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BORRADOR
El diseño de la carátula es del autor
2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 3
CAPITULO 1:
LA CIUDAD COMO TEMA 8
La naturaleza urbana 9
Vivir y pensar 12
El medio ambiente y la ecología 14
Biodiversidad y bienestar 16
CAPITULO 2:
UN MUNDO URBANIZADO 18
La ciudad contemporánea 20
Del individualismo a la conciencia colectiva 26
Los derechos del peatón 29
CAPITULO 3:
LAS ZONAS VERDES 40
La plaza 46
Los parques 47
Los jardines 48
Los corredores verdes 52
La estandarización 53
CAPITULO 4:
LA NATURALEZA URBANA EN CALI 56
El proceso urbanizador 58
Del verde al gris 61
Humedales y parques 63
CAPITULO 5:
LOS AGENTES DEL CAMBIO 74
El Papel del Estado 76
La sociedad y los individuos 82
CAPITULO 6:
DEL SABER AL HACER 89
El orden académico 90
Hacia la ciudad amable 94
Cambio de imagen 100
CONCLUSIONES 103
BIBLIOGRAFÍA 104
3
INTRODUCCIÓN
Con mucha frecuencia escuchamos decir que los seres humanos se caracterizan por ser
criaturas pensantes y superiores a las otras especies, olvidando dos cosas esenciales, que la
capacidad de discernimiento quedó mal distribuida desde el origen de los tiempos y que a
pesar de las capacidades de pensamiento, en realidad seguimos siendo animales dependientes
de cuanto pueda suceder con las otras formas de vida que hay sobre el planeta. Lo lamentable
de ese engreimiento racionalista que, si bien ha servido para construir enormes ciudades con
millones de habitantes, poderosas máquinas y sofisticadas teorías, es que en lugar de
servirnos para construir un mundo mejor, paradójicamente lo estamos llevando por el camino
de la extinción.
Un amplio sector de la población cree que salvan su responsabilidad ante el mundo porque
compran equipos ahorradores de energía y siembran árboles en cualquier lugar, sin pensar en
las características de las especies vegetales ni en las consecuencias posteriores de su
crecimiento desmedido. Otros estiman que los problemas ambientales se solucionaran con
más “cultura ecológica”, como si una mayor teoría o erudición de las personas fuera a
producir automáticamente los cambios en el comportamiento que se necesitan. Y también
hay personas que, como parten de la idea de que la naturaleza es un bien público, piensan
que su cuidado depende de la acción política. Entre tanto y a pesar de que los habitantes
sufrimos las consecuencias de la contaminación y de todo lo que se dice o escribe desde los
medios de comunicación o las academias sobre la necesidad de proteger el medio ambiente,
continuamos tercamente destruyendo la naturaleza en sus ámbitos urbanos y rurales. ¿Por
qué?
Como se mostrará a continuación, una posible respuesta a ese interrogante, es que se debe al
hecho de que la humanidad ha venido perdiendo su contacto con la naturaleza y hemos
abandonando las zonas rurales buscando mejores oportunidades en las ciudades, por el
desplazamiento que causan las distintas formas de la violencia, e incluso por ciertos
imaginarios (imágenes) de progreso que no siempre llegan a ser reales para todos. Somos una
especie que necesita vivir en comunidad y por ello nos hemos venido congregando en puntos
muy precisos de la geografía pero la coexistencia en las ciudades se está haciendo cada vez
4
más difícil, porque en la medida en que crecen, así mismo se complejizan, exigiendo de cada
individuo el cumplimiento de cambiantes normas y la adquisición unas nuevas formas de
pensar y de actuar para garantizar la coexistencia, pero como lo vemos hoy, existe un desfase
entre el crecimiento de los poblados y el control racional sobre lo que hacemos. Así como
pueden crecer las comodidades para algunos, también aumentan los problemas para otros y
algunas urbes son tan invivibles que están afectando las condiciones físicas y mentales de los
propios habitantes con toda suerte de enfermedades y trastornos. Los imaginarios de progreso
y modernidad que nos ofrecen ciertos políticos, los medios de comunicación, el cine e incluso
el sistema educativo, como no se están enfocando en el bienestar de la gente, sino en el
fetichismo tecnológico, en la competitividad económica y en la lucha por el status, están
dejando su estela de destrucción sobre el suelo que pisamos y sobre el aire que respiramos.
Continúa pues, el irrefrenable gusto de los hombres por las imágenes de ostentación, las
mega-obras, los puentes elevados a tres niveles, los túneles, las vías de 10 carriles, los
intercambiadores, los rascacielos, los relumbrantes escenarios deportivos y las
canalizaciones que ahora eufemísticamente los expertos denominan “construcciones de obras
civiles en corrientes naturales”.
La verdad es que mientras las elites globalizadas van por el mundo disfrutando de sus gustos
refinados, a la mayoría les toca lidiar con la pobreza, la inseguridad, el desempleo y vivir en
los barrios más deteriorados e insalubres de las ciudades, como si fuera un castigo divino.
Tales cosas suceden porque (la polis) los pueblos no captan todavía que, solo con el ejercicio
político colectivo, es posible hacer de la urbe y sus espacios públicos, algo digno para el
disfrute de todos. Es con la política que podemos tomar decisiones colectivas para poner
límites a los que solo defienden intereses sectoriales o particulares y con ella será posible
terminar con la lógica absurda de siempre querer producir más, para que unos cuantos puedan
despilfarrar los recursos. Dicho en otras palabras, la idea es que debemos detenernos un
instante para darnos cuenta que la vida en las ciudades bajo el sistema socioeconómico
imperante es inviable porque atenta contra los más débiles y destruye cada vez más los
entornos geográficos que le circundan, tal y como nos lo recuerda Pedro Salvador, quien
afirmaba que:
5
“El ecosistema urbano se diferencia de los naturales en que no se autorregula. Para empezar;
la ciudad es un ecosistema dependiente, abierto, heterótrofo, que consume mucha energía
para evaporar agua y calentar el aire, energía que además no produce él, sino que viene de
fuera (a lo menos la mitad es artificial) y cuya población no puede sobrevivir con los
productos alimenticios que generan en la propia ciudad. Las importaciones, y no solo de
alimentos, son diez veces superiores a las exportaciones, y en productos como materiales de
construcción y arena les superan cientos de veces”.1
Ciertamente y como lo ha destacado la geografía económica desde hace largo tiempo ya, las
ciudades dependen de sus relaciones con el medio rural, del trabajo campesino y en lo interno,
de la manera como los habitantes con sus instancias políticas gestionen sus espacios y sus
recursos económicos. Por eso de la misma forma que el vestido, los zapatos y la casa, reflejan
en algo nuestra manera de ser, las concentraciones humanas son una expresión de sus
estructuras sociales y del tipo de relaciones que han sostenido los dirigentes con sus
conciudadanos en los procesos internos de construcción de las hegemonías. De ahí que, como
se mostrará en esta obra, nuestros espacios públicos, solo puedan reflejar lo que somos y,
aunque el panorama no es alentador para el caso colombiano, debido a las condiciones
generalizadas de inequidad, individualismo y corrupción, que nos rodean, nuestra tarea debe
ser mirar muy adelante, por encima incluso de las tendencias actuales, para luchar por
cambiar nuestras condiciones y estilos de vida sin perder de vista lo que plantea Gabriel leal,
cuando concluye que:
“…existen todos los instrumentos técnicos y conceptuales para adelantar una gestión
medioambiental racional, pensando en la herencia que la humanidad le dejará a las dos
próximas generaciones. No son los técnicos ni los profesionales los obligados; cada uno,
desde su ámbito de trabajo, debe actuar a favor del desarrollo sustentable; son todos los
habitantes del planeta, pues es el hogar de la especie humana y por el momento no se
vislumbra otra casa cercana hacia la cual mudarse, una vez se concluya la labor de
depredación del planeta: (…) Se gastan miles de millones de dólares cada año en
investigaciones sobre cómo hacer más rentable y más productivo el plantea y sobre cómo
1
Salvador Palomo, Pedro J. La planificación verde en las ciudades. Gustavo Gili. España, 2003. Pág. 136.
6
sacar el mayor provecho a los recursos disponibles, sean renovables o no. Lo anterior, con el
único fin de incrementar el consumo, para que el sistema, económico siga su senda de
crecimiento y desarrollo; pero la humanidad, al igual que las ovejas, sigue detrás de uno o
dos líderes, sin preguntarse el porqué. La respuesta es sencilla: el crecimiento económico se
ha asimilado a calidad de vida, lo cual trae resultados perversos para la continuidad de la vida
en el planeta”2
Ahora bien, una vez señaladas algunas de las ideas generales que muestran las interrelaciones
que se dan entre la sociedad, el desarrollo urbano y el medio ambiente, pasamos a señalar las
motivaciones que dieron origen a este libro, la metodología empleada en la recopilación y
análisis de la información y por último la estructura de su contenido. Sobre la historia de Cali
en sus aspectos artísticos y sociales ya en el pasado habíamos publicado algunos libros, pero
a raíz de distintas experiencias frustrantes con los parques del barrio donde vive el autor, se
fueron acumulando una serie de preguntas y de hipótesis que crearon la necesidad estudiar el
asunto de la importancia de las zonas verdes al interior de las ciudades en general para tratar
de comprender en algo, el caso particular, pues a pesar de que ellas nos ofrecen muchos
beneficios y las vemos o recorremos a diario, no les prestamos la suficiente atención, tanto
que hay quienes consideran que son simples letrinas caninas o, como pertenecen a la
municipalidad, en ellas cualquiera puede hacer lo que le venga en gana.
Para empezar entonces se examinó la bibliografía disponible en algunas bibliotecas y se
consultaron muchos textos en internet. A continuación se hizo un recorrido por la ciudad de
Cali para comparar y establecer algunas constantes que se han dado en el tratamiento de sus
zonas verdes. Y por último se hicieron entrevistas informales con algunos contratistas de la
alcaldía y se analizó el trabajo de los funcionarios que llevan a cabo el mantenimiento de los
parques. Pero este texto no pretende mostrar todos los aspectos estudiados sino que busca,
desde lo que suele hacer la historia, aportar una visión integradora de algunos de los
elementos que pueden servirnos para entender lo que ha venido sucediendo con el tratamiento
que le damos a la naturaleza urbana en las ciudades en general y en Cali, como caso
particular. Esta mirada por lo tanto está entre lo que suele hacerse desde la geohistoria.
2
Leal del Castillo, Gabriel. Ecourbanismo: ciudad, medio ambiente y sostenibilidad. - 2 ed. Colombia. Ecoe
2010. Pág. 193.
7
La hipótesis de trabajo fue: Las zonas verdes y los espacios públicos de las ciudades a nivel
mundial están siendo revalorados a raíz de los movimientos ecologistas pero en nuestro
medio el proceso es muy lento porque el control territorial que ejercen las élites no tiene
contrapeso en formas populares de organización política y las personas no logran visualizar
otras formas de relacionamiento con la naturaleza, distintas de las impuestas por el modelo
socioeconómico imperante.
Los resultados del análisis realizado se presentan, así: en el primer capítulo se aborda el tema
de la ciudad, definiendo entre otros conceptos los de naturaleza urbana, huella ecológica y
biodiversidad. Dentro del capítulo segundo se caracterizan el proceso urbanizador, los efectos
de diseñar la ciudad en función del automóvil y la idea de mejorarle las condiciones de vida
al peatón. El capítulo tercero tiene como propósito resaltar los beneficios eco sistémicos que
ofrecen las zonas verdes, como los parques, los jardines y los corredores verdes.
Aunque no es el objetivo central del libro hacer un estudio concreto sobre la Ciudad de Cali,
en el capítulo cuarto se hace un recuento de lo que ha sido su expansión sobre el entorno
natural y esto con el propósito de ejemplificar algunos apartes de los capítulos anteriores, así
como lo que se explica en la parte final del libro. Como las ciudades tienen la capacidad de
cambiar constantemente, en el capítulo quinto se resaltan las posibilidades transformadoras
que tienen el Estado, los individuos y las organizaciones sociales. En el capítulo sexto, se
cuestionan el papel de las ideas dominantes y en especial las que circulan en el sistema
educativo actual, para luego exponer a manera de síntesis general, algunas de las
consideraciones que se deberían tener en cuenta entre los interesados en el mejoramiento de
las condiciones de vida en el medio urbano.
Este estudio se desarrolló con paciencia por espacio de casi tres años, siempre tratando de
componer un texto fácil de leer, pues los discursos pedantes lo que hacen es provocar el
fastidio de los lectores no especializados y lo que hace falta es involucrar y comprometer al
mayor número de personas en el cuidado de nuestros recursos naturales. Por el mismo
motivo, las frases sobresalientes que se encontraron en otros idiomas se ubicaron en el pie de
página. En cuanto a las fotografías que acompañan el texto valga pena decir que
infortunadamente solo se pudieron insertar unas pocas para resaltar ciertas ideas y para hacer
más amena la lectura se incluyeron unas ilustraciones del autor, pero las personas críticas que
8
deambulan por la ciudad, podrán darse cuenta de lo acertado de nuestras afirmaciones y
comprobarán cómo en Colombia continúan su marcha triunfal sobre el medio ambiente, los
argumentos o los pretextos de quienes son partidarios de seguir expandiendo el concreto y el
asfalto sobre la faz de la tierra.
9
CAPITULO 1
LA CIUDAD COMO TEMA
El ser humano pertenece al grupo de los animales vertebrados y mamíferos, como lo son el
gato, el perro, la vaca o el chimpancé y por lo tanto compartimos con ellos muchas formas
de comportamiento, solo que las disfrazamos bajo ciertos ropajes que llamamos racionales y
nuestra salud, como la de ellos, depende de las buenas condiciones de desarrollo que se den
en los sistemas naturales donde estamos. Aunque seamos millones de habitantes los que nos
agrupamos en las ciudades que son, digamos, de naturaleza urbana, es deber de cada uno de
nosotros procurar unas buenas condiciones de existencia para el conjunto de los seres vivos.
La ciudad es un tema que apasiona a muchos porque son tantos los puntos de vista desde los
cuales se la puede pensar que por ello los novelistas, historiadores, políticos, filósofos, entre
otros, han escrito cantidades enormes de páginas a lo largo de los siglos. Pero mientras una
minoría la piensa, la interpreta con sus lenguajes encriptados y la gobierna, la inmensa
mayoría de los citadinos permanecen en otras esferas de la existencia, donde la lectura y la
reflexión pausada no tienen espacio, ya por las condiciones de sometimiento que imponen
las élites, por las urgencias que deben resolver en el día a día e incluso por la indiferencia a
la cual ahora nos impulsan las industrias “culturales” o del entretenimiento. A ello hay que
sumarle que los estudios urbanos hasta hace muy poco tiempo se preocupaban
preferencialmente por los temas sociales o económicos e ignoraban por completo la
degradación de sus aspectos físicos y del medio natural.3
Ciertamente, a pesar de todos los desastres causados por la desenfrenada carrera
industrializadora y la búsqueda del crecimiento económico, pocos prestaban atención a la
desaparición de las aves, la polución visual o la extinción de los árboles en el medio urbano
ni había la posibilidad de pensar en desarrollos socioeconómicos sostenibles. En el siglo XX,
3
Benton-Short, Lisa y Short, John Rennie. Cities and nature. - 2 ed. Estados Unidos: Routledge, 2013. “Urban
studies have long ignored the physical nature of cities; instead, the emphasis was on the social, political and
economic rather than the ecological. And yet cities are ecological systems, they are predicated upon the physical
world as mediated through the complex prism of social and economic power. In recent years there has been a
renewal of interest in the city as an ecological system, with emphasis on the complex relationships between
environmental issues and urban concerns, and between social networks and ecosystem flows.” Pág. 4.
10
la necesidad de superar la ruina causada por las dos guerras mundiales, las contiendas
políticas entre los modelos de dictaduras (o si se prefiere llamarlas democracias) capitalistas
y socialistas y la carrera armamentística, tampoco permitieron observar lo que estaba
sucediendo con el medio ambiente y la palabra ecología a muy pocos interesaba. Hubo que
esperar hasta la década de los setentas del siglo pasado para que paulatinamente se empezara
a dar un cambio, aunque más en el campo de las ideas que en las acciones concretas. Después
de las Cumbres de la Tierra y demás momentos estelares del ecologismo mundial, algunos
países han tomado la delantera y han implementado políticas para hacer de sus ciudades y
entornos naturales más acordes con las nuevas ideas, aunque no deja de sorprender cómo,
han convertido en una moda esa extraña mezcla de ambientalismo cientifista con los
discursos de ámbito gerencial, como cuando nos hablan de un “proyecto de investigación
para medir los niveles de impacto de las políticas de gestión ecológica en la empresa tal…”.
La naturaleza urbana
Por millones de años el animal humano, se fue haciendo hombre caminando erguido sobre la
tierra sin conocer lugar fijo de habitación y aunque pueda sorprender a muchos de nuestros
contemporáneos que no se bajan del automóvil, lo hacía por días enteros tratando de
encontrar frutos o algo de carroña. Así fue como apareció nuestro lejano antepasado el
australopitecus, hace unos 2 millones de años. Luego apareció el homo habilis que con una
capacidad de razonamiento mayor, hace 1.7 millones de años antes del presente, aprendió a
elaborar las primeras herramientas en piedra, hueso o madera que iría perfeccionando hasta
poderlas usar en la cacería. Con esos adelantos, otros grupos humanos, como el homo sapiens
poco a poco, en el curso de miles de años, fueron cruzando las selvas y las aguas para salir
de África, pasar a Europa, Asia y llegar a sur América hace más de 12.000 años. Este último
dato no debe perderse de vista si deseamos entender por ejemplo, por qué la pintura rupestre
y las primeras formas de habitación aparecieron primero lejos de nuestra geografía.
De esa profunda conexión que tenían nuestros lejanos antepasados con los entornos naturales
y las primeras manifestaciones del pensamiento analítico, surgió la agricultura que es uno de
los mayores avances que ha conocido la historia de la humanidad pues le permitió, entre otras
cosas, lograr unos excedentes acumulables, la estabilidad alimentaria y hacerse sedentario.
11
Digamos entonces que la secuencia fue: bajar de los árboles, caminar erguido, dedicarse a la
recolección y el carroñaje, ocupar temporalmente los refugios rocosos, aprender la
domesticación de algunos animales, hacerse sedentario, trabajar la parcela, para
posteriormente llegar a vivir en pequeñas aldeas de comunidades igualitarias, donde las
mujeres incluso tenían una destacada relevancia social.
Muchos historiadores han sostenido que el siguiente gran paso que dio el hombre fue la
creación de la escritura y por ello hablan prehistoria e historia, aunque ello es muy discutible
porque todos somos seres históricos o tal vez deberíamos decir geo-históricos debido a que
evolucionamos en el tiempo y en los espacios geográficos, desarrollando incluso distintas
formas de transmisión de conocimiento “escrito”. En este texto consideraremos como la
segunda gran transformación, el paso de la vida campesino-aldeana a la conformación de las
ciudades. Aquí valga la pena precisar que, no es un tránsito a unos lugares artificiales e
inertes, como suele creerse, sino la creación de espacios de “naturaleza urbana” donde en
particulares condiciones, siempre cohabitamos con otros mamíferos, aves, reptiles, insectos,
plantas e infinidad de microorganismos. La aldea es un pequeño poblamiento que puede estar
compuesto por una o varias familias, que se rigen siguiendo patrones de conducta como el
respeto a la sabiduría de los mayores, sin claras divisiones estamentarias o políticas, pero
que, sobre todo, vive en una estrecha dependencia con las labores del campo.
Fig. 1.1 Los grandes edificios y el dominio del carro, son los
elementos definitorios de la ciudad “moderna”
12
En el lenguaje común se suele considerar que una ciudad es un conjunto de avenidas y
edificaciones grandes donde vive un importante número de personas (fig. 1.1) pero como
esos elementos son tan vagos o relativos y no permiten diferenciarla de un pueblo, una urbe
o una villa, los estudiosos del tema han intentado definirla, sin llegar a un acuerdo porque,
cada cual pone su acento en una característica u otra o establece sus propias clasificaciones.
En consecuencia para poder tener una idea más clara al respecto, lo mejor será darle un rápido
vistazo a su pasado lejano, sin olvidar que todas las ciudades tienen sus particulares historias,
algunas se originan de la transformación de las aldeas, otras alrededor de centros
ceremoniales, también están las que se fundan como puntos de avanzadas en la guerra por
los recursos y existen las que se fueron formando con la llegada de comerciantes en los cruces
de caminos fluviales o terrestres. Según los estudios existentes a la fecha, el proceso de
urbanización mundial se inició en Jericó hace más de 8000 años y paulatinamente surgieron,
de preferencia a la orilla de grandes ríos o puertos, las ciudades de Uruk, Ur, Harapa, Menfis,
Tebas, Yin, Anyang, Tikal, Teotihuakan, Esparta, Atenas, Roma, Cuzco, las que se crearon
alrededor de los castillos en Europa y las que fundaron las potencias colonialistas como
España, en América.
No obstante lo distintos que puedan parecer los procesos evolutivos de las ciudades, es
posible extraer algunos elementos comunes que nos ayudan a entender su esencia. Son
asentamientos humanos que se hacen sobre una porción precisa o delimitada del espacio
natural pero que al mismo tiempo que dependen de una región, la tratan de controlar para ir
expandiendo sus límites. Dicho de otra forma son los focos del control territorial de una
entidad socio política que empieza por construir la hegemonía sobre sus conciudadanos,
mediante el ejercicio de la violencia simbólica (el establecimiento de la Cultura), la violencia
física (el aparato judicial o la fuerza armada) y el control económico. Como se mostrará a
continuación la ciudad se forma y se diseña para dominar a la población y ésta debe aprender
a obedecer sus reglas para poder cohabitar y gozar de los beneficios que ella ofrece, como
son: seguridad frente al enemigo externo, proximidad a los centros ceremoniales, facilidades
de acceso a los productos de consumo e intercambio de saberes, entre otros. Un centro
urbano, entonces, más que una sumatoria de personas, casas, calles y plazas, es un tejido de
13
relaciones, que llamamos “pueblo”, cuando es en apariencia menor a otro, en tamaño e
intensidad de sus actividades.
Vivir y pensar
Hoy es muy común ver en Colombia a los motociclistas y a los ciclistas circulando por los
andenes o haciendo piruetas en los parques de nuestras ciudades y si bien a muchos, porque
los policías también lo hacen, les parece normal otros consideran que son una expresión de
que algo va mal, tal vez es el producto de un proceso de involución humana hacia un
australopitecus pero “tecnológicus”. Se entiende que un pez no pueda dedicar su tiempo a
filosofar sobre el agua, pero es increíble que el hombre, que se dice un descendiente de los
sapiens-sapiens, no reflexione sobre lo que hace en y con su entorno natural de existencia.
