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PARTE I

        Las cinco preguntas sobre el 1r párrafo están todas ellas muy relacionadas, de tal
manera que la respuesta de unas nos llevará a la otras. Pueden parecer reiterativas pero,
como hemos señalado en la presentación, todas ellas tienen un respuesta directa, en
algunos casos muy breve, y ponen el acento en un matiz diferenciador. Creemos que son
válidas para que el estudiante se acostumbre a los matices y sutilezas de la expresión en
filosofía.

1ª.- La preguntas sobre vocabulario son en general de gran sencillez. El objetivo que
perseguimos con ellas es que el alumno se fije en los términos utilizados por el filósofo
—que no suelen tener el mismo significado que en el lenguaje vulgar—, que se
acostumbre a utilizar el vocabulario, una herramienta imprescindible para la comprensión
del texto y al uso del diccionario de filosofía. Por otra parte, excepto en raras ocasiones,
no revisten ninguna dificultad.

2ª.- Explica el sentido de la frase: “El buen sentido es la cosa mejor repartido del
mundo...”.
        Descartes comienza el Discurso afirmando la tesis del igualitarismo humano en la
Razón, tesis que fue muy debatida en su tiempo. La razón es una facultad innata del
hombre y como tal facultad se encuentra en igual medida en todos los hombres.
Literalmente nos dice:: “ lo que se llama buen sentido o razón, es naturalmente igual en
todos los hombres;...”.

3ª.- Explica el sentido de la frase : “(la razón) ...es la capacidad de juzgar bien y distinguir
lo verdadero de lo falso".
        La respuesta a esta cuestión se encuentra en el vocabulario, voz ”sentido; buen
sentido”. En ella están claramente expuestos los dos significados de buen sentido, como
razón, facultad de conocimiento, y como sabiduría para la vida, bona mens en latín.

4ª.- Reconstruye el argumento por medio del cual Descartes concluye que el buen sentido
es la cosa mejor repartida del mundo.
        1: "cada uno piensa estar tan bien provisto de él que aun los más difíciles de
contentar en cualquier otra cosa, no suelen desear más del que tienen".
        2: Y "no es verosímil que todos se equivoquen".
     Conclusión: Por lo que, de acuerdo con la experiencia, "el buen sentido es la cosa
mejor repartida del mundo".

5ª.- Descartes afirma que la razón es naturalmente igual en todos los hombre. ¿Se puede
derivar de aquí la conclusión de que todos los hombres somos igual de inteligentes?
        La preguntas 5ª y 6ª están estrechamente relacionadas. De hecho la 5ª sirve de
introducción a la 6ª. Por medio de ellas se persigue el objetivo de que el alumno capte y
compare las diferencias que Descartes establece en su texto entre Razón como facultad
innata, que es igual en todos los hombres, y la Razón Saber, inteligencia. En el 2º párrafo
vuelve a insistir en el igualitarismo de todos los hombres en la razón y en la necesidad de
su buen uso, pues en éste se encuentran las diferencias que observamos. El saber es algo
adquirido y, por tanto, dependerá del uso que cada cual haga de la razón. La inteligencia
se desarrolla con el buen uso de la razón.

6ª.- Descartes diferencia entre la razón como facultad innata del hombre y el uso de la
razón. Explica la diferencia entre ambas. Poniendo esta diferencia en relación con la
afirmación de la actividad anterior, ¿qué conclusión podemos extraer?
        Enlazamos con la actividad 5ª. El saber o el conocimiento no será tanto producto
de la razón como facultad, como producto del uso de la razón. Este uso es el causante de
la diversidad de opiniones.
        De las actividades 5ª y 6ª se alcanza la conclusión de la necesidad de método,
pues no se trata de tener el ingenio bueno, sino que lo principal es aplicarlo bien.
        Como se ve el objetivo de este párrafo, muy sintético, como toda la obra, es llegar
a la conclusión de la necesidad de un método para dirigir bien la razón y alcanzar la
verdad.
        La cuestión 7ª, será el esquema argumentativo de esta conclusión.
7ª.- ¿Qué razones se dan en esta parte para defender la necesidad del método?
        1: Aun cuando "el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo" .
        2: Y entendiendo el método como "el medio para aumentar gradualmente [el]
conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto al que la mediocridad [del]
ingenio y la corta duración de [la] vida" puedan permitir.
        3: Como [le parece a Descartes que] "la diversidad de nuestras opiniones no
proviene de que unos sean más razonables que los otros, sino solamente de que
conducimos nuestros pensamientos por distintas vías y no consideramos las mismas
cosas".
        4: Y como la experiencia nos muestra que "las almas más grandes son capaces de
los mayores vicios, tanto como de las mayores virtudes".
        5: Y también que, metafóricamente, "los que andan muy despacio pueden avanzar
mucho más, si siguen el camino recto [el método adecuado], que los que corren pero se
alejan de él".
        6: Aceptando que la finalidad que debe animar a todos los hombres, especialmente
los que buscan la verdad es "aplicar [el ingenio] bien", "pues no se trata [sólo] de tener el
ingenio bueno".
        Conclusión: es necesario el método.

    Aún podríamos incluir como razones subsidiarias, las siguientes:
       7: Descartes confiesa "nunca he considerado que mi ingenio fuese en nada más
perfecto que el del común de los mortales".
       8: Y he tenido "mucha fortuna al haberme hallado desde mi juventud en algunos
caminos que me han conducido a consideraciones y máximas con las que he formado un
método".
       9: Y como "he recogido ya tales frutos de ese método que [...] no dejo de
reconocer una extremada satisfacción por el progreso que pienso haber hecho ya en la
búsqueda de la verdad" gracias a ese método.
       Conclusión: es necesario el método.

8ª.- ¿Por qué afirma que las verdades reveladas están por encima de nuestra inteligencia?
La justificación se encuentra en el significado de verdad revelada: verdad que,
estando oculta a la inteligencia humana, Dios manifiesta. Por eso dice Descartes: "nunca
me hubiera atrevido a someterlas a la debilidad de mis razonamientos, y pensaba que para
emprender su examen y tener éxito era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo y ser
algo más que hombre".

9ª.- Haz un esquema de las críticas que realiza Descartes a cada una de las enseñanzas
que recibió de joven en el colegio de la Flèche.
        Esta pregunta pretende que el alumno realice una lectura minuciosa del texto, para
que se sitúe en el punto de crítica del que parte el autor. No reviste especiales
dificultades. Es interesante que el alumno establezca la contraposición entre lo negativo y
lo positivo que Descartes declara de su educación. La guía para la respuesta puede
encontrarse en el esquema de la página 122.

10ª.- Se pretende, con esta actividad, obligar al alumno a una lectura atenta y detallada de
todo el Discurso, la cual es condición necesaria para alcanzar los objetivos del curso,
aprender a leer textos filosóficos y conocer a Descartes.
        Hemos propuesto su biografía, porque es fácil de seguir y exige la lectura de todo
el texto, pero pueden proponerse otras. Especialmente interesante es el seguimiento del
concepto de "Método", pues su significado va enriqueciéndose a lo largo del libro.


PARTE II

1ª.- Sobre estas cuestiones de vocabulario remitimos a las consideraciones de "Parte I,
1ª". Todos los términos solicitados en esta actividad pueden ser localizados en el
diccionario de la R.A.E. y en el vocabulario del propio libro.

2ª.- ¿En qué sentido los niños están gobernados por los apetitos? ¿Por qué dice que son
contrarios a los preceptores?
        Descartes no distingue, en este contexto, entre apetito y deseo. En el Tratado Las
pasiones del alma, artículo 86, define el deseo como la agitación del alma “que la dispone
a querer para el futuro cosas que se representa como convenientes”, es decir, cuando
deseamos, tratamos de conseguir un bien futuro o de evitar un mal futuro. Característico
del deseo es, pues, que tiene una gran fuerza motivadora, esto es, que estimula a actuar
para conseguir lo que pretendemos. Por tanto aguijonea nuestra acción, la dirige. Cuando
actuamos somos en gran parte, pues, “gobernados” por los apetitos.
        Descartes destaca que esto se da sobre todo en los niños, porque de adultos
desarrollamos la razón y con ella la capacidad de dominar o regular nuestros deseos: no
siempre es conveniente u oportuno satisfacer nuestros deseos. En ocasiones es necesario
posponer la satisfacción de éstos porque a largo plazo se seguirá un bien mayor o
evitaremos un mal mayor con esta renuncia. Tradicionalmente, se ha llamado “prudencia”
a este dominio de la razón sobre nuestros deseos atendiendo a sus consecuencias a medio
o largo plazo. Por esta razón apunta Descartes que nuestros preceptores (padres,
maestros, educadores) y nuestros deseos son contrapuestos unos a otros, pues ellos
muchas veces tienen que aconsejarnos, por prudencia, hacer lo contrario de lo que
nuestros deseos nos dictan.
        Sin embargo, Descartes no es tampoco un asceta o puritano que preconice la
renuncia sistemática a nuestros deseos y a los placeres derivados de su consecución. Para
él, la mayor parte de nuestros deseos y placeres son naturales y buenos. Por ello insinúa
en el texto que “tal vez, ni los unos (los deseos) ni los otros (los preceptores) nos
aconsejaban siempre lo mejor”. Lo mejor será, pues, guiarse por “el pleno uso de la
razón” que con sus deliberaciones nos permitirá comprender si el logro de un deseo
depende o no de nosotros y si es conveniente para nosotros o no. Esta es la principal
finalidad de la moral, como dirá en el artículo 144 de Las pasiones del alma: “...debemos
preocuparnos de regular justamente este deseo. En esto es en lo que consiste la principal
utilidad de la moral”.
        (Téngase esto en cuenta al analizar la Parte III, y especialmente la máxima 3ª de
la “moral provisional”).

3ª.- Explica las analogías que establece entre los edificios, ciudades y leyes, por una
parte, y las ciencias por otra. ¿En qué medida esas analogías son adecuadas? ¿En qué
aspectos se parecen las cosas comparadas?
         Descartes desarrolla una larga analogía en las pp. 65-67 con la que pretende
justificar su intento de deshacerse de todas las opiniones recibidas de otros autores y
atenerse sólo a su propia razón para conducirse. La frase “...por todo ello, no podría
escoger a alguien cuyas opiniones me pareciesen que debían preferirse a las de los demás,
y me encontré como constreñido a emprender por mí mismo la tarea de conducirme” (p.
67), debe considerarse la conclusión a la que llega tras esa larga analogía.
         Dentro de esa analogía podemos hallar dos partes. Una primera, en la que
Descartes trata de justificar que “no hay tanta perfección en las obras compuestas... por la
mano de distintos hombres como en aquellas en que uno solo ha trabajado”. Esta parte se
desarrolla en el primer párrafo (pp.65-66).
         La segunda comenzaría con “es verdad que no vemos que se derriben todas las
casas...” (párrafo 2º y siguientes, hasta la conclusión señalada, en la p. 67), donde trata de
probar que cuando una obra compuesta es imperfecta o caótica, es mejor derribarla y
comenzar desde el principio en lugar de seguir añadiendo parches al compuesto.
         Las analizamos con mayor detenimiento.
         1) Para probar que no hay tanta imperfección en las obras compuestas por uno
solo que en las compuestas por muchos, compara el autor las ciencias (al menos las
ciencias opinables, en las que no hay demostraciones) con los edificios, ciudades y leyes
de un Estado. Tanto los edificios como las ciudades y leyes serían más perfectos
(armoniosos, coherentes) hechos por uno solo porque tendrían unidad, perseguirían un
solo propósito o fin; si muchos arquitectos o legisladores participan en la misma, cada
uno con un designio o finalidad diferente, la obra adolecerá de incoherencia, de falta de
unidad. Lo mismo, piensa Descartes, puede ocurrirle al que construye sus opiniones
sacándolas de muchos autores diferentes, cada uno de los cuales no concuerda con otros:
nuestro pensamiento será incoherente, contradictorio.
         La argumentación podría, pues, esquematizarse así:

      - a, b, c (edificios, ciudades, leyes) tienen la propiedad P (están mejor hechos
cuando los hace uno solo).
- d (las opiniones) es semejante a a, b, c.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------
         - Por tanto, d tiene también la propiedad P.

         ¿Hasta qué punto este argumento es convincente? Se trata de un argumento por
ANALOGÍA. Recomendamos al profesor/a que analice brevemente en clase los
argumentos por analogía, pues son de los que se practican en abundancia en la vida
cotidiana (alguno, además, es de rancio abolengo filosófico, como el argumento
volteriano que considera razonable sostener que Dios existe, porque el mundo es como un
reloj, y todo reloj ha debido ser construido por un relojero).
         El argumento por analogía no puede considerarse nunca demostrativo, pues las
cosas comparadas son análogas, pero no idénticas, y por tanto no puede afirmarse sin más
de una lo que se afirma de las otras. Pero esto no obsta para que algunos argumentos por
analogía sean más razonables que otros, porque la semejanza entre las cosas que se
comparan sea mayor en unos casos que en otros, y por eso consideramos didáctico que el
alumno se detenga en el análisis de estos argumentos.
         El punto clave es la 2ª premisa: ¿hasta qué punto son semejantes las opiniones a
los edificios, ciudades o leyes? Para juzgar si la analogía es razonable hay que proceder a
examinar: a) cuántas semejanzas tienen las cosas comparadas. b) cuántas diferencias
tienen, y sobre todo c) si las semejanzas (o diferencias) son relevantes para lo que se
afirma en la conclusión, es decir, si están causalmente relacionadas con ella.
         Por supuesto, aquí no podemos adivinar cuántas semejanzas y diferencias van a
encontrar los alumnos entre las casas, ciudades y leyes, por una parte, y las ciencias (o las
opiniones) por otra, pero sí observaremos solamente que hay alguna posible objeción que
ha sido entrevista y anticipada por Descartes.
         En efecto, entre las casas, ciudades y leyes, y las ciencias existe la importante
diferencia de que las primeras no buscan la verdad y las ciencias sí. Las casas o ciudades
pueden estar hechas de muchas maneras porque se han diseñado con distintas finalidades
(descansar, comerciar, vigilar un territorio importante militarmente, etc.). Ninguna de
ellas es, sin embargo, una casa o ciudad más verdadera que otra. La imperfección no
consistiría pues en su “falsedad”, sino en su falta de unidad, en que se habría pretendido
combinar en una sola varios de estos diseños.
         Pero las ciencias tienen como finalidad alcanzar la verdad. ¿No podría ser, por
tanto, que en ciencia sí sea posible que muchos colaboren y el resultado final sea
“perfecto”, porque todos ellos hayan descubierto una parcela de verdad, la cual no puede
ser contradictoria con las otras parcelas? Precisamente en esta característica de la ciencia
se basan muchos autores que afirman que sólo en ciencia hay progreso acumulativo, es
decir, lo que unas generaciones descubren se añade a lo descubierto por otras y
constituirá el acervo científico que heredarán las generaciones siguientes.
         Descartes parece haber previsto esta objeción, y por ello declara: “y así, yo pensé
que la ciencia de los libros, al menos aquellos cuyas razones son sólo probables y carecen
de demostraciones, habiéndose compuesto y aumentado poco a poco con las opiniones de
varias personas diferentes...” (pp. 65-66). Es decir, establece la analogía sólo con aquellas
ciencias que carecen de demostraciones y cuyas razones son sólo probables, mientras
que, si se dispusiera de demostraciones, sí sería posible ese “progreso” de verdades
científicas que en la parte VI parece defender.

        2) En la 2º parte de la analogía, el autor afirma además que cuando la obra
compuesta es muy imperfecta vale más echar por tierra los edificios y reedificarlos
partiendo desde cero; y, por tanto, lo mismo hará con las opiniones, suprimiendo todas las
que había recibido hasta entonces.
        Existe una importante diferencia con la argumentación anterior. La anterior se
extendía a casas, ciudades y leyes. En cambio, ahora no extiende la analogía a las
ciudades y las leyes del Estado, sino que sólo compara las opiniones con las casas
particulares. Los edificios particulares mal construidos sí se echan abajo, pero las
ciudades y las leyes, no.
        El autor justifica esto aduciendo una serie de diferencias entre los edificios, y las
ciudades y leyes: a) la ruina de los edificios sólo afecta a los particulares y no al resto de
los ciudadanos (son asuntos privados, no públicos); b) las ciudades y los Estados son más
difíciles de levantar una vez derribados; c) sus caídas son muy duras; d) el uso modera
sus imperfecciones, y e) por todo lo anterior, sus imperfecciones son más soportables de
lo que sería su cambio.
        Así pues, Descartes no preconiza “derribar” las ciudades ni los Estados, y sí, en
cambio, los edificios (¡y las opiniones!) particulares, lo que sólo afecta a quien los posee.
Vemos que el autor también argumenta notando diferencias entre las cosas comparadas.
        Su argumentación tendría pues la forma:

        - a (los edificios), aunque no b y c (ciudades y leyes) tiene la propiedad Q (es
preferible derribarlos cuando son imperfectos).
        - d (las opiniones) es semejante a a.
        -------------------------------------------------------------
        - Por tanto, d también tiene la propiedad Q.

