El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo XXI - Hugo Fazio vengoa
1. EL ATAQUE A LAS TORRES Y EL
DRAMÁTICO INICIO DEL SIGLO XXI
Hugo Fazio Vengoa*
El artículo analiza los ataques del 11 de septiembre buscando redimensionar el
evento como un punto importante en la evolución del sistema internacional. Para
ello, el autor estudia las razones que pudieron motivar el atentado y contempla las
consecuencias que generará en el orden internacional no solo el suceso en sí, sino
las acciones emprendidas como reacción a éste. Se evalúan también las diversas
facetas en la posición asumida por Estados Unidos desde el momento de la arreme-tida
terrorista, evidenciando los cambios en su política exterior así como las
implicaciones de estas transformaciones en las agendas exteriores de otros países.
Finalmente, el autor sugiere el advenimiento de importantes transformaciones en
el papel del estado, la seguridad, el desarrollo económico internacional y el proceso
de globalización, a la vez que plantea una oportunidad para que el papel de la
comunidad internacional sea más positivo y cambie el actual escenario de odio y
miedo que caracteriza a la nueva cruzada contra el terrorismo.
Palabras clave: 11 de septiembre/ terrorismo/ Estados Unidos/ sistema internacio-nal.
This article analyzes the terrorist attacks of September 11 in relation to the evolution of the
international system. The author discusses the motivations behind the attacks, as well as
evaluating their consequences and those of the international acions designed to counteract
this threat, for the international system. The distinct postures adopted by the United
States in light of the events of September 11, and the implications of shifts in U.S. foreign
policy orientations for the foreign policies of other countries are also studied. Finally, the
author highlights the onset of significant transformations in the role of the state, concep-tions
of security, international economic development and the globalization process, while
identifying new opportunities for a more positive role on the part of the international
community in modifying current sentiments of polarization and fear that charaderize the
global crusade against terrorism.
Keywords: September 11/ terrorism/ United States/ international system.
Una de las más interesantes disquisiciones en que la historia se acelera y el movimiento
que nos ha legado la evolución de la disci- entra en una etapa de desarrollo vertigino-plina
histórica durante el siglo XX es la idea so. Una de estas etapas la vivimos a finales
de que el tiempo de la historia transcurre a de la década de los años ochenta con la caí-un
ritmo diferente a la secuencia temporal da del muro de Berlín, acontecimiento que
que reviste el calendario. Así como hay pe- puso fin a la división del mundo en Este y
ríodos en los cuales el tiempo pareciera Oeste, dio término al ordenamiento mun-ralentizarse,
encontramos otros momentos dial de la guerra fría, culminó con la desin-
* Profesor titular del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universi-dad
Nacional de Colombia y del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.
2. 26 • Colombia Internacional 52
tegración de una de las dos superpotencias
y acabó envolviendo a buena parte del pla-neta
en el "tiempo mundial" de la globaliza-ción.
Por lo general, en esos momentos de ace-leración
de la historia algunos eventos se
convierten en acontecimientos portadores
de grandes y profundas significaciones. Es-tos
"acontecimientos monstruos", para reto-mar
una idea del historiador francés Pierre
Nora (1974), se caracterizan por contener en
su misma esencia la cualidad de establecer
una ruptura entre el "antes" y el "después";
señalan la finalización de un período y traen
en sí las semillas de un nuevo orden.
Si la importancia de la caída del muro de
Berlín consistió en haber sido ese aconteci-miento
monstruo de proyección global que
puso fin al "breve siglo XX", al decir de Erick
Hobsbawm (1995), y nos proyectó hacia un
futuro al situarnos en el movimiento envol-vente
de la globalización, conviene pregun-tarnos
si el ataque terrorista a las Torres Ge-melas
en Nueva York y al edificio del
Pentágono constituye un acontecimiento
análogo en su significación a lo ocurrido los
días 8 y 9 de noviembre de 1989 o si por el
contrario, debemos interpretarlo simplemen-te
como un hecho más episódico, más locali-zado
y frugal, que no precisa ni un "antes"
ni un "después".
Pese a que es difícil determinar su alcan-ce
porque nos encontramos aún bajo los efec-tos
de los esplendores del fenómeno, coinci-dimos
con el historiador británico Timothy
Garton Ash (2001), cuando sostiene que el
ataque terrorista se ubica a medio camino
entre ambos tipos de eventos, pero más cer-ca
del primero, aun cuando nunca llegue a
revestir la carga valorativa que tuvo la caída
del muro de Berlín, entre otras, porque, con
el ataque terrorista el "después" no se confi-gura
a partir de la carga simbólica que encie-rra
el suceso, sino que depende en lo funda-mental
de la voluntad y de las opciones
políticas que se tracen los actores más influ-yentes
del sistema internacional. En este sen-tido,
podríamos asemejarlo más al asesinato
del archiduque en Sarajevo en 1914, que sir-vió
de detonante para la primera guerra
mundial, sin que constituyera la explicación
de esta conflagración mundial.
MÓVILES Y SIGNIFICADO DE LOS ATAQUES
Con el ánimo de demostrar esta tesis y hacer
inteligible el fenómeno, debemos centrarnos
en primer lugar en el mismo acontecimien-to
y en las lógicas de que se hace portador. Al
igual que ocurrió con los ataques a las emba-jadas
norteamericanas en Tanzania y Kenia
en 1998, este tipo de ataques, suicidas o no,
no son reivindicados por nadie, por lo que
las motivaciones que impulsan a estas fuer-zas
a emprender tales actos quedan cubier-tas
por un velo de silencio. De ello podemos
extraer una primera conclusión: la acción
no comporta el deseo de celebrar ningún
tipo de negociación, por lo que no podemos
analizarlo dentro de los marcos tradiciona-les
de un conflicto entre dos actores conven-cionales.
Por eso es menester crear un marco
de análisis que nos permita aproximarnos a
los móviles que se persiguen con este acto.
Es en este contexto que adquiere toda su
validez la pregunta ¿por qué los ataques se
dirigieron contra las Torres Gemelas en Nue-va
York y el edificio del Pentágono? Sobre el
lugar donde se produjeron los atentados,
además del hecho de ser el primero el cora-zón
de la economía norteamericana y mun-dial
y el segundo, el nervio central de la in-teligencia
militar, Timothy Garton Ash
3. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 27
(2001b), en otro de sus artículos, se pregunta
sobre si los ataques habrían alcanzado el gra-do
de solidaridad si hubiesen ocurrido en
otros países de Europa, como el que se ha
logrado en respuesta a los de Nueva York.
"No, claro que no. América es parte de todos
nosotros: la música, las películas, la televi-sión.
Todo el mundo en Europa o ha estado
en Nueva York o quiere ir a Nueva York"
(Garton Ash, 2001b). Desde este punto de
vista, el lugar donde se produjeron los aten-tados
encierra una simbología y se hace por-tador
de unos imaginarios que trascienden
las fronteras de los Estados Unidos. En ese
sentido, se puede sostener que si bien la po-tencia
del norte constituía el blanco, tam-bién
era un llamado de atención a todo el
mundo.
Sobre las razones del ataque, Jeremy
Rifkin (2001) nos ofrece una sugestiva res-puesta
cuando sostiene que si bien millares
son las personas que se han favorecido del
crecimiento del comercio mundial, millones
son también los que han sufrido "el lado os-curo
de la globalización y que consideran
las Torres Gemelas como un símbolo del mal.
De hecho, la globalización tiene un lado si-niestro,
y negarse a reconocerlo y a hacer
algo al respecto sólo puede polarizar más aún
a la comunidad mundial y dar nuevos ím-petus
a los movimientos extremistas" (Rifkin,
2001).
