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EL DOMINGO I
(I) INTRODUCCIÓN
"La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la
Resurrección de Cristo, celebra el Misterio pascual cada ocho días, en día llamado con
razón "día del Señor" o domingo. En este día los fieles deben reunirse a fin de que, es-
cuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la
Resurrección y la gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que los "hizo renacer a la viva
esperanza por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos" (I Petr. 1, 3). Por esto el
domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse la piedad de los fieles, de
modo que sea también día de alegría y de la liberación del trabajo. No se le antepongan
otras solemnidades, a no ser que sean de veras de suma importancia, puesto que el domingo
es el fundamento y núcleo de todo el año litúrgico" (Constitución de Sacra Liturgia" Nº.
106).
(II) EL HECHO HISTÓRICO
En los primeros siglos, los cristianos aparecían como gente que se reunían un día
fijo; este hecho es comprendido como una de las particularidades que los caracterizan.
San Justino describe este día de la siguiente manera: " El día que se llamaba día del sol,
todos los que vivían en las ciudades y en el campo se reunían en un mismo lugar"
(Apología I, 67,3).
No solamente se reunían los cristianos que habitaban en las ciudades, sino que los
fieles rurales se desplazaban para acudir a la asamblea.
Esta reunión semanal estaba prescrita en uno de los primeros documentos cristianos,
la Didajé o Doctrina de los Doce Apóstoles: "Reuníos en día dominical del Señor", (n.
14). Parece cierto que en tiempo de los Apóstoles estaba bien establecido el uso de la
asamblea cristiana, si se tiene en cuenta la manera mediante la que el libro de los
Hechos, en el capítulo 20, introduce el episodio de Tróade: "el primer día de la semana
nosotros estábamos reunidos para partir el pan".
De 1ª Cor. 11-14; San. 2, 1-4; Hb. 10, 25 o más tarde en las cartas de S. Ignacio de
Antioquía, se deducen tres elementos característicos:
a) Los cristianos son personas que se reúnen periódicamente,
b) La realización de estas asambleas es semanal,
c) El día de la semana en que tiene lugar la reunión se llama "primer día de la sema-
na" según la costumbre judía, la costumbre cristiana lo denomina "día del Señor", "día
digno el Señor", "día dominical".
A) LA CELEBRACIÓN SEMANAL
La división de siete días o "semana" era una tradición muy antigua: parece que los
Hebreos lo habían recogido de los pueblos orientales; la revelación mosaica hizo que
ella sea una de las partes del culto divino; la otra es el año. La semana encuentra, dentro
del primer capítulo del Génesis, su ratificación definitiva, recordando cada uno de los
primeros días el hecho de la creación; el séptimo, sábado, día de descanso, propone a
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Dios mismo que "descansó de todo el trabajo que había hecho". Para el Deuteronomio,
el sábado era también la conmemoración semanal de la liberación de los hebreos y de su
salida de Egipto.
Se sabe de la importancia que tiene el sábado en la piedad judía de la época de Jesús.
Es, pues, normal que las primeras generaciones cristianas, nacidas del judaísmo,
permanecieran fieles al sábado. Pero a pesar de esto, los cristianos rompieron con el
sábado y, a veces, de manera muy fuerte, pues el sábado forma parte de la antigua
estructura, la de las figuras, "la sombra de las cosas por venir" (Col. 2, 6-17) y esta
estructura desde ahora está abolida. Guardar el sábado sería, pues, "judaizar", del mismo
modo que practicar la circuncisión: "no caigas en el judaísmo pues Jesús te ha librado
definitivamente" (Cirilo de Jerusalén, catequesis 4, 37; PG 33, col. 501).
Para probar la superioridad del domingo sobre el sábado se recurría a la Escritura:
citando Is. 1. 11-13 el autor de la carta de Bernabé afirma que Dios no puede soportar
los novilunios y los sábados y no quiere los sacrificios. Para este autor Dios acepta la
celebración del octavo día en el que creará, como el alba, un mundo totalmente
renovado. Por este motivo los cristianos deben celebrar el octavo día, es decir el inicio
de la semana, como alba de una nueva creación, al principio de la cual Jesús ha sido
resucitado de entre los muertos (cf. Bernabé 2, 5 y 15, 7-9 S.II). Ignacio de Antioquía
(s. 110) presenta la novedad del cristianismo reflejada en la ruptura con el sábado y sus
prescripciones y en la vivencia del domingo con sus consecuencias.