       Para que la argumentación resultara convincente, habría que probar que d (las
opiniones) se parecen más a a (los edificios particulares) que a b y c (ciudades y estados).
Y podría argumentarse que no es así. Las ciencias también son asunto público, no
privado: el Estado las financia, dedica universidades a enseñarlas, etc. Por ello, quizás,
Descartes avisa de que no pretende “tampoco reformar el cuerpo de las ciencias ni el
orden establecido en las escuelas para enseñarlas” (p. 66), sino sólo “reformar mis
propios pensamientos y edificar en un solar totalmente mío” (pp. 66-67). Y aún así
reconoce que no a todos conviene esto, que hay espíritus que acertarán mejor sus pasos
yendo detrás de otros guías espirituales.
       Si Descartes es aquí totalmente sincero, o sólo está tomando precauciones para
que sus obras no sean prohibidas por peligrosas, es un tema que no podemos aquí zanjar,
sólo apuntar. De semejantes precauciones está el Discurso lleno.

4ª.- Tradicionalmente se interpreta el comienzo de esta parte como la afirmación de la
unificación de todos los saberes en una sola ciencia. Localiza el pasaje y explícalo.
        Descartes afirma explícitamente en dos famosos pasajes, pertenecientes a las
Reglas para la dirección del espíritu y a los Principios de la filosofía, que todas las
ciencias no son sino partes de una única ciencia o sabiduría humana. En el Discurso no
está explicitado con la misma claridad, por lo que hay que leerlo entre líneas.
Aconsejamos, pues, completar la lectura con uno de los dos pasajes que indicamos a
continuación, como TEXTO COMPLEMENTARIO.
A) El primero sería la Regla I de las Reglas, donde afirma: “pues no siendo todas las
ciencias otra cosa que la sabiduría humana, que permanece siempre una y la misma,
aunque aplicada a diferentes objetos, y no recibiendo de ellos mayor diferenciación que la
que recibe la luz del sol de la variedad de las cosas que ilumina...” y concluye: “Así pues,
si alguien quiere investigar seriamente la verdad de las cosas, no debe elegir una ciencia
determinada, pues todas están entre sí enlazadas y dependiendo unas de otras
recíprocamente; sino que piense tan sólo en acrecentar la luz natural de la razón...” (pp.
62-66 de la ed. citada en la bibliografía).
        La unidad de las ciencias se basa no en que todas tengan el mismo objeto, sino en
que es la misma razón humana la que “contempla” o conoce los diversos objetos de cada
una. Esta observación es importante, pues permite comprender por qué Descartes ha
empezado precisamente el Discurso insistiendo en que “el buen sentido o razón es
naturalmente igual en todos los hombres”.
B) El 2º texto es la “Carta al traductor” añadida como Prefacio a los Principios del la
filosofía, donde compara todas las ciencias con un árbol: “De este modo, la totalidad de la
Filosofía se asemeja a un árbol, cuyas raíces son la Metafísica, el tronco es la Física, y las
ramas que brotan de este tronco son todas las otras ciencias que se reducen
principalmente a tres: a saber, la Medicina, la Mecánica y la Moral, entendiendo por ésta
la más alta y perfecta Moral que, presuponiendo un conocimiento completo de las otras
ciencias, es el último grado de la Sabiduría” (p. 15 ed. citada en bibliografía).
        En este texto, por medio de la analogía con el árbol, se añade a la idea de unidad
de las ciencias la de su jerarquía y relación sistemática. Todas las ciencias forman un solo
árbol, pero una de ellas (la Metafísica) es las raíces de ese árbol, por ende, la que sustenta
a todas las demás, su fundamento; la Física es el tronco, basada en esas raíces, pero a su
vez de ella saldrían, como ramas suyas, la Mecánica, Medicina y Moral, que serían
aplicaciones de la Física, a la vez que su culminación.
C) Volviendo a la parte II del Discurso, Descartes insinúa la unidad de las ciencias en
diversos pasajes.
        El primero, podríamos considerarlo la analogía con el edificio. Si en los
Principios nos sugería una metáfora orgánica (el árbol), ahora nos sugiere otra
arquitectónica. La analogía permite sugerir que hay ciencias que sirven como cimientos
de otras (en el árbol serían las raíces), y que todo el edificio debe tener unos fundamentos
sólidos y unidad, un solo fin, para ser perfecto. Siendo todas las ciencias una sola, esto
permite comprender por qué el autor afirma que un solo hombre “de buen sentido” puede
hacerlas avanzar todas: “Y así yo pensé que las ciencias de los libros... habiéndose
compuesto y aumentado poco a poco con las opiniones de varias personas diferentes, no
son tan próximas a la verdad como los simples razonamientos que puede hacer
naturalmente un hombre de buen sentido en lo tocante a las cosas que se presentan”.
        Otro pasaje es el párrafo último (p. 70), donde, sin metáforas, se nos dice que las
ciencias toman sus “principios” de la Filosofía (ver comentario de esta frase en las
cuestiones 10ª y 11ª).
        En varios pasajes se destaca, o insinúa, que la unidad de las ciencias se basa en la
unidad del método con que el espíritu humano indaga las diversas cosas. Así, al final de
la p. 67: “Incluso no quise desechar por completo ninguna de las opiniones... hasta en
tanto no hubiera empleado bastante tiempo en meditar el proyecto de la obra que
emprendía, y en buscar el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las
cosas de que mi espíritu fuera capaz”.
        Más explícito es el pasaje siguiente, tras haber enunciado los 4 preceptos del
método: “Esas largas cadenas de razones... me habían dado ocasión de imaginar que todas
las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los hombres se siguen unas a otras de
la misma manera” (p. 69).
        Por fin, en el último párrafo: “Pero lo que más me satisfacía de este método era
que, gracias a él, estaba seguro de servirme de mi razón en todo(...) además, sentía,
aplicándolo, que mi espíritu se acostumbraba a concebir más clara y distintamente sus
objetos, y que, no habiéndolo sujetado a ninguna materia particular, me prometía
aplicarlo tan útilmente a las dificultades de otras ciencias, como lo había hecho a la del
álgebra” (p. 70, cursivas nuestras).

5ª.- Transcribe las críticas que el autor realiza a la lógica y a las matemáticas.
         Esta actividad exige que el alumno lea atentamente el texto y vaya transcribiendo
a su cuaderno de actividades aquellos puntos del texto sobre los que creemos que el
alumno debe fijar su atención.
         Descartes dirige a la Lógica aristotélica, con sus añadidos escolásticos, tres
críticas:
         a.- Sólo sirve para explicar a los otros las cosas que se saben.
         b.- El arte de Lulio, el Ars Magna de Raimon Llull, pretendía un sistema
mecánico de descubrimiento, pero sin juicio, esto es sin conocimiento.
         c.- La lógica no sirve para aprender aquellas cosas de las que se habla.
         Al respecto no hay que olvidar que, pese a que efectivamente la escolástica había
derivado al abuso de razonamientos puramente dialécticos al servicio de un pseudosaber,
la lógica en sí misma no aspira al conocimiento, su meta no es alcanzar la verdad, sino ser
la ciencia de las normas o leyes necesarias del pensamiento bien ordenado. En este
sentido ya Aristóteles había procedido a una cierta formulación en los silogismos. Esta
aspiración contrasta con las pretensiones de Descartes que no sólo aspira a dirigir bien la
razón, sino a alcanzar la verdad. También es cierto que el Discurso del Método no es una
obra de lógica.
         Las matemáticas, se refiere a ellas como el “análisis de los antiguos y el álgebra
de los modernos”. En dos podemos agrupar las críticas:
         a.- La primera crítica es la de referirse a materias muy abstractas y de no ser de
ningún uso.
         b.- Que son muy fatigosas y que por su complejidad, un tanto artificial podemos
deducir, se han vuelto confusas y oscuras en exceso, convirtiéndose más en un estorbo
para el ingenio, que en una ciencia que lo cultive.
         Respecto a la primera crítica recordemos que Descartes tiene una concepción
utilitaria de las ciencias, como podemos ver en "Parte VI (p. 94) “...podríamos emplearlos
(los conocimientos científicos) del mismo modo en todos los usos apropiados, y así
convertirnos como en amos de la naturaleza...”

6ª.- ¿Qué razones tiene Descartes para manifestar con tanta insistencia que su reforma no
concierne a los asuntos públicos sino sólo a la filosofía?
         1: La experiencia nos enseña que no se derriban "todas las casas de una ciudad
con el único propósito de rehacerlas de otra manera y de tornar las calles más bellas".
         2: Aunque "vemos que muchos mandan echar por tierra las suyas para
reedificarlas y muchas veces son forzados a ello cuando están en peligro de caer y los
cimientos no son muy firmes".
         1 y 2 establecen una analogía a la que se hace referencia en la cuestión tercera.
         3: Además, sin usar analogías, sino haciendo referencia a la propia experiencia de
Descartes, un hombre que vive en plena crisis política y social (ver Introducción I,
Contexto histórico), ocurre que "estos grandes cuerpos políticos son demasiado difíciles
de levantar una vez derribados, o incluso de mantener cuando son sacudidos, y sus caídas
no pueden ser sino muy duras".
         4: Y son inmensas las dificultades "que hay en la reforma de las menores cosas
que atañen a lo público".
         Se podría establecer ya la conclusión.
         Pero además, dado que,
         5: "Además, en lo que concierne a sus imperfecciones, si las tienen, y la sola
diversidad que hay entre ellos es suficiente para asegurar que muchos las tienen, el uso
las ha, sin duda, moderado; e incluso ha evitado o corregido gradualmente muchas, a las
que por prudencia no se podría atender de forma tan satisfactoria", y
         6: "Y en suma, son casi siempre más soportables que lo sería su cambio, de la
misma manera que los caminos reales, que serpentean entre montañas, llegan a estar tan
allanados y ser tan cómodos a fuerza de ser frecuentados que es mucho mejor seguirlos
que intentar ir más recto, trepando por encima de las rocas y descendiendo hasta el fondo
de los precipicios".
         Se puede establecer la siguiente
         Conclusión: "no sería en verdad plausible que un particular [como Descartes]
tuviese el propósito de reformar un Estado, cambiándolo todo desde los fundamentos, y
derribándolo para enderezarlo; ni tampoco reformar el cuerpo de las ciencias o el orden
establecido en las escuelas para enseñarlas".

7ª.- Haz un esquema de los preceptos del método.
        El objetivo de esta actividad es obvio, es de tal brevedad la formulación
cartesiana, que consiste prácticamente en una copia.

8ª.- Explica la frase: “...no admitir jamás cosa alguna como verdadera en tanto no la
conociese con evidencia que lo era.”
        Con esta regla comienza el primer precepto o regla del método, la denominada de
la Evidencia, y en la que formula el Criterio de Verdad (véase apartado II, 2.2. "El
Método", p. 40).
        La frase de referencia abre la puerta a la duda metódica, como método de depurar
todos los conocimientos y opiniones adquiridos con anterioridad. El objetivo es encontrar
verdades absolutamente ciertas, sobre las que no sea posible dudar bajo ninguna
circunstancia, es decir, verdades evidentes sobre las que se pueda edificar con total
seguridad el edificio del conocimiento. De ahí que en la primera regla nos defina el
objetivo (la frase que comentamos) y nos prevenga contra los dos errores más frecuentes,
la prevención y la precipitación, y finalmente nos formule el criterio de certeza.
        Pero además, con esta frase rompe con las formulaciones escolásticas. En la
primer parte, al hablar de la filosofía nos dice que en ella no se encuentra aún ninguna
cosa de la que no se dispute y por consiguiente que no sea dudosa. Para Descartes las
proposiciones de la filosofía escolástica no son verdaderas, sino simplemente verosímiles
y probables y, por tanto, discutibles. Lo verosímil, al igual que lo probable, es sólo
aparentemente verdadero. Para Descartes estas son dos formas de falsedad. En el plano
teórico Descartes sólo acepta la verdad evidente, sin grados de verosimilitud o
probabilidad, por lo que todo lo demás debe ser reputado de falso y sometido a la estricta
revisión de la duda metódica. Este tribunal sólo lo salvarán las proposiciones que
cumplan el criterio de verdad.

9ª.- Localiza el pasaje donde Descartes se declara influido por las matemáticas y explica
el papel que éstas han cumplido en la concepción de su método.
        El pasaje se encuentra en la p. 69, a continuación de los 4 preceptos del método:
“Esas largas cadenas de razones, todas simples y fáciles, de las que los geómetras tienen
costumbre de servirse para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habían dado
ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los
hombres se siguen unas a otras de la misma manera...”.
        Descartes destaca de las matemáticas los siguientes puntos:
        a) que sólo en Matemáticas ha encontrado demostraciones.
        b) que en esas demostraciones se parte de principios ciertos, sin admitir como
verdadero más que lo que es evidente.
        c) que a partir de esas evidencias se procede por deducción, formando largas
cadenas de razones.
        d) que en esas cadenas de razones hay que guardar siempre el orden necesario,
comenzando siempre por lo más simple y fácil de conocer y pasar luego a lo más
complejo.
        e) que las matemáticas le han acostumbrado a “saciarse de verdades y a no
contentarse con falsas razones”, por lo que se dedicó un tiempo a ellas como “gimnasia
mental”.
        f) por último, en el párrafo final, manifiesta la esperanza de que, aplicando este
mismo método a todas las otras ciencias, las hará progresar igualmente.
        En definitiva, puede considerarse que la Matemática es la ciencia modelo, pero no
porque su objeto sea el más importante (pues propiamente no tiene objeto, ya que es la
ciencia más general y abstracta, prescinde de toda materia, para tratar sólo las
proporciones en general) sino porque al tratar lo más simple y fácil de conocer, nos
proporciona el modelo de certeza: Descartes considerará verdadero sólo aquello que
conciba con la misma evidencia que proporciona una demostración de geometría.

10ª.- Explica la frase: “Pero habiendo advertido que sus principios (de las ciencias)
debían estar todos tomados de la filosofía...”.
        Por “principio” entiende Descartes una verdad evidente que sirve de base o
fundamento para otras. Con esta frase viene a decir que las ciencias se sustentan sobre la
Filosofía, tienen su fundamento en ella y, por tanto, para establecer la verdad en Física o
Medicina, primero hay que establecer principios ciertos en Filosofía, sin los cuales el
edificio científico estaría edificado en el aire. Para completar la respuesta, téngase en
cuenta la analogía del árbol explicada en la cuestión 4ª, donde se dice que la Filosofía son
las raíces del árbol.

11ª.- ¿Qué relación establece entre la Filosofía y las otras ciencias? ¿Por qué encuentra
necesario el estudio de la filosofía?
        Para responder más detalladamente, téngase en cuanta lo dicho en las cuestiones
4ª y 10ª de esta misma parte. Recuérdese sólo que para Descartes la relación entre la
Filosofía y las otras ciencias es la que hay en un árbol entre las raíces y el tronco (o en un
edificio entre los cimientos y los pisos): la Filosofía sería las raíces, la que sustenta el
tronco de la ciencia, proporciona los principios de los que se deducen los de las ciencias.
        Descartes constata, por otra parte, que la Filosofía de su época aún no había
encontrado ningún principio que fuera cierto e indudable, y mientras esta situación
siguiera así, ninguna ciencia verdadera podría apoyarse sobre ellos. De ahí la necesidad
de dedicarse a la Filosofía para establecer unos principios indudables sobre los que
asentar un edificio científico seguro.


PARTE III

1ª y 2ª.

3ª.- ¿Por qué llama "provisional" a su moral? Explica la analogía en que se apoya.
         Podemos entender provisional, siguiendo de cerca el Diccionario de la Academia,
como dispuesto o mandado interinamente, esto es, que sirve por algún tiempo supliendo
la falta, en este caso de una moral que pudiese considerarse definitiva. Significado que
concuerda con el contenido de la nota 4: "una Moral imperfecta de la que hemos de
proveernos mientras no se llegue a conocer una mejor".
         "Provisión" significa: en attendant, Furetière, Dictionnaire universel (1690),
citado por Gilson en su Comentario, que coincide con la traducción latina "ad tempus".
         La necesidad de una moral provisional aparece ahora, en el momento en que
Descartes piensa ejercitar su método y como persona tiene que seguir actuando en la vida
social, por lo que respecto de las acciones no puede permanecer irresoluto. Aparece ahora
con ese carácter provisional dado que la razón no la ha garantizado, aunque pudiera
considerarse como definitiva en otro momento posterior.
         Cuando alguien desea construirse una nueva casa debe tomar varias medidas;
desde luego establecerse en un lugar cómodo donde residir el tiempo que duren las obras.
Así Descartes empeñado en construir un nuevo edificio intelectual, debe buscar acomodo
vital, que le permita centrar toda su atención en la tarea de construcción y no le aumente
innecesariamente los problemas; en caso de dejar en suspenso también la moral es
previsible que, dada la necesidad de actuar por el mero hecho de vivir, le apareciesen
muchos problemas, no sólo intelectuales sino sociopolíticos, que le producirían
trastornos, incomodidades, que actuarían en menoscabo de su reforma intelectual. Es
necesario mantener una moral provisional: un acomodo moral en tanto realiza su inmensa
obra.
         No todos los comentaristas están de acuerdo con esta explicación muy extendida;
resulta fácilmente accesible el escrito de presentación del profesor Quintás a su versión
del Discurso, ed. Alianza, en el que hace un comentario en torno a la interpretación de la
"moral provisional".

