Trastornos propios de la senectud, Psicogerontologia tercera unidad sumativa .pptx
1. Republica Bolivariana de Venezuela
Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior
Universidad Bicentenaria de Aragua
Vicerrectorado Académico
Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales
Escuela de Psicología
Trastornos propios de la senectud para la
intervención dentro del ámbito clínico y social
Alumno: Profesor:
Carmelo Núñez Henry Guillen
2. Introducción
La adultez mayor es una etapa del desarrollo del ser humano que inicia a los 60 años y termina en el momento en el
que la persona fallece, y se caracteriza por ser un periodo de grandes cambios en todas las áreas de funcionamiento
(OMS, 2006). Sin embargo, es preciso decir que aunque en América latina hay acuerdos con relación a la perspectiva
del adulto mayor, las concepciones de este varían de acuerdo con la cultura de cada país, el momento histórico, la
clase socioeconómica o la raza (Aranibar, 2001). De esta manera los cambios a nivel biológico en la adultez mayor son
identificados como “fracasos normativos de adaptación que finalmente produce un declive en el organismo”, que lleva
al origen y mantenimiento de un sinnúmero de patologías, entre ellas las más comunes son la hipertensión arterial y la
diabetes. A nivel psicológico, la persona en esta etapa de desarrollo atraviesa por un proceso de reflexión y comienza
a contemplar su vida como un conjunto, que lo lleva a evaluar la manera como ha vivido su vida . A nivel social algunos
de los hechos que impactan la vida del adulto mayor se relacionan con el temor por la pérdida de los seres queridos, la
jubilación y con ella la inclusión social, la falta de actividades físico-recreativas y la disminución de la interacción social.
Teniendo en cuenta los cambios de esta etapa, en la actualidad se ha hecho un llamado a los psicólogos para que
desarrollen herramientas eficaces que favorezcan la calidad de vida del adulto mayor en todas sus dimensiones, pues
este profesional cuenta con los conocimientos teóricos y prácticos que le permiten abordar problemáticas de manera
integral, trabajando conjuntamente con diversas disciplinas, como la gerontología, la medicina y la geriatría.
3. Situación del Adulto Mayor
A nivel mundial, la población adulta mayor ha aumentado significativamente debido, principalmente, al aumento de la
esperanza de vida y la baja tasa de fecundidad. Durante los últimos años los avances científicos, tecnológicos y las
investigaciones médicas han contribuido a la disminución y control de enfermedades infecciosas y agudas, ampliando
así la cobertura de los sistemas de salud y las mejoras en las condiciones sanitarias, (CONPES, 2004) lo que se une a
una nueva concepción del envejecimiento definido como “envejecimiento saludable y activo”, que abarca los siguientes
componentes: duración de la vida, salud biológica y mental, eficacia cognitiva, competencia social y productividad,
control personal y satisfacción en la vida. De esta manera, el envejecimiento poblacional ha originado cambios no
solo en las estructuras sociales, económicas y culturales de cada país, sino también ha afectado las distintas áreas del
adulto mayor (familia, economía, salud, tejido social), llevando a que distintos países se cuestionen temas relacionados
con el trabajo y la jubilación, la calidad de vida, la salud, el involucramiento social y la búsqueda de la seguridad
económica de estas personas (Jaspers-Faijer, 2005). A lo anterior se unen factores, tales como los procesos
migratorios, el paso de la familia extensa a la familia nuclear y con esto una reducción del número de miembros que la
componen, así como también el nuevo rol femenino que incorpora a la mujer al mundo laboral, y los procesos de
separación, divorcio, que han llevado de una u otra manera a que se limite la dinámica familiar y, por ende, la
permanencia de los adultos mayores con sus familiares.
A nivel internacional ya se han originado planes dirigidos a aumentar el nivel de calidad de vida del adulto mayor, como
el Plan de Acción Internacional 2002 que tiene como objetivo que los adultos mayores continúen participando en el
sistema familiar, social, económico, cultural y cívicos, llevando a que estas personas “desarrollen su potencial de
bienestar físico, social y mental a lo largo de toda la vida y participen conforme a sus necesidades, deseos y
capacidades”.
