1. EL MITO HOY
Roland Barthes
El mito constituye un sistema de comunicación, un mensaje. Se trata de un modo de
significación, de una forma. La mitología sólo puede tener fundamento histórico, pues el mito es
un habla elegida por la historia: no surge de la naturaleza de las cosas. Al ser un mensaje, no
necesariamente debe ser oral, también puede ser escritura o representaciones.
Los materiales del mito, sean representativos o gráficos, presuponen una conciencia
significante que puede razonar independientemente de su materia.
La semiología, propuesta por Saussure, postula a una significación: la semiología es una
ciencia de las formas, puesto que estudia las significaciones independientemente de su
contenido. Considera como básica la triada:
Significante → el Signo → el Significado
↓
Elemento asociativo entre los dos primeros,
la correlación que los une
Por lo tanto el significado es hueco, el signo es macizo, es un sentido. El mito es un sistema
que se edifica a partir de una cadena semiológica: es un sistema semiológico segundo. Lo que
constituye el signo en el primer sistema se vuelve el significante en el segundo.
AL primer sistema se le llama lenguaje objeto, porque es el lenguaje del cual el mito se toma
para construir su propio sistema. Al mito se le llama metalenguaje, porque es la segunda
lengua en la cual se habla de la primera.
Lo que define al mito es el juego entre sentido y forma. La forma empobrece el sentido, lo aleja,
lo mantiene a su disposición. La forma del mito no es un símbolo.
El concepto nunca es abstracto, restablece una cadena de causas y efectos, de móviles e
intenciones. Se puede entender como una tendencia. Al tener el significado varios significantes,
el concepto se considera cualitativamente mucho más pobre que el significante. El concepto es
un elemento constituyente del mito, aunque muchas veces los conceptos sean efímeros y es
aquí donde es posible introducir neologismos. La significación es el mito mismo. El vínculo que
une el concepto del mito al sentido es esencialmente una relación de deformación. El
significante tiene dos caras: la cara llena que es el sentido y la cara vacía que es la forma. Lo
que el concepto de forma es el sentido. El mito tiene carácter imperativo, de interpretación:
salido de un concepto histórico, surgido directamente de la contingencia.
La motivación: la significación mítica nunca es completamente arbitraria, contiene una dosis de
analogía. Es necesaria a la duplicidad misma del mito, el mito juega con la analogía del sentido
y la forma.
El mito se puede recibir de tres maneras, dependiendo de en qué elemento se ponga atención:
Poniendo la atención en el significante vacío, dejo que el concepto llene la forma del
mito y la significación se vuelve literal.
1. Significante 2. Significado
3. Signo II.
SIGNIFICADOI. SIGNIFICANTE
III. SIGNO
Lengua
Mito
2. Poniendo la atención en el significante lleno, en el que distingo el sentido de la forma y
la deformación que uno produce en el otro, deshago la significación del mito, lo recibo
como una impostura.
Poniendo atención en el significante del mito como en un todo inextricable de sentido y
de forma, recibo una significación ambigua, respondo al mecanismo constitutivo del
mito y me convierto en el lector del mito.
Las dos primeras maneras son de orden estático, destruyen al mito. La primera es sínica, la
segunda desmitificante.
La tercera forma es dinámica y consume el mito según los fines propios de su estructura: el
lector vive el mito a la manera de una historia a la vez verdadera e irreal.
El mito no es una mentira, ni una confesión: es una inflexión
No hay antipatía entre realismo y el mito. El lenguaje del escritor no tiene como objetivo
representar lo real, sino significarlo.
La burguesía como hecho político, no se reconoce a sí misma; como hecho ideológico,
desaparece completamente. Se acomoda a los hechos, pero no se integra con los valores, le
inflige a su estatuto una operación de ex-nominación. La burguesía se define como la clase
social que no quiere ser nombrada.
Si nuestra sociedad es objetivamente el campo privilegiado de las significaciones míticas se
debe a que el mito es formalmente el instrumento más apropiado para la inversión ideológica
que la define.
El mito está constituido por la pérdida de la cualidad histórica de las cosas: las cosas pierden
en él el recuerdo de su construcción. El mito es un habla despolitizada, entendiendo la política
como el conjunto de relaciones humanas en su poder de construcción del mundo. Consigue
abolir la complejidad de los actos humanos, les otorga la simplicidad de las esencias: las cosas
parecen significar por sí mismas. Es como canta las cosas y no para actuarlas.
Para juzgar la carga política de un objeto y el vacío mítico que se amolda a ella, nunca hay que
situarse desde el punto de vista del significante, es decir, de la cosa oculta.
Si el mito es un habla despolitizada, existe por lo menos un habla que se opone al mito: el
habla que permanece política. Existe un lenguaje que no es mítico: el lenguaje del hombre
productor. Toda vez que el hombre habla de transformar lo real y no para conservar lo real
como imagen, el metalenguaje es devuelto a un lenguaje objeto, el mito es imposible. La
revolución al proclamarse como tal, logra abolir el mito.
Es posible un mito de izquierda, mientras que esta no sea revolución. Sin embargo, en ningún
modo tienen las mismas cualidades que el mito burgués. El mito de la izquierda es inesencial;
nunca alcanza el inmenso campo de las relaciones humanas. Es un mito esencialmente pobre.
Esa imperfección viene desde la naturaleza de la izquierda, que siempre se define conforme a
la idea del oprimido y el habla del oprimido es siempre inmediata y monótona, un habla
transitiva.
El mito de la izquierda es un mito artificial y reconstruido.
Estadísticamente, el mito se encuentra en la derecha. Su expansión tiene el mismo alcance
que la es-nominación de la burguesía.
Un mito maduro es un mito que tiene las posibilidades de extenderse.