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Agresores y víctimas
Peter Randall
Desclée De Brouwer
BU YING
ENTRE ADULTOS
BULLYING ENTRE ADULTOS
Agresores y víctimas
Peter Randall
155
BULLYING ENTRE ADULTOS
Agresores y víctimas
C r e c i m i e n t o p e r s o n a l
C O L E C C I Ó N
ERRNVPHGLFRVRUJ
Título de la edición original:
Adult Bullying. Perpetrators and Victims
© Traducido de la edición original inglesa publicada por Routledge,
una compañía del grupo Taylor and Francis, 1997
Traducción: Guillermo Lapiedra
© EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2011
Henao, 6 - 48009 Bilbao
www.edesclee.com
info@edesclee.com
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y
transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de
sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www.
cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta
obra.
Printed in Spain - Impreso en España
ISBN: 978-84-330-2486-2
Depósito Legal: BI-1110-11
Impresión: RGM, S.A. - Urduliz
ÍNDICE
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
1. Bullying entre adultos: definición y circunstancias. . . . . 13
2. El refuerzo positivo del bullying . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
3. Déspotas locales: el bullying en el vecindario . . . . . . . . . 71
4. Bullying en el lugar de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
5. Creación de la personalidad acosadora. . . . . . . . . . . . . . . 137
6. Creación de la personalidad víctima . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
7. Comprometer a los empresarios contra el acoso laboral 191
8. Prevención y resolución del bullying en el lugar de
trabajo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
9. Prevención del bullying en la comunidad. . . . . . . . . . . . . 267
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
9
PREFACIO
El origen de este libro no debe buscarse tanto en el estudio aca-
démico de la agresión como en el descubrimiento sorprendente de
que muchas víctimas adultas necesitan ayuda tan desesperada-
mente que están dispuestas a recurrir a una línea telefónica creada
para atender a niños. Cuando mi colega Mike Donohue y yo pu-
simos en marcha un proyecto municipal para combatir el bullying1
1. Bullying es un vocablo inglés que designa al acto de causar daño intenciona-
damente a otros, recurriendo a la violencia verbal, la agresión física u otros
medios más sutiles de coerción tales como la manipulación. Se utiliza prefe-
rentemente, aunque no exclusivamente, para referirse al acoso en los colegios
e institutos. No disponemos de un equivalente exacto en español, y lo más
común es traducirlo por “acoso escolar”. En este libro, sin embargo, no resul-
ta posible aplicar este expediente, ya que la intención del autor es justamente
hacer extensivo el término a las relaciones entre adultos: resulta carente de
sentido hablar del “acoso escolar entre adultos”, como es manifiesto. Otra
traducción, tal vez la más exacta, sería “matonismo” (la conducta de quien
quiere imponer su voluntad por la amenaza o el terror, según el DRAE). Con
todo, hemos descartado esa opción por tratarse de un término desusado. La
palabra “acoso” en general, sin adjetivar (escolar, sexual, laboral…), habría
sido una buena candidata de no ser porque el autor del libro distingue entre
bullying y harassment, que es el término que más apropiadamente se pue-
de traducir por “acoso”, y establece una gradación entre ellos: el primero es
más fuerte que el segundo, e incluye un componente de agresión o amenaza
10
e incluimos una línea telefónica como parte de sus servicios, nos
sorprendió enormemente encontrar que una tercera parte de las
llamadas eran de adultos que pedían ayuda para ellos mismos,
porque estaban sufriendo acoso e intimidación.
Al escuchar sus casos, descubrimos que el bullying entre adul-
tos constituye una realidad impactante, desconocida por la mayo-
ría de la población. El bullying sigue viéndose como un problema
para los niños en los colegios, y la mayoría de la gente ni siquiera
sospecha el alcance, la gravedad y profundidad del dolor que gene-
ra entre los adultos todos los días y en casi todas partes. Los acosa-
dores adultos son el azote del lugar de trabajo, los vecindarios y las
familias, y crean entornos contaminados donde mengua la autoes-
tima, se pierde la confianza y se impide el desarrollo de las capaci-
dades. Las víctimas también experimentan una gran vergüenza
por su incapacidad para controlar sus propias vidas una vez que
han caído en las manos de acosadores más fuertes que ellos. Hasta
que no comienzan a hablar con otras víctimas o con asesores que
conozcan la especificidad del problema, no caen en la cuenta de
que no están solos y de que hay una solución.
Este libro prepara el terreno para hallar estas soluciones, las
mejores de las cuales consisten en estrategias preventivas, basadas
en el conocimiento de la naturaleza del bullying entre adultos. Está
escrito con el propósito principal de generar ese conocimiento, par-
tiendo de una consideración de lo que es realmente el bullying
entre adultos y continuando con un examen de cómo y por qué
física. A la vista de que el término inglés bullying es ya suficientemente cono-
cido y utilizado tanto en la literatura especializada como en el periodismo,
hemos optado, pues, por dejarlo sin traducir. No obstante, utilizaremos los
derivados del término “acoso” (“acosador”, etc.) para traducir los derivados
del término bullying, así como el propio sustantivo “acoso” cuando no haya
lugar a ambigüedad. [N. de T.]
BULLYING ENTRE ADULTOS
11
PREFACIO
algunas personas se convierten en acosadoras y otras se convierten
en víctimas. Esto proporciona la base para una descripción del
bullying entre adultos en los dos lugares en que principalmente
hace su aparición: el lugar de trabajo y el vecindario.
Para ofrecer esas descripciones y fundamentarlas teóricamente,
hemos recurrido a un gran número de estudios de casos personales.
Se trata de clientes de servicios organizados por mis colegas y por
mí mismo, y sirven no solo para ilustrar los temas principales de
este libro, sino también para demostrar la importancia del proble-
ma del bullying entre adultos. La valentía de estos clientes al admi-
tir su condición de víctimas es digna de encomio. Les agradezco
que me hayan permitido incluir sus situaciones en este libro.