4ª.- Reconstruye el argumento que justifica la adopción de la moral provisional.
        1: La razón obliga a suspender el juicio.
        2: Si esta suspensión abarcase también el plano moral obligaría a no actuar.
        3: No actuar resulta imposible.
        Conclusión: Así que la suspensión no debe abarcar el plano moral, o lo que es lo
mismo: se debe mantener una moral en tanto no se alcance una definitiva de acuerdo con
la nueva construcción que ahora comienza: una moral provisional.
        Es conveniente, también, reconocer la fuerza argumentativa que tiene la analogía
tratada en la cuestión anterior.

5ª.- Explica la finalidad de la moral provisional.
        Al mantener una moral, aunque sea provisional, se permite la acción,
especialmente en la medida en que, como mantiene Descartes en su primera máxima, se
acepten "las leyes y las costumbres de mi país, conservando con constancia la religión en
la que Dios me ha concedido la gracia de ser instruido desde mi infancia, y rigiéndome en
todo lo demás con arreglo a las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso que
fuesen comúnmente aprobadas en la práctica por los más sensatos de aquellos con
quienes tendría que vivir".
        También se evitan problemas que en las circunstancias sociales y políticas del
momento podían llegar a ser muy graves (ver Introducción, I, Contexto histórico).

6ª.- ¿Qué razones da Descartes para mantener que no es posible suspender el obrar? ¿Qué
opinas al respecto?
        No aparecen explícitas en el texto; se recurre aquí a la experiencia compartida por
la práctica totalidad de los occidentales que conciben la vida como obligatoria y
necesariamente activa.

7ª.- ¿Cómo argumenta que hay que fiarse más de lo que los hombres hacen que de lo que
dicen?
        Recordemos que Descartes piensa regirse "con arreglo a las opiniones más
moderadas y más alejadas del exceso que fuesen comúnmente aprobadas en la práctica
por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. Pues, comenzando ya a no
contar para nada con las mías propias [las de Descartes], a causa de que quería someterlas
todas a nuevo examen, estaba seguro de no poder hacer nada mejor que seguir las de los
más sensatos".
        Las justificaciones de "para saber cuáles eran verdaderamente sus opiniones,
debía estar atento más bien a lo que practicaban que a lo que decían" son las siguientes:
        1: "Dada la corrupción de nuestras costumbres hay pocas personas que deseen
decir todo lo que creen".
        2: "Muchas lo ignoran ellas mismas lo que creen".
        Y de esto último da también una justificación: "pues el acto del pensamiento por
el cual uno cree una cosa, al ser diferente de aquel por el cual uno conoce que se la cree,
se halla a menudo el uno sin el otro". De modo que preguntadas estas personas no sabrían
dar razón, no sabrían decir.

8ª.- Comenta la frase: “(las opiniones)... que fuesen comúnmente aceptadas por los más
sensatos...” ¿Crees que para Descartes el que los más sensatos practiquen una norma
moral ya es criterio para afirmar su bondad? ¿Cuáles son las razones que da para tomar
esta decisión?
        Descartes se provee de una moral provisional mientras procede a la revisión
teórica, moral que le resulta necesaria para no permanecer irresoluto en sus acciones y
para procurar vivir lo más felizmente que pudiera. Es pues, una segunda vivienda segura
mientras reforma desde los cimientos la otra, la de la razón teórica. En el terreno de la
filosofía práctica, Descartes no busca la verdad, al menos por ahora, y como él mismo
nos dice, opta por obedecer las leyes del país, la religión y las normas morales de los más
sensatos de sus conciudadanos. Es una moral de conformismo, de adaptación al entorno.
Pero es además lo más razonable mientras no se tenga nada que sea verdaderamente
cierto.
        Mientras en el análisis teórico sólo se aceptará como verdadero lo evidente,
porque mientras se llega a esa verdad se puede vivir en la duda, en el terreno de la moral
eso no es posible, pues se ha de vivir cada día, tomar decisiones y actuar, y esto no
admite dilaciones ni suspensiones de juicio y por tanto de acción, cosa sólo posible en el
nivel teórico.
        Se puede contestar a las preguntas de forma breve: la práctica de los más sensatos
no es garantía de la bondad de una norma moral, pero en la incertidumbre es lo más
aconsejable.
        Nos da dos razones:
        a.- Ausencia de razones propias para apoyar sus normas.
        b.- Toma de modelo a sus vecinos, con los que ha de convivir.
9ª.- ¿Cómo argumenta que hay que seguir las opiniones más moderadas? Aristóteles
defiende la tesis del "término medio" en moral. Busca información al respecto y relaciona
ambas posturas.
        "Y entre varias opiniones igualmente aprobadas, no escogía sino las más
moderadas". Da dos razones:
        1: "Porque son siempre las más cómodas para la práctica, y verosímilmente las
mejores, ya que todo exceso suele ser malo".
        2: "A fin de desviarme menos del verdadero camino, en caso de que fallase, si,
habiendo escogido uno de los extremos, hubiese sido el otro el que debiera seguirse".

9ª bis.- Explica la frase “Tomar como un exceso todas las promesas por las que se cercena
algo de la propia libertad”.
         La frase quiere decir que para Descartes es una imprudencia adquirir
compromisos tan fuertes que te impidan cambiar de voluntad en el futuro. Parece estar
pensando en los votos religiosos, como el de pobreza, castidad, etc., que se realizan al
ingresar en un convento, y que posteriormente el individuo puede verse incapaz de
cumplir sin infelicidad. También parece pensar en los contratos que los hombres realizan
en sociedad y que obligan a cumplir en el futuro lo que ya no se tiene ganas (o no es
prudente en las nuevas circunstancias) de realizar.
10ª.- ¿Cómo argumenta su negativa a realizar promesas?
        En su argumentación, Descartes distingue las promesas cuando son hechas para
realizar a) un designio bueno. b) un designio indiferente, y c) un designio malo, o que ha
cesado de ser bueno (o de ser estimado bueno) al menos.
        En el caso a) Descartes no desaprueba que haya leyes que obliguen a cumplir la
promesa dada. En el caso b) tampoco lo desaprueba: aquí es donde coloca los contratos
que se firman en el comercio y que hay que cumplir para que haya sociedad. Es en el caso
c), es decir, cuando un designio que en principio parecía bueno y luego se ha visto que no
lo es, donde Descartes considera prudente evitar hacer promesas que te comprometan.
        Obsérvese que da 2 razones para evitar las promesas en este caso c), fácilmente
detectables pues en el texto hay dos “porque...”: 1) “porque no veía en el mundo ninguna
cosa que permaneciese en el mismo estado”, es decir, lo que hoy es bueno puede no serlo
mañana, cuando las circunstancias han cambiado y, por tanto, lo prudente es hacer algo
distinto de lo prometido; y 2) “porque... me proponía perfeccionar más y más mis
juicios... hubiese creído cometer una grave falta contra el buen sentido si, al aprobar por
entonces alguna cosa, me hubiese obligado a tomarla por buena también después...
cuando hubiese cesado de estimarla como tal” (p. 71). La diferencia entre las dos razones
es que, en el primer caso, una cosa que es buena puede cambiar y dejar de serlo; en el
segundo caso, es el espíritu que juzga el que deja de estimarla como buena,
independientemente de que ella haya o no cambiado.
        (Puede ilustrarse esto al alumno proponiéndole como ejemplo el argumento de El
mercader de Venecia, de Shakespeare: el noble cristiano Antonio acude al judío Shylock
para que le preste dinero. Éste accede, con la condición de que si no le es devuelto el
dinero en el plazo previsto él podrá, como indemnización, cortar una libra de carne de la
parte del cuerpo de Antonio que le plazca. Antonio firma el contrato, confiado en poder
pagar a tiempo, pero las adversas circunstancias hacen que se arruine, no pueda pagar y
se encuentra con que el judío le reclama la indemnización estipulada. El tribunal no tiene
otro remedio que fallar a favor del judío).

11ª.- Reconstruye el argumento que justifica la 2ª máxima.
        En primer lugar, Descartes construye una metáfora, que toma su fuerza de la
experiencia cotidiana: perdidos, es siempre mejor andar en una sola dirección que
cambiar frecuentemente, aunque no tengamos buenas razones para escoger mejor una
dirección que otra; pues los viajero perdidos, "si no llegan precisamente a donde desean,
al menos acabarán por llegar finalmente a alguna parte, en donde probablemente estarán
mejor que en medio de un bosque".
        Vinculada con la metáfora ("y así") aparecen las justificaciones:
        1: "Puesto que a menudo las acciones de la vida no admiten ninguna demora, es
una verdad muy cierta que, cuando no está en nuestro poder discernir las mejores
opiniones, debemos seguir las más probables".
        2: "Aunque no advirtamos más probabilidad en unas que en otras, debemos, sin
embargo, decidirnos por algunas, y considerarlas después no como dudosas, en cuanto
que se refieren a la práctica, sino como muy verdaderas y muy ciertas, porque la razón
que nos ha determinado a seguirlas se descubre como tal".
        De donde se sigue la validez de la segunda máxima: "ser en mis acciones lo más
firme y lo más resuelto que pudiese, y no seguir con menos constancia las opiniones más
dudosas, una vez que me hubiese determinado, que si hubiesen sido muy seguras".
        Que aún queda reforzada dada la consecuencia deseable que menciona: "y esto
tuvo el poder de librarme desde entonces de todos los arrepentimientos y remordimientos
que suelen agitar las conciencias de esos espíritus débiles y vacilantes que, sin constancia,
se dejan arrastrar a practicar como buenas las cosas que después juzgan malas".

12ª.- Explica la frase del párrafo 3º: “... y considerarlas (las acciones) después no como
dudosas... nos ha determinado a seguirlas se descubre como tal”.
        Esta afirmación es lógica dentro de la moral provisional, y es consecuencia directa
de la 2ª máxima. En su formulación nos dice que seguirá con la misma perseverancia las
opiniones más dudosas como las más seguras, una vez que se ha determinado a ello. Las
razones las expone con claridad, las acciones de la vida no admiten dilaciones, por lo que
nos ha de bastar con las razones que tengamos en ese momento para decidirnos y seguir
con ellas como si fueran las más verdaderas, de hecho lo son para nosotros, pues nos
inclinamos por aquellas sobre las que tenemos más sólidas razones para considerarlas
verdaderas. Esta medida nos sustraerá de los arrepentimientos y remordimientos, que es
como dar vueltas por el bosque sin decidirse por ninguna dirección determinada, sino
corrigiendo a cada paso el camino, lo cual es lo propio de los espíritus débiles y
vacilantes.
        Es una moral de la buena conciencia, hacemos aquello que la razón nos dice que
es lo mejor, aunque sepamos que no poseemos todos los elementos o razones para llegar a
ese juicio sin posibilidades de error, pero debemos actuar así porque en la vida práctica
las decisiones no admiten ni suspensiones ni dilaciones. En suma, hemos hecho lo mejor
que podíamos en las circunstancias en que nos encontrábamos, los arrepentimientos y
remordimientos sólo pueden contribuir a desorientarnos de nuevo.

13ª.- ¿ Tiene la misma finalidad la suspensión del juicio en la duda teórica que la falta de
resolución en el obrar moral?
        Tienen una finalidad claramente diferente. En el campo de la teoría la suspensión
del juicio es posible y aconsejable para poder encontrar la verdad. Pero en la moral no
podemos permanecer en la indecisión. No se puede permanecer sin obrar en la vida
diaria, y más teniendo en cuenta las propias urgencias de la vida cotidiana. Es necesario,
por tanto, dar una solución de urgencia en las decisiones vitales, y esta es la finalidad de
la moral provisional.

14ª.- ¿Tiene el mismo sentido la duda teórica que la moral provisional?
        Otra forma de plantear el problema de las dos preguntas anteriores. Se puede
contestar mediante ellas: al no ser posible mantenernos en suspenso en el obrar, es
necesario, como solución de urgencia, acogernos a una moral provisional. Moral que, al
carecerse de guía plenamente fiable, es preferible tomar, hasta que pueda ser revisada, del
lugar donde vivamos y en la forma más moderada.
        La duda teórica busca eliminar todo lo conocido y todas las opiniones y revisarlas
para encontrar una verdad que esté a salvo de toda duda.

15ª.- a) Descartes parece defender la tesis de que es suficiente juzgar bien, dentro de las
posibilidades, para darse por satisfecho con el obrar que se deriva de ese juicio. Según
esto contesta a la siguiente pregunta y justifica tu respuesta: ¿Por qué afirma conformarse
en la moral con lo probable mientras que en la teoría sólo acepta lo indudable?
        b) Parece también estar en contra del principio que exige admitir como verdadero
sólo lo evidente, incluso admite la necesidad de seguir lo que tan sólo es probable.
¿Cómo se resuelve esta aparente contradicción?
        Consultar respuestas a cuestiones 13, 14. (Descartes p. 72).

16ª.- Según se deriva de la 2ª máxima, ¿en qué consiste y cómo se consigue la paz de
conciencia?
        La paz de conciencia consiste en la certeza sobre la bondad de las propias
acciones, y se consigue considerando que nuestras decisiones han sido tomadas
basándonos en las mejores razones que teníamos en el momento, debiéndose, a partir de
ahí, perseverar en ese obrar dictado por la razón, como si nuestras acciones fuesen
absolutamente buenas aunque en un principio fuesen dudosas. De esta manera evitaremos
el arrepentimiento y el remordimiento.

17ª.- Explica la frase: “... procurar siempre vencerme a mí mismo, antes que a la fortuna y
modificar mis deseos antes que el orden del mundo...”.
         La frase quiere decir que hay que saber dominar los propios deseos y renunciar a
ellos si su satisfacción es imposible, para no sentirse apesadumbrado o frustrado por no
haberlos podido satisfacer. Esta doctrina es típica del estoicismo, según el cual todo lo
que acontece es resultado de un orden universal (o destino, o providencia, según los
autores) y por tanto no puede ser alterado. Si nuestros deseos van contra el orden del
mundo no podrán ser satisfechos, por lo que haremos bien renunciando a ellos sin
lamentaciones. (Véase también respuesta a la cuestión 2ª de la Parte II).

18ª.- Explica la frase popular: “convertir la necesidad en virtud”.
         Esta frase proverbial tiene aproximadamente el mismo sentido que la anterior.
Indica que la serenidad se alcanza aceptando lo que nos ocurre de manera necesaria, pues
no habríamos podido evitarlo, y si nos lamentamos de ello tendremos dos desgracias en
vez de una: la de que nos haya sobrevenido (lo que era inevitable) y la de sentirnos
desgraciados por ello (que sí habríamos podido evitar).
         El propio Descartes pone como ejemplo que, así como no nos sentimos
desgraciados por no tener alas como los pájaros o cuerpos de materia incorruptible como
el diamante, así tampoco deberíamos sentirnos desgraciados por no haber nacido
emperador de la China o por estar enfermos.
         También es doctrina de los estoicos, y la podemos encontrar mil veces repetida en
estos autores. Por ejemplo, el capítulo VIII del Enquiridión (Manual) de Epicteto dice así:
“No pretendas que lo que sucede suceda como quieres, sino quiérelo tal como sucede, y
te irá bien”.
         (Puede ser provechoso hacer al alumnado la siguiente reflexión para actualizar el
problema: la ciencia, con sus avances técnicos, ¿no está ampliando ilimitadamente el
ámbito de lo que cabe dentro de la elección humana y disminuyendo cada vez más lo que
nos sobreviene de manera necesaria? El ejemplo de algo imposible que pone Descartes ha
quedado obsoleto: con los aviones ya podemos volar. Consideremos, por ejemplo, las
técnicas de reproducción asistida: hoy, que ya pueden tener hijos las mujeres antes
condenadas a la esterilidad, que se pueden elegir hijos “a la carta”, y un largo etcétera,
¿estamos dejando anticuada la doctrina estoica de aceptar lo necesario? La ciencia, ¿está
ampliando ilimitadamente la libertad humana? ¿Es el estoicismo, como se ha dicho, una
moral “para tiempos duros”? Dejamos estas cuestiones en interrogación para suscitar un
debate entre el alumnado, si se cree conveniente).

