En la coyuntura del Covid 19 el antropólogo Frédéric Keck un experimentado rastreador de virus en Asia Oriental es entrevistado por Catherine Portevin quien a través de sus preguntas le permite mostrar porque allí naciones como China, Taiwán, Singapur, están mejor preparados que nosotros ─los occidentales─ para controlar este tipo de pandemias
1. Covid-19. Filósofos Ante La Epidemia. Proyecto de Philosophie Magazine
Frédéric Keck: "No tenemos la imaginación para entender lo que nos está pasando"
Publicado el 21/03/2020 | Actualizado el 21/03/2020
(...). Mientras que tengamos suficiente, aprovechemos aún un poco de nuestra facultad de
transfigurar lo real, sin dejar de tratar siempre de comprenderlo.
Es lo que continuaremos haciendo mañana, releyendo una maravillosa obra de Perec, Georges,
Especies de espacios [pdf] (Barcelona: Montesinos, 1999.), la biblia del confinamiento. Y hoy, el
antropólogo Frédéric Keck nos cuenta por qué nosotros los occidentales no disponemos todavía del
imaginario necesario para comprender lo que nos ocurre
El antropólogo Frédéric Keck es a su manera un rastreador de virus. Con su experiencia en
Asia, observa las “enfermedades de la mundialización”. Esas pandemias de gripe y de
coronavirus cuentan nuestras interdependencias perturbadas con los animales y dibujan un
mundo global que debe aprender a anticipar un porvenir impredecible.
KECK Frederic
Historiador de la filosofía y antropólogo, es director de investigación
en el CNRS (Laboratorio de antropología social). A partir de trabajos
de campo etnográficos, estudia las crisis sanitarias ligadas a
enfermedades animales y desarrolla una reflexión sobre las normas
de una «bioseguridad». Ha publicado especialmente Un monde
grippé (Flammarion, 2010). Su próxima obra, fruto de un trabajo de
campo efectuado en Hong kong, Taïwan y en Singapur en pleno
período de gripe aviar, aclara muchísimo la crisis actual del
Covid-19: Les Sentinelles des pandémies. Chasseurs de virus et
observateurs d’oiseaux aux frontières de la Chine (éditions Zones
Sensibles, aparecerá en mayo).
Entrevista hecha por Portevin, Catherine
Un coronavirus transmitido de un murciélago a un pangolín en un mercado de Wuhan,
luego a los humanos del mundo entero: ¿qué significa esto según Ud.?
Frédéric Keck: Estamos cambiando el mundo, y Europa al verse afectada por el Covid-19
acaba de darse cuenta. La China, y los países que constituyen lo que se llama «los
centinelas de las pandemias» (Taiwán, Singapur...), lo han comprendido desde hace mucho
tiempo. Luego de la epidemia de síndrome respiratorio agudo severo (SARS) –que ya era un
coronavirus– en 2003, las inversiones en la investigación virológica han sido masivas, así
como las técnicas de detección, de rastreo y de vigilancia de las poblaciones para prepararse
para un episodio de este tipo. Los investigadores chinos esperaban un virus de murciélago
que causa una enfermedad respiratoria pandémica. Si bien hubo tres semanas de pérdidas
en disfuncionamientos políticos entre fines de diciembre y mediados de enero, las
autoridades locales del Wuhan controlaron la epidemia, hicieron todo lo que tenían que
hacer. Por nuestro lado no hemos querido ver nada; vemos a los chinos atemorizarse con
enfermedades de murciélagos, y en el presente estamos desamparados.
No tenemos ni el equipamiento para hacer frente, ni sobre todo el imaginario para
comprender lo que nos ocurre. Habiendo sido poco afectados por el SARS –una
enfermedad mucho más letal que el Covid-19 pero que, al difundirse mucho menos, causó
2. mundialmente menos muertos–, no hemos comprendido la oscilación que provocó en el
mundo. Y este basculamiento tiene que ver con que la China tomó el control de las
pandemias, en su propio territorio pero también a nivel mundial, puesto que la dirección de la
Organización mundial de la salud [OMS] ha sido nombrada con el apoyo de Pekín desde
2006. China busca imponerse como el líder en materia de gestión de las catástrofes
sanitarias. Fue así como llegamos a que Italia y Eslovenia mirarán hacia la China antes que
hacia Europa para enfrentar la urgencia.
¿Cuál es esta diferencia de imaginario que le impide a Europa comprender?
En Europa, la seguridad social (en el sentido amplio) está construída sobre la prevención y
no sobre la preparación. La prevención sanitaria está ligada a un Estado-Nación sobre un
territorio. Por ejemplo, así se hacen las campañas de vacunación contra la tuberculosis o la
viruela. El Estado domina la circulación de los virus, con todas las desigualdades sociales
que ella revela, entre ricos y pobres, urbanos y rurales. Por el contrario, la preparación,
cuando se trata de enfermedades infecciosas virales, se hace necesariamente a nivel
mundial. Hay que detectar la emergencia del virus muy rápidamente y contener la patología
a nivel del focal inicial. Esta manera de comprender qué peligros locales pueden llegar a
tener repercusiones mundiales aparece en el dominio médico en el curso de los años 1990
con la gripe aviar.
