1. Provincia Franciscana de la Asunción de la Ssma Virgen del Rio de la Plata
Encuentro Regionales de los CEF
Tafì del Valle/Tucumán
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Eje Temático: “El hombre es lo que es
ánte Dios y no más”
Introducción
Si nos preguntamos “¿quién soy para que pienses en mí?” (sal 8) estoy seguro que esa
pregunta radical nos llevará a una respuesta igualmente radical, como aquella que un buen día
encontrara san Francisco: “cuanto es el hombre ante Dios, eso es y no más”. Adm 19.
Según San Buenaventura1
esta frase es una de las sentencias que le gustaba repetir a
Francisco, de quien la habría tomado el autor de la Imitación de Cristo y Leyenda Mayor 6,1.
Veámoslo en paralelo.
Admonición 19
2
Leyenda Mayor 6,1
3
Imitación de Cristo III
4
«Bienaventurado aquel siervo que,
cuando es engrandecido y ensalzado
por los hombres, no se tiene por
mejor que cuando lo juzgan por vil,
simple y despreciable. Porque
cuanto es el hombre delante de
Dios, tanto es y no más. ¡Ay de
aquel religioso que, colocado por
otros en algún lugar alto, por su
voluntad no quiere bajarse! Y
bienaventurado aquel siervo que
contra su voluntad es puesto en
lugar alto y siempre desea estar bajo
los pies de los otros»
La humildad, guarda y decoro de
todas las virtudes, llenó
copiosamente el alma del varón de
Dios. En su opinión, se reputaba un
pecador, cuando en realidad era
espejo y preclaro ejemplo de toda
santidad. Sobre esta base trató de
levantar el edificio de su propia
perfección, poniendo -cual sabio
arquitecto- el mismo fundamento
que había aprendido de Cristo. Solía
decir que el hecho de descender el
Hijo de Dios desde la altura del seno
del Padre hasta la bajeza de la
condición humana tenía la finalidad
de enseñarnos -como Señor y
Maestro, mediante su ejemplo y
doctrina- la virtud de la humildad.
Por eso, como fiel discípulo de
Cristo, procuraba envilecerse ante
sus ojos y en presencia de los
demás, recordando el dicho del
soberano Maestro: Lo que los
hombres tienen por sublime, es
abominación ante Dios (Lc 16,15).
Solía decir también estas palabras:
«Lo que es el hombre delante de
Dios, eso es, y no más». De ahí que
juzgara ser una necedad envanecerse
con la aprobación del mundo, y, en
consecuencia, se alegraba en los
oprobios y se entristecía en las
alabanzas.
Señor Dios mío, Tú eres todos mis
bienes. Y ¿yo quién soy para
atreverme a hablarte?. Yo soy tu
pobrísimo servidor y como
insignificante gusanito mucho más
pobre despreciable de lo que sé y me
atrevo a decir.
Recuerda Señor, sin embargo, que
nada soy, nada tengo y nada valgo.
Tú solo eres Bueno, Justo y Santo,
Tú todo lo puedes, todo lo das, todo
lo llenas, dejando vacío solo al
pecador.
Acuérdate de tu misericordia, y llena
mi corazón de tu gracia porque no
quieres que tus obras sean vacías.
¿Cómo podré tolerarme en esta vida
miserable si no me reconfortas con
tu misericordia y tu gracia?. No
apartes tu rostro de mí (Sal 27,9) no
demores más tu Visita, no retires tu
consuelo no vaya a ser mi espíritu
como tierra sin agua (Sal 143,6).
Señor, enséñame a cumplir tu
voluntad enséñame a vivir en Tu
presencia con dignidad y humildad;
porque Tú eres mi sabiduría, de
verdad me conoces, y me conociste,
antes que el mundo existiera y antes
que naciera yo.
1
Colección hno Francisco. Los escritos de Francisco y Clara. Textos y apuntes de lectura. Nro.40. pag 181
2
Colección hno Francisco. Marti Avila i Serra. “Los ojos del Espiritu”. Nro39. Comentario a las Admoniciones de
San Fco de Assis. Ed. Fca. Arantzazu. 2001. Pag. 147
3
BAC. San Francisco de Asis. Escritos y biografías. Documentos de la época. 8va Edición.
