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COLEGIO LOYOLA PARA LA CIENCIA Y LA INNOVACIÓN
LENGUA CASTELLANA
GÉNERO NARRATIVO
PRESENTADO POR:
ALISON CHALA MACHADO
JUAN MANUEL CÁRDENAS VÉLEZ
SARA TORRES BEDOLLA
VALENTINA MARIN
GRADO 8
MEDELLIN
Realice las siguientes actividades:
1. Complete el siguiente esquema
Elementos del Género Narrativo
Narrador
Personajes
Tiempo
Espacio
2. De acuerdo a su importancia a lo largo del relato los personajes se pueden clasificar
en:
o Personaje Principal
o Secundarios
o Incidentales o esporádicos
3. Complete el siguiente esquema:
EL NARRADOR
Voz ficticia
Que relata la
Historia.
Protagonista Testigo
Personalizado subjetivo Subjetividad Objetividad
3ªPersona
Participa en los hechos y está en
Tercera persona. Ej. Sherlock Holmes Historia narrada
por un personaje secundario, testigo de
lo que para, el Dr. Watson.
4. El espacio narrativo se puede clasificar de la siguiente manera:
o Espacio físico o escenario
o Espacio Psicológicos
o Espacio social
I. Lea los siguientes textos y realice las actividades que se indican.
Realice una descripción del espacio psicológico del fragmento anterior
Desilusión: porque el personaje aparece como con un sufrimiento que a largo plazo o que
le va a durar mucho tiempo, pero en algún momento se le quitara.
Señale el tipo de narrador que se presenta en el texto anterior.
Se presenta el narrador omnisciente, ya que conoce detalle por detalle lo que ocurre,
ocurrió y ocurrirá.
Señale el tipo de narrador que es posible visualizar en el texto anterior.
Narrador objetivo, ya que está visualizando lo que ocurre en el mundo exterior, como el rol
de una cámara de cine.
Señale el modo narrativo que se utiliza en el fragmento anterior.
Narrador testigo, porque habla sobre lo que le ocurre a la otra persona.
El siguiente fragmento está presentado por el narrador en estilo indirecto. Transfórmalo en
estilo directo.
El médico me examino y dijo: No es nada, solo es una mordida de una chagaraviciosa, sin
embargo pasaran los días y la llaga no cerraba, al cabo de un mes el médico llego a una
conclusión y me dijo: la chagara se ha introducido dentro de la carne blanda de tu
pantorrilla, donde ha comenzado a engordar, me dijo que me aplicara un sinarasmo para
que el calor la obligara a salir.
Señale que tipo de modo narrativo y estilo corresponde cada uno de los elementos
que se dan a continuación.
a) Pedro llegó y le dijo: “estoy feliz de trabajar en esta ciudad, me siento como en
casa.”
o Estilo directo.
b) Pedro llegó. Estaba feliz de trabajar en aquella ciudad, se sentía como en casa.
o Estilo indirecto.
c) Pedro llegó. Estaba feliz de trabajar en aquella ciudad, se sentía como en casa.
o Estilo indirecto libre.
A continuación se presenta un fragmento de la Odisea, señale, resumiendo las acciones,
el tiempo del relato y el tiempo de la historia.
TIEMPO DE RELATO TIEMPO DE LA HISTORIA
La anciana tomo un caldero Narrativo
Entonces Odiseo se sentó junto al hogar y se
volvió rápidamente hacia la oscuridad
Relato
La anciana se acercó. Enseguida reconoció
la cicatriz…
El jabalí se adelanto y le ataco sobre la
rodilla
Y con un conjuro detuvieron la negra sangre
Ejercicios: Lea los siguientes fragmentos y marque la alternativa correcta.
Indique el estilo narrativo de los siguientes textos.
a) Directo
b) Indirecto
c) Indirecto Libre
d) Interna
a) Directo
b) Dialogado
c) Indirecto
d) Indirecto libre
a) Estilo narrativizado
b) Estilo narrativizado libre
c) Estilo indirecto
d) Estilo indirecto libre
¿Qué posemos afirmar con respecto al narrador?