Se trata de prepararse para el acontecimiento catastrófico. En la época, la estrategia
estadounidense para anticipar un ataque nuclear era uno de los modelos. Se pueden
encontrar otros en la historia, y según las culturas políticas e intelectuales de los países. El
Japón tiene una cultura del acontecimiento ligada al temblor de tierra; en Francia, ella es
social, está ligada a la huelga –lo acabamos de vivir durante el otoño de 2019. La reencontré
por ejemplo en el discurso solidarista de fines del siglo XIX: «Hay que prepararse para la
huelga», decía Jaurès. De hecho, la huelga como la gripe amenazan con derrumbar la
economía. La preparación para la huelga ¡permite pensar la preparación para la gripe! Y yo
creo que actualmente la preparación para las pandemias va a construir nuestra visión del
mundo.
¿Cómo se prepara uno?
Mi investigación etnográfica se realizó en Hong-Kong, Singapur y Taiwán entre 2007 y 2013.
Estos tres territorios habían vivido la epidemia del SRAS en 2003 y habían sido movilizados
contra un virus de gripe aviar que venía de China. La preparación pasa por tres operaciones
principales. Primero, por «centinelas» apostados en lugares estratégicos –por ejemplo en
los mercados de animales en el centro de la China. O bien se coloca en un establecimiento
de 70.000 pollos vacunados contra la gripe algunos pollos no vacunados. Si mueren o se
enferman, esto permite detectar la presencia del virus en el criadero, o los signos precoces
de un nuevo agente patógeno. Segundo, por medio de simulación de catástrofes realizadas
especialmente gracias a las técnicas digitales. Pero además en el almacenamiento de
vacunas, de antivirales, de máscaras. Tercero, por medio de la sensibilización de la
población entera; se trata de prepararse para una catástrofe que no conocerá fronteras y que
afectará a todos los humanos, e incluso a todos los vivientes.
3. Como antropólogo, Ud. viene conectando la lógica de la preparación a la actividad de
los cazadores-recolectores, y la lógica de la prevención al mundo del pastoreo.
¿Podría Ud. explicar esta distinción?
Los virólogos son «cazadores» de microbios o de virus. Es por esto que se entienden bien
con los ornitólogos, que practican también el rastreo. La antropología de las sociedades de
cazadores-recolectores me permite reevaluar la figura del cazador. El virólogo -cazador no
es solamente el que se lanza por el mundo salvaje a observar al microscopio las entidades
invisibles; es sobre todo capaz de tomar el punto de vista de las aves, de los murciélagos, de
los monos. El virus es una señal de alerta que afecta al animal, y el «cazador» puede seguir
su transmisión de las aves a los marranos, luego a los humanos, o de los murciélagos a los
pangolines, luego a los humanos (en el caso del Covid-19). Es el proceder cinegético (ligado
a la caza). Asume la incertidumbre de las relaciones con los animales, pues aquel que uno
caza pueda también matarlo. Las relaciones cinegéticas son muy reversibles.
Por el contrario, el poder pastoral se inscribe en lo que Michel Foucault llamaba la biopolítica.
El pastor domina su rebaño y puede decidir cuales son los animales que hay que
cuidar, y los que es preciso matar o sacrificar para proteger al resto. Es el poder de
«hacer vivir y dejar morir», decía Foucault. Está ligado al poder soberano de «hacer morir
dejar vivir». Es de alguna manera el partido que tomó Boris Johnson en el Reino-Unido, y al
que luego renunció porque es una política insostenible: se deja que el virus se difunda, se
tendrán 400.000 muertos, que serán los viejos, los débiles y los pobres. Los traders de la
City serán preservados, y esto costará mucho menos. El poder pastoral ha permitido
construir el Estado moderno, que reposa sobre la prevención. De este modo los
epidemiólogos, las autoridades sanitarias, están del lado de los pastores.
¿Pero no se está obligado a pasar por lo pastoral cuando la pandemia ya estalló?
El espacio intermediario entre cinegética y pastoral, entre preparación y prevención, es la
precaución. La pastoral que va hasta el fondo asume el sacrificio, asume que hay gente que
va a morir, puesto que lo importante es mantener la salud de la población en su conjunto.
Por el contrario, Taiwán y Singapur no llegaron a imponer confinamiento porque hicieron
cinegética, muy rápidamente acorralan el virus, acosan a la gente que estuvo en contacto
con los primero enfermos y los confinan, no a una población entera. Evitan el costo
económico, político y social del confinamiento duradero de una población nacional.