En efecto, la globalización económica ha
generado bienestar a sólo una parte de la
población de la humanidad ("las 365 perso-nas
más ricas del mundo disfrutan de una
riqueza colectiva que excede a la renta anual
del 40% de la humanidad" (Rifkin, 2001))
mientras que a nivel social ha contribuido a
una tajante división entre aquellos que se
encuentran insertos en los circuitos globales
y los millones que se quedan marginados
("la mitad de la población del mundo está
en la economía extraoficial del trueque y la
subsistencia" (Rifkin, 2001)). En lo que res-pecta
a las comunicaciones, uno de los cam-pos
que más ha despertado la admiración de
muchos en épocas recientes por los signifi-cativos
avances que en este plano se han re-gistrado,
no debemos olvidar lo que nos pre-viene
el economista cuando escribe que "el
60% de las personas del mundo no ha hecho
nunca una sola llamada telefónica". Por úl-timo,
en el plano de la cultura, acota que
subsisten "segmentos enteros de la humani-dad
que sienten que sus historias irrepetibles
y los valores que rigen sus comunidades es-tán
siendo pisoteados por las empresas
globales".
Aunque la globalización, tal como se prac-tica
en la actualidad, haya contribuido a crear
un contexto idóneo de donde puedan sur-gir
manifestaciones de rechazo al orden
imperante y que el marginamiento de vastos
sectores de la humanidad cree un caldo de
cultivo para el estallido de acciones extre-mas,
de ello no podemos inferir que la glo-balización
constituya la explicación profun-da
de este acto terrorista. Simplemente
favorece la creación de un ambiente propi-cio
del que se nutren ciertas manifestacio-nes
de descontento y otorga a algunos un
objetivo hacia el cual canalizar su ira.
Si no podemos imputarle al rechazo de
la globalización la explicación del acto, en-tonces,
¿qué motivó los ataques? ¿Será en-tonces
que la respuesta la podemos encon-trar
en el choque de civilizaciones -tesis que
desde inicios de la década de los años no-venta
popularizó el politólogo Samuel Hun-tington-
el enfrentamiento de religiones, o
es un rechazo de los desesperados pobres
del mundo contra la opulencia del norte?
4. 28 • Colombia Internacional 52
Nos parece que ninguna de estas tesis
puede utilizarse para explicar los hechos
ocurridos en Nueva York, aunque pueden
contener una parte de la verdad. Muchos
medios han podido regocijarse con las des-afortunadas
palabras empleadas por el mag-nate
de los medios de comunicación y Pri-mer
Ministro de Italia, Silvio Berlusconi: "no
podemos poner en el mismo plano a todas
las civilizaciones. Hay que ser conscientes
de nuestra supremacía, de la superioridad
de la civilización occidental. Occidente se-guirá
occidentalízando e imponiéndose a los
pueblos. Ya lo ha conseguido en el mundo
comunista y con una parte del mundo islá-mico"
(La Repubblica, 2001). Esta afirmación
le costó la condena por parte de altos
dignatarios de buena parte del planeta, in-cluso
de importantes dirigentes del mismo
mundo desarrollado. Sin embargo, no esta-ría
de más recordar que Berlusconi no ha
sido el único que ha esgrimido este tipo de
argumentaciones. El mismo presidente
George Bush en su discurso ante el Congre-so,
que le valió tantos y prolongados aplau-sos,
utilizó expresiones como "cruzada", "los
que están con nosotros y los que están con-tra
nosotros", "hasta la victoria final" y deno-minó
la respuesta militar al terrorismo como
"Operación justicia infinita", lo que a su ma-nera
también rememoraba un choque de ci-vilizaciones.
Ello despertó suspicacias en el
mundo musulmán y obligó a que las autori-dades
norteamericanas tuvieran que cambiar
la denominación del operativo por el no
menos ambiguo de "libertad duradera".
Nada permite aglutinar bajo un deno-minador
común la heterogeneidad de los
pueblos de Asia Central y el Medio Oriente,
muchos de los cuales se diferencian por sus
orígenes étnicos (persas, árabes, etc.), otros y
a veces los mismos, por su pertenencia reli-giosa
(cristianos, musulmanes de diferentes
sectas, etc.), lenguas y singularidades en la
evolución histórica1. Además de equivoca-da,
una interpretación en estos términos es
peligrosa. Hablar de "cruzada", "de lucha
del bien contra el mal", "réplica devasta-dora",
"están con nosotros, o están con los
terroristas" es una retórica peligrosa, "no sólo
porque algunas palabras, si manchan para
siempre las conciencias, pueden en ciertos
casos matar, sino porque también -y allí está
la gran victoria de los terroristas-justifican
exactamente la imagen que los integristas
quieren de las democracias en el mundo"
(Nair,2001).
Tampoco podemos inscribir este aconte-cimiento
dentro de una perspectiva que pri-vilegie
el enfrentamiento entre religiones,
porque, entre otros motivos, la mayor parte
de los musulmanes ha condenado con sin-ceridad
este acto terrorista, lo que de suyo
descarta la validez de esta hipótesis; ni tam-poco
representa un choque entre los pobres
del mundo y el capitalismo mundial, aun-que
la exclusión social conduzca frecuente-mente
a la desesperación de la que se ali-menta
el fanatismo. Como acertadamente
escribe Manuel Castells: "es esencial distin-guir
esta guerra de la oposición al modelo
1 ¿Qué similitud puede existir entre una Turquía que se inscribe dentro de la tradición del kemalismo -
que sostiene que para progresar el país debe aceptar muchos elementos propios de la cultura occidental,
incluidos los derechos para las mujeres, el aprendizaje de la ciencia moderna y la separación entre el
estado y la religión- y un país como Irán, cuyos gobernantes consideran que se debe regresar al
verdadero islam porque los problemas que enfrentan se deben al abandono de la esencia religiosa y la
imitación de los "infieles"?
5. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 29
neoliberal que representa el movimiento
antiglobalización, porque esa asimilación
conduciría a criminalizar dicho movimien-to
y a sofocar el gran debate democrático so-bre
los contenidos de la globalización que
apenas se ha iniciado" (El País, 2001).
Es, sin duda, en el plano político donde
encontramos elementos de naturaleza más
circunstancial que nos permiten alcanzar
una explicación mucho más concreta de las
motivaciones de los ataques terroristas, aun-que
tampoco en este plano podamos encon-trar
una respuesta unívoca. Valga que haga-mos
una pequeña disgresión en torno a
ciertos elementos históricos y a ciertas parti-cularidades
que ha comportado la presen-cia
de los Estados Unidos en el Medio Orien-te
y Asia Central. Durante la época de la
guerra fría, los Estados Unidos y algunos
estados musulmanes de la región utilizaron
a los grupos musulmanes radicales, llama-dos
en ese entonces "freedom fighters", com-batientes
por la libertad, como instrumentos
en su política de contención del comunis-mo
y de lucha contra todo régimen que a
éste se le pareciera (los hermanos musulma-nes
contra el Egipto de Nasser, el Sarekat-i-islam
contra Sukarno en Indonesia y el
Jamaati-islam contra Benazir Bhutto en
Pakistán) (Ali, 2001). Fue en Afganistán don-de
alcanzó mayor paroxismo esta asociación,
pues se patrocinó a grupos rebeldes
fundamentalistas para que contribuyeran a
la lucha contra la presencia soviética en este
país (Osama Ben Laden). Una vez que se al-canzaron
los objetivos y los soviéticos se re-tiraron
de Afganistán, los grupos rebeldes
fueron abandonados a su propia suerte. Pero
ello no se tradujo en una desmovilización
de estos grupos por cuanto vivieron con en-tusiasmo
su victoria sobre el comunismo. Por
el contrario, durante la década de los años
noventa mantuvieron su actividad y alcan-zaron
cierta notoriedad al convertirse en sig-nificativas
fuerzas de acción que se utiliza-ron
en conflictos tan dispares como
Afganistán, Sudán, Bosnia y Kosovo.
