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LAS RENUNCIAS DE LAS ELECCIONES.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: El Reino de los cielos se parece a un
tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de
alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al
encontrar una perla valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar
y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la
playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los
malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a
los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la
desesperación.
¿Han entendido todo esto?” Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso,
todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de
familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.
1.- Muy queridos amigos:
El ser persona en el ser humano es una de sus máximas fuerzas. Pero, al
mismo tiempo, cuando no lo vivimos en toda su expresión y cualidades, esto se
puede convertir en nuestro máximo adversario, o por lo menos, en nuestro más
duro acusador.
Por persona entendemos el sujeto último de todo ser y obrar. Se trata de un
sujeto distinto a todo otro. Podríamos agregarle a lo anterior, que la persona
humana ha recibido de Dios el don y la posibilidad del ejercicio de las
facultades así llamadas espirituales: inteligencia, voluntad y libertad.
Ser persona es también un elemento dinámico, que se ubica en la posibilidad
que tenemos de ir escribiendo, día con día, el “argumento” de nuestra propia
historia.
Ser persona es un gran reto, es nuestro riesgo y puede convertirse en nuestro
más crítico juez, ya que exige de nosotros el compromiso de ejercitar
rectamente esas facultades del espíritu.
Sólo nosotros, como personas humanas, podemos conocer, discernir, elegir y
amar. Podemos entender, bajo este contexto, aquella expresión del dominio
común: “El hombre nace pero la persona se hace”.
Sólo nosotros los seres humanos podemos ser héroes o villanos, podemos ser
protagonistas o antagonistas, podemos ser famosos o infames; sólo nosotros
podemos aspirar a la santidad,... o vivir en el pecado.
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2.- Es aquí, en donde se ubica la ley humana de nuestra libertad de elección.
Y, la elección, será el ejercicio de la vida hasta que terminemos nuestros días.
Nosotros, no podemos sentirnos y proclamarnos ya salvados, por el sólo hecho
de haber sido bautizados en la Iglesia Católica o en alguna otra confesión
cristiana.
Debemos reconocer esa parte personal que tiene siempre el proceso de la
salvación y debemos darnos cuenta de que, así como en el ambiente más
santo puede existir la condenación, en un mundo contaminado como el nuestro
jamás se podrá impedir que crezca la Santidad.
No es un tiempo o un lugar especial, lo que nos puede hacer santos, ni
tampoco el que puede convertirnos en pecadores.
No podemos negar ni la libertad de las personas ni la posibilidad de santidad
que puede surgir en un mundo tan conflictivo, tal como un lirio puede crecer en
el cieno hediondo del pantano.
Es este misterio del ejercicio de la libertad humana el que nos ayuda a
comprender cómo puede ser posible que coincidan en un mismo tiempo y en un
mismo espacio, tanto devastadores destructores así como seráficas criaturas
como lo fue San Francisco de Asís. El ejercicio de la libertad humana nos
ayuda a comprender cómo en la historia pueden coexistir verdaderos villanos
con evangélicas personas, tal como lo fue la Madre Santa Teresa de Calcuta.
3.- Se trata de esa ley de la libertad y de esas voluntades firmes que son
iluminadas por la gracia de Dios. Se trata de personas que han querido ser
dóciles a los impulsos de la vida interior, pero que han sabido poner esa parte
que les corresponde en su propia historia de salvación.
Nuestra vida no sólo es algo que nos acontece. Nosotros podemos elegir y esa
es nuestra grandeza y esa puede ser nuestra bajeza. A cada instante, elegimos
qué dirección debemos tomar: hacia la luz o hacia las tinieblas, hacia la libertad
o hacia la esclavitud, hacia el bien o hacia el mal, hacia la vida o hacia la
muerte, hacia la caridad o hacia el egoísmo, hacia la gracia o hacia el pecado.
Si el ser persona será siempre un proceso, ¡cuánto más lo será la vida cristiana!
Nosotros, tú y yo, no somos más que cristianos en gestación, tañ y como lo
expresaba Sören Kierkeggard.
4.- El tema de este domingo es por demás bello: el Señor Jesucristo nos
invita a ser libres. Dios quiere personas que libremente ejerzan sus facultades,
quieran seguirle a Él, y que opten por el Reino de los cielos.
Jesucristo no quiere gente a la fuerza. Los esclavos se pueden regresar a su
Egipto con su faraón, o pueden irse buscando otros faraones.
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Sólo los faraones, los emperadores y los tiranos quieren gente sin libertad.
Jesucristo, en cambio, te da a escoger y Él respeta tu decisión.
Él nos pide que seamos nosotros los que elijamos entre nuestros valores
relativos y el valor absoluto que Él nos ofrece. Se trata tanto de ese tesoro que
lo vale todo, como de esa perla que bien amerita vender todo el cofre de mis
perlas con el fin de adquirirla.
Se trata de tomar decisiones de una forma clara y de un ejercicio necesario de
la libertad humana. Dios no nos impone nada. Dios quiere voluntarios.
5.- Y ¿sabes? Quizá nuestro verdadero problema estribe en que nunca
hayamos tenido un encuentro personal con Jesucristo y con su Reino.
Con toda razón el Papa Benedicto XVI expresaba en Desus Caritas Est que la
vida cristiana no brota de una decisión ética sino del encuentro vivo con la
persona de Jesucristo.
Una gran mayoría de nosotros vivimos por vivir. Todavía no nos hemos
encontrado con el tesoro precioso del Reino. ¡No sabemos lo que esto significa!
Y es por ello, que todavía no hemos vendido todas esas perlas relativamente
bellas para quedarnos con la Perla Preciosa del Evangelio.
San Mateo dejó un día la mesa de los impuestos al encontrarse con el “tesoro”
que Jesús nos ofrece. Abraham y Moisés, un día dejaron su estabilidad cuando
se encontraron con el plan de Dios. San Pablo un buen día dejó su propio
proyecto para asumir el proyecto de Dios, y así una vez que encontró el tesoro
de Cristo, todo lo demás lo consideró como “basura”. San Francisco de Asís
llevaba una vida liviana en medio de parrandas y placeres mundanos hasta que
un día encontró ese tesoro inapreciable del Reino, por el cual se despojó de
todo aquello que le ataba a su pasado.
Y es que, el conocimiento verdadero de Jesús nos debe llevar, tarde que
temprano, a tomar una posición en nuestra vida. Conocer al Divino Galileo nos
conduce ineludiblemente a autocuestionarnos: “¿Y ahora qué? ¿Sobre quién
quiero fundar mi vida, mi familia, mi profesión?” No se puede permanecer tibio
en la existencia cristiana. En Jesucristo no puede existir la neutralidad. Aún la
omisión se convierte en una postura y no puede argumentarse la neutralidad.
Jamás he podido olvidar una de las cuestionantes en los ejercicios ignacianos:
¿Cuál bandera eliges? ¿A quién quieres seguir?
6.- Seamos conscientes de que Elegir es un valor que posee al mismo tiempo
un costo: la Renuncia. La adhesión implicará siempre una ruptura.
Aquellos que queramos hacer negociaciones para poseer la Perla del Reino y
las otras perlas, caeremos en las medianías que se llaman tibiezas, y que no
nos permiten ser aptos para el Reino de los Cielos.
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Muchos de nosotros hemos puesto la cruz de Cristo en la cima de las montañas
y en todas las colinas. La hemos colocado en la parte más alta de las
construcciones y en el interior de las habitaciones, en las aulas y sobre nuestra
cama. Pero no la hemos puesto en el interior de nuestro corazón.
7.- El Hijo eterno del Padre, en el Evangelio del día de hoy, nos muestra la
libertad que tenemos los seres humanos ante sus enseñanzas. Sin embargo,
también nos muestra la dignidad de su origen divino y de su Palabra: Él jamás
esperó aplausos, ni reconocimientos humanos. Al enseñar la verdad sobre el
Reino, Él no consciente “negociaciones”. Jesucristo renunció a esas simpatías
que se obtienen a costa de la reducción de la verdad. Jesucristo estuvo
dispuesto a quedarse sólo, antes que pactar sobre las condiciones de su
seguimiento.
El Evangelio, nos presenta al Señor, mediante las parábolas del Reino,
buscando entre los presentes a aquél que quiera ser fiel. Al Señor no le interesa
la cantidad de la multitud sino la calidad del cristiano que se quiera
comprometer, por aquella Perla que ha encontrado, valorado y elegido.
8.- Ojalá que no olvidemos un elemento que el Evangelio de hoy subraya: la
alegría. El cristiano que haya elegido el tesoro del Reino deberá manifestar en
su vida esa cualidad indispensable: la alegría.
En las personas verdaderamente comprometidas con Dios y con su Iglesia, se
nota esa gran diferencia: viven contentos. En ellos sobresale el gozo y la
seguridad que sólo Dios nos da. A ellos no hay que arrastrarlos para que
cumplan con sus deberes cristianos. No hay que forzarlos para que sus
costumbres sean limpias y para que sean luz ante los otros. Ellos se han dejado
fascinar por las cosas de Dios.
“El que encuentra el tesoro del Reino... lo vuelve a esconder y, lleno de alegría,
va y vende cuanto tiene y compra aquel campo”.
El buen cristiano no añora lo mundano que se ha dejado atrás, más bien, se
alegra de haber encontrado “un tesoro” en su nueva manera de vivir.
Lo incoherente y lamentable en la vida cristiana de muchos de nosotros, será
ese rostro de tristeza y de amargura que aleja del cristianismo a cualquier
persona que quisiera conocer a Jesús. Los rostros acartonados y sin ilusión de
muchos bautizados son nuestra más lamentable “mala propaganda” y nuestra
peor predicación.
Diría la Madre Teresa de Calcuta, la cual encontró un día el tesoro y la perla
preciosa del Reino: “Aquellos que están llenos de gozo no necesitan palabras
para predicar”.