19ª.- Según la máxima 3ª, ¿en qué consiste la felicidad?
        La felicidad puede conseguirse conformándonos con las circunstancias,
procurando cambiarnos nosotros, esto es, nuestros deseos, antes que intentar cambiar el
mundo, lo cual resulta mucho más difícil o imposible.
        Esta tercera máxima está influenciada por el estoicismo y, en concreto, por
Epicteto, para el cual lo único que está realmente en nuestro poder son nuestros
pensamientos. Los bienes exteriores, como la fortuna, son volubles. Si ciframos nuestra
felicidad en ellos, esta nunca dependerá de nosotros. Por el contrario, si gobernamos
nuestros pensamientos conseguiremos la felicidad, y el argumento que ha de
convencernos es que todo aquello que no hemos conseguido después de obrar lo mejor
que hemos podido, es imposible, y por tanto inútil el desearlo.
        La felicidad, en suma, depende del buen gobierno de nuestros pensamientos y
consiste en conformarnos con nuestros bienes y no desear más que aquello que podemos
alcanzar.

20ª.- Explica la frase: “ ...Pues no tendiendo naturalmente nuestra voluntad a desear sino
las cosas que nuestro entendimiento le represente de alguna manera como posible...”.
        Esta frase se enmarca en la propuesta estoica de la tercera máxima de la moral y
completa las frases analizadas con anterioridad y la de la actividad 21.
        La propuesta general que nos hace es el control de nuestros deseos por medio de
nuestros pensamientos, pues es lo único de lo que realmente podemos ser dueños. El
control de nuestros deseos debe realizarse mediante la razón. Es esta la que debe
mostrarnos lo que está a nuestro alcance y aquello que de ninguna manera depende de
nosotros, como el ser rey de la China. Tras haber obrado lo mejor que hemos podido en lo
tocante a las cosas exteriores, debemos entender que todo lo que no hemos podido
conseguir es para nosotros absolutamente imposible y, por tanto, todo esfuerzo es baldío.
Cifrar la felicidad en la satisfacción de todos los deseos es caer en una cadena sin fin,
pues el deseo no tiene límites ni comprensión de la realidad, y el no saber determinar qué
es lo posible y qué lo imposible para nosotros es cargarnos de insatisfacciones y
amarguras. El entendimiento es el encargado de enseñarnos esta distinción entre las cosas
exteriores, y de ella se derivará la aceptación tranquila de la realidad.

21ª.- Explica la frase: “...nada estaba en su poder sino sus pensamientos...”.
        Esta frase complementa las analizadas en las cuestiones 17ª y 18ª. Indica que para
saber regular nuestros deseos hemos de limitarnos a desear lo que depende de nosotros y
no lo que no depende de nosotros o no está en nuestra mano. Pero previamente hay que
saber distinguir qué cosas están en nuestro poder y qué cosas no están en nuestro poder. Y
se afirma que sólo están completamente en nuestro poder nuestros pensamientos, es decir,
los juicios, opiniones o estimaciones que hacemos sobre los hechos que nos acaecen.
De acuerdo con esto, pues, el que un hecho (nos) ocurra o no, puede no estar
completamente en nuestra mano, pero sí lo está qué opinemos, pensemos o sintamos
sobre ese hecho. Así, por ejemplo, si he perdido un brazo porque una serie de
circunstancias adversas inevitables se han juntado (me han herido en él, había malas
condiciones de salubridad en el lugar en que me han herido, se me ha gangrenado, han
tenido que amputármelo para evitar males mayores, etc.), evitar esto no estaba en mi
poder. Pero sí lo está lo que pienso o siento por haberlo perdido: sentirme desgraciado, o
no sentirme así por considerar que puedo seguir haciendo vida normal, que he escapado a
la muerte, etc.
         Es también doctrina típica de los estoicos. Epicteto la repite literalmente en su
Enquiridión, capítulo V: “Lo que turba a los hombres no son los sucesos, sino las
opiniones acerca de los sucesos. Por ejemplo, la muerte no es nada terrible, pues, de
serlo, también se lo habría parecido a Sócrates; sino la opinión de que la muerte es
terrible, ¡eso es lo terrible! Cuando, pues, nos hallemos incómodos o nos turbemos o
aflijamos, nunca echemos a otro la culpa, sino a nosotros mismos, esto es, a nuestras
propias opiniones”.

22ª.- Reconstruye en forma de esquema el argumento que sostiene la tercera máxima.
        1: "No tendiendo naturalmente nuestra voluntad a desear sino las cosas que
nuestro entendimiento le representa de alguna manera como posibles, es seguro que, si
consideramos todos los bienes que están fuera de nosotros como igualmente alejados de
nuestro poder, no tendremos ningún pesar por carecer de los que parecen debidos a
nuestro nacimiento, cuando nos veamos privados de ellos sin culpa nuestra".
        2: Que queda reforzado por este enunciado de sentido común: "como no lo
tenemos por no poseer los reinos de la China o de Méjico".
        3: "Y haciendo, como suele decirse, de la necesidad virtud, no sentiremos
mayores deseos de estar sanos, estando enfermos, o de estar libres, estando en prisión, de
los que ahora sentimos de tener cuerpos de una materia tan poco corruptible como los
diamantes o alas para volar como los pájaros". Este último enunciado no parece muy
atractivo para muchas personas, por lo que recurrirá a la autoridad de los filósofos
estoicos después de advertir que "es necesario un largo ejercicio y una meditación
frecuentemente reiterada para acostumbrarse a mirar con este sesgo todas las cosas".
        4: El apoyo en los estoicos es el siguiente: "creo que es principalmente en esto en
lo que consistía el secreto de aquellos filósofos, que pudieron en otro tiempo sustraerse al
imperio de la fortuna y, a pesar de los sufrimientos y la pobreza, rivalizar en felicidad con
sus dioses. Pues, ocupándose sin descanso en considerar los límites que les estaban
prescritos por la naturaleza, se persuadían tan perfectamente de que nada estaba en su
poder sino sus pensamientos, que esto solo era suficiente para impedirles tener algún
afecto hacia otras cosas; y disponían de esos pensamientos tan absolutamente, que tenían
en esto alguna razón para considerarse más ricos y más poderosos y más libres y más
felices que cualquiera de los otros hombres que, no teniendo esta filosofía, por mucho
que les haya favorecido la naturaleza y la fortuna, no disponen jamás, como aquellos, de
todo lo que quieren".
        Por lo que afirma su tercera máxima, aunque tal vez la justificación más fuerte sea
la primera.
23ª.- En la 3ª máxima se nos dice que es necesario un fuerte ejercicio de la voluntad;
relee el capítulo III del libro y explica la teoría cartesiana de la libertad.
        La respuesta se encuentra en p. 54, apartado 5.3.


24ª.- ¿Qué razones aduce Descartes para adoptar sus máximas?
        1: Al principio de esta tercera parte ya nos proporciona alguna razón: "Y en fin,
como no es bastante, antes de comenzar a reconstruir el alojamiento que se habita, con
derribarlo y hacer provisión de materiales y arquitectos, o ejercitarse uno mismo en la
arquitectura y además de esto haber trazado cuidadosamente el diseño, sino que también
hay que haberse provisto de alguna otra habitación, en donde se pueda estar alojado
cómodamente durante el tiempo en que se trabajará; así, a fin de no permanecer irresoluto
en mis acciones, mientras la razón me obligara a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir
desde ese momento lo más felizmente que pudiese, hice mía una moral provisional que
no consistía sino en tres o cuatro máximas, de la que quiero gustosamente haceros
partícipes". (Ver contestaciones a las preguntas 3, 4 y 5).
        2: También pueden localizarse algunas razones en el párrafo antepenúltimo, que
indican las consecuencias beneficiosas que se siguen del hecho de adoptar esas máximas;
la central es la siguiente: "las tres máximas precedentes no estaban fundadas sino sobre el
propósito que tenía de continuar instruyéndome; pues habiéndonos dado Dios a cada uno
alguna luz para distinguir lo verdadero de lo falso, no hubiese creído que debía
contentarme con las opiniones de los demás un solo momento, de no haberme propuesto
emplear mi propio juicio para examinarlas cuando fuera el tiempo; y no hubiese podido
librarme de todo escrúpulo, al seguirlas, si no hubiese esperado no perder por ello
ninguna ocasión de encontrar mejores, caso de que las hubiese".

25ª.- Haz un esquema de las 3 máximas y pon un título a cada una de ellas.
        Primeramente, puede discutirse si las máximas son 3 ó 4. En el primer párrafo (p.
71) Descartes anuncia una “moral provisional que no consistía más que en tres o cuatro
máximas”. Él mismo, pues, no decide tajantemente si las máximas son 3 ó 4. A
continuación, las enumera: “la primera...”, (párrafo 2º, p. 71); “mi segunda máxima...”
(párrafo 3º, p. 72); “mi tercera máxima...” (párrafo 4º, p. 72). Tras enumerar estas tres,
no aparece la expresión “mi cuarta máxima”, pero el párrafo 5º comienza : “en fin, como
conclusión de esta moral...”, que parece equivaler a un “y por último...”, por lo que
parece haber una cuarta máxima, de la que además afirma Descartes que las 3 anteriores
se fundan en ella. El párrafo 6º comienza “Después de así haberme afirmado en estas
máximas...”, lo que indica que Descartes ha dado por concluida la exposición de sus
máximas. Todo ello nos lleva a sostener que el párrafo 5º está dedicado a una 4ª máxima,
pero que tiene una posición especial, pues es como el fundamento de las otras tres.
        Analizamos a continuación cada una de ellas por separado.

A) La primera máxima reúne aparentemente consideraciones diversas, pero una lectura
atenta revela que todas estas consideraciones giran en torno a un concepto clave: el de
"moderación" Su esquema podría ser:
    —MODERACIÓN—
    1.- Por una parte, en lo que respecta a lo que está reglado, consiste en seguir las
normas (leyes, costumbres, religión) de mi país.
   2.- Por otra parte, en lo que cae bajo la libertad personal, consiste en seguir las
opiniones moderadas y evitar los excesos.
       2.1. Seguir las opiniones de los más sensatos.
           a) Se trata de los sensatos con quienes hemos de convivir.
           b) y fijándose más en lo que hacen que en lo que dicen.
       2.2. Si los sensatos aprueban varias opiniones, seguir la menos “excesiva”.
       2.3. Considerar un exceso las promesas que impiden cambiar de voluntad.
           a) pues nada permanece en el mismo estado.
           b) al perfeccionar mi juicio, lo que hoy me parece bueno podría parecerme
mañana malo.

B) La segunda máxima gira en torno al concepto de "constancia", que podría ser su título
(o un sinónimo, como "firmeza", "resolución", etc.). Esquema:
    —CONSTANCIA—
    1.- Consiste en seguir con firmeza aun las opiniones dudosas.
        a) porque así al menos se llegará a algún sitio y no permaneceremos irresolutos.
    2.- Seguir con firmeza las opiniones más probables.
        a) porque las acciones no admiten demora y muchas veces no hay tiempo para
discernir las mejores, sólo las más probables.
    3.- Eliminar arrepentimientos y remordimientos por lo realizado, que sólo angustian
la conciencia.

C) La tercera máxima gira en torno al "dominio"o "regulación de los deseos", que era
para Descartes “la principal utilidad de la moral” (véase respuesta a la cuestión 2ª de la
Parte II). Su título podría ser éste o uno equivalente. Aquí un esquema es, sin embargo,
más discutible, pues casi todas las recomendaciones de Descartes vienen a parar a lo
mismo, no desear excesivamente lo que no depende de nosotros alcanzar, dicho con
palabras más o menos diferentes. Destacamos, pues, sólo las frases que parecen aportar
matices diferentes, estableciendo el símbolo de igualdad entre aquellas que parecen tener
el mismo significado:
    —DOMINIO DE LOS DESEOS—
    1.- Vencerse a sí mismo antes que a la fortuna = modificar mis deseos antes que el
orden del mundo.
    2.- Para ello, distinguir qué cosas están en nuestro poder y qué cosas no lo están.
        a) nada está enteramente en nuestro poder salvo nuestros pensamientos.
        b) las cosas exteriores no dependen de nosotros.
        c) Por tanto, no deseemos lo imposible, lo que no depende de nosotros = hacer de
necesidad virtud.
    3.- Así se alcanza el contento = satisfacción = felicidad.

D) En cuanto a la discutida 4ª máxima, encontramos que la frase que más se asemeja a la
formulación de una máxima es: “emplear toda mi vida en cultivar la razón” (p. 73), por lo
que su título y esquema podría ser uno como éste:
   —CULTIVO DE LA RAZÓN—
   1.- Porque el conocimiento es fuente de satisfacciones gratas e inocentes.
2.- Porque las 3 máximas anteriores están fundadas en ella.
        2.1.- pues con la razón examinaremos, cuando sea oportuno, las opiniones ajenas
que seguimos.
        2.2.- el propósito de examinarlas con la razón es lo que nos libra de
remordimientos al seguirlas.
        2.3.- que nuestra razón juzgue buena o mala una cosa hace que nuestra voluntad la
persiga o la rehúya y así se regulan nuestros deseos.

26ª.- Explica la frase final del 5º párrafo:”...es suficiente juzgar bien para obrar bien...
estar contento”. Contesta, además a las siguientes preguntas:
        a) ¿Puede calificarse la moral cartesiana de intelectualismo moral? Relaciónalo
con el intelectualismo moral de Sócrates y Platón, si los conoces.
        b) ¿Es posible ver que algo es lo mejor pero hacer lo peor?
        Para entender la frase hay primero que tener en cuenta el contexto en que se
encuentra. Descartes pretende probar que las 3 máximas anteriores están basadas en el
cultivo de la razón. Pues bien, por medio de esta frase pretende mostrar que el desarrollo
de la razón y adquisición de conocimientos sirve de fundamento en concreto a la 3ª
máxima, consistente en regular o dominar nuestros deseos. Según Descartes la razón nos
ayudará a regular nuestros deseos porque al conocer una cosa se nos aparecerá como
buena o como mala, conveniente o inconveniente, y esto determinará a nuestra voluntad a
quererla o rehuirla; por ello, cuanto mejor juzguemos sobre una cosa, más correctamente
actuaremos, lograremos los bienes que realmente debemos apetecer y alcanzaremos el
contento o felicidad.
        a) Es tradicional, efectivamente, calificar esta doctrina de “intelectualismo
moral”, del que Sócrates y Platón son los más afamados precedentes. Según ellos, para
actuar bien y justamente, primeramente hay que conocer qué es el Bien y la Justicia, de
manera que la primera virtud es el Conocimiento, pues sin ella no se dan las demás.
Según Sócrates, además, el que actúa mal no es exactamente por maldad, sino por
ignorancia, porque parte de un concepto o definición equivocado del bien, y así buscando
el bien hace el mal.
        b) Efectivamente, suele objetarse a esta doctrina que quien hace el mal lo hace, no
por ignorancia, sino por mala voluntad, o por falta de voluntad para hacer el bien. No
bastaría por ello conocer el bien para hacerlo. Suelen citarse las famosas palabras de
Ovidio para ilustrar esta objeción: “Video meliora, proboque; deteriora sequor” (“veo lo
mejor y lo apruebo; pero sigo lo peor”).
        Descartes explicaría esta situación admitiendo que las pasiones (que son
involuntarias, fruto de la influencia del cuerpo sobre el alma, y por tanto inextirpables de
ese ser dual que es el hombre) nos llevan a hacer lo incorrecto cuando son intensas, pero
que el alma puede fortalecer su voluntad y adquirir control sobre las pasiones tomándose
un tiempo para pensar, sin actuar inmediatamente que la pasión se presenta, cuando más
intensa es, y repasando las razones que aconsejan acciones contrarias a las que la pasión
arrastra. Así, por ejemplo, si la vista del enemigo despierta en nosotros inmediatamente la
pasión del miedo, y éste nos incita a huir, podemos vencerlo dándonos tiempo a pensar y
considerar las razones que aconsejan lo contrario de la huida: que el número de enemigos
no es tan grande para considerarlo tan peligroso, que siempre se está más seguro
defendiéndose que huyendo, que se tendrá la gloria y el júbilo de vencer mientras que de
huir se padecerá vergüenza y deshonor, etc. De manera que nuestro entendimiento y
voluntad conservan control sobre las pasiones.
        (Este tema es desarrollado con mayor amplitud en el Tratado de las pasiones,
artículos 45-49 y artículo 211, que pueden ser utilizados por el profesor como TEXTOS
COMPLEMENTARIOS si lo considera oportuno).

