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Contenido
El ministerio de la capellanía.
Intolerancia religiosa: una visión de la realidad en Ecuador.
El líder religioso frente a los derechos humanos.
Breve historia de la Iglesia Luterana.
Orden Martín Lutero: argentinos y venezolanos trabajando a favor de la Iglesia Una, Santa,
Católica y Apostólica.
¡Valió mi bautiso! Carta de Martín Lutero a dos pastores concerniente al rebautismo, 1528.
4.
5. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 5
El Ministerio de la Capellanía
“35
Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me
dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; 36
necesité ropa, y me
vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron”
(Mt 25:35, 36).
La figura del capellán emerge en la actualidad como solución de servicio y
atención a las necesidades espirituales y emocionales de los seres humanos,
aunque la capellanía es un llamamiento ministerial muy antiguo; sin que
implique que se encuentre dentro de un entorno congregacional, ya sea
de una iglesia o denominación. La capellanía es Interdenomicional; el
capellán desarrolla su misión y su llamado de servicio fuera del templo. A
él le corresponde levantarse, salir de su medio y desplazarse a los lugares,
centros, entidades gubernamentales, públicas o privadas, todo tipo de ente
comunitario donde pueda ejercer esta labor de servicio y ayuda social.
Como todo servicio que prestamos en el Nombre del Señor Jesucristo, nos conduce de un
privilegio al satisfactorio compromiso que demanda dedicación, sabiduría y paciencia en desarrollar
los procesos de restauración de la vida espiritual, emocional y de salud mental de las personas que
ayudamos hasta lograr llevarlos a feliz término de la unidad en Cristo.
La capellanía logra convertirse en el brazo aliado de las Iglesias, pudiendo de esta manera
expandir el Evangelio a través de siervos voluntarios dentro de cárceles, hospitales, institutos
geriátricos, orfanatos, entes colegiados, instituciones para la rehabilitación, entidades militares, de
policía, defensa civil, bomberos y otros similares.
Ampliando así, vigorosamente, el radio de acción de los hijos de Dios “porque la cosecha es
abundante, pero son pocos los obreros.” Aunque la prioridad al desarrollar este ministerio son las
personas necesitadas, dentro de cualquiera de los lugares anteriormente mencionados, el fin
primordial es ministrar el amor de Dios y por medio de este amor revelar a las personas que
Jesucristo es el Salvador, el Restaurador y la respuesta que cubre toda problemática y necesidad
de los seres humanos. Entonces, el Capellán se convierte en un verdadero embajador de Dios en la
tierra.
Múltiples son las facetas de este Ministerio desarrollado por los Capellanes, entre ellas, vale la
pena destacar la labor de Consejería que no es una labor limitada solamente al Ministerio Pastoral.
Los siervos genuinos, deben ser debidamente equipados y adoctrinados para poder desempeñar
una Consejería Bíblica correcta a los ojos de Dios y adecuada a las circunstancias de quien se
beneficia de esta consejería.
De hecho, la consejería ha sido dada por Dios para solucionar los problemas de las personas;
por consiguiente, el Capellán debe desarrollar una mentalidad bíblica para poder aplicar el
razonamiento bíblico a todas las circunstancias, situaciones y problemas de sus aconsejados.
6. Su propósito específico consiste en ayudar a las personas a enfrentar su presente, guiándoles
a descubrir las causas de sus problemas, las subsiguientes consecuencias, que producen como
resultado las situaciones que están viviendo, para luego aplicar los principios bíblicos a fin de corregir
dichas causas, que generalmente, son la raíz del problema.
El Capellán, aún con la más sana intención de ayudar a las personas, no puede perder de vista,
que la Palabra de Dios es su absoluta autoridad en consejería. La Escritura es suficiente para
enfrentar todos los aspectos de la vida, los sucesos y comportamientos de la humanidad. Y
obviamente, el Señor Jesucristo es el punto central porque toda consejería, restauración o sanidad
interior gira en torno a Él. Él es el modelo ejemplar, nuestro maravilloso Consejero Admirable.
El Capellán debe tener también un claro sentido de autoridad, tanto la autoridad y reglamentación
a la que él tiene que someterse, como la que imparte, puesto que es portador de la autoritativa
Palabra de Dios. Los debidos protocolos establecidos por cada institución en la que vaya a desarrollar
su Ministerio deben ser acatados sin excusa alguna, del buen desempeño en esa área, encontrará
siempre puertas abiertas, y aún si fuera un lugar poco amable, al cumplir con toda las normas las
puertas le serán siempre abiertas. Se debe trabajar siempre dentro del marco legal y reglamentario
de las instituciones.
Las personas que han sido víctimas de abuso o desventaja social, necesitan el respaldo de las
autoridades, jamás deben obviarse estos recursos, muy por el contrario, podemos ser una guía, un
enlace, hacia la institución o autoridad idónea para intervenir en dicha situación.
El Capellán es un siervo imparcial, su ayuda no puede limitarse solamente a un sector de
creencias, raza, o cualquier otro similar. Su atención está enfocada a las personas necesitadas en
general; aunque si podría, determinar el renglón específico en el que se va a desenvolver, quizá,
niños; o tal vez, adolescentes; personas desplazadas o con discapacidades. En fin, como también
sería sano determinar el género del grupo que va a ayudar, ya sea hombres o mujeres, siguiendo el
ejemplo de nuestro Señor Jesucristo que “al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque
estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor” (Mt 9:36).
En este orden de ideas, desde hace varios decenios los estudiantes en el Departamento del
Valle del Cauca, República de Colombia, vienen recibiendo lecciones acerca de las drogas en sus
7. instituciones escolares, con la creencia de que la educación acerca de las drogas podría modificar
su comportamiento. Ahora bien, algunos profesores estiman que las lecciones encaminadas a
conseguir un cambio de comportamiento no tienen el éxito apetecido y proponen que en las escuelas
se siga un enfoque más orientado a la educación para prevenir el uso indebido de drogas. Por tal
motivo en 2018 surgió el programa denominado La Verdad Sobre las Drogas, bajo la dirección de la
Asociación de Capellanes de Paz y Defensores de Derechos Humanos, conformada por servidores
de nuestro Señor Jesucristo y hacedores de sus mandamientos:
“37
Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”. -Le
respondió Jesús-. 38
Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. 39
El
segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo ” (Mt 22: 37-39).
El abordaje a cada institución educativa se realiza por un contacto previo con algunos docentes
que llevan la inquietud a las autoridades, que posteriormente permite el ingreso de los capellanes y
grupo de apoyo previa formación y posterior a la reunión de explicación, alcance del programa. Luego
se planifica con las autoridadescharlas sobre las consecuencias del uso indebido de las drogas,
talleres sobre autoestima y proyecto de vida, entre otros.
La finalidad de la escuela no es luchar y corregir todos los males sociales: su finalidad es corregir
uno sólo, que es el mal de la ignorancia. Como adultos que somos, todos tenemos responsabilidades
respecto de esos males, pero como profesores no tenemos que avergonzarnos si no conseguimos
dar vivienda a los que carecen de ella, o hacer desaparecer la violencia, o prevenir el SIDA o poner
punto final al uso indebido de drogas. Cada uno de los profesores, como seres humanos que son,
lamenta que los estudiantes consuman drogas, que contraigan enfermedades de transmisión sexual
o que sus costumbres nutritivas no sean las más adecuadas.
Ahora bien, eso no es culpa de las escuelas, y las escuelas no deberían esforzarse por fijarse
objetivos encaminados a modificar esas formas de comportamiento. La escuela pueden influir en
esos comportamientos y una forma de hacerlo consiste en desarrollar conocimientos, aptitudes y en
cultivar los valores en sus estudiantes. Lo cierto es que las escuelas no tienen autoridad para
conseguir que se deje de fumar o de beber; o bien, para modificar las costumbres sexuales o
alimentarias. Eso sí, tienen autoridad para mejorar los conocimientos y las aptitudes de los
estudiantes y para fomentar el desarrollo de valores defendibles. Tampoco se les puede echar la
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culpa cuando los estudiantes abusan de su salud en formas poco deseables. Se puede echar la
culpa a las escuelas, o por lo menos se las puede considerar responsables, si los estudiantes no
obtienen aptitudes y conocimientos esenciales en materia de salud, ni pueden articular una posición
en materia de valores.
Las Drogas son esencialmente venenos. La cantidad que se consume determina su efecto. Una
pequeña cantidad actúa como estimulante (te acelera). Una cantidad mayor, actúa como sedante
(te entorpece). Una cantidad aún mayor puede envenenar y matar a la persona. Esto es cierto para
cualquier droga. Sólo varía la cantidad requerida para producir el efecto. Pero muchas drogas
presentan otro riesgo: afectan directamente a la mente. Pueden distorsionar la percepción del
consumidor con respecto a lo que está ocurriendo a su alrededor. Como resultado, las acciones de
la persona pueden parecer extrañas, irracionales, inapropiadas y hasta destructivas.
Las drogas bloquean todas las sensaciones, tanto las deseadas como las indeseadas. Así que
mientras proporcionan un breve alivio para mitigar el dolor, también anulan la habilidad, la lucidez, y
nublan la capacidad de pensar.
Los medicamentos son drogas que tienen el propósito de acelerar, desacelerar o cambiar la
manera en que el cuerpo funciona, tratando de hacerlo funcionar mejor. Algunas veces son
necesarios. Pero aun así, no dejan de ser drogas: actúan como estimulantes o sedantes, y
demasiada cantidad puede matarte. Así que, de acuerdo a lo anterior, si no se usan los
medicamentos en la forma indicada y recomendada, pueden ser tan peligrosos como las drogas
ilegales.
¿Por qué la gente consume drogas? Las personas consumen drogas porque quieren cambiar
algo en su vida. Entre las razones por las cuales los jóvenes consumen drogas destacan:
a. Para encajar en el ambiente.
b. Para evadirse o relajarse.
c. Para disipar el aburrimiento.
d. Para parecer mayor.
e. Para rebelarse.
f. Para experimentar.
Las personas que las consumen llegan a pensar que las drogas son una solución. Pero con el
tiempo, las drogas se convierten en el problema. Por difícil que sea para alguien hacer frente a sus
problemas, las consecuencias del consumo de drogas siempre serán peores que el problema que
está tratando de resolver con ellas. La respuesta verdadera es conocer los hechos y no consumir
drogas en primer lugar.
Mons. Dr. Gustavo Adolfo Nazari Escobar
Director Académico Asociación de Capellanes de Paz
y Defensores de Derechos Humanos. República de Colombia.
9. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 9
Intolerancia Religiosa: una Visión de la Realidad en Ecuador
Desde 1517 la reforma luterana marcó el inicio de la
libertad religiosa en el mundo. Alemania fue el primer país en
volver el rostro hacia las verdades del Evangelio. La influencia
del pensamiento del clérigo católico romano Martín Lutero se
ha convertido desde la publicación de las 95 tesis que fueron
clavadas en las puertas de la iglesia del Palacio de Wittenberg
en Alemania, en el ícono de los cambios sustanciales e
inminentes que la Iglesia Católica Romana requería en la
época.
La historia de la Iglesia muestra una lamentable estela de
oscuridad en la Iglesia de Jesucristo. Una oscuridad
provocada por el hombre, sus ambiciones y desmedidos
cultos a la búsqueda de tesoros humanos. Asimismo, fue el
mismo Papa León X que mediante una bula condenó los
escritos del Dr. Lutero por considerarlos herejes y en su
esencia contrarios a la campaña de venta de indulgencias que
el Romano Pontífice había iniciado para recaudar fondos
destinados a la reconstrucción de la Basílica de San Pedro en Roma que se erigía sobre la
construcción original atribuida al Emperador Romano Constantino.
La reforma del siglo XVI denominada reforma protestante fue el motor de la libertad de
pensamiento en la época; pensamiento de transformación eclesial que se venía gestando incluso
desde mucho antes de Lutero, con los reformadores John Hus y John Wyclif. La reforma buscaba
que se vuelviese al auténtico valor de las escrituras; las cuales por siglos habían sido vetadas al
conocimiento y libre lectura del pueblo. Las misas en latín y la falta de traducción de la biblia, junto
con la protesta ante la infalibilidad papal que le convertía al pontífice en un ser divino sin errores,
fueron calando hondo en la visión de una iglesia cristocéntrica que dirija su vida institucional y la de
sus fieles por los caminos de la verdadera espiritualidad cristiana y no desde la base de dogmas
humanos que se sobreponen a la autoridad del Evangelio del Señor Jesucristo.
La Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica y a esto desde la óptica reformadora se le puede
añadir la palabra evangélica; ya que, la Iglesia de Cristo se funda en los evangelios que recogen la
obra, enseñanza, vida, pasión y muerte de Jesús.
Una Iglesia sin la virtud del evangelio no es Iglesia de Cristo y más bien es una institución que
carece de la gracia plena que alimenta la vida cristiana. Esa gracia que proviene de la fe que no
depende de obra humana, sino que se da como don o regalo de Dios.
El término “católico” ha llevado a la confusión en muchos fieles a partir del monopolio que de
éste término ejerce la Iglesia Romana.
Católico significa parte de una Iglesia Universal y todos somos parte de la Iglesia Universal de
Jesucristo; es decir la iglesia que se conforma por la comunidad de creyentes unidos en una misma
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fe y no por bloques de concreto adornados con joyas, perlas preciosas, en medio de la opulencia y
la vanidad.
La misma doctrina social de la iglesia ha quedado como letra muerta en un mundo que camina
a pasos agigantados hacia la destrucción de sus valores humanos, espirituales y sociales. Muchos
cambios se dieron desde el 31 de octubre de 1517. Hablamos de 504 años de reforma para el 2021.
En pleno siglo XXI es aún imprescindible volver la vista hacia una nueva reforma que pula las
aristas de división que como ha dicho el Romano Pontífice Francisco I, son una vergüenza.
Realmente la división lastima la fe y desvirtúa el trabajo de la Iglesia. Cada cual debe tomar su rumbo
y trabajar por su lado en la difusión de evangelio. Todo por la división de la iglesia. Y esta división no
se dio por culpa de los reformadores sino debido a la inflexibilidad de la Iglesia de la época para
aceptar los cambios que se proponían en torno a la verdad escritural, traducidas en las 5 solas de
Martín Lutero: “Sólo Cristo, Sólo la Escritura, Sólo la Fe, Sólo la Gracia, Sólo a Dios la Gloria”.
Esta división ha ido con el paso de los siglos configurando en la mente de los fieles sentimientos
de odio y desprecio por quienes hace 504 años protestaron en contra de las políticas eclesiales que
secuestraban la fe pura para transformarla a una fe centrada en la salvación por obras y no en el
sacrificio único que Jesús hizo por nosotros en la cruz para justificación de nuestros delitos.
Alemania es hoy en día en su mayoría luterana, así como Inglaterra es anglicana. Estas son
Iglesias históricas como las ortodoxas, presbiterianas, vétero católicas y otras que guardan en su
esencia una tradición de lucha y presencia evangelizadora en el mundo. Sus ornamentos y liturgias
son similares a la Iglesia Romana no por intentar suplantarla en torno al engaño a los fieles como
muchos lo denuncian en medios de comunicación e incluso en las predicaciones dominicales. Su
riqueza simbólica y litúrgica son parte de la tradición viva de la iglesia por siglos y se traduce en la
riqueza teológica que sostiene su institucionalidad.
Lastimosamente la intolerancia religiosa campea inflexible en las calles, plazas, pueblos y
comunidades en todo el mundo. En Ecuador la intolerancia religiosa es un problema que depende
de la falencia formativa que la iglesia romana da a sus fieles. La Iglesia se dedica a enseñar
catecismo solo para el cumplimiento de meros rituales tradicionales que desembocan en fiestas
donde corre el wisky, el cigarrillo, el vicio y la degeneración de los sacramentos que Jesucristo dejó
a su Iglesia como tesoros espirituales y no como artículos o servicios que se venden en la vitrina de
quienes pretenden tener el monopolio de la fe. Ninguno de nosotros, católicos romanos, luteranos,
anglicanos, presbiterianos o de la denominación que seamos tenemos la verdad ni podemos
ostentarla; porque la única verdad proviene de Dios. Por tanto, los seminarios de formación
sacerdotal y de religiosos y religiosas deben enseñar a sus estudiantes a vivir el evangelio en amor,
en aceptación y comprensión de la libertad religiosa que es defendida en el marco de los Derechos
Humanos y que se han integrado en las distintas legislaciones de las repúblicas democráticas.
Con dolor evidenciamos la campaña de desprestigio que muchos hacen en las redes sociales,
en los medios de comunicación, tildando de falsos e impostores a sacerdotes, pastores y pastoras
de nuestras Iglesias legítimas, que no son romanos ni dependen de la autoridad papal. Esto de
depender o no del papa no determina la validez o invalidez de los sacramentos o del ministerio que
se ostente; ya que la iglesia papal no tiene autoridad en las demás ramas del catolicismo tradicional.
Según un informe de la Pew Research Center, publicado por la Organización de las Naciones
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Unidas (ONU), la violencia y la discriminación de los gobiernos
contra los grupos religiosos, así como la hostilidad social por
parte de una variedad de actores, han alcanzado niveles sin
precedente en todas las regiones. La ONU trabaja desde varios
ángulos para erradicar la intolerancia y discriminación basada
en la religión o creencia; pero esto no es todo. El mismo
vaticano en muchas ocasiones ha demostrado públicamente la
necesidad de un diálogo interreligioso que promueva el amor y
el respeto entre las distintas ramas de la Iglesia y las diferentes
creencias.
Desde esta postura, se desarrollan incluso misas
ecuménicas donde se invitan a representantes de las diferentes
denominaciones; más esto queda como letra muerta, como un
mero acto de exhibición cuyo mensaje auténtico que viene
desde el propio Obispo de Roma no es digerido por las diócesis
y fieles que desconocen el mismo mensaje papal.
La iglesia es Una, con distintas denominaciones; con una amalgama de formas administrativas,
pero una sola en esencia. Y esta unidad es en Cristo y el misterio trinitario. No podemos tildar a
cualquiera de falso o humillarlo públicamente con condenas basadas en la ignorancia de las
legislaciones, de los derechos humanos y del sentido perfecto de la libertad de culto. Un sacerdote
luterano, episcopal, ortodoxo, antiguo o vétero, es tan sacerdote como uno romano. Incluso muchos
de ellos llevan el carisma de servicio, de amor, afecto y misericordia del que carecen muchos que se
autodenominan únicos y verdaderos.
La Iglesia verdadera de Cristo no puede ser una Iglesia que humille a nadie, que lo desprecie o
rechace. Una iglesia inmisericorde no es iglesia sino un mercado de la fe, donde aún se vende
salvación a cambio de unas cuantas monedas. La iglesia de Jesucristo es pura en doctrina y en
adoración. No pertenece a nadie sino solo a Jesús. Por lo tanto, no hagamos de nuestras iglesias
empresas poseedoras de la verdad. Aprendamos a practicar lo que se predica, a amarnos como
hermanos lejos de divisiones que no nos conducen a ningún lugar.
Un llamado aquí a los sacerdotes, hombres y mujeres que ejercen el ministerio en dependencia
a sus iglesias, para que lleven sin temor el mensaje del evangelio y no se sientan falsos o impostores.
El pueblo también debe aprender a buscar la verdad no solo en sus líderes sino en la
autoeducación como parte de la responsabilidad cristiana. Pues si ignoramos la verdad de nuestras
iglesias, la historia y tradición de las distintas ramas religiosas, no podremos jamás convivir en un
mundo pluricultural, plurinacional y multiétnico, donde cada individuo es distinto. Ahí en medio de
esas diferencias la iglesia está llamada a la acogida sin discriminación por cuestiones de raza,
orientación sexual, étnica, condición económica, religiosa o política.
Un llamado también a las autoridades de la Iglesia de Roma, para que acojan el mensaje del
Papa en amor y respeto a la unidad cristiana que se promueve en el contexto de un ecumenismo
vivo y dinamizador. Respetemos la libertad que tienen todas las Iglesias de ser potadoras del mensaje
de Jesús y dejemos de sembrar cizaña en el corazón humano; para que todos, hombres y mujeres
ricos y pobres, presos y libres, negros y blancos, indígenas y mestizos, católicos y protestantes,
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podamos vivir la pureza del evangelio sin odios ni separaciones.
El trabajo eclesial es de todos y debe hacerse con el esfuerzo conjunto. Pues no es menos cierto
que existen lugares donde aún no se ha misionado; donde no acuden los sacerdotes, ni religiosos
ni religiosas sea por su difícil acceso o por la falta de carisma de servicio. Es ahí entonces donde la
Iglesia en sus distintas denominaciones debe abrirse a trabajar en conjunto con otros grupos o
simplemente dejarlos trabajar por el bien de la extensión del Reino de Dios.
El trabajo de la iglesia y sus ministros no es recolectar dádivas vendiendo sacramentos o
sacramentales. Ya basta de la lista de precios que se exhiben en algunos templos, donde el pobre
accede a un matrimonio sencillo, sin luz, ni música, ni alfombra, que son exclusivos para el que tiene
dinero. La Iglesia debe siempre estar con el pobre, con el humilde y el necesitado; no ser un poder
político al servicio de los más fuertes, devorando al más pobre.
Los sacramentos de la iglesia, el bautismo y la eucaristía y sus sacramentales, no deben recibirse
en espera de un reconocimiento físico firmado en un papel para ingreso a una institución educativa
religiosa. Estos son signo de la fe cristiana, del diálogo entre Dios y el hombre como evidencia del
Nuevo Pacto y no un título humano para engordar el ego, por costumbre o por temor a ser
rechazados o condenados por iglesias que han olvidado el sentido humano y el mandato de la Gran
Comisión de ir y anunciar el evangelio a todas las naciones y bautizar a todas las gentes en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como está escrito en Mateo 28. Este mandato no es solo
para el católico romano, para el luterano o el anglicano. Es para todos los creyentes, transformados
por la fe y bautizados; ya que cada creyente es un sacerdote, profeta y Rey, miembro de la gran
familia de los hijos de Dios.
Al celebrarse este 31 de octubre del 2021 los 504 años de la Reforma de la Iglesia, felicitamos
desde la Iglesia Carismática Luterana del Ecuador, miembro de la Asociación de Iglesias Evangélicas
Luteranas Independientes Hispanoparlantes (AIELIH) a todos los luteranos presentes en el mundo,
a todos los presbiterianos, anglicanos, ortodoxos, vétero católicos, evangélicos, y de otros grupos
cristianos que trabajan día a día por el anuncio de las Buenas Noticias. Motivamos a los fieles a
crecer en la fe y rechazar toda forma de discriminación de índole religiosa y de cualquier otra,
abriendo su corazón a la escucha de la sana doctrina de Dios y no de hombres o instituciones.
El cristianismo debe ser vivido hoy en día de una forma cósmica y dinámica donde el creyente
salga del templo físico a vivir y practicar en la iglesia doméstica el mensaje dado por Dios a los
hombres.
Pbro. Abg. Guicar Dávila Ayala.
Lcdo. ATh.
Presbítero de la Iglesia Carismática Luterana.
Prior General de las Misiones Luteranas para la República del Ecuador.
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El Lider Religioso Frente a los Derechos Humanos
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU), según algunos de sus propios mentores, no sería más que una "traducción de los Diez
Mandamientos a lenguaje moderno.”
Una de las discusiones más interesantes que tienen lugar en Israel entre diversos grupos
religiosos, es aquella que se refiere a los derechos humanos. La abrumadora mayoría de los
representantes políticos de estos sectores se ha opuesto sistemáticamente -aunque no siempre con
éxito- a la promulgación de las "leyes fundamentales" tendientes a proteger dichos derechos. Según
aducen, estas leyes, provenientes de la cultura occidental, chocan con los principios básicos del
judaísmo.
Por otra parte, un pequeño grupo de ortodoxos -constituido especialmente por juristas y
académicos especializados en las fuentes judaicas- sostiene que no hay nada más auténticamente
judío que la preocupación por los derechos humanos; es más, indican que la Biblia jugó un papel
cardinal en el proceso que fue conduciendo paulatinamente a la concepción moderna de los derechos
humanos. Ellos nos recuerdan que Rene Cassin -uno de los principales promotores de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (proclamada en 1948)- afirmó haberse
"limitado a traducir los Diez Mandamientos a lenguaje moderno" y que el renombrado jurista Milton
Konvitz aseveró que las raíces de la Declaración "se encuentran en los relatos y las profecías de las
Escrituras Hebreas".