Nuestra alegría y el buen ejemplo se convertirán en una excelente campana que
llamará a la muchedumbre a la Iglesia de Cristo.
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EL VALOR ABSOLUTO DEL REINO.
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: El Reino de los cielos se parece a un
tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de
alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al
encontrar una perla valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.
1.- Muy querido amigo:
¿No te parece que vivimos en un mundo contradictorio?
Hoy, hay tantas personas que ponen el grito en el cielo cuando se corta un
árbol y que, al mismo tiempo, son partidarios del aborto con y sin condiciones.
¿Qué extraño? Les preocupa mucho que se corte la vida de la flora, si se
maltrata a un perrito de la calle y no les preocupa, lo más mínimo, que se corte
la vida humana en el bebé indefenso.
2.- Lo anterior, no es más que uno de los síntomas de una enfermedad que
debiéramos diagnosticar en orden a buscarle curación. La inconsistencia en
nuestros juicios y actitudes no es más que el efecto de una causa, a la cual no
debiéramos tener miedo de llamarle por su nombre.
Vivimos en un mundo que se ha olvidado de Dios, y por ello nuestra visión
sobre las realidades se ha atrofiado. Este nuestro mundo adolece por la
confusión en su escala de valores. Nuestra capacidad de jerarquizar las
prioridades la hemos disminuido. No somos capaces de distinguir entre lo que
es esencial y lo que es accesorio. Y, todo tiene su raíz en el desplazamiento
que hemos hecho de Dios expulsándolo de nuestra vida.
3.- El Evangelio nos muestra claramente, el día de hoy, esa vocación
trascendente del hombre, la cual radica en esa urgencia y necesidad de
discernir las realidades que vive y de ser capaz de encontrar a través, o aún a
pesar de ellas, a Dios.
La incansable búsqueda del hombre, tan lleno de ideales y sediento de
verdades, tendrá siempre y solamente una realización parcial en los valores
temporales, dejándole la convicción de que su plena realización se obtiene
solamente al acceder a Aquel que es en sí mismo el Valor absoluto.
4.- Hablemos sobre los valores y, dejemos un espacio en la reflexión para
que la Evangelio nos permita dirigir una mirada hacia Aquel que es el Valor
Absoluto: Dios.
5.- ¿Qué es un valor? Un valor, en su sentido más simple, es aquello que
interna o externamente nos hace valer más. Al mismo tiempo, debemos ser
conscientes de que un valor es también en su sentido auténtico y estricto,
aquello que nos debiera plenificar como personas. Si algo me degrada como
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persona o degrada a los demás como personas, eso no puede ser considerado
como un valor.
Los valores pueden ser actitudes de la voluntad del hombre que son iluminadas
por la inteligencia. Un valor también puede entenderse como una cualidad del
ánimo, fundamentada en estas mismas actitudes, y que nos puede conducir a
realizar grandes empresas o a enfrentar los más diversos peligros.
Los valores constituyen una relación en cuanto que nos enriquecen y, al mismo
tiempo, integran una percepción de algo magnífico y que nos conduce a querer
vivirlo y enfrentar con dignidad cualquier tipo de situaciones por difíciles que
parezcan.
Los valores, también son las aptitudes propias de las cosas y de cada uno de
nosotros, que nos ayudan a satisfacer las necesidades que imperan en nuestra
vida y que nos proporcionan bienestar.
6.- Existe una amplia gama de enlistados de valores en las distintas escalas
de jerarquización. Existen los valores considerados como Clásicos: la Verdad,
el Bien y la Belleza. Los valores catalogados como Espirituales: amor, alegría,
paz, mansedumbre, benignidad...
Tenemos que ponderar los valores reconocidos como Morales y Jurídicos:
Valentía, Veracidad, Justicia, Templanza, Patriotismo. También existen los
valores llamados Estéticos: armonía, belleza, elegancia, prestancia, higiene,
orden.
Existen valores llamados Psicológicos: Seguridad, estima, Ecuanimidad,
sentido de la pertenencia, Fraternidad, Convivencia, justiprecio. Existen los
valores Sociales: heroísmo, servicialidad, altruismo, filantropía,
responsabilidad, honradez, Amistad, libertad y Compromiso.
Existen los valores vitales: la misma vida, la salud, la integridad física, el
vestido, el alimento, la vivienda. Podríamos hablar de los valores Religiosos:
Santidad, Gracia, Piedad, Temor de Dios, Caridad. Finalmente, podríamos decir
que el hombre del siglo XXI ha creado o enfatizado sus propios valores con un
tinte claramente utilitarista: laboriosidad, ahorro, austeridad, ciencia, calidad,
eficiencia, excelencia...
7.- Todo lo anteriormente referido, y todos los valores que nos faltaron por
citar, no pueden dejarnos en el desconocimiento o en la negación de Dios,
puesto que Él es el que le puede dar sentido a los mismos valores.
Nuestro problema radica en ese nuestro comportamiento, a través del cual
erguimos todos estos valores como si fueran absolutos y que provocan el
desplazamiento o la anulación de Dios.
En la vida hay muchos valores, pero ninguno de ellos es absoluto. Solamente
Dios es el valor absoluto.
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Entendámoslo con cosas prácticas: la vida es un valor para nosotros pero no es
un valor absoluto, en el preciso momento en que levantemos la vida como si
fuera un valor absoluto y no relativo, ésta se convertirá en un ídolo y desplazará
a Dios del lugar que a Él le corresponde y se le llama biolatría. El dinero es un
valor, sin lugar a dudas, pero es un valor relativo y no absoluto, ya que en el
momento en que el dinero se convierta en mi valor absoluto éste se convertirá
en ese ídolo que suplantará a Dios del lugar que sólo a Él le es propio y esto no
es otra cosa que la codicia, la envidia o la avaricia. Así podemos hablar sobre la
ciencia, sobre la belleza, la salud y tantas cosas más, son valores
indudablemente pero nunca absolutos, ya que en el momento en que adquieran
la etiqueta de absolutos se convertirán en nuestros ídolos, como lo son para
tantas gentes.
Se entiende por relativo aquello que es parcial y que no es total, aquello que es
proporcional y que no es universal, lo que es limitado o fragmentario y que nos
puede alejar del Todo.
8.- Esto es precisamente lo alarmante. En el momento actual, nos resulta
lamentable el constatar, que el hombre se ha quedado en sus valores
transitorios y que se ha olvidado del Valor Absoluto. Hoy en día, son tantos los
apegos del hombre, que le han llevado tantas veces a negarse al seguimiento
del Señor.
El hombre prefiere sus perlas de valor parcial y relativo, y rechaza esa perla fina
y extraordinariamente valiosa. El hombre no ha querido despojarse de los
bienes efímeros para comprar ese campo en el que ha encontrado el tesoro de
un Reino para la eternidad.
9.- Hace un buen tiempo leía un artículo de Benjamín Stein en “El Espectador
Americano” que tocaba el tema de la riqueza,
“¿Cuánto dinero debe uno tener para ser considerado rico en nuestra
sociedad? Las cifras, que andan por los millones, varían.
Pero yo pienso en toda la gente inmensamente rica que conozco, que no
parece feliz. También en todos aquellos que sudan para pagar sus cuentas, y
pese a ello son ricos.
Si puede usted compartir cualquier problema con su cónyuge, es rico. Si puede
darse tiempo para dialogar con sus hijos, es rico. Si puede mirar de frente a sus
padres, convencido de haberles retribuido aunque sea en mínima parte lo que
ellos le dieron, es usted rico. Si puede tomarse una tarde libre para salirse al
cine con su familia, es usted rico. Si puede decir con toda honradez que no
tiene nada que esconder, es usted verdaderamente rico”.
10.- El dinero y los valores transitorios se han convertido en nuevos ídolos que
desplazan a Dios y que, tarde o temprano, le volverán la espalda al hombre.
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La vocación trascendente del hombre consiste en encontrar a Aquel que por ser
el Valor Absoluto le da un sentido a los valores transitorios. Se trata de Aquel
que “vale más que la vida”, y en cuya ausencia sobreviene el vacío de sentido
que ha llevado al hombre, en un sinfín de ocasiones, a descubrir que todo
sentido terreno es provisorio e insuficiente.
La ausencia de Dios en nuestra visión de la vida ha provocado que cada uno
coloque en el propio horizonte sus propias prioridades y que, por lo tanto,
nuestra visión de la vida al dejar de ser objetiva se vuelva subjetiva.
Tendríamos que ser objetivos y clarificar nuestros criterios de discernimiento.
¿A qué le llamamos valor?
El hombre ha renunciado a Dios, y según dice: ha puesto al hombre en el
centro de su historia. Hoy, nos hemos dado cuenta de que cuando queremos un
humanismo sin Dios construimos un humanismo inhumano.
¿Vivimos hoy el tiempo del progreso o vivimos nuestras regresiones?, ¿hemos
evolucionado o sufrimos una involución?, ¿vivimos realmente a la vanguardia o
hemos sido enviados a la retaguardia de la historia?
El subjetivo criterio de cada hombre se ha erguido como si fuera el genuino
elemento de valoración. Pero el hombre es caprichoso y en sus caprichos actúa
arbitrariamente.
Esta es precisamente la tentación de Adán y Eva, la tentación de todo hombre y
de los hombres de todo tiempo: “el querer ser como dioses”. Lo anterior, no es
otra cosa que la pretensión humana del querer convertirse en el creador último
de los valores.
Solamente en el momento en que Dios ocupe el primer lugar en nuestras
elecciones, las personas y las cosas recuperaran su valor auténtico.
Nos ha mencionado el Evangelio que la adquisición de este campo, entraña la
adquisición de un tesoro que nos concede la verdadera alegría en la vida. Al
encontrar a Dios, el comerciante en perlas finas finalmente se puede sentir
satisfecho por la adquisición de aquella Perla que le ha dado sentido a todas
sus búsquedas.
