51. 51
solo ella me escucha,
solo ella se adorna en mis espejos,
solo ella sabe que tú y yo nos conocimos
con las fauces llenas de piedra caliza
y fuimos bestias carroñeras
de esa madrugada que todo lo calla.
Tú,
más que una presencia
fuiste una sed atormentada,
una tabla periódica,
una bolsa de plástico llena
con todas las escamas de mi cuerpo,
con los huesos roídos por el hambre.
La noche sabe que te quise
sin sol, sin luz, sin día,
la noche derramó
la misma lágrima que yo
cuando tuve que dejarte,
pero por esas ironías del destino
ni un jarrón de rosas sobrevive
tres días en agua,
ni un amor perdura con el fango callejero
que llevo pegado a las entrañas.
Emilia Marcano Quijada- Isla de Margarita- Venezuela
52. 52
SILVIA HÁBER
COMPLICIDADES
Imagen: Henri Matisse
I
Escribo crónicas
de irrealidad.
Diario abstraído
del tiempo.
Olores perdidos
en viajes de silencio.
Recortes del alma
frente al ventanal
acobardado de tormenta.
Clavo miradas,
martillo de fuego.
53. 53
Deshielo el azul
con que me atas.
Alejo la estrella.
La pego
al aire
que vuelca de golpe
la mañana.
II
Envenena una ausencia
este silencio certero.
Deshielo la miel,
todos tienen su lugar.
Si se aproximara el mío,
seré hueco
desconcierto.
En círculo
danzan las aves.
El cielo
da unos pasos atrás.
Un pétalo
a la tierra,
cae.
Giro sin gravedad.
Flamea el colgado
de la plaza principal.
Silvia Háber- Córdoba- Argentina
54. 54
MARÍA JOSÉ RIAZUELO
VENTANAS
Imagen: M. José Riazuelo
Te miran sus ojos, te muestran, te ocultan
Muchas otras vidas, mucho que aprender
Gestos y costumbres, salas y cocinas, corredores, sueños…
y también personas que miran sin ver.
El sol se refleja en todos sus vidrios
Y muy poco a poco va a descender
Todo se oscurece y ahora parecen
Solamente espejos tras los que esconder.
Te quedas inquieto, miras y preguntas
¿Dónde están los ojos que antes mostraban?
¿Ya todo oscuro volverá a ser?
¿Dónde están las vidas antes sospechadas
¿Donde están los sueños que yo imaginé?
Estrellas traviesas salpican el cielo
55. 55
Su luz nos sugiere volver a creer
Y en las casas brillan para no ser menos
Todas las ventanas con vida, otra vez.
María José Riazuelo- Huesca- España
56. 56
INMA FERRERO
CRISTAL DEFORME
Imagen: Henri Matisse
Tengo miedo
Me grita el silencio.
Miedo
de este frío…
Miedo.
¿De qué me sirve
el labio?
Si sólo es una mariposa efímera,
que recorre
este pulso desterrado.
57. 57
Tal vez en otro tiempo
mi acento
cuajado de pétalos,
pudo ocultar
mi agonía.
Pero ahora la angustia
detiene mi transito.
Y esta sórdida pared
me habla de nostalgias,
que cubren mi voz
de lágrimas estranguladas,
y ahogan mis ojos.
No me alces la voz
¡Déjame triste!
Tu ayuda es un látigo
de noches pasadas,
un continuo ocaso
que languidece
en este papel
emborronado en reproches.
Sólo busco amanecer,
y mi ventana es sólo
un cristal deforme,
una estridente navaja
que me muestra un camino
lleno de furia.
Y yo al fin
deshilacho
mi piel
en esta orgía
de soles,
en este crepitar
naranja
que acompaña
mi losa
y que sonríe
59. 59
AMELIA ARELLANO
VENTANA QUE DA AL NORTE
Imagen: Henri Matisse
Ven amor. Valle quieto .Centauro. Pájaro dormido.
Descansa en mis pechos de mar.
¿Temes el presagio en tu ventana que da al Norte?
¿Te llama la heredad de un reino amurallado?
¿Tus manos temerosas, son un reloj parado?
¿Tu historia que se enreda en tristísimos líquenes?
¿Los oídos, las bocas, los memoriosos ojos?
Un reino de ruleta rusa.
¿La alienación esfuma el rostro?
Suspendidos ojos, flotan.
Huellas. Angustiosas huellas. Miedo.
Sobre todo, miedo.
60. 60
Alguien llora. Alguien ríe.
¿Oyes? Nueve días y nueve noches, ha soplado el viento.
Ventana abierta. El viento no ha apagado las fogatas.
Entran voces, luz de miel, besos de río.
Desborde de llantos contenidos.
Ven, amor. Ven y grita.
Tu grito más profundo, tu raíz.
Mi preñez acaricia tu frente.
Ven amor la ventana está abierta y da al norte.
Al Norte, amor, al Norte
Amelia Arellano- San Luis- Argentina
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DANIEL MONTOLY
ME ESPERAS...
Imagen: Salvador Dalí
Me esperas
como mujer de abril maduro
pegada en la ventana,
contradiciendo
la ira subliminal
del viento
que segó las flores
de tu jardín
con manos sucias
de duende negro.
Me esperas,
como mujer de abril,
con perfume
62. 62
del mar en tus orejas,
con la prontitud
de un vestido
entregándose
a un crujir palpable
en mi boca,
y me enredo
con tus palabras,
hasta dormirme,
hasta desaparecer
por un hueco
de tu ventana.
Daniel Montoly. Estados Unidos.
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WILSON HERNANDO CÁRDENAS
BAQUERO
DESDE LA VENTANA
Imagen: Matisse
La llovizna, lentejuelas de plata,
inunda de tenues ombligos el bosque
y regresa sobreviviente
a los malabares de un ciego,
ávidos tentáculos de enero
hacen que se disipe la piel
en la comisura de los labios,
constrictoras serpientes
avanzan y abrazan pero no matan,
vagos recuerdos de hojalata
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acunados en los brazos de la madre,
la llovizna persiste en la ventana,
el niño llora de tristeza y no es raro,
salió débil el sol y el gallo no canta,
barquitos de papel naufragados,
crayones como puñales en el piso
desgarrando uno a uno los deseos,
y ese migrar de hormigas que no cesa
le dice que el frío no espera
y el silencio es su fiel compañero.
Wilson Hernando Cárdenas Baquero- Villavicencio- Colombia
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MAGDA ROBLES LEÓN
EN CATÁLOGO
Imagen: Google
Ventanas
como manos abiertas al infinito.
Inabarcables
soñadoras promesas de una vida
que no se detiene a contemplar reflejos.
Ventanas como sombreros
que saludan, como artilugios de un mago
que se apropian juguetones
de la sombra de algún viandante,
Peter Pan pasado de fecha.
Ventanas cerradas como ojos
que dibujan mapas nuevos.
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Ventanas abiertas como labios
que muerden insaciables
la huella de un tiempo caduco.
Ventanas escaparate
mostrando vidas a la intemperie.
Ventanas teatro
embaucando el escrutinio ajeno
Ventanas colección primavera-verano.
Ventanas ventisca y ventanas marea.
Ventanas con luna
y ventanas sin marco.
Ventanas sol destronado.
Ventanas perdidas
ventanas olvidadas
ventanas oxidadas
ventanas encajadas
en la memoria y su derrumbe.
Ventanas mensaje.
Ventanas mentira
y ventanas misterio.
Económica experiencia:
liquidamos existencias
de estos guiños a lo incierto.
(Poema inédito, para Gealittera número 7)
Magda Robles León- Granada- España
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ANA SAAVEDRA
VENTANAS DE MI VIDA
Imagen: H. Matisse
Translúcidas, opacas, brillantes,
empañadas, rotas, ausentes,
las ventanas de mi vida,
me miran indiferentes.
Mi reflejo a veces turbio,
enmascara mis recuerdos,
ocultos amalgamados,
ventanales fríos, ajenos.
Otras veces ventana luminosa,
pura, cristalina, alegre,
conserva escenas sagradas,
como vitrina inaccesible y dolorosa.
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ANA MARITZA DE SCHWARZL
EN EL TEATRO DE LA VIDA
Imagen: H. Matisse
Se sube el telón del teatro,
y a través de la ventana,
la vida empieza,
en el jardín los pájaros se saludan,
los niños desfilan al colegio,
el cartero trae noticias,
la ambulancia se lleva a la vecina,
una avioneta bombardea propaganda,
el sol se disculpa por salir tarde,
la sirena de los bomberos alarma,
un hombre sale a su puerta,
70. 70
una pareja camina con distancia,
una mujer pasea a su bebé,
un joven lleva un ramo de rosas rojas,
mis ojos parpadean de un lado a otro,
un nubarrón tapa el sol,
las golondrinas vuelan disparadas,
la campana de la iglesia suena,
el timbre del horno me llama,
mi mirada prendida en los cristales,
el sol se ha ido, empieza a oscurecer,
afuera hay silencio, no transita tanta gente,
y ayer en sus brazos, entre tantos besos,
me prometió venir.
Suena el móvil, es él,
dice que hay atasco
en la jungla de Nueva York.
Ana Maritza de Schwarzl.
(Residente en Alemania)
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PURA FERNÁNDEZ SEGURA
QUEBRANTAMIENTO
Imagen: H. Matisse
Queda aún el rastro del fuego firme
de los días en plenitud habitados.
Fuimos aves en permanente arrullo.
Ignorantes del Mundo.
Era el mundo diana y perfil
limitado por tu pecho y mis brazos:
eso bastaba.
Oscilando la dicha
entre el clavel y el fértil labio.
Ajenos al acecho, a la hora tercia,
cuando todavía el campo reposa en la mañana,
traspasó la estancia un rayo ebrio,
golpeando el noble techo
donde creímos seguro nuestro nido.