4. Trastornos mentales que mas incidencia tienen en la senectud
Depresión y demencia son los trastornos mentales que más afectan a los mayores de 60 años en el mundo. La
demencia y la depresión son los trastornos neuropsiquiátricos más comunes en ese grupo de edad. La depresión
afecta a nivel mundial al 7% de ellos y la demencia al 5%. Le siguen los trastornos de ansiedad (3,8%) y los problemas
por abuso de sustancias psicotrópicas (casi al 1%). Asimismo, aproximadamente una cuarta parte de las muertes por
daños autoinfligidos corresponden a personas de este grupo de población. La Directora de la OPS (Organización
Panamericana de la Salud), la doctora Carissa F. Etienne, destacó los "importantes avances" en la reforma en salud
mental en la región en los últimos 25 años, en particular, en el cambio progresivo del viejo modelo de asilo al nuevo
sistema basado en la comunidad, que respeta los derechos humanos de los usuarios y cuenta con servicios
descentralizados e integrados a la atención primaria de la salud. Sin embargo, se estima que en muchos hospitales
psiquiátricos de las Américas, más del 50% de los ancianos permanecen allí porque no existen alternativas de
tratamiento en la comunidad. Asimismo, las personas mayores pueden realizar actividades para mantenerse física y
mentalmente activas, construir lazos con sus familiares, amigos y su comunidad, cuidar su salud y consultar a su
médico. Los trastornos mentales se pueden tratar. No existe cura para la demencia pero sí tratamiento que puede
ayudar a las personas con este padecimiento a vivir muchos años y con buena calidad de vida.
Estrategias de tratamiento y asistencia
*Proporcionar a los adultos mayores una atención de salud mental eficaz en el nivel comunitario.
*Dar formación, capacitación y apoyo a quienes los atienden en las casas.
*Capacitar a todo el personal sanitario que debe enfrentarse con los problemas y trastornos relacionados con la vejez.
*Crear condiciones de vida y entornos que acrecienten el bienestar y propicien que las personas adopten modos de
vida sanos e integrados.
*Contar con un marco legislativo apropiado, basado en las normas internacionales sobre derechos humanos, para
ofrecer los servicios de la mejor calidad.
5. Los grandes síndromes geriátricos
también conocidos como los 4 gigantes de la Geriatría, incluyen: inmovilidad, inestabilidad-caídas, incontinencia
urinaria y deterioro cognitivo.
Características comunes
Los diferentes síndromes geriátricos comparten las siguientes características:
*Elevada frecuencia: su incidencia y prevalencia son elevadas entre la población mayor de 65 años, pero aumentan
aún más si se consideran determinados grupos, como son los mayores de 80 años, las personas hos-, pitalizadas o los
residentes en instituciones. Carácter sindrómico, ya que cada uno de ellos constituye una forma de presentación de
diferentes patologías; casi cualquier enfermedad puede presentarse en el anciano como uno de estos síndromes.
*Tras su aparición, todos ellos originan un importante deterioro en la calidad de vida de las personas que los padecen,
y a menudo, generan o incrementan la dependencia de otras personas, produciéndose un aumento de las necesidades
de asistencia sanitaria y de apoyo social, que si no se cubren, favorecen el aislamiento social y la institucionalización
del anciano.
*Su abordaje diagnóstico y terapéutico requiere valoración integral, abordaje interdisciplinario y correcto uso de los
niveles asistenciales.
6. Inestabilidad y caídas
La caída se define como la precipitación repentina al suelo, que se produce de forma involuntaria, y que puede
acompañarse o no, de pérdida de conciencia. Epidemiológicamente, los accidentes son la sexta causa de mortalidad
en personas mayores de 75 años, y de éstos, las caídas son la principal causa. El riesgo es mayor en ancianos
hospitalizados, sobre todo en la etapa inmediatamente posterior a su ingreso, debido al rechazo a una actitud
sobreprotectora. El origen de este síndrome es también multifactorial: enfermedad osteoarticular, cardiovascular,
neuropsiquiátrica, causas extrínsecas (obstáculos físicos, calzado, domicilio, escaleras, etc.) y efectos secundarios de
ciertos fármacos. Los factores de riesgo más importantes para la aparición de este síndrome incluyen: debilidad
muscular, alteraciones de la marcha y el equilibrio, deterioro de las funciones mentales, deterioro en las actividades de
la vida diaria y polimedicación.
Consecuencias del síndrome de inestabilidad-caídas
Las consecuencias de este síndrome pueden clasificarse en inmediatas y tardías. Las primeras incluyen:
* Lesiones menores en partes blandas y fracturas, que son más frecuentes en la cadera, el fémur, el húmero, las
muñecas y las costillas; también se debe considerar la posibilidad de un hematoma subdural, después de un deterioro
cognitivo no explicable.
* La dificultad para levantarse se produce en el 50% de los casos, y el 10% permanece en el suelo más de una hora, lo
cual puede provocar deshidratación, infecciones y trastornos psicológicos, y en algunos puede producirse un cuadro de
hipotermia, capaz de generar la muerte en el 90% de los casos.
Las consecuencias tardías comprenden:
* Limitación funcional que puede llevar a la inmovilidad con todas sus complicaciones.