27ª.- ¿Sabrías indicar los elementos de la moral estoica que hay presentes en la moral
cartesiana?
         Los ingredientes estoicos son abundantes en la moral cartesiana. De hecho, en el
Renacimiento se había producido un “neoestoicismo” bastante generalizado, sobre todo
gracias a las reediciones de Séneca y Epicteto por parte del holandés Justo Lipsius.
Destacaríamos:
         1.- La máxima de la moderación. Ésta es un ideal no sólo estoico, sino de la ética
griega en general, pero también de la estoica, pues ésta es en muchos aspectos una
culminación sincrética en la que vinieron a parar diversos elementos griegos
tradicionales. Recuérdese que ya a los Siete Sabios de la Grecia del período preclásico se
les atribuían máximas como “Nada en exceso” o “La medida [mesura) es lo mejor”, y
que el “Nada en exceso” estaba grabado en los muros del templo de Apolo en Delfos,
como aquel “Conócete a ti mismo” que Sócrates adoptó como lema. La doctrina
aristotélica del “término medio” no es sino una reformulación del tradicional ideal griego
de la moderación.
         2.- La constancia también es una virtud básica para Zenón, Séneca, etc.
Especialmente este último, quien continuamente compara la vida humana con una lucha
en la que hay que mostrar virilidad y firmeza, no desánimo o decaimiento o blandura.
         3.- La idea de que el sabio, al conocer el orden del mundo, comprende y acepta
que las cosas son necesarias, y por tanto no desea lo imposible. Ese orden del mundo es
conceptualizado, sin embargo, en el estoicismo cristiano, no como un “Destino” sino
como una “Providencia”.
         4.- La 3ª máxima, derivada de lo anterior, la del dominio de los deseos es la más
típicamente estoica, incluso en sus formulaciones literales. “Vencerme a mí mismo antes
que a la fortuna”, “nada está en nuestro poder salvo nuestros pensamientos”, “considerar
los límites que me están prescritos por la naturaleza”, etc., son frases fáciles de hallar
entre los estoicos, especialmente Séneca, Epicteto o Marco Aurelio.
         5.- Finalmente, observamos que la ética de Descartes también persigue la
felicidad (o el “contento” o la “satisfacción”, que son una “felicidad en tono menor”). Por
ejemplo, en las pp. 71, 72 y 73 hallamos abundantes expresione____