Si se aplica mal la técnica cinegética, o se la llega a aplicar demasiado tarde, entonces sólo
se puede actuar en precaución; se maximiza el riesgo, se cierra todo. Es lo que se hizo
durante veinte años con las vacas locas y los pollos agripados, matando todo el ganado y
los criaderos cuando un solo individuo aparecía infectado. Acá, somos nosotros los
colectivamente confinados.
¿Qué es lo que esta pandemia revela del desequilibrio en la relación hombre/animal?
La ecología de las enfermedades infecciosas es una corriente que aparece en los años 1970,
con dos grandes nombres de la biología: Macfarlane Burnet, un australiano de origen
británico, y René Dubos, un norteamericano de origen francés, que fueron los primeros en
observar la emergencia de nuevos virus como consecuencia de las transformaciones
ecológicas. Estos dos personajes (el uno trabajaba sobre la gripe, y el otro sobre las
bacterias que resisten a los antibióticos), alertaron al Instituto Rockefeller y a la OMS
4. precisamente en el momento en que esta anunciaba el fin de las enfermedades infecciosas
porque la viruela acababa de ser erradicada. Ellos dijeron: pensáis haber ganado la batalla
contra la naturaleza, pero ella se va a «vengar». Esta profecía se realiza con el ébola en
1976 (salido de los murciélagos de África central), el SIDA en 1981 (venido de los monos), la
vaca loca en 1996 (los bovinos), la gripe aviar en 1997 (los pollos, las aves migratorias), el
SRAS en 2003 (los murciélagos, las civetas) y el Mers-CoV en Arabia Saudita en 2012 (que
viene de los dromedarios)... Y no hablemos de los que nos espera con los insectos: el
dengue, transmitido por los mosquitos, está a las puertas de Europa, y en cinco años
corremos el riesgo de ¡estar volviendo al confinamiento contra esta enfermedad! Cada
cuatro o cinco años aparece una nueva enfermedad que proviene de los animales y
contra la que no tenemos ninguna inmunidad, ninguna vacuna. Esta era la mala noticia
de los años 1970.
¿Cómo interpreta Ud. filosóficamente esta idea de una naturaleza que se venga?
Encuentro estimulante la idea de Jared Diamond [geógrafo norteamericano nacido en 1937
y teórico del «hundimiento»], que habla de enfermedades de la sociedad doméstica. La
«revolución neolítica» consistió en la domesticación de los animales.
Literalmente, ellos entraron en la casa humana. Los humanos les han dado bienes
–cuidados, alimento, tratamientos– y ellos, a cambio, nos han prodigado carne, leche,
huevos, cuero, e incluso medios de transporte. Pero como todo, también trajeron males,
nuevas enfermedades. Por ejemplo, la peste bovina, de la que deriva la rubeola, y que
diezmó los hatos en los siglos XVII y XVIII, es una enfermedad de la domesticación.
Diamond considera que los años 1970 corresponden a una revolución tan profunda como la
revolución neolítica: la crianza industrial y su corolario, la mundialización del comercio. Las
relaciones entre los hombres y los animales fueron totalmente trastocadas durante los
últimos cuarenta años. Por esto esas enfermedades.
Pero el murciélago, el pangolín son animales salvajes...
Precisamente ese fue el cambio suplementario que vivimos. Las enfermedades ya no están
solamente ligadas a espacios de cohabitación entre los hombres y los animales, como
cuando se trató de la domesticación primitiva, sino a desplazamientos imprevisibles
conectados a la crianza industrial tanto como a la deforestación, a la pérdida de la
biodiversidad o al cambio climático. Lo salvaje ha sido desalojado, se lo obliga a encontrar
otros nichos, incluidos los espacios urbanos. Hemos sido buenos pastores, ese pastoralismo
nos permitió afrontar las enfermedades del Neolítico. De aquí en adelante necesitamos
volver a ser cazadores-recolectores.
¿Cuál es el mundo después del Covid-19?
En pleno corazón de la crisis, estamos en un imprevisible ─médico, sanitario, político,
económico...─ aún demasiado grande como para aventurarse a decir nada. La única cosa
de la que estoy seguro en este estadio es que la China nos ha cogido un trecho largo de
avance. Es un hecho. No se trata de depender de una dictadura capaz de confinar
autoritariamente y sin resistencia a su población; se trata simplemente de reconocer la
experiencia china, y mas ampliamente asiática, de la catástrofe sanitaria. Mi argumento es
5. antropológico. Tenemos dificultades para enfrentar nuestros miedos de los animales
transmisores de enfermedades porque hemos sido formados en la separación
naturalista naturaleza/cultura – retomo aquí la tesis de Philippe Descola. Pero es posible
que nuestro liberalismo naturalista, que también le ha hecho tanto mal al planeta, deba
humillarse un poco.
Tr. Paláu, Luis A. ─Envigado, Colombia─, equinoccio de primavera 2020