2. Dicen que las personas somos lo que comemos,
pero también somos el resultado
del tipo de educación que hemos recibido.
Las buenas prácticas educativas dejan
huella, dejan la impronta
necesaria para que las
personas podamos desarrollarnos
de forma autónoma a la largo de nuestra vida.
En cambio, las malas prácticas educativas
dejan cicatrices que
impiden que las personas
alcancemos nuestra máxima plenitud,
limitándonos e impidiéndonos
la adaptación a situaciones cambiantes.
3. Todos tenemos en nuestro interior
huellas y cicatrices educativas.
Eso es inevitable en un proceso
tan complejo como es el aprendizaje.
Por ello, es necesario que tratemos de identificarlas:
las huellas para seguirlas
y encontrar el camino correcto;
las cicatrices para intentar curarlas
y que no nos impidan avanzar.
El problema para los educadores
es saber si nuestra acción educativa deja huellas o cicatrices
(entendamos educadores en sentido amplio
ya sea desde la familia, la escuela o la sociedad).
Porque partamos de la premisa
de que ningún educador pretende dejar cicatrices
de forma consciente,
sino más bien al contrario,
todo educador pretende dejar huella.
4. Hay varios hechos educativos escolares
que, sin ser conscientes,
pueden causar cicatrices:
5. El silencio, la quietud y la soledad
son condiciones inherentes al aprendizaje.
Estudiar, como se ha entendido tradicionalmente,
tiene un punto de postración
donde todo el esfuerzo requerido es
mental el cuerpo debe permanecer
inmóvil. Se premia la quietud y
se castiga el movimiento. En realidad,
el aprendizaje puede y debe ser compartido,
colaborativo
y puede y debe requerir
de diferentes
acciones simultáneas para que
resulte significativo para el alumno.
La acción lleva al conocimiento.
6. Aprender en la escuela
es necesariamente aburrido
y necesita obligatoriamente
de un punto de sacrificio
por parte del alumno, que
debe disciplinarse
para sobrellevar el aburrimiento.
Quizás sea este el motivo
por el que a los
alumnos no
les guste la escuela.
La diversión, la sorpresa, el
entretenimiento no están
reñidos con el aprendizaje,
al contrario,
son elementos indispensables para
alcanzarlo, pues
7. Todos debemos aprender lo mismo
y de la misma forma
(“porque lo dice el currículum”.
Se tiene miedo a lo diferente,
a buscar soluciones personales y
creativas, se castiga lo que
se escapa de la norma, de lo
estipulado.
En la educación tradicional se te juzga como bueno
si eres mejor que otros
y como malo, si eres peor.
El referente del éxito
educativo nunca es uno
mismo. Enseñar a
cada alumno
para que desarrolle su talento individual
y le saque el máximo provecho
8. Los alumnos tienen la mente en blanco,
vacía si se entiende como un recipiente,
y debemos llenarla de datos.
Si las cosas no se saben de memoria, l
os alumnos no saben nada.
La memoria es importante
y debe trabajarse en la escuela
pero como una capacidad más,
no como la única capacidad
para alcanzar el
aprendizaje.
Pero hoy, con la intoxicación de datos existentes
y su volatilidad,
es más importante
disponer de las
competencias necesarias
para manejarse con ellos
9. Los niños sueñan con dragones y pelotas,
las niñas con princesas y muñecas.
Reforzar estos estereotipos
limita el desarrollo, el potencial de los
alumnos. Limitar la educación de nuestros niños y
niñas a causa de estereotipos
sexistas es hacerle un
flaco favor a la sociedad, ya
que impide que desarrollen
su máximo potencial como personas.
Dejemos que cada cual
desarrolle sus potencialidades
en función de sus intereses
y no las limitemos a causa de
nuestra miopía.
10. La única forma
de cambiar nuestra manera de educar
es desmontando lo que
sabemos, ponerlo en tela de
juicio, construir
nuestra práctica docente
para poder hacer las cosas
de forma distinta,
quizás un poco mejor.