El viento quemante diluyó
72. 72
los espejos con sus brillantes lunas
y arrasó nuestra vida bruscamente.
Abrir los ventanales,
apartar la bruma para lograr ver
el horizonte,
acercar las bocas y olvidar, todo fue inútil.
Ya extraños, cada uno cogió su cáliz
y emprendió la lenta travesía
sin más compaña que el descuajo
de ignorar a qué o dónde conduce la diáspora.
(INÉDITO)
Pura Fernández Segura. Guadix. Granada. España 1-3 2015
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TERESA TORRES
TIERRA DE NADIE
Imagen: H. Matisse
Decían que sus ojos eran tierra de nadie,
que no hubo flores en aquella ventana
ni en el tiempo de los jazmines.
Decían que tras las cortinas
se ocultaba un ser insoportable,
sin luz ni para crear su propia sombra.
Ella guardando en su pelo el silbido
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de un secreto,
suspiraba taquicardias,
impregnando de aliento los cristales,
extendiendo su lengua hacia el infinito,
dibujando junto a su sonrisa... un mundo de pájaros.
Teresa Torres. Cádiz/Málaga. España
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RITA BEDIA LIZCANO
SIN TU ABRAZO
Imagen: Google
Para: Jesús Antonio Lara Gutiérrez
QDEP
Lloran lobeznos
el aullido de la noche anterior
viscoso líquido granate
golpe bajo al plomizo cielo
Mientras abrazaba los años
música anegaba sus oídos
Tropical Panamá
Gun and Roses
IAM
segmenta posibilidades y sueños
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se cuelan por las ventanas
Mutis
Sufrimiento perverso
sin tu abrazo
22/02/15
Rita Bedia Lizcano- Apodaca- México
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MABEL CORONEL CUENCA
EMPEZAR DE CERO
Imagen de la red, seleccionada por la autora
Cuando todos se hayan ido,
cuando des la vuelta a tu alrededor
y sólo encuentres fantasmas;
cuando en tus bolsillos sólo quede
una moneda de 500 guaraníes,
y frente tuyo no existan caminos,
abre tu mente, allí encontrarás
la magia necesaria para emprender
un nuevo trayecto, abriendo surcos.
Cuando el cansancio te esté ganando
la batalla y empiecen a chorrear gotas
de agua y sal de tu frente…
tan sólo recuerda, la sal dará el sabor
a cada triunfo que has de lograr.
Cuando se te cierren todas las puertas,
y no hayan ventanas, recuerda:
siempre existirán otras puertas
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MARIENA PADILLA
LA ESPERA
Imagen: H. Matisse
Tras los visillos
aguardas
con los dedos crispados
Tu mirada atraviesa el aire
anhelante saeta
no hay horizonte que detenga el deseo
Desde el cuadro de viento
un canto despierta al día
vuela entre los árboles insomnes
recorre la amarilla soledad de la mañana
Ventana
bosque y luz
corazón y grito
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Más allá del cristal,
la verde nervadura, la recia estirpe arbórea
te auxilia
restituye un frágil equilibrio
Encuentras esperanza en la verticalidad de los abetos
mientras el aleteo negro
muda
del alféizar a la cornisa.
Mariena Padilla- Monterrey, Nuevo León, México.
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ANA LUCÍA MONTOYA RENDÓN
DE CORAZÓN MUERTO
Imagen: Google
tiempo de lágrimas/
aplica tic tacs a los bordes
gotean de erecciones y carreras/
los punteros
con los puños cerrados
muere de hastío el entorno
mama alientos en vasos vacíos
y en cristal de roca busca un rostro
y abrazos que aplasten su resuello
—perezoso verdeazul de rezos
rayado de réquiems—
recordar la enferma...
mejor que eso
el letargo crónico del camposanto
la fosa rectangular
y el parpadeo de una ventana cerrada
Ana Lucía Montoya Rendón-Colombia
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CHARLIE CHARMER
CARPINTERÍA DE ALUMINIO
Imagen: Google
Tomó un destornillador, diminuto en sus monumentales manos, y trató
una y otra vez de insertarlo en la cabeza de la rosca, semioculta en el perfil
que acababa de empotrar en la pared. La vista ya no le respondía como
antes y, en cuanto comenzaba a atardecer, intentaba no tener que
forzarla demasiado, aunque a veces no quedaba más remedio. Los
pedidos habían caído en picado y ya no podía decir aquello de “ahora
estoy muy liado, en cuanto acabe te llamo”.
Intentó ayudarse con la otra mano, colocando un dedo a modo de guía. El
frío lo hacía temblar sobre el marco de aluminio, como el pico de un
pajarillo persiguiendo un insecto en la oquedad de una rama. Entonces le
cayó algo en la nariz y miró hacia arriba buscando el culpable. Estaba
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comenzando a nevar. La herramienta resbaló en el metal y mordió con
saña al incauto índice.
- ¿Está usted bien? –dijo la propietaria de la casa, que acudió algo
alarmada al oír el quejido y el golpe del destornillador sobre el
terrazo.
- Sí, sí, no se preocupe –la tranquilizó, sacándose el apéndice de la
boca aparentemente indemne, aunque le había dejado un
inequívoco regustillo a sangre en el paladar.
Se agachó a recoger al pequeño agresor y acarició la losa a la que había
ido a parar para comprobar que no había sufrido daños colaterales.
Viendo su actitud, la mujer se dio por satisfecha y volvió a sus
ocupaciones. Él se apoyó en el alféizar para subir pero, al acabar de
incorporarse, sintió un terrible pinchazo en la zona lumbar. Apretó los
dientes con fuerza para no volver a llamar la atención y ahogó un grito
quejumbroso como quien resiste un inoportuno retortijón en medio de
una reunión importante.
Cuando al fin remitió el dolor y pudo abrir los ojos, trató de relajarse
espirando por la boca el gélido aire de diciembre que inspiraba por las
fosas nasales. Las bocanadas que exhalaba ascendían formando
caprichosas nubecillas a su alrededor, dignas del más consumado fumador
de habanos. Agotado, pegó la cara a la hoja que ya estaba colocada y ésta
se empañó inmediatamente.
- ¡Viva, viva! ¡Ojalá cuaje! –gritó en la calle un niño que volvía del
colegio, dando saltos alrededor de su madre.
Al levantar la cabeza, el carpintero dibujó un burdo trazo sobre el vaho
adherido a la superficie del cristal con la punta de la nariz. Se apartó y lo
contempló ladeando la cabeza, como un artista admiraría el cuadro recién
acabado. Sonrió. Parecía una estrella de Belén, como aquellas con las que
su hijo decoraba la casa en Navidad, rociando con spray las plantillas que
colocaba sobre cada vidrio, incluidos los de la estantería del salón. Mira
que le insistía en que aquella espuma contenía productos químicos que
podían acabar dañándolos. Pero no había manera de razonar con él. Y su
mujer se ponía de parte del niño.
- Déjale, Jose. Déjale, que le hace ilusión –y él le dejaba.
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Un escalofrío le recorrió el cuerpo. El aire glacial que entraba por la hoja
abierta le recordó la tarea que había dejado a medias. En Noruega sí que
tiene que hacer frío –pensó, y volvió a enfrentarse al tornillo rebelde.
Cuando por fin acabó la faena, se puso la chaqueta y cogió la caja de
herramientas. Al tomar con la otra mano el maletín en el que guardaba el
resto de los cachivaches, sus riñones volvieron a dejarse sentir. Aquello
era demasiado para un hombre solo. Mejor daría un par de viajes hasta la
furgoneta. No podía permitirse una baja ahora. Tenía un encargo para el
lunes y nadie que le sustituyera. El ayudante que solía acompañarle había
acabado marchándose al Norte de Europa. Y eso que le había prometido
que heredaría el negocio. No se lo podía reprochar. El negocio cada vez
iba a menos y aquí no iba a tener muchas oportunidades. Todos los
jóvenes que querían progresar y labrarse un futuro acababan
marchándose.
- Bueno, eso ya está. Me voy antes de que se forme hielo en la
carretera –dijo cuando subió a recoger lo que faltaba.
- Tiene razón, hay que andar con cuidado. La verdad es que con este
tiempo dan pocas ganas de salir de casa.
Apenas cerró la puerta tras el carpintero, la mujer se dio cuenta de que, si
tenía alguna queja que hacer, ése era el momento. Había estado tan
ocupada con las labores de la casa que solo había entrado en la habitación
cuando oyó aquel ruido. Entonces le pareció que el perfil estaba bien
colocado, pero no estaría de más, antes de que el técnico arrancase la
furgoneta, ir a comprobar si el mecanismo abría y cerraba bien, y si
realmente el doble acristalamiento aislaba como debía.
Cuando llegó se quedó atónita. No esperaba algo así de un profesional.
Finalmente, se fue a la cocina a por un trapo, regresó y limpió de vaho el
cristal, llevándose por delante aquella estrella navideña pintada con el
dedo.
Charlie Charmer. Madrid. España
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ENRIQUE A. MEITIN
FRANQUEANDO LA VENTANA
Imagen: Google
El tiempo transcurría y todos íbamos creciendo. Acabábamos de mudarnos
de mi Habana Vieja para el Vedado cuando descubrí a través de mi ventana
que en el edificio de al lado vivía una hermosa muchacha, de alrededor de
quince años, de cabello negro y ondulado que le llegaba hasta la cintura. Era
un encanto de mujer, cuando la vi quedé flechado, igual que le pasó a mi
hermano cuando la vio. Ambos, utilizando las ventanas que daban a su
cuarto y sala, tratamos de entablar amistad con ella para hacernos amigos y
poder conversar… tal vez algo más. Pero mi hermano, mayor que yo y con
más experiencia también en asuntos de faldas, iba a lograr hacerse de
inmediato su amigo.
