2. 2
GEALITTERA REVISTA DIGITAL
Tierra de letras, tierra de otros; aquellos que se dan cita
para escribir.
Coeditada por Cecilia Ortiz (Argentina) y Carmen
Membrilla Olea (España). Bajo la infinita ilusión de unir
voces literarias pertenecientes a países y continentes
distintos.
revistagealittera2014@gmail.com
http://revistagealittera.blogspot.com.es/
IBSN: 14-08-2014-55
3. 3
INDICE
EDITORIAL
Carmen Membrilla Olea 7
Cecilia Ortiz 9
POESÍA
Isabel Pérez Aranda Junto al portón 11
Genaro Riera Hunter Mi apuesta 13
Gloria Marecos Rodas Hendiduras 15
Isabel San José Mellado 17
Daniel Montoly El secreto geográfico de la puerta 19
Cecilia Ortiz Seré 21
José Ramón Castaño Díez 24
Emilia Marcano Quijada Mi vida 27
Anamaría Mayol Acción de abrir y cerrar la puerta 30
Ivana Szac Morimos en el insomnio 33
Isabel Llorca Bosco Puerta 35
Isabel Pisani ¿Dónde? 38
Rolando Revagliatti Se fue 40
Adri Delfini Detrás de la puerta 42
Aleqs Garrigóz La casa del polvo 44
Sandra Gudiño 46
Gloria Gayoso La puerta 48
4. 4
Pura Fernández Segura Recelo 50
Custodio Tejada Mi puerta 53
Marita Ragozza de Mandrini Esa puerta 57
Araceli García Martín Noches azules 60
Mayte Álvarez Dos puertas 62
Alicia de León Epp Hay 65
Tomás Sánchez Rubio Puertas 67
Inma Ferrero El afán de tu recuerdo 69
Mercedes Eleine González La puerta del paraíso 72
Säo Gonçalves Puertas 74
Milagro Haack XXV 76
Raquel Graciela Fernández La puerta azul 78
Julia del Prado El timbre 80
María Carreras 83
José Javier Ramos Alcocer Llaves y más llaves 86
Natalia Pineros Vida 88
Yolanda Arias Forteza Sin puerta, ni… escape 90
Juan Idiazabal Micro poema 99- La muerte 94
Mar de Fondo Blindada 95
Julián Gómez de Maya Fuera de quicio 97
Mabel Coronel Cuenca Puerta abierta 99
FOTOPOEMAS
Carmen Membrilla Olea 102
Lazara Nancy Díaz 103
Juan Carlos Cárdenas 104
Daniel R. Jaime 105
5. 5
RELATO
Elisabet Cincotta Perdón 107
Juan Carlos Vecchi Attenzione a che porta 109
M. José Riazuelo La puerta 111
Enrique A. Meitin Tras la desaparecida puerta 113
Javier Terán Díez Como si nada hubiese pasado 117
Mía Pemán Las puertas de la amistad, se han
abierto de nuevo 120
Margarita Polo Viamontes 126
Edgardo Benítez El secreto detrás de la puerta 131
José Adolfo Remusini La luz en la puerta 136
Mariena Padilla En Bruselas 138
Arely Huber El vuelo 2210 141
Roxana Rosado El castillo de las soledades 143
María Teresa Fandiño ¡Y la tripulación en la Toscana! 146
Jorge Eduardo Lacuadra Las puertas del Paraíso 151
Sara Brussa Yo, ya lo sabía 156
7. 7
Imagen: Google
En Gealittera, durante este mes de agosto las puertas se abren. Pasamos
para instalarnos cómodos, para observar y para escribir diseñando
esquemas, caminos, resúmenes y partes de relatos y poemas que se
definirán a través de acciones y metáforas.
Ya se mantendrán para siempre en esta tierra de todos.
El olor de la madera, las sorpresas que hay en el abrir y cerrar, el poder de
los pomos, la geografía de una cerradura, los secretos de los distintos
colores…serán escrutados por nuestra mirada inquieta, por nuestras
8. 8
manos tímidas y es así como daremos vida a cada una de las verdades
que se esconden detrás de las puertas.
Adelante. Entrad y leed. Estáis todos invitados.
Carmen Membrilla Olea. Guadix. Granada. España.
9. 9
Imagen: Google
Cada puerta es un desafío.
Delante de ella vemos lo que nos quiere mostrar, su color, anchura, alto…
Por detrás, no lo sabemos.
Hay que abrir cada puerta.
Cada una de ellas es como un libro, un mundo de soledades, de alegrías,
universos de estrellas, alfombras mágicas, sentimientos.
Historias de vida.
Cada puerta es una salida, una posibilidad para descubrir eso que
imaginamos cada vez que pasamos frente a ella.
Cada puerta es una entrada a la magia de las palabras que se adhirieron a
la pintura o al lustre.
Hay puertas invisibles que solamente se abren con una fórmula secreta.
En esta publicación hay muchas de esas puertas.
Felizmente nuestras puertas se abren y no se cierran
Gracias por acompañarnos.
Cecilia Ortiz- Olivos- Buenos Aires- Argentina
11. 11
ISABEL PÉREZ ARANDA
JUNTO AL PORTÓN
Imagen: Isabel Pérez Aranda
En este espacio, junto al portón de madera,
estoy sentada,
apoyando las manos en el suelo, asiendo papel y aire
a la espera de que el cromo cobre vida.
Sorteo esta puerta de mil roces en mañanas
de infinitos recados anotados,
y me adentro en esta dulce armonía del caos,
12. 12
y traspasando su umbral,
todo a mano, algo arriba, algo abajo,
en cajones de madera chirriante
cantidades diminutas de porciones sustanciosas,
para el cuerpo y para el alma.
En este bullicio de las prisas desatadas,
adentro la mirada en la estancia del picó,
empujo la puerta y atisbo el carbón amontonado
a la espera de ser ascuas,
y me instalo aquí sin esfuerzo
con su aroma penetrante de invariable recuerdo.
Y es este portón de madera, en la calle de San Marcos,
junto al Auxilio Social,
que me mira, que ya no está,
y siento las fugaces incursiones de sus vidas
que influyeron en mi ser.
Isabel Pérez Aranda / Guadix / Benidorm - España
13. 13
GENARO RIERA HUNTER
MI APUESTA
Imagen: Fernando Montesdeoca
Sí, quiero… digo Sí.
Y es mi voz ascendente,
un grito en las puertas de la unidad.
Más adelante sin punto fijo,
cuando las compuertas de los siglos
se abran en el infinito,
14. 14
leeremos nuestra carta
en islas y astros aislados,
volando juntos con alas imantadas.
Sí…mis partes no convertidas
dicen "Sí" a tus no conversiones.
“Sí” es mi apuesta,
vos sos mi puerta,
el umbral de mi permanencia.
Genaro Riera Hunter – Asunción - Paraguay
15. 15
GLORIA MARECOS RODAS
HENDIDURAS
Imagen: Google
Qué son las puertas,
sino alas que se pliegan y despliegan
cuando la soledad enciende su lumbre
en la penumbra de los ecos,
entre murmullos denegados
y voces impronunciadas.
Son puertas las gargantas inexplicables
que empalman el yo con el tú,
16. 16
el afuera con el adentro,
la vida con la muerte,
el cielo con el infierno.
Son puentes que oscilan
entre tiempos y destiempos,
por donde cruzan inevitablemente
benditos e impíos.
Qué son las puertas,
sino hendiduras que develan
las simas del asombro.
Gloria Marecos - Lambaré - Paraguay
17. 17
ISABEL SAN JOSÉ MELLADO
Imagen: Google
Liberaré mi puerta de su cerrojo
a pesar de tenerla bien cerrada,
e iré limpiando de mi alma el abrojo,
para que de ti continúe enamorada.
De vez en cuando abriéndola iré,
para refrescar mis pensamientos
y recordando tus caricias seguiré,
con liviana alegría y sin lamentos.
Me asomaré como una niña curiosa,
aunque las arrugas marquen mi piel,
por si algún día encontrase una rosa,
que endulzara mi vida como hidromiel.
18. 18
Y cada vez que abra esa recia madera,
en el horizonte mis versos escribiré,
el ansiado resurgir de nuestra primavera,
aun sabiendo que de necedad moriré.
Aunque tal vez el día que la resquebraje,
por que desee de nuevo sentir la libertad
a nuestro amor lo haya varado un oleaje,
porque a tu puerta llamado ha, la felicidad.
Isabel San José Mellado
Derechos de autor - España.
19. 19
DANIEL MONTOLY
EL SECRETO GEOGRÁFICO DE LA
PUERTA
Imagen: Google
“Y cuando el corazón de un último latido
haya hecho caer el muro de sombra(...)”
Gusieppe Ungaretti
20. 20
“Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós...”
Fernando Pessoa
La puerta es un secreto externo
perdido en la geografía
de mis manos ansiosas,
una hoja que abre a la eternidad
de tus ojos insostenibles, una voz
que abre entre dos tiempos, un quizás
que florece tardío en tus labios,
un paraguas para dos cuerpos
dispersos por el adiós.
Daniel Montoly. Montecristi. República Dominicana.
22. 22
muevo este perfil humano
que se extingue
detrás de portales desdibujados
y surge a borbotones la primitiva salvaje
de la que desciendo
qué óvulo legó el mandato rebelde
o qué esperma impaciente
obtuvo el dominio del pacto
-pórtico sutil por un instante-
aguardo entre tierra y agua el rocío agudo
que me amanezca
espero
la marea alta y nueva
(ola sobre ola montada en aire)
Una huella enlaza mis pasos
y soy la que libera pájaros
-aves prisioneras-
espero mi nueva forma
seré
la que no cierra puertas
24. 24
JOSE RAMÓN CASTAÑO DIEZ
Imagen: Google
Amanece a deshora
esta mañana
que aún yace descuidada
sobre el lecho,
exhalando el último suspiro
de la noche;
y late en mí
como moneda en la palma
de la mano de Caronte,
como semblante sin pasado
25. 25
que a lo vivo me lastrara.
En la habitación,
la puerta a media luz abierta,
aún se demoran las sombras
en ese incierto paisaje de lo umbrío
que, con su tremolar de réquiem,
pasan dejando un olor a hollín
de noche insomne, inacabada,
como impropio desorden
que a nada pone nombre.
Al borde del ayer
se dobla del revés este pequeño universo
como mayo dobla al viento las espigas
en la insustancial gravedad de su existencia,
en un mero afán de inmortalidad
que se devana en la anatomía de los sueños
como una ruina que fuera
preconcebida consciencia
que diera noticia de uno mismo.
La mirada inmóvil,
y ese sabor salado sobre el hueso
como impronta,
que es idioma común de la barbarie
26. 26
de cuerpos que se atraen
y, al tiempo, se desangran
como si carecieran
del ingenuo tacto de la memoria,
llevados, tan solo, por la leva de la costumbre
a hollar allí donde brota la sed que no se sacia.
José Ramón Castaño Diez – Oviedo (España)
27. 27
EMILIA MARCANO QUIJADA
MI VIDA
Imagen: Google
Celebro el instante que mata la espera,
celebro los versos que madre decía,
celebro las olas, la mar y la arena,
el sol y la playa
que siempre me inspira.
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Celebro los años que unida al recuerdo
detuve mis pasos sentada en la acera,
por solo clavarme un puñal
en el pecho,
la hojilla del vicio que acosa
y silencia.
Celebro la calle que esconde secretos,
celebro las horas que no fueron nada,
la esquina, los rostros de cera cubiertos,
que ya se marcharon de mis madrugadas.
Celebro un destino de brumas
y limbos,
la muerte segura que no se cumpliera,
celebro el momento que cambió
mi sino,
llegando en los ecos
de puertas abiertas.
Celebro que pase la peste,
la sangre,
celebro que nunca quedé de rodillas,
29. 29
celebro el pasado, pues sigo adelante,
con todo lo grande que tengo,
mi vida.
Emilia Marcano Quijada, Isla De Margarita. Venezuela.