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  • 1. PARTE I Las cinco preguntas sobre el 1r párrafo están todas ellas muy relacionadas, de tal manera que la respuesta de unas nos llevará a la otras. Pueden parecer reiterativas pero, como hemos señalado en la presentación, todas ellas tienen un respuesta directa, en algunos casos muy breve, y ponen el acento en un matiz diferenciador. Creemos que son válidas para que el estudiante se acostumbre a los matices y sutilezas de la expresión en filosofía. 1ª.- La preguntas sobre vocabulario son en general de gran sencillez. El objetivo que perseguimos con ellas es que el alumno se fije en los términos utilizados por el filósofo —que no suelen tener el mismo significado que en el lenguaje vulgar—, que se acostumbre a utilizar el vocabulario, una herramienta imprescindible para la comprensión del texto y al uso del diccionario de filosofía. Por otra parte, excepto en raras ocasiones, no revisten ninguna dificultad. 2ª.- Explica el sentido de la frase: “El buen sentido es la cosa mejor repartido del mundo...”. Descartes comienza el Discurso afirmando la tesis del igualitarismo humano en la Razón, tesis que fue muy debatida en su tiempo. La razón es una facultad innata del hombre y como tal facultad se encuentra en igual medida en todos los hombres. Literalmente nos dice:: “ lo que se llama buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres;...”. 3ª.- Explica el sentido de la frase : “(la razón) ...es la capacidad de juzgar bien y distinguir lo verdadero de lo falso". La respuesta a esta cuestión se encuentra en el vocabulario, voz ”sentido; buen sentido”. En ella están claramente expuestos los dos significados de buen sentido, como razón, facultad de conocimiento, y como sabiduría para la vida, bona mens en latín. 4ª.- Reconstruye el argumento por medio del cual Descartes concluye que el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo. 1: "cada uno piensa estar tan bien provisto de él que aun los más difíciles de contentar en cualquier otra cosa, no suelen desear más del que tienen". 2: Y "no es verosímil que todos se equivoquen". Conclusión: Por lo que, de acuerdo con la experiencia, "el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo". 5ª.- Descartes afirma que la razón es naturalmente igual en todos los hombre. ¿Se puede derivar de aquí la conclusión de que todos los hombres somos igual de inteligentes? La preguntas 5ª y 6ª están estrechamente relacionadas. De hecho la 5ª sirve de introducción a la 6ª. Por medio de ellas se persigue el objetivo de que el alumno capte y compare las diferencias que Descartes establece en su texto entre Razón como facultad innata, que es igual en todos los hombres, y la Razón Saber, inteligencia. En el 2º párrafo vuelve a insistir en el igualitarismo de todos los hombres en la razón y en la necesidad de su buen uso, pues en éste se encuentran las diferencias que observamos. El saber es algo
  • 2. adquirido y, por tanto, dependerá del uso que cada cual haga de la razón. La inteligencia se desarrolla con el buen uso de la razón. 6ª.- Descartes diferencia entre la razón como facultad innata del hombre y el uso de la razón. Explica la diferencia entre ambas. Poniendo esta diferencia en relación con la afirmación de la actividad anterior, ¿qué conclusión podemos extraer? Enlazamos con la actividad 5ª. El saber o el conocimiento no será tanto producto de la razón como facultad, como producto del uso de la razón. Este uso es el causante de la diversidad de opiniones. De las actividades 5ª y 6ª se alcanza la conclusión de la necesidad de método, pues no se trata de tener el ingenio bueno, sino que lo principal es aplicarlo bien. Como se ve el objetivo de este párrafo, muy sintético, como toda la obra, es llegar a la conclusión de la necesidad de un método para dirigir bien la razón y alcanzar la verdad. La cuestión 7ª, será el esquema argumentativo de esta conclusión. 7ª.- ¿Qué razones se dan en esta parte para defender la necesidad del método? 1: Aun cuando "el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo" . 2: Y entendiendo el método como "el medio para aumentar gradualmente [el] conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto al que la mediocridad [del] ingenio y la corta duración de [la] vida" puedan permitir. 3: Como [le parece a Descartes que] "la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que los otros, sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por distintas vías y no consideramos las mismas cosas". 4: Y como la experiencia nos muestra que "las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, tanto como de las mayores virtudes". 5: Y también que, metafóricamente, "los que andan muy despacio pueden avanzar mucho más, si siguen el camino recto [el método adecuado], que los que corren pero se alejan de él". 6: Aceptando que la finalidad que debe animar a todos los hombres, especialmente los que buscan la verdad es "aplicar [el ingenio] bien", "pues no se trata [sólo] de tener el ingenio bueno". Conclusión: es necesario el método. Aún podríamos incluir como razones subsidiarias, las siguientes: 7: Descartes confiesa "nunca he considerado que mi ingenio fuese en nada más perfecto que el del común de los mortales". 8: Y he tenido "mucha fortuna al haberme hallado desde mi juventud en algunos caminos que me han conducido a consideraciones y máximas con las que he formado un método". 9: Y como "he recogido ya tales frutos de ese método que [...] no dejo de reconocer una extremada satisfacción por el progreso que pienso haber hecho ya en la búsqueda de la verdad" gracias a ese método. Conclusión: es necesario el método. 8ª.- ¿Por qué afirma que las verdades reveladas están por encima de nuestra inteligencia?
  • 3. La justificación se encuentra en el significado de verdad revelada: verdad que, estando oculta a la inteligencia humana, Dios manifiesta. Por eso dice Descartes: "nunca me hubiera atrevido a someterlas a la debilidad de mis razonamientos, y pensaba que para emprender su examen y tener éxito era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo y ser algo más que hombre". 9ª.- Haz un esquema de las críticas que realiza Descartes a cada una de las enseñanzas que recibió de joven en el colegio de la Flèche. Esta pregunta pretende que el alumno realice una lectura minuciosa del texto, para que se sitúe en el punto de crítica del que parte el autor. No reviste especiales dificultades. Es interesante que el alumno establezca la contraposición entre lo negativo y lo positivo que Descartes declara de su educación. La guía para la respuesta puede encontrarse en el esquema de la página 122. 10ª.- Se pretende, con esta actividad, obligar al alumno a una lectura atenta y detallada de todo el Discurso, la cual es condición necesaria para alcanzar los objetivos del curso, aprender a leer textos filosóficos y conocer a Descartes. Hemos propuesto su biografía, porque es fácil de seguir y exige la lectura de todo el texto, pero pueden proponerse otras. Especialmente interesante es el seguimiento del concepto de "Método", pues su significado va enriqueciéndose a lo largo del libro. PARTE II 1ª.- Sobre estas cuestiones de vocabulario remitimos a las consideraciones de "Parte I, 1ª". Todos los términos solicitados en esta actividad pueden ser localizados en el diccionario de la R.A.E. y en el vocabulario del propio libro. 2ª.- ¿En qué sentido los niños están gobernados por los apetitos? ¿Por qué dice que son contrarios a los preceptores? Descartes no distingue, en este contexto, entre apetito y deseo. En el Tratado Las pasiones del alma, artículo 86, define el deseo como la agitación del alma “que la dispone a querer para el futuro cosas que se representa como convenientes”, es decir, cuando deseamos, tratamos de conseguir un bien futuro o de evitar un mal futuro. Característico del deseo es, pues, que tiene una gran fuerza motivadora, esto es, que estimula a actuar para conseguir lo que pretendemos. Por tanto aguijonea nuestra acción, la dirige. Cuando actuamos somos en gran parte, pues, “gobernados” por los apetitos. Descartes destaca que esto se da sobre todo en los niños, porque de adultos desarrollamos la razón y con ella la capacidad de dominar o regular nuestros deseos: no siempre es conveniente u oportuno satisfacer nuestros deseos. En ocasiones es necesario posponer la satisfacción de éstos porque a largo plazo se seguirá un bien mayor o evitaremos un mal mayor con esta renuncia. Tradicionalmente, se ha llamado “prudencia” a este dominio de la razón sobre nuestros deseos atendiendo a sus consecuencias a medio o largo plazo. Por esta razón apunta Descartes que nuestros preceptores (padres, maestros, educadores) y nuestros deseos son contrapuestos unos a otros, pues ellos muchas veces tienen que aconsejarnos, por prudencia, hacer lo contrario de lo que
  • 4. nuestros deseos nos dictan. Sin embargo, Descartes no es tampoco un asceta o puritano que preconice la renuncia sistemática a nuestros deseos y a los placeres derivados de su consecución. Para él, la mayor parte de nuestros deseos y placeres son naturales y buenos. Por ello insinúa en el texto que “tal vez, ni los unos (los deseos) ni los otros (los preceptores) nos aconsejaban siempre lo mejor”. Lo mejor será, pues, guiarse por “el pleno uso de la razón” que con sus deliberaciones nos permitirá comprender si el logro de un deseo depende o no de nosotros y si es conveniente para nosotros o no. Esta es la principal finalidad de la moral, como dirá en el artículo 144 de Las pasiones del alma: “...debemos preocuparnos de regular justamente este deseo. En esto es en lo que consiste la principal utilidad de la moral”. (Téngase esto en cuenta al analizar la Parte III, y especialmente la máxima 3ª de la “moral provisional”). 3ª.- Explica las analogías que establece entre los edificios, ciudades y leyes, por una parte, y las ciencias por otra. ¿En qué medida esas analogías son adecuadas? ¿En qué aspectos se parecen las cosas comparadas? Descartes desarrolla una larga analogía en las pp. 65-67 con la que pretende justificar su intento de deshacerse de todas las opiniones recibidas de otros autores y atenerse sólo a su propia razón para conducirse. La frase “...por todo ello, no podría escoger a alguien cuyas opiniones me pareciesen que debían preferirse a las de los demás, y me encontré como constreñido a emprender por mí mismo la tarea de conducirme” (p. 67), debe considerarse la conclusión a la que llega tras esa larga analogía. Dentro de esa analogía podemos hallar dos partes. Una primera, en la que Descartes trata de justificar que “no hay tanta perfección en las obras compuestas... por la mano de distintos hombres como en aquellas en que uno solo ha trabajado”. Esta parte se desarrolla en el primer párrafo (pp.65-66). La segunda comenzaría con “es verdad que no vemos que se derriben todas las casas...” (párrafo 2º y siguientes, hasta la conclusión señalada, en la p. 67), donde trata de probar que cuando una obra compuesta es imperfecta o caótica, es mejor derribarla y comenzar desde el principio en lugar de seguir añadiendo parches al compuesto. Las analizamos con mayor detenimiento. 1) Para probar que no hay tanta imperfección en las obras compuestas por uno solo que en las compuestas por muchos, compara el autor las ciencias (al menos las ciencias opinables, en las que no hay demostraciones) con los edificios, ciudades y leyes de un Estado. Tanto los edificios como las ciudades y leyes serían más perfectos (armoniosos, coherentes) hechos por uno solo porque tendrían unidad, perseguirían un solo propósito o fin; si muchos arquitectos o legisladores participan en la misma, cada uno con un designio o finalidad diferente, la obra adolecerá de incoherencia, de falta de unidad. Lo mismo, piensa Descartes, puede ocurrirle al que construye sus opiniones sacándolas de muchos autores diferentes, cada uno de los cuales no concuerda con otros: nuestro pensamiento será incoherente, contradictorio. La argumentación podría, pues, esquematizarse así: - a, b, c (edificios, ciudades, leyes) tienen la propiedad P (están mejor hechos cuando los hace uno solo).
  • 5. - d (las opiniones) es semejante a a, b, c. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------ - Por tanto, d tiene también la propiedad P. ¿Hasta qué punto este argumento es convincente? Se trata de un argumento por ANALOGÍA. Recomendamos al profesor/a que analice brevemente en clase los argumentos por analogía, pues son de los que se practican en abundancia en la vida cotidiana (alguno, además, es de rancio abolengo filosófico, como el argumento volteriano que considera razonable sostener que Dios existe, porque el mundo es como un reloj, y todo reloj ha debido ser construido por un relojero). El argumento por analogía no puede considerarse nunca demostrativo, pues las cosas comparadas son análogas, pero no idénticas, y por tanto no puede afirmarse sin más de una lo que se afirma de las otras. Pero esto no obsta para que algunos argumentos por analogía sean más razonables que otros, porque la semejanza entre las cosas que se comparan sea mayor en unos casos que en otros, y por eso consideramos didáctico que el alumno se detenga en el análisis de estos argumentos. El punto clave es la 2ª premisa: ¿hasta qué punto son semejantes las opiniones a los edificios, ciudades o leyes? Para juzgar si la analogía es razonable hay que proceder a examinar: a) cuántas semejanzas tienen las cosas comparadas. b) cuántas diferencias tienen, y sobre todo c) si las semejanzas (o diferencias) son relevantes para lo que se afirma en la conclusión, es decir, si están causalmente relacionadas con ella. Por supuesto, aquí no podemos adivinar cuántas semejanzas y diferencias van a encontrar los alumnos entre las casas, ciudades y leyes, por una parte, y las ciencias (o las opiniones) por otra, pero sí observaremos solamente que hay alguna posible objeción que ha sido entrevista y anticipada por Descartes. En efecto, entre las casas, ciudades y leyes, y las ciencias existe la importante diferencia de que las primeras no buscan la verdad y las ciencias sí. Las casas o ciudades pueden estar hechas de muchas maneras porque se han diseñado con distintas finalidades (descansar, comerciar, vigilar un territorio importante militarmente, etc.). Ninguna de ellas es, sin embargo, una casa o ciudad más verdadera que otra. La imperfección no consistiría pues en su “falsedad”, sino en su falta de unidad, en que se habría pretendido combinar en una sola varios de estos diseños. Pero las ciencias tienen como finalidad alcanzar la verdad. ¿No podría ser, por tanto, que en ciencia sí sea posible que muchos colaboren y el resultado final sea “perfecto”, porque todos ellos hayan descubierto una parcela de verdad, la cual no puede ser contradictoria con las otras parcelas? Precisamente en esta característica de la ciencia se basan muchos autores que afirman que sólo en ciencia hay progreso acumulativo, es decir, lo que unas generaciones descubren se añade a lo descubierto por otras y constituirá el acervo científico que heredarán las generaciones siguientes. Descartes parece haber previsto esta objeción, y por ello declara: “y así, yo pensé que la ciencia de los libros, al menos aquellos cuyas razones son sólo probables y carecen de demostraciones, habiéndose compuesto y aumentado poco a poco con las opiniones de varias personas diferentes...” (pp. 65-66). Es decir, establece la analogía sólo con aquellas ciencias que carecen de demostraciones y cuyas razones son sólo probables, mientras que, si se dispusiera de demostraciones, sí sería posible ese “progreso” de verdades
  • 6. científicas que en la parte VI parece defender. 2) En la 2º parte de la analogía, el autor afirma además que cuando la obra compuesta es muy imperfecta vale más echar por tierra los edificios y reedificarlos partiendo desde cero; y, por tanto, lo mismo hará con las opiniones, suprimiendo todas las que había recibido hasta entonces. Existe una importante diferencia con la argumentación anterior. La anterior se extendía a casas, ciudades y leyes. En cambio, ahora no extiende la analogía a las ciudades y las leyes del Estado, sino que sólo compara las opiniones con las casas particulares. Los edificios particulares mal construidos sí se echan abajo, pero las ciudades y las leyes, no. El autor justifica esto aduciendo una serie de diferencias entre los edificios, y las ciudades y leyes: a) la ruina de los edificios sólo afecta a los particulares y no al resto de los ciudadanos (son asuntos privados, no públicos); b) las ciudades y los Estados son más difíciles de levantar una vez derribados; c) sus caídas son muy duras; d) el uso modera sus imperfecciones, y e) por todo lo anterior, sus imperfecciones son más soportables de lo que sería su cambio. Así pues, Descartes no preconiza “derribar” las ciudades ni los Estados, y sí, en cambio, los edificios (¡y las opiniones!) particulares, lo que sólo afecta a quien los posee. Vemos que el autor también argumenta notando diferencias entre las cosas comparadas. Su argumentación tendría pues la forma: - a (los edificios), aunque no b y c (ciudades y leyes) tiene la propiedad Q (es preferible derribarlos cuando son imperfectos). - d (las opiniones) es semejante a a. ------------------------------------------------------------- - Por tanto, d también tiene la propiedad Q. Para que la argumentación resultara convincente, habría que probar que d (las opiniones) se parecen más a a (los edificios particulares) que a b y c (ciudades y estados). Y podría argumentarse que no es así. Las ciencias también son asunto público, no privado: el Estado las financia, dedica universidades a enseñarlas, etc. Por ello, quizás, Descartes avisa de que no pretende “tampoco reformar el cuerpo de las ciencias ni el orden establecido en las escuelas para enseñarlas” (p. 66), sino sólo “reformar mis propios pensamientos y edificar en un solar totalmente mío” (pp. 66-67). Y aún así reconoce que no a todos conviene esto, que hay espíritus que acertarán mejor sus pasos yendo detrás de otros guías espirituales. Si Descartes es aquí totalmente sincero, o sólo está tomando precauciones para que sus obras no sean prohibidas por peligrosas, es un tema que no podemos aquí zanjar, sólo apuntar. De semejantes precauciones está el Discurso lleno. 4ª.- Tradicionalmente se interpreta el comienzo de esta parte como la afirmación de la unificación de todos los saberes en una sola ciencia. Localiza el pasaje y explícalo. Descartes afirma explícitamente en dos famosos pasajes, pertenecientes a las Reglas para la dirección del espíritu y a los Principios de la filosofía, que todas las ciencias no son sino partes de una única ciencia o sabiduría humana. En el Discurso no
  • 7. está explicitado con la misma claridad, por lo que hay que leerlo entre líneas. Aconsejamos, pues, completar la lectura con uno de los dos pasajes que indicamos a continuación, como TEXTO COMPLEMENTARIO. A) El primero sería la Regla I de las Reglas, donde afirma: “pues no siendo todas las ciencias otra cosa que la sabiduría humana, que permanece siempre una y la misma, aunque aplicada a diferentes objetos, y no recibiendo de ellos mayor diferenciación que la que recibe la luz del sol de la variedad de las cosas que ilumina...” y concluye: “Así pues, si alguien quiere investigar seriamente la verdad de las cosas, no debe elegir una ciencia determinada, pues todas están entre sí enlazadas y dependiendo unas de otras recíprocamente; sino que piense tan sólo en acrecentar la luz natural de la razón...” (pp. 62-66 de la ed. citada en la bibliografía). La unidad de las ciencias se basa no en que todas tengan el mismo objeto, sino en que es la misma razón humana la que “contempla” o conoce los diversos objetos de cada una. Esta observación es importante, pues permite comprender por qué Descartes ha empezado precisamente el Discurso insistiendo en que “el buen sentido o razón es naturalmente igual en todos los hombres”. B) El 2º texto es la “Carta al traductor” añadida como Prefacio a los Principios del la filosofía, donde compara todas las ciencias con un árbol: “De este modo, la totalidad de la Filosofía se asemeja a un árbol, cuyas raíces son la Metafísica, el tronco es la Física, y las ramas que brotan de este tronco son todas las otras ciencias que se reducen principalmente a tres: a saber, la Medicina, la Mecánica y la Moral, entendiendo por ésta la más alta y perfecta Moral que, presuponiendo un conocimiento completo de las otras ciencias, es el último grado de la Sabiduría” (p. 15 ed. citada en bibliografía). En este texto, por medio de la analogía con el árbol, se añade a la idea de unidad de las ciencias la de su jerarquía y relación sistemática. Todas las ciencias forman un solo árbol, pero una de ellas (la Metafísica) es las raíces de ese árbol, por ende, la que sustenta a todas las demás, su fundamento; la Física es el tronco, basada en esas raíces, pero a su vez de ella saldrían, como ramas suyas, la Mecánica, Medicina y Moral, que serían aplicaciones de la Física, a la vez que su culminación. C) Volviendo a la parte II del Discurso, Descartes insinúa la unidad de las ciencias en diversos pasajes. El primero, podríamos considerarlo la analogía con el edificio. Si en los Principios nos sugería una metáfora orgánica (el árbol), ahora nos sugiere otra arquitectónica. La analogía permite sugerir que hay ciencias que sirven como cimientos de otras (en el árbol serían las raíces), y que todo el edificio debe tener unos fundamentos sólidos y unidad, un solo fin, para ser perfecto. Siendo todas las ciencias una sola, esto permite comprender por qué el autor afirma que un solo hombre “de buen sentido” puede hacerlas avanzar todas: “Y así yo pensé que las ciencias de los libros... habiéndose compuesto y aumentado poco a poco con las opiniones de varias personas diferentes, no son tan próximas a la verdad como los simples razonamientos que puede hacer naturalmente un hombre de buen sentido en lo tocante a las cosas que se presentan”. Otro pasaje es el párrafo último (p. 70), donde, sin metáforas, se nos dice que las ciencias toman sus “principios” de la Filosofía (ver comentario de esta frase en las cuestiones 10ª y 11ª). En varios pasajes se destaca, o insinúa, que la unidad de las ciencias se basa en la unidad del método con que el espíritu humano indaga las diversas cosas. Así, al final de