I. Se restringe solo a describir el ambiente y los elementos externos.
II. Intenta mostrar características Psicológicas por medio de la descripción física.
III. Utiliza el estilo indirecto.
a) Solo I
b) Solo III
c) I y II
d) I, II y II
El narrador y el modo narrativo del texto anterior son
I. Directo
II. Indirecto
III. Omnisciente
IV. De tercera persona
A. I y III
B. II y IV
C. I, II y III
D. II, III y IV
¿Qué tipo de narrador se presenta en el fragmento anterior?
A. Testigo
B. Personaje
C. Protagonista
D. Omnisciente
El tipo de narrador presente en el fragmento anterior es
A. Protagonista
B. Omnisciente
C. Objetivo
D. Testigo
El narrador del fragmento es
A. Testigo
B. Personaje
C. De conocimiento relativo
D. Omnisciente
A. Protagonista
B. Personaje
C. Testigo
D. De conocimiento relativo
El tipo de narrador del fragmento es
A. Testigo
B. Conocimiento relativo
C. Protagonista
D. Omnisciente
La focalización del fragmento anterior es
A. Interna
B. Externa
C. Cero
D. Omnisciente
12. El estilo narrativo del fragmento es
A. Directo
B. Indirecto
C. Indirecto simple
D. Indirecto libre
13. El narrador del fragmento es
A. Protagonista
B. Testigo
C. Omnisciente
D. De conocimiento relativo
El tipo de narrador del fragmento anterior es
A. Personaje
B. Protagonista
C. Omnisciente
D. De conocimiento relativo
El modo narrativo que presenta el fragmento es
A. Directo
B. Indirecto
C. Indirecto simple
D. Indirecto libre
La focalización del fragmento anterior es
A. Interna
B. Externa
C. Omnisciente
D. Cero
TEXTOS
CRITERIOS TEXTO I TEXTO II
Personajes ¿quiénes son?
¿Cuáles son sus
características?
El creador Tepeu: el
formador de toda la tierra,
Gucumatz, Los Progenitores
Tribu Selk’nam- tribus que
se odian. Joven hijo: le
gustaba ir a correr en los
campos. Hija del enemigo:
ojos negros intensos.
Tiempo en el que ocurren
los hechos
Pasado Pasado
Hechos que se relatan
la creación de los nombres los conflictos que generan
la muerte y el amor
prohibido
Textos
TEXTO I TEXTO II
Criterios
Personajes ¿quiénes son?
¿Cuáles son sus
características?
León, agradable peligroso
pero en algunos casos es
muy débil Ratón, aunque
sea pequeño, molestón y
travieso, y muy pequeñito
puede hacer grandes cosas
Guerrero águila, es un
águila pero se crio como
gallina, siempre ha querido
volar pero no se querido
volar pero no se ha dado
cuenta de eso lo Puede
volver realidad.
Conflicto
1. Que iba a comer el ratón
2. Los cazadores ataron el
león y El ratón lo salvo
No podía volar
Moraleja
Aunque hallan muchas
dificultades en las personas
débiles, siempre va hacer
una pequeña gota de
esperanza
Aunque uno nose sienta
capaz, siempre debe tener
fe y confianza en lo que
hace y lo lograra
Narrador, focalización Cero Interna
Modo narrativo Indirecto Indirecto Libre
LA NOCHE BOCA ARRIBA
Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos; le llamaban la guerra florida.
A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y
sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la
joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado a
donde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo,
para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto
ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.
Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas
de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero
paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban
venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo
distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura,
por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le
impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a
la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles.
Frenó con el pié y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y
junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.
Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de
debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron
gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían
pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su
único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la
esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta.
Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del
accidente no tenía más que rasguños en las piernas. "Usté la agarró apenas, pero el
golpe le hizo saltar la máquina de costado..."; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de
espaldas, así va bien y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió
en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.
La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde
pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un
shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de
una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los
labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y
nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural", dijo
él.
"Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al
hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban
en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de
pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato
en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con
una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las
enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del
estómago se habría sentido muy bien, casi contento.
Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda
puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de
blanco, alto y delgado se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le
acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco
se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó
la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.
Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero
un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los
tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una
fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y
todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su
única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no
apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.
Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo
se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del
juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en
su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil,
temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó,
tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del
otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía
esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez
un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No
se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra
florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas,
agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos
pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el
sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más
temía, y saltó desesperado hacia adelante.
-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto,
amigazo. Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga
sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última a
visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas.
Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha
agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio
y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto,
entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de
cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de
su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó
una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido
opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo
sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente
a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y
dulces y a la vez ligeramente repugnantes, como estar viendo una película aburrida y
pensar que sin embargo en la calle es peor, y quedarse.
Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocito de
pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no
le dolía nada y solamente en la ceja, donde
lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida.
Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no
iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por
los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad,
abandonándose.
Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante
embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque
arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada",
pensó. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya
no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas.
Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad yel silencio, se agachó para
escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez.
Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él, aferraba el mango
del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el
amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las
lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero
sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la
espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra
florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía
refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las
ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de
prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La
caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su
número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.
Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara
en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra
era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en
hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres.
Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás. -Es
la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del
duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.
Al lado de la noche de donde volvía la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una
lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía
toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso,
sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué
entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo
sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche.
Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas,
los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le
dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto.
Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del
accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba
a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un
desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de
que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien
como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas.
El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro
había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del
brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al
volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al
médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La
almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá
pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas.
La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.
Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero
en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo
obligó a comprender.
Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso
enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el
piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las
piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo
habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final.
Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la
fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su
turno.
Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un
quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se
defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros
que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó
de nuevo sofocada mente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y
a la
Vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable.
El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por
zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte,
tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta,
y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la
ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las
luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las
sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado,
siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los
portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes
mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo
llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se
iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se
alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no
acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero
todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él
no quería, pero como impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero
corazón, el centro de su vida.
Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que
lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la
mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la
sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de
esas imágenes que seguían pegados a sus párpados.
Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba
aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo
protegía, que pronto iba amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora,
sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más
fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella
de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el
pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca
arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una
boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó
en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían
buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada
vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la
cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de
rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el
vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas
del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar.
Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a
salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura
ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano.
Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que
estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los
sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad
asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto
de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo
habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano,
a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras..
ANALISIS NARRATIVO
Complete la siguiente ficha de análisis con los elementos que son posibles reconocer en
el texto.
TITULO : La Noche boca arriba
AUTOR: Julio Cortázar
NARRADOR: omnisente
FOCALIZACION: Cero
ESTILO O MODO: Indirecto libre
TIEMPO DEL RELATO TIEMPO DE LA HISTORIA
Un señor que sale de su casa y se va en la
moto, No se da cuenta de que el semáforo
estaba en Rojo y atropelló a una señora lo
llevan a un Hospital y le hacen
diagnósticos, exámenes y le Aplican
medicamentos por las altas fiebres y le Dan
pesadillas.
1. Se dispone a salir va y toma su
moto
2. Él va cuando ve el semáforo y se
estrella con la señora.
3. Lo auxilian y lo llevan en una
ambulancia al hospital.
4. En el hospital sufre pesadillas.
5. Le aplican medicamentos
6. Le enyesan su brazo.
Disposición de los acontecimientos
ALTERACIONES TEMPORALES EJEMPLOS
Blash-back
Había andado por extrañas avenidas de
una Ciudad asombrosa, con luces verdes y
rojas Que ardían sin llama ni humo, con
enorme insecto de metal que zumbaba
bajo sus piernas.
Racconto
Salió de un brinco a la noche del hospital,
al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda
que lo rodeaba. Pensó que debía haber
gritado, pero sus vecinos dormían callado.
En la mesa de noche, la botella de agua
tenía algo de burbuja, de imagen traslucida
contra la sombra azulada de los
ventanales.
Flash- forward
Cuando en vez del techo nacieran las
estrellas y se alzara ante él la escalinata
incendiada de gritos y danzas, sería el fin.
El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba
a acabar, de repente olería el aire libre
lleno de estrellas, pero todavía no,
andaban llevándolo sin fin en la penumbra
roja, tironeándolo brutalmente…
Premonición
Todo era grato y seguro, sin acoso, sin...
Pero no quería seguir pensando en la
pesadilla. Había tantas cosas en qué
entretenerse. Se puso a mirar el yeso del
brazo, las poleas que tan cómodamente se
lo sostenían en el aire. Le habían puesto
una botella de agua mineral en la mesa de
noche. Bebió del gollete, golosamente.
