1. VIGESIMA SEPTIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año Impar. Ciclo B)
DOMINGO
Lecturas bíblicas:
a.- Gen. 2, 18-24: Serán los dos una sola carne.
En esta primera lectura, segundo relato de la Creación, el autor
sagrado hace una reflexión sapiencial acerca del origen, el sentido y
la verdadera vocación del hombre y la mujer. Se trata más que de una
narración histórica, de una visión de fe del origen del ser humano,
considerado en su relación Dios, con el mundo y el prójimo. Luego de
la creación del primer hombre Adán, Yahvé, considera que no es
bueno, que esté sólo. Adán representa en el fondo, a la humanidad
toda, hombre y mujer, que nace de Dios. Humanidad que encuentra
sentido, sólo en el misterio de la comunión con los demás, con el otro.
Descubrir y aceptar al otro, es lo fundamental de esa alteridad. La
soledad de Adán, adquiere un sentido negativo, apunta a la muerte, a
las tinieblas (cfr. Sal. 88,19). Es la vivencia de la aflicción y del
abandono, como la soledad de la viuda, el huérfano y los enfermos, en
particular, el leproso. Yahvé, decide entonces, crear una ayuda
semejante al hombre, necesaria para vivir en comunión. Crear una
realidad semejante a Adán, en semejanza, reciprocidad y en diálogo.
Primero crea los animales a los que el primer hombre, les pone
nombre, pero resulta insuficiente; el hombre domina la Creación, los
animales, pero le falta algo como ser humano. Se produce un
paréntesis, el sueño de Adán, producido por Yahvé, para crear algo
nuevo: toma una costilla de Adán, y crea un ser humano diferente, la
2. mujer. Si creada de la costilla de Adán, significa que tiene la misma
dignidad del hombre, pero al mismo tiempo, se establece la primera
diferencia de esa sociedad: hombre y la mujer (vv. 21-22; Gn.15, 12).
Cuando Yahvé se la presenta, Adán la reconoce, como huesos de sus
huesos, carne de su carne (v. 23). Nos encontramos, con las primeras
palabras del hombre en la Escritura, pero también, es reconocimiento
de su realidad humana, reconocida en el otro, la mujer, que es
semejante a él, pero al mismo tiempo distinta. Una vez constituidos
como primera sociedad, el texto termina, hablando de la relación
conyugal, matrimonial (cfr. Gn.2,24), como realidad buena, querida
por Dios, proyecto instituido por Dios para la humanidad. Serán una
sola carne, es decir, una relación establecida entre ellos, y que
involucra todos los aspectos de la persona, su afectividad, psicología,
sexualidad, desarrollo laboral, unidad que no se debe romper jamás.
b.- Heb. 2,9-11: El santificador y los santificados proceden del
mismo.
El autor sagrado no se contenta con demostrar que Cristo es superior
a los ángeles, sino que presenta a Jesucristo, desde la solidaridad
con aquellos a quienes viene a redimir del pecado y la muerte. Un
Cristo que es Hijo, y que también murió y resucitó (cfr. Sal. 8,46). La
mentalidad de la época, consideraba que el mundo, estaba
gobernado por los poderes angélicos, siempre poderes sujetos a Dios.