¿Y TÚ, QUE LE PEDIRIAS A DIOS?
“En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo:
“Salomón, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”.
Salomón le respondió: “Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi
padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más
aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un
hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo,
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sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no
sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo,
tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría
de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal.
Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?”
Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría.
1.- Muy queridos amigos:
La oración es otro de esos temas sobre el que todo hombre tiene una opinión
más que cualificada.
No obstante, quisiera este día, antes de dirigir la mirada al contenido del texto
sagrado, recuperar algunos pensamientos cristianos de grandes maestros de
oración sobre aquello que tantas gentes dicen tantas cosas: “Ora como si todo
dependiera de Dios, y trabaja como si todo dependiera del hombre” nos decía el
cardenal Spellman.
Santa Teresa de Avila, por su parte, en su biografía nos menciona: “No es otra
cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas
veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama”. Y ella misma, en el
Camino de Perfección, nos refiere su propia experiencia: “Sin este cimiento de
la oración todo edificio va falso”. Y ella, nuevamente en su biografía nos
mencionará: “ Por no estar arrimada a esta fuerte columna de la oración,
pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas”.
2.- La oración le da solidez a nuestra vida: Escribía Juan Casiano en su
colación 9:“Si la oración no mantiene este edificio y sostiene todas sus partes
conjugándolas entre sí, no podrá ser firme y sólido, ni subsistir por mucho
tiempo”.
Orígenes, por su parte, refiere el lugar que tiene la oración en nuestras
debilidades humanas: “Hay que orar, no para dejar de ser tentados –cosa
imposible-, sino para no ser enredados por la tentación, como sucede a los que
son atrapados y vencidos por ella”.
Sobre la utilidad de la oración nos referirá san Agustín: “ En la oración tiene
lugar la conversión del alma hacia Dios, y la purificación del corazón”. Y más
adelante nos dirá: “Si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos,
creamos y oremos para que no falta la fe. La fe produce la oración, y la oración
produce a su vez la firmeza de la fe”. ¿Sabes? San Agustín tiene un Sermón
célebre sobre la naturaleza y la gracia en el que se nos enseña acerca de la
fuerza que el hombre obtiene en la oración : “Haz tú lo que puedas, pide lo que
no puedes, y Dios te dará para que puedas”.
Acerca de esta nuestra fuerza ubicada en la oración escribe san Juan
Crisóstomo: “ Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la
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carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al
hombre lo dispuso de tal forma que su fortaleza no podía ser otra que la del
mismo Dios: y esto lo hizo para que, obligado por la necesidad de su flaqueza,
pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar”.
3.- Pero, hace falta, conforme a lo que nos enseña Orígenes en su tratado
sobre la oración saber que es lo que le pedimos a Dios: “Es preciso no sólo
orar, sino orar como es debido y pedir lo que conviene”.
Y dentro de este ejercicio, la perseverancia, la constancia es una cualidad
exigitiva, sobre todo en los momentos de aridez: “ Y aunque no halle gusto en
estos ejercicios, no desista de ellos, porque no se requiere que sea siempre
sabroso lo que ha de ser provechoso”, así enseñaba san Pedro de Alcántara.
No obstante, en la oración habrá necesidad de ser menos egoístas y mucho
más fraternos, tal y como nos lo enseña san Ambrosio de Milán en su homilía
sobre Caín y Abel: “ Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica
por ti”.
Si perseveramos y si somos fraternos en nuestra oración obtendremos lo que
pedimos y mucho más de lo que pedimos como gritaba desde el púlpito san
Ambrosio de Milán: “El Señor concede siempre más de lo que se le pide: el
ladrón sólo pedía que se acordase de él, pero el Señor le dice: Hoy mismo
estarás conmigo en el paraíso”.
4.- Es la oración la orientación para nuestros pasos, de tal manera que si nos
hayamos vagando en la mar de la confusión no es por otra cosa que por
nuestra deficiencia en la oración. Así lo percibe san José M. Escrivá de
Balaguer: “La oración es un norte claro para nuestra existencia cristiana”.
Oye, prometo ya no alargarme más, pero escucha este pensamiento que sobre
la oración escribió el Cardenal Merry del Val: “reza despacio, pero si notas que
has dicho la oración apresurada y distraídamente, no la repitas, sino pídele a
Dios que te dé la gracia para decirla mejor la próxima vez.
Cuando te des cuenta de que has fallado en algo, de inmediato haz actos de
virtud, contrarios a tu falta.
Dios da sus gracias en el momento en que uno las necesita. No nos
atormentemos previendo sacrificio que de momento Él no nos está pidiendo y
no dudemos que Dios nos dará fuerzas suficientes para hacer lo que Él nos
pide”.
Bueno, seamos caballerosos, el último pensamiento de esta antología se lo
dejamos a una dama, Santa Teresa de Avila: “Hay cuatro tipos de oración y sus
respectivos símiles: MEDITACION: agua de pozo para regar el huerto.
QUIETUD: agua de noria que supone menos trabajo. UNION: Agua de río o de
fuente; basta encauzar el agua. ARROBAMIENTO MISTICO O EXTASIS: Agua
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de lluvia, en la que Dios lo hace todo. Siempre ha de haber cuidado de cuando
falte la una agua, procurar la otra”.
Y así podríamos seguir hablando sin interrupción y sin respiro sobre el tema de
la oración,... No obstante en este tema lo importante será siempre aquello que
hablemos con Dios en nuestra oración. Pero,... ¿Qué palabras podemos usar
para hacer oración?
5.- ¡Bueno!, un último pensamiento antes de continuar, te prometo que es
sólo una puerta que nos permite continuar con nuestra reflexión. Decía el
fisiólogo Alexis Carrel, premio nobel de medicina: “de la misma manera en que
nuestro cuerpo necesita del oxígeno nuestra alma necesita de la oración”.
Oye,... ¿Tienes tiempo para hacer oración? ¿Cómo está tu vida interior?
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que hiciste tu última jornada de oración? ¿Te
has dado tiempo para apartarte de la vida cotidiana y hacer un poco de oración,
un día de retiro o unos ejercicios espirituales?
¿Sabes? La oración es considerada por los maestros espirituales como el alma
de toda nuestra vida.
La experiencia demuestra que todos los grandes santos en el cristianismo han
sido almas de oración. Y, poco importa que en su oración fueran contemplativos
o que estuvieran en la vida diaria como apóstoles, que fueren laicos o que
hayan recibido el don del sacerdocio. La vida de oración se ofrece y se impone
a todo cristiano.
Y así, el cristiano ha sido invitado por el Señor para que convierta la oración en
su propia vida y para que transforme su vida en una oración.
6.- Pero, dejemos a un lado nuestras palabras y dejémosle el espacio a lo
que Dios en su Palabra nos enseña y que es la más grande enseñanza en
torno a la oración en el Antiguo Testamento.
Lo que Dios nos narra el día de hoy en la primera lectura suele no ser
comprendido por más de uno de nosotros.
Salomón tiene frente a sí una oportunidad como la envidiarían muchos.
“Salomón, pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Tú sabes que lo puedo todo,
díme ¿qué quieres de mí?...
7.- ¿No te parece increíble lo que sucedió? Se trata de una oportunidad de
ensueño y parece ser que Salomón en esta ocasión no recurrió ni a los
consejeros bursátiles ni a los analistas sobre situaciones, no se le ocurrió pedir
asesoría a ningún colegio de consultores antes de dejar ir una de las mejores
oportunidades en su vida, una situación que seguramente jamás se le volverá a
presentar.
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Por un momento, imagínate a ti mismo en esta situación. ¿Aprovecharías para
pedirle algo? Y de pedirle algo, ¿Qué le pedirías tú al dueño de todo y de
todos? ¿Cuál sería tu petición? ¿Qué ponderarías como lo más urgente?
8.- Y sin embargo, esta es la verdadera enseñanza: No debemos ocuparnos
en pedirle a Dios cosas superfluas. Revisemos con honestidad, cada uno, lo
que nuestro tiempo nos ha hecho creer que es lo oportuno y necesario en el
existir.
¿No te has dado cuenta? En el tiempo presente, abundamos en la iglesia
aquellos que nos limitamos a pedirle a Dios algunos objetos, más allá del
solicitarle y valorar sus verdaderos dones.
Salomón le pide a Dios sabiduría para guiar a su pueblo, y esto lo tenemos que
entender los padres de familia y también los sacerdotes, que en el ejercicio de
nuestras responsabilidades solemos todos los días pedirle a Dios en nuestra
oración: trabajo, dinero, bienes materiales, casas, carros, alimentos, buenos
colegios..., y se nos olvida pedirle a Dios Sabiduría para guiar a los que Él
mismo nos ha querido confiar.
Hemos olvidado que el amor exige la sabiduría, y esto tanto los padres como
las madres de familia. Por ejemplo, hay que saber cuál es el momento oportuno
para llamar la atención a alguien. No es prudente quejarse con el marido de que
ha subido el precio del atún precisamente cuando él va llegando del trabajo
después de haber tenido un altercado con su jefe.
De igual manera, no hay que regañar en seguida a un niño que llega
malhumorado de la escuela, reprobado de alguna materia y que da algún
portazo. Debemos aprender a esperar y, antes de recordarle que las puertas
fueron hechas para abrir, entrar, salir y cerrar, y no para desahogarse de su
furia, preguntarle porque está molesto. Es preciso aprender a dominarse para
no reaccionar a la violencia con violencia.
Los padres necesitan ejercer la autoridad con sabiduría, puesto que su
ausencia convierte la autoridad en despotismo y hace que su ejercicio sea
como un querer trazar las líneas de una escultura con un cincel sin filo que lo
único que consigue es lastimar.
9.- Y tú, ¿qué le pedirías a Dios? Pídele sabiduría para cumplir con su
encomienda y todo lo demás viene por añadidura.