Es cierto, los términos "derechos" y "humano" brillan por su ausencia no solo en el Decálogo
sino en la Biblia entera. Sin embargo, cuando cotejamos cuidadosamente la Declaración Universal
de los Derechos Humanos con la legislación del Pentateuco, la similitud entre muchas de sus
cláusulas salta a la vista; podremos percibir también que el espíritu que impregna otros párrafos
bíblicos guarda una estrecha semejanza con el que se expresa en la Declaración. [1]
En la Biblia no existe el concepto moderno de derechos individuales (liberales). Pero la
conciencia de la dignidad de la persona y de los derechos fundamentales del oprimido y de los pobres
está fuertemente presente en la ley y en la historia de la revelación bíblica de Dios. [2]
El objetivo como líderes religiosos es mantener la universalidad de los derechos humanos al
demostrar que la religión y las creencias son inherentemente compatibles con el disfrute de los
derechos humanos y que al hacerlo contribuyen a la comprensión mutua y a la tolerancia.
Los Derechos Humanos. En diferentes documentos de la Organización de Naciones Unidas se ha
indicado que los Derechos Humanos son las condiciones de la existencia humana que facilitan al
ser humano satisfacer las exigencias fundamentales de su vida natural, espiritual y material; siendo
todas las condiciones inherentes al ser humano orientados a su plena realización.
Buscan satisfacer las necesidades humanas como la alimentación, salud, vestido, trabajo,
educación, vivienda, libertad de expresarse, participación y de trascender. Los Derechos Humanos
14. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2
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se fundamentan en la Dignidad Humana, nos pertenecen por el solo hecho de ser persona, y así lo
dejan ver los tratados internacionales y la Constitución democrática de muchos países, siendo
necesarios para que la comunidad política sea realmente justa y civilizada; por esta razón el
preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: “Considerando que el
desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie
ultrajantes para la conciencia de la humanidad.”
Los Derechos Humanos deben ser asumidos como objetivos sociales que permitan cimentar la
construcción de la sociedad, permitiendo su conservación y desarrollo. También pueden catalogarse
como los principios y normas universalmente aceptados que deben regir las actuaciones de la
comunidad, individuos e instituciones para preservar la dignidad humana, fomentar la justicia, el
desarrollo y la paz. Asimismo, se caracterizan por estar dotados de las siguientes características:
Universalidad: deben ser aplicados y están dirigidos a todos los individuos de la especie humana,
sin importar edad, género, raza, religión, ideas ni nacionalidad, teniendo en cuenta que cada persona
es igual de digna que sus semejantes, sin que pueda estar excluida o ser discriminada del disfrute
de sus derechos
Irreversibilidad y progresividad: La consagración de nuevos Derechos no excluye ni desestima
la vigencia de Derechos antes consagrados y la existencia de viejos Derechos no impide que las
nuevas condiciones sociales vividas por los pueblos determinen la vigencia de otros Derechos, como
ha sucedido con el HABEAS DATA, el cual busca proteger la intimidad de las personas frente a los
sistemas masivos de información y comunicación. Los avances en la protección de nuevos Derechos
o nuevas formas de un mismo Derecho se hacen sobre el supuesto de vigencia de todos los
Derechos consagrados.
Indivisibilidad: No puede hablarse de división de los Derechos Humanos, todos deben ser
respetados y garantizados por autoridades y gobernantes.
No negociabilidad: Los Derechos Humanos pertenecen absolutamente a cada ser humano, no
son negociables por autoridad alguna.
Inviolabilidad: Nadie puede atentar, lesionar o destruir los Derechos Humanos. Las personas y
los gobiernos deben regirse por el respeto a los Derechos Humanos; las leyes dictadas no pueden
ser contrarias a éstos y las políticas económicas y sociales que se implementan tampoco. Por
ejemplo, el derecho a la vida no puede ser violentado bajo ninguna circunstancia, como ocurre
frecuentemente en la realidad, ni por la acción de fuerzas policiales o militares ni por políticas
económicas que condenan a la muerte por desnutrición o hambre a la población.
Obligatoriedad: Los Derechos Humanos imponen una obligación concreta a las personas y al
Estado de respetarlos, aunque no haya una ley que así lo diga. Es obligatorio respetar todos los
Derechos Humanos que existan en las leyes nacionales y también aquellos que no aún lo están.
Trascendencia de las fronteras nacionales: La comunidad internacional puede y debe intervenir
cuando considere que un Estado está violando los Derechos Humanos de su población. En este
sentido, ningún Estado puede argumentar violación de su soberanía cuando la comunidad
internacional interviene para requerir que una violación a los Derechos Humanos sea corregida.
Interdependencia: Están relacionados entre sí, dependen unos de otros, no pueden ser
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separados ni pensarse que unos son más importantes que otros. El negar algún derecho en particular
sería amenazar e incluso vulnerar el conjunto de la dignidad de la persona, por lo que el disfrute de
algún derecho no puede hacerse a costa de los demás. Es así, como no se puede, por ejemplo,
disfrutar plenamente del derecho a la educación si la persona no está bien alimentada o si carece
de una vivienda adecuada, ni se puede ejercer el derecho a la participación política si se niega el
derecho a manifestar o estar bien informados.
La Biblia Frente a los Derechos Humanos.
1. En las historias de los patriarcas las comunidades cuentan que el Señor defiende el derecho de
los oprimidos y marginados:
- Protege a Agar, la esclava abandonada: Gn 21:12-20.
- Protege a José, vendido por sus hermanos: Gn 37–41.
- Protege a Tamar en la defensa de sus derechos de mujer y madre: Gn 38.
- Defiende el derecho de los hebreos esclavos y los libera: Ex 3 – 5; Dt 4:20; y otros muchos más.
2. La ley del Señor se basa en la justicia y por ello defiende el derecho de los pequeños: Ex 20:12 –
23:23; Lv 19 y 25; Dt 15:4-25
a. Más concretamente: La ley humanizó la esclavitud muy por encima de las costumbres ambientales,
aunque no la pudo extinguir:
- La vida del esclavo debía ser siempre respetada: Ex 21:20-26s
- En siete años se debía liberar a los esclavos: Dt 15:12-15; Ex 21:2s; Lv 25:10-39
- Los esclavos tenían derecho al descanso semanal: Ex 20:10; Dt 5:14
b. Todo reo tenía derecho a ser juzgado rectamente Ex 23:1-3,8; Dt 16:18-20
3. Los profetas
- a. Criticaron a los reyes y a los poderosos por hacer que la sociedad fuera desigual e injusta
- b. Prometen un mundo nuevo, donde el que planta tendrá derecho de comer y quien hace una casa
podrá habitar en ella: Am 9:14; Jr 31:24-28; Is 65:17-23
- c. Las comunidades enseñaban la práctica del derecho y de la justicia: Pr 10:21; Sal 1.
4. Jesucristo manifiesta que vino para realizar el Reino de Dios que es de justicia y derecho: Lc 4:16-
19; Jn 10:10
a. Se niega a ser juez entre dos hermanos porque se trataba de un problema de ambición: Lc 12:13-
15
b. Reinvierte la noción de justicia del mundo, proponiendo igualdad: Mt 20:1-16; Lc 16:1-8-22,24-26
5. Las primeras comunidades vivían, a partir de la cultura de su tiempo, una opción de defensa de
los derechos de las personas y de los grupos marginados.
- a. Ananías era libre de vender o no lo que era suyo: Hch 5:4
- b. Las viudas de los helenistas eran perjudicadas en el servicio diario. La comunidad crea ministerios
para servirlas: Hch 6:1-3
- c. Pablo invoca su derecho de ciudadano romano y apela al emperador: Hch 25:11s
No se deja torturar invocando sus derechos: Hch 22:25-29
- d. Hace una colecta en favor de los pobres de Jerusalén: 2Cr 8 y 9
6. Las comunidades defienden los derechos (2Cr 8):
16. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2
16
- de igualdad entre hombre y mujer, esclavo y libre: Gá 3:28; Flm 16-17
- de libertad: 2Cr 3:17; Gl 5:1-6; Col 2:16s.
La Biblia y el Respeto a los Derechos Humanos. "¡Ay de los que, a costa de los vecinos,
engrandecen las casas y los campos! Pronto no habrá sitio para nadie, habitaréis solos el país." Is
5:8. "Venden los inocentes a cambio de dinero, y los pobres por un par de sandalias. Pisan la cabeza
de los desvalidos y destrozan la vida de los humildes." Am 2:6-7
"¡Los que pisáis a los pobres hasta el punto de exterminar los desvalidos del país! … venderemos
con medidas más pequeñas… haremos trampa con las balanzas." Am 8:4-6
y actuar con generosidad.
Parábola del rico y Lázaro. Lc 16:19-31
Parábola de los trabajadores de la viña. Mt 20:1-16.
La Biblia y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Asimismo podemos relacionar cada
uno de los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU con citas
bíblicas. Así, se pueden presentar citas en relación con muchos de los derechos consagrados por la
declaración de la ONU. Una de las listas más usadas es la siguiente:
Liberación de la servidumbre: Ex 1-15
Liberación de la esclavitud: Lev 25:25-49
Protección de la vida: Rut 4:5
Derecho a ser libres: Gá 5:1; 4:26; 1Cor 7:22; 3,:7; Gá 5:13; 1Cor 5:12; 1Pe 2:19
Combate a la pobreza: Dt 15:11
Derecho a la integridad física: Zac 2:12
Obligación de compartir: Is 58:6-8; Pr 21:10
Prohibición de quitar la vida: Ex 23:7; Am 5:7; Pr 17:15; Ap 21:8; Sal 109
No discriminar al hermano/a Pr 14: 21; 21:10; 18:19; Is 18: 56,9-12; 3,4; Jer 22:3; 1Jn 3:14-17
Amar a los pobres: Ec 4:1; Miq 2:1; Sal 41; Zac 7:10; Lev 25:35; Dt 23:30; Ex 22:24; Lc 10:25-37
Derecho a la justicia: Dt 1:16; Dt 16:18-20
Derecho a la alimentación: Ex 23:11; Is 10; Mc 8:1ss; Pr 25:21; Ez 18:5; Is 55:1ss; Lc 1:53; 15:19-
24; Mt 4:4; 10:42; Jn 4:32.
Uno de los desafíos de derechos humanos más importantes e intratables que enfrenta el mundo
de hoy está estrechamente relacionado con la religión y la creencia. El fracaso en la protección de
la libertad de conciencia, el problema persistente de la intolerancia religiosa y la incitación al odio
religioso, así como los malentendidos generalizados sobre la naturaleza de la relación entre la religión
y las libertades universales, constituyen una ruptura importante para lograr el progreso hacia la plena
realización de derechos humanos.
Referencias
1. Raquel Hodara. La Biblia y los derechos humanos.
2. J. L. Caravias y M. de Barros. Cosas De La Biblia. Guía Bíblica para Las Comunidades.
Mons. Dr. Gustavo Adolfo Nazari Escobar
Director Académico Asociación de Capellanes de Paz
y Defensores de Derechos Humanos. República de Colombia.
17. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 17
Breve Historia de la Iglesia Luterana*
*Primera parte. Texto editado por el pastor Rodolfo Olivera Obermöller., 23 de mayo de 2011.
Alemania, 31 de Octubre del año 1517, un monje agustino, clava 95 Tesis teológicas y filosóficas
contra el abuso en la venta de indulgencias plenarias sobre la puerta de la iglesia de Wittenberg. En
un abrir y cerrar de ojos, haciendo uso de la creciente influencia de la imprenta se las convierte en
cientos de copias, las cuales en cuestión de días, se leen por toda Europa. ¿Qué pudo significar
esto? Pues, en un principio nada más que una simple anécdota… pero en poco tiempo, se convertiría
en el puntapié inicial del movimiento que cambiaría el mundo para siempre: la Reforma Protestante
del Siglo XVI.
Ese monje se llamaba MARTÍN LUTERO (1483-1546), figura cuyo conocimiento es fundamental
para todos los cristianos. Su mayor importancia para nosotros radica en que fue un instrumento en
las manos de Dios para la reforma de su Iglesia en Occidente. Su actuación como reformador no
fue una mera actitud de ataque, sino que surgió de un sentimiento íntimamente espiritual: la
búsqueda de la salvación a través del conocimiento de las verdades divinas de las cuales la Biblia
da testimonio. Se propuso volver a las fuentes, regresar a la Palabra de Dios que nos revela desde
la fe la historia de la relación de Dios con la humanidad.
