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La anunciación. El Greco. 1570-1572
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2016 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición).
Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña
La verdadera devoción a la Santísima Virgen. Federico Salvador Ramón
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia
Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Niña.
http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
La verdadera devoción
a la
Santísima Virgen
Luis María Grignion de Montfort
POR
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
Parte Primera
Edición actualizada por
María Dolores Mira Gómez de Mercado
Antonio García Megía
zzz
ÍNDICE General
INTRODUCCIÓN Y CRITERIOS DE EDICIÓN ...................................................................7
SOBRE LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT ..................................................................9
LAS RAZONES DEL PADRE FEDERICO ...............................................................................11
EN TORNO A ESTA EDICIÓN...............................................................................................14
EL TEXTO DEL PADRE FEDERICO SALVADOR RAMÓN..................................................17
ACLARACIONES................................................................................................................19
CAPITULO I.........................................................................................................................25
ARTÍCULO I ..................................................................................................................................... 25
GRANDEZAS DE MARÍA............................................................................................................... 25
ARTÍCULO II .................................................................................................................................... 30
DIOS HA QUERIDO SERVIRSE DE MARÍA EN LA ENCARNACIÓN.............................................. 30
ARTÍCULO III ................................................................................................................................... 36
DIOS QUIERE SERVIRSE DE MARÍA EN LA SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS........................... 36
ARTÍCULO IV................................................................................................................................... 54
OFICIO QUE HARÁ MARÍA, ESPECIALMENTE EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS............................. 54
CAPITULO II........................................................................................................................91
ARTÍCULO I ..................................................................................................................................... 91
VERDADES FUNDAMENTALES.................................................................................................... 91
ARTÍCULO II .................................................................................................................................. 135
LAS FALSAS DEVOCIONES A LA SANTÍSIMA VIRGEN......................................................... 135
ARTÍCULO III ................................................................................................................................. 150
LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN........................................................ 150
ARTÍCULO IV................................................................................................................................. 154
ANUNCIOS PROFÉTICOS ACERCA DE ESTA PERFECTA DEVOCIÓN....................................... 154
INTRODUCCIÓN Y CRITERIOS
de EDICIÓN
SOBRE LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT
San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), Beato para el Padre Federico
ya que fue elevado a los altares por Pío XII el 20 de julio de 1947, es fundador de los
padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría.
Nacido en Montfort, Francia, es universalmente conocido por su Tratado de la
verdadera devoción a la Santísima Virgen, manuscrito fechado hacia 1712 y editado por
primera vez en 1843.
El Tratado propone un camino hacia la santidad, «la práctica de devoción que yo
enseño», basado en los estudios y experiencias sacerdotales, misioneras y místicas vividas
por su autor, «estoy escribiendo lo que durante tantos años he enseñado en mis misiones
pública y privadamente con no escaso fruto»1
, que descubre la función de la Virgen María
en el plan divino de la salvación y en la vida bautismal y apostólica del cristiano. Práctica
nada fácil como él mismo advierte:
«Yo no he conocido ni enseñado práctica de devoción hacia la Santísima Virgen
semejante a la que voy a decir, que exija de un alma más sacrificios por Dios, que
la vacíe más de sí misma y de su amor propio, que la conserve más fielmente en la
gracia y a la gracia en ella, que la una más fácilmente a Jesucristo y, en fin, que sea
más gloriosa para Dios, más santificante para el alma y más útil al prójimo»2.
El manuscrito sale a la luz en 1842 y se convierte en uno de los libros más
apreciados de la moderna historia de la Iglesia Católica. Se desconoce el título original de
la obra al faltar algunas páginas del inicio y del final. Tratado de la verdadera devoción
a la Santísima Virgen es la opción elegida por los responsables de su primera edición.
Tampoco la distribución en párrafos es de San Luis María. Se generaliza y admite
universalmente la incorporada en una edición italiana de 1919.
1
Tratado. Número 110.
2
Tratado. Número 118.
Pese a la evolución de las sensibilidades sociales consecuentes con el devenir del
tiempo transcurrido, la Iglesia Universal de hoy, la Iglesia del Concilio Vaticano II, toma
en consideración al santo de Montfort como «uno de los apóstoles e intérpretes más
autorizados de la presencia y función de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia».
El interés que, sin duda, ha suscitado el Tratado se debe a la densidad de
significados y valores que encierra. Se trata de un libro que expone, en lenguaje popular,
sencillo, conciso y convincente, una doctrina sólida y profunda inspirada en testimonio
de vida entregada y experiencia apostólica.
Un autor anónimo es el responsable del siguiente epitafio grabado en la sepultura
que atesora los restos mortales de San Luis María:
¿Qué miras, caminante?
Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió,
y que se hizo todo para todos, Luis María Grignion Montfort.
¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra,
¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera.
¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente.
¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras.
Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó,
fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos,
y reconciliador de los pecadores.
Su gloriosa muerte fue semejante a su vida.
Como vivió, murió.
Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.
q
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
1996. FERNÁNDEZ, Jesús, San Luís María de Montfort, Esin, Barcelona.
1979. GRIGNION DE MONTFORT, Luís María, Pío SUÁREZ Y Marcel CENDROT, Abrid a Jesucristo, Biblioteca
de Autores Cristianos. España.
2003. GRIGNION DE MONTFORT, Luís María, Obras completas, edición de PP. Pío Suárez, José Aurelio
Rozo y Miguel Patiño, Ediciones Montfortianas del Centro Mariano Monfortiano, Bogotá.
2004. GUITTENY, Bernard, «La verdadera devoción a la Santísima Virgen según San Luis María Grignion
de Montfort» en El caminar histórico de la santidad cristiana: de los inicios de la época
contemporánea hasta el Concilio Vaticano II. Coord., por Josep Ignasi Saranyana Closa, Juan
Antonio Gil Tamayo, María Rosario Bustillo, Eduardo Flandes, Santiago Casas Rabasa,
Universidad de Navarra, Servicio de Publicaciones. Pp 413 – 426.
2011. NDONGO MINKALA, Abraham, «El camino de la santificación según San Luis María Grignion de
Montfot», Cuadernos Doctorales de la Facultad de Teología, Volumen 58, Universidad de
Navarra, 279-357.
1988. REY-MERMET, Théodule, Luis María Grignion de Montfort, 1673-1716, La Editorial Católica,
Madrid.
LAS RAZONES DEL PADRE FEDERICO
Justifica el padre Federico en el artículo titulado «Prolegómeno a una nueva
sección. La esclavitud mariana», aparecido en el número 22 de la revista Esclava y Reina,
la serie de comentarios que, sobre el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima
Virgen, se apresta a publicar. Y lo hace tomando como pie para ello algunas crónicas que
en torno al I Congreso Nacional Mariano-Montfortiano, celebrado en Barcelona en 1918,
difunden prensa e instituciones diversas.
Reproduce, entre otras, las palabras del Director del Boletín Trimestral del Centro
Detortense de Acción Católica:
«Con satisfacción íntima de mi alma me ha cabido la suerte de ser testigo
presencial del Primer Congreso Mariano Montfortiano que acaba de celebrarse
en Barcelona.
Ingenuamente he de confesar que ha superado mis esperanzas y las de todos
los congresistas la mentada Asamblea Mariana. Ha constituido muy glorioso y
fausto acontecimiento, que formará época en los anales de la Esclavitud de
María, pero conviene no dormirnos sobre nuestros laureles méritamente
conquistados. Al efecto, seamos prácticos, eminentemente prácticos. Prácticos
en el modo de encauzar las discusiones, prácticos para redactar las conclusiones,
prácticos para adoptar medios adecuados al exacto e inmediato cumplimiento
de las mismas y prácticos, en fin, para imprimir carácter de estabilidad y
permanencia a la estricta observancia de dichas conclusiones, nombrándose
comisiones diocesanas que velen por el escrupuloso cumplimiento de lo
acordado […]. Pero además conviene una larga preparación para que en su día
se celebre en España un congreso Internacional Mariano Montfortiano como
se intenta. Antes necesario es conocer bien la doctrina del Beato Montfort,
procurando divulgarla por todos los medios posibles, y precisa que el indicado
Congreso estudie detenidamente en varias secciones la Teología in genere
mariana y la especial del referido Beato, concretando, al estudiar ésta, la
doctrina acerca de la esclavitud Mariana».
Pascual López. Dean
A partir de ello, el padre Federico expone la siguiente reflexión:
«Considerando esta aparente ignorancia del espíritu montfortiano que debía
formar el suave ambiente en que vivieran los congresistas en Barcelona, nos
atrevemos a recordar, como indicio que nos puede llevar a la más satisfactoria
explicación de esa especie de mutismo habido en el Congreso de que tratamos,
estas palabras del Beato Luis María Grignion de Montfort:
Preveo que saldrán fieras espantosas que enfurecidas intentarán
destruir este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se
ha servido para escribirle, o a lo menos esconderle en las tinieblas y el
silencio de un cofre a fin de que no aparezca, y hasta atacarán y
perseguirán a aquellos y aquellas que le lean y le pongan en práctica.
¿Será mucho aventurar si decimos que esas mismas fieras, que escondieron el
efecto embriagador que en él se respira se disipe por miles causas y pretextos,
que hasta sean tenidas por muy dignas de ser tomadas en cuenta por doctos
y piadosos?
Mas, nosotros, aun suponiendo que así fuese, nos sentiremos siempre animados
por las palabras del Beato Luis que continúa las anteriores diciendo:
Pero no importa. ¡Mejor todavía! Esto mismo me alienta y hace esperar
un gran éxito, es decir, un gran escuadrón de bravos y valientes
soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo que combatirán al
mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida en los tiempos de
peligro que han de venir como jamás los hemos vistos. Qui legit,
intelligat . Qui potest capere, capiat.
Y más adelante continua:
«Esto prenotado, y por tales motivos acuciados, nos atrevemos a salir al
palenque intelectual en donde se ejercitan los campeones de la Esclavitud
mariana, desprovistos de la ciencia, erudición y arte de tanto otros
comentadores del Beato Grignion […], pero ansiosos de escudriñar lo que dice
el Beato Luis que tenga relación más directa con la Esclavitud que él profetizó
y que nuestra santa Madre la Iglesia desea ver realizada en el mundo.
No pretendemos hacer disquisiciones teológicas, tal vez sea esta orientación de
los expositores no poca parte a esconder el verdadero espíritu monfortiano.
Nosotros suspiramos por leer tratadistas que estudien La verdadera devoción
con el espíritu que desea el P. Faber3, cuando dice:
Examínela quien quiera por sí mismo, y cuando vea las
transformaciones que produzca en su propia alma, presto se
convencerá de la casi increíble eficacia de esta devoción como medio
para la salvación de los hombres y para la venida del Reinado de Cristo.
3
Reverendo Frederick William Faber, autor de una traducción al inglés, a partir del original francés, del
Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, publicada por Robson, Levey, y Franklyn, en
Londres en 1863.
No reprochamos que los teólogos marianos hallen en las gallardas afirmaciones
del Beato Luis motivos más que suficientes para remontarse, en alas de su
ingenio y sabiduría, a las plácidas y serenas alturas del cielo mariano, pero nos
será grato en extremo topar con escudriñadores de esta nueva Jerusalén, los
cuales se decidan a encontrar y saborear los fecundos destellos de lo sublime
que el Beato deja presentir en su precioso libro, al decir del mismo Padre
Faber:
en él se encuentra, si se me permite expresarme así, cierto sentimiento
de algo inspirado y sobrenatural, que crece a medida que se le va
estudiando, y, cuando uno lo ha leído ya repetidas veces, llega a notar
que nunca envejece su novedad, ni disminuye su abundancia, ni acaba
jamás el aroma y el sensible fuego de su unción.
Permitidme que lo diga cómo lo siento y se me ocurre».
Federico Salvador Ramón da publicidad y comenta la obra de San Luis María,
mes a mes, desde noviembre de 1918 hasta octubre de 1925, dejando en el aire la promesa
de difusión de sus reflexiones como obra unitaria para más adelante.
«Damos por terminado este trabajo, que Dios mediante, publicaremos como
obra aparte, en la ocasión más propicia, sin que por eso renunciemos a seguir
tratando del espíritu de la Esclavitud tal y como nosotros la tenemos en
nuestra alma y deseamos que sea tenido por todos aquellos que sinceramente
deseen la salvación de los hombres, mediante el conocimiento y práctica de
la verdadera devoción a María o de la verdadera consagración a la Inmaculada
Señora.
Que Ella acepte, purifique y haga resplandecer la pureza de nuestros ardientes
deseos de que la Esclavitud a María sea pronto una realidad salvadora en el
mundo, más, que sea, como debe ser, la informadora de todo espíritu de
perfección en las almas. Amén».
Q
EN TORNO A ESTA EDICIÓN
El padre Federico construye su argumentación en base a una traducción del
Tratado realizada por el padre Jesús de Orihuela4
, en el mundo Ángel García Gil.
Nacido en Orihuela el día 27 de enero de 1886, viste el hábito capuchino el día 2 de
febrero de 1902 en Masamagrell, siendo ordenado sacerdote en octubre de 1911. Profesor
del colegio de San Buenaventura de Totana, tuvo una presencia muy activa en la
asamblea de sacerdotes de María celebrada en Murcia en 1917, en el congreso mariano
montfortiano en Barcelona de 1918 y en la asamblea regional mariana celebrada en
Valencia en l923. Autor y traductor de numerosas obras, entre ellas el Tratado de la
verdadera devoción a la Santísima Virgen que sirve como base de trabajo a Federico
Salvador, que fue impreso en Totana, en 19155
, y posteriormente reeditado en Bogotá,
Buenos Aires, Valencia, Madrid y México6
.
Antes de que el lector conozca el análisis que, sobre la obra de San Luis María de
Grignion realiza el fundador de la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña, es
preciso advertir que la estructura y numeración de parágrafos comentada no coincide con
la que se puede encontrar en cualquier edición del citado Tratado aparecida después de la
italiana de 1919, fecha, como queda dicho más arriba, en que, una y otros, quedan fijados
definitivamente.
Esta «Primera Parte» del Tratado es glosada por Federico Salvador en cuarenta
artículos publicados a largo de más de tres años. En ese tiempo su quehacer literario
cohabita con una intensísima labor apostólica, docente, misionera y fundadora que deja
poco margen para la reflexión, corrección y el reposo. Ello puede explicar ciertos
desajustes y cambios de criterio en la organización de contenidos y de presentación.
A modo de ejemplo, en las «Aclaraciones» previas avanza y detalla la
organización del Capítulo I, pero nada parecido aparece, tampoco posteriormente,
4
1918. SALVADOR RAMÓN, Federico, «La verdadera devoción a la Santísima Virgen», en Esclava y Reina
número 23, Instinción, Almería, p. 10.
5
1915. GRIGNION DE MONTFORT, Louis-Marie, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen,
traducido de la nueva ed. francesa (Pacteau), enteramente conforme al original por el P. Jesús Mª de
Orihuela, capuchino, Administración de El Mensajero de María, Reina de los Corazones, Totana.
6
2011. ANIORTE LÓPEZ, Javier, «Los traductores en la Provincia Capuchina de la Preciosísima Sangre de
Cristo de Valencia», en Lingua, cultura e discorso nella traduzioni dei francescani de Bueno, Antonio y
Miguel Ángel Vega (ed.), Pubblicazione dell'Università per Stranieri di Perugia, Perugia.
E.R. 25
referido al Capítulo II. De igual modo, al inicio del Artículo I del primer capítulo
insertaba un escueto «Sumario», con párrafos numerados que adelantaban los apartados
que contendría, del que carece el resto del articulado de la obra, que, en pro de la unidad
de criterio y su irrelevancia general, se ha eliminado.
Por otra parte, son relativamente frecuentes los errores y olvidos de los cajistas,
especialmente en las citas donde se omiten las comillas de apertura, cierre o ambas. La
propia Dirección ruega expresamente en, al menos, dos ocasiones, disculpas por acciones
de este tipo, alteraciones de orden de líneas…
La verdadera devoción no resulta fácil de leer en la forma en que se publica. Su
formato por entregas fragmenta excesivamente el discurso. Una misma línea
argumentativa suele desarrollarse a lo largo de varios números, con la dificultad que ello
conlleva para captar el mensaje real, especialmente necesario cuando se tratan cuestiones
de carácter teológico-filosófico.
Tampoco ayudan la excesiva longitud de los párrafos o los usos de puntuación de
la época.
En esta edición, respetando al máximo el mensaje y estilo del padre Federico, con
atención especial al uso que hace de las mayúsculas, se ha tratado de dar solución a esos
pequeños defectos tan comunes, por otra parte, en los documentos impresos de hace cien
años.
Así, se han unificado, en la medida de lo posible, variantes y grafías, se han
eliminado las repeticiones y repuesto las omisiones, acortado los párrafos, racionalizado
la puntuación y dado al texto continuidad de libro.
Para los interesados en contrastar el discurso editado con el original, se han
colocado unas apostillas en los márgenes que anotan el número de Esclava y Reina donde
se localiza el texto que se expone.
 Esclava y Reina. Número 25
A continuación se anexa una tabla que especifica la fecha y lugar de impresión de
cada uno de los números que acogen a «La verdadera devoción a la Santísima Virgen»
MaríaDoloresMirayGómezdeMercado
Antonio GarcíaMegía
q
FECHA, LUGAR DE PUBLICACIÓN Y NÚMERO DE LAS REVISTAS A LO LARGO DE LAS CUALES SE
DESARROLLA ESTE DOCUMENTO
Nº 23 Noviembre, 1918. Instinción - Almería (España)
Nº 25 Enero, 1919. Instinción - Almería (España)
Nº 26 Febrero, 1919. Instinción – Almería (España)
Nº 27 Marzo, 1919. Instinción – Almería (España)
Nº 28 Abril, 1919. Instinción – Almería (España)
Nº 29 Mayo, 1919. Instinción – Almería (España)
Nº 30 Junio, 1919. Instinción - Almería (España)
Nº 31 Julio, 1919. Instinción - Almería (España)
Nº 32 Agosto, 1919. Instinción – Almería (España)
Nº 33 Septiembre, 1919. Instinción – Almería (España)
Nº 34 Octubre, 1919. Instinción – Almería (España)
Nº 35 Noviembre, 1919. Instinción – Almería (España)
Nº 36 Diciembre, 1919. Instinción - Almería (España)
Nº 37 Enero, 1920. Instinción - Almería (España)
Nº 38 Febrero, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 39/40 Marzo/Abril, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 41 Mayo, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 42 Junio, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 43 Julio, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 44 Agosto, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 45 Septiembre, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 46 Octubre, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 47 Noviembre, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 48 Diciembre, 1920. Guadix – Granada (España)
Nº 49 Enero, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 50 Febrero, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 51 Marzo, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 52 Abril, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 53 Mayo, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 54 Junio, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 55 Julio, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 56 Agosto, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 57 Septiembre, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 58 Octubre, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 59 Noviembre, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 60 Diciembre, 1921. Guadix – Granada (España)
Nº 61 Enero, 1922. Guadix – Granada (España)
Nº 62 Febrero, 1922. Guadix – Granada (España)
Nº 63/64 Marzo/Abril, 1922. Guadix – Granada (España)
Nº 65/66 Mayo/Junio, 1922. Guadix – Granada (España)
q
EL TEXTO DEL PADRE FEDERICo
SALVADOR RAMÓN
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
19
ACLARACIONES
1
Dobles serán. Las unas referentes al autor de estas líneas, las otras atinentes al
autor del más excelente de los libros marianos que conocemos, salvando siempre con los
debidos respetos toda comparación, que no tratamos de hacer aquí con la inmortal obra
de nuestra inimitable madre María de Jesús de Agreda titulada Mística Ciudad de Dios.
Por lo que respeta al autor de éstas líneas conviene saber:
1. Que desde el año 1895 me decía Esclavo de la Inmaculada, y hasta dos años más
tarde no conocí el precioso tesoro mariano escrito por el Beato Luis María
Grignion de Montfort.
2. Que cuanto más he leído el libro de La verdadera devoción a la Santísima
Virgen, más me he confirmado en las ideas fundamentales habidas en mi alma
antes de esta lectura acerca de lo que substancialmente debe ser un esclavo de
María.
3. Que en esta exposición, interpretación, o como quiera llamarse, al traslado que
pienso hacer de la profecía de la Esclavitud a la realidad de la misma, hubiese
algo que denote acierto, nada he puesto yo de mi parte, ni criatura alguna, para
grabar tal diseño en mi mente, púsolo Dios, por su infinita misericordia, y yo,
con lo extraordinario de mi flaqueza, parece que me esfuerzo en borrar de mi
alma tan alta perfección, mas no por eso dejo de suspirar ardientemente por
verla realizada en otros.
4. Que por ningún concepto es mi deseo ir en zaga al Beato Luis María en la
confianza mismísima, libre de toda sombra de duda, de que la Esclavitud triunfará
al sonar la hora de la divina misericordia por la irresistible vitalidad, de su misma
perfección. Y así, mientras el Beato, con la seguridad del que espera contra toda
esperanza, exclamaba:«Expectans expectavi» (Po 39, l.), yo ruego a la Divina
Reina poder repetir en lo íntimo de mi alma eternamente: «Multi qui
persequuntur me et tribulant me: a testimoniis tuis non declinavi» (Ps 118.157).
E.R. 23
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
20
2
Por lo que respecta a la preciosa obrita que hemos de exponer, y a su autor,
advertiremos:
1. Débese tener muy en cuenta, para bien entender este precioso libro de La
verdadera devoción a la Santísima Virgen, el fin que se propone el autor y que
él mismo expresa con cortas palabras: «el designio que me he propuesto de
formar un verdadero devoto de María y un verdadero discípulo de Jesucristo».
Pero este verdadero devoto y discípulo de que aquí habla, bien sea uno solo,
«alma bien nacida, nacida de Dios y de María y no de la sangre ni de la voluntad
del hombre», bien sea el sinnúmero de «esclavos de amor» que ha de tener
Nuestra Señora en más abundancia que nunca, bien sea, en fin, «un gran
escuadrón de bravos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y de otro
sexo», siempre se ha de entender que es una personalidad moral profetizada y
esperada por nuestro Vidente, como los profetas del Antiguo Testamento
esperaban al Mesías y a la Virgen de que éste había de nacer. Y para estas tres
especies de esclavos de que habla el Beato tiene un suspiro, un vehemente deseo,
una oración especial. « ¡Oh!, cuan bien empleado daría yo mi trabajo, si este
humilde escrito cayendo en las manos de un alma bien nacida». Y después: «Si
yo supiese que mi sangre criminal pudiera servir para que en los corazones
entrasen las verdades que escribo». Y, por último, dice también, después de
profetizar la guerra que Luzbel hará a su libro, y a los que lo lean, y la pérdida
del precioso manuscrito: «Esto mismo me alienta a esperar un escuadrón de
bravos y valientes soldados».
