El documento presenta un resumen de la revista literaria "Intravenosa", producida por estudiantes de literatura de la UACM. La revista busca publicar la literatura que producen dichos estudiantes en formato impreso. También invita a participar a cualquier persona interesada en diferentes formatos como libros, correo electrónico, internet, entre otros.
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intravenosa
Letras subcutáneas
Los Intravenosos somos un grupo de estudiantes de la licenciatura en
Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Hemos optado por un medio impreso de publicación periódica: revista
Intravenosa, literatura subcutánea para dar a conocer la literatura que estamos
produciendo en dicha institución. Esto no implica que desdeñemos a
los otros medios: libros, correos electrónicos, Internet (blog’s, páginas
electrónicas, foros, etc), discos compactos, y cualesquiera de las otras
formas que las nuevas tecnologías nos lo permitan. Los intravenosos
invitamos a participar a toda persona que habite en la tierra.
De la naturaleza de los intravenosos
Intravenoso es aquel que se manifiesta por una literatura subcutánea.
Intravenosoesaquélquevamásalládelmaquillajemediáticoensusobras
literarias. El intravenoso busca conmover hasta la médula, provocar en
el hueso, adentrarse en el músculo, partir de la piel hacia dentro, nunca
quedarse en la superficie. Intravenosa es literatura subcutánea porque
no pretende quedarse en la superficie del órgano humano de mayor
extensión: la piel.
La Intravenosa llegó a tus manos: bájate los pantalones.
Editores: Enrique Alducin C., José Santiago, Omar Delgado. Consejo editorial: Daniel Antonio Ramírez, Juana
Reyes, Ricardo Romero Vallejo. Correctores: Daniel Antonio Ramírez, Juana Reyes, Ricardo Romero Vallejo,
Ruy Guka. Asesores: Carmen Ros, Hugo Hiriart, Javier Vargas de Luna, Xhevdet Bajraj. Diseño gráfico y
viñetas: José Santiago Paz; asesora: Mariela Zavala. Participan en este número: Aarón Iván Luyando†,
Carmen Ros, Carmen Saavedra, Daniel Antonio Ramírez, Hugo Hiriart, Ireri Campos, Juana Reyes, Liliana
López F., Miguel López, Nicolás San Juan, Ricardo Romero, Ruy Guka, Salvador Ramírez J., Sandra A. Montiel
y Xhevdet Bajraj.
Agradecimientos (sin ustedes nomás no): Adriana Jiménez G., Armando Alanís, Carmen Ros, Elena
Mendoza, Héctor Carreto, Hugo Hiriart, Javier Vargas de Luna, Mónica Lavín, Óscar Martínez, Rosina Conde,
Teresa Dey, Xhevdet Bajraj; al Ing. Manuel Pérez Rocha, Rector; a Óscar González, Coordinador de Difusión
Cultural y Extensión Universitaria, a Felipe García, encargado del Taller de impresiones; a la maestra María
Rodríguez, Coordinadora de Espacio Estudiantil, Lic., Priscila Gil, Gerardo Vázquez y Francisco Hernández;
polis y personal de limpieza. Y a todos las y los intravenosos que aportaron alguna idea, crítica, manía,
etcétera.
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Ojo deforme
El rostro que asomó por la ventana era claramente como el de
una piedra porosa y lastimada por el entorno. La luz de adentro
lo iluminaba. Un ojo lo tenía más grande que el otro. Si se le veía
no daba miedo. Tal vez la sorpresa de ver a alguien parado a la
ventana causaría un susto tremendo, pero no había nadie quien
lo pudiera ver. Ni un animal que pudiera sobresaltarse. El rostro
del ojo deforme pareciera que medía cada centímetro del interior,
cada textura, cada color, cada indicio de humanidad. Estaba
absorto, incrédulo por no poder encontrar algo que le causara
la sensación de hogar, algo que pudiera ofrecerle confianza.
Miró una lámpara, se condujo a través de ella a la tienda donde
se exhibía cuando la compró hace unos años. Había muchas
opciones. Él miraba cada una con atención, en todo momento
que estaba frente a esta situación, en la que necesitaba escoger
una de tantas cosas, sentía marearse. Desesperó al personal que
laboraba ahí, ya varias veces se le acercaron a ofrecerle su ayuda,
él mareado, también desesperado por no decidirse y con el ojo
deforme, les provocó que hicieran un movimiento temeroso
hacia atrás. El rostro del ojo deforme, como imán, se acercaba a
ellos a preguntarles un “¿qué?”. Los empleados ya con evidente
incomodidadydesconfianzalerepetíanlapreguntayelrespondía:
“ah, no, estoy decidiendo”. Casi no se le entendía cuando hablaba
y los empleados, primero uno y luego otro y otro, ya no quisieron
alargar el momento, surgiéndoles una mueca chueca, sin que se
dieran cuenta, acompañada de un asentimiento con la cabeza
narrativabreve
4. 4
mientras se alejaban del extraño sujeto que les tocó atender. Él
notó que lo miraban, se impacientó y escogió una lámpara sin
remedio desagradable.
Alguna hoja seca cayó flotando de un lado a otro entre el
rostro y el vidrio descuidado. Él la siguió sin mover la cabeza.
Terminó por no hacerle caso, no quiso saber cómo terminaría
su ineludible destino a la tierra, junto a su zapato; con su
acostumbrada actitud de que ya sabía lo que pasaría, aunque no
el cómo. Seguía concentrado en recordar la historia de cada cosa
que estaba dentro, se dio cuenta amargamente que siempre era la
misma. Algo lo distrajo. Se estremeció cuando notó una hoja de
papel verde que apenas salía por el orificio superior de un cajón
del escritorio que ocupaba casi la mitad de todo el cuarto. Estuvo
a punto de retirarse de la ventana. Estuvo a punto de romper el
vidrio y salvarlo todo. Pero no, empecinado se mantuvo inerte en
su posición. Quedaban algunos minutos.
Por la prisa de preparar su trágico destino no pudo
guardar bien esa hoja que contenía la gran justificación por la
cual él creía que estaba en este mundo. No era un gran amor, por
lo menos no de una mujer. Él quería inventar algo importante.
Era una fórmula para hacer feliz a la gente. Se ayudó de la física
y la química para lograrlo, pero nadie le hizo caso, nadie lo tomó
para examinarlo, para ver si funcionaba. Los odió a todos. Todavía
trató de encontrar el fallo, porque finalmente se convenció de que
debería haber uno, y además evidente, como para que sólo con
echarle un vistazo no lo dieran por bueno. No lo encontraba. Él
estaba seguro de que era perfecto. Pero ya estaba harto. Revisó
muchas veces todo el proceso, desde el principio. Perdió la mitad
de su vida en ello. No podía creer que aquello no estaba bien.
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Tenía como título: “La mierda en oro”. El título nunca lo corrigió,
ni lo tomaba en cuenta. Era lo que más le gustaba.
El rostro del ojo deforme no soltó una lágrima que le cayera
por la mejilla porosa lastimada por el entorno. Al contrario,
mostró una sonrisa que sólo él pudo contemplar en el reflejo de la
ventana. Ni siquiera pretendía dejar algún vestigio de su obra que
pudiera ser descubierta cuando ya no estuviera en este mundo.
Un mundo que él amaba. “Hice este experimento porque amo
mi mundo. Quiero que la gente pueda llevar a cabo sus sueños.”
Le dijo una vez a un señor que se dedicaba a apoyar proyectos
científicos. Éste tenía un bigote bien cuidado, limpio, que se alzó
cuando estuvo a punto de reír al escucharle decir locuras al sujeto
con el ojo deforme.
La hoja verde del cajón parecía que se escabullía. La hoja
se movía hacia fuera de su trampa. El rostro alcanzó a decir
incrédulo,“no,imposible”.Lahojasearqueóhacialasuperficiedel
escritorio y salió por completo. Estaba de pie frente a la ventana.
Dudó un poco al ver ese rostro, su padre, cuya mirada absorta la
llenó de orgullo, creyó que su creador estaba impresionado con su
agilidad para salirse de su celda. Se dio media vuelta en dirección
a la puerta del cuarto y el rostro entró en sí, recuperándose de
la sorpresa. Se alejó de la ventana y corrió a impedirle a la hoja
que se escapara de su destino programado. Llegó al cuarto, se
tropezó con la lámpara y enojado la pateó con fuerza, ésta terminó
rompiéndose al estrellarse con la pared. El rostro buscó mirando
rápidamente entre cada espacio donde pudiera ocultarse la hoja.
Lo hacía de tal forma que los objetos se deformaban en rayas
estiradas que le impedían una visibilidad clara. Se detuvo con la
mano en el marco de la puerta. Respiró hondo y se tranquilizó.
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Miró a la ventana, ahí estaba, afuera. La hoja que tenía escrita la
fórmula que él terminó odiando. Miró el cronómetro de su reloj.
Quedaba un minuto para que se acabara su agonía, pero la hoja
le hizo con su esquina superior un movimiento con el que le decía
adiós y se alejó de la ventana, tanto, que la perdió de vista. El
rostro fue a la puerta principal, quiso abrir, pero no pudo, estaba
trabada. Trató de aclarar su mente pensando en que no podía
estar pasando esto, ¿cómo la hoja pudo trabar la puerta? Su reloj
le mostraba que sí estaba sucediendo, se apresuró al cajón del
escritorio para tratar de encontrar ahí dentro la hoja y aliviarse
con saber que se lo había imaginado por la presión de lo que
estaba a punto de suceder. Llegó al escritorio, abrió el cajón y vio
que no estaba la hoja. Los segundos se acercaban al final. Corrió
de nuevo a la puerta y con todas sus fuerzas trató de abrirla. No
se podía. Regresó al cuarto, miró la ventana. No tenía tiempo
de abrirla. Corrió gritando y se lanzó para traspasarla, cayó a
la tierra. Dio unas maromas aprovechando la inercia de la caída
cuando la casa explotó en mil pedazos. Se cubrió la cabeza con los
brazos, tirado en el piso. Terminó la explosión, miró atrás, su casa
se quemaba, donde había pasado la mayor parte del tiempo con
sus objetos feos. Sintió la presencia de alguien a su lado en el piso.
Era la hoja escrita. La miró con enojo, pero sin poder contener
una dulzura en sus ojos.
Bueno, vamos a seguir
buscando, le dijo el rostro del ojo
deforme a la hoja. Caminaron
por la calle hasta perderse en la
oscuridad de la noche.
Ruy Guka
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Mamacita, por favor no me vaya usted a regañar. Ya sabe cuánto respeto
le tengo, y por eso no le cuento lo que a veces me pasa. Pero ahora sí,
mamacita, tiene que escucharme, aunque sea por ésta única vez.
Escúcheme, porque a lo mejor después no tenga el valor de
decirle… lo que le voy confesar. Por favor, mamacita, no me diga usted
que tiene mucho quehacer, que no tiene un ratito desocupado, que sólo
sirvo para quitarle el tiempo, que si la casa, que si la comida, que si el
mandado, que si la ropa, que si sus comedias. No me diga mañana porque
estoy muy cansada…
Verá usted, guardo un remordimiento desde hace mucho tiempo.
¿Se acuerda de su amiga Celia, la que tenía una hija que era más pesada que
una piedra de 150 kilos? La escuincla aquélla a la que su mamá peinaba
con un moñito en cada lado de la cabeza arriba de las orejas con un fleco
a media frente, como el de Rolando el Rabioso, el de las caricaturas del
periódico. Esa que siempre me presumía sus zapatos de charol, y me decía
que mis zapatitos de plástico no brillaban como los de ella. ¿Se acuerda
que la mamá de la escuincla era igualita de sangrona y usted nomás se
quejaba conmigo de todas las groserías que le hacía su amiga? Y yo nomás
me preguntaba: ¿por qué mi mamá no le dirá que ya no venga a la casa?