Uno de los más destacados de todos los que fueron llamados a guiar a la Iglesia hacia una fe
más pura, fue Martín Lutero. Celoso, ardiente y abnegado, sin más temor que el temor de Dios y sin
reconocer otro fundamento que la fe en Dios, cuya máxima fuente de revelación son las Santas
Escrituras, fue Lutero el hombre de su época. Por su medio realizó Dios una gran obra para reformar
la Iglesia e iluminar al mundo entero hacia la libertad y la sana doctrina.
El Joven Lutero.
MARTÍN LUTERO nace el 10 de noviembre de 1483, en la víspera del día de San Martín, en la
pequeña ciudad de EISLEBEN, en Sajonia, Alemania. Sus antepasados pertenecen a la tierra, tienen
su raíz en ella, pues eran campesinos, como él mismo declara: «Soy hijo de campesino, mi bisabuelo,
mi abuelo, mi padre han sido campesinos». Probablemente Lutero fue el hijo mayor. Aunque bastante
severo, su padre veló para que su hijo recibiera una buena educación. Por normas de la época, su
padre fue descalificado como heredero y todas las tierras de la familia se fueron retenidas por el
Estado, por lo que debió buscar su sustento como trabajador en las minas. La sencilla y estricta
disciplina familiar, tamizada por la piedad religiosa y la devoción, acompañaron los primeros años
de Lutero. Sus padres eran pobres: el padre, un minero, duro consigo mismo y rudo con los demás;
la madre, una mujer agotada y aniquilada por el arduo trabajo. En este ámbito carente de alegría se
criaba el pequeño Martín, en un poblado llamado MANSFELD, habitado por mineros y mercaderes.
Bajo la guía de maestros toscos y violentos, el niño aprendió la lectura, la escritura, un poco de
latín y las oraciones diarias. Gritos en la casa y golpes en la escuela: el régimen era duro para un
ser sensible y nervioso. Desde niño fue enseñado en la fe de acuerdo a los conceptos de la época,
que ciertamente no se enfocaban en enseñar el amor de Dios sino que lo presentaban más bien
como un Juez severo y castigador, que arde de ira ante el pecado de la humanidad y está presto al
castigo eterno de todos los pecadores. El mismo Lutero relataría más adelante que se ponía pálido
18. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2
18
cada vez que oía el Nombre de Jesús.
Los primeros años de Lutero transcurrieron en ese humilde hogar de Alemania, donde su padre
iba ganando los medios necesarios para educar al niño. Quería que ese hijo fuese abogado, pero
Dios se había propuesto hacer de él un constructor de una empresa mucho más grande. Las
contrariedades, las privaciones y una disciplina severa constituyeron la escuela en donde se
preparaba a Lutero para la gran misión que iba a desempeñar. Los padres de Lutero velaban con
gran esmero por la educación y el gobierno de sus hijos. Procuraban instruirlos en el conocimiento
de Dios y en la práctica de las virtudes cristianas. Muchas veces se oían las oraciones que su padre
dirigía al Cielo para pedir que Martín tuviera siempre presente el Nombre del Señor y contribuyese
un día a propagar la Verdad.
Hacían esfuerzos sinceros y perseverantes para preparar a sus hijos para una vida piadosa y
útil, aunque siendo siempre firmes y fieles en sus propósitos y obrando a impulsos de su sólido
carácter, eran a veces demasiado severos; pero el reformador mismo, si bien reconoció que se
habían equivocado en algunos respectos, no dejaría de encontrar en su disciplina más cosas dignas
de aprobación que de censura.
Ya a los 14 años, Martín partía hacia la gran ciudad de MAGDEBURG, enviado por sus padres
a la escuela. Allí Lutero fue tratado con aspereza y dureza, como era la costumbre de la época. Tanta
era la pobreza de sus padres que al salir de su casa para la escuela de un pueblo cercano, se vio
obligado por algún tiempo a ganar su sustento cantando de puerta en puerta y padeciendo hambre
con mucha frecuencia. 4 años pasaría en esa desconocida ciudad. Las ideas religiosas oscuras y
supersticiosas que prevalecían en su tiempo le llenaban de pavor. A veces se iba a acostar con el
corazón angustiado, pensando con temor en el sombrío porvenir, viendo en Dios a un juez inexorable;
más bien un cruel tirano que un bondadoso Padre celestial. Pero a pesar de tantos motivos de
desaliento, Lutero siguió resueltamente adelante. Tenía sed de conocimiento, y el carácter serio y
práctico de su genio le hacía desear lo sólido y provechoso más que lo vistoso y superficial.
En la Universidad (1501-1505).
Los padres de Martín Lutero eran campesinos pobres, que trabajaban duro para sobrevivir. Como
la mayoría de los campesinos de ese tiempo, eran muy estrictos en cuanto a la disciplina, por lo cual
le enseñaban a Lutero a orar a los santos, a hacer buenas obras y a reverenciar al Papa y a la Iglesia.
A pesar de la pobreza, el padre de Lutero se encargó de que él estudiara desde muy pequeño,
queriendo transformarlo en un próspero estudiante de leyes. Fue así que el joven Lutero, accediendo
a los deseos de su padre, ingresó a estudiar leyes en la conocida UNIVERSIDAD DE ERFURT, en
TÜRINGEN, Alemania. Cuando a la edad de 18 años ingresó en la universidad, su situación era más
favorable y se le ofrecían perspectivas más brillantes que las que había tenido en años anteriores.
Sus padres podían entonces mantenerle más desahogadamente gracias a la pequeña hacienda
que habían logrado con gran esfuerzo. Se dedicó a estudiar los mejores autores, atesorando con
diligencia sus maduras reflexiones y haciendo suyo el tesoro del conocimiento de los sabios. Aún
bajo la dura disciplina de sus primeros maestros, dio señales de distinción; y ahora, rodeado de
influencias más favorables, vio desarrollarse rápidamente su talento. Por su buena memoria, su
activa imaginación, sus sólidas facultades de raciocinio y su incansable consagración al estudio,
Lutero no tardó en quedar pronto al frente de sus compañeros. La disciplina intelectual maduró su
entendimiento y la actividad mental despertó una aguda percepción que le preparó convenientemente
19. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 19
para los conflictos de la vida. El temor al Señor moraba en el corazón de Lutero y le habilitó para
mantenerse firme en sus propósitos y siempre humilde delante de Dios. Permanentemente dominado
por la convicción de que dependía del auxilio divino, comenzaba cada día con una oración y elevaba
constantemente su corazón a Dios para pedirle su dirección y su auxilio: «Orar bien, es la mejor
mitad del estudio»
Un día, mientras examinaba unos libros en la biblioteca de la universidad, descubrió una Biblia
Latina (la «Vulgata» = idioma del vulgo o pueblo). Jamás había visto aquel libro. Había oído porciones
de los Evangelios y de las Epístolas que se leían en la Misa pública y suponía que eso era todo lo
que contenía la Biblia. Ahora veía, por primera vez, la Palabra de Dios revelada completa. Con
reverencia y admiración hojeó las sagradas páginas; con pulso tembloroso y corazón turbado leyó
con atención las palabras de vida, deteniéndose a veces para exclamar: «¡Ahhh! ¡Si Dios quisiese
darme para mí un libro como éste!».
Varias cosas sucedieron que cambiaron por completo el curso de la vida de Lutero. Fue el blanco
de una enfermedad severa; tuvo un accidente que por poco le hace morir desangrado; en un camino
lo agarró una tormenta y cerca de él cayó un rayo que por poco lo mata... todo esto hizo que entrara
en un monasterio y consagrara su vida a la vida monacal. Muy preocupado por la salvación de su
alma, creyó que dentro de un monasterio podría llevar una vida más santa que fuera de él, y que
podría conseguir reposo y tranquilidad para su atribulado corazón. Fue fiel observante de las reglas
de la orden, y hacía cuanto sacrificio fuese necesario en la falsa esperanza de apaciguar la ira de
Dios y de ganarse su propia salvación.
Lutero se Hace Monje Agustino (1506).
Al poco tiempo después de comenzar sus estudios, Lutero sufrió una experiencia que cambiaría
su vida. Volviendo a Erfurt de una visita a su familia en julio de 1506, fue alcanzado por una feroz
tormenta eléctrica, y antes de encontrar refugio, un rayo lo lanzó al suelo y por poco le quita la vida.
Desesperado y asustado, Lutero clamó: «¡Ayuda, Santa Ana! ¡Si me salvas me haré monje!». Lutero
imploró a Santa Ana, porque esta santa era la patrona de los mineros y el padre de Lutero había
entrado entretanto, al negocio de las minas. De esta forma, criado en la simple y sincera creencia
de la intercesión de los santos, en la eficacia y obligación de los votos, el asustado joven haría su
pacto con Dios. Ya en ese entonces, era Lutero un hombre de acción y no de meras palabras, por lo
cual dos semanas más tarde, obedeciendo a su voto, entró al monasterio de los ermitaños de San
Agustín en Erfurt. Fue a mediados de julio de 1506 que ingresó al monasterio agustino. Ahí cursó
todos los grados del estudio teológico, logrando finalmente su doctorado en teología y su
nombramiento como profesor de esa asignatura en la ciudad de Wittenberg.
Este nuevo comienzo incluiría una larga y dura vida de preguntas espirituales y conflictos
internos. La fe en Dios en aquellos días se entendía y se vivía muy diferente a lo que conocemos
hoy. Dios era presentado como un Dios lejano y justiciero; cada vez se hacía más difícil encontrar la
salvación que Dios ofrecía, llegando incluso a tener que pagar por ella mediante indulgencias. La
codicia de algunos prelados católicoromanos llegó a tal nivel que se vendía la salvación a gente ya
fallecida y se perdonaban los pecados que aún no se habían cometido. Como la gente común,
incluyendo a muchos sacerdotes, no conocían la Biblia, eran muy pocos quienes podían luchar contra
estos abusos, y cuando lo hacían, eran acusados de herejes, excomulgados y destinados a la pena
de muerte.
20. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2
20
El padre de Lutero era hombre de robusta y activa inteligencia y de gran carácter, honrado,
resuelto y franco. Era fiel a las convicciones que le señalaban su deber, sin cuidarse de las
consecuencias. Su propio sentido común le hacía mirar con desconfianza al sistema monástico. Le
disgustó mucho ver que Lutero, sin su consentimiento, entrara en un monasterio, y pasaron dos años
antes que el padre se reconciliara con el hijo, y aun así no cambió de opinión.
En el monasterio, Lutero se dedicaba al estudio todo el tiempo que le dejaban libre sus
ocupaciones de cada día, y aun robaba al sueño y a sus escasas comidas el tiempo que tenía que
darles. Sobre todo se deleitaba en el estudio de la Palabra de Dios. Como una gran revelación, había
encontrado una Biblia encadenada en el muro del convento, y allá iba con frecuencia a escudriñarla.
Una Biblia era tan valiosa y costosa, que era común que las pocas que existían se cuidaran con gran
esmero; además, eran los mismos monjes quienes usualmente realizaban la extraordinaria obra de
traducir y transcribir una Biblia entera a puño y letra. A medida que se iba convenciendo más y más
de su condición de pecador, procuraba por medio de sus obras obtener perdón y paz.
Observaba una vida llena de mortificaciones, procurando dominar por medio de ayunos y vigilias
y de castigos corporales (autoflagelación) sus inclinaciones naturales, de las cuales la vida monástica
no le había librado. No evadía sacrificio alguno con tal de llegar a poseer un corazón limpio que
mereciese la aprobación de Dios.
Pero la paz interior que buscaba en el monasterio no la encontró. Siguió al pie de la letra las
reglas monásticas de los agustinos. Pero los ayunos y los rezos y el estudio incesante no le dieron
certidumbre ni alivio a su tormento interno. En días y noches del invierno muy fríos tiritaba en su fría
celda; se privaba de comer hasta tal punto que en más de una ocasión fue hallado desvanecido en
el piso de su celda. A pesar de todos estos tormentos, la certeza de la salvación no le llegaba, se
sentía demasiado pecador como para considerar que Dios lo podría perdonar. No importaba su
martirio, él no era merecedor de la gloria de Dios, sino sólo de su ira.