La motivación que los impulsaba a inter-venir
en ámbitos tan distintos radicaba en
que sus acciones no sólo se focalizaban en
luchar contra el comunismo. La oposición a
la URSS era concebida como un simple en-granaje
de una arquitectura mayor que con-sistía
en la búsqueda de una simbiosis entre
la política, el estado, la comunidad y el is-lam.
El fundamento de esta concepción se
articula en una lectura doctrinaria y muy
ortodoxa del islam, tal como se presenta en
la vertiente del wahabismo-yihadismo. Al
respecto, Graham E. Fuller (2001) escribe: "el
islam actúa en el mundo musulmán como
vehículo natural de la política. Al igual que
los occidentales consideran las revoluciones
francesa y estadounidense como modelos de
libertad frente a la tiranía, o la Carta Magna
como doctrina básica de buen gobierno, en
el mundo musulmán el Corán sirve de fuen-te
de justicia, humanidad, buen gobierno y
oposición a la corrupción. El islam propor-ciona
la ideología tanto a la lucha interna
contra el gobierno autoritario laico como a
las minorías musulmanas que aspiran a libe-rarse
del control frecuentemente estricto de
los no musulmanes".
Esta concepción se deriva de una inter-pretación
muy ortodoxa de los textos sagra-dos
del islam de acuerdo con una tradición
que data del siglo XVIII y que fue elaborada
en Arabia Saudí por Mohamed Abdul
Wahab. Por ello, en Arabia Saudita, donde
constituye la religión oficial, se conserva una
serie de tradiciones muy fuertes y rígidas,
entre las que sobresalen el hecho de que las
mujeres deben permanecer cubiertas y no
pueden ejercer funciones públicas, el aleo-
6. 30 • Colombia Internacional 52
hol se encuentra proscrito, los delitos se cas-tigan
con latigazos, amputaciones y ejecu-ciones
(El País, 2001b). Esta es la concepción
del Islam de la cual se hacen voceros Ben
Laden y los talibanes en Afganistán. A ella
sólo le agregan un ingrediente adicional, el
yidahismo, que postula la lucha armada, la
"guerra santa", contra todos los regímenes
impíos, tanto de Occidente como de algu-nos
estados aliados de éste en el mundo
musulmán (Roussillon, 2001).
Si para estos grupos la lucha contra el
comunismo se inscribió dentro de la línea
de una guerra santa contra el "mal", ciertos
acontecimientos posteriores contribuyeron
a que su centro de atención se desplazara en
otras direcciones. En primer lugar, la guerra
del golfo introdujo una ruptura entre los
estados musulmanes que apoyaron la coali-ción
internacional en contra de Irak y estas
redes que pregonaban la guerra santa, que
se ubicaron en el bando opuesto. El repudio
a esta guerra se basó en que se estaba toleran-do
una fuerte presencia extranjera en la re-gión,
varios de los países de la zona se esta-ban
adscribiendo a un plan geoestratégico
diseñado en Occidente, se atacaba a un país
musulmán y se estaba permitiendo la ocu-pación
extranjera, así fuera momentánea, de
regiones sagradas para el islam. A ello, con
el correr del tiempo se sumó la estricta apli-cación
de las resoluciones de la ONU, que
ha mantenido un injusto embargo de diez
años sobre Irak, mientras que frente a Israel
la "comunidad internacional" no ha mos-trado
la misma determinación para impo-ner
los dictámenes de la ONU.
Ello permite también entender porqué
Arabia Saudita se ha convertido en uno de
los blancos predilectos de las redes terroris-tas,
monarquía cuya animadversión igual-mente
convoca. El hecho de que en el terri-torio
de este país se encuentren dos impor-tantes
lugares sagrados de los musulmanes,
la Meca y Medina, ha conducido a que estos
grupos interpreten la permanencia de tro-pas
norteamericanas (desde la guerra del
golfo se encuentran estacionados siete mil
soldados norteamericanos en Arabia Saudita)
como una claudicación frente a fuerzas "im-pías".
Arabia Saudita simboliza la represen-tación
de un régimen despótico, corrupto y
fuertemente apoyado desde el "extranjero"
que cumple un importante papel de "estabi-lizador"
del orden regional que las poten-cias
occidentales quieren imponer en el
Medio Oriente. Igualmente representa un
objetivo estratégico en el diseño político de
estas redes terroristas por cuanto es un país
donde existe una sólida presencia islámica
en sus vertientes más ortodoxas pero que
constituye al mismo tiempo la "avanzada"
de Occidente en la región. Como señala
Tzvetan Todorov, "los instigadores de los
atentados del 11 de septiembre tienen la mira
puesta más en los países islámicos que en
nosotros. Su objetivo es reforzar su dominio
sobre Pakistán, sobre Arabia Saudita.
Afganistán ya lo consiguieron. Por consi-guiente,
estamos ante un proyecto de poder"
(El País, 2001c).
En tercer lugar, no se puede pasar por
alto el irresuelto proceso palestino-israelí, la
política de dos pesos, dos medidas, aplicado
al conflicto por la prepotencia israelí, país
que durante todos estos años ha contado con
el apoyo incondicional de los Estados Uni-dos.
No es de extrañar que durante todo este
largo conflicto, la posición de los palestinos
haya terminado sufriendo una importante
evolución: de su anterior defensa a la crea-ción
de un estado laico en Palestina se ha
transitado a una situación en la cual cada
vez se fortalece más la presencia del islamis-mo
radical como manifestación de la impo-
7. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 31
tencia de la anterior opción política que se
estrelló contra "el muro de Israel y el apoyo
cerrado que recibe de Estados Unidos"
(Ridao,2001).
En cuarto lugar, el carácter transnacio-nal
que han asumido estas redes de terroris-tas
islámicos obedece a que tanto los árabes
como los musulmanes cada vez se identifi-can
menos con los estados naciones diseña-dos
en la época poscolonial. Las transforma-ciones
a nivel global han erosionado las
asociaciones civiles y de alguna manera han
descompuesto al estado, órgano que en el
Medio Oriente es y ha sido siempre percibi-do
como el realizador del bien colectivo
(Kamal y Samatar, 1996:188). Esta alineación
es lo que explica porqué es difícil encontrar
otra región del planeta en la que parte im-portante
de la población asuma una actitud
contestataria con la globalización como ha
ocurrido en el Medio Oriente, aun cuando
sólo en ocasiones se pase de las palabras a los
hechos. "El islamismo se ha convertido en el
refugio después de todos los fracasos, que
han desacreditado los regímenes y con ellos
el estado que expresaban" (Valli, 2001).
Igualmente ello es lo que explica porque es-tas
redes terroristas convocan a individuos
de diferentes países, para los cuales el debi-litamiento
de los referentes identitarios na-cionales
y/o estatales son sustituidos por
identificaciones de tipo religioso. Es decir,
el carácter transnacional de estas redes no es
el resultado de la globalización, aun cuando
en sus acciones se valgan de los intersticios
creados por ésta, sino del desdibujamiento
de la institucionalización de la política que
en un primer momento fue más nacionalista
y política que religiosa, pero que, ante la
imposibilidad de alcanzar dichos objetivos
y validar estados con perspectivas naciona-les,
terminó suplantando el componente
político a favor de la identidad religiosa. Es
decir, el auge de los integrismos ha sido el
producto de la incapacidad de los países de
la región de alcanzar mecanismos que ga-ranticen
la legitimidad política. Esta débil
legitimidad crea un vacío que permite la
amplia expansión de movimientos populis-tas
e integristas que intentan resolver los pro-blemas
mediante los conflictos y las guerras
civiles (Saghiyen, 2001). La opción violenta
que estas redes validan se produce en parte
por la identificación y entronización de las
clases dirigentes árabes y musulmanas con
los circuitos globalizantes que abren un bo-quete
entre estas y las masas desarraiga-das
urbanas y rurales. "Al renunciar a to-mar
el poder en la mayor parte de los países
musulmanes, el movimiento islamista no
tiene, pues, otra elección que entre su auto-destrucción
y la violencia. (Touraine,
2001).