Ella estudiaba en un colegio religioso de entonces, de nombre La Inmaculada,
y cursar estudios en el mismo no la había llevado su fe religiosa, ni de la de su
familia, que tanto pregonaba su adoración a Cristo y su asistencia cotidiana a
los rosarios y a la misa de los domingos, ni mucho menos, sino su
desenfrenado apetito sexual, que no había respetado barreras de razas ni
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edades, y que mantenía a sus padres en ascuas, vigilándola siempre ---y
porque no inútilmente---, tratando de impedir la pérdida de su virginidad.
Perdida de la cual, real o no, ya era comidilla de las chismosas del barrio.
Expiándola por las ventanas comprobamos que asistía al Colegio en la
mañana, y regresaba a almorzar a su casa. Sus padres trabajaban hasta
aproximadamente las seis de la tarde quedándose sola con la abuela, que
aunque joven aun, seguía la tradición cristiana súper moralista y la encerraba
en su cuarto hasta que llegara su madre, que era la que más temprano
regresaba de sus labores en el negocio donde estaba empleada.
En su cuarto Maribel cuando permanecía sola se encontraba a sus anchas,
estudiaba y, oía música y en ocasiones, a sabiendas que no iba a ser
molestada por su abuela, salía por la ventana de su cuarto hasta alcanzar una
escalera empotrada en la pared, por la parte de afuera, a escasos dos metros
de la misma. Esta daba acceso hacia a la azotea del edificio y si se dirigía
hacia abajo a un estrecho pasillo lateral que comunicaba con la calle,
separada por una reja con candado ---nunca se supo cómo nuestra vecina se
había apoderado de la llave---, por donde se escurría para verse con sus
“galanes”, o simplemente perder el tiempo deambulando por el barrio, y
poder regresar antes de que regresaran a la casa sus padres.
Ese pasillo, estaba situado entre el edificio donde ella vivía ---en un segundo
piso---, y el que habitábamos nosotros, en el tercer piso, mucho más
moderno que el de la joven, existiendo una diferencia de altura entre ambos
inmuebles de aproximadamente un metro y medio. Dicha diferencia de
altura nos permitía ver desde la ventana de nuestro baño, subiéndonos en
algo dentro de la bañera, la habitación completa de la joven, en caso de que
se mantuvieran abiertas las ventanas de estas.
Maribel constituía para mi hermano, no tanto para mí, un sueño
inalcanzable, se había metido con ella en innumerables ocasiones, la había
cortejado en una fiesta de cumpleaños y le mandaba recados con una de sus
amigas que asistía al mismo Colegio. Incluso había llegado al extremo de ir a
misa los domingos ---él, al igual que nuestro padre, nunca creyó en nada---,
con el sólo propósito de verla. Conocedor de que ya no era una niña y que
había tenido experiencia con otros muchachos, se moría por ella y aspiraba
en convertirse no solo en su novio, sino en su amante.
Ella a sabiendas de que a mi hermano se le caía la baba cuando la veía, se
hacía la importante, no permitiendo que se le acercara, pero tratando por
todos los medios de provocarlo. Cuando se imaginaba que la estaba
espiando, fuera de tarde o en la noche cuando se retiraba a dormir, abría las
ventanas de par en par, y con una tenue luz encendida comenzaba a
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desprenderse de sus ropas, hasta quedarse completamente desnuda, se
acostaba en la cama, que estaba situada frente a una de las ventanas, se
hacia la dormida, para que mi hermano, en caso de que la estuviera
observando, pudiera contemplarla en su totalidad, y se volviera loco.
Apenas pasaban unos minutos se levantaba contoneándose y apagaba la luz,
dejando solo encendido a mi hermano, que ya se encontraba encaramado en
una silla dentro de la bañadera mirando por la ventana, lo que provocó que
en varias ocasiones estuviese a punto de caerse, tratando de ver más allá de
lo que la distancia y la inclinación entre ambos edificios le permitía.
Un buen día mi hermano la sorprendió en la calle ---acabada de escaparse---,
la tomó por el brazo y la detuvo. Pensando Maribel que la habían cogido “in
fraganti” en su fuga sólo atinó a decirle…
---Ay que susto me has dado, pensé que era mi padre o el encargado del
edificio…
---No soy yo, tu eterno enamorado, que no descansa hasta que me oigas lo
que tengo que hablar contigo. Le contestó, mientras sin soltarla aminoraba la
presión de sus manos en el brazo de Maribel, convirtiendo el apretón en una
dulce caricia.
---Te estás propasando, suéltame y hablamos, no me gusta que me toquen,
acentuó ella…, pero vamos a algún lugar donde no puedan vernos.
Después de pensar ambos adonde dirigirse para poder conversar libremente,
entraron al edificio en que vivíamos nosotros. Mi hermano sabía muy bien
que en el Hall nunca había nadie… se sentaron al borde de la escalera, uno al
lado del otro… muy juntos.
---Bien ahora dime lo que tienes que decirme… te escucho, pero que sea
rápido, ya que tengo que volver pronto a mi casa…
Él no perdió la oportunidad y descargó todo lo que guardaba en su corazón y
en su mente desde hacía ya tiempo, matizado por toda esa serie de mentiras
endulzadas que los jóvenes acostumbran a utilizar, en esos tiernos instantes
en que enamoran. Sin dudas de seguro le dijo algo así: “…que la espiaba por
las noches... que la había visto sin ropas incluso, en varias ocasiones; que lo
tenía loco de remate y que deseaba que fuese su novia, entre otras cosas”.
Cierto fue que Maribel no lo aceptó, le respondió secamente, que a pesar
que le gustaba, ella era mayor que él y que su mamá no la dejaba tener
novio, y si algún día se lo permitía, ella lo haría con un hombre ya maduro y
con experiencia, no con un “niño”. Recalcando esta última palabra, se
levantó, salió del edificio y regresó casi corriendo a su casa.
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Terminaba así el primer encuentro de mi hermano con Maribel, y que sería
de todos los que tuvieron, el único serio de veras... Ya que después todo
sería, búsqueda, riesgo, aventura y sexo. Maribel continuó en su exhibición
nocturna, poniéndose cada vez más en poses provocativas que hacían que mi
hermano a escondidas de nuestros padres se excitara más de la cuenta…, y
yo también después.
Basta decirle que, mi hermano y Maribel se veían casi a diario, pero ella no le
hacía caso alguno. Incluso le llegó a decir, para que no la asediara más, que
tenía novio y que este visitaba su casa. Era verdad, ella había comenzado a
tener relaciones con un muchacho que estudiaba en la Universidad, y que
estuvo “rompiendo sillones” en el balcón de la casa por bastante tiempo,
según observábamos nosotros desde nuestro “mirador”, aunque Maribel
continuaba en sus escapatorias, y esta vez para verse indirectamente con mi
hermano… al menos en un principio, pues después lo harían de la manera
más inimaginable posible.
Cierta vez, después de que su novio se había despedido de ella y de su familia
y abandonara la casa, y que se retirara a dormir. Nosotros ya conocedores de
que el ritual de siempre iba a comenzar nos instalamos en la ventana del
baño en sendas banquetas para disfrutar bien del espectáculo. En realidad,
como no teníamos por qué preocuparnos en lo absoluto si se daba cuenta o
no ella, ya que desde hacía mucho tiempo lo hacía sabiendo que la
mirábamos, no tomamos las precauciones debidas y nos sorprendió papá.
---¿Que hacen ahí encaramados? Bájense de ahí, par de cabrones… ¿A quién,
o qué están mirando a estas horas?
---No grites papi, por favor. Le contestó mi hermano, y apoyándose en la
confianza que tenía con él, le susurró.
---Ven para que veas que maravilla estamos viendo…
Mi papá se aproximó a la ventana, y pudo apreciar en todo su esplendor el
motivo de nuestra observación, por lo que no pudo evitar hacer la siguiente
exclamación.
---¡Ñoo!… que buena está la “vecina”. Con razón la cuidan tanto. Hizo una
pausa y agregó al momento. Cualquier día saltan de una ventana a otra para
ver más de cerca o palpar esa maravilla. Continuó diciendo, mientras. Tras oír
las palabras de papá, nos miramos pensativos diciendo: “muy buena
ocurrencia ha tenido papi” y por nuestras mentes pasaron los más
arriesgados pensamientos.
---Ahora salgan de aquí… y vayan a otro lugar… pobre de ustedes si los
sorprendo otra vez. Culminó diciendo papá con un “fingido” tono autoritario.
92. 92
¡Ah!, y que su madre no se entere, porque ella si les clausura la ventana
¡Oyeron!…
Que maravilloso era para nosotros tener un padre que fuese nuestro amigo y
compañero, muchos de nuestros amigos no tenían esa suerte. Cumpliendo su
orden nos retiramos a dormir, y ya en la cama discutimos diferentes planes
hasta aprobar uno de ellos, el que pondríamos en vigor tan pronto fuese
posible, y que ni mamá, ni papá pudieran impedírnoslo. El plan, o mejor la
idea de seguro más lógica y calculada de todas las que habíamos pensado,
por supuesto era la de mi hermano...
---Si amarramos una soga a un hierro que cruzara la ventana. Comenzó él
explicándomelo detalladamente. Como la tranca que está detrás de la puerta
de la calle, podría bajar por la soga y balanceándome alcanzaría la escalera;
saltaría a la ventana de ella y podría entrar en su habitación, mientras tú me
proteges y luego me ayudas a regresar al apartamento ¿Qué te parece?.
---Bien, pero yo creo que no vas a poder hacerlo: tienes problemas en la vista
y no eres ágil. Te vas a caer. Además ella pensará que eres un ladrón y seguro
que grita al verte echándolo todo a perder…
---Sé que puedo hacerlo. Afirmó. Ella tampoco hará nada, a ella le gustan los
riesgos y la aventura…
---Mira lo que vamos a hacer. Continúo con su Plan. Tú la llamas por teléfono
y le dices que voy a entrar por la ventana, que se prepare, que ya no puedo
más, que voy a estar con ella, y cuelgas. No esperes a que te diga nada. Verás
que todo sale bien…, estará encantada por mi osadía.