Agradezco asimismo los enormes esfuerzos llevados a cabo por
mis colegas Mike Donohue, Vic Mason, Tim Allcott y Jon Parker,
cuyos trabajos con este tipo de víctimas me sirvieron de inspira-
ción. Como integrantes de un equipo de la Universidad de Hull
que trabaja para el Programa de Asistencia al Trabajador, han desa-
rrollado enfoques cognitivo-conductuales innovadores para estu-
diar los problemas que sufren las víctimas, enfoques que se mere-
cen un detallado examen en otro libro. Agradezco también el apo-
yo que he recibido de Lesley Towner, un esforzado director de
Asistencia al Trabajador, que me ha ayudado mucho con la sección
sobre las políticas y procedimientos diseñados para prevenir y
paliar el acoso laboral. Finalmente, debo dar las gracias al pequeño
ejército de personas de todas las condiciones sociales que han con-
tribuido con su tiempo, su apoyo y su pericia a examinar y abordar
los problemas de bullying que sacamos a la luz en varias pequeñas
comunidades. Albergo la esperanza de que este libro contribuirá a
estimular la investigación intensiva necesaria para que podamos
llegar a comprender plenamente la naturaleza del bullying entre
12
BULLYING ENTRE ADULTOS
adultos y, de este modo, definir las estrategias que han de ponerse
en práctica en todas partes para detener lo que se ha convertido en
una epidemia oculta de agresión deliberada.
13
BULLYING ENTRE ADULTOS
Definición y circunstancias
La agresión es algo demasiado corriente en nuestra sociedad
moderna, pluralista y competitiva. Aunque la mayoría de nosotros
no hemos sufrido la letal violencia de la guerra, el terrorismo ni la
brutalidad que acompaña al crimen, sí que nos hemos encontrado
ocasionalmente con conductas que describiríamos como agresivas.
Hay una gran variedad de ellas, desde la grosería verbal hasta la
amenaza de violencia o el contacto físico doloroso, pasando por los
rumores que nos conciernen, el chismorreo malintencionado o el
rechazo abierto por parte de nuestros familiares o compañeros de
trabajo. La agresión, bien en forma de violencia física, bien en for-
ma de hostigamiento taimado, es un lamentable componente de la
naturaleza humana.
Es difícil definir qué es exactamente la agresión. Y esta falta de
definición ha hecho extremadamente dificultoso su estudio siste-
mático. Es probable que esta dificultad haya sido una causa, al
menos parcial, de la aparente indiferencia con que reaccionamos
ante formas de agresión sutiles y no tan sutiles en el lugar de traba-
jo y en el vecindario. No parece razonable utilizar la misma pala-
1
14
BULLYING ENTRE ADULTOS
bra, “agresión”, para referirnos tanto a los que unos vecinos enoja-
dos se hacen el uno al otro a través de la valla del jardín, como a la
destrucción intencionada de cientos de vidas por parte de terroris-
tas, los disturbios callejeros o el horror de la limpieza étnica.
Sin embargo, a pesar de la dificultad de dar con una definición
operativa, la palabra “agresión” provoca un efecto en todos noso-
tros; en un nivel u otro, la entendemos y podemos utilizarla para
comunicarnos con los demás. Probablemente, la mayoría de noso-
tros, incluyendo a los psicólogos como yo mismo, aceptaríamos la
vieja definición de agresión de Buss (1961): “una conducta que pro-
porciona estímulos nocivos a otro organismo”. La mayoría estaría-
mos de acuerdo en que lo que calificamos como agresión involucra
la estimulación desagradable de un ser humano por parte de otro u
otros, ya sea que adopte la forma de un puñetazo que te rompe un
hueso, ya la de un insulto pronunciado desde el otro lado de la
mesa durante la comida de Navidad. Y también incluiríamos en lo
que entendemos por agresión el bullying en todas sus variantes,
porque la mayoría estaríamos de acuerdo en que, aparte de cual-
quier otra cosa que los acosadores puedan hacer, ciertamente nos
proporcionan estímulos nocivos.
Lamentablemente, la frecuencia con que nos encontramos con
una agresión está creciendo; este es el caso, sin duda, de los conflic-
tos en los lugares de trabajo. En los Estados Unidos el problema ya
es extremo. Por ejemplo, el “Instituto Nacional para la Seguridad y
la Salud en el Trabajo” registró, durante los siete primeros meses de
1993, más de mil asesinatos en el lugar de trabajo, seis millones de
amenazas y más de dos millones de agresiones físicas a trabajado-
res (Van Aalten, 1994). Una investigación del “Centro para el Con-
trol de las Enfermedades” muestra que en los Estados Unidos cada
semana se cometen quince asesinatos en el lugar de trabajo, lo que
15
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
convierte al asesinato en la tercera causa de muerte en el trabajo.
Para las mujeres, este estudio demuestra que es la principal causa
de muerte en el trabajo. A la vista de estas estadísticas, no es sor-
prendente que uno de cada cuatro trabajadores en los Estados Uni-
dos afirme haber sido acosado, atacado o amenazado en el trabajo
al menos una vez en un período de un año (Jonson e Indvik, 1996).
Estos hechos y otros relacionados hacen de los Estados Unidos
uno de los lugares donde más homicidios se cometen, con un índice
diez veces mayor que el del Reino Unido (Olsen, 1994). No obstan-
te, este dato no es un motivo para la autocomplacencia de los britá-
nicos, ya que el índice es demasiado alto en el Reino Unido. En una
investigación aún inédita he podido leer que uno de cada cuatro
adultos residentes en barrios deprimidos afirman haber sido acosa-
dos o atacados por sus vecinos. La mayoría de ellos no pedía ayuda
a la policía porque estaban demasiado atemorizados.
Aquellos que encuentran los resultados de estas investigaciones
sorprendentemente elevados quieren saber de dónde procede toda
esta agresividad y por qué están creciendo sus índices. Según algu-
nos autores (por ejemplo, Kelleher, 1995), una de las causas princi-
pales del incremento de la agresividad en la sociedad es la cultura
del espectáculo. Su libro se refiere a Estados Unidos, pero, dada la
fuerte influencia que ese país ejerce sobre la industria del espectá-
culo del resto del mundo, es razonable pensar que sus conclusio-
nes pueden, en algún grado, extrapolarse a cualquier otro país.
La televisión constituye una influencia especialmente poderosa.