Por su puesto que a lo largo de la historia ha habido personas dedicadas a pensar las ciudades,
unos con la ayuda de los dictados celestiales, otros desde los intereses terrenales y los más
recientes bajo el amparo de los círculos académicos y tecnocráticos, lo cual no es una
novedad porque corresponde al tradicional ejercicio del poder. De manera que hoy en las
universidades y en los ámbitos especializados de la administración pública, bajo el título de
“Pensar la ciudad” se discute ampliamente y se publican miles de artículos en las revistas
internacionales, el problema es que con las estrategias de exclusión, las industrias del
espectáculo y el analfabetismo funcional, esos son temas que la gente del común no lee
porque no entiende ni le interesa. Podría creerse que las cosas pueden continuar por esa senda,
pero si las personas no se involucran, por sus acciones u omisiones, las urbes se irán
convirtiendo en lugares invivibles, como ya sucede en tantas grandes urbes del mundo o
como en Medellín o Bogotá, que con frecuencia tienen que afrontar, los altos niveles de
contaminación del aire y el accionar inconsciente de los habitantes “en condición de calle”.
Mientras en la ruralidad los sujetos desarrollan su existencia unos alejados de otros, con
relativa autonomía y en la intimidad de sus núcleos familiares, en las ciudades, debido a la
necesidad de armonizar la dinámica de conflictos que genera la densidad poblacional, es que
se han estructurado alrededor de un poder central. Desde el poder, el sistema
socioeconómico, que está controlado por sujetos concretos, con nombres y apellidos, dicta
las normas, tácitas o explícitas que los ciudadanos, según su posición social, debe conocer,
14
aceptar, y cumplir desde la temprana infancia. Veámoslo de otra manera, la ciudad es como
un hiper texto espacial, sobre el cual se escriben las leyes que el habitante ha de leer o
reconocer y acatar. Pero a parte de los códigos, están por ejemplo, el diseño físico de los
espacios que inducen comportamientos específicos (los puentes, los pasos peatonales), los
elementos tridimensionales como las estatuas o los semáforos, las señales gráficas que se
fijan en los parques, la nomenclatura de las calles y los nombres de los edificios. Todos esos
elementos constituyen la imagen de una realidad urbana que provoca distintas imágenes
subjetivas en las personas e idearios. Fig. 1.2
Los ciudadanos pueden conformarse con las condiciones impuestas, tratando de sacar
provecho de los aspectos positivos de la ciudad, sin preocuparse de factores como la
Fig. 1.2 Esta es un ejemplo de imagen-texto subjetivo de una
ciudad. Se trata de Getafe en España
15
inequidad y el deterioro del espacio urbano, aunque también pueden considerar el hacerse
partícipes de la construcción de la vida buena, que en ultimas implica el bienestar general. A
este respecto nos dice Fernando Savater que la vida buena es aquella en la cual buscamos la
libertad, la justicia y la asistencia4
o la solidaridad. Pensar la ciudad es atreverse a
cuestionarse sobre lo que sucede en el lugar que habitan, pero no con los aires del experto
sino, empezando por evaluarse a sí mismo, tanto en sus pensamientos como en sus actitudes.
Luego de ese avance, es posible dar el salto hacia la construcción de comunidad que es más
difícil pero efectivo en la tarea de salvar al mundo de nuestra propia miopía egocéntrica.
Indudablemente que las discusiones masivas pueden resultar engorrosas y en ocasiones hasta
conflictivas, pero tienen la ventaja de enriquecer las ideas, dotarlas de legitimidad y por lo
tanto ayudan a despertar la capacidad de compromiso colectivo hacia las tareas planteadas.
Dejar que otros sean los que piensen y tomen las decisiones es ineficiente, un desperdicio de
la capacidad de gestión humana. Además, esperar que las élites enmienden su actitud de velar
solo por sus intereses, es solo una falsa ilusión porque,
“Muchos líderes locales y nacionales, privados y públicos, se resisten a escuchar verdades
que no les resultan cómodas. La humanidad evade la discusión de muchos problemas que la
disturban, tales como los relacionados con la pobreza, la niñez, la ancianidad. El ocultamiento
de estas verdades ha llegado a ser una obsesión para los que tienen poder para cambiar las
cusas de estos problemas. (…) Los intereses del rico en los países en desarrollo, están más
relacionados con los intereses del rico en las naciones ricas que con los intereses del pobre
en sus propias naciones. En una sociedad consumista, el rico no parece tener ningún sentido
de culpa.”5
El medio ambiente y la Ecología
Como todos los seres vivos, los humanos formamos parte de la naturaleza. Ocupamos un
lugar y dependemos de las condiciones que se dan sobre la superficie de la tierra, es decir lo
que en general llamamos la biosfera. El medio ambiente es el conjunto de elementos que nos
4
Véase: Savater, Fernando. “Ética para a mador”. Barcelona: Ariel, 1991.
5
Hardoy, Jorge E. “Los cambios en la distribución espacial de la población y el medio ambiente urbano de
América Latina.” En: AA.VV. Problemática futura del medio ambiente en América Latina. Madrid: Fundación
Mapfre, 1992. Pág. 49.
16
rodea pero en un espacio más determinado, aunque muchas veces confundimos los términos
y decimos: “la destrucción del medio ambiente” para indicar el deterioro de las condiciones
naturales del planeta. Es por eso que para evitar equívocos los hombres de ciencia definen
sus conceptos o inventan unos nuevos. Lo difícil es que a veces construyen leguajes tan
complicados que en lugar de aportarle conocimiento a la gente, terminan por hacerlo
inaccesible.
La relación del hombre con el medio ambiente, a lo largo del tiempo, ha sido variable y si la
mayoría de las veces las civilizaciones han vivido en relativa armonía con la naturaleza, en
otras oportunidades han desaparecido a consecuencia de las malas prácticas agrícolas, la
deforestación o los desastres naturales, es decir por el desconocimiento de sus principios
elementales. Por espacio de miles de años las personas, para la toma de decisiones, se basaron
en las tradiciones, las creencias religiosas o en conocimientos que algunos denominan como
no científicos y sin embargo resulta una paradoja que con el desarrollo de la técnica europea,
la expansión del capitalismo y el establecimiento de conocimientos tan certeros como los
proporcionados por la física, las matemáticas, la química y la biología estemos tan cerca de
destruir, ya no un imperio, sino el planeta entero. Es posible que el futuro de la humanidad
no le preocupe a ciertas personas, por los efectos de su escasa capacidad de discernimiento,
y prefieran concentrar sus esfuerzos en la solución de sus asuntos del presente, pero también
es verdad que, a pesar de la moda verde, viene creciendo una corriente de pensamiento
honestamente comprometida en detener la catástrofe, nos referimos al ecologismo.
Aunque la palabra ecología la creara el biólogo alemán Ernst Heckel en 1886, para referirse
al estudio de las interacciones que sostienen los seres vivos entre ellos y con su medio, hubo
que esperar a mediados del siglo XX para que, a causa de la crisis medio ambiental, empezara
a cobrar la importancia que hoy tiene. El problema es que la ecología, a pesar de su
popularidad, se ha convertido en otra esfera del ámbito académico para adornarla con un
universo complejo de conceptos y discursos complicados, cuando lo que necesitamos es un
conocimiento que sirva para que la población participe de la solución de los problemas
concretos que afrontamos en nuestros entornos geográficos. Para dar un ejemplo del desfase
que existe entre lo que plantean los expertos y lo que necesitamos, podemos encontrarlo en
17
las variantes del concepto de la huella ecológica, pues los adornos matemáticos alejan a los
individuos de su comprensión y uso.
Después de haber presentado algunos elementos definitorios de la ciudad, es preciso volver
sobre su dimensión espacial a fin de entender parte de lo que es la huella ecológica. En
términos generales, toda aglomeración de habitantes exige el uso de un lugar y la existencia
de un área a dónde van los desechos y en la cual se desarrollan las actividades agrícolas o
extractivas que han de proporcionarle el sustento. Por lo tanto básicamente hablamos de las
áreas urbanas, periurbanas y ruralidad, aunque con el desarrollo del comercio y la
industrialización cada vez tenemos que tener en cuenta territorios lejanos, como espacios de
influencia o dependencia. En las economías tradicionales un caserío podía satisfacer su
demanda de productos con el trabajo en la huerta o los campos más cercanos, pero para
satisfacer las exigencias crecientes de las grandes concentraciones urbanas hoy se requiere
de una explotación intensiva de los recursos de las zonas campesinas cercanas e incluso de
las regiones más apartadas. Tan es así que desde hace unas décadas se ha puesto de moda
hablar de ciudad-region metropolitana para legislar en favor de las grandes trasnacionales,
posibilitarles hacer sus inversiones y con la esperanza entrar en la guerra global por los
recursos. En la lógica de la competitividad la idea es invertir en infraestructura para que
lleguen las empresas que atraerán más mano de obra joven y barata, para luego hacer nuevas
obras y seguir creciendo indefinidamente. Un ejemplo del despilfarro espacial lo tenemos en
ciudades como Frankfurt que crecen en su área de afectación al tiempo que disminuyen su
densidad6
.
6
Véase: Gestion de la croissance urbaine. Rapport de la commission 2. Barcelona: Metrópolis, Association
mondiale des grandes metropoles. 2011. www.metropolis.org
18
De manera que los efectos que deja un pequeño pueblo sobre su entorno natural a la hora de
extraer sus recursos es mucho menor que los causados por las metrópolis y por tal motivo el
estudio o la medición de la huella ecológica se ha vuelto un asunto crucial para los interesados
en la conservación del planeta porque con la “globalización”, la aparición del imperativo
consumista y la imposición del modelo neoliberal, ya las regiones próximas no logran
satisfacer las demandas, teniendo que extender su dependencia de otros lugares del planeta,
causando incluso la sobreexplotación de los recursos humanos y naturales de naciones
enteras. Para hacerse a una idea del problema basta con recordar los niveles de despilfarro
que maneja la población Neoyorkina que recibe productos elaborados en naciones donde se
pagan salarios de hambre y donde ya los niveles de contaminación y deterioro ambiental son
intolerables (Fig. 1.3) Eso sin mencionar que algunas ciudades incluso exportan sus
desperdicios a las naciones pobres. Sintetizando podemos señalar que la huella ecológica es
el área “total” que utiliza o sobre la cual incide una ciudad, para extraer los recursos que
demanda y para el procesamiento de sus desechos. Regularmente los expertos la miden en
hectáreas totales y a veces también la discriminan por habitante. Es un cálculo promedio
obviamente, porque dependiendo de los estilos de vida, cada persona tiene unos niveles de
consumo y de desechos particulares, es decir un tamaño de huella diferente.
Fig. 1.3 Paradigma de ciudad moderna. “Autumn in new York”
de Jane Wooster Scott
en Rev: Art Trends V. 1 No. 5 1996. Pág. 22
19
Biodiversidad y bienestar
A lo largo de este texto utilizaremos también el concepto de biodiversidad, que no obstante
estar muy popularizado, hay necesidad de precisarlo para tener elementos de juicio que nos
permitan actuar de manera positiva sobre nuestros entornos naturales. Cuando se señala que
Colombia es uno de los países más biodiversos del mundo, existe la tendencia a creer que
estamos hablando de un enorme número de especies por kilómetros cuadrado. Desde esa
perspectiva, podríamos caer en el absurdo de creer que un zoológico sería un ejemplo de
mega biodiversidad. Lo más importante del concepto es que ha de servir para recordar que
las especies no viven aisladas una de otras, que la naturaleza en su conjunto conforma una
multitud de interacciones o interdependencias, digamos un tejido viviente. Si tomamos un
metro cuadrado de selva chocoana veremos que aparte de encontrar infinidad de especies
vegetales y animales desde el suelo hasta la rama más alta del árbol, lo más interesante es ver
cómo ellos para su existencia dependen unos de otros, tanto para su defensa, como para su
sustento. El mismo metro cuadrado del parque de barrio, no tiene semejante mismo tejido de
relaciones y por eso decimos que la ciudad también forma parte de la naturaleza, solo que sin
la riqueza en biodiversidad, porque las condiciones de existencia que le impone el ciudadano
con sus construcciones y frenética actividad no se lo permiten.
La cantidad de estudios que se han realizado sobre la relación ciudad-medio ambiente es
impresionante, y cada día siguen apareciendo más porque, como ya se ha señalado, pueden
hacerse desde infinidad de preocupaciones, por la urgencia de detener el deterioro de las
condiciones de existencia de los habitantes y por las necesidad de coordinar o atenuar la
enorme variedad de intereses y conflictos que se van dando en cada una de las
administraciones locales Fig. 1.4. Es por esto que la exposición que se inicia a partir de los
conceptos centrales que ya se han presentado, tan solo busca dar una mirada sobre las zonas
verdes de las ciudades, para destacar la importancia que deben tener en los planes de
mejoramiento de las condiciones de vida de las personas y para cambiar en algo la tendencia
de deterioro actual. En la medida en que los ciudadanos vayan logrando una mayor capacidad
organizativa y aumente su participación en los espacios donde se toman las decisiones, así
mismo se irá avanzando en la recuperación del medio ambiente y en las condiciones de
habitabilidad de las ciudades. Continuar por la senda histórica de que sean las elites
20
gobernantes con sus expertos los que piensen y tracen las políticas públicas es guardar la
esperanza inútil de que los poderosos un buen día abandonarán sus intereses mezquinos para
poner en circulación legislaciones de corte ecologista y tendrán la voluntad de respetarlas o
hacerlas cumplir.
Fig. 1.4 La ciudad y sus problemas sociales.
21
CAPITULO 2:
UN MUNDO URBANIZADO
Ahora que están tan de moda los teóricos del emprendimiento y la innovación, cunde la
creencia de que la disciplina histórica conforma un conjunto de conocimientos inútiles
porque no contribuye a la generación o transformación de la riqueza material y que solo se
ocupa de la acumulación fechas y relatos sobre el pasado. Sin embargo las ciencias que tienen
que ver con el estudio del desenvolvimiento del hombre en el tiempo y el espacio son las que
nos dan pistas para entender, no solo lo vivido, sino también el presente y las tendencias que
nos llevarán al futuro. De ahí la importancia de darle a continuación una mirada a lo que ha
sido el milenario desenvolvimiento de centros urbanos.
Como ya se ha indicado, las ciudades surgen y se desarrollan gracias a los procesos de
concentración de las distintas formas de poder que se dan sobre los territorios. Eso significa
que no todos los habitantes han participado y participan en igualdad de condiciones en la
construcción urbana, pues son las minorías las que, dentro de los sistemas socioeconómicos
determinan en buena medida, su fisionomía y lo que puede hacerse o no. De ahí que hablemos
de la ciudad esclavista, feudal, colonial, capitalista y si se quiere neoliberal, donde los ideales
preponderantes ha sido los de aquellos que ejercen la hegemonía, siempre ansiosos de riqueza
y poder. Pero, si bien es cierto que la codicia y los deseos de grandeza se han propiciado
desde el interior de las ciudades y los imperios, no podemos creer, como el profesor Martínez,
que son determinantes de la condición humana:
“La codicia, aquella ansiedad irrefrenable y excesiva de acumular riquezas que viene
acompañando al ser humano desde la Antigüedad, no descansa, es insaciable, no admite
reparos morales ni límites físicos. Por el contrario, es capaz de desarrollar una insensata y
febril creatividad que le permite sortear la moral y derribar y traspasar las barreras física y,
en general, todo obstáculo de cualquier dimensión que impida su desbordado afán
acumulador de riqueza. La conducta de la agresividad, el saqueo, y la injusticia, anida en las
22
entrañas de la codicia y solo se detiene y cambia de rumbo cuando nada queda, cuando todo
está arrasado”7
Es a partir de los procesos de concentración del poder y la riqueza que, como una espiral
expansionista, se van creando las ciudades y sometiendo los espacios de nuevos poblados,
hasta ir conformando los reinos, los imperios y las naciones, tal y como hicieron los
gobernantes de; Mesopotamia en las riveras del Ganges y el Éufrates; los faraones en Egipto;
los emperadores en China y en Roma; los monarcas ingleses en Norteamérica o los Españoles
en Suramérica; y los capitalistas en África y Oceanía. Las ciudades son estructuras socio-
espaciales donde, gracias a la acumulación de la riqueza, se asienta y acrecienta la capacidad
organizativa (burocrática) de las élites gobernantes, generalmente conformada por los
jerarcas del orden divino, los escribanos (los mandarines o los académicos), los comerciantes,
los jefes militares y las familias selectas. El pueblo llano también tiende a ocupar un lugar en
la ciudad, como la mano de obra esclava, los siervos, los pequeños artesanos y algunos
campesinos que van llegando buscando la posibilidad de cambiar de estatus, protección y
otras expresiones de bienestar.
Por espacio de cientos de años el crecimiento de los centros urbanos a nivel planetario,
podríamos decir que fue relativamente lento hasta la aparición del capitalismo, cuando éste
le abre las puertas a dos de elementos esenciales que definen el mundo moderno: el primero
tiene que ver con el individualismo y la consecuente “democratización de la avaricia” que
bajo la consigna de la libre empresa todo es susceptible de ser convertido en negocio y el
segundo elemento es el desarrollo industrial, porque con el poder de las maquinas, todos los
bienes de la naturaleza pueden ser transformados en mercancía para el mercado. El
capitalismo ha sido un sistema tan revolucionario que hoy ya no hablamos de imperios
gobernando el mundo sino de sujetos-presidentes capaces de poner en peligro a toda la
especie humana. Acierta a decir el profesor Martínez:
“El pensamiento capitalista eleva entonces al individuo a la consideración de medida
suprema de toda razón y moral. Se trata de una idea abstracta y universal de individuo,
despojada de toda particularidad social, económica, cultural o geográfica. El capitalismo
7
Martínez Espinal. Harold. Habitabilidad terrestre y diseño. Cali: Universidad del Valle, 2013. Pág. 161.
23
necesita moverse en un mundo abstracto, universal, donde todos los seres son cifras. Desde
esa idea abstracta, se supone que la sociedad debe constituirse a partir del individualismo,
que la individualidad es la naturaleza más íntima del ser humano y que su individualidad ha
estado amordazada por lo comunitario, impidiendo la iniciativa de cada uno hacia una mayor
realización y beneficio personal”8
Con el desarrollo comercial y la producción industrial, el capitalismo transforma pequeños
poblados en grandes ciudades en cuestión de unos pocos años porque las convierte en los
centros de producción y de negocios, donde puede aprovechar a la masa de campesinos que
van llegando dispuestos a vender su fuerza de trabajo a bajo precio y desde donde puede
controlar política y militarmente el territorio que ha de proveerle las materias primas. De esa
forma fue que la burguesía desde los centros urbanos, en los finales del medioevo empezó a
absorber la riqueza de los terratenientes y a convertir los recursos del campo en mera
mercancía. El campesinado fue abandonado a su suerte y desde entonces se fueron quedando
sin tierra, sin trabajo y viendo cómo a ellos no les tocan los servicios de educación, salud y
vivienda que sí se ofrecen a los citadinos. Es, más o menos la misma historia que se ha
repetido con la llegada de los inversionistas en casi todos países. Pero de la misma forma que
las ciudades ofrecen servicios sociales y riqueza material, también dejan unas consecuencias
nefastas sobre las cuales pocos intentan mirar porque han aprendido a actuar como los
constructores de la hegemonía, es decir solo teniendo como objetivos supremos al dios del
dinero y el bienestar individual, dejando de lado irracionalmente, las consideraciones sobre
la miseria del otro, la destrucción implacable de los recursos naturales y las distintas
manifestaciones de la contaminación o degradación de nuestro propio medio de existencia.
En el afán industrialista, las burguesías en el siglo XIX hicieron de las ciudades máquinas de
transformación y explotación, lugares donde el humo de la quema del carbón hacían el aire
irrespirable y en general las condiciones de insalubridad eran enormes, con toda clase de
plagas que afectaban a la población, entre otras cosas por la ausencia de servicios de
alcantarillado y agua potable. Con el tiempo, por fortuna, esas condiciones se fueron
superando, pero no por los buenos deseos de los capitalistas, sino gracias a los inconformes,
8
Ídem. Pág. 164.
24
a la unidad de los trabajadores en los movimientos revolucionarios y sociales que fueron
conquistando sus derechos y gracias a los aportes de la ciencia y las medidas higienistas que
se implementaron.
La ciudad contemporánea
En el siglo XX aparece, sin duda alguna, la industria que más ha contribuido al crecimiento
de las ciudades y a su fisionomía actual. No nos referimos a la cementera, sino a la
automotriz, porque alrededor del poderoso negocio de la venta de vehículos de combustión
están una gran cantidad de compañías relacionadas, por ejemplo, con la producción o
comercialización de los derivados del petróleo, con la construcción de autopistas, las de
financiamiento o de seguros y las turísticas, entre tantas otras. Con la aparición de los
automotores el capitalismo logra que las ciudades sean gobernadas en función de los intereses
de los individuos poseedores de ese bien y en función de la “movilidad” con el propósito de
ir disminuyendo las distancias y los tiempos para poder maximizar la ganancia en los
procesos de comercialización de las mercancías. Posteriormente con la aparición de la
sociedad de consumo en los países más industrializados la conversión del vehículo particular
en un (objeto e imagen) fetiche se fue expandiendo por el mundo porque con él los sujetos
aspiran a lograr el ascenso social, reducir su tiempo de desplazamiento, creen conquistar
autonomía y la felicidad. Sin embargo, y aunque millones de personas no lo vean así, ese
maravilloso artilugio, nos está llevando por la vía rápida a la desgracia.
“Uno no cae en la cuenta de lo horribles que son nuestras ciudades hasta que alguna tranquila
mañana tiene la oportunidad de caminar despreocupadamente hasta sus ocupaciones. Las
antiguas ciudades eran vistas siempre por personas que caminaban; mientras marchaban, lo
que veían las afectaba profundamente. Hoy ni caminamos, ni vemos, ni nos importa. La
arquitectura no puede dar resultados satisfactorios sino hay un ambiente favorable, si las
ciudades están habitadas solo por los ciegos, los despreoupados y los apresurados”9
En efecto, desde que apareció el automóvil la gente empezó a creer que caminar se volvía
una actividad obsoleta, pues la modernidad y el progreso, (entendido como el sentido correcto
9
Churchill, Henry S. La Ciudad es su Población. Buenos Aires. Infinito, 1958. Pág. 197.
25
de la historia), tienen que estar asociados con los imaginarios de los ejecutivos presurosos,
que desde el poder emprenden la construcción de portentosas autopistas, rascacielos, puentes
elevados y de enormes metrópolis que se van regando como una mancha de aceite sobre los
campos Fig. 2.1. Los poblados que no aspiran a copiar los espejismos que proyectan las
grandes capitales, con sus obras en asfalto, concreto, acero, aluminio y cristal, son vistos con
desprecio, como puebluchos merecedores del olvido.