Pero, con la venida de Cristo, el rey de la creación, ya no serían los
ángeles, sino el hombre. ¿Qué hombre? El Hijo del Hombre. Jesús,
fue hecho, un poco inferior a los ángeles, por poco tiempo, porque ÉL,
es superior a los ángeles; es el período de su vida terrena que corona
con su misterio de muerte y resurrección y exaltación a la gloria del
Padre. ¿Por qué el Hijo, hizo este abajamiento hasta hacerse menor a
los ángeles? Por el principio de solidaridad: debía representa a toda la
humanidad, y ofrecer su vida por ellos, guiarlos a la salvación, por
medio del sufrimiento, habiendo asumido previamente todo el caudal
humano, menos el pecado. La exaltación de Jesús a la derecha del
3. Padre, coronado de gloria y honor, lo que habla de la supremacía de
Cristo, luego de entregar, la vida por todos. Esta muerte, comprendida
dentro del plan de salvación querido y proyectado por el Padre para el
Hijo y la humanidad pecadora, ahora renovada. El autor presenta a
Jesucristo, como autor de salvación eterna, abriendo la vía por la cual
caminan los redimidos, los salvados, y le siguen hasta el cielo, como
meta de su caminar. Es la forma de hacerse solidario, semejante, con
quienes debía representar ante Dios. Jesús, posee esta
representatividad, porque santificado y santificados, tienen un mismo
origen, es decir, Dios (cfr. Sal.22, 22; Mc.15, 34). El autor sagrado,
sigue el esquema de la predicación del kerigma primitivo, de
humillación y exaltación, un poco menor a los ángeles, por un tiempo,
ahora coronado de gloria y honor. La humillación, lo exaltó a la gloria
del cielo, vía para todos los salvados, los que Él se propuso llevar a la
gloria de Dios.
c.- Mc. 10,2-16: Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
El evangelio, nos presenta dos secciones: la primera, se refiere a la
pregunta sobre el divorcio de parte de los fariseos (vv.2-12), y la
segunda, es la bendición de Jesús a los niños (vv.13-16). Jesucristo,
que derribó los muros del odio entre los hombres, restablece la unión
matrimonial, como camino de santidad. Son los fariseos, los que
quieren saber la opinión de Jesús, acerca del tema de la licitud del
divorcio, y ÉL les habla de la indisolubilidad del matrimonio. Se remite
al proyecto original de Dios Padre, sobre la unión del hombre y la
mujer. Esta realidad, se opone a la tolerancia de Moisés, que permitió
el divorcio: el varón podía dar un acta de libertad a su mujer, siempre
que encontrara algo, que le desagradara de su esposa (cfr. Dt. 24,1).
Cristo Jesús, interpreta la resolución de Moisés, como una concesión
inevitable, por la dureza de corazón de los judíos, incapaces de una
mayor grandeza moral. Con el poder de su palabra, declara abolida
esa normativa de Moisés, al traer a la memoria el plan original de
Dios, respecto del matrimonio y de la familia; proyecto que no se
4. conjuga con la ruptura matrimonial, por medio del divorcio. La
indisolubilidad, según Jesús, nace del propio matrimonio, no es una
ley externa a esa realidad, está en su misma naturaleza. Hombre y
mujer, están hechos el uno para el otro, en absoluta igualdad, unidos
en matrimonio; forman una sola carne, por voluntad de Dios. Por eso
concluye: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (v. 9).
El matrimonio cristiano, es una realidad sacramental, vocación a la
santidad, signo eficaz de la gracia de Dios y de la salvación activa. Los
contrayentes, se hacen entrega de la salvación, por medio de la gracia
del Sacramento del Matrimonio: vivir esa unión entre ellos, con Cristo
Jesús. Todo auténtico amor viene de Dios, como de su fuente y a ÉL
tiende; conjugados el amor humano y cristiano. En un segundo
estadio, vemos a Jesús rodeado de niños a los cuales bendice y los
propone como los mejores receptores del Reino de los Cielos, su
dependencia del padre y la madre, nos sirve de imagen que refleja
nuestra dependencia de Dios Padre. Con ellos, sus padres, el niño es
feliz y se siente seguro, lo mismo nosotros, si adoptamos la actitud de
niños pequeños, que tienden sus brazos hacia su Padre Dios del
Cielo. Se trata de revivir ante Dios, nuestra filiación divina, realidad
que recreamos exclusivamente ante Dios con su Hijo, en su Hijo. La
vida cristiana, debe ser un continuo vivir en relación con el Padre,
esperarlo todo de su bondad, es el último grado de la pobreza
espiritual. Hacer su voluntad y servirlo, da plenitud al corazón del
hombre, es el gozo que el Padre derrama en este hijo muy amado, su
alegría de ser Padre.