En 1991, los estudios al efecto indicaban que 237 millones de esta-
dounidenses tenían acceso diario a programas televisivos. Sus apa-
ratos de televisión permanecían encendidos entre cuatro y ocho
horas diarias, de manera que la capacidad de influencia de la tele-
16
BULLYING ENTRE ADULTOS
visión es masiva. Esta influencia no siempre es positiva. La “Aso-
ciación Psicológica de América” estimó ese mismo año que los ado-
lescentes de trece años habían visto, por término medio, más de
cien mil actos violentos en la televisión, de los cuales aproximada-
mente ocho mil fueron asesinatos. El mismo informe también cons-
tataba que en los dibujos animados infantiles aparece, por término
medio, un acto violento cada quince segundos, cifra que puede
incrementarse en torno a un 10% en una década.
Incluso si descontamos las otras fuentes de violencia a las que
está expuesta la población (cine, vídeos, muchos deportes, novelas,
comics, etc.), esta avalancha de violencia se introduce en la vida del
98% de nosotros como una forma de espectáculo. Y la mayor parte
de las veces, se presenta como algo atractivo. Así, el héroe de una
famosa serie de películas no se distingue por su ingenio o su capa-
cidad intelectual, sino por la cantidad de criminales que aniquila,
de muy variadas maneras, aunque todas igualmente sangrientas.
La violencia en televisión engendra además un área de la indus-
tria juguetera muy rentable, con todo tipo de muñecos armados
hasta los dientes, diseñados para luchar y mutilarse entre sí. Miem-
bros y cabezas extraíbles permiten un horrendo realismo. Los
padres aceptan tanto los juguetes como las películas por su capaci-
dad de entretener, sin pararse a considerar las consecuencias a lar-
go plazo. Hace tiempo reuní las pruebas disponibles con respecto a
la violencia en la pantalla y escribí varios artículos dirigidos al
público no especializado, con el objeto de explicar sus efectos a los
padres (uno de esos artículos se incluye como apéndice a este capí-
tulo). Recibí muchas cartas de agradecimiento, pero casi otras tan-
tas de queja por haber hecho sentirse culpables a los padres que
dejan a sus hijos frente a la televisión mientras ellos atienden a sus
propios asuntos.
17
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
Es poco común fijarse en el otro lado de la violencia en la panta-
lla. Una razón es que resulta poco probable que los productores de
los programas renuncien a los enormes ingresos generados por la
violencia mediática, y otra razón es que la nuestra no es una cultu-
ra amante de la paz. La historia de las Islas Británicas está empapa-
da de sangre, muerte y masacres, y todavía hoy en día se siguen
celebrando los agresivos vestigios del colonialismo. Por lo tanto, la
no violencia se ve como algo negativo.
¿Qué es el bullying?
No existen definiciones del bullying comúnmente aceptadas. A
pesar de que las personas adultas tienen las ideas claras acerca de
este tema, existe una disparidad considerable. Generalmente, se
piensa que es suficiente definirlo enumerando las conductas pro-
pias del bullying entre adultos. La siguiente es una muestra repre-
sentativa de las respuestas de un determinado vecindario cuando
se les pidió que definieran el bullying:
“En el trabajo, es cuando el jefe me pone en ridículo delante de
los demás”.
“Bullying es cuando los miembros de la familia S… nos gritan
palabrotas por la calle”.
“Es lo que me ocurre cuando abro el buzón y me encuentro
excrementos de perro dentro”.
“Es lo de pegar palizas a los asiáticos que viven en el barrio”.
“Es cuando los adolescentes bloquean la acera y tienes que
andar por la calzada”.
Ninguna de estas descripciones dice lo que es el bullying, se
limitan a mencionar algunas de sus manifestaciones. También los
18
BULLYING ENTRE ADULTOS
investigadores definen el bullying de varias maneras diferentes.
Veamos los siguientes ejemplos:
“Un estudiante está siendo acosado o victimizado cuando es
expuesto, repetidamente y a lo largo de un periodo de tiempo, a accio-
nes negativas por parte de otro u otros estudiantes”. (Olweus, 1980)
“El bullying puede ser descrito como el abuso sistemático de
poder”. (Smith y Sharp, 1994)
“El bullying es la agresión repetida, verbal, psicológica o física,
ejercida por un individuo o grupo contra otros”. (Pautas para combatir
la conducta acosadora en las escuelas de Primaria y Post-primaria, 1993)
La principal similitud entre estas definiciones es la indicación
de que el bullying es repetido o sistemático, no una acción aislada,
sino una sucesión de eventos abiertamente agresivos.
No obstante, el bullying contiene algo más que el factor de la
agresión repetida. Está también la intención de infligir dolor en
cualquier forma que el acosador escoja, como revela el siguiente
estudio de un caso particular:
Estudio de caso
James, de 30 años, tiene una larga historia de agresividad que se
remonta a la época del parvulario. Con los años, ha conseguido
ejercer su agresividad de forma indirecta. Ahora es el cabecilla de
un pequeño grupo de jóvenes que lo admiran y que, siguiendo sus
instrucciones, intimidan físicamente a ciertos “blancos fáciles” para
sacarles dinero. James se costea con ese dinero su adicción a la
cocaína.
¿Es este un caso de bullying entre adultos? El 89% de las perso-
nas que contestaron un test que llevé a cabo (Randall, 1994) respon-
19
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
dieron que sí lo era, bien inmediatamente o bien tras reflexionarlo
un rato. Tuvieron en cuenta que, aunque James no llevaba él mis-
mo a cabo la agresión, sí que la planeaba con la intención de obte-
ner un beneficio de ella.
Debemos contrastar este caso con un segundo estudio:
Estudio de caso
Sally, de 28 años, es una madre con tres hijos a los que atender.
Los tres son menores de seis años y Sally tiene dificultades para
controlarlos. Sus juegos ruidosos y sus gritos provocan las quejas
de los vecinos. Ya han tenido lugar varias discusiones violentas
entre Sally y los vecinos. La policía ha tenido que intervenir en dos
ocasiones, después de que ella golpeara a otras mujeres con oca-
sión de esas discusiones. Estas mujeres habían criticado su manera
de manejar a los niños.
