1. ESTRUCTURA FORMAL DE LA VOLICIÓN
La voluntad es un concepto básicamente humano, porque no es aplicable a
los animales que desarrollan comportamientos instintivos. Desde el
planteamiento de Zubiri la cualidad de lo querido es la fruición de la
voluntad. En efecto, la realidad cualitativa de las cosas es lo que mueve
realmente la voluntad. La complacencia proporcionada por lo deseado en
los seres humanos, se manifiesta como forma de realidad satisfactoria, cosa
que no sucede en los animales, por su carencia de intelección abstracta.
Que el carácter positivo del momento de realidad sobre el que se aplica la
voluntad, sea el carácter formal de la fruición, como argumenta Zubiri,
presupone el acierto valorativo e intencional, sobre lo que se considera
subjetivamente adecuado. La voluntad reflexiva para Zubiri no es lo
primero en el querer volitivo, que ha de basarse en la realidad, como algo
potencialmente satisfactorio y enriquecedor. De todos modos, es cierto que
las acciones voluntarias se aplican con una intencionalidad que responde a
las condiciones de la realidad material. El descubrimiento de la
significación e importancia de la realidad, también en el ámbito de lo
volitivo es crucial. Los medios y los fines son puras posibilidades que se
convierten en realidad, por medio de las acciones libremente elegidas.
Que la voluntad es una forma de apropiación, como asegura Zubiri, es
reconocer que la aprehensión de la innumerable multiplicidad de realidades
posibles, está al alcance de la capacidad intelectiva y decisoria de la
persona. La vinculación entre la formación de la personalidad y la fruición
en la conducta es una forma de autorrealización, precisamente en
correlación con las posibilidades que ofrecen las cosas de la realidad. La
fruición puede entenderse, como disfrute de lo que la realidad ofrece al
hombre, para realizarse plenamente, apropiándose de las posibilidades
vitales que más le convenzan y satisfagan. En este sentido, se observa en la
filosofía zubiriana una actitud próxima a un epicureísmo moderado, lejana
de la rigurosidad estoica que desprecia lo sensible como origen de las
perturbaciones anímicas, y desarrolla una actitud fatalista ante el futuro,
con la eliminación especulativa de la libertad humana.
La desvinculación de la concepción tradicional del bien moral, como algo
anterior a la vida que está determinado en normas previas, es clara en
Zubiri. Quizás el bien se pueda identificar con lo que promueve la vida
apropiada de cada individuo, que va construyendo su carácter con la
autoapropiación o autoposesión de sus posibilidades reales. La originalidad
de Zubiri que comparto es la reiteración de la transcendencia de lo cósico
como base primaria de los actos humanos, en una línea vitalista similar en
cierto sentido a Nietzsche y a Ortega. También Spinoza con su rechazo de
los afectos negativos, porque debilitan la constitución humana, se puede
pensar que se parece en algunos aspectos a lo planteado por Zubiri en
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2. relación con la fruición de la conducta moral y en general con su
pensamiento antropológico. Ciertamente, las posibilidades que están
ofrecidas en la realidad son muy diversas. Para Zubiri, la realidad en tanto
que apropiable por el hombre es el bien. Esto se relaciona con la cuestión
de los bienes, y con la interpretación de Aristóteles de que lo bueno es
objeto del deseo. Las cosas de la realidad en sí mismas, no son ni buenas ni
malas, dependen del uso intencional y consecuentemente moral de las
personas. Por ejemplo, como bien afirma Zubiri, lo objetivamente valioso
que configura la filosofía de los valores de Scheler, está fundamentado en
la realidad.
Si bien, a mi juicio, esto último es matizable, porque no todas las
posibilidades son igualmente valiosas y, por tanto, el buen criterio en las
decisiones morales me parece esencial, entendido como algo similar al
sentido común propuesto por Reid y al buen sentido de Descartes, etc. Que
el bien es la realidad en tanto que apropiable, como escribe Zubiri,
considero que es una definición muy amplia, y está en relación con las
intenciones de cada sujeto ético concreto, y de la cualidad de sus actos
concretos.
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