Santa Teresa de Jesús, vivió la gracia del matrimonio espiritual con
Cristo Jesús. “De esto sirve el matrimonio espiritual; de que nazcan
siempre obras, obras” (7M 4,6).
LUNES
Lecturas bíblicas
a.- Jon. 1,1-2,1.11: Se levantó Jonás para huir lejos del Señor.
5. b.- Lc. 10, 25-37: ¿Quién es mi prójimo?
Este evangelio tiene dos momentos: la pregunta de un jurista (vv. 25-
28), y la parábola del buen samaritano (vv. 29-37). La pregunta de un
experto en la Ley de cómo obtener la vida eterna, se circunscribe a lo
que acaba de escuchar, que los nombres de los apóstoles están
escritos en el Libro de la vida (cfr. Lc.10, 20). Se viven los tiempos del
Mesías, de ahí la pregunta acerca de lo que hay que hacer para entrar
en la vida eterna (cfr. Lc.10, 17). En el primer diálogo, nos aleja de los
discípulos, ignorantes, y nos pone frente a un sabio, que quiere ir por
el camino para heredar la vida eterna (v.25). Jesús no responde
directamente, sino que lo lleva a su vida, no lo saca de la historia, no
lleva a lo escatológico todavía. Desde hacía un tiempo los judíos
creían en la vida eterna, es decir, la herencia de los justos, separados
de los pecadores, como habían anunciado los profetas: “Muchos de
los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la
vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno. Los doctos
brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la
multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad” (Dn.12, 2).
El sabio, como el joven rico, más tarde quieren ser parte de esa vida
eterna (cfr. Lc.18, 18s). Jesús quiere que busque la respuesta en lo
que conoce como experto en la Ley de Dios. El jurista, en un segundo
diálogo, responde citando lo que todo judío creyente sabía, parte de
Shemá, que rezaban varias veces al día: amor a Dios y al prójimo (v.
27; cfr. Dt. 6,5; Lv.19, 18). Lo novedoso del jurista es que une ambos
preceptos (cfr. Am.5,21-24; Os.2,21; Miq.6,6-8; Is.9,1-6; Jr.7,1-11),
pero no comprende el contenido del mandamiento respecto al prójimo,
y de ahí que insista en saber quién es su prójimo. Su respuesta ha
sido acertada, dice Jesús, si sigue ese camino, vivirá (v. 29; cfr. Lv.19,
34; Ez. 20,11). La parábola que Jesús le propone, segundo momento
de este pasaje evangélico, revela que el hombre malherido, es una
persona necesitada y el amor al prójimo, consistirá en ayudarlo con
diligencia. El buen samaritano, no hace ningún tipo de
cuestionamiento, sino que ve la necesidad y ayuda; el principio que
6. está detrás de la acción del samaritano, es descubrir la necesidad del
otro, y la pronta ayuda que se puede brindar al necesitado. La actitud
del sacerdote y del levita, representantes del culto a Yahvé, que
volvían del templo, pasan sin asistir al herido, pensando que estaba
muerto, tocarlo era caer en impureza ritual, pensaron más en sí
mismos que en el prójimo. Se da una separación entre culto y
misericordia. El samaritano se compadeció, realizó seis acciones,
descritas con solicitud y naturalidad (vv.35-36) en su favor hasta su
completa recuperación. En la pregunta de Jesús, el centro de la misma
es él prójimo necesitado. Todo hombre necesitado es prójimo de un
discípulo de Jesús, donde la misericordia llama, el amor al prójimo
está pronto a ponerse en acción. El samaritano aventajó con creces, al
sacerdote y al levita, que sirven a Dios, porque él fue misericordioso
(cfr. 1Jn.3,18; Sant.2,15; Os.6,69. Al misericordioso Jesús, lo declara
bienaventurado (Mt.5,7), se hace obediente a Dios.