30. 30
ANAMARÍA MAYOL
ACCIÓN DE ABRIR Y CERRAR UNA
PUERTA
Imagen: Google
Abro la puerta
con el gesto de la que espía
una caja recién llegada
detrás
seguramente el cielo
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los pájaros que habitan el jardín otoñal
con sus flores marchitas
mojadas por la lluvia
el pulso de la noche
la luna
asomada a la montaña
abro la puerta
con esa incertidumbre de salir
al mundo
estar viva
y no saber qué nos deparara ese día
cierro la puerta
como si fuera un provisorio adiós
a los objetos amados
dejo al resguardo perfumes
que anuncian el hogar
33. 33
IVANA SZAC
MORIMOS EN EL INSOMNIO
Imagen: El mundo en blanco y negro (Facebook)
Los fantasmas entran
por las cerraduras de la noche
rompen las puertas
mientras dormimos
invaden todo
a veces nos destapamos
corremos a lavarnos la cara
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y gritamos un nombre
por la ventana
a veces la locura ataca
y morimos
en forma vertical.
Ivana Szac. Argentina.
35. 35
ISABEL LLORCA BOSCO
PUERTA
Imagen seleccionada por la autora
Prestaba mi cuerpo a los miedos
y llegaba el torbellino.
Ahora navego por las aguas oscuras.
Me devuelven la imagen
de una mujer de bronce.
Todo es zozobra, incertidumbre.
Hay un edificio en la otra orilla
muy carcomido por los años.
Se llega subiendo piedras.
Tiene varias puertas custodiadas por columnas.
Una es verde
como el pesebre roto de mi infancia.
36. 36
Varias veces me he cruzado con esta puerta,
sin fuerzas para abrirla, que no era la hora,
sino la rabia con su grito que se deshace en el aire.
Puerta sin timbre ni aldaba (por cierto, inútiles)
Con la mirada me aventuro a dar
unos pequeños golpes. Ahora es el tiempo.
Estoy en capilla, tal vez me ejecuten.
Acaso me tomen un examen.
Mojada por las aguas negruzcas, sola,
vivo la espera más amarga que la vida.
La noche que se cierra es un desierto,
sin estrellas, sin luna.
No quisiera que fuera el tiempo todavía.
Pienso qué habrá detrás.
¿Voy a encontrarme con mis miedos
en los cuerpos astrales, mi terror, mis temblores
nunca cansados de roer?
¿Veré el foso de la tierra húmeda y habitada por raíces
y animales nocturnos los que Caruso pinta
y ama como se ama a la obsesión?
¿Quizá la mesa con la carpeta de encaje crudo,
de vidrio verde el centro, todos rodeándola?
¿Veré la luz que un mortal no soporta?
La puerta tarda años en abrirse.
Todas caen. No es más que frente la casa.
37. 37
Adentro hay un afuera. El interior
es un campo interminable con su cielo
y un bosque que se abre
a la primera y última claridad de la mañana.
Isabel Llorca Bosco
Ciudad de Buenos Aires, ARGENTINA.
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ISABEL PISANI
¿DÓNDE?
Imagen: El mundo en blanco y negro (Facebook)
¿Dónde está mi puerta?
Mi puerta certera ,
blanda,
austera.
¿Dónde está mi puerta,
aquella que abra
40. 40
ROLANDO REVAGLIATTI
SE FUE
Imagen: Imágenes interesantes y videos exclusivos (Facebook)
Cuando se fue
se fue por esa puerta
Tardó esa puerta
en cerrarse
Tanto tardó como yo
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tardé en decidir
y ejecutar la acción pertinente
Tardé pero lo hice
Sucedió
Obtuve encierro
al irse.
Rolando Revagliatti. Buenos Aires. Argentina.
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ADRI DELFINI
DETRÁS DE LA PUERTA
Imagen: Imágenes interesantes y vídeos exclusivos (Facebook)
En la sombra
de mi último descanso
tu imagen aún me mira
aún escucho tu canto
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golpeando mi puerta
entreabierta…
que hoy se ha cerrado.
Con versos obnubilados
andariegos, se han cansado,
serán huellas en mi camino
como un secreto anidado,
con sueños no materializados
con el corazón entibiado,
porque las palabras se enredan
con hilos que Dios nos ha dado
blancos, dorados y rosados,
en lo virtual se exacerban
la comunicación desenreda
si hay amor no hay distancia
o en el silencio se quedan.
Adri Delfini- Buenos Aires- Argentina
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ALEQS GARRIGÓZ
LA CASA DEL POLVO
Imagen: Google
Vivo en una casa vacía
donde el viento helado entra por las ventanas gastadas
y me azota
justo al rincón más estropeado y fúnebre.
En la gruesa capa de polvo que todo el suelo cubre
tan sólo hay unas huellas: las mías.
No hay muebles; sólo un enorme espejo
en cuyo fondo me espera para siempre
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el negro horror de la más tremenda decepción.
¿Quieres recorrer sus desolados andadores,
sus jardines erosionados y ver como el techo cae
lenta y monótonamente sobre mí a pedazos?
Sólo baja por la cuesta de las callejas turbias
y encuentra la casa sin número y sin puertas.
Aleqs Garrigóz. Puerto Vallarta. México.
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SANDRA GUDIÑO
Imagen: Google
Siempre supe quedarme sola.
El olor redondo
de mi página en blanco
abre puertas a la jaula.
Permanezco en el universo
del ojo desnudo
(el ojo mira/ el mundo fluye)
percibo lo que es
también lo que no es.
47. 47
Intento traducir
intermitencias de luz
en el alma
mientras otoño
se desnuda amarillo
desde el árbol.
El silencio escribe.
(Cada palabra
es el comienzo
de un nuevo silencio.)
De vez en cuando
dejo que los ojos
recorran la mirada en el espejo
y cuando estoy agotada
de tanto esfuerzo
permito que la palabra
acoja mi cuerpo.
Entonces encuentro el modo
de llenar el silencio
sin romperlo.
Sandra Gudiño. Santa Fe, República Argentina
48. 48
GLORIA GAYOSO
LA PUERTA
Imagen: Google
Anda el ánima sin norte
tocando melodías inexactas,
clamando a voces,
inventando gnomos o hadas.
Lleva el peso de lo ignoto
que le aturde el descanso
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PURA FERNÁNDEZ SEGURA
RECELO
Imagen: Google
No pienses que soy poco hospitalaria,
aunque me veas esquiva o recelosa .
Pero si insistes en cruzar la puerta,
que conduce a mis adentros,
te advierto: no saldrás indemne.
Verás mis ropas cosidas
con hebras de amargura.
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¡Alcanza la frágil copa y bebe!,
contiene la esencia destilada,
pródiga cosecha de blancas noches
y sueños quebradizos.
Luz apagada en este instante.
Espectro y nardo.
Si entras por mi puerta,
como un ciego tocarás horrorizado ,
la oscura dentellada que dejó el cuerpo inerte
y trémula el alma.
Y te nombraré albacea universal
de mis despojos.
Podría ser sostén tuyo,
abrigo en la tormenta,
ahora sólo,
lecho en fuga de deseo.
¡Asómate a la noche
azul de mis pupilas!,
es posible que encuentres
52. 52
algún venero oculto.
Toma mi breviario,
ágil resumen,
síntesis concisa,
donde afirmo sin adorno,
que al cabo eras tú quién yo buscaba.
Extraña manera.
Si atraviesas el umbral de mi casa,
ya estás avisado:
no saldrás indemne.
Pura Fernández Segura. Guadix. Granada. España
Del poemario ZONA PRÓXIMA. Ed Dauro
53. 53
ISABEL REZMO
PRESENTE INDICATIVO
Imagen: Google
A ver si pongo el presente, en modo indicativo completo.
Ponemos la reserva en el epíteto, en la comisura,
el abandono de tener nuestros cuerpos
a la ventura de rociar tu nombre.
A ver si se puede, o se prescribe el fundamento,
o la valentía, o la razón a la sinrazón
54. 54
que clarea los pasos.
Me quedé sin verbo a la deriva de imponer
un surco en los intervalos.
Las celosías son tan altas como la impaciencia de
alcanzarte.
Las puertas golpean los abrazos.
El pomo es lánguido como una exclamación en
medio del deseo. No tengo solicitud para abrirlas
o arrancarlas de cuajo.
La mirilla infunde complacencia a mi placebo.
La delgadez es extrema,
como las líneas divisorias de tu memoria.
Pero me quedé en pasado, en el pretérito
que no descompone la suma ininteligible,
y sospecha de avatares ruidosos
que asomen los adjetivos.
Isabel Rezmo. Úbeda. Jaén. España.
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CUSTODIO TEJADA
MI PUERTA
Imagen: Google
Cuando una puerta se cierra,
otra se abre, dicen.
¡He ahí la magia de las puertas!
Que unen o separan,
según estén cerradas
o abiertas.
Las hay también giratorias,
56. 56
pero éstas, si te descuidas,
siempre te dejan en la entrada.
Una puerta es un rayo de luz
que nos lleva y nos trae
de una realidad a otra,
en un cruce vital
de dimensiones contrapuestas.
Toda puerta que se digne
lucirá una cerradura reluciente
y una aldaba,
y tendrá una llave
que dejará pasar a quien la lleve.
Custodio Tejada. Guadix. Granada. España.
57. 57
MARITA RAGOZZA DE MANDRINI
ESA PUERTA
Imagen: Google
Punto.
Punto concéntrico.
Espiral
que se abre al viento amarillo
me voy
liada con mi sangre
a tierras de fe
58. 58
apasionada por el poema
y la palabra
¿Cómo hace el ave
que regresa a la partícula del aire
y el pez a la gota de agua?
Esencia.
Vuelvo al punto concéntrico
donde entran todas las miradas.
Sea morir
a los atrios del recelo
donde mi tiempo
es un cisne triste.
¿Alguna vez
tendré en mano
la llave de esa puerta
59. 59
que solo se abre
cuando me doy vuelta?
Marita Ragozza de Mandrini. Argentina.
60. 60
ARACELI GARCÍA MARTÍN
NOCHES AZULES
Imagen seleccionada por la autora
Hace años que te fuiste,
tu paseo de los tristes
tus ojos fuera de órbita,
ya no recuerdo tu boca,
allí quedaste tras la puerta
colgado de aquella soga.
Tus caricias se esfumaron,
tus acciones se olvidaron,
tus mares de caracolas
61. 61
de llanto y espuma se llenaron.
Tus versos quedaron,
bajo luna y luceros.
Aquel tiempo me supo a poco,
pero hoy sé que no hay segunda parte.
Cerrando los ojos por un instante,
te confundo escribiendo versos,
quedando todo tan distante.
Hoy me consuelo sintiendo latidos
Me hacen recordar que aún vivo,
sin perder los cinco sentidos,
en noches azules como estas
no te veré más tras la puerta.
Araceli García Martín
Granada - España.
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MAYTE ÁLVAREZ
DOS PUERTAS
Imagen: Google
Todo, todo el camino son dos puertas,
únicamente dos puertas,
recorrido tan largo como dos puertas.
La primera es de color rojo intenso,
del color de la pasión,
donde el aire es caliente, y el sonido, algarabía.
Los cerrojos de la desconfianza y la decepción
mantienen la puerta cerrada.
Y las llaves… no… a nadie quiere entregarlas.
63. 63
Por la mirilla, los ve,
el tiempo justo para conocer el panorama y…
alejarse, recogerse, conocerse.
Alejarse hacia la segunda puerta,
recogerse en compañía de sí misma,
conocerse…
… mejor a una que a ellos.
Pero… su vanidad, su humanidad,
su deseo de un intenso abrazo,
por allí, más tiempo del debido,
a veces, le retienen.
Murmullos, que son piropos, antes oídos en boca de algún pasado fugaz
pretendiente que quedó en el olvido.
Aspavientos, buscando atención, en despilfarro de paleta de gris oscuro,
en conversión de molesto zumbido.
El desconocimiento del amor sincero, en ocasiones, le hace abrir la puerta,
cuando su debilidad surge y confunde a quien otorga el calificativo de
“hombre valiente”
Así entran…
muchos hombres…
demasiados para una sola mujer.
De existir entre ellos uno sincero y valiente, no lo ha de reconocer.