Distinguía ahora las formas de la sala, las
treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya
no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la
cara. La ceja le dolía apenas, como un
recuerdo. Se vio otra vez saliendo del
hotel, sacando la moto. Quién hubiera
pensado que la cosa iba a acabar así?..
Espacio
Físico
La calle donde le pasa el accidente y la habitación que lo
internan dentro del hospital.
Psicológico
La alteración emocional ocasionada por las pesadillas.
Social
La vía donde le ocurre el accidente y el hospital.
PERSONAJES
Clasificación (principal,
secundario, plano, redondo,
estático o dinámico)
Descripción
(prosopográfica, etopéyica)NOMBRES
1. El joven que se
accidenta.
2. El enfermo de la otra
cama.
Principal: El Joven.
Secundarios: El Doctor, La
Joven, La Enfermera, El
Vigilante, El enfermo de la
otra cama y El Medico.
Etopeya: El Joven: salió
muy pensativo de sus
sueños del que se siente
confundido y con mucho
miedo; es el principal, ya
que cuando se atropella, el
trata de recordar pero no es
capaz. Le dan tantas
pesadillas que salta de la
mesa.
La Joven: solo aparece una
vez, ya que es la victima
afectada; solo sufre unos
cuantos rasguños.
El Doctor:solo aparece una
vez dándole una cachetada
al joven desmallado.
3. La joven con la que
se accidenta.
Plano:El Vigilante, El señor
de la Cama de al lado, El
Doctor, La Joven y El
Medico.
Redondo: El Joven y la
Enfermera.
La Enfermera: solo le aplica
alcohol y un medicamento.
El Medico: solo va a
cuadrarle el brazo.
El Enfermo: le dice que se
va a caer; que no brinque
tanto.
El Vigilante: le dice que su
moto esta en buen estado y
le desea suerte.
Prosopografía: El Joven:
solo se había roto un brazo.
4. El Doctor.
5. La Enfermera
Estático: El señor de la
cama de al lado, El Vigilante
y la Joven.
Dinámicos: La Enfermera y
El Doctor Joven.
Colegio Loyola para la Ciencia y la Innovación: Género Narrativo

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Colegio Loyola para la Ciencia y la Innovación: Género Narrativo

  • 1. COLEGIO LOYOLA PARA LA CIENCIA Y LA INNOVACIÓN LENGUA CASTELLANA GÉNERO NARRATIVO PRESENTADO POR: ALISON CHALA MACHADO JUAN MANUEL CÁRDENAS VÉLEZ SARA TORRES BEDOLLA VALENTINA MARIN GRADO 8 MEDELLIN
  • 2. Realice las siguientes actividades: 1. Complete el siguiente esquema Elementos del Género Narrativo Narrador Personajes Tiempo Espacio 2. De acuerdo a su importancia a lo largo del relato los personajes se pueden clasificar en: o Personaje Principal o Secundarios o Incidentales o esporádicos 3. Complete el siguiente esquema: EL NARRADOR Voz ficticia Que relata la Historia. Protagonista Testigo Personalizado subjetivo Subjetividad Objetividad 3ªPersona Participa en los hechos y está en Tercera persona. Ej. Sherlock Holmes Historia narrada por un personaje secundario, testigo de lo que para, el Dr. Watson.
  • 3. 4. El espacio narrativo se puede clasificar de la siguiente manera: o Espacio físico o escenario o Espacio Psicológicos o Espacio social I. Lea los siguientes textos y realice las actividades que se indican. Realice una descripción del espacio psicológico del fragmento anterior Desilusión: porque el personaje aparece como con un sufrimiento que a largo plazo o que le va a durar mucho tiempo, pero en algún momento se le quitara. Señale el tipo de narrador que se presenta en el texto anterior. Se presenta el narrador omnisciente, ya que conoce detalle por detalle lo que ocurre, ocurrió y ocurrirá. Señale el tipo de narrador que es posible visualizar en el texto anterior.