Más tarde, el mismo Lutero diría: «Verdaderamente yo fui un fraile piadoso y seguí con mayor
severidad de la que puedo expresar las reglas de mi orden. Si algún fraile hubiera podido entrar en
el cielo por sus obras monacales, no hay duda que yo hubiera entrado.
Ahora, si hubiera durado mucho tiempo más aquella rigidez, habría muerto de vigilias, rezos,
lecturas y otros trabajos… Si no hubiera sido liberado por los consuelos de Cristo, con ayuda del
Evangelio, no habría vivido ni dos años; hasta tal punto me sentía crucificado y huía lejos de la cólera
divina…». A consecuencia de esta dolorosa disciplina y de las continuos autoflagelos perdió sus
fuerzas y sufrió convulsiones y desmayos de los que jamás pudo reponerse enteramente. Pero a
pesar de todos sus esfuerzos, su alma agobiada no hallaba alivio, y fue arrastrándose hacia la
desesperación.
Cuando Lutero creía que todo estaba perdido, Dios le deparó un amigo que sería la ayuda ideal.
Su superior en la orden, el piadoso teólogo agustino JOHANN VON STAUPITZ (ca. 1465-1524), le
expuso la Palabra de Dios y le indujo a apartar la mirada de sí mismo, a dejar de contemplar el
castigo eterno por haber violado la ley de Dios, y comenzar a poner los ojos en Jesús, dejarse
rescatar por Él, el Salvador que le perdonaba sus pecados: «En lugar de martirizarte por tus faltas,
échate en los brazos del Redentor. Confía en Él, en la justicia de su vida, en la expiación de su
muerte… Escucha al Hijo de Dios, que se hizo hombre para regalarte el favor divino, la gracia de
Dios… ¡Ama a quien primero te amó y dio su vida por ti!». Así se expresaba este mensajero de la
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misericordia de Dios. Sus palabras hicieron honda impresión en el ánimo de Lutero. Después de
largas luchas contra la nefasta comprensión del Evangelio que por tanto tiempo albergara, pudo
acercarse a la verdad y su alma atormentada comenzaría lentamente a encontrar la paz, una paz
que provenía de Dios.
La vida como monje de Lutero no es una anécdota. El haber sido monje y haberlo vivido con
pasión durante años es algo que marcó a Lutero con un signo indeleble; algo que hace comprender
toda su obra. El hábito de ese joven inquieto y atormentado es el comienzo y fundamento de una
experiencia que cambiaría su vida, la de sus contemporáneos, y por qué no, la nuestra.
Sacerdote y Profesor (1507-1509).
Una vez instalado en el monasterio, el joven Lutero se
dedicó por completo a la vida religiosa, empeñándose en
realizar buenas obras con el fin de complacer a Dios y servir
a otros mediante la oración por sus almas. Se dedicó con
mucha intensidad al ayuno, a las flagelaciones, a largas horas
en oración, al peregrinaje y a la confesión constante. Pero
mientras más intentaba agradar a Dios, más se daba cuenta
de sus pecados y volvía al confesionario. A veces no
alcanzaba a salir del confesionario cuando regresaba a
continuar confesándose. Sus pecados eran incontables y su
carrera por encontrar el perdón le exigía el sentirse limpio de
ellos. Ante esta obstinación espiritual de Lutero, el superior
Johann von Staupitz, concluyó que el joven necesitaba más
trabajo para distraerse de su excesiva reflexión, y ordenó al
monje que comenzara una carrera académica, pudiendo
ordenar así su mente y su comprensión de la fe.
En 1507 Lutero fue ORDENADO SACERDOTE y el 9 de marzo de 1508 recibió su grado de
Bachiller en Estudios Bíblicos. A los 25 años de edad fue llamado a la UNIVERSIDAD DE
WITTENBERG para enseñar filosofía moral. Al siguiente año recibió permiso para enseñar las
Sagradas Escrituras a los estudiantes. Fue entonces cuando se dedicó al estudio de la Biblia en las
lenguas originales (hebreo y griego) con personal diligencia y un marcado entusiasmo.
Luego comenzó a dar conferencias sobre la Biblia, y de este modo, el Libro de los Salmos, los
Evangelios y las Epístolas fueron abiertas al entendimiento de multitudes de oyentes que escuchaban
aquellas enseñanzas con verdadero deleite.
Viaje a Roma (1510-1511).
Dos años más tarde Lutero fue enviado a Roma, posiblemente para acompañar a otro religioso
de la orden para resolver asuntos del monasterio. Las cosas que vio y oyó allí le hicieron comprender
la incontrolable corrupción que existía en la Iglesia de aquel tiempo. Lutero seguía siendo un hijo
sumiso de la Iglesia romana y no pensaba cambiar. Emprendió el viaje a pie, como era usual en la
época, hospedándose en los monasterios que hallaba en su camino. En uno de ellos, ya en Italia,
quedó maravillado de la magnificencia, la riqueza y el lujo que se presentaron a su vista. Dotados
de bienes propios de príncipes, vivían los monjes en espléndidas mansiones, se ataviaban con los
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trajes más ricos y preciosos y se regalaban suntuosa mesa. El monje quedó perplejo al considerar
todo aquello que tanto contrastaba con la vida de abnegación y de privaciones que él llevaba.
A la vista de Roma, Lutero cayó de rodillas, profundamente emocionado al ver la Ciudad Eterna,
y exclamó: «¡Salve Roma santa!», como solían hacer los peregrinos al divisar de lejos la ciudad.
Lutero permaneció en Roma cuatro semanas, visitó las iglesias, prestó oídos a las maravillosas
narraciones de los sacerdotes y de los monjes y cumplió con todas las ceremonias de ordenanza;
contempló las reliquias (entre otras, la mismísima soga con que se ahorcó Judas). Hizo el recorrido
de las siete estaciones y subió la Escala Santa (o “escalera de Pilato”), la cual había sido instituida
por decreto expedido del Papa como dadora inmediata de indulgencia a todo aquel que la subiese
de rodillas. Se decía que era la misma que había pisado Jesús al bajar del tribunal romano, y, según
aseguraban, había sido llevada de Jerusalén a Roma de un modo milagroso. Un día, mientras estaba
Lutero subiendo devotamente aquellas gradas, sintió una gran congoja en su corazón. Sentía que
esto no lo servía ni tenía ningún sentido. ¿Cómo es que una simple escalera le podía entregar el
perdón de sus pecados? Se puso rápidamente de pie y vio a su alrededor; por todas partes veía
escenas que le llenaban de extrañeza y horror… idolatría, engaño, desenfreno y grandes fallas en
la comprensión de la fe. El joven monje notó que había iniquidad entre todas las clases del clero.
Oyó a los sacerdotes contar chistes indecentes y se escandalizó de la espantosa profanación de
que hacían gala los prelados aun durante la misa. Tropezó con confesores italianos incultos y
corruptos y con toda variedad de excesos. Al mezclarse con los monjes y con el pueblo descubrió
en ellos una vida de liviandad y lujuria. Lutero sentía que algo no andaba bien, pero tenía sentimientos
encontrados, le costaba creer lo que veía e intentaba constantemente de encontrar razonamientos
lógicos y explicaciones. Pero donde sea que volviera la cara, tropezaba con libertinaje y corrupción
en vez de santidad. Así escribe Lutero sobre su experiencia:
«Sin verlo, no se podría creer que en Roma se cometan pecados y acciones tan infames;
y por lo mismo se acostumbra decir: 'Si hay un infierno, no puede estar en otra parte que
debajo de Roma; y de este abismo salen todos los pecados’».
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De vuelta en la Universidad (1513-1518).
Poco después de regresar de Roma, ya inmerso nuevamente en sus estudios, Lutero logró
pronto el título de Doctor en Teología en la Universidad de Wittenberg. Tenía ahora mayor libertad
que antes para consagrarse a las Santas Escrituras, que tanto amaba. Ya no sería más un simple
monje, o profesor, sino el heraldo autorizado de la Biblia. Así, desde 1513 hasta 1518 enseñó teología
bíblica en la Universidad de Wittenberg, lo cual lo hizo ampliamente conocido. A pesar de su
emergente carrera docente, Lutero aún estaba envuelto en un torbellino interior. Años de estudio y
muchas noches en vela tuvieron que pasar hasta que Lutero pudiera encontrar luz a sus miles de
preguntas religiosas: Si el hombre está dominado por el pecado, ¿cómo puede esperar ganar su
redención a los ojos de Dios? ¿Cómo es que siento a Dios tan lejos de mí? ¿Cómo puedo
presentarme en santidad ante un Dios tan justo y exigente? ¿Cómo puedo salvarme si me es
imposible dejar de pecar? Continuamente buscaba paz a través de buenas obras, llegando incluso
a castigar su propio cuerpo, como se acostumbraba en ese entonces.
Al fallar en su afán de purificarse a sí mismo, cayó en una gran depresión. La culpa que sentía
Lutero por no encontrar respuestas a su situación de pecador era tan grande que se confesaba
cientos de veces al día, tanto así que algunos monjes se escondían de él para no tener que
escucharlo. Su sentimiento de culpa estaba derrumbándolo y no lograba ver en la espiritualidad de
su tiempo respuesta alguna para sacarlo de su miseria. Si bien la confesión contaba de un completo
sostén espiritual y teológico (contrición-confesiónabsolución-satisfacción), ésta no era suficiente para
Lutero; a través de ella no percibía una verdadera transformación de su interior ni una cercanía
amorosa con el Padre. Se creía que uno podía arrepentirse y amar a Dios con méritos propios, y
Lutero –por experiencia propia–ya no podía creer en eso. Ni en la conducta ni en la actitud logró
encontrar bases firmes para tener esperanza. Y en lugar de ella, veía desesperanza, mientras tanto,
Dios se mostraba cada día más lejos… Nada de lo que hacía ayudaba a la exigente espiritualidad
de Lutero para sentirse aceptado por Dios.
Mientras tanto, su superior en la orden, STAUPITZ le instaba una y otra vez a que ocupara el
púlpito y predicase la Palabra de Dios. Mas Lutero vacilaba, sintiéndose indigno de hablar al pueblo
en lugar de Cristo. Sólo después de una larga lucha consigo mismo se rindió a las súplicas de sus
amigos. Su conocimiento e interpretación de las Sagradas Escrituras era conocida ya por gran parte
del estudiantado; su elocuencia cautivaba a los oyentes, la claridad y el poder con que presentaba
la verdad persuadía a todos y su fervor conmovía los corazones. A penas Lutero empezó a celebrar
Misas (públicas) y a predicar, los estudiantes y la gente del pueblo se apiñaban para escucharle; fue
así como inició la predicación de sus vigorosos sermones y la gente oía con avidez la explicación
del mensaje de la salvación de Cristo, como de quien realmente creía lo que decía y hablaba desde
la experiencia: la experiencia de haberse sentido lejos de Dios y merecedor del castigo eterno, y
ahora la de sentirse salvado por Dios en la fe de Jesucristo.
En una fría noche, mientras Lutero preparaba una clase sobre la EPÍSTOLA DELAPÓSTOL SAN
PABLO A LOS ROMANOS, descubre algo maravilloso. Lutero vio que no hay forma en que el ser
humano pueda “ganar crédito” delante de Dios, o “merecer” su favor. Toda persona puede recibir, a
través de la fe, el divino regalo de la salvación, pero no por méritos propios, sino por los méritos que
ya hiciera Jesús en su vida, muerte y resurrección. Así, los pecados son perdonados por la absoluta
misericordia de Dios, y no por nuestras “buenas obras”. Es la gran respuesta que había estado
buscando; Dios no era como a él le habían dicho…
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«La salvación no se gana ni es merecida por las buenas obras que el ser humano realice.
Es un regalo de Dios». Dios no buscaba el castigo de los seres humanos, sino entrar en
comunión con ellos: «El justo por la fe vivirá» (Romanos 1:17).
¿Qué significa esto? Este texto bíblico nos dice que todos los pecadores que creen en Jesús
(confían en la obra redentora de Jesucristo) son justificados por Él (hechos justos a los ojos de Dios
sin tomar en cuenta su natural estado de pecado, ya que Cristo pagó por los pecados de todos los
seres humanos en la Cruz) y que gracias a eso, obtendrán el perdón y la Vida eterna. Si nos
arrepentimos de corazón y pedimos perdón a Dios, Él en su misericordia y teniendo delante a su
Hijo que tomó nuestro lugar para liberarnos, nos perdonará y nos abrirá las puertas de la Vida eterna.