2. Que una vez profetizados los apóstoles de los últimos tiempos, profetiza
igualmente una nueva y singular gloria para María. Así expresa el Padre Faber
esta otra profecía del Beato Luis: «Anuncia que trae de parte de Dios el mensaje
auténtico de un honor más grande, un conocimiento más extenso y un amor más
ardiente hacia su Santísima Madre, así como de su relación con la segunda
venida de su Hijo».
3. Profetiza también que esta nueva gloria de María «se conseguirá, sin duda,
cuando los predestinados entren, con la gracia y la luz del Espíritu Santo, en
la práctica interior y perfecta que él les descubrirá».
4. Que él mismo se declara evangelista de esta Buena Nueva cuando escribe:
«confío encontrar almas generosas, que, por su fidelidad a la práctica que
enseño…». Y lleno, por otra parte, del ardiente espíritu apostólico de San Pablo,
ante las dificultades que él mismo toca de formar un verdadero esclavo de María
exclamó: « ¡Cuán raro es encontrar un devoto así! Para conseguir que no sean tan
escasos esta clase de devotos es para lo que yo he echado mano de la pluma y he
escrito en el papel lo que ya en las misiones he ensenado, así pública como
privadamente, con no pequeño fruto».
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
21
5. Luego, el fin principal del Beato, lo expone él mismo en su precioso libro, como
profeta, como evangelista y como apóstol, necesitando, por consiguiente,
aclaración y cumplimiento, como profeta, y exacta observancia de sus preceptos,
como apóstol y evangelista.
6. No olvidemos, pues, que hay tres puntos capitales en La verdadera devoción, la
gloria nueva de María, la existencia de unos nuevos santos y la práctica en que
éstos han de ser formados. De los dos primeros trata el Beato en la Primera Parte
de su obra, que es como el tratado más especulativo o dogmático, y del tercer
asunto se ocupa en la Segunda Parte que es eminentemente práctico o moral.
7. Y como para tratar estos puntos capitales es conveniente disponer las almas,
el Beato trata de cuestiones que nos atreveríamos a llamar dispositivas y otras
preventivas, o de refutación de las dificultades que se pueden presentar a las
doctrinas principales de La verdadera devoción, por lo que hay en el precioso
libro Teología Mariana General y Teología Mariana Especial o Montfortiana.
8. Además debe tenerse presente que el Beato Luis escribía para tiempos bien
diferentes de los nuestros, y, por esto, no todo lo que era importante para él
ha de serlo también para nosotros.
PARTE PRIMERA
En la PRIMERA PARTE de la obra La verdadera devoción a la Santísima
Virgen escrita por el Beato Luis María Grignion de Montfort, se ponen los fundamentos
teológicos de la verdadera devoción que los hombres debemos tener a María.
Esta Primera Parte comprende dos capítulos, divididos ambos en cuatro artículos,
y éstos en apartados o párrafos perfectamente relacionados entre sí para enseñarnos cómo
María nos es absolutamente necesaria en el orden sobrenatural si hemos de vencer todas
las dificultades que se oponen a la perfección cristiana, y, en especial, para reñir las
batallas que él preveía que habían de trabarse en tiempos futuros, y que sólo por la
mediación de la Gran Señora, que enviaría a la Iglesia el auxilio de una nueva generación
de santos «que combatirían al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los
tiempos de peligro que habían de venir como jamás los hemos visto», según dice el
mismo Profeta de la Esclavitud mariana, triunfaría la Iglesia verdadera de Cristo.
Para que el hombre ponga de su parte, como inteligente y libre que es, lo que a
él sea dado a fin de conseguir este triunfo, nos enseña las verdades teológicas
fundamentales que racionalmente nos obligan a servir a María como devotos perfectos,
o sea, como esclavos de amor, haciéndonos ver, para que nuestra servidumbre sea más
ilustrada, cuales son las falsas y las verdaderas devociones a la Santísima Virgen.
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
22
PARTE I
CAPÍTULO I
NECESIDAD DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
 Este PRIMER CAPÍTULo es como PRINCIPIO Y FUNDAMENTO y, al propio tiempo,
síntesis de cuanto se dice en el resto de la obra que nos ocupa.
 Hállase dividido, teniendo presente la nota anterior, en una «Introducción y
cuatro artículos», o cuatro artículos solamente.
 Una vez tratada la excelencia de María en la Introducción o Artículo I, ocúpase
nuestro Beato en el Artículo II de cómo «Dios ha querido servirse de María en
la Encarnación». En este artículo se manifiesta la necesidad que Dios ha querido
tener de María para la Redención, o se expresa el oficio que Dios ha querido dar
a María en esta Obra divina, en relación con la Beatísima Trinidad y con
Jesucristo su divino Hijo Dios y Hombre.
 En el artículo III de la traducción que seguimos, se trata de cómo «Dios ha
querido servirse de María en la santificación de las almas», dividiendo este
artículo en varios apartados.
Está el § I intitulado «Cómo proceden las tres Personas de la Santísima Trinidad
con María en la Iglesia».
El § II con el título general de CONSECUENCIAS, hállase subdivido en dos partes.
La 1ª con el subtítulo de «María Reina de los Corazones», y la 2ª con el de
«Los hombres tienen necesidad de María para alcanzar su último fin». Hállase
esta segunda consecuencia subdividida, a su vez, en dos apartados que se
determinan por las dos especies de cristianos que hay en la Iglesia, los que
siguen la vida ordinaria y los que aspiran a la perfección. Se determina el 1º con
este epígrafe: «Los cristianos tienen necesidad de Ella para cumplir sus
deberes», y el 2º con este otro: «Especialmente los que aspiran a la perfección».
 Puestos tales fundamentos, deduce nuestro Vidente el artículo IV, que es la meta
a que tiende, no decimos solamente la obra de La verdadera devoción a la
Santísima Virgen de que ahora tratamos, sí que también todo cuanto ideó y
reflexionó, cuánto trabajó y realizó el Bienaventurado Profeta de los apóstoles
de los últimos tiempos. Por eso no tuvimos por cosa menos fundada afirmar, al
empezar el estudio general de este primer capítulo, que es el principio y
fundamento de cuanto hemos de decir y la cima y última perfección de cuanto
hemos de ver más detallado después. A la manera que en los Santos Ejercicios
Espirituales del ínclito San Ignacio de Loyola, la primera meditación es
Principio y Fundamento y el más elevado ápice y última cifra de la perfección
que luego ha de seguir enseñando.
 Nosotros nos atreveríamos a reducir este primer capítulo al raciocinio siguiente:
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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La Santísima Virgen ha sido necesaria a Dios con una necesidad, que llamamos
hipotética, en consecuencia de la voluntad divina que ha querido servirse de
Ella. La devoción a María es, por el mismo querer divino, necesaria a los
nombres para llegar a la perfección, luego la Santísima Virgen es la Reina de la
Santidad o de los corazones. Es así que han de venir tiempos en que las luchas
entre los santos y Luzbel han de ser especiales por su rudeza, luego la Reina de
la santidad formará santos especialmente proporcionados para las batallas que
ellos han de librar.
Este resumen nos parece leerlo en el § 16, del artículo 3º de este primer capítulo.
Dice así:
«María ha producido con el Espíritu Santo la cosa más grande que ha habido
 y habrá jamás, que es un Dios Hombre, por tanto Ella producirá las mayores
cosas que habrá en los últimos tiempos. A Ella están reservadas la formación y
la educación de los grandes santos que saldrán hacia
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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La verdadera devoción a la Santísima Virgen
PARTE I
CAPITULO I
Artículo I
GRANDEZAS DE MARÍA
EXCELENCIA DE MARÍA POR SUS VIRTUDES
Si no tuviéramos por norte el distinguir cuando el Beato Grignion habla de María
en el orden de la ejecución y cuando en el orden de la intención, o lo que es lo mismo,
cuando habla de María vista a través del misterio de su Concepción Inmaculada y
cuando reflejando, circundada de gloria, las sublimidades de la Maternidad divina, bien
cierto es, que habíamos de sorprender a nuestro Vidente en flagrante contradicción
en este primer artículo de su celestial libro o introducción, como dijimos antes, pues de
no tener en cuenta esa fundamental distinción en el estudio de la Teología mariana,
¿cómo armonizar la ignorancia de que ha hecho tan ahincadamente mención en el § 3º y
al terminar el anterior, con lo que nos va a decir en el § 7º de La verdadera devoción?
Leámosle:
«Los santos han dicho cosas admirables de esta ciudad santa de Dios y jamás han
estado tan elocuentes, y hasta, según ellos mismos nos manifiestan, jamás han
gozado tanto como cuando han hablado de sus excelencias.
Reconocen, en efecto, que la sublimidad de los méritos de esta criatura, elevados
por Ella hasta el trono de la divinidad, no es dado descubrirla al entendimiento
humano; que la extensión de su caridad, dilatada por Ella sobre las dimensiones
de la tierra, nadie la puede apreciar; que la grandeza del poder que Ella tiene,
aun sobre el mismo Dios, jamás se comprenderá y, en fin, que lo profundo de su
humildad, así como de sus demás virtudes y gracias, son un abismo, que no se
puede sondear».
Cuánto es honrada la Madre de Dios, especialmente por las criaturas angélicas:
E.R. 25
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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Si no era conocida, ¿cómo inspiraba tanta elocuencia y regalaba con tan exquisito
gozo a los que hablaban de sus excelencias?
Sí, era conocida María Madre de Dios, y, bajo este punto de vista considerado,
arrebató en célicas dulcedumbres las almas de todos los cristianos y, muy especialmente,
las de los santos y sabios.
Es la gloria de la Encarnación, la gloria que cantaron los ángeles en el Portal de
Belén, la gloria que refulge del seno purísimo de María, es la que han cantado los
cristianos todos veinte siglos ha sin interrupción y sin regateo alguno. Y arrebatado de
este mismo justísimo entusiasmo, que tanta elevación prestara a los santos de todos los
pasados siglos, continúa diciendo en el § 8º nuestro Beato:
« ¡Oh sublimidad incomprensible! ¡Oh extensión inefable! ¡Oh grandeza sin
medida! ¡Oh abismo impenetrable! Todos los momentos del día, en todos los
confines de la tierra, en lo más alto de los cielos y en lo más profundo de los
abismos, todo nos predica, todo nos habla admirablemente de María. Los nueve
coros de los ángeles, los hombres de todo sexo, edad, condición y religión, los
buenos y los malos, hasta los mismos diablos se ven, por la fuerza de la verdad,
obligados a llamarla, de grado o por fuerza, bienaventurada.
En los cielos todos los ángeles la proclaman incesantemente, ha dicho San
Buenaventura, Sancta, Sancta, Sancta María, Dei Genitrix et Virgo. Y todos los
días la ofrecen millones de millones de veces la salutación angélica: Ave María,
etc. Y postrados ante Ella, la suplican que los hombres por favor con algunas de
sus órdenes. El mismo San Miguel, dice San Agustín, con ser el príncipe de aquella
corte celestial, es el más celoso en rendirla y procurar que los demás la rindan
toda clase de honores, y estén siempre dispuestos a obedecer sus mandatos y
acudir, a su palabra, a prestar sus servicios a alguno de sus servidores».
LA HUMANIDAD GLORIFICA A MARÍA
Y después de tanto ponderar cuánto es María honrada, especialmente por las
criaturas angélicas, como Madre de Dios, no parece sino que el Santa María, Madre
de Dios del concilio de Éfeso, vibró potente en el corazón de nuestro Beato, y mirando
a la tierra toda la consideró como un inmenso altar en el que en todo lugar y momento
se elevan al trono de María las oraciones y cánticos de los cristianos. Y así lo expresa
con su vehemencia propia el Maestro de Montfort:
«Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos, en
donde se la toma por tutelar y protectora de muchos reinos, provincias, diócesis
y ciudades, y de muchas catedrales que están consagradas a Dios con su nombre.
Jamás se encontrará una iglesia que no tenga un altar levantado en su honor, ni
comarca ni cantón en donde no se venere alguna de sus imágenes milagrosas a
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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las cuales acuden las gentes par a curar de sus dolencias y obtener toda suerte de
bienes.
Que hablen, si no, tantas cofradías y congregaciones establecidas para honrarla,
tantas religiones puestas bajo su protección, tantos cofrades, hombres y mujeres,
de todas las humanidades, tantos religiosos y religiosas de todas las órdenes, los
cuales, incesantemente, publican sus alabanzas y anuncian sus misericordias.
No hay tan sólo un niño que balbuciendo el Ave María no la alabe, ni pecador
apenas que, en medio de su endurecimiento, no abrigue en su pecho una chispa
de confianza en Ella, ni aún siquiera un demonio que, desde los infiernos, no
la venere temiéndola».
CONSIDERA DE NUEVO EL BEATO A LA SANTÍSIMA VIRGEN EN EL ORDEN DE
LA EJECUCIÓN, O COMO HIJA DEL REY
Y en llegando a este punto, a semejanza del viajero que extasiado se detiene a
contemplar un grandioso panorama, y luego vuelve de nuevo sus ojos al fin hacia donde
se dirige, fijando en él su atención y entusiasmo con más fervor que antes, así nuestro
Beato, como si no hubiese escrito los párrafos de este artículo y se colocase al final del
artículo anterior, o sea después del § 6º, que terminó ponderando la grandeza desconocida
de María con esta frase, «El mundo ignora todo esto porque es incapaz e indigno de
conocerlo», y en relación con tanta sublimidad ignorada de María deduce el
montfortiano Maestro esta consecuencia:
«Según esto, deberemos en verdad decir con los santos: De María nunquam satis
[…] Todavía no se ha alabado, exaltado, honrado, amado y servido bastante a
María. Ella merece más alabanzas, más respetos, más amor y más servicios.
Digamos, pues, con el Espíritu Santo; Omnis gloria ejus Filiae Regís ab intus,
toda la gloria de la Hija del Rey está en su interior, como si toda la gloria exterior
que la rinden a porfía el cielo y la tierra fuese nada en comparación de la que
recibe en su alma por el Criador, y que es desconocida de las criaturas, por ser
éstas incapaces de penetrar el secreto de los secretos del Rey.
He aquí por qué debemos aclamar con el Apóstol: Nec oculus vidit, nec auris
andivit, nec in cor hominis ascendit, ni el ojo ha visto, ni el oído ha escuchado,
ni el corazón del hombre ha comprendido jamás la hermosura, la grandeza y las
excelencias de María, milagro de los milagros de la gracia, de la naturaleza y de
la gloria.
El que quiera comprender a la Madre, ha dicho un santo, debe antes comprender
al Hijo, pues ésta es la digna Madre de Dios, Hic taceat omnis lingua, enmudezca
aquí toda lengua».
La gloria interior de María, la personal, la de su formación desde el primer
instante de su ser, ésta es la que arrebata el alma mariana de nuestro maestro de Montfort,
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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esa es la desconocida, y, ante la sublime hermosura de la Inmaculada que admira al
enamorado Vidente, llega a quedar absorto de asombro y por eso exclama: «Enmudece,
lengua». Y, como arrebatado, después de un nuevo entusiasmo que le lleva a decir, al
parecer, lo contrario de lo que desea, exclama, rebosando gozo, por lo que parece había
de derramar amargas lágrimas, con estas palabras, en el § 11, último de este primer
artículo o introducción a de La verdadera devoción:
«Con una alegría particular acabo de escribir aquí lo que me ha dictado el corazón,
a fin de mostrar, que María ha permanecido desconocida hasta el presente, y que
ésta es una de las principales razones por que Jesucristo no es todavía conocido
como debe serlo. Si, pues, es cierto que el conocimiento y el reinado de Jesucristo
en el mundo deben llegar, no lo es menos que sólo se realizará esto como
consecuencia del conocimiento y del reinado de la Santísima Virgen, que es la
que le trajo la primera vez y la que nos le traerá la segunda».
Evidente es que no se alegra el Beato de que María sea desconocida, y por esa
razón Jesús tampoco lo sea cuanto lo debe ser.
Lo que, sin duda, regocijaba el alma de nuestro admirado Vidente en el momento
en que escribía ese párrafo que rebosa los divinos anhelos que lo inspiraron, era la clara
visión de un porvenir mariano previsto o presentido hasta entonces por muy escaso
número de almas.
Es que él se regala en la contemplación del nuevo conocimiento que de María
tendrá el mundo, cuando se penetre, en cuanto sea posible, de los encantos de la
Concepción Inmaculada de la Reina precursora del divino Rey.
Es que, en ese instante, presiente y se goza como en una realidad en aquellas
palabras con que encabezó su libro y este primer artículo: «Jesucristo vino al mundo
por medio de la Santísima Virgen, y por Ella debe también reinar en el mundo».
Nuestro Beato ardentísimo ve a María conocida, amada y servida por los
hombres, tal como se lo hace ver la luz divina que enajena su alma.
Ve a María ser concebida de nuevo en la mente de la Iglesia Universal, y la
contempla al nacer, y se recrea en sus ojos de paloma, y en su boca de ambrosía, y la
estrecha entre sus brazos Infante para que inspire en el corazón de los hombres el espíritu
de la palabra de vida eterna.
Y se extasía ante la excelsa columna del Templo de Jerusalén, aprendiendo y
practicando en todo instante las virtudes en sus ápices más perfectos hasta que,
arrebatado de amores por la personal sublimidad de María, conocida y amada por los
hombres, contempla radiante a la Inmaculada que, en su más alta realeza entre los
hombres, pronuncia el Ecce ancilla Domini.
Y la contempla después alzando sus divinos ojos a los cielos y, mientras hiere
el corazón de Dios con una de sus miradas, lo cautiva y exclama: Fiat.
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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Y entonces el Verbo del Padre vuelve a encarnarse en las sociedades que tanto
han blasfemado y blasfeman de Él, y los pueblos vuelven sus ojos al Hijo de Dios vivo
y corren a refrigerarse en Él, que es fuente de aguas vivas, y en Él se apacientan todas
las sociedades porque reconocen en la Hostia consagrada el Pan vivo que ha bajado
del Cielo.
El Beato ve como realizado lo que profetiza y desea que María sea más
conocida y más amada y servida para que, mediante el vasallaje prestado a Ella, los
hombres hagan reinar a Jesucristo en sus corazones, en las instituciones y sociedades
todas.
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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Capítulo I
Artículo II
DIOS HA QUERIDO SERVIRSE DE MARÍA EN LA ENCARNACIÓN
Dos sencillísimas verdades expresa nuestro amadísimo vidente de Montfort en
el § 12 de su regalada Obra, con el que empieza este artículo segundo que nos toca
ahora anotar, más bien que exponer, pues no creemos que estas sencillas indicaciones
merecen el nombre de exposición.
La primera parte de este § 12 dice así:
«Confieso con toda la Iglesia que, no siendo María sino una pura criatura salida
de las manos del Altísimo, comparada con la Majestad infinita, es menos que
un átomo, o, más bien, es nada, porque solo Él es el que es».
No hace a nuestro caso añadir a estas palabras ni una sola más. Son claras como
la más axiomática verdad teológica y, por lo tanto, convencidos de que todas las criaturas
juntas son delante de Dios, al decir del Rey profeta tanquam nihilum antete, anotamos
la 2ª parte de este mismo § que, a la letra, dice así:
«y, por consiguiente, que este gran Señor, que es independiente y se basta a sí
mismo, jamás ha tenido ni tiene, aun ahora, en absoluto necesidad de la
Santísima Virgen para cumplir su voluntad y manifestar su gloria, puesto que a
Él le basta querer para hacer las cosas».
Nada hemos de añadir a estas palabras tan conformes con las Sagradas Escrituras
y con la doctrina católica, ni necesita Dios de nosotros ni de nuestros bienes, ni nada
ni nadie será capaz de resistir su infinita voluntad. Además en los artículos titulados
[La Venerable Agreda y el Beato Grignion de Montfort] de esta misma revista hase
tratado esta materia, sobre la que vuelve a insistir nuestro Beato en otro lugar, en donde,
si nos pareciere oportuno, haríamos alguna anotación.
No menos claro y sencillo que el párrafo anterior es el que le sigue y que
determina directamente el fundamento del asunto de que ha de tratar en este artículo.
Así escribe nuestro Beato:
E.R. 26
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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«Digo, sin embargo, que, aun con eso, habiendo querido Dios comenzar y acabar
sus mayores obras por la Santísima Virgen desde que la formó, hemos de creer
que no cambiará de conducta en los siglos de los siglos, porque es Dios y no
puede variar de sentimientos ni de proceder».
O lo que es lo mismo, Dios, que no necesita en absoluto de María, ha querido
valerse de Ella para la Redención, y no cambiará esta voluntad, que por ser querer de
Dios es eterno.
Y para demostrar esta verdad del modo más irrefutable y práctico apela a la
exposición del hecho de la Encarnación, manifestando la parte que corresponde a cada
una de las divinas personas en este hecho por lo que respecta a la evidente voluntad de
realizar la Encarnación sólo en María.
Y así dice nuestro inimitable maestro mariano a este efecto, por lo que toca al
Eterno Padre en el § 14 de su incomparable Tratado de la verdadera devoción a la
Santísima Virgen:
«El Padre no ha dado al mundo su Unigénito más que por María. A pesar de los
suspiros que hayan exhalado los Patriarcas, de las súplicas hechas por los Padres
y Santos, de la ley antigua durante cuatro mil años, para obtener este tesoro,
sólo María es la que le ha merecido y ha encontrado gracia delante de Dios por
la fuerza de sus oraciones y la sublimidad de sus virtudes».
¡Sólo María es la que le ha merecido! Solo María, por haber sido hecha
Inmaculada por el mismo Dios, había de ser la que por la plenitud de gracia en Ella
habida, pudiera obligar por la fuerza de sus oraciones y sublimes virtudes, al Eterno
Padre para que la hiciera Madre del Eterno Verbo.
Con lo que bien claramente deja ver que así también ahora, cuando Cristo ha sido
arrojado de las naciones, que han vuelto a las nefandas costumbres paganas, no será
devuelto a las sociedades mientras en éstas no vuelva a vivir la Inmaculada y Ella le
haga reinar de nuevo.