El mismo grupo de personas en la encuesta opinaron que en
este caso se trataba de una agresión impulsiva, más que de bullying
propiamente dicho. Tal como lo expresaron los encuestados, la
diferencia entre estos dos casos es que Sally no había planificado
los daños que infligió, sino que lo hizo impulsivamente.
Muchos ejemplos de agresión humana deben ser analizados de
ese modo; lo cual nos lleva a la conclusión de que, sean cuales sean
las otras características que el bullying pueda tener y la forma que
pueda adoptar, los acosadores son siempre individuos agresivos
que generan dolor o miedo al dolor intencionadamente (Randall,
1991). Por esta razón, la definición operativa de bullying que aquí
vamos a emplear es la siguiente:
El bullying es la conducta agresiva que procede del intento deliberado
de causar daño físico o psíquico a otros.
20
BULLYING ENTRE ADULTOS
Mientras que esta definición pone el énfasis en la agresión y la
intención, no se refiere a los factores de repetición o frecuencia, a
diferencia de las definiciones citadas anteriormente. Hay una bue-
na razón para ello. La conducta agresiva no tiene por qué ser regu-
lar o repetida para poder ser calificada como bullying. Considere-
mos el siguiente ejemplo de un hombre de 27 años, trabajador
social en un hospital psiquiátrico en Florida:
Estudio de caso
Creo que a causa de mi baja estatura, tanto los pacientes como
los empleados han intentado intimidarme varias veces en el pasa-
do. Normalmente sé cómo arreglármelas, pero un enfermero jefe
realmente corpulento pudo conmigo. Me llamó a su despacho y,
sin mediar palabra, me propinó un puñetazo en el estómago. A
continuación, puso una aguja apuntándome a un ojo y me dijo que
si no obedecía todas sus órdenes sin rechistar, ya sabía lo que me
esperaba. Esa fue la única vez que me agredió, pero a partir de
entonces me propuse no contrariarlo nunca.
Este es un caso claro de bullying y, sin embargo, la víctima lo
sufrió una sola vez. A esto se suele responder que lo importante
aquí es el miedo a que se repita la agresión, no tanto el incidente
ocurrido. En muchos casos esto es así, tal como señalan muchas
víctimas, pero se trata más de una característica de las víctimas y
de su interpretación de la personalidad de los acosadores, que de
una característica de la conducta misma.
La cuestión de la intención como componente esencial del
bullying es algo en lo que están de acuerdo la mayoría de las vícti-
mas. Saben que son víctimas porque sus acosadores los han elegido
para que lo sean. Este aspecto es destacado también en una defini-
21
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
ción anterior de agresión, ofrecida hace años por los psicólogos
sociales. Por ejemplo, Dollard (1939) definió la agresión como “un
acto cuyo objetivo es perjudicar a un organismo” (p. 11). El término
“objetivo” implica la motivación y el esfuerzo por causar daño, de
modo que la agresión se entiende como la conducta final de una
secuencia motivada de actividades. Dollard concluyó que la emi-
sión de estímulos nocivos tiene que ser intencional, y estableció
una distinción entre las víctimas de acciones impulsivas e irrespon-
sables, por un lado, y las de acciones deliberadamente agresivas,
por el otro.
Muchos psicólogos conductistas, sin embargo, se oponen a la
inclusión de la intencionalidad en este tipo de definiciones. Por
ejemplo, Buss (1961) cree que es innecesario incluir el concepto men-
talista de intención en la definición de agresión, porque no hay
modo de someter a escrutinio científico un concepto de este tipo. Sin
embargo, la palabra “agresión” es también, sin duda, un concepto
mentalista, puesto que no es más que una etiqueta verbal adscrita a
determinados tipos de conducta que proporcionan estímulos agresi-
vos. Parece inevitable tomar en consideración a la intención en cual-
quier discurso sobre el bullying. Puede ocurrir perfectamente que
una persona sufra dolor como efecto de la conducta de otra persona
sin que eso signifique necesariamente que esta última sea agresiva.
Por ejemplo, un médico que está tratando con quimioterapia a un
paciente aquejado de cáncer está intencionadamente haciendo algo
que causa dolor y molestias a ese paciente, pero su motivación no es
agresiva, sino todo lo contrario. Pero el jefe de cocina que propina
un cachete en la nuca frecuentemente a sus jóvenes y atemorizados
camareros está, sin duda, queriendo causarles dolor.
El concepto de intención viene acompañado de expectativa. No
se trata solamente de que los acosadores tengan la intención de
22
BULLYING ENTRE ADULTOS
hacer daño, sino que también esperan que su conducta hará daño.
Por consiguiente, los agresores deben pensar que tienen una proba-
bilidad mayor que cero de que su agresión “dañe” a su objetivo
(Kaufmann, 1970). En la guerra, ningún soldado dispararía su fusil
si creyera que no tiene ninguna posibilidad de alcanzar a un ene-
migo. De manera semejante, la encargada de una tienda no intenta-
rá extender rumores maliciosos acerca de una de sus empleadas si
no piensa que hay posibilidades de que esos rumores lleguen a
oídos de alguien y hagan algún daño. La expectativa y la intención
van de la mano, y no resulta sorprendente que sean ingredientes
esenciales de todas aquellas conductas calificadas como agresivas.
Por consiguiente, si volvemos a la definición operativa de bullying,
resulta evidente que comparte tres componentes principales con
las definiciones operativas de agresión:
1. Tanto el bullying como la agresión implican la emisión delibera-
da de estímulos nocivos de una persona hacia otra.
2. Estos estímulos se emiten con la plena intención de dañar al
receptor, la víctima.
3. El acosador actúa de ese modo únicamente cuando está conven-
cido de que esos estímulos nocivos alcanzarán su objetivo.
Admito que esta definición es operativa solo en la mayoría de
los casos, que hay otras formas de agresión y de bullying que no
encajan completamente con estas tres características principales.
Hay, por ejemplo, un tipo de agresión que se lleva a cabo impulsi-
vamente, provocada por la ira, y que a menudo se manifiesta en
comportamientos no calculados y sin sentido, no dirigidos a infli-
gir un daño particular. Sin embargo, la mayoría estará de acuerdo
en que la definición previamente ofrecida de bullying, que contiene
estas características, encaja con la mayor parte de sus propias expe-
23
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
riencias. En consecuencia, esta definición operativa será la que uti-
lizaré en las consideraciones acerca del bullying que se llevan a
cabo en este libro.