No resulta ocioso apuntar que me sumé de lleno a su idea…, sin discutir ni un
sólo detalle y sin analizarlo dos veces la aprobamos en su totalidad, pues en
cambio, el Plan que a mí se me había ocurrido ---que no vale la pena relatar
aquí--- en honor a la verdad, sólo podía ser ejecutado por Superman o por
Batman y su ayudante, por supuesto ---yo sería Robin---, o a lo sumo por el
Hombre Plástico.
Como era de esperarse mi hermano puso solamente la idea, yo tuve que
buscar la tranca de hierro, igual que la que había en la puerta de salida de la
casa, que pudiera tener más de dos cuartas del ancho de la ventana, así
como una soga de aproximadamente veinte pies que compré en la Ferretería
de la esquina, con unos centavos que teníamos reunidos, a esta le hice unos
nudos, cada pie y medio aproximadamente, para finalizar en un lazo donde él
pudiera meter el pie para balancearse.
Una vez equipados para la acción, sólo restaba esperar el momento oportuno
para llevar a vía de hecho el Plan preconcebido. Este sería cuando, en ambas
93. 93
casas, todos se hubieran ido a dormir, salvo Maribel que se encontraría
desnuda en la cama, realizando su habitual exhibicionismo… esperando
porque su visitante nocturno franqueara la ventana de su cuarto.
Llegó el día. Hice la llamada acordada, y mi hermano bajó por la soga
anudada que yo le había preparado. Acto seguido se balanceó, alcanzó con
no poca dificultad la escalera, amarró a ella la soga, para el regreso y se
introdujo a la habitación por la ventana, que había permanecido abierta. Si
yo lo contara luego como lo hizo, nadie me lo creería aunque lo jurara, pues
mi hermano nunca se había subido en un escalera, ni para pintar, y menos
aún se arrimaba al borde de una azotea, porque le daba vértigo, ¿Cómo
podría haber hecho aquel acto de acrobacia? Digno del mejor de los
trapecistas del circo.
Tal como él había apuntado, Maribel no se opuso, pensó primeramente,
como yo, que mi hermano no sería capaz de entrar en la noche por la
ventana de una casa, pues si alguien lo veía, llamaría a la policía, podrían
matarlo, pero al verlo lo más que atinó fue a ponerse una bata encima,
apagar la luz y dejar que entrara en la habitación.
El Plan resultó, pero yo, siendo más chico me quede con las ganas de
repetirlo, solo pude realizar la tarea de apoyo, ya que cada vez que mi
hermano franqueaba su ventana, lo que hizo más de diez veces---, cerraban
la misma, pasaban un tiempo juntos y después regresaba a la casa como si
nada. Aunque debo confesarle que al menos siempre me contó los detalles…
Enrique A. Meitín. Cuba/ Miami.
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BOMBI CHARMER
VENTANAS VERDES
Imagen: Google
Mi percepción de las cosas siempre tuvo un color grisáceo, tirando a
oscuro. Las casas, las calles, los comercios, la ropa... todo me parecía
exento del color suficiente como para atraerme. La vida parecía teñirse de
forma irremisible de una tonalidad neutra, sin vida. La belleza se escondía
lejos de lo que percibía, oculta tras cordilleras nevadas de pelusas como
las que pueblan la parte superior de los armarios, donde el hogar casi
nunca llega a ser.
Todo cambió aquella mañana fresca de marzo, mientras intentaba pasar
desapercibido entre la maraña de viandantes que inundaban la calle
donde vivo. No sé por qué, pero mi mirada se perdió tras la suya, verde y
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ausente. El cabello, su cabello, apelmazado y lacio, envolvía su cabeza de
forma que no permitía ver con claridad el rostro blanquecino, de palidez
enfermiza. Era pelirrojo, tan vivo como las alas de una mariposa, tan
brillante que destacaba del mundo y capaz de transformar lo gris en arco
iris. No reparó en mí, lo cual debo admitir que no me entristeció. Y es que
hay cosas que se disfrutan más desde la admiración y el secreto, donde la
realidad no permite destrozar los sueños ni las palabras derrocar una
imagen idílica. Sus pasos fueron mis pasos, sus labios dueños de mis
palabras, sus ojos mi ventana al mundo. Una ventana desde la que se
percibían multitud de colores distintos, teñidos por el verde y el rojo
anaranjado de sus pupilas y su pelo.
Cada mañana, a partir de entonces, bajaba a la calle con la pretensión de
asomarme por el tragaluz de su mirada, escondido tras el anonimato,
vestido de admiración, ataviado con los sueños de quien no espera más
que soñar.
Su andar, intermitente y vacilante, la llevaba cada día a ningún sitio, en
busca de alguien como yo, inocente, vulnerable, incluso apetitoso. Un
amor imposible y siempre efímero. Por esa razón la admiraba desde la
distancia.
Podría asomarme durante una eternidad a través de la ventana de sus
ojos, pero jamás abrirla sin ser devorado.
Porque tras sus bisagras me encontraría con el muerto andante en quien
se había convertido antes de conocerla.
Bombi Charmer. Madrid. España.
96. 96
ELISABET CINCOTTA
EPÍSTOLA II
Imagen: Google
"desierto inerme que sólo busca una tumba
como el errante."
Liliana Varela
Tierra de tiempos, 3 de enero de 2010
Y eras el errante ¿en busca de qué? Sí, quizás la lápida que te nombre, por
eso la vida-orgía, el derrame de placeres, el juego, la mentira del amor.
Recibí tu carta, no me perdonás haberme alejado. Claro, tu orgullo herido
hace que retengas los tiempos de amalgamas. Nunca te contesté. Hoy
decido escribirte desde este Buenos Aires gris y húmedo... tan frío. Pego la
nariz a la ventana, mi aliento la empaña, escribo tu nombre y te digo
adiós, mientras el Obelisco me devuelve un mundo malabarista que se
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despliega, en cada semáforo, pidiendo una moneda por la payasada que la
vida le ofrece, ellos: los hombres-calle, los niños-lluvia.
¿Te vas?- me preguntaste en tu mal habido castellano y tu insuficiente
amor... el mío también. No nos retuvimos, no nos seguimos, fuimos
nombres en memoria.
Vuelvo a la hoja-vidrio, redondeo el adiós con trazo firme y redondilla.
Ves- te digo- allí viene él con su boina anárquica, su jean desgastado, la
lluvia lo moja. Él es feliz resguardando su libro de Juarroz, leerá poesía,
cebará mates lavados, y desde algún oculto abrazo me coronará con un
jazmín, robado quién sabe dónde. Luego haremos el amor con ritmo de
gota, pausa de escampe y ruido de trueno.
Desde esta tierra de tiempos te abrazo por última vez, soplo tu nombre
hacia el reflejo que la calle enciende con la lluvia. Mañana saldrá el sol y ya
no existirán ni nombre ni reflejo. El amor hará perder algún vestigio de
recuerdo en la memoria del olvido.
Mi desierto ha florecido.
Yo, la que bendice al amor
Elisabet Cincotta- Buenos Aires-
Argentina
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ADRI DELFINI
LA VENTANA
Tomasa era una mujer de 82 años que vivía sola (desde que enviudó)
como se casó a los 55 años no tuvo hijos y carecía ya de familia. Vivía de la
pensión del difunto y de su jubilación, en una casa antigua de las llamadas
“chorizo” porque las habitaciones se comunicaban por una puerta interna
además de una externa. Su vida transcurría mirando por la ventana, tenía
dos postigos y daba a la calle, no muy transitada pero eso a ella la tenía sin
cuidado porque le encantaba observar a los vecinos. Se levantaba bien
temprano, se preparaba el mate junto con unos grisines se afianzaba
frente al vidrio a ver el movimiento cotidiano, nada era más importante
que ver como Vicente arreglaba los autos o adónde entregaba Omar los
sifones. Tanto era así que una mañana no se dio cuenta que el desabillé
comenzó a prenderse fuego por acercarse tanto a la estufa de Kerosene. -
Socorro, socorro gritaba desesperada mientras intentaba desabotonar la
ropa con los dedos deformados por la artrosis. Vicente al oír los gritos
corrió, golpeando la ventana justo a tiempo para saltar sobre la anciana y
apagarle el fuego haciéndola rodar por el suelo. -Gracias a Dios Vicente,
dijo Tomasa sin salir del susto, que apenas se había quemado un poco las
rodillas. La peor parte la llevó el vecino que al apagarla se quemó las
manos y tenía que volver a trabajar. -No es nada Tomasa, la próxima vez
tenga más cuidado. Otro día Tomasa estaba preparando unos fideos,
esperando que se cocinen se fue a mirar por la ventana. Tarde se acordó
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de la comida porque el agua hirvió y apagó el fuego pero el gas siguió
saliendo…cuando ella regresó a la cocina, vio el fuego apagado encendió
el fósforo y pum. No sólo explotó la cocina sino que la presión la tiró para
atrás y se rompió tres costillas. Los vecinos llamaron a los bomberos al
sentir la explosión, rompieron la puerta, inundaron la casa de agua pero
salvaron la mitad de la casa. Todos comenzaron a preocuparse por la
pobre vieja, dándose cuenta que no sólo era un peligro para ellos (que sus
casas eran lindantes) sino para ella misma… ¿Cómo hacer para alejarla de
la ventana? se preguntaban. Nadie se imaginaba que el incentivo para
levantarse todas las mañanas de esa extraña mujer era la ventana…por
esa abertura entraba la vida y la energía a sus poros. Mirando a los chicos
que pasaban para ir al colegio o sintiendo gritar los domingos los goles del
club de la vuelta…o cuando el cura después de la misa pasaba y le
santiguaba una bendición, ella se sentía segura y acompañada a través de
los cristales. Tita le hacía las compras, porque la última vez que fue a una
cuadra y media al almacén se perdió, tardó dos horas para reconocer su
casa y sólo lo hizo al ver su preciada ventana. El sábado a la noche quedó
el postigo abierto, era verano…quien no duerme con las ventanas
abiertas. Entraron dos muchachos vaya a saber con qué intención porque
todos sabían que Tomasa vivía sola. Los vecinos esperaron que se asomara
el domingo cuando pasó la murga con bombos y platillos pero la anciana
no apareció, entonces fueron a verla y la encontraron sentada tras la
ventana, unos dicen… que se murió de un susto otros de alegría.