* Síndrome poscaída, caracterizado por la falta de confianza del paciente en sí mismo, por miedo a volver a caerse y
restricción de la deambulación, ya sea por él mismo o por sus cuidadores, llegando al aislamiento y a la depresión.
7. Incontinencia urinaria
La incontinencia urinaria se define como la pérdida involuntaria de orina, que es objetivamente demostrable y que
constituye un problema social e higiénico. Su prevalencia aumenta con la edad, afectando al 60% de los ancianos
hospitalizados y a casi el 50% de los ingresados en instituciones geriátricas, a diferencia de los que viven en la
comunidad, para los cuales se han reportado cifras de prevalencia que oscilan entre el 10% y el 25%. Menos de la
mitad de los pacientes afectados por este problema busca ayuda médica, habiéndose encontrado que la incontinencia
limita al 30% de los que la sufren para usar el transporte público, al 45% para visitar a sus amigos y al 40% para hacer
la compra; por tanto, es obvio que la incontinencia es un problema que genera gran dependencia y aislamiento social,
a lo que se une un elevado gasto sanitario derivado de la necesidad de utilizar métodos paliativos (colectores,
absorbentes, etc.).
En función de su frecuencia, se distingue entre incontinencia aguda o pasajera, cuya duración oscila entre 3 y 4
semanas, e incontinencia persistente o crónica, con una duración superior a 4 semanas.
Al igual que en otros síndromes geriátricos, su etiología es multifactorial; así pues, causas como infecciones
genitourinarias, delirio u otros estados confusionales, determinados tratamientos farmacológicos, alteraciones
psicológicas, movilidad limitada o impactación fecal pueden dar lugar a una incontinencia transitoria, mientras que
otros factores como lesiones medulares, debilidad del suelo pélvico, incompetencia del esfínter uretral, vejiga
acontráctil, hipertrofia prostática, deterioro cognitivo u otras causas funcionales pueden generar una incontinencia más
o menos persistente.
Las consecuencias de este síndrome son múltiples y graves: infecciones urinarias, úlceras cutáneas, caídas,
depresión y pérdida de autoestima, aislamiento social, dependencia, institucionalización y elevado consumo de
recursos socio sanitarios.
8. Deterioro cognitivo
El deterioro cognitivo se define como una pérdida o reducción, temporal o permanente, de varias funciones mentales superiores,
en personas que las conservaban intactas previamente.
Esta definición incluye cuadros muy definidos como el síndrome confusional agudo (secundario a infecciones, anemia, patología
que afecta a cualquier sistema, ingresos hospitalarios, cambio de domicilio, etc.), o como la demencia de diferentes causas
(enfermedad de Alzheimer, etiología vascular, formas mixtas, enfermedad por cuerpos de Lewy, etc.); pero también engloba otros
cuadros no tan definidos, vinculados o no a problemas de salud, que habitualmente se conocen como trastorno cognitivo
asociado a la edad, deterioro cognitivo leve, etc.
La frecuencia del deterioro cognitivo varía ampliamente de unos colectivos a otros; así, en los ancianos que viven en la
comunidad, afecta a un 15% de los mayores de 65 años, incrementándose su frecuencia en función de la edad, de modo que en
personas que superan los 80 años, su frecuencia casi se duplica (25-30%). En pacientes hospitalizados, la frecuencia del
deterioro cognitivo se aproxima al 25% y finalmente, es en el colectivo de ancianos institucionalizados en el que este síndrome es
más frecuente (50-65%).
Dada la definición del síndrome de deterioro cognitivo, que como se ha señalado engloba cuadros muy diversos en
cuanto a su origen, síntomas, gravedad, etc., su etiología es obviamente aún más compleja que la de los síndromes ya
descritos: infecciones agudas, enfermedad cardiovascular, alteraciones neuropsiquiátricas, hidroelectrolíticas y
metabólicas, retención urinaria, impactación fecal, inmovilidad, fármacos (sedantes, anticolinérgicos, opiáceos,
diuréticos, antiinflamatorios no esteroideos, corticoides, cimetidina, digoxina, fenitoína).
Las consecuencias del deterioro cognitivo, especialmente en los estadios más avanzados, son las siguientes:
ansiedad, depresión, insomnio, caídas, inmovilidad, incontinencia, riesgo aumentado de infecciones, aislamiento social,
dependencia para las actividades de la vida diaria, cambio de carácter, alteraciones de conducta, desnutrición,
sobrecarga para el cuidador, elevado consumo de recursos sociosanitarios e institucionalización.
9. Fragilidad
La fragilidad es el quinto de los síndromes geriátricos. En general, se suele definir como la antesala de la discapacidad. Se trata
de una disminución de la reserva fisiológica, lo que también se conoce como un estado de homeoestenosis. Esta situación
supone una mayor vulnerabilidad, una pérdida de resistencia, un mayor riesgo de incapacidad y una mayor vulnerabilidad a
eventos adversos manifestada por mayor morbilidad y mortalidad. Otros autores lo traducen como una capacidad reducida del
organismo a enfrentar el estrés.
