2. «JESUS EL DIVINO HIJO DE DIOS»
Job 11:7-9 ¿Descubrirás tú los secretos de
Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del
Todopoderoso? Es más alta que los cielos;
¿qué harás? Es más profunda que el Seol;
¿cómo la conocerás? Su dimensión es más
extensa que la tierra, Y más ancha que el
mar.
3. cinco períodos en los que se puede describir con
toda certeza al inconmensurable Cristo
RALE «Enorme, que por
su gran magnitud no
puede medirse»
1) desde la eternidad hasta
la creación
Antes que las montañas fueran creadas, antes que la
tierra y los habitantes del mundo nacieran, aun desde la
eternidad, Jesucristo vivía y era eficaz y más cortante
que toda espada de dos filos (Sal 90.2; Heb 4.12).
4. No había cosa creada que no fuera manifiesta en su
presencia; todas las cosas estaban desnudas y abiertas
a Sus ojos (Hebreos 4.13).
Sus salidas eran desde
el principio, desde los
días de la eternidad
(Miqueas 5.2).
Durante su breve paso
por la tierra, Él recordó
la gloria que tenía con
el Padre antes que el
mundo fuese, en una
época cuando era rico
(Juan 17.5; 2a
Corintios 8.9).
Jesucristo no es prisionero
del tiempo, sino que es el
mismo ayer, y hoy, y por los
siglos (Hebreos 13.8). Es
«[el] Padre Eterno».
5. "Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo,
con aquella gloria que tuve contigo antes que el
mundo fuese." (Jn.17:5).
2) desde la creación hasta
su nacimiento en Belén
«Hagamos al
hombre»
Gen 1:26
En el principio era el Verbo, y el
Verbo era con Dios, y el Verbo
era Dios. Este era en el principio
con Dios. Todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de
lo que ha sido hecho, fue hecho
(Juan 1.1–3; vea Hebreos 1.1–3).
6. El Espíritu de Cristo estuvo en los profetas
1 Pedro 1.10–11 Los profetas que profetizaron de
la gracia destinada a vosotros, inquirieron y
diligentemente indagaron acerca de esta salvación,
escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el
Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual
anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo,
y las glorias que vendrían tras ellos.
7. Fue Cristo el que inspiró a David, aunque David lo
expresó de la siguiente manera: El Espíritu de Jehová
ha hablado por mí, Y su palabra [logos] ha estado en mi
lengua (2o Samuel 23.2).
y todos bebieron la
misma bebida
espiritual; porque
bebían de la roca
espiritual que los
seguía, y la roca era
Cristo. 1 Cor 10:4
Génesis 16:7 Y la
halló el ángel de
Jehová junto a una
fuente de agua en el
desierto, junto a la
fuente que está en el
camino de Shur.
8. Salmo 118:26. Bendito el que viene en el nombre
de Jehová; Desde la casa de Jehová os
bendecimos.
3) desde su nacimiento en
Belén hasta la resurrección,
Juan 6;51 Yo soy el pan vivo que descendió del
cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para
siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual
yo daré por la vida del mundo.
9. Dios había planeado que fuera físicamente
simiente de la mujer, simiente de Abraham y
simiente de David (Génesis 3.15; 22.18; vea
2o Samuel 7.12–14).
Puesto que la deidad de
Jesús depende de que tenga
un padre divino (no uno
humano), se pone de
manifiesto cuán importante
es que se le llame «Hijo de
Dios» (Lucas 1.35).
Al ser Hijo del
Hombre, era
humano y tenía
sangre para
derramar por los
pecados de todo el
mundo (Mateo
26.28; Hebreos 2.9;
9.22; 1era Juan 2.2).
10. Como Hijo del Hombre, podía compadecerse de
las debilidades humanas (Hebreos 2.17–18; 4.15).
Debido a que era divino Hijo del Hombre, era
mortal, pero al morir
podía conquistar la muerte (Juan 11.25–27;
14.19; 2a Timoteo 1.10).
4) desde la resurrección
hasta el Día del Juicio
11. Jesús tenía Su mirada puesta, más allá de Su muerte
carnal, en un estado de gloria nuevamente en el cielo
con Su Padre (Juan 17.5).
Entró en la morada del hombre fuerte de la muerte y
estuvo allí tres días —lo suficiente para probar que en
verdad murió. Después arrebató las llaves del
Hades, «para destruir al que tenía el imperio de la
muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el
temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a
servidumbre» (Hebreos 2.14–15;
12. Entre el monte de los Olivos (del cual ascendió) y
el cielo, Jesús se deshizo del cuerpo carnal que
estaba horadado por clavos.
Se convirtió nuevamente en lo que había sido
antes de salir del cielo treinta y tres años atrás
1 Cor 15:50 Pero esto digo, hermanos: que la
carne y la sangre no pueden heredar el reino de
Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
13. Al resucitar del sepulcro, Jesús fue declarado
Hijo de Dios con poder (Romanos 1.4).
Con la resurrección
ocurrida el domingo de
resurrección
(9 de abril del 30 d. C.)
se cumplió por fin la
gozosa exclamación de
Dios que se recoge en
Salmos 2.7, y que dice:
«Mi hijo eres tú; Yo te
engendré hoy».
¿Cómo pudo una
resurrección
llenar los
requisitos del
cumplimiento de
un anuncio de
nacimiento?
14. A partir del día de Pentecostés, hasta el fin del
mundo, toda autoridad tanto en el cielo como en
la tierra ha sido dada al Hijo.
1 Pedro 3:22. quien habiendo subido al cielo está
a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles,
autoridades y potestades.
Durante el tiempo del supremo señorío de
Jesús, los pecadores deben acercarse a Dios por
medio de Él como mediador.
15. Además, por ser
abogado de los
cristianos, Él es el
único por quien
estos pueden
recibir perdón para
sus pecados
(1era Timoteo 2.5;
1era Juan 2.2).
Se le presenta como
el que está ahora
preparando morada
para los Suyos
(Juan 14.1–3).
16. Por último, todos los hombres estarán de pie
delante de Él para ser juzgados por Él
—no delante del Padre en sí, ni delante del
Espíritu Santo, sino delante de Cristo— y esto
será un día que sólo Dios conoce (Hechos 17.30;
Juan 5.22; 2a Corintios 5.10).
DESDE EL DÍA DEL JUICIO
HASTA LA ETERNIDAD
17. 1 Cor 15:24. Luego el fin, cuando entregue el
reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido
todo dominio, toda autoridad y potencia.
Este traspaso de autoridad será tan sosegado
que no se sentirá, pues por toda la eternidad
el Hijo (Lucas 1.33; Hebreos 1.8)
18. «¡Oh profundidad de las riquezas de la
sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán
insondables son sus juicios, e
inescrutables sus caminos! […] A él sea
la gloria por los siglos. Amén»
(Romanos 11.33, 36).