El documento presenta una introducción al tema del mercantilismo, cubriendo su historia, teoría y conceptos clave. Explica que el mercantilismo floreció en Europa entre 1550 y 1750 como una escuela económica pragmática que enfatizaba el rol del estado y la búsqueda de riqueza nacional a través del comercio exterior. También destaca que fue la única escuela centrada en la política comercial y el comercio internacional. Finalmente, resalta que definir el mercantilismo es complejo dado que involucraba aspect
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Economia el mercantilismo
1. INDICE
1.1 Historia del mercantilismo
1.2 El mercantilismo en la teoría
1.3 La nación y la riqueza.
1.3.1. La Nación y el Absolutismo
1.3.2. ¿Cómo Enriquecer la Nación?
1.3.3 Un Estado Fuerte e Intervencionista
1.4 Los Temas Esenciales del Mercantilismo
1.4.1. El Dinero y la Riqueza.
1.4.2 El Dinero y los Precios
1.4.3 El Dinero y el Tipo de Interés.
1.4.4 El Dinero y la Balanza Comercial
1.5 Principales representantes del mercantilismo.
1.6 El fin del mercantilismo.
1.7 Criticas de las demás escuelas.
1.8 Bibliografía.
2. RESUMEN
Aun cuando, por lo general, los libros de texto de economía internacional no tratan el tema del
mercantilismo, dejándolo para los textos de historia del pensamiento económico, nosotros pensamos
que el estudio de dicha escuela es de particular interés en un curso de teoría pura del comercio
internacional, no sólo por el largo periodo de tiempo que dicha escuela cubre, sino también porque
ha sido la única escuela económica cuyos argumentos centrales giran alrededor del comercio
internacional y de la política comercial. En este breve ensayo se busca enfatizar la complejidad del
mercantilismo, viéndolo no solo como una escuela económica con una doctrina comercial y otra
monetaria, sino también como una escuela política, y para ello recurrimos a autores como eli
heckscher, j. M. Keynes y joseph schumpeter.
En general hay acuerdo en que es difícil definir el mercantilismo, pero podemos decir que fue la
escuela económica que floreció en Europa entre 1550 y 1750, y que fue de un pragmatismo que
contrastaba con la religiosidad e interés por cuestiones éticas y de justicia (o cuestiones normativas)
de los autores escolásticos del medioevo, pero también con un énfasis en el rol del estado o la
búsqueda de una alianza entre los hombres de negocios y un estado regulador y proteccionista que
contrasta a su vez con el individualismo de los autores clásicos, pero a los que antecede por su
atención al interés propio.
Aunque, por lo general, los libros de texto de economía internacional no cubren el tema del
mercantilismo, y lo dejan para los textos de historia del pensamiento económico, tales como
Ekelund y Hérbert (1992), nosotros pensamos que el estudio de dicha escuela es de particular
interés en un curso de teoría pura de economía internacional, no sólo por el largo periodo de tiempo
que dicha escuela cubre, sino también porque como veremos ha sido la única escuela económica
cuyos argumentos centrales giran alrededor del comercio internacional y de la política comercial.
La obra más importante sobre la escuela mercantilista es la de Eli Heckscher (1994, originalmente
publicada en Estocolmo en 1931, bajo el título de Merkatilismen), y en ella el autor sueco distingue
tres aspectos o facetas del mercantilismo o, como él los denomina, tres sistemas como sistema
político o de poder, como sistema comercial o de protección, y como sistema monetario lo cual nos
debe hacer entender la complejidad del paradigma mercantilista.
3. 1.- HISTORIA DEL MERCANTILISMO
No se puede entender el mercantilismo si no tomamos en cuenta que durante el siglo XVI
se dan en Europa dos fenómenos íntimamente vinculados entre sí: el surgimiento de las potencias
coloniales básicamente España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda, y un tremendo crecimiento
del comercio. Estos hechos se explican por la expansión del mundo conocido, como resultado del
descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, pero también por el descubrimiento de
una ruta marítima hacia el Asia (la India y los países árabes) al realizar Vasco da Gama la
circunnavegación del África en 1497. Como sabemos, las empresas de ambos navegantes resultaron
de un interés de los europeos de comerciar con el oriente, interés acrecentado desde los viajes de
Marco Polo a la China a fines del siglo XIII.
La expansión hacia occidente del mundo conocido se consolidó inicialmente con la
conquista de América por España y Portugal durante el siglo XVI, y más tarde por Inglaterra y
Francia, al norte de México durante el siglo XVII. Los estados europeos buscaron consolidar su
expansión hacia el oriente con la creación de la East India Company por los ingleses el año 1600, y
de compañías similares por los holandeses y los franceses. Estas entidades estaban encargadas no
sólo de monopolizar el comercio y la navegación de esos países con sus colonias, sino que estaban
también controlaban el tráfico de esclavos y estaban dotadas de una serie de prerrogativas de tipo
político y administrativo, de tipo similar a las que tenía la Casa de Contratación, creada por los
españoles en Sevilla en 1503.
Es el siglo XVII el que marca el auge de las políticas mercantilistas en Europa, como
resultado del tremendo crecimiento del comercio colonial, de las marinas mercantes europeas, de la
producción y el saqueo de metales preciosos en México y el Perú, que permitió el crecimiento de la
oferta de dinero en Europa. Dos gobiernos usualmente mencionados como paradigmas de la
aplicación de políticas mercantilistas fueron el de Oliver Cromwell en Inglaterra y sobre todo el de
Jean Baptiste Colbert en Francia. Oliver Cromwell, líder puritano de la Guerra Civil Inglesa que
estalló en 1640, fue nombrado Lord Protector en 1653 y falleció en 1658, y durante su gobierno
buscó promover el comercio, permitió el retorno de los judíos a Inglaterra y promulgó la primera
Navigation Act en 1651. J.B. Colbert, ministro de Luis XIV de Francia (1661-1683), reformó la
finanzas y la justicia en ese país, promovió el comercio y la industria mediante leyes proteccionistas
y de navegación.