Y no contento nuestro Beato con hacer por sí mismo tan consoladora afirmación
la confirma aduciendo estas palabras de San Agustín:
«El mundo era indigno de recibir al Hijo de Dios inmediatamente de las manos
del Padre; por eso Este le ha entregado a María, para que de sus manos le recibiera
el mundo»
Asimismo, ahora podemos concluir, el mundo no recibirá a Jesús Rey hasta que
en medio de él viva la Inmaculada, única criatura digna de recibirlo del Eterno Padre y
capaz de hacerlo reinar entre los hombres.
Reine María en el mundo, como vivió antes de la Encarnación, como fue
concebida en el seno de Santa Ana, hasta que dijo al arcángel Ecce ancilla Domini, y
entonces será inminente el instante en que dijo Fiat, y Jesús, a no dudarlo, volverá a
reinar en la tierra para gloria de Dios y paz de los hombres de buena voluntad.
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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Y si tal ha sido la voluntad del Padre, no ha sido otra la del Hijo, y así lo expresa
nuestro Beato al escribir: «El Hijo de Dios se ha hecho hombre para nuestra salvación,
pero sólo en María y por María». Él se dio a Ella, para que Ella lo diera a los hombres,
según el querer ya manifestado antes del Eterno Padre.
«Y El Espíritu Santo  continúa diciendo el Beato, ha tomado a Jesucristo
en María, pero después de haber pedido a Esta su consentimiento por medio
de uno de los primeros ministros de su corte».
Como a Señora, como a Reina, la trata el Espíritu Santo, pues tal era, en efecto,
desde el primer instante de su Concepción María Santísima. Ella dio su consentimiento
y el Verbo se hizo carne. Ella, la Inmaculada que ha querido hacer sus asomos a la
humanidad, desde las breñas que encauzan el Gave7,
también dirá un día (haga el cielo
que no sea lejano), Fiat, y entonces hallarán los hombres la luz de las mentes y la fuerza
de la voluntad para encerrarse en la veneración y amor de esta graciosa doncellita
nazarena y allí encontrarán a Cristo, pues para preparar receptáculo digno de Él, hizo
Dios a María Inmaculada.
Y como si nuestro dulcísimo Beato se regalara en esta doble fecundidad de María,
tantas veces recordada por él, continúa diciendo en el § 15:
«El Padre ha comunicado a María su fecundidad, en cuanto era capaz una pura
criatura, para concederla el poder de producir a su Hijo y a todos los miembros
de su cuerpo místico. El Hijo ha descendido a su seno virginal como el nuevo
Adán en el Paraíso terrestre para hallar allí sus complacencias y obrar en secreto
las maravillas de la gracia».
La beatísima Trinidad, en una palabra, ha tenido en Ella sus delicias de un modo
eminente, en relación con las demás criaturas y a Ella vino, pues para eso la hizo
Inmaculada, e hizo mansión en Ella con la intimidad excelsa que supone la unión
maternal.
Cuando el ígneo vidente de Montfort ha llegado a la sublime contemplación de
la Inmaculada como instrumento único escogido por la augusta Trinidad para la redención
del hombre, cuando nos la ha mostrado tan poderosa en las oraciones y tan sublime en
las virtudes que, Ella sola, ha sobrepujado la eficacia y mérito de todos los que en el
trascurso de cuatro mil años han pedido la Encarnación, entonces vuelve sus ojos al
Verbo hecho carne y, como si el ardiente Luis María se viera en presencia del Cristo
Esclavo que inflama su espíritu, y como si no pudiese contener por más tiempo los
rasgos fundamentales del divino modelo que desea traducir y manifestar al mundo
exclama:
«Dios hecho hombre ha encontrado la libertad encerrándose en su seno, ha
desplegado su fuerza dejándose llevar por esta doncellita, ha cifrado su gloria, y
la de su Padre, en sus esplendores a todas las criaturas de la tierra a fin de no
7
Se refiere al río Gabe de Po, que nace en los Pirineos.
E.R. 27
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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revelarlos más que a María, ha glorificado su independencia y majestad
sujetándose a esta Virgen amable en su concepción, en su nacimiento, en su
presentación al templo, en su vida oculta de treinta años, hasta en su muerte, a
la cual Ella debía asistir, para no hacer con Ella más que un solo sacrificio, y
para ser inmolado por la propia voluntad de Ella al Padre Eterno, como en otro
tiempo Isaac por el consentimiento de Abraham a la voluntad de Dios. Ella es
únicamente la que lo ha amamantado, alimentado, sostenido, educado y
sacrificado por nosotros».
Y como si el mismo Beato se sorprendiese de lo que acababa de escribir en el §
16 que antecede, llama la atención a sus lectores para hacerles notar que de gran
importancia divina debe ser esta perfecta dependencia de Cristo a María cuando el
mismo Autor divino de los Sagrados Evangelios no la ha querido dejar desconocida.
He aquí las palabras del maestro montfortiano en el número 17:
«Oh admirable e incomprensible dependencia de un Dios que aun el Espíritu Santo
no ha podido pasar en silencio en el Evangelio, no obstante habernos ocultado
casi todas las cosas admirables que esta Sabiduría encarnada hizo en su vida
oculta, para mostrarnos su valor y gloria infinita. Mayor gloria ha dado
Jesucristo a Dios su Padre por la sumisión que tuvo a María durante treinta
años, que la que le hubiese granjeado convirtiendo a todo el mundo por medio
de las maravillas más grandes que hubiese operado.
¡Oh que gloria tan subida damos a Dios, cuando para agradarle, nos sometemos
a María a ejemplo de Jesucristo que es nuestro único modelo!».
Si la mayor gloria dada por Jesús a Dios ha sido la de su dependencia a María,
¿será posible que nosotros excogitemos otra mayor?
Luego, en la más perfecta imitación de esta dependencia del Hijo divino a la
Madre Inmaculada consiste la más sublime perfección de la santidad.
Luego este es el camino para formar el perfecto devoto de María según dice el
Beato que se propuso al escribir su libro de La verdadera devoción a María Santísima.
Luego éste es el riquísimo manantial en donde han de beber los que deseen ser
verdaderos hijos y esclavos de María.
En los número 18 y 19 sigue el Beato confirmando la misma doctrina. He aquí
las palabras:
«Si examinamos de cerca la vida de Jesucristo veremos que ha querido comenzar
sus milagros por María. A San Juan le santificó en el seno de su madre Santa
Isabel por la palabra de María pues, apenas María habló, quedó santificado Juan,
siendo éste el primer y mayor milagro de la gracia que Jesús dio.
En las bodas de Caná convirtió el agua en vino a los humildes ruegos de María,
y este fue el primer milagro de naturaleza. Por María ha comenzado y
continuado sus milagros y por María los continuará hasta el fin de los siglos».
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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Todo por mediación de María. Ella es el puente apercibido por Dios desde toda
la eternidad para enlazar la tierra con el cielo, el hombre con Dios, lo natural con lo
sobrenatural, el pecador con la gracia, el justo con la perfección, el perfecto con la
gloria. Aunque, para realizar estos místicos desposorios, haya sido preciso que Ella, ora
con su inmaculada virtud, obligue a Dios a desposarse realmente en su seno purísimo
con la Humanidad haciéndose hombre como nosotros, ora eleve al hombre por el amor
hasta encerrarlo en ese mismo tabernáculo inmaculado y, allí, con sorpresa del mismo
Dios, permítaseme la frase, cada hombre se despose con el Hijo divino de María en
inefable lazo de amor.
Cuando, con nuestro amadísimo vidente, contemplamos a María como
fundamento de la relación santificadora entre Cristo y los hombres, aparece a nuestra
vista la imagen del divino Esposo estrechando a la singular inmaculada Esposa de los
Cantares entre sus filiales brazos, mientras la Madre del amor hermoso acaricia
misericordiosa a los predestinados y, así enlazados todos, con amor indisoluble cantan
eternamente la gloria del Dios Creador, Redentor y Santificador.
Jesucristo continuará hasta la consumación de los siglos haciendo los milagros
de la naturaleza y de la gracia por María y el Espíritu Santo continuará formando en
Ella y por Ella la innúmera multitud de los escogidos, consoladora verdad que expresa
el montfortiano maestro en el número 20 de su libro con estas palabras:
«El Espíritu Santo, que es estéril en la Divinidad, pues que no produce a ninguna
persona divina, se ha hecho fecundo por el concurso de María con quien se ha
desposado. Con Ella, en efecto, en Ella, y de Ella, ha producido su obra maestra,
que es un Dios hecho hombre, produce todos los días hasta el fin del mundo a los
predestinados, miembros del cuerpo de esa Cabeza adorable, y he aquí por qué,
cuanto más habitualmente encuentra él en una alma a María, su querida e
indisoluble Esposa, tanto más activo y poderoso se muestra para producir a
Jesucristo en esta alma y a esta alma en Jesucristo».
Y así ha formado y formará desde Adán y Eva hasta el Bautista y desde éste hasta
el último predestinado de todos los siglos. Por esta razón donde quiera que admiréis un
santo será a través de los encantos de María y cuanto más sorprendente sea la santidad
de su alma, más deslumbrarán vuestros ojos los destellos luminosos de las gracias
marianas.
Hace, en fin, en la primera parte del § 21, último de este artículo 2º, una
salvedad teológica que nos contentaremos con reproducir por no dejar palabra del Beato
que no saboreen nuestros lectores. Dice así:
«Esto no es decir que la Santísima Virgen dé al Espíritu Santo la fecundidad como
si Este no la tuviera, porque, siendo Dios, tiene la fecundidad o la capacidad de
producir lo mismo que el Padre y el Hijo, aun cuando no la reduzca al acto y no
produzca a ninguna otra persona».
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La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
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Por último, en la segunda parte de este mismo número 21 vuelve a decir lo mismo
que ya ha dicho en el párrafo anterior, y también nos dijo en el número 15 y nos repetirá
mil veces, añadiendo la nota de ignorancia de que acusa hasta a los más sabios y
espirituales de los cristianos, y que, de no tener esta repetición otra causa que la
justificara, ella sola pudiera ser suficiente.
Estas son sus palabras:
«Aquí pretendo decir que el Espíritu Santo, por el intermedio de la Santísima
Virgen, de quien se ha dignado servirse a pesar de no haber tenido de Ella
necesidad absoluta, redujo al acto su fecundidad produciendo en Ella y por Ella
a Jesucristo y a sus miembros, misterio de la gracia, que desconocen hasta los más
sabios y espirituales de los cristianos».
Es desconocido, por supuesto, de los que no son verdaderos cristianos, de los
protestantes y jansenistas, sin duda, pero es lo más doloroso que hasta los más sabios y
espirituales cristianos también lo ignoran. Esto es, desconocen que en María y por María
produce el Espíritu Santo a Jesucristo y a los predestinados. Ignorancia que, salvo mejor
parecer, me atrevo a entender de estos dos modos o como expresa la letra, y en este caso
se podría entender de una ignorancia más bien moral o práctica que intelectual, pues,
¿qué cristiano ignora el misterio de la Encarnación?
A no ser que la tal ignorancia se refiera a lo de producir el Espíritu Santo en
María y por María a los miembros de Jesucristo. Más esta ignorancia podríase predicar
de los indoctos y poco piadosos, nunca de los cristianos sabios y espirituales.
Por no explicarme bien esta frase en los sentidos dichos me atrevería a
interpretarla si no se creyera que trato de hacer decir a nuestro Beato más de lo que él
intenta, que, la tal ignorancia, puede referirse al desconocimiento, y hasta impugnación
que se hacía en aquellos tiempos, de que esta fecundidad reducida al acto por el Espíritu
Santo produciendo en María y por María a Jesucristo y a sus miembros, la realiza en
Ella tal y como ha de ser esta conocida cuando llegue la época de María, esto es, en la
Inmaculada desde el primer instante de su ser, no en la Virgen santificada como
afirmaba la sentencia de los doctos.
En cuanto a esta interpretación, unusquisque in suo sensu ábundet. Lo que sí
hemos nosotros de afirmar es que esta fecundidad, reducida al acto en nuestros tiempos,
supone el reino de María Inmaculada en el mundo, precursor y casi simultáneo del
reinado de Cristo, que se manifestara Rey especialmente en su vida Eucarística.
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
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Capítulo I
Artículo III
DIOS QUIERE SERVIRSE DE MARÍA EN LA SANTIFICACIÓN DE
LAS ALMAS
CÓMO PROCEDEN LAS TRES PERSONAS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD CON
MARÍA EN LA IGLESIA
En este apartado primero del artículo III, que empieza con el número 22 del Beato
Luis María, siguiendo su modo usual, expresa una de esas sentencias, que bien
pudiéramos llamar principios montfortianos de la teología mariana.
Dice así:
«La conducta que las tres Personas de la Santísima Trinidad han observado en
la Encarnación y en la primera venida de Jesucristo, la siguen todos los días de
una manera invisible en la santa Iglesia y la seguirán hasta la consumación de
los siglos en la última venida de Jesucristo».
Por lo que hace a nuestro humilde propósito, decimos que este principio tiene
esta trascendencia: la Beatísima Trinidad quiso valerse de María Inmaculada para que
se realizase la Encarnación del Verbo y la redención del mundo y ahora, cuando lleguen
los tiempos especialmente marianos que han de venir, seguírase por Dios en la Iglesia
el mismo camino. Esto es, darse a conocer o encarnarse en las almas mediante el
conocimiento de la Reina Inmaculada, y así lo hará en ésta y en todas las nuevas
apariciones morales que la augusta Trinidad haya de hacer de su Cristo hasta el fin del
mundo. O más claro si se quiere, siempre que falte el conocimiento y amor de Cristo
en la sociedad habrá de ser retornado a la misma mediante el conocimiento y amor a
la Inmaculada.
Para dar a estas palabras toda la fuerza que en sí tienen apela nuestro Beato a
exponer cómo cada una de las Personas de la Santísima Trinidad han hecho de
María, como dicen los santos, el gazofilacio de todas las gracias, lo que se ha de
reconocer a fortiori, pues si en Ella y por Ella nos dio a su Hijo hecho hombre, autor y
merecedor de todas las gracias, con mayor razón nos habrá de dar, mediante Ella,
cualquiera otra gracia, sea la que fuere, pues siempre será inferior a la de darnos a
Cristo. Así lo expresa palmariamente en el número 23 que dice así:
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La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
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«Dios Padre reunió en un lugar todas las aguas y las llamó mar, reunió en otro
todas las gracias y las llamó María. Este gran Señor tiene un tesoro o depósito
riquísimo en donde ha encauzado todo lo que hay de más bello, brillante, rico
y precioso, incluso su propio Hijo, y este tesoro inmenso no es otro que María,
a quien los santos llaman el Tesoro de Dios, de cuya plenitud son enriquecidos
los hombres».
Nos hace saber después nuestro Beato cómo el Hijo de Dios se ha complacido
en depositar y comunicar por medio de Ella todo cuanto Él ha recibido de su Padre,
y merecido por sí mismo, con estas terminantes palabras en el número 24:
«Dios Hijo ha comunicado a su Madre todo lo que Él adquirió durante su vida
y muerte, sus méritos infinitos y sus virtudes admirables, haciéndola tesorera
de cuanto su Padre le dio en herencia, por Ella aplica sus méritos a sus miembros,
les comunica sus virtudes y distribuye sus gracias. Ella es el canal misterioso, el
conducto por donde Él hace pasar dulce y abundantemente sus misericordias».
Y esta plenitud de gracias depositadas en María para que Ella con toda libertad
las comunique a los hombres la expresa con más precisión aún, cuando expone esta
misma Doctrina en relación con el Esposo Divino. He aquí el número 25:
«Dios Espíritu Santo ha comunicado a María, su fiel Esposa, sus dones inefables
escogiéndola por dispensadora de todo lo que Él posee, en forma que Ella
distribuye a quien Ella quiere, cuanto Ella quiere, como ella quiere, cuando Ella
quiere, todos sus dones, sus gracias. Y jamás se concede a los hombres ningún
don del cielo que no pase por sus virginales manos. Tal es la voluntad de Dios,
que ha querido que nosotros lo tuviéramos todo en María para que así sea
querida, ensalzada y honrada del Altísimo, la que se empobreció, humilló y
ocultó hasta el fondo de la nada por su profunda humildad durante toda su vida.
Estos son los sentimientos de la Iglesia y de los Santos Padres».
Estas últimas palabras de nuestro Beato expresan bien claramente que es
doctrina siempre aceptada por la Iglesia, y para que más claramente se entienda así,
agrega el número 26 que dice:
«Si yo hablase a los espíritus fuertes de este tiempo me extendería en probar por
la Sagrada Escritura y los Santos Padres lo que acabo simplemente de afirmar,
trayendo al efecto sus pasajes latinos y también por otras razones sólidas que se
podían ver largamente expuestas por el R. P. Poiré en su Triple corona de la
Santísima Virgen, pero, como hablo particularmente a los pobres y a los sencillos
que por tener más buena voluntad y más acendrada fe que el común de los
sabios, creen con más simplicidad y mérito, me contento con declararles
llanamente la verdad, sin detenerme en citarles las autoridades latinas, que ellos
no entienden, aunque no por eso deje totalmente de aducir algunas, si bien,
empero, sin hacer grandes esfuerzos por buscarlas».
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Como quiera que nosotros no pretendemos hacer exposiciones teológicas para
demostrar todas las proposiciones sentadas por nuestro amadísimo Vidente,
prescindimos de hacerlas a este lugar común de la Teología Mariana, y por lo que
toca a la cuestión de la Mediación Universal Actual con que se concreta esta doctrina,
está ya tan magistralmente tratada por maestros de la Compañía de Jesús, especialmente
en estos momentos, que sería de todo punto extemporánea nuestra intromisión en este
asunto.
Nosotros, ganosos no más que de inspirarnos en el espíritu que animaba al Beato
Grignion, tenemos muy bastante con anotar en este punto que él expresa con meridiana
claridad en este artículo III, cómo Dios nada nos dará sin María, relacionando de esta
manera, con sencillísimo artificio, todo lo que lleva dicho hasta aquí, para acercarse
paulatinamente y de modo irrefutable a las consecuencias que al final de este primer
capítulo ha de deducir y que son el núcleo principal de todos sus esfuerzos y el blanco
de todas sus miradas.
Y como no creemos que sea superfluo hacer en dos palabras el resumen de lo
dicho hasta aquí por el Beato, recordaremos que bien puede reducirse de este modo:
Dios hizo a María Inmaculada para venir por Ella a nosotros y darnos por Ella todas
las gracias necesarias para nuestra vida temporal y eterna.
No satisfecho nuestro mariano Profeta con habernos mostrado cuanto quiso Dios
enriquecer a la Inmaculada Reina dándonos a conocer la suprema largueza de cada una
de las divinas Personas para con Ella, y como si lo dicho en nuestro artículo anterior
hubiera sido la primera jornada, y al final de ella hubiera reposado su espíritu dice,
«Continuemos», previniendo al propio tiempo al lector para que fije bien su mente en
el nuevo camino que va a recorrer, porque esta nueva senda es la que le ofrece el
seguro derrotero para entrar con su alma llena de todos los tesoros en el inmenso mar
de sus amores: en la Esclavitud a María.
El Beato Luis en el número 27, de su obra, que es el que hoy nos toca examinar
en primer término, da comienzo por otro teológico principio, evidente y sencillísimo,
que le sirve de fundamento para luego deducir cuanto nos obliga someternos a la
Esclava del Señor. Dice así nuestro Vidente:
«Como la gracia perfecciona a la naturaleza y la gloria perfecciona la gracia, es
muy cierto que Jesucristo es todavía en el cielo el Hijo de María en la misma
forma y grado que lo fue en la tierra y, por consiguiente, que le viene
conservando aquella sumisión y obediencia propia del más perfecto de todos los
hijos con respecto de la más buena de todas las madres».
Et erat subditus illis, dice de Jesús la Sagrada Escritura sintetizando en esta frase
la obediencia del Hijo del hombre a José y a María. Luego ahora en el cielo vive Jesús
siendo, respecto del Santo patriarca y de la Madre divina, más perfectamente obediente,
tanto más cuanto el estado de gracia es inferior al estado de gloria. O de otro modo, si
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se quiere, podremos expresar esta misma dependencia diciendo que Jesús está hoy
obligado a María cuanto exigen la naturaleza, la gracia y la gloria.
La ley natural con su apretado nudo, la gracia con sus delicadezas y la gloria
con su orden esencial, han supuesto e impondrán eternamente la subordinación del hijo
a la madre y, por consiguiente, de Cristo a María en cuanto que ésta lo llevó en sus
entrañas y lo lactó con sus pechos, sin que esto implique contradicción con la
omnipotente y soberana voluntad del Hacedor, pues si Él, Jesús, se somete como el
más perfecto de todos los hijos, Ella, María, manda comola más perfecta de todas las
madres, y la perfección exige la transformación en Dios, y la altísima perfección de
María supone desde el primer instante de su ser la más semejante transformación de
Ella en Él, y, por lo tanto, las manifestaciones del pensamiento y de la voluntad y de la
sensibilidad en Cristo y en María son iguales, si se tiene en cuenta la diferencia de
perfección de la unión hipostática a la unión maternal.
Así es que la que estaba unida, o mejor dicho, transformada perfectamente en
Dios aquí en la tierra, bien podía mandar a su Hijo, Dios y hombre, porque nada mandaría
el Hijo en cuanto hombre, que no estuviera en perfecta conformidad con el Unigénito
del Padre.
De aquí podemos concluir que, al obedecer Jesús a su Madre, se obedecía a Sí
mismo, o mejor, obraba conforme al plan por Él mismo determinado desde toda la
eternidad, de nacer de Madre para salvar al hombre caído, y María era la que marcaba
la visible orbita que Jesús había de recorrer desde la Encarnación hasta la Cruz. Y
porque es así continúa diciendo nuestro Beato:
«Guardémonos, sin embargo, de ver en esta dependencia algún rebajamiento o
imperfección en Jesucristo, porque María, siendo infinitamente inferior a su Hijo,
que es Dios, no le manda como una Madre terrena puede mandar a su hijo, que
está por debajo de ella, sino que María, como está toda transformada en Dios, por
la gracia y la gloria que transforma en Él a todos los santos, ni pide, ni quiere, ni hace
nada que sea contrario a la eterna e inmutable voluntad de Dios».