Dios ya no era un insensible justiciero y castigador, sino un Dios que recibe a los pecadores
arrepentidos como sus hijos y los perdona gracias al mérito de Jesús en la Cruz. El “justo” que vivirá
es entonces la persona que es justificada por Dios, gracias a que a través de la fe pudo apropiarse
(hacer propios) los beneficios del sacrificio vicario de Cristo en la Cruz. Así, la persona pecadora,
incapaz de pagar por sus faltas para presentarse puro ante Dios y ser así merecedor de la Vida
eterna, cuenta con un reemplazo inmaculado, perfecto: el único Hombre absolutamente libre de
pecado: Jesucristo, el Dios-Hombre.
«Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los
paganos» (1ª Corintios 1:23).
En cada día que pasaba, el corazón de Lutero, y también el de sus alumnos, se llenaba de una
renovada esperanza y de un sólido fundamento fe, basados en ese Dios de amor que tanto
necesitaban y que recién ahora lograban comprender. Esta doctrina de la JUSTIFICACIÓN POR LA
SOLA FE, pronto llegó a ser la base del pensamiento religioso de Lutero: «Así llegué a sentir que
había nacido de nuevo, y que había entrado en el mismo paraíso…».
A esas alturas, el Papa LEÓN X (1513-1521), necesitaba dinero para terminar la construcción
de la Basílica de San Pedro en Roma. Para conseguir este dinero, autorizó la venta de indulgencias.
Muchos de los que venían a confesarse con el padre Martín le explicaban que no tenían que
arrepentirse porque ya habían comprado indulgencias. Así, las lágrimas de alegría que emanan de
la nueva y amorosa relación con Dios encontrada por Lutero no tardaron en transformarse en
lágrimas de dolor: las autoridades de la iglesia romana no estaban de acuerdo con Lutero: la fe no
podía ser suficiente para obtener el ansiado perdón y la salvación, también eran necesarias las obras
propias del ser humano y la intercesión de los santos y la Iglesia misma a través del Papa. Basándose
en este pensamiento, es que se vendían las indulgencias en distintos lugares de Europa. Si bien
decenas de páginas del derecho canónico y de la literatura escolástica aseguraban esa doctrina,
para Lutero no era suficiente, ninguna doctrina podía oponerse a la Biblia.
Las Reliquias.
Bastante antes de la época de Lutero, se había establecido en gran parte de la cristiandad el
uso de las Reliquias como elementos para la veneración2 y para acompañar la oración. ¿Qué son
las reliquias? Pues, en principio los supuestos restos mortales de los santos canonizados,
especialmente de los mártires. También objetos (vestimentas, joyas, biblias, etc.) que habían
pertenecido a dichas personas; en fin, distintos tipos de elementos legendarios que cuentan con un
especial reconocimiento de la Iglesia y ventajosos para la veneración. La Iglesia del Castillo de
Wittenberg era el lugar donde se resguardaba una de las colecciones individuales de reliquias más
25. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 25
grandes de Europa, acumuladas por Federico III de Sajonia,
o comúnmente conocido como FEDERICO EL SABIO (1463-
1525), príncipe elector de Sajonia. De acuerdo a estas
creencias, (que posteriormente serían refrendadas por la
Iglesia Católica Romana en el CONCILIO DE TRENTO entre
1545 y 1563) su sola contemplación otorgaba méritos al
espectador, de modo que podía recibir la absolución de las
penas por sus pecados que iba a vivir en el purgatorio. Hacia
1509, el príncipe elector Federico llegó a poseer 5.005 piezas,
incluyendo cosas tan variadas como: frascos con la leche de
la Virgen María, paja del pesebre donde nació Jesús, o
cadáveres enteros de mártires cristianos masacrados por
orden de Herodes el Grande o algún otro rey romano, dagas
mágicas, el cinto de Juan Bautista, etc.
Estas reliquias eran mantenidas en relicarios (recipientes
artísticos labrados sobre todo en plata dorada) y exhibidos una
vez al año para que los fieles las venerasen. En 1509, cada
devoto visitante que hizo alguna donación para el mantenimiento de la iglesia del castillo de
Wittenberg recibió una indulgencia de 100 días por cada reliquia, es decir, 100 días menos en el
purgatorio. Antes de 1520, la colección de reliquias del elector había aumentado hasta las 19.013
piezas lo que permitía a los devotos peregrinos que donaran a la iglesia del castillo recibir una
indulgencia que reduciría su tiempo en el purgatorio por 1,9 millones de días.
Las acciones de Lutero no fueron inicialmente contra la colección de su soberano, sino en
respuesta a la venta de indulgencias por parte de JUAN TETZEL, un sacerdote de la Orden de los
Hermanos Predicadores (= dominicos), comisionado por el Arzobispo de Maguncia y por el Papa
León X. El propósito de Tetzel era desarrollar una campaña de recolección de fondos para financiar
la renovación de la Basílica de San Pedro en Roma, y aunque el príncipe de Lutero, Federico el
Sabio, y el príncipe del territorio vecino, Jorge el Barbado, duque de Sajonia, prohibieron la venta en
sus dominios, muchos feligreses de Lutero viajaron ávidamente para conseguirlas. Cuando estos
creyentes venían luego a la confesión privada, presentaban las indulgencias plenarias que habían
adquirido, demandando que ya no necesitaban arrepentirse de sus pecados puesto que el documento
les aseguraba perdón para todos ellos y más. Cuando Tetzel entraba en una ciudad, iba delante de
él un mensajero gritando: «¡La gracia de Dios y la del Santo Padre están a las puertas de la ciudad!».
El pueblo recibía al usurpador como si hubiera sido el mismo Dios que hubiera descendido del cielo.
El infame tráfico se establecía en la iglesia, y Tetzel ponderaba las indulgencias desde el púlpito
como si hubiesen sido el más precioso don de Dios. Declaraba que en virtud de los certificados de
perdón que él ofrecía, quedaban perdonados, a quien comprara la indulgencia aun aquellos pecados
que fuese a cometer después, y que «ni aun el arrepentimiento era necesario, porque la indulgencia
actúa por sí sola». Hasta aseguraba a sus oyentes que las indulgencias tenían poder para salvar no
sólo a los vivos sino también a los muertos, sacando a esto últimos del “purgatorio” para que fueran
directamente al cielo. Miles de personas, educados según las normativas de la época, aceptaban
ansiosamente el ofrecimiento de Tetzel, y así las arcas de Roma se llenaban de oro y plata. Una
salvación que podía comprarse con dinero era más fácil de obtener que la que requería
arrepentimiento, fe y un diligente esfuerzo para resistir y vencer las tentaciones del mal.
Lutero, aunque seguía adhiriéndose estrictamente al Papa, estaba horrorizado por las blasfemas
26. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2
26
declaraciones de los vendedores de indulgencias. Muchos de sus feligreses habían comprado
certificados de perdón y no tardaron en acudir a su pastor para confesar sus pecados esperando de
él la absolución. Pero no iban a él porque reconocieran sus pecados y desearan cambiar de vida,
sino por creerse perdonados gracias al mérito de las indulgencias. Lutero, con gran indignación, les
negó la absolución y les advirtió que si no se arrepentían y no reformaban verdaderamente su vida
y su fe, morirían en sus pecados. Llenos de perplejidad muchos recurrieron a Tetzel para quejarse
de que su confesor no aceptaba los certificados; y hubo algunos que con toda energía exigieron que
les devolviese su dinero. El dominico lleno de ira, lanzó las más terribles maldiciones contra Lutero.
Luego hizo encender hogueras en las plazas públicas, y declaró: «He recibido del Papa la orden
expresa de quemar a los herejes que osaran levantarse contra sus santísimas indulgencias».
Lutero inició entonces su obra como campeón de la verdad. Su voz se oyó desde el púlpito en
solemne y ruda exhortación. Expuso al pueblo el carácter ofensivo del pecado y les enseñó que le
es imposible al ser humano reducir su culpa o evitar el castigo de Dios por sus propias obras, ya que
todos somos completamente pecadores. Sólo el arrepentimiento ante Dios y la fe en Cristo podían
salvar al pecador. La gracia de Cristo no podía comprarse; era un don gratuito.
Aconsejaba a sus oyentes que no comprasen indulgencias, sino que tuviesen fe en el Redentor
crucificado. Varias veces refería su dolorosa experiencia personal, diciéndoles que en vano había
intentado por medio de la humillación y de las mortificaciones del cuerpo asegurar su salvación, y
afirmaba que desde que había dejado de mirarse a sí mismo y había confiado en Cristo, había
alcanzado paz y gozo para su corazón.
En la teología católico-romana, el PURGATORIO es el estado o tiempo de limpieza y expiación
donde, después de su muerte, las personas que han muerto sin “pecado mortal”(ofensa directa a
Dios) pero que ciertamente han cometido pecados en su vida, tienen que limpiar esas culpas para
poder alcanzar el cielo. Debido a que todo aquel que entra en el Purgatorio terminará llegando al
Cielo tarde o temprano, no es una forma inferior del INFIERNO (= que no es un “lugar”, sino un
“estado”: el estado de la total lejanía de Dios. Del lat. infernos). Según la antigua usanza, las plegarias
por los muertos o las indulgencias pueden acortar la estadía de uno, o de los seres queridos que
estén en dicho lugar. Lutero describe el purgatorio como una invención malintencionada del
“anticristo” (= más tarde identificado por Lutero con el mismo papa León X) para confundir al hombre
y hacerle creer que hay perdón después de la muerte por medio de la compra de indulgencias y
otros mecanismos sustentados doctrinalmente en los libros bíblicos que la Iglesia Católica Romana
denominó más tarde libros DEUTEROCANÓNICOS3 (= libros bíblicos canonizados en segundo
lugar) y que Lutero eximiría de su carácter de Palabra de Dios, al no encontrarlos en la Biblia Hebrea,
por lo cual hoy en día no están en las “Biblias protestantes”. Cabe destacar que en la traducción
alemana de Lutero, los libros deuterocanónicos fueron puestos al final, como un apéndice, ya que él
mismo decía que «no pueden ser usados como norma de fe, mas sí son buenos y recomendables
para la lectura y crecimiento espiritual».
Las Indulgencias.
En la doctrina católica-romana, la INDULGENCIA es la remisión de la pena temporal
correspondiente a pecados que han sido perdonados, otorgada por la Iglesia de Roma a quienes
cumplan ciertas condiciones. La indulgencia no perdona pecados sino que exime de penas de
carácter espiritual que de otro modo los fieles purgarían durante su vida terrenal o luego de la muerte
en el PURGATORIO. La indulgencia puede ser concedida por el Papa, los obispos y cardenales, a
27. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 27
quienes, por ejemplo, recen determinada oración, visiten determinado santuario, utilicen ciertos
objetos de culto, etcétera. Los abusos y tráfico de indulgencias fueron uno de los motivos por los
cuales Lutero se enfrentó con la Iglesia.
Uno de estos abusos fue basado en el TESORO DE LOS MÉRITOS: había personas (Santos)
que eran mucho más buenas y perfectas de lo que se requería para lograr la salvación. Esa bondad
y perfección que “les sobraba” podía ser transferida mediante una indulgencia a otra persona cuya
salvación estuviera en dudas, incluso si ya había muerto (y estaba en el “purgatorio”). Originalmente
la indulgencia se “ganaba” haciendo alguna peregrinación, contemplando las reliquias, entregando
donaciones o simplemente pagando variadas sumas de dinero. Pero en la época de Lutero se abusó
de esa idea, y las indulgencias se vendían en la vía pública. A tal punto llegó el abuso, que el papa
León X autorizó la venta de indulgencias con el fin de recaudar fondos para la construcción de la
Basílica de San Pedro en Roma. El gran encargado de ese negocio en la parroquia de Lutero, el
monje dominico Juan Tetzel, cantaba así en la plaza de la ciudad: «Tan pronto la moneda en el cofre
resuena, el alma al cielo brinca sin pena…»4. Lutero consideró esto como una ofensa a la Palabra
de Dios, y protestó escribiendo al Arzobispo de Mainz: «Estoy muy apenado con que a los fieles se
les enseñe que si compran una “carta de perdón”, su salvación está garantizada».