Adri Delfini- Buenos Aires- Argentina
Del libro: Cuentos Bio-relatables
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CARLOS CAPOSIO
LA VENTANA
Imagen: Google
“Mi casa se fue desmoronando, el agua que filtraba hacía cortocircuitos con la araña
del comedor, pero desde mi ventana, se veía la llegada del tren”, Malacara.
Despertó tiritando. Se levantó como un fantasma, como si hubiera
dormido más de una noche. Miró el reloj, la misma hora de cada mañana.
Levantó la persiana de la correa rota dejando al descubierto el parche de
cartón en el vidrio. El sol ya dibujaba las siluetas de los edificios de avenida
Libertador.
Ella tenía un vestido rojo, bufanda y sobre todo. Estaba parada en el
andén al lado del puente.
Recién cuando la vio supo que era viernes. Sabe que de lunes a jueves ella
usa un uniforme.
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La espiaba desde siempre. Desde que tenía memoria.
Él esperaba el momento preciso, el día indicado para cruzar y hablar con
ella.
Cada mañana estaba ahí frente a la ventana de la planta alta,
acariciaba a la muchacha con sus ojos, e imaginaba que lo miraba y le
sonreía. Pero la bocina del tren lo golpeaba y ella se perdía en el último
vagón.
Nunca se animó.
A veces no aparecía, faltaba al trabajo. Entonces él sufría en
silencio, igual que los feriados y los fines de semana, cuando ni siquiera
levantaba la persiana.
Ella brillaba. Era como si una película en blanco y negro tendría a su
protagonista a colores.
A él le llamaba la atención un señor mayor que todos los días estaba
parado al lado de ella, también parecía brillar, también era diferente.
Vestía un sombrero de paja y llevaba puesto siempre el mismo jardinero
azul engrasado.
Odiaba las tardes. Eran sólo unos segundos en que su pelo negro
flameaba entre la gente. Todos volvían de trabajar a la misma hora y a
veces se amontonaban y ni siquiera podía verla. Él se movía como si el
marco de la ventana se agrandara, después, cuando la estación quedaba
desierta, maldecía y gritaba caminando de un lado al otro del cuarto.
Decidió no esperarla más por las tardes, minutos antes de la llegada
del tren, bajaba la persiana.
Una mañana despertó con valor, pensó en hablarle y decirle del
tiempo que llevaba enamorado. Contarle que sabía del piloto gris de los
días de lluvia y de la blusa escotada en las mañanas de calor. Tenía que
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cruzar, sabía qué decirle. Iba a confesarle que disfrutaba de los parlantes:
“Señores pasajeros, trenes con destino a Retiro, veinte minutos de
demora”.
Estaba dispuesto a confesarle que el día del paro de los maquinistas
él había sido tan egoísta que rezaba para que no arribe el tren y qué vio
cuando se fue gesticulando a tomar el colectivo. Pero no se animó. Ella
tenía un gesto raro y no creyó conveniente cruzar ese día.
Una mañana la chica hablaba con el viejo del jardinero azul. Sintió
celos y comenzó a gritar fuerte para llamar su atención, ella pareció
escucharlo, miró hacia la ventana, y sí... Sus miradas se cruzaron. Él
disimuló, miró hacia el costado, se sonrojó. Luego, cuando se dio cuenta
que lo seguía mirando, le sonrió y la saludó. Pero ella lo ignoró, siguió
mirando como si nada, se tomó el tren y se fue.
Desde aquel día todo fue diferente.
Ella comenzó a mirar hacia la ventana todas las mañanas. Le
llamaba la atención la humedad en las paredes, el cartón del vidrio, y los
carteles de venta destruidos. No entendía como en el mundo moderno
podía seguir existiendo una casa tan grande. Ella estaba convencida de
que no vivía nadie en el lugar.
El viejo le contó que estaba abandonada. Que vivió un loco mucho
tiempo, un loco que no paraba de mirar por la ventana.
- No creo pero... ¿Seguirá ahí adentro? - preguntó ella.
- Dicen que hace cien años que murió, o ciento cincuenta, ya se tendría
que haber dado cuenta- dijo el viejo.
- ¿Usted cómo sabe ¿No vio que las persianas se mueven.
- Mirá- continuó el hombre- mi hijo era muy creyente, y con eso de la
religión tenía remordimientos por las cargadas que de chico le hacía al
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loco. Lloró mucho el día que murió. Me acuerdo la impotencia que sentí.
Lo escuché suplicando perdón, y yo que no podía abrazarlo, debió
necesitarme mucho, pero así es la vida de los muertos. En lo de las
ventanas le voy a dar la razón, ayer estaban cerradas, pero vio que el amor
mueve...
- ¿De qué le vino la locura, usted sabe.
- Justamente, de amor. Estaba enamorado de una muchacha, y no fue
correspondido, o no se animó. Cuando uno no se anima nunca sabe.
- Qué hermoso, era un romántico. Debe haber sufrido mucho. ¿De qué
murió.
- Creo que de hambre, no salía por verla. No se puede estar siempre
encerrado espiando a una mujer. Eran tiempos duros, fue cuando lo de las
torres de Estados Unidos. Nadie tenía tiempo para amar. Fue cuando las
guerras. ¿Se acuerda señora.
- Sí, las guerras del siglo pasado. Yo estaba acá mismo esperando el tren
y un chico con un tablero grande de dibujo le contaba a otro la noticia que
había escuchado por la radio. Eran tiempos duros, pero yo también creía
en el amor, tenía tanta vida en ese entonces, como pasa el tiempo. ¿Fue lo
de los aviones, no.
- Claro querida, desde ese día cambió el mundo. Vinieron las invasiones,
la unión de los europeos y los latinoamericanos. China y Japón. Hasta
dicen que por eso cayó el imperio norteamericano. Pero no sé, dicen
tantas cosas.
- ¿No estará esperando todavía. Quizás siga espiando sin darse cuenta.
Yo me enteré que mucha gente se muere y nunca se entera.
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- Puede ser. Quizás esté aguardando a la chica de cabellos tan negros
como los tuyos; a la que esperaba el tren, como vos también. Por ahí no
estaba loco, la gente habla. Quizás ella tampoco se...
- No se preocupe. Voy a ir por él. No ahora, por la tarde. Quizás
mañana. No, no, por la tarde. Tenemos mucho tiempo todavía. Ya nos
animaremos.
Carlos Caposio- Buenos Aires- Argentina
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MARIEL MONENTE
VENTANAL
Imagen: Henri Matisse
Perdió toda su frialdad, su andar liviano y seguro. Observó su reflejo en el
ventanal.
El cuarto en penumbra la envolvía pero aún así la claridad interior de la
habitación era suficiente para estampar su silueta menuda en el gran
vidrio que daba al parque ya oscuro.
De pronto la sorprendió el riego, eran las ocho, y la rítmica descarga, llenó
el ambiente con su sonido intermitente.
Los brazos caían tan yermos de sus hombros que se preguntó si tendría
fuerza para llamar, recoger el teléfono, pedirle otra vez que regrese.
A su lado se reflejaba el jarrón blanco y azul que compraron juntos en ese
viaje que intentó sostener lo irreparable.
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En ese momento sintió la insensatez y la impotencia como un manto
pesado sobre sus hombros, sobre su cabeza.
Atar y desatar, anudar, cambiar de nombre, de profesión, de nacionalidad,
librar al azar sus decisiones, beber hasta el desborde, sucumbir al llanto
frente a miles, gritar, correr hasta que no quede aliento, ni lágrimas; y
sobretodo no sobrellevarlo, no soportar, no esperar por soluciones, ni
apostar a la próxima vez tal vez, a lo mejor...si lo intentamos.
Miró el teléfono impecable, descansar sobre el cargador, titilando
inútilmente la luz verde. Miró sus brazos cayendo a los costados.
Tomó el jarrón y lo arrojó al ventanal con una fuerza que ni ella conocía.
El estallido fue como un baldazo en pleno rostro.
Sonaron las alarmas a las ocho y cinco.
Mariel Monente- Buenos Aires- Argentina
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JORGE e RUEDA
Imagen: Matisse
Las películas las conocía de memoria: mismos títulos y actores, misma
música y trama; es lo que veía en el reducido espacio que llamaban sala.
Era su única diversión mientras su madre ocupaba la alcoba con las visitas
que cada noche recibía.
La puerta de la habitación muchas veces quedaba entreabierta, lo que le
permitía observar la desnudez de su madre y los estómagos prominentes
de los cerdos (como los llamaba) que la visitaban. Ella, con solo mirarlo le
desaprobaba cuando preguntaba quiénes eran aquellos hombres. Le
mortificaba de muerte el escuchar el sonido del timbre de la puerta del
pequeño estudio en el que vivían. Recuerda que, estando muy niño, su
mirada se perdía en el firmamento observado a través de la ventana;
desde ese tiempo lejano soñaba escapar y navegar sobre la pequeña
alfombra donde su madre lo sentaba.