El siguiente siglo XVIII fue testigo durante su segunda mitad de cambios muy importantes
que marcan el fin de la primacía de las políticas mercantilistas. Por un lado, tenemos el inicio del
derrumbe de las potencias coloniales con la Revolución Americana en 1776 y del declive del
absolutismo que marca la Revolución Francesa de 1789. Por otro lado, tenemos el inicio de la
Revolución Industrial en Inglaterra (James Watt patenta la máquina a vapor en 1769). Finalmente,
tenemos también el inicio de importantes cambios intelectuales, que resultaron de las
contribuciones de los fisiócratas y de los clásicos: Francois Quesnay publicó su Tableau
Économique en 1758, y Adam Smith publicó La Riqueza de las Naciones en 1776.
4. 1.2 EL MERCANTILISMO EN LA TEORIA
Por último, para terminar de poner en perspectiva a los mercantilistas, es conveniente
hacer una breve reseña de las distintas escuelas del pensamiento económico a través del tiempo,
señalando los autores y obras representativas.
- Los autores Escolásticos: su interés principal no fue la economía, pero escribieron sobre el
justiprecio y contra la usura durante la Edad Media. Santo Tomás publicó su Summa Theologica en
el siglo XIII.
- Los Mercantilistas : tal vez la literatura inglesa del siglo XVII sea la más representativa.
Thomas Mun escribió England’s Treasure by Forraign Trade en 1628.
- Los Fisiócratas : criticaron a los mercantilistas, advocando el laissez-faire y el libre
comercio. Quesnay publicó su Tableau Économique en 1758
Los Clásicos: el interés propio, la libre competencia (laissez-faire) y la “mano invisible”. A.
Smith: La Riqueza de las Naciones (1776). D. Ricardo: Principios de Economía Política
(1817-1821, 3 ediciones). T. Malthus (en 1820) y J.S. Mill (en 1848) también publicaron sus
propios Principios. J.B. Say publicó su Traité d’economie polítique en 1803.
- Karl Marx: la teoría del valor trabajo y la plusvalía. El Capital (1867-1894, 3 vol.)
- Los Neoclásicos: escuela marginalista. Marshall: Principios de Economía (1890-1920, 8
ediciones)
- J.M. Keynes: da origen a la teoría macroeconómica y rechaza la Ley de Say. La Teoría
General (1936)
1.3 LA NACION Y LA RIQUEZA
El espíritu del mercantilismo se opone claramente a las ideas medievales. Esto se traduce en que
desde el siglo XVI la política será una cuestión separada de la religión, la economía un tema distinto
de la justicia, y los negocios de la moral. Pero si la economía política se deshizo de la tutela de los
valores trascendentes fue sólo para integrarse mejor en el marco político de la nación y del estado.
1.3.1 La nación: el príncipe y el absolutismo.
A comienzos del siglo XVI aparece la obra de Nicolas Maquiavelo (1469-1527) y con ella surge
una nueva teoría del estado considerado como un poder superior conducido por el príncipe.
Según Maquiavelo, los Estados nacen de la violencia y con frecuencia deben mantenerse gracias a
ella. Por esa razón resulta que las reglas de la eficacia política, por supuestos en nombre de los
intereses superiores del Estado, contradicen las enseñanzas de la moral y de la iglesia. Con mucha
frecuencia, El príncipe se verá "obligado, para mantener su Estado, a obrar en contra de la caridad,
en contra la humanidad, y en contra de la religión" (El Príncipe, p.125). "Siendo como son", los
hombres utilizarán su libertad para actuar en contra de los intereses del Estado y esto nos conducirá
al caos social y, finalmente, a la disolución de la Nación. El papel de el Príncipe consiste entonces
en obtener, establecer y garantizar la prosperidad de la ciudad. Para ello, debe conquistar, conservar
y aumentar su poder. Estos últimos son los objetivos de la política.Por encima de las metas y fines
de cada persona se debe anteponer "la razón de estado". Siempre que sean adecuados a los fines
para los que están destinados, "los medios se considerarán honorables y adecuados. El vulgo no
juzga más que lo que ve y lo que le ocurre; y en este mundo no hay más que lo vulgar; el número
pequeño no cuenta cuando hay en que apoyarse en el gran número" (p.126). Así, Maquiavelo, el
padre de la razón de estado nos aporta la primera pieza del absolutismo.
Por su parte Jean Bodin (1530-1596), en Los Seis Libros de la República (1576), tratará de construir
su teoría del estado sobre el concepto de soberanía. Para Bodin (o Bodino), la soberanía es la
5. esencia de La República, el principio mismo del Estado. Para que exista la soberanía deben existir,
a un mismo tiempo, un marco jurídico (la ley) y una autoridad (el orden). Tal soberanía, indivisible,
absoluta y perpetua es una prerrogativa exclusiva del monarca y se impone al pueblo por intermedio
del gobierno. Sin embargo, Bodin era un absolutista matizado que no dejó de advertir sobre los
peligros de una soberanía sin límite; estos límites deben estár, según Bodin, en la ley divina y en la
ley natural. Sin embargo estas ideas nos puede hacer caer rápidamente en contradicciones; así, por
ejemplo, si según la ley divina, la voluntad del monarca no refleja la voluntad de Dios, nadie podrá,
por hipótesis, erigirse en juez del soberano. Los límites a la soberanía propuestos por Bodin son, en
muchos casos, más retóricos que efectivos y el poder del soberano es absoluto. Sin embargo, como
veremos más adelante, la ley natural sí que puede suponer un límite efectivo a lo que puede y no
puede conseguir el monarca en el ejercício de sus poderes soberanos.
