1. Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua:
El Tren de las memorias
Por Humberto Gómez Sequeira-HuGóS
15 de febrero de 2022 | 12:47 PM
Una de las memorias de la vida que viví en Granada, Nicaragua, es la de la estación
del Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua. Ahí, Montenegro —mi compañero de
trabajo— y yo abordábamos el vagón de tercera clase junto con las campesinas y los
campesinos que, como nosotros, de mañana iban a vender sus productos en los pueblos
cuyos territorios eran atravesados por los rieles del tren.
Para nosotros, los chavalos de la “Escuela Padre Misieri” —la cual era vecina de la
estación—, el tren era como un caballo gigante con ruedas que había evolucionado en
la imaginación de la humanidad que estimulaba nuestra alegría al oír el sonido de su pito
2. 2 Humberto Gómez Sequeira-HuGóS
anunciando su regreso de Corinto. Después de haber recibido las clases de la sesión de
la tarde, íbamos corriendo hacia la estación para montarnos en sus vagones y
acompañarlo en su recorrido final del día hasta la bodega del muelle en el Lago de
Nicaragua. Después que los trabajadores descargaban las mercancías que el tren traía en
sus vagones y las depositaban en la bodega del muelle, el maquinista operaba la
locomotora en reversa hasta que llegábamos a la plataforma giratoria en la estación. Ahí,
los chavalos ayudábamos al maquinista a voltear la cabeza de la locomotora en dirección
hacia las estaciones del Norte para su viaje de regreso al día siguiente.
El Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua
El tren llegó a Granada como un noble embajador que cruzó el Puente de
Coalbrookdale (Iron Bridge) en Inglaterra para traer las novedades del fuego de la
revolución industrial que el proletariado había prendido. Su cabeza fogosa y sonora
venía llena de sueños, juegos, romances y progreso para la nación. El tren era un
monumento histórico al proletariado por su contribución al desarrollo del transporte
de la producción y la eficiencia en la satisfacción de las necesidades de la sociedad. El
progreso de la nación —especialmente de la familia proletaria que lo cuidaba—
dependía de la preservación y desarrollo del tren como parte de la cultura de una nación
que había sido saqueada y mantenida en el atraso por el Imperio Español, la burguesía
encomendara que engendró y la Iglesia Católica-Colonialista.
A pesar de que los trabajadores lo habían construido como
una nave para viajar al futuro —con visión, determinación y
acero—, el tren pasó a ser un objeto frágil en las manos de
Adolfo Díaz Recinos—un bandido de confianza de la Casa Blanca
y la Santa Sede. Como miembro del Partido Conservador,
Díaz Recinos tomó el poder del Estado en 1911 con el
respaldo de la Iglesia Católica Colonialista y el Cuerpo de
Marines de los Estados Unidos-EU, cuya intrusión violenta en
la vida de la nación fue solicitada por él mismo. El exsecretario
de los piratas yanquis —a quienes ayudó a robarse el oro de
las minas de la nación— entregó el tren y el control de las
finanzas del Estado a los bandidos Brown Brothers &
Company y J. & W. Seligman & Company como fianza por
empréstitos para consolidar la deuda del Estado.
El Partido Conservador socavó el porvenir del tren como un bien social y estímulo
del desarrollo de la nación sostenido por el trabajo fiel del proletariado. El modus operandi
de los usureros imperialistas yanquis —el soborno, la estafa y la agresión— se
Adolfo Díaz Recinos: Sirviente
del Imperio Yanqui
3. El Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua 3
transfundió en la mente de sus encomenderos nicaragüenses convirtiéndolos en los
transmisores de la peste que todavía domina la conducta de los encomenderos de la
burguesía que administran el Estado: la mentira, el robo y la indiferencia social. Con su
comportamiento de encomendero del Imperio Yanqui, rastrero y sin sentido de la
vergüenza, Díaz Recinos estableció el maniquí político que usan sus sucesores en el
gobierno: encomenderos sin carácter y corruptibles bajo el calor del deseo de poder.
Los gobernantes que tenían el deber de preservar el tren continuaron tratándolo
como un objeto de empeño con un valor relativo a su mezquindad y ventaja política.
Por lo tanto, lo descuidaron, empeñaron, desmantelaron y, finalmente, Violeta Barrios
Torres viuda de Chamorro, la tal “Doña Violeta” —presidenta de Nicaragua de 1990 a
1997— lo vendió como chatarra, de acuerdo al mandato del Fondo Monetario
Internacional (FMI). Esa orden sigue siendo el molde de la política del Estado aplicada
al sometimiento de la clase trabajadora al pago de la deuda imperialista que Adolfo Díaz
Recinos heredó a José Daniel Ortega Saavedra y este aceptó, al mismo tiempo que
lideraba el saqueo de la riqueza del Estado de 1979 a 1990.
De izquierda a derecha: Violeta Barrios Torres viuda de Chamorro, la tal “Doña Violeta”,
y José Daniel Ortega Saavedra, el tal “Danielito”. Colaboradores en el plan de gobierno del
Fondo Monetario Internacional (FMI) ejecutado por la Unión Nacional Opositora (UNO)
en 1990. Ortega y Chamorro presidieron la devastación económica y social de Nicaragua,
la cual incluyó la subasta de la propiedad pública como “El Tren”.
“Doña Violeta” tomó el poder del Estado también con el respaldo de la Iglesia
Católica-Colonialista y del Imperio Yanqui administrado por el presidente George
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Herbert Walker Bush —miembro del Partido Republicano y de la Iglesia Episcopal—,
quien encubrió el escándalo Irán-Contra con sus perdones de sus participantes, como
Elliot Abrams. La Dama de Hierro Conservadora —quien fue educada con la doctrina
y el modo de vida de la burguesía imperialista— terminó lo que Díaz Recinos empezó
y Ortega Saavedra continuó con la misma mentalidad encomendara: sacrificar el
patrimonio de la nación para seguir engordando a los chanchos usureros imperialistas
yanquis con el pago sangriento del interés sobre la deuda odiosa. La denegación del cobro
de esta deuda —que es el eslabón principal de la esclavitud de la clase trabajadora que
vive y muere para pagarla exhausta por el peso del Estado sirviente— no ha sido
realizada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ni ninguno de los
encomenderos de la burguesía que han administrado el Estado como una tarea de
liberación nacional.
El tren era fuente de trabajo, vida, alegría e inspiración poética de miles de personas.
La declaración de amor por el tren de Norma Ramos —agente de la estación de
Mateare— revela el sentimiento que el proletariado había desarrollado por su
instrumento de trabajo y la verdadera conciencia de patria. En la entrevista que le hizo
el Canal 10 Nicaragua —para el documental El Tren, en los rieles del recuerdo, el 23 de
septiembre de 2011— Norma dijo lo siguiente: “Era como mi marido, todo, todo para mí”.
Sin embargo, los encomenderos de la burguesía que administraban el Estado lo
eliminaron para cumplir con las condiciones del ejército “invisible” de ocupación del
Estado y exterminio social llamado FMI.
Los mandatarios burgueses que destruyeron el valor del tren para la vida del
proletariado demostraron la verdad de que para ellos el patrimonio nacional es una
mercadería sujeta a la oferta y demanda. La madre patria y el amor patriótico no son
sentimientos reales ni necesarios para los políticos burgueses, sino objetos de sus
discursos demagógicos en sus campañas impulsadas por su ambición, falsedad e
indiferencia social.