Deja pasar o se cuelan:
Trovadores de alcantarilla, guerreros de mantequilla,
64. 64
Magos botijeros, hijos de puta puñeteros,
vendedores de falsas bambalinas, aspirantes a mochila,
profetas usureros, no aparentes enfermos.
Que, por el camino se apagarán,
pues la luz que los envuelve, al ser falsa, desaparecerá.
La segunda puerta permanece abierta bajo el cerrojo del vacío.
Silencio, quietud, claridad, soledad.
Bajo el dintel empieza el fulgor al que temen: la libertad.
… bailará sola.
Mayte Álvarez. Alcoy. Alicante. España.
65. 65
ALICIA EPP
HAY
Imagen: Google
Hay puertas colgadas
en bisagras de miedo,
puertas que parecen
ser ojos cerrados
que al llamado triste
del alma indigente
responden fríamente
con grises candados.
Hay puertas tapiadas
con tablones de odio
mohínos rectángulos
tenebrosas puertas
66. 66
discriminatorias
que por ignorancia
y por arrogancia
no serán abiertas.
Hay puertas secretas
puertas intangibles
puertas que tan solo
las abre el perdón
puertas transparentes
que no ocultan nada
puertas olvidadas
por el corazón.
Y después hay puertas
de misericordia
rectángulos claros
piadosa acogida
son puertas ecuánimes
que al mundo embellecen
que abiertas ofrecen
esperanza y vida.
Alicia De León Epp Uruguay/Canada
67. 67
TOMÁS SÁNCHEZ RUBIO
PUERTAS
Imagen: Google
Puertas que florecen marchitas
por el olvido.
Verticales como el horizonte
cuando cae sin esperanza.
Puertas que se hacen hiedra entre las cenizas
de la última tarde.
68. 68
Puertas que enjugan lágrimas
nunca vertidas.
Son como murallas que se saltan,
que se deshacen
que se desgastan
por la falta de besos
y de sueños.
Puertas que se abren
al más tierno y delicado
desamor.
Tomás Sánchez Rubio -Sevilla- España.
69. 69
INMA J. FERRERO
EL AFÁN DE TU RECUERDO
Imagen: Google
Tal vez llame
a tu puerta
y al escuchar
tus pasos
esconda el corazón
como un niño asustado.
¡Son tantas noches
deshojando
mis desvelos!
Preguntándome
si me amas
70. 70
aunque
sólo sea un momento.
Tal vez decida verte,
y camine
hacia tu casa,
respondiendo
una y mil veces
la misma pregunta.
Pero soy cobarde,
tu nombre
me angustia,
y llena mi coraje
de miedo
volviéndome
una sombra.
Tal vez ya sea tarde,
y tu corazón
me haya olvidado
castigándome
con la distancia.
Pero yo me muero
en el afán de tu recuerdo,
y mi voz se oscurece
como una hoja triste,
como un suspiro sin dueño.
72. 72
MERCEDES ELEINE GONZÁLEZ
LA PUERTA DEL PARAISO
Imagen: Google
En el umbral de una puerta
Vi tu imagen reflejada
Con el brillo santo y puro
De una límpida mirada.
Tanta pureza divina
Me mostró tu imagen bella
Que pensé que era un paisaje
Recobrado de una estrella.
73. 73
Viví momentos de amores,
De pasiones y de brío,
Montada en potro de luna
Por las orillas de un río.
La noche estaba estrellada,
Los árboles a lo lejos
Se mecían con el viento
Mientras tú me susurrabas
Lisonjas ante un espejo.
Y en el umbral de esa puerta
Con tu imagen reflejada
Tuve la dulce certeza
De vivir real ese sueño
Montada en potro de luna
Y besada con anhelo
por un hombre alto y bello.
que se deshace en el tiempo.
Mercedes Eleine González
Miami.
Copyright.
74. 74
SÄO GONÇALVES
PUERTAS
Imagen: Google
Comprendo el sonido de la luz y la sombra
el leve susurro de los pasos
puertas que abren
puertas que se cierran
en la antesala de los días
muelen los temores
en los suelos
75. 75
Puertas… tantas puertas
tantos silencios encerrados
Del otro lado
la palabra olvidada
las paredes desnudas
Secretos de hechizos en las paredes
sin mirar para atrás
Tantos momentos posibles
en la imposibilidad de las horas
En el otro lado
espacios vacíos, donde
escondo miedos, rabias
el parpadeo de un gesto.
Abrimos la puerta
a la inmensidad del olvido
Säo Gonçalves- Portugal/ Luxemburgo. Traducción del portugués Cecilia Ortiz
76. 76
MILAGRO HAACK
XXV
Imagen: Imágenes interesantes y vídeos exclusivos (Facebook)
Miles de claros crecen
al mirar
la orilla de su boca
apareciendo
el ascua con todos sus alabes
El aire se contrae
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RAQUEL GRACIELA FERNÁNDEZ
LA PUERTA AZUL
Imagen: Google
“Un pájaro muerto llamado azul.”
Alejandra Pizarnik
I
Hay una puerta azul
y en esa puerta
tu mano trazó un ojo
para velarte solo.
Ningún encuentro
en las hojas que danzan.
Hay pequeñas flores en la memoria
pero no bastan
79. 79
para repatriar tu jardín.
II
La puerta azul transita un rumor,
una convulsión de seda.
El sudor se anticipa
de nido en nido
para golpear
lo que queda de tus manos.
Un ramo de viento
se abandona en el umbral.
La ausencia tiene
los delicados pies de una novia.
III
La puerta azul es una máscara.
Detrás está tu rostro.
Cuántos gestos
para aterirme en la noche.
Cuánta carne
multiplicando insectos.
Lo que está abajo
debe permanecer abajo.
La puerta azul es una lápida.
IV
Abro y cierro la puerta.
Un acto de inocencia
para lavar
la mortandad de las sombras.
Ingenuamente
te tallo en la cadencia de un pájaro.
Para que migres
con las voces del alba.
Para que alcances el verano
que se rompió en septiembre.
Raquel Graciela Fernández- Buenos Aires- Argentina
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JULIA DEL PRADO
EL TIMBRE
Imagen: Google
Es motivo de juego,
suena ligero, rápido
- prendido en el tiempo -
en la mano de un niño
que en rauda carrera
pasa por una puerta,
de un vecino cualquiera.
El timbre entonces ríe
- cómplice -
en este juego de niños.
Es motivo de angustia,
suena fuerte, sonoro
- prendido en el tiempo -
en la mano de una abuela
que pide ayuda en socorro
al pasar por la puerta.
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Con el compás de los años
el timbre, el timbre
busca como su dueño
la paz compartida
en una casa donde
todavía quede el aire
en atizado fuego.
El timbre, el timbre
comparte la historia
de cada hogar, en familia
suena no siempre igual.
Diferente,
Ish Ish, sordo,
Quedado (a veces)
Din don Don din
Alegre (a veces)
El timbre es música
cuando se introduce
- sutilmente -
en una cena, en familia.
El timbre asusta
cuando el hombre duerme
la siesta, en suave profundo;
o en el sueño de una noche
casi eterno (a veces).
El timbre vibra
¡Cómo vibra!
en dulzura, en fiesta,
El timbre danza
cuando nos trae una buena nueva
¡Y cómo!
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en suave murmullo
se sabe poner triste
como las noches en pena,
en su sonar, en silencio.
Y es que triste, triste
el timbre suena largo
cuando el hombre está en duelo,
cuando la angustia lo embarga.
El timbre habla,
-dice mucho-
a través de su música
en solidario afecto
al hombre, en silencio.
Y así sabio, en sabiduría
-de años aprendida-
trae al hogar en familia
una historia
de sabor a cuento.
Julia del Prado - Lima- Perú
83. 83
MARÍA CARRERAS
Imagen: Google
Abro la puerta
del armario
de mis sueños.
Veo mi niñez
en los brazos
de la infancia.
Me contemplo
adolescente
de dudas y temores
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los supero.
Llego a la
juventud
perdida entre
osos
de peluche
y
cajitas
musicales.
Me paro
en el marco
de esta abertura
de la existencia.
Dudo
acerca de
avanzar
o
regresar.
Siento la
lluvia
lavar mis
recuerdos.
Percibo el
sol
tibio
anidar
entre mis
cabellos
y
entonces
atravieso el umbral.
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La puerta se diluye
bajo el torrente
de mis pasos.
María Carreras- Olavarría- Argentina
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JOSÉ JAVIER RAMOS ALCOCER
LLAVES Y MÁS LLAVES
Imagen: Google
Y así pasan las cosas,
la vida , es como un laberinto,
un laberinto con puertas,
cada una de ellas,
se abre en su perfecto instante.
Cada puerta tiene su cerradura,
cada cerradura, es un misterio a resolver,
cada misterio, una llave,
87. 87
una llave de recuerdos a coleccionar,
recuerdos, que serán siempre recordados.
Por eso, nuestras existencias son llaves,
llaves que abren puertas,
puertas que crean momentos,
momentos que te hacen feliz,
para pasar cada uno de tus días.
José Javier Ramos Alcocer- Guadix- España
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NATALIA PINEROS
VIDA
Imagen: Google
En el día en que nací
Un mundo nuevo y diferente
Abrió sus puertas mágicas solo para mí
Frente a mis ojos latentes.
Todo eran luces y colores
Lágrimas y alegría
Todo explore todo toque
Y nada me lo impedía.
Cuando supe erguirme y caminar derecho
Todos me decían "un gran joven serás"
Descubrí que podía abrir puertas yo solo
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Y resuelto, me decidí explorar.
Que equivocado me vi
Creyendo que el mundo sería toda una aventura
Cuando me encontré solo a la deriva
Solo con anhelos y mi cordura...
Había abierto miles de puertas,
Algunas con promesas tentadoras,
Otras con rutas prometedoras
Y ninguna traía más que demora...
Sabía que debía buscar la correcta
Debía abrirla pronto hacia mi destino,
Debía hacerlo por mis medios
Y no dejar que nadie se meta en mi camino...
Di con ella cuando me costaba caminar
Mi pelo lucia brillante y encanecido
Más aun mi espíritu seguía rebelde y aventurero
Ansioso de probar lo vivido...
Abrí esa puerta que me encontró anhelante
Y encontré sus ojos, su piel emanaba calidez
Su sonrisa me desarmaba de pasión
Y supe que ya no buscaría otra vez...
La miré y le sonreí como jovencito inmaduro
Ella me acogió en sus brazos fuertemente
Cerré tras de mí la última puerta de mi vida
Y me entregué al infinito finalmente...
Natalia Pineros- Mar De Ajó-Buenos Aires, Argentina
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YOLANDA ARIAS FORTEZA
SIN PUERTA, NI… ESCAPE.
Imagen: Google
En mi infancia hubo puertas que antojaba, gigantes.
Puertas. Descomunal recuerdo. Desafiantes, altivas,
de madera gastada, con sus goznes chirriantes
que llenaron de miedo y goces expectantes
el sencillo deleite de girar picaportes, o de insertar
la llave en el ojo aberrante, temiendo que no abriera
o que, abriendo... temiera. Portón que me acogiera
con cuatro primaveras, que perfiló, primero, mi alma
91. 91
de poeta, la sencilla belleza de pensar sin hablar,
la reflexión constante de mirar y saber
de las cosas pequeñas, a lograr comprenderlas,
sentada en travesaño del marco de madera.
La puerta majestuosa con su aldaba de bronce,
de un león con melena, y la voraz manera
de sus fauces abiertas, y sus ojos de fiera.
Una puerta primera, del azul más profundo
que jamás concibiera, que al baño no se abriera
en la primera noche que pasara en mi escuela
por nueve años interna. Un vestíbulo enorme,
como la noche negra, y me privara entera
de poder contemplara como entrada sincera.
Regresé al dormitorio, el de las niñas nuevas,
sin que nadie me viera y la vergüenza honda
de humedad en la cama, me persiguió por años
de insidiosa manera. Ahora me pregunto
si distinta no fuera, si algo en mí distinto,
porque la, puerta, aquella noche…abriera.
Muchas puertas he abierto, y cerrado por siempre
con llaves prisioneras, herrumbre entre llaveros
que hoy permanecen quietas en cajas de madera,
¿a cuál pertenecieron?