4
http://curas.com.ar/Documentos/Kempis/Kempis.htm#Cap%C3%ADtulo_III_LAS_PALABRAS_DE_DIOS
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Eje Central: la humildad
Una de las características importantes de la vida de fraternidad es la de la humildad, ya
que expresa una manera de ser y de relacionarse consigo mismo, con Dios y con los otros. De
hecho, muchas veces se ha malentendido el sentido de la humildad, debido acaso a la misma
ambigüedad del término; a veces ha sido entendida como debilidad, de la actitud de quien
inclina la cabeza y calla, de quien, lleno de complejos, se siente inferior a los otros.
En la antigüedad
En la antigüedad no era considerada como una virtud, más bien era considerado como
un vicio, ya que impedía al hombre conocerse a sí mismo (ética de Nicodemo) es el vicio de los
débiles, de los pusilánimes, de aquellos que no tienen agallas para luchar, para afrontar la vida.
En los místicos
Jan de Ruusbroec, decía que quien ha sido capaz de ir al fondo de su propia pobreza, ha
contemplado su nada, su impotencia, y se ha percatado de su profunda incapacidad de
crecimiento, y, constatándolo, ha aceptado sus muchas limitaciones y defectos, ese tal va
surcando el valle de la humildad. Postrado ante su propia pobreza y reconociendo su necesidad
extrema, en actitud de súplica se presenta humilde ante el Señor misericordioso.
La humildad
La humildad es un estilo de vida. El amor se hace pequeño por respeto a la libertad de la
persona y de Dios. La humildad es la fuente de la que procede la verdadera comunión con Dios.
La tradición patrísticas (padres de la Iglesia) subraya la importancia de la humildad, ya que sin
ella cualquier esfuerzo, cualquier obra buena o virtud se degradan. Si falta la humildad no
queda posibilidad de silencio interior y de vacío en pensamientos y deseos. En la medida que la
humildad desaparece de la vida interior, falta la quietud y, en consecuencia, el verdadero
conocimiento y amor de Dios. Ser humilde no significa simplemente considerarse nada; implica
también aceptar en paz las humillaciones que proviene de los otros.
La humildad en Francisco
En la Admonición 19 nos está diciendo con claridad cómo debe comportarse el
verdadero siervo de Dios: con humildad, a ejemplo de Jesús, sabiendo que para ser grande
entre los discípulos debe uno hacerse pequeño y servidor de todos. Para Francisco la humildad
está en la verdad; la humildad no depende de lo que los hombres dicen o piensan de nosotros,
sino de lo que el hombre es ante Dios: cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más.
Para Francisco está también claro que no podemos tener una verdadera experiencia de
Dios sino somos conscientes de nuestro vacío, de nuestra nada; por supuesto que se trata de un
vacío psicológico, no ontológico (el ser); es decir, se trata de que sepamos disminuir nosotros
mismos en nuestro propio yo, pues a la luz infinita de Dios, el hombre desaparece, por así
decirlo.
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En que consiste la humildad
Ante todo, en el descenso de Dios hacia el hombre, en el don total de Padre celestial a
toda criatura; y en el acto mediante el cual el hombre se vacía de sí mismo para entregarse
confiadamente al amor de Dios.
Implica también que nosotros debemos despojarnos de Dios, si de Dios, es decir, de las
imágenes que dé El nosotros nos hemos formado; quien posee a Dios no es pobre. El pobre no
sujeta a Dios, no se apropia de Él, y solo así puede Dios venir a nosotros.
La humanidad
Cuando alguien experimenta la duda o el desconcierto, la primera reacción es saber qué
pasa. Este esfuerzo de comprensión es necesario, pero hay que hacerlo con paciencia, sabiendo
que no podemos comprenderlo todo. Para ser verdaderamente humanos, debemos aprender a
convivir con la duda y la imprecisión. Estas no pueden ser abolidas ni por la razón ni por la fe.
La filosofía del siglo XX, especialmente con Levinas, nos mostró que una respuesta a
nuestro enigma se puede encontrar en la alteridad: los seres humanos somos de naturaleza
social, de tal modo que sabemos quiénes somos en el sacramento del hermano; para saber quién
soy yo, necesito el testimonio del otro, de quien no soy yo.