“Se trata de temas que irremediablemente se cruzan como debate con la ideología del
Progreso, con la concepción de una historia única, unilineal que se dirige hacia metas
crecientes y supuestamente mejores. Igualmente se cruza con la sacralización del
individualismo, fundamento moral y político del liberalismo, que ha traído como
consecuencia el debilitamiento de la vida colectiva y de la conciencia de los deberes y
responsabilidades en el hacer histórico, segregando la ética y la moral a un aislamiento de la
vida cotidiana, del hacer científico, político, etc. Más insistentemente se cruza con la
ideología del antropocentrismo que institucionaliza el dominio del ser humano sobre la
Naturaleza y le abre camino a la dominación de unos seres humanos sobre otros”10
.
En consecuencia llevados por el espíritu gregario, millones de personas, en cosa de unos
pocos años, aceleraron de una forma sorprendente, su paso de habitantes de provincia a las
zonas urbanas, olvidando que el capitalismo, como es un sistema basado en la competitividad
10
Martínez Espinal. Harold. Habitabilidad terrestre y diseño. Cali: Universidad del Valle, 2013. Pág. 27.
Fig. 2.1 La adecuación de la ciudad en función del automóvil
ha sido un factor esencial en el deterioro del espacio.
26
y no diseñado para hacer una distribución equitativa de las bondades de la vida citadina,
mientras a unos les tocan los mejores espacios de la naturaleza urbana, a otros les
corresponden los inhóspitos cinturones de miseria.
La adaptación de las ciudades a las nuevas condiciones tecnológicas y sociales, ha sido un
proceso muy difícil, por cuanto los efectos sobre las personas y su medio de existencia
ecológicos se han alterado de una manera significativa, tal y como se indica en el siguiente
comentario:
“Con la aparición del automóvil, el concepto original cambió y las ciudades se diseñaron en
función del vehículo. Desde este momento aparecieron dos tipos básicos de ciudad: la difusa,
donde predomina el automóvil y las autopistas para interconectar los subsistema urbanos,
típica del modelo americano de desarrollo, y la ciudad compacta, construida a partir de las
ciudades medioevales europeas”. ”Los efectos ambientales de la ciudad difusa son
desastrosos, toda vez que consumen inmensas cantidades de suelo productivo y generan un
altísimo consumo de combustible, pues están concebidas desde el automóvil particular; sin
embargo, la calidad de vida de los habitantes de los suburbios es satisfactoria. Por su parte,
la ciudad compacta, que ha tenido que adaptarse al uso del automóvil, presenta problemas de
contaminación concentrada y atascamientos de tráfico, pues sus calles no fueron pensadas ni
diseñadas para la circulación de un parque automotor en aumento.” 11
La vida en las grandes concentraciones urbanas ha significado un cambio brusco para el
animal humano que por millones de años estuvo en permanente contacto con el agua, las
plantas, la tierra y el aire y aunque viene intentando adaptarse en las ultimas centurias a una
reducción de su contacto con los espacios verdes, las consecuencias, desde hace unas
décadas, están siempre a la vista del que las quiere ver: un aumento de las diferentes
manifestaciones del estrés, problemas respiratorios, obesidad mórbida y sobre todo, un
desconocimiento de las leyes que rigen la existencia de nuestro planeta. No obstante
continuamos reaccionando instintivamente con agrado cuando vemos las imágenes de
paisajes; los niños necesitan experimentar el color, el olor y la textura de los objetos que
encuentra en el parque; y algunas personas persisten en tener una plantica en su habitación,
11
Leal del Castillo, Gabriel. Ecourbanismo: ciudad, medio ambiente y sostenibilidad. - 2 ed. Colombia: Ecoe,
2010. Pág. 186
27
cuidar un jardín en el balcón de su casa o ir de vez en cuando a las zonas rurales. Estamos
pues a nivel global y desde hace varias décadas frente a una contradicción que es necesario
resolver, porque mientras como seres humanos necesitamos de un contacto más estrecho con
la naturaleza, a los agentes de la construcción urbana, a los capitalistas, les parece que la
protección de las áreas verdes internas y perimetrales, son un desperdicio porque obstaculizan
la movilidad, impiden el desarrollo inmobiliario y la expansión de las zonas industriales.
En esta parte del continente americano, el proceso de creación del sistema capitalista, fue
más lento, entre otras razones porque la recuperación económica después de la independencia
se vio obstaculizada por las guerras políticas internas entre federalistas y centralistas a lo
largo del siglo XIX. Después de ello, a la acumulación de riqueza de las elites, paulatinamente
empiezan a sumarse, los inversionistas internacionales para ir creando las primeras industrias
y, en consecuencia, los campesinos empezaron a aumentar drásticamente su ritmo de
migración a los poblados para transformarse en proletarios. Se crearon las plazas y los
parques para dotar a los espacios urbanos, con la instalación de monumentos a los héroes, de
sentido simbólico-patriótico. En aquellos años los acaudalados ocupaban, con sus
establecimientos comerciales, en el centro de las ciudades, luego fueron importando los
primeros automóviles, ensancharon las vías y con el tiempo iniciaron la ocupación de los
mejores espacios de las afueras de las ciudades para tener sus lugares de residencia.
Hacia mediados del siglo XX, para darle un mayor impulso al proceso industrial, en el
continente, los sectores sociales más vinculados con los grandes capitalistas internacionales,
instauran una estrategia de desarrollo a largo plazo, disque para sacar a la población de las
condiciones de pobreza.
“El modelo desarrollista imperante en América Latina por aquellos años, y sus prácticas
inherentes, fueron sistematizados por la cepal –Comisión Económica para América Latina -,
creada en 1949, sobre la base del estudio y en algunos casos la extrapolación de experiencias
concretadas en otros sitios. Tal es el caso del desarrollo de cuencas hidrográficas del Tenessee
(EEUU. 1933), las políticas de regionalización y estrategias de polos de crecimiento
(practicas del “amenagement du territoire” francés), así como las estrategias de desarrollo
rural integrado (Israel). Estas teorías se apoyaron en una concepción del desarrollo como
“proceso lineal”, como una sucesión de estados de desarrollo única y universal, basada
28
principalmente en el progreso técnico. Consideraban que el problema de las disparidades
regionales tenía su origen en la falta de penetración del capitalismo en las regiones atrasadas,
pensando que los sectores modernos, a partir de su propia dinámica, serían capaces de
absorberlas.” 12
Sin embargo el resultado real de ese plan esperanzador fue un sorprendente crecimiento de
las ciudades, la concentración de la riqueza, la aparición de los cinturones de miseria, la
exportación de los capitales hacia las casas matrices de las trasnacionales, un aumento de la
corrupción política, la activación de una nueva conflictividad social frente a los movimientos
sindicales, partidistas e insurgentes, un aumento en las condiciones de dependencia política
y económica con respecto a los centros metropolitanos (léase como capitales de países
imperialistas) y la intensificación de la explotación de los recursos naturales.
Volviendo sobre el nivel mundial, tenemos que bajo el capitalismo se distinguen las
siguientes fases de cambio que inciden directamente en la evolución de las ciudades; la
industrializadora del siglo XIX en Europa y los Estados Unidos, que llega tardíamente a
América Latina y a los otros continentes, luego está la fase desarrollista y por ultimo tenemos
la actual fase neoliberal que se inicia hacia los años ochenta del siglo XX con el control
global de las grandes trasnacionales y los regímenes conservadores. Este periodo aparece con
dos aspectos contradictorios: la lenta aparición de los movimientos verdes o el ecologismo,
y la imposición de las políticas de desmonte de la incidencia económica del Estado sobre el
desenvolvimiento social, esto es, las privatizaciones generalizadas, el control de las grandes
corporaciones sobre el orden mundial y lo que llaman la globalización. Con las banderas del
neoliberalismo y la globalización de la economía tecno-informacional los grupos sociales
más influyentes de cada país extendieron su poder económico sobre las viejas empresas de
los Estados con sus socios de las trasnacionales y han roto las fronteras para someter a las
“ciudades-región” a sus intereses. El argumento que plantearon para justificar sus objetivos
fue el siguiente: para evitar la ineficiencia del Estado lo mejor es despojarlo de todos sus
bienes y cedérselos a los emprendedores que son los que saben generar la riqueza, para que
así los recursos también fluyan hacia los pobres. En síntesis, las elites, renegando del Estado
12
Curtit, Guillermo. Ciudad, gestión local y nuevos desafíos ambientales: reflexiones en torno a las políticas
neoliberales y sus efectos sobre nuestros territorios. Argentina: Espacio Editorial, 2003. Pág. 39.
29
como agente regulador, lograron utilizarlo para, precisamente, establecer nuevas
(des)regulaciones de ley que les permitieran apoderarse de las empresas públicas y a bajo
precio. Por esto decimos que en Colombia entramos de lleno a la fase neoliberal con la
constitución de 1991.
En lo que llevamos recorrido, desde que el neoliberalismo o neoconservatismo, que
impulsaran Ronald Reagan y Margaret Tacher, los efectos prácticos de la teoría según la cual
el propio mercado se autorregula y crea bienestar para todos, han sido los mismos: un
aumento de la concentración de la riqueza, perdida de la autonomía de las naciones frente a
los gobiernos de las trasnacionales y el sostenido proceso de destrucción de los recursos
naturales, con el estímulo del estilo de vida consumista13
. En cuanto a la corrupción, sí ha
habido un cambio, porque en el pasado funcionaba con los políticos de la clase dirigente
desde dentro del Estado y hemos pasado a una corrupción basada en contratos que diseñan
esos dirigentes con sus contactos, con los emprendedores capitalistas y de lo cual tenemos
un ejemplo reciente con lo sucedido con la trasnacional de obras de ingeniería, “Odebrecht”.
Con el neoliberalismo, entonces, ascendemos un peldaño más en ese proceso de construir
ciudades y carreteras, regando asfalto o concreto para sentirnos orgullosos de ser parte de la
corriente posmodernizadora que denominan “globalización”.
Del individualismo a la conciencia colectiva
El animal humano se transformó en Homo, en un largo proceso de construcción social, que
lo llevó del árbol a la aldea, a poder hablar y a caminar erguido, por eso ya no está diseñado,
como las otras especies, para sobrevivir gracias a los dictados del instinto. Se puede decir
que las ciudades nacen, crecen y se reproducen por la necesidad de los hombres de vivir en
esas comunidades donde, además se concentran una gran variedad de ventajas como los
13
Benton-Short, Lisa y Short, John Rennie. Cities and nature. - 2 ed. Estados Unidos Routledge, 2013. “They
often see current environmental regulation as excessive and they have a strong belief that the earth`s carrying
capacity can be overcome by technological innovations. This is not to say that neoliberal have rejected the
concept of sustainability. They assume free and open markets will maximize health and ensure sustainability.
They do not worry about resource scarcity because thy place great confidence in price as an indicator of scarcity
and on the mechanics of the marketplace. They also see environmental degradation as the result of poverty, and
they believe the way to repair the environment is to eliminate poverty through economic growth. Neoliberals
have embraced notions of the “quality of life”, walkable neighborhoods, and safe communities. However, they
are skeptical of efforts to implement environmental or social regulation.” Pág. 447
30
distintos niveles de escolaridad, la asistencia médica, el comercio o las actividades de
entretenimiento, como hoy se conjugan estos últimos en los grandes centros comerciales.
En el mundo antiguo el individuo, como ser objeto de derechos y libertades no tenía mayor
significación, porque estaba bajo la sombra de castas poderosas que giraban en torno de los
monarcas. La situación empezó a cambiar en occidente durante el renacimiento y más
especialmente con las revoluciones burguesas, cuando empezó a hablarse de la libertades
individuales y los derechos del ciudadano. Al respecto muchos filósofos y artistas han creado
grandes obras maestras y el capitalismo ha hecho del sujeto libre, su mayor preocupación
para la construcción de su hegemonía y el ejercicio de la actividad política o económica. Por
eso el tema de los derechos y libertades del resto de la población son una invención o una
conquista reciente de los sectores populares. Dicho proceso puede parecernos, desde el punto
de vista teórico una maravilla, porque hemos crecido dentro de esas aguas, pero la verdad es
que la maximización que ha hecho el capitalismo del sujeto nos ha traído a la construcción
del absurdo de vivir en portentosas ciudades de millones de individualistas que buscan a toda
costa el éxito en la riqueza y el ascenso social. Podríamos tranquilizarnos pensando que ha
sido así desde hace mucho tiempo, que es lo normal, sin embargo, y esto es algo que pocos
quieren reconocer, que con la imposición del neoliberalismo vamos pasando del
individualismo económico y moral a la destrucción de nuestro sentido de comunidad que en
buena medida se conservaba con ciertas actitudes o funciones que cumplía el aparato Estatal.
La conversión de la salud, la educación, la vivienda, la pensión de vejez y hasta la recreación
en un negocio en manos de los particulares, proyectan la idea de que las relaciones
interpersonales, ya no son de carácter social sino financieras. Las políticas de “flexibilización
laboral”, los despidos masivos, la reducción de “los costos laborales” y la eliminación de
miles de unidades productivas del Estado introdujeron el miedo y el egoísmo entre las
personas que pertenecían a las agremiaciones de trabajadores, con lo cual debilitaron el
sindicalismo y el movimiento cooperativo.
Con el desmantelamiento del Estado en sus funciones económicas y la reducción al máximo
de su atención de las necesidades sociales, la vieja idea la libertad de empresa, ahora sin que
nadie le ponga freno a sus desafueros, impulsa a los ciudadanos a vivir como en la ley de la
selva, solo que de concreto. En Colombia por ejemplo, con el endiosamiento de la teoría del
31
emprendimiento (o gerencialismo) y de los inversionistas, cualquiera puede fundar la
empresa que mejor le parezca sin tener en cuenta las consecuencias que pueda tener sobre la
población, porque se supone que el mercado mismo terminará depurando mágicamente lo
que llaman las externalidades negativas. Hoy en este país lo importante es que los negociantes
produzcan dinero, no importa si es ejerciendo la minería irresponsable, importando licores,
motocicletas, productos transgénicos, estructurando negocios ilegales o sobre explotando a
los trabajadores. Y solo después de que las afectaciones a la salubridad pública sean muy
grandes, entonces se piensa en alguna forma de regulación. Estas cosas suceden porque ya es
muy extendida la creencia de que lo mejor para todos es aspirar al mayor crecimiento
económico posible (del PIB) o al máximo salario alcanzable, sin preguntarnos para qué y
menos sobre los métodos empleados ni las consecuencias de esa desenfrenada carrera. Lo
importante es llegar a tener una mansión, el carro último modelo, el yate y un avión privado
para no ser tildado de pobre.
Empero, como se ha evidenciado en los últimos años, el neoliberalismo solo cumple con la
esperanza de llenar de bienestar a unos pocos, lo realmente dramático es que está destruyendo
lo mejor que ha tenido la humanidad: los valores sociales, como la solidaridad y la empatía
con el desvalido. Con razón María Josefina Mas, plantea que la riqueza no es la posesión de
los recursos, sino una construcción social que se sustenta en la superación de la ignorancia y
en las redes de relaciones sociales de cooperación. Y agrega:
“¿Quizás?, la mayor riqueza con la que pueda contar una comunidad se encuentre en su
capacidad para lograr acuerdos, definir metas comunes y alcanzar la participación de todos
sus miembros, tal y como son, con sus diferencias y aportes. El conflicto, la violencia y la
guerra son el mayor síntoma de la pobreza humana y constituyen indicios, inequívocos, de la
ausencia de desarrollo” 14
La historia del mundo está colmada de ejemplos de cómo ante los desastres naturales y las
guerras lo que hizo posible que las comunidades lograran superar la adversidad, no fue la
teoría del Management o la competitividad, sino su capacidad organizativa y el espíritu
colaborativo. Pero a pesar de que esa es la historia que nos ocultan las elites para seguir
14
Mas Herrera, María Josefina. Desarrollo endógeno y educación: (estrategia de transformación comunitaria)
Venezuela: Panapo, 2008. Pág. 66
32
concentrando el poder y la riqueza en sus manos, en estos momentos de crisis, en este curso
que llevamos hacia la destrucción del planeta, por fortuna y aunque tímidamente están
apareciendo sectores de población que buscan enderezar el rumbo con la reconstrucción del
tejido social. Entre ellos están los partidos de izquierda, algunas ONGs, sectores religiosos,
movimientos cooperativos y millones de personas que cada día disfrutan ofreciendo el fruto
de su trabajo material o espiritual desinteresadamente. La apuesta es por recuperar el sentido
de responsabilidad individual y colectiva frente al mundo, al tiempo que también
desenmascarar a aquellos empresarios que bajo las “donaciones” y la consigna de “la
responsabilidad social” lo que buscan es proseguir ampliando su radio de acción.
A manera de síntesis podemos decir que, los últimos desarrollos del capitalismo, al tiempo
que han intensificado la explotación de los recursos naturales, con la manipulación bursátil
de los productos agrícolas, han convertido a las ciudades en espacios caóticos donde se libra
la batalla entre los intereses de las trasnacionales y las élites “glocales” (globales y locales)
contra las masas populares. Así; desaparecieron las garantías laborales y sociales; se
naturalizaron el desempleo y el subempleo; la especulación inmobiliaria hace que
desaparezcan las zonas verdes y el suelo agrícola periurbano; los alcaldes expanden el asfalto
con sus planes de “movilidad” para satisfacer a los gremios como el automotriz o a los
constructores; y las ansias de consumo propician la delincuencia, la corrupción y la
desaparición del sentido de comunidad. Como quien dice, van ganando algunos, al tiempo
que estamos perdiendo todos.
Fig. 2.2 Ilustración de una campaña hipotética.
33
Los derechos del peatón
El movimiento ecologista actual surge en la segunda mitad del siglo XX como la confluencia
de una gran cantidad de factores y entre los cuales pueden mencionarse: la reacción a los
efectos colaterales de modelo salvaje de producción capitalista, la lucha contra la carrera
armamentista y la preocupación por las consecuencias nefastas del crecimiento desmesurado
de las ciudades. Resulta paradójico, pero son las medidas tomadas por los gobiernos de
derecha, bajo las banderas del neoliberalismo, las que más impulso le han dado al ecologismo
su tono de izquierda romántica. Más interesante aún es que a las reivindicaciones por el
derecho al agua y a un ambiente sano, se han venido sumando las reivindicaciones por los
derechos de las mujeres, los homosexuales, los animales y por la ampliación de derechos
políticos. En consecuencia también están apareciendo todo tipo de organizaciones sociales
que recogen estas y otras preocupaciones que dan un poco de esperanza de cambio, no solo
para los ciudadanos, sino también para el campesinado.
En esta idea de luchar por un mejoramiento en las condiciones de vida para todos, los
movimientos sociales, los amigos del pensamiento crítico y los ecologistas están logrando
que las personas tomen conciencia de que lo más importante en las ciudades no es
garantizarles la comodidad a los poseedores de cualquier tipo de vehículo, si no rescatar los
derechos del peatón, para que pueda disfrutar de la ciudad y reconstruya el tejido social Fig.
2.2. La llegada de los automóviles nos hizo perder de vista que la historia de los centros
urbanos la hicieron los caminantes, que en el uso de la calle o la plaza, establecían sus
relaciones comerciales, socializaban y construían ciudadanía, de ahí la importancia del
espacio público. Para empezar a entender lo que significa dicho concepto de podemos
empezar recurriendo al siguiente párrafo institucional:
“El Art. 2º del Decreto Nacional 1504 de 1998, reglamentario de la Ley 388 de 18 de Julio
de 1997, “Define el Espacio Público como el conjunto de inmuebles públicos y los elementos
Arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados destinados por naturaleza, usos o
afectación a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que trascienden los límites de
los intereses individuales de los habitantes”. Hacen parte del espacio público de la ciudad:
las áreas requeridas para la circulación peatonal y vehicular; las áreas para la recreación
pública activa o pasiva, para la seguridad y tranquilidad ciudadana; las franjas de retiro de
34
las edificaciones sobre las vías, fuentes de agua, parques, plazas, zonas verdes y similares;
los elementos históricos, culturales, religiosos, recreativos y artísticos para la conservación
y preservación del paisaje y los elementos naturales del entorno de la ciudad en las que el
interés colectivo sea manifiesto y convenientes y que constituyan por consiguiente zonas para
el uso y disfrute colectivo. (…) Son también elementos constitutivos del espacio público las
áreas y elementos arquitectónicos naturales de propiedad privada que por su localización y
condiciones ambientales y paisajísticas sean incorporados como tal en los planes de
ordenamiento tales como fachadas, paramentos, pórticos, antejardines, entre otros”15
Aunque sobre el concepto de espacio público hay numerosas teorías, es preciso recalcar en
este momento que no se refiere sólo a los lugares determinados físicamente, como lo hace el
discurso neutro de la oficialidad institucional, pues es un producto histórico que se construye
diariamente con las distintas expresiones de sociabilidad. Decir espacio público y política es
una redundancia. Se le diseña desde el poder con fines simbólicos o económicos
determinados y la ciudadanía, con su presencia en el tiempo, también le va dando usos y
sentidos diferentes porque es la porción de la ciudad que está a disposición de todos por igual
y sobre la cual nadie tiene exclusividad o el derecho de propiedad. El problema es que tras
largos años de supremacía vehicular, ahora los habitantes no son conscientes de que son
poseedores de derechos y que deben observar o respetar las normas que rigen el espacio
público asumiendo por ejemplo que las cebras y los semáforos, solo son elementos
decorativos.
Pero volvamos sobre el asunto de los automotores para reconocer que en verdad tienen unas
características que los hacen muy versátiles y funcionales al fomento del individualismo,
pues le brindan a la persona la posibilidad de desplazarse con autonomía, intimidad, cierta
comodidad y velocidad a su lugar de destino, protegiéndolo de las condiciones del entorno
como, el frio, el calor, la lluvia y la radiación solar. Adicional a ello, dependiendo de la
antigüedad, la marca, la forma, el tamaño y la clase, sirven para que su propietario pueda
proyectar ante los demás determinadas simbologías como hombría, audacia, “buen gusto” o
posición social. Sin embargo, si se dejara de lado el objetivo de la satisfacción de las
15
Alcaldía de Cali. http://www.cali.gov.co/seguridad/publicaciones/29640/rea_espacio_pblico/
35
“necesidades” individuales y se hicieran las cuentas completas de los efectos, esto es sobre
lo que debería reflexionarse:
Cuando se compra un vehículo (como un carro, una moto, un bote o un avión), una
parte de los costos corresponden al pago de todo el proceso de gasto energético para
la transformación físico-química de las materias primas, transporte de los elementos
y pagos por concepto de publicidad como volantes y revistas de motor.
Muchos de los elementos de un carro contribuyen al calentamiento global: el motor,
los bombillos, el equipo de sonido, el sistema de frenado y claro, la calefacción-aire
acondicionado.
