El documento habla sobre el acompañamiento al paciente terminal y ofrece las siguientes orientaciones: 1) El acompañamiento es un proceso dinámico que puede facilitar el crecimiento espiritual o bloquearlo, dependiendo de cómo el paciente asimile su situación. 2) Se necesitan ciertas condiciones como el control de síntomas y el apoyo social para que el acompañamiento sea posible. 3) La comunicación, incluyendo gestos y silencios, es crucial para que el acompañamiento sea personalizado y ayude al paciente a encontrar paz.
1. ACOMPAÑAR AL ENFERMO EN FASE TERMINAL.
Ante un mundo donde hay tanto sufrimiento; el sufrimiento humano no nos deja
indiferentes. Vemos el sufrimiento que procede de causas naturales, inundaciones,
terremotos, enfermedades que sin consideración alguna afectan a niños, jóvenes y
ancianos, el sufrimiento causado por actos violentos, asesinatos, hambre, etc. Este
sufrimiento nos plantea siempre un interrogante doloroso: ¿por qué?, y ante esta
realidad nuestro reto es: ¿Qué debemos hacer?
La respuesta nos la da Jesús en su enseñanza del buen samaritano: el corazón que
Ve y actúa donde se necesita, es decir, nuestro reto como Agentes de Pastoral de la
Salud es acompañar. Y hoy nos detendremos en el acompañamiento al enfermo
que se encuentra en fase terminal.
El acompañamiento es esencial en esta etapa en que vive el enfermo y su entorno.
El acompañamiento es:
La relación de ayuda en la cual Jesús se pone al lado del acompañado a
través del acompañante.
No busca resolver problemas, sino dar sentido espiritual a la vida.
Objetivo:
Ayudar a las personas a descubrir la presencia de Dios en sus vidas.
Animarlas a que se dejen iluminar y transformar por la Palabra de Dios.
Lo definimos como la manera de acercarse, de hacerse presente, de saber estar, de
escuchar, de comprender, de confrontar con el enfermo y con su entorno la
situación que viven.
El acompañamiento es una experiencia personalizada, diferenciada, dinámica en
la que las circunstancias concretas y necesidades nos refieren los momentos y
situaciones del enfermo.
El acompañamiento es un viaje al fondo de la historia de la vida de la persona y de
su entorno. Este viaje tiene sus itinerarios. Diferentes y diversos al mismo tiempo.
Para acompañar al enfermo es necesario tener presente estas orientaciones:
1. El acompañamiento es un proceso.
El acompañamiento tiene sus perspectivas, sus momentos fuertes y débiles,
sus dudas, sus silencios, sus progresos y sus retrocesos. La persona vive un
proceso que tiene su dinámica y que resulta nuevo cada día según las
2. perspectivas que afloran a cada momento. Un proceso que tiene una carga
emocional según la manera de ser de cada uno y el modo de vivir la
situación.
Un proceso que puede facilitar el crecimiento y la madurez de la persona a
partir de la situación en que vive, o que puede bloquearlo quedando a
merced de las reacciones y de las situaciones que se presentan.
Al hablar de crecimiento se hace referencia a la capacidad que tiene el
enfermo para ubicar lo que vive, para asimilarlo, valorar los detalles que
tiene a su alcance, para dejarse cuidar, para reconocer las propias huidas y
sobre todo para encontrar el sentido cristiano que tiene el sufrimiento.
Al hablar de bloqueo, nos referimos a la dificultad o incapacidad para
asumir, asimilar, aceptar, hallar recursos y salidas a la situación en que uno
vive, con realismo y con sentido.
Acompañar en este proceso implica tener una actitud abierta que facilite un
clima de naturalidad y de confianza que favorezca comentar, evocar,
protestar, pedir, cuestionar, expresar preguntas, dudas, inquietudes que
uno lleva en el interior y se remueven.
También se da un proceso personal en el acompañante, que puede ayudarle
a crecer o empujarle al bloqueo.
Cuando el acompañamiento no se vive como un elemento que sana,
fácilmente deja heridas que poco favorecen la escucha, el acercamiento, la
acogida, la comprensión necesaria, el ser el espejo donde el enfermo pueda
reconocerse como tal, y reencontrar maneras que faciliten la reconciliación.
Así pues Acompañar, consiste en saber respetar el mundo interior del
enfermo hasta que él nos permita entrar en él. En saber apartarse
cuando él desea permanecer solo consigo mismo y continuar solo
afrontando el camino que le queda por recorrer.