En quinto lugar, de lo anterior se puede
desprender la tesis de que el auge de los mo-vimientos
islamistas ha consistido en recons-truir
formas de identidad que permitan ce-rrar
la brecha que existe entre modernización
y tradición "con base en una nueva versión
pura del islamismo que está más allá de la
historia, que se enfrente tanto a la cultura-mundo
de Occidente como a la comunidad
tradicional. No es por lo tanto un retorno
religioso, es la generación de un nuevo or-den
que rechaza la libertad individual y la
ciudadana, en nombre de un neocomu-nitarismo
radical y que arranca su legitimi-dad
de una construcción religiosa que con-cibe
a la modernidad como una blasfemia
contra la revelación del islam" (Ottone,
2000:38).
De estas motivaciones que encontramos
en los ataques podemos concluir que estos
actos tenían dos finalidades precisas. De una
parte, sembrar el terror en el adversario y, de
8. 32 • Colombia Internacional 52
la otra, "suplir la ausencia de todo trabajo de
implantación social entre las poblaciones de
las que se valen, buscando con la adhesión
emotiva la movilización espontánea de las
masas" (Kepel, 2001).
En síntesis, una parte sustancial de la po-blación
del Medio Oriente se encuentra en
una temporalidad que le es propia y por lo
tanto parece que está poco interesada y poco
dispuesta a ser permeada por las dinámicas
sistémicas globales y anhelan con ahínco
definir su propio lugar en el mundo. Al res-pecto,
un analista hace algunos años, escri-bía:
"El nivel regional no es más fácil de de-finir
en sí o en su relación con el centro del
sistema en formación; las diferentes regio-nes
del mundo no viven ni en el mismo tiem-po,
ni con la misma intensidad, ni con la
misma certeza, la actual mutación del siste-ma
global" (Salame, 1992:6). Complicado es,
por lo tanto, sintetizar las motivaciones que
pueden esconder estos ataques. Generalizan-do
puede sostenerse que existen factores de
índole local-regional (fragilidad de los esta-dos,
volatilidad de los referentes políticos
de construcción de comunidad, divorcio en-tre
élites y masas populares, debilitamiento
de los cauces institucionales de representa-ción
y acción política, marginamiento y
empobrecimiento de vastos sectores socia-les),
regional-internacional (errática políti-ca
norteamericana en el Medio Oriente, uti-lización
instrumental de algunos estados por
parte de Occidente, prolongadas situacio-nes
de conflictividad) y regional-global (di-sonancia
entre la temporalidad regional y la
mundial, frágil inserción en los circuitos
globales en tanto que el petróleo constituye
el principal, por no decir único, eslabona-miento).
De todo esto se puede extraer una
segunda conclusión: la respuesta a los ata-ques
terroristas no puede simplificarse en
una demonización de quienes perpetraron,
inspiraron o instigaron estos ataques. La res-puesta,
más allá de las retaliaciones inme-diatas,
debe comportar una visión de con-junto
que busque dar explicación a estos
problemas, porque sólo ello podrá servir para
prevenir la repetición de situaciones análo-gas
en el futuro inmediato o lejano.
LAS CONSECUENCIAS INMEDIATAS
DE LOS ACTOS TERRORISTAS
Como señalábamos con anterioridad, este
ataque a las torres por sí solo no da lugar a
un "acontecimiento monstruo" global como
fue la caída del Muro de Berlín en el sentido
de que aquel en su esencia contenía las se-millas
del ordenamiento del mundo en tor-no
a lo que se ha denominado la globaliza-ción
y la democracia de mercado. Por el
contrario, el ataque a las torres se convertirá
en constructor de futuro sólo en la medida
en que existan actores que entren a
reconfigurar el orden mundial y a resolver
de raíz los motivos que impulsaron a secto-res
de terroristas transnacionales a empren-der
esta masacre. Para poder precisar la cali-dad
de la respuesta debemos ante todo
determinar cuáles han sido las consecuen-cias
inmediatas que tuvo el ataque a las To-rres
Gemelas.
Un primer efecto inmediato de este ata-que,
imposible de medir pero que se con-vierte
en una variable con la cual debemos
contar, probablemente consistirá en el ejem-plo
demostración que puede despertar en
este y otros grupos terroristas. Algunas ex-periencias
históricas previas ya nos habían
demostrado la importancia que tenía recu-rrir
a acciones terroristas. Después de los lar-gos
años en los cuales los kosovares empren-dieron
una resistencia pasiva para obtener
legítimos derechos frente a la arrogante
9. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 33
Serbia, sus estrategias no despertaron el in-terés
ni de los políticos europeos ni de los
medios de comunicación internacionales.
Pero cuando el Ejército de Liberación de
Kosovo decidió optar por la estrategia terro-rista,
fue cuando Europa Occidental empe-zó
a preocuparse por el conflicto y terminó
defendiendo su causa (Garton Ash, 2000).
Algo similar ha ocurrido con el ataque a las
torres. Sin que ello pueda utilizarse como
justificación de tan atroz acto, la atención se
ha concentrado a tal punto en la región del
Oriente Próximo que las posibilidades de
resolver las diferentes tensiones que existen
en la zona han aumentado de manera
exponencial. (Es interesante recordar la tar-día
declaración del gobierno norteamerica-no
de apoyar la creación de un estado
palestino, con lo cual sin duda se ha busca-do
ganar el apoyo de los árabes en la cruza-da
militar contra Afganistán). Pero, el "éxi-to"
alcanzado por este acto terrorista ¿no
motivará a otros grupos de esta red, o sim-plemente
a otros grupos, a intentar emular y
repetir este tipo de acciones, sobre todo si la
respuesta de Estados Unidos se adapta a sus
propósitos? Es ahí por donde podemos su-poner
que el terrorismo ha ingresado con
gran fuerza en la agenda y en la vida política
internacional.
Que el terrorismo internacional se con-vierta
en una nueva y poderosa arma políti-ca,
en ningún caso lo legitima. Desde todo
punto de vista el terrorismo constituye un
error monumental. Un ataque como el per-petrado
al pueblo norteamericano con el
derribo de las Torres Gemelas seguramente
puede producir resultados opuestos a los es-perados
por los promotores de dichos ata-ques.
Hace más difícil que la opinión públi-ca
de los países que sienten como suya esta
amenaza puedan presionar a sus respecti-vos
gobiernos sobre la necesidad de favore-cer
profundas transformaciones en el siste-ma
internacional. Valga la pena recordar que
una fuerza decisiva que impulsó al gobier-no
norteamericano a retirar las tropas esta-dounidenses
de Vietnam fue la presión de
vastos sectores de la sociedad norteamerica-na
que se movilizaron en contra de las velei-dades
intervencionistas del gobierno. Por el
contrario, en el caso de las Torres Gemelas
encontramos que se ha producido la situa-ción
contraria. De ser un gobierno frágil y
poco popular, el de Bush cuenta en la actua-lidad
con un elevado respaldo para llevar a
cabo la represalia y seguramente no habrá
grupo social o político que esté dispuesto a
impedir la transferencia de fondos al sector
militar, incluso si ello termina debilitando
aún más la ya de por sí frágil área social.
Como escribe Vincenc Navarro (2001), "las
mayores víctimas del terrorismo serán, pues,
las propias clases populares de Estados Uni-dos
y los mayores beneficiarios serán los
grandes grupos militares e industriales in-fluyentes
en el gobierno del presidente Bush,
que estimularán las tensiones internaciona-les
que refuerzan a su vez, a las derechas de
la mayoría de países del norte". Es decir, con
el ataque los únicos sectores que finalmente
terminan beneficiándose son precisamente
aquellos que los terroristas pretendían
demonizar. Los perdedores somos todos los
demás, incluidos los fanáticos musulmanes
que han quedado privados de algunos de
sus anteriores bastiones de apoyo.