El ruido y la vibración de los vehículos ahuyenta a los animales y eleva los niveles
de estrés de las personas. Seguramente al lector le habrá molestado alguna vez el
equipo de sonido a las tres de la mañana de algún in-feliz egoísta.
La emisión de gases tóxicos producto de la combustión es lo más sabido, pero no así
los gases que emana la descomposición paulatina de otros componentes que traen de
fábrica como las pinturas, los plásticos y los ambientadores.
En su desplazamiento van dejando en el ambiente: combustible, aditivos, el
refrigerante, líquido para frenos, aceites y grasas de variadas composiciones y
viscosidades. Todas esas sustancias tarde o temprano van del asfalto a los ríos.
Con el tiempo esparcen las micropartículas de caucho de sus ruedas, el polvo de las
pastillas para frenos y muchos otros elementos que se degradan con el tiempo, como
el material sintético de los asientos y techos.
Para el enlucido los propietarios utilizan jabones, agua, silicona y sustancias
perfumosas cuyo destino final no se tiene en cuenta, porque lo importante es cumplir
con ciertos parámetros de limpieza, que se ponen de moda.
Una vez terminada la vida útil del vehículo, hay que hacer una gran inversión
energética para poder reciclar los componentes desechados o llevarlos a su lugar de
disposición final.
Hacer las cuentas totales de los vehículos de combustión o eléctricos nos sirve para entender
que la lógica del conductor es muy sencilla: yo cumplo con mis aspiraciones, mis gustos, mis
comodidades e intereses y las “externalidades”, no son de mi incumbencia. Sin embargo las
36
consecuencias, de los procesos egocéntricos como éste, las pagamos todos y el medio
ambiente. Lo más increíble es que los amantes de los automóviles están convencidos que la
humanidad no puede vivir sin ellos, creen que sería imposible sortear las grandes distancias
que hoy deben recorrer las personas para ir a sus actividades cotidianas, olvidando el circulo
vicioso que hemos construido: queremos casas grandes y en las afueras de las urbes, avenidas
espaciosas para un mayor número de automóviles y como éstas se congestionan volvemos a
exigirle al Estado nuevas autopistas, que permitan viajar más rápido y así vamos dilatando el
perímetro urbano. Las soluciones existen, la dificultad está en que tenemos que ponernos de
acuerdo para implementarlas. Entre tanto, millones de personas tienen que luchar por un
espacio en medio de miles de automóviles, motocicletas y bicicletas, respirando un aire cada
vez más nocivo y con todas las consecuencias del estrés.
“La alta densidad de construcciones hace sentir la ciudad constreñida, hacinada y se ve
limitante, deshumanizada con sus calles atestadas, vías congestionadas y vendedores en el
espacio público que inhabilitan la disponibilidad del espacio. Las plazas llanas y neutras dan
espacio. Ganan versatilidad para múltiples usos, pero pierden las especificaciones precisas
requeridas para atender las necesidades de recreación y deporte que pueden darse en los
parques. Las vías y los andenes han sido tildados como los “no lugares” por Marc Auge, Son
sitios impersonales de circulación en donde las actividades sociales difícilmente se dan. El
estrés producido por la vías y vehículos, no es el mejor entorno para socializar”16
Si prestamos atención al desarrollo de los acontecimientos, con un poco de imaginación nos
damos cuenta que hemos caído en otro círculo vicioso: como no se piensa sino en la
comodidad individual, la ciudad crece y desaparecen los espacios donde se cultiva la vida
comunitaria y como desaparece el tejido social, se acrecienta la delincuencia, es imposible
ponernos de acuerdo para superar los problemas y por tanto nos refugiamos en la
individualidad. Muchos, preocupados por el aumento desmesurado del consumo de
combustibles fósil han optado por estimular el uso de la bicicleta, pero se ha ido
transformando en otra plaga pues la moda nos hace olvidar el aumento de la accidentalidad
que conllevan y el desorden que provocan en su uso por las aceras tanto que en internet
16
Menéndez, Pedro P. Ambiente humano para ciudades felices. Bogotá: Ecoe 2016. Pág. 153.
37
apareció un mensaje que decía: “señor peatón no utilice las aceras, una moto o una bicicleta
le pueden atropellar. Obviamente hay que tener en cuenta que como se muestra en la tabla
2.1 ella también demanda un espacio y por la velocidad que alcanzan se ponen en peligro al
caminante y al propio usuario, como lo atestiguan el creciente número de lesiones de brazos
y del “manguito rotador”. Las autoridades municipales en Colombia no ejercen sobre los
usuarios de ese vehículo ningún tipo de control y presionadas por la moda no han dudado en
construir ciclo-rutas, pero en vista de que se anteponen los intereses de los contratistas, a la
planificación, se dan situaciones tan absurdas como la de ubicarlas sobre los andenes,
construirlas de un metro de ancho a un costado del intenso flujo vehicular de las avenidas y
lo que es peor, regando asfalto sobre las zonas verdes.
Tabla 2.1 Espacio requerido por los distintos medios de locomoción17
Velocidad en
km/h
Metros cuadrados
requeridos para
estar o aparcar
Metros cuadrados
requeridos para
caminar o circular
A pie 4.5 0.5 1.8
En bicicleta 15 2 4.5
Pasajero de autobús 50 2 6.75
Pasajero de
automóvil
50 6 135
Otro de los efectos nocivos de las concentraciones humanas y a los cuales contribuye de
manera importante la asociación automóviles-autopistas es la alteración de la temperatura al
interior de las ciudades. Es lo que se conoce como la formación de las llamadas “islas de
calor”18
y que consiste en la acumulación de altas temperaturas que generan la desaparición
17
Sanz Alduán, Alfonso. Manual de movilidad peatonal: caminar en la ciudad. España Madrid: Garceta Grupo
Editorial; Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2016. Pág. 33.
18
Benton-Short, Lisa y Short, John Rennie. Cities and nature. - 2 ed. Estados Unidos: Routledge, 2013. “Cities
modify the environment. The most obvious example of this is the urban heat island. Cities tend to be warmer
because of the amount of extra heat produced in the city and heat absorption of man-made materials such as
tarmac, asphalt and concrete. Heat is absorbed by these surfaces during the day and released at night. The net
result is for the air around cities to be warmer than surrounding rural areas. One side-effect is to reduce the need
38
de las zonas verdes, el calentamiento del asfalto y el concreto por la radiación solar, las
cocinas domiciliarias, los procesos industriales y el calor que emiten los miles de automotores
que circulan a diario. La temperatura promedio de ese lugar se eleva y los gases tienden a
permanecer en las capas altas, conformándose una especie de burbuja o una isla particular,
con respecto al entorno natural. El aumento del calor y la concentración de los gases traen
consigo otro fenómeno y es el de la particularización la naturaleza urbana, pues llegan
especies nuevas, y otras se multiplican con mayor intensidad o desaparecen, produciéndose
así un daño en el sistema biótico regional.
Una ciudad dilatada que exige el uso frecuente del vehículo particular hace que las personas
no utilicen el espacio público por el miedo a los lugares vacíos que dejan las autopistas, como
refugio para la delincuencia y es por eso que desde las oficinas del Estado y los políticos no
se cansen en repetir constantemente que los mayores problemas de las ciudades no son la
miseria, el desempleo o la inequidad sino la inseguridad, la violencia y los relativos a la
“movilidad”. Lo peor es que las personas asimilan la falacia, la repiten y reclaman más
policías y autopistas. Frente a tales circunstancias de deterioro urbano, los que tienen
recursos, terminan buscando refugio en los condominios o conjuntos cerrados en los
suburbios, pero con ello lo que hacen es agrandar todavía más la ciudad y los problemas.
“El miedo genera aislamiento y la vida social queda reducida a la mínima expresión. La
ciudad se transforma en un lugar de habitación y no de vida. Se separan los lugares en áreas
diferenciadas para el trabajo, para el tiempo libre, para los aprovisionamientos. El espacio
público es solo el lugar de paso. La energía urbana se metaforiza en la pura circulación: se
trata de llegar, de no detenerse; de circular, no de ambular. Que la gente circule y no se
encuentre, parece ser la preocupación fundamental de los urbanistas. La posibilidad de
contacto de la gente se limita a rutinas que día a día reducen los espacios y lo fortuito.”19
for heating in the winter but to increase the need for air-conditioning in the summer. The heat island means you
can turn the heating down in London in December but need to increase the air-conditioning in Washington, DC
in August. The extra heat causes a thermally induced upward movement of air, and an increase in cloud and
raindrop formation. Cities are often cloudier more prone to thunder a slightly warmer than surrounding rural
areas. “ Pág. 7
19
Laub, Claudia La ciudad, los miedos y la reinstauración de los espacios
Públicos. en Segovia, Olga (Edi). Espacios públicos y construcción social. Chile: Sur, 2007. Pág. 54.
39
Ante una realidad urbana que se nos torna en un conjunto de lugares inhóspitos, por donde
no podemos caminar, ya por la congestión vehicular, el aumento de las calles desoladas que
facilitan la delincuencia y el diseño de barrios aislados o sin vida social, van surgiendo
tendencias sociales que luchan por darle un giro a la manera actual de vivir la ciudad, tratando
de repensar su estructura, para frenar su crecimiento y darle un nuevo sentido a los espacios
libres. De ahí que Leal planteara que los espacios públicos,
“… deben ser pensados según la función social del urbanismo; su diseño debe propiciar la
reunión y el contacto con los demás habitantes. Las plazoletas y la aceras debe concebirse
como lugares de reunión y permanencia, la calle puede ser una gran galería de arte o una
inmensa librería al aire libres, de modo que invite a ser recorrida; puede albergar sitios de
reunión, como pequeños cafés los cuales favorecen la ocupación del espacio público, con el
consiguiente incremento de la seguridad.” Y agrega “… las manzanas tradicionales tienen
unas medidas impuestas por norma y unos usos determinados por una política de usos del
suelo. En tanto piezas urbanas, debe permitir la mezcla de usos, de tal manera que en
pequeños recorridos se encuentren todos los servicios; así se evitan grandes desplazamientos,
ocasionados por la especialización o zonificación estricta en el uso del suelo”20
En esa dirección de rescatar los lugares urbanos para las personas se ha avanzado mucho en
otros países y ya se están dando algunos pasos en Colombia, aunque el proceso es muy lento
pues detrás de cada medida gubernativa, se ocultan los intereses los dirigentes político-
empresariales que pugnan por defender intereses sectoriales y porque romper con las visiones
de progreso, comodidad y distinción ligados a la posesión de vehículos particulares, es una
cuestión que tomará muchos años. Entre tanto, va surgiendo la pregunta: ¿Cómo hacer para
que la idea de la democracia, deje de ser un eslogan electoral y los ciudadanos rescaten su
derecho al disfrute del espacio público, en su calidad de peatones? De nada vale invertir en
el rediseño de parques, aceras y bulevares si la ciudad no cuenta con una comunidad que se
apropie de sus espacios para uso cotidiano, pues se quedan como hermosas maquetas que
tarde o temprano ocuparan los comerciantes avivatos, los informales y los maleantes.
20
Leal del Castillo, Gabriel. Ecourbanismo: ciudad, medio ambiente y sostenibilidad. - 2 ed. Colombia Ecoe
Ediciones, 2010. Pág. 242
40
Tomando en cuenta algunas de las ideas que señala Sanz Alduan21
sobre los beneficios de
caminar, podemos recordar y aclarar lo siguiente;
Nos ayuda a disminuir los consumos energéticos, en especial el de los combustibles
fósiles.
Gracias a la baja velocidad que desarrollamos al caminar, en términos generales,
estamos expuestos a riesgos menores.
Digamos que en abstracto no produce residuos contaminantes ni ruidos de afectación
colectiva como una moto.
Es una actividad que cualquiera puede desarrollar con autonomía, desde muy chicos
hasta las edades más avanzadas.
Es económico y exige menos gastos en infraestructura que un automóvil.
Debido a sus menores exigencias en materia de obras de infraestructura, no produce
la fragmentación espacial que tanto afecta los flujos bióticos, como lo hacen las
autopistas.
Hace posible una mayor aproximación al libro de la naturaleza y podemos conocer
en la práctica por caso, como se comportan las plantas y los animales.
Sobre los beneficios que tiene el caminar sobre la salud se ha escrito mucho y los
médicos hacen permanentemente énfasis en ello. Lo paradójico es que por la pereza
y una serie de erróneas ideas, seguimos empecinados en utilizar indistintamente los
vehículos para cualquier clase desplazamiento y sin importar la distancia. O ante la
menor necesidad se pagan servicios de mensajería, sin pensar en los perjuicios que
causan.
Por último, el más importante, facilita las relaciones interpersonales “en tiempo
real”, como dicen los tecnócratas. Caminar construye espacio público, crea la
vecindad o la ciudadanía y fortalece la democracia. Además darse la mano o sentir
el abrazo de un amigo, en un encuentro repentino, tiene un sentido humano que bajo
la óptica de los modernizantes, es imposible de medir.
21
Sanz Alduán, Alfonso. Manual de movilidad peatonal: caminar en la ciudad. Madrid España: Garceta Grupo;
Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2016. Págs. 28-29.
41
Volver a diseñar la ciudad para que sirva a las necesidades del caminante, es algo que
demanda una enorme cantidad de esfuerzo intelectual y material a lo largo de varios años,
porque, entre otras cosas hay necesidad de limitar la visión que tenemos de los expertos,
como sabios infalibles. Dejarle la tarea de trazar las zonas peatonales a los urbanistas y a los
arquitectos que contratan los políticos en los procesos de elaboración de los Planes de
Ordenamiento Territorial, es repetir la historia de hacer obras que no consultan las
necesidades de los habitantes. En ese mismo orden de ideas es que se le hacen las críticas a
la arquitectura de espectáculo por cuanto, tratando de levantar obras que solo sirven para
proyectar falsas imágenes de progreso, hacer ostentación de riqueza y seducir turistas, se
olvidan de las necesidades espaciales del ciudadano común.
Los niños, los ancianos y los minusválidos han sido los más perjudicados durante todas estas
décadas de diseñar la ciudad para los automotores, porque no solo los expertos, sino también
los propios ciudadanos se olvidaron de reclamar espacios por donde transitar o encontrar
esparcimiento, para sumarse a la moda de reclamar “soluciones de movilidad”, mayores
avenidas y puentes elevados. Sobre este punto por ejemplo Kevin Linch escribió:
“Los espacios públicos deben ser analizados para evaluar su capacidad de albergar un amplio
rango de acciones corporales, incluyendo aquellas que se dan frecuentemente pero que no
fueron planeadas originalmente, como sentarse en una escalera, pararse en la esquina de una
calle, caminar hacia adelante en un bus en movimiento, correr en una plaza, escalar o
recostarse sobre una pared, dormitar en una iglesia. Y, además, ¿existen en los alrededores
lugares donde la gente pueda realizar las funciones primarias, como comer, beber, evacuar,
lavarse, bañarse, vestirse?”22
Desde el punto de vista teórico se suele tener una noción sobre los derechos del peatón pero
pocos están dispuestos a hacerlos respetar, empezando por los agentes de la administración
pública que están más pendientes de la gestión económica de los intereses de los políticos-
empresarios. El reconocimiento de los derechos no es algo que se da espontáneamente, sino
que es algo que las sociedades construyen en el tiempo, teniendo en cuenta el respeto por los
22
Lynch, Kevin. Administración del paisaje. Colombia: Norma, 1992. Pág. 28
42
demás y de las normas de convivencia, para luego, en los esfuerzos conjuntos, hacerlos
cumplir.
Como se puede apreciar, para cambiar, en un sentido positivo las condiciones de vida urbana,
es clave romper con el individualismo imperante y restituir el sentido de comunidad. En ese
propósito y frente a la tendencia expansionista de las ciudades con la masificación de los
automóviles, se vienen planteando como modelo alternativo de desarrollo urbano, el de la
densificación, para disminuir las distancias, la quema de combustibles fósiles y los efectos
derivados de ello. La idea comprende, entre otras estrategias, la restitución de las áreas
verdes, la diversificación de las actividades económicas y la reconstrucción de las zonas
céntricas o policentricas, para que sean habitadas y consideradas como lugares de paseo, con
esquemas de peatonalización. Así es como muchas ciudades en el mundo ya han demostrado
que es posible encontrar modelos alternativos de ordenación territorial, en los cuales,
pensando en la gente, se aminoren los riesgos de estrés por el hacinamiento y se mejore la
sensación de bienestar. La cuestión es cómo aun dentro de la feroz guerra por los recursos
que se desarrolla al interior de las urbes, es posible promover en los agentes económicos, la
idea de que, es viable encontrar rentabilidad en la felicidad de los demás.
Entre ciertos círculos sociales e intelectuales se viene planteando que el futuro de la
humanidad está en elementos como la vida austera, el transporte público y en los modelos de
peatonalización urbana. Sobre el primer elemento se ha empezado a hablar de “desarrollo
sostenible” como una idea opuesta al desarrollismo de mediados del siglo XX y las
tendencias actuales, pero según algunos autores, no parece una expresión muy acertada. Con
relación al uso del transporte público se ha avanzado mucho en otros países que han creado
grandes sistemas de redes férreas e implementado los sistemas metro. La peatonalización de
las ciudades es un proceso que se viene dando de manera muy lenta porque, como indicamos,
los peatones aun no sienten que tienen derechos, es muy difícil luchar contra el afán de
ostentación y el individualismo que propicia la economía de mercado y por cuanto en el
rediseño urbano hay que tomar en consideración una enorme cantidad de factores que varían
con las circunstancias espaciales, políticas, temporales y sociales. Ahora, si tomamos como
43
punto de partida lo que planteara Florens Hugenin podemos recordar los siguientes aspectos
que nos ilustran la complejidad del tema23
:
En lo que tiene que ver con su morfología debe estudiarse si la intervención se hará
solo sobre un corredor o cubrirá una súper manzana que incluya área escolar, zona
verde, comercio y edificios patrimoniales.
Las autoridades tendrán que cambiar la jerarquía de las vías que bordean el área
transformada para facilitar el acceso de los residentes y los visitantes a las zonas de
parqueo o de uso de sus vehículos como motocicletas, bicicletas o automóviles.
La peatonalización tanto de las zonas céntricas o de la periferia debe tener en cuenta
que algunas actividades económicas se verán fortalecidas y otras serán afectadas.
Si bien es cierto que convertir algunas vías para integrarlas a zonas peatonales, puede
ayudar en la lucha contra el sedentarismo y la consecuente obesidad, deben
estudiarse alternativas para facilitar el acceso de los habitantes del sector a sus
necesidades cotidianas y a los sistemas de transporte público de mediana y alta
velocidad.
Igualmente ha de considerarse que implica unos gastos especiales para responder a las
necesidades del peatón, por decir en resguardos frente al sol y la lluvia, espacios donde
sentarse, dispensadores de agua, áreas de jardín, seguridad, señalización, baños públicos,
áreas de juego no estandarizadas para los niños e iluminación. Sobre esto último valga
la pena la advertir que es indispensable atajar la tendencia de despilfarrar energía
iluminando indiscriminadamente todos los espacios de la ciudad porque afectan el sueño
de las personas y la vida de los animales.
Como todo espacio de la ciudad, éstos requieren de una evaluación periódica pues su
uso es susceptible de variar en el tiempo. La moda puede hacer que un callejón se vea
desbordado de paseantes durante unos años o puede dejarse olvidado y convertirse en
un lugar inseguro.
23
Véase: Hugenin-Richard, Florence: Favoriser la marche a pied en ville: une question plus complexe qu´il
parit. En www.theconversation.com
44
Es imprescindible incluir en la evaluación los árboles, las áreas verdes y el diseño de los
jardines para darle riqueza a la experiencia sensible al acto de caminar por la ciudad. Los
aromas, los contrastes de color, la visual sobre el horizonte, la temperatura, son
elementos que una administración pública centrada en los derechos del peatón debe tener
en cuenta.*
Fig. 2.3 La típica evolución urbana. El caso de Cali con la
ausencia de espacios verdes en su zona céntrica
45
CAPITULO 3:
LAS ZONAS VERDES
En el capítulo anterior habíamos adelantado unas palabras sobre el espacio público para
señalar que en su definición además de pensar en los lugares físicos, debíamos tener en cuenta
su importancia en los procesos de integración social y la vida política, pero en este apartado
examinaremos de esos espacios, específicamente los que tienden a contener algo de cobertura
vegetal, esto es lo que denominamos, las zonas verdes.
La naturaleza urbana no es un espacio homogéneo24
porque mientras algunas áreas se
caracterizan por su densidad constructiva en otras, encontramos parques, alamedas y
corredores verdes alternando con los edificios de manera más armónica. Empero hasta en los
lugares más insólitos, en nuestras habitaciones, en las calles, en los solares, bajo la tierra e
incluso en cualquier pequeño rincón de concreto, hayamos toda clase de formas de vida
Fig.3.1. Las zonas verdes, aparte de ser el lugar donde crecen las más distintas clases de
plantas, son el refugio de muchos animales y en la medida en que vallamos densificando
nuestras ciudades, tendremos que irles prestando mayor atención porque, son esenciales para
nuestro bienestar. La densificación urbana o la ciudad compacta es una idea con la cual
tratamos de preservar las zonas naturales y agrícolas más próximas a las urbes, pero el riesgo
está en que podemos agudizar otros problemas sicosociales, como los derivados del
hacinamiento por la carencia de parques, la reducción de los andenes o la falta de
equipamientos urbanos como estaciones de bus, plazoletas y centros deportivos.
24
Benton-Short, Lisa y Short, John Rennie. Cities and nature. - 2 ed. Estados Unidos: Routledge, 2013. “An
important element of traditional ecology is the idea that ecosystems are biotic communities of plant and animal.
We can begin to think of urban ecosystems as a distinctive ecological category rather than merely as a
disturbance site unfavorably compared to pristine sites. Urban development initially increases local extinction
rates and rates of loss of native species. The general tendency is for the replacement of native species by non-
native species. However, nature urban environments create a rich range of different ecologies and habitats.
Cities contain both open space and built-up sites that vary in vegetation over an habitat variety. The city is more
accurately described as an ecological mosaic than a single category” 251
46
Las zonas verdes, no son elementos sobrantes, decorativos o para la futura especulación
inmobiliaria, como creen los agentes del capital, sino que forman parte de aquellas
necesidades profundas que aún existen en los individuos por la condición biológica de los
seres humanos. Cuidar de las plántulas en los balcones, observar el horizonte en un parque,
disfrutar del aire fresco en un bosque o jugar con las piedras y el agua en los ríos son cosas
con las cuales disfrutamos todos y desempeñan un rol esencial en la formación de los niños
que siempre están ansiosos de experimentación y juego. Los espacios verdes nos ofrecen una
serie de “servicios ecosistémicos” que bien vale la pena recordar25
:
Ayudan en los procesos de oxigenación del aire, a la absorción de los gases que
producen el efecto invernadero y gracias a la permeabilidad de sus suelos limitan los
efectos de las lluvias intensas como los riesgos de inundación.