Puestos los ojos en Cristo, enseña Santa Teresa de Jesús, vamos
imitando su amor al prójimo: “Va imitando este amor, al que nos tuvo
el buen amador Jesús” (CV 7,4).
MARTES
Lecturas bíblicas
a.- Jon. 3,1-10: Los ninivitas se convirtieron y Dios se
compadeció.
b.- Lc. 10, 38-42: Jesús en casa de Marta y María.
Evangelio propio de Lucas. La idea central es evaluar las actitudes de
dos discípulas de Jesús, mientras una ocupa el tiempo en el servicio
de preparar la comida, la otra sólo escucha a Jesús (cfr. Dt.8,1-3;
Lc.19,1-10; 1Cor.7,32-35). Quizás son símbolo de los ministerios de la
comunidad cristiana: la diaconía y la predicación de la palabra (cfr.
Lc.8,1-3). Jesús entra en casa de Marta y María, mientras la primera
se encarga de los quehaceres del hogar, su hermana María escucha a
7. Jesús, sentada a sus pies con la actitud de discípula. Da la impresión
que Marta es la dueña de casa, viuda o soltera, y María su hermana,
hermanas de Lázaro, según Juan (cfr. Jn. 11,1-13), o hermanas de
ministerio en la nueva familia de Jesús (cfr. Lc. 8,19-21; Rm.16,1s).
Las hermanas reciben a Jesús como huésped y con ÉL, la salvación
(cfr. Lc.1,26-38; 1,39-56; 4,38-41; 5,17-26; 5,29-39; 7,1-10; 10,5-7;
19,1-10; 24, 28-35). Marta prepara la comida para el huésped, ella se
mueve, en cambio María y Jesús permanecen estáticos, ÉL sentado,
ella a sus pies escuchando (cfr.Jn.12,3). Es la actitud de los discípulos
judíos ante el maestro (cfr. Hch. 22,3), pero también el Señor, enseña
a una mujer, cosa que no hacían los maestros de la ley (cfr. Lc. 8,2).
Marta se queja ante Jesús, que su hermana no la ayuda, está
agobiada, quizá está haciendo demasiado, es consciente que no está
gozando de la compañía de Jesús (cfr. Eclo.11, 10-11). Pide que su
hermana se percate del trabajo que ella realiza y le pide que interceda
por ella para que le ayude (v.40). Jesús la amonesta con cariño, no
por su trabajo, sino por la forma de realizarlo, que la agobia, la inquieta
(v.41). Quiere que comprenda que lo único necesario, es la escucha
de la palabra de Dios, que no se deje agobiar con actividades, que la
pueden alejar de ÉL, de la fe (cfr. Lc.12, 25). María ha podido y sabido
escoger bien, escuchar sus palabras, por ello es alabada por Jesús
(cfr. Sal. 119,57; 12,31; Jn.4, 34). En la Iglesia, María representa la
vida contemplativa, porque Jesús no la envió a la cocina, y Marta la
vida activa, hoy pensamos que ambas representan al discípulo
dispuesto a servir y para hacerlo bien, necesita de ambas realidades,
la intimidad con Jesús y el apostolado para comunicar lo contemplado,
lo escuchado al prójimo.
Teresa de Jesús, como maestra de oración establece un sano
equilibrio entre vida activa y contemplativa, puesto que las dos han de
andar juntas para servir al divino Huésped del alma, Jesucristo el
Señor. Otra lectura es que debemos servir y orar con la misma
intensidad, puesto que ambas actividades servimos a Dios y al
prójimo. “Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor…
8. ¿Cómo le diera hospedaje María, sentada siempre a sus pies, si su
hermana no la ayudara” (7M 4, 12).
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- Jon. 4,1-11: Despecho del profeta y respuesta divina.
b.- Lc. 11,1-4: Padre, santificado sea tu nombre.