2. El acompañamiento necesita de unas condiciones.
La situación terminal del enfermo, lo afecta en sus dimensione física,
intelectiva, emocional, social, y espiritual. Lo cual se ve reflejado en los
indicadores clínicos, emocionales, relacionales, sociales, espirituales que
nos describen el momento por el que pasa cada enfermo y cómo vive su fase
terminal.
El acompañamiento será posible en la medida en que, en cada una de estas
dimensiones se den las condiciones que lo favorezcan:
3. • Aspectos clínicos: control de síntomas, proceso de información del
enfermo, conocimiento de la evolución de la enfermedad…
• Aspectos personales: control del impacto emocional, capacidad de
resistencia ante las dificultades, formas de afrontar el dolor y el
sufrimiento, recursos personales…
• Aspectos sociales: entorno del enfermo, asuntos pendientes
resueltos…
• Aspectos de comunicación: el impacto de la primera impresión, el
nivel de confianza, la capacidad de empatía…
Todos estos aspectos y la misma dinámica del proceso dan el ritmo al
acompañante. Proceso que evoluciona lento, dentro de lo previsto o rápido.
El ritmo del acompañamiento lo da el enfermo, por l o que es importante
detectar cuáles son las preocupaciones o aspectos que se necesitan abordar
para facilitar que él mismo vaya asumiendo con sentido cristiano esos
momentos.
El que acompaña debe analizar y revisar cómo se ha desarrollado el
seguimiento del enfermo y qué sensación se experimenta cuando al final se
precipita. Pues es importante tener la capacidad de vivir con satisfacción el
camino recorrido. Ya que nos percatamos de que el acompañamiento se
convierte en una mediación cuyo alcance queda en el corazón y en la
historia de la persona que lo ha recibido.
En algunas situaciones, en la fase terminal del enfermo, es necesario,
apoyar a los familiares ayudándoles en su percepción y vivencia del
momento. Ya que el golpe que supone la situación genera reacciones que
son difíciles de aceptar.
El acompañante necesita una capacidad de contención, que de énfasis a la
expresión de los sentimientos. Ya habrá tiempo después para expresar con
palabras la comprensión de la situación y el consuelo necesario.
3. El acompañamiento quiere facilitar la comunicación.
La comunicación es importante en el proceso del enfermo, pues ayuda a que
el acompañamiento sea una experiencia concreta y personalizada. En estas
situaciones tiene una importancia decisiva el lenguaje no verbal.
4. Hay momentos en que los gestos, las miradas, los silencios, el estar cerca
son significativos, cuyo sentido se va descubriendo a medida que trascurren
las horas y los días que se comparten en aquella situación.
La comunicación tiene un ritmo. Que tiene momentos para expresarse y
otros para guardar silencio; momentos para hacer preguntas y otros para
asimilar respuestas, momentos para la actividad y otros para interiorizar;
momentos para sentir la intranquilidad y el miedo, y otros para disfrutar de
la calma y de la serenidad.
La comunicación tiene un aprendizaje: Es difícil comunicarnos cuando
estamos bloqueados por una situación que está marcada por las pérdidas, la
vulnerabilidad, los miedos, la intranquilidad…
El que acompaña puede ayudar y facilitar la comunicación si deja que el
enfermo sienta confianza, exprese sus sentimientos y narre sus
experiencias y sus propias vivencias. Ha de seguir un aprendizaje de
comunicación, comprendiendo progresivamente cómo vive el enfermo su
situación concreta.
Algunos elementos importantes que Graf Durkheim resalta porque
facilitan que la historia del enfermo sea una fuente de comunicación son:
1. El reencuentro con el otro, abre la posibilidad de una comunicación a
fondo en la que cada cual se halla a sí mismo y percibe al otro como
punto de referencia. Se trata de la experiencia que nos permite “estar
con”. Es aquí donde podemos ayudar a seguir el proceso de
reconciliación consigo mismo, con los demás, y con Dios si se trata de un
creyente.
2. El culto, es la expresión de la dimensión religiosa que nos permite
encauzar todas las expresiones y vivencias que nos acercan al sentido de
la trascendencia. Los rituales son una manera de vivir experiencias que
aportan aspectos positivos al enfermo.
Facilitamos la comunicación cuando permitimos que el enfermo
exprese sus sentimientos, narre sus vivencias y experiencias, y nos
esforzamos en comprender cómo vive si situación concreta.
5. ________________________
Centre de Pastoral Litúrgica. Los enfermos terminales. Dossiers CPL, 89, Barcelona. 2011
Giuseppe Colombero. La enfermedad, tiempo para la Valentía. San Pablo. 2002