O tan fácil como ya no abrirle la puerta y sanseacabó. Yo, a mis diez años,
pensaba que si esa mujer no le caía bien, pues lo mejor era decirle mira
fulanita aquí nadie te quiere. O ya no juntarse con ella, como hacíamos las
niñas en la escuela, cuando alguna nos caía mal. Total, mamacita, fui yo la
que le escribió aquella carta de dos hojas, escritas por los dos lados, y se la
fui a tirar abajo de su puerta. Y ya sabe usted lo que decía la carta porque
ella se la leyó: que a todos nos caían muy mal las dos por presumidas,
Mamacita le quiero confesar
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por hipócritas, por desgraciadas, por pendejas y ya no me acuerdo cuántas
otras cosas más. ¿Ya vio qué fácil fue quitársela de encima? Yo, para qué
lo voy a negar, descansé de su presencia. No me vaya usted a regañar. Ni
modo que las busque para pedirles perdón, sepa Dios dónde anden, a lo
mejor ya hasta se murieron.
Pero espéreme un ratito más, le sigo confesando. He cargado
también con otro remordimiento, porque su tercer marido se tuvo que ir de
la casa. Le voy a decir la verdad: ¿se acuerda de aquella noche que llegó bien
borrachote y se metió a mi cuarto? Eso sí fue cierto, pero no le di tiempo
de hacerme nada, lo saqué a puras groserías y mentadas de madre, yo creo
que hasta el cuete se le bajó. Lo único que yo quería era que se fuera de
la casa, y me agarré de ese pretexto. Por eso le puse a usted esa condición
que le cayó como bomba: escoja, mamá, o su hija o su marido. Ni modo
que usted prefiriera quedarse sin hija, por fuerza tenía que elegirme a mí.
Además, viéndolo bien, ¿para qué le servía ese hombre, a ver, dígame?,
si usted siempre ha sido muy trabajadora. Y sólo le daba más quehacer,
¿no? Acuérdese que ahí estaba usted todos los domingos, lava y lava sus
calzones todos llenos de mezcla, en lugar de descansar.
Mamacita, también le quiero confesar que cuando mi hermanito
tenía dos años le pegaba mucho porque me daban celos. Y es que usted
lo cargaba y lo abrazaba y le daba unos besos tan cariñosos… pero usted
decía que a mí no porque ya estaba grande. ¿Se acuerda?, yo tenía ocho
años.
Y ya que ahora sí tiene tiempo para escucharme déjeme decirle que
fui yo quien le dijo a mi hermana la grande que usted ya no la quería y que
mejor se fuera de la casa. Y por fin se fue. Desde que me di cuenta que a
ella no la regañaba empecé a urdir la manera de correrla. No se imagina
la envidia endemoniada que me entraba cuando alguno de mis hermanos
le llevaba regalos y la besaba y la abrazaba. Y aunque me arrinconara para
hacer berrinche usted no me hacía caso y decía que estaba loca. No se daba
cuenta de lo que me pasaba. No me comprendía, ¿verdad mamacita?
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Por eso, cuando me dio la noticia de que nos íbamos a vivir con
su nuera, la que me cae tan gorda, porque hasta le dice mamá, no pude
aguantar más. Y pensé que si le daba de aquella medicina que me recetaron
en el Seguro Social para la ansiedad que me entra cuando me agarran las
crisis de esquizofrenia, no se iba usted a poder levantar de tanto sueño,
como a mí me pasa, y así no tendríamos que irnos a la casa de la vieja ésa.
Lo que nunca pensé fue que si le daba más pastillas de las recetadas se iba
usted a morir, y no iba a poder tenerla para mí sola.
Bueno, mamacita, ya me tengo que ir, ahí viene mi hermano y
de seguro le trae unas flores más bonitas que las mías. Otro día vengo a
visitarla.
Tierno amor
Es sólo un niño, un poco malcriado que sólo piensa
en jugar. Tiene una amplia colección de juguetes, que
ahora ha dejado botados, porque uno nuevo llamó
su atención. Y es ese lado divertido lo que más me
gusta de él.
Como todo niño, debe ser feliz, nomás de ver
esa sonrisa, dan ganas de cumplirle cualquier capri-
cho. Por eso quiero ser su juguete nuevo, para que
se divierta conmigo.
No importa que tenga treinta ocho años y
mamá diga que es un desgraciado.
Juana Reyes
Liliana López Flores
másbrevetodavìa
10. 10
Jesús, aseguraba que Lázaro estaba ya en el paraíso, que
cuando lo llamara del mundo de los muertos, éste despertaría
para demostrar a sus seguidores la existencia del paraíso. Un
par de días atrás, Jesús había consolado a Lázaro en su lecho de
muerte.
–Mañana te encontrarás en el paraíso, y cuando te llame
acudirás a mí, para dar testimonio de lo que has visto –le dijo.
En el limbo, Lázaro buscaba la entrada al paraíso. Deses-
perado, iba de un lado a otro. Las tinieblas lo confundían. En
lugar de la luz que él esperaba ver, encontraba manchas sin for-
mas concretas. Con el cansancio a cuestas, se sentó a llorar su
desconsuelo, la idea de fallarle a Jesús lo acongojaba y entonces,
suplicándole al Todopoderoso le preguntó:
–Señor mío, ¿dime por qué no puedo entrar al paraíso?, ¿por
qué me niegas la entrada?
–No hay peor ciego que el que no quiere ver –le respon-
dieron.
Lázaro se levantó decidido y caminó firme dejándose llevar
por las palabras que acababa de escuchar. En su interior percibió
un atisbo de luz. En ese momento escuchó de nuevo una voz.
–Lázaro levántate y anda.
Afuera del sepulcro, los seguidores de Jesús comenzaron a
murmurar.
Lázaro continuaba sin ver nada.
Lázaro
11. 11
Todo era silencio, la noche era obscura y la bella joven yacía en
su lecho con el torso al descubierto.
Él, cauteloso, la tomó del cuello y hundió los terribles colmi-
llos. De la garganta incrédula brotó un grito espeluznante, un grito
líquido, acompañado de un gorgoteo siniestro. Sus colmillos no se
detuvieron en el cuello, se deslizaron por el pecho y al llegar a los
poderosos pezones, succionó con mayor ahínco. Ella se retorcía
en una mezcla de placer y abandono. Él, al sentir el dulce líquido
en el paladar se retiró horrorizado. Comprendió demasiado tarde
que la maldición se cumplía.
Sobre el piso, bañados en leche, la servidumbre del castillo
descubrió dos cuerpos inertes que desprendían un suave aroma
azucarado.
La maldición blanca
Nicolás San Juan
Nicolás San Juan (hermano de una tal Susana), se quedó con las ganas de romperle el hocico
a un tal Pedro P., porque éstos, (Susana y Pedro) no lo dejaban volar papalotes con ellos. Ahora,
Nicolás, se dedica a buscar estrellas en una vieja mina llamada la Andrómeda, herencia de su
padre, un tal Bartolomé. Cuando se canse irá, como tantos otros, a reclamar un pedacito de la
Media Luna.
Biografía
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XXX
Relámpago en fuga
Mi deseo es un perro rabioso e intoxicado
frente a la noche de tu mirada
Mis heridas sangran por estas ganas negras
de andar en tu piel
Escondo mis manos de fuego
(este corazón reventado por lo que no ha dicho)
mientras evado tu rastro de relámpago en fuga
Mi deseo es una bestia maldecida que acecha en silencio
Y repito enfebrecida que no
que no es posible tanto en tan poco tiempo
Tú no lo sabes pero es cierto
no tocaré tus pasos de sombra ondulante
no conocerás de este suicidio en dosis precisas
Mi deseo es un animal que agoniza antes del diluvio
Prepárate a sudar sangre
voy a hacerte el no amor
Ireri Campos
Carmen Saavedra
13. 13
acacahuatazos
Koto
Con flauta de caña
invade la melodía de la selva
Un trino de gruesas voces
acerca la voz de tierra hasta la médula
El tañer de un plectro óseo
emerge desahogado y lento
grito de un animal
en busca
buscando
buscó
A su imagen y semejanza
Dios no puede estar equivocado
La envidia
la mentira
la lujuria
la hipocresía
los defectos
los malos deseos
odiar al prójimo
Todo eso es tan noblemente humano que
Dios no puede estar equivocado
Y el corazón sujeta
la cuerda metálica del llanto
origen de la muerte
Nacimiento de la melodía
que acaba en la prontitud del silencio
que conoce la vida
después de la vida
14. 14
Medio siglo después
vino la memoria
a recordarme
que estabas en mi cama
Nunca había tenido tanto tiempo para no pensar
Quizá tengo que buscar un lugar donde tomar café temprano
y largarme donde la luna no me vea
Siempre estoy un poco triste
y remojo mis ganas en un montón de billetes viejos
Estos cueros no tienen levante
el poniente está cercano
Hola mi vida
doce años tengo de tu lado corrigiéndome las espaldas duras
En estos años mi ateísmo tiene un adepto ganado
y tus rezos me están llevando a la perdición
Tomo alcohol cada dos tres horas
Estoy tratando de olvidar el sabor de la coca
pero esta bebida es corriente
Todos los días necesito algo más fuerte
Algo que golpee como un desprecio
un rezo tuyo sobre mi coronilla ebria
15. 15
Si trajera una cruz clavada a las espaldas
dolería menos que toda esta carrera
hacia ningún lado
Te escuchas quejarme por la calle
y maldices el día que me dijiste que sí
Sigo volteando a donde nadie nos mira
Eres tan hermosa como todos tus rezos
sobre mi coronilla ebria
No pudo haber mejor maldición
y soportar un siglo
Doce días hemos vivido juntos y los años que faltan
son tan premonitorios que …
Recuerdo que en un hotel te quite veinte años de tu vida
Bebimos hasta que se nos olvidó qué celebraba
Tu reías estúpidamente
yo seguía bebiendo y dejándome crecer el pelo
Nada era mejor que ser nadie
Nadie era mejor para engañarte que yo
Siempre tenía una mano entre la bragueta
muchas veces sólo era mi mano
La fantasía se tornaba una crueldad y un engaño para todos
Daniel Antonio
16. 16
Ave de paso
Húmedo de rocío el colibrí
Poliniza inviernos vagabundos
El vientre de una flor llora
Ave que deja sus plumas
Sobre la maceta
Y camina a su casa
Nada para mañana
No dejó nada para mañana
Se rió cuando se tenía que reír
De los chimpancés que aprendían a contar con los dedos
De los loros que memorizaban canciones de amor
Lloró cuando tenía que llorar
Con las hormigas que tenían reina
Con la lluvia
Pero no supo por qué
Y murió cuando tenía que morir
Era mariposa
Extendió sus alas
Y copuló
17. 17
El vuelo de los pájaros
Despertaste en invierno
Con los brazos cansados
Soñaste príncipes y princesas de cuatro a seis
Durante treinta años
Ni siquiera comiste lo suficiente
Para amamantar a tus hijos durante la hibernación
La sangre fue leche del alma
El vuelo de los pájaros
Dejó abierta la puerta
Te dio frío
Ya volverán
Pensaste
Nunca llegó verano para ti
Te cansaste de esperar
Por eso
Despertaste en invierno
18. 18
Verdugo
Cueva
Habitad de los ciegos
Mundo donde la sorpresa se vuelve sonrisa
Ataúd vestido de alegría
Muertos
Como vivos soñando la vida
Como luciérnagas iluminando el cementerio
Abrazados desnudos
Apilados haciendo una torre de almas al cielo
Película pornográfica del necrófilo fundador de los cuerpos
Hendidura de las sombras
Perfil del sol
Calienta su fraternidad mortecina
Soy el asesino de esperanzas
Traigo en la mitra el veneno
En los bolsillos pan
En las manos tierra
Veinte gramos pesa la conciencia
Demasiado dolor para la sospecha
Demasiado dolor para la débil pluma
Demasiado dolor para el famélico
Demasiado dolor para el dolor
Soy el color de la mariposa nocturna
Soy el asesino de nostalgias
Soy liberador de lo que no debió haber nacido
Miguel López
19. 19
Rosa de los vientos
Dueles un océano de roca y pez
De corriente a corriente sin orillas
Llena de burbujas
En las burbujas la lumbre de la vida
Llorando entrecortada
Entreahogada en camposantos
De cristal ahumado
Diosa alegre embarrándote los labios
Con mi corazón de tabaco
Diosa de reinas exprimiendo en tu pecho
Mis párpados contagiados
Flor de lis lavándote en las piernas
Mis brazos flacos
Rosa de los vientos
Diosa de las rosas hundiendo mi lanchita inflable
Con treinta espinas y dos pétalos
Aguja de hierro
Diosa de compases entre las velas
Recorres tus dientes y tus uñas
Con tu lengua de espuma
Saboreándote el sabroso jugo de mi carne
Hasta chuparte los dedos
20. 20
Cúramela Satanás
(Oh yes yes)
Vivo la vida al filo de las decisiones
Cundidas de pavor
Estoy entre el vodka cien por ciento de grano
Hecho en Méjico
Y el tequila sudafricano
Sangre de Cristo o Casillero del Diablo
Dudo sobre comer una hamburguesa
De rata gringa
O unas pescadillas de soya
Tal vez un chile poblano con catsup
Izar en la azotea mi bandera mejicana Made in China
O robarme la transmisión de las conejitas
Oh yes yes my godness chorréame
Chorréate el cerebro
Lo tengo
Beberé pulque en honor de los fósiles
De trescientas vírgenes preciosas
Exigiré un tatuaje de la Santa Muerte
En mi entrecejo
Incluso pediré a Satanás que me fermente el alma
Para beberla con un popote hasta oír las últimas gotas
Sin pensar en esta vida dos veces
21. 21
Llovizna de agave
Un pez se menea en un vasito desechable
Cuarenta alacranes viven sobre su madre
Se la comen
La mujer se dejó llevar por una burbuja en su mano
El hombre fue provocado por un lengüetazo en la frente
Dudo de la madurez de una hoja
De su caída inminente
Si la guanábana fuera menos ruidosa a la hora del suicidio
Si el trinar mañanero no encendiera una chispa en el zielo
Un niñito contemplaría su galaxia
En una taza de chocolate
Yo viviría mis dos últimos días
Con un litro de llovizna de agave
22. 22
Bosques blancos
En la parte fría del sol
cientos de bosques blancos
agonizan amoratados
En las burbujas calientes de la cerveza
vive un paralítico
estéril
En la vibración de las seis cuerdas de la guitarra
rasca su vida luminosa
un ciego
En la sonrisa de mis sobrinos
viven siete bebés míos
que no pudieron nacer
Moscardón
Levantó una alcantarilla por dentro
Machucándose un dedo ¡ay!