  • 4. Narrador objetivo, ya que está visualizando lo que ocurre en el mundo exterior, como el rol de una cámara de cine. Señale el modo narrativo que se utiliza en el fragmento anterior. Narrador testigo, porque habla sobre lo que le ocurre a la otra persona. El siguiente fragmento está presentado por el narrador en estilo indirecto. Transfórmalo en estilo directo. El médico me examino y dijo: No es nada, solo es una mordida de una chagaraviciosa, sin embargo pasaran los días y la llaga no cerraba, al cabo de un mes el médico llego a una conclusión y me dijo: la chagara se ha introducido dentro de la carne blanda de tu pantorrilla, donde ha comenzado a engordar, me dijo que me aplicara un sinarasmo para que el calor la obligara a salir. Señale que tipo de modo narrativo y estilo corresponde cada uno de los elementos que se dan a continuación. a) Pedro llegó y le dijo: “estoy feliz de trabajar en esta ciudad, me siento como en casa.” o Estilo directo. b) Pedro llegó. Estaba feliz de trabajar en aquella ciudad, se sentía como en casa. o Estilo indirecto. c) Pedro llegó. Estaba feliz de trabajar en aquella ciudad, se sentía como en casa. o Estilo indirecto libre.
  • 5. A continuación se presenta un fragmento de la Odisea, señale, resumiendo las acciones, el tiempo del relato y el tiempo de la historia. TIEMPO DE RELATO TIEMPO DE LA HISTORIA La anciana tomo un caldero Narrativo Entonces Odiseo se sentó junto al hogar y se volvió rápidamente hacia la oscuridad Relato La anciana se acercó. Enseguida reconoció la cicatriz… El jabalí se adelanto y le ataco sobre la rodilla Y con un conjuro detuvieron la negra sangre Ejercicios: Lea los siguientes fragmentos y marque la alternativa correcta. Indique el estilo narrativo de los siguientes textos. a) Directo b) Indirecto c) Indirecto Libre d) Interna
  • 6. a) Directo b) Dialogado c) Indirecto d) Indirecto libre a) Estilo narrativizado b) Estilo narrativizado libre c) Estilo indirecto d) Estilo indirecto libre ¿Qué posemos afirmar con respecto al narrador? I. Se restringe solo a describir el ambiente y los elementos externos. II. Intenta mostrar características Psicológicas por medio de la descripción física. III. Utiliza el estilo indirecto. a) Solo I b) Solo III c) I y II d) I, II y II
  • 7. El narrador y el modo narrativo del texto anterior son I. Directo II. Indirecto III. Omnisciente IV. De tercera persona A. I y III B. II y IV C. I, II y III D. II, III y IV ¿Qué tipo de narrador se presenta en el fragmento anterior? A. Testigo B. Personaje C. Protagonista D. Omnisciente El tipo de narrador presente en el fragmento anterior es A. Protagonista B. Omnisciente C. Objetivo D. Testigo
  • 8. El narrador del fragmento es A. Testigo B. Personaje C. De conocimiento relativo D. Omnisciente A. Protagonista B. Personaje C. Testigo D. De conocimiento relativo El tipo de narrador del fragmento es A. Testigo B. Conocimiento relativo C. Protagonista D. Omnisciente
  • 9. La focalización del fragmento anterior es A. Interna B. Externa C. Cero D. Omnisciente 12. El estilo narrativo del fragmento es A. Directo B. Indirecto C. Indirecto simple D. Indirecto libre 13. El narrador del fragmento es A. Protagonista B. Testigo C. Omnisciente D. De conocimiento relativo El tipo de narrador del fragmento anterior es A. Personaje B. Protagonista C. Omnisciente D. De conocimiento relativo
  • 10. El modo narrativo que presenta el fragmento es A. Directo B. Indirecto C. Indirecto simple D. Indirecto libre La focalización del fragmento anterior es A. Interna B. Externa C. Omnisciente D. Cero
  • 11.
  • 12. TEXTOS CRITERIOS TEXTO I TEXTO II Personajes ¿quiénes son? ¿Cuáles son sus características? El creador Tepeu: el formador de toda la tierra, Gucumatz, Los Progenitores Tribu Selk’nam- tribus que se odian. Joven hijo: le gustaba ir a correr en los campos. Hija del enemigo: ojos negros intensos.