Y cuando ha explicado nuestro gran maestro, el por qué no es depresiva para la
dignidad de Cristo esta dependencia, nos enseña cómo deben entenderse los textos de
los santos y doctores en los cuales afirman que María impone su voluntad hasta sobre
Dios con estas palabras:
«Cuando leemos pues, en los escritos de San Bernardo, San Bernardino, San
Buenaventura etc., que en el cielo y en la tierra todo, hasta el mismo Dios, está
sometido a la Santísima Virgen, entendemos que la autoridad que Dios se ha
dignado concederla es tan grande, que parece que Ella tenga el mismo poder de
Dios y que sus oraciones y súplicas son tan poderosas para con Dios que valen
como mandatos para la majestad divina, la cual jamás se resiste a los ruegos de
su querida Madre porque Ella es siempre humilde y en todo está conforme con
la voluntad del Señor».
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Termina, por fin, el Beato Luis este número 27, con una comparación de la que
a fortiori se deduce la suprema potestad de María, en cuanto que ruega o manifiesta
sus deseos delante de Dios. He aquí sus palabras:
«Si Moisés, por la fuerza de su oración, detuvo la cólera de Dios sobre los
Israelitas de una manera tan poderosa que el Altísimo, e infinitamente
misericordioso Señor, no pudiendo resistirle le pidió que le dejase encolerizarse
y castigar a aquel pueblo rebelde, ¿qué deberemos pensar, con más razón, de las
súplicas de María, la humilde digna Madre de Dios? Que son más poderosas ante
su majestad que los ruegos y las intercesiones de todos los ángeles y santos del
cielo y de la tierra».
Y porque, ante Dios, es más poderosa que todos los ángeles y santos del cielo
y de la tierra, por eso, continúa diciendo el Beato haciendo una gradación descendente,
estas palabras:
«María manda en los cielos sobre los ángeles y los bienaventurados. En
recompensa de su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y el oficio de
llenar de santos aquellos tronos vacíos de donde cayeron por orgullo los ángeles
apóstatas. La voluntad del Altísimo que exalta a los humildes es que el cielo, la
tierra y los infiernos se rindan, de grado o por fuerza, a los mandatos de María a
quien Él ha constituido soberana del cielo y de la tierra, generala de sus ejércitos,
tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, obradora de sus grandes
maravillas, reparadora del género humano, medianera de los hombres,
exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera suya en las grandezas y
en los triunfos».
María, pues, manda a Cristo, a los ángeles y a los santos, y esta potestad es
recompensa de su humildad. Así es siempre el espíritu cristiano porque Jesús se humillo
y obedeció, recibió un nombre que es solo inferior al de Dios, y potestad, por ende,
sobre toda criatura, aún sobre el Cuerpo del Señor, porque Ella, libremente se lo
ministró, y, por lo tanto, Cristo es el hijo de las entrañas de María, hueso de sus huesos
y carne de su carne. Y en este lazo cautivó la Inmaculada al Verbo Divino, y eternamente
vivirá cautivo en las delicias de estar entre los hijos de los hombres, de los que es
Madre la misma Madre de Él.
Y porque fue humilde, Dios la ha exaltado, según nos acaba de enseñar nuestro
ardentísimo Vidente.
En resumen, María es Reina porque no quiso ser más que la Esclava del Señor
y el Rey infinito hízose esclavo en María y por María, principalmente, para
recrearse en tenerla por Reina y Madre.
Conviene no olvidar que en este primer párrafo del artículo III de La verdadera
devoción de nuestro Vidente, hemos hecho hasta ahora dos consideraciones.
En la primera tratamos de cómo la Beatísima Trinidad da a María cuantas
gracias quiere dar a los hombres para que Ella las distribuya. En la segunda, o sea en
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La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
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el número anterior de nuestra Revista, consideramos, con el Beato Luis, a María
mandando sobre Jesús con el derecho que le da la naturaleza, al hacerla el Verbo su
Madre, y con la perfección que añade a este fundamental derecho la gracia y la gloria
deduciendo, como irrefragable consecuencia, que María manda sobre todas las criaturas
del cielo y de la tierra.
Y en este artículo hemos de seguir estudiando la acción de la augusta Trinidad
con María en la Iglesia. Y así dice nuestro Maestro mariano en el número 29 que nos
toca anotar:
«Dios Padre quiere crearse hijos por María hasta la consumación del mundo, y
por Eso la dice estas palabras: In Jacob iahabita… (Eccl. XXIV, 13), habita en Jacob.
Es decir, haz tu morada y residencia en mis hijos, los predestinados, figurados
por Jacob, y no en los hijos del diablo, los réprobos, figurados por Esaú».
En el lenguaje monfortiano muy bien podría haber hecho la anterior afirmación
nuestro Beato, diciendo: Si Dios Padre quiso que su Unigénito fuese Hijo de María
para salvar al mundo fundando la Iglesia, también quiere que todos los que han de
ser hijos de Dios, conformándose con la imagen de Cristo, sean hijos de María. Estos
son los predestinados.
Y no es mucho decir ciertamente que la que tuvo y tiene el tesoro de todas las
gracias de la Trinidad y las reparte según su voluntad, mandando por su derecho natural
de Madre sobre Cristo y sobre ángeles y bienaventurados, tenga también ese mismo
derecho sobre todos los viadores que son predestinados, por el mismo título de ser
Madre así mismo de todos y de cada uno de ellos, dejando así sentado, una vez más
nuestro Vidente, que María tiene títulos harto sobrados para ser Reina y Señora de los
hombres predestinados. Y por eso dice que María hace su morada en los hijos de Dios,
figurados por Jacob, y no en los hijos del diablo, los réprobos, figurados por Esaú.
Y para comprobar que Dios quiere que María sea Madre de los hombres en el
orden sobrenatural, nuestro Beato vuelve a tomar motivo de la generación natural y dice:
«Así como en la generación natural hay un padre y una madre, también en la
generación sobrenatural hay un padre, que es Dios, y una madre, que es María.
Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por padre y a
María por madre, y quien no tiene a María por Madre no puede tener a Dios
por Padre. He aquí porque los réprobos, lo mismo que los herejes, cismáticos,
etcétera, que odian o miran con desprecio o indiferencia a la Santísima Virgen,
no tienen a Dios por Padre, aunque se gloríen de tenerle, porque no tienen a
María por Madre, pues, si la tuviesen como tal, la amarían y honrarían como
todo buen hijo ama naturalmente y honra de verdad a la madre que le dio el ser».
Luego todo hombre que quiere salvar su alma debe obedecer a María, porque
esta es su Madre, y los hijos, la primera, principal y fundamental obligación que tienen
para con sus padres es la de obedecerlos, y si tal es el deber que impone la naturaleza,
perfeccionado queda doblemente en el estado de gracia y en el de gloria.
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Por este motivo no es tenido por hijo de Dios el que no obedece, reverencia y
ama a María, antes al contrario, en eso se distinguen los que son réprobos. He aquí las
palabras de nuestro Vidente, expresas en el número 31:
«El signo más infalible e indudable para distinguir a un hereje, a un hombre de
perversa doctrina, a un réprobo, de un predestinado, es que el hereje y el
réprobo desprecian o se muestran indiferentes con la Santísima Virgen,
procurando por sus palabras y ejemplos disminuir su culto y amor unas veces
manifiesta y otras ocultamente y, aún en ocasiones, con pretextos aparentemente
santos.
¡Ay! Dios Padre no ha dicho a María que establezca en ellos su morada porque
son los Esaús».
Si la voluntad de Dios Padre de crearse hijos en María se manifiesta, según el
Beato Luis María, en las palabras, In Jacob inhabita, no menos clara ve nuestro Vidente
la voluntad de Dios Hijo de encarnarse en los predestinados mediante María en estas
otras que el mismo sagrado texto dice a continuación: in Israel haereditare, toma a
Israel por herencia.
Terminantes son las palabras que el gran Maestro mariano pone en boca del
Unigénito dirigidas a su Inmaculada Madre. Helas aquí en el número 32 de La
verdadera devoción.
«Dios Hijo quiere formarse, o por decirlo mejor, encarnarse, todos los días por
medio de su querida Madre en todos sus miembros, por eso la dice, in Israel
haereditare..., (Ecc l. XXIX), toma a Israel por herencia, que es como si dijera:
Dios Padre me ha dado en herencia a todas las naciones de la tierra, a todos los
hombres, buenos o malos, predestinados o réprobos. A los unos los conduciré con
la vara de oro, a los otros con la vara de hierro, de aquéllos seré padre y abogado,
de éstos celoso vengador, de todos seré juez, pero Vos, querida Madre mía, sólo
tendréis por herencia y posesión a los predestinados que están figurados por Israel
y, como buena Madre suya, les daréis la vida, los alimentaréis, los amaréis y, como
soberana, los conduciréis, los gobernaréis y los defenderéis».
El Hijo de Dios ha recibido, en efecto, todas las naciones de la tierra por
herencia de manos de su eterno Padre, y si éste quiere crearse, mediante María, hijos
adoptivos entre los hombres, natural es que Dios Hijo los ponga en manos de su Madre
como a hijos de ella y, por ende, hermanos de Él por la gracia, para que los ofrezca
como tales a Dios su Padre. Y para que así sea, el Unigénito realiza en el alma de los
predestinados la encarnación accidental o infusión de su gracia y espíritu para
proporcionarlos a Él, o hacerlos semejantes a Él, hasta transformarlos en Él, y
consumarlos en esta transformación haciéndoles nacer en la gloria en donde, como hijos
de Dios y de María, reinarán con Cristo, porque siendo hermanos de Él por la naturaleza
y por la gracia, heredarán con Él la gran merced de la inmortal fruición de la beatísima
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Trinidad. Luego los predestinados hijos de María, dependen de su Inmaculada Madre con
más razón que dependió nuestro divino hermano Jesucristo.
Esta misma relación de hijos de María y, por lo tanto, sujeción de los
predestinados a Ella es también querida por el Espíritu Santo, y así lo expresa el número
33 de La verdadera devoción:
«El Espíritu Santo dice que un hombre y un hombre ha nacido en Ella, Homo et
homo natus est in ea, (Ps. 86, 3.), y, según la explicación de algunos Padres, el
primer hombre que ha nacido de María es el Hombre Dios, Jesucristo, y el
segundo es un hombre puro, hijo de Dios y de María por adopción.
Si Jesucristo que es la cabeza de la humanidad nació en Ella, los predestinados,
que son los miembros de esa cabeza, deben también, como consecuencia
necesaria, nacer de Ella. Una misma madre no puede producir la cabeza sin los
miembros, ni los miembros sin la cabeza, de lo contrario lo que esa madre diera
a luz sería un monstruo de la naturaleza. De igual modo, en el orden de la gracia,
la cabeza y los miembros nacen de una misma madre, y si un miembro del
cuerpo místico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de otra madre
que no fuese María, que ha producido la cabeza, no sería un predestinado, un
miembro de Jesucristo, sería un monstruo en el orden de la gracia».
En una palabra, el Espíritu Santo que formó a Jesucristo, la Cabeza, en María,
quiere formar a los predestinados miembros del cuerpo místico de Cristo, también en
Ella.
En el artículo anterior de nuestra Revista nos hizo ver nuestro Beato cómo la
Trinidad augusta quiere valerse de María para que, en Ella, se formen los predestinados,
esto es, como si en Ella hubiera formado el divino Santificador el troquel de la
santidad y, por esta razón, detiénese especialmente el Maestro montfortiano en la obra
del Espíritu Santo realizada mediante María para santificar las almas, y continúa
tratando el mismo asunto desde el número 34 de La verdadera devoción, como si
quisiera hacer un apéndice final a este largo § 1º del artículo III, que tratarnos, con la
ayuda de María, de terminar ahora.
Considerando nuestro Vidente a la Santísima Virgen como el árbol de la vida y
a Jesucristo como el fruto de él nacido por obra y gracia del Espíritu Santo, nos hace
estudiar nuestra santidad como efecto de la posesión de este fruto en nosotros, y como
de Ella es el fruto, de Ella es el efecto que este divino manjar produce en las almas. O
sea, a Ella debemos el sabor y olor de Cristo que hay en los predestinados, por lo que
el Esposo divino se regala en apacentarse entre nosotros, pues transformados en Cristo,
ya que de Él nos alimentamos, seremos, delante de Dios, como rica parcela de lirios,
por habernos transformado en el que es flor de los campos y lirio de los valles.
Dice nuestro Beato en este párrafo alegando un testimonio de San Agustín, que
el Águila de Hipona se excedió asimismo al hablar, como en seguida veremos, pero
nosotros no tenemos inconveniente en afirmar que ambos volaron en el mismo exceso
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en este caso, y que volaron tan alto que, tras las nubes que traspasaron, diéronle a la
caza alcance, haciéndonos presentir en la Madre Inmaculada de Cristo, Salvador de la
humanidad, a la Reina de la Eucaristía, glorificadora de cada alma en especial.
Si nosotros nos excedimos en nuestro juicio, perdónesenos esta falta, pues sabido
nos es que tanto se peca por carta de más como de menos.
Regálense las almas de nuestros sabios y piadosos lectores, saboreando este
número 34 de la Verdadera devoción. Dice así:
«Además de esto, como Jesucristo, es ahora, lo mismo que antes, el fruto de María,
según repiten millares de veces cada día el cielo y la tierra, Y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús, es muy cierto que Jesucristo, para cada hombre que le
posee en particular, es el fruto de la obra de María de la misma manera y con la
misma verdad que lo es para todo el mundo en general, por manera que si
algún fiel tiene a Jesucristo formado en su corazón, puede atreverse a decir
gracias mil a María, porque lo que yo poseo es un efecto y su fruto, y sin Ella
jamás le gozaría. Y a Ella se la pueden aplicar, con más verdad que San Pablo se
las aplicaba a sí propio, estas palabras: Quos iterum parturio donee farmetur
Christus in vobis. Yo produzco todos los días a los Hijos de Dios, hasta que
Jesucristo, mi Hijo, sea formado en ellos en la plenitud de su edad».
San Agustín, excediéndose asimismo y a lo que yo acabo de decir, afirma que
«Todos los predestinados para ser conformes a la imagen del Hijo de Dios,
mientras permanezcan en este mundo, están ocultos en el seno de la Santísima
Virgen, en el cual están guardados, se alimentan, se sostienen y se desarrollan,
merced a esta buena Madre, hasta que Ella los saca a la luz de la gloria después
de la muerte que es, con toda propiedad, el día de su nacimiento, como la
Iglesia llama a la muerte de los justos. ¡Oh misterio de gracia desconocido de los
réprobos!».
Y para confirmar más hondamente esta verdad de que Dios quiere formar a los
predestinados en María, pone en boca del Espíritu Santo estas palabras, contenidas en el
número 35:
«El Espíritu Santo quiere formarse en Ella y por Ella sus elegidos, por eso la dice:
In electos mes mite radices… Echad, amada y Esposa mía las raíces de todas
vuestras virtudes en mis escogidos para que crezcan de virtud en virtud y de
gracia en gracia. Tanta, es la complacencia que hallé en vos, mientras en la
tierra os ejercitáis en la práctica de las más sublimes virtudes que aun deseo
encontraros en la tierra, sin que ceséis de estar en el cielo. Reproducíos, a este
fin, en mis elegidos, sea yo en ellos con agrado las raíces de vuestra fe invencible,
de vuestra humildad profunda, de vuestra mortificación total, de vuestra oración
sublime, de vuestra caridad ardiente, de vuestra esperanza firme y de todas
vuestras virtudes. Vos sois en todos los momentos mi Esposa tan fiel, tan pura
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
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y tan fecunda, como siempre, deme fieles vuestra fe, deme vírgenes vuestra
pureza, deme elegidos y templos vuestra fecundidad».
Y como si por momentos se acrecentara la embriagadora emoción que sintiera
en su alma nuestro inspirado Beato, parece que, ensimismado en sí mismo, se regala en
la contemplación de la purísima fecundidad de María, engendrando en las almas las
bellezas de la predestinación, manifestadas en los místicos encantos de la más alta
santidad, y entonces exclama:
«Cuando María ha echado raíces en un alma, obra allí las maravillas de la gracia,
que sólo Ella es capaz de producir, porque sólo Ella es la Virgen fecunda que
jamás ha tenido ni tendrá semejante en pureza y en fecundidad».
¡Qué sublime elevación de miras!
Nuestro admirable beato no hallaba punto alguno de comparación entre la
pureza y fecundidad de María y la de las demás almas, y con muy sobrada
razón, pues, por mucha que haya sido la virginidad de cada uno de los santos
y santas que han engendrado hijos para el cielo, ¿habrá modo de compararlos
siquiera con estas mismas virtudes en María?
Castos y fecundos fueron los padres anacoretas de los desiertos, castos y fecundos
San Benito y San Bernardo, San Francisco de Asís y Santo Domingo, San Ignacio
de Loyola y San Pablo de la Cruz, y tantos y tantos otros padres de pléyades de
santos. Y castas y fecundas fueron Santa Paula, Santa Francisca romana y Santa
Brígida. Vírgenes y madres de miles de hijas fueron Santa Clara y Santa Catalina,
Santa Teresa y la venerable madre Silva, pero, ¿qué otra cosa son todos estos
santos y santas en su pureza y fecundidad que débiles destellos en comparación de
la más brillante luz solar? ¿No es la Madre por excelencia, la Madre de Jesús la
que engendra en su inmaculado seno la vida de la gracia de todos, absolutamente
de todos, los santos?
Y como si todo lo que hasta aquí ha escrito no fuese bastante, el inspirado vidente,
como arrastrado por la fuerza de su amor, en el orden del espíritu, llego hasta
dar en el núcleo de sus amores, en primera expresión de sus ideales más amados
y, fundándose como siempre, en lo más, deduce como consecuencia la ejecución
de lo menos, que es el objeto de sus ansias y profecías. Y así continúa diciendo
con creciente entusiasmo en el número 37:
«María ha producido con el Espíritu Santo la cosa más grande que ha habido y
habrá jamás, que es un Dios Hombre. Por tanto, Ella producirá las mayores
cosas que habrá en los últimos tiempos. A Ella están reservadas la formación y
la educación de tos grandes santos que saldrán hacia el fin del mundo, pues sólo
esta Virgen singular y milagrosa es la que puede realizar, en unión del Espíritu
Santo, las cosas singulares y extraordinarias».
¿Quién no ve en estas proféticas palabras, un espontáneo fulgurar de la vivida
lumbre que ilumina y guía toda la vida de nuestro Beato amadísimo?
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
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Solidísimo fundamento es éste de todos los deseos montfortianos y brevísima
síntesis en donde, como en intenso foco, hace vislumbrar la restauración del mundo
mediante los grandes santos que ha de formar el amor a María en los últimos tiempos,
o en los tiempos que han de venir, o en la segunda venida de Cristo, según la diversidad
de expresiones que el Beato emplea, como quiera que esta segunda venida de Jesús a
los hombres no ha de hacerse por María sola, sino por el Espíritu Santo mediante su
celestial Esposa, por eso termina este apartado I del artículo que estamos estudiando
con estas palabras:
«Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la ha encontrado en un alma, vuela allí,
entra plenamente, se comunica a esta alma con abundancia, en cuanto ella da
cabida a su Esposa, y una de las principales razones por las que el Espíritu Santo
no hace a veces maravillas estupendas en las almas es porque Él no encuentra
allí una unión bastante grande con su fiel e indisoluble Esposa. Y digo
indisoluble Esposa, porque, desde que este Amor substancial del Padre y del
Hijo se ha desposado con María para producir a Jesucristo, el jefe de los elegidos,
y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, porque Ella ha sido siempre
fiel y fecunda».
Es evidente lo que enseña el Beato. Cuando entre los nombres y María haya
una unión suficiente, según el querer divino, el Espíritu Santo hará maravillas
estupendas en las almas, pues, sólo por este medio, Jesucristo será engendrado en los
predestinados, como lo ha sido hasta aquí.
CONSECUENCIAS
María reina de los corazones
I
Epílogo de lo que ha dicho anteriormente nuestro Beato es el primer párrafo en
que ahora nos hemos de ocupar, que es el 39, según el orden que nosotros seguimos,
teniendo en cuenta la preciosa obrita que comentamos y de la que ya hemos hablado
más de una vez a nuestros lectores, traducida por nuestro muy respetable amigo el P.
Jesús María de Orihuela, capuchino de Totana.
Decimos que este párrafo es un epílogo de lo dicho hasta aquí porque en cuanto
deduce, con la sencillez que lo caracteriza, la primera consecuencia que el Beato desea
anotar para robustecer esta conclusión, la funda sobre todas las razones que antes ha ido
estudiando y que ya hemos nosotros manifestado a nuestros lectores.
He aquí la consecuencia: «De lodo lo dicho debemos concluir que María ha
recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos».
Leamos cuales son los antecedentes que le hacen deducir ese consiguiente:
E.R. 32
La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMÓN
47
«Porque no puede establecer en ellos su morada, según el Padre se lo ha
ordenado, formarlos, alimentarlos y producirlos a la vida eterna como su madre,
tenerlos en herencia y en porción, formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ellos,
echar en sus corazones las raíces de sus virtudes y ser la compañera indisoluble
del Espíritu Santo para todas las obras de la gracia».
Y constante siempre en su manera de ir argumentando a fortiori, deduciendo con
fuerza ineludible que los derechos dados a María sobre Cristo con más razón los debe
tener sobre los hombres, corrobora de nuevo ésta su primera consecuencia diciendo:
«No puede, digo, hacer todas estas cosas si no tiene derecho y dominio sobre sus
almas por una gracia singular del Altísimo que, habiéndola dado potestad sobre
su Hijo único y natural, se la ha concedido también sobre sus hijos adoptivos,
no solo en cuanto al cuerpo, lo cual sería poco, sino también en cuanto al alma».
En el párrafo que sigue, el 40, para más determinar el dominio de María sobre
los hombres especialmente en lo que se refiere a la vida espiritual del hombre, pone otro
principio mariano general como fundamento, cual es el expresado en estas palabras:
«María es reina del cielo y de la tierra por gracia, como Jesús es su Rey por naturaleza
y por conquista».
Después, para referir el dominio o realeza de María al interior del hombre, nos
recuerda otra verdad evidente en el mundo de la fe con estas palabras: «luego, si el reino
de Jesucristo consiste principalmente en el corazón y en el interior del hombre, según
estas palabras, el reino de Dios está dentro de vosotros, también el reino de la Santísima
Virgen está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma». Ve aquí que
María es la Reina de las Almas, o lo que es lo mismo, vive con Jesús y con la beatísima
Trinidad en el último centro de nuestro espíritu, en la última y más perfecta de las
moradas que diría Santa Teresa. Y allí recibe con el Rey divino los homenajes que las
almas le ofrecen en las sublimes muertes místicas de sus terrenos afectos, de su apego
a las criaturas, de su amor propio.
