1. P R I M E R A L E C T U R A D E
L L E N G U A C A S T E L L A N A
HILO A HILO
Amine era un mecenas rico y poderoso, una persona muy influyente que vivía en el corazón de
Nueva York. Perteneciente a la aristocracia, a Amine le gustaba rodearse de personajes también
famosos y destacados dentro de la selecta sociedad neoyorquina. Conocido por estar muy
interesado por el mundo de la moda y de la alta costura, Amine aseguraba la manutención a los
modistos con más talento del mercado. Dennís era uno de esos diseñadores de ropa que
últimamente estaba dando mucho que hablar... Había conseguido confeccionar unos vestidos
tejidos con lino y delicados hilos de oro que permitían transformar a la persona que los vestía en
alguien sumamente bello y apuesto. Hasta los monarcas y políticos rematadamente más feos
habían conseguido cambiar su aspecto y experimentar un auténtico éxito a nivel social gracias a
los trajes del modisto. Dennís, sin embargo, tenía un grave defecto: era muy ambicioso,
extremadamente egoísta y muy individualista.
Amine contrató al famoso modisto porque deseaba celebrar una fiesta en su mansión situada
en la Quinta Avenida, una de las calles más concurridas y visitadas de la ciudad. Hospitalario como
siempre, ofreció posada, comida, cama y una enorme suma de dinero a Dennís para que pudiese
concentrarse en la elaboración de un traje deslumbrante, espectacular, impactante.
Dennís se zambulló rápidamente en el diseño de una pieza carísima, hecha de oro, seda, lino y
diamantes, un traje que con toda seguridad sería la envidia de todo el mundo.
El día en que Dennís empezó a trabajar en el diseño exclusivo, entró también en la mansión
una viejecita al servicio del aristócrata Amine. La anciana llegó solo con un sencillo hatillo en cuyo
interior había cuatro cosas. La mujer tenía que ocuparse de servir la mesa y limpiar la cocina. La
esposa de Amine, Andrea, había prohibido hablar terminantemente a la anciana. Andrea era una
persona presuntuosa, acostumbrada a nadar en la riqueza y la abundancia.
La anciana empezó su tarea puntualmente y no abrió nunca la boca. Destinada solo a limpiar,
por las noches se dedicaba sin embargo a tejer una especie de tela formada por hilos viejos y casi
rotos: eran los fragmentos de hilo que el modisto Dennís no quería y tiraba a la basura.
Andrea supervisaba los trabajos de Dennís y el modisto se mostraba eufórico ante el aprecio
que le mostraba la señora de la casa. Así, poco a poco, el vestido de seda y oro destinado al señor
2. Amine iba tomando forma... Dennís y Andrea se burlaban de la anciana cada vez que veían que la
mujer tejía esa fea tela hecha de viejos y rasgados hilos. La anciana, haciendo caso ante lo que le
había sido encomendado, nunca protestaba... Nunca decía nada.
Llegó el día de la fiesta y Amine finalmente pudo lucir un traje digno de su linaje. Al parecer,
Dennís había creado un prodigio textil y todos estaban extasiados, alucinados con la hazaña.
La vieja mujer no había sido invitada a la fiesta, por supuesto…
A la mansión de la Quinta Avenida llegó también Pau, el dueño de una cadena de perritos
calientes de Manhattan que le tenía una envidia terrible e insana a Amine.
Pau se situó tras una columna y esperó el momento justo para empujar a Amine, con la
intención de que cayese por la ventana. Llegado el momento, Pau llevó a cabo su plan y el
aristócrata cayó al vacío ante la mirada de los invitados. Los gritos y la incredulidad se apoderaron
de los asistentes...
Cuando parecía que el impacto era ya inminente, algo fantástico sucedió. En la planta baja,
una especie de tela protectora, muy extensa, tejida por las noches en medio de un gran silencio por
unas viejas manos, se extendía cubriendo todo el vestíbulo de la casa.
Amine fue a parar de lleno a la zona central de la tela hecha con hilos harapientos y fue así
como salvó su vida.
Fue entonces cuando Andrea y Dennís se dieron cuenta de la necedad con la que habían
actuado: cegados por la soberbia y los aires de superioridad, habían olvidado que, a veces, lo más
valioso es aquello más sencillo. La anciana les había dado una lección…
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