Este evangelio nos habla de la oración del cristiano. Esta versión
lucana posee sólo cinco peticiones y no como siete como la de Mateo
(Cfr. Mt. 6,9-13). Jesús ora en soledad, en el monte, aparte de sus
discípulos (cfr. Lc. 5,16; 6,12; 9,18.28). Jesús está orando, los
discípulos respetan ese momento suyo, cuando termina le piden les
introduzca en el camino de la oración, quieren seguir su ejemplo. Su
petición se sostiene en el ejemplo del Bautista que enseñaba a orar a
sus discípulos. La oración de Jesús será breve, sencilla y directa para
hablar con Dios. La oración comienza con una invocación a Dios como
Padre: - Padre. (v.2). Abba. Así hablaba Jesús a Dios, abre su
relación con Dios para todos. La salvación trae este nuevo de
relacionarse con Dios (cfr. Sal.23, 4; Jr. 3,19). - Santificado sea tu
nombre (v.2). La petición es un ruego, Dios se santifica cuando se
revela, se manifiesta como el completamente Otro (Sal.111,9;Ez.
20,42; 36, 22). Dios se santifica cuando revela su misericordia y su
amor de Padre a los pequeños, cuando el Reino se hace presente
entre los hombres. Se pasa de la cercanía y autoridad con el Padre a
su majestad y grandeza para que extienda por el mundo (cfr. Is. 6,1s).
- Venga tu reino (v.2). El AT, no habla del Reino de Dios, pero sí que
Yahvé como rey, que debía venir a gobernar (cfr. Zac.14,9). Con
Jesús, ha llegado ese Reino, su señorío, que los discípulos llegue a su
plenitud, donde reine la justicia el amor, la verdad y la paz (cfr. Lc. 4,
16-20; 11,17-20; 21,27; 1Tes. 5,2; Gál. 4,4; Ap.18,10). En un segundo
momento, aparecen las peticiones de los apóstoles para ellos.
Necesidades del hombre y de la comunidad, como el alimento, el
9. perdón de las faltas, y no caer en tentación. - Danos cada día
nuestro pan cotidiano (v.3). El pan simboliza todo lo que
necesitamos en esta vida, lo pedimos, porque es un don de Dios. Pide
el pan para sí, y para todos. El discípulo pide el pan de cada día, lo
justo y necesario, cada día el hijo, le confiesa al Padre su necesidad,
por lo tanto, debe orar incesantemente (cfr. Prov. 30,8-9; Lc.18, 1). Se
puede ampliar la petición para pedir el pan espiritual de la Palabra y la
Eucaristía. - Perdónanos nuestros pecados (v. 4). El discípulo se
sabe parte de un pueblo pecador, pero sabe que Dios está dispuesto a
perdonar a quien reconoce sus faltas (cfr. Lc.18, 9-14). Perdonar a los
hermanos. Lucas lo presenta como iniciativa de Dios, Jesús ha venido
a perdonar puesto que el hombre no está en condiciones de ofrecer
perdón. En cambio Mateo, recalcará la necesidad de perdonar primero
al hermano, para luego recibir el perdón de Dios (cfr. Eclo. 28,2). Este
evangelista usa el término deudas, en cambio, Lucas, habla de
pecados (cfr. Mt. 6,12). - No nos dejes caer en tentación (v. 4). La
tentación es amenaza para la fe, por situaciones difíciles, como la
persecución, con el peligro de la apostasía, pero donde no se quiere
obrar mal (cfr. Eclo. 2,1). Esta petición también se puede entender,
desde la idea que Dios prueba a su pueblo, que una vez superadas
hace crecer el creyente la fe. Se extiende al día del Juicio cuando
Cristo vuelve, cosa que ellos creían inminente, pedían no ser
introducidos en la tentación. Orar será siempre la mejor manera de
verse libre de la tentación y dejar que se manifieste la gloria de Dios
en aquellos que son fieles hasta el final.