Al Señor le agrado que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: “Por haberme
pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría
para gobernar, yo te concedo lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente,
como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder además, lo que
no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar
contigo”.
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LA ORACIÓN ES LA FORTALEZA DEL HOMBRE.
“En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo:
“Salomón, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”.
Salomón le respondió: “Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi
padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más
aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un
hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo,
sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no
sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo,
tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría
de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal.
1.- Muy queridos amigos:
Al meditar sobre la petición que Salomón le hace a Dios, el día de hoy resulta
necesario que reflexionemos acerca del tema de la oración cristiana.
La oración es el elemento central de toda religión. Decía Santo Tomás de
Aquino y otros santos, que “la oración es el acto fundamental de la virtud de la
religión”. La oración será considerada por los maestros espirituales como el
alma de toda nuestra vida cristiana.
Nuestra experiencia vital nos demuestra que todos los grandes santos en el
cristianismo han sido almas de oración. Y poco importa que en su oración
fueran contemplativos, reflexivos, de exaltación y de alabanza o que estuvieran
en la vida diaria como apóstoles; que fueren laicos, religiosas o que hayan
recibido el don del sacerdocio. La vida de oración se ofrece y se impone a todo
cristiano.
La oración tiene siempre un papel privilegiado en nuestra respuesta a la
llamada de Dios y a sus deseos de comunicarnos su vida.
2.- El Señor Jesús nos ha enseñado tanto sobre la grandeza de la oración
como sobre la forma en que debemos realizarla.
En ese sentido, la oración de Jesús se contrapone a la que realizan los
paganos, y los que actuamos como ellos, los cuales creemos que Dios nos va a
escuchar por hablar mucho y porque carecemos del sentido de la paternidad
divina. Para los paganos Dios era solamente un ser poderoso cuyo beneplácito
es necesario conseguir a fuerza de súplicas, y no le ven como un Padre atento
que se inclina sobre sus hijos.
La oración de Jesús también se contrapone a la que realizan los fariseos, y la
de aquellos que actuamos como ellos, para quienes la alianza era un derecho
adquirido, y no una gracia o un regalo que el Padre sigue ratificando libremente.
Por eso les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas
para que los vea la gente. Ellos han perdido de vista que el valor de la oración
13
se basa en la libertad de Dios, que escucha a los humildes y se resiste a los
soberbios.
Jesús nos ha enseñado que la humildad y la confianza en la misericordia del
Padre son las condiciones de una oración auténticamente cristiana. Más aún,
Jesús añade que de ahora en adelante la oración tendrá que proceder del amor
fraterno basado en Él, en Jesús, por ello nos pide que procuremos orar dos o
más reunidos, y que esto no tiene falla alguna.
3.- Jesús, aparte de ser el Hijo eterno del Padre, hecho hombre fue Maestro
de oración y nos dio ejemplo al orar en todas las grandes decisiones y en los
acontecimientos más importantes de la vida: En el Bautismo, al inicio de su vida
pública, en la transfiguración, antes de elegir a los doce, a sus apóstoles les
enseña a orar, en el huerto de Getsemaní... La última voluntad expresada por
Jesús en su oración en el cenáculo se refiere a la Iglesia, en donde pide que
seamos uno. Ya en la cruz desde su corazón divino incluso le pide al Padre por
los responsables de su muerte. La intercesión de Jesús el viernes santo no es
una mera imploración, sino una manifestación al Padre de su voluntad de
salvación fijada desde toda la eternidad, aun a favor de los hombres, aún de los
más necios.
Siendo conscientes de que Jesucristo es el Hijo de Dios desde la eternidad, uno
podría preguntarse: ¿Por qué Cristo vive en oración? ¿Sí Él es Dios para qué
necesita orar? Una respuesta que nos puede ser útil nos la ofrece san Cirilo de
Alejandría: “Conviene que Cristo como hombre pida y reciba del Padre lo que posee por
naturaleza en cuanto Dios”.
Y así, el cristiano ha recibido del Señor la invitación para que convierta la
oración en su propia vida y para que transforme su vida en una oración.
4.- La Oración en el cristiano puede definirse como la adhesión espiritual a la
propia existencia de gracia y a la propia vocación.
En la oración el cristiano se adhiere a la propia existencia de gracia, es decir, a
la existencia de hijos de Dios. Y serán las virtudes teologales, la Fe, la
Esperanza y la Caridad, las que nos permiten una relación auténtica con Dios.
La oración también le permite al hombre adherirse de forma madura a la propia
vocación. Esta vocación tiene dos aspectos; uno es la forma de santificación
que Dios quiere de nosotros según nuestro estado de vida; el otro es la misión
que recibimos en la Iglesia.
El esfuerzo de santidad que Dios nos pide sólo puede realizarse en la
búsqueda de la unión y en la petición de aquellas gracias que son necesarias
para corresponder al designio de Dios. Este es el sentido de todas las
exhortaciones que el Señor nos hace para que oremos en medio de la tentación
14
o para que elevemos una petición a Dios de los verdaderos bienes superiores y
sobre todo del don del Espíritu Santo.
Lo mismo ocurre con la misión que recibimos en la Iglesia. Tenemos que
buscar nuestro lugar en la Iglesia y el mundo a través de la oración y
particularmente durante unos buenos ejercicios espirituales, en los que seamos
capaces de ponernos en la presencia de Dios, ya que la misión en los
bautizados es una obra divina y no el objeto de una técnica humana. Oye, ¿No
será esta ausencia de momentos de interioridad lo que nos está llevando a una
crisis tan severa y dolorosa en la vida familiar como la que vivimos hoy en día?
¡Date cuenta! Sí muchos de nosotros no vivimos realizados o no hemos
encontrado el lugar de nuestra realización no suele ser por otra cosa sino por
esa incapacidad de tener tiempo para orar a Dios.
5.- Hoy por hoy, los mismos psicólogos manifiestan, reconocen y valoran los
excelentes frutos de la oración: Paul E. Johnson en su obra PSICOLOGÍA DE
LA RELIGION hace un estudio amplio del efecto psicológico de la oración, que
en esencia consiste en cumplir la voluntad de Dios. La oración posee unos
efectos manifiestos. El autor descubre que aquellos que oran obtienen estas
experiencias:
Primero: En la oración obtenemos el Conocimiento de las necesidades y
realidades: En la oración sincera las realidades de la vida se sitúan de cara a
Dios, y entonces se dejan aparte las vanas ilusiones, dando paso una mayor
honradez y a una comprensión más auténtica.
Segundo: La oración nos proporciona Confianza y relajación: La oración
acaba con los estados de tensión, aporta paz al espíritu, aleja la inquietud y el
temor, y transforma la inseguridad en una confianza sólida.
Tercero: La oración nos aporta Perspectiva y claridad de Mira: La
meditación resuelve muchos problemas, nos descubre planes para llevar a la
práctica, ordena las experiencias confusas y hace que lleguemos a una acción
efectiva. ¿Te das cuenta de por qué Salomón supo pedir lo que
verdaderamente era suplicable al Señor?
Cuarto: La oración nos ofrece la Correspondencia social: La oración supera
el aislamiento y nos une a la comunidad. En este sentimiento de respuesta
social encontramos apoyo moral, valor y virilidad. La persona se hace sensible
socialmente ante las necesidades de los otros y llega a estar más dispuesto
para así cooperar por el bien de todos.
Quinto: La oración tiene como fruto la Alegría, gratitud y reconciliación: La
oración nos ayuda a afirmar valores, aumenta la estima y reconoce el bien
presente. Estas afirmaciones proporcionan un gozoso doble sentido,
despertando la gratitud y ofreciendo la resignación a la persona ante la pena y
15
la privación. Suceda lo que suceda, el individuo que hace oración se encuentra
mejor preparado para afrontarlo.
Y sexto y último elemento: La oración consigue la Integración de la
personalidad: En medio de las contradicciones de la vida, la oración
concentra nuestra atención en una suprema lealtad. En los conflictos de los
deseos irrefrenables la oración unifica las energías con una integridad básica
que da a la vida equilibrio y paz interior.
Así pues, desde el punto de vista psicológico, la oración es la elevación de la
mente a Dios. Pero más importante es comprender que desde el punto de vista
cristiano: la oración es nuestra adhesión espiritual al designio salvífico de Dios.
6.- El fundamento de nuestra actividad orante es doble. En el orden de la
creación, el hombre depende radicalmente de Dios en su propio ser, obrar y
vivir. En el orden de la encarnación, la actividad orante se basa en la
disposición del Padre que ha querido asociarse a la humanidad en Cristo y en
los que formamos su Cuerpo Místico.
7.- ¿Cuántos tipos de oración existen? ¡Creo que es el momento para
referirlo!
Habitualmente, las grandes formas de oración se ponen en paralelismo con las
formas que había de sacrificio religioso: alabanza, acción de gracias, adoración,
reparación de los pecados, petición, propiciación e intercesión. Tenemos que
tener en cuenta que ésta puede realizarse en lo individual y también en lo
comunitario, y que su expresión puede ser sólo mental o bien externarse
vocalmente.
Independientemente de lo anterior: Considerando el principio eterno, que es
Dios mismo, brota nuestra oración de la alabanza y de la adoración: La
alabanza es una pura mirada hacia Dios; la adoración añade a la pura mirada
hacia Dios, la consideración del hombre como una criatura salida de la nada.
Considerando a Dios en su actuación en los diversos momentos del tiempo,
brota nuestra oración de acción de gracias, de petición y de intercesión. La
acción de gracias considera una salvación ya realizada y se refiere a todos los
beneficios ya concedidos por Dios; la oración puede ser de petición si se dirige
al futuro y afecta a todo cuanto pertenece al Reino de Dios directa e
indirectamente para los bienes temporales; y una oración puede ser de
intercesión, en cuanto que la oración se presenta en favor de otros.
