El documento describe la historia de Arnáucula, un vampiro genio de las matemáticas que asistía a la escuela nocturna para monstruos. Arnáucula formó un grupo de investigación para desarrollar un antídoto contra la luz del sol y otros peligros para los vampiros. Durante las vacaciones de verano, Arnáucula y sus amigos fueron a las catacumbas debajo de Roma para pasar el rato, pero desafortunadamente Arnáucula se equivocó de catacumba y terminó en una sala de bron
1. Q U A R T A L E C T U R A D E
L L E N G U A C A S T E L L A N A
¡NO TE EQUIVOQUES DE CATACUMBA!
Arnáucula había asistido durante todo el curso a la llamada ESO nocturna, es decir, al sistema de
aprendizaje diseñado especialmente para especímenes extraños como él - a saber, vampiros,
momias, zombis y seres con voz de ultratumba-. Se trataba de un plan especial que el gobierno había
puesto en marcha para lograr que los hijos y las hijas de los monstruos pudiesen finalmente sacarse el
título oficial de Enseñanza Secundaria Obligatoria dentro de un horario adecuado para ellos y,
sobretodo, aprovechando las horas de oscuridad para evitar así que pudiesen ser pulverizados por la
peligrosa luz del sol. Hasta entonces habían tenido que esconderse siempre y salir solo de noche a
buscar algún cuello apetitoso que chupar o algún transeúnte despistado que comer, pero se les había
discriminado de día y, mientras los otros muchachos iban a sus respectivos institutos, ellos habían
tenido que quedarse detrás de los visillos de sus criptas esperando la salida de la luna. Habían
sentido siempre mucha envidia al ver perfilarse las sombras de los alumnos que se encaminaban a
clase al otro lado del cementerio, y por fin, ahora eran ellos quienes podían asistir al centro de
enseñanza.
Arnáucula era un genio de las matemáticas y había formado un grupo de investigación con
Martenstein, Dunácula y el conde Dennisson. Juntos constituían un equipo de trabajo insuperable. Su
última propuesta era un estudio sobre la obtención de un antídoto potente que permitiese anular los
efectos de ajos, cruces y, especialmente, de la molesta, cegadora y desintegradora luz del sol. Bajo la
tutorización del profesor Ramonkisson estaban avanzando a buen ritmo y ya habían conseguido que al
vampiro que utilizaban como conejillo de indias y que habían hecho salir a la calle solo se le
desintegrase una oreja: ¡todo un éxito que mejoraría pronto la calidad de vida de los vampiros del
mundo entero! La comunidad científica había halagado el trabajo de los jóvenes monstruos.
2. A la gente común se le erizaba el vello cuando, apoyados en la piedra del alféizar de sus
ventanas, escondidos tras las persianas, observaban cómo los monstruos adolescentes caminaban,
volaban o flotaban hacia su respectivo instituto. Arnáucula y sus colegas eran felices.
Llegadas las vacaciones de verano, los amigos del grupo de investigación se trasladaron a Roma –
donde Arnáucula tenía su residencia de vacaciones-, invitados por el pequeño vampiro genio de las
matemáticas. Habían escogido esa opción porque, lógicamente, no podían ir a la playa ni exhibirse en
medio de una gran ciudad, aunque fuera de noche: en el primer caso morirían ipso facto desintegrados
por el sol abrasador; en el segundo, la policía les daría caza hasta encerrarlos en la cárcel. Así, pues,
todos juntos se instalaron en las catacumbas situadas bajo la plaza de San Pedro, una serie de
túneles laberínticos en medio de los cuales los padres de Arnáucula habían alquilado una celda llena
de moho donde los chistes contados sonaban como bombas caídas del cielo.
Arnáucula y sus amigos llegaron a las catacumbas con ganas de pasarlo bien. Lo primero que
hicieron fue jugar al escondite a lo bestia: el juego consistía, lógicamente, en esconderse, pero con
una pequeña variante… Cuando uno de los participantes era descubierto en su escondite, el
monstruito que la paraba tenía derecho a chuparle un poco de sangre o a comerle un pedacito de
nariz. Martenstein perdió así un palmo de su nariz aguileña y el conde Dennisson tuvo que reemplazar
la suya por un embudo. Dunácula fue la ganadora, y a Arnácula no lo encontraron nunca…
Desgraciadamente, el genio matemático se equivocó de catacumba y fue a parar a una sala de
bronceado especial, donde los rayos UVA o fundieron al instante. Las muecas de tristeza de todos
fueron evidentes.
---------------------------------------------------------------------