  • 13. Tiempo en el que ocurren los hechos Pasado Pasado Hechos que se relatan la creación de los nombres los conflictos que generan la muerte y el amor prohibido Textos TEXTO I TEXTO II Criterios Personajes ¿quiénes son? ¿Cuáles son sus características? León, agradable peligroso pero en algunos casos es muy débil Ratón, aunque sea pequeño, molestón y travieso, y muy pequeñito puede hacer grandes cosas Guerrero águila, es un águila pero se crio como gallina, siempre ha querido volar pero no se querido volar pero no se ha dado cuenta de eso lo Puede volver realidad. Conflicto 1. Que iba a comer el ratón 2. Los cazadores ataron el león y El ratón lo salvo No podía volar Moraleja Aunque hallan muchas dificultades en las personas débiles, siempre va hacer una pequeña gota de esperanza Aunque uno nose sienta capaz, siempre debe tener fe y confianza en lo que hace y lo lograra
  • 14. Narrador, focalización Cero Interna Modo narrativo Indirecto Indirecto Libre LA NOCHE BOCA ARRIBA Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos; le llamaban la guerra florida. A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado a donde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones. Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pié y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe. Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en las piernas. "Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado..."; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio. La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural", dijo él. "Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato
  • 15. en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento. Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás. Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían. Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante. -Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo. Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última a visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes, como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor, y quedarse. Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trocito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde
  • 16. lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose. Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada", pensó. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad yel silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él, aferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores. Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás. -Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien. Al lado de la noche de donde volvía la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al
  • 17. médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco. Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno. Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocada mente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la Vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero como impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de su vida. Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegados a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más
  • 18. fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.. ANALISIS NARRATIVO Complete la siguiente ficha de análisis con los elementos que son posibles reconocer en el texto. TITULO : La Noche boca arriba AUTOR: Julio Cortázar NARRADOR: omnisente FOCALIZACION: Cero ESTILO O MODO: Indirecto libre TIEMPO DEL RELATO TIEMPO DE LA HISTORIA Un señor que sale de su casa y se va en la moto, No se da cuenta de que el semáforo estaba en Rojo y atropelló a una señora lo llevan a un Hospital y le hacen diagnósticos, exámenes y le Aplican medicamentos por las altas fiebres y le Dan pesadillas. 1. Se dispone a salir va y toma su moto 2. Él va cuando ve el semáforo y se estrella con la señora. 3. Lo auxilian y lo llevan en una ambulancia al hospital. 4. En el hospital sufre pesadillas. 5. Le aplican medicamentos 6. Le enyesan su brazo. Disposición de los acontecimientos
  • 19. ALTERACIONES TEMPORALES EJEMPLOS Blash-back Había andado por extrañas avenidas de una Ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas Que ardían sin llama ni humo, con enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. Racconto Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callado. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslucida contra la sombra azulada de los ventanales. Flash- forward Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente… Premonición Todo era grato y seguro, sin acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así?.. Espacio Físico La calle donde le pasa el accidente y la habitación que lo internan dentro del hospital. Psicológico La alteración emocional ocasionada por las pesadillas. Social La vía donde le ocurre el accidente y el hospital.
  • 20. PERSONAJES Clasificación (principal, secundario, plano, redondo, estático o dinámico) Descripción (prosopográfica, etopéyica)NOMBRES 1. El joven que se accidenta. 2. El enfermo de la otra cama. Principal: El Joven. Secundarios: El Doctor, La Joven, La Enfermera, El Vigilante, El enfermo de la otra cama y El Medico. Etopeya: El Joven: salió muy pensativo de sus sueños del que se siente confundido y con mucho miedo; es el principal, ya que cuando se atropella, el trata de recordar pero no es capaz. Le dan tantas pesadillas que salta de la mesa. La Joven: solo aparece una vez, ya que es la victima afectada; solo sufre unos cuantos rasguños. El Doctor:solo aparece una vez dándole una cachetada al joven desmallado. 3. La joven con la que se accidenta. Plano:El Vigilante, El señor de la Cama de al lado, El Doctor, La Joven y El Medico. Redondo: El Joven y la Enfermera. La Enfermera: solo le aplica alcohol y un medicamento. El Medico: solo va a cuadrarle el brazo. El Enfermo: le dice que se va a caer; que no brinque tanto. El Vigilante: le dice que su moto esta en buen estado y le desea suerte. Prosopografía: El Joven: solo se había roto un brazo. 4. El Doctor. 5. La Enfermera Estático: El señor de la cama de al lado, El Vigilante y la Joven. Dinámicos: La Enfermera y El Doctor Joven.