Dependiendo del manejo e importancia que se les asigne en el ordenamiento urbano,
esos espacios, al interconectar con las áreas rurales, contribuyen a la conservación y
al fomento de la biodiversidad.
Cuando dichas áreas contienen grandes estructuras arbóreas o sistemas acuáticos son
útiles en la lucha contra la polución sonora, la formación de las islas de calor, la
monotonía paisajística y la contaminación del aire.
25
Véase: Dunnett, Nigel, Swanwick Carys and Woolley, Helen. Improving Urban Parks, Play Areas and Green
Spaces. London: Department of Landscape, University of Sheffield Department for Transport, Local
Government and the Regions, 2002. En especial el capítulo V.
Fig. 3.1 Árbol de papaya en los muros de un puente
La ciudad amable. verde y compacta
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La ciudad amable. verde y compacta

  • 1. 1 BORRADOR El diseño de la carátula es del autor
  • 2. 2 ÍNDICE INTRODUCCIÓN 3 CAPITULO 1: LA CIUDAD COMO TEMA 8 La naturaleza urbana 9 Vivir y pensar 12 El medio ambiente y la ecología 14 Biodiversidad y bienestar 16 CAPITULO 2: UN MUNDO URBANIZADO 18 La ciudad contemporánea 20 Del individualismo a la conciencia colectiva 26 Los derechos del peatón 29 CAPITULO 3: LAS ZONAS VERDES 40 La plaza 46 Los parques 47 Los jardines 48 Los corredores verdes 52 La estandarización 53 CAPITULO 4: LA NATURALEZA URBANA EN CALI 56 El proceso urbanizador 58 Del verde al gris 61 Humedales y parques 63 CAPITULO 5: LOS AGENTES DEL CAMBIO 74 El Papel del Estado 76 La sociedad y los individuos 82 CAPITULO 6: DEL SABER AL HACER 89 El orden académico 90 Hacia la ciudad amable 94 Cambio de imagen 100 CONCLUSIONES 103 BIBLIOGRAFÍA 104
  • 3. 3 INTRODUCCIÓN Con mucha frecuencia escuchamos decir que los seres humanos se caracterizan por ser criaturas pensantes y superiores a las otras especies, olvidando dos cosas esenciales, que la capacidad de discernimiento quedó mal distribuida desde el origen de los tiempos y que a pesar de las capacidades de pensamiento, en realidad seguimos siendo animales dependientes de cuanto pueda suceder con las otras formas de vida que hay sobre el planeta. Lo lamentable de ese engreimiento racionalista que, si bien ha servido para construir enormes ciudades con millones de habitantes, poderosas máquinas y sofisticadas teorías, es que en lugar de servirnos para construir un mundo mejor, paradójicamente lo estamos llevando por el camino de la extinción. Un amplio sector de la población cree que salvan su responsabilidad ante el mundo porque compran equipos ahorradores de energía y siembran árboles en cualquier lugar, sin pensar en las características de las especies vegetales ni en las consecuencias posteriores de su crecimiento desmedido. Otros estiman que los problemas ambientales se solucionaran con más “cultura ecológica”, como si una mayor teoría o erudición de las personas fuera a producir automáticamente los cambios en el comportamiento que se necesitan. Y también hay personas que, como parten de la idea de que la naturaleza es un bien público, piensan que su cuidado depende de la acción política. Entre tanto y a pesar de que los habitantes sufrimos las consecuencias de la contaminación y de todo lo que se dice o escribe desde los medios de comunicación o las academias sobre la necesidad de proteger el medio ambiente, continuamos tercamente destruyendo la naturaleza en sus ámbitos urbanos y rurales. ¿Por qué? Como se mostrará a continuación, una posible respuesta a ese interrogante, es que se debe al hecho de que la humanidad ha venido perdiendo su contacto con la naturaleza y hemos abandonando las zonas rurales buscando mejores oportunidades en las ciudades, por el desplazamiento que causan las distintas formas de la violencia, e incluso por ciertos imaginarios (imágenes) de progreso que no siempre llegan a ser reales para todos. Somos una especie que necesita vivir en comunidad y por ello nos hemos venido congregando en puntos muy precisos de la geografía pero la coexistencia en las ciudades se está haciendo cada vez
  • 4. 4 más difícil, porque en la medida en que crecen, así mismo se complejizan, exigiendo de cada individuo el cumplimiento de cambiantes normas y la adquisición unas nuevas formas de pensar y de actuar para garantizar la coexistencia, pero como lo vemos hoy, existe un desfase entre el crecimiento de los poblados y el control racional sobre lo que hacemos. Así como pueden crecer las comodidades para algunos, también aumentan los problemas para otros y algunas urbes son tan invivibles que están afectando las condiciones físicas y mentales de los propios habitantes con toda suerte de enfermedades y trastornos. Los imaginarios de progreso y modernidad que nos ofrecen ciertos políticos, los medios de comunicación, el cine e incluso el sistema educativo, como no se están enfocando en el bienestar de la gente, sino en el fetichismo tecnológico, en la competitividad económica y en la lucha por el status, están dejando su estela de destrucción sobre el suelo que pisamos y sobre el aire que respiramos. Continúa pues, el irrefrenable gusto de los hombres por las imágenes de ostentación, las mega-obras, los puentes elevados a tres niveles, los túneles, las vías de 10 carriles, los intercambiadores, los rascacielos, los relumbrantes escenarios deportivos y las canalizaciones que ahora eufemísticamente los expertos denominan “construcciones de obras civiles en corrientes naturales”. La verdad es que mientras las elites globalizadas van por el mundo disfrutando de sus gustos refinados, a la mayoría les toca lidiar con la pobreza, la inseguridad, el desempleo y vivir en los barrios más deteriorados e insalubres de las ciudades, como si fuera un castigo divino. Tales cosas suceden porque (la polis) los pueblos no captan todavía que, solo con el ejercicio político colectivo, es posible hacer de la urbe y sus espacios públicos, algo digno para el disfrute de todos. Es con la política que podemos tomar decisiones colectivas para poner límites a los que solo defienden intereses sectoriales o particulares y con ella será posible terminar con la lógica absurda de siempre querer producir más, para que unos cuantos puedan despilfarrar los recursos. Dicho en otras palabras, la idea es que debemos detenernos un instante para darnos cuenta que la vida en las ciudades bajo el sistema socioeconómico imperante es inviable porque atenta contra los más débiles y destruye cada vez más los entornos geográficos que le circundan, tal y como nos lo recuerda Pedro Salvador, quien afirmaba que:
  • 5. 5 “El ecosistema urbano se diferencia de los naturales en que no se autorregula. Para empezar; la ciudad es un ecosistema dependiente, abierto, heterótrofo, que consume mucha energía para evaporar agua y calentar el aire, energía que además no produce él, sino que viene de fuera (a lo menos la mitad es artificial) y cuya población no puede sobrevivir con los productos alimenticios que generan en la propia ciudad. Las importaciones, y no solo de alimentos, son diez veces superiores a las exportaciones, y en productos como materiales de construcción y arena les superan cientos de veces”.1 Ciertamente y como lo ha destacado la geografía económica desde hace largo tiempo ya, las ciudades dependen de sus relaciones con el medio rural, del trabajo campesino y en lo interno, de la manera como los habitantes con sus instancias políticas gestionen sus espacios y sus recursos económicos. Por eso de la misma forma que el vestido, los zapatos y la casa, reflejan en algo nuestra manera de ser, las concentraciones humanas son una expresión de sus estructuras sociales y del tipo de relaciones que han sostenido los dirigentes con sus conciudadanos en los procesos internos de construcción de las hegemonías. De ahí que, como se mostrará en esta obra, nuestros espacios públicos, solo puedan reflejar lo que somos y, aunque el panorama no es alentador para el caso colombiano, debido a las condiciones generalizadas de inequidad, individualismo y corrupción, que nos rodean, nuestra tarea debe ser mirar muy adelante, por encima incluso de las tendencias actuales, para luchar por cambiar nuestras condiciones y estilos de vida sin perder de vista lo que plantea Gabriel leal, cuando concluye que: “…existen todos los instrumentos técnicos y conceptuales para adelantar una gestión medioambiental racional, pensando en la herencia que la humanidad le dejará a las dos próximas generaciones. No son los técnicos ni los profesionales los obligados; cada uno, desde su ámbito de trabajo, debe actuar a favor del desarrollo sustentable; son todos los habitantes del planeta, pues es el hogar de la especie humana y por el momento no se vislumbra otra casa cercana hacia la cual mudarse, una vez se concluya la labor de depredación del planeta: (…) Se gastan miles de millones de dólares cada año en investigaciones sobre cómo hacer más rentable y más productivo el plantea y sobre cómo 1 Salvador Palomo, Pedro J. La planificación verde en las ciudades. Gustavo Gili. España, 2003. Pág. 136.
  • 6. 6 sacar el mayor provecho a los recursos disponibles, sean renovables o no. Lo anterior, con el único fin de incrementar el consumo, para que el sistema, económico siga su senda de crecimiento y desarrollo; pero la humanidad, al igual que las ovejas, sigue detrás de uno o dos líderes, sin preguntarse el porqué. La respuesta es sencilla: el crecimiento económico se ha asimilado a calidad de vida, lo cual trae resultados perversos para la continuidad de la vida en el planeta”2 Ahora bien, una vez señaladas algunas de las ideas generales que muestran las interrelaciones que se dan entre la sociedad, el desarrollo urbano y el medio ambiente, pasamos a señalar las motivaciones que dieron origen a este libro, la metodología empleada en la recopilación y análisis de la información y por último la estructura de su contenido. Sobre la historia de Cali en sus aspectos artísticos y sociales ya en el pasado habíamos publicado algunos libros, pero a raíz de distintas experiencias frustrantes con los parques del barrio donde vive el autor, se fueron acumulando una serie de preguntas y de hipótesis que crearon la necesidad estudiar el asunto de la importancia de las zonas verdes al interior de las ciudades en general para tratar de comprender en algo, el caso particular, pues a pesar de que ellas nos ofrecen muchos beneficios y las vemos o recorremos a diario, no les prestamos la suficiente atención, tanto que hay quienes consideran que son simples letrinas caninas o, como pertenecen a la municipalidad, en ellas cualquiera puede hacer lo que le venga en gana. Para empezar entonces se examinó la bibliografía disponible en algunas bibliotecas y se consultaron muchos textos en internet. A continuación se hizo un recorrido por la ciudad de Cali para comparar y establecer algunas constantes que se han dado en el tratamiento de sus zonas verdes. Y por último se hicieron entrevistas informales con algunos contratistas de la alcaldía y se analizó el trabajo de los funcionarios que llevan a cabo el mantenimiento de los parques. Pero este texto no pretende mostrar todos los aspectos estudiados sino que busca, desde lo que suele hacer la historia, aportar una visión integradora de algunos de los elementos que pueden servirnos para entender lo que ha venido sucediendo con el tratamiento que le damos a la naturaleza urbana en las ciudades en general y en Cali, como caso particular. Esta mirada por lo tanto está entre lo que suele hacerse desde la geohistoria. 2 Leal del Castillo, Gabriel. Ecourbanismo: ciudad, medio ambiente y sostenibilidad. - 2 ed. Colombia. Ecoe 2010. Pág. 193.
  • 7. 7 La hipótesis de trabajo fue: Las zonas verdes y los espacios públicos de las ciudades a nivel mundial están siendo revalorados a raíz de los movimientos ecologistas pero en nuestro medio el proceso es muy lento porque el control territorial que ejercen las élites no tiene contrapeso en formas populares de organización política y las personas no logran visualizar otras formas de relacionamiento con la naturaleza, distintas de las impuestas por el modelo socioeconómico imperante. Los resultados del análisis realizado se presentan, así: en el primer capítulo se aborda el tema de la ciudad, definiendo entre otros conceptos los de naturaleza urbana, huella ecológica y biodiversidad. Dentro del capítulo segundo se caracterizan el proceso urbanizador, los efectos de diseñar la ciudad en función del automóvil y la idea de mejorarle las condiciones de vida al peatón. El capítulo tercero tiene como propósito resaltar los beneficios eco sistémicos que ofrecen las zonas verdes, como los parques, los jardines y los corredores verdes. Aunque no es el objetivo central del libro hacer un estudio concreto sobre la Ciudad de Cali, en el capítulo cuarto se hace un recuento de lo que ha sido su expansión sobre el entorno natural y esto con el propósito de ejemplificar algunos apartes de los capítulos anteriores, así como lo que se explica en la parte final del libro. Como las ciudades tienen la capacidad de cambiar constantemente, en el capítulo quinto se resaltan las posibilidades transformadoras que tienen el Estado, los individuos y las organizaciones sociales. En el capítulo sexto, se cuestionan el papel de las ideas dominantes y en especial las que circulan en el sistema educativo actual, para luego exponer a manera de síntesis general, algunas de las consideraciones que se deberían tener en cuenta entre los interesados en el mejoramiento de las condiciones de vida en el medio urbano. Este estudio se desarrolló con paciencia por espacio de casi tres años, siempre tratando de componer un texto fácil de leer, pues los discursos pedantes lo que hacen es provocar el fastidio de los lectores no especializados y lo que hace falta es involucrar y comprometer al mayor número de personas en el cuidado de nuestros recursos naturales. Por el mismo motivo, las frases sobresalientes que se encontraron en otros idiomas se ubicaron en el pie de página. En cuanto a las fotografías que acompañan el texto valga pena decir que infortunadamente solo se pudieron insertar unas pocas para resaltar ciertas ideas y para hacer más amena la lectura se incluyeron unas ilustraciones del autor, pero las personas críticas que
  • 8. 8 deambulan por la ciudad, podrán darse cuenta de lo acertado de nuestras afirmaciones y comprobarán cómo en Colombia continúan su marcha triunfal sobre el medio ambiente, los argumentos o los pretextos de quienes son partidarios de seguir expandiendo el concreto y el asfalto sobre la faz de la tierra.
  • 9. 9 CAPITULO 1 LA CIUDAD COMO TEMA El ser humano pertenece al grupo de los animales vertebrados y mamíferos, como lo son el gato, el perro, la vaca o el chimpancé y por lo tanto compartimos con ellos muchas formas de comportamiento, solo que las disfrazamos bajo ciertos ropajes que llamamos racionales y nuestra salud, como la de ellos, depende de las buenas condiciones de desarrollo que se den en los sistemas naturales donde estamos. Aunque seamos millones de habitantes los que nos agrupamos en las ciudades que son, digamos, de naturaleza urbana, es deber de cada uno de nosotros procurar unas buenas condiciones de existencia para el conjunto de los seres vivos. La ciudad es un tema que apasiona a muchos porque son tantos los puntos de vista desde los cuales se la puede pensar que por ello los novelistas, historiadores, políticos, filósofos, entre otros, han escrito cantidades enormes de páginas a lo largo de los siglos. Pero mientras una minoría la piensa, la interpreta con sus lenguajes encriptados y la gobierna, la inmensa mayoría de los citadinos permanecen en otras esferas de la existencia, donde la lectura y la reflexión pausada no tienen espacio, ya por las condiciones de sometimiento que imponen las élites, por las urgencias que deben resolver en el día a día e incluso por la indiferencia a la cual ahora nos impulsan las industrias “culturales” o del entretenimiento. A ello hay que sumarle que los estudios urbanos hasta hace muy poco tiempo se preocupaban preferencialmente por los temas sociales o económicos e ignoraban por completo la degradación de sus aspectos físicos y del medio natural.3 Ciertamente, a pesar de todos los desastres causados por la desenfrenada carrera industrializadora y la búsqueda del crecimiento económico, pocos prestaban atención a la desaparición de las aves, la polución visual o la extinción de los árboles en el medio urbano ni había la posibilidad de pensar en desarrollos socioeconómicos sostenibles. En el siglo XX, 3 Benton-Short, Lisa y Short, John Rennie. Cities and nature. - 2 ed. Estados Unidos: Routledge, 2013. “Urban studies have long ignored the physical nature of cities; instead, the emphasis was on the social, political and economic rather than the ecological. And yet cities are ecological systems, they are predicated upon the physical world as mediated through the complex prism of social and economic power. In recent years there has been a renewal of interest in the city as an ecological system, with emphasis on the complex relationships between environmental issues and urban concerns, and between social networks and ecosystem flows.” Pág. 4.
  • 10. 10 la necesidad de superar la ruina causada por las dos guerras mundiales, las contiendas políticas entre los modelos de dictaduras (o si se prefiere llamarlas democracias) capitalistas y socialistas y la carrera armamentística, tampoco permitieron observar lo que estaba sucediendo con el medio ambiente y la palabra ecología a muy pocos interesaba. Hubo que esperar hasta la década de los setentas del siglo pasado para que paulatinamente se empezara a dar un cambio, aunque más en el campo de las ideas que en las acciones concretas. Después de las Cumbres de la Tierra y demás momentos estelares del ecologismo mundial, algunos países han tomado la delantera y han implementado políticas para hacer de sus ciudades y entornos naturales más acordes con las nuevas ideas, aunque no deja de sorprender cómo, han convertido en una moda esa extraña mezcla de ambientalismo cientifista con los discursos de ámbito gerencial, como cuando nos hablan de un “proyecto de investigación para medir los niveles de impacto de las políticas de gestión ecológica en la empresa tal…”. La naturaleza urbana Por millones de años el animal humano, se fue haciendo hombre caminando erguido sobre la tierra sin conocer lugar fijo de habitación y aunque pueda sorprender a muchos de nuestros contemporáneos que no se bajan del automóvil, lo hacía por días enteros tratando de encontrar frutos o algo de carroña. Así fue como apareció nuestro lejano antepasado el australopitecus, hace unos 2 millones de años. Luego apareció el homo habilis que con una capacidad de razonamiento mayor, hace 1.7 millones de años antes del presente, aprendió a elaborar las primeras herramientas en piedra, hueso o madera que iría perfeccionando hasta poderlas usar en la cacería. Con esos adelantos, otros grupos humanos, como el homo sapiens poco a poco, en el curso de miles de años, fueron cruzando las selvas y las aguas para salir de África, pasar a Europa, Asia y llegar a sur América hace más de 12.000 años. Este último dato no debe perderse de vista si deseamos entender por ejemplo, por qué la pintura rupestre y las primeras formas de habitación aparecieron primero lejos de nuestra geografía. De esa profunda conexión que tenían nuestros lejanos antepasados con los entornos naturales y las primeras manifestaciones del pensamiento analítico, surgió la agricultura que es uno de los mayores avances que ha conocido la historia de la humanidad pues le permitió, entre otras cosas, lograr unos excedentes acumulables, la estabilidad alimentaria y hacerse sedentario.