A partir de estos testimonios resulta muy difícil encontrar en el sábado judío el
origen del domingo. La única coincidencia entre el sábado judío y el primer día de la
semana de los cristianos es el ritmo semanal de celebración y su coloración litúrgica.
Con todo, los primeros cristianos de origen judío no se sintieron desligados de la
observancia del sábado de la noche a la mañana.
Los elementos significativos del sábado judío y del domingo cristiano son distintos:
SÁBADO DOMINGO
* Día santificado por el final de las obras
divinas y complacencia de Dios en las
obras creadas (Gn 2, 1-2; Prov 8, 27-31)
* Recuerdo de la liberación de Egipto. * Día del encuentro y del reconocimiento
del resucitado (nuevo éxodo).
* Día de reposo absoluto.
* Día dedicado al culto, a la lectura de la
Torah y a la alabanza divina.
* Fracción del pan, con lectura de las
Escrituras que se refieren al Resucitado y
otros signos de comunión fraterna.
Hasta entrado el s. IV el domingo no fue día festivo, ni se conoce otra celebración
dominical fuera de la Eucaristía (excepto la reunión matutina de alabanza que refiere
Plinio, Epist. ad Trianum X, 96, 7). Después de la declaración del domingo como día
festivo por el emperador Constantino en el 321, se inició un proceso de "sabatización"
del domingo: se le aplicó al domingo lo relativo al descanso en el día séptimo. Con todo
la prohibición de trabajar en domingo nunca ha tenido el sentido de imitación del reposo
divino, ni ha sido considerado como un precepto-síntesis de la voluntad divina, ni
anticipo del reposo escatológico.
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Esto hace muy difícil tomar el sábado judío como el origen del domingo cristiano,
aunque sin duda, ha habido a lo largo de los siglos una influencia del sábado sobre el
domingo.
B) LOS NOMBRES DEL DOMINGO
a) Primer día: este nombre le da al domingo una doble resonancia. Por una parte nos
recuerda el comienzo de la creación del mundo, cuando el "primer día" Dios creó la luz
(Gén 1, 3-5), y por otra, este día ha quedado marcado por el inicio de la nueva creación,
la resurrección de Jesús.
b) Día del sol: Justino llama al domingo "día del sol" (Apología I, 67). Pero no
triunfó este nombre en el uso cristiano primitivo, aunque muy bien hubiera podido ser
"bautizado", entendiendo el título del sol referido a Cristo, la luz verdadera que Dios ha
enviado a la humanidad, el "Sol que viene de lo alto" (Lc. 1, 78).
c) Día octavo: Al llamarlo así, los Padres ponían relieve que es el día que sucede al
septenario, que lo trasciende, que es el día nuevo, incapaz de quedar encerrado en nues-
tro concepto del tiempo. El domingo se convierte en una imagen de la marcha dinámica
hacia la escatología, proyectando nuestra historia hacia adelante. Día "octavo" habla de
plenitud y a la vez de anticipo. El nombre del "día del Señor" es el que nos asegura que
la plenitud de su presencia está en el "hoy" de nuestra celebración y de nuestra historia.
El domingo condensa en sí mismo toda la Historia de la salvación en el "hoy" de cada
semana.
d) El día señorial o día del Señor: Es el nombre más específicamente cristiano, que
ya encontramos en Apocalipsis 1, 10. Este nombre, que refiere directamente el domingo
al Señor resucitado, es el que va a tener más éxito y se convertirá en la motivación no
sólo de la reunión eucarística en este día, sino de un estilo cristiano de vida.