Se asomó respirando
y puso los pies en esta vida real de dibujos animados
Compró un coñac con 2000 pesos y 7 centavos
23. 23
Durante el penúltimo sorbo de la botella ¡ah!
un moscardón llegó a embriagarse en la juntura de sus labios
Antes de la resaca
se relamió la boca y volaron
al fondo de la coladera
Ya es tarde
El espejo se enfría en noches de tormenta
Sin quebrarse ni volar a otra pared
Hay algo de luz en el reflejo de mi rostro
Pero aún no veo a la muerte en llamas
Estirando su mano para avisarme
Pst
Rikardo
Apúrate
Ya es tarde
El agua hierve
Desde hace veintiocho años
Ricardo Romero
24. 24
uno
voy a buscar tu rastro en la niebla
mientras una gota roja se niega en tu vientre
mi rodilla (falso sostén)
baila una danza artrítica
no había faros ni farolas en el camino
una tenue vela de sebo cobijaba tu mueca en espera
de una sonrisa infantil
era noviembre cuando sentí la tibieza de tu nuca
tus pezones temblorosos
se negaban a mi beso
entonces retrocedí como rama rajada de árbol seco
dos
el confort de savia fresca
se volvió manoseos infecundos
nos bebimos un manantial de desprecios
más palabras para el vuelo del murciélago
mordimos la fruta milenaria
de sabor rancio y putrefacto
del cielo caían motas blancas
no tuve coraje para nombrarte
tres
atada a una mancha
de tonalidades sepias
esperas mi huida
abriste tus alas
para emprender el vuelo
solo que no recordaste
que no eras ángel
cuatro
tu voz es un pliegue azul
en papel pautado
que reconstruyo
en la soberbia de saberte ajena
el sabor de las uvas se agrió
al contacto con mi paladar
25. 25
la peste de una tarde-luna
forjó una llamarada de berrinche
Por donde purgué un flagelo índigo
Me llamaste egoísta
Al mirar el coraje que desdibujaba
mi rostro de alimaña
Un hilo blanco en tu entrepierna
Irritó la fiereza de mi caricia
(mal entendida por cierto)
Reclamo tardío para tus cuatro labios
basta de feloníasTu figura está más allá de mi garra
más acá de mi propia sombra
tu cabello ondula
ya no suspiro
no reniego de tus ojos
más vivos que un reptil al acecho
Mi sonrisa desvergonzada
será la trampa que
produce el sonido
en una frase no acabada
tanta palabra
no me hace más humano
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José Santiago Paz
en la noche de Luna sangre aspiré tu aleteo
como gusano en letargo
la herida en tu vientre no tenía signos del sanguinario
volcaste tus lágrimas en una cántaro rajado
para no dejar huellas a flor de reclamo
entonces miramos los huecos
por donde nuestros abandonos
se cierran con puntadas de nubes
medias-vidas hinchadas de remiendos
tercios-vidas cegadas en ropones orinados
pedazos de vidas encerradas de zarzas ilusiones
jirones de angustias para la madrugada de insomnio
hoy
corté las alas del cuervo
que dibujaste en mi espalda
27. 27
Fiódor y el diablo
El mal en la obra de Dostoievsky
Pocos escritores han teni-
do una obra que refleje cla-
ramente las inquietudes y
fluctuaciones de su propia
alma como lo fue Fiódor
Dostoievsky (1821-1881) Ca-
da uno de sus libros puede
ubicarse, de acuerdo a su te-
mática y personajes, en un
momento determinado de su
vida.
El autor ruso, aunque
casi en ningún momento de
su obra hace ejercicios auto-biográficos, acude con frecuencia a su vida
para narrar sus historias o construir a sus personajes. Sin embargo, hay un
elemento que se mantuvo presente a lo largo de su obra: la preocupación
por el mal en el ser humano.
Odiarás a tu padre
La vida de Fiódor Dostioevsky sólo puede ser catalogada como turbulenta.
Nace en el seno de una familia pequeño burguesa en 1821 en la cual el
padre, Mikaíl, era médico del hospital de Santa María, en Moscú. El futuro
autor de Los Hermanos Karamazov pasó su infancia en dos pequeñas
habitacionesdelnosocomio,rodeadoporsushermanos.MikaílDostoievsky
era lo que se consideraría en la actualidad un profesionista de clase media,
intra-hiperculturalidad
28. 28
pero en la Rusia del siglo XIX, el ejercer alguna profesión bastaba para considerarse
parte de la nobleza. El padre de Fiódor Dostoievsky fue un hombre estricto y avaro,
que mantenía en condiciones precarias a su esposa y a su familia.
La figura de Mikaíl Dostoievsky fue determinante en el carácter del
futuroescritor—inclusive,el doctor Freudlededicóa esarelación padre-hijo
uno de sus ensayos: Dostoievsky y el parricidio, publicado en 1926—. Cuando
Fiódor cumple 16 años su madre muere, y Mikaíl lo ingresa en la Escuela Militar
de Ingenieros. Durante sus años de estudiante su padre le niega recursos para comprar
las cosas más indispensables.
Elpadredelfuturoautorgozabadeunaposiciónrelativamenteholgada.Sehabía
jubilado del hospital y, con sus ahorros, compró una pequeña propiedad y consiguió
algunos jornaleros para que la trabajaran. Con el paso de los años, Mikaíl se aficionó
a la bebida y a maltratar a sus súbditos, por lo que estos, hastiados de su crueldad, lo
asesinan en 1839, el mismo año en que Fiódor concluyó sus estudios como ingeniero
militar. Descontento con la profesión que le habían impuesto, decide convertirse en
escritor. Publica Pobres gentes, novela con temática social en la que llena de alabanzas
a un grupo de súbditos demasiado parecidos a los que lincharon a su padre. El libro
resultó un éxito y Dostoievsky se convirtió en un prometedor hombre de letras.
Los helados infiernos
Además de su ambivalente relación con el padre, otro de los factores que causaron una
profunda huella en la vida y en la obra de Fiódor fue su militancia política. Una vez
que se convirtió en autor de renombre, fue influenciado por los círculos socialistas y
anarquistas de su tiempo. Militó en el Círculo Petravinsky, grupo que se reunía para
discutir, entre otros tópicos, la liberación de los siervos rusos y la lucha por la libertad de
expresión. El grupo, originalmente sólo de estudio, se radicalizó y comenzó a planear el
asesinato de Nicolás I. La policía zarista los descubre y los encarcela en abril de 1854. A
los conspiradores, incluyendo al joven Dostoievsky, se les condena a muerte, pero justo
cuando estaban frente al pelotón de fusilamiento, les conmutaron la sentencia por la de
29. 29
prisión con trabajos forzados. A Fiódor, quien miró la muerte de cerca, lo mandaron
cuatro años a la prisión de Omsk. Durante su presidio, el escritor convivió con algunos
de los peores criminales de la Rusia de los zares. A Fiódor le impactó que esos
hombres pudieran tener también rasgos de solidaridad y bondad. Luego de
cumplir su tiempo en prisión, fue enviado como soldado raso a una aislada
guarnición de las estepas siberianas. Muchas de estas experiencias carcelarias
están reunidas en su novela La casa de los muertos.
Durantesutiempocomoprisioneroyluegodurantesutemporadacomosoldado
raso, Dostoievsky leyó compulsivamente el Nuevo Testamento. De ahí adquirió una
espiritualidad casi enfermiza, que contrastaba con su personalidad impulsiva y altanera.
En Siberia también conoce a la que sería su primera esposa, una joven viuda llamada
María Dmitrevna Isavena.
Los anárquicos endiablados
Años después, Dostoievsky escribe: Los Demonios, novela en la que abjura de sus
militancias anarquistas narrando las tropelías de un grupo de jóvenes fanatizados
por el nihilismo terrorista. En ella es donde el autor crea uno de sus personajes más
demoníacos: Nikolai Stravrogin, rebelde corroído por el remordimiento y la culpa, pero
incapaz de hacer un acto noble. Nikolai es capaz de cometer los actos más deleznables
sólo por aburrimiento y hastío. En uno de los capítulos trabaja para seducir a una niña
de doce años, Matrioska, hija de la mujer que le hospeda. Una vez consumado el acto,
narrado sin una gota de ternura, la niña se ahorca debido al remordimiento. Después
de ello Stravrogin, en un impulso de autoflagelación, contrae matrimonio con una
retrasada mental, a la cual humilla. Vacío, errático, Nikolai continúa su caída hasta que,
al final de la historia se ahorca.