  • 8. la p. 67: “Incluso no quise desechar por completo ninguna de las opiniones... hasta en tanto no hubiera empleado bastante tiempo en meditar el proyecto de la obra que emprendía, y en buscar el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de que mi espíritu fuera capaz”. Más explícito es el pasaje siguiente, tras haber enunciado los 4 preceptos del método: “Esas largas cadenas de razones... me habían dado ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los hombres se siguen unas a otras de la misma manera” (p. 69). Por fin, en el último párrafo: “Pero lo que más me satisfacía de este método era que, gracias a él, estaba seguro de servirme de mi razón en todo(...) además, sentía, aplicándolo, que mi espíritu se acostumbraba a concebir más clara y distintamente sus objetos, y que, no habiéndolo sujetado a ninguna materia particular, me prometía aplicarlo tan útilmente a las dificultades de otras ciencias, como lo había hecho a la del álgebra” (p. 70, cursivas nuestras). 5ª.- Transcribe las críticas que el autor realiza a la lógica y a las matemáticas. Esta actividad exige que el alumno lea atentamente el texto y vaya transcribiendo a su cuaderno de actividades aquellos puntos del texto sobre los que creemos que el alumno debe fijar su atención. Descartes dirige a la Lógica aristotélica, con sus añadidos escolásticos, tres críticas: a.- Sólo sirve para explicar a los otros las cosas que se saben. b.- El arte de Lulio, el Ars Magna de Raimon Llull, pretendía un sistema mecánico de descubrimiento, pero sin juicio, esto es sin conocimiento. c.- La lógica no sirve para aprender aquellas cosas de las que se habla. Al respecto no hay que olvidar que, pese a que efectivamente la escolástica había derivado al abuso de razonamientos puramente dialécticos al servicio de un pseudosaber, la lógica en sí misma no aspira al conocimiento, su meta no es alcanzar la verdad, sino ser la ciencia de las normas o leyes necesarias del pensamiento bien ordenado. En este sentido ya Aristóteles había procedido a una cierta formulación en los silogismos. Esta aspiración contrasta con las pretensiones de Descartes que no sólo aspira a dirigir bien la razón, sino a alcanzar la verdad. También es cierto que el Discurso del Método no es una obra de lógica. Las matemáticas, se refiere a ellas como el “análisis de los antiguos y el álgebra de los modernos”. En dos podemos agrupar las críticas: a.- La primera crítica es la de referirse a materias muy abstractas y de no ser de ningún uso. b.- Que son muy fatigosas y que por su complejidad, un tanto artificial podemos deducir, se han vuelto confusas y oscuras en exceso, convirtiéndose más en un estorbo para el ingenio, que en una ciencia que lo cultive. Respecto a la primera crítica recordemos que Descartes tiene una concepción utilitaria de las ciencias, como podemos ver en "Parte VI (p. 94) “...podríamos emplearlos (los conocimientos científicos) del mismo modo en todos los usos apropiados, y así convertirnos como en amos de la naturaleza...” 6ª.- ¿Qué razones tiene Descartes para manifestar con tanta insistencia que su reforma no
  • 9. concierne a los asuntos públicos sino sólo a la filosofía? 1: La experiencia nos enseña que no se derriban "todas las casas de una ciudad con el único propósito de rehacerlas de otra manera y de tornar las calles más bellas". 2: Aunque "vemos que muchos mandan echar por tierra las suyas para reedificarlas y muchas veces son forzados a ello cuando están en peligro de caer y los cimientos no son muy firmes". 1 y 2 establecen una analogía a la que se hace referencia en la cuestión tercera. 3: Además, sin usar analogías, sino haciendo referencia a la propia experiencia de Descartes, un hombre que vive en plena crisis política y social (ver Introducción I, Contexto histórico), ocurre que "estos grandes cuerpos políticos son demasiado difíciles de levantar una vez derribados, o incluso de mantener cuando son sacudidos, y sus caídas no pueden ser sino muy duras". 4: Y son inmensas las dificultades "que hay en la reforma de las menores cosas que atañen a lo público". Se podría establecer ya la conclusión. Pero además, dado que, 5: "Además, en lo que concierne a sus imperfecciones, si las tienen, y la sola diversidad que hay entre ellos es suficiente para asegurar que muchos las tienen, el uso las ha, sin duda, moderado; e incluso ha evitado o corregido gradualmente muchas, a las que por prudencia no se podría atender de forma tan satisfactoria", y 6: "Y en suma, son casi siempre más soportables que lo sería su cambio, de la misma manera que los caminos reales, que serpentean entre montañas, llegan a estar tan allanados y ser tan cómodos a fuerza de ser frecuentados que es mucho mejor seguirlos que intentar ir más recto, trepando por encima de las rocas y descendiendo hasta el fondo de los precipicios". Se puede establecer la siguiente Conclusión: "no sería en verdad plausible que un particular [como Descartes] tuviese el propósito de reformar un Estado, cambiándolo todo desde los fundamentos, y derribándolo para enderezarlo; ni tampoco reformar el cuerpo de las ciencias o el orden establecido en las escuelas para enseñarlas". 7ª.- Haz un esquema de los preceptos del método. El objetivo de esta actividad es obvio, es de tal brevedad la formulación cartesiana, que consiste prácticamente en una copia. 8ª.- Explica la frase: “...no admitir jamás cosa alguna como verdadera en tanto no la conociese con evidencia que lo era.” Con esta regla comienza el primer precepto o regla del método, la denominada de la Evidencia, y en la que formula el Criterio de Verdad (véase apartado II, 2.2. "El Método", p. 40). La frase de referencia abre la puerta a la duda metódica, como método de depurar todos los conocimientos y opiniones adquiridos con anterioridad. El objetivo es encontrar verdades absolutamente ciertas, sobre las que no sea posible dudar bajo ninguna circunstancia, es decir, verdades evidentes sobre las que se pueda edificar con total seguridad el edificio del conocimiento. De ahí que en la primera regla nos defina el objetivo (la frase que comentamos) y nos prevenga contra los dos errores más frecuentes,
  • 10. la prevención y la precipitación, y finalmente nos formule el criterio de certeza. Pero además, con esta frase rompe con las formulaciones escolásticas. En la primer parte, al hablar de la filosofía nos dice que en ella no se encuentra aún ninguna cosa de la que no se dispute y por consiguiente que no sea dudosa. Para Descartes las proposiciones de la filosofía escolástica no son verdaderas, sino simplemente verosímiles y probables y, por tanto, discutibles. Lo verosímil, al igual que lo probable, es sólo aparentemente verdadero. Para Descartes estas son dos formas de falsedad. En el plano teórico Descartes sólo acepta la verdad evidente, sin grados de verosimilitud o probabilidad, por lo que todo lo demás debe ser reputado de falso y sometido a la estricta revisión de la duda metódica. Este tribunal sólo lo salvarán las proposiciones que cumplan el criterio de verdad. 9ª.- Localiza el pasaje donde Descartes se declara influido por las matemáticas y explica el papel que éstas han cumplido en la concepción de su método. El pasaje se encuentra en la p. 69, a continuación de los 4 preceptos del método: “Esas largas cadenas de razones, todas simples y fáciles, de las que los geómetras tienen costumbre de servirse para llegar a sus más difíciles demostraciones, me habían dado ocasión de imaginar que todas las cosas que pueden caer bajo el conocimiento de los hombres se siguen unas a otras de la misma manera...”. Descartes destaca de las matemáticas los siguientes puntos: a) que sólo en Matemáticas ha encontrado demostraciones. b) que en esas demostraciones se parte de principios ciertos, sin admitir como verdadero más que lo que es evidente. c) que a partir de esas evidencias se procede por deducción, formando largas cadenas de razones. d) que en esas cadenas de razones hay que guardar siempre el orden necesario, comenzando siempre por lo más simple y fácil de conocer y pasar luego a lo más complejo. e) que las matemáticas le han acostumbrado a “saciarse de verdades y a no contentarse con falsas razones”, por lo que se dedicó un tiempo a ellas como “gimnasia mental”. f) por último, en el párrafo final, manifiesta la esperanza de que, aplicando este mismo método a todas las otras ciencias, las hará progresar igualmente. En definitiva, puede considerarse que la Matemática es la ciencia modelo, pero no porque su objeto sea el más importante (pues propiamente no tiene objeto, ya que es la ciencia más general y abstracta, prescinde de toda materia, para tratar sólo las proporciones en general) sino porque al tratar lo más simple y fácil de conocer, nos proporciona el modelo de certeza: Descartes considerará verdadero sólo aquello que conciba con la misma evidencia que proporciona una demostración de geometría. 10ª.- Explica la frase: “Pero habiendo advertido que sus principios (de las ciencias) debían estar todos tomados de la filosofía...”. Por “principio” entiende Descartes una verdad evidente que sirve de base o fundamento para otras. Con esta frase viene a decir que las ciencias se sustentan sobre la Filosofía, tienen su fundamento en ella y, por tanto, para establecer la verdad en Física o Medicina, primero hay que establecer principios ciertos en Filosofía, sin los cuales el
  • 11. edificio científico estaría edificado en el aire. Para completar la respuesta, téngase en cuenta la analogía del árbol explicada en la cuestión 4ª, donde se dice que la Filosofía son las raíces del árbol. 11ª.- ¿Qué relación establece entre la Filosofía y las otras ciencias? ¿Por qué encuentra necesario el estudio de la filosofía? Para responder más detalladamente, téngase en cuanta lo dicho en las cuestiones 4ª y 10ª de esta misma parte. Recuérdese sólo que para Descartes la relación entre la Filosofía y las otras ciencias es la que hay en un árbol entre las raíces y el tronco (o en un edificio entre los cimientos y los pisos): la Filosofía sería las raíces, la que sustenta el tronco de la ciencia, proporciona los principios de los que se deducen los de las ciencias. Descartes constata, por otra parte, que la Filosofía de su época aún no había encontrado ningún principio que fuera cierto e indudable, y mientras esta situación siguiera así, ninguna ciencia verdadera podría apoyarse sobre ellos. De ahí la necesidad de dedicarse a la Filosofía para establecer unos principios indudables sobre los que asentar un edificio científico seguro. PARTE III 1ª y 2ª. 3ª.- ¿Por qué llama "provisional" a su moral? Explica la analogía en que se apoya. Podemos entender provisional, siguiendo de cerca el Diccionario de la Academia, como dispuesto o mandado interinamente, esto es, que sirve por algún tiempo supliendo la falta, en este caso de una moral que pudiese considerarse definitiva. Significado que concuerda con el contenido de la nota 4: "una Moral imperfecta de la que hemos de proveernos mientras no se llegue a conocer una mejor". "Provisión" significa: en attendant, Furetière, Dictionnaire universel (1690), citado por Gilson en su Comentario, que coincide con la traducción latina "ad tempus". La necesidad de una moral provisional aparece ahora, en el momento en que Descartes piensa ejercitar su método y como persona tiene que seguir actuando en la vida social, por lo que respecto de las acciones no puede permanecer irresoluto. Aparece ahora con ese carácter provisional dado que la razón no la ha garantizado, aunque pudiera considerarse como definitiva en otro momento posterior. Cuando alguien desea construirse una nueva casa debe tomar varias medidas; desde luego establecerse en un lugar cómodo donde residir el tiempo que duren las obras. Así Descartes empeñado en construir un nuevo edificio intelectual, debe buscar acomodo vital, que le permita centrar toda su atención en la tarea de construcción y no le aumente innecesariamente los problemas; en caso de dejar en suspenso también la moral es previsible que, dada la necesidad de actuar por el mero hecho de vivir, le apareciesen muchos problemas, no sólo intelectuales sino sociopolíticos, que le producirían trastornos, incomodidades, que actuarían en menoscabo de su reforma intelectual. Es necesario mantener una moral provisional: un acomodo moral en tanto realiza su inmensa obra. No todos los comentaristas están de acuerdo con esta explicación muy extendida;
  • 12. resulta fácilmente accesible el escrito de presentación del profesor Quintás a su versión del Discurso, ed. Alianza, en el que hace un comentario en torno a la interpretación de la "moral provisional". 4ª.- Reconstruye el argumento que justifica la adopción de la moral provisional. 1: La razón obliga a suspender el juicio. 2: Si esta suspensión abarcase también el plano moral obligaría a no actuar. 3: No actuar resulta imposible. Conclusión: Así que la suspensión no debe abarcar el plano moral, o lo que es lo mismo: se debe mantener una moral en tanto no se alcance una definitiva de acuerdo con la nueva construcción que ahora comienza: una moral provisional. Es conveniente, también, reconocer la fuerza argumentativa que tiene la analogía tratada en la cuestión anterior. 5ª.- Explica la finalidad de la moral provisional. Al mantener una moral, aunque sea provisional, se permite la acción, especialmente en la medida en que, como mantiene Descartes en su primera máxima, se acepten "las leyes y las costumbres de mi país, conservando con constancia la religión en la que Dios me ha concedido la gracia de ser instruido desde mi infancia, y rigiéndome en todo lo demás con arreglo a las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso que fuesen comúnmente aprobadas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir". También se evitan problemas que en las circunstancias sociales y políticas del momento podían llegar a ser muy graves (ver Introducción, I, Contexto histórico). 6ª.- ¿Qué razones da Descartes para mantener que no es posible suspender el obrar? ¿Qué opinas al respecto? No aparecen explícitas en el texto; se recurre aquí a la experiencia compartida por la práctica totalidad de los occidentales que conciben la vida como obligatoria y necesariamente activa. 7ª.- ¿Cómo argumenta que hay que fiarse más de lo que los hombres hacen que de lo que dicen? Recordemos que Descartes piensa regirse "con arreglo a las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso que fuesen comúnmente aprobadas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. Pues, comenzando ya a no contar para nada con las mías propias [las de Descartes], a causa de que quería someterlas todas a nuevo examen, estaba seguro de no poder hacer nada mejor que seguir las de los más sensatos". Las justificaciones de "para saber cuáles eran verdaderamente sus opiniones, debía estar atento más bien a lo que practicaban que a lo que decían" son las siguientes: 1: "Dada la corrupción de nuestras costumbres hay pocas personas que deseen decir todo lo que creen". 2: "Muchas lo ignoran ellas mismas lo que creen". Y de esto último da también una justificación: "pues el acto del pensamiento por el cual uno cree una cosa, al ser diferente de aquel por el cual uno conoce que se la cree,
  • 13. se halla a menudo el uno sin el otro". De modo que preguntadas estas personas no sabrían dar razón, no sabrían decir. 8ª.- Comenta la frase: “(las opiniones)... que fuesen comúnmente aceptadas por los más sensatos...” ¿Crees que para Descartes el que los más sensatos practiquen una norma moral ya es criterio para afirmar su bondad? ¿Cuáles son las razones que da para tomar esta decisión? Descartes se provee de una moral provisional mientras procede a la revisión teórica, moral que le resulta necesaria para no permanecer irresoluto en sus acciones y para procurar vivir lo más felizmente que pudiera. Es pues, una segunda vivienda segura mientras reforma desde los cimientos la otra, la de la razón teórica. En el terreno de la filosofía práctica, Descartes no busca la verdad, al menos por ahora, y como él mismo nos dice, opta por obedecer las leyes del país, la religión y las normas morales de los más sensatos de sus conciudadanos. Es una moral de conformismo, de adaptación al entorno. Pero es además lo más razonable mientras no se tenga nada que sea verdaderamente cierto. Mientras en el análisis teórico sólo se aceptará como verdadero lo evidente, porque mientras se llega a esa verdad se puede vivir en la duda, en el terreno de la moral eso no es posible, pues se ha de vivir cada día, tomar decisiones y actuar, y esto no admite dilaciones ni suspensiones de juicio y por tanto de acción, cosa sólo posible en el nivel teórico. Se puede contestar a las preguntas de forma breve: la práctica de los más sensatos no es garantía de la bondad de una norma moral, pero en la incertidumbre es lo más aconsejable. Nos da dos razones: a.- Ausencia de razones propias para apoyar sus normas. b.- Toma de modelo a sus vecinos, con los que ha de convivir. 9ª.- ¿Cómo argumenta que hay que seguir las opiniones más moderadas? Aristóteles defiende la tesis del "término medio" en moral. Busca información al respecto y relaciona ambas posturas. "Y entre varias opiniones igualmente aprobadas, no escogía sino las más moderadas". Da dos razones: 1: "Porque son siempre las más cómodas para la práctica, y verosímilmente las mejores, ya que todo exceso suele ser malo". 2: "A fin de desviarme menos del verdadero camino, en caso de que fallase, si, habiendo escogido uno de los extremos, hubiese sido el otro el que debiera seguirse". 9ª bis.- Explica la frase “Tomar como un exceso todas las promesas por las que se cercena algo de la propia libertad”. La frase quiere decir que para Descartes es una imprudencia adquirir compromisos tan fuertes que te impidan cambiar de voluntad en el futuro. Parece estar pensando en los votos religiosos, como el de pobreza, castidad, etc., que se realizan al ingresar en un convento, y que posteriormente el individuo puede verse incapaz de cumplir sin infelicidad. También parece pensar en los contratos que los hombres realizan en sociedad y que obligan a cumplir en el futuro lo que ya no se tiene ganas (o no es prudente en las nuevas circunstancias) de realizar.
  • 14. 10ª.- ¿Cómo argumenta su negativa a realizar promesas? En su argumentación, Descartes distingue las promesas cuando son hechas para realizar a) un designio bueno. b) un designio indiferente, y c) un designio malo, o que ha cesado de ser bueno (o de ser estimado bueno) al menos. En el caso a) Descartes no desaprueba que haya leyes que obliguen a cumplir la promesa dada. En el caso b) tampoco lo desaprueba: aquí es donde coloca los contratos que se firman en el comercio y que hay que cumplir para que haya sociedad. Es en el caso c), es decir, cuando un designio que en principio parecía bueno y luego se ha visto que no lo es, donde Descartes considera prudente evitar hacer promesas que te comprometan. Obsérvese que da 2 razones para evitar las promesas en este caso c), fácilmente detectables pues en el texto hay dos “porque...”: 1) “porque no veía en el mundo ninguna cosa que permaneciese en el mismo estado”, es decir, lo que hoy es bueno puede no serlo mañana, cuando las circunstancias han cambiado y, por tanto, lo prudente es hacer algo distinto de lo prometido; y 2) “porque... me proponía perfeccionar más y más mis juicios... hubiese creído cometer una grave falta contra el buen sentido si, al aprobar por entonces alguna cosa, me hubiese obligado a tomarla por buena también después... cuando hubiese cesado de estimarla como tal” (p. 71). La diferencia entre las dos razones es que, en el primer caso, una cosa que es buena puede cambiar y dejar de serlo; en el segundo caso, es el espíritu que juzga el que deja de estimarla como buena, independientemente de que ella haya o no cambiado. (Puede ilustrarse esto al alumno proponiéndole como ejemplo el argumento de El mercader de Venecia, de Shakespeare: el noble cristiano Antonio acude al judío Shylock para que le preste dinero. Éste accede, con la condición de que si no le es devuelto el dinero en el plazo previsto él podrá, como indemnización, cortar una libra de carne de la parte del cuerpo de Antonio que le plazca. Antonio firma el contrato, confiado en poder pagar a tiempo, pero las adversas circunstancias hacen que se arruine, no pueda pagar y se encuentra con que el judío le reclama la indemnización estipulada. El tribunal no tiene otro remedio que fallar a favor del judío). 11ª.- Reconstruye el argumento que justifica la 2ª máxima. En primer lugar, Descartes construye una metáfora, que toma su fuerza de la experiencia cotidiana: perdidos, es siempre mejor andar en una sola dirección que cambiar frecuentemente, aunque no tengamos buenas razones para escoger mejor una dirección que otra; pues los viajero perdidos, "si no llegan precisamente a donde desean, al menos acabarán por llegar finalmente a alguna parte, en donde probablemente estarán mejor que en medio de un bosque". Vinculada con la metáfora ("y así") aparecen las justificaciones: 1: "Puesto que a menudo las acciones de la vida no admiten ninguna demora, es una verdad muy cierta que, cuando no está en nuestro poder discernir las mejores opiniones, debemos seguir las más probables". 2: "Aunque no advirtamos más probabilidad en unas que en otras, debemos, sin embargo, decidirnos por algunas, y considerarlas después no como dudosas, en cuanto que se refieren a la práctica, sino como muy verdaderas y muy ciertas, porque la razón que nos ha determinado a seguirlas se descubre como tal". De donde se sigue la validez de la segunda máxima: "ser en mis acciones lo más
  • 15. firme y lo más resuelto que pudiese, y no seguir con menos constancia las opiniones más dudosas, una vez que me hubiese determinado, que si hubiesen sido muy seguras". Que aún queda reforzada dada la consecuencia deseable que menciona: "y esto tuvo el poder de librarme desde entonces de todos los arrepentimientos y remordimientos que suelen agitar las conciencias de esos espíritus débiles y vacilantes que, sin constancia, se dejan arrastrar a practicar como buenas las cosas que después juzgan malas". 12ª.- Explica la frase del párrafo 3º: “... y considerarlas (las acciones) después no como dudosas... nos ha determinado a seguirlas se descubre como tal”. Esta afirmación es lógica dentro de la moral provisional, y es consecuencia directa de la 2ª máxima. En su formulación nos dice que seguirá con la misma perseverancia las opiniones más dudosas como las más seguras, una vez que se ha determinado a ello. Las razones las expone con claridad, las acciones de la vida no admiten dilaciones, por lo que nos ha de bastar con las razones que tengamos en ese momento para decidirnos y seguir con ellas como si fueran las más verdaderas, de hecho lo son para nosotros, pues nos inclinamos por aquellas sobre las que tenemos más sólidas razones para considerarlas verdaderas. Esta medida nos sustraerá de los arrepentimientos y remordimientos, que es como dar vueltas por el bosque sin decidirse por ninguna dirección determinada, sino corrigiendo a cada paso el camino, lo cual es lo propio de los espíritus débiles y vacilantes. Es una moral de la buena conciencia, hacemos aquello que la razón nos dice que es lo mejor, aunque sepamos que no poseemos todos los elementos o razones para llegar a ese juicio sin posibilidades de error, pero debemos actuar así porque en la vida práctica las decisiones no admiten ni suspensiones ni dilaciones. En suma, hemos hecho lo mejor que podíamos en las circunstancias en que nos encontrábamos, los arrepentimientos y remordimientos sólo pueden contribuir a desorientarnos de nuevo. 13ª.- ¿ Tiene la misma finalidad la suspensión del juicio en la duda teórica que la falta de resolución en el obrar moral? Tienen una finalidad claramente diferente. En el campo de la teoría la suspensión del juicio es posible y aconsejable para poder encontrar la verdad. Pero en la moral no podemos permanecer en la indecisión. No se puede permanecer sin obrar en la vida diaria, y más teniendo en cuenta las propias urgencias de la vida cotidiana. Es necesario, por tanto, dar una solución de urgencia en las decisiones vitales, y esta es la finalidad de la moral provisional. 14ª.- ¿Tiene el mismo sentido la duda teórica que la moral provisional? Otra forma de plantear el problema de las dos preguntas anteriores. Se puede contestar mediante ellas: al no ser posible mantenernos en suspenso en el obrar, es necesario, como solución de urgencia, acogernos a una moral provisional. Moral que, al carecerse de guía plenamente fiable, es preferible tomar, hasta que pueda ser revisada, del lugar donde vivamos y en la forma más moderada. La duda teórica busca eliminar todo lo conocido y todas las opiniones y revisarlas para encontrar una verdad que esté a salvo de toda duda. 15ª.- a) Descartes parece defender la tesis de que es suficiente juzgar bien, dentro de las