Las oraciones penitenciales van ligadas a la condición histórica del hombre
pecador. Puede ser también una oración de intercesión y de reparación cuando
se refiere a los pecados de otros.
Si consideramos la presencia inicial del Reino de Dios que tendrá su realización
en la eternidad, la oración se convierte en contemplativa. Finalmente, en cuanto
16
que nuestra oración, como el sacrificio, quiere expresar un ofrecimiento a Dios,
ella misma se convierte en ofrenda y en una oblación interior.
8.- No olvidemos finalmente que la oración tiene que basarse en una actitud
fundamental de certeza que se arraiga en una convicción de que Dios concede
todo cuanto se le pide, ya que es un Padre condescendiente con sus hijos.
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Reflexión La Alegría de la Caridad 23 de julio 2017

  • 1. LAS RENUNCIAS DE LAS ELECCIONES. “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra. También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. ¿Han entendido todo esto?” Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”. 1.- Muy queridos amigos: El ser persona en el ser humano es una de sus máximas fuerzas. Pero, al mismo tiempo, cuando no lo vivimos en toda su expresión y cualidades, esto se puede convertir en nuestro máximo adversario, o por lo menos, en nuestro más duro acusador. Por persona entendemos el sujeto último de todo ser y obrar. Se trata de un sujeto distinto a todo otro. Podríamos agregarle a lo anterior, que la persona humana ha recibido de Dios el don y la posibilidad del ejercicio de las facultades así llamadas espirituales: inteligencia, voluntad y libertad. Ser persona es también un elemento dinámico, que se ubica en la posibilidad que tenemos de ir escribiendo, día con día, el “argumento” de nuestra propia historia. Ser persona es un gran reto, es nuestro riesgo y puede convertirse en nuestro más crítico juez, ya que exige de nosotros el compromiso de ejercitar rectamente esas facultades del espíritu. Sólo nosotros, como personas humanas, podemos conocer, discernir, elegir y amar. Podemos entender, bajo este contexto, aquella expresión del dominio común: “El hombre nace pero la persona se hace”. Sólo nosotros los seres humanos podemos ser héroes o villanos, podemos ser protagonistas o antagonistas, podemos ser famosos o infames; sólo nosotros podemos aspirar a la santidad,... o vivir en el pecado. 1
  • 2. 2.- Es aquí, en donde se ubica la ley humana de nuestra libertad de elección. Y, la elección, será el ejercicio de la vida hasta que terminemos nuestros días. Nosotros, no podemos sentirnos y proclamarnos ya salvados, por el sólo hecho de haber sido bautizados en la Iglesia Católica o en alguna otra confesión cristiana. Debemos reconocer esa parte personal que tiene siempre el proceso de la salvación y debemos darnos cuenta de que, así como en el ambiente más santo puede existir la condenación, en un mundo contaminado como el nuestro jamás se podrá impedir que crezca la Santidad. No es un tiempo o un lugar especial, lo que nos puede hacer santos, ni tampoco el que puede convertirnos en pecadores. No podemos negar ni la libertad de las personas ni la posibilidad de santidad que puede surgir en un mundo tan conflictivo, tal como un lirio puede crecer en el cieno hediondo del pantano. Es este misterio del ejercicio de la libertad humana el que nos ayuda a comprender cómo puede ser posible que coincidan en un mismo tiempo y en un mismo espacio, tanto devastadores destructores así como seráficas criaturas como lo fue San Francisco de Asís. El ejercicio de la libertad humana nos ayuda a comprender cómo en la historia pueden coexistir verdaderos villanos con evangélicas personas, tal como lo fue la Madre Santa Teresa de Calcuta. 3.- Se trata de esa ley de la libertad y de esas voluntades firmes que son iluminadas por la gracia de Dios. Se trata de personas que han querido ser dóciles a los impulsos de la vida interior, pero que han sabido poner esa parte que les corresponde en su propia historia de salvación. Nuestra vida no sólo es algo que nos acontece. Nosotros podemos elegir y esa es nuestra grandeza y esa puede ser nuestra bajeza. A cada instante, elegimos qué dirección debemos tomar: hacia la luz o hacia las tinieblas, hacia la libertad o hacia la esclavitud, hacia el bien o hacia el mal, hacia la vida o hacia la muerte, hacia la caridad o hacia el egoísmo, hacia la gracia o hacia el pecado. Si el ser persona será siempre un proceso, ¡cuánto más lo será la vida cristiana! Nosotros, tú y yo, no somos más que cristianos en gestación, tañ y como lo expresaba Sören Kierkeggard. 4.- El tema de este domingo es por demás bello: el Señor Jesucristo nos invita a ser libres. Dios quiere personas que libremente ejerzan sus facultades, quieran seguirle a Él, y que opten por el Reino de los cielos. Jesucristo no quiere gente a la fuerza. Los esclavos se pueden regresar a su Egipto con su faraón, o pueden irse buscando otros faraones. 2
  • 3. Sólo los faraones, los emperadores y los tiranos quieren gente sin libertad. Jesucristo, en cambio, te da a escoger y Él respeta tu decisión. Él nos pide que seamos nosotros los que elijamos entre nuestros valores relativos y el valor absoluto que Él nos ofrece. Se trata tanto de ese tesoro que lo vale todo, como de esa perla que bien amerita vender todo el cofre de mis perlas con el fin de adquirirla. Se trata de tomar decisiones de una forma clara y de un ejercicio necesario de la libertad humana. Dios no nos impone nada. Dios quiere voluntarios. 5.- Y ¿sabes? Quizá nuestro verdadero problema estribe en que nunca hayamos tenido un encuentro personal con Jesucristo y con su Reino. Con toda razón el Papa Benedicto XVI expresaba en Desus Caritas Est que la vida cristiana no brota de una decisión ética sino del encuentro vivo con la persona de Jesucristo. Una gran mayoría de nosotros vivimos por vivir. Todavía no nos hemos encontrado con el tesoro precioso del Reino. ¡No sabemos lo que esto significa! Y es por ello, que todavía no hemos vendido todas esas perlas relativamente bellas para quedarnos con la Perla Preciosa del Evangelio. San Mateo dejó un día la mesa de los impuestos al encontrarse con el “tesoro” que Jesús nos ofrece. Abraham y Moisés, un día dejaron su estabilidad cuando se encontraron con el plan de Dios. San Pablo un buen día dejó su propio proyecto para asumir el proyecto de Dios, y así una vez que encontró el tesoro de Cristo, todo lo demás lo consideró como “basura”. San Francisco de Asís llevaba una vida liviana en medio de parrandas y placeres mundanos hasta que un día encontró ese tesoro inapreciable del Reino, por el cual se despojó de todo aquello que le ataba a su pasado. Y es que, el conocimiento verdadero de Jesús nos debe llevar, tarde que temprano, a tomar una posición en nuestra vida. Conocer al Divino Galileo nos conduce ineludiblemente a autocuestionarnos: “¿Y ahora qué? ¿Sobre quién quiero fundar mi vida, mi familia, mi profesión?” No se puede permanecer tibio en la existencia cristiana. En Jesucristo no puede existir la neutralidad. Aún la omisión se convierte en una postura y no puede argumentarse la neutralidad. Jamás he podido olvidar una de las cuestionantes en los ejercicios ignacianos: ¿Cuál bandera eliges? ¿A quién quieres seguir? 6.- Seamos conscientes de que Elegir es un valor que posee al mismo tiempo un costo: la Renuncia. La adhesión implicará siempre una ruptura. Aquellos que queramos hacer negociaciones para poseer la Perla del Reino y las otras perlas, caeremos en las medianías que se llaman tibiezas, y que no nos permiten ser aptos para el Reino de los Cielos. 3
  • 4. Muchos de nosotros hemos puesto la cruz de Cristo en la cima de las montañas y en todas las colinas. La hemos colocado en la parte más alta de las construcciones y en el interior de las habitaciones, en las aulas y sobre nuestra cama. Pero no la hemos puesto en el interior de nuestro corazón. 7.- El Hijo eterno del Padre, en el Evangelio del día de hoy, nos muestra la libertad que tenemos los seres humanos ante sus enseñanzas. Sin embargo, también nos muestra la dignidad de su origen divino y de su Palabra: Él jamás esperó aplausos, ni reconocimientos humanos. Al enseñar la verdad sobre el Reino, Él no consciente “negociaciones”. Jesucristo renunció a esas simpatías que se obtienen a costa de la reducción de la verdad. Jesucristo estuvo dispuesto a quedarse sólo, antes que pactar sobre las condiciones de su seguimiento. El Evangelio, nos presenta al Señor, mediante las parábolas del Reino, buscando entre los presentes a aquél que quiera ser fiel. Al Señor no le interesa la cantidad de la multitud sino la calidad del cristiano que se quiera comprometer, por aquella Perla que ha encontrado, valorado y elegido. 8.- Ojalá que no olvidemos un elemento que el Evangelio de hoy subraya: la alegría. El cristiano que haya elegido el tesoro del Reino deberá manifestar en su vida esa cualidad indispensable: la alegría. En las personas verdaderamente comprometidas con Dios y con su Iglesia, se nota esa gran diferencia: viven contentos. En ellos sobresale el gozo y la seguridad que sólo Dios nos da. A ellos no hay que arrastrarlos para que cumplan con sus deberes cristianos. No hay que forzarlos para que sus costumbres sean limpias y para que sean luz ante los otros. Ellos se han dejado fascinar por las cosas de Dios. “El que encuentra el tesoro del Reino... lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo”. El buen cristiano no añora lo mundano que se ha dejado atrás, más bien, se alegra de haber encontrado “un tesoro” en su nueva manera de vivir. Lo incoherente y lamentable en la vida cristiana de muchos de nosotros, será ese rostro de tristeza y de amargura que aleja del cristianismo a cualquier persona que quisiera conocer a Jesús. Los rostros acartonados y sin ilusión de muchos bautizados son nuestra más lamentable “mala propaganda” y nuestra peor predicación. Diría la Madre Teresa de Calcuta, la cual encontró un día el tesoro y la perla preciosa del Reino: “Aquellos que están llenos de gozo no necesitan palabras para predicar”. Nuestra alegría y el buen ejemplo se convertirán en una excelente campana que llamará a la muchedumbre a la Iglesia de Cristo. 4