Más tarde, Thomas Hobbes (1588-1679), en el Leviathan (1651), en el que estudia con detalle la
guerra civil inglesa que llevó a la ejecución de Carlos I, concluye que las grandes desgracias de la
sociedad ocurren cuando las personas no saben a quién obedecer; cuando la soberanía desaparece.
Cuando esto ocurre, la sociedad puede regresar al "estado de naturaleza"; es decir, a esa situación
en la que cada quien puede hacer todo lo que considere útil para su supervivencia o su felicidad, en
la que es permanente la amenaza para la vida y para los bienes de cada quien, y donde la vida de los
hombres es "solitaria, miserable, sucia, animal y breve". Afortunadamente, en este como en
muchos otros casos, el mal trae consigo parte del remedio. El "miedo constante a la muerte" lleva a
todos al convencimiento de que, para salir del "estado de naturaleza", es necesario que cada quien
convenga en ceder sus derechos a una autoridad superior, a la que será confiada la soberanía, que
promulgará las leyes necesarias para conseguir la paz civil y que garantizará su observancia por
medio del uso de la fuerza. La obediencia voluntaria al soberano asegura entonces la supervivencia
y la prosperidad de la ciudad. Cada uno de los miembros de la sociedad se reconoce en su
representante, y este, una especie de Dios mortal, consigue y representa la unidad de la nación.
En resumen, según el cuerpo doctrinal del absolutismo, el príncipe, garante del orden civil y de la
unidad nacional, es la autoridad absoluta y la condición necesaria para la prosperidad de la nación.
La vida económica se desarrolla entonces bajo su dirección, su control y su protección. Estas ideas
políticas del siglo XVI y XVII harán parte del ambiente intelectual del mercantilismo. Los
mercantilistas, en consecuencia, escriben para definir, expresar y defender los intereses de la nación
y utilizarán toda su capacidad de persuasión para dirigirse a aquel que los encarna: el príncipe. La
nación y el príncipe son las referencias esenciales, los pretextos para pensar y escribir, y la
justificación última de sus consejos y recomendaciones.
1.3.2 ¿Cómo enriquecer la nación?
Algunas veces se ha dicho que el mercantilismo está basado en una falacia de composición: si algo
es bueno para una persona (por ejemplo un mercader), también es bueno para la sociedad en su
conjunto (es decir, para la nación). La Nación, como el comerciante, se enriquece cuando hace
beneficios; es decir, cuando vende más y más caro de lo que compra. Además, estas ganancias del
intercambio con otras naciones se suman unas a otras y pueden acumularse en stock monetarios de
metales preciosos. El enriquecimiento se concibe entonces como una acumulación de la riqueza por
excelencia: los metales preciosos. Los mercantilistas no entienden la riqueza como bienestar o como
mejora en los niveles de vida de los subditos, más bien de lo que se trata es de construir e
incrementar un patrimonio. De ahí que los dos temas principales del mercantilismo sean
precisamente el dinero y balanza comercial.
6. Tampoco el mercantilismo reconoce ventajas mutuas y compartidas entre las naciones que
participen del comercio internacional. Más que socios comerciales que buscan acuerdos
mutuamente favorables el mundo del comercio se conforma entre naciones rivales. El comercio
entre mercaderes y, por analogía, entre naciones, se percibe necesariamente como un juego de suma
cero, nadie puede ganar a menos que otro pierda. Los mercantilistas no ignoran que un país sólo
puede conseguir un excedente en el comercio internacional a costa de los déficit de otros. El
objetivo de enriquecer la nación es entonces conflictivo; para que unos prosperen otros deberán
empobrecerse; la riqueza propia se obtiene en detrimento de la fortuna de los vecinos. Por esos
motivos, no es sorprendente que, junto con la diplomacia y con la guerra, las políticas económicas
de la época se integren dentro de una estrategia general de poder. Aunque para nosotros resulte
chocante, tampoco sorprende la agresividad nacionalista y a menudo xenófoba de los
mercantilistas. A. de Rojas, un mercantilista español dirá, por ejemplo, que la riqueza: "se debe
buscar adquirirla por todos los medios sin excepción, incluso por la fuerza de las armas: he aquí una
máxima invariable y susceptible de demostración". También se puede citar la fórmula del más
ilustre mercantilista francés, Antoine de Montchrestien (1576-1621): "Todo lo extranjero
corrompe".
Si la fuente de la riqueza se adquiere a través del comercio, ¿qué papel juega entonces la producción
interna? ¿los bienes producidos son o no parte de la riqueza?. Sobre este tema, los mercantilistas
tendrán ideas encontradas. Para Montchrestien en casa de los trabajadores industria y prosperidad
son sinónimos. Sin embargo, muchos mercantilistas sólo tuvieron en cuenta la producción interior
como una forma de orientar los intercambios internacionales. Para éstos últimos, producir es, en
primer lugar, producir para exportar más e importar menos. La producción podrá ser una fuente de
riqueza, pero sólo una fuente indirecta a través de su influencia sobre la balanza de pagos.
1.3.3 Un estado fuerte e intervencionista
Para los mercantilistas los estados que prosperan son los estados poderosos. La fuerza es la mejor
garantía de éxito de los intereses individuales, el comercio exterior sólo prospera cuando la armada
del príncipe protege al mercader, y cuando, eventualmente, la expansión colonial y la guerra abren
nuevos mercados. Del mismo modo, el comercio interno sólo se desarrolla cuando impera la paz
civil y está protegida la propiedad privada.