Desde la perspectiva de Francisco de Asís, ese Otro que interpela nuestra identidad, y
que por lo mismo nos dice quiénes somos, no es otro sino Dios: “cuanto es el hombre ante Dios,
eso es y no más”. El conocimiento profundo y último de la identidad personal es un Coram Deo
(ante Dios), sólo en el encuentro cara a cara con Dios se encuentra la respuesta radical a una
pregunta radical. Sólo puede ser verdadero el Dios que nos hace verdaderos, el que nos permite
encontrar nuestra verdad: “Cuanto es el hombre ante Dios, eso es y no más”.
Hermano Universal
El hermano Francisco se sabe diferente al hermano sol y la hermana luna, al hermano
lobo y a la oveja… Hay algo más, algo que le permite llamar hermano al sol o cantar a
la hermana luna, esa verdad superior tiene como fundamento el propio evangelio: “A todos los
que le recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios” (Jn. 1,12). Precisamente porque
Francisco se sabe hijo amado del Padre se considera hermano del universo.
Esta constitución filial, que nos permite vivir en la alteridad y trascender, está
íntimamente unida a la libertad. Si bien es cierto que normalmente “el hombre propone y Dios
dispone”, también es cierto que hay momentos en la vida en los que “Dios propone y el hombre
dispone”, como bien decía san Agustín, “el que te creó sin ti, no te puede salvar sin ti”. Tanto
la salvación como el amor son una decisión personal, no en vano se han constituido en requisito
indispensable para unir a una pareja en matrimonio. El amor no puede forzarse ni obligarse pues
es don de sí. Y lo mismo podemos afirmar del amor divino. Para que el amor sea verdadero, es
necesaria la reciprocidad, el encuentro de dos amores, de dos libertades.
Precisamente porque el amor implica la libertad, siempre habrá la posibilidad del
rechazo. Sartre, por ejemplo, afirma que aunque Dios existiera, no quisiera tener nada que ver
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con él, porque le impide ser él mismo, valerse por sí mismo, realizarse y comprenderse5
. Es lo
mismo que Feuerbach afirmaba cuando decía que el hombre, al inventarse un Dios, se había
despojado de las cualidades que le constituían como hombre, para atribuírselas a Dios6
. La
forma más radical de ese rechazo es la llamada muerte de Dios, proclamada para que el hombre
viva sin esa presencia que porque le quita su libertad resulta asfixiante y mortífera.
¿Quién es el hombre ante Dios? “Es un ser poco inferior a un dios, ha sido coronado de
gloria y dignidad y se le dio el mando sobre la creación”. Aquel que para comprenderse ha
llamado a la puerta del Altísimo, ha encontrado una respuesta asombrosa: “tú eres mi hijo
amado, eres capaz de acogerme y de participar de mi vida”.
Vulnerábilidád desde distintás mirádás
El concepto: Vulnerable (del latín vulnus, herida, -abilis, que puede, y –dad, cualidad
de) se refiere a una persona que se encuentra en una condición de vulnerabilidad, es decir, que
esa persona es susceptible de sufrir un daño físico, sufrimiento emocional, una pérdida
material o incluso la muerte.
Según Robert Castel, quien plantea que “la vulnerabilidad, está en relación con las
condiciones en que se desarrolla el trabajo y la fragilidad de los soportes relacionales”7
. Según
él, las situaciones marginales llegan después de un largo proceso de desenganche con relación al
trabajo y con relación a la inserción relacional. Las posibilidades de inclusión del joven también
pasan por integrarse no solo al sistema escolar sino también al laboral, sobre todo cuando las
necesidades básicas son apremiantes.
Desde el Psicoanálisis: la vulnerabilidad estaría relacionada con el predominio y
cristalización del modo de funcionamiento del inconsciente escindido y dichas manifestaciones
se expresan clínicamente tanto por la precariedad de recursos del YO para procesar la actividad
fantasmática y enfrentar sucesos vitales, como por la tendencia al acto-descarga comportamental
y/o somática .