  • 5. EL VALOR ABSOLUTO DEL REINO. “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra. 1.- Muy querido amigo: ¿No te parece que vivimos en un mundo contradictorio? Hoy, hay tantas personas que ponen el grito en el cielo cuando se corta un árbol y que, al mismo tiempo, son partidarios del aborto con y sin condiciones. ¿Qué extraño? Les preocupa mucho que se corte la vida de la flora, si se maltrata a un perrito de la calle y no les preocupa, lo más mínimo, que se corte la vida humana en el bebé indefenso. 2.- Lo anterior, no es más que uno de los síntomas de una enfermedad que debiéramos diagnosticar en orden a buscarle curación. La inconsistencia en nuestros juicios y actitudes no es más que el efecto de una causa, a la cual no debiéramos tener miedo de llamarle por su nombre. Vivimos en un mundo que se ha olvidado de Dios, y por ello nuestra visión sobre las realidades se ha atrofiado. Este nuestro mundo adolece por la confusión en su escala de valores. Nuestra capacidad de jerarquizar las prioridades la hemos disminuido. No somos capaces de distinguir entre lo que es esencial y lo que es accesorio. Y, todo tiene su raíz en el desplazamiento que hemos hecho de Dios expulsándolo de nuestra vida. 3.- El Evangelio nos muestra claramente, el día de hoy, esa vocación trascendente del hombre, la cual radica en esa urgencia y necesidad de discernir las realidades que vive y de ser capaz de encontrar a través, o aún a pesar de ellas, a Dios. La incansable búsqueda del hombre, tan lleno de ideales y sediento de verdades, tendrá siempre y solamente una realización parcial en los valores temporales, dejándole la convicción de que su plena realización se obtiene solamente al acceder a Aquel que es en sí mismo el Valor absoluto. 4.- Hablemos sobre los valores y, dejemos un espacio en la reflexión para que la Evangelio nos permita dirigir una mirada hacia Aquel que es el Valor Absoluto: Dios. 5.- ¿Qué es un valor? Un valor, en su sentido más simple, es aquello que interna o externamente nos hace valer más. Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de que un valor es también en su sentido auténtico y estricto, aquello que nos debiera plenificar como personas. Si algo me degrada como 5
  • 6. persona o degrada a los demás como personas, eso no puede ser considerado como un valor. Los valores pueden ser actitudes de la voluntad del hombre que son iluminadas por la inteligencia. Un valor también puede entenderse como una cualidad del ánimo, fundamentada en estas mismas actitudes, y que nos puede conducir a realizar grandes empresas o a enfrentar los más diversos peligros. Los valores constituyen una relación en cuanto que nos enriquecen y, al mismo tiempo, integran una percepción de algo magnífico y que nos conduce a querer vivirlo y enfrentar con dignidad cualquier tipo de situaciones por difíciles que parezcan. Los valores, también son las aptitudes propias de las cosas y de cada uno de nosotros, que nos ayudan a satisfacer las necesidades que imperan en nuestra vida y que nos proporcionan bienestar. 6.- Existe una amplia gama de enlistados de valores en las distintas escalas de jerarquización. Existen los valores considerados como Clásicos: la Verdad, el Bien y la Belleza. Los valores catalogados como Espirituales: amor, alegría, paz, mansedumbre, benignidad... Tenemos que ponderar los valores reconocidos como Morales y Jurídicos: Valentía, Veracidad, Justicia, Templanza, Patriotismo. También existen los valores llamados Estéticos: armonía, belleza, elegancia, prestancia, higiene, orden. Existen valores llamados Psicológicos: Seguridad, estima, Ecuanimidad, sentido de la pertenencia, Fraternidad, Convivencia, justiprecio. Existen los valores Sociales: heroísmo, servicialidad, altruismo, filantropía, responsabilidad, honradez, Amistad, libertad y Compromiso. Existen los valores vitales: la misma vida, la salud, la integridad física, el vestido, el alimento, la vivienda. Podríamos hablar de los valores Religiosos: Santidad, Gracia, Piedad, Temor de Dios, Caridad. Finalmente, podríamos decir que el hombre del siglo XXI ha creado o enfatizado sus propios valores con un tinte claramente utilitarista: laboriosidad, ahorro, austeridad, ciencia, calidad, eficiencia, excelencia... 7.- Todo lo anteriormente referido, y todos los valores que nos faltaron por citar, no pueden dejarnos en el desconocimiento o en la negación de Dios, puesto que Él es el que le puede dar sentido a los mismos valores. Nuestro problema radica en ese nuestro comportamiento, a través del cual erguimos todos estos valores como si fueran absolutos y que provocan el desplazamiento o la anulación de Dios. En la vida hay muchos valores, pero ninguno de ellos es absoluto. Solamente Dios es el valor absoluto. 6
  • 7. Entendámoslo con cosas prácticas: la vida es un valor para nosotros pero no es un valor absoluto, en el preciso momento en que levantemos la vida como si fuera un valor absoluto y no relativo, ésta se convertirá en un ídolo y desplazará a Dios del lugar que a Él le corresponde y se le llama biolatría. El dinero es un valor, sin lugar a dudas, pero es un valor relativo y no absoluto, ya que en el momento en que el dinero se convierta en mi valor absoluto éste se convertirá en ese ídolo que suplantará a Dios del lugar que sólo a Él le es propio y esto no es otra cosa que la codicia, la envidia o la avaricia. Así podemos hablar sobre la ciencia, sobre la belleza, la salud y tantas cosas más, son valores indudablemente pero nunca absolutos, ya que en el momento en que adquieran la etiqueta de absolutos se convertirán en nuestros ídolos, como lo son para tantas gentes. Se entiende por relativo aquello que es parcial y que no es total, aquello que es proporcional y que no es universal, lo que es limitado o fragmentario y que nos puede alejar del Todo. 8.- Esto es precisamente lo alarmante. En el momento actual, nos resulta lamentable el constatar, que el hombre se ha quedado en sus valores transitorios y que se ha olvidado del Valor Absoluto. Hoy en día, son tantos los apegos del hombre, que le han llevado tantas veces a negarse al seguimiento del Señor. El hombre prefiere sus perlas de valor parcial y relativo, y rechaza esa perla fina y extraordinariamente valiosa. El hombre no ha querido despojarse de los bienes efímeros para comprar ese campo en el que ha encontrado el tesoro de un Reino para la eternidad. 9.- Hace un buen tiempo leía un artículo de Benjamín Stein en “El Espectador Americano” que tocaba el tema de la riqueza, “¿Cuánto dinero debe uno tener para ser considerado rico en nuestra sociedad? Las cifras, que andan por los millones, varían. Pero yo pienso en toda la gente inmensamente rica que conozco, que no parece feliz. También en todos aquellos que sudan para pagar sus cuentas, y pese a ello son ricos. Si puede usted compartir cualquier problema con su cónyuge, es rico. Si puede darse tiempo para dialogar con sus hijos, es rico. Si puede mirar de frente a sus padres, convencido de haberles retribuido aunque sea en mínima parte lo que ellos le dieron, es usted rico. Si puede tomarse una tarde libre para salirse al cine con su familia, es usted rico. Si puede decir con toda honradez que no tiene nada que esconder, es usted verdaderamente rico”. 10.- El dinero y los valores transitorios se han convertido en nuevos ídolos que desplazan a Dios y que, tarde o temprano, le volverán la espalda al hombre. 7
  • 8. La vocación trascendente del hombre consiste en encontrar a Aquel que por ser el Valor Absoluto le da un sentido a los valores transitorios. Se trata de Aquel que “vale más que la vida”, y en cuya ausencia sobreviene el vacío de sentido que ha llevado al hombre, en un sinfín de ocasiones, a descubrir que todo sentido terreno es provisorio e insuficiente. La ausencia de Dios en nuestra visión de la vida ha provocado que cada uno coloque en el propio horizonte sus propias prioridades y que, por lo tanto, nuestra visión de la vida al dejar de ser objetiva se vuelva subjetiva. Tendríamos que ser objetivos y clarificar nuestros criterios de discernimiento. ¿A qué le llamamos valor? El hombre ha renunciado a Dios, y según dice: ha puesto al hombre en el centro de su historia. Hoy, nos hemos dado cuenta de que cuando queremos un humanismo sin Dios construimos un humanismo inhumano. ¿Vivimos hoy el tiempo del progreso o vivimos nuestras regresiones?, ¿hemos evolucionado o sufrimos una involución?, ¿vivimos realmente a la vanguardia o hemos sido enviados a la retaguardia de la historia? El subjetivo criterio de cada hombre se ha erguido como si fuera el genuino elemento de valoración. Pero el hombre es caprichoso y en sus caprichos actúa arbitrariamente. Esta es precisamente la tentación de Adán y Eva, la tentación de todo hombre y de los hombres de todo tiempo: “el querer ser como dioses”. Lo anterior, no es otra cosa que la pretensión humana del querer convertirse en el creador último de los valores. Solamente en el momento en que Dios ocupe el primer lugar en nuestras elecciones, las personas y las cosas recuperaran su valor auténtico. Nos ha mencionado el Evangelio que la adquisición de este campo, entraña la adquisición de un tesoro que nos concede la verdadera alegría en la vida. Al encontrar a Dios, el comerciante en perlas finas finalmente se puede sentir satisfecho por la adquisición de aquella Perla que le ha dado sentido a todas sus búsquedas. ¿Y TÚ, QUE LE PEDIRIAS A DIOS? “En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: “Salomón, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”. Salomón le respondió: “Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, 8