El mismo Jeremy Rifkin (2001), que citá-bamos
con anterioridad, nos previene sobre
lo que podría ser una segunda consecuen-cia
del ataque: el establecimiento de un esta-do
policíaco. "A raíz de los ataques terroris-tas
contra Estados Unidos, corremos el riesgo
de perder la inocencia que nos ha hecho tan
abiertos y acogedores con los extranjeros, (...)
ya estamos empezando a desconfiar de los
10. 34 • Colombia Internacional 52
extranjeros. Nuestro miedo creciente a los
enemigos desconocidos que están entre no-sotros
podría alimentar el tipo de paranoia
de moda contra los grupos religiosos, étnicos
y raciales que socavaría para siempre el espí-ritu
de apertura que es el sello del modo de
vida estadounidense y la clave de nuestra
grandeza. En nuestro deseo desesperado de
seguridad personal y colectiva podríamos
renunciar a nuestras más preciadas liberta-des
civiles y acabar en un estado policial. Si
esto sucediera, entonces los terroristas res-ponsables
de los ataques a las Torres Geme-las
y el Pentágono habrán conseguido una
victoria mucho mayor, al haber mutilado el
peculiar espíritu estadounidense".
Esto no es simplemente una posible evo-lución
de las que nos previene el célebre eco-nomista.
El fiscal general de los Estados Uni-dos,
John Ashcroft, solicitó al Congreso
norteamericano la aprobación de un conjun-to
de medidas antiterroristas entre las que se
encuentran la posibilidad de practicar de-tenciones
en casos excepcionales por tiem-po
indefinido, que la policía pueda realizar
registros no autorizados expresamente por
el juez y que la cobertura del delito de terro-rismo
se extienda hasta el punto de que sea
posible condenar a una persona por mera
"asociación", aunque no le sea probada nin-guna
actividad terrorista concreta. (El País,
2001 d). Si bien el Congreso de los Estados
Unidos ha mostrado sus reticencias a apro-bar
este tipo de medidas, la mera presenta-ción
de este plan, así como la declaración
del gobierno británico de endurecer las con-diciones
de asilo y suspender en parte la
Convención Europea de Derechos Huma-nos
que hace poco había suscrito el gobier-no
británico, argumenta a favor de la even-tual
evolución de los sistemas de seguridad
internos en muchos países desarrollados. Las
empresas de la "nueva economía" han com-prendido
claramente esta situación y están
desarrollando a pasos agigantados nuevos
componentes de seguridad que permitan
hacer frente a estas inciertas situaciones de
inseguridad que puede generar el terroris-mo.
No debemos extrañarnos si esta rama de
la economía se vuelve una de las más diná-micas.
O sea, la derechización en la resolu-ción
de los asuntos internacionales segura-mente
irá acompañada probablemente de
una derechización en el manejo de las polí-ticas
domésticas.
En tercer lugar, los ataques del 11 de sep-tiembre
demostraron que cualquier socie-dad,
incluida la más desarrollada, es vulne-rable
a este tipo de acciones. De esto se
pueden desprender dos lecturas inmedia-tas:
de una parte, el escudo antimisiles que
con tanto celo habían defendido los "halco-nes"
de la administración Bush ha quedado
hecho trizas, porque el programa siempre
partía del supuesto de que el ataque proven-dría
del exterior, pero nunca desde el mismo
espacio aéreo norteamericano. "Hasta el bru-tal
despertar del martes, la administración
de Bush estaba convencida de que la seguri-dad
norteamericana exigía un enorme au-mento
del presupuesto de defensa (40 mil
millones más de dólares), y dedicar la mayor
parte de ese presupuesto, primero a la crea-ción
de un sistema de defensa contra misiles
nucleares y, segundo, el desarrollo de la ca-pacidad
militar estadounidense en el espa-cio.
El ataque producido esta semana, de la
teología contra tecnología y sin ningún es-tado
a la vista, demuestra hasta que punto se
equivocaba Bush al pensar que puede alcan-zar
la invulnerabilidad de Superman"
(Carlin, "El fin de una era, El País, s/f.).
De la otra, ya existen serios indicios de
un notable incremento del gasto en defensa
por parte del gobierno norteamericano. Pero
11. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 35
lo más importante no será tanto la cuantía
destinada a la defensa como la reorientación
que le imprimirá a los ejes sobre los cuales se
fundamenta la política exterior norteameri-cana.
Desde 1992, Bill Clinton se había pro-puesto
unir a las naciones del mundo por
medio de una red de interdependencia eco-nómica,
lo que se tradujo en un relativo des-plazamiento
de las élites militares. Tras el ata-que
seguramente se va a asistir a un vuelco
en esta relación otorgándole mayor campo
de maniobra al aparato militar porque ahora
el gobierno Bush encontró los medios que le
sirven de pretexto para retonificar la con-cepción
realista de la cual se hace portador
por encima de la visión y la práctica
interdependentista heredada del gobierno
de Clinton (Clemons, 2001). Los medios no
han escapado a esta tendencia. Es muy sin-tomático
el hecho de que si hasta no hace
mucho los espacios de opinión de gran au-diencia
estaban en manos de economistas,
hoy por hoy, su lugar ha comenzado a ser
ocupado por personas vinculadas a los apa-ratos
militar y de seguridad. Igualmente es
ilustrativo el hecho de que si tras la apertura
de la bolsa de Nueva York las acciones de la
mayoría de las grandes empresas cayeron en
picada, incluidas las de la "nueva economía",
un repunte muy significativo presentó la
cotización de acciones de las industrias que
suministran pertrechos militares. De ahí que
probablemente ingresemos a una era en la
cual se establecerán correspondencias ma-yores
entre los componentes internos y ex-ternos
de la seguridad militar.
Ahora bien, vale la pena destacar que un
mayor presupuesto y la centralidad del com-ponente
militar de por sí no garantiza que
Estados Unidos vaya a estar mejor prepara-do
para resolver los problemas a que deberá
hacer frente. De una parte, porque los países
desarrollados dejaron de tener el monopo-lio
de la destrucción masiva. De la otra, por-que
los nuevos desafíos mundiales ya no tie-nen
lugar a partir de un esquema tradicio-nal
de conflictos entre estados, concepción
que sigue siendo la predominante entre los
estrategas del Pentágono. Más bien, el mun-do
está evolucionando hacia un esquema de
conflictos asimétricos (Bishara, 2001) para los
cuales la pesada maquinaria militar norte-americana
se encuentra mal adaptada. Es
decir, mayor presupuesto en defensa no cons-tituye
garantía de que se pueda prever y re-solver
el tema de la seguridad a no ser que la
seguridad se conciba como un mecanismo
único que integre la dimensión interna y la
internacional. Pero como bien ha quedado
demostrado tras el ataque a las torres, estos
conflictos asimétricos, que poco tienen que
ver con la guerra convencional, no prevén
alcanzar una victoria militar; su objetivo
principal consiste en sembrar un clima de
terror. Es una nueva forma de violencia por-que
es dispersa y no se encuentra mediatiza-da
directamente por un estado. El arma de
destrucción probablemente más utilizada no
será el armamento nuclear, sino las armas bio-lógicas,
la llamada "bomba nuclear de los
pobres", que tiene un bajo costo y es fácil de
construir dados los avances registrados por
la ingeniería genética. Parece que las élites
dirigentes de los países centrales, con el go-bierno
norteamericano a la cabeza, no han
comprendido a cabalidad que se está ante
algo totalmente nuevo. Por ello se han em-peñado
en encontrar un blanco que
cohesione (Ben Laden, Afganistán), incluso
con anterioridad a que se tuviese claridad
de su participación.