Ella impone con su derecho de Reina el ofrecimiento de todas las cosas
sacrificadas por amor de Dios y arranca con mano blanda, pero eficacísima en su obra,
toda ligadura sensible o espiritual de los hombres con las criaturas y consigo mismo,
recogiendo Ella misma en inefable joyero su inmaculado corazón, aquellos sacrificios,
pruebas inequívocas del divino amor, para que en Ella los vea el Rey, y en Ella, y por
Ella le sean gratos, y, por ende, glorificadores de Dios en el más alto grado.
Y por este motivo, por ser María la reina del interior de los hombres, y Ella la
que ordena esa vida interior, y Ella quien la recibe para ofrecerla al Rey, concluye
nuestro Vidente este número 40 de esta manera.
«Esta es la razón, porque Ella es en unión de su Hijo, más glorificada en las almas
que en todas las criaturas visibles, pudiéndola, por consiguiente, llamar con los
santos Reina de los corazones».
La verdadera devoción a la Santísima Virgen
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La verdadera devoción a la Santísima Virgen

  • 1.
  • 2. En portada: La anunciación. El Greco. 1570-1572 Derechos de autor registrados 2016 Antonio García Megía y María Dolores Mira y Gómez de Mercado (Edición). Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña La verdadera devoción a la Santísima Virgen. Federico Salvador Ramón Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educación. Portal de Investigación y Docencia Edición preparada con ocasión del proceso de beatificación del Padre Fundador de las Esclavas de La Inmaculada Niña. http://angarmegia.com - angarmegia@angarmegia.com
  • 3. La verdadera devoción a la Santísima Virgen Luis María Grignion de Montfort POR FEDERICO SALVADOR RAMÓN Parte Primera Edición actualizada por María Dolores Mira Gómez de Mercado Antonio García Megía zzz
  • 4.
  • 5. ÍNDICE General INTRODUCCIÓN Y CRITERIOS DE EDICIÓN ...................................................................7 SOBRE LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT ..................................................................9 LAS RAZONES DEL PADRE FEDERICO ...............................................................................11 EN TORNO A ESTA EDICIÓN...............................................................................................14 EL TEXTO DEL PADRE FEDERICO SALVADOR RAMÓN..................................................17 ACLARACIONES................................................................................................................19 CAPITULO I.........................................................................................................................25 ARTÍCULO I ..................................................................................................................................... 25 GRANDEZAS DE MARÍA............................................................................................................... 25 ARTÍCULO II .................................................................................................................................... 30 DIOS HA QUERIDO SERVIRSE DE MARÍA EN LA ENCARNACIÓN.............................................. 30 ARTÍCULO III ................................................................................................................................... 36 DIOS QUIERE SERVIRSE DE MARÍA EN LA SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS........................... 36 ARTÍCULO IV................................................................................................................................... 54 OFICIO QUE HARÁ MARÍA, ESPECIALMENTE EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS............................. 54 CAPITULO II........................................................................................................................91 ARTÍCULO I ..................................................................................................................................... 91 VERDADES FUNDAMENTALES.................................................................................................... 91 ARTÍCULO II .................................................................................................................................. 135 LAS FALSAS DEVOCIONES A LA SANTÍSIMA VIRGEN......................................................... 135 ARTÍCULO III ................................................................................................................................. 150 LA VERDADERA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN........................................................ 150 ARTÍCULO IV................................................................................................................................. 154 ANUNCIOS PROFÉTICOS ACERCA DE ESTA PERFECTA DEVOCIÓN....................................... 154
  • 6.
  • 8.
  • 9. SOBRE LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), Beato para el Padre Federico ya que fue elevado a los altares por Pío XII el 20 de julio de 1947, es fundador de los padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nacido en Montfort, Francia, es universalmente conocido por su Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, manuscrito fechado hacia 1712 y editado por primera vez en 1843. El Tratado propone un camino hacia la santidad, «la práctica de devoción que yo enseño», basado en los estudios y experiencias sacerdotales, misioneras y místicas vividas por su autor, «estoy escribiendo lo que durante tantos años he enseñado en mis misiones pública y privadamente con no escaso fruto»1 , que descubre la función de la Virgen María en el plan divino de la salvación y en la vida bautismal y apostólica del cristiano. Práctica nada fácil como él mismo advierte: «Yo no he conocido ni enseñado práctica de devoción hacia la Santísima Virgen semejante a la que voy a decir, que exija de un alma más sacrificios por Dios, que la vacíe más de sí misma y de su amor propio, que la conserve más fielmente en la gracia y a la gracia en ella, que la una más fácilmente a Jesucristo y, en fin, que sea más gloriosa para Dios, más santificante para el alma y más útil al prójimo»2. El manuscrito sale a la luz en 1842 y se convierte en uno de los libros más apreciados de la moderna historia de la Iglesia Católica. Se desconoce el título original de la obra al faltar algunas páginas del inicio y del final. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen es la opción elegida por los responsables de su primera edición. Tampoco la distribución en párrafos es de San Luis María. Se generaliza y admite universalmente la incorporada en una edición italiana de 1919. 1 Tratado. Número 110. 2 Tratado. Número 118.
  • 10. Pese a la evolución de las sensibilidades sociales consecuentes con el devenir del tiempo transcurrido, la Iglesia Universal de hoy, la Iglesia del Concilio Vaticano II, toma en consideración al santo de Montfort como «uno de los apóstoles e intérpretes más autorizados de la presencia y función de María en el misterio de Cristo y de la Iglesia». El interés que, sin duda, ha suscitado el Tratado se debe a la densidad de significados y valores que encierra. Se trata de un libro que expone, en lenguaje popular, sencillo, conciso y convincente, una doctrina sólida y profunda inspirada en testimonio de vida entregada y experiencia apostólica. Un autor anónimo es el responsable del siguiente epitafio grabado en la sepultura que atesora los restos mortales de San Luis María: ¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María Grignion Montfort. ¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano. Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores. Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad. q BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA 1996. FERNÁNDEZ, Jesús, San Luís María de Montfort, Esin, Barcelona. 1979. GRIGNION DE MONTFORT, Luís María, Pío SUÁREZ Y Marcel CENDROT, Abrid a Jesucristo, Biblioteca de Autores Cristianos. España. 2003. GRIGNION DE MONTFORT, Luís María, Obras completas, edición de PP. Pío Suárez, José Aurelio Rozo y Miguel Patiño, Ediciones Montfortianas del Centro Mariano Monfortiano, Bogotá. 2004. GUITTENY, Bernard, «La verdadera devoción a la Santísima Virgen según San Luis María Grignion de Montfort» en El caminar histórico de la santidad cristiana: de los inicios de la época contemporánea hasta el Concilio Vaticano II. Coord., por Josep Ignasi Saranyana Closa, Juan Antonio Gil Tamayo, María Rosario Bustillo, Eduardo Flandes, Santiago Casas Rabasa, Universidad de Navarra, Servicio de Publicaciones. Pp 413 – 426. 2011. NDONGO MINKALA, Abraham, «El camino de la santificación según San Luis María Grignion de Montfot», Cuadernos Doctorales de la Facultad de Teología, Volumen 58, Universidad de Navarra, 279-357. 1988. REY-MERMET, Théodule, Luis María Grignion de Montfort, 1673-1716, La Editorial Católica, Madrid.
  • 11. LAS RAZONES DEL PADRE FEDERICO Justifica el padre Federico en el artículo titulado «Prolegómeno a una nueva sección. La esclavitud mariana», aparecido en el número 22 de la revista Esclava y Reina, la serie de comentarios que, sobre el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, se apresta a publicar. Y lo hace tomando como pie para ello algunas crónicas que en torno al I Congreso Nacional Mariano-Montfortiano, celebrado en Barcelona en 1918, difunden prensa e instituciones diversas. Reproduce, entre otras, las palabras del Director del Boletín Trimestral del Centro Detortense de Acción Católica: «Con satisfacción íntima de mi alma me ha cabido la suerte de ser testigo presencial del Primer Congreso Mariano Montfortiano que acaba de celebrarse en Barcelona. Ingenuamente he de confesar que ha superado mis esperanzas y las de todos los congresistas la mentada Asamblea Mariana. Ha constituido muy glorioso y fausto acontecimiento, que formará época en los anales de la Esclavitud de María, pero conviene no dormirnos sobre nuestros laureles méritamente conquistados. Al efecto, seamos prácticos, eminentemente prácticos. Prácticos en el modo de encauzar las discusiones, prácticos para redactar las conclusiones, prácticos para adoptar medios adecuados al exacto e inmediato cumplimiento de las mismas y prácticos, en fin, para imprimir carácter de estabilidad y permanencia a la estricta observancia de dichas conclusiones, nombrándose comisiones diocesanas que velen por el escrupuloso cumplimiento de lo acordado […]. Pero además conviene una larga preparación para que en su día se celebre en España un congreso Internacional Mariano Montfortiano como se intenta. Antes necesario es conocer bien la doctrina del Beato Montfort, procurando divulgarla por todos los medios posibles, y precisa que el indicado Congreso estudie detenidamente en varias secciones la Teología in genere mariana y la especial del referido Beato, concretando, al estudiar ésta, la doctrina acerca de la esclavitud Mariana». Pascual López. Dean
  • 12. A partir de ello, el padre Federico expone la siguiente reflexión: «Considerando esta aparente ignorancia del espíritu montfortiano que debía formar el suave ambiente en que vivieran los congresistas en Barcelona, nos atrevemos a recordar, como indicio que nos puede llevar a la más satisfactoria explicación de esa especie de mutismo habido en el Congreso de que tratamos, estas palabras del Beato Luis María Grignion de Montfort: Preveo que saldrán fieras espantosas que enfurecidas intentarán destruir este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para escribirle, o a lo menos esconderle en las tinieblas y el silencio de un cofre a fin de que no aparezca, y hasta atacarán y perseguirán a aquellos y aquellas que le lean y le pongan en práctica. ¿Será mucho aventurar si decimos que esas mismas fieras, que escondieron el efecto embriagador que en él se respira se disipe por miles causas y pretextos, que hasta sean tenidas por muy dignas de ser tomadas en cuenta por doctos y piadosos? Mas, nosotros, aun suponiendo que así fuese, nos sentiremos siempre animados por las palabras del Beato Luis que continúa las anteriores diciendo: Pero no importa. ¡Mejor todavía! Esto mismo me alienta y hace esperar un gran éxito, es decir, un gran escuadrón de bravos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y otro sexo que combatirán al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida en los tiempos de peligro que han de venir como jamás los hemos vistos. Qui legit, intelligat . Qui potest capere, capiat. Y más adelante continua: «Esto prenotado, y por tales motivos acuciados, nos atrevemos a salir al palenque intelectual en donde se ejercitan los campeones de la Esclavitud mariana, desprovistos de la ciencia, erudición y arte de tanto otros comentadores del Beato Grignion […], pero ansiosos de escudriñar lo que dice el Beato Luis que tenga relación más directa con la Esclavitud que él profetizó y que nuestra santa Madre la Iglesia desea ver realizada en el mundo. No pretendemos hacer disquisiciones teológicas, tal vez sea esta orientación de los expositores no poca parte a esconder el verdadero espíritu monfortiano. Nosotros suspiramos por leer tratadistas que estudien La verdadera devoción con el espíritu que desea el P. Faber3, cuando dice: Examínela quien quiera por sí mismo, y cuando vea las transformaciones que produzca en su propia alma, presto se convencerá de la casi increíble eficacia de esta devoción como medio para la salvación de los hombres y para la venida del Reinado de Cristo. 3 Reverendo Frederick William Faber, autor de una traducción al inglés, a partir del original francés, del Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, publicada por Robson, Levey, y Franklyn, en Londres en 1863.
  • 13. No reprochamos que los teólogos marianos hallen en las gallardas afirmaciones del Beato Luis motivos más que suficientes para remontarse, en alas de su ingenio y sabiduría, a las plácidas y serenas alturas del cielo mariano, pero nos será grato en extremo topar con escudriñadores de esta nueva Jerusalén, los cuales se decidan a encontrar y saborear los fecundos destellos de lo sublime que el Beato deja presentir en su precioso libro, al decir del mismo Padre Faber: en él se encuentra, si se me permite expresarme así, cierto sentimiento de algo inspirado y sobrenatural, que crece a medida que se le va estudiando, y, cuando uno lo ha leído ya repetidas veces, llega a notar que nunca envejece su novedad, ni disminuye su abundancia, ni acaba jamás el aroma y el sensible fuego de su unción. Permitidme que lo diga cómo lo siento y se me ocurre». Federico Salvador Ramón da publicidad y comenta la obra de San Luis María, mes a mes, desde noviembre de 1918 hasta octubre de 1925, dejando en el aire la promesa de difusión de sus reflexiones como obra unitaria para más adelante. «Damos por terminado este trabajo, que Dios mediante, publicaremos como obra aparte, en la ocasión más propicia, sin que por eso renunciemos a seguir tratando del espíritu de la Esclavitud tal y como nosotros la tenemos en nuestra alma y deseamos que sea tenido por todos aquellos que sinceramente deseen la salvación de los hombres, mediante el conocimiento y práctica de la verdadera devoción a María o de la verdadera consagración a la Inmaculada Señora. Que Ella acepte, purifique y haga resplandecer la pureza de nuestros ardientes deseos de que la Esclavitud a María sea pronto una realidad salvadora en el mundo, más, que sea, como debe ser, la informadora de todo espíritu de perfección en las almas. Amén». Q
  • 14. EN TORNO A ESTA EDICIÓN El padre Federico construye su argumentación en base a una traducción del Tratado realizada por el padre Jesús de Orihuela4 , en el mundo Ángel García Gil. Nacido en Orihuela el día 27 de enero de 1886, viste el hábito capuchino el día 2 de febrero de 1902 en Masamagrell, siendo ordenado sacerdote en octubre de 1911. Profesor del colegio de San Buenaventura de Totana, tuvo una presencia muy activa en la asamblea de sacerdotes de María celebrada en Murcia en 1917, en el congreso mariano montfortiano en Barcelona de 1918 y en la asamblea regional mariana celebrada en Valencia en l923. Autor y traductor de numerosas obras, entre ellas el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen que sirve como base de trabajo a Federico Salvador, que fue impreso en Totana, en 19155 , y posteriormente reeditado en Bogotá, Buenos Aires, Valencia, Madrid y México6 . Antes de que el lector conozca el análisis que, sobre la obra de San Luis María de Grignion realiza el fundador de la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Niña, es preciso advertir que la estructura y numeración de parágrafos comentada no coincide con la que se puede encontrar en cualquier edición del citado Tratado aparecida después de la italiana de 1919, fecha, como queda dicho más arriba, en que, una y otros, quedan fijados definitivamente. Esta «Primera Parte» del Tratado es glosada por Federico Salvador en cuarenta artículos publicados a largo de más de tres años. En ese tiempo su quehacer literario cohabita con una intensísima labor apostólica, docente, misionera y fundadora que deja poco margen para la reflexión, corrección y el reposo. Ello puede explicar ciertos desajustes y cambios de criterio en la organización de contenidos y de presentación. A modo de ejemplo, en las «Aclaraciones» previas avanza y detalla la organización del Capítulo I, pero nada parecido aparece, tampoco posteriormente, 4 1918. SALVADOR RAMÓN, Federico, «La verdadera devoción a la Santísima Virgen», en Esclava y Reina número 23, Instinción, Almería, p. 10. 5 1915. GRIGNION DE MONTFORT, Louis-Marie, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, traducido de la nueva ed. francesa (Pacteau), enteramente conforme al original por el P. Jesús Mª de Orihuela, capuchino, Administración de El Mensajero de María, Reina de los Corazones, Totana. 6 2011. ANIORTE LÓPEZ, Javier, «Los traductores en la Provincia Capuchina de la Preciosísima Sangre de Cristo de Valencia», en Lingua, cultura e discorso nella traduzioni dei francescani de Bueno, Antonio y Miguel Ángel Vega (ed.), Pubblicazione dell'Università per Stranieri di Perugia, Perugia.
  • 15. E.R. 25 referido al Capítulo II. De igual modo, al inicio del Artículo I del primer capítulo insertaba un escueto «Sumario», con párrafos numerados que adelantaban los apartados que contendría, del que carece el resto del articulado de la obra, que, en pro de la unidad de criterio y su irrelevancia general, se ha eliminado. Por otra parte, son relativamente frecuentes los errores y olvidos de los cajistas, especialmente en las citas donde se omiten las comillas de apertura, cierre o ambas. La propia Dirección ruega expresamente en, al menos, dos ocasiones, disculpas por acciones de este tipo, alteraciones de orden de líneas… La verdadera devoción no resulta fácil de leer en la forma en que se publica. Su formato por entregas fragmenta excesivamente el discurso. Una misma línea argumentativa suele desarrollarse a lo largo de varios números, con la dificultad que ello conlleva para captar el mensaje real, especialmente necesario cuando se tratan cuestiones de carácter teológico-filosófico. Tampoco ayudan la excesiva longitud de los párrafos o los usos de puntuación de la época. En esta edición, respetando al máximo el mensaje y estilo del padre Federico, con atención especial al uso que hace de las mayúsculas, se ha tratado de dar solución a esos pequeños defectos tan comunes, por otra parte, en los documentos impresos de hace cien años. Así, se han unificado, en la medida de lo posible, variantes y grafías, se han eliminado las repeticiones y repuesto las omisiones, acortado los párrafos, racionalizado la puntuación y dado al texto continuidad de libro. Para los interesados en contrastar el discurso editado con el original, se han colocado unas apostillas en los márgenes que anotan el número de Esclava y Reina donde se localiza el texto que se expone.  Esclava y Reina. Número 25 A continuación se anexa una tabla que especifica la fecha y lugar de impresión de cada uno de los números que acogen a «La verdadera devoción a la Santísima Virgen» MaríaDoloresMirayGómezdeMercado Antonio GarcíaMegía q
  • 16. FECHA, LUGAR DE PUBLICACIÓN Y NÚMERO DE LAS REVISTAS A LO LARGO DE LAS CUALES SE DESARROLLA ESTE DOCUMENTO Nº 23 Noviembre, 1918. Instinción - Almería (España) Nº 25 Enero, 1919. Instinción - Almería (España) Nº 26 Febrero, 1919. Instinción – Almería (España) Nº 27 Marzo, 1919. Instinción – Almería (España) Nº 28 Abril, 1919. Instinción – Almería (España) Nº 29 Mayo, 1919. Instinción – Almería (España) Nº 30 Junio, 1919. Instinción - Almería (España) Nº 31 Julio, 1919. Instinción - Almería (España) Nº 32 Agosto, 1919. Instinción – Almería (España) Nº 33 Septiembre, 1919. Instinción – Almería (España) Nº 34 Octubre, 1919. Instinción – Almería (España) Nº 35 Noviembre, 1919. Instinción – Almería (España) Nº 36 Diciembre, 1919. Instinción - Almería (España) Nº 37 Enero, 1920. Instinción - Almería (España) Nº 38 Febrero, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 39/40 Marzo/Abril, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 41 Mayo, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 42 Junio, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 43 Julio, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 44 Agosto, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 45 Septiembre, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 46 Octubre, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 47 Noviembre, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 48 Diciembre, 1920. Guadix – Granada (España) Nº 49 Enero, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 50 Febrero, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 51 Marzo, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 52 Abril, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 53 Mayo, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 54 Junio, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 55 Julio, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 56 Agosto, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 57 Septiembre, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 58 Octubre, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 59 Noviembre, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 60 Diciembre, 1921. Guadix – Granada (España) Nº 61 Enero, 1922. Guadix – Granada (España) Nº 62 Febrero, 1922. Guadix – Granada (España) Nº 63/64 Marzo/Abril, 1922. Guadix – Granada (España) Nº 65/66 Mayo/Junio, 1922. Guadix – Granada (España) q
  • 17. EL TEXTO DEL PADRE FEDERICo SALVADOR RAMÓN
  • 18.
  • 19. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 19 ACLARACIONES 1 Dobles serán. Las unas referentes al autor de estas líneas, las otras atinentes al autor del más excelente de los libros marianos que conocemos, salvando siempre con los debidos respetos toda comparación, que no tratamos de hacer aquí con la inmortal obra de nuestra inimitable madre María de Jesús de Agreda titulada Mística Ciudad de Dios. Por lo que respeta al autor de éstas líneas conviene saber: 1. Que desde el año 1895 me decía Esclavo de la Inmaculada, y hasta dos años más tarde no conocí el precioso tesoro mariano escrito por el Beato Luis María Grignion de Montfort. 2. Que cuanto más he leído el libro de La verdadera devoción a la Santísima Virgen, más me he confirmado en las ideas fundamentales habidas en mi alma antes de esta lectura acerca de lo que substancialmente debe ser un esclavo de María. 3. Que en esta exposición, interpretación, o como quiera llamarse, al traslado que pienso hacer de la profecía de la Esclavitud a la realidad de la misma, hubiese algo que denote acierto, nada he puesto yo de mi parte, ni criatura alguna, para grabar tal diseño en mi mente, púsolo Dios, por su infinita misericordia, y yo, con lo extraordinario de mi flaqueza, parece que me esfuerzo en borrar de mi alma tan alta perfección, mas no por eso dejo de suspirar ardientemente por verla realizada en otros. 4. Que por ningún concepto es mi deseo ir en zaga al Beato Luis María en la confianza mismísima, libre de toda sombra de duda, de que la Esclavitud triunfará al sonar la hora de la divina misericordia por la irresistible vitalidad, de su misma perfección. Y así, mientras el Beato, con la seguridad del que espera contra toda esperanza, exclamaba:«Expectans expectavi» (Po 39, l.), yo ruego a la Divina Reina poder repetir en lo íntimo de mi alma eternamente: «Multi qui persequuntur me et tribulant me: a testimoniis tuis non declinavi» (Ps 118.157). E.R. 23
  • 20. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 20 2 Por lo que respecta a la preciosa obrita que hemos de exponer, y a su autor, advertiremos: 1. Débese tener muy en cuenta, para bien entender este precioso libro de La verdadera devoción a la Santísima Virgen, el fin que se propone el autor y que él mismo expresa con cortas palabras: «el designio que me he propuesto de formar un verdadero devoto de María y un verdadero discípulo de Jesucristo». Pero este verdadero devoto y discípulo de que aquí habla, bien sea uno solo, «alma bien nacida, nacida de Dios y de María y no de la sangre ni de la voluntad del hombre», bien sea el sinnúmero de «esclavos de amor» que ha de tener Nuestra Señora en más abundancia que nunca, bien sea, en fin, «un gran escuadrón de bravos y valientes soldados de Jesús y de María, de uno y de otro sexo», siempre se ha de entender que es una personalidad moral profetizada y esperada por nuestro Vidente, como los profetas del Antiguo Testamento esperaban al Mesías y a la Virgen de que éste había de nacer. Y para estas tres especies de esclavos de que habla el Beato tiene un suspiro, un vehemente deseo, una oración especial. « ¡Oh!, cuan bien empleado daría yo mi trabajo, si este humilde escrito cayendo en las manos de un alma bien nacida». Y después: «Si yo supiese que mi sangre criminal pudiera servir para que en los corazones entrasen las verdades que escribo». Y, por último, dice también, después de profetizar la guerra que Luzbel hará a su libro, y a los que lo lean, y la pérdida del precioso manuscrito: «Esto mismo me alienta a esperar un escuadrón de bravos y valientes soldados». 2. Que una vez profetizados los apóstoles de los últimos tiempos, profetiza igualmente una nueva y singular gloria para María. Así expresa el Padre Faber esta otra profecía del Beato Luis: «Anuncia que trae de parte de Dios el mensaje auténtico de un honor más grande, un conocimiento más extenso y un amor más ardiente hacia su Santísima Madre, así como de su relación con la segunda venida de su Hijo». 3. Profetiza también que esta nueva gloria de María «se conseguirá, sin duda, cuando los predestinados entren, con la gracia y la luz del Espíritu Santo, en la práctica interior y perfecta que él les descubrirá». 4. Que él mismo se declara evangelista de esta Buena Nueva cuando escribe: «confío encontrar almas generosas, que, por su fidelidad a la práctica que enseño…». Y lleno, por otra parte, del ardiente espíritu apostólico de San Pablo, ante las dificultades que él mismo toca de formar un verdadero esclavo de María exclamó: « ¡Cuán raro es encontrar un devoto así! Para conseguir que no sean tan escasos esta clase de devotos es para lo que yo he echado mano de la pluma y he escrito en el papel lo que ya en las misiones he ensenado, así pública como privadamente, con no pequeño fruto».