Para el filósofo Karl Jaspers, el ser humano, como toda entidad mundana, es
vulnerable. Esta vulnerabilidad, que es inherente a su condición, puede ser asumida y apropiada
de modo consiente. “De todo lo viviente, el hombre es el único que sabe de su finitud”.8
Según Pascal, la grandeza el hombre está en el reconocimiento de su fragilidad
ontológica: “La grandeza del hombre es grande porque sabe de su finitud; un árbol no sabe de
su finitud; pero es ser grande saber que se es finito y contingente”.9
5 Cf.nJ.P. Sartre, El Existencialismo es un humanismo”, Barcelona, 1985.
6 Cf. Feuerbach, La esencia del cristianismo, Salamanca, 1975
7
Robert Castel Los desafiliados. Precariedad del Trabajo y vulnerabilidad relacional. Bs. As. ESPRIT (la
cuestión social) sept. 1999
8
Introducción a la filosofía, Barcelona, Círculo de lectores, 1989,59.
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Con un lenguaje aristotélico podríamos decir que el ser humano es potencialmente capaz
de asumir reflexivamente su propia vulnerabilidad y también la condición vulnerable de los
demás que forman parte de su mundo relacional. Esta potencialidad puede hacerse efectiva (se
pone en acto) en determinados momentos del itinerario biográfico de la persona, y que son los
momentos donde el hombre toca los límites de su propia existencia (los fracasos, las crisis, los
conflictos, la enfermedad, la muerte).
Paul Valadier, si el ser humano es vulnerable es porque es un ser de carne y porque esta
puede ser afectada, tocada en su pasividad por lo que sucede y que no depende de ella.10 Se
pone de relieve otra dimensión constitutiva del ser humano: la sensibilidad. Nos sentimos
vulnerables porque nos experimentamos dependientes y afectados, a merced de algo distinto a
nosotros mismos y que no podemos controlar o dominar al menos en su totalidad. Nos sentimos
vulnerables porque no estamos blindados frente a la vida y sus acontecimientos, sino abiertos a
la afectación (desnudez).
Entrar en relación desde la vulnerabilidad supone que nuestra apertura a los otros pasa por
la posibilidad de ser heridos e incluso a través de las mismas heridas. De este modo la
vulnerabilidad nos es ofrecida como la condición de posibilidad para salir de uno mismo e ir al
encuentro del otro, recreando y reforzando los lazos sociales del cuidado fraterno y de la
convivencia pacífica entre los hombres, como del respeto, la admiración, la reverencia y la
celebración frente a la creación.
El sufrimiento y lá vidá como escuelá
Cuando alguien pide ayuda es porque por alguna razón está sufriendo, de alguna,
manera, en algún plano, y no sabe qué hacer con ello. Entonces, ¿Cómo ayudar a quien esta
sufriendo?
Desde el principio de nuestra existencia, nos encontramos con el dolo. Ya está presente
en el acto de nacer –pasar por un estrecho canal y perder la vivencia oceánica de total
protección y abastecimiento. Luego toda nuestra vida esta mechada con momentos de dolor, ya
sea físico, emocional o mental, dolor propio y el de ver sufrir a nuestros semejantes.
En las diferentes etapas de la vida varia lo que causa el dolor, pero la vivencia del dolor
prácticamente siempre nos acompaña, en un plano u otro, nos demos cuenta o no. Puede tener
diferentes matices, según la herida que lo provoca y según la persona. La respuesta de cada
persona a un dolo también puede variar según su umbral, su sensibilidad, su susceptibilidad, su
historia personal y su compresión. El objetivo hacia el cual dirigimos nuestra ayuda es
justamente profundizar la compresión y actuar en correspondencia con ello.
9
Pascal, B., Pensamientos 114.
10
En su artículo “Apologie de la vulnerabilité” Études 414, 2 (février 2011), pp. 199-210. (Citado por
Anaut M. “Incidencias antropológicas y culturales de las nuevas tecnologías” en CARTHAGINENSIA,
Vol XXVIII, 2012).
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La gama de hechos por los cuales sufrimos en amplia y diversa. Por ejemplo:
Enfermedad propio o de un ser querido.
Un examen.
Sentimiento de culpa.
Alguna pérdida.
La imagen de sí mismo.
Etc.
¿Qué tiene en común estos sufrimientos? Que lo que sucede no se corresponde con lo que
creemos que está bien, que debe ser, que es la felicidad. Básicamente, sufrimos cuando ocurre
algo que no nos gusta, no lo esperábamos y/o rechazamos.