En los últimos años, ha habido un interés creciente por la fragilidad. Si en los años 60-70 se iniciaron las bases de la evaluación
del adulto mayor y en los 80 se demostró la utilidad de la valoración geriátrica integral, desde la década de los 90 el interés se
concentró en la evaluación de la fragilidad en el anciano.
Síndrome de fragilidad:
La fragilidad es un síndrome clínico que representa un continuo entre el adulto mayor saludable hasta aquel extremadamente
vulnerable en alto riesgo de morir y con bajas posibilidades de recuperación.
A lo largo de la historia del concepto se han usado distintos criterios para definirlo, criterios médicos (presencia de enfermedades
crónicas, alteración de la marcha, déficit sensoriales, mala auto percepción de salud, caídas a repetición, polifarmacia,
hospitalizaciones frecuentes), criterios funcionales (dependencia en actividades básicas de la vida diaria (ABVD) y dependencia
en actividades instrumentales de la vida diaria AIVD)), criterios socioeconómicos (vivir solo, viudez reciente, edad >80 años,
bajos ingresos económicos), criterios cognoscitivos/afectivos (depresión, deterioro cognitivo) y por último el criterio de necesitar
institucionalización en hogares de larga estancia (4-6). Sin lugar a dudas cualquiera de estos elementos es de riesgo para una
persona mayor, sin embargo, es difícil poder estandarizar una definición operacional de este síndrome con estos criterios
diagnósticos tan amplios.
Aproximadamente el 10% de la población de 65 años es frágil. Mientras que la cifra asciende al 75% en los mayores de 85 años.
Factores de riesgo
Se señalan dos tipos de causas principales de la fragilidad: la pérdida de masa muscular (sarcopenia) y la pérdida de masa ósea
(ostepenia).
10. Reflexión
Existen diferentes disciplinas que le han brindado mucho al estudio de la salud física, social y psicológica del adulto
mayor. Cuando se trata del aspecto psicológico de los sujetos que experimentan la vejez; se puede mencionar una de
las disciplinas de la ciencia de la conducta que se enfoca en ese ámbito, la psicogerontologia. Esta busca promover el
bienestar psicológico y emocional de las personas mayores y de quienes están a su alrededor. Así como también hay
otras áreas que buscan incidir en el bienestar y en un envejecimiento sano como lo es la gerontología; una ciencia
relativamente novedosa cuya importancia radica en la necesidad de abordar la problemática de la población adulta
mayor, que ha experimentado un crecimiento demográfico exponencial. Sumada a este crecimiento poblacional, se
presenta la realidad de las personas mayores que, a diferencia de lo que ocurría hasta hace muy poco tiempo,
experimentan condiciones de vida mucho más plenas y autónomas. Su objetivo, entonces, no es solo la prolongación
de la vida sino que su preocupación es mejorar la calidad de esa vida. Se ha logrado prolongar la duración de la vida
en algunas especies a través de intervenciones experimentales de prevención o de reversión del envejecimiento
aplicando técnicas de medicina regenerativa que intenta reemplazar o reparar el daño celular y molecular acumulado
en el tiempo. Sin embargo, se especula si esto es posible y se duda si podría ser deseable para la especie humana.
Ante esta hipotética posibilidad muchos piensan en la necesidad de precisar la orientación de la medicina, con sus
diversas investigaciones e intervenciones. La propuesta es aumentar los esfuerzos para lograr un envejecimiento más
lento, la prevención y la postergación de las enfermedades asociadas a esta etapa de la vida, contribuyendo así a
mejorar la capacidad funcional y la calidad de vida de las personas de mayor edad. En otras palabras el propósito sería
no pretender un aumento de la duración de la vida humana, sino centrar los esfuerzos en lograr un aumento del tiempo
saludable en los últimos años de vida de cada persona. Si se piensa el tema en una dimensión más personal que
poblacional o de investigación, el esfuerzo de la medicina debería ser la disminución del sufrimiento debido a
enfermedades asociadas a la edad avanzada, junto con la búsqueda de sentido y significado de la experiencia
irrenunciable de la finitud de la vida. Este es uno de los fines de la medicina propuestos por Hastings Center, junto a la
prevención de la muerte prematura y la ayuda para una muerte en paz. Otra dimensión fundamental es que las
personas mayores deben ser los dueños de su vida por el mayor tiempo posible, tomando sus decisiones en salud,
cumpliendo sus metas y definiendo sus preferencias y opciones de tratamiento para las etapas en las cuales ya no
puedan decidir.