Agresión instrumental y agresión afectiva
Es evidente que existe una multiplicidad de antecedentes y con-
secuencias que estimulan y mantienen las distintas variedades de
conducta agresiva que sufren las víctimas. Pero podemos conside-
rar que hay dos clases determinadas de agresión que abarcan la
mayoría de los casos de agresión. La agresión afectiva es la que va
acompañada por fuertes emociones negativas. La ira es un estado
emocional que estimula la conducta agresiva. Se suele considerar
que la ira es una condición que primero inicia y después mantiene
la conducta agresiva. Por lo común, la ira surge a partir de una pro-
vocación, y la agresión tiene como objetivo infligir un perjuicio o
un daño al provocador (Feshbach, 1964). Esta agresión altamente
emocional viene acompañada por distintos cambios en el sistema
nerviosos central y autónomo (o vegetativo), que originan un incre-
mento del flujo sanguíneo que riega la musculatura, elevan la pre-
sión sanguínea y las pulsaciones, dilatan las pupilas y disminuyen
el flujo de sangre que riega las vísceras (Johansson, 1981).
Resulta evidente a cualquiera que se haya encolerizado y, a
pesar de ello, no se haya comportado de forma agresiva, que este
sentimiento de ser provocado no tiene por qué causar indefectible-
mente una conducta agresiva, incluso en las ocasiones en que la
emoción subyacente de ira es muy fuerte. Ocurre con frecuencia
que las víctimas de bullying se enfadan e incluso se enfurecen, pero
a pesar de ello se sienten incapaces, por la razón que sea, de tomar
represalias contra aquellos que les atormentan. Este tipo de reac-
24
BULLYING ENTRE ADULTOS
ción no se limita a las víctimas. De hecho, Berkowitz (1983) sostiene
que la agresión caracterizada por la violencia efectiva no está nece-
sariamente motivada por la ira o cualquier otra emoción fuerte. Él
ve las conductas agresivas como parte de redes asociativas, que
pueden llegara a ser muy extensas, en las que emociones, disposi-
ciones y cogniciones asociadas con acciones agresivas pueden ser
estimuladas por otros factores con los que hayan estado estrecha-
mente asociadas.
Esto nos lleva a considerar la agresión instrumental, que es un tipo
de conducta que carece de una base emocional fuerte, pero que pue-
de llegar a ser extremadamente agresiva. Puede agredirse a otros
con toda la intención de dañarlos sin estar necesariamente encoleri-
zado con ellos. La agresión instrumental es un medio para algún fin
deseado, distinto del de causar daño. El atraco de un banco o la
defensa propia son ejemplos obvios de agresión instrumental. La
defensa de la nación en tiempos de guerra es también un ejemplo de
agresión instrumental encaminada al mantenimiento de los dere-
chos territoriales y civiles de los países enfrentados. Otro uso común
de la agresión instrumental es el intento por parte del agresor de
establecer o conservar alguna modalidad de poder sobre la otra per-
sona (Tedeschi, 1983). No resulta sorprendente, por consiguiente,
que al tratar a pacientes con disfunciones psicológicas relacionadas
con el estrés, un antecedente común a todas ellas sea el haber sufri-
do actos altamente agresivos que se llevaron a cabo simplemente
con el objetivo de establecer sobre ellas alguna forma de domina-
ción. La cuestión del “poder” es central aquí, y resulta difícil encon-
trar ejemplos en los que el bullying no involucre una asimetría de
poder a favor del acosador. En efecto, Olweus (1993) dice con res-
pecto al bullying que, por encima de cualquier otra característica
que pueda tener, debe existir siempre una asimetría de poder.
25
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
A partir de estas descripciones de la agresión afectiva e instru-
mental, vemos que el bullying incluye a ambas, según cuáles sean
las motivaciones del acosador. Esta vinculación, intrínseca al
bullying, entre los dos tipos de agresión queda ilustrada por los
dos siguientes estudios de casos particulares:
Estudio de caso: La agresión afectiva en el bullying
A sus 35 años, Judith era consciente de su disposición a la envi-
dia. Había sido un rasgo de su adolescencia, que le dio no pocos
problemas en el instituto. Más adelante, cuando empezó a trabajar
en un banco, este rasgo de su carácter no tardó en ganarle la antipa-
tía de sus compañeros de trabajo: no aguantaban sus continuas
invectivas dirigidas a su inacabable serie de blancos.
Se había esforzado por ponerle un freno. Ciertamente, su matri-
monio con un hombre tranquilo y el nacimiento de su hija cuando
ella tenía 25 años contribuyeron mucho a suavizar la ira que sentía
cada vez que conocía a gente que era “mejor” que ella en algún res-
pecto, según su propia percepción.
Cuando su hija tenía 10 años e iba siendo más independiente, su
marido trabajaba cada vez más tiempo fuera. La influencia mode-
radora de los dos se debilitó a medida que pasaba menos tiempo
con ellos. Una pareja joven se instaló en la casa contigua, y Judith
descubrió que la mujer también trabajaba en un banco y que había
ascendido hasta un puesto equivalente al suyo en una tercera parte
del tiempo que ella necesitó para ello.
Judith no pudo aceptarlo. Se sintió insultada y avergonzada.
Sus viejas costumbres de acosadora afloraron con violencia a la
superficie. Emprendió una campaña destructiva extendiendo
rumores acerca de la mujer por todo el vecindario.
26
BULLYING ENTRE ADULTOS
Al principio se limitaba a comentarios groseros acerca de las
minifaldas de su vecina, pero pronto comenzaron los comenta-
rios vagos que sugerían que tenía un amante. Inevitablemente,
los rumores llegaron a oídos del marido y, durante un breve
período, eso provocó una gran tensión y desconfianza en la
joven pareja. Llegado ese punto, Judith se había creído sus pro-
pias mentiras, de manera que no se echó atrás ni siquiera al ser
confrontada con la propia pareja. La mujer estaba muy angustia-
da. Ella y su marido terminaron mudándose. Judith se sintió jus-
tificada.