Tal vez fue Montchrestien el autor que defendió con mayor convicción la omnipresencia del
Estado,y quien llevó más lejos el argumento de su necesaria autoridad. En el Traitè de Economie
Politique (1615) desarrolla este tema abundantemente. Las areas de intervención del Estado que
menciona Montchrestien pertenecen al fondo común del mercantilismo: la ley, el orden, la
seguridad, la garantía de la propiedad, la seguridad del comercio, etc. Pero el autor también aporta
argumentos originales: el Estado debe velar por el pleno empleo, ya que el paro es un desperdicio
de recursos y crea un déficit de riquezas que deberá ser cubierto comprando en el extranjero. Por
ello hay que obligar a las personas a trabajar y se deben crear talleres con ese fin. Sus argumentos
serían luego recuperados por William Petty, para defender que el estado "debe poner su máxima
atención en utilizar la fuerza laboral y mantener en orden sus aptitudes" Grampp (p.79). En caso de
necesidad los parados deberían emplearse en "... construir una pirámide inútil en la llanura de
Salisbury, trasladar piedras de Stonehedge a Towerhill o hacer cosas semejantes, ya que, por lo
menos, esto mantendría sus mentes disciplinadas y obedientes y sus cuerpos aptos para realizar
trabajos provechosos cuando fuera necesario" (citado por Grampp). El estado debe jugar también un
papel en la formación de las personas a través del desarrollo de la enseñanza y como responsable de
la educación de los huérfanos. Además, el Estado debe también intervenir en la industria
protegiendo las invenciones, creando monopolios gracias a los privilegios que conceda, etc. En
7. materia de comercio exterior, el estado debe proteger los bienes que produzca o pueda producir la
nación, pero debe defender la libertad de comercio en lo que se refiera a los bienes que la nación no
produzca. Finalmente, el estado debe estimular la colonización, ya que ésta permite reabsorber los
excedentes de población, aumenta la demanda de bienes y da acceso a nuevas fuentes de materias
primas. Las ideas de Montchrestien son representativas de la corriente mercantilista francesa. Pero
también se encuentran en Barthelemy de Laffemas, el consejero de Enrique IV y, en cierto modo, se
anticiparon a la política económica que luego seguiría Colbert.
1.4 LOS TEMAS ESCENCIALES DEL MERCANTILISMO
Como hemos visto el dinero es el concepto central de las reflexiones mercantilistas. Si hay una
recomendación clara de política económica esta es la de acumular la mayor cantidad de metales
preciosos mediante la consecución de saldos favorables en los intercambios exteriores. A partir de
esa premisa, se pueden deducir fácilmente las relaciones entre el dinero y los precios, entre el dinero
y la tasa de interés, y entre el dinero, el tipo de cambio y la balanza de pagos. Además de estas
relaciones también haremos mención en este apartado a algunos temas menores sobre la población ,
el trabajo y la industria.
1.4.1 El dinero y la riqueza.
El dinero de la época mercantilista es el dinero-mercancía; es decir, está constituido por metales
preciosos marcados, en forma de lingotes o monedas marcadas con un sello que, en principio,
garantiza su peso en oro o en plata. Para ordenar la discusión sobre la relación entre "la riqueza de
una nación" y el dinero, planteemos para empezar una cuestión básica: ¿es el dinero, para los
mercantilistas, sinónimo de riqueza?. Sin lugar a dudas los primeros mercantilistas darían a esta
pregunta una respuesta afirmativa. Los mercantilistas llamados bullionistas, principalmente
españoles y portugueses de la primera mitad del siglo XVI, se proponen como ambición exclusiva
la acumulación y conservación de los metales preciosos en el reino. A ellos les parecía que el valor
intrínseco del oro y de la plata, así como su carácter imperecedero, convertían a los metales
preciosos en la esencia misma de la riqueza. Por eso proponen, entre otras medidas, la prohibición
de exportar el oro y la plata, el cobro de sobretasas de cambio para las monedas extranjeras, la
obligación de pagar las importaciones de bienes en mercancías y no en metales preciosos, la
obligación de repatriar las ganancias obtenidas en el extranjero, etc. Todo un conjunto de medidas
artificiales, autoritarias, burocráticas e ineficaces.
Pero ¿por qué razón dinero es sinónimo de riqueza? La respuesta de los primeros autores
mercantilistas, es simple: el dinero es riqueza porque es poder de compra. Esto es lo que por
ejemplo concluye Davanzati: "todos los hombres desean todo el oro posible para adquirir todas las
cosas, para satisfacer todos sus deseos y necesidades, y en suma para ser felices" (Lezione della
Monete, 1588). De ahí a pensar que son los bienes, y no el dinero, los que constituye la verdadera
riqueza no hay más que un paso, que algunos darían varios años después.
El dinero, o los metales preciosos, poseen ventajas indudables. Por ejemplo, mientras la mayoría de
los bienes son perecederos y difíciles de almacenar, los metales preciosos son duraderos, de valor
elevado y divisibles, características todas ellas que los hacen adecuados para efectuar pagos y para
la conservación de la riqueza. En todo ese razonamiento se encuentra el reconocimiento explícito de
las tres funciones clásicas del dinero: unidad de cuenta, instrumento de cambio y reserva de valor;
son precisamente la segunda y fundamentalmente la tercera de estas funciones las que permiten
aproximar hasta confundir en lo mismo el dinero y la riqueza.
8. Además, los metales preciosos son absolutamente indispensable para reglar los saldos del comercio
exterior. Por ello, Tomas Mun (1571-1641), insistirá sobre la necesidad de detentar metales
preciosos para las necesidades de los intercambios internacionales. Por la misma razón, el comercio
interior debería servir para economizar encajes monetarios y, según Mun, dentro del país el papel
del dinero lo puede cumplir adecuadamente los billetes a la orden y las letras de cambio.
Además de las razones anteriores el Príncipe debe poseer un tesoro, signo de nobleza, de poder,
esplendor y, más prosaicamente, porque el dinero es el nervio de la guerra. El Príncipe debe
conseguir las armas, preparar la flota, conducir la guerra y todos los gastos deben cubrirse con
dinero contante y sonante.