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si semejan quimeras, silenciosas, esperan
y no saben que aún abren en recuerdos las puertas
de mis casas primeras, guardando mis secretos,
y conservan memorias de glorias, alborozos
de cenas navideñas, lágrimas y penas. Hoy madura,
recuerdo esas puertas silentes y es el alma quien abre
otra, plena… consciente. Puertas hay que detienen
el paso hacia la mente. Son puertas que, invisibles
delimitan umbrales que nunca han de mostrarse,
habitaciones sordas, encrucijadas, laberintos tan propios,
misterios del crecer que a nadie atañen y se muestran
tan sólo al elegido. Son las puertas del alma,
sin el acceso franco, con cerraduras y candados blancos.
La llave, sólo el símbolo. La clave, el instante preciso
en que habrá de insertarse, ese momento idílico
que conjuga en unión, razón y conmoción,
abriendo el corazón, enmudeciendo el labio.
Dando paso al amado, la puerta ha de cerrarse
y así, aventurarse por vestíbulos negros, pasadizos
secretos por los que sólo leve, la intuición transita.
No hay marcha atrás, la puerta ya no existe.
Has dado paso en tu alma a la Poesía y vagarás eterno,
en su conquista. Perpetua desazón, incógnita respuesta,
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inquietud galopante encendiendo tus venas, atrapada
en poemas, por sólo imaginarlos. Sin puerta, ni… escape.
Yolanda Arias Forteza- Michoacán- México
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JUAN INDIAZABAL
MICROPOEMA 99 - LA MUERTE-
Imagen: Google
Lo peor en la vida es la muerte y sin embargo, es sólo otra puerta que se
abre hacia lo desconocido del mañana y la aventura más grande de tu
vida.
Juan Miguel Idiazabal
Resido en LiuShi, China
Argentino
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MAR DE FONDO
BLINDADA
Imagen: Google
Atrás quedaron
las adivinanzas cuya respuesta
me encaminaba a ti, los enigmas
del destino, los caminos, las sendas.
Atrás quedaron
las preguntas que no salieron de mis labios,
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las calles, las puertas entreabiertas.
Ahora sólo quedan
cuartos obscuros, muros de piedra,
silencios blindados.
Mar de Fondo (Mar García Treviño). Murcia, España.
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JULIÁN GÓMEZ DE MAYA
FUERA DE QUICIO
Imagen: Google
Bien sé que todo esto te resulta
más o menos incómodo,
como al que, en regla apenas,
a pie de segundero anda afanado,
perplejo un tanto acaso por el tiro
de la traílla, pero…
piensa en cuánta medida mal pudieras
revolverte a la mano que te mueve
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si párpados abajo
te cae un sudor hecho
de esquirlas y al arrimo de tu angustia
o mansedumbre qué pasión no arrostras,
qué no sacas de ti, aunque ni haya…,
tú a la postre tan sólo
tierra, tierra con agua, barro, el molde
sobre el barro del aire,
ensueño de simientes aleatorias
y, al cabo, casquería
la linde espiritual donde vacilas
entre salir del paso o apretarlo,
el umbral en que dudas
entre dejar la suerte echada o sólo
tentarla, en fin, la puerta
de entrada a un tornaviaje sin salida,
tal vez fuera de quicio…
Bien sé que nada es fácil,
ni tan siquiera la caída libre.
Bien sé que todo esto te resulta
cuando menos incómodo,
sentado —tic-tac-tic— sobre la bomba.
Julián Gómez de Maya. Cehegín, Murcia, España.
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MABEL CORONEL CUENCA
PUERTA ABIERTA
Imagen seleccionada por la autora. Tomada de la red
Cuando escribo no busco complacerte,
pues indigna soy yo de merecerte,
sentir que me acaricias, cuando suave
deslizas tu mirada por mis letras...
-es mi única pretensión esta noche-
Cuando escribo yo no busco un Cervantes,
mi corazón lo que quiere es amantes
de la poesía, más que utopía,
un verdadero néctar de los dioses.
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ELISABET CINCOTTA
PERDÓN
Imagen: Google
Caminó hacia la puerta. Cada paso imbuía un recuerdo, un sentido de
momentos célebres, victorias, pérdidas, trances pasajeros de amores ya
lejanos.
Sin premura la cruzó, no acusaba la desolación que invadía su cuerpo
extremadamente vacío de sí. Se detuvo un instante, llevaba una mochila,
le pesaba demasiado para los pocos objetos que cargaba.
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Inútil sería dejar el trébol de cuatro hojas que ambos habían
recogido en la plaza de su juventud, ni el pañuelo con que secó sus
lágrimas cuando murió su padre o el retrato de sus hijos del año nuevo,
aquel de la pobreza.
Volvió sobre sus pasos, entreabrió la puerta, y casi en un susurro le
dijo: te perdono.
Reinició su ida sin lágrimas. Su mochila... ya no pesaba.
Elisabet Cincotta- Hudson- Argentina
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JUAN CARLOS VECCHI
ATTENZIONE A CHE PORTA
Imagen: El mundo en blanco y negro (Facebook)
“Morir es como dormir, pero sin levantarse a hacer pís.” (Woody Allen).
En la casa de la familia Domiciano siempre se ha dicho que esa puerta
nunca debería abrirse porque del otro lado la muerte está sentada y
espera.
Eso fue lo que dijo el anterior propietario, Don Duilio Moretti, sin quitar
los ojos abreviados de la puerta prohibida, momentos antes de cerrar el
trato con la familia Domiciano, a efectos de evitar un futuro cargo de
conciencia si bien el precio de la venta era similar al de Uganda (subasta
del año 1755).
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M. JOSÉ RIAZUELO
LA PUERTA
Imagen: El mundo en blanco y negro (Facebook)
Abro los ojos, en la oscuridad de la habitación distingo cómo la luz
de la habitación contigua se filtra a través de las rendijas de la puerta.
Presto atención y escucho. En la otra habitación hablan en susurros,
cuchichean, creen que duermo y que no me entero de lo que dicen.
Sé que hablan de mí, de mi enfermedad, de mis fiebres, de que
quizás esta sea la última noche que tengan que cuidarme, luego ya…
Sonrío al oírlo. Sé que la fiebre ha desaparecido y que las fuerzas vuelven
a mi cuerpo, pero permanezco quieta en la cama sin hacer ruido y dejando
pasar el tiempo.
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¿Y si abriera la puerta y me presentara ante ellos? Sé que darían un
buen respingo. Creen que me voy a morir, que estoy en las últimas…
Con esa puerta cerrada quieren separar la salud de la enfermedad,
la juventud de la vejez. ¡Pobrecillos! Una puerta no aísla esas cosas,
simplemente las esconde pero están ahí, son la vida… ¡es tan fácil que
pasen de un lado a otro! Tan fácil como agarrar el pomo, girarlo y abrir.
¡Ya está, ya no hay separación!
Oigo pasos que se acercan a la puerta y cierro los ojos, me hago la
dormida. Esos pasos se acercan poco a poco , de puntillas, si querer hacer
ruido ni molestarme y llegan hasta mi cama. Una mano acaricia
suavemente la mía.
A través de mis ojos entrecerrados veo que es mi hija, el cansancio
y la tensión de estos días se reflejan en su cara y me apena su aspecto.
Siento el impulso de hablarle, de tranquilizarla, de decir que todo está
quedando atrás pero guardo silencio.
Me toca la frente buscando la posible fiebre y suspira aliviada al
comprobar que no ha subido durante la noche. Sonríe, apenas me roza
con sus labios en un beso suave y se aleja sin hacer ruido.
Al salir, entorna la puerta, ya no la cierra, se que en su corazón
brota la esperanza de mi recuperación, de que seguiré viva entre ellos.
La puerta, esa puerta, ya no está cerrada como una barrera para
esconder o alejar, ahora es la muestra del respeto a mi intimidad.
M. José Riazuelo
Huesca, España.
113. 113
ENRIQUE A. MEITIN
TRAS LA DESAPARECIDA PUERTA
Imagen: Google
Al caminar por la calle habanera de Ejido y observar los restos de La Vieja
Muralla recordé lo aprendido en un libro de Historia: “Que en época en
que fuimos colonia de España, constaba de nueve puertas entrantes y
salientes. La primera de esas que salía a la Coleta de San Lázaro, se le
denominó de La Punta y la que le siguió en el tiempo fue nombrada Puerta
de La Muralla. Luego se construirían otras cincos: la de La Luz, al extremo
del muelle del mismo nombre, destinada al tráfico de pasajeros y
mercancías entre los pueblos de Regla y Casablanca y la Villa de San
Cristóbal de La Habana”…, la Habana Vieja actual.
También supe, que a estas primeras, le siguieron la de San José y Jesús
María, la de Monserrate y las de Colón, pero la que más me llamó la
114. 114
atención en ese libro, fue la de El Arsenal, otrora división de los barrios
marginales de San Isidro y Belén. Abierta para el tránsito por la calle Ejido,
entre la ciudad amurallada y la estación de ferrocarril.
Si bien, aunque a decir verdad, cuando yo vagaba por esos lares ya no
existía tal Puerta…, hoy aquí en el presunto lugar donde existiera, casi
frente a la estación de ferrocarril el instinto fue mi único guía. Me hallé
nuevamente en aquella virtuosa y ya habitual depresión que desde hacía
algún tiempo me acompañaba. Recogí un puñado de flores y tras
arroparlas en un manojo de brillantes y salvajes colores hube de arrojar el
improvisado ramo al corazón de aquel residuo de muralla que se niega a
desaparecer con el tiempo.
No sé si fue como un recordatorio a la memoria de Carmita, la madre de
una novia que tuve allá por el barrio habanero de San Isidro, en aquellos
años de adolescente, o fue quizás en honor de todos aquellos que
murieron tras las explosiones del barco francés La Coubre, colmado de
armas, fondeado en la rada habanera, allá por los sesenta. En realidad no
he podido nunca explicarme el porqué de aquel sincero gesto mío. Mucho
menos, a quien o a quienes iba destinada mi ofrenda, ni tampoco ¿Por
qué? hube de depositarla en aquel lugar donde según dicen los que saben,
antaño estuvo la puerta de El Arsenal de La Muralla.
La Vieja Muralla, cual pared invisible, pero presente que la separaba del
resto de sus vecinos, surgía reiteradamente en las pesadillas de Carmita
cerrando sus desaparecidas puertas para evitar el paso, enrarecer el aire,
y acortar el espacio que separaba a los marginales de ella y de su hija, así
como del resto de su ciudad, sin percatarse que de no existir esta, nada
cambiaría, pues tal separación sólo permanecía en su mente.
115. 115
Siempre que se refería a la sociedad cubana, la comparaba con La Vieja
Muralla en forma de metáfora. Le había escuchado decir que: “lo que
acontece hoy en día es como una cascada que alimenta los odios sobre
esta sociedad inmoral de ‘marginales’ y la derrumba poco a poco como a
la Muralla, encorvándola, marchitándola, que ya ni las flores suelen
florecer en ella. Cada año son menos las que la pueblan, como si la tierra
conociera sus rencores y se negara a parir las pocas flores que crecen al
margen de la sociedad se van marchitando”. En otra oportunidad
refiriéndose a una joven amiga de su hija, que andaba por La Habana
jineteando, le agregaría: “No por llegar a término, sino por nacer ya
malditas”.
En realidad el principal y más agudo recuerdo que tengo de ella y de su
cacareado marginalismo, era aquella ansiosa búsqueda por parte de su
hija…, mi novia de entonces de la verdadera razón de catalogarnos a todos
como marginales. Por suerte para nosotros, el proceder de mi amada sin
no sería un vano intento de justificar las partes, sino de comprender el
todo, sin excluirlas.
Ella entendía que en una sociedad que ha sufrido las consecuencias tanto
económicas como políticas, donde a tenor de ello ha crecido la
desigualdad, donde se multiplica la corrupción, el mercado negro, el
relativismo moral y el deterioro de los valores y donde el alcoholismo, la
prostitución, el exilio imparable, el suicidio y la desesperanza por no tener
futuro, son algunas de las únicas vías escapatorias. ¿Puede entonces por
eso ser tildado alguien de marginal? Se preguntaba ella y de inmediato se
respondía. Para mi madre, sí.