La agresión que está a la base de este ejemplo de bullying es cla-
ramente de la variedad afectiva. Fuertes emociones negativas pre-
ceden a la conducta de acoso, pero también está claro que Judith no
reaccionó a ellas impulsivamente. En vez de ello, moderó cuidado-
samente su conducta, de forma que su agresión fuese indirecta y
calculada para hacer el máximo daño.
Estudio de caso: La agresión instrumental en el bullying
Cuando su tercer hijo empezó a ir al colegio, Danielle volvió a
trabajar como contable. Tenía entonces 37 años. Se sentía mayor en
comparación con las otras trabajadoras de la Oficina de Subvencio-
nes del Ayuntamiento, mucho más jóvenes que ella. La jefa de su
oficina, Linda, doce años menor que ella, se había opuesto a su
contratación. El primer día de trabajo, Linda le dijo que no quería
tener en su oficina a gente de la edad de Danielle y que estaba dis-
puesta a intentar que se marchara o que la transfirieran. A partir de
ese momento:
t TFFNQF×ØFODSJUJDBSMBDBMJEBEEFMUSBCBKPEF%BOJFMMF
t MBIVNJMMBCBEFMBOUFEFMBTPUSBTNVKFSFT
27
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
t WJHJMBCBRVF%BOJFMMF
OPSNBMNFOUFVOBQFSTPOBQVOUVBM
OPTF
fuera ni un minuto antes de la hora ni llegara un minuto más
tarde;
t OPMFDPODFEJØB%BOJMMFMPTEÓBTMJCSFTRVFÏTUBMFTPMJDJUØZ
t MBBDPTBCBWFSCBMNFOUFTJFNQSFRVFTFQSFTFOUBCBMBPDBTJØO
Danielle resistió siete meses y después pidió un traslado. El día
que se fue, Linda le dijo que no se trataba de nada personal. Sim-
plemente no le gustaba la gente mayor y tenía que demostrar su
oposición a que hubieran contratado a Danielle sin su aprobación.
Esta es una agresión instrumental. Hay poca emoción negativa,
pero una fuerte determinación de ganar a toda costa. La víctima
podría haber sido cualquiera que se hallase en las mismas circuns-
tancias.
Estos dos casos muestran que el bullying puede ser tanto afecti-
vo como instrumental. Pero en ambos casos hay un blanco que es
dañado por una persona más poderosa, el acosador, y una conduc-
ta que tiene la intención de dañar.
Bullying o harassment
Adams (1992) señala que siendo el bullying en el trabajo una de
las mayores causas de estrés en los trabajadores, en general ha tar-
dado en ser reconocido. Una de las razones de este hecho, según
me han indicado algunos directivos, ha sido la resistencia a aceptar
el término “bullying” como una calificación adecuada para el tipo
de abuso que la gente suele sufrir en el trabajo o en el vecindario. El
término “bullying” se asocia únicamente con la infancia y con las
dificultades que las víctimas sufren en el colegio o de camino al
colegio. Esto hace que no se contemple como una posible circuns-
28
BULLYING ENTRE ADULTOS
tancia estresante en la vida adulta. La actitud subyacente podría
expresarse así: “Puede ocurrirles a los niños, pero no a los adultos”.
Adams (1992) sostiene que por eso las víctimas no reciben el sufi-
ciente apoyo. En vez de ayudarlas a liberarse del acosador, se espe-
ra de ellas que “se calmen” y “no toleren más tonterías”. Lo que
para la víctima es una horrible y estresante persecución, al que lo
contempla desde fuera no le parece más que una desavenencia
entre dos o más personas.
Un ámbito en el que las víctimas sí reciben una atención especial
y, por consiguiente, un apoyo especial en forma de políticas organi-
zativas es el del acoso sexual (sexual harassment) que sufren las muje-
res. La clara motivación sexual que está a la base de la conducta de
algunos hombres para con sus colegas femeninas ha permitido
designarlo sin miedo como una forma de acoso. Es posible que por
ello los jefes de personal estén dispuestos a aplicar el término
harassment, en vez de “bullying”, a un abanico amplio de conduc-
tas agresivas, no solo a aquellas que pueden ser calificadas estricta-
mente como acoso sexual. Algunos jefes de personal me han dicho
que harassment les parece un término más adecuado porque
“bullying” está demasiado ligado a la agresión física que tiene lugar
entre niños en los colegios. El harassment se ve como una forma de
agresión más psicológica y más apta para describir los tipos de
conducta que generan estrés en el trabajo.
Esto parece inicialmente correcto. Pero hay dos problemas sig-
nificativos que, si usamos harassment como sinónimo de bullying
en el terreno de las relaciones entre adultos, puede hacernos per-
der de vista algunas de las formas de agresión que se producen
habitualmente entre adultos. En primer lugar, la creencia de que el
bullying en los colegios es un fenómeno restringido a ataques físi-
cos o amenazas de ataques físicos se tambalea ante las investiga-
29
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
ciones recientes que ponen de manifiesto la amplitud de las varie-
dades que el bullying presenta en el contexto del colegio (por ejem-
plo, Smith y Sharp, 1994). Aunque todavía no existe, que yo sepa,
una investigación concreta que analice las similitudes entre el
bullying infantil y el adulto, hay muchas pruebas de que cualquier
relación entre adultos que podamos encontrar en el trabajo o en el
vecindario se da también entre niños y adolescentes en el colegio o
el vecindario. Los siguientes ejemplos (Randall, 1996) son de
bullying en los contextos del trabajo y el colegio; se invita al lector
a compararlos con los casos particulares de adultos que hemos
ofrecido anteriormente en este mismo capítulo. Muestran con cla-
ridad la conducta agresiva en todas sus variantes y la intención de
provocar daño que están a la base de toda conducta de bullying:
“En cuanto descubrieron que yo no veía muy bien, se pusieron a
quitarme mis cosas y a esconderlas. Empezó hace varios años ya.
Cuando me pongo a buscarlas, cantan: ‘Culo de vaso siguiendo la
pista’ y me golpean con las reglas”.