Finalmente, para muchos mercantilistas, el dinero es la vida y el alma del comercio. Esta idea,
extendida en la literatura sin una justificación teórica clara, se apoya en consideraciones intuitivas
que reflejan las preocupaciones de los mercaderes. Con frecuencia tal metáfora sirve para identificar
dinero y capital; una falacia comprensible cuando la prosperidad pasa por el comercio. Así,
abundancia monetaria significa también abundancia de capital para prestar y tomar prestado, para la
financiación de las ventas y las compras y para permitir que los negociantes asuman mayores
riesgos. Así, unos medios de pago abundantes hacen más fácil la expansión del mercado, mejoran
las oportunidades de negocio y las posibilidades de obtener beneficios. ¿Qué otra cosa puede pedir
el comerciante? Así se explica también el miedo a una falta de liquidez que también constituye una
constante del pensamiento mercantilista.
En resumen, si el dinero constituye la riqueza, sólo se puede tratar del "buen dinero". Tal vez
debido a la fuerza de los argumentos en que se apoya, la "Ley de Gresham" es uno de los pocos
princípios económicos que ha logrado inspirar una metáfora del romancero popular:"gitana que tu
serás, como la falsa moneda, que de mano en mano va y ninguno se la quea".
1.4.2 El Dinero y los Precios:
La historia económica de la Europa del siglo XVI está marcada, al mismo tiempo, por la entrada de
grandes cantidades de oro y plata provenientes de el Nuevo Mundo, y por el aumento sostenido de
los precios. A Jean Bodin le corresponde el mérito de haber relacionado por primera vez ambos
fenómenos y, más concretamente, de haber identificado el primero como la causa del segundo. En
los albores del siglo XVI, por razones obvias, los aumentos de precios se produce primero en
España y con el tiempo se harán notar en Francia donde la inflación se acelera hacia 1550 y se dura
hasta 1690. Todo esto coincide con otro hecho importante: en Europa circulan muchas monedas de
dudoso valor. Esto servirá para complicar el diagnóstico sobre la verdaderas causas de la inflación;
problema en el que se centrará una de las primeras controversias económicas.
En 1563 la Chambre de Comptes de París, movida por el deseo de averiguar las causas del aumento
sostenido de los precios, encarga a uno de sus miembros, M. de Malestroit, la elaboración de un
informe que será publicado con el título de Les Paradoxes sur le faict des Monnoyes (1563).
¿Cuáles son las paradojas de Malestroit? En primer lugar, la inflación que a todos parece algo tan
evidente es, para el autor del informe, algo completamente ilusorio. Según Malestroit, la pérdida de
poder adquisitivo del dinero en circulación es completamente imputable a la disminución del
contenido metálico de la unidad de cuenta. Este autor se empeña en demostrar que, aunque los
precios nominales aumenten, la relación de intercambio entre cada uno de los bienes y el oro y la
plata, ha permanecido estable. De modo que la "carestía" sería una ilusión: efectivamente quien
compra da más escudos, soles o libras a cambio de los mismos bienes, pero no da más oro o
plata. Malestroit concluye entonces que, para evitar esta inflación de unidades de cuenta, lo único
9. que hace falta es aplicar la ortodoxia monetaria de la época manteniendo constante el contenido
metálico de las monedas. Malestroit subraya, con su segunda paradoja, que aferrarse a los valores
nominales sin tener en cuenta el contenido metálico de las monedas es arriesgarse a sufrir pérdidas
de capital; él piensa, con razón, que el rey que percibe sus ingresos en monedas depreciadas no
recibe por lo tanto la misma cantidad de oro y de plata que sus predecesores.
Jean Bodin contestará a tales ideas en su Response aux Paradoxes de M. de Malestroit (1568). Su
crítica es, en primer lugar, empírica y, a continuación, teórica. Según las cifras de Bodin, El
aumento de los precios de los bienes esenciales (el trigo, la tierra, las viñas, las frutas, etc) es muy
superior a la depreciación de las monedas. La inflación no es entonces solamente "nominal" (en
unidades de cuenta), sino también real (de los precios en términos de oro y plata). Una vez
demostrado que la inflación no es una ilusión, Bodin pasa a discutir sus causas. Para él, la causa
principal es la abundancia de oro y de plata. El mayor crecimiento de la oferta de metales preciosos
en relación con la oferta de los demás bienes, disminuye los precios relativos del oro y la plata con
respecto a los demás bienes, o, en otros términos, aumenta los precios de los bienes en términos de
oro y plata. El nivel general de precios (el inverso del valor del dinero), se relaciona entonces
directamente con la cantidad de oro y plata existente en el mercado.
A continuación, Bodin analiza las causas del aumento de la cantidad de dinero. El origen está en la
balanza comercial; el comercio exterior de Francia con España es fuertemente superavitario y ello
se traduce en la importación neta de oro y plata. Además están las transferencias de los numerosos
franceses que encontraron fortuna en España y la entrada de capitales de los numerosos banqueros
extranjeros que se instalaron en la Francia de la época. Aunque lo esencial del análisis de Bodin se
encuentra en el mecanismo monetario, el autor añade otras causas del aumento de los precios, entre
las que se cuentan: el despilfarro que resulta de la moda que crea demandas artificiales y
cambiantes, el desarrollo de las exportaciones que reduce la oferta interior, los monopolios y las
alianzas que frenan la competencia y, finalmente, los príncipes cuyos gastos son excesivos.
El gran aporte de Bodin no es práctico sino teórico. Desde entonces, la relación positiva entre la
abundancia monetaria y los precios será parte del acervo común del mercantilismo. Esta idea se
integra en una visión general del dinero que se resume en la obra de Davanzati. El dinero, para este
último autor, es unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor. Como medio de pago y reserva
de valor es, al mismo tiempo, vehículo de las transacciones y poder de compra y, en consecuencia,
constituye la esencia de la riqueza. Para que la mala moneda no desplace a la buena, el príncipe
debe resistir la tentación de depreciarla; no obstante, como un subproducto no deseado, la
abundancia de dinero hace aumentar los precios.