  • 21. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 21 5. Luego, el fin principal del Beato, lo expone él mismo en su precioso libro, como profeta, como evangelista y como apóstol, necesitando, por consiguiente, aclaración y cumplimiento, como profeta, y exacta observancia de sus preceptos, como apóstol y evangelista. 6. No olvidemos, pues, que hay tres puntos capitales en La verdadera devoción, la gloria nueva de María, la existencia de unos nuevos santos y la práctica en que éstos han de ser formados. De los dos primeros trata el Beato en la Primera Parte de su obra, que es como el tratado más especulativo o dogmático, y del tercer asunto se ocupa en la Segunda Parte que es eminentemente práctico o moral. 7. Y como para tratar estos puntos capitales es conveniente disponer las almas, el Beato trata de cuestiones que nos atreveríamos a llamar dispositivas y otras preventivas, o de refutación de las dificultades que se pueden presentar a las doctrinas principales de La verdadera devoción, por lo que hay en el precioso libro Teología Mariana General y Teología Mariana Especial o Montfortiana. 8. Además debe tenerse presente que el Beato Luis escribía para tiempos bien diferentes de los nuestros, y, por esto, no todo lo que era importante para él ha de serlo también para nosotros. PARTE PRIMERA En la PRIMERA PARTE de la obra La verdadera devoción a la Santísima Virgen escrita por el Beato Luis María Grignion de Montfort, se ponen los fundamentos teológicos de la verdadera devoción que los hombres debemos tener a María. Esta Primera Parte comprende dos capítulos, divididos ambos en cuatro artículos, y éstos en apartados o párrafos perfectamente relacionados entre sí para enseñarnos cómo María nos es absolutamente necesaria en el orden sobrenatural si hemos de vencer todas las dificultades que se oponen a la perfección cristiana, y, en especial, para reñir las batallas que él preveía que habían de trabarse en tiempos futuros, y que sólo por la mediación de la Gran Señora, que enviaría a la Iglesia el auxilio de una nueva generación de santos «que combatirían al mundo, al demonio y a la naturaleza corrompida, en los tiempos de peligro que habían de venir como jamás los hemos visto», según dice el mismo Profeta de la Esclavitud mariana, triunfaría la Iglesia verdadera de Cristo. Para que el hombre ponga de su parte, como inteligente y libre que es, lo que a él sea dado a fin de conseguir este triunfo, nos enseña las verdades teológicas fundamentales que racionalmente nos obligan a servir a María como devotos perfectos, o sea, como esclavos de amor, haciéndonos ver, para que nuestra servidumbre sea más ilustrada, cuales son las falsas y las verdaderas devociones a la Santísima Virgen.
  • 22. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 22 PARTE I CAPÍTULO I NECESIDAD DE LA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN  Este PRIMER CAPÍTULo es como PRINCIPIO Y FUNDAMENTO y, al propio tiempo, síntesis de cuanto se dice en el resto de la obra que nos ocupa.  Hállase dividido, teniendo presente la nota anterior, en una «Introducción y cuatro artículos», o cuatro artículos solamente.  Una vez tratada la excelencia de María en la Introducción o Artículo I, ocúpase nuestro Beato en el Artículo II de cómo «Dios ha querido servirse de María en la Encarnación». En este artículo se manifiesta la necesidad que Dios ha querido tener de María para la Redención, o se expresa el oficio que Dios ha querido dar a María en esta Obra divina, en relación con la Beatísima Trinidad y con Jesucristo su divino Hijo Dios y Hombre.  En el artículo III de la traducción que seguimos, se trata de cómo «Dios ha querido servirse de María en la santificación de las almas», dividiendo este artículo en varios apartados. Está el § I intitulado «Cómo proceden las tres Personas de la Santísima Trinidad con María en la Iglesia». El § II con el título general de CONSECUENCIAS, hállase subdivido en dos partes. La 1ª con el subtítulo de «María Reina de los Corazones», y la 2ª con el de «Los hombres tienen necesidad de María para alcanzar su último fin». Hállase esta segunda consecuencia subdividida, a su vez, en dos apartados que se determinan por las dos especies de cristianos que hay en la Iglesia, los que siguen la vida ordinaria y los que aspiran a la perfección. Se determina el 1º con este epígrafe: «Los cristianos tienen necesidad de Ella para cumplir sus deberes», y el 2º con este otro: «Especialmente los que aspiran a la perfección».  Puestos tales fundamentos, deduce nuestro Vidente el artículo IV, que es la meta a que tiende, no decimos solamente la obra de La verdadera devoción a la Santísima Virgen de que ahora tratamos, sí que también todo cuanto ideó y reflexionó, cuánto trabajó y realizó el Bienaventurado Profeta de los apóstoles de los últimos tiempos. Por eso no tuvimos por cosa menos fundada afirmar, al empezar el estudio general de este primer capítulo, que es el principio y fundamento de cuanto hemos de decir y la cima y última perfección de cuanto hemos de ver más detallado después. A la manera que en los Santos Ejercicios Espirituales del ínclito San Ignacio de Loyola, la primera meditación es Principio y Fundamento y el más elevado ápice y última cifra de la perfección que luego ha de seguir enseñando.  Nosotros nos atreveríamos a reducir este primer capítulo al raciocinio siguiente:
  • 23. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 23 La Santísima Virgen ha sido necesaria a Dios con una necesidad, que llamamos hipotética, en consecuencia de la voluntad divina que ha querido servirse de Ella. La devoción a María es, por el mismo querer divino, necesaria a los nombres para llegar a la perfección, luego la Santísima Virgen es la Reina de la Santidad o de los corazones. Es así que han de venir tiempos en que las luchas entre los santos y Luzbel han de ser especiales por su rudeza, luego la Reina de la santidad formará santos especialmente proporcionados para las batallas que ellos han de librar. Este resumen nos parece leerlo en el § 16, del artículo 3º de este primer capítulo. Dice así: «María ha producido con el Espíritu Santo la cosa más grande que ha habido  y habrá jamás, que es un Dios Hombre, por tanto Ella producirá las mayores cosas que habrá en los últimos tiempos. A Ella están reservadas la formación y la educación de los grandes santos que saldrán hacia
  • 24.
  • 25. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 25 La verdadera devoción a la Santísima Virgen PARTE I CAPITULO I Artículo I GRANDEZAS DE MARÍA EXCELENCIA DE MARÍA POR SUS VIRTUDES Si no tuviéramos por norte el distinguir cuando el Beato Grignion habla de María en el orden de la ejecución y cuando en el orden de la intención, o lo que es lo mismo, cuando habla de María vista a través del misterio de su Concepción Inmaculada y cuando reflejando, circundada de gloria, las sublimidades de la Maternidad divina, bien cierto es, que habíamos de sorprender a nuestro Vidente en flagrante contradicción en este primer artículo de su celestial libro o introducción, como dijimos antes, pues de no tener en cuenta esa fundamental distinción en el estudio de la Teología mariana, ¿cómo armonizar la ignorancia de que ha hecho tan ahincadamente mención en el § 3º y al terminar el anterior, con lo que nos va a decir en el § 7º de La verdadera devoción? Leámosle: «Los santos han dicho cosas admirables de esta ciudad santa de Dios y jamás han estado tan elocuentes, y hasta, según ellos mismos nos manifiestan, jamás han gozado tanto como cuando han hablado de sus excelencias. Reconocen, en efecto, que la sublimidad de los méritos de esta criatura, elevados por Ella hasta el trono de la divinidad, no es dado descubrirla al entendimiento humano; que la extensión de su caridad, dilatada por Ella sobre las dimensiones de la tierra, nadie la puede apreciar; que la grandeza del poder que Ella tiene, aun sobre el mismo Dios, jamás se comprenderá y, en fin, que lo profundo de su humildad, así como de sus demás virtudes y gracias, son un abismo, que no se puede sondear». Cuánto es honrada la Madre de Dios, especialmente por las criaturas angélicas: E.R. 25
  • 26. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 26 Si no era conocida, ¿cómo inspiraba tanta elocuencia y regalaba con tan exquisito gozo a los que hablaban de sus excelencias? Sí, era conocida María Madre de Dios, y, bajo este punto de vista considerado, arrebató en célicas dulcedumbres las almas de todos los cristianos y, muy especialmente, las de los santos y sabios. Es la gloria de la Encarnación, la gloria que cantaron los ángeles en el Portal de Belén, la gloria que refulge del seno purísimo de María, es la que han cantado los cristianos todos veinte siglos ha sin interrupción y sin regateo alguno. Y arrebatado de este mismo justísimo entusiasmo, que tanta elevación prestara a los santos de todos los pasados siglos, continúa diciendo en el § 8º nuestro Beato: « ¡Oh sublimidad incomprensible! ¡Oh extensión inefable! ¡Oh grandeza sin medida! ¡Oh abismo impenetrable! Todos los momentos del día, en todos los confines de la tierra, en lo más alto de los cielos y en lo más profundo de los abismos, todo nos predica, todo nos habla admirablemente de María. Los nueve coros de los ángeles, los hombres de todo sexo, edad, condición y religión, los buenos y los malos, hasta los mismos diablos se ven, por la fuerza de la verdad, obligados a llamarla, de grado o por fuerza, bienaventurada. En los cielos todos los ángeles la proclaman incesantemente, ha dicho San Buenaventura, Sancta, Sancta, Sancta María, Dei Genitrix et Virgo. Y todos los días la ofrecen millones de millones de veces la salutación angélica: Ave María, etc. Y postrados ante Ella, la suplican que los hombres por favor con algunas de sus órdenes. El mismo San Miguel, dice San Agustín, con ser el príncipe de aquella corte celestial, es el más celoso en rendirla y procurar que los demás la rindan toda clase de honores, y estén siempre dispuestos a obedecer sus mandatos y acudir, a su palabra, a prestar sus servicios a alguno de sus servidores». LA HUMANIDAD GLORIFICA A MARÍA Y después de tanto ponderar cuánto es María honrada, especialmente por las criaturas angélicas, como Madre de Dios, no parece sino que el Santa María, Madre de Dios del concilio de Éfeso, vibró potente en el corazón de nuestro Beato, y mirando a la tierra toda la consideró como un inmenso altar en el que en todo lugar y momento se elevan al trono de María las oraciones y cánticos de los cristianos. Y así lo expresa con su vehemencia propia el Maestro de Montfort: «Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos, en donde se la toma por tutelar y protectora de muchos reinos, provincias, diócesis y ciudades, y de muchas catedrales que están consagradas a Dios con su nombre. Jamás se encontrará una iglesia que no tenga un altar levantado en su honor, ni comarca ni cantón en donde no se venere alguna de sus imágenes milagrosas a
  • 27. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 27 las cuales acuden las gentes par a curar de sus dolencias y obtener toda suerte de bienes. Que hablen, si no, tantas cofradías y congregaciones establecidas para honrarla, tantas religiones puestas bajo su protección, tantos cofrades, hombres y mujeres, de todas las humanidades, tantos religiosos y religiosas de todas las órdenes, los cuales, incesantemente, publican sus alabanzas y anuncian sus misericordias. No hay tan sólo un niño que balbuciendo el Ave María no la alabe, ni pecador apenas que, en medio de su endurecimiento, no abrigue en su pecho una chispa de confianza en Ella, ni aún siquiera un demonio que, desde los infiernos, no la venere temiéndola». CONSIDERA DE NUEVO EL BEATO A LA SANTÍSIMA VIRGEN EN EL ORDEN DE LA EJECUCIÓN, O COMO HIJA DEL REY Y en llegando a este punto, a semejanza del viajero que extasiado se detiene a contemplar un grandioso panorama, y luego vuelve de nuevo sus ojos al fin hacia donde se dirige, fijando en él su atención y entusiasmo con más fervor que antes, así nuestro Beato, como si no hubiese escrito los párrafos de este artículo y se colocase al final del artículo anterior, o sea después del § 6º, que terminó ponderando la grandeza desconocida de María con esta frase, «El mundo ignora todo esto porque es incapaz e indigno de conocerlo», y en relación con tanta sublimidad ignorada de María deduce el montfortiano Maestro esta consecuencia: «Según esto, deberemos en verdad decir con los santos: De María nunquam satis […] Todavía no se ha alabado, exaltado, honrado, amado y servido bastante a María. Ella merece más alabanzas, más respetos, más amor y más servicios. Digamos, pues, con el Espíritu Santo; Omnis gloria ejus Filiae Regís ab intus, toda la gloria de la Hija del Rey está en su interior, como si toda la gloria exterior que la rinden a porfía el cielo y la tierra fuese nada en comparación de la que recibe en su alma por el Criador, y que es desconocida de las criaturas, por ser éstas incapaces de penetrar el secreto de los secretos del Rey. He aquí por qué debemos aclamar con el Apóstol: Nec oculus vidit, nec auris andivit, nec in cor hominis ascendit, ni el ojo ha visto, ni el oído ha escuchado, ni el corazón del hombre ha comprendido jamás la hermosura, la grandeza y las excelencias de María, milagro de los milagros de la gracia, de la naturaleza y de la gloria. El que quiera comprender a la Madre, ha dicho un santo, debe antes comprender al Hijo, pues ésta es la digna Madre de Dios, Hic taceat omnis lingua, enmudezca aquí toda lengua». La gloria interior de María, la personal, la de su formación desde el primer instante de su ser, ésta es la que arrebata el alma mariana de nuestro maestro de Montfort,
  • 28. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 28 esa es la desconocida, y, ante la sublime hermosura de la Inmaculada que admira al enamorado Vidente, llega a quedar absorto de asombro y por eso exclama: «Enmudece, lengua». Y, como arrebatado, después de un nuevo entusiasmo que le lleva a decir, al parecer, lo contrario de lo que desea, exclama, rebosando gozo, por lo que parece había de derramar amargas lágrimas, con estas palabras, en el § 11, último de este primer artículo o introducción a de La verdadera devoción: «Con una alegría particular acabo de escribir aquí lo que me ha dictado el corazón, a fin de mostrar, que María ha permanecido desconocida hasta el presente, y que ésta es una de las principales razones por que Jesucristo no es todavía conocido como debe serlo. Si, pues, es cierto que el conocimiento y el reinado de Jesucristo en el mundo deben llegar, no lo es menos que sólo se realizará esto como consecuencia del conocimiento y del reinado de la Santísima Virgen, que es la que le trajo la primera vez y la que nos le traerá la segunda». Evidente es que no se alegra el Beato de que María sea desconocida, y por esa razón Jesús tampoco lo sea cuanto lo debe ser. Lo que, sin duda, regocijaba el alma de nuestro admirado Vidente en el momento en que escribía ese párrafo que rebosa los divinos anhelos que lo inspiraron, era la clara visión de un porvenir mariano previsto o presentido hasta entonces por muy escaso número de almas. Es que él se regala en la contemplación del nuevo conocimiento que de María tendrá el mundo, cuando se penetre, en cuanto sea posible, de los encantos de la Concepción Inmaculada de la Reina precursora del divino Rey. Es que, en ese instante, presiente y se goza como en una realidad en aquellas palabras con que encabezó su libro y este primer artículo: «Jesucristo vino al mundo por medio de la Santísima Virgen, y por Ella debe también reinar en el mundo». Nuestro Beato ardentísimo ve a María conocida, amada y servida por los hombres, tal como se lo hace ver la luz divina que enajena su alma. Ve a María ser concebida de nuevo en la mente de la Iglesia Universal, y la contempla al nacer, y se recrea en sus ojos de paloma, y en su boca de ambrosía, y la estrecha entre sus brazos Infante para que inspire en el corazón de los hombres el espíritu de la palabra de vida eterna. Y se extasía ante la excelsa columna del Templo de Jerusalén, aprendiendo y practicando en todo instante las virtudes en sus ápices más perfectos hasta que, arrebatado de amores por la personal sublimidad de María, conocida y amada por los hombres, contempla radiante a la Inmaculada que, en su más alta realeza entre los hombres, pronuncia el Ecce ancilla Domini. Y la contempla después alzando sus divinos ojos a los cielos y, mientras hiere el corazón de Dios con una de sus miradas, lo cautiva y exclama: Fiat.
  • 29. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 29 Y entonces el Verbo del Padre vuelve a encarnarse en las sociedades que tanto han blasfemado y blasfeman de Él, y los pueblos vuelven sus ojos al Hijo de Dios vivo y corren a refrigerarse en Él, que es fuente de aguas vivas, y en Él se apacientan todas las sociedades porque reconocen en la Hostia consagrada el Pan vivo que ha bajado del Cielo. El Beato ve como realizado lo que profetiza y desea que María sea más conocida y más amada y servida para que, mediante el vasallaje prestado a Ella, los hombres hagan reinar a Jesucristo en sus corazones, en las instituciones y sociedades todas.
  • 30. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 30 Capítulo I Artículo II DIOS HA QUERIDO SERVIRSE DE MARÍA EN LA ENCARNACIÓN Dos sencillísimas verdades expresa nuestro amadísimo vidente de Montfort en el § 12 de su regalada Obra, con el que empieza este artículo segundo que nos toca ahora anotar, más bien que exponer, pues no creemos que estas sencillas indicaciones merecen el nombre de exposición. La primera parte de este § 12 dice así: «Confieso con toda la Iglesia que, no siendo María sino una pura criatura salida de las manos del Altísimo, comparada con la Majestad infinita, es menos que un átomo, o, más bien, es nada, porque solo Él es el que es». No hace a nuestro caso añadir a estas palabras ni una sola más. Son claras como la más axiomática verdad teológica y, por lo tanto, convencidos de que todas las criaturas juntas son delante de Dios, al decir del Rey profeta tanquam nihilum antete, anotamos la 2ª parte de este mismo § que, a la letra, dice así: «y, por consiguiente, que este gran Señor, que es independiente y se basta a sí mismo, jamás ha tenido ni tiene, aun ahora, en absoluto necesidad de la Santísima Virgen para cumplir su voluntad y manifestar su gloria, puesto que a Él le basta querer para hacer las cosas». Nada hemos de añadir a estas palabras tan conformes con las Sagradas Escrituras y con la doctrina católica, ni necesita Dios de nosotros ni de nuestros bienes, ni nada ni nadie será capaz de resistir su infinita voluntad. Además en los artículos titulados [La Venerable Agreda y el Beato Grignion de Montfort] de esta misma revista hase tratado esta materia, sobre la que vuelve a insistir nuestro Beato en otro lugar, en donde, si nos pareciere oportuno, haríamos alguna anotación. No menos claro y sencillo que el párrafo anterior es el que le sigue y que determina directamente el fundamento del asunto de que ha de tratar en este artículo. Así escribe nuestro Beato: E.R. 26
  • 31. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 31 «Digo, sin embargo, que, aun con eso, habiendo querido Dios comenzar y acabar sus mayores obras por la Santísima Virgen desde que la formó, hemos de creer que no cambiará de conducta en los siglos de los siglos, porque es Dios y no puede variar de sentimientos ni de proceder». O lo que es lo mismo, Dios, que no necesita en absoluto de María, ha querido valerse de Ella para la Redención, y no cambiará esta voluntad, que por ser querer de Dios es eterno. Y para demostrar esta verdad del modo más irrefutable y práctico apela a la exposición del hecho de la Encarnación, manifestando la parte que corresponde a cada una de las divinas personas en este hecho por lo que respecta a la evidente voluntad de realizar la Encarnación sólo en María. Y así dice nuestro inimitable maestro mariano a este efecto, por lo que toca al Eterno Padre en el § 14 de su incomparable Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen: «El Padre no ha dado al mundo su Unigénito más que por María. A pesar de los suspiros que hayan exhalado los Patriarcas, de las súplicas hechas por los Padres y Santos, de la ley antigua durante cuatro mil años, para obtener este tesoro, sólo María es la que le ha merecido y ha encontrado gracia delante de Dios por la fuerza de sus oraciones y la sublimidad de sus virtudes». ¡Sólo María es la que le ha merecido! Solo María, por haber sido hecha Inmaculada por el mismo Dios, había de ser la que por la plenitud de gracia en Ella habida, pudiera obligar por la fuerza de sus oraciones y sublimes virtudes, al Eterno Padre para que la hiciera Madre del Eterno Verbo. Con lo que bien claramente deja ver que así también ahora, cuando Cristo ha sido arrojado de las naciones, que han vuelto a las nefandas costumbres paganas, no será devuelto a las sociedades mientras en éstas no vuelva a vivir la Inmaculada y Ella le haga reinar de nuevo. Y no contento nuestro Beato con hacer por sí mismo tan consoladora afirmación la confirma aduciendo estas palabras de San Agustín: «El mundo era indigno de recibir al Hijo de Dios inmediatamente de las manos del Padre; por eso Este le ha entregado a María, para que de sus manos le recibiera el mundo» Asimismo, ahora podemos concluir, el mundo no recibirá a Jesús Rey hasta que en medio de él viva la Inmaculada, única criatura digna de recibirlo del Eterno Padre y capaz de hacerlo reinar entre los hombres. Reine María en el mundo, como vivió antes de la Encarnación, como fue concebida en el seno de Santa Ana, hasta que dijo al arcángel Ecce ancilla Domini, y entonces será inminente el instante en que dijo Fiat, y Jesús, a no dudarlo, volverá a reinar en la tierra para gloria de Dios y paz de los hombres de buena voluntad.