Teresa de Jesús nos invita a sumergirnos en la oración de Jesús al
Padre, para comprender la hondura de la oración que nos dejó para
dirigirnos a ÉL y descubrir nuestra condición de hijos. “¿Cómo nos
dáis en nombre de vuestro Padre todo lo que se puede dar, pues
queréis que nos tenga por hijos?... pues en siendo Padre nos ha de
sufrir… hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre” (CV
27,2).
10. JUEVES
Lecturas bíblicas
a.- Mal. 3,13-4,2: Mirad que llega el día, ardiente como un horno.
b.- Lc. 11, 5-13: Pedid y se os dará.
Este evangelio es propio de Lucas. Tiene dos momentos: la parábola
del amigo inoportuno que pide tres panes (vv.5-8), y el tema de la
eficacia de la oración (vv. 9-13). El símil que pone Jesús para exhortar
a la perseverancia en la oración supone comprender mucho de la
cultura de aquel tiempo: la mujer hacía el pan cada día, muy
temprano; tres panes era la comida de una persona. A un hogar llega
un amigo del dueño de casa, de noche y no tiene qué darle de comer,
no puede ofrecerle los cuidados que exige la hospitalidad. ¿Qué
hacer? Va a casa de otro amigo a pedirle tres panes prestados.
Levantarse de la cama, significaba despertar a la familia, ya que la
casa poseía una sola habitación, sacar la tranca, los niños dormían
con los padres, etc. El no puedo levantarme, viene a significar no
quiero, por todo lo que significaba hacer para pasarle los panes (v.7).
Ahora Jesús insiste en que, si lo hace no será porque es su amigo, lo
hará por la insistencia del otro, su inoportunidad, le pasará los tres
panes y cuánto necesite (v.8). Hay que considerar que los vecinos
están escuchando, el dueño de casa no quiere perder su buena
imagen ni con el amigo ni con vecinos. Ha sido la insistencia la que ha
conseguido que el dueño de casa cambiara de opinión. En un segundo
momento, Jesús nos enseña a confiar en el poder de la oración sobre
el corazón de Dios (cfr. Mt.7,7-11). Dios escucha siempre la oración de
quien le pide. Al que ora, pide y recibe, quien busca, encuentra, y a
quien llama se le abre. Quiere comparar la actitud del dueño de casa
con la de Dios Padre. Si los amigos se ayudan, Dios lo hace siempre y
mejor. La insistencia es imitar la actitud del amigo que sale a pedir en
medio de la noche hasta llegar al atrevimiento (vv.9-10). El padre no
se burla de su pequeño hijo, que todavía no sabe distinguir bien entre
11. el pan y la piedra, un pecado y una serpiente, un escorpión y un huevo
(vv.11-12). Hay una comparación entre la generosidad de los hombres
para exaltar la generosidad divina. Cuando los padres pueden, le dan
lo que piden a sus hijos, si ellos que no son buenos, cuánto más Dios,
que concederá lo que pidan sus hijos. Lo que Dios Padre hoy
concede a quien se lo pide es el Espíritu Santo, es decir, Jesús actúa
por medio de ÉL. A nosotros que vivimos entre las dos venidas de
Jesús, que ya hemos recibido el don del Espíritu, nos exhorta a vivir a
impulso de sus mociones e inspiraciones; don vivificante para la
Iglesia y a cada uno de sus miembros (v.13; cfr. Jn.14,15-17). Vemos
entonces que se establece un nexo importante entre oración al Padre
y el Espíritu Santo, Dios es Padre para todos sus hijos, para los que
oran; que lleva la impronta del Espíritu Santo.
Saber acertar en lo que se ha de pedir, enseña Teresa de Jesús, está
el secreto de la eficacia de la oración. “Los que en esto no han
probado, no me maravillo quieran seguridad de algún interés. Pues ya
sabéis que es ciento por uno, aun en esta vida, y que dice el Señor:
“Pedid y daros han” (Mt. 7, 7). Si no creéis a Su Majestad en la partes
de su Evangelio que asegura esto, poco aprovecha, hermanas, que
me quiebre yo la cabeza a decirlo. Todavía digo, que a quien tuviere
alguna duda, que poco se pierde en probarlo; que eso tiene bueno
este viaje, que se da más de lo que se pide ni acertaremos a desear.