1.4.3 El Dinero y la Tasa de Interés.
Por encima de todo, para los mercantilistas la abundancia de dinero tiene una ventaja indudable:
permite la disminución del tipo de interés. Los argumentos se encuentran expuestos con claridad en
la obra de T. Culpeper(1578-1662) y particularmente su Traite Contre L'Usure (1621). Cuando el
tipo de interés es alto, los mercaderes más afortunados se retiran, ya que para ellos es más seguro y
más rentable prestar el dinero que dedicarse directamente a los negocios. Los negociantes jóvenes y
endeudados se ven conducidos a la ruina o desmotivados, ya que lo esencial de sus beneficios sólo
sirve para cubrir el servicio de los préstamos. De la misma manera, y esto es lo más importante
para Culpeper, las inversiones agrícolas disminuyen y el valor de la tierra cae abrúptamente. Sin
duda este razonamiento, y no es el primero que mencionamos de ese tipo, tiene un cierto sabor
keynesiano. El tipo de interés es el rendimiento mínimo requerido por la inversión; si dicho mínimo
es muy alto, numerosos proyectos se convertirán en no rentables y serán abandonados; en tanto que,
10. por el mismo motivo, se retirarán los capitales ya comprometidos. Abandonar los negocios se hace
más interesante que dedicarse a ellos; como la inversión es cada vez menos rentable, se corre el
riesgo de que los créditos terminen financiando en mayor proporción los gastos de consumo.
Una baja tasa baja de interés es considerada entonces algo favorable al comercio. Pero esa es sólo
una condición necesaria y no suficiente para la prosperidad de los intercambios. Thomas Mun, se
encargará de señalar con justicia, que un tipo bajo de interés puede no ser más que el reflejo de un
comercio deprimido y en consecuencia de una baja demanda de capitales. Con esta excepción, los
mercantilistas piensan que una baja tasa de interés es el resultado de la abundancia monetaria.
Muchos años más tarde se descubrirá que todo el argumento para defender esta conclusión está
basado en la incapacidad de distinguir entre el concepto de dinero, el de capital y el de fondos
prestables. A riesgo de simplificar, podemos decir que, para los mercantilistas, esos tres conceptos
distintos se funden en una y la misma cosa: la riqueza (influencias teológicas aparte). Si la nación
posee mucho oro y plata ( es decir, dinero), la inversión será abundante (acumulación de capital), y
el crédito barato (fondos prestables).
Pero, ¿qué debe hacer el gobierno si se encuentra con una situación de escasez monetaria? Si eso
ocurriera la ley debe suplir al mercado. Culpeper, por ejemplo, pide que se limite severamente el
tipo de interés autorizado con el fin de poder competir con los holandeses que se benefician de tasas
más bajas que los ingleses. La exigencia de un respaldo legal es, con una frecuencia comprensible,
la única respuesta de los comerciantes en el conflicto que les enfrenta al poder financiero. Ambos
intereses, los del banquero y el mercader, son claramente contrapuestos y los mercantilistas se
preocuparán por distinguir con claridad entre la tasa de interés (legítima) y la usura (abusiva); una
distinción artificial que sólo es un síntoma de las limitaciones del análisis.
1.4.4 El Dinero y la Balanza Comercial.
En el siglo XVI, el pillaje de los tesoros y la explotación de las minas del llamado Nuevo Mundo,
constituye para Europa la fuente esencial de metales preciosos. España y Portugal, como puertos
destacados de entrada, fueron también la cuna de los primeros autores bullionistas quienes se
empeñaron en defender que el oro y la plata deberían permanecer dentro de las fronteras del reino.
Por eso fueron también los países más intervencionistas. Para los países que no contaron con la
suerte de tener un acceso directo a las fuentes de metales preciosos, la única forma de conseguirlos
estaba en los excedentes de la balanza comercial. Como afirmaMontchrestien: "necesitamos del oro
y la plata y no teniéndola de nuestro cuño, debemos conseguirla de los extranjeros"(Traité...). En
suma, como el oro entraba en España y Portugal, era necesario que los déficit comerciales lo
hicieran salir.
En un primer momento, el saldo favorable de los intercambios comerciales se consiguió mediante
una política de prohibiciones, restricciones y controles. Prohibiciones de exportar metales preciosos,
obligación de cada mercader de exportar primero para importar después, tentativas de establecer
controles burocráticos y restricciones administrativas adicionales (gracias, por ejemplo, a la Office
of Royal Exchange en Inglaterra), etc.
Sin embargo, en el siglo XVI, la explosión de los intercambios internacionales debilitará
progresivamente la eficacia de tales disposiciones. La emergencia de un mundo financiero
especializado, la generalización de las letras de cambio, los privilegios acordados a las grandes
compañías (entre ellos el de exportar oro) y, de un modo general, la imposibilidad material de
controlar unos flujos comerciales siempre crecientes, son todos procesos que terminarán por
11. arruinar el poder de la administración. Así se impone la idea de que, si el comercio es deficitario, el
oro saldrá inevitablemente del reino .
En consecuencia, ¿cómo evitar la salida de oro?; ¿qué hacer si el desarrollo del comercio agrava y
convierte el problema en algo crucial?. Alrededor de estas cuestiones generales se enfrentarán G.
Malynes, Edward Misselden (1603-54) y Thomas. Mun en una de las controversias más fructíferas
de la historia del mercantilismo.
Las conclusiones políticas de Malynes se deducen directamente: hay que retornar a un estricto
control de cambios, la Office of Royal Exchange debería supervisar todos los intercambios y
prohibir las transacciones que no respeten la paridad. Los intereses de los mercaderes y
comerciantes deben supeditarse al interés general.
Contra este análisis reaccionarán E. Misselden y T. Mun. Básicamente, estos dos últimos autores
invierten el razonamiento de Malynes para rebatirlo; es decir sostienen que son los movimientos
comerciales los que causan las variaciones del tipo de cambio y de los flujos monetarios.