  • 32. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 32 Y si tal ha sido la voluntad del Padre, no ha sido otra la del Hijo, y así lo expresa nuestro Beato al escribir: «El Hijo de Dios se ha hecho hombre para nuestra salvación, pero sólo en María y por María». Él se dio a Ella, para que Ella lo diera a los hombres, según el querer ya manifestado antes del Eterno Padre. «Y El Espíritu Santo  continúa diciendo el Beato, ha tomado a Jesucristo en María, pero después de haber pedido a Esta su consentimiento por medio de uno de los primeros ministros de su corte». Como a Señora, como a Reina, la trata el Espíritu Santo, pues tal era, en efecto, desde el primer instante de su Concepción María Santísima. Ella dio su consentimiento y el Verbo se hizo carne. Ella, la Inmaculada que ha querido hacer sus asomos a la humanidad, desde las breñas que encauzan el Gave7, también dirá un día (haga el cielo que no sea lejano), Fiat, y entonces hallarán los hombres la luz de las mentes y la fuerza de la voluntad para encerrarse en la veneración y amor de esta graciosa doncellita nazarena y allí encontrarán a Cristo, pues para preparar receptáculo digno de Él, hizo Dios a María Inmaculada. Y como si nuestro dulcísimo Beato se regalara en esta doble fecundidad de María, tantas veces recordada por él, continúa diciendo en el § 15: «El Padre ha comunicado a María su fecundidad, en cuanto era capaz una pura criatura, para concederla el poder de producir a su Hijo y a todos los miembros de su cuerpo místico. El Hijo ha descendido a su seno virginal como el nuevo Adán en el Paraíso terrestre para hallar allí sus complacencias y obrar en secreto las maravillas de la gracia». La beatísima Trinidad, en una palabra, ha tenido en Ella sus delicias de un modo eminente, en relación con las demás criaturas y a Ella vino, pues para eso la hizo Inmaculada, e hizo mansión en Ella con la intimidad excelsa que supone la unión maternal. Cuando el ígneo vidente de Montfort ha llegado a la sublime contemplación de la Inmaculada como instrumento único escogido por la augusta Trinidad para la redención del hombre, cuando nos la ha mostrado tan poderosa en las oraciones y tan sublime en las virtudes que, Ella sola, ha sobrepujado la eficacia y mérito de todos los que en el trascurso de cuatro mil años han pedido la Encarnación, entonces vuelve sus ojos al Verbo hecho carne y, como si el ardiente Luis María se viera en presencia del Cristo Esclavo que inflama su espíritu, y como si no pudiese contener por más tiempo los rasgos fundamentales del divino modelo que desea traducir y manifestar al mundo exclama: «Dios hecho hombre ha encontrado la libertad encerrándose en su seno, ha desplegado su fuerza dejándose llevar por esta doncellita, ha cifrado su gloria, y la de su Padre, en sus esplendores a todas las criaturas de la tierra a fin de no 7 Se refiere al río Gabe de Po, que nace en los Pirineos. E.R. 27
  • 33. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 33 revelarlos más que a María, ha glorificado su independencia y majestad sujetándose a esta Virgen amable en su concepción, en su nacimiento, en su presentación al templo, en su vida oculta de treinta años, hasta en su muerte, a la cual Ella debía asistir, para no hacer con Ella más que un solo sacrificio, y para ser inmolado por la propia voluntad de Ella al Padre Eterno, como en otro tiempo Isaac por el consentimiento de Abraham a la voluntad de Dios. Ella es únicamente la que lo ha amamantado, alimentado, sostenido, educado y sacrificado por nosotros». Y como si el mismo Beato se sorprendiese de lo que acababa de escribir en el § 16 que antecede, llama la atención a sus lectores para hacerles notar que de gran importancia divina debe ser esta perfecta dependencia de Cristo a María cuando el mismo Autor divino de los Sagrados Evangelios no la ha querido dejar desconocida. He aquí las palabras del maestro montfortiano en el número 17: «Oh admirable e incomprensible dependencia de un Dios que aun el Espíritu Santo no ha podido pasar en silencio en el Evangelio, no obstante habernos ocultado casi todas las cosas admirables que esta Sabiduría encarnada hizo en su vida oculta, para mostrarnos su valor y gloria infinita. Mayor gloria ha dado Jesucristo a Dios su Padre por la sumisión que tuvo a María durante treinta años, que la que le hubiese granjeado convirtiendo a todo el mundo por medio de las maravillas más grandes que hubiese operado. ¡Oh que gloria tan subida damos a Dios, cuando para agradarle, nos sometemos a María a ejemplo de Jesucristo que es nuestro único modelo!». Si la mayor gloria dada por Jesús a Dios ha sido la de su dependencia a María, ¿será posible que nosotros excogitemos otra mayor? Luego, en la más perfecta imitación de esta dependencia del Hijo divino a la Madre Inmaculada consiste la más sublime perfección de la santidad. Luego este es el camino para formar el perfecto devoto de María según dice el Beato que se propuso al escribir su libro de La verdadera devoción a María Santísima. Luego éste es el riquísimo manantial en donde han de beber los que deseen ser verdaderos hijos y esclavos de María. En los número 18 y 19 sigue el Beato confirmando la misma doctrina. He aquí las palabras: «Si examinamos de cerca la vida de Jesucristo veremos que ha querido comenzar sus milagros por María. A San Juan le santificó en el seno de su madre Santa Isabel por la palabra de María pues, apenas María habló, quedó santificado Juan, siendo éste el primer y mayor milagro de la gracia que Jesús dio. En las bodas de Caná convirtió el agua en vino a los humildes ruegos de María, y este fue el primer milagro de naturaleza. Por María ha comenzado y continuado sus milagros y por María los continuará hasta el fin de los siglos».
  • 34. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 34 Todo por mediación de María. Ella es el puente apercibido por Dios desde toda la eternidad para enlazar la tierra con el cielo, el hombre con Dios, lo natural con lo sobrenatural, el pecador con la gracia, el justo con la perfección, el perfecto con la gloria. Aunque, para realizar estos místicos desposorios, haya sido preciso que Ella, ora con su inmaculada virtud, obligue a Dios a desposarse realmente en su seno purísimo con la Humanidad haciéndose hombre como nosotros, ora eleve al hombre por el amor hasta encerrarlo en ese mismo tabernáculo inmaculado y, allí, con sorpresa del mismo Dios, permítaseme la frase, cada hombre se despose con el Hijo divino de María en inefable lazo de amor. Cuando, con nuestro amadísimo vidente, contemplamos a María como fundamento de la relación santificadora entre Cristo y los hombres, aparece a nuestra vista la imagen del divino Esposo estrechando a la singular inmaculada Esposa de los Cantares entre sus filiales brazos, mientras la Madre del amor hermoso acaricia misericordiosa a los predestinados y, así enlazados todos, con amor indisoluble cantan eternamente la gloria del Dios Creador, Redentor y Santificador. Jesucristo continuará hasta la consumación de los siglos haciendo los milagros de la naturaleza y de la gracia por María y el Espíritu Santo continuará formando en Ella y por Ella la innúmera multitud de los escogidos, consoladora verdad que expresa el montfortiano maestro en el número 20 de su libro con estas palabras: «El Espíritu Santo, que es estéril en la Divinidad, pues que no produce a ninguna persona divina, se ha hecho fecundo por el concurso de María con quien se ha desposado. Con Ella, en efecto, en Ella, y de Ella, ha producido su obra maestra, que es un Dios hecho hombre, produce todos los días hasta el fin del mundo a los predestinados, miembros del cuerpo de esa Cabeza adorable, y he aquí por qué, cuanto más habitualmente encuentra él en una alma a María, su querida e indisoluble Esposa, tanto más activo y poderoso se muestra para producir a Jesucristo en esta alma y a esta alma en Jesucristo». Y así ha formado y formará desde Adán y Eva hasta el Bautista y desde éste hasta el último predestinado de todos los siglos. Por esta razón donde quiera que admiréis un santo será a través de los encantos de María y cuanto más sorprendente sea la santidad de su alma, más deslumbrarán vuestros ojos los destellos luminosos de las gracias marianas. Hace, en fin, en la primera parte del § 21, último de este artículo 2º, una salvedad teológica que nos contentaremos con reproducir por no dejar palabra del Beato que no saboreen nuestros lectores. Dice así: «Esto no es decir que la Santísima Virgen dé al Espíritu Santo la fecundidad como si Este no la tuviera, porque, siendo Dios, tiene la fecundidad o la capacidad de producir lo mismo que el Padre y el Hijo, aun cuando no la reduzca al acto y no produzca a ninguna otra persona». /
  • 35. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 35 Por último, en la segunda parte de este mismo número 21 vuelve a decir lo mismo que ya ha dicho en el párrafo anterior, y también nos dijo en el número 15 y nos repetirá mil veces, añadiendo la nota de ignorancia de que acusa hasta a los más sabios y espirituales de los cristianos, y que, de no tener esta repetición otra causa que la justificara, ella sola pudiera ser suficiente. Estas son sus palabras: «Aquí pretendo decir que el Espíritu Santo, por el intermedio de la Santísima Virgen, de quien se ha dignado servirse a pesar de no haber tenido de Ella necesidad absoluta, redujo al acto su fecundidad produciendo en Ella y por Ella a Jesucristo y a sus miembros, misterio de la gracia, que desconocen hasta los más sabios y espirituales de los cristianos». Es desconocido, por supuesto, de los que no son verdaderos cristianos, de los protestantes y jansenistas, sin duda, pero es lo más doloroso que hasta los más sabios y espirituales cristianos también lo ignoran. Esto es, desconocen que en María y por María produce el Espíritu Santo a Jesucristo y a los predestinados. Ignorancia que, salvo mejor parecer, me atrevo a entender de estos dos modos o como expresa la letra, y en este caso se podría entender de una ignorancia más bien moral o práctica que intelectual, pues, ¿qué cristiano ignora el misterio de la Encarnación? A no ser que la tal ignorancia se refiera a lo de producir el Espíritu Santo en María y por María a los miembros de Jesucristo. Más esta ignorancia podríase predicar de los indoctos y poco piadosos, nunca de los cristianos sabios y espirituales. Por no explicarme bien esta frase en los sentidos dichos me atrevería a interpretarla si no se creyera que trato de hacer decir a nuestro Beato más de lo que él intenta, que, la tal ignorancia, puede referirse al desconocimiento, y hasta impugnación que se hacía en aquellos tiempos, de que esta fecundidad reducida al acto por el Espíritu Santo produciendo en María y por María a Jesucristo y a sus miembros, la realiza en Ella tal y como ha de ser esta conocida cuando llegue la época de María, esto es, en la Inmaculada desde el primer instante de su ser, no en la Virgen santificada como afirmaba la sentencia de los doctos. En cuanto a esta interpretación, unusquisque in suo sensu ábundet. Lo que sí hemos nosotros de afirmar es que esta fecundidad, reducida al acto en nuestros tiempos, supone el reino de María Inmaculada en el mundo, precursor y casi simultáneo del reinado de Cristo, que se manifestara Rey especialmente en su vida Eucarística.
  • 36. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 36 Capítulo I Artículo III DIOS QUIERE SERVIRSE DE MARÍA EN LA SANTIFICACIÓN DE LAS ALMAS CÓMO PROCEDEN LAS TRES PERSONAS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD CON MARÍA EN LA IGLESIA En este apartado primero del artículo III, que empieza con el número 22 del Beato Luis María, siguiendo su modo usual, expresa una de esas sentencias, que bien pudiéramos llamar principios montfortianos de la teología mariana. Dice así: «La conducta que las tres Personas de la Santísima Trinidad han observado en la Encarnación y en la primera venida de Jesucristo, la siguen todos los días de una manera invisible en la santa Iglesia y la seguirán hasta la consumación de los siglos en la última venida de Jesucristo». Por lo que hace a nuestro humilde propósito, decimos que este principio tiene esta trascendencia: la Beatísima Trinidad quiso valerse de María Inmaculada para que se realizase la Encarnación del Verbo y la redención del mundo y ahora, cuando lleguen los tiempos especialmente marianos que han de venir, seguírase por Dios en la Iglesia el mismo camino. Esto es, darse a conocer o encarnarse en las almas mediante el conocimiento de la Reina Inmaculada, y así lo hará en ésta y en todas las nuevas apariciones morales que la augusta Trinidad haya de hacer de su Cristo hasta el fin del mundo. O más claro si se quiere, siempre que falte el conocimiento y amor de Cristo en la sociedad habrá de ser retornado a la misma mediante el conocimiento y amor a la Inmaculada. Para dar a estas palabras toda la fuerza que en sí tienen apela nuestro Beato a exponer cómo cada una de las Personas de la Santísima Trinidad han hecho de María, como dicen los santos, el gazofilacio de todas las gracias, lo que se ha de reconocer a fortiori, pues si en Ella y por Ella nos dio a su Hijo hecho hombre, autor y merecedor de todas las gracias, con mayor razón nos habrá de dar, mediante Ella, cualquiera otra gracia, sea la que fuere, pues siempre será inferior a la de darnos a Cristo. Así lo expresa palmariamente en el número 23 que dice así: E.R. 28
  • 37. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 37 «Dios Padre reunió en un lugar todas las aguas y las llamó mar, reunió en otro todas las gracias y las llamó María. Este gran Señor tiene un tesoro o depósito riquísimo en donde ha encauzado todo lo que hay de más bello, brillante, rico y precioso, incluso su propio Hijo, y este tesoro inmenso no es otro que María, a quien los santos llaman el Tesoro de Dios, de cuya plenitud son enriquecidos los hombres». Nos hace saber después nuestro Beato cómo el Hijo de Dios se ha complacido en depositar y comunicar por medio de Ella todo cuanto Él ha recibido de su Padre, y merecido por sí mismo, con estas terminantes palabras en el número 24: «Dios Hijo ha comunicado a su Madre todo lo que Él adquirió durante su vida y muerte, sus méritos infinitos y sus virtudes admirables, haciéndola tesorera de cuanto su Padre le dio en herencia, por Ella aplica sus méritos a sus miembros, les comunica sus virtudes y distribuye sus gracias. Ella es el canal misterioso, el conducto por donde Él hace pasar dulce y abundantemente sus misericordias». Y esta plenitud de gracias depositadas en María para que Ella con toda libertad las comunique a los hombres la expresa con más precisión aún, cuando expone esta misma Doctrina en relación con el Esposo Divino. He aquí el número 25: «Dios Espíritu Santo ha comunicado a María, su fiel Esposa, sus dones inefables escogiéndola por dispensadora de todo lo que Él posee, en forma que Ella distribuye a quien Ella quiere, cuanto Ella quiere, como ella quiere, cuando Ella quiere, todos sus dones, sus gracias. Y jamás se concede a los hombres ningún don del cielo que no pase por sus virginales manos. Tal es la voluntad de Dios, que ha querido que nosotros lo tuviéramos todo en María para que así sea querida, ensalzada y honrada del Altísimo, la que se empobreció, humilló y ocultó hasta el fondo de la nada por su profunda humildad durante toda su vida. Estos son los sentimientos de la Iglesia y de los Santos Padres». Estas últimas palabras de nuestro Beato expresan bien claramente que es doctrina siempre aceptada por la Iglesia, y para que más claramente se entienda así, agrega el número 26 que dice: «Si yo hablase a los espíritus fuertes de este tiempo me extendería en probar por la Sagrada Escritura y los Santos Padres lo que acabo simplemente de afirmar, trayendo al efecto sus pasajes latinos y también por otras razones sólidas que se podían ver largamente expuestas por el R. P. Poiré en su Triple corona de la Santísima Virgen, pero, como hablo particularmente a los pobres y a los sencillos que por tener más buena voluntad y más acendrada fe que el común de los sabios, creen con más simplicidad y mérito, me contento con declararles llanamente la verdad, sin detenerme en citarles las autoridades latinas, que ellos no entienden, aunque no por eso deje totalmente de aducir algunas, si bien, empero, sin hacer grandes esfuerzos por buscarlas».
  • 38. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 38 Como quiera que nosotros no pretendemos hacer exposiciones teológicas para demostrar todas las proposiciones sentadas por nuestro amadísimo Vidente, prescindimos de hacerlas a este lugar común de la Teología Mariana, y por lo que toca a la cuestión de la Mediación Universal Actual con que se concreta esta doctrina, está ya tan magistralmente tratada por maestros de la Compañía de Jesús, especialmente en estos momentos, que sería de todo punto extemporánea nuestra intromisión en este asunto. Nosotros, ganosos no más que de inspirarnos en el espíritu que animaba al Beato Grignion, tenemos muy bastante con anotar en este punto que él expresa con meridiana claridad en este artículo III, cómo Dios nada nos dará sin María, relacionando de esta manera, con sencillísimo artificio, todo lo que lleva dicho hasta aquí, para acercarse paulatinamente y de modo irrefutable a las consecuencias que al final de este primer capítulo ha de deducir y que son el núcleo principal de todos sus esfuerzos y el blanco de todas sus miradas. Y como no creemos que sea superfluo hacer en dos palabras el resumen de lo dicho hasta aquí por el Beato, recordaremos que bien puede reducirse de este modo: Dios hizo a María Inmaculada para venir por Ella a nosotros y darnos por Ella todas las gracias necesarias para nuestra vida temporal y eterna. No satisfecho nuestro mariano Profeta con habernos mostrado cuanto quiso Dios enriquecer a la Inmaculada Reina dándonos a conocer la suprema largueza de cada una de las divinas Personas para con Ella, y como si lo dicho en nuestro artículo anterior hubiera sido la primera jornada, y al final de ella hubiera reposado su espíritu dice, «Continuemos», previniendo al propio tiempo al lector para que fije bien su mente en el nuevo camino que va a recorrer, porque esta nueva senda es la que le ofrece el seguro derrotero para entrar con su alma llena de todos los tesoros en el inmenso mar de sus amores: en la Esclavitud a María. El Beato Luis en el número 27, de su obra, que es el que hoy nos toca examinar en primer término, da comienzo por otro teológico principio, evidente y sencillísimo, que le sirve de fundamento para luego deducir cuanto nos obliga someternos a la Esclava del Señor. Dice así nuestro Vidente: «Como la gracia perfecciona a la naturaleza y la gloria perfecciona la gracia, es muy cierto que Jesucristo es todavía en el cielo el Hijo de María en la misma forma y grado que lo fue en la tierra y, por consiguiente, que le viene conservando aquella sumisión y obediencia propia del más perfecto de todos los hijos con respecto de la más buena de todas las madres». Et erat subditus illis, dice de Jesús la Sagrada Escritura sintetizando en esta frase la obediencia del Hijo del hombre a José y a María. Luego ahora en el cielo vive Jesús siendo, respecto del Santo patriarca y de la Madre divina, más perfectamente obediente, tanto más cuanto el estado de gracia es inferior al estado de gloria. O de otro modo, si E.R. 29
  • 39. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 39 se quiere, podremos expresar esta misma dependencia diciendo que Jesús está hoy obligado a María cuanto exigen la naturaleza, la gracia y la gloria. La ley natural con su apretado nudo, la gracia con sus delicadezas y la gloria con su orden esencial, han supuesto e impondrán eternamente la subordinación del hijo a la madre y, por consiguiente, de Cristo a María en cuanto que ésta lo llevó en sus entrañas y lo lactó con sus pechos, sin que esto implique contradicción con la omnipotente y soberana voluntad del Hacedor, pues si Él, Jesús, se somete como el más perfecto de todos los hijos, Ella, María, manda comola más perfecta de todas las madres, y la perfección exige la transformación en Dios, y la altísima perfección de María supone desde el primer instante de su ser la más semejante transformación de Ella en Él, y, por lo tanto, las manifestaciones del pensamiento y de la voluntad y de la sensibilidad en Cristo y en María son iguales, si se tiene en cuenta la diferencia de perfección de la unión hipostática a la unión maternal. Así es que la que estaba unida, o mejor dicho, transformada perfectamente en Dios aquí en la tierra, bien podía mandar a su Hijo, Dios y hombre, porque nada mandaría el Hijo en cuanto hombre, que no estuviera en perfecta conformidad con el Unigénito del Padre. De aquí podemos concluir que, al obedecer Jesús a su Madre, se obedecía a Sí mismo, o mejor, obraba conforme al plan por Él mismo determinado desde toda la eternidad, de nacer de Madre para salvar al hombre caído, y María era la que marcaba la visible orbita que Jesús había de recorrer desde la Encarnación hasta la Cruz. Y porque es así continúa diciendo nuestro Beato: «Guardémonos, sin embargo, de ver en esta dependencia algún rebajamiento o imperfección en Jesucristo, porque María, siendo infinitamente inferior a su Hijo, que es Dios, no le manda como una Madre terrena puede mandar a su hijo, que está por debajo de ella, sino que María, como está toda transformada en Dios, por la gracia y la gloria que transforma en Él a todos los santos, ni pide, ni quiere, ni hace nada que sea contrario a la eterna e inmutable voluntad de Dios». Y cuando ha explicado nuestro gran maestro, el por qué no es depresiva para la dignidad de Cristo esta dependencia, nos enseña cómo deben entenderse los textos de los santos y doctores en los cuales afirman que María impone su voluntad hasta sobre Dios con estas palabras: «Cuando leemos pues, en los escritos de San Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura etc., que en el cielo y en la tierra todo, hasta el mismo Dios, está sometido a la Santísima Virgen, entendemos que la autoridad que Dios se ha dignado concederla es tan grande, que parece que Ella tenga el mismo poder de Dios y que sus oraciones y súplicas son tan poderosas para con Dios que valen como mandatos para la majestad divina, la cual jamás se resiste a los ruegos de su querida Madre porque Ella es siempre humilde y en todo está conforme con la voluntad del Señor».