C) EL DOMINGO EN LA PASTORAL Y EN LA TEOLOGÍA DE LOS
PADRES
"En todo lugar y en todo el país" los cristianos se reúnen desde los orígenes para ce-
lebrar el domingo, como ya en el s. III afirmaba Felipe, Discípulo de Bardesanes de
Edesa (m. 222). Los padres reciben, animan e ilustran teológicamente esta tradición uni-
versal que arranca del día de la Resurrección del Señor.
Los textos patrísticos sobre e domingo son numerosos y de un gran contenido teoló-
gico y pastoral.
El domingo es el día de la Resurrección sobre todo: en "anastásimos", como lo
llaman los griegos; es celebrado como si fuera el mismo día en que el Señor resucita (S.
Ambrosio, In Lucam 7,25).
Los Padres entienden el reposo del domingo como una abstención de las obras
pecaminosas. Comparan también los Padres el domingo con el sábado. Este es criticado
por san Agustín según la observancia judía: "Los judíos pasan su sábado en una especie
de ociosidad corporal, lánguida, floja y voluptuos. Nuestro reposo cristiano aparta de las
obras malas; el suyo aparta de las obras buenas y saludables.
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Un autor anónimo oriental de la época patrística resume muy bien el pensamiento de
los Padres: "El día santo del Señor es memorial del Señor. Es por lo que se le llama día
dominical porque es el Señor de los días. Antes de la pasión del Maestro no se le
llamaba dominical, sino primer día. En aquel día, en efecto, el Señor estableció el
fundamento de la creación; igualmente aquel día, el dio al mundo las primicias de la
resurrección; en aquel día ordenó celebrar los santos misterios" (Pseudo-Eusebio de
Alejandría, sermón 16 sobre el día del Señor PG 86, 416).
Indistintamente los Padres nos hablan de la resurrección, de la fiesta de Pascua, del
domingo, hasta de la era escatológica y de la Parusía. Todo esto no constituye más que
un solo y único misterio, la gran realidad mística del octavo día que debemos realizar
cada domingo en el culto.
En los testimonios de los cuatro primeros siglos se destacaron los valores teológicos
del domingo, pero no el descanso. Tampoco se acentuó el nexo que pueda tener nuestro
día de fiesta con el tercer mandamiento, el que manda santificar las fiestas con el
descanso. Autores como S. Agustín hicieron lo posible para entender el descanso de un
modo simbólico y metafórico, y no quiso hacerlo derivar del mandamiento del AT.
Después de la conversión de Constantino y de las consiguientes reformas sociales y
religiosas, se dio un cierto proceso de "sabatización" respecto al domingo cristiano: se
aproximó su comprensión a la del antiguo sábado, sobre todo en lo referente al descanso
semanal que fue legislado cada vez con mayor minuciosidad.
D) EL DOMINGO EN LA EDAD MEDIA
En el s. IX se introduce un elemento de profundo significado litúrgico en la
celebración dominical: la aspersión con agua bendita. La ordenación del obispo se
mantiene en domingo, pero las de los presbíteros y demás se trasladan al sábado de
témporas por la mañana. El domingo no era por los difuntos, su momento se suprime en
los "Órdines Romani" del s. VIII porque a los que mueren en domingo, Cristo mismo
les da el reposo.
En la edad media las fiestas de los santos entraron en clara competencia con la
celebración dominical. Se restableció el uso de arrodillarse en domingo en los
monasterios de Pedro el Venerable (1158).
En la línea de la sabatización del domingo se proclamaron números decretos
episcopales que urgen el descanso y la asistencia a la misa. Hay un proceso de precisión
en cuanto al precepto desde el s. VI al XII. El primer concilio que prescribió la
obligatoriedad de la misa dominical entera fue el Agde (a. 506). La ley civil corroboraba
las prescripciones episcopales.
La mentalidad medieval y carolingia en concreto tiende a un retroceso hacia los
esquemas del AT. Su mentalidad podría resumirse así: si el sábado era observado en la
Ley antigua, cuanto más deben los cristianos cumplir el precepto dominical.
La escolástica no significó un avance en la comprensión teológica del domingo, más
bien en una inflexión respecto al pensamiento patrístico. Los grandes teólogos
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escolásticos hablan del domingo al explicar el tercer mandamiento del decálogo.