En cuarto lugar, si luego del fin de la
guerra fría se había incrementado el senti-miento
de los norteamericanos "de ser un
pueblo escogido que habita una tierra pro-metida",
el 11 de septiembre demostró que
12. 36 • Colombia Internacional 52
no existe lugar en la tierra, por rico y pode-roso
que sea, que pueda soñar seguir vivien-do
en una torre de cristal. Si la inseguridad
en sus diferentes manifestaciones era una
realidad cotidiana de muchas regiones
periféricas ahora se ha instalado en el cora-zón
del mundo. Ha demostrado que la in-terdependencia
no es sólo una cualidad de
la economía, sino también de la política y de
los imaginarios.
En quinto lugar, uno de los ámbitos don-de
se percibirán con más fuerza las conse-cuencias
de los ataques terroristas será en el
campo de la política exterior. De modo in-mediato,
porque los anteriores y urgentes
temas de la agenda han pasado a segundo
plano, lo que denota un esfuerzo por cam-biar
los centros de atención de la política
exterior de Estados Unidos y de varios esta-dos
europeos. Así, por ejemplo, después de
que se proclamara en varias oportunidades
que para la nueva administración norteame-ricana
no había asunto más importante que
las relaciones con México en este instante el
Reino Unido es considerado el "amigo más
sincero".
Pero lo más durable en este plano segu-ramente
será el hecho de que los ataques te-rroristas
le darán un norte al accionar políti-co
de los Estados Unidos en el mundo.
Recordemos que el término "cruzada" ya
antes se había empleado contra el comunis-mo,
guerra que también se definía en térmi-nos
del bien contra el mal. No eran meras
palabras cuando el director del Instituto de
Estudios de Estados Unidos, adjunto a la
Academia de Ciencias de la URSS, Georgui
Arbátov, declaraba en plena época gorba-choviana:
"¡les vamos a hacer una cosa te-rrible.
Los vamos a privar de la imagen del
enemigo!". Desde entonces, la política exte-rior
norteamericana careció de una estrate-gia
que le asignara sentido a su accionar en
el mundo y orientara su actuación a nivel
internacional. Durante el mandato de Bush
padre se propuso favorecer la instauración
de un nuevo orden mundial, pero sus accio-nes,
así como las de su sucesor en la Casa
Blanca, distaron enormemente de esa finali-dad.
"Milagrosamente", escribe Ignacio
Ramonet (2001), "los atentados del 11 de sep-tiembre
le restituyen un elemento estratégi-co
mayor, del cual los había privado la Unión
Soviética durante diez años: un adversario.
¡Por fin!".
En sexto lugar, la economía resintió du-ramente
los ataques con importantes caídas
registradas en las principales bolsas inclui-da
la de Nueva York. No tanto por las des-trucciones
ocasionada por el acto terrorista,
que de acuerdo con estimaciones de Paul
Krugman (2001) en ningún caso pueden ser
superiores al 0,1% de la riqueza de los Esta-dos
Unidos, como por los efectos que tiene
la implantación de una economía de guerra
que sin duda tendrá consecuencias mayo-res:
"Un gobierno que insistía en que los ciu-dadanos
debían hacerse cargo de sí mismos
ha demostrado de pronto su lado más com-pasivo:
hacia sectores empresariales, como
las líneas aéreas y compañías de seguros,
amenazadas por las consecuencias del ata-que.
Un descenso del dólar no sería mal re-cibido
por una gran parte de la industria
estadounidense, después de que un dólar
fuerte les permitiera invertir a bajo precio
en gran parte del mundo" (Birnbaum, 2001).
Un mes después de los atentados se han rea-lizado
ayudas directas e indirectas prove-nientes
de fondos federales que ascienden a
los 115 mil millones de dólares.
13. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 37
ALGUNAS CONSECUENCIAS
DE LA REACCIÓN
DEL GOBIERNO NORTEAMERICANO
Desde el ataque del día 11, la actitud del go-bierno
norteamericano ha pasado por tres
etapas. En un primer momento, existió la
presión por parte de los sectores más duros
en el gobierno de que debía producirse una
respuesta rápida e inmediata contra los even-tuales
terroristas. La reacción del "ojo por
ojo, diente por diente", se asemejaba al com-portamiento
israelí o al vaquero del Oeste,
que cada vez que se siente asediado, respon-de
con reacciones instintivas e inmediatas.
Pero el hecho de que en esos primeros mo-mentos
no existiese un enemigo claramente
identificado, obligaba a contener la ira, por-que
se desconocía el blanco.
En un segundo momento, se invocó el
capítulo V del Tratado del Atlántico Norte
que prevé que el ataque contra un miembro
de la alianza representa un ataque a todos
los miembros de la organización. Esta nueva
postura obligaba a la prudencia ya que pre-veía
una coordinación, ubicaba la negocia-ción
diplomática por encima de la vendetta
unilateral, pero no estaba exenta de graves
problemas. El principal era que una reac-ción
en estos términos se asemejaba a un ata-que
de Occidente contra el mundo, lo que
hubiese validado la peligrosa tesis del cho-que
de civilizaciones, y hubiera podido
traducirse en un distanciamiento de algu-nos
estados musulmanes, el apoyo clandes-tino
a redes terroristas y un rechazo a la sem-piterna
arrogancia de Occidente.
Para aislar a los terroristas no sólo se ne-cesitaba
el concurso de Occidente, sino tam-bién
el apoyo de los países árabes y musul-manes
en particular y de la comunidad
mundial en general. Por ello se requirió como
algo perentorio el aval de la ONU. El sábado
29 de septiembre, no sin antes tener que can-celar
una parte de la deuda que Estados Uni-dos
arrastraba desde hace años con la ONU
(600 millones de dólares), el Consejo de Se-guridad,
invocando el capítulo 7 de la Carta
de las Naciones Unidas, que le da al acuerdo
un carácter imperativo y lo convierte en un
elemento de derecho internacional, aprobó
una resolución que obliga a los 189 países
miembros de la organización a luchar con-tra
el terrorismo, congelar sus medios de fi-nanciación
y negarle cualquier tipo de apo-yo
político y diplomático. El escenario
creado con el aval logrado en la ONU indu-ce
a grandes reacomodos en la vida interna-cional:
de una parte, convierte el tema de la
lucha contra el terrorismo en un asunto
mundial y lo ubica en un lugar elevado de
la agenda internacional. De la otra, genera
unos consensos necesarios que conducen a
grandes transformaciones geopolíticas.
De esta actitud cautelosa y firme del go-bierno
norteamericano se desprenden gran-des
e importantes derivados. Washington ha
comprendido que no puede seguir actuan-do
unilateralmente, tiene que abandonar su
tradicional autismo y asumir una posición
más consensuada en relación al complejo
escenario mundial, lo que se traducirá, si la
comunidad internacional lo acompaña, en
un cambio en su modo de operar en la vida
y en la dinámica internacional. Si el aban-dono
del tratado de Kyoto, el rechazo del
protocolo de verificación del tratado que
prohíbe las armas biológicas (qué paradoja,
esto es ahora lo más temido), la renuncia a
entrar en la negociación sobre el tráfico de
armas de pequeño calibre, el desistimiento
de ratificar la convención que crea una corte
criminal internacional, la intensión procla-mada
de apartarse del tratado anti misiles
entre Washington y Moscú y el abandono
14. 38 Colombia Internacional 52
de la Conferencia de la ONU sobre el racis-mo
habían sido claras demostraciones de la
voluntad unilateralista en que se había em-peñado
el nuevo gobierno de Washington,
ahora, en condiciones en que parece primar
la voluntad diplomática y negociadora, es
previsible para un futuro próximo una acti-tud
mucho más constructiva por parte de la
administración Bush en torno a muchos te-mas
de la agenda internacional. La buena
noticia es otra idea que surge de las cenizas
de la tragedia, "ojalá, que ahora quede más
claro para todos que ni siquiera el país más
poderoso puede andar solo por el mundo.
