La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
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1. El encuentro con Jesús resucitado es un regalo. Los discípulos no hacen nada para provocarlo. Los relatos insisten en que es Jesús el que toma la iniciativa. Es Él quien se les impone lleno de vida, obligándolos a salir de su desconcierto e incredulidad. Se pone repetidamente en sus labios un saludo significativo: “La paz esté con ustedes”. El resucitado les regala la paz y la bendición de Dios. Jesús sigue siendo el mismo. Esa era la paz que infundía cuando caminaba por Galilea. Este es también ahora el gran regalo que Dios ofrece a todos sus hijos por medio de Cristo muerto y resucitado: el perdón, la paz y la resurrección. José Antonio Pagola. “ Jesús: aproximación histórica”. Juan 20, 19-31 II domingo de Pascua
2. 19 Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos Quienes nos creemos creyentes podemos vivir con frecuencia, “al anochecer”, “con las puertas cerradas”, “con miedo”, “con temor de las autoridades”. En ese caso necesitamos reencontrarnos con Jesús resucitado. Jesús abre las puertas que cierra el miedo, el formalismo, la inercia, la cobardía... Él está en el centro de nuestra vida, en el centro de nuestros dolores y alegrías, de nuestros deseos, inquietudes y esperanzas, dando a todo sentido.
3. Llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Paz, Espíritu, Perdón, Misión, Fe, Vida. Son palabras que Jesús pronuncia y que resumen las característica de sus seguidores. El centro de la experiencia pascual es el encuentro con Alguien vivo, que nos libera del miedo y del desencanto y nos descubre el camino que conduce a la verdadera paz: la armonía del ser humano consigo mismo y con los demás, con la naturaleza y con Dios.
4. 20 Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. 21 Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes ». La invitación no es exclusiva de los discípulos. Todos somos enviados a hacer lo que hemos visto hacer a Jesús, a continuar y actualizar su vida y su mensaje. A comunicar vida, a dar paz, a continuar su obra. Quien tiene un encuentro con Jesús resucitado, se llena de alegría y siente la necesidad de contagiar y comunicar su experiencia a los demás.
5. 22 Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo. El Espíritu es el gran don de la Pascua. Jesús nos envía su Espíritu, su Aliento, su Ánimo, su Vida, para que nos empapemos de Él y lo contagiemos y comuniquemos a los demás. De forma que el mundo identifique fe en Jesús con personas sensibles y luchadoras por una vida mejor, más libre y feliz para todos. “ El Espíritu no quiere ser visto, sino ser en nuestros ojos la luz ” ( Urs von Baltasar )
6. 23 Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan .» El perdón es fruto de la paz, es la virtud de la persona nueva y resucitada. Quien se siente y se sabe perdonado se capacita para perdonar. El perdón es parte de la misión encomendada por Jesús a toda la comunidad: “Perdonaos unos a otros”. Todos necesitamos el perdón y todos estamos llamados a ser, de múltiples maneras, signos y fuente del perdón-compañía-acogida... que es Dios.
7. 24 Tomás, uno de los doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25 Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!». Él les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré». La fe en el Resucitado nace de un encuentro personal y de la superación de una fe que exige pruebas contundentes, que no dejen espacio a la duda. La fe intelectual, la aceptación de un credo es fácil. La verdadera fe es la que toca y compromete la vida. ¿Cómo es mi fe? ¿Cuál suele ser la causa y raíz de mis dudas? ¿No tengo dudas?
8. La duda puede tener también sus aspectos positivos. Dudar puede significar que no ponemos nuestra confianza en cosas superficiales, que somos peregrinos siempre en búsqueda. Dudar puede significar que nuestra fe no se basa sólo en lo que nos han transmitido, sino que, además de ser don de Dios, es también conquista nuestra, que pide nuestro "sí" personal, en medio de la ventolera de ideas que hay a nuestro alrededor, que pueden hacer tambalear nuestras seguridades en un momento determinado. Podemos aprender de la duda de Tomás a despojamos de falsos apoyos, a estar un poco menos seguros de nosotros mismos y aceptar la purificación que suponen los momentos de inseguridad.
9. 26 Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» 27 Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe. » 28 Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús vuelve las veces que haga falta, para aclarar nuestras dudas y demostrarnos su presencia y su cercanía. Del “incrédulo” surge una confesión de fe generosa y confiada: “ Señor mío y Dios mío”. Jesús sigue mostrándonos sus llagas, para que lo reconozcamos en ellas y, como a Tomás, sigue invitándonos a tocarlas y a aliviarlas en tantas personas heridas en el alma y en el cuerpo.
10. 29 Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto! » La duda de Tomás consigue de Jesús una promesa en forma de bienaventuranza para todos nosotros. El camino de la fe pascual no es el de las pruebas sensibles o los hechos extraordinarios. Es una llamada, un mensaje de aliento a todos los que, a lo largo de la historia, creen sin haber visto. A ellos va dirigida la última bienaventuranza proclamada por Jesús: “ ¡Dichosos los que creen sin haber visto!”. Nos sentimos felices de “creer sin haber visto” y de nuestro anhelo de renovar constantemente nuestro encuentro con Jesús resucitado.
11. 30 Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. 31 Éstos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre El evangelio está escrito «para que crean» y así «tengan vida en su nombre». La Resurrección de Jesús es el punto de partida y la plenitud de nuestra fe. Nos corresponde hacerla creíble a través de los signos de vida hacia los demás. Cada persona deberá decidir qué signos de vida ha de dar en los momentos y en las circunstancias de cada día.