  • 9. sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan grande?” Al Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría. 1.- Muy queridos amigos: La oración es otro de esos temas sobre el que todo hombre tiene una opinión más que cualificada. No obstante, quisiera este día, antes de dirigir la mirada al contenido del texto sagrado, recuperar algunos pensamientos cristianos de grandes maestros de oración sobre aquello que tantas gentes dicen tantas cosas: “Ora como si todo dependiera de Dios, y trabaja como si todo dependiera del hombre” nos decía el cardenal Spellman. Santa Teresa de Avila, por su parte, en su biografía nos menciona: “No es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama”. Y ella misma, en el Camino de Perfección, nos refiere su propia experiencia: “Sin este cimiento de la oración todo edificio va falso”. Y ella, nuevamente en su biografía nos mencionará: “ Por no estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pasé este mar tempestuoso casi veinte años con estas caídas”. 2.- La oración le da solidez a nuestra vida: Escribía Juan Casiano en su colación 9:“Si la oración no mantiene este edificio y sostiene todas sus partes conjugándolas entre sí, no podrá ser firme y sólido, ni subsistir por mucho tiempo”. Orígenes, por su parte, refiere el lugar que tiene la oración en nuestras debilidades humanas: “Hay que orar, no para dejar de ser tentados –cosa imposible-, sino para no ser enredados por la tentación, como sucede a los que son atrapados y vencidos por ella”. Sobre la utilidad de la oración nos referirá san Agustín: “ En la oración tiene lugar la conversión del alma hacia Dios, y la purificación del corazón”. Y más adelante nos dirá: “Si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falta la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe”. ¿Sabes? San Agustín tiene un Sermón célebre sobre la naturaleza y la gracia en el que se nos enseña acerca de la fuerza que el hombre obtiene en la oración : “Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedes, y Dios te dará para que puedas”. Acerca de esta nuestra fuerza ubicada en la oración escribe san Juan Crisóstomo: “ Habiendo Dios dotado a los demás animales de la velocidad en la 9
  • 10. carrera, o la rapidez en el vuelo, o de uñas, o de dientes, o de cuernos, sólo al hombre lo dispuso de tal forma que su fortaleza no podía ser otra que la del mismo Dios: y esto lo hizo para que, obligado por la necesidad de su flaqueza, pida siempre a Dios cuanto pueda necesitar”. 3.- Pero, hace falta, conforme a lo que nos enseña Orígenes en su tratado sobre la oración saber que es lo que le pedimos a Dios: “Es preciso no sólo orar, sino orar como es debido y pedir lo que conviene”. Y dentro de este ejercicio, la perseverancia, la constancia es una cualidad exigitiva, sobre todo en los momentos de aridez: “ Y aunque no halle gusto en estos ejercicios, no desista de ellos, porque no se requiere que sea siempre sabroso lo que ha de ser provechoso”, así enseñaba san Pedro de Alcántara. No obstante, en la oración habrá necesidad de ser menos egoístas y mucho más fraternos, tal y como nos lo enseña san Ambrosio de Milán en su homilía sobre Caín y Abel: “ Si sólo ruegas por ti, también tú serás el único que suplica por ti”. Si perseveramos y si somos fraternos en nuestra oración obtendremos lo que pedimos y mucho más de lo que pedimos como gritaba desde el púlpito san Ambrosio de Milán: “El Señor concede siempre más de lo que se le pide: el ladrón sólo pedía que se acordase de él, pero el Señor le dice: Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”. 4.- Es la oración la orientación para nuestros pasos, de tal manera que si nos hayamos vagando en la mar de la confusión no es por otra cosa que por nuestra deficiencia en la oración. Así lo percibe san José M. Escrivá de Balaguer: “La oración es un norte claro para nuestra existencia cristiana”. Oye, prometo ya no alargarme más, pero escucha este pensamiento que sobre la oración escribió el Cardenal Merry del Val: “reza despacio, pero si notas que has dicho la oración apresurada y distraídamente, no la repitas, sino pídele a Dios que te dé la gracia para decirla mejor la próxima vez. Cuando te des cuenta de que has fallado en algo, de inmediato haz actos de virtud, contrarios a tu falta. Dios da sus gracias en el momento en que uno las necesita. No nos atormentemos previendo sacrificio que de momento Él no nos está pidiendo y no dudemos que Dios nos dará fuerzas suficientes para hacer lo que Él nos pide”. Bueno, seamos caballerosos, el último pensamiento de esta antología se lo dejamos a una dama, Santa Teresa de Avila: “Hay cuatro tipos de oración y sus respectivos símiles: MEDITACION: agua de pozo para regar el huerto. QUIETUD: agua de noria que supone menos trabajo. UNION: Agua de río o de fuente; basta encauzar el agua. ARROBAMIENTO MISTICO O EXTASIS: Agua 10
  • 11. de lluvia, en la que Dios lo hace todo. Siempre ha de haber cuidado de cuando falte la una agua, procurar la otra”. Y así podríamos seguir hablando sin interrupción y sin respiro sobre el tema de la oración,... No obstante en este tema lo importante será siempre aquello que hablemos con Dios en nuestra oración. Pero,... ¿Qué palabras podemos usar para hacer oración? 5.- ¡Bueno!, un último pensamiento antes de continuar, te prometo que es sólo una puerta que nos permite continuar con nuestra reflexión. Decía el fisiólogo Alexis Carrel, premio nobel de medicina: “de la misma manera en que nuestro cuerpo necesita del oxígeno nuestra alma necesita de la oración”. Oye,... ¿Tienes tiempo para hacer oración? ¿Cómo está tu vida interior? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que hiciste tu última jornada de oración? ¿Te has dado tiempo para apartarte de la vida cotidiana y hacer un poco de oración, un día de retiro o unos ejercicios espirituales? ¿Sabes? La oración es considerada por los maestros espirituales como el alma de toda nuestra vida. La experiencia demuestra que todos los grandes santos en el cristianismo han sido almas de oración. Y, poco importa que en su oración fueran contemplativos o que estuvieran en la vida diaria como apóstoles, que fueren laicos o que hayan recibido el don del sacerdocio. La vida de oración se ofrece y se impone a todo cristiano. Y así, el cristiano ha sido invitado por el Señor para que convierta la oración en su propia vida y para que transforme su vida en una oración. 6.- Pero, dejemos a un lado nuestras palabras y dejémosle el espacio a lo que Dios en su Palabra nos enseña y que es la más grande enseñanza en torno a la oración en el Antiguo Testamento. Lo que Dios nos narra el día de hoy en la primera lectura suele no ser comprendido por más de uno de nosotros. Salomón tiene frente a sí una oportunidad como la envidiarían muchos. “Salomón, pídeme lo que quieras y yo te lo daré”. Tú sabes que lo puedo todo, díme ¿qué quieres de mí?... 7.- ¿No te parece increíble lo que sucedió? Se trata de una oportunidad de ensueño y parece ser que Salomón en esta ocasión no recurrió ni a los consejeros bursátiles ni a los analistas sobre situaciones, no se le ocurrió pedir asesoría a ningún colegio de consultores antes de dejar ir una de las mejores oportunidades en su vida, una situación que seguramente jamás se le volverá a presentar. 11
  • 12. Por un momento, imagínate a ti mismo en esta situación. ¿Aprovecharías para pedirle algo? Y de pedirle algo, ¿Qué le pedirías tú al dueño de todo y de todos? ¿Cuál sería tu petición? ¿Qué ponderarías como lo más urgente? 8.- Y sin embargo, esta es la verdadera enseñanza: No debemos ocuparnos en pedirle a Dios cosas superfluas. Revisemos con honestidad, cada uno, lo que nuestro tiempo nos ha hecho creer que es lo oportuno y necesario en el existir. ¿No te has dado cuenta? En el tiempo presente, abundamos en la iglesia aquellos que nos limitamos a pedirle a Dios algunos objetos, más allá del solicitarle y valorar sus verdaderos dones. Salomón le pide a Dios sabiduría para guiar a su pueblo, y esto lo tenemos que entender los padres de familia y también los sacerdotes, que en el ejercicio de nuestras responsabilidades solemos todos los días pedirle a Dios en nuestra oración: trabajo, dinero, bienes materiales, casas, carros, alimentos, buenos colegios..., y se nos olvida pedirle a Dios Sabiduría para guiar a los que Él mismo nos ha querido confiar. Hemos olvidado que el amor exige la sabiduría, y esto tanto los padres como las madres de familia. Por ejemplo, hay que saber cuál es el momento oportuno para llamar la atención a alguien. No es prudente quejarse con el marido de que ha subido el precio del atún precisamente cuando él va llegando del trabajo después de haber tenido un altercado con su jefe. De igual manera, no hay que regañar en seguida a un niño que llega malhumorado de la escuela, reprobado de alguna materia y que da algún portazo. Debemos aprender a esperar y, antes de recordarle que las puertas fueron hechas para abrir, entrar, salir y cerrar, y no para desahogarse de su furia, preguntarle porque está molesto. Es preciso aprender a dominarse para no reaccionar a la violencia con violencia. Los padres necesitan ejercer la autoridad con sabiduría, puesto que su ausencia convierte la autoridad en despotismo y hace que su ejercicio sea como un querer trazar las líneas de una escultura con un cincel sin filo que lo único que consigue es lastimar. 9.- Y tú, ¿qué le pedirías a Dios? Pídele sabiduría para cumplir con su encomienda y todo lo demás viene por añadidura. Al Señor le agrado que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: “Por haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te concedo lo que me has pedido. Te doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de ti. Te voy a conceder además, lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo”. 12