  • 16. posibilidades, para darse por satisfecho con el obrar que se deriva de ese juicio. Según esto contesta a la siguiente pregunta y justifica tu respuesta: ¿Por qué afirma conformarse en la moral con lo probable mientras que en la teoría sólo acepta lo indudable? b) Parece también estar en contra del principio que exige admitir como verdadero sólo lo evidente, incluso admite la necesidad de seguir lo que tan sólo es probable. ¿Cómo se resuelve esta aparente contradicción? Consultar respuestas a cuestiones 13, 14. (Descartes p. 72). 16ª.- Según se deriva de la 2ª máxima, ¿en qué consiste y cómo se consigue la paz de conciencia? La paz de conciencia consiste en la certeza sobre la bondad de las propias acciones, y se consigue considerando que nuestras decisiones han sido tomadas basándonos en las mejores razones que teníamos en el momento, debiéndose, a partir de ahí, perseverar en ese obrar dictado por la razón, como si nuestras acciones fuesen absolutamente buenas aunque en un principio fuesen dudosas. De esta manera evitaremos el arrepentimiento y el remordimiento. 17ª.- Explica la frase: “... procurar siempre vencerme a mí mismo, antes que a la fortuna y modificar mis deseos antes que el orden del mundo...”. La frase quiere decir que hay que saber dominar los propios deseos y renunciar a ellos si su satisfacción es imposible, para no sentirse apesadumbrado o frustrado por no haberlos podido satisfacer. Esta doctrina es típica del estoicismo, según el cual todo lo que acontece es resultado de un orden universal (o destino, o providencia, según los autores) y por tanto no puede ser alterado. Si nuestros deseos van contra el orden del mundo no podrán ser satisfechos, por lo que haremos bien renunciando a ellos sin lamentaciones. (Véase también respuesta a la cuestión 2ª de la Parte II). 18ª.- Explica la frase popular: “convertir la necesidad en virtud”. Esta frase proverbial tiene aproximadamente el mismo sentido que la anterior. Indica que la serenidad se alcanza aceptando lo que nos ocurre de manera necesaria, pues no habríamos podido evitarlo, y si nos lamentamos de ello tendremos dos desgracias en vez de una: la de que nos haya sobrevenido (lo que era inevitable) y la de sentirnos desgraciados por ello (que sí habríamos podido evitar). El propio Descartes pone como ejemplo que, así como no nos sentimos desgraciados por no tener alas como los pájaros o cuerpos de materia incorruptible como el diamante, así tampoco deberíamos sentirnos desgraciados por no haber nacido emperador de la China o por estar enfermos. También es doctrina de los estoicos, y la podemos encontrar mil veces repetida en estos autores. Por ejemplo, el capítulo VIII del Enquiridión (Manual) de Epicteto dice así: “No pretendas que lo que sucede suceda como quieres, sino quiérelo tal como sucede, y te irá bien”. (Puede ser provechoso hacer al alumnado la siguiente reflexión para actualizar el problema: la ciencia, con sus avances técnicos, ¿no está ampliando ilimitadamente el ámbito de lo que cabe dentro de la elección humana y disminuyendo cada vez más lo que nos sobreviene de manera necesaria? El ejemplo de algo imposible que pone Descartes ha quedado obsoleto: con los aviones ya podemos volar. Consideremos, por ejemplo, las
  • 17. técnicas de reproducción asistida: hoy, que ya pueden tener hijos las mujeres antes condenadas a la esterilidad, que se pueden elegir hijos “a la carta”, y un largo etcétera, ¿estamos dejando anticuada la doctrina estoica de aceptar lo necesario? La ciencia, ¿está ampliando ilimitadamente la libertad humana? ¿Es el estoicismo, como se ha dicho, una moral “para tiempos duros”? Dejamos estas cuestiones en interrogación para suscitar un debate entre el alumnado, si se cree conveniente). 19ª.- Según la máxima 3ª, ¿en qué consiste la felicidad? La felicidad puede conseguirse conformándonos con las circunstancias, procurando cambiarnos nosotros, esto es, nuestros deseos, antes que intentar cambiar el mundo, lo cual resulta mucho más difícil o imposible. Esta tercera máxima está influenciada por el estoicismo y, en concreto, por Epicteto, para el cual lo único que está realmente en nuestro poder son nuestros pensamientos. Los bienes exteriores, como la fortuna, son volubles. Si ciframos nuestra felicidad en ellos, esta nunca dependerá de nosotros. Por el contrario, si gobernamos nuestros pensamientos conseguiremos la felicidad, y el argumento que ha de convencernos es que todo aquello que no hemos conseguido después de obrar lo mejor que hemos podido, es imposible, y por tanto inútil el desearlo. La felicidad, en suma, depende del buen gobierno de nuestros pensamientos y consiste en conformarnos con nuestros bienes y no desear más que aquello que podemos alcanzar. 20ª.- Explica la frase: “ ...Pues no tendiendo naturalmente nuestra voluntad a desear sino las cosas que nuestro entendimiento le represente de alguna manera como posible...”. Esta frase se enmarca en la propuesta estoica de la tercera máxima de la moral y completa las frases analizadas con anterioridad y la de la actividad 21. La propuesta general que nos hace es el control de nuestros deseos por medio de nuestros pensamientos, pues es lo único de lo que realmente podemos ser dueños. El control de nuestros deseos debe realizarse mediante la razón. Es esta la que debe mostrarnos lo que está a nuestro alcance y aquello que de ninguna manera depende de nosotros, como el ser rey de la China. Tras haber obrado lo mejor que hemos podido en lo tocante a las cosas exteriores, debemos entender que todo lo que no hemos podido conseguir es para nosotros absolutamente imposible y, por tanto, todo esfuerzo es baldío. Cifrar la felicidad en la satisfacción de todos los deseos es caer en una cadena sin fin, pues el deseo no tiene límites ni comprensión de la realidad, y el no saber determinar qué es lo posible y qué lo imposible para nosotros es cargarnos de insatisfacciones y amarguras. El entendimiento es el encargado de enseñarnos esta distinción entre las cosas exteriores, y de ella se derivará la aceptación tranquila de la realidad. 21ª.- Explica la frase: “...nada estaba en su poder sino sus pensamientos...”. Esta frase complementa las analizadas en las cuestiones 17ª y 18ª. Indica que para saber regular nuestros deseos hemos de limitarnos a desear lo que depende de nosotros y no lo que no depende de nosotros o no está en nuestra mano. Pero previamente hay que saber distinguir qué cosas están en nuestro poder y qué cosas no están en nuestro poder. Y se afirma que sólo están completamente en nuestro poder nuestros pensamientos, es decir, los juicios, opiniones o estimaciones que hacemos sobre los hechos que nos acaecen.
  • 18. De acuerdo con esto, pues, el que un hecho (nos) ocurra o no, puede no estar completamente en nuestra mano, pero sí lo está qué opinemos, pensemos o sintamos sobre ese hecho. Así, por ejemplo, si he perdido un brazo porque una serie de circunstancias adversas inevitables se han juntado (me han herido en él, había malas condiciones de salubridad en el lugar en que me han herido, se me ha gangrenado, han tenido que amputármelo para evitar males mayores, etc.), evitar esto no estaba en mi poder. Pero sí lo está lo que pienso o siento por haberlo perdido: sentirme desgraciado, o no sentirme así por considerar que puedo seguir haciendo vida normal, que he escapado a la muerte, etc. Es también doctrina típica de los estoicos. Epicteto la repite literalmente en su Enquiridión, capítulo V: “Lo que turba a los hombres no son los sucesos, sino las opiniones acerca de los sucesos. Por ejemplo, la muerte no es nada terrible, pues, de serlo, también se lo habría parecido a Sócrates; sino la opinión de que la muerte es terrible, ¡eso es lo terrible! Cuando, pues, nos hallemos incómodos o nos turbemos o aflijamos, nunca echemos a otro la culpa, sino a nosotros mismos, esto es, a nuestras propias opiniones”. 22ª.- Reconstruye en forma de esquema el argumento que sostiene la tercera máxima. 1: "No tendiendo naturalmente nuestra voluntad a desear sino las cosas que nuestro entendimiento le representa de alguna manera como posibles, es seguro que, si consideramos todos los bienes que están fuera de nosotros como igualmente alejados de nuestro poder, no tendremos ningún pesar por carecer de los que parecen debidos a nuestro nacimiento, cuando nos veamos privados de ellos sin culpa nuestra". 2: Que queda reforzado por este enunciado de sentido común: "como no lo tenemos por no poseer los reinos de la China o de Méjico". 3: "Y haciendo, como suele decirse, de la necesidad virtud, no sentiremos mayores deseos de estar sanos, estando enfermos, o de estar libres, estando en prisión, de los que ahora sentimos de tener cuerpos de una materia tan poco corruptible como los diamantes o alas para volar como los pájaros". Este último enunciado no parece muy atractivo para muchas personas, por lo que recurrirá a la autoridad de los filósofos estoicos después de advertir que "es necesario un largo ejercicio y una meditación frecuentemente reiterada para acostumbrarse a mirar con este sesgo todas las cosas". 4: El apoyo en los estoicos es el siguiente: "creo que es principalmente en esto en lo que consistía el secreto de aquellos filósofos, que pudieron en otro tiempo sustraerse al imperio de la fortuna y, a pesar de los sufrimientos y la pobreza, rivalizar en felicidad con sus dioses. Pues, ocupándose sin descanso en considerar los límites que les estaban prescritos por la naturaleza, se persuadían tan perfectamente de que nada estaba en su poder sino sus pensamientos, que esto solo era suficiente para impedirles tener algún afecto hacia otras cosas; y disponían de esos pensamientos tan absolutamente, que tenían en esto alguna razón para considerarse más ricos y más poderosos y más libres y más felices que cualquiera de los otros hombres que, no teniendo esta filosofía, por mucho que les haya favorecido la naturaleza y la fortuna, no disponen jamás, como aquellos, de todo lo que quieren". Por lo que afirma su tercera máxima, aunque tal vez la justificación más fuerte sea la primera.
  • 19. 23ª.- En la 3ª máxima se nos dice que es necesario un fuerte ejercicio de la voluntad; relee el capítulo III del libro y explica la teoría cartesiana de la libertad. La respuesta se encuentra en p. 54, apartado 5.3. 24ª.- ¿Qué razones aduce Descartes para adoptar sus máximas? 1: Al principio de esta tercera parte ya nos proporciona alguna razón: "Y en fin, como no es bastante, antes de comenzar a reconstruir el alojamiento que se habita, con derribarlo y hacer provisión de materiales y arquitectos, o ejercitarse uno mismo en la arquitectura y además de esto haber trazado cuidadosamente el diseño, sino que también hay que haberse provisto de alguna otra habitación, en donde se pueda estar alojado cómodamente durante el tiempo en que se trabajará; así, a fin de no permanecer irresoluto en mis acciones, mientras la razón me obligara a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir desde ese momento lo más felizmente que pudiese, hice mía una moral provisional que no consistía sino en tres o cuatro máximas, de la que quiero gustosamente haceros partícipes". (Ver contestaciones a las preguntas 3, 4 y 5). 2: También pueden localizarse algunas razones en el párrafo antepenúltimo, que indican las consecuencias beneficiosas que se siguen del hecho de adoptar esas máximas; la central es la siguiente: "las tres máximas precedentes no estaban fundadas sino sobre el propósito que tenía de continuar instruyéndome; pues habiéndonos dado Dios a cada uno alguna luz para distinguir lo verdadero de lo falso, no hubiese creído que debía contentarme con las opiniones de los demás un solo momento, de no haberme propuesto emplear mi propio juicio para examinarlas cuando fuera el tiempo; y no hubiese podido librarme de todo escrúpulo, al seguirlas, si no hubiese esperado no perder por ello ninguna ocasión de encontrar mejores, caso de que las hubiese". 25ª.- Haz un esquema de las 3 máximas y pon un título a cada una de ellas. Primeramente, puede discutirse si las máximas son 3 ó 4. En el primer párrafo (p. 71) Descartes anuncia una “moral provisional que no consistía más que en tres o cuatro máximas”. Él mismo, pues, no decide tajantemente si las máximas son 3 ó 4. A continuación, las enumera: “la primera...”, (párrafo 2º, p. 71); “mi segunda máxima...” (párrafo 3º, p. 72); “mi tercera máxima...” (párrafo 4º, p. 72). Tras enumerar estas tres, no aparece la expresión “mi cuarta máxima”, pero el párrafo 5º comienza : “en fin, como conclusión de esta moral...”, que parece equivaler a un “y por último...”, por lo que parece haber una cuarta máxima, de la que además afirma Descartes que las 3 anteriores se fundan en ella. El párrafo 6º comienza “Después de así haberme afirmado en estas máximas...”, lo que indica que Descartes ha dado por concluida la exposición de sus máximas. Todo ello nos lleva a sostener que el párrafo 5º está dedicado a una 4ª máxima, pero que tiene una posición especial, pues es como el fundamento de las otras tres. Analizamos a continuación cada una de ellas por separado. A) La primera máxima reúne aparentemente consideraciones diversas, pero una lectura atenta revela que todas estas consideraciones giran en torno a un concepto clave: el de "moderación" Su esquema podría ser: —MODERACIÓN— 1.- Por una parte, en lo que respecta a lo que está reglado, consiste en seguir las
  • 20. normas (leyes, costumbres, religión) de mi país. 2.- Por otra parte, en lo que cae bajo la libertad personal, consiste en seguir las opiniones moderadas y evitar los excesos. 2.1. Seguir las opiniones de los más sensatos. a) Se trata de los sensatos con quienes hemos de convivir. b) y fijándose más en lo que hacen que en lo que dicen. 2.2. Si los sensatos aprueban varias opiniones, seguir la menos “excesiva”. 2.3. Considerar un exceso las promesas que impiden cambiar de voluntad. a) pues nada permanece en el mismo estado. b) al perfeccionar mi juicio, lo que hoy me parece bueno podría parecerme mañana malo. B) La segunda máxima gira en torno al concepto de "constancia", que podría ser su título (o un sinónimo, como "firmeza", "resolución", etc.). Esquema: —CONSTANCIA— 1.- Consiste en seguir con firmeza aun las opiniones dudosas. a) porque así al menos se llegará a algún sitio y no permaneceremos irresolutos. 2.- Seguir con firmeza las opiniones más probables. a) porque las acciones no admiten demora y muchas veces no hay tiempo para discernir las mejores, sólo las más probables. 3.- Eliminar arrepentimientos y remordimientos por lo realizado, que sólo angustian la conciencia. C) La tercera máxima gira en torno al "dominio"o "regulación de los deseos", que era para Descartes “la principal utilidad de la moral” (véase respuesta a la cuestión 2ª de la Parte II). Su título podría ser éste o uno equivalente. Aquí un esquema es, sin embargo, más discutible, pues casi todas las recomendaciones de Descartes vienen a parar a lo mismo, no desear excesivamente lo que no depende de nosotros alcanzar, dicho con palabras más o menos diferentes. Destacamos, pues, sólo las frases que parecen aportar matices diferentes, estableciendo el símbolo de igualdad entre aquellas que parecen tener el mismo significado: —DOMINIO DE LOS DESEOS— 1.- Vencerse a sí mismo antes que a la fortuna = modificar mis deseos antes que el orden del mundo. 2.- Para ello, distinguir qué cosas están en nuestro poder y qué cosas no lo están. a) nada está enteramente en nuestro poder salvo nuestros pensamientos. b) las cosas exteriores no dependen de nosotros. c) Por tanto, no deseemos lo imposible, lo que no depende de nosotros = hacer de necesidad virtud. 3.- Así se alcanza el contento = satisfacción = felicidad. D) En cuanto a la discutida 4ª máxima, encontramos que la frase que más se asemeja a la formulación de una máxima es: “emplear toda mi vida en cultivar la razón” (p. 73), por lo que su título y esquema podría ser uno como éste: —CULTIVO DE LA RAZÓN— 1.- Porque el conocimiento es fuente de satisfacciones gratas e inocentes.
  • 21. 2.- Porque las 3 máximas anteriores están fundadas en ella. 2.1.- pues con la razón examinaremos, cuando sea oportuno, las opiniones ajenas que seguimos. 2.2.- el propósito de examinarlas con la razón es lo que nos libra de remordimientos al seguirlas. 2.3.- que nuestra razón juzgue buena o mala una cosa hace que nuestra voluntad la persiga o la rehúya y así se regulan nuestros deseos. 26ª.- Explica la frase final del 5º párrafo:”...es suficiente juzgar bien para obrar bien... estar contento”. Contesta, además a las siguientes preguntas: a) ¿Puede calificarse la moral cartesiana de intelectualismo moral? Relaciónalo con el intelectualismo moral de Sócrates y Platón, si los conoces. b) ¿Es posible ver que algo es lo mejor pero hacer lo peor? Para entender la frase hay primero que tener en cuenta el contexto en que se encuentra. Descartes pretende probar que las 3 máximas anteriores están basadas en el cultivo de la razón. Pues bien, por medio de esta frase pretende mostrar que el desarrollo de la razón y adquisición de conocimientos sirve de fundamento en concreto a la 3ª máxima, consistente en regular o dominar nuestros deseos. Según Descartes la razón nos ayudará a regular nuestros deseos porque al conocer una cosa se nos aparecerá como buena o como mala, conveniente o inconveniente, y esto determinará a nuestra voluntad a quererla o rehuirla; por ello, cuanto mejor juzguemos sobre una cosa, más correctamente actuaremos, lograremos los bienes que realmente debemos apetecer y alcanzaremos el contento o felicidad. a) Es tradicional, efectivamente, calificar esta doctrina de “intelectualismo moral”, del que Sócrates y Platón son los más afamados precedentes. Según ellos, para actuar bien y justamente, primeramente hay que conocer qué es el Bien y la Justicia, de manera que la primera virtud es el Conocimiento, pues sin ella no se dan las demás. Según Sócrates, además, el que actúa mal no es exactamente por maldad, sino por ignorancia, porque parte de un concepto o definición equivocado del bien, y así buscando el bien hace el mal. b) Efectivamente, suele objetarse a esta doctrina que quien hace el mal lo hace, no por ignorancia, sino por mala voluntad, o por falta de voluntad para hacer el bien. No bastaría por ello conocer el bien para hacerlo. Suelen citarse las famosas palabras de Ovidio para ilustrar esta objeción: “Video meliora, proboque; deteriora sequor” (“veo lo mejor y lo apruebo; pero sigo lo peor”). Descartes explicaría esta situación admitiendo que las pasiones (que son involuntarias, fruto de la influencia del cuerpo sobre el alma, y por tanto inextirpables de ese ser dual que es el hombre) nos llevan a hacer lo incorrecto cuando son intensas, pero que el alma puede fortalecer su voluntad y adquirir control sobre las pasiones tomándose un tiempo para pensar, sin actuar inmediatamente que la pasión se presenta, cuando más intensa es, y repasando las razones que aconsejan acciones contrarias a las que la pasión arrastra. Así, por ejemplo, si la vista del enemigo despierta en nosotros inmediatamente la pasión del miedo, y éste nos incita a huir, podemos vencerlo dándonos tiempo a pensar y considerar las razones que aconsejan lo contrario de la huida: que el número de enemigos no es tan grande para considerarlo tan peligroso, que siempre se está más seguro defendiéndose que huyendo, que se tendrá la gloria y el júbilo de vencer mientras que de
  • 22. huir se padecerá vergüenza y deshonor, etc. De manera que nuestro entendimiento y voluntad conservan control sobre las pasiones. (Este tema es desarrollado con mayor amplitud en el Tratado de las pasiones, artículos 45-49 y artículo 211, que pueden ser utilizados por el profesor como TEXTOS COMPLEMENTARIOS si lo considera oportuno). 27ª.- ¿Sabrías indicar los elementos de la moral estoica que hay presentes en la moral cartesiana? Los ingredientes estoicos son abundantes en la moral cartesiana. De hecho, en el Renacimiento se había producido un “neoestoicismo” bastante generalizado, sobre todo gracias a las reediciones de Séneca y Epicteto por parte del holandés Justo Lipsius. Destacaríamos: 1.- La máxima de la moderación. Ésta es un ideal no sólo estoico, sino de la ética griega en general, pero también de la estoica, pues ésta es en muchos aspectos una culminación sincrética en la que vinieron a parar diversos elementos griegos tradicionales. Recuérdese que ya a los Siete Sabios de la Grecia del período preclásico se les atribuían máximas como “Nada en exceso” o “La medida [mesura) es lo mejor”, y que el “Nada en exceso” estaba grabado en los muros del templo de Apolo en Delfos, como aquel “Conócete a ti mismo” que Sócrates adoptó como lema. La doctrina aristotélica del “término medio” no es sino una reformulación del tradicional ideal griego de la moderación. 2.- La constancia también es una virtud básica para Zenón, Séneca, etc. Especialmente este último, quien continuamente compara la vida humana con una lucha en la que hay que mostrar virilidad y firmeza, no desánimo o decaimiento o blandura. 3.- La idea de que el sabio, al conocer el orden del mundo, comprende y acepta que las cosas son necesarias, y por tanto no desea lo imposible. Ese orden del mundo es conceptualizado, sin embargo, en el estoicismo cristiano, no como un “Destino” sino como una “Providencia”. 4.- La 3ª máxima, derivada de lo anterior, la del dominio de los deseos es la más típicamente estoica, incluso en sus formulaciones literales. “Vencerme a mí mismo antes que a la fortuna”, “nada está en nuestro poder salvo nuestros pensamientos”, “considerar los límites que me están prescritos por la naturaleza”, etc., son frases fáciles de hallar entre los estoicos, especialmente Séneca, Epicteto o Marco Aurelio. 5.- Finalmente, observamos que la ética de Descartes también persigue la felicidad (o el “contento” o la “satisfacción”, que son una “felicidad en tono menor”). Por ejemplo, en las pp. 71, 72 y 73 hallamos abundantes expresione____