Esto es sin falta, yo lo sé; y a las de vosotras que lo sabéis por
experiencia, por la bondad de Dios, puedo presentar por testigos” (CV
23,6).
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Jl.1,13-15;2,1-2: El día del Señor, día de oscuridad y tinieblas.
b.- Lc. 11,14-26. El Reino de Dios ha llegado a vosotros.
12. Este relato nos presenta tres instancias: Jesús y Beelzebul (vv.14-22),
la intransigencia de Jesús (vv.23) y la estrategia de Satanás (vv.24-
26). Jesús se encuentra en medio de la gente, entre las que se
encuentra una persona muda, la cual tiene como origen la posesión
diabólica (cfr. Mt.12, 22-23). Jesús expulsó al demonio y el hombre
comenzó a hablar, lo que causa la admiración de la gente, lo que
significa que el exorcismo culminó con éxito (v.14). Sin embargo a los
presentes les surgen dudas sobre el origen del poder que usó Jesús
para expulsar al demonio. Hay dos grupos que hostiles a Jesús (cfr.
Mc. 3,22; Mt. 12,24). Los primeros le acusan de actuar con el poder
de Satanás, el enemigo de Dios. No se duda que sea exorcista, pero
consideran que su poder viene de Satanás, ese espíritu actúa en Él y
en sus milagros. La misma acusación que hicieron a Juan Bautista,
que no relacionaron con Dios, sino con Satanás (cfr. Lc.7, 33). El otro
grupo, pide un signo que avale, que Dios está actuando en Jesús
(v.16; Dt. 13,1-2; 2Re. 20, 8-11). Pretendían ponerle a prueba, lo que
significa tenderle una trampa. Jesús se niega a realizar ese tipo de
signos, el cielo se resistirá cuando esa generación tiene ante su vista
el mayor y mejor Signo dado por Dios a los hombres (cfr. Lc.4,9-12).
Conoce los pensamientos de los hombres, lo que hay en sus
corazones, por eso, les propone la imagen del Reino dividido de
Satanás. Si su poder tuviera su origen de Satanás, sería una lucha
contra sí mismo, anularía sus obras, terminaría con su propio Reino. Si
los propios judíos podían hacer exorcismos, también podían ser
considerados siervos de Satanás; si ellos eran reconocidos, también
Jesús quiere ese reconocimiento. Los hijos que los juzgarán son los
exorcistas judíos, y los apóstoles, serán jueces de sus hermanos por
no haber reconocido la mano de Dios, la fuente de la verdad (v.19).
Jesús vence a Satanás, con el “dedo de Dios”, es decir, la fuerza o
poder de Dios que obra en ÉL (v. 20; cfr. Ex. 8, 12-15; Mt.12,28).
Jesús se compara a Moisés y Aarón que recibieron el poder de Dios
para la liberación de Israel. Es el Reino de Dios, que ha llegado, que
está presente cuando Jesús expulsa demonios, sana a los enfermos,
13. resucita a los muertos, predica el amor entre los hombres y perdona
los pecados. Jesús se pone en la línea profética, en que no hay que
esperar al final de los tiempos, la línea de la corriente apocalíptica,
escatológica, para ver los efectos de la llegada del Reino. El Reino de
Dios, trae la victoria sobre Satanás, la primera señal, es la expulsión
de los demonios. Su exhortación Jesús la complementa con una
parábola: un hombre, un rey se siente seguro en su palacio con sus
armas, imagen de Satanás, que hasta ahora era el fuerte. Pero viene
otro hombre más, Jesús, más fuerte y por ello Satanás debe entregar
su botín, es decir, los hombres a quienes dominaba. En el trasfondo
está la lucha de Yahvé contra las fuerzas del mal (cfr. Lc.4,13; 10,18;
Is.49,24-26; 53,11s). Hay que saber escoger, bajo qué bandera luchar
la de Cristo, es estar con ÉL, significa recoger; estar contra Él, es estar
en el campo enemigo, el de Satanás, lo que significa pertenecer a su
Reino. Son los que desparraman, desunen (cfr. Ez.34,5s). Finalmente,
Jesús exhorta a la perseverancia a quien ha escapado del dominio de
Satanás, no se puede creer inexpugnable y completamente seguro,
porque puede caer en una situación peor de la que había salido, como
caer en apostasía después de haber conocido los secreteos del reino
de Dios (cfr. Hb.6,4-6). Jesús viene de Dios es el más Fuerte.
