1. EL HADA DE LOS DESEOS
Kate era un joven muy simpática y de un corazón bondadoso. Todos los días
recorría la ciudad con su varita en mano en busca de algún niño o niña al cual
pudiera hacer feliz.
Katherine, como ya habrás imaginado, no era una joven común y corriente: Kate
era una hada, un hada de la felicidad.
Día tras día, al caer la noche, la joven hada tenía que ir a la reunión de las hadas
de la felicidad, en dicha reunión todas sus compañeras contaban aventuras y
experiencias respecto a lo que les había ocurrido en el día y a los niños que les
habían cumplido deseos.
Nuestra pequeña amiga, se iba todas las noches muy triste, porque nunca podía
contarles nada, ya que en nunca había conocido a alguien que la necesitara
realmente. Siempre encontraba niños que pedían dinero o juguetes nuevos y
costosos. A pesar de que Kate les cumplía los deseos no dejaba de sentirse triste
porque los niños pedían cosas materiales.
Tras mucho pensarlo, Kate encontró una posible solución, y es que nunca había
ido a buscar más allá de la ciudad, en la cual la mayoría de los niños tenían todo
lo que sus padres les podían comprar y eso los hacia felices, aparentemente.
La mañana siguiente, con una energía renovada gracias a su descubrimiento,
decidió que ese día iría al pueblo llamado Tecpan a probar suerte. Tras unas
horas de vuelo por fin llego al pueblo. No tardó mucho en encontrar a unos
pequeños niños que jugaban con el lodo. Kate se acercó a ellos y le dijo:
– Hola, me llamo Kate, soy un hada de la felicidad y vengo a concederles un
deseo. ¿Cómo se llaman?
– Yo soy Julia – Respondió la niña
– Yo me llamo Jerry – Contestó el.
– Bueno, ¿ y qué les gustaría que les concediera?
Tras unos minutos de pensarlo y discutirlos los dos dijeron al mismo tiempo:
– Desearíamos que estos pasteles de lodo que estamos haciendo se convirtieran
en reales, para darles un poco a todos nuestros amigos.
Kate se sorprendió mucho, ya que por primera vez en su vida había escuchado
un deseo sin pretensiones y lleno de bondad, nunca había pensado que algún
día escucharía un deseo para nada ambicioso y con lágrimas de felicidad en los
ojos movió su varita y convirtió los pasteles de lodo en ricos pasteles de
chocolate.
Ese día varias personas fueron felices, en primer lugar todos los niños que
comieron de los deliciosos pasteles y también Kate, quien por fin tuvo algo digno
de contar en la reunión de esa noche y aprendió que los mejores deseos, son
aquellos que buscan beneficiar a otros también.
2. LOS TRES COCHINITOS
En el medio del bosque vivían tres cerditos. El más grande se
encargaba de buscar la comida y cuidar a sus dos hermanos
menores, quienes lo único que hacían era jugar entre los
árboles y con los demás animalitos.
Un día llegó al bosque un lobo feroz, y en cuanto vio a tres
cerditos gorditos (porque estaban muy bien alimentados)
empezó a planificar como atraparlos para comerselos.
El cerdito mayor que adivinó las intenciones del lobo, reunió
a sus hermanos y los mandó a que cada uno se construyera
una casa para protegerse.
El cerdito más pequeño que era el más vago de los tres, sólo pensaba en jugar y la sola
idea de trabajar lo ponía de mal humor. Así que construyó una casa con pajas para hacerla
rápido.
El cerdito del medio al ver a su hermano jugando, apuró su trabajo e hizo su casa con unas
maderas.
En cambio el mayor, trabajó todo el día en una casa de piedras para que fuera más
resistente.
Días más tarde, mientras los tres jugaban en el bosque, escucharon unos ruidos extraños y
vieron unos arbustos moverse. Los cerditos menores no le dieron importancia y siguieron
en lo suyo, pero el mayor que era más precavido, se acercó a los arbustos y pudo ver la
nariz del lobo asomándose por uno de ellos. Corrió tan rápido como sus pequeñas patas le
permitían, y con la respiración entrecortada gritó:
• El lobo, el lobo
Cada uno de los cerditos entró en su casa con mucho pero mucho miedo.
El lobo fue hacia la casa de paja, y el cerdito que estaba
dentro se escondió temblando y rogando que no le pase
nada.
Soplaré, soplaré y tu casa derribaré grito el lobo, y sopló y
las pajas se desparramaron por el bosque.
El cerditos totalmente indefenso corrió a la casa de su
hermano. Y de nuevo escucharon:
Soplaré, soplaré y tu casa derribaré y el lobo sopló y no pasó nada,
tomó más aire y sopló tan fuerte que las maderas cayeron unas
encima de otras.
3. Los cerditos salieron de entre las maderas y se encontraron con la cara del lobo
hambriento; reunieron coraje y corrieron a refugiarse con el hermano mayor.
El lobo se encaminó hacia allí. Pero como esta casa estaba
construida con material más fuerte, el lobo soplaba y soplaba y no pasaba nada. Al darse
cuenta de que no podía derribarla se enfureció, buscó un tronco y subió a la chimenea.
Mientras tanto los cerditos guiados por el mayor, quien intuía la idea del lobo, llenaron
una olla de agua hirviendo y la colocaron debajo de la chimenea de forma tal que, cuando
el lobo bajo por ella, cayó dentro de la olla.
Los aullidos del lobo al quemarse la cola fueron escuchados en todo el bosque. Durante
años los cerditos menores contaron las hazañas de su hermano mayor para echar al lobo,
quien muy frustrado, nunca más volvió a molestar a los cerditos.
FIN