El pasaje de Los endemoniados que narra la seducción de Matrioska, al parecer,
corresponde a un episodio real de la vida de Dostoievsky. En una carta de Strakhov, un
conocido del autor, que dirige a Tolstoi, le dice:
30. 30
“…No puedo considerar que Dostoievsky como un hombre bueno y feliz.
Era malo, rencoroso, libertino y estaba lleno de envidia. A lo largo de su vida
fue presa de pasiones que le hubieran hecho sentirse ridículo y desdichado
de haber sido menos inteligente o menos malvado […] Dostoievsky era
incapaz de dominar su carácter… Lo peor es que se enorgullecía de ello y
jamás se arrepentía de sus innobles acciones […] Vikastov, un profesor, me
confesó que [Dostoievsky] alardeaba una vez de haber violado a una niña en la
casa de baños, niña que le fue llevada por su institutriz.”1
Es posible que Fiódor haya fantaseado por lo menos con la idea de violar a una
menor. Ese conocimiento, práctico o no, de un hecho tan recriminable fue el que le
llevó a retratar al personaje de Nikolai Stravrogin con amplia verosimilitud.
Es a partir de Los demonios o Los endemoniados (como también se le conoce),
cuando la naturaleza del mal se hace evidente en su obra. Como fiel cristiano, cree en
la existencia de Lucifer y en contadas ocasiones lo retrata como un ente concreto. Para
Dostoievsky: “…el diablo es un poder espiritual trascendente, aunque se le observa
mejor por sus efectos en el comportamiento humano. Su hogar no es el infierno, sino
el alma humana”.2
El mal redimido
Si Nikolai Stravrogin es un malvado sin posibilidades de perdón, entonces Raskolnikoff,
protagonista de Crimen y Castigo, es su contraparte. En dicha novela se relata cómo este
último planea y perpetúa el asesinato de una vieja prestamista, así como la posterior
carga de remordimientos que dicho crimen le hacen padecer. Publicada en 1866, cinco
años antes de que escribiera Los Demonios, la historia del estudiante asesino posee un
tono menos político, inclinándose más hacia el lado psicológico de la trama.
En esta historia Dostoievsky juega con el lector. Lo hace simpatizar con el
asesino a fuerza de humanizarlo, Raskolnikoff es un joven estudiante, idealista, y
algo soberbio, que se ve en serios apuros económicos. Por otro lado, la víctima, la
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usurera, Alena Ivanova es una mujer fría y cruel por la que no se puede sentir ninguna
compasión. El protagonista la asesina, pero luego del crimen es atormentado por sus
remordimientos. A pesar de que puede eludir a la justicia, al final de la historia,
se entrega, acción que a su alma le devuelve la paz.
En Crimen y castigo, el autor ruso retrata al mal como inherente al
ser humano, un mal compuesto por la vanagloria. Se abstiene de tratar lo
maligno como concepto metafísico debido a que Raskolnikoff mata a Ivanova
porque se cree superior, moral e intelectualmente, a ella. El asesino es la parodia
del superhombre nietzscheniano al que vuelve humano su conciencia y su posterior
aceptación de la culpa.
Caín, Abel y Alexei
Los hermanos Karamazov, considerada la obra máxima del autor ruso, fue su última novela,
pues una hemorragia cerebral acabó con su vida en febrero de 1881, apenas unos meses
después de concluirla. Probablemente es el trabajo más complejo de Dostoievsky,
pues en él vierte todas las contradicciones que atormentaban su propio ser, desde las
políticas hasta las morales. La trama gira alrededor del asesinato de Fiódor Pavlovich
Karamazov, hombre de 55 años, a manos de uno de sus cuatro hijos. Dimitri, el mayor,
es inculpado y condenado injustamente por el crimen. Al igual que en Crimen y Castigo,
Dostoievsky juega de nuevo con el juicio del lector, pues Fiódor es un ser egoísta,
despiadado y altanero, con el que casi es imposible simpatizar. Así, su asesinato aparece
como comprensible, incluso, como un acto justiciero.
Si Fiódor Karamazov es un retrato casi exacto de Mikaíl, el propio padre de
Dostoievsky, sus hijos son piezas de una superestructura que bien puede ser la misma
mente del autor. Cada uno de ellos corresponde a diferentes desdoblamientos de su
personalidad: Dimitri es un sensualista y derrochador controlado por sus impulsos;
Iván, el segundo, es el racionalista ateo que niega toda implicación moral; Alexei es
el esperanzado, el que cree profundamente en el cristianismo y en la posibilidad de
redención del ser humano; Smerdyakov, hijo ilegítimo de papá Karamazov y criado de
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la familia, es un asesino nato que toma la ideología atea de Iván como pretexto para
cometer el parricidio.
De manera independiente a los enormes méritos literarios que tiene la novela, es
en Los hermanos… en donde el autor ruso expone algunos de los debates más
intensos acerca de la existencia del mal. Para Iván, el principal argumento en
contra de la existencia de un ser superior, bondadoso y sabio es la existencia
de tales atrocidades. Ante estas circunstancias, Alexis sólo puede ofrecer su propia fe.
No obstante, es en el libro decimoprimero en donde Satanás se manifiesta
en todo su esplendor. Después de que Smerdyakov le confiesa que él mató al padre
de ambos, Iván sufre una alucinación en donde se le aparece un caballero apuesto y
encantadorquevacambiandodeformayexpresiónconformedebateconelracionalista.
Le confiesa que “es un ángel caído”, y que “nada humano le es ajeno”. Sin embargo, la
revelación más perturbadora que le hace el Maligno a Iván es que, en realidad, el mal
auténtico vive en el racionalismo ateo que tanto defiende.
El final de la novela no es nada autocomplaciente: Smerdyakov se suicida,
Dimitri es condenado, e Iliushechka, niño que murió como consecuencia de los actos
de Dimitri y Fiódor, es sepultado. Alexiei, ante tales hechos, sólo puede presentar su
propia vida y su inmensa esperanza como argumento de la existencia de Dios.
Todos son (somos) Dostoievsky
A lo largo de la obra del ruso, se puede apreciar que su principal fortaleza (y al mismo
tiempo, debilidad) son sus personajes. Todos se parecen demasiado entre sí, y muchos
se parecen al autor. Fiódor mismo fue un hombre de tormentas, lo mismo podía ser
generoso que cruel, que no podía refrenar sus propios arrebatos al tiempo que buscaba
la paz interna en distintas ideologías. En general, casi todos los protagónicos de sus
obras se le parecen, como bien lo dice Somerset Mauhgam:
“[Dostoievsky] se sentía satisfecho por tener que entendérselas con un grupo
reducido de personajes, y estos se repiten novela tras novela. Alyosha de Los
33. 33
hermanos Karamazov, es el mismo hombre, a excepción de la epilepsia, del príncipe
Myshkim de El idiota. Stravrogin de Los demonios es simplemente una repetición
de Svidrigáliov de Crimen y castigo. El héroe de este libro, Raskolnikoff,
es una versión más recia de Iván de Los Hermanos Karamazov. Todos
son emanaciones de la torturada, retorcida y morbosa sensibilidad de
Dostoievsky.”3
En definitiva, sus creaciones tenían mucho de él. Dostoievsky escribió las
aventuras y desventuras de esa pandilla terrible de personajes, debido a que él, dentro
de su propio pellejo, sufría las mismas pulsiones que con tanta exactitud, y genio,
retrató. Fiódor, como los protagonistas de sus historias, era también un endemoniado que
buscaba —y huía—, su propia redención.
Omar Delgado
LA VERDAD ES
RELATIVA LA
NETA ES
ABSOLUTA
Notas
1 DOSTOIEVSKY, Fiódor, Los Demonios,
Introducción de W. Somerset Maugam, 2001,
México D.F., ed. Porrúa, p. XX. y p. XXIII.
2 BURTON RUSSEL, Jeffery, El príncipe de
las tinieblas, 1996, Santiago de Chile, ed. Andrés
Bello, p. 303.
34. 34
Cuando nuestra edad se puede contar
con los dedos de las manos
El mundo nos maravilla y
atemoriza, al mismo tiempo.
Esta sensación la logra cap-
tar en sus libros, el escritor
israelita Amoz Oz.
Es así, como de re-
pente, vemos desde la venta-
na de nuestra casa, en lo
más profundo del bosque,
la sombra de un demonio; o
imaginamos, mientras traza-
mos rutas en un Atlas, que
hacemos una expedición al
África. El miedo por aden-
trarnos en ese bosque es tan
grande como la curiosidad
por conocer a un demonio de
verdad. Nuestros padres nos
han reprendido, y el impulso
de limpiarnos para siem-
pre el polvo de esa casa de
la suela de los zapatos, es tan poderoso
como la imagen de Esti, la niña por la
que suspiramos mientras le jalamos las
trenzas.
Mientras leía las historias de
aquellos niños, regresaba a mi propia
historia, yo como el niño protagonista de
La bicicleta de Sumji, también soñé con
viajar a lugares lejanos, y como Maya y
Mati, en De repente en lo profundo del
bosque, temblaba de miedo cuando la
noche se acercaba.
El mundo allá afuera, lejos de
nuestra casa, es un bosque, o una selva, o
un inmenso océano, que guarda maravillas
que queremos conocer, peligros que que-
remos enfrentar, pero al mismo tiempo
nos da miedo hacerlo, tal vez por eso,
soñamos, creamos historias sobre ese
mundo, son esas historias las que nos na-
rra en sus libros Amoz Oz.
Sandra Montiel ha tenido que despojarse de algunos
años (y algunas mañas), para disfrutar al autor israelita
Amos Oz. Afortunadamente, Sandra no renuncia a su
bien calibrado razonamiento, el cual sale a relucir en esta
valoración de la obra de Oz.
reseñeras
35. 35
En sus libros, todos esos niños,
de nombres curios, tiene unos padres que
han olvidado, o han querido olvidar, su
infancia. Por ello pareciera que viven en un
mundo que no es el de sus pequeños. Son
incapaces de entender que Sumji adore al
loco de su tío Zemják, que le hace regalos
excéntricos en sus cumpleaños; o que
Maya y Mati quisieran comprobar, con
sus propios ojos, la historia sobre Nehi, el
diablo de la montaña, por el que hay que
encerrarse en casa al caer la noche.
Esosniñoscomoyo,ytalvezcomo
tú, que me lees, tuvimos entonces que
conformarnos con no poder compartir el
mundo, nuestro mundo, con los adultos.
Así, los padres de Sumji no sabrán, sino
muchos años después, cuando éste escriba
su historia, que a los once años estuvo
perdidamente enamorado de Esti; Maya y
Mati tampoco se atreverán a contar lo que
han visto y que los llevará emprenderán
su aventura por el bosque solos, a pesar
de las advertencias de los adultos del
pueblo.
Tuvo que ser Nehi,
quien convenciera a Maya y
a Mati que hablarán sobre su
historia, no sólo con sus padres,
sino con todo aquel que quisiera escuchar,
incluso a pesar de las burlas de las que
podrían ser objeto; y tuvieron que pasar
muchos años para que, tal vez, los padres
de Sumji, se enterarán al leer el libro, las
aventuras que pasó su niño el día que
Zemják le regalo una bicicleta.