La experiencia orante de Teresa de Jesús, le enseña que quien ora
abre caminos hacia el reino de Dios porque entra en comunión con el
Hijo. “Puesta el alma en esta oración de quietud, ya parece le ha
concedido el Padre Eterno su petición de darle acá su reino” (CV
31,11).
SABADO
Lecturas bíblicas
a.- Jl.3,12-21: Mano a la hoz, madura está mies.
b.- Lc. 11, 27-28: Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios.
14. Este evangelio es sólo de Lucas. Jesús está en medio de una
multitud, el ambiente ha estado algo tenso debido a las discusiones
con los oponentes que lo acusaban de actuar con el poder de
Satanás. Una mujer que escucha con agrado al Maestro, eleva su voz
y lanza una gran alabanza a la Madre de Jesús: “Bienaventurado el
seno que te llevó y los pechos que te criaron” (v.27). La alabanza se
dirige a la Madre, pasando por el Hijo. La mujer del pueblo alaba a
Jesús, por su Madre en un plano biológico, es decir, por su vientre
fecundo, y sus pechos generosos, en la línea de la espiritualidad
vetero testamentaria, donde la mujer engendraba hijos para sus
esposo. La mujer, habiendo escuchado las críticas de los oponentes
de Jesús, descubre su grandeza, porque trae la salvación. La gloria
del Hijo se extiende también a la Madre. Jesús responde que la
verdadera bienaventuranza, consiste en escuchar la palabra de Dios y
ponerla en práctica, por la fuerza de la gracia y la fe, engendra al
hombre que acepta el evangelio del Reino de Dios (v. 28; cfr. Lc. 6,
20-22). Si la maternidad es toda una grandeza, un don de Dios, más
excelsa es la vocación de la mujer que escucha su palabra, la pone en
práctica, convirtiéndose en su discípula. La respuesta de Jesús incluye
a todos los que le escuchan en ese momento, pero también para los
cristianos de hoy (cfr. Jn. 20,29). María, la Madre de Jesús es
bienaventurada porque ha creído a lo que le ha dicho el Señor. Su
vida es bienaventurada por su fe, fundamento del júbilo y bendición de
los que como Ella creen en la palabra de Dios (cfr. Lc. 1, 39-45). Como
verdadera discípula ha seguido al Hijo por el camino de la fe y el dolor,
la espada y la humillación hasta la Cruz (cfr. Lc. 2, 33-35; 41-52;
23,49). María será siempre modelo de mujer abierta al don de la
palabra de Dios y de la vida nueva que ella engendra; modelo de
respuesta generosa y confiada a la palabra que Dios le ha comunicado
en forma personal. La Iglesia nos invita a poner nuestra mirada en la
Madre de Jesús, para aprender en su escuela a ser discípulos de su
Hijo.
15. Teresa de Jesús, desde pequeña escuchó la palabra de Dios en
sermones y lecturas espirituales que hizo luego en su adolescencia y
juventud, de ahí el amor que manifestó por escuchar a Jesús a través
de las Sagradas Escrituras. “Siempre yo he sido aficionada, y me han
recogido más las palabras de los Evangelios que libros muy
concertados” (CV 21,4).
P. Julio González C.