Hoy, a sus veinte, aún tiene memoria nítida de esos hechos porque nunca
lo abandonaron y que hacen parte de su presente: gemidos, carcajadas, el
chirrido de la cama, el olor a alcohol, el pesado ambiente de tabaco que
fumaban y masticaban esos hombres viejos y redondos, de dientes
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manchados, vestidos con pantalones de tirantas, camisas blancas, algunos
de corbatín o corbata y, muy común en todos, el sombrero de estilo Al
Capone.
Sabe que ella está allí, llorando desconsolada al verlo con ese uniforme de
rayas. La sala está abarrotada de periodistas, cámaras de televisión y los
familiares de 15 prostitutas asesinadas.
El jurado no requirió de mucho tiempo para condenar a pena de muerte al
monstruo (como lo llamaban) de la calle 42, tal como lo había pedido el
fiscal.
Jorge e Rueda
Colombiano residente en USA
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MAYTE ÁLVAREZ
TRES VENTANAS
Imagen: Google
Primera ventana
Se oyen las primeras gotas de lluvia caer, y… es inevitable, al instante le
embarga la tristeza, la angustia, el pensamiento de que el cerdo está al
caer, junto con la necesidad de escapar, y el imán… hacia la ventana,
guiada a buscar la confirmación de que llueve, de que el baile ha
empezado.
Días de escapar, de espacio en espacio dentro de su casa, eso le recuerda
la lluvia, tras la ventana; días de preguntarse por qué si cuando llueve
todos van a casa, los suyos no, solo el cerdo, de preguntarse por qué su
madre llevaba años estudiando para conducir, por qué sus hermanos
preferían estar en cualquier escondrijo antes que en casa.
Pero el cerdo sabe que encontrará a la niña allí, también que ella intentará
encerrarse en alguna habitación o meterse entre el pilar y el aparador
donde sus manos no llegan, mientras la mocosa le escupirá cada vez que
se acerca. Carpio lo sabe, y la niña lo sabe.
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Hay algo más que el cerdo sabe y la niña acaba de descubrir, mirando tras
la ventana, se acaba de dar cuenta de que ella le tiene miedo a la lluvia, y
el cerdo lo sabe, por eso cuando llueve va a su casa a encontrarla sola, y
está obligada a abrirle la puerta pues es el marido de su abuela.
Suena el timbre y lo decide, va a enfrentarse a su miedo, peor es aguantar
el otro. Ellas le dicen que aguante, pero la niña ya no puede más.
Le abre, el cerdo entra y ella sale; se lo recrimina, y… por primera vez,
chulería, 10 u 11 años tiene, pero se pone brava, responde chula.
Al poco, al mucho, al ni se sabe, está toda calada, tiritando, pero no piensa
entrar, ya nunca más, y para un coche en la puerta, de él sale su madre, a
quien conduce no lo conoce. Más recriminaciones. Ella ahora sabe que
bajo la lluvia no se disfruta, se pasa frío, pero como su madre la conoce lo
suficiente deduce que a partir de ahora estará dispuesta a mojarse
siempre, pero siempre, bajo la lluvia.
Hacia la noche cambiaron más cosas, con el miedo perdido a la lluvia,
aunque no le gustara mojarse en ella, le quedaba uno. Si por escapar de
un miedo, se había enfrentado a otro, se iba a enfrentar a esto.
Lo hizo, sin saber cómo, espontáneamente, o inducida por la liviedad de
espíritu al soltar el lastre del miedo, que la hacía sentir más fuerte, por lo
que lo era.
Solo gritó: ¡Cerdo, no me vuelvas a poner tus asquerosas manos encima!
Lo hizo tan, tan fuerte como nunca. Lo repitió tantas veces, que no se dio
ni cuenta.
Entre medias, solo un diálogo, cuando aterradas entraron su madre y su
abuela. La niña les decía: ¿Ese es el problema, que se enteren los vecinos,
no lo que me hace?, a gritos, también a gritos. Su abuela la llamaba loca,
su madre le instaba a callarse, pero ella gritaba y gritaba, las dos frases,
alternativamente, para espanto de los tres, y puede que de los vecinos.
Desde entonces la niña grita, porque ese día acabó todo. Aunque desde
ese día no soportara la lluvia, no, y menos verla tras la ventana, sin
embargo lo hacía, siempre lo hizo; miraba las primeras gotas caer y la
tristeza le invadía. Pero se hizo fuerte, porque sobrevivió a ello.
Segunda ventana
Suena el timbre, y ella presiente que es él, se ha acostumbrado tanto a
mostrarse directa, a no ocultar su actitud, a ser desafiante, a ser… chula,
que se asoma a la ventana, lo mira, le aguanta la mirada, y no le abre. Es
su forma de decir, no quiero nada contigo, hemos acabado, me has fallado
y pongo el fin.
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Nunca imaginó que era la última vez que lo iba a ver, a cuatro pisos de
distancia, con sus barbas, sus cabellos y su rostro dándose ese aire a las
estampas de Jesucristo, la miraba, la miraba, y ella no le abrió, incluso se
sintió orgullosa de sí misma por su gesto, eso fue antes, antes de empezar
a sentir culpa. Culpa.
Por dos veces se mató, así se lo dijeron. Por dos veces se cercioró de que
no iba a escapar a la trampa que le puso a su propia vida. Se tomó una
caja de pastillas y se metió en la acequia, detrás del cementerio. ¿Era él el
hombre que ella veía como su alma gemela? ¿Y si se había ido, ya no
existía? ¿Cuánta culpa tenía ella? ¿Cuánta? ¿Cuánta?
¡Cuánta trascendencia para una mirada detrás de una ventana!
Y con ello vivió y sobrevivió también, por tanto, se hizo más fuerte. Y
continuó el camino sola.
Tercera ventana
Felicidad. Felicidad pura viendo a un niño jugar al fútbol en la plaza del
pequeño pueblo de montaña, con los mismos pocos niños con los que
también va a la escuela. Está en una esquina de la habitación, trabajando
incómoda, ya que la habitación tranquila que necesitaba para su trabajo y
que acordaron que tendría, se la ha invadido su nuevo compañero de
camino con sus cosas, mas… el sacrificio de trabajar en un rincón le es más
que compensado por la oportunidad de ver cómo va creciendo, mes a
mes, el hijo de él.
Ella nunca ocupará el lugar de su madre fallecida, pero sí cocinará para él
con amor de madre, le preparará la ropa con esmero y preferencia para
que vaya con la pulcritud que una madre desea, estará atenta, le instruirá,
y… le verá jugar al balón con los niños, en ese pequeño pueblo que se
convertirá en una jaula, para finalmente, tener que escapar, tener que
perder la visión de esa tercera ventana, para siempre. Y pasar a sentir
dolor amargo.
Pero eso aún la hizo más fuerte, sobre todo porque en ningún momento
perdió la sonrisa. Por ello, ahora sabe que las ventanas no significan nada,
que los cristales son siempre transparentes y que es mejor ver el sol cara a
cara, todos los días, y desear hacerlo. Sin embargo, el cambio empezó
mirando cómo caían las primeras gotas de lluvia tras una ventana.
Mayte Álvarez- Alcoy- Alicante
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J. JAVIER TERÁN DÍEZ
AMOR AL OTRO LADO DEL CRISTAL
Imagen: Google
(Carta de amor)
Te veía pasar cada día frente a mi ventana, cuando invariablemente
acudías con exquisita puntualidad hasta tu lugar de estudios; siempre con
tu cargamento de libros y cuadernos apretados con fuerza junto a tu
pecho, en una posición marcadamente femenina. Tu larga y ensortijada
cabellera rubia ondeando al viento, libre y acusadamente sensual. Tu
caminar firme y decidido y simulando cierto contoneo en la distancia. Tu
cabeza siempre erguida y mirando al frente con envidiable decisión.
Te descubrí un día por azar cuando, tras escuchar en la calle un
considerable murmullo, levanté la vista del libro que en aquellos
momentos sostenía entre las manos y dirigí la mirada hacia el exterior,
apartando ligeramente la cortina que cubría el hueco de la ventana.
Entonces, entre la gente que pasaba por allí en aquellos momentos, me
fijé particularmente en ti, que caminabas con resolución, tus libros
abrazados al frente y tu melena suelta y libre al aire de la mañana. Me
quedé mirándote emocionado, hasta que tu sensual figura desapareció
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por entero de mi limitado campo de visión. Intuiría luego que me había
quedado prendado de ti desde aquel mismo instante.
Varias veces más a lo largo de aquella mañana estuve observando con
exclusiva dedicación el exterior de la calle por si volvías a cruzarla de
regreso; pero fue en vano. No conseguí volverte a ver durante el resto del
día.
A la mañana siguiente, monté tempranamente mi particular observatorio,
y no tardé en poder contemplarte de nuevo en toda la extensión de tu
figura. Sin embargo, tu paso frente a mi ventana se me hizo
extremadamente corto, casi fugaz para tanto como quería observarte.
Luego, la calle volvió a tornarse anodina y triste tras tu ausencia. Sólo me
quedaba ya esperar a que regresaras de vuelta y confiar en que lo hicieras
por el mismo camino.
Fuiste, sin saberlo, fiel a mi pensamiento y, de regreso, volviste a cruzar
frente a mi ventana. Te acompañaban ahora algunas personas más y
charlabais animadamente entre todas, según pude distinguir. Clavé
materialmente mis ojos en ti tratando de transmitirte parte de mi
pensamiento para que tú dirigieses entonces la mirada hacia el lugar
donde yo me encontraba. Pero fue inútil, seguiste irremisiblemente tu
camino y tu entusiasta conversación con el grupo de personas que te
acompañaban. Yo me quedé observándote hasta perderte por completo
de vista y con el pensamiento abstraído durante los minutos siguientes,
inmóvil sobre aquella particular silla de ruedas; mientras al fondo del
pasillo comenzaba a sonar insistente el timbre del teléfono, escuchando al
momento unos pasos que se dirigían hacia él. En pocos segundos, el
teléfono dejó de sonar y el silencio más absoluto volvió a apoderarse de la
estancia. Aquella noche, se prolongó durante más tiempo del habitual mi
diaria ración de insomnio. Y cuando por fin conseguí dormir, lo hice con el
pensamiento puesto en ti, y con la esperanza de que, al día siguiente,
cruzaras también por mi calle.