Mi edad no se puede contar con
los dedos de las manos, sin embargo
disfrute las historias de Amoz Oz como
una niña. Todo cambia, es cierto, pero
dentro de nosotros están los niños que
fuimos, aquellos que se sorprendían de
todo y que eran capaces de construir
historias fantásticas llenas de verdad. Si
para poder ponerse en contacto con ese
niño necesitamos de historias como éstas,
entonces los libros dejan de ser escritos
para un público particular. Por ello estoy
segura que los jóvenes disfrutarán tanto,
como pueden disfrutar los adultos, con
las historias de este escritor judío.
Sandra Montiel
36. 36
Tangas para la vida diaria
Nueve de la noche. Abordo
el taxi que me llevará a casa.
Qué día: tres reuniones de tra-
bajo en lugares distintos y un
seminario en Santa Fe. Suena
mi celular. Es Tere Dey, la edi-
tora de una publicación que
apunta al feminismo. Me pide
un texto sobre lencería. En ese
momento, no se me ocurre
nada. Le pido una entrevista
al chofer para conocer su
opinión sobre ropa interior
femenina. “Encantado”, dice,
y prende la luz interior para
que yo tome notas mientras
viajamos. “Lo que más me
gusta son los coordinados de
brasier y tanga negros o rojos,
pero mi esposa dice que no se
siente cómoda. Ella prefiere
bikinis de colores alegres co-
mo el rosa mexicano”. Co-
mento que usar tanga pide
un cuerpo esbelto, firme y
cero abdomen. “Yo prefiero
que mi mujer se ponga esa
ropa, aunque no tenga un
cuerpo escultural, no sé, es distinto”.
El trayecto por Constituyentes no se ha
hecho tan pesado gracias a la entrevista.
Sigo preguntando: Si tuviera que regalarle
lencería a su mamá, ¿sería una tanga o un
bikini? “No, mi mamá ya no se la pondría
por su edad, esuna persona mayor, tiene54
años”. Sin saberlo, qué golpe me acaba de
dar el pinche taxista, pienso, porque tengo
51 y uso tanga, a pesar de no cumplir con
los requisitos que la prenda exige. Gracias,
hemos llegado ¿cuánto le debo?
Al día siguiente, con la vanidad
estropeada voy al Palacio de Hierro. Le
echaré un ojo a la lencería propia para
mis años. “¿Para mujeres de su edad?
De Chantelle, una marca francesa, tengo
coordinados de brasier con tanga, biquini
o bóxer, me dice una empleada joven.
Guau, están de poca. Me llama la atención
un juego color turquesa de apariencia
sedosa. “El treinta por ciento de las mu-
jeres que aparentan cincuenta años o
más compran tangas como las jóvenes”.
Quiero abrazar a la joven, su afirmación
repara mi vanidad. Le pregunto si todas las
mujeres compran ropa de diseño audaz.
Uno tiene la impresión de leer el texto sobre la piel misma
de la escritora. Es ella la que se indigna cuando el taxista
le sugiere (sin intención), su edad; y es ella quien salta de
alegría cuando la vendedora le zurce el orgullo maltrecho.
plumasdepavorreal
37. 37
Contesta que no, que si las compradoras
son travestis, suelen ser mucho más con-
servadoras en sus elecciones. “Llevan
corseletes; tal vez sí compran ropa sexy,
pero en otro lado”. Agrega que para la
vida diaria se venden más los modelos
lisos en colores blanco, negro y carne.
“Si no, si es para ocasiones especiales,
piden algo colorido y de encaje”, dice con
una sonrisita de complicidad, picardía y
profesionalismo. ¿Entonces la lencería
sexy se define, además del diseño, por
el material y los colores? “Cuando las
clientas vienen con los esposos piden algo
cachondón, así con esa palabra.
Ellos participan en la compra y
generalmente escogen la ropa
en negro o en rojo”. Pienso en
la preferencia del taxista. Le pido
a la empleada una tanga color carne. Con
la vanidad más aliviada, salgo del Palacio
hacia la vida diaria.
Abajo está el título
...Iba yo a desenfundar mi arma, jefe, cuando ni alcanzo a ver que los sujetos se
daban a la fuga...¿Eh? No, es que se me entrampó la mano con la funda. Ái taba yo a
jálele y jálele y dónde que la pistola no quiso salir. Cuando acordé, que fue porque los
clientes a gritos y empujones me dijeron que eran ellos, pos ya iban en el vehículo.
...Sí corrí tras ellos, pero no, ni para qué correr, ¿a quihoras los iba alcanzar?
...Tantito antes de que yo entrara al banco, llegaron los estos presuntos asaltantes...
¿Eh? Ah, pos taba yo de valéparquin... Ya sabe: las propinas lo ayudan a uno pal regalo
del día de las madres, contimás que tengo varias familias.
...De poder identificarlos sí puedo, cómo no, si le digo a usté que estaba de
valéparquin, luego ¿a quién cree que le entregué el vehículo?, pero oiga, si se enteran que
fui yo ¿no irán a venir a que les devuelva la propina? ...Varios de a quinientos ...Híjole,
jefe, le puedo dar hasta tres billetes, más no, porque lo que sea de cada quien, pos fui
yo el que se expuso ¿no?
Como dijo Kamel Nacif al góber precioso, tú eres
el héroe de esta película, papá
Carmen Ros
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Sueño de una noche de verano
William Shakespeare
Escena II
Diálogo entre Óberon y Puck
Ób. Bien, vayamos a ese camino: no saldrás, no de esta arbolada.
Te atormentaré por esta injuria.
Mi gentil Puck, acércate: ¿recuerdas que alguna vez me
senté en un promontorio
Y escuché una sirena en el lomo de un delfín, entonando tan
dulce y armonioso
Aliento, que el embravecido mar se apaciguó al escucharlo
Y ciertamente las estrellas se dispararon alocadas de sus
órbitas
Al escuchar la música de la doncella del mar?
Puck. Lo recuerdo.
Ób. Aquella ocasión observé (aunque tú no podías)
Volando entre la luna fría y la tierra.
A cupido con todas sus armas; apuntó un tiro certero
A una hada virginal que regía en el Oeste
El dardo salió disparado vigorosamente de su arco
Como si quisiera atravesar un millar de corazones.
Pero vi la fiera saeta juvenil de cupido
Apaciguarse entre los rayos de la luna acuosa
Y fallar.
consagrados
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La devota virgen siguió su camino
Sumida en sus pensamientos castos, libre de amores.
Aún confundido vi dónde el proyectil cayó
Acertó sobre una pequeña flor del Oeste.
Antes blanca, se tornó púrpura por la herida de amor.
Ahora las doncellas la llaman Amor en reposo
Tráeme esa flor; alguna vez te la mostré.
El jugo que contiene, aplicado en sus párpados dormidos
Hará que cualquier hombre o mujer se apasione locamente
De la primera criatura que vea al despertar
Tráeme esa flor y vuelve aquí
Antes que el Leviatán nade una legua
Puck. Ceñiré una cinta alrededor de la tierra en cuarenta minutos.
Traducción de Enrique Alducin y Omar Delgado
EL CONSUMO DE ESTE
PRODUCTO PUEDE CAUSAR
EPIFANÍAS
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Mecánicos
Tobi: ¿Tons qué, Muchopús, cómo te válvulas anoche con la Güera?
Muchopús: Medio bielas, onque ni me la fordward, mi Tobi, que me
regreso.
Tobi: Cigüeñal, se ve que estuvo bien cheroki. Los dos agarraron el pistón.
Muchopús: Citroit, mi Tobi, pues yo iba bien valiant para echarme dodge, y
pus que me echo cincloch.
Tobi: ¿Cilíndro, Muchopús?
Muchopús: Claxon, mi Tobi, luego le doy unas clasesitas.
Tobi: Pues a mí me cayó gordini la bemedobleua, hasta pensé que era de
las que kaizer con los fierraris.
Muchopús: Tambor de frenos. De todas formas yo no tenía pa’ panard.
Si me la hacía de pontiac, pus le pedía fiat, ¿no?
Tobi: Ese es mi Muchopús.
Una señora de la tercera edad se para frente a ellos.
Muchopús: Paraguas, mi Tobi, pa’ que se siente la jefita.
Tobi: Chiale, Muchopús, pus si yo también vengo con media hojalateada
Además que la ñora está más completa que yo.
Muchopús: Ta’ bien, ta’ bien, no se ponga fiuri. (Dirigiéndose al joven
que está sentado) A ver tú, no te pases de aceite y dale el lugar a la seño.
Tobi: Cigüeñal, tú ‘stas chavo, no seas monoblog y ya peicer para que se
siente la jefa.
Señora: No, joven, no se pare, no le haga caso a este par de mugrosos.
Enrique Alducin embona las hablas populares, y sabe
encontrar sutiles cambios en el caló chilango; tanto así, que
sus personajes nacen tan vivos que pronto lo abandonan
agandallando a quien se deje.
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Muchopús: Qué pachó, señito, si nosotros puro acá, mechebenz. No
porque nos vea así mediopistones venga a agredir a lo presente.
Señora: A mí hábleme bien, no entiendo su idioma.
Tobi: Ya le estamos dando, Muchopús, ora hasta alfaromeos
nos dijo. Mejor nos paramos, al fin que en la que sigue nos veler.
Muchopús: Llantas, mi Tobi, a la veler, antes de que me quite el
parabrisas y comience a rayar parrillas
Enrique Alducin C.
De cómo los sueños
se pueden hacer realidad
Un día soñó que se casaba con Julián, “El juli”, el hombre más guapo,
el bailador, el castigador de la colonia, aquél a quien todas querían
tener, besar… Y siguió soñando, que tenían un hijo al que llamaban
Juliancito…
Cuando abrió los ojos se dio cuenta de que no había sido un sueño,
Juliancito, de cuatro años lloriqueaba al mismo tiempo que trataba de
cubrirla con su cuerpecito que recibía las patadas de “El Juli”.
Liliana López Flores
narrativabreve
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Cristóbal González
El Frijol
“Se dice que en la infancia
un charco se vuelve río, o un
pedazo de madera llega a trans-
formarse en un carro poderoso
que nos pasea la inocencia. Y
en las manos de los niños, todo
germina, por eso la muerte no puede
subirse en ellas. Una canica almacena una
constelación entera. Una corcholata se
transforma en nave, la tierra en chocolate
y las varas, en espadas. Pero todo se diluye
cuando uno va creciendo. El cuerpo de la
infancia se duerme, durmiéndonos todos
los sueños y aquel tiempo que no pasaba,
ahora nos muerde los ojos.”
Eso me dijo Fabián con sus manos
teñidas de tiempo. Entre trago y trago
retomaba pedazos de su vida, y de los
recuerdos hizo un lazo con el cual nos
detenía a todos los que ahí nos encon-
trábamos. Se paraba y miraba el cielo, que
para esas horas, de azul se iba pintando.
Daba una fumada a su cigarro y volvía a la
plática. Parecía un hombre, construyendo
entre pausas, lo que fue de tiempo atrás.
Nos contó de su esposa, de sus hijos, de
sus padres, de todo lo que en su vida
ha existido, y le ha hecho lo que hoy
es: hombre de campo con olor a maíz,
hombre-maíz, o maíz hecho hombre. En
un momento de la plática se detuvo. Se pu-
so en la mirada ojos de niño y comenzó
de nuevo a recordar su infancia.
“Cuando de niño me escondía entre
los sembrados, tomaba un pedazo de palo
y me metía entre la siembra para buscar
perros o gallinas, que igual que uno, an-
dan mugrosos, jugando. Correteaba las
gallinas con el palo hasta que mi mamá
me decía –condenado escuincle, deja en
paz esas pinches gallinas–, yo las dejaba
porque mi mamá me agarraba a palos por
maldoso.”