Por su parte, Thomas Mun, en su obra póstuma, England's Treasure by Forraign Trade, retoma,
generaliza y precisa los argumentos anteriores. Mun distingue cuidadosamente entre el balance
global y los balances particulares. Los balances particulares con tal o cual país eran en la época
objeto de una atención política particular, ya que el equilibrio o el excedente se buscaba y definía
para cada socio. Mun, al contrario, insistirá en que lo que realmente importa es el balance global y
que no es reprochable que el comercio con tal o cual país sea deficitario, siempre que conduzca a
excedentes globales; por ejemplo, esto ocurrire cuando se importan materias primas que después de
transformadas se reexportan como productos terminados o, incluso, cuando se importa barato para
exportar los mismos bienes a mayor precio.
Las conclusiones de Mun se expresan en la forma de una auténtica ley económica: existe una
relación causal entre la balanza global y los flujos de metales preciosos: "no entrará ni saldrá un
tesoro mayor que el del saldo de la balanza comercial". Mun concluye lógicamente que la parte del
stock mundial de metales preciosos en manos de cada país depende de la situación de su balanza
comercial y no tanto de que el país tenga minas o colonias. Es difícil no mencionar el ejemplo de
España, deficitaria e incapaz de conservar su oro, y Mun no dejará de analizar el caso.
Las ideas de Misselden y Mun son características de la versión "comercialista" del mercantilismo
inglés. Misselden trabajaba para la compañía Merchant Adventure y Mun era miembro de la East
Asian Company. No sorprende, entonces, que los dos autores esperen el excedente comercial de la
libertad de comercio de las grandes compañías. Esto es, de la libertad para exportar el oro siempre
que permita desarrollar los negocios; para importar si eso permite exportar más; para comprar caro
en el extranjero si eso permite vender aun más caro a otro país. Esta visión del comercio, dinámica
y no sólamente contable, es la que corresponde a la actitud de los comerciantes poderosos con
mentalidad de conquistadores.
12. 1.4.5 La política de la balanza comercial.
A menudo se asocia mercantilismo con proteccionismo. Sin embargo, en esta afirmación puede ser
objeto de muchos matices. Como observa Keynes, (en su apéndice Sobre el Mercantilismo de
la Teoría General, y después de haber subrayado las ventajas de un excedente comercial): "No se
puede decir que se obtiene el máximo excedente de la balanza comercial mediante el máximo de
restricciones a las importaciones. Los primeros mercantilistas insistieron vivamente sobre este
punto y a menudo combatieron las restricciones comerciales ya que a la larga tales restricciones se
habrían convertido en un obstáculo para una balanza comercial favorable". Los grandes
comercialistas ingleses, como acabamos de ver, eran mucho más favorables a la libertad de
comercio, eso sí, acompañada de una política aduanera moderada.
En la época, nada de lo anterior impide la existencia de una verdadera política comercial. En primer
lugar, el Estado debe, a través de una potente flota, garantizar la seguridad de los barcos mercantes.
En segundo término, hay un largo catálogo de medidas que ayudarán a maximizar el excedente
comercial. Por ejemplo, evitar exportar las materias primas (hay que transformarlas y exportar
productos finales); o bienes de subsistencia (no hay que depender del extranjero para alimentarse);
desestimular las importaciones de bienes de lujo (se parecen demasiado a los metales preciosos,
pero carecen de utilidad); reservar el transporte internacional a los nacionales (es un elemento
"invisible" de la balanza comercial y no hay que dar facilidades a la competencia); incitar a los
comerciantes extranjeros instalados en el territorio a consagrar sus ganancias a la compra de
productos nacionales (por razones obvias); al contrario, incitar a los comerciantes nacionales en el
extranjero a repatriar sus ganancias; exportar los bienes con mayor contenido de mano de obra (para
favorecer el empleo) y, eventualmente, obligar a trabajar a los pobres e indigentes, preferiblemente
para la exportación.
El que esto sea o no proteccionismo es algo relativo. En los países dominados comercialmente,
estos consejos toman la forma de un auténtico proteccionismo, con restricciones cuantitativas a los
intercambios, derechos de aduana prohibitivos, subvenciones a las exportaciones. El poder de la
nación está en juego en la conformación de un tesoro. Además, se hace valer la necesidad de
proteger a las industrias nacientes, o a los sectores claves. También se debe proteger el empleo. En
definitiva, el liberalismo comercial, como casi todo, una prerrogativa de quienes pueden
permitirselo.
13. 1.5 PRINCIPALES REPRESENTANTES DE LA ESCUELA MERCANTILISTA
Juan bodino, precursor del mercantilismo propiamente dicho y autor de un tratado sobre la
moneda. Buscando el modo de superar este clima permanente de violencia -que además
debilitaba a Francia en su relación con otras potencias-, Bodino abrazó un tercer partido,
llamado de los «políticos», que proponía la tolerancia religiosa y el reforzamiento de la
autoridad del Estado como árbitro que garantizara la paz entre las comunidades enfrentadas.
En consecuencia, y aunque había apoyado anteriormente a la Liga católica, acabó
reconociendo como rey al hugonote navarro Enrique IV, cuya conversión al catolicismo
puso fin al conflicto mediante una solución de compromiso (1593).
Antonio Sierra, quien afirma que la industria es mejor que la agricultura por las ventajas
que ofrece, vivio a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII. Se incluye entre los
mercantilistas, y responde a parecidas circunstancias a los arbitristas de la Castilla de la
misma época, también pertenecientes a la misma Monarquía Hispánica de los Habsburgo y
enfrentados a los mismos problemas económicos, ligados a la Revolución de los Precios del
siglo XVI y la crisis del siglo XVII.
Tomas Mun (1571-1641), mercantilista inglés que desarrolló ampliamente dicha doctrina.
Thomas Mun, situaban como principal objetivo el Crecimiento de la Riqueza nacional, y
aunque seguía considerando que el oro era la riqueza principal, admitían que existían otras
fuentes de Riqueza, como las mercancías.