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Para Carmita, cada persona, piedra u objeto, ocupaba un lugar específico
en la sociedad cubana que le tocó vivir, pero todos…, los llamados por ella
marginales estaban todos en un nivel inferior, pues se consideraba
superior e incorruptible. Posición esta, a la cual quería atraer a su hija,
pues sentía que tras la desaparecida puerta de El Arsenal, corría un grave
peligro debido a la atracción de las “malas influencias” de las personas con
que andaba, y por los lugares que frecuentaba.
Su hija en cambio, era de la opinión que había que encontrar un sentido
de la justicia social y de igualdad de oportunidades. Una solidaridad que
aliviara la pobreza, así como encontrar iniciativas de recuperación cívica
aún bajo la represión cotidiana a que se encontraba expuesta. Era del
criterio que para ello se debía partir de los elementos intrínsecos del
problema para no eliminar de un “solo tajo” la autonomía individual.
Posición esta que no sólo chocaba con los preceptos de la autora de sus
días, sino con gran parte de sus conocidos.
Carmita no solo pasó los últimos años de su vida sufriendo las mismas
vicisitudes y carencias de todos los cubanos, sino desgastándose en pensar
en la posible influencia que pudiese tener en su hija los que ella tildaba de
marginales, causando primeramente disgusto por sus planteamientos,
más tarde tolerándola y finalmente sintiendo pena por ella…, tal vez por
ese motivo que es tras la desaparecida puerta de El Arsenal, le ofrendo
mis flores, y las traje aquí a este enigmático lugar de la vieja Muralla, que
tanto parodiaba.
Enrique A. Meitin Duluth, GA, USA
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JAVIER TERÁN DÍEZ
COMO SI NADA HUBIESE PASADO
Imagen: Google
Huyendo un poco del calor asfixiante de este verano en la meseta, pero
también otro poco tratando de encontrar un tiempo para la reflexión,
luego de un agitado y acelerado año laboral, he recalado estos días en un
pueblo de costa a orillas del Mediterráneo.
Digamos, que he abierto las puertas de mi casa al campo y al mundo
exterior, y he huido de mi realidad en busca de algo novedoso que pudiera
ser que la vida me tenga reservado.
Y ha sido justo en un lugar que tú y yo -¡cuánto tiempo sin vernos!-,
conocemos muy bien; porque llevaremos grabado siempre en el recuerdo
con extraordinaria nitidez.
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Y es que en él daría los primeros pasos aquel recién estrenado amor de
juventud, el primero de nuestras vidas –según nos confesamos-, en aquel
verano de todavía feliz recuerdo; aún después del tiempo transcurrido.
Pero hoy, anocheciendo ya y sentado en el espigón del puerto, desde
donde se domina buena parte de la bahía en una dirección, y con el faro
que ya ha comenzado a proyectar su luz sobre la bocana del puerto, en la
opuesta; sin puertas por delante que cierren mi perspectiva de la ciudad,
he querido buscar tu imagen entre tanta gente como atraviesa ahora por
estos alrededores. Pero a pesar de no tener límites en la observación,
todo parece haber sido en balde.
Ninguna de las personas que por aquí transitan me ha recordado a ti.
Bueno, siendo sincero, a excepción de alguien que parecía tener tus
mismos rasgos físicos –al menos los que yo recordaba de ti-, mas al
instante he rechazado la semejanza; aunque reconozco que me ha
quedado la duda por algunos segundos.
He tomado algunas instantáneas del lugar y te las haré llegar en algún
mensaje posterior. Como verás, poco queda de todo aquello que
conocimos en el pasado; y se advierten unos signos de cambio y
modernidad en todo el pueblo que, con el paso de los años, se ha
convertido en una verdadera ciudad con ingentes cantidades de
veraneantes por doquier.
Aquella noche, tras cerrar la puerta de mi apartamento y retirarme a
descansar, he de reconocer que soñé nuevamente contigo. En esta
ocasión, habitábamos juntos una gran casa en un indeterminado pueblo
de la costa. Me llamó la atención la gran cantidad de puertas que disponía
nuestra mansión; cada una de ellas daba acceso a una estancia diferente.
Y cada una de las puertas respondía a un color diferente, que se repetía en
el interior de la habitación a la que daba acceso. Luego, con el nuevo
amanecer, he de reconocer que no supe interpretar mi sueño…
120. 120
MÍA PEMÁN
LAS PUERTAS DE LA AMISTAD, SE
HAN ABIERTO DE NUEVO
Imagen: Google
Cuando entramos a un lugar nuevo, nos cuesta un potosí aceptar esa
esencia que nos pueda llegar a transmitir, pero, enseguida le sabemos
sacar un mejor partido.
Se abren y se cierran, a veces con bastante facilidad, pero en otras
ocasiones, es difícil llegar a su acceso total.
Deberíamos de poder anotar todas las puertas que abrimos durante todo
un año, quizás veríamos las cosas de otra manera diferente, algo que no
121. 121
quita para nada, que sean de solo un uso y no de dos, como normalmente
se las viene utilizando.
Las puertas, pueden ser físicas, de madera, metálicas, de obra, aluminio,
vidrio o acrílico, sin embargo, no son del mismo calibre emocional, pues,
se abren y se cierran, y se les colocan diferentes herrajes metálicos, que se
les llama bisagras o bibeles, a algunas les ponen cerraduras, candados,
cerrojos y resbalones, que les sirve para evitar el libre acceso al interior de
un lugar o sitio. Y, en sí, son las puertas, elementos constructivos, que en
muros se colocan, muebles, losas y también en las emociones, como si se
tratasen de ataduras para bloquear los sentimientos.
Dicen que no nos hablan, pero, yo diría, que tienen una sensibilidad, que
nadie les ha dado y la cual, nos dejan ver y tocar, sin apenas darles
importancia.
Cuando conocemos personas nuevas de frente, o qué ya tenemos un
conocimiento de ellas por otros medios, por ejemplo por las redes
sociales, es algo diferente, sencillamente, te es más fácil acceder a su
entorno y ver cómo se vive ese primer encuentro, qué medidas no tiene, si
no, todo lo contrario, la calidez, es extremada, por su esmerado concepto
del respeto y la admiración, de quien te puedas llegar a encontrar, y no
siempre puede ser igual, pero, sí te da la gran oportunidad de llegar a ver
a esa persona con la cual compartes cada día tu espacio virtual, que a la
vez, es bastante ameno y cordial.
Yo he tenido la suerte este verano de conocer a un amigo virtual, que
ahora ya es presencial.
Vine de vacaciones, pues, mis puertas este año se han abierto a muchas
más y aún seguirán abriéndose más y más…
En raíles me fui, y he venido en ellos, con alas al viento que tienen, regresé
a mi casa, en compañía…desde el mar a la montaña, y en mi ciudad había
quedado con este amigo antes de partir hacia mí otra ciudad
mediterránea.
122. 122
Al día siguiente de venir, fuimos a encontrarnos a su trabajo, en una zona
de la ciudad, donde se disfruta de la extensión amplia que se une a un
espacio abierto al deporte de índole mundial, el más favorito de todos.
Entre árboles y casas se hace el camino, donde la Feria y el Mercadillo de
los domingos unen sus instancias abiertas al público, por allí se divisan
rotondas y avenidas, y la primera de ellas lleva la inicial de nuestra ciudad,
en grandes proporciones, de enorme relevancia, que se levanta para que
pueda ser vista, por un escultor que la realizó, y está enclavada en una
zona abierta, sin el exceso de casas y construcciones más bajas.
De camino nos encontramos con el árbol de las trompetas, de verdes
hojas y vainas alargadas, qué al hacer una foto, la compartí en un grupo y
pregunté qué clase era, pues, no conocía su especie, al lado de un frontón
deportivo.
Sus enormes flores simulan racimos de trompas alargadas y anchas,
blancas y rosadas pueden ser, el olor, no te alcanza, pues ya no es época
de flores, sus vainas verdes enseña y se dejan caer como si colgadas las
hubieran olvidado.
Cuando llegamos al amplio edificio de nueva construcción, su interior es
completamente luminoso, con una amplitud y magnificencia increíbles,
que llama bastante la atención, por su excelsa belleza y los complementos
que contiene, marcan una clara calidez humana, por la amabilidad que en
su interior comporta.
Tan solo es un esbozo y dibujo de un ámbito tranquilo y de sabor amable,
el que se puede respirar en esas estancias, donde no hay muchas
personas, pero, el ambiente se aprecia franco y generoso, como quien nos
lo pudo enseñar… qué en su compañía, estuvo una visita de lo más
interesante, además, del encanto y la magia que un entorno ZEN se
observa en un patio interior, es el qué da equilibrio a todo su alrededor,
dejando entrever un aire de calma y serenidad.
Luego, terminamos nuestra increíble visita por su trabajo, tomando un
cortado, qué aunque de máquina fue… nos sentó de perlas a los tres… por
123. 123
la sencillez y lo especial de la reunión y el conocimiento de tres personas…
y, ahora, ya somos presenciales conscientes.
La impresión fue realmente magnífica y nuestro anfitrión, lo más de lo
más, increíblemente afable y a partir de ya, seguiremos compartiendo
nuestros quehaceres literarios que el pensamiento es el artífice de
nuestras letras y líneas relatadas y versadas.
Podría decir muy bien, que es el castillo de la amigabilidad, ya que, todos
sus componentes, son libres en el conocimiento y el trabajo les une a la
par que les complementa, y hacía muchísimo tiempo que no me
encontraba con algo así de especial y mágico, y eso que era un jueves, a la
esquina justo, del fin de semana, la cercanía, era de lo más estupendo que
hallamos en nuestro caminar por el sombrero del Universo del trabajo.
En domingo se volvieron a abrir otras puertas, fueron las de un autobús
que nos llevó a varias personas a un pueblo costero en Cantabria, San
Vicente de la Barquera, que precisamente, ya conocía, por haber estado
hace cuatro años, durante una semana con dos amigas, en un
apartamento que le regalaron a una de ellas la estancia, por eso mismo, lo
pudimos compartir.
Y, de siete días que estuvimos, cinco de ellos, con el nublado puesto, nos
íbamos de caminito hacía la playa del botín, la más popular de todas, que
al lado de un camping está, y que los surferos utilizan como si fuese de
ellos, además, le da un aire superior por su excelsa presencia, al intentar
dominar las olas y quitarle esa importancia al mar, y cogérselas para ellos
y sus compañeros, que también alumnos suelen tener en más de una
ocasión.
Vi de nuevo todo el lugar y sus rasgos del ayer, me llegaron de otra
manera, no llegamos hasta donde estuvimos, quizás nos detuvimos más
en otros lugares y entonces, no pudimos aprovechar bien el tiempo, pero,
no estuvo nada mal.
Gracias a esas puertas que traía el autobús, pudimos subir y bajar, y bajar
y subir, así como al final, bajar y descender sus escalinatas, que tras de sí,
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se quedaron como algo espontáneo y localizado se fueron alejando, con el
sentir de quizás volver otro día de nuevo, pues, es una zona qué te da la
ocasión de querer estar otra vez.
Entonces, después, del regreso, volvimos a abrir la puerta de mi escalera y
mi casa, así como las puertas de establecimientos y otros lugares a los que
vamos a poder acudir.
También, en unos días más, saldremos de nuevo, a ciudades gallegas, para
disfrutar de las vistas y nuevas puertas por enseñarnos y por disfrutar de
ambientes diferentes, y volver de nuevo a pasar la “puerta Santa, de
Santiago de Compostela, su Catedral”, ya de otra manera, pues, la vez
anterior que estuve hace siete años, en la misma época, la estaban
remodelando y por dentro, así pues, de otra manera nos recibirá… y al
Santo Patrón de Galicia, Santiago el Apóstol, iremos a saludar… y la
enormidad de su bella Catedral, apreciaremos y encontraremos más
entornos de Galicia, y nos dará su cobijo y sus puertas volver a traspasar y
renovar nuevos lazos, porqué, de nuevo… tengo una “quedada pequeña”,
que por lo que conlleva en su interior, va a estar de perlas. Al igual, que
una que vendrá después, en la otra capital mía, con más gentes que nos
reuniremos, para conocernos y algunos más, volvernos a abrazar, y
celebrar ese grato y genial encuentro, que hace algo más de un mes, volví
a renovar lazos invisibles, que se unen en la fortaleza del amanecer de
cada día, al darnos los buenos días y desearnos, que la jornada sea cálida y
apacible.