En su rostro, la nostalgia se meció
sin recato alguno. Sus ojos se ahogaron
tímidos entre lágrimas, pero él, las secaba
rápidamente. Se volvió a parar, a mirar el
cielo, y volvió a la plática. Como liturgia,
repetía en cada tropiezo con su pasado,
la misma acción, llorar, pararse a ver
el cielo y continuar con su relato. De
pronto cuando nos contó lo de su perro
el “Frijol” se quedó pasmado, mirando al
vacío donde mira quien ha perdido algo,
alguien que busca en la memoria, la vida
de quien ya no la tiene. Buscando entre
el silencio, entre la ausencia se perdió.
Yo me imaginaba al “Frijol” moviendo
la cola, jugando a corretearse, o tirarse
en el cerro a buscar figuras en las nubes,
como si el perro entendiera las figuras,
entendiera la infancia.
Fabián se llevó las manos al rostro
he hizo una máscara con sus manos, se la
dejó puesta por varios minutos. Cuando
se descubrió el rostro, éste estaba poblado
porelllanto.Unapenasedibujóclaraentre
su mirada. Tomó un trago y fijó sus ojos
en el cerro donde jugaba con su perro.
Todos giramos tratando de escuchar, en
aquel cerro, el ladrido interminable del
perro. Una espesa neblina nos lamía el
alma.
43. 43
Divagaciones sobre cómo escribir
un cuento
Cartas a mi hija Ximena.
Mejorquehablartedetiposdecuentos,mimuyqueridaXimena,
o de hacerte una especie de pequeña antología, prefiero intentar
decirte algo acerca de cómo se fabrican los cuentos. Imagínate
que una mañana entras a un café a beber un capuchino. Estás
haciendo cola, no muy grande, para comprarlo y, de pronto, ves
ahí sentada una muchacha. No hay nada raro en ella, al parecer,
está leyendo el periódico muy quitada de la pena. Sin embargo
llama poderosamente tu atención. ¿Por qué? Porque es muy
parecida a ti, demasiado parecida (tú tienes un vestido igual al
suyo). Casi podrías decir que esa muchacha eres tú, digo, si no
fuera porque tal hecho es imposible, dado que no hay ni puede
haber dos Ximenas idénticas. Te inquietas, por supuesto, pero
llega tu turno en la cola y, como no has desayunado, te atareas
ordenando un capuchino y un pan. Cuando ya te atendieron, con
el café en la mano, buscas a la muchacha y ya no está, se fue.
Así puedes empezar un cuento, con un acorde fuerte, es
decir, con un hecho incomprensible. Observa dos cosas: a) la
esencia misma de un cuento es que el lector quiera saber qué sigue,
que tenga cierta inquietud, necesidad de saberlo, que no esté en
paz hasta que no acabe el cuento. Es la condición necesaria de un
buen cuento que suscite en el lector vigorosa expectativa; b) lo
segundo es que el cuento se inscribe en un tema. En este caso, tu
tema o motivo es de el doble (es decir, dos personas exactamente
iguales). Se suele decir en alemán: Der Doppelganger.
Te asombraría saber, Xime, cuántas veces se han contado
artepoética
44. 44
cuentos con este tema de el doble y cuántos grandes escritores,
de Plauto a nuestros días, pasando por Shakespeare, Cervantes,
Lope de Vega o Dostoievski, lo han usado. El tema en general
se desarrolla así: se trata de dos hermanos gemelos separados
al nacer y que, por eso, cada uno ignora que tiene un hermano
mellizo. Esa es muy buena situación para hacer comedias de
enredos o equivocaciones. Supongamos, pues, que la muchacha
que viste en el café es tu gemela idéntica; entonces, por ejemplo,
te atribuyen a ti lo que ella hace (y a ella lo que tú haces) y se
genera el enredo. El cuento se acaba cuando se desenreda todo,
es decir, los cuentos suelen tener planteamiento, enredo (o nudo)
y desenlace.
Entonces, en la cafetería del capuchino tú tienes (1) un
comienzo de cuento, y (2) un tema. Escribir el cuento equivale a
(3) desarrollar el tema y darle un desenlace. Y lo que debe guiarte
al desarrollar el tema es lo que vimos antes, a saber, que el lector
tenga necesidad de seguir leyendo. Esa necesidad es, como
dijimos, la base de toda buena narración.
Examinemos un poco estos aspectos. Es más fácil tener el arranque
de un cuento que desarrollarlo, porque el arranque es corto
(cualquier ocurrencia puede servir) y no hay que organizar nada.
En cambio el desarrollo es largo y hay que organizar y resolver
el problema del desenlace. Organizar equivale a mantener el
interés, que no decaiga en ningún momento a todo lo largo de
la narración. El problema del arranque (o planteamiento) es sólo
tener un asunto.
Ahora fíjate en esto: Borges aconseja tener el principio y
el final del cuento antes de empezar a escribirlo. Eso está bien,
aunque yo nunca sigo el consejo y empiezo sin saber el final, a
ciegas, y conforme voy avanzando, se me va haciendo claro el
final. Cada quien tiene su manera de matar pulgas. Pero, te digo,
45. 45
el consejo de Borges es bueno, no sólo porque es bueno saber a
dónde te diriges sino porque un cuento es más airoso y elegante si
su final (o desenlace) es sorpresivo, esa última línea que te aclara
todo de manera sorprendente. En esto los cuentos son como los
chistes: mientras más imprevisto es su final, más eficaz es el chiste.
Pero, claro, la regla no tiene aplicación universal, hay cuentos
muy buenos, de Chéjov, por ejemplo, sin final sorprendente o
inesperado. Entonces, como dice Borges, es conveniente tener
presente desde el inicio cómo va a acabar el cuento, esto es,
tener su principio y su final, conveniente, pero, como te digo, no
indispensable.
Ahora pasemos a hablar de temas. De seguro es lo que más
te va a interesar. Te asombrará saber que no sólo no hay muchos
temas literarios, sino que la verdad hay pocos, unos cuantos. Y
con esos pocos temas se ha escrito toda la literatura. La historia
de la narrativa es la historia de las variantes en el desarrollo de
esos pocos temas. Una novela puede ser muy complicada, pero
su tema o temas, son sencillos. Un tema o motivo o asunto, como
también se llaman, siempre es sencillo de formular. Por eso
voy a darte una lista exhaustiva de temas de cuentos. La tomé
Hugo Hiriart
de un libro de la doctora
Elisabeth Frenzel que
se llama Diccionario de
motivos de la literatura
universal (Gredos, 1980).
46. 46
Anselmo
¿Cómo empezar esta his-
toria? Un relato cualquiera de
seis seres a quienes junta el
destino y cuyas vidas no son
más ni menos parecidas a las
nuestras. Son lo que deben
ser, ¿o lo que ellos decidan
que sean?, ¿o lo que a ustedes
y a mí se nos antoje? No es
que esté confundido, querido
lector,oquenoseparealmente
cómo iniciar. La cosa es que
estoy en la etapa de la maraña
que precede a toda lucidez.
He aquí, pues, que empiezo
con una descripción general
de la época y el ambiente
(muy al estilo Maupassant)
para ubicarlos mejor en este
relato que, aunque parezca un
cuento, de ninguna manera lo
es. Este no-cuento comienza,
entonces, con lo que en la
televisión y el cine se conoce
como una toma panorámica.
Durante la última se-
mana cercana a la Noche-
buena, las calles del centro de la ciudad
parecían un hormiguero. Hordas de gen-
te apresurada fluía por las avenidas 16 de
septiembre y Corregidora mirando los
puestos ambulantes. Todos parecían fe-
lices a pesar de los empujones, el frío y la
tan pesada costumbre de gastar el poco
dinero que se tiene comprando regalos.
Algunos se apiñaban en las ofertas de
chamarras rellenas de plumas de ganso y
otros más preferían pagar por unos tenis
de doscientos pesos o por el pantalón de
moda: deshilachado y con estoperoles.
Las estaciones del metro cercanas a
las tiendas y puestos callejeros rebosaban
cual ríos de gente. Estaban los que iban
y los que venían; los de las manos aún
vacías y el bolsillo apretado y los de las
manos ocupadas con bolsas llenas y el
monedero sin un quinto. En los vagones
no cabía ni un respiro más, pero aún así,
por un extraño misterio de la ciencia física-
citadina, se lograban introducir a la fuerza
dos señoras con sus paquetes enormes y
dos niños; el pequeño de brazos y la de
tres años, despeinada y llorosa; cansada de
sus piecesitos diez veces más que los de
Anselmo es el no-relato de un personaje intrascendente y fascinante. Ireri
Campos, con su pluma firme y juguetona, nos enreda con su alocado
narrador, sin darnos lo que promete, seduciéndonos como los lectores vírgenes,
que somos, ante sus experimentadas ficciones. Así pues, he aquí este coitus
interruptus.
intra-meta-venoso
47. 47
su mamá y su tía. La cena de la Natividad
por fin había llegado.
En la tarde del día que siguió a la
celebración de la Epifanía, las calles de la
ciudad ya no eran las mismas, en lugar de
gente había basura y soledad. Un aire frío
se desplazaba sin dificultad de este a oeste.
El eco de los motores y cláxones de los
carros luchando contra el tráfico estaba
ausente. Ya no había cientos de personas
entrando y saliendo de las estaciones del
Zócalo y Pino Suárez; si acaso, una que
otra familia desvelada aún con las ropas
de fiesta y el pelo alborotado se subía al
metro para regresar a su casa después de
la celebración en casa de los compadres.
A eso de las seis p.m., un indigente
abordó el último vagón del tren naranja
en la estación Allende, se arrellanó en un
asiento individual y acomodó sus costales
junto a sus piernas de cuarenta y pico de
años. Cinco paradas más adelante, dos
paresdehombresjóvenesimpecablemente
vestidos se subieron al mismo vagón. Los
cuatro eran de naturaleza semejante y sin
duda por eso tenían aspiraciones idénticas;
eran empresarios, socios mayoritarios de
la cadena de restaurantes Angus. Se sen-
taron en una posición no muy cercana
al indigente pero desde la cual podían
observarlo sin problemas. Cuchichearon
entre sí.
Es probable que, ustedes, amigos
lectores, pongan en duda este hecho o
se pregunten por qué cuatro empresarios
viajan en metro y no en sus carros último
modelo. Esto es comprensible y, si yo
quisiera, les podría inventar una serie de
razones por las cuales sucedió aquello, la
verdad es que no lo sé. Supongo que mi
vasta imaginación me ayudaría
a adivinarlo, pero co-mo no
quiero mentir, sacrificaré toda
esa fantasía y cuanta riqueza
que de ella pudiera obtenerse
con tal de que no me pregunten más el
porqué estaban allí los empresarios; ya
sea que viajaran en un solo auto y se les
descompusiera a mi-tad del camino; ya
sea que al lugar que se dirigiesen fuera
imposible encontrar estacionamiento; ya
seaquehubiesenqueridovivirunaaventura
peligrosa, o simplemente experimentar
qué se siente viajar en metro. Lo que sí es
cierto es que, sea cual fuere el motivo que
ustedes escojan, apenas habían avanzado
unos cuantos metros de trayecto cuando
la potencia de los frenos del convoy atrajo
bruscamente hacia adelante los cuerpos de
lospasajeros,haciéndolosaferrarsealtubo
más cercano para sentirse asegurados. El
rechinido de neumáticos y el fuerte olor
a plástico quemado fue inevitable. Luego
se fue la luz.
Segundos después se oyó el sonido
del aire acondicionado prenderse, más
tarde un amarillento destello de luz ilu-
minó el vagón hasta que poco a poco
retomó su aspecto blancuzco normal y
posteriormente se escuchó en las bocinas
una voz masculina amable, pero nerviosa:
Señores pasajeros, se les informa que ha
habido un desperfecto en las vías del tren,
por lo que permaneceremos detenidos
hasta que se repare. El tiempo aproximado
48. 48
en que el servicio tardará en restablecerse
será de tres horas. Gracias.