Gerald Malynes, quien distingue entre usura e interés y es el principal representante de la
corriente metalista en el mercantilismo.
Eduardo Misselden (1608-1654, primero en enunciar el concepto de la balanza comercial
La Balanza Comercial fue uno de los mayores aportes teóricos de los mercantilistas.
1.6 EL FIN DEL MERCANTILISMO
No podemos entender el fin del mercantilismo como doctrina política y como escuela económica si
antes no examinamos, primero, una serie de críticas de las que fue objeto y, segundo, una serie de
cambios políticos, básicamente durante la segunda mitad del siglo XVIII, que fueron en detrimento
del absolutismo político y de las potencias coloniales europeas.
La crítica de Hume: el mecanismo de ajuste automático
Aun cuando un considerable número de autores del siglo XVII (Serra, Mysselden,
Malynes, Mun, Locke) tuvo alguna idea del mecanismo automático de ajuste internacional y
reconoció que una política dirigida a obtener persistentes balances comerciales positivos sería
derrotada por un eventual aumento del nivel doméstico de precio , este mecanismo no fue
plenamente entendido sino hasta bien entrado el siglo XVIII. De hecho, un modelo sistemático y
completo de ajuste de la balanza comercial por precios fue producido recién en un ensayo publicado
por David Hume en 1752, Of The Balance of Trade (uno de sus Ensayos Políticos o Political
Discourses), que contenía una aplicación de la teoría cuantitativa del dinero en presencia de
comercio exterior: un superávit comercial aumentaría la cantidad de dinero, y por tanto el nivel de
14. precios, en el país que lo tiene, como resultado de lo cual debe perder competitividad y ver
disminuir sus exportaciones y aumentar sus importaciones. Lo opuesto ocurrirá en un país
deficitario. De esta manera, hay un mecanismo de ajuste automático que impide que haya países
que tengan superávits (déficits) sistemáticos, el denominado price-specieflow mechanism.
En este sentido, David Hume antecedió a los autores clásicos en su crítica del mercantilismo. Se
suele decir también que Hume fue uno de los que acusó a los mercantilistas de ser unos tontos que
identificaban riqueza con metales preciosos. Pero, como ya hemos señalado, los mercantilistas no
fueron tan simplones, y al favorecer el aumento de las exportaciones estaban pensando no tanto –o
no sólo– en el oro que eso traería, sino en el mayor empleo e ingresos que eso crearía.
Las críticas de los fisiócratas
El ataque de los economistas clásicos a los mercantilistas estuvo precedido por el de los fisiócratas
que promovieron el libre comercio y el laissez-faire en general. Como se recordará, la fisiocracia
floreció en Francia a mediados del siglo XVIII (François Quesnay publicó su Tableau Economique
en 1758), y aunque se suele destacar su tesis de que la agricultura es el único sector que tiene un
producto neto (o produit net), siendo capaz de crear riqueza adicional, no menos importante fue su
posición en favor del librecambio. En este sentido tuvieron una importante influencia sobre los
economistas clásicos y, en particular, sobre Adam Smith, que permaneció Francia entre 1764 y
1766, y publicó La Riqueza de las Naciones en 1776. Adam Smith fue el primero en usar el término
mercantilismo, y en La Riqueza de las Naciones enfatizó la idea de la especialización y el
intercambio mutuamente provechoso:
“Dar el monopolio del mercado doméstico a la industria doméstica… es en alguna medida ordenar a
la gente la manera en que debe usar su dinero, lo cual debe, en casi todos los casos, ser algo inútil o
pernicioso… El sastre no trata de hacer sus propios zapatos, sino que los compra del zapa tero. El
zapatero no trata de hacer su propia ropa, sino que emplea a un sastre…” (Libro IV, Cap. II, pp.
423-424)
La idea del intercambio comercial mutuamente beneficioso sería luego reforzada por el concepto de
ventaja comparativa de David Ricardo. En general, los mercantilistas tienen muy mala fama entre
los economistas.9 Colbert fue duramente atacado por A. Smith,10 y uno de los temas centrales de
Los Principios de Ricardo es la teoría de las ventajas comparativas que afirma que todos pueden
ganar con el comercio balanceado.
Los cambios económicos y sociales
Una serie de cambios políticos, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XVIII, en detrimento
del absolutismo político y del colonialismo europeo, terminaron por sellar el declive del
mercantilismo. Entre ellos podemos mencionar la Independencia Americana (1776), la Revolución
Francesa (1789), que dieron origen a sendas repúblicas. Aunque el origen de los organismos
representativos en Europa ¾los Estados Generales en Francia, la Cámara de los Comunes en
Inglaterra, las Dietas en Alemania, y las Cortes en España¾ data de la Edad Media, fueron las
nuevas repúblicas las que marcan el inicio del fin del absolutismo Otro cambio importante que
debemos mencionar es el inicio de la revolución industrial en Inglaterra hacia 1750, la cual dio
impulso al comercio internacional al bajar los precios de los productos manufacturados en
Inglaterra y reducir los costos de transporte. Un efecto similar tubo el mayor crecimiento
poblacional en Europa al reducirse las plagas epidémicas y al ganar importancia el cultivo de
productos tales como la papa.
15. BIBLIOGRAFÍA GENERAL:
Beltran, L. (1993) Historia de las Doctrinas Económicas. Teide.
Blaug, M. (1985) Teoría económica en retrospección. F.C.E.
Ekelund, R. y Hébert,R.(1992) Historia de la Teoría Económica y de Su Método. McGraw-Hill.
Grampp, W. (1971) Los elementos liberales del mercantilismo inglés. En Spengler y Allen (ed) El
Pensamiento Económico de Aristóteles a Marshall. Tecnos
Martina, D. (1991) Le Pensée Economique: Des Mercantilistes aux Neoclasiques . Armand
Colin