Y, supongo yo, qué cómo aún muchos meses quedan todavía, seguro
tendrán que abrirse más puertas hacía el conocimiento o hasta
encontrarme con algunas de mis amistades, que posiblemente un
reencuentro nos queda por compartir y nuevas alianzas compartiremos, al
igual que la posibilidad de ensanchar sentimientos de nuevas olas.
A estas puertas, no les voy a dejar que se encierren entre candados ni
llaves imposibles, son y serán libres como los pájaros, a mi lado, tan solo
tengo algunas puertas, que a veces se abren y otras se cierran por
completo, sin la posibilidad de haber una nueva apertura, pero, eso solo
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MARGARITA POLO VIAMONTES
Imagen: Google
La puerta se cerró detrás de mí y nunca más… las cosas serán como ayer.
No dice así la vieja canción de Luis Demetrio, pero es lo que sucedió. La
puerta de la casita en Playa quedó a nuestras espaldas, tras de ella
dejamos más de medio siglo de vida en la isla donde nacimos. ¿Podrán
abrirse otras puertas en el futuro lejos de La Habana? –pensábamos
preocupados al salir de casa, sin saber si la partida sería un “hasta luego” o
un “adiós” definitivo.
Un rato después no sé por qué, llegó a la mente otra canción: “Cuando salí
de La Habana, de nadie me despedí”… ¿Por qué cantar y sonreír cuando
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realizo este paso tan serio? Será la melancolía, porque ahora no voy
camino a la tierra natal en el tren, como hacía en la adolescencia y
juventud, sintiendo que La Habana quedaba a mis espaldas, a la cual debía
regresar en breve, tras finalizar cada etapa de vacaciones.
Entonces, mi novio me decía adiós desde el andén habanero y aunque en
casa me esperaban mis padres, amigos, vecinos y familiares más cercanos,
sentía ganas de volver a la capital para estar abrazada a su pecho, sentir el
sabor del salitre del mar en mis labios y deambular a su lado por la ciudad
amada. Muchos años después, era a la inversa el trayecto, cerramos la
puerta de la vieja casona en Camagüey y La Habana fue el hogar por varios
decenios.
Ahora cuando la puerta del avión cierra herméticamente tras de nosotros,
mi esposo, pasa su brazo sobre mis hombros y no sabe por que sonrío
mientras miro hacia afuera por la ventanilla de cristal, despidiéndome
nuevamente de La Habana. En breve estamos en el aire, panea sobre la
ciudad el aeroplano, observo los edificios y trato de identificar cada calle
antes de perderla de vista…
“Cuando salí de La Habana…” vuelve la canción como en disco rayado…
¿Qué vendrá después? No sé, cualquiera sabe… comencé el peregrinar
demasiado temprano ¿Qué edad tenía cuando cruce para viajar por
primera vez sin mami y papi, el umbral de la puerta del natal Camagüey?
Mi hermano le pidió a mi madre llevarme consigo porque la situación
económica de mis padres era incierta. La Habana no fue mi primer
destino, inicie mi periplo en la ciudad oriental de Holguín, linda
¿moderna?
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En realidad, muy diferente a mi terruño natal tan añeja, de calles
adoquinadas disparejas y plagada de callejones sin salida. Holguín era
novedad, una ciudad limpia, simétrica, con una montaña a la que ascender
para encontrar una cruz, con un mar cerca más limpio que el de Nuevitas.
Me gustó vivir en Holguín viajar hasta la estación de Cacocum en el tren y
luego ir en su búsqueda por ¿carretera? Se me pierde en el recuerdo la
vía…
El único minuto infeliz resultó el viaje de regreso a Camagüey, el esperar
por la puerta del fondo a mi hermano, mirando desde del pasillo central
de su casa hacia afuera. Me dijo que no tuviera miedo que él me
observaba desde allí, en su oficina. A veces ese minuto se me une
mentalmente, a la espera de mis hijos por mí, a la de mis nietos por sus
padres que regresen del trabajo. ¡Qué triste desesperación es esa espera
tras la puerta del hogar ajeno! Saber que están al llegar a recogernos, pero
que no llegan y sentirse solo aun en compañía. Hasta que de pronto tocan
a la puerta y el abrazo los funde en uno.
No esperaba cargar con tantos recuerdos dispersos… Aquel primer
encuentro con La Habana, en compañía de mis padres, aquellos días
correteando de niña por el ancho pasillo del hotel habanero… ¿Cómo se
llamaba? Solo visualizo sus losetas blancas, limpias como espejos… cuando
salimos a la calle, el encuentro con las farolas muy antiguas, frente al
imponente edificio del Capitolio habanero, con alta cúpula redonda,
amurallado, rodeado de esculturas gigantescas ¿de dioses? Majestuoso,
blanco aun en la noche, lugar donde papi habló en su hemiciclo sobre las
necesidades de las escuelas públicas, frente políticos sonrientes que
nunca tomaron en cuenta sus palabras.
No sé qué fecha fue aquella, caminando mi primera vez por las calles
habaneras, con mis breves manos sostenidas por las de mis padres… Entre
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ellos hablaban en susurros, pero logré escuchar sobre el temor de que su
único hijo varón estuviera entre los muertos del asalto al cuartel en
Santiago, instante en que emergió de la semipenumbra la silueta de mi
hermano y corrí hacia sus brazos, aun antes que mis viejos se dieran
cuenta que era su hijo pródigo aquella figura joven, para mi gigantesca
siempre.
Mi hermano y La Habana, son uno en mi recuerdo, porque de Holguín nos
mudamos tiempo después con mi hermano a la capital. Adolescente
andaba a su lado, conociendo el Vedado, el maravilloso malecón desde
que comienza o termina en la salida del río Almendares desembocando al
mar, hasta kilómetros más allá, cerca de las antiguas murallas habaneras,
en la que montábamos las lanchitas de Regla y Casablanca… sus playas de
Marianao, la Habana del Este entonces en construcción… Guanabo, Santa
María del Mar…
¡Qué días aquellos de aprendizaje en mi adolescencia! Nada tenía que ver
la vida de entonces, con todo lo que ocurrió después. Los días de
campañas, de becas, el noviazgo, la boda… las proyecciones… el futuro
prometedor con el nacimiento de mis niños hasta la llegada del nuevo
siglo y milenio, junto al adiós a mis hijos, alejándose definitivamente del
entorno habanero. ¡Ay! Mi Habana… al cerrar la puerta de la casita de
Playa quedas atrás con tus calles, tus playas y los recuerdos.
Ahora vamos más lejos en el avión rumbo Norte, mi esposo me aprieta
contra su pecho, no sospecha que canto mentalmente una canción: “La
puerta se cerró detrás de mí y nunca más…” observo cada detalle del
viaje, abajo el mar, el verde del caimán dormido que es Cuba va quedando
atrás. Azul, azul más intenso, más oscuro, minutos después es verde otra
vez… ¿verde? ¿El mar? ¿Verde? ¡No!…son cayos, islotes, luego como un
brazo largo que se funde con estos y comienzan a verse las casas, los
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techos rojizos, como las tejas de mi terruño… ¿estoy soñando? Es mi
nuevo destino, tan cercano y tan distante de lo que dejo atrás.
Un decenio después de cerrar la puerta de la casita de Playa, en La
Habana, cuando el camino parecía llegar al fin, varias puertas cerraron y
otras abrieron, sucesivamente. ¿Podrá esta nueva tierra arrebatar del
corazón a Cuba? No creo, la isla fue, es y será por siempre la reina de mis
añoranzas, desvelos, de mis sueños, proyectos, esperanzas y logros…
Sobre todo Camaguey y La Habana, visten lo mejor de mi existencia.
Aunque el destino cierre la puerta tras de mí, siempre la tendré en mente.
No importa cuánto deba esperar para cruzar de nuevo sus puertas
ancestrales libremente.
Margarita Polo Viamontes. Cuba/Miami.
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EDGARDO BENÍTEZ
EL SECRETO DETRÁS DE LA PUERTA
Imagen: Google
Espiar por la rendija de las puertas ha sido una penosa afición con la
que he convivido toda mi vida. Permanecer quieto frente a ellas,
admirarlas y, con especial cuidado aplicarles una ganzúa para dislocar sus
entrañas, hasta conseguir traspasar el umbral deseado. Doblegarme ante
la necedad de cultivar esta morbosa sensación, que crece y se alimenta,
me hace profesarme poderoso de una manera muy peculiar.
Debo decirte, padre, que de esta curiosa emoción que me produce
indagar lo fortuito, lo desconocido, y que hasta ahora ha sido mi secreto,
han emanado incontables agravios, pero, también, alguno que otro
agrado. Inolvidables momentos los que vivía a mis doce años, cuando
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conseguía, a través de la rendija de la puerta del patio, descubrir los
secretos de Dorita, que mostraba sus partes. Permanecía en silencio
esperando el minuto exacto para que ella, con exquisitez absoluta, se
quitara la ropa y caminara desnuda por la habitación, para luego meterse
en su cama como ovejita y dormir plácidamente.
Era envidia o celos, no lo sé, lo que avivaba fastidio a mis ocho años,
cuando veía a Martita darse un beso con Raúl; recuerdo que pactaban sus
encuentros bajo la cama mientras jugábamos a las escondidillas; puesto
yo detrás de la puerta, observaba la manera prohibida que disfrutaban de
su tierno amorío.
Es que esta, la que considero una simple indiscreción de mi parte, es
hasta cierto punto graciosa; mi pretensión nunca ha sido la de entrar a las
casas para robar, ni mucho menos abusar de sus inquilinas, no, al
contrario, he colaborado con ellas sin que se percataran, hubo vez que
reparé el grifo de más de alguna, ya que parte del juego es dejar rastros
más que evidentes para que cuando estén de regreso sepan de mi
presencia. He de admitirlo, padre, busco apartamentos de mujeres que
viven solas, y con preferencia de alguna edad… Digamos una edad
ligeramente avanzada, ¿lo entiendes?
Cierto es que una vez dentro me apasiona registrar gavetas y otros
muebles, eso es hermosísimo. Tirar por los suelos una librera con sus
libros, luego de echarles una ojeada, ya que como tú sabes, padre, admiro
sus finos estampados y me encanta leerlos, percibir ese característico olor
a “libro viejo”, olor que remueve mi tripa con satisfacción; del mismo
modo, llegar hasta la alcoba y desarreglarla, abrir clóset y anaqueles para
desordenar vestidos, blusas, y al mismo tiempo oler su ropa interior, sus
zapatos, hurgar y oler dentro de sus carteras de piel curtida por el uso,
para después recostarme en sus inviolables camas y, a la postre, husmear
en su refrigerador, beber y comer de su contenido, mientras creo algún
caos en la cocina. Luego, sentarme en los sillones a ver algún programa,
acompañado de una taza de café; en fin, padre, provocar mil modos de
hacer notar a su dulce habitante que alguien allanó su intimidad.
Como has de imaginar, estas incursiones mías me han provocado
profundos estados de desasosiego y furor. Ha sido una de las
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consecuencias que he tenido que pagar por cultivar esa afición casi
lujuriosa por cruzar el umbral prohibido de una puerta, para después, con
plena satisfacción, poder hurgar sus escondrijos. Es que sustentar este
temor a ser descubierto también es delirante, es como dar un paseo por
tierra impropia, un asalto a la impertinente desfachatez del mundo
privado. Claro que estos actos me han colmado de sensaciones difíciles de
explicar a otros y que, por ser solo mías, me vanaglorio de manera excelsa
por poseerlas; sin embargo no puedo negarlo, padre, por períodos tiendo
a admitir vergüenza por mi secreta pasión.