Con la luz de emergencia de vuelta,
el anuncio dicho y sin prisa por
llegar a alguna parte, el in-
digente, conocido entre los
suyos como Bola de Pelos,
sacó de uno de sus dos costales
(el más pequeño) un recipiente grande
de cartón; era una caja de
Kentucky Fried Chicken
en excelentes condiciones,
de las del paquete jumbo
navideño. Un fino aroma
a pollo preparado con la
receta secreta comenzó a
flotar por el vagón, enre-
dándose en los tubos de
acero inoxidable y en las
narices respingadas de sus
cercanos compañeros de
viaje. Luego de acomodar
el recipiente en uno de los
dos asientos vacíos que
estaban a su izquierda, me-
tió la mano nuevamente al
fondo del costal, que alguna vez estuvo
limpio, y como si fuese mago de los que
aparecen conejos del sombrero, esta vez
obtuvo del bulto una botella de espumosa
sidra Pelayo a medio llenar. La acomodó
entre sus viejos botines sin agujetas. De la
caja del Coronel Sanders cogió una pierna
de pollo y empezó a comerla despacio
alternándola con mordiditas que le daba
a uno de los bisquets que acompañan el
paquete.
Los ocho pares de ojos que viajaban
cerca de él clavaron sus miradas azules,
verdes y grises en la boca embigotada y
llena de pollo frito de Bola de Pelos. A
dos de ellos les pareció un espectáculo
grotesco, al otro par le dio gran pena el
hombre, pero los cuatro se lamentaban
secretamente por no haber ingerido bo-
cado desde la cena de anoche. Sus tripas,
acostumbradas a los mejo-
res cortes de carne y a los
vinos más exquisitos, se
revolvíanensusestómagos
rogando por algo de aquel
grasiento pollo. Sus bocas
se empezaban a llenar de
saliva cuando Bola de Pe-
los daba otra mordida, ora
a la pierna, ora a un mus-
lo, o cuando destapó el
recipiente que contenía el
puré de papa.
Ay, ya me aburrí de
contarles este relato en un
tono tan descriptivamente
realista y pesado. Pretendí darle a esta
historia una pizca de la morosa elocuencia
de los escritores del siglo XIX, pero ése
no es mi estilo y ya me cansé, además,
quiero hacer un paréntesis aquí, porque
me parece haber percibido que ustedes se
preguntan constantemente quién de los
cinco hombres se llama Anselmo o por
qué motivo entonces escogí ese nombre
para el título de este cuento que, repito:
no es un cuento. Si hubiese querido
escribir un cuento habría empezado por
49. 49
el clásico “Había una vez”, o si eso les
parece demasiado tradicionalista, tal vez
hubiese comenzado el relato en una si-
tuación crítica como cuando alguien se
arroja a las vías del tren antes de que pase
el metro en el que van los personajes, así
habría captado su atención y el morbo los
hubiera mantenido pegados a la hoja. Sin
embargo, esta historia comienza como
comienza, aún no sabemos por qué lleva
el título que lleva y no podemos hacer na-
da hasta el momento para cambiarlo.
Bola de Pelos se percató de las
miradas insistentes de aquellos hombres
y se las correspondió, pero los jóvenes de
inmediato la evadieron. Hablaron entre
ellos para disimular.
—Y… entonces… qué fue lo que
les regalaron —preguntó Carlos, afloján-
dose la corbata.
—Uhmmm —musitó Vicente.
—Ay, lo de siempre, qué más da
—dijo Efraín.
—Una cartera Channel —respon-
dió Juan y luego añadió casi involunta-
riamente—: ¡Qué hambre tengo!
Vicente se sonrió, Efraín asintió
con la cabeza e hizo una mueca apoyando
el comentario de Juan y Carlos dio un
gran suspiro y se tocó el estómago con
la mano izquierda. Luego los cuatro vol-
vieron a mirar al indigente.
Bola de Pelos desató lentamente el
cordón con el que tenía amarrado el otro
costal y se asomó con sigilo a su interior.
—Ven,cabroncito,vamosestaraquí
un buen rato. Sal a estirar el esqueleto y a
tragar algo.
Las cejas de los jóvenes empresarios
se arquearon hacia arriba al mirar con
asombro cómo el hombre sucio le hablaba
con cariño a un pequeño gato
anaranjado y le compartía un
poco del pollo. Luego dio
un trago a la sidra y mirando
fijamentealoscuatrohambrientos
les estiró el brazo ofreciéndoles un trago
de su bebida. Efraín bajó la vista y luego
miró su reloj, Carlos le sonrió a medias y
le dijo en voz muy queda “gracias, no”,
Vicente se quedó pasmado y aún fue más
su sorpresa al ver cómo Juan se paraba
del asiento y se dirigía hacia el hombre de
cabello largo y grasiento para aceptarle la
invitación.
—Gracias, ¿no tie-ne un vasito?—
preguntó el chico.
Bola de Pelos soltó una ronca
carcajada y luego le dijo que no tenía
vasos, pero que un plato limpio sí, por si
quería una pieza de pollo.
—Hay un chingo, sírvase lo que
quiera. El cajero de la tienda del centro es
amigo mío.
—¿Él le dio la caja?
—Ajá.
Hubo un silencio incómodo y
luego Juan preguntó lo primero que se le
ocurrió:
—¿Y el gatito?
—Me lo regalaron.
—Está bonito.
—¿Le gusta?
—Sí, yo tengo dos.
—¿Chirris?
—No, ya están grandes.
50. 50
—Coma, que se le va a enfriar.
—Sí, gracias.
Vicente, Carlos y Efraín habían
permanecidoatónitosantetalen-
cuentro y aquella naturalidad
en la plática. En silencio se
hacían gestos de pregunta. El
gatito se había acercado hasta
ellos olisqueando temeroso cada rincón
del vagón. Bola de Pelos no hizo nada por
detenerlo, estaba limpiando la botella de
sidra con un trapo limpio para que Juan
pudiera beber de ella.
—Dígale a sus compas que se ven-
gan a echar a un taco.
Juan dio un enorme trago a la tibia
sidra y luego eructó.
—Perdón.
—Provecho, provecho —le dijo
Bola de Pelos palmeándole un brazo.
Juan se apenó y luego se dirigió hacia sus
colegas para extenderles formalmente la
invitación de aquel hombre. Carlos estaba
acariciándole la cabecita al gato.
—Por cierto, ¿cómo se llama? —
preguntó Juan al hombre harapiento.
—Bola de Pelos —contestó él.
—Ven, bichito, bichito, Bola de Pe-
los, ven.
Bola de pelos soltó otra carcajada,
pero esta vez aguda y resonante.
—No —dijo dirigiéndose a to-
dos—, Bola de Pelos soy yo; el gato se
llama Anselmo.
Pues bien, señoras y señores, como
ahorayasabemosqueAnselmoeselnombre
del gato y dado que este relato lleva por
título ese nombre será conveniente, ahora
sí, comenzar realmente con el verdadero
inicio de la verdadera historia. La historia
de este pequeño gatito, verán ustedes, es
maravillosa. Todo comienza una noche
en una azotea de vecindad. La madre de
Anselmo era una gata flaca con poco pelo
y muchas pulgas, había tenido a lo largo
de su felina vida más de diez camadas
de gatitos, los cuales, lamentablemente,
terminaban por morírsele a los pocos días
por falta de comida… No, no es que me
haya desviado del primer relato porque
no haya sabido cómo continuarlo, ya les
expliqué cuál es la razón de esta nueva
narración que si me dejan terminar sabrán
lo impresionante que es, pero como noto
que es mucha su insistencia y curiosidad
por saber qué pasa con los empresarios y
Bola de Pelos, dejaré entonces la decisión
en manos de ellos.
Sentemos a cada uno en un asiento
individual del vagón y preguntémosles
quién quiere ser la verdadera estrella de
este show, insisto en que no es un cuento,
aunque tampoco sé si sea un show.
En fin, primero hagamos un close-
up a Carlos.
—Yo no sé nada, no sé qué es lo que
ocurre, por qué estamos parados aquí en
medio del túnel. Incluso estoy demasiado
nervioso y enojado como para pensar en
ser el protagonista de algo.
Close-up a Efraín.
—Esto realmente es ridículo. Digo,
quién va a creer que gente tan importante
como nosotros viajemos en metro el día
de Navidad y estemos encerrados por no
51. 51
sé que torpe motivo dentro de un vagón
con un indigente buena onda amante de
los gatos. Pero claro que me encantaría
ser la verdadera estrella de esa situación,
hasta quizás ¡el héroe! “Efraín llamando a
Santo, Efraín llamando a Santo, contesta,
Santo. Hay una invasión de gigantes ratas
cachetonas que destruyen las vías del
metro y ponen en peligro a los nobles
pasajeros…” ¡Qué bobada!
Close- up a Vicente.
—Pues, mira, ser el protagonista
principal sería cool, pero súper difícil.
Mucha responsabilidad, incomodidades.
Yo lo sé muy bien, fui ejecutivo en
Televisa un par de años. Todo mundo
sabe tu pasado, tus puntos débiles, tus
gustos, el por qué haces esto o aquello,
No güé…, yo paso.
Close- up a Juan.
—Yo voto sinceramente porque
se siga contando la historia de Anselmo,
en verdad deberían de conocerlo, es un
gato extraordinario, tiene algo espiritual
en la mirada, quizás él sea el responsable
de habernos unido en este vagón a tan
disparejas personas. Podría ser esto un
hermoso cuento de Navidad, en el que el
gato nos uniera y nos enseñara el valor
de la equidad y la hermandad entre los
hombres en un mundo deshumanizado
como el de nuestros días.
—¡Qué pendejada! —interrumpe
Bola de Pelos desde otro asiento.
Close- up a Bola de Pelos. Quien
nos muestra que, aunque es indigente, no
es ignorante.
—Yo nunca pedí ser el personaje
principal de este cuento o de “éste lo que
sea”, pero sí me di tinta de que el trozo
de mi vida que esta chingadera cuenta al
principio se parece a una escena
de aquella obra muy famosa
de ese escritor francés que se
llamaba…este… ¿Cómo se
llamaba ese güey? El que también
escribió aquel cuento de suspenso, muy
chido, El Horla o algo así… uhmm…
este…
—Guy de Maupassant —ahora lo
interrumpe Juan.
—Ese mero. Así que me vale madre
quién sea el protagonista, de cualquier
forma cada quién tiene su vida hecha,
dentro o fuera de esto.
Pues bien, querido lector, dadas las
distintasopinionesaquíexpuestasypuesto
que al único que le interesa la historia
de Anselmo es a Juan, les propongo
incorporar a un verdadero protagonista,
uno cuya vida a todos nos seduzca y
que no tenga empacho en ser el foco de
atracción. Uhmmm…, les propongo a
una mujer rescatista, quien luego de una
hora y media llega hasta el vagón donde
se encuentran los cinco hombres y el gato
y de pronto…
—¡No, no, no, no! —me gritan al
unísono todos, menos Anselmo, quien se
limpia los bigotes llenos de grasa con sus
patitas.
—¿Cómo es posible que se saque
de la manga cualquier cosa? —me obje-
ta Carlos—, la historia principal está
clara y no importa si no hay personaje
52. 52
protagónico, o si todos lo somos de
alguna manera. No importa si el título
es Anselmo, Bola de Pelos o Jacques el
fatalista. El nombre no lo es
todo. Claro, tal vez yo no sepa
mucho de narrar historias o
inventar personajes, pero lo
que sí sé es por qué estamos mis
socios y yo en este vagón.