  • 11. 11 Digamos entonces que la secuencia fue: bajar de los árboles, caminar erguido, dedicarse a la recolección y el carroñaje, ocupar temporalmente los refugios rocosos, aprender la domesticación de algunos animales, hacerse sedentario, trabajar la parcela, para posteriormente llegar a vivir en pequeñas aldeas de comunidades igualitarias, donde las mujeres incluso tenían una destacada relevancia social. Muchos historiadores han sostenido que el siguiente gran paso que dio el hombre fue la creación de la escritura y por ello hablan prehistoria e historia, aunque ello es muy discutible porque todos somos seres históricos o tal vez deberíamos decir geo-históricos debido a que evolucionamos en el tiempo y en los espacios geográficos, desarrollando incluso distintas formas de transmisión de conocimiento “escrito”. En este texto consideraremos como la segunda gran transformación, el paso de la vida campesino-aldeana a la conformación de las ciudades. Aquí valga la pena precisar que, no es un tránsito a unos lugares artificiales e inertes, como suele creerse, sino la creación de espacios de “naturaleza urbana” donde en particulares condiciones, siempre cohabitamos con otros mamíferos, aves, reptiles, insectos, plantas e infinidad de microorganismos. La aldea es un pequeño poblamiento que puede estar compuesto por una o varias familias, que se rigen siguiendo patrones de conducta como el respeto a la sabiduría de los mayores, sin claras divisiones estamentarias o políticas, pero que, sobre todo, vive en una estrecha dependencia con las labores del campo. Fig. 1.1 Los grandes edificios y el dominio del carro, son los elementos definitorios de la ciudad “moderna”
  • 12. 12 En el lenguaje común se suele considerar que una ciudad es un conjunto de avenidas y edificaciones grandes donde vive un importante número de personas (fig. 1.1) pero como esos elementos son tan vagos o relativos y no permiten diferenciarla de un pueblo, una urbe o una villa, los estudiosos del tema han intentado definirla, sin llegar a un acuerdo porque, cada cual pone su acento en una característica u otra o establece sus propias clasificaciones. En consecuencia para poder tener una idea más clara al respecto, lo mejor será darle un rápido vistazo a su pasado lejano, sin olvidar que todas las ciudades tienen sus particulares historias, algunas se originan de la transformación de las aldeas, otras alrededor de centros ceremoniales, también están las que se fundan como puntos de avanzadas en la guerra por los recursos y existen las que se fueron formando con la llegada de comerciantes en los cruces de caminos fluviales o terrestres. Según los estudios existentes a la fecha, el proceso de urbanización mundial se inició en Jericó hace más de 8000 años y paulatinamente surgieron, de preferencia a la orilla de grandes ríos o puertos, las ciudades de Uruk, Ur, Harapa, Menfis, Tebas, Yin, Anyang, Tikal, Teotihuakan, Esparta, Atenas, Roma, Cuzco, las que se crearon alrededor de los castillos en Europa y las que fundaron las potencias colonialistas como España, en América. No obstante lo distintos que puedan parecer los procesos evolutivos de las ciudades, es posible extraer algunos elementos comunes que nos ayudan a entender su esencia. Son asentamientos humanos que se hacen sobre una porción precisa o delimitada del espacio natural pero que al mismo tiempo que dependen de una región, la tratan de controlar para ir expandiendo sus límites. Dicho de otra forma son los focos del control territorial de una entidad socio política que empieza por construir la hegemonía sobre sus conciudadanos, mediante el ejercicio de la violencia simbólica (el establecimiento de la Cultura), la violencia física (el aparato judicial o la fuerza armada) y el control económico. Como se mostrará a continuación la ciudad se forma y se diseña para dominar a la población y ésta debe aprender a obedecer sus reglas para poder cohabitar y gozar de los beneficios que ella ofrece, como son: seguridad frente al enemigo externo, proximidad a los centros ceremoniales, facilidades de acceso a los productos de consumo e intercambio de saberes, entre otros. Un centro urbano, entonces, más que una sumatoria de personas, casas, calles y plazas, es un tejido de
  • 13. 13 relaciones, que llamamos “pueblo”, cuando es en apariencia menor a otro, en tamaño e intensidad de sus actividades. Vivir y pensar Hoy es muy común ver en Colombia a los motociclistas y a los ciclistas circulando por los andenes o haciendo piruetas en los parques de nuestras ciudades y si bien a muchos, porque los policías también lo hacen, les parece normal otros consideran que son una expresión de que algo va mal, tal vez es el producto de un proceso de involución humana hacia un australopitecus pero “tecnológicus”. Se entiende que un pez no pueda dedicar su tiempo a filosofar sobre el agua, pero es increíble que el hombre, que se dice un descendiente de los sapiens-sapiens, no reflexione sobre lo que hace en y con su entorno natural de existencia. Por su puesto que a lo largo de la historia ha habido personas dedicadas a pensar las ciudades, unos con la ayuda de los dictados celestiales, otros desde los intereses terrenales y los más recientes bajo el amparo de los círculos académicos y tecnocráticos, lo cual no es una novedad porque corresponde al tradicional ejercicio del poder. De manera que hoy en las universidades y en los ámbitos especializados de la administración pública, bajo el título de “Pensar la ciudad” se discute ampliamente y se publican miles de artículos en las revistas internacionales, el problema es que con las estrategias de exclusión, las industrias del espectáculo y el analfabetismo funcional, esos son temas que la gente del común no lee porque no entiende ni le interesa. Podría creerse que las cosas pueden continuar por esa senda, pero si las personas no se involucran, por sus acciones u omisiones, las urbes se irán convirtiendo en lugares invivibles, como ya sucede en tantas grandes urbes del mundo o como en Medellín o Bogotá, que con frecuencia tienen que afrontar, los altos niveles de contaminación del aire y el accionar inconsciente de los habitantes “en condición de calle”. Mientras en la ruralidad los sujetos desarrollan su existencia unos alejados de otros, con relativa autonomía y en la intimidad de sus núcleos familiares, en las ciudades, debido a la necesidad de armonizar la dinámica de conflictos que genera la densidad poblacional, es que se han estructurado alrededor de un poder central. Desde el poder, el sistema socioeconómico, que está controlado por sujetos concretos, con nombres y apellidos, dicta las normas, tácitas o explícitas que los ciudadanos, según su posición social, debe conocer,
  • 14. 14 aceptar, y cumplir desde la temprana infancia. Veámoslo de otra manera, la ciudad es como un hiper texto espacial, sobre el cual se escriben las leyes que el habitante ha de leer o reconocer y acatar. Pero a parte de los códigos, están por ejemplo, el diseño físico de los espacios que inducen comportamientos específicos (los puentes, los pasos peatonales), los elementos tridimensionales como las estatuas o los semáforos, las señales gráficas que se fijan en los parques, la nomenclatura de las calles y los nombres de los edificios. Todos esos elementos constituyen la imagen de una realidad urbana que provoca distintas imágenes subjetivas en las personas e idearios. Fig. 1.2 Los ciudadanos pueden conformarse con las condiciones impuestas, tratando de sacar provecho de los aspectos positivos de la ciudad, sin preocuparse de factores como la Fig. 1.2 Esta es un ejemplo de imagen-texto subjetivo de una ciudad. Se trata de Getafe en España
  • 15. 15 inequidad y el deterioro del espacio urbano, aunque también pueden considerar el hacerse partícipes de la construcción de la vida buena, que en ultimas implica el bienestar general. A este respecto nos dice Fernando Savater que la vida buena es aquella en la cual buscamos la libertad, la justicia y la asistencia4 o la solidaridad. Pensar la ciudad es atreverse a cuestionarse sobre lo que sucede en el lugar que habitan, pero no con los aires del experto sino, empezando por evaluarse a sí mismo, tanto en sus pensamientos como en sus actitudes. Luego de ese avance, es posible dar el salto hacia la construcción de comunidad que es más difícil pero efectivo en la tarea de salvar al mundo de nuestra propia miopía egocéntrica. Indudablemente que las discusiones masivas pueden resultar engorrosas y en ocasiones hasta conflictivas, pero tienen la ventaja de enriquecer las ideas, dotarlas de legitimidad y por lo tanto ayudan a despertar la capacidad de compromiso colectivo hacia las tareas planteadas. Dejar que otros sean los que piensen y tomen las decisiones es ineficiente, un desperdicio de la capacidad de gestión humana. Además, esperar que las élites enmienden su actitud de velar solo por sus intereses, es solo una falsa ilusión porque, “Muchos líderes locales y nacionales, privados y públicos, se resisten a escuchar verdades que no les resultan cómodas. La humanidad evade la discusión de muchos problemas que la disturban, tales como los relacionados con la pobreza, la niñez, la ancianidad. El ocultamiento de estas verdades ha llegado a ser una obsesión para los que tienen poder para cambiar las cusas de estos problemas. (…) Los intereses del rico en los países en desarrollo, están más relacionados con los intereses del rico en las naciones ricas que con los intereses del pobre en sus propias naciones. En una sociedad consumista, el rico no parece tener ningún sentido de culpa.”5 El medio ambiente y la Ecología Como todos los seres vivos, los humanos formamos parte de la naturaleza. Ocupamos un lugar y dependemos de las condiciones que se dan sobre la superficie de la tierra, es decir lo que en general llamamos la biosfera. El medio ambiente es el conjunto de elementos que nos 4 Véase: Savater, Fernando. “Ética para a mador”. Barcelona: Ariel, 1991. 5 Hardoy, Jorge E. “Los cambios en la distribución espacial de la población y el medio ambiente urbano de América Latina.” En: AA.VV. Problemática futura del medio ambiente en América Latina. Madrid: Fundación Mapfre, 1992. Pág. 49.
  • 16. 16 rodea pero en un espacio más determinado, aunque muchas veces confundimos los términos y decimos: “la destrucción del medio ambiente” para indicar el deterioro de las condiciones naturales del planeta. Es por eso que para evitar equívocos los hombres de ciencia definen sus conceptos o inventan unos nuevos. Lo difícil es que a veces construyen leguajes tan complicados que en lugar de aportarle conocimiento a la gente, terminan por hacerlo inaccesible. La relación del hombre con el medio ambiente, a lo largo del tiempo, ha sido variable y si la mayoría de las veces las civilizaciones han vivido en relativa armonía con la naturaleza, en otras oportunidades han desaparecido a consecuencia de las malas prácticas agrícolas, la deforestación o los desastres naturales, es decir por el desconocimiento de sus principios elementales. Por espacio de miles de años las personas, para la toma de decisiones, se basaron en las tradiciones, las creencias religiosas o en conocimientos que algunos denominan como no científicos y sin embargo resulta una paradoja que con el desarrollo de la técnica europea, la expansión del capitalismo y el establecimiento de conocimientos tan certeros como los proporcionados por la física, las matemáticas, la química y la biología estemos tan cerca de destruir, ya no un imperio, sino el planeta entero. Es posible que el futuro de la humanidad no le preocupe a ciertas personas, por los efectos de su escasa capacidad de discernimiento, y prefieran concentrar sus esfuerzos en la solución de sus asuntos del presente, pero también es verdad que, a pesar de la moda verde, viene creciendo una corriente de pensamiento honestamente comprometida en detener la catástrofe, nos referimos al ecologismo. Aunque la palabra ecología la creara el biólogo alemán Ernst Heckel en 1886, para referirse al estudio de las interacciones que sostienen los seres vivos entre ellos y con su medio, hubo que esperar a mediados del siglo XX para que, a causa de la crisis medio ambiental, empezara a cobrar la importancia que hoy tiene. El problema es que la ecología, a pesar de su popularidad, se ha convertido en otra esfera del ámbito académico para adornarla con un universo complejo de conceptos y discursos complicados, cuando lo que necesitamos es un conocimiento que sirva para que la población participe de la solución de los problemas concretos que afrontamos en nuestros entornos geográficos. Para dar un ejemplo del desfase que existe entre lo que plantean los expertos y lo que necesitamos, podemos encontrarlo en
  • 17. 17 las variantes del concepto de la huella ecológica, pues los adornos matemáticos alejan a los individuos de su comprensión y uso. Después de haber presentado algunos elementos definitorios de la ciudad, es preciso volver sobre su dimensión espacial a fin de entender parte de lo que es la huella ecológica. En términos generales, toda aglomeración de habitantes exige el uso de un lugar y la existencia de un área a dónde van los desechos y en la cual se desarrollan las actividades agrícolas o extractivas que han de proporcionarle el sustento. Por lo tanto básicamente hablamos de las áreas urbanas, periurbanas y ruralidad, aunque con el desarrollo del comercio y la industrialización cada vez tenemos que tener en cuenta territorios lejanos, como espacios de influencia o dependencia. En las economías tradicionales un caserío podía satisfacer su demanda de productos con el trabajo en la huerta o los campos más cercanos, pero para satisfacer las exigencias crecientes de las grandes concentraciones urbanas hoy se requiere de una explotación intensiva de los recursos de las zonas campesinas cercanas e incluso de las regiones más apartadas. Tan es así que desde hace unas décadas se ha puesto de moda hablar de ciudad-region metropolitana para legislar en favor de las grandes trasnacionales, posibilitarles hacer sus inversiones y con la esperanza entrar en la guerra global por los recursos. En la lógica de la competitividad la idea es invertir en infraestructura para que lleguen las empresas que atraerán más mano de obra joven y barata, para luego hacer nuevas obras y seguir creciendo indefinidamente. Un ejemplo del despilfarro espacial lo tenemos en ciudades como Frankfurt que crecen en su área de afectación al tiempo que disminuyen su densidad6 . 6 Véase: Gestion de la croissance urbaine. Rapport de la commission 2. Barcelona: Metrópolis, Association mondiale des grandes metropoles. 2011. www.metropolis.org
  • 18. 18 De manera que los efectos que deja un pequeño pueblo sobre su entorno natural a la hora de extraer sus recursos es mucho menor que los causados por las metrópolis y por tal motivo el estudio o la medición de la huella ecológica se ha vuelto un asunto crucial para los interesados en la conservación del planeta porque con la “globalización”, la aparición del imperativo consumista y la imposición del modelo neoliberal, ya las regiones próximas no logran satisfacer las demandas, teniendo que extender su dependencia de otros lugares del planeta, causando incluso la sobreexplotación de los recursos humanos y naturales de naciones enteras. Para hacerse a una idea del problema basta con recordar los niveles de despilfarro que maneja la población Neoyorkina que recibe productos elaborados en naciones donde se pagan salarios de hambre y donde ya los niveles de contaminación y deterioro ambiental son intolerables (Fig. 1.3) Eso sin mencionar que algunas ciudades incluso exportan sus desperdicios a las naciones pobres. Sintetizando podemos señalar que la huella ecológica es el área “total” que utiliza o sobre la cual incide una ciudad, para extraer los recursos que demanda y para el procesamiento de sus desechos. Regularmente los expertos la miden en hectáreas totales y a veces también la discriminan por habitante. Es un cálculo promedio obviamente, porque dependiendo de los estilos de vida, cada persona tiene unos niveles de consumo y de desechos particulares, es decir un tamaño de huella diferente. Fig. 1.3 Paradigma de ciudad moderna. “Autumn in new York” de Jane Wooster Scott en Rev: Art Trends V. 1 No. 5 1996. Pág. 22
  • 19. 19 Biodiversidad y bienestar A lo largo de este texto utilizaremos también el concepto de biodiversidad, que no obstante estar muy popularizado, hay necesidad de precisarlo para tener elementos de juicio que nos permitan actuar de manera positiva sobre nuestros entornos naturales. Cuando se señala que Colombia es uno de los países más biodiversos del mundo, existe la tendencia a creer que estamos hablando de un enorme número de especies por kilómetros cuadrado. Desde esa perspectiva, podríamos caer en el absurdo de creer que un zoológico sería un ejemplo de mega biodiversidad. Lo más importante del concepto es que ha de servir para recordar que las especies no viven aisladas una de otras, que la naturaleza en su conjunto conforma una multitud de interacciones o interdependencias, digamos un tejido viviente. Si tomamos un metro cuadrado de selva chocoana veremos que aparte de encontrar infinidad de especies vegetales y animales desde el suelo hasta la rama más alta del árbol, lo más interesante es ver cómo ellos para su existencia dependen unos de otros, tanto para su defensa, como para su sustento. El mismo metro cuadrado del parque de barrio, no tiene semejante mismo tejido de relaciones y por eso decimos que la ciudad también forma parte de la naturaleza, solo que sin la riqueza en biodiversidad, porque las condiciones de existencia que le impone el ciudadano con sus construcciones y frenética actividad no se lo permiten. La cantidad de estudios que se han realizado sobre la relación ciudad-medio ambiente es impresionante, y cada día siguen apareciendo más porque, como ya se ha señalado, pueden hacerse desde infinidad de preocupaciones, por la urgencia de detener el deterioro de las condiciones de existencia de los habitantes y por las necesidad de coordinar o atenuar la enorme variedad de intereses y conflictos que se van dando en cada una de las administraciones locales Fig. 1.4. Es por esto que la exposición que se inicia a partir de los conceptos centrales que ya se han presentado, tan solo busca dar una mirada sobre las zonas verdes de las ciudades, para destacar la importancia que deben tener en los planes de mejoramiento de las condiciones de vida de las personas y para cambiar en algo la tendencia de deterioro actual. En la medida en que los ciudadanos vayan logrando una mayor capacidad organizativa y aumente su participación en los espacios donde se toman las decisiones, así mismo se irá avanzando en la recuperación del medio ambiente y en las condiciones de habitabilidad de las ciudades. Continuar por la senda histórica de que sean las elites
  • 20. 20 gobernantes con sus expertos los que piensen y tracen las políticas públicas es guardar la esperanza inútil de que los poderosos un buen día abandonarán sus intereses mezquinos para poner en circulación legislaciones de corte ecologista y tendrán la voluntad de respetarlas o hacerlas cumplir. Fig. 1.4 La ciudad y sus problemas sociales.
  • 21. 21 CAPITULO 2: UN MUNDO URBANIZADO Ahora que están tan de moda los teóricos del emprendimiento y la innovación, cunde la creencia de que la disciplina histórica conforma un conjunto de conocimientos inútiles porque no contribuye a la generación o transformación de la riqueza material y que solo se ocupa de la acumulación fechas y relatos sobre el pasado. Sin embargo las ciencias que tienen que ver con el estudio del desenvolvimiento del hombre en el tiempo y el espacio son las que nos dan pistas para entender, no solo lo vivido, sino también el presente y las tendencias que nos llevarán al futuro. De ahí la importancia de darle a continuación una mirada a lo que ha sido el milenario desenvolvimiento de centros urbanos. Como ya se ha indicado, las ciudades surgen y se desarrollan gracias a los procesos de concentración de las distintas formas de poder que se dan sobre los territorios. Eso significa que no todos los habitantes han participado y participan en igualdad de condiciones en la construcción urbana, pues son las minorías las que, dentro de los sistemas socioeconómicos determinan en buena medida, su fisionomía y lo que puede hacerse o no. De ahí que hablemos de la ciudad esclavista, feudal, colonial, capitalista y si se quiere neoliberal, donde los ideales preponderantes ha sido los de aquellos que ejercen la hegemonía, siempre ansiosos de riqueza y poder. Pero, si bien es cierto que la codicia y los deseos de grandeza se han propiciado desde el interior de las ciudades y los imperios, no podemos creer, como el profesor Martínez, que son determinantes de la condición humana: “La codicia, aquella ansiedad irrefrenable y excesiva de acumular riquezas que viene acompañando al ser humano desde la Antigüedad, no descansa, es insaciable, no admite reparos morales ni límites físicos. Por el contrario, es capaz de desarrollar una insensata y febril creatividad que le permite sortear la moral y derribar y traspasar las barreras física y, en general, todo obstáculo de cualquier dimensión que impida su desbordado afán acumulador de riqueza. La conducta de la agresividad, el saqueo, y la injusticia, anida en las
  • 22. 22 entrañas de la codicia y solo se detiene y cambia de rumbo cuando nada queda, cuando todo está arrasado”7 Es a partir de los procesos de concentración del poder y la riqueza que, como una espiral expansionista, se van creando las ciudades y sometiendo los espacios de nuevos poblados, hasta ir conformando los reinos, los imperios y las naciones, tal y como hicieron los gobernantes de; Mesopotamia en las riveras del Ganges y el Éufrates; los faraones en Egipto; los emperadores en China y en Roma; los monarcas ingleses en Norteamérica o los Españoles en Suramérica; y los capitalistas en África y Oceanía. Las ciudades son estructuras socio- espaciales donde, gracias a la acumulación de la riqueza, se asienta y acrecienta la capacidad organizativa (burocrática) de las élites gobernantes, generalmente conformada por los jerarcas del orden divino, los escribanos (los mandarines o los académicos), los comerciantes, los jefes militares y las familias selectas. El pueblo llano también tiende a ocupar un lugar en la ciudad, como la mano de obra esclava, los siervos, los pequeños artesanos y algunos campesinos que van llegando buscando la posibilidad de cambiar de estatus, protección y otras expresiones de bienestar. Por espacio de cientos de años el crecimiento de los centros urbanos a nivel planetario, podríamos decir que fue relativamente lento hasta la aparición del capitalismo, cuando éste le abre las puertas a dos de elementos esenciales que definen el mundo moderno: el primero tiene que ver con el individualismo y la consecuente “democratización de la avaricia” que bajo la consigna de la libre empresa todo es susceptible de ser convertido en negocio y el segundo elemento es el desarrollo industrial, porque con el poder de las maquinas, todos los bienes de la naturaleza pueden ser transformados en mercancía para el mercado. El capitalismo ha sido un sistema tan revolucionario que hoy ya no hablamos de imperios gobernando el mundo sino de sujetos-presidentes capaces de poner en peligro a toda la especie humana. Acierta a decir el profesor Martínez: “El pensamiento capitalista eleva entonces al individuo a la consideración de medida suprema de toda razón y moral. Se trata de una idea abstracta y universal de individuo, despojada de toda particularidad social, económica, cultural o geográfica. El capitalismo 7 Martínez Espinal. Harold. Habitabilidad terrestre y diseño. Cali: Universidad del Valle, 2013. Pág. 161.
  • 23. 23 necesita moverse en un mundo abstracto, universal, donde todos los seres son cifras. Desde esa idea abstracta, se supone que la sociedad debe constituirse a partir del individualismo, que la individualidad es la naturaleza más íntima del ser humano y que su individualidad ha estado amordazada por lo comunitario, impidiendo la iniciativa de cada uno hacia una mayor realización y beneficio personal”8 Con el desarrollo comercial y la producción industrial, el capitalismo transforma pequeños poblados en grandes ciudades en cuestión de unos pocos años porque las convierte en los centros de producción y de negocios, donde puede aprovechar a la masa de campesinos que van llegando dispuestos a vender su fuerza de trabajo a bajo precio y desde donde puede controlar política y militarmente el territorio que ha de proveerle las materias primas. De esa forma fue que la burguesía desde los centros urbanos, en los finales del medioevo empezó a absorber la riqueza de los terratenientes y a convertir los recursos del campo en mera mercancía. El campesinado fue abandonado a su suerte y desde entonces se fueron quedando sin tierra, sin trabajo y viendo cómo a ellos no les tocan los servicios de educación, salud y vivienda que sí se ofrecen a los citadinos. Es, más o menos la misma historia que se ha repetido con la llegada de los inversionistas en casi todos países. Pero de la misma forma que las ciudades ofrecen servicios sociales y riqueza material, también dejan unas consecuencias nefastas sobre las cuales pocos intentan mirar porque han aprendido a actuar como los constructores de la hegemonía, es decir solo teniendo como objetivos supremos al dios del dinero y el bienestar individual, dejando de lado irracionalmente, las consideraciones sobre la miseria del otro, la destrucción implacable de los recursos naturales y las distintas manifestaciones de la contaminación o degradación de nuestro propio medio de existencia. En el afán industrialista, las burguesías en el siglo XIX hicieron de las ciudades máquinas de transformación y explotación, lugares donde el humo de la quema del carbón hacían el aire irrespirable y en general las condiciones de insalubridad eran enormes, con toda clase de plagas que afectaban a la población, entre otras cosas por la ausencia de servicios de alcantarillado y agua potable. Con el tiempo, por fortuna, esas condiciones se fueron superando, pero no por los buenos deseos de los capitalistas, sino gracias a los inconformes, 8 Ídem. Pág. 164.
  • 24. 24 a la unidad de los trabajadores en los movimientos revolucionarios y sociales que fueron conquistando sus derechos y gracias a los aportes de la ciencia y las medidas higienistas que se implementaron. La ciudad contemporánea En el siglo XX aparece, sin duda alguna, la industria que más ha contribuido al crecimiento de las ciudades y a su fisionomía actual. No nos referimos a la cementera, sino a la automotriz, porque alrededor del poderoso negocio de la venta de vehículos de combustión están una gran cantidad de compañías relacionadas, por ejemplo, con la producción o comercialización de los derivados del petróleo, con la construcción de autopistas, las de financiamiento o de seguros y las turísticas, entre tantas otras. Con la aparición de los automotores el capitalismo logra que las ciudades sean gobernadas en función de los intereses de los individuos poseedores de ese bien y en función de la “movilidad” con el propósito de ir disminuyendo las distancias y los tiempos para poder maximizar la ganancia en los procesos de comercialización de las mercancías. Posteriormente con la aparición de la sociedad de consumo en los países más industrializados la conversión del vehículo particular en un (objeto e imagen) fetiche se fue expandiendo por el mundo porque con él los sujetos aspiran a lograr el ascenso social, reducir su tiempo de desplazamiento, creen conquistar autonomía y la felicidad. Sin embargo, y aunque millones de personas no lo vean así, ese maravilloso artilugio, nos está llevando por la vía rápida a la desgracia. “Uno no cae en la cuenta de lo horribles que son nuestras ciudades hasta que alguna tranquila mañana tiene la oportunidad de caminar despreocupadamente hasta sus ocupaciones. Las antiguas ciudades eran vistas siempre por personas que caminaban; mientras marchaban, lo que veían las afectaba profundamente. Hoy ni caminamos, ni vemos, ni nos importa. La arquitectura no puede dar resultados satisfactorios sino hay un ambiente favorable, si las ciudades están habitadas solo por los ciegos, los despreoupados y los apresurados”9 En efecto, desde que apareció el automóvil la gente empezó a creer que caminar se volvía una actividad obsoleta, pues la modernidad y el progreso, (entendido como el sentido correcto 9 Churchill, Henry S. La Ciudad es su Población. Buenos Aires. Infinito, 1958. Pág. 197.