(Alumno de 9 años de un colegio privado, apodado
“Culo de vaso” a causa de sus gafas de cristal grueso.)
“Jackie era mi mejor amiga. Luego nos peleamos por una tonte-
ría. Ella empezó a contar mentiras sobre mí. Decía: ‘Pásalo’. Ahora a
dondequiera que vaya me llaman ‘zorra’ y ‘puta’. Incluso mi madre
ha empezado a creerse esas historias. Me siento muy avergonzada”.
(Alumna de 15 años en un instituto público mixto.)
“Robbie es el jefe de la banda. Disfruta haciéndote daño. Pero
sabe muy bien cómo golpearte sin dejar marcas. Él y sus amigos te
dan una bofetada o un codazo. Me lo hicieron tres veces la semana
30
BULLYING ENTRE ADULTOS
pasada y a muchos más chicos también. Los profesores le han pillado
más de una vez, pero él dice: ‘Sólo era una broma, mira: no hay seña-
les’. Y si no le das la razón en ese momento, después te la cargas”.
(Chico de 15 años en un instituto público masculino.)
“Nuestra encargada es endiabladamente lista. La dirección
piensa que es una supervisora excepcional, pero nos tiene a todos
aterrorizados. Hasta donde yo sé, nunca ha pegado a nadie, pero te
intimida mucho. Es tan escalofriante como el psicópata de El silen-
cio de los corderos. Basta con que se ponga a mi lado y me diga en
voz baja que se va a encargar de mí y que su familia es muy renco-
rosa, para que casi me mee en los pantalones. Cada semana sale
con algo distinto, como adjudicarme los peores turnos o encargar-
me de su parte de trabajo de embalaje, que ella detesta. Es realmen-
te lista, nunca deja ninguna prueba”.
(Trabajadora de 32 años en una fábrica de procesamiento
de pescado.)
“Es un completo cabrón. Está siempre detrás de las chicas de la
oficina, dándoles órdenes de mala manera. A mí no me grita. Pero
me fastidia de otras maneras: no concediéndome los días de vaca-
ciones que prefiero, poniendo reparos a la calidad de mi trabajo.
Un día en que mi marido estaba enfermo, llegué tarde al trabajo,
fueron solamente diez minutos, pero él escribió “no respeta los
horarios” en mi historial. Me he quejado a los de Igualdad de Opor-
tunidades en el Ayuntamiento, pero me dicen que si nadie más res-
palda mis testimonios, no hay nada que hacer”.
(Empleada del departamento de recursos financieros
de una autoridad local, 29 años.)
31
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
“Soy el único chino del colegio. Algunos de los chicos negros
enseguida empezaron a llamarme ‘Ojos de serpiente’. Le decían a
todo el mundo que mi madre huele a aceite de freír y a salsa de
soja. Han conseguido que nadie quiera venir a mi casa”.
(Chico chino de 11 años en el sexto año de Primaria,
cuya familia tiene un establecimiento de comida para llevar.)
“Mis problemas de columna vertebral me hacen estar doblado y
torcido. Algunas de las chicas empezaron a llamarme ‘Quasi’, por
el jorobado de Notre Dame. Luego dijeron que mi padre me sodo-
miza sin necesidad de que yo me agache. Me quejé a la profesora,
pero ella pensó que estaba mintiendo porque una de las chicas es
hija de un amigo suyo, que es profesor en otro colegio”.
(Chico de 14 años alumno de un colegio público.)
“Sé que estoy gordo, pero ¿por qué tienen que hablar de ello con-
tinuamente? No huelo mal, sin embargo ellas dicen que sí. ¡Si soy
más limpio que ellas! Y al mínimo comentario malicioso o sexista
que haga acerca de las mujeres, ya están quejándose en Personal”.
(Trabajador de 23 años empleado en una oficina en que trabajan
una mayoría de mujeres.)
“Cuando mis padres se separaron, ellos empezaron a meterse
conmigo. Decían que mi padre había intentado ligar con todas las
mujeres del pueblo. Y que la única que no se había enterado era mi
madre. Ahora dicen que yo intento ligar con sus hermanas. Cuatro
de ellos me han pegado varias veces porque una vez hablé con una
chica que les gustaba. Me esperan en el camino de vuelta a casa,
cuando no hay nadie”.
(Chico de 13 años en un instituto público mixto.)
32
BULLYING ENTRE ADULTOS
Los testimonios de niños y adolescentes que acabamos de citar
ponen de manifiesto que en el colegio y en el camino de vuelta a
casa existen exactamente los mismos tipos de bullying que entre
los adultos. Puede que en la escuela primaria haya más agresiones
físicas de las que encontramos en edades posteriores, pero, como
hemos visto, la agresión física no es, en modo alguno, algo infre-
cuente en el lugar de trabajo de los adultos.
Y esa es la segunda razón para rechazar que el término
harassment pueda cubrir todos los casos de bullying entre adultos.
El acoso físico está presente en el lugar de trabajo, tal como los
medios de comunicación han hecho llegar al público, especialmen-
te en el contexto de las Fuerzas Armadas:
Estudio de caso
El 23 de julio de 1993, The Guardian informaba de que un ex-sol-
dado del Primer Batallón del Regimiento Real de Gales había reci-
bido 8.000 libras de indemnización por los siete años en que había
sido víctima de bullying. Es nieto de un soldado negro americano y
se incorporó al ejército a los 16 años. Entre los varios abusos graves
por motivos racistas a que fue sometido se incluía el haber sido
declarado “culpable” de ser negro, después de lo cual fue rociado
con lejía y orina, y refregado con cepillos. Estando de servicio en
Alemania, se dirigían frecuentemente a él con la expresión “negra-
ta” y otras semejantes. Dejó el ejército en 1991 y desde entonces ha
estado desempleado. La conclusión es que no ha quedado en con-
diciones de trabajar.
Estas consideraciones nos permiten volver a la definición de
bullying que propusimos más arriba:
33
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
El bullying es la conducta agresiva que procede del intento deliberado
de causar daño físico o psíquico a otros.
Los siguientes casos constituyen ejemplos de cómo el bullying
puede ser tanto físico como psicológico, puede durar más o menos
tiempo, pero siempre con la intención de infligir daño.