Cuando mis ojos, despiertos y escrutadores como ningún otro día, te
localizaron cruzando frente a mi ventana a la mañana siguiente,
experimenté una sensación altamente agradable, aunque breve, porque
tus pasos se perdieron como de costumbre a los pocos segundos,
ocultándose sin más tu juvenil figura tras ellos.
Me hubiese ido en pos de ti sin dudarlo, de no haber sido por la
permanente presencia de aquel maldito impedimento. Y te hubiera dicho
que ya te conocía, aunque en realidad, ni siquiera sabía cuál era tu
nombre. Te hubiese acompañado hasta tu lugar de estudios y luego
hubiésemos seguido charlando de nuestras cosas…
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Pero, en cambio, debía conformarme con esperar en solitario a que
transcurrieran las horas para poderte contemplar de nuevo al volver a
cruzar frente a mi ventana.
Regresaste aquel día por el camino de costumbre y pude percibir cercana
tu figura, extasiándome casi en la contemplación. Aunque, de repente, te
sentí abatida y te imaginé triste en exceso. Me torné melancólico yo
también y anduve taciturno el resto del día, sin querer hablar con nadie de
la casa. En uno de los momentos de mayor melancolía, tomé un papel y
un lápiz y escribí unos sentidos versos, que me hubiese gustado haberte
hecho llegar. Te hubieras sentido identificada con ellos tras su lectura,
seguro.
Con el nuevo día, la pena pareció evadirse muy de mañana, y me apresuré
a colocarme junto a la ventana. Al divisarte de nuevo a través del cristal,
me pareció observar que tu cara lucía ya la lozanía de otros días y hasta
creí observar en ella una leve sonrisa en un momento en que tu cabeza
giró, involuntariamente supongo, en la dirección en la que yo me
encontraba. Te arreglaste cuidadosamente tu grácil melena con tus
delicados dedos y seguiste impasible el camino de cada mañana. Aunque,
al final, creí intuir un tímido adiós procedente de un rápido ademán de tu
mano.
Las horas siguientes transcurrieron bastante de prisa y marcadas por una
dulce espera; que se vería recompensada cuando, de repente, te descubrí
de nuevo frente a mi ventana, atravesando la calle con elegancia, los
libros apretados como siempre junto al pecho; tu rubia melena al aire; tu
cabeza erguida y con la mirada fija en el frente. El caminar despacioso y
sensual; formando en su conjunto una figura de modelo escultural llena
de vida por los cuatro costados. Ardía en deseos de expresártelo
personalmente, muy bajito y al oído, para que nadie más conociera
nuestro secreto. Pero, nuevamente, hube de conformarme con sentirlo
sólo en mi interior. Volvía a toparme de frente con mi consabida
imposibilidad física.
Mas, cuando todo esto comenzaba a bullir en mi pensamiento, mis ojos
pudieron contemplar con meridiana claridad, ahora sí, que volvías tu
cabeza lentamente en la dirección de mi ventana, levantando tu mano a la
par en señal de saludo.
El penetrante sonido del timbre del teléfono en la casa, me hizo bajar de
repente de una especie de nube apacible en la que parecía encontrarme,
devolviéndome a la realidad que me era más inmediata. A los pocos
minutos, alguien de la casa me trajo el recado: la intervención quirúrgica
que tanto había estado esperando, me iba a ser realizada a finales de la
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semana próxima. Según me habían informado los especialistas en
repetidas ocasiones, si todo se desarrollaba con normalidad, me
garantizaban el poder volver a caminar con total seguridad al cabo de
algunos meses. Abandonaría así para siempre aquella obligada silla de
ruedas.
Hubo a continuación un corto pensamiento que se instaló con rapidez en
mi mente. Y de inmediato me acerqué hasta aquella soñada ventana de
tantos días, con la ilusión recuperada y las ganas de vivir desbordándome.
Ahora todo iba a resultar ya mucho más fácil para los dos…
J. Javier Terán Díez- Palencia-España
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ROXANA ROSADO
LA VENTANA
Imagen: Google
Hoy llegamos al departamento que nos prestaron mis papás. Tenemos
unos años de casados y dos niños. Me lo dieron ya que la renta subió
mucho y mi sueldo no es muy alto. Lo estuvimos limpiando y pintando.
Como tenemos pocos muebles, se ve muy grande. Aquí mis niños estarán
contentos, hay bastante espacio y la unidad tiene un patio muy grande
para que salgan a jugar. Pero lo mejor de todo es la cocina. De la casa, es
mi lugar favorito, ya que me gusta cocinar para mi familia. Y además tiene
una gran ventana. Entra mucha luz y podré preparar los alimentos a gusto.
Paso muchas horas en la cocina. Cuando estoy en casa me gusta
encargarme de la comida para mis hijos. Frente a mí hay otros
departamentos, algunos vacíos, otros ocupados, pero nada interesante
que ver. También tienen grandes ventanas.
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Del otro lado, frente a mi balcón, tengo otro edificio. Cuando estoy
limpiando la casa (me gusta ayudarle a mi mujer a las labores hogareñas)
miro de cuando en cuando a través de la cortina, pero no hay nada
atractivo. Mis hijos son pequeños. Tengo una vida muy sencilla, trabajo de
lunes a viernes, y los fines de semana me dedico por completo a mis
niños. A veces, salgo a pasear en bicicleta con ellos. Vamos al parque,
comemos palomitas y helado. Mi mujer no va con nosotros. Con ella me
llevo, pues bien a secas. Digamos que la quiero y me llevo bien, pero ya se
acabó la ilusión. El motor que me mueve son mis pequeños.
Hoy mientras lavaba los platos del desayuno, miré por la ventana hacia el
departamento de enfrente. Mi vecina lo estaba limpiando. Puso música y
bailó mientras barría. Así estaba, entretenido viéndola, cuando abrió la
puerta del balcón para regar sus macetas. Yo me escondí detrás de la
ventana, pero me quedé mirándola. Nunca la había visto bien. Es alta y
tiene el cabello negro y rizado. Y muy guapa. ¡Upss! creo que me vio… por
un momento dirigió su vista hacia mi ventana, pero no, creo que no supo
que yo estaba ahí.
Las semanas han pasado y yo sigo aquí, en la cocina. Cada vez paso más
tiempo en ella. Lavo las paredes y los vidrios cada ocho días. Pero la
limpieza es el pretexto. Lo que quiero es ver a mi vecina. No sé como se
llama, pero ya sé algunas cosas de ella. Tiene una hija ya grande. Ellas
trabajan y llegan por la noche. A veces, cuando sale al balcón la noto
cansada. Otras veces, se ve fresca y contenta. Mi mujer dice que estoy
loco, que antes solo me gustaba cocinar y ahora casi duermo en la mesa
de tanto tiempo que paso en la cocina. Es que no puedo olvidar a mi
vecina. Cuando me voy a trabajar pienso en ella, en lo que estará
haciendo, si estará entretenida en la televisión o escuchando música. Y los
fines de semana que estoy en casa, tengo que aprovechar para verla. Es lo
único que puedo hacer.
Por fin me notó. Después de tanto tiempo, atraje su atención. Estaba
lavando una olla y tenía mi cortina corrida cuando salió a sentarse al
balcón. Llevaba el teléfono y un libro. Nuestras miradas se cruzaron. Yo,
por supuesto, hice como que no la veía. Ella sólo me miró un segundo y
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volvió a su lectura. Alguien le llamó por teléfono y estuvo ahí platicando
un rato. Se metió y dejó su libro en el balcón. Me sentí triste porque pensé
que ya no saldría, pero se volvió a sentar y ahí estuvo hasta que se sintió el
aire frío y cayó la tarde.
No solo la veo en la sala, también puedo advertir cuando se va a acostar. A
veces ha notado que la estoy viendo, pero corre la cortina y me tengo que
conformar con el reflejo de la lámpara.
Tuve una discusión con mi mujer, dice que ya no le hago caso como antes.
Pero ¿cómo hacerlo? Siempre esta de mal humor y no se arregla. No como
mi vecina. Ella sí se arregla siempre. Para no discutir me fui a la cocina a
buscar qué hacer. Saqué el arroz y las salchichas. Jitomate. Un poco de
perejil y chiles verdes. Preparé un arroz rojo con salchichas y una salsa,
muy picosa como me gusta. ¿Le gustará a mi vecina la salsa? No sé nada
de sus gustos, por lo menos en cuanto a la comida se refiere. Sé que le
gustan casi todos los géneros de música, leer y estar arreglada.
En todo el día no la he visto. Fui a la tienda y compré unas cervezas, pero
más bien fui con la esperanza de topármela al entrar. Y nada. Ya me acabé
el primer “six” como le llaman, y sigue apagada su luz. Justo cuando
pensaba que nada pasaría, llegó. Se fue directo a su recámara y empezó a
escuchar música y hacer algo en la computadora. Pero parecía triste. Y yo
tan contento que me sentía que hubiera llegado, y ella ni se dio cuenta de
mi alegría. En eso, se levanta, toma sus llaves y baja.
Yo hago lo mismo. Es mi oportunidad para conocerla. Decirle mi nombre y
quién soy. Pero camina muy rápido. Va hacia la tienda, y voy detrás de
ella, no vaya a ser que algo le pase, ya es tarde. La veo que está en el
mostrador comprando un refresco y otras cosas. Me acerco un poco,
todavía no sabe que estoy allí, afuera. Me dan ganas de regresarme, ¿y si
se enoja conmigo y no la vuelvo a ver?