Muchos de los instintos unilateralistas tan
evidentes al principio de la administración
Bush afortunadamente se atemperarán aho-ra
que la lucha contra el terrorismo requiere
la cercana cooperación de otros países"
(Naim,2001).
Los cambios a nivel geopolítico serán
consecuencias no menores. De una parte, las
guerras contra el terrorismo y todo lo que
pueda parecérsele han encontrado nuevos
fundamentos de legitimidad. El gobierno
ruso comprendió rápidamente la situación
y ha utilizado todos los escenarios posibles
para presentar la guerra que actualmente li-bra
contra la separatista república chechena
como una guerra contra el terrorismo. "La
mano de quienes ponen las bombas en Nue-va
York y Washington es la misma que la de
los atentados en Moscú. Los rebeldes
chechenos son fundamentalistas con méto-dos
terroristas", aseveró hace algunos días el
Jefe de Estado ruso (El País, 2001e). Hoy por
hoy, no sólo está legitimada la guerra contra
Chechenia, sino que también Occidente ten-derá
a hacer la vista gorda ante los abusos y
violaciones de los derechos humanos que se
presenten en este conflicto. Otro foco de ten-sión
que puede tener un desenlace inespe-rado
es el palestino-israelí. La necesidad que
tiene Estados Unidos de contar con el apoyo
de los países árabes y musulmanes puede
convertirse en un acelerador que presione a
las fuerzas y particularmente a los israelíes
para que pongan fin al conflicto y despejen
el camino para una salida negociada.
Se está asistiendo igualmente a un im-portante
cambio geopolítico en el Medio
Oriente. Si durante la guerra fría presencia-mos
una "bipolaridad" que, con la sola ex-cepción
de la revolución iraní de 1979, se
enmarcaba dentro de los parámetros de la
oposición Este-Oeste; en la década de los
años noventa se asistió a otra forma de
"bipolaridad" a nivel regional que se
estructuraba a partir de la actitud que se asu-mía
frente a los Estados Unidos dividiendo
a la región en países pro y anti norteameri-canos,
ahora se está evolucionado hacia el
despliegue de una amplia tonalidad de gri-ses
dentro de este segundo marco de
bipolaridad, con países más conciliadores
(Siria), tibios aliados (Egipto) y "adversarios
amistosos" como Sudán (Le Monde, 2001) e
incluso Irán que ha declarado su intención
de apoyar a Estados Unidos en la lucha con-tra
el terrorismo, siempre que esta acción se
realice bajo el amparo de la ONU (El País,
2001Í).
Igualmente, se asiste a importantes trans-formaciones
en la actitud de los países occi-dentales
y principalmente de los Estados
Unidos frente a los que hasta no hace mu-cho
se consideraban países problemas. El le-vantamiento
de las sanciones económicas
que pesaban sobre la India y Pakistán, el res-paldo
a Rusia en el conflicto que libra con
Chechenia, la actitud más benevolente fren-te
a Uzbekistán, antigua república soviética
que ha encarcelado a millares de musulma-nes,
el afianzamiento de la cooperación en-tre
Estados Unidos y China, incluido el com-
15. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 39
ponente militar y la suscripción en tiempo
récord del acuerdo bilateral con Jordania son
una buena ilustración de ello.
Pero en esto también hay un reverso de
la medalla. No sólo Estados Unidos tiene in-terés
en operativizar estas rectificaciones con
el propósito de fortalecer su alianza anti-te-rrorista,
sino que todos estos países intentan
también sacar tajada de la alianza. China,
probablemente el próximo mayor importa-dor
mundial de petróleo del mundo, no tie-ne
ningún interés en que toda esta zona rica
en hidrocarburos quede bajo el directo con-trol
de los Estados Unidos, sobre todo por-que
además de la tradicional presencia de la
potencia del norte en el Medio Oriente, a
partir de los ataques contra Afganistán am-plía
su radio de acción e influencia a Asia
Central, incluida una parte de la anterior
Unión Soviética. De ahí que China se haya
unido a la alianza y colabore con Estados
Unidos para participar en los rediseños
geopolíticos que se puedan presentar en la
región una vez "finalice" el conflicto.
Rusia, que tras las creación de la Comu-nidad
Euro-asiática ha intentado poner nue-vamente
a varios de los estados surgidos de
las cenizas de la URSS bajo su influencia,
igualmente ha operativizado un importante
cambio de actitud. De haber sido un tradi-cional
país "contestatario" tanto durante la
época de la Unión Soviética como en los años
del largo mandato de Boris Yeltsin, ahora se
ha convertido en un país "colaboracionista"
y ha pasado a favorecer la alianza con Esta-dos
Unidos para aumentar su presencia e
influencia en la región (incluso se ha com-prometido
a suministrar armas a la rebelde
Alianza del Norte que combate al régimen
de los talibanes). Nada de extraño que una
vez "finalice" el conflicto de modo implícito
se le asigne o intente asumir la función de
"gendarme regional" (sobre todo en el Asia
Central ex soviético) para evitar la prolifera-ción
de redes terroristas musulmanas. Tanto
para China como para Rusia esto constituye
un tema de primer orden, tal como lo testi-monia
el acuerdo de Shanghai suscrito en-tre
estos dos países junto con Uzbekistán,
Kazajstán y Kirguistán para resolver los pro-blemas
de Asia Central.
Pakistán, tradicional aliado de los Esta-dos
Unidos, se encuentra en una delicada
situación, porque a la tensa frontera que lo
separa de India, país al que le disputa la re-gión
de Cachemira, la evolución de los acon-tecimientos
puede deparar que en su fronte-ra
con Afganistán surja un nuevo foco de
tensión, esta vez en su flanco Oeste. Irán, gran
y prudente potencia regional, tendría mu-cho
que ganar con un debilitamiento de los
talibanes porque entre las fuerzas opositoras
a estos se encuentran importantes aliados
suyos. Puede ser que su radio de influencia
aumente sensiblemente, lo que de suyo no
será del agrado de los norteamericanos que
consideran a Irán como uno de sus princi-pales
"enemigos" en el mundo. Otros cam-bios
imprevisibles que pueden presentarse,
sobre todo si el conflicto se prolonga o ter-mina
afectando a otros países, se refieren a la
profundización del debilitamiento de algu-nos
estados de la región que pueden encon-trarse
en serias dificultades para contener un
aumento del malestar social anti norteame-ricano,
tal como lo testimonian las grandes
movilizaciones que han sacudido a Egipto,
Pakistán e Indonesia.
También es probable esperar cambios de
gran envergadura en el mismo continente
europeo. Probablemente se fortalecerá el
papel de Gran Bretaña como puente entre
Europa y EE.UU; Rusia está presionando
para ser aceptada como miembro de pleno
16. 40 • Colombia Internacional 52
derecho en Occidente y en Europa (Rusia se
ha comprometido a proveer hidrocarburos
a Europa en caso de que surjan problemas
de suministro y el canciller alemán, G.
Schroeder, dejó abierta la posibilidad de que
su gobierno se convierta en abanderado para
el ingreso de Rusia a la OTAN) (El País,
2001g); la OTAN ha demostrado que sigue
siendo una institución necesaria para las
naciones más desarrolladas; probablemente
la ampliación de la Unión Europea (UE) su-fra
algunos tropiezos en razón de la impor-tancia
que están adquiriendo los temas de
seguridad, aspecto que deja a algunos can-didatos
a ingresar en posición de debilidad;
los Balcanes se convertirán en una preocu-pación
exclusivamente europea; por último,
la política exterior y de seguridad común de
la UE probablemente dejará de pensarse
como un eventual contrapeso o alternativa a
la política norteamericana, para constituirse
en un complemento de las acciones conjun-tas
(Garton Ash, 2001c).
Por último, el hecho de que el núcleo cen-tral
de la alianza antiterrorista esté constitui-do
por la OTAN implica un fortalecimiento
del eje atlántico en detrimento del pacífico.