Las 95 Tesis (1517). Desde 1515, Lutero, siendo profesor de Sagrada Escritura en la Universidad
de Wittenberg, tuvo también a cargo la cura de almas (pastoral) en la parroquia de la ciudad (la
Iglesia de Santa María). En 1516 y en los años siguientes tuvo lugar una serie de controversias en
las cuales Lutero pudo ir exteriorizando más y más sus puntos de vista teológicos críticos. Entre
1516 y 1517 pronunció varios sermones en contra de las indulgencias. En el confesionario pudo
darse cuenta de los nefastos efectos de los sermones de las indulgencias de Tetzel, cuyo contenido
era más bien anticristiano. El 4 de septiembre de 1517, Lutero escribiría 95 TESIS contra la teología
sobre las indulgencias5 (principalmente escolástica, teología esbozada por TOMÁS DE AQUINO
(1225-1274)). Pero en contra de las esperanzas de Lutero, estas tesis no obtuvieron el eco deseado.
Viendo que Tetzel seguía con su tráfico y sus impías declaraciones, resolvió Lutero hacer una
protesta más enérgica contra semejantes abusos. Pronto se le ofreció una excelente oportunidad.
La iglesia del castillo de Wittenberg (Iglesia de Todos los Santos) era poseedora de muchas reliquias
que se exhibían al pueblo en ciertos días festivos, en ocasión de los cuales se concedía plena
remisión de pecados a los que visitasen la iglesia e hiciesen confesión de sus culpas. De acuerdo
con esto, el pueblo acudía en masa a aquel lugar. Se acercaba una de las fiestas más importantes
y que más público reunía: el DÍA DE TODOS LOS SANTOS (1º de Noviembre), que era la fiesta
patronal de aquella iglesia. Previo a la Vigilia de Todos los Santos, Lutero envió las 95 Tesis contra
la venta de indulgencias dirigida a “los obispos competentes”. Al no obtener de los obispos reacción
alguna, Lutero las presentó públicamente, esperando la reacción de otros teólogos. Así, después de
haber tratado infructuosamente de poner fin a la abominación de la venta de indulgencias, Lutero
decidió atacar públicamente este hecho. El 31 DE OCTUBRE DE 1517, un día antes de la celebración
del Día de Todos los Santos, en donde estaban reunidas miles de personas en la iglesia para honrar
y recordar a los santos6 , Lutero clavó un pliego en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg,
era una sólida crítica teológica-filosófica a la venta de indulgencias. Ese pliego contenía 95
proposiciones contra la doctrina de las indulgencias. Declaraba además que estaba listo para
defender aquellas tesis al día siguiente en la universidad, contra cualquiera que quisiera rebatirlas.
Lutero redactó sus 95 Tesis como soporte para un debate teórico, una “disputa” teológica. Era
28. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2
28
una práctica corriente en la época exponer tesis en lugares específicos en búsqueda de la reacción
y respuesta de otros teólogos, lo que abría un rico debate en búsqueda de la verdad. De esta forma
el autor de las tesis podía recibir comentarios a la misma y, afirmar o retractarse de su postura. Las
95 Tesis estaban pensadas para ser difundidas en un círculo restringido de teólogos, por lo cual su
rápida difusión y éxito entre la gente común fue una gran sorpresa para el propio Lutero. Como una
tormenta, alcanzaron en brevísimo tiempo una amplísima difusión, a pesar de estar escritas en latín.
Las Tesis atrajeron la atención general; fueron leídas y vueltas a leer y se repetían por todas partes.
Fue muy intensa la excitación que produjeron tanto en la universidad como en toda la ciudad.
Con ellas, Lutero y su crítica entraron en el escenario de la historia de Occidente, y dentro de un
contexto que, con toda seguridad, debía despertar una desaprobación ruidosa y apasionada, como
lo son los abusos eclesiásticos y exportación de dinero con destino a Roma. Tras ser impresas en
gran cantidad y ampliamente difundidas, las tesis tuvieron mucha repercusión: el pensamiento de
muchos estaba sistematizado en esas tesis.
Con sus 95 Tesis, Lutero declaró que el perdón de los pecados no se puede conseguir comprando
indulgencias, y que todo cristiano que verdaderamente se arrepiente de sus pecados y cree en Cristo
como su Salvador tienen perdón pleno de Dios, sin carta alguna de perdón. Así, intentó demostrar
que Dios perdona por GRACIA (= gratis) a toda persona que cree en Jesucristo; que no se puede
comprar el perdón de Dios ni conquistarlo por méritos o esfuerzos propios; que no hay autoridad en
la tierra que pueda entregar ese perdón sino Dios mismo. Hay tres ideas básicas en las 95 Tesis
que desafían las enseñanzas y usanzas de la Iglesia de Roma:
1) Protesta contra el abuso de los clérigos de la Iglesia y de la mala utilización de la autoridad e idea
de infabilidad papal para hacerlo.
2) Protesta contra la idea del purgatorio y de lo ilógico que era liberar de las penas temporales a los
muertos, ya sea por el mismo Papa.
3) Negación de la teoría de los “méritos de sobra” que había detrás de las indulgencias.
El verdadero tesoro de la Iglesia es el Evangelio y la proclamación de la misericordia de Dios.
Dondequiera que hubiera gente reunida, las Tesis eran tema de discusión. Mas no todo era alegría,
la reacción desde la cúpula de la Iglesia no demoró en hacerse escuchar.
Lutero tuvo que hacer frente a implacables acusadores, algunos de los cuales le culpaban de
ser violento y ligero para apreciar las cosas (¡algo que probablemente era cierto!). Otros le acusaron
de presuntuoso, y declaraban que no era guiado por Dios, sino que obraba a impulso del orgullo, de
la audacia y conducido por el mismísimo “demonio”. Así respondía Lutero con cierta ironía:
«¿Quién no sabe que rara vez se proclama una idea nueva sin ser tildado de orgulloso, y sin ser
acusado de buscar disputas?… ¿Por qué fueron sacrificados Jesucristo y todos los mártires? Porque
parecieron despreciar orgullosamente la sabiduría de su tiempo y porque anunciaron novedades,
sin haber consultado previa y humildemente a los órganos de la opinión contraria… No debo consultar
la prudencia humana, sino el consejo de Dios. Si la obra es de Dios, ¿quién la contendrá? Y si no lo
es ¿quién podrá hacerla prosperar? ¡Ni mi voluntad, ni la de ellos, ni la nuestra, sino la tuya, oh
Padre santo, que estás en el cielo!».
29. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 29
La Reacción de Roma.
Al principio el Papa León X optó por ignorar las tesis, aludiendo a que era un simple «borracho
alemán quien escribió las tesis» y afirmando que «cuando esté sobrio, cambiará de parecer». De
todas formas el Papa ordenó al profesor y teólogo dominico SILVESTRE MAZZOLINI investigar sobre
el tema. Éste denunció que Lutero se oponía de manera implícita a la autoridad del Sumo Pontífice,
al mostrar desacuerdo con una de sus bulas, por lo que declaró a Lutero como posible hereje y
escribió una refutación académica de sus tesis. En ella mantuvo la autoridad papal sobre la Iglesia
y condenó cada “desviación” de Lutero como una APOSTASÍA (apóstata = el que abandona o niega
la fe). Lutero replicó de igual manera y se desarrolló la controversia. No tardó el Pontífice en darse
cuenta de los problemas que podían causar las ideas de Lutero para la Iglesia y para el pueblo
alemán que comenzaba a desconfiar cada vez más de las buenas intenciones romanas.
Sumamente sorprendido por la difusión de las tesis y por la agitación que éstas habían
provocado, Lutero comprendió que era necesaria una explicación pública. Lutero redactó unas
SOLUCIONES que explican sus tesis. Éstas tomaron forma en los primeros meses de 1518. Su
propósito era nuevamente el mismo, provocar una discusión lo bastante terminante y fundamentada
como para que se deje la práctica deshonrosa de la venta de indulgencias. Pero nuevamente es mal
entendido y sus lectores adversos sólo se interesaron en ver qué decía sobre el Papa. A diferencia
de éstos, el obispo JERÓNIMO SCHULZE de Brandenburgo autoriza la publicación de las Soluciones
y aprueba la doctrina en ellas expuestas. Gracias a este apoyo, Lutero decide escribir directamente
al Papa León X, confiando ciegamente en que el Sumo Pontífice no sabía nada de lo que estaba
ocurriendo en Alemania y en otros lados con las indulgencias. Lutero sólo quería poner fin a los
abusos y creía que una vez entablado el diálogo, el Papa entendería el error que él estaba señalando
y eliminaría las malas prácticas:
«Prosternado a vuestros pies, Santísimo Padre, me ofrezco en todo lo que soy y en todo lo que
tengo. Dadme la vida, dadme la muerte, decid sí o decid no, aprobadme o censuradme, juzgadme
como os parezca mejor. Reconoceré en vuestras palabras las palabras de Cristo, que reina por
vuestro intermedio y habla por vuestra voz. Si merezco la muerte no huiré de ella. La tierra es del
Señor, con todo lo que ella encierra. Que Él sea bendito por los siglos de los siglos, amén, y que Él
os guarde eternamente. Amén».
Con esta sinceridad y plena fidelidad al Papa, Lutero confiaba en que León X sostendría la lucha
por el Evangelio. Pero para cuando la carta llegó a destino, el Pontífice ya había ordenado la apertura
de un proceso contra Lutero en Roma. Se había advertido a Alemania de lo peligroso de la situación.
El primer dignatario en ocuparse del proceso, ya a fines de 1517, fue el Cardenal TOMÁS
CAYETANO (1469-1534). Era considerado como el mejor teólogo de Roma y se distinguía por una
brillante defensa del poder papal. En fin, la carta que Lutero había enviado al papa, y sobre todo las
explicaciones que daban sentido a sus tesis, no habían hecho más que agravar la situación. En lugar
de la retractación que todos esperaban de Lutero, éste se obstinaba en los mismos “errores”.
Comienza la persecución contra Lutero.
30. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2
30
Notas:
1. León X, nacido como Giovanni di Lorenzo de’ Médici, era el segundo hijo de Lorenzo el Magnífico
y de Clarice Orsini. Recibió las Órdenes Menores a los ocho años de edad para, en 1488, ser
nombrado cardenal con tan sólo 13 años. Vale destacar que la Iglesia llevaba años luchando contra
la compra de votos sacerdotales y cardenalicios, y mucho más aún contra la SIMONÍA, que es la
compra o venta de lo que es espiritual por bienes materiales; esto incluía cargos eclesiásticos,
sacramentos, reliquias y promesas de oración e intercesión. La palabra simonía deriva de Simón el
Mago, quien quiso comprarle al apóstol Pedro el poder para imponer las manos (Hechos 8:9-24).
2. Vale detenerse en la diferencia entre venerar y adorar. La veneración implica Respetar en sumo
grado a alguien por su santidad, dignidad o grandes virtudes, o a algo por lo que representa o
recuerda, y también, el dar culto a Dios, a los santos o a las cosas sagradas. Por otro lado, la
adoración, invita a reverenciar y honrar a Dios con el culto religioso que le es debido; amarlo con
extremo y participar de ese amor en comunidad. Esto es importante en cuanto las reliquias o los
santos no se adoran (ni antes y ahora), sino que se veneran, es decir, que no indica una idolatría o
politeísmo, como comúnmente se piensa.
3. Se llama Libros Deuterocanónicos a siete libros del Antiguo Testamento que fueron incluidos en
el canon griego de la Biblia (Biblia de los Setenta [LXX] o Septuaginta formada por la comunidad
judía de Alejandría por el siglo 1 a.C.). Los libros deuterocanónicos son: Tobit, Judit, adiciones griegas
al Libro de Ester y Daniel, 1ª y 2ª Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico (o Sirac) y Baruc. Los judíos no
aceptan estos Libros Deuterocanónicos como inspirados, y siguen el Canon de la Biblia Hebrea, que
reconocen como el Antiguo Testamento más antiguo y auténtico. La Iglesia Católico-Romana acepta
estos libros como inspirados, en cambio, las iglesias protestantes optaron por rechazar la inclusión
en la Biblia de estos libros deuterocanónicos, por ende no reconocidos como Palabra de Dios. Cabe
destacar sin embargo, en primer lugar que los Apóstoles y todos los cristianos de los primeros cuatro
siglos usaron la Biblia griega casi exclusivamente (incluyendo los Libros Deuterocanónicos) y que
los judíos rechazaron a esos Libros justamente para diferenciarse de los cristianos. Por otro lado el
mismo Lutero los reconocía al menos como Libros útiles para la enseñanza y además, a diferencia
de la Iglesia de Roma, los luteranos no tenemos ninguna “decisión oficial” sobre cuáles Libros son
parte del canon y cuáles no.