  • 40. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 40 Termina, por fin, el Beato Luis este número 27, con una comparación de la que a fortiori se deduce la suprema potestad de María, en cuanto que ruega o manifiesta sus deseos delante de Dios. He aquí sus palabras: «Si Moisés, por la fuerza de su oración, detuvo la cólera de Dios sobre los Israelitas de una manera tan poderosa que el Altísimo, e infinitamente misericordioso Señor, no pudiendo resistirle le pidió que le dejase encolerizarse y castigar a aquel pueblo rebelde, ¿qué deberemos pensar, con más razón, de las súplicas de María, la humilde digna Madre de Dios? Que son más poderosas ante su majestad que los ruegos y las intercesiones de todos los ángeles y santos del cielo y de la tierra». Y porque, ante Dios, es más poderosa que todos los ángeles y santos del cielo y de la tierra, por eso, continúa diciendo el Beato haciendo una gradación descendente, estas palabras: «María manda en los cielos sobre los ángeles y los bienaventurados. En recompensa de su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y el oficio de llenar de santos aquellos tronos vacíos de donde cayeron por orgullo los ángeles apóstatas. La voluntad del Altísimo que exalta a los humildes es que el cielo, la tierra y los infiernos se rindan, de grado o por fuerza, a los mandatos de María a quien Él ha constituido soberana del cielo y de la tierra, generala de sus ejércitos, tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, obradora de sus grandes maravillas, reparadora del género humano, medianera de los hombres, exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compañera suya en las grandezas y en los triunfos». María, pues, manda a Cristo, a los ángeles y a los santos, y esta potestad es recompensa de su humildad. Así es siempre el espíritu cristiano porque Jesús se humillo y obedeció, recibió un nombre que es solo inferior al de Dios, y potestad, por ende, sobre toda criatura, aún sobre el Cuerpo del Señor, porque Ella, libremente se lo ministró, y, por lo tanto, Cristo es el hijo de las entrañas de María, hueso de sus huesos y carne de su carne. Y en este lazo cautivó la Inmaculada al Verbo Divino, y eternamente vivirá cautivo en las delicias de estar entre los hijos de los hombres, de los que es Madre la misma Madre de Él. Y porque fue humilde, Dios la ha exaltado, según nos acaba de enseñar nuestro ardentísimo Vidente. En resumen, María es Reina porque no quiso ser más que la Esclava del Señor y el Rey infinito hízose esclavo en María y por María, principalmente, para recrearse en tenerla por Reina y Madre. Conviene no olvidar que en este primer párrafo del artículo III de La verdadera devoción de nuestro Vidente, hemos hecho hasta ahora dos consideraciones. En la primera tratamos de cómo la Beatísima Trinidad da a María cuantas gracias quiere dar a los hombres para que Ella las distribuya. En la segunda, o sea en E.R. 30
  • 41. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 41 el número anterior de nuestra Revista, consideramos, con el Beato Luis, a María mandando sobre Jesús con el derecho que le da la naturaleza, al hacerla el Verbo su Madre, y con la perfección que añade a este fundamental derecho la gracia y la gloria deduciendo, como irrefragable consecuencia, que María manda sobre todas las criaturas del cielo y de la tierra. Y en este artículo hemos de seguir estudiando la acción de la augusta Trinidad con María en la Iglesia. Y así dice nuestro Maestro mariano en el número 29 que nos toca anotar: «Dios Padre quiere crearse hijos por María hasta la consumación del mundo, y por Eso la dice estas palabras: In Jacob iahabita… (Eccl. XXIV, 13), habita en Jacob. Es decir, haz tu morada y residencia en mis hijos, los predestinados, figurados por Jacob, y no en los hijos del diablo, los réprobos, figurados por Esaú». En el lenguaje monfortiano muy bien podría haber hecho la anterior afirmación nuestro Beato, diciendo: Si Dios Padre quiso que su Unigénito fuese Hijo de María para salvar al mundo fundando la Iglesia, también quiere que todos los que han de ser hijos de Dios, conformándose con la imagen de Cristo, sean hijos de María. Estos son los predestinados. Y no es mucho decir ciertamente que la que tuvo y tiene el tesoro de todas las gracias de la Trinidad y las reparte según su voluntad, mandando por su derecho natural de Madre sobre Cristo y sobre ángeles y bienaventurados, tenga también ese mismo derecho sobre todos los viadores que son predestinados, por el mismo título de ser Madre así mismo de todos y de cada uno de ellos, dejando así sentado, una vez más nuestro Vidente, que María tiene títulos harto sobrados para ser Reina y Señora de los hombres predestinados. Y por eso dice que María hace su morada en los hijos de Dios, figurados por Jacob, y no en los hijos del diablo, los réprobos, figurados por Esaú. Y para comprobar que Dios quiere que María sea Madre de los hombres en el orden sobrenatural, nuestro Beato vuelve a tomar motivo de la generación natural y dice: «Así como en la generación natural hay un padre y una madre, también en la generación sobrenatural hay un padre, que es Dios, y una madre, que es María. Todos los verdaderos hijos de Dios y predestinados tienen a Dios por padre y a María por madre, y quien no tiene a María por Madre no puede tener a Dios por Padre. He aquí porque los réprobos, lo mismo que los herejes, cismáticos, etcétera, que odian o miran con desprecio o indiferencia a la Santísima Virgen, no tienen a Dios por Padre, aunque se gloríen de tenerle, porque no tienen a María por Madre, pues, si la tuviesen como tal, la amarían y honrarían como todo buen hijo ama naturalmente y honra de verdad a la madre que le dio el ser». Luego todo hombre que quiere salvar su alma debe obedecer a María, porque esta es su Madre, y los hijos, la primera, principal y fundamental obligación que tienen para con sus padres es la de obedecerlos, y si tal es el deber que impone la naturaleza, perfeccionado queda doblemente en el estado de gracia y en el de gloria.
  • 42. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 42 Por este motivo no es tenido por hijo de Dios el que no obedece, reverencia y ama a María, antes al contrario, en eso se distinguen los que son réprobos. He aquí las palabras de nuestro Vidente, expresas en el número 31: «El signo más infalible e indudable para distinguir a un hereje, a un hombre de perversa doctrina, a un réprobo, de un predestinado, es que el hereje y el réprobo desprecian o se muestran indiferentes con la Santísima Virgen, procurando por sus palabras y ejemplos disminuir su culto y amor unas veces manifiesta y otras ocultamente y, aún en ocasiones, con pretextos aparentemente santos. ¡Ay! Dios Padre no ha dicho a María que establezca en ellos su morada porque son los Esaús». Si la voluntad de Dios Padre de crearse hijos en María se manifiesta, según el Beato Luis María, en las palabras, In Jacob inhabita, no menos clara ve nuestro Vidente la voluntad de Dios Hijo de encarnarse en los predestinados mediante María en estas otras que el mismo sagrado texto dice a continuación: in Israel haereditare, toma a Israel por herencia. Terminantes son las palabras que el gran Maestro mariano pone en boca del Unigénito dirigidas a su Inmaculada Madre. Helas aquí en el número 32 de La verdadera devoción. «Dios Hijo quiere formarse, o por decirlo mejor, encarnarse, todos los días por medio de su querida Madre en todos sus miembros, por eso la dice, in Israel haereditare..., (Ecc l. XXIX), toma a Israel por herencia, que es como si dijera: Dios Padre me ha dado en herencia a todas las naciones de la tierra, a todos los hombres, buenos o malos, predestinados o réprobos. A los unos los conduciré con la vara de oro, a los otros con la vara de hierro, de aquéllos seré padre y abogado, de éstos celoso vengador, de todos seré juez, pero Vos, querida Madre mía, sólo tendréis por herencia y posesión a los predestinados que están figurados por Israel y, como buena Madre suya, les daréis la vida, los alimentaréis, los amaréis y, como soberana, los conduciréis, los gobernaréis y los defenderéis». El Hijo de Dios ha recibido, en efecto, todas las naciones de la tierra por herencia de manos de su eterno Padre, y si éste quiere crearse, mediante María, hijos adoptivos entre los hombres, natural es que Dios Hijo los ponga en manos de su Madre como a hijos de ella y, por ende, hermanos de Él por la gracia, para que los ofrezca como tales a Dios su Padre. Y para que así sea, el Unigénito realiza en el alma de los predestinados la encarnación accidental o infusión de su gracia y espíritu para proporcionarlos a Él, o hacerlos semejantes a Él, hasta transformarlos en Él, y consumarlos en esta transformación haciéndoles nacer en la gloria en donde, como hijos de Dios y de María, reinarán con Cristo, porque siendo hermanos de Él por la naturaleza y por la gracia, heredarán con Él la gran merced de la inmortal fruición de la beatísima
  • 43. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 43 Trinidad. Luego los predestinados hijos de María, dependen de su Inmaculada Madre con más razón que dependió nuestro divino hermano Jesucristo. Esta misma relación de hijos de María y, por lo tanto, sujeción de los predestinados a Ella es también querida por el Espíritu Santo, y así lo expresa el número 33 de La verdadera devoción: «El Espíritu Santo dice que un hombre y un hombre ha nacido en Ella, Homo et homo natus est in ea, (Ps. 86, 3.), y, según la explicación de algunos Padres, el primer hombre que ha nacido de María es el Hombre Dios, Jesucristo, y el segundo es un hombre puro, hijo de Dios y de María por adopción. Si Jesucristo que es la cabeza de la humanidad nació en Ella, los predestinados, que son los miembros de esa cabeza, deben también, como consecuencia necesaria, nacer de Ella. Una misma madre no puede producir la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza, de lo contrario lo que esa madre diera a luz sería un monstruo de la naturaleza. De igual modo, en el orden de la gracia, la cabeza y los miembros nacen de una misma madre, y si un miembro del cuerpo místico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de otra madre que no fuese María, que ha producido la cabeza, no sería un predestinado, un miembro de Jesucristo, sería un monstruo en el orden de la gracia». En una palabra, el Espíritu Santo que formó a Jesucristo, la Cabeza, en María, quiere formar a los predestinados miembros del cuerpo místico de Cristo, también en Ella. En el artículo anterior de nuestra Revista nos hizo ver nuestro Beato cómo la Trinidad augusta quiere valerse de María para que, en Ella, se formen los predestinados, esto es, como si en Ella hubiera formado el divino Santificador el troquel de la santidad y, por esta razón, detiénese especialmente el Maestro montfortiano en la obra del Espíritu Santo realizada mediante María para santificar las almas, y continúa tratando el mismo asunto desde el número 34 de La verdadera devoción, como si quisiera hacer un apéndice final a este largo § 1º del artículo III, que tratarnos, con la ayuda de María, de terminar ahora. Considerando nuestro Vidente a la Santísima Virgen como el árbol de la vida y a Jesucristo como el fruto de él nacido por obra y gracia del Espíritu Santo, nos hace estudiar nuestra santidad como efecto de la posesión de este fruto en nosotros, y como de Ella es el fruto, de Ella es el efecto que este divino manjar produce en las almas. O sea, a Ella debemos el sabor y olor de Cristo que hay en los predestinados, por lo que el Esposo divino se regala en apacentarse entre nosotros, pues transformados en Cristo, ya que de Él nos alimentamos, seremos, delante de Dios, como rica parcela de lirios, por habernos transformado en el que es flor de los campos y lirio de los valles. Dice nuestro Beato en este párrafo alegando un testimonio de San Agustín, que el Águila de Hipona se excedió asimismo al hablar, como en seguida veremos, pero nosotros no tenemos inconveniente en afirmar que ambos volaron en el mismo exceso E.R. 31
  • 44. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 44 en este caso, y que volaron tan alto que, tras las nubes que traspasaron, diéronle a la caza alcance, haciéndonos presentir en la Madre Inmaculada de Cristo, Salvador de la humanidad, a la Reina de la Eucaristía, glorificadora de cada alma en especial. Si nosotros nos excedimos en nuestro juicio, perdónesenos esta falta, pues sabido nos es que tanto se peca por carta de más como de menos. Regálense las almas de nuestros sabios y piadosos lectores, saboreando este número 34 de la Verdadera devoción. Dice así: «Además de esto, como Jesucristo, es ahora, lo mismo que antes, el fruto de María, según repiten millares de veces cada día el cielo y la tierra, Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús, es muy cierto que Jesucristo, para cada hombre que le posee en particular, es el fruto de la obra de María de la misma manera y con la misma verdad que lo es para todo el mundo en general, por manera que si algún fiel tiene a Jesucristo formado en su corazón, puede atreverse a decir gracias mil a María, porque lo que yo poseo es un efecto y su fruto, y sin Ella jamás le gozaría. Y a Ella se la pueden aplicar, con más verdad que San Pablo se las aplicaba a sí propio, estas palabras: Quos iterum parturio donee farmetur Christus in vobis. Yo produzco todos los días a los Hijos de Dios, hasta que Jesucristo, mi Hijo, sea formado en ellos en la plenitud de su edad». San Agustín, excediéndose asimismo y a lo que yo acabo de decir, afirma que «Todos los predestinados para ser conformes a la imagen del Hijo de Dios, mientras permanezcan en este mundo, están ocultos en el seno de la Santísima Virgen, en el cual están guardados, se alimentan, se sostienen y se desarrollan, merced a esta buena Madre, hasta que Ella los saca a la luz de la gloria después de la muerte que es, con toda propiedad, el día de su nacimiento, como la Iglesia llama a la muerte de los justos. ¡Oh misterio de gracia desconocido de los réprobos!». Y para confirmar más hondamente esta verdad de que Dios quiere formar a los predestinados en María, pone en boca del Espíritu Santo estas palabras, contenidas en el número 35: «El Espíritu Santo quiere formarse en Ella y por Ella sus elegidos, por eso la dice: In electos mes mite radices… Echad, amada y Esposa mía las raíces de todas vuestras virtudes en mis escogidos para que crezcan de virtud en virtud y de gracia en gracia. Tanta, es la complacencia que hallé en vos, mientras en la tierra os ejercitáis en la práctica de las más sublimes virtudes que aun deseo encontraros en la tierra, sin que ceséis de estar en el cielo. Reproducíos, a este fin, en mis elegidos, sea yo en ellos con agrado las raíces de vuestra fe invencible, de vuestra humildad profunda, de vuestra mortificación total, de vuestra oración sublime, de vuestra caridad ardiente, de vuestra esperanza firme y de todas vuestras virtudes. Vos sois en todos los momentos mi Esposa tan fiel, tan pura
  • 45. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 45 y tan fecunda, como siempre, deme fieles vuestra fe, deme vírgenes vuestra pureza, deme elegidos y templos vuestra fecundidad». Y como si por momentos se acrecentara la embriagadora emoción que sintiera en su alma nuestro inspirado Beato, parece que, ensimismado en sí mismo, se regala en la contemplación de la purísima fecundidad de María, engendrando en las almas las bellezas de la predestinación, manifestadas en los místicos encantos de la más alta santidad, y entonces exclama: «Cuando María ha echado raíces en un alma, obra allí las maravillas de la gracia, que sólo Ella es capaz de producir, porque sólo Ella es la Virgen fecunda que jamás ha tenido ni tendrá semejante en pureza y en fecundidad». ¡Qué sublime elevación de miras! Nuestro admirable beato no hallaba punto alguno de comparación entre la pureza y fecundidad de María y la de las demás almas, y con muy sobrada razón, pues, por mucha que haya sido la virginidad de cada uno de los santos y santas que han engendrado hijos para el cielo, ¿habrá modo de compararlos siquiera con estas mismas virtudes en María? Castos y fecundos fueron los padres anacoretas de los desiertos, castos y fecundos San Benito y San Bernardo, San Francisco de Asís y Santo Domingo, San Ignacio de Loyola y San Pablo de la Cruz, y tantos y tantos otros padres de pléyades de santos. Y castas y fecundas fueron Santa Paula, Santa Francisca romana y Santa Brígida. Vírgenes y madres de miles de hijas fueron Santa Clara y Santa Catalina, Santa Teresa y la venerable madre Silva, pero, ¿qué otra cosa son todos estos santos y santas en su pureza y fecundidad que débiles destellos en comparación de la más brillante luz solar? ¿No es la Madre por excelencia, la Madre de Jesús la que engendra en su inmaculado seno la vida de la gracia de todos, absolutamente de todos, los santos? Y como si todo lo que hasta aquí ha escrito no fuese bastante, el inspirado vidente, como arrastrado por la fuerza de su amor, en el orden del espíritu, llego hasta dar en el núcleo de sus amores, en primera expresión de sus ideales más amados y, fundándose como siempre, en lo más, deduce como consecuencia la ejecución de lo menos, que es el objeto de sus ansias y profecías. Y así continúa diciendo con creciente entusiasmo en el número 37: «María ha producido con el Espíritu Santo la cosa más grande que ha habido y habrá jamás, que es un Dios Hombre. Por tanto, Ella producirá las mayores cosas que habrá en los últimos tiempos. A Ella están reservadas la formación y la educación de tos grandes santos que saldrán hacia el fin del mundo, pues sólo esta Virgen singular y milagrosa es la que puede realizar, en unión del Espíritu Santo, las cosas singulares y extraordinarias». ¿Quién no ve en estas proféticas palabras, un espontáneo fulgurar de la vivida lumbre que ilumina y guía toda la vida de nuestro Beato amadísimo?
  • 46. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 46 Solidísimo fundamento es éste de todos los deseos montfortianos y brevísima síntesis en donde, como en intenso foco, hace vislumbrar la restauración del mundo mediante los grandes santos que ha de formar el amor a María en los últimos tiempos, o en los tiempos que han de venir, o en la segunda venida de Cristo, según la diversidad de expresiones que el Beato emplea, como quiera que esta segunda venida de Jesús a los hombres no ha de hacerse por María sola, sino por el Espíritu Santo mediante su celestial Esposa, por eso termina este apartado I del artículo que estamos estudiando con estas palabras: «Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la ha encontrado en un alma, vuela allí, entra plenamente, se comunica a esta alma con abundancia, en cuanto ella da cabida a su Esposa, y una de las principales razones por las que el Espíritu Santo no hace a veces maravillas estupendas en las almas es porque Él no encuentra allí una unión bastante grande con su fiel e indisoluble Esposa. Y digo indisoluble Esposa, porque, desde que este Amor substancial del Padre y del Hijo se ha desposado con María para producir a Jesucristo, el jefe de los elegidos, y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, porque Ella ha sido siempre fiel y fecunda». Es evidente lo que enseña el Beato. Cuando entre los nombres y María haya una unión suficiente, según el querer divino, el Espíritu Santo hará maravillas estupendas en las almas, pues, sólo por este medio, Jesucristo será engendrado en los predestinados, como lo ha sido hasta aquí. CONSECUENCIAS María reina de los corazones I Epílogo de lo que ha dicho anteriormente nuestro Beato es el primer párrafo en que ahora nos hemos de ocupar, que es el 39, según el orden que nosotros seguimos, teniendo en cuenta la preciosa obrita que comentamos y de la que ya hemos hablado más de una vez a nuestros lectores, traducida por nuestro muy respetable amigo el P. Jesús María de Orihuela, capuchino de Totana. Decimos que este párrafo es un epílogo de lo dicho hasta aquí porque en cuanto deduce, con la sencillez que lo caracteriza, la primera consecuencia que el Beato desea anotar para robustecer esta conclusión, la funda sobre todas las razones que antes ha ido estudiando y que ya hemos nosotros manifestado a nuestros lectores. He aquí la consecuencia: «De lodo lo dicho debemos concluir que María ha recibido de Dios un gran dominio sobre las almas de los elegidos». Leamos cuales son los antecedentes que le hacen deducir ese consiguiente: E.R. 32
  • 47. La verdadera devoción a la Santísima Virgen – Luís María Montfort de Grignion – Primera Parte FEDERICO SALVADOR RAMÓN 47 «Porque no puede establecer en ellos su morada, según el Padre se lo ha ordenado, formarlos, alimentarlos y producirlos a la vida eterna como su madre, tenerlos en herencia y en porción, formarlos en Jesucristo y a Jesucristo en ellos, echar en sus corazones las raíces de sus virtudes y ser la compañera indisoluble del Espíritu Santo para todas las obras de la gracia». Y constante siempre en su manera de ir argumentando a fortiori, deduciendo con fuerza ineludible que los derechos dados a María sobre Cristo con más razón los debe tener sobre los hombres, corrobora de nuevo ésta su primera consecuencia diciendo: «No puede, digo, hacer todas estas cosas si no tiene derecho y dominio sobre sus almas por una gracia singular del Altísimo que, habiéndola dado potestad sobre su Hijo único y natural, se la ha concedido también sobre sus hijos adoptivos, no solo en cuanto al cuerpo, lo cual sería poco, sino también en cuanto al alma». En el párrafo que sigue, el 40, para más determinar el dominio de María sobre los hombres especialmente en lo que se refiere a la vida espiritual del hombre, pone otro principio mariano general como fundamento, cual es el expresado en estas palabras: «María es reina del cielo y de la tierra por gracia, como Jesús es su Rey por naturaleza y por conquista». Después, para referir el dominio o realeza de María al interior del hombre, nos recuerda otra verdad evidente en el mundo de la fe con estas palabras: «luego, si el reino de Jesucristo consiste principalmente en el corazón y en el interior del hombre, según estas palabras, el reino de Dios está dentro de vosotros, también el reino de la Santísima Virgen está principalmente en el interior del hombre, es decir, en su alma». Ve aquí que María es la Reina de las Almas, o lo que es lo mismo, vive con Jesús y con la beatísima Trinidad en el último centro de nuestro espíritu, en la última y más perfecta de las moradas que diría Santa Teresa. Y allí recibe con el Rey divino los homenajes que las almas le ofrecen en las sublimes muertes místicas de sus terrenos afectos, de su apego a las criaturas, de su amor propio. Ella impone con su derecho de Reina el ofrecimiento de todas las cosas sacrificadas por amor de Dios y arranca con mano blanda, pero eficacísima en su obra, toda ligadura sensible o espiritual de los hombres con las criaturas y consigo mismo, recogiendo Ella misma en inefable joyero su inmaculado corazón, aquellos sacrificios, pruebas inequívocas del divino amor, para que en Ella los vea el Rey, y en Ella, y por Ella le sean gratos, y, por ende, glorificadores de Dios en el más alto grado. Y por este motivo, por ser María la reina del interior de los hombres, y Ella la que ordena esa vida interior, y Ella quien la recibe para ofrecerla al Rey, concluye nuestro Vidente este número 40 de esta manera. «Esta es la razón, porque Ella es en unión de su Hijo, más glorificada en las almas que en todas las criaturas visibles, pudiéndola, por consiguiente, llamar con los santos Reina de los corazones».