En eso, se voltea. Nuestras miradas se cruzan, la miro y ella también. Pero
no me gusta su mirada. Fría como un hielo. Seguramente se dio cuenta
que la seguí. Se regresa y camina aún más de prisa, no puedo alcanzarla.
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Cuando llego al patio ella ya no está. Subo despacio por su escalera. Ya se,
suena muy arriesgado, pero a lo mejor algo bueno ocurre.
No hago ruido. Llego hasta su puerta, y no me decido a tocar. ¿Y si me
corre, o le llama a la patrulla? No sé que haría mi mujer si se enterara.
Pero tengo que arriesgarme, ya llevo varios meses viéndola de lejos. Le
toco el timbre y no abre. No pasa nada. Me quedo un rato esperándola, sé
que esta detrás de la mirilla. No, no me va a abrir. Es una locura. Me
regreso a mi casa y me conformo con echar un vistazo por la ventana.
Creo que debo de olvidarme de ella. Mi mujer tiene razón. Debo
esforzarme por estar un rato con ella y pasar menos tiempo en la cocina.
No entiende que tanto puede un hombre hacer allí. Así que preparo la
comida muy rápido y me voy a ver la televisión o a jugar con mis niños.
Ya logré vencer la tentación y no volteo para nada. Después del ridículo
del otro día, creo que lo mejor es hacer como si nada hubiera pasado.
Pero me siento triste. Como sin vida, sin ilusiones.
Ya pasó un mes desde que salí detrás de ella. Ayer la vi en la mañana, iba
para su trabajo y yo para el mío. Muy apurada y muy arregladita, imaginé
que iba con ella del brazo. Bastó con eso para pensar en ella todo el día. Y
aquí estoy, otra vez en la cocina, esperando que llegue y encienda su luz.
¡Ya la vi! Me siento otra vez ilusionado. Ya caí en la tentación, es
demasiado para mí. Sé que no me va a hablar nunca, pero me conformo
con mirarla.
Así han pasado ya dos años. La veo, por horas, sé su rutina de memoria.
Ella sabe que la miro, a veces le gusta y otras no. Cuando no le gusta,
cierra la cortina de su recámara. Y cuando no le importa que yo este allí, la
deja abierta. Nunca he visto nada más, pero me la imagino cuando se
pone su camisón y se mete en la cama, entre las sábanas. Entonces cierro
los ojos y pienso que toco su timbre, me abre y me invita a pasar. Y me
acuesto a su lado. Lo demás, es demasiado atrevido para contártelo.
Cuando termina mi fantasía, y vuelvo a mi realidad, ya es tarde. No puedo
verla, ya apagó su luz.
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Hoy me asusté. Llegó temprano de su trabajo y se veía afligida. Yo
descansé hoy, y como siempre, estaba en la cocina. Vi que todos estaban
llorando. No sé que le pasa, pero es algo malo. Muy malo. Casi toda la
noche estuvo despierta, llorando y caminando de un lado a otro. ¡Y yo sin
poder consolarla! Varias veces estuve a punto de ir a tocar a su puerta.
Pero es una tontería, ya sé que no va a abrir. Quisiera decirle que la amo,
que no se preocupe, que todo va a estar bien. Pero no puedo decírselo.
Soy demasiado cobarde para acercarme a ella.
Algo tiene, no ha ido a trabajar. Sale temprano cada tres semanas y al
mediodía regresa. Cuando eso sucede, sube despacio las escaleras. Muy
despacio. Se sienta un rato en la sala. No está sola, alguien le ayuda y le
lleva las cosas junto a ella. Cuando se acuesta en su recámara, deja la
cortina abierta. Pero no se mueve. Casi no sale al balcón ni limpia su casa.
Otra persona lo hace. Tampoco se escucha música como antes.
Ayer salió un rato a tomar el sol. La percibí más delgada, y llevaba una
pañoleta en la cabeza. ¿Qué habrá pasado con su cabello? Tan negro y
ondulado, cómo me hubiera gustado guardar uno de sus rizos. Ella me
miró largamente y sonrió. Después se quedó ahí, leyendo, a ratos mirando
el cielo mientras pensaba algo. Se veía serena. ¡Y yo me sentía el hombre
más feliz del mundo! Me había regalado una sonrisa. Se veía tan bonita…
Hace unos días que no la veo. Presiento que algo sucedió y está en el
hospital. Me desespero terriblemente, no le puedo preguntar a nadie.
Escuché entre los vecinos que al parecer está enferma y la van a operar.
Solo puedo ver hacia su ventana y desear que todo salga bien. Que tenga
fortaleza y sepa que aquí la espero, como todas las noches, que la amo y
deseo, y espero que regrese bien.
Regresó hace una semana. Se levanta, camina un poco y vuelve a sentarse.
Está muy delgada. Su piel ya no tiene el brillo de antes. A veces se asoma
por su ventana, o se sienta en el balcón un ratito. Sus ojos se ven tristes, y
su sonrisa es casi imperceptible. Como si no tuviera fuerza. Ella no lo sabe,
pero todos los días voy a la iglesia antes de ir al trabajo y pido por ella. No
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importa que no me vuelva a sonreír y que no me mire. Pero quiero que
esté bien otra vez.
Han pasado los meses y parece que Dios me escuchó. Se ve un poco
mejor, más alegre. Sonríe fácilmente, y a veces escucho su voz. Creo que sí
sirvió ir a la iglesia. Me siento muy contento por ella. Ahora sí me quedó
buena la comida. Últimamente me sentía tan triste que todo lo que
preparaba estaba desabrido, sin chiste. Le faltaba sal, o no sé que, pero
hasta mis niños me decían que mejor no cocinara. Es que la comida ya no
me sabía. Cuando íbamos todos al parque, estaba y no. Mi mente estaba
en otro lado. Ni siquiera las risas de mis hijos me consolaban. Pero ahora
que todo está mejor, ya me volvió la energía y las ganas de cocinar.
Preparar ricos platillos, un arroz y molito, frijoles, o un pastel. Quiero
hacer muchas cosas, pasar toda la vida en la cocina, y voltear hacia
enfrente y verla sonreír.
Otra vez casi no sale. Por más que miro y miro, no consigo distinguirla.
Otra vez me desespero y vuelvo a cocinar mal. No veo nada y nadie quiere
mi comida.
Hoy supe qué pasó. Ya no está. Ya no saldrá al balcón a regar sus plantas,
ni pondrá música y bailará mientras limpia. Perdió la batalla y yo también
perdí. Aún la amo, tal vez ella se dio cuenta, pero nunca tuve el valor de
decírselo. Perdí el gusto por la comida, por el parque, las palomitas y el
helado. Ahora mi mujer tendrá que cocinar, mientras yo me siento en la
sala y miro la pared vacía y fría, imaginando que me sonríe, sentada en su
balcón tomando el sol.
Roxana Rosado.México.
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PRESENTACIÓN DE LA ANTOLOGÍA
POÉTICA “NUESTRA VOZ”
El día 7 de marzo a las 18.30 hs. en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(CABA) Editorial Tersites presentó la antología poética "Nuestra voz" , con
voces de Latinoamérica y España, pertenecientes al grupo "Tu voz", en
línea, administrado por George Reyes (México) y Graciela Fernández
Argentina)-Editores-
El lugar:Bar Mordisquito, pasaje Enrique Santos Discépolo 1830.
De Argentina cuatro poetas: María Julia Druille (Colaboradora de
Gealittera), Graciela Fernández, Cecilia Ortiz (coeditora de la revista
Gealittera) y Juan Portí, estuvieron presente leyendo los mensajes de sus
compañeros de antología y un poema de cada uno.
Una manera estar unidos con la emoción y la palabra.
Ha sido un acontecimiento único. Emotivo y de alto nivel lírico.
Felicitaciones a todos.
Participaron en esta antología: Alicia de León Epp, Uruguay/ Canadá- Alis
T. Velasco, Venezuela- Alma del Campo (Ma. Inés Rodríguez) Uruguay,
Carlos López Dzur, Puerto Rico- Cecilia Ortiz, Argentina- Flordelis
Grotestan, USA- George Reyes, Ecuador/ México, creador del grupo “Tu
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Voz”)-Graciela Fernández, Argentina- Grisel Canche Albornoz, México-
Kuan Portí (Juan José Argüello), Argentina- Laura Moctezuma, México-
Ma. Julia Druille, Argentina- Marisa Alonso Santamaría, España-Merisa
Aguilera medina, Venezuela- Nuria C. Navarro, España- Patricia Nieto
Albornoz, Chile- Yolanda melo Daza, México- Yram Salinas (Ma. de Jesus
Salinas Lerma, México
De izquierda a derecha: Juan Portí, Graciela Fernández, Cecilia Ortiz y Mª Julia Druille
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ANTOLOGÍA POÉTICA
INTERNACIONAL: “MUJERES Y SUS
PLUMAS I”
Sale en papel el libro digital que reunió a varias mujeres poetas para
apoyar la lucha contra el cáncer de mama. Diferentes nacionalidades y
distintas formas de escribir que confluyen en un libro que responde al
grito: Ante esta causa, todas somos una.
Todos los beneficios obtenidos de la venta del libro serán destinados a la
Asociación: Apostar por la Vida.
Ha sido un proyecto coordinado por la poeta paraguaya Mabel Coronel
Cuenca y algunas de las colaboradoras de esta revista junto con las dos
editoras han tenido la suerte de formar parte de él.
Poesía, solidaridad y apoyo quedan unidos en esta publicación especial y
auténtica donde nuestras letras cumplen la función de ayudar a gente que
en este momento lo necesita.
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El libro ya ha sido presentado en dos importantes ciudades de Paraguay. Si
alguien desea adquirir un ejemplar se puede poner en contacto con Mabel
Coronel Cuenca a través de su página:
https://www.facebook.com/mabelcoronelcuenca?fref=ts