¿Obliga, se preguntan, a los cristianos?.
E) DESDE LA CONTRA REFORMA HASTA EL MOVIMIENTO
LITÚRGICO.
Lutero rechazó la apelación al AT para justificar la observancia del descanso
dominical.
No hizo ninguna consideración sobre el misterio y la sacramentalidad del domingo.
La pobre teología medieval privó a Lutero de descubrir el verdadero misterio del día del
Señor.
Un medio para captar la orientación tridentina y la Cotrarreforma católica sobre el
domingo es el catecismo de San Pío V publicado para los párrocos en 1566. León XIII,
Pío X y Pío XI lo elogiaron y difundieron.
El catecismo trata el domingo al explicar el tercer mandamiento del Decálogo. Su
exposición es deudora de la teología medieval, se funda sobre todo en el AT, cuyas
prescripciones sobre el sábado intenta aplicar al domingo, no con rigidez sino con
espíritu cristiano. El descanso prima sobre el culto; las referencias a la eucaristía son
más bien escasas.
La tendencia individualista de la "devoción moderna" se introdujo en la relación del
hombre con Dios y que por tanto se introdujo en la práctica dominical. El carácter
comunitario de las antiguas asambleas dominicales cede ante un deber, impuesto sólo al
cristiano practicante.
La falta de una celebración litúrgica, consecuente con la gran Tradición de la Iglesia,
influyó sin duda en la decadencia del domingo.
Los primeros tiempos del movimiento litúrgico arrastran el lastre de la
"individualización" del domingo. Los pioneros se preocuparon sobre todo del año
litúrgico y en él de los ciclos de Pascua y Navidad. El movimiento pastoral litúrgico se
esforzó en promover la participación de los fieles en la misa, sobre todo del domingo,
seguida de los misales traducidos. De ahí empezó a revalorizarse la misa dominical en
la mente de los fieles más sensibles por la liturgia.
Fue s. Pío X con la constitución "Divino afflatu" de 1911 y el Motu propio "Abhinc
duos annos" de 1913 quien marco la línea ascendente en la revalorización del domingo,
por encima de otras fiestas concurrentes sobre todo del santoral.
F) EL DOMINGO DESPUÉS DEL VATICANO II
Una manera fácil de re-actualizar la teología sobre el domingo es leer el artículo 106
de la Sacrosanctum Concilium. Aquí aparece una descripción muy estudiada de las
dimensiones del domingo que hemos heredado desde la primera generación:
* El hecho mismo de una tradición heredada de la comunidad apostólica, desde el
mismo día de la primera pascua.
* El domingo celebra el misterio pascual cada ocho días.
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* El nombre que se prefiere es el "día del Señor".
* Es el día de la reunión de los fieles de la comunidad.
* Para escuchar la palabra de Dios,
y celebrar la eucaristía.
* hacer memoria del misterio de la pascua del Señor.
*Consecuencia: el domingo es para la comunidad cristiana viva esperanza, fiesta
primordial, día de alegría y descanso.
* Prioridad sobre otra celebración.
* Fundamento y núcleo de todo el año litúrgico.
La teología conciliar supone el domingo como el día que es sacramento de la pre-
sencia de Cristo. Presencia que implica un doble aspecto, de presente y de futuro.
El aspecto teológico fundamental del domingo, tanto en los testimonios de los prime-
ros siglos como en los actuales, es la recuperación de esa verdad que el Señor resuci-
tado está siempre presente en su comunidad, pero desde la primera generación aparece
con particular énfasis la fuerza de su presencia el día domingo, que viene presentado
como el día del encuentro de la comunidad cristiana con su Señor. Esta es la perspectiva
radical del domingo, de la que se derivan todas las demás: cada ocho días los cristianos
celebramos el memorial de la victoria pascual de Cristo.
La asamblea dominical nos va educando a una conciencia más viva de Iglesia, a un
sentido más profundo de pertenencia, a un compromiso de construcción de la
comunidad, que no es una realidad conquistada ya, sino un proceso de maduración a
partir de la convocatoria de Cristo y de la animación del Espíritu.