  • 25. 25 de la historia), tienen que estar asociados con los imaginarios de los ejecutivos presurosos, que desde el poder emprenden la construcción de portentosas autopistas, rascacielos, puentes elevados y de enormes metrópolis que se van regando como una mancha de aceite sobre los campos Fig. 2.1. Los poblados que no aspiran a copiar los espejismos que proyectan las grandes capitales, con sus obras en asfalto, concreto, acero, aluminio y cristal, son vistos con desprecio, como puebluchos merecedores del olvido. “Se trata de temas que irremediablemente se cruzan como debate con la ideología del Progreso, con la concepción de una historia única, unilineal que se dirige hacia metas crecientes y supuestamente mejores. Igualmente se cruza con la sacralización del individualismo, fundamento moral y político del liberalismo, que ha traído como consecuencia el debilitamiento de la vida colectiva y de la conciencia de los deberes y responsabilidades en el hacer histórico, segregando la ética y la moral a un aislamiento de la vida cotidiana, del hacer científico, político, etc. Más insistentemente se cruza con la ideología del antropocentrismo que institucionaliza el dominio del ser humano sobre la Naturaleza y le abre camino a la dominación de unos seres humanos sobre otros”10 . En consecuencia llevados por el espíritu gregario, millones de personas, en cosa de unos pocos años, aceleraron de una forma sorprendente, su paso de habitantes de provincia a las zonas urbanas, olvidando que el capitalismo, como es un sistema basado en la competitividad 10 Martínez Espinal. Harold. Habitabilidad terrestre y diseño. Cali: Universidad del Valle, 2013. Pág. 27. Fig. 2.1 La adecuación de la ciudad en función del automóvil ha sido un factor esencial en el deterioro del espacio.
  • 26. 26 y no diseñado para hacer una distribución equitativa de las bondades de la vida citadina, mientras a unos les tocan los mejores espacios de la naturaleza urbana, a otros les corresponden los inhóspitos cinturones de miseria. La adaptación de las ciudades a las nuevas condiciones tecnológicas y sociales, ha sido un proceso muy difícil, por cuanto los efectos sobre las personas y su medio de existencia ecológicos se han alterado de una manera significativa, tal y como se indica en el siguiente comentario: “Con la aparición del automóvil, el concepto original cambió y las ciudades se diseñaron en función del vehículo. Desde este momento aparecieron dos tipos básicos de ciudad: la difusa, donde predomina el automóvil y las autopistas para interconectar los subsistema urbanos, típica del modelo americano de desarrollo, y la ciudad compacta, construida a partir de las ciudades medioevales europeas”. ”Los efectos ambientales de la ciudad difusa son desastrosos, toda vez que consumen inmensas cantidades de suelo productivo y generan un altísimo consumo de combustible, pues están concebidas desde el automóvil particular; sin embargo, la calidad de vida de los habitantes de los suburbios es satisfactoria. Por su parte, la ciudad compacta, que ha tenido que adaptarse al uso del automóvil, presenta problemas de contaminación concentrada y atascamientos de tráfico, pues sus calles no fueron pensadas ni diseñadas para la circulación de un parque automotor en aumento.” 11 La vida en las grandes concentraciones urbanas ha significado un cambio brusco para el animal humano que por millones de años estuvo en permanente contacto con el agua, las plantas, la tierra y el aire y aunque viene intentando adaptarse en las ultimas centurias a una reducción de su contacto con los espacios verdes, las consecuencias, desde hace unas décadas, están siempre a la vista del que las quiere ver: un aumento de las diferentes manifestaciones del estrés, problemas respiratorios, obesidad mórbida y sobre todo, un desconocimiento de las leyes que rigen la existencia de nuestro planeta. No obstante continuamos reaccionando instintivamente con agrado cuando vemos las imágenes de paisajes; los niños necesitan experimentar el color, el olor y la textura de los objetos que encuentra en el parque; y algunas personas persisten en tener una plantica en su habitación, 11 Leal del Castillo, Gabriel. Ecourbanismo: ciudad, medio ambiente y sostenibilidad. - 2 ed. Colombia: Ecoe, 2010. Pág. 186
  • 27. 27 cuidar un jardín en el balcón de su casa o ir de vez en cuando a las zonas rurales. Estamos pues a nivel global y desde hace varias décadas frente a una contradicción que es necesario resolver, porque mientras como seres humanos necesitamos de un contacto más estrecho con la naturaleza, a los agentes de la construcción urbana, a los capitalistas, les parece que la protección de las áreas verdes internas y perimetrales, son un desperdicio porque obstaculizan la movilidad, impiden el desarrollo inmobiliario y la expansión de las zonas industriales. En esta parte del continente americano, el proceso de creación del sistema capitalista, fue más lento, entre otras razones porque la recuperación económica después de la independencia se vio obstaculizada por las guerras políticas internas entre federalistas y centralistas a lo largo del siglo XIX. Después de ello, a la acumulación de riqueza de las elites, paulatinamente empiezan a sumarse, los inversionistas internacionales para ir creando las primeras industrias y, en consecuencia, los campesinos empezaron a aumentar drásticamente su ritmo de migración a los poblados para transformarse en proletarios. Se crearon las plazas y los parques para dotar a los espacios urbanos, con la instalación de monumentos a los héroes, de sentido simbólico-patriótico. En aquellos años los acaudalados ocupaban, con sus establecimientos comerciales, en el centro de las ciudades, luego fueron importando los primeros automóviles, ensancharon las vías y con el tiempo iniciaron la ocupación de los mejores espacios de las afueras de las ciudades para tener sus lugares de residencia. Hacia mediados del siglo XX, para darle un mayor impulso al proceso industrial, en el continente, los sectores sociales más vinculados con los grandes capitalistas internacionales, instauran una estrategia de desarrollo a largo plazo, disque para sacar a la población de las condiciones de pobreza. “El modelo desarrollista imperante en América Latina por aquellos años, y sus prácticas inherentes, fueron sistematizados por la cepal –Comisión Económica para América Latina -, creada en 1949, sobre la base del estudio y en algunos casos la extrapolación de experiencias concretadas en otros sitios. Tal es el caso del desarrollo de cuencas hidrográficas del Tenessee (EEUU. 1933), las políticas de regionalización y estrategias de polos de crecimiento (practicas del “amenagement du territoire” francés), así como las estrategias de desarrollo rural integrado (Israel). Estas teorías se apoyaron en una concepción del desarrollo como “proceso lineal”, como una sucesión de estados de desarrollo única y universal, basada
  • 28. 28 principalmente en el progreso técnico. Consideraban que el problema de las disparidades regionales tenía su origen en la falta de penetración del capitalismo en las regiones atrasadas, pensando que los sectores modernos, a partir de su propia dinámica, serían capaces de absorberlas.” 12 Sin embargo el resultado real de ese plan esperanzador fue un sorprendente crecimiento de las ciudades, la concentración de la riqueza, la aparición de los cinturones de miseria, la exportación de los capitales hacia las casas matrices de las trasnacionales, un aumento de la corrupción política, la activación de una nueva conflictividad social frente a los movimientos sindicales, partidistas e insurgentes, un aumento en las condiciones de dependencia política y económica con respecto a los centros metropolitanos (léase como capitales de países imperialistas) y la intensificación de la explotación de los recursos naturales. Volviendo sobre el nivel mundial, tenemos que bajo el capitalismo se distinguen las siguientes fases de cambio que inciden directamente en la evolución de las ciudades; la industrializadora del siglo XIX en Europa y los Estados Unidos, que llega tardíamente a América Latina y a los otros continentes, luego está la fase desarrollista y por ultimo tenemos la actual fase neoliberal que se inicia hacia los años ochenta del siglo XX con el control global de las grandes trasnacionales y los regímenes conservadores. Este periodo aparece con dos aspectos contradictorios: la lenta aparición de los movimientos verdes o el ecologismo, y la imposición de las políticas de desmonte de la incidencia económica del Estado sobre el desenvolvimiento social, esto es, las privatizaciones generalizadas, el control de las grandes corporaciones sobre el orden mundial y lo que llaman la globalización. Con las banderas del neoliberalismo y la globalización de la economía tecno-informacional los grupos sociales más influyentes de cada país extendieron su poder económico sobre las viejas empresas de los Estados con sus socios de las trasnacionales y han roto las fronteras para someter a las “ciudades-región” a sus intereses. El argumento que plantearon para justificar sus objetivos fue el siguiente: para evitar la ineficiencia del Estado lo mejor es despojarlo de todos sus bienes y cedérselos a los emprendedores que son los que saben generar la riqueza, para que así los recursos también fluyan hacia los pobres. En síntesis, las elites, renegando del Estado 12 Curtit, Guillermo. Ciudad, gestión local y nuevos desafíos ambientales: reflexiones en torno a las políticas neoliberales y sus efectos sobre nuestros territorios. Argentina: Espacio Editorial, 2003. Pág. 39.
  • 29. 29 como agente regulador, lograron utilizarlo para, precisamente, establecer nuevas (des)regulaciones de ley que les permitieran apoderarse de las empresas públicas y a bajo precio. Por esto decimos que en Colombia entramos de lleno a la fase neoliberal con la constitución de 1991. En lo que llevamos recorrido, desde que el neoliberalismo o neoconservatismo, que impulsaran Ronald Reagan y Margaret Tacher, los efectos prácticos de la teoría según la cual el propio mercado se autorregula y crea bienestar para todos, han sido los mismos: un aumento de la concentración de la riqueza, perdida de la autonomía de las naciones frente a los gobiernos de las trasnacionales y el sostenido proceso de destrucción de los recursos naturales, con el estímulo del estilo de vida consumista13 . En cuanto a la corrupción, sí ha habido un cambio, porque en el pasado funcionaba con los políticos de la clase dirigente desde dentro del Estado y hemos pasado a una corrupción basada en contratos que diseñan esos dirigentes con sus contactos, con los emprendedores capitalistas y de lo cual tenemos un ejemplo reciente con lo sucedido con la trasnacional de obras de ingeniería, “Odebrecht”. Con el neoliberalismo, entonces, ascendemos un peldaño más en ese proceso de construir ciudades y carreteras, regando asfalto o concreto para sentirnos orgullosos de ser parte de la corriente posmodernizadora que denominan “globalización”. Del individualismo a la conciencia colectiva El animal humano se transformó en Homo, en un largo proceso de construcción social, que lo llevó del árbol a la aldea, a poder hablar y a caminar erguido, por eso ya no está diseñado, como las otras especies, para sobrevivir gracias a los dictados del instinto. Se puede decir que las ciudades nacen, crecen y se reproducen por la necesidad de los hombres de vivir en esas comunidades donde, además se concentran una gran variedad de ventajas como los 13 Benton-Short, Lisa y Short, John Rennie. Cities and nature. - 2 ed. Estados Unidos Routledge, 2013. “They often see current environmental regulation as excessive and they have a strong belief that the earth`s carrying capacity can be overcome by technological innovations. This is not to say that neoliberal have rejected the concept of sustainability. They assume free and open markets will maximize health and ensure sustainability. They do not worry about resource scarcity because thy place great confidence in price as an indicator of scarcity and on the mechanics of the marketplace. They also see environmental degradation as the result of poverty, and they believe the way to repair the environment is to eliminate poverty through economic growth. Neoliberals have embraced notions of the “quality of life”, walkable neighborhoods, and safe communities. However, they are skeptical of efforts to implement environmental or social regulation.” Pág. 447
  • 30. 30 distintos niveles de escolaridad, la asistencia médica, el comercio o las actividades de entretenimiento, como hoy se conjugan estos últimos en los grandes centros comerciales. En el mundo antiguo el individuo, como ser objeto de derechos y libertades no tenía mayor significación, porque estaba bajo la sombra de castas poderosas que giraban en torno de los monarcas. La situación empezó a cambiar en occidente durante el renacimiento y más especialmente con las revoluciones burguesas, cuando empezó a hablarse de la libertades individuales y los derechos del ciudadano. Al respecto muchos filósofos y artistas han creado grandes obras maestras y el capitalismo ha hecho del sujeto libre, su mayor preocupación para la construcción de su hegemonía y el ejercicio de la actividad política o económica. Por eso el tema de los derechos y libertades del resto de la población son una invención o una conquista reciente de los sectores populares. Dicho proceso puede parecernos, desde el punto de vista teórico una maravilla, porque hemos crecido dentro de esas aguas, pero la verdad es que la maximización que ha hecho el capitalismo del sujeto nos ha traído a la construcción del absurdo de vivir en portentosas ciudades de millones de individualistas que buscan a toda costa el éxito en la riqueza y el ascenso social. Podríamos tranquilizarnos pensando que ha sido así desde hace mucho tiempo, que es lo normal, sin embargo, y esto es algo que pocos quieren reconocer, que con la imposición del neoliberalismo vamos pasando del individualismo económico y moral a la destrucción de nuestro sentido de comunidad que en buena medida se conservaba con ciertas actitudes o funciones que cumplía el aparato Estatal. La conversión de la salud, la educación, la vivienda, la pensión de vejez y hasta la recreación en un negocio en manos de los particulares, proyectan la idea de que las relaciones interpersonales, ya no son de carácter social sino financieras. Las políticas de “flexibilización laboral”, los despidos masivos, la reducción de “los costos laborales” y la eliminación de miles de unidades productivas del Estado introdujeron el miedo y el egoísmo entre las personas que pertenecían a las agremiaciones de trabajadores, con lo cual debilitaron el sindicalismo y el movimiento cooperativo. Con el desmantelamiento del Estado en sus funciones económicas y la reducción al máximo de su atención de las necesidades sociales, la vieja idea la libertad de empresa, ahora sin que nadie le ponga freno a sus desafueros, impulsa a los ciudadanos a vivir como en la ley de la selva, solo que de concreto. En Colombia por ejemplo, con el endiosamiento de la teoría del
  • 31. 31 emprendimiento (o gerencialismo) y de los inversionistas, cualquiera puede fundar la empresa que mejor le parezca sin tener en cuenta las consecuencias que pueda tener sobre la población, porque se supone que el mercado mismo terminará depurando mágicamente lo que llaman las externalidades negativas. Hoy en este país lo importante es que los negociantes produzcan dinero, no importa si es ejerciendo la minería irresponsable, importando licores, motocicletas, productos transgénicos, estructurando negocios ilegales o sobre explotando a los trabajadores. Y solo después de que las afectaciones a la salubridad pública sean muy grandes, entonces se piensa en alguna forma de regulación. Estas cosas suceden porque ya es muy extendida la creencia de que lo mejor para todos es aspirar al mayor crecimiento económico posible (del PIB) o al máximo salario alcanzable, sin preguntarnos para qué y menos sobre los métodos empleados ni las consecuencias de esa desenfrenada carrera. Lo importante es llegar a tener una mansión, el carro último modelo, el yate y un avión privado para no ser tildado de pobre. Empero, como se ha evidenciado en los últimos años, el neoliberalismo solo cumple con la esperanza de llenar de bienestar a unos pocos, lo realmente dramático es que está destruyendo lo mejor que ha tenido la humanidad: los valores sociales, como la solidaridad y la empatía con el desvalido. Con razón María Josefina Mas, plantea que la riqueza no es la posesión de los recursos, sino una construcción social que se sustenta en la superación de la ignorancia y en las redes de relaciones sociales de cooperación. Y agrega: “¿Quizás?, la mayor riqueza con la que pueda contar una comunidad se encuentre en su capacidad para lograr acuerdos, definir metas comunes y alcanzar la participación de todos sus miembros, tal y como son, con sus diferencias y aportes. El conflicto, la violencia y la guerra son el mayor síntoma de la pobreza humana y constituyen indicios, inequívocos, de la ausencia de desarrollo” 14 La historia del mundo está colmada de ejemplos de cómo ante los desastres naturales y las guerras lo que hizo posible que las comunidades lograran superar la adversidad, no fue la teoría del Management o la competitividad, sino su capacidad organizativa y el espíritu colaborativo. Pero a pesar de que esa es la historia que nos ocultan las elites para seguir 14 Mas Herrera, María Josefina. Desarrollo endógeno y educación: (estrategia de transformación comunitaria) Venezuela: Panapo, 2008. Pág. 66
  • 32. 32 concentrando el poder y la riqueza en sus manos, en estos momentos de crisis, en este curso que llevamos hacia la destrucción del planeta, por fortuna y aunque tímidamente están apareciendo sectores de población que buscan enderezar el rumbo con la reconstrucción del tejido social. Entre ellos están los partidos de izquierda, algunas ONGs, sectores religiosos, movimientos cooperativos y millones de personas que cada día disfrutan ofreciendo el fruto de su trabajo material o espiritual desinteresadamente. La apuesta es por recuperar el sentido de responsabilidad individual y colectiva frente al mundo, al tiempo que también desenmascarar a aquellos empresarios que bajo las “donaciones” y la consigna de “la responsabilidad social” lo que buscan es proseguir ampliando su radio de acción. A manera de síntesis podemos decir que, los últimos desarrollos del capitalismo, al tiempo que han intensificado la explotación de los recursos naturales, con la manipulación bursátil de los productos agrícolas, han convertido a las ciudades en espacios caóticos donde se libra la batalla entre los intereses de las trasnacionales y las élites “glocales” (globales y locales) contra las masas populares. Así; desaparecieron las garantías laborales y sociales; se naturalizaron el desempleo y el subempleo; la especulación inmobiliaria hace que desaparezcan las zonas verdes y el suelo agrícola periurbano; los alcaldes expanden el asfalto con sus planes de “movilidad” para satisfacer a los gremios como el automotriz o a los constructores; y las ansias de consumo propician la delincuencia, la corrupción y la desaparición del sentido de comunidad. Como quien dice, van ganando algunos, al tiempo que estamos perdiendo todos. Fig. 2.2 Ilustración de una campaña hipotética.
  • 33. 33 Los derechos del peatón El movimiento ecologista actual surge en la segunda mitad del siglo XX como la confluencia de una gran cantidad de factores y entre los cuales pueden mencionarse: la reacción a los efectos colaterales de modelo salvaje de producción capitalista, la lucha contra la carrera armamentista y la preocupación por las consecuencias nefastas del crecimiento desmesurado de las ciudades. Resulta paradójico, pero son las medidas tomadas por los gobiernos de derecha, bajo las banderas del neoliberalismo, las que más impulso le han dado al ecologismo su tono de izquierda romántica. Más interesante aún es que a las reivindicaciones por el derecho al agua y a un ambiente sano, se han venido sumando las reivindicaciones por los derechos de las mujeres, los homosexuales, los animales y por la ampliación de derechos políticos. En consecuencia también están apareciendo todo tipo de organizaciones sociales que recogen estas y otras preocupaciones que dan un poco de esperanza de cambio, no solo para los ciudadanos, sino también para el campesinado. En esta idea de luchar por un mejoramiento en las condiciones de vida para todos, los movimientos sociales, los amigos del pensamiento crítico y los ecologistas están logrando que las personas tomen conciencia de que lo más importante en las ciudades no es garantizarles la comodidad a los poseedores de cualquier tipo de vehículo, si no rescatar los derechos del peatón, para que pueda disfrutar de la ciudad y reconstruya el tejido social Fig. 2.2. La llegada de los automóviles nos hizo perder de vista que la historia de los centros urbanos la hicieron los caminantes, que en el uso de la calle o la plaza, establecían sus relaciones comerciales, socializaban y construían ciudadanía, de ahí la importancia del espacio público. Para empezar a entender lo que significa dicho concepto de podemos empezar recurriendo al siguiente párrafo institucional: “El Art. 2º del Decreto Nacional 1504 de 1998, reglamentario de la Ley 388 de 18 de Julio de 1997, “Define el Espacio Público como el conjunto de inmuebles públicos y los elementos Arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados destinados por naturaleza, usos o afectación a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que trascienden los límites de los intereses individuales de los habitantes”. Hacen parte del espacio público de la ciudad: las áreas requeridas para la circulación peatonal y vehicular; las áreas para la recreación pública activa o pasiva, para la seguridad y tranquilidad ciudadana; las franjas de retiro de
  • 34. 34 las edificaciones sobre las vías, fuentes de agua, parques, plazas, zonas verdes y similares; los elementos históricos, culturales, religiosos, recreativos y artísticos para la conservación y preservación del paisaje y los elementos naturales del entorno de la ciudad en las que el interés colectivo sea manifiesto y convenientes y que constituyan por consiguiente zonas para el uso y disfrute colectivo. (…) Son también elementos constitutivos del espacio público las áreas y elementos arquitectónicos naturales de propiedad privada que por su localización y condiciones ambientales y paisajísticas sean incorporados como tal en los planes de ordenamiento tales como fachadas, paramentos, pórticos, antejardines, entre otros”15 Aunque sobre el concepto de espacio público hay numerosas teorías, es preciso recalcar en este momento que no se refiere sólo a los lugares determinados físicamente, como lo hace el discurso neutro de la oficialidad institucional, pues es un producto histórico que se construye diariamente con las distintas expresiones de sociabilidad. Decir espacio público y política es una redundancia. Se le diseña desde el poder con fines simbólicos o económicos determinados y la ciudadanía, con su presencia en el tiempo, también le va dando usos y sentidos diferentes porque es la porción de la ciudad que está a disposición de todos por igual y sobre la cual nadie tiene exclusividad o el derecho de propiedad. El problema es que tras largos años de supremacía vehicular, ahora los habitantes no son conscientes de que son poseedores de derechos y que deben observar o respetar las normas que rigen el espacio público asumiendo por ejemplo que las cebras y los semáforos, solo son elementos decorativos. Pero volvamos sobre el asunto de los automotores para reconocer que en verdad tienen unas características que los hacen muy versátiles y funcionales al fomento del individualismo, pues le brindan a la persona la posibilidad de desplazarse con autonomía, intimidad, cierta comodidad y velocidad a su lugar de destino, protegiéndolo de las condiciones del entorno como, el frio, el calor, la lluvia y la radiación solar. Adicional a ello, dependiendo de la antigüedad, la marca, la forma, el tamaño y la clase, sirven para que su propietario pueda proyectar ante los demás determinadas simbologías como hombría, audacia, “buen gusto” o posición social. Sin embargo, si se dejara de lado el objetivo de la satisfacción de las 15 Alcaldía de Cali. http://www.cali.gov.co/seguridad/publicaciones/29640/rea_espacio_pblico/
  • 35. 35 “necesidades” individuales y se hicieran las cuentas completas de los efectos, esto es sobre lo que debería reflexionarse: Cuando se compra un vehículo (como un carro, una moto, un bote o un avión), una parte de los costos corresponden al pago de todo el proceso de gasto energético para la transformación físico-química de las materias primas, transporte de los elementos y pagos por concepto de publicidad como volantes y revistas de motor. Muchos de los elementos de un carro contribuyen al calentamiento global: el motor, los bombillos, el equipo de sonido, el sistema de frenado y claro, la calefacción-aire acondicionado. El ruido y la vibración de los vehículos ahuyenta a los animales y eleva los niveles de estrés de las personas. Seguramente al lector le habrá molestado alguna vez el equipo de sonido a las tres de la mañana de algún in-feliz egoísta. La emisión de gases tóxicos producto de la combustión es lo más sabido, pero no así los gases que emana la descomposición paulatina de otros componentes que traen de fábrica como las pinturas, los plásticos y los ambientadores. En su desplazamiento van dejando en el ambiente: combustible, aditivos, el refrigerante, líquido para frenos, aceites y grasas de variadas composiciones y viscosidades. Todas esas sustancias tarde o temprano van del asfalto a los ríos. Con el tiempo esparcen las micropartículas de caucho de sus ruedas, el polvo de las pastillas para frenos y muchos otros elementos que se degradan con el tiempo, como el material sintético de los asientos y techos. Para el enlucido los propietarios utilizan jabones, agua, silicona y sustancias perfumosas cuyo destino final no se tiene en cuenta, porque lo importante es cumplir con ciertos parámetros de limpieza, que se ponen de moda. Una vez terminada la vida útil del vehículo, hay que hacer una gran inversión energética para poder reciclar los componentes desechados o llevarlos a su lugar de disposición final. Hacer las cuentas totales de los vehículos de combustión o eléctricos nos sirve para entender que la lógica del conductor es muy sencilla: yo cumplo con mis aspiraciones, mis gustos, mis comodidades e intereses y las “externalidades”, no son de mi incumbencia. Sin embargo las
  • 36. 36 consecuencias, de los procesos egocéntricos como éste, las pagamos todos y el medio ambiente. Lo más increíble es que los amantes de los automóviles están convencidos que la humanidad no puede vivir sin ellos, creen que sería imposible sortear las grandes distancias que hoy deben recorrer las personas para ir a sus actividades cotidianas, olvidando el circulo vicioso que hemos construido: queremos casas grandes y en las afueras de las urbes, avenidas espaciosas para un mayor número de automóviles y como éstas se congestionan volvemos a exigirle al Estado nuevas autopistas, que permitan viajar más rápido y así vamos dilatando el perímetro urbano. Las soluciones existen, la dificultad está en que tenemos que ponernos de acuerdo para implementarlas. Entre tanto, millones de personas tienen que luchar por un espacio en medio de miles de automóviles, motocicletas y bicicletas, respirando un aire cada vez más nocivo y con todas las consecuencias del estrés. “La alta densidad de construcciones hace sentir la ciudad constreñida, hacinada y se ve limitante, deshumanizada con sus calles atestadas, vías congestionadas y vendedores en el espacio público que inhabilitan la disponibilidad del espacio. Las plazas llanas y neutras dan espacio. Ganan versatilidad para múltiples usos, pero pierden las especificaciones precisas requeridas para atender las necesidades de recreación y deporte que pueden darse en los parques. Las vías y los andenes han sido tildados como los “no lugares” por Marc Auge, Son sitios impersonales de circulación en donde las actividades sociales difícilmente se dan. El estrés producido por la vías y vehículos, no es el mejor entorno para socializar”16 Si prestamos atención al desarrollo de los acontecimientos, con un poco de imaginación nos damos cuenta que hemos caído en otro círculo vicioso: como no se piensa sino en la comodidad individual, la ciudad crece y desaparecen los espacios donde se cultiva la vida comunitaria y como desaparece el tejido social, se acrecienta la delincuencia, es imposible ponernos de acuerdo para superar los problemas y por tanto nos refugiamos en la individualidad. Muchos, preocupados por el aumento desmesurado del consumo de combustibles fósil han optado por estimular el uso de la bicicleta, pero se ha ido transformando en otra plaga pues la moda nos hace olvidar el aumento de la accidentalidad que conllevan y el desorden que provocan en su uso por las aceras tanto que en internet 16 Menéndez, Pedro P. Ambiente humano para ciudades felices. Bogotá: Ecoe 2016. Pág. 153.
