El autor critica que la escuela, al igual que la sociedad, somete a los individuos a rituales y normas que restringen su capacidad de elegir y aprender por sí mismos. Los estudiantes no crean su propio conocimiento sino que solo memorizan lo que les enseñan, en lugar de poder construir sus propios aprendizajes. La escuela debería dar más importancia a los estudiantes que a los profesores y tener menos normas para fomentar la creatividad individual.