Los usureros otorgan préstamos a fabricantes de armas para mantener conflictos armados en todo el mundo y generar nuevos mercados endeudados mediante la corrupción, explotación y represión. Sus embajadores y sirvientes como senadores, generales y obispos se reúnen con el presidente para celebrar el poder del dinero estadounidense, rodeados de símbolos militares y religiosos.