Después de finalizada la guerra fría, fueron
innumerables las declaraciones de las auto-ridades
norteamericanas que precisaban que
las relaciones con los países del sudeste asiá-tico
se convertirían en la principal priori-dad
de la política exterior de Washington.
Estas declaraciones, aunadas al crecimiento
de los intercambios entre las dos orillas del
pacífico, generaron un gran desconcierto en
los países de la Unión Europea que respon-dieron
con su propuesta de Alianza Atlánti-ca
para intentar conservar sus estrechos vín-culos
con los Estados Unidos. En las actuales
circunstancias, la solidez de la reciente alian-za
creada entre este último y la mayor parte
de los países europeos a través de la OTAN,
y el apoyo brindado por la Unión Europea
al gobierno norteamericano en su lucha anti
terrorista, le han devuelto la centralidad al
eje atlántico en los aspectos político, militar
y de seguridad nacional, regional e inter-nacional
y dada la imbricación que existe
entre economía y política, esta centralidad
también se expresará en el plano económi-co.
El siglo XXI no será del pacífico, sino del
atlántico.
EVENTUALES CONSECUENCIAS
A MEDIANO Y LARGO PLAZO
Si bien no es nada fácil predecir cuáles po-drán
ser las evoluciones futuras, las dinámi-ca
de las cosas nos permiten suponer algu-nas
transformaciones probables y otras
deseadas. Entre las primeras, tenemos ante
todo las siguientes: los atentados han
agudizado y profundizado la recesión nor-teamericana.
La gravedad de esta situación
radica en que nunca, desde la gran depre-sión
de finales de la década de los años vein-te
del siglo XX, se había presentado una
sincronización recesiva entre las distintas
regiones del planeta. "Considerando que el
máximo nivel de sincronía recesiva del ciclo
es 100, es de 90 frente a 50 en 1975,60 en 1982
y 65 en 1991. En este último año, la
desaceleración norteamericana se ha ido tras-ladando
por la mayor apertura de los merca-dos.
Conviene recordar que las importacio-nes
de Estados Unidos representan hoy el
6% del PIB mundial, el doble que en 1991"(de
la Dehesa, 2001).
A diferencia de la crisis financiera asiáti-ca
que golpeó a un conjunto de países de
elevada significación económica a nivel in-ternacional,
esa turbulencia no se convirtió
en una crisis de dimensión mundial, por-que
en ese entonces la economía de Estados
17. El ataque a las torres y el dramático inicio del siglo xxi • 41
Unidos y en menor medida la europea, se
encontraban en una fase de crecimiento.
Hoy por hoy, la gravedad de la situación se
manifiesta en que ninguna otra zona del pla-neta
se encuentra en condiciones de con-vertirse
en una locomotora que jalone el con-junto
de la economía mundial y permita
amortiguar el impacto de la recesión norte-americana.
Después de los atentados en los
diferentes confines del planeta se ha empe-zado
a pronosticar el crecimiento a la baja.
En esto es particularmente inquietante la si-tuación
latinoamericana que tendrá que es-perar
a ver cómo Argentina, el país en este
momento más débil de la región, logra ca-pear
el temporal que se le avecina, cuando
tenga que cancelar los intereses de su deuda
externa que supera los US$ 150 mil millones.
En el caso norteamericano, los consumido-res
que eran la fuerza que había posibilitado
el elevado crecimiento en los años anterio-res
y en los cuales se depositaba la confianza
para mantener esa tendencia (el gasto de con-sumo
supone casi las dos terceras partes de
la economía norteamericana) se encuentran
en una situación de total escepticismo fren-te
a la marcha de la economía.
Pero si bien la primera consecuencia eco-nómica
de los ataques terroristas fue que con-tribuyeron
a agudizar la recesión, el impac-to
mayor no se manifestará en este plano. El
problema de fondo consiste en que para sa-car
la economía norteamericana de la rece-sión
y devolver la confianza a los inversio-nistas
y consumidores se requiere una activa
participación del estado, el cual a través del
gasto público ponga en marcha la máquina
económica estadounidense. Esta será sin
duda una de las consecuencias más durade-ras,
y con ello podemos suponer que la eta-pa
neoliberal de la globalización económica
empezará a quedar irremediablemente atrás.
Esta aseveración la basamos además en el
hecho de que en la medida en que los temas
de seguridad adquieran mayor importancia
y se conviertan en un referente obligado en
la actuación nacional e internacional de to-dos
los países, pero sobe todo de los más de-sarrollados,
asistiremos a un escenario en el
cual el estado comenzará a sustituir a la eco-nomía
de mercado. Como escribe Scalfari
(2001), "La guerra frontal contra el terroris-mo,
tiene necesidad de más estado. No se
trata de una oscilación de tipo ideológico, es
decir como diría un veterano marxista de un
fenómeno superestructural; se trata por el
contrario de un cambio estructural. Dotado
de una fuerza proporcional a su necesidad.
La guerra total al terrorismo se combate au-mentando
al máximo nivel posible la segu-ridad
interna e internacional. Si el fin de
ambas partes contendientes es la mayor o
menor seguridad, es evidente que el funcio-namiento
del libre mercado y sobre todo del
libre mercado global quedará profundamen-te
herido".
En el plano de lo deseable, quizás pre-senciemos
también otro tipo de evoluciones.
Seguramente en un primer momento vamos
a asistir a un fortalecimiento del papel de los
Estados Unidos en el mundo, pero las con-secuencias
del ataque permiten suponer que
el tiempo del unilateralismo puede quedar
irremediablemente atrás. Porque como escri-be
David Held, "Ya no vivimos, si es que
alguna vez fue así, en un mundo de comu-nidades
nacionales discretas que tienen el
poder y la capacidad exclusiva para deter-minar
el destino de quienes en ellas habitan.
Por el contrario, vivimos en un mundo de
comunidades de destino superpuestas. Una
respuesta defensible, justificable y sosteni-ble
al 11 de septiembre debe ser acorde con
nuestros principios básicos y con las aspira-ciones
de seguridad de la sociedad interna-cional,
con el derecho y con la administra-
18. 42 • Colombia Internacional 52
don imparcial de la justicia, aspiraciones
dolorosamente formuladas después del Ho-locausto
y la Segunda Guerra Mundial. Si
los medios desplegados para luchar contra
el terrorismo contradijesen estos principios,
puede que satisfagan la emoción del mo-mento,
pero nuestra mutua vulnerabilidad
se verá acentuada. Nos alejaremos todavía
más de un orden mundial más justo y segu-ro.
Esto podría fácilmente suponer el au-mento
de la intolerancia respecto a todos los
intentos de protestar y de cambiar las cir-cunstancias
políticas, aunque respeten la ley
y tengan una orientación pacífica. Sin una
paz justa en Oriente Próximo y sin un inten-to
de anclar la globalización en unos princi-pios
significativos de justicia social no pue-de
haber una solución duradera al tipo de
crímenes que acabamos de ver" (Held, 2001).
Igualmente, independiente de su desen-lace,
la comunidad mundial, no la de esta-do,
sino la de individuos de todo el planeta
encuentra un terreno abonado para propi-ciar
el desarrollo de un planteamiento alter-nativo
que "contrarrestre la estrategia del
odio y el miedo con otra para ganarse los
corazones y las mentes. Lo que se necesita es
un movimiento a favor de la justicia y
legitimidades globales, no estadounidenses,
cuyo objetivo sea establecer el sistema de
derecho en lugar de la guerra y promover el
entendimiento entre comunidades en lugar
del terror" (Held y Kaldor, 2001). Si tienen
lugar escenarios similares a los que hemos
presentado y el mundo acompaña a Estados
Unidos a asumir la interdependencia políti-ca
global probablemente podamos al cabo
del tiempo corroborar que con el ataque a
las torres se inició una nueva era. Bienveni-dos
al siglo XXI.
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