A veces, evaluamos el sufrimiento del otro según nuestra escala de valores y consideramos, por
ejemplo, que sufrir por una mascota tiene menos importancia que sufrir por una enfermedad. Sin
embargo, nadie puede juzgar cuán grande o cuan pequeño es en dolor, hasta donde mueve los
cimientos de una persona y hasta donde puede ser y es insoportable.
Un adolecente puede suicidarse y el motivo que aduce es “porque” obtuvo malas notas y teme la
reacción de sus padres, una mujer “porque” su marido la abandono. Y, por otro lado, un
sobreviviente de campos de exterminio y un niño víctima de crueldades pueden desarrollar una
respuesta vital que nos sorprende por su coraje y sabiduría.
¿Qué hacemos ante el sufrimiento? (vulnerabilidades, fragilidades)
Frecuentemente, cuando aparece el dolor, tratamos de “hacer algo” con el con la intensión
de aliviarlos. En general, se trata de quitarle intensidad y de no sentirlo tal como es. Es probable
que tratemos de esquivarlos o de suprimirlos cuanto antes.
1. Una modalidad es la negación: no queremos oír la mala noticia. (NO, no puede ser…
podría tratarse de un error… abre escuchado mal…) y tratamos de buscar diversiones,
charlas, lecturas, comidas etc. Es decir, se busca acallar el sentir por cualquier miedo.
Incluso, podemos buscarnos otro dolor con el cual distraernos, más tolerable o
diferente, con tal de no sentir aquel que, de todos modos, estará presente.
2. Otra es el enojo: desviamos la atención del dolor y lo ocultamos con la rabia y la
indignación.
3. Buscar culpables es otra manera de intentar aliviar la percepción del dolor.
4. Otra es apegarnos al él. Abrazarlo como una cruz, instalarnos en el papel doliente, con
resignación o indignación, sintiéndonos víctimas y teniéndonos lastima, reclamando
lastima de los toros o creyéndonos con más derechos que los demás por estar doloridos.
5. Otra manera de apegarnos al sufrimiento es deprimirnos, dejarnos languidecer,
convertir el dolor en un modo de vida, lo que constituye otra manera de hacerse atender
por los demás, sin entrar en contacto con el verdadero dolor.
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Como ayudar al que sufre
Cuando escuchamos a alguien que está sufriendo (ya sea a alumnos o padres) y nuestra
intención es ayudarlo, ponemos en juego la concepción filosófica de cada uno (o
institucional/franciscana).
Una premisa para poder acompañar al que sufre es resonar con su dolor. Y con esta
resonancia, poder inferir las conexiones más profundas junto con la persona que lo está
padeciendo: el porqué de ese dolor, donde se origina y a que aspectos de su vida remite.
¿Por qué ayudar y desde dónde? Porque un punto clave de la compresión y visión de
hombre (antropología franciscana) desde la mirada franciscana es: La Presencia: entendida
como la vinculación con lo otro con los otros, a partir del reconocimiento de su singularidad, de
su propia trayectoria vital, sin la cual la formalidad humana sería simple imposición normativa o
acción solipsista11
. Y desde un comportamiento fraternal: es desde éste que se puede
reconocer la presencia de la otredad, la relación con ella, el encuentro y el acogimiento. La
fraternidad es la garantía franciscana de la vinculación humana con Dios, con los otros y con la
naturaleza.
La vida como escuela
Ayudar y ayudarse en el dolor, sufrimiento, fragilidades, en las vulnerabilidades es
comprender el sentido de las existencias desagradables que a cada uno les toca vivir, y aprender
de ellas; es lograr ver que en cada situación hay una lección de vida, un aprendizaje posible y es,
también, hacer algo útil con ese dolo. Claro que también sucede con las experiencias gozosas.
Es decir, si aprendemos de nuestras experiencias de vida, van a ser ellas las que nos
enseñan más que nada, más ningún libro o terapia alguna. La vida misma se convierte en
maestra, y es su sabiduría la que nos acompaña a cada paso.
Aprender a aceptar la vida tal cual es, a decodificar sus señales, a leer sus mensajes
sutiles y casi ocultos es un arte que tiene que ver con la ayuda.
La vida como maestra, no habla de aprender directamente de ella y de que es la vida
misma la que nos trae toda la información que necesitamos para comprender y desplegarnos.
11
Doctrina filosófica que defiende que el sujeto pensante no puede afirmar ninguna existencia salvo la
suya propia.