4. En el alemán de la época: „Sobald der Gülden im Becken klingt / im huy die Seel im Himmel
springt”. En alemán contemporáneo se lo traduce: „Sobald das Geld im Kasten klingt, die Seele (aus
dem Fegefeuer) in den Himmel springt!”.
5. Cuestionamiento al Poder y Eficacia de las Indulgencias (publicado en latín como Disputatio pro
declaratione virtutis indulgentiarum).
6. En esta fiesta (conservada en la Iglesia Luterana) se recuerda a todos los santos canonizados
(declarados específicamente santos por la Iglesia) y a todos aquellos santos (= bautizados), cuya
santidad nadie conoce sino sólo Dios.
31. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 31
Orden Martín Lutero: Argentinos y venezolanos trabajando a favor de la Iglesia
Una, Santa, Católica y Apostólica
Con motivo de la celebración de los 504 años de la Reforma, el pasado 31 de octubre del
presente año, la Asociación de Iglesias Evangélicas Luteranas Independientes Hispanoparlantes
(AIELIH) reconoció la trayectoria y el trabajo de cuatro siervos de Dios con la Orden Martín Lutero,
en su única clase. Esta orden fue creada el xxxxxxx con la finalidad de reconocer xxxx. Los siervos
cuyo trabajo fue reconocido son:
1. En la República de Argentina: Claudio Rubén Tomaselli y Claudia Gisela Tomaselli, Pastores
Generales de la Iglesia Centro de Avivamiento Familiar, por su lucha en defensa de la libertad de
culto en la República de Argentina durante el año 2020.La entrega estuvo a cargo del Pastor,
abogado y profesor universitario Pablo Ezequiel Acuña, líder del Ministerio de Adoración y
responsable del área de comunicación de la Iglesia Centro de Avivamiento Familiar.
2. En la República Bolivariana de Venezuela. Se reconoció igualmente a dos siervos ejemplares: al
Excelentísimo y Reverendísimo Arzobispo Luis Alfonzo Parra Dávila, Arzobispo Primado de la Iglesia
Vétero Católica “Nuestra Señora de la Alegría”, Diócesis de Venezuela, por su trayectoria eclesiástica,
amor y servicio al prójimo; así como, al Reverendísimo Padre Juan Gerardo Planas González,
fundador y Prior de la Orden Hermanos Hospitalarios San José, por su fidelidad y entrega al servicio
del prójimo.
El Mons. Luis Alfonzo Parra Dávila nació el 16 de septiembre de 1943 en la ciudad de Mérida,
Venezuela. Hijo de María Enriqueta Dávila Rodríguez y de Rafael Parra Navas, ambos nacidos en
el estado Mérida.
Desde muy pequeño sintió el llamado al servicio del Señor. Por lo cual ingresó al seminario
interdiocesano de Caracas, donde curso el sexto grado de la primaria y el primer año de Bachillerato.
Terminó sus estudios de bachillerato en el Liceo Pedro Emilio Coll, ubicado en Coche-Caracas, donde
se gradúa de bachiller en ciencias.
Ingresó al seminario de Vocaciones tardías en San José de Caracas, en la California, bajo la
dirección de Monseñor Jacinto Soto como rector. De allí le nació la vocación de hacerse religioso en
la comunidad de los padres Dominicos en Caracas y a principios del mes de septiembre del año
32. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2
32
1965 fue enviado a la ciudad de Córdoba, España, para comenzar el noviciado, recibió el hábito
dominico y realizó el año de noviciado. Por causas ajenas a su voluntad y por no estar de acuerdo
con la vida religiosa de algunos de sus integrantes, decidió salir del convento Santo Domingo de
Scala Coeli en la ciudad de Córdoba, España e ingresó a la Universidad de Cádiz –España, para
estudiar Medicina. Luego de 6 años consecutivos se graduó de médico cirujano, en el año 1972
Regresó a Venezuela y solicitó la reválida de sus estudios en la Universidad Central de
Venezuela para realizar la ratificación de su título de Médico Cirujano obtenido en la Universidad de
Cádiz-España. Terminó la reválida en el año 1973 y regresó a España para cursar la especialización
en oftalmología que culminó en 1975.
Regresó a Venezuela y fue nombrado Jefe de Servicio de Oftalmología en el Hospital Policlínico
en los Teques Estado Miranda. Meses después fue nombrado profesor de Oftalmología en el Hospital
Universitario Ruiz y Páez de Ciudad Bolívar, adscrito a la Universidad de Oriente (UDO) Cinco años
después, por consejo de Mons. Juan José Bernal Ortiz, arzobispo de los Teques, decide estudiar
Teología en el Instituto de Teología de Madrid-España, obteniendo el título de Licenciado en Teología.
El 24 de junio de 2004, Día de la Batalla de Carabobo, fue ordenado presbítero en la Iglesia
Anglicana. Cuatro años más tarde fue electo obispo para Venezuela y consagrado en Atlanta el 29
de marzo del 2008, en la consagración estuvieron Arzobispo Michael Simons; Mons. Rosendo Usuga,
Obispo Primado en Bogotá; Mons. James Brown y Mons. Brousard, todos obispos dependientes del
Arzobispo Michael Simons.
En un viaje realizado a Bogotá con la misión de ordenar a un diácono conoció al Mons. Gonzalo
Jaramillo y de esa entrevista decidió ingresar a la iglesia Misioneros Véteros Católicos “Nuestra
Señora de La Alegría”. Construyó la Iglesia Catedral de la Comunidad misionera, en la ciudad de
Barinas en el barrio Corocito y desde el año 2006 está en esa misión, por la cual han pasado
sacerdotes ejemplares como el padre Raúl Acevedo, gran colaborador y predicador de la palabra, al
igual que el padre Fray Sara Manuel, el padre Jorge Luis Ruiz Sánchez -actualmente vive en Quito.
Ellos son ejemplo de buenos pastores con los cuales cuenta la Iglesia actualmente.
Posteriormente fundó la Orden Hermanos Hospitalarios San José en la ciudad de Valencia,
Venezuela, donde nombró Superior de la comunidad al Rvdo. Padre Juan Gerardo Planas Gonzales
y como colaboradores a los Padres Leonardo Alfredo Zambrano Díaz y Johny Bencomo.
El Reverendísimo Padre Juan Gerardo Planas González nació el 21 de junio de 1967 en la ciudad
de Valencia, estado Carabobo, Venezuela. Hijo de Juan Oswaldo Planas y Aura Evelia González,
viuda de Planas.
Desde muy temprana edad sintió el llamado a la vida religiosa y al servicio al prójimo. Ingresó
en el seminario Nuestra Señora del Socorro donde estuvo realizando estudios durante 5 años del
cual se retiró por motivos de salud pero sin dejar su compromiso con la iglesia. Acompañó como
catequista al padre Rudy Rat quien era párroco para ese entonces de la parroquia San Pablo
Ermitaño en Tocuyito, estado Carabobo durante 4 años.
Realizo estudios de enfermería ejerciéndola en el área de instrumentación quirúrgica durante 17
años, también se dedicó al comercio durante varios años. En el año 2011 conoce a Monseñor Luis
Alfonso Parra Dávila, quien lo animó a formar parte de la Iglesia Misioneros Vétero Católicos Nuestra
33. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 33
Señora de la Alegría. Retomó sus estudios teológicos en la ciudad de Valencia, posteriormente fue
ordenado diácono en el año 2013 y al año siguiente ordenado Sacerdote de manos de Monseñor
Parra Dávila.
En el año 2018 recibió el nombramiento de Monseñorino, nombramiento solicitado por el clero
Obtuvo el título de Licenciado en teología. Y actualmente cursa una maestría en la Universidad
Apostólica REHMA en la ciudad de Valencia.
Fundó la orden de los hermanos Hospitalarios de San José, cuyo carisma es la atención a los
ancianos y desamparados, la cual tiene su sede en la ciudad de Valencia, estado Carabobo,
Venezuela. Fundó el grupo de las hermanas hospitalarias de San José, quienes lo acompañan en
la expansión del evangelio y en la ayuda a los más necesitados.
Su ministerio sacerdotal lo ejerce en la capilla del Asilo San José y gracias a su iniciativa y a
todo su equipo que lo ha acompañado durante todos estos estos años se hizo realidad la
construcción del nuevo templo en el año 2016, donde actualmente se congrega la feligresía. En los
actuales momentos se desempeña como Vicario Episcopal de Monseñor Parra Dávila y trabaja en
pro de una nueva misión que llevará por nombre San Expedito Mártir, que está ubicada en la zona
sur de Valencia. Esta capilla fue consagrada el 11-12-2021.
En Venezuela, la entrega de la Orden Martín Lutero, en su Única Clase, estuvo a cargo del
Excelentísimo y Reverendísimo Dr. José Gregorio Rivas, obispo de la Iglesia Católica Luterana de
Venezuela y Rector de la Orden Martín Lutero.
35. Vanguardia Luterana, Año 1 N° 2 35
¿Valió mi Bautizo?
“Carta de Martín Lutero a dos pastores concerniente al rebautismo”
Martín Lutero, 1528
Traducido por pastor José Pfaffenzeller
Hoy día hay quienes se niegan a bautizar a los niños y también rebautizan a los adultos que ya
habían sido bautizados como infantes. Esta práctica está basada sobre el pasaje: “El que creyere y
fuere bautizado, será salvo” (Marcos 16:16). Según este pasaje-así concluyen ellos-una persona no
debe ser bautizada a no ser que primeramente tenga fe. Esto parece un poco precipitado, porque
¿cómo puede conocerse la fe aun de adultos que han de ser bautizados? Los que practican el
bautismo de esta manera, ¿insisten que se debe saber con certeza que un adulto cree para poder
bautizarlo? ¿Pero cómo podemos conocer esto? ¿Han llegado a ser dioses tal que pueden examinar
el contenido de los corazones de la gente? Ahora bien, si ellos no pueden saber quién tiene fe y
quién no, ¿cómo pueden insistir que una persona tenga fe antes de administrarle el bautismo?
Entonces, siendo que ellos también bautizan sin el conocimiento de si la persona que están
bautizando tiene en verdad fe o no, ¿no están en realidad argumentando contra ellos mismos al
negarse a bautizar a los niños? ¿Será algo mejor bautizar a alguien cuya fe es incierta que bautizar
a alguien que no tiene fe? Tanto el uno como el otro bautismo no estarían en concordancia con el
pasaje, “El que creyere y fuere bautizado.” Sé que estás pensando que los adultos pueden confesar
su fe. Pero el pasaje no dice, “El que confesare…,” sino “El que creyere.” Una persona por cierto
puede conocer la confesión de alguien con exactitud, pero nunca su fe. “Todo hombre es mentiroso”
(Salmo 116:11); “sólo tu [Dios] conoces el corazón de todos” (1 Reyes 8:39).
Conocer lo que alguien dice no es lo mismo que conocer los que alguien cree. Así que si una
persona cuya fe es desconocida no debe ser bautizada entonces nadie debe ser bautizado. Podrías
bautizar a alguien centenares de veces por día y aún así no saber si realmente tiene fe. Así que,
¿cómo puede alguien bautizar a un adulto que había sido bautizado como infante con la idea de que
es necesario saber con certeza que tiene fe? El mismo pasaje, “El que creyere…” se posiciona
poderosamente contra tal práctica. Se habla de una cierta fe. Sin embargo el contenido del corazón
es oculto, aun para aquellos que practican los que llaman “bautismo de creyentes.” Esto incluso se
aplica para los casos en donde la persona misma está insegura.
Supóngase que una persona se pregunte si poseyó fe cuando fue bautizada como niño. Entonces
concluye que tiene que ser bautizado como adulto, simplemente para estar seguro. Pero ahora, ¿qué
va a pasar si en el mismísimo día siguiente el diablo ataca su corazón de tal modo que la fe sobre
la que fue bautizado como adulto llega a ser cuestionada? Se dice a sí mismo, “Sé que tengo fe
genuina hoy, pero no estoy seguro si la tuve ayer. Por lo tanto me voy a bautizar de nuevo; mis
primeros dos bautismos no debieron haber ocurrido.”
¿Piensas que el diablo no podría hacer esto? Aprende a conocerlo mejor. Puede hacer mucho