Estudio de caso: Bullying prolongado en el lugar de trabajo
David, un trabajador que lleva largo tiempo empleado en una
empresa química, tenía 51 años cuando se convirtió en una víctima
de bullying. Era un buen trabajador y contaba con un buen expe-
diente. Se llevaba bien con sus superiores y con el resto del perso-
nal. Había acumulado primas y contaba con una buena pensión
para el futuro.
La empresa atravesaba por un periodo de reorganización y
reducción de plantilla. El jefe de sección de David fue remplazado
por un hombre de unos 40 años que no tardó en hacerle saber a
David que lo consideraba demasiado mayor para el trabajo y que
se fuera buscando otra cosa.
David perdió a su ayudante administrativo y fue trasladado a
un despacho más pequeño e incómodo, dos plantas debajo de don-
de debía realizar la mayor parte de su trabajo. A continuación, el
nuevo jefe redactó una serie de informes de bajo rendimiento acer-
ca de David, y se dedicó a difundir discretamente su opinión de
que David estaba “para el arrastre”. El nuevo jefe empezó a seguir
a David por los pasillos y escaleras, donde chocaba intencionada-
mente contra él, le empujaba y le decía estar “deseando echarlo de
la empresa de una patada en su viejo culo”. Tras diez meses de con-
tinuo hostigamiento, David dejó la empresa por motivos médicos.
Ahora trabaja en el almacén de una empresa de electrónica.
34
BULLYING ENTRE ADULTOS
Estudio de caso: Bullying en el vecindario
El bullying entre vecinos no solo ocurre en los barrios proble-
máticos y degradados, como vemos en las películas o series.
Sula, enfermera y esposa de un médico nigeriano que trabaja en
el Reino Unido, disfrutaba de su vida de clase media en una zona
residencial de la ciudad. Mantenía buenas relaciones con los vecinos
y solía hablar con las otras madres mientras esperaban a sus hijos a
la salida del colegio privado donde estudiaba su hija mayor de 10
años. Los problemas comenzaron cuando su hija empezó a destacar
en las clases de equitación, superando con claridad a las dos hijas
gemelas de una de las vecinas de Sula. Esta mujer era una directiva
en una empresa local de alimentación, y se vanagloriaba de su habi-
lidad para arreglárselas perfectamente en un mundo masculino.
No podía soportar que sus hijas fueran derrotadas por “una
negrita que, para empezar, no debería haber sido admitida en el
club”. Comenzó a lanzar miradas hostiles a Sula, obstruyó el acce-
so a su garaje con un remolque, esparcía comentarios acerca de los
“modales descuidados” de Sula hacia otros vecinos y gritaba a la
hija de Sula por hacer, según ella, demasiado ruido en el jardín
delantero.
Sula le reconvino su actitud y, a partir de entonces, en privado
pero de forma corrosiva, le dirigió insultos racistas con un fuerte
componente sexual (“Supongo que tú y el cabrón negro que tienes
como marido pasaréis toda la noche como perros en celo”). Sula
estaba aterrorizada. Una vez la abordó en la entrada de su casa, la
empujó contra la pared y le agarró ambos pechos, estrujándolos.
El acoso terminó cuando el marido de Sula lo descubrió todo,
varios meses más tarde. Habló con el marido de la acosadora, un
35
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
hombre razonable, quien le dijo que este tipo de cosas ya había
ocurrido anteriormente.
Sula tardó en recuperarse. Desarrolló un entumecimiento emo-
cional y una pérdida de contacto con el entorno, tanto general como
familiar. No podía evitar que le asaltase el recuerdo involuntario de
los incidentes más graves. Finalmente, se le diagnosticó estrés post-
traumático.
Estudio de caso: Acoso sexual en el lugar de trabajo
El acoso sexual (sexual harassment) es una de las formas más
comunes de acoso en el lugar de trabajo en todo el mundo. Se con-
vierte en una potente forma de bullying en cuanto la víctima recha-
za las aproximaciones del acosador.
En las dos ocasiones en que el jefe de Sonia intentó acariciarla,
ella le rechazó con un empujón. Éste pronto desvió sus atenciones
hacia otra empleada (que las aceptó), pero no perdonó que Sonia
las hubiera rehusado.
Se ocupó de que no le concedieran las vacaciones en las fechas
que ella había solicitado. Durante unos días Sonia llegó al trabajo
con un ligero retraso a causa de una enfermedad de su hijo. Él
extendió el rumor de que no era esa la causa real. Concedía privile-
gios a otras mujeres y anulaba los de Sonia. Cuando se encontraba
con ella en algún lugar donde nadie pudiera verlos, como el cuarto
de la fotocopiadora, amagaba un golpe en la cara de Sonia y gruñía
imitando a un perro, después de lo cual se alejaba riéndose.
Finalmente, el director de personal llamó a Sonia para comuni-
carle que debía mejorar su rendimiento o sería despedida. Ella mis-
ma decidió dejar la empresa y trabajar para la competencia. Su
36
BULLYING ENTRE ADULTOS
nueva jefa es una mujer joven y simpática, madre de familia. Sonia
afirma que la amabilidad que experimenta ahora casi ha curado el
dolor de ser una víctima, aunque ciertamente no ha disminuido su
odio hacia el acosador.
El próximo estudio de un caso particular refleja otro elemento
importante presente en los relatos que hacen las víctimas de
bullying en el trabajo, a saber: que los cargos directivos lo consien-
ten cuando les viene bien. A menudo esto es porque los actos del
acosador o acosadores les beneficia directamente. La gente que cul-
pa a las víctimas de no ser lo suficientemente fuertes para valerse
por sí mismas casi nunca son conscientes de la falta de apoyo que
esas víctimas reciben por parte de sus jefes. Incluso allí donde se
han puesto en funcionamiento medidas contra el acoso, ocurre con
frecuencia que el acosador es más valioso para el jefe que la vícti-
ma. Así ocurrió en el siguiente ejemplo:
Estudio de caso: Los cargos directivos y su papel como obstáculo
para la solución de los problemas de bullying
Jim es un hombre de 43 años con sobrepeso, empleado en una
granja de cerdos. Se suponía que estaba al cargo de tres trabajado-
res más