  • 37. 37 apareció un mensaje que decía: “señor peatón no utilice las aceras, una moto o una bicicleta le pueden atropellar. Obviamente hay que tener en cuenta que como se muestra en la tabla 2.1 ella también demanda un espacio y por la velocidad que alcanzan se ponen en peligro al caminante y al propio usuario, como lo atestiguan el creciente número de lesiones de brazos y del “manguito rotador”. Las autoridades municipales en Colombia no ejercen sobre los usuarios de ese vehículo ningún tipo de control y presionadas por la moda no han dudado en construir ciclo-rutas, pero en vista de que se anteponen los intereses de los contratistas, a la planificación, se dan situaciones tan absurdas como la de ubicarlas sobre los andenes, construirlas de un metro de ancho a un costado del intenso flujo vehicular de las avenidas y lo que es peor, regando asfalto sobre las zonas verdes. Tabla 2.1 Espacio requerido por los distintos medios de locomoción17 Velocidad en km/h Metros cuadrados requeridos para estar o aparcar Metros cuadrados requeridos para caminar o circular A pie 4.5 0.5 1.8 En bicicleta 15 2 4.5 Pasajero de autobús 50 2 6.75 Pasajero de automóvil 50 6 135 Otro de los efectos nocivos de las concentraciones humanas y a los cuales contribuye de manera importante la asociación automóviles-autopistas es la alteración de la temperatura al interior de las ciudades. Es lo que se conoce como la formación de las llamadas “islas de calor”18 y que consiste en la acumulación de altas temperaturas que generan la desaparición 17 Sanz Alduán, Alfonso. Manual de movilidad peatonal: caminar en la ciudad. España Madrid: Garceta Grupo Editorial; Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2016. Pág. 33. 18 Benton-Short, Lisa y Short, John Rennie. Cities and nature. - 2 ed. Estados Unidos: Routledge, 2013. “Cities modify the environment. The most obvious example of this is the urban heat island. Cities tend to be warmer because of the amount of extra heat produced in the city and heat absorption of man-made materials such as tarmac, asphalt and concrete. Heat is absorbed by these surfaces during the day and released at night. The net result is for the air around cities to be warmer than surrounding rural areas. One side-effect is to reduce the need
  • 38. 38 de las zonas verdes, el calentamiento del asfalto y el concreto por la radiación solar, las cocinas domiciliarias, los procesos industriales y el calor que emiten los miles de automotores que circulan a diario. La temperatura promedio de ese lugar se eleva y los gases tienden a permanecer en las capas altas, conformándose una especie de burbuja o una isla particular, con respecto al entorno natural. El aumento del calor y la concentración de los gases traen consigo otro fenómeno y es el de la particularización la naturaleza urbana, pues llegan especies nuevas, y otras se multiplican con mayor intensidad o desaparecen, produciéndose así un daño en el sistema biótico regional. Una ciudad dilatada que exige el uso frecuente del vehículo particular hace que las personas no utilicen el espacio público por el miedo a los lugares vacíos que dejan las autopistas, como refugio para la delincuencia y es por eso que desde las oficinas del Estado y los políticos no se cansen en repetir constantemente que los mayores problemas de las ciudades no son la miseria, el desempleo o la inequidad sino la inseguridad, la violencia y los relativos a la “movilidad”. Lo peor es que las personas asimilan la falacia, la repiten y reclaman más policías y autopistas. Frente a tales circunstancias de deterioro urbano, los que tienen recursos, terminan buscando refugio en los condominios o conjuntos cerrados en los suburbios, pero con ello lo que hacen es agrandar todavía más la ciudad y los problemas. “El miedo genera aislamiento y la vida social queda reducida a la mínima expresión. La ciudad se transforma en un lugar de habitación y no de vida. Se separan los lugares en áreas diferenciadas para el trabajo, para el tiempo libre, para los aprovisionamientos. El espacio público es solo el lugar de paso. La energía urbana se metaforiza en la pura circulación: se trata de llegar, de no detenerse; de circular, no de ambular. Que la gente circule y no se encuentre, parece ser la preocupación fundamental de los urbanistas. La posibilidad de contacto de la gente se limita a rutinas que día a día reducen los espacios y lo fortuito.”19 for heating in the winter but to increase the need for air-conditioning in the summer. The heat island means you can turn the heating down in London in December but need to increase the air-conditioning in Washington, DC in August. The extra heat causes a thermally induced upward movement of air, and an increase in cloud and raindrop formation. Cities are often cloudier more prone to thunder a slightly warmer than surrounding rural areas. “ Pág. 7 19 Laub, Claudia La ciudad, los miedos y la reinstauración de los espacios Públicos. en Segovia, Olga (Edi). Espacios públicos y construcción social. Chile: Sur, 2007. Pág. 54.
  • 39. 39 Ante una realidad urbana que se nos torna en un conjunto de lugares inhóspitos, por donde no podemos caminar, ya por la congestión vehicular, el aumento de las calles desoladas que facilitan la delincuencia y el diseño de barrios aislados o sin vida social, van surgiendo tendencias sociales que luchan por darle un giro a la manera actual de vivir la ciudad, tratando de repensar su estructura, para frenar su crecimiento y darle un nuevo sentido a los espacios libres. De ahí que Leal planteara que los espacios públicos, “… deben ser pensados según la función social del urbanismo; su diseño debe propiciar la reunión y el contacto con los demás habitantes. Las plazoletas y la aceras debe concebirse como lugares de reunión y permanencia, la calle puede ser una gran galería de arte o una inmensa librería al aire libres, de modo que invite a ser recorrida; puede albergar sitios de reunión, como pequeños cafés los cuales favorecen la ocupación del espacio público, con el consiguiente incremento de la seguridad.” Y agrega “… las manzanas tradicionales tienen unas medidas impuestas por norma y unos usos determinados por una política de usos del suelo. En tanto piezas urbanas, debe permitir la mezcla de usos, de tal manera que en pequeños recorridos se encuentren todos los servicios; así se evitan grandes desplazamientos, ocasionados por la especialización o zonificación estricta en el uso del suelo”20 En esa dirección de rescatar los lugares urbanos para las personas se ha avanzado mucho en otros países y ya se están dando algunos pasos en Colombia, aunque el proceso es muy lento pues detrás de cada medida gubernativa, se ocultan los intereses los dirigentes político- empresariales que pugnan por defender intereses sectoriales y porque romper con las visiones de progreso, comodidad y distinción ligados a la posesión de vehículos particulares, es una cuestión que tomará muchos años. Entre tanto, va surgiendo la pregunta: ¿Cómo hacer para que la idea de la democracia, deje de ser un eslogan electoral y los ciudadanos rescaten su derecho al disfrute del espacio público, en su calidad de peatones? De nada vale invertir en el rediseño de parques, aceras y bulevares si la ciudad no cuenta con una comunidad que se apropie de sus espacios para uso cotidiano, pues se quedan como hermosas maquetas que tarde o temprano ocuparan los comerciantes avivatos, los informales y los maleantes. 20 Leal del Castillo, Gabriel. Ecourbanismo: ciudad, medio ambiente y sostenibilidad. - 2 ed. Colombia Ecoe Ediciones, 2010. Pág. 242
  • 40. 40 Tomando en cuenta algunas de las ideas que señala Sanz Alduan21 sobre los beneficios de caminar, podemos recordar y aclarar lo siguiente; Nos ayuda a disminuir los consumos energéticos, en especial el de los combustibles fósiles. Gracias a la baja velocidad que desarrollamos al caminar, en términos generales, estamos expuestos a riesgos menores. Digamos que en abstracto no produce residuos contaminantes ni ruidos de afectación colectiva como una moto. Es una actividad que cualquiera puede desarrollar con autonomía, desde muy chicos hasta las edades más avanzadas. Es económico y exige menos gastos en infraestructura que un automóvil. Debido a sus menores exigencias en materia de obras de infraestructura, no produce la fragmentación espacial que tanto afecta los flujos bióticos, como lo hacen las autopistas. Hace posible una mayor aproximación al libro de la naturaleza y podemos conocer en la práctica por caso, como se comportan las plantas y los animales. Sobre los beneficios que tiene el caminar sobre la salud se ha escrito mucho y los médicos hacen permanentemente énfasis en ello. Lo paradójico es que por la pereza y una serie de erróneas ideas, seguimos empecinados en utilizar indistintamente los vehículos para cualquier clase desplazamiento y sin importar la distancia. O ante la menor necesidad se pagan servicios de mensajería, sin pensar en los perjuicios que causan. Por último, el más importante, facilita las relaciones interpersonales “en tiempo real”, como dicen los tecnócratas. Caminar construye espacio público, crea la vecindad o la ciudadanía y fortalece la democracia. Además darse la mano o sentir el abrazo de un amigo, en un encuentro repentino, tiene un sentido humano que bajo la óptica de los modernizantes, es imposible de medir. 21 Sanz Alduán, Alfonso. Manual de movilidad peatonal: caminar en la ciudad. Madrid España: Garceta Grupo; Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, 2016. Págs. 28-29.
  • 41. 41 Volver a diseñar la ciudad para que sirva a las necesidades del caminante, es algo que demanda una enorme cantidad de esfuerzo intelectual y material a lo largo de varios años, porque, entre otras cosas hay necesidad de limitar la visión que tenemos de los expertos, como sabios infalibles. Dejarle la tarea de trazar las zonas peatonales a los urbanistas y a los arquitectos que contratan los políticos en los procesos de elaboración de los Planes de Ordenamiento Territorial, es repetir la historia de hacer obras que no consultan las necesidades de los habitantes. En ese mismo orden de ideas es que se le hacen las críticas a la arquitectura de espectáculo por cuanto, tratando de levantar obras que solo sirven para proyectar falsas imágenes de progreso, hacer ostentación de riqueza y seducir turistas, se olvidan de las necesidades espaciales del ciudadano común. Los niños, los ancianos y los minusválidos han sido los más perjudicados durante todas estas décadas de diseñar la ciudad para los automotores, porque no solo los expertos, sino también los propios ciudadanos se olvidaron de reclamar espacios por donde transitar o encontrar esparcimiento, para sumarse a la moda de reclamar “soluciones de movilidad”, mayores avenidas y puentes elevados. Sobre este punto por ejemplo Kevin Linch escribió: “Los espacios públicos deben ser analizados para evaluar su capacidad de albergar un amplio rango de acciones corporales, incluyendo aquellas que se dan frecuentemente pero que no fueron planeadas originalmente, como sentarse en una escalera, pararse en la esquina de una calle, caminar hacia adelante en un bus en movimiento, correr en una plaza, escalar o recostarse sobre una pared, dormitar en una iglesia. Y, además, ¿existen en los alrededores lugares donde la gente pueda realizar las funciones primarias, como comer, beber, evacuar, lavarse, bañarse, vestirse?”22 Desde el punto de vista teórico se suele tener una noción sobre los derechos del peatón pero pocos están dispuestos a hacerlos respetar, empezando por los agentes de la administración pública que están más pendientes de la gestión económica de los intereses de los políticos- empresarios. El reconocimiento de los derechos no es algo que se da espontáneamente, sino que es algo que las sociedades construyen en el tiempo, teniendo en cuenta el respeto por los 22 Lynch, Kevin. Administración del paisaje. Colombia: Norma, 1992. Pág. 28
  • 42. 42 demás y de las normas de convivencia, para luego, en los esfuerzos conjuntos, hacerlos cumplir. Como se puede apreciar, para cambiar, en un sentido positivo las condiciones de vida urbana, es clave romper con el individualismo imperante y restituir el sentido de comunidad. En ese propósito y frente a la tendencia expansionista de las ciudades con la masificación de los automóviles, se vienen planteando como modelo alternativo de desarrollo urbano, el de la densificación, para disminuir las distancias, la quema de combustibles fósiles y los efectos derivados de ello. La idea comprende, entre otras estrategias, la restitución de las áreas verdes, la diversificación de las actividades económicas y la reconstrucción de las zonas céntricas o policentricas, para que sean habitadas y consideradas como lugares de paseo, con esquemas de peatonalización. Así es como muchas ciudades en el mundo ya han demostrado que es posible encontrar modelos alternativos de ordenación territorial, en los cuales, pensando en la gente, se aminoren los riesgos de estrés por el hacinamiento y se mejore la sensación de bienestar. La cuestión es cómo aun dentro de la feroz guerra por los recursos que se desarrolla al interior de las urbes, es posible promover en los agentes económicos, la idea de que, es viable encontrar rentabilidad en la felicidad de los demás. Entre ciertos círculos sociales e intelectuales se viene planteando que el futuro de la humanidad está en elementos como la vida austera, el transporte público y en los modelos de peatonalización urbana. Sobre el primer elemento se ha empezado a hablar de “desarrollo sostenible” como una idea opuesta al desarrollismo de mediados del siglo XX y las tendencias actuales, pero según algunos autores, no parece una expresión muy acertada. Con relación al uso del transporte público se ha avanzado mucho en otros países que han creado grandes sistemas de redes férreas e implementado los sistemas metro. La peatonalización de las ciudades es un proceso que se viene dando de manera muy lenta porque, como indicamos, los peatones aun no sienten que tienen derechos, es muy difícil luchar contra el afán de ostentación y el individualismo que propicia la economía de mercado y por cuanto en el rediseño urbano hay que tomar en consideración una enorme cantidad de factores que varían con las circunstancias espaciales, políticas, temporales y sociales. Ahora, si tomamos como
  • 43. 43 punto de partida lo que planteara Florens Hugenin podemos recordar los siguientes aspectos que nos ilustran la complejidad del tema23 : En lo que tiene que ver con su morfología debe estudiarse si la intervención se hará solo sobre un corredor o cubrirá una súper manzana que incluya área escolar, zona verde, comercio y edificios patrimoniales. Las autoridades tendrán que cambiar la jerarquía de las vías que bordean el área transformada para facilitar el acceso de los residentes y los visitantes a las zonas de parqueo o de uso de sus vehículos como motocicletas, bicicletas o automóviles. La peatonalización tanto de las zonas céntricas o de la periferia debe tener en cuenta que algunas actividades económicas se verán fortalecidas y otras serán afectadas. Si bien es cierto que convertir algunas vías para integrarlas a zonas peatonales, puede ayudar en la lucha contra el sedentarismo y la consecuente obesidad, deben estudiarse alternativas para facilitar el acceso de los habitantes del sector a sus necesidades cotidianas y a los sistemas de transporte público de mediana y alta velocidad. Igualmente ha de considerarse que implica unos gastos especiales para responder a las necesidades del peatón, por decir en resguardos frente al sol y la lluvia, espacios donde sentarse, dispensadores de agua, áreas de jardín, seguridad, señalización, baños públicos, áreas de juego no estandarizadas para los niños e iluminación. Sobre esto último valga la pena la advertir que es indispensable atajar la tendencia de despilfarrar energía iluminando indiscriminadamente todos los espacios de la ciudad porque afectan el sueño de las personas y la vida de los animales. Como todo espacio de la ciudad, éstos requieren de una evaluación periódica pues su uso es susceptible de variar en el tiempo. La moda puede hacer que un callejón se vea desbordado de paseantes durante unos años o puede dejarse olvidado y convertirse en un lugar inseguro. 23 Véase: Hugenin-Richard, Florence: Favoriser la marche a pied en ville: une question plus complexe qu´il parit. En www.theconversation.com
  • 44. 44 Es imprescindible incluir en la evaluación los árboles, las áreas verdes y el diseño de los jardines para darle riqueza a la experiencia sensible al acto de caminar por la ciudad. Los aromas, los contrastes de color, la visual sobre el horizonte, la temperatura, son elementos que una administración pública centrada en los derechos del peatón debe tener en cuenta.* Fig. 2.3 La típica evolución urbana. El caso de Cali con la ausencia de espacios verdes en su zona céntrica
  • 45. 45 CAPITULO 3: LAS ZONAS VERDES En el capítulo anterior habíamos adelantado unas palabras sobre el espacio público para señalar que en su definición además de pensar en los lugares físicos, debíamos tener en cuenta su importancia en los procesos de integración social y la vida política, pero en este apartado examinaremos de esos espacios, específicamente los que tienden a contener algo de cobertura vegetal, esto es lo que denominamos, las zonas verdes. La naturaleza urbana no es un espacio homogéneo24 porque mientras algunas áreas se caracterizan por su densidad constructiva en otras, encontramos parques, alamedas y corredores verdes alternando con los edificios de manera más armónica. Empero hasta en los lugares más insólitos, en nuestras habitaciones, en las calles, en los solares, bajo la tierra e incluso en cualquier pequeño rincón de concreto, hayamos toda clase de formas de vida Fig.3.1. Las zonas verdes, aparte de ser el lugar donde crecen las más distintas clases de plantas, son el refugio de muchos animales y en la medida en que vallamos densificando nuestras ciudades, tendremos que irles prestando mayor atención porque, son esenciales para nuestro bienestar. La densificación urbana o la ciudad compacta es una idea con la cual tratamos de preservar las zonas naturales y agrícolas más próximas a las urbes, pero el riesgo está en que podemos agudizar otros problemas sicosociales, como los derivados del hacinamiento por la carencia de parques, la reducción de los andenes o la falta de equipamientos urbanos como estaciones de bus, plazoletas y centros deportivos. 24 Benton-Short, Lisa y Short, John Rennie. Cities and nature. - 2 ed. Estados Unidos: Routledge, 2013. “An important element of traditional ecology is the idea that ecosystems are biotic communities of plant and animal. We can begin to think of urban ecosystems as a distinctive ecological category rather than merely as a disturbance site unfavorably compared to pristine sites. Urban development initially increases local extinction rates and rates of loss of native species. The general tendency is for the replacement of native species by non- native species. However, nature urban environments create a rich range of different ecologies and habitats. Cities contain both open space and built-up sites that vary in vegetation over an habitat variety. The city is more accurately described as an ecological mosaic than a single category” 251
  • 46. 46 Las zonas verdes, no son elementos sobrantes, decorativos o para la futura especulación inmobiliaria, como creen los agentes del capital, sino que forman parte de aquellas necesidades profundas que aún existen en los individuos por la condición biológica de los seres humanos. Cuidar de las plántulas en los balcones, observar el horizonte en un parque, disfrutar del aire fresco en un bosque o jugar con las piedras y el agua en los ríos son cosas con las cuales disfrutamos todos y desempeñan un rol esencial en la formación de los niños que siempre están ansiosos de experimentación y juego. Los espacios verdes nos ofrecen una serie de “servicios ecosistémicos” que bien vale la pena recordar25 : Ayudan en los procesos de oxigenación del aire, a la absorción de los gases que producen el efecto invernadero y gracias a la permeabilidad de sus suelos limitan los efectos de las lluvias intensas como los riesgos de inundación. Dependiendo del manejo e importancia que se les asigne en el ordenamiento urbano, esos espacios, al interconectar con las áreas rurales, contribuyen a la conservación y al fomento de la biodiversidad. Cuando dichas áreas contienen grandes estructuras arbóreas o sistemas acuáticos son útiles en la lucha contra la polución sonora, la formación de las islas de calor, la monotonía paisajística y la contaminación del aire. 25 Véase: Dunnett, Nigel, Swanwick Carys and Woolley, Helen. Improving Urban Parks, Play Areas and Green Spaces. London: Department of Landscape, University of Sheffield Department for Transport, Local Government and the Regions, 2002. En especial el capítulo V. Fig. 3.1 Árbol de papaya en los muros de un puente