Debes saber que es una práctica con la que he convivido todos estos
años y que he tratado que desaparezca de mi vida en varias ocasiones,
pero, en cuanto creo haberme liberado de ella, de repente y como si se
comportara como una manada de leones al momento de capturar a su
presa, me sale al paso con la compañía de todos mis miedos. Mis miedos,
que se revelan y emergen de sus viejas cavernas como seres de
ultratumba, y se lanzan contra mí con una fuerza feroz, monstruosa; se
unen al festín como buitres o hienas. Entre todos me arrastran y me
despedazan, padre.
Este apartamento en el que resides es en realidad hermoso; las
luces tenues, incrustadas en las paredes de colores sombríos, lo hacen
bastante acogedor; además, me embruja esta alcoba con sus cortinas
color marrón que hacen juego con el edredón de tu cama. ¿Sabes que
encuentro cierta similitud con nuestra casa de la isla?, aunque me
pregunto: ¿qué hace un viejo lobo de mar, indómito como lo eres tú, en
esta otra isla, tan olvidada como la nuestra?, ¿o es que te ocultas de
alguien o algo, padre?
Deseo confiarte un secreto: desde hace un buen tiempo llevo
allanando tu cuarto sin que tú lo sepas; meses vigilando y esperando la
hora adecuada para ingresar y encontrarte dentro. Vaya susto el que te he
dado, padre, porque después de todo, tú no me has invitado a pasar,
¿verdad? Soy yo, el que te ha buscado por años y que ahora te encuentra,
el que se te aparece para platicar contigo. A decir verdad, padre, estoy
más que seguro de que luego de esta visita habrán desaparecido mis
manías.
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Así que, en el fondo, todo esto que te he contado no interesa, ya
que nada más he venido hasta acá para narrarte los últimos minutos que
conviví con madre; estoy seguro de que deseas que te los detalle, ¿no es
cierto, padre?
Tremenda ironía: mi existencia se ha desarrollado entre puertas y
cerraduras. Bien recuerdo ese día. Aún no amanecía cuando tú llegaste
hasta mi habitación para darme un beso y desearme felicidades.
Abandonabas el hogar para nunca más volver. Era mi cumpleaños número
seis, ¿te acuerdas, padre?
Por las mañanas, la perilla de la ducha emitía un chillido particular.
Era la clara señal de que madre se encontraba ya en pie. Despertaba
temprano, para atender las múltiples ocupaciones propias del hogar.
Aquella mañana, luego de que tú te fuiste, no escuché ese chillido.
El silencio me llenó de extraños pensamientos, padre. Con la duda en mi
cabeza, me tiré de la cama y caminé hacia su cuarto. Recuerdo el pasadizo
entre las habitaciones, lo percibí tan largo y solitario que me pareció
eterno, recuerdo mi angustia, no puedo olvidar mi angustia; yo solo
deseaba saber a cualquier precio qué ocurría. Temeroso, disminuí el paso
y caminé lentamente, pegado a la pared: los cuadros colocados en cada
una de las habitaciones con sus ventanas abiertas me parecían extraños,
quizás era la primera vez que me fijaba en ellos. Al llegar a la puerta de su
habitación, la habitación que tú abandonaste, padre, me tropecé con la
sorpresa de que se encontraba bajo llave. Tú la dejaste así, nunca podré
saber el porqué. Espié por el ojo de la cerradura y alcancé a distinguirla
quieta, muy quietecita, como si aún durmiera. Recuerdo haber llorado
amargamente, pues madre no atendía a mis gritos. Intenté abrir pero me
fue imposible. Después de un buen tiempo, no sé cuánto, coloqué una
grada y subí para alcanzar las llaves que se encontraban colgadas de un
clavo en la pared. Abrí y salté sobre su cama, “¡madre, madre!”, recuerdo
que le decía, al tiempo que tomaba su mano y acariciaba su cabello. Me
extrañaba que sus ojos permanecieran abiertos y no me vieran, que de sus
labios no saliese palabra alguna y que su cuerpo se mantuviera inmóvil.
Cómo lloraba, recuerdo que lloraba, padre.
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Cuando un policía llegó y abrió abruptamente, yo estaba recogido
en un rincón de la cama y lloraba. ¿Me preguntas por madre?, pues ella ya
tenía un aspecto diferente. Sí, siempre inmóvil.
Madre murió sin despedirse de nadie. Qué dolor se siente en el
pecho. No hay trauma más grande para un niño de seis años que la
muerte de su madre. Más todavía cuando se pasan seis días al lado de una
muerta, padre. Pero yo no quería separarme de ella, porque si lo hacía me
iba a quedar solo, totalmente solo, sin padre y sin madre, y eso me daba
mucho miedo. Prefería las nubes de moscas encima, ver su lengua afuera,
aun tan fea como estaba seguía siendo madre y madre me defendería
siempre y yo no tendría miedo de estar solo.
Padre, el puñal que he colocado cariñosamente en tu cuello se ha
desprendido. Claro, después de seis días de muerto… Y este olor
nauseabundo que desprendes, padre, tan pútrido como tu carne, como
tus vísceras, como el color amarillo de tus ojos abiertos, tu lengua de fuera
y las nubes de moscas encima, sigue siendo iguales a los de madre. Sí,
ahora sabes cómo lucía ella.
Publicado por primera vez en la antología "Necroslogía", una antología de la muerte.
Edgardo Benítez. Santa Ana. El Salvador. Centro América.
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JOSÉ ADOLFO REMUSINI
LA LUZ EN LA PUERTA
Imagen: Google
Un día tocaste la puerta, y se abrió con tanta dificultad aquella puerta…
era tan pesada, de aspecto grueso y de color perdido, pero con olor fijo,
que aún la conservaba legitima, se podía reconocer de que árbol provenía,
era una madera con fuerza en su aspecto; y a pesar de haber soportado
los embates del sol, la lluvia, el tiempo y el descuido propio de su dueño,
era clara su legítima presencia. Era clara la estirpe de un antiguo bosque.
La puerta tardó un poco en abrirse, cargaba muchos pesares, algunos
llenos de ruidos, ruidos extraños de nostalgias y melancolías, aún así la
puerta deseaba con pasión le abrazara la luz, aquella luz que quemaba,
pero no la lastimaba, la luz que se hacía inimaginable, pero con sentido de
permanencia, que era increíblemente luminosa en el abrazo y las caricias,
pero con delicado roce; y aunque no tenia manos, ni rostro, ni mucho
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menos aspecto. Ella poseía una gran voz, una fuerte voz que se convertía
en complaciente. La puerta también era capaz de sentir la fuerza, el olor y
la paz infinita que cargaba aquella bendita luz. Y sin pensarlo la puerta
noto que la luz empezó a sanarla suavemente en un beso lleno de aires de
sutilezas, que la hacía estremecerse de una forma inexplicable… Y fue
entonces que la puerta vio que tenía muchas preguntas, pero no quiso
hacer ninguna, no quería arruinar el momento con frivolidades de la
razón. Permaneció en silencio dejándose llevar en el caudal de sus ganas.
La luz comprendió ese silencio y la arrullo por un tiempo infinito y la
puerta se sintió agradecida con la magia que la envolvía de forma tan
intensa, en aquel suspiro que la vida le daba y la llenaba de nuevos colores
que ahora la hacían atractiva, ya no existía mas la puerta de colores
perdidos… La luz logró reinventar a la puerta, le dio vida y la tallo
delicadamente como si fuera la primera vez, pero en esta ocasión con
amor y pasión, esa pasión que solo sabe tener el escultor de mis sueños.
Ese que no presume de su arte, que no necesita alardear, porque el
mundo lo reconoce, ese mismo que hoy es capaz de enaltecer esa puerta
que se abrió con dificultad un día, pero que ya nunca más se cerrará en su
sentir. Ese escultor de luz, que dejó de trabajar una verdadera obra, para
poder dedicarse a una puerta olvidada por su dueño. Y ahora esa puerta
está profundamente agradecida con la maravillosa luz que la transformó
de manera sin igual y está segura en su nuevo eje y dintel luminoso de su
nueva entrada.
José Adolfo Remusini- Buenos Aires- Argentina
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MARIENA PADILLA
EN BRUSELAS
Imagen: Google
Al oír el chasquido, me arrepiento. El guardia del museo busca con la
mirada y yo desvío la vista para que no descubra culpabilidad en mis ojos.
Camina hacia donde me encuentro, con su rostro de piedra, a la vez que
dice algo incomprensible. ¿Qué hará si me identifica? Diga lo que diga, no
entenderé, porque no sé una sola palabra en neerlandés. Disimulo y trato
de confundirme entre los visitantes que, afortunadamente, son muchos.
Todo ha sido culpa de las puertas cerradas.
Abrigada al máximo y con mi sombrero de fieltro tipo cloché, había
hecho fila casi por dos horas bajo un aire gélido, segura de que el viaje y la
espera valían la pena. Llegado el momento crucé el umbral, me detuve en
el guardarropa y, enseguida, una serie de puertas me hizo describir un
círculo, como en un juego.
Entonces llegué a la escalera de mármol, flanqueada, de un lado,
por paredes de madera y cristal; del otro, por pasamanos de hierro y
bronce con exquisitas formas vegetales. Arriba, a gran altura, un domo
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con vitrales. En el primer rellano de la escalera una puerta capturó mi
asombro. Cerrada. A mitad de la escalera, ¿a dónde llevaría?
Continué subiendo hasta llegar a un segundo descanso a partir del
cual se ramificaba la casa: se extendía en una serie de espacios abiertos
como un abanico en espiral ascendente, de manera que casi desde
cualquier punto era posible observar el resto de las habitaciones. Esta,
que para mí era la principal virtud del edificio, jugó en mi contra, porque
no había modo de pasar desapercibida.
Arcos de ladrillo y columnas de azulejos separaban unos salones con
pisos de madera de otros que tenían alfombras. El dibujo de las paredes,
los muebles y adornos, todo, estilo Art Nouveau. Yo no cesaba de admirar
biombos, tapices, sillas, lámparas. Subía escalones para volverlos a bajar y
repetir la vista desde diferente ángulo.
El encanto se acentuaba por el contraste entre la apertura de los
grandes espacios y la sensación de que había sitios que escondían algo. Así
que, después de disfrutar el delicioso lenguaje que hablaba la casa, me
concentré en lo que callaba: el misterio encerrado en los rincones donde
había alguna puerta sin abrir. Fue entonces que me acerqué a una de
ellas, tiré de la perilla con un movimiento suave. No abrió, como era de
esperarse, pero insistí con otra. Fue en el tercer intento cuando se produjo
aquel chasquido de madera al astillarse. Me paralicé, la gente volteó hacia
donde yo me encontraba, incluido el guardia. Traté de mantener la calma,
“al fin y al cabo no ha sido gran cosa”, me decía. Insensata. Era claro que
había cruzado la línea. Sigilosamente, hube de escabullirme.
Cada puerta, un enigma sin resolver. Quizá, en la actualidad,
sencillamente lleven a nimias áreas con funciones administrativas o de
limpieza, pero impregnada del espíritu de la casa mi imaginación volaba.
Aún ahora no puedo más que pensar en el cúmulo de objetos que
pudieron albergar en su época: armarios labrados con motivos de aves;
vitrinas con vajillas exóticas; ropas suspirando en lánguidos divanes. O, tal
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vez, tras ellas haya habido escaleras de caracol en dirección a sótanos, a
cocinas con teteras de cobre y enseres alargados como cuellos de ganso;
baños con pisos de mosaicos bizantinos y herrajes en forma de lazos; un
patio secreto; un cuarto clausurado; un pasillo que lleva a algún lugar.
La experiencia fue espléndida, aunque haya tenido que terminarla
abruptamente. Todavía alcancé a disfrutar alguna sección, muy pequeña,
fuera del ámbito del vigilante. Luego bajé y recogí en el guardarropa mi
abrigo, la doble bufanda y mi bello sombrero. En el exterior el frío se había
intensificado. Era de noche.
Mariena Padilla- Monterrey, Nuevo León, México. Agosto 2015
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ARELY HUBER
EL VUELO 2210
Imagen: Google
Unas rosas, unos exquisitos chocolates belgas y yo, aguardábamos tu
llegada.