  • 13. LA ORACIÓN ES LA FORTALEZA DEL HOMBRE. “En aquellos días, el Señor se le apareció al rey Salomón en sueños y le dijo: “Salomón, pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”. Salomón le respondió: “Señor, tú trataste con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no sé cómo actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal. 1.- Muy queridos amigos: Al meditar sobre la petición que Salomón le hace a Dios, el día de hoy resulta necesario que reflexionemos acerca del tema de la oración cristiana. La oración es el elemento central de toda religión. Decía Santo Tomás de Aquino y otros santos, que “la oración es el acto fundamental de la virtud de la religión”. La oración será considerada por los maestros espirituales como el alma de toda nuestra vida cristiana. Nuestra experiencia vital nos demuestra que todos los grandes santos en el cristianismo han sido almas de oración. Y poco importa que en su oración fueran contemplativos, reflexivos, de exaltación y de alabanza o que estuvieran en la vida diaria como apóstoles; que fueren laicos, religiosas o que hayan recibido el don del sacerdocio. La vida de oración se ofrece y se impone a todo cristiano. La oración tiene siempre un papel privilegiado en nuestra respuesta a la llamada de Dios y a sus deseos de comunicarnos su vida. 2.- El Señor Jesús nos ha enseñado tanto sobre la grandeza de la oración como sobre la forma en que debemos realizarla. En ese sentido, la oración de Jesús se contrapone a la que realizan los paganos, y los que actuamos como ellos, los cuales creemos que Dios nos va a escuchar por hablar mucho y porque carecemos del sentido de la paternidad divina. Para los paganos Dios era solamente un ser poderoso cuyo beneplácito es necesario conseguir a fuerza de súplicas, y no le ven como un Padre atento que se inclina sobre sus hijos. La oración de Jesús también se contrapone a la que realizan los fariseos, y la de aquellos que actuamos como ellos, para quienes la alianza era un derecho adquirido, y no una gracia o un regalo que el Padre sigue ratificando libremente. Por eso les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para que los vea la gente. Ellos han perdido de vista que el valor de la oración 13
  • 14. se basa en la libertad de Dios, que escucha a los humildes y se resiste a los soberbios. Jesús nos ha enseñado que la humildad y la confianza en la misericordia del Padre son las condiciones de una oración auténticamente cristiana. Más aún, Jesús añade que de ahora en adelante la oración tendrá que proceder del amor fraterno basado en Él, en Jesús, por ello nos pide que procuremos orar dos o más reunidos, y que esto no tiene falla alguna. 3.- Jesús, aparte de ser el Hijo eterno del Padre, hecho hombre fue Maestro de oración y nos dio ejemplo al orar en todas las grandes decisiones y en los acontecimientos más importantes de la vida: En el Bautismo, al inicio de su vida pública, en la transfiguración, antes de elegir a los doce, a sus apóstoles les enseña a orar, en el huerto de Getsemaní... La última voluntad expresada por Jesús en su oración en el cenáculo se refiere a la Iglesia, en donde pide que seamos uno. Ya en la cruz desde su corazón divino incluso le pide al Padre por los responsables de su muerte. La intercesión de Jesús el viernes santo no es una mera imploración, sino una manifestación al Padre de su voluntad de salvación fijada desde toda la eternidad, aun a favor de los hombres, aún de los más necios. Siendo conscientes de que Jesucristo es el Hijo de Dios desde la eternidad, uno podría preguntarse: ¿Por qué Cristo vive en oración? ¿Sí Él es Dios para qué necesita orar? Una respuesta que nos puede ser útil nos la ofrece san Cirilo de Alejandría: “Conviene que Cristo como hombre pida y reciba del Padre lo que posee por naturaleza en cuanto Dios”. Y así, el cristiano ha recibido del Señor la invitación para que convierta la oración en su propia vida y para que transforme su vida en una oración. 4.- La Oración en el cristiano puede definirse como la adhesión espiritual a la propia existencia de gracia y a la propia vocación. En la oración el cristiano se adhiere a la propia existencia de gracia, es decir, a la existencia de hijos de Dios. Y serán las virtudes teologales, la Fe, la Esperanza y la Caridad, las que nos permiten una relación auténtica con Dios. La oración también le permite al hombre adherirse de forma madura a la propia vocación. Esta vocación tiene dos aspectos; uno es la forma de santificación que Dios quiere de nosotros según nuestro estado de vida; el otro es la misión que recibimos en la Iglesia. El esfuerzo de santidad que Dios nos pide sólo puede realizarse en la búsqueda de la unión y en la petición de aquellas gracias que son necesarias para corresponder al designio de Dios. Este es el sentido de todas las exhortaciones que el Señor nos hace para que oremos en medio de la tentación 14
  • 15. o para que elevemos una petición a Dios de los verdaderos bienes superiores y sobre todo del don del Espíritu Santo. Lo mismo ocurre con la misión que recibimos en la Iglesia. Tenemos que buscar nuestro lugar en la Iglesia y el mundo a través de la oración y particularmente durante unos buenos ejercicios espirituales, en los que seamos capaces de ponernos en la presencia de Dios, ya que la misión en los bautizados es una obra divina y no el objeto de una técnica humana. Oye, ¿No será esta ausencia de momentos de interioridad lo que nos está llevando a una crisis tan severa y dolorosa en la vida familiar como la que vivimos hoy en día? ¡Date cuenta! Sí muchos de nosotros no vivimos realizados o no hemos encontrado el lugar de nuestra realización no suele ser por otra cosa sino por esa incapacidad de tener tiempo para orar a Dios. 5.- Hoy por hoy, los mismos psicólogos manifiestan, reconocen y valoran los excelentes frutos de la oración: Paul E. Johnson en su obra PSICOLOGÍA DE LA RELIGION hace un estudio amplio del efecto psicológico de la oración, que en esencia consiste en cumplir la voluntad de Dios. La oración posee unos efectos manifiestos. El autor descubre que aquellos que oran obtienen estas experiencias: Primero: En la oración obtenemos el Conocimiento de las necesidades y realidades: En la oración sincera las realidades de la vida se sitúan de cara a Dios, y entonces se dejan aparte las vanas ilusiones, dando paso una mayor honradez y a una comprensión más auténtica. Segundo: La oración nos proporciona Confianza y relajación: La oración acaba con los estados de tensión, aporta paz al espíritu, aleja la inquietud y el temor, y transforma la inseguridad en una confianza sólida. Tercero: La oración nos aporta Perspectiva y claridad de Mira: La meditación resuelve muchos problemas, nos descubre planes para llevar a la práctica, ordena las experiencias confusas y hace que lleguemos a una acción efectiva. ¿Te das cuenta de por qué Salomón supo pedir lo que verdaderamente era suplicable al Señor? Cuarto: La oración nos ofrece la Correspondencia social: La oración supera el aislamiento y nos une a la comunidad. En este sentimiento de respuesta social encontramos apoyo moral, valor y virilidad. La persona se hace sensible socialmente ante las necesidades de los otros y llega a estar más dispuesto para así cooperar por el bien de todos. Quinto: La oración tiene como fruto la Alegría, gratitud y reconciliación: La oración nos ayuda a afirmar valores, aumenta la estima y reconoce el bien presente. Estas afirmaciones proporcionan un gozoso doble sentido, despertando la gratitud y ofreciendo la resignación a la persona ante la pena y 15
  • 16. la privación. Suceda lo que suceda, el individuo que hace oración se encuentra mejor preparado para afrontarlo. Y sexto y último elemento: La oración consigue la Integración de la personalidad: En medio de las contradicciones de la vida, la oración concentra nuestra atención en una suprema lealtad. En los conflictos de los deseos irrefrenables la oración unifica las energías con una integridad básica que da a la vida equilibrio y paz interior. Así pues, desde el punto de vista psicológico, la oración es la elevación de la mente a Dios. Pero más importante es comprender que desde el punto de vista cristiano: la oración es nuestra adhesión espiritual al designio salvífico de Dios. 6.- El fundamento de nuestra actividad orante es doble. En el orden de la creación, el hombre depende radicalmente de Dios en su propio ser, obrar y vivir. En el orden de la encarnación, la actividad orante se basa en la disposición del Padre que ha querido asociarse a la humanidad en Cristo y en los que formamos su Cuerpo Místico. 7.- ¿Cuántos tipos de oración existen? ¡Creo que es el momento para referirlo! Habitualmente, las grandes formas de oración se ponen en paralelismo con las formas que había de sacrificio religioso: alabanza, acción de gracias, adoración, reparación de los pecados, petición, propiciación e intercesión. Tenemos que tener en cuenta que ésta puede realizarse en lo individual y también en lo comunitario, y que su expresión puede ser sólo mental o bien externarse vocalmente. Independientemente de lo anterior: Considerando el principio eterno, que es Dios mismo, brota nuestra oración de la alabanza y de la adoración: La alabanza es una pura mirada hacia Dios; la adoración añade a la pura mirada hacia Dios, la consideración del hombre como una criatura salida de la nada. Considerando a Dios en su actuación en los diversos momentos del tiempo, brota nuestra oración de acción de gracias, de petición y de intercesión. La acción de gracias considera una salvación ya realizada y se refiere a todos los beneficios ya concedidos por Dios; la oración puede ser de petición si se dirige al futuro y afecta a todo cuanto pertenece al Reino de Dios directa e indirectamente para los bienes temporales; y una oración puede ser de intercesión, en cuanto que la oración se presenta en favor de otros. Las oraciones penitenciales van ligadas a la condición histórica del hombre pecador. Puede ser también una oración de intercesión y de reparación cuando se refiere a los pecados de otros. Si consideramos la presencia inicial del Reino de Dios que tendrá su realización en la eternidad, la oración se convierte en contemplativa. Finalmente, en cuanto 16
  • 17. que nuestra oración, como el sacrificio, quiere expresar un ofrecimiento a Dios, ella misma se convierte en ofrenda y en una oblación interior. 8.- No olvidemos finalmente que la oración tiene que basarse en una actitud fundamental de certeza que se arraiga en una convicción de que Dios concede todo cuanto se le pide, ya que es un Padre condescendiente con sus hijos. 17