Resulta ser que con eso de la nueva
administración presidencial, no había
tiempo que perder en
cuanto a invertirle a
los negocios. Mis com-
pañeros y yo somos los
socios más chicos de la
cadena y desde hacía
un tiempo se nos había
ocurrido la idea de tener
un mayor alcance entre
los jóvenes alivianados
que, por una u otra
razón, viajan en metro.
Habíamos planteado a la dirección prin-
cipal el proyecto de construir un Angus
Weekend, con la misma calidad, pero con
un estilo casual, al que todos los fines de
semana acudieran los chavos a consumir
una buena arrachera a las brasas y dis-
frutar de una deliciosa cerveza de barril
escuchando música de los ochenta, que
ahora, gracias a Dios, volvió a ponerse de
moda. Como los días normales siempre
estamos ocupadísimos, se nos ocurrió la
idea de que el de día de Navidad el metro
estaría muy tranquilo y que podríamos
visitarlo sin problemas para contemplar
la idea de instalar publicidad, ya sea en las
estaciones o en los vagones. Sin embargo,
el destino nos jugó una mala pasada
cuando se vino a descomponer este trans-
porte y nos dejó encerrados con el tal
Bola de Pelos y nuestra gran hambre.
Aclarado tal punto, me atrevería
a decir que esta historia no comienza
en vísperas de Navidad, sino desde que
Efraín, Vicente, Juan y yo, nos reunimos
una tarde en el Harvey´s Bar de Polanco
a dis-cutir el proyecto, pues precisamente
allí se nos había ocu-
rrido la idea meses
atrás. En ese lugar
solían tocar bandas de
jazz y blues que hacían
muy bien su trabajo;
sin embargo, más
tarde se les ocurrió
contratar a un grupo,
que además de tocar
esos géneros, tocaban
oldies y música de los
ochenta. La banda dio resultado y el lugar
empezó a llenarse cada vez más.
Una ocasión, me acerqué a los
mú-sicos para pedirles una canción de
Eric Cla-pton y preguntarles si también
podían tocar en eventos particulares; me
quedé platicando con el saxofonista un
instante y me comentó que a ellos, más
que fiestas eventuales, les encantaría tener
un hueso en el que pudieran tocar sólo los
sábados o incluso los domingos, pues su
trabajo en ese lugar era sólo de miércoles
a viernes, y también me dijo que, como
ellos, había muchos colegas en la misma
situación.
53. 53
Entre otras cosas que mis socios y
yo traíamos en mente y con lo que me dijo
el saxofonista, dos meses más tarde, en
una charla de tres horas y en ese mismo
lugar, se gestó nuestro proyecto de Angus
Weekend, al que por supuesto aquella
banda estaba invitada.
Lo sé, lo sé, querido lector, te estarás
preguntando qué onda con este tipo que
se entromete en mi no-cuento. Porque
Carlos, más que contarnos el auténtico
principio del relato, pareciera que nos
está haciendo publicidad para visitar su
antro de fin de semana, el cual ni siquiera
ha sido inaugurado. Esto ocurre cuando
alguien piensa que contando cualquier
cosa ya está aportando algo significativo.
Aunque no está del todo desviado de
uno de los puntos más importantes de la
historia de Anselmo, que si me hubiesen
dejado terminar de contárselas ahora lo
sabrían sin tantas vueltas.
Lo que no les dijo Carlos, porque ni
lo sospechaba, es que el saxofonista con
el que estuvo platicando en aquel lugar de
luces cálidas y música tenue, era el mismo
muchacho que le había regalado el gatito
a Bola de Pelos; aunque ustedes no lo
crean.
—Vuelvo a repetir, ¡qué bobada!
Ahora resulta que todo está conectado
¿no? ¡Por favor! Ni que estuviéramos en
The Twilight Zone —se dirige Efraín a
mí en tono claro de burla.
—Pues como ya dije, parece muy
irrealylejanoporquenomedejaroncontar
la historia completa de Anselmo, pero es
verdad —le respondí con paciencia.
—Pero a veces la verdad de la vida
cotidiana, no es necesariamente
verosímil en una historia es-
crita —interrumpe Vicente,
quien había estado muy callado
durante todo este no-cuento, pa-
ra decir algo en verdad brillante.
—Eso es muy cierto —le digo—,
qué podemos hacer entonces para que
además de verdadera sea verosímil.
—Tal vez si contaras la historia
completa de Anselmo como lo pedí desde
hace rato —dice Juan— todo tendría más
sustento y sería muy interesante saber por
qué el saxofonista es quien le regaló el
gatito a Bola de Pelos.
—¡Yo les podría contar en caliente
cómo sucedió, sin tanto rollo! —grita
Bola de Pelos con Anselmo en la mano—
, pero sería más chingón que el verdadero
protagonista lo contara ¿no?
—Claro —le digo—, una historia
narrada en primera persona siempre es
más cercana. Entonces que la cuente
Anselmo. ¿Están de acuerdo?
Todos dijeron que sí (¡hasta
Efraín!).
Y el gato comenzó a hablar.
Ireri Campos
54. 54
LVII
somewhere i have never travelled,gladly beyond
any experience,your eyes have their silence:
in your most frail gesture are things which enclose me,
or which i cannot touch because they are too near
your slightest look easily will unclose me
though i have closed myself as fingers,
you open always petal by petal myself as Spring opens
(touching skilfully,mysteriously) her first rose
or if your wish be to close me,i and
my life will shut very beautifully, suddenly,
as when the heart of this flower imagines
the snow carefully everywhere descending;
nothing which we are to perceive in this world equals
the power of your intense fragility: whose texture
compels me with the color of its countries,
rendering death and forever with each breathing
(i do not know what it is about you that closes
and opens; only something in me understands
the voice of your eyes is deeper than all roses)
nobody,not even the rain, has such small hands
e.e. cummings
55. 55
LVII
En algún lugar al que nunca he viajado, encantado más allá
de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio:
En tu gesto más frágil hay cosas que me rodean,
o que no puedo tocar porque están demasiado cerca.
tu más leve mirada fácilmente me abre
aunque yo me haya cerrado como unos dedos,
siempre abres, pétalo tras pétalo mi ser, como la primavera abre
(tocando hábilmente, misteriosamente) su primera rosa.
O si tu deseo es cerrarme, yo y
mi vida nos cerraremos hermosamente, súbitamente,
como cuando el corazón de esta flor imagina
la nieve cayendo cuidadosa por todos lados;
Nada que debamos percibir en este mundo es igual
a la fuerza de tu intensa fragilidad: su textura es quien
me somete al color de sus países,
retornando a la muerte y a la eternidad en cada respiro.
(No conozco que hay en ti que se cierra
y se abre; sólo entiendo que algo me dice
que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene unas manos tan pequeñas.
Poema LVII del libro W [ViVa]
Traducción de Salvador Ramírez Jiménez
intrainvitametido
e.e. cummings
56. 56
inmemoriam
Tropiezos
I
Una bola de algodón
al cuidado de un pastor
a la mira de un coyote.
Susurro de monte
canción de cuna
y al pie de un árbol
en los brazos de su sombra
el pastor se echa a soñar.
“Hola” dice el coyote.
“Hola” responde el cordero.
Sirenias palabras las del predador
embelece sus oídos
calienta su cabeza
controla sus latidos.
Allá en el cerro bala una nube
inocente y regordeta
adolescente ilusionada.
En su primer beso de amor
el pretendiente descubre sus fauces
degusta a su enamorada en un juego violento
desgarra su corazón.
El custodio despierta del descuido
armado de arrojo ahuyenta al embustero
huye ligero con el hambre entre las patas.
Vencida por el desamor
desnuda del alma
yace la oveja empañada de granada.
Arón Iván Luyando (1984-2008)
57. 57
Séptimo piso
(Easy time to go home)
a Dino Buzzati
Con mi riñón derecho
Alimento a la musa nacida del alcohol
Ahora
Dentro de las tripas de la noche negra
Como el destino cuyo fin conocemos
El cuervo azul lo degusta en la mesa
Con una vela prendida
(otra vez se fue la luz)
La guerra terminó hace un buen rato
Y los muertos (incluso el de la tumba desconocida)
Cerraron la puerta de la vida y duermen en paz
En la puta paz
plumasbalcánicas
58. 58
Me quito la ropa
abro la ventana
E s t i r o l o s b r a z o s
Y del séptimo piso
S
a
l
t
o
En el sexto veo
Un pájaro dentro de la jaula
Muerto junto a su canto
En el quinto
El cadáver de un vivo
En el cuarto
Sobre la mesa del día
Una rosa blanca de tristeza
En el tercero
Una manzana podrida
Esperando a Adán y a Eva
59. 59
En el segundo
Hay un viejo cartel
Se renta
En el primero
Dios come palomitas
Viendo su obra en la TV
En la planta baja
A oscuras
En perfecta paz
Una pareja feliz duerme
Una mosca atrapada por una araña
Lucha entre la vida y la muerte
Todo un ejército de hormigas
Ataca un viejo escarabajo
Y una pulga adelgaza a un perro dormido
Yeah
I’m driving right to my home
Xhevdet Bajraj
61. 61
¿Esa es la pantalla?
Está muy obscuro
¿Entramos
por su oído?
Caminemos
62. 62
No alcanzo a ver
Observa la manta plateada
Míralo, escribe en su computadora
Sigamos, no pasa nada
63. 63
–Allí está.
–¿Duerme?
–Sueña, ¿Quieres ver lo que sueña?
–¿Entramos por su oído?
–Está muy obscuro.
–Caminemos.
–¿Esa es la pantalla?
–Sigamos, no pasa nada.
–Observa la manta plateada
–Míraro, escribe en su computadora
Texto:EnriqueAlducin
Conceptográfico:SombradePez
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LEER ESTE PRODUCTO DURANTE EL
EMBARAZO PUEDE CAUSAR
QUE SU HIJO SEA NIÑO ÍNDIGO
Manifiesto
Los Intravenosos
• Los Intravenosos no padecemos de lapsus, debrayes, prendidas de
foco, ni nos visitan las musas, únicamente tenemos epifanías.
• Somos intolerantes con los intolerantes –entiéndase con los dis-
criminadores de cualquier índole.
• Nosotros, bajo ninguna circunstancia, mentimos, acaso fabulamos.
• No somos producto de la cultura del resentido, por eso no criticamos
a los críticos.
• A nosotros no se nos da la indecencia, en todo caso tratamos, y nos
desenvolvemos, con asuntos metaliterarios.
• No es que nos gusten los chismes, la intriga y los escándalos; la in-
tertextualidad nos permite estar al día en asuntos varios.
• Cualquier charla, confesión, dicho, expresión, (entiéndase ademán, ges-
ticulación, manía, tic, etc., más lo que salga), sueño, anhelo, anécdota,
vi-vencia (propia o ajena), recuerdo, trauma, filia, apodo (conocidos o
por conocer) comentario u opinión (voluntaria o involuntaria) puede y
debe ser literaturizada.
• No somos parte de la timocracia, no queremos ocupar un puesto
político, mucho menos ser parte de la oligarquía literaria ni queremos
quedar bien con nadie.
• Los Intravenosos no crecemos en invernadero. Aspiramos, eso sí, a la
hipertextualidad y a la hiperculturalidad.
• Tenemos un desbocado sentido de interpretación de la realidad.
• La mediocridad nos rehúye porque lo auténtico la asusta.
• Nos arrullamos en la literatura como panacea de la humanidad.
intra-netas