La temperatura de la temporada verano/otoñal causaba estragos en
ambos, el ambiente era algo caluroso, el viento se dejaba sentir con mayor
intensidad cada vez más, ansioso esperaba entregarte aquellos detalles
que, sutilmente había escogido para ti, además de una gran sonrisa
dibujada en mi rostro por tu regreso.
Unos días atrás tu indiferencia casi terminaba con mis ilusiones por ti; a
pesar de los malos entendidos y sucesos tristes entre ambos, allí estaba,
dejando de lado mi orgullo para verte una vez más…
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Los minutos pasaban, sentí como los nervios se apoderaban de mí, me
temblaban las piernas, el corazón parecía salirse de la intensa emoción
que me provocaba nuestro reencuentro.
Adentro del aeropuerto comenzaron a cancelar vuelos, la gente algo
confundida empezó a murmurar lo que ocurría, decidí salir y dejando atrás
la puerta del aeropuerto me fui a esperar recostado en mi auto, encendí
la radio y un cigarrillo; entonces escuché la noticia de una voraz tormenta
acercándose a nuestras playas, los vuelos venían retrasados y otros
cancelados como aludí, había que esperar unas horas más…
Después de un buen rato las flores terminaron cabizbajas, los chocolates
acabaron derritiéndose por el intenso calor y la prolongada espera; a las
nueve de la noche anunciaban destrucción por doquier; la tormenta había
tocado tierra a unos kilómetros cerca de nuestra ciudad.
Me comencé a desesperar y a preocupar por lo que pudiese suceder
durante tu vuelo, ante aquél fenómeno natural.
Horas después el aeropuerto reportaba que se estaban restableciendo las
llegadas, en ese instante alcancé a escuchar como anunciaban tu número
de vuelo; miré mis presentes y pude advertir que no eran dignos de ti, sólo
me quedaban la sonrisa y la alegría de volver a verte; de pronto, una
tristeza me invadió, a lo lejos pude ver como cruzabas la puerta de
aduanas, te veías feliz de la mano de aquélla persona que te acompañaba,
entonces recordé que la mentira y la indiferencia eran tu mejor
pasatiempo. Nada tenía que hacer allí.
Me cansé. Decidí marcharme.
Había olvidado que cuando la tormenta pasa, siempre deja destrozos, y,
efectivamente, eso fue lo único que dejó en mi ser:
Nunca más volví a verte.
Arely Huber- Puerto de Veracruz, México.
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ROXANA ROSADO
EL CASTILLO DE LAS SOLEDADES
Imagen: Google
Por la entrada principal entraban y salían constantemente. Sus pisadas
hacían ruido sobre la duela, las llaves sonaban como cascabeles mientras
la cerradura vencía sus engranes perezosamente cuando alguno de los
habitantes del castillo entraba o salía. Era difícil saber cuántos eran. A
veces parecía no haber movimiento, como si la respiración se hubiese
congelado y solamente la luz del sol se animase a entrar por la ventana.
Un único pasillo atravesaba el castillo. Las puertas de las habitaciones
daban al mismo. Visto desde fuera parecía un camino sin fin. Los
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habitantes se perdían detrás de cada una de las puertas. A veces se
escuchaba el ruido de la perilla cuando giraba seguida de algunos pasos
breves, de puntitas o pisadas firmes. En ocasiones sus habitantes se
topaban cara a cara, sorprendiéndose por el acontecimiento y
dirigiéndose un saludo cordial –buenos días, buenas tardes, buenas
noches, cómo te fue- intercambiaban algunas palabras y se despedían,
metiéndose rápidamente a sus respectivos cuartos. Cuando tenían la
fortuna de coincidir en alguna de las comidas, actuaban como una familia
cualquiera. Conversaban, se reían, compartían ese breve instante. Pero
después volvían a sus madrigueras.
Detrás de cada puerta había una historia. La dama que rezaba
constantemente buscando consuelo y esperanza en las cuentas de su
rosario, la bella adolescente que abría su hermosura al mundo como
capullo de flor soñando con ser alguien diferente y luchando por ser ella
misma, callada y taciturna, tímida o sonriente. El joven que se sentía en
ocasiones demasiado viejo para emprender la aventura de la vida, cuyo
corazón era tan noble como el que más, esperando que llegase el día
venturoso en que su futuro cambiase, transformándose en aquello que
más amaba. La visita, la amiga, aquella que había llegado sorpresivamente
al castillo, casi sin aviso, cargada de sus maletas, escondiendo en cada una
de ellas veinte kilos de lágrimas y desventuras, sueños, emociones
escondidas y esperanzas. Cada uno de ellos jugaba en sus propios mundos
a cambiar, a evolucionar para ser mejores cada vez, aunque eso costaba
algo de trabajo sin lugar a dudas.
A través de las ventanas se colaba el ruido de la calle, del pueblo, de los
vasallos. Gentes que caminaban por los senderos circunvecinos,
saludándose unos a otros, cantando o silbando. Por allá se escuchaba de
vez en vez el ladrido de un perro, el chirriar de unas llantas o la voz
desafinada de algún borracho que intentaba ahogar el día en un vaso de
cerveza.
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Algunas noches la luna alumbraba el castillo que se erguía imponente. Los
paseantes volteaban a verlo preguntándose qué secretos encerraban sus
paredes, qué callaban sus habitantes. Nunca lo sabrían porque eran
demasiado miedosos para preguntar.
En el interior del recinto por la noche (y a veces durante el día) imperaba
el silencio. Los muros eran tan gruesos que no se escuchaba lo que
sucedía detrás de ellos ni pegando la oreja. Sus moradores podían llorar o
reír y no se escucharía ruido alguno.
El silencio era el rey del lugar.
Y al siguiente día, si corrían con suerte, se verían de frente para saludarse
o desearse buenas noches, cerrando tras de sí la puerta de su reino
privado mientras continuaban rezando, soñando tímidamente, añorando a
alguien del pasado o luchando por ser ellos mismos.
La gata, única moradora que siempre paseaba por todo el lugar, también
soñaba con ser una gran cazadora esa y todas las noches.
Roxana Rosado- D. F. México
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MARÍA TERESA FANDIÑO
¡Y LA TRIPULACIÓN EN LA TOSCANA!
Imagen: Google
Abrió la escotilla y salió a la superficie. Al cerrar se percató que no podría
volver a abrirla, se había atascado. No quedaba nadie dentro, él había sido
el último en salir.
Todos se angustiaron, el capitán, asustado porque no sabía cómo lograría
retomar el mando del submarino; el cocinero, porque había dejado el
puchero al fuego; el alquimista, porque no sabía muy bien cómo convertir
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algo en oro que pudiera ayudar, y es que, a veces, el oro no sirve para
nada.
Él, un pobre marinero, le dio un empujón a una escotilla. No había marcha
atrás, se sintió culpable y muy pequeñito. Como un mosquito, miró al
frente y observó las montañas nevadas. Presintió la noche larga y fría que
les aguardaba en cubierta, ante aquella soledad compartida.
El capitán se auto inculpó, él debería de haber sido el último en abandonar
el submarino; el cocinero se derrumbó, sabía que por su culpa todo se
quemaría; el alquimista recordó que antes, cuando era muy joven, había
asistido a una escuela de magia e incluso había ejercido durante un corto
periodo de tiempo. Él podría convertir la escotilla de un submarino en
cualquier otra cosa. Estaban muertos de frío, de hambre y muy
asustados. Cuatro conjuros después, realizados con objetos que llevaban
en los bolsillos consiguieron un imposible. Atónitos, ante sus ojos, surgía
una muralla de piedra antigua, parecía la parte de atrás de un castillo. El
sol brillaba como nunca a sus espaldas.
Existían varias puertas en la muralla, cada una era de un color diferente y
sobre ellas, cestos de mimbre que recogían plantas llenas de jazmines,
celindas y otras flores de primavera. Del muro pendían buganvillas y rosas,
se podía apreciar su aroma.
El cocinero explicaba las entradas al castillo como él las entendía. La
puerta verde era la de la esperanza, la amarilla traería mala suerte y la
negra, seguramente, les llevaría a la muerte. Había una puerta roja pero el
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marinero creía que esa puerta les llevaría directamente al infierno. La
puerta azul parecía la más apropiada.
El capitán decidió que cada uno iría por donde quisiera.
Primero entró el alquimista, lo hizo por la puerta azul, él sólo buscaba la
oración, la tranquilidad, la paz...De la vida solamente pedía una cosa,
poder realizar sus experimentos en un gran laboratorio y trabajar con
metales, de forma espiritual, en busca de la piedra filosofal. El marinero
entró a través de la puerta verde, con la esperanza de poder regresar a
casa, encontrarse con su madre, sentir de nuevo sus caricias y sus pasos
cuando ella entraba en su dormitorio y le colocaba su uniforme recién
planchado sobre la cama. Recordaba aquel olor de las mañanas, a café y
tostadas.
Los demás, asustados, les aguardaron un buen rato. La impaciencia hizo
que el cocinero se encaminara a la puerta amarilla, no creía en la mala
suerte y estaba muerto de hambre. Decidió terminar con aquella
pesadilla, soñaba con un buen plato de garbanzos y un vaso de rojo vino.
Cruzó aquella puerta muy animado.
Tampoco regresó para contar lo que había visto...
El capitán, muy desanimado, entró por la puerta negra casi arrastrando los
pies.
Tras las puertas un par de guardias. Todos estaban presos ¡quién osa
entrar en un castillo por las puertas de atrás, sin pedir permiso ni llamar
antes de entrar! ¡Qué osadía!
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Apareció un hombre muy feo y muy risueño, que poseía una nariz
espectacular y un bigote muy extraño y muy largo, acompañado por la
policía. Decía ser el dueño de la finca. Les preguntó por su procedencia,
pregunta a la que no supieron responder.
El marinero, muy valiente, les contó lo sucedido.
— Cualquier puerta que escojamos nos conducirá a la realidad, a la que se
accede como uno quiere y se encuentra con lo que hay —dijo el hombre
sin más—, me parece que están drogados, pero en fin, eso ya no es de mi
incumbencia.
Después de interrogarlos, uno a uno, la policía no consideró que su delito
fuera grave. Al fin y al cabo las puertas estaban abiertas, no las habían
forzado y, además, averiguaron que no se habían drogado. Los dejaron
salir y, en unos días, pudieron regresar a casa.
Nunca se encontró el submarino. Ni tampoco al marinero, que en Italia se
quedó, haciendo caso omiso a sus recuerdos. Con una nota le bastó para
que su madre le comprendiera.
—Madre querida, en Italia me enamoré de unos lindos ojos verdes, de los
viñedos y de su sol.
El alquimista, coronado de gloria por su gran hazaña, se quedó en Italia
durante una pequeña temporada, permutando la magia por la alquimia en
una escuela de magos.
El capitán se auto degradó.
Poco después, la nieve de las montañas se habían derretido, esa era la
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prueba irrefutable de la conclusión a la que llegó, en su ignorancia, el
cocinero... “Seguramente fue el submarino que ardió y la derritió”, lloraba
desconsoladamente, mientras cocinaba para otra tripulación.
María Teresa Fandiño Pérez
La Coruña, España
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JORGE EDUARDO LACUADRA
LAS PUERTAS DEL PARAÍSO
Imagen: Google
Yo, Cipriano Flores, hombre de confianza del brigadier general
Estanislao López, transcribo esta relación de hechos, sin querer arrojar
sobre mi persona mérito literario alguno. Fui personaje de esta aventura
que nos costó caro y que con el tiempo supe entender y descifrar. Ningún
otro testigo sobrevivió para contarlo.
Era el verano del 18.. Recuerdo que fatigamos los caballos por unos
pajonales altísimos. El bicherío se disparó espantado a nuestro paso. La
sensación de extravío nos daba angustia y una sed descomunal. Uno de los
Ojeda, que se las daba de baqueano, pero que fuera el último en sumarse
a la partida, dijo - ¡Las malditas Puertas deben estar por acá! – Al
detenernos los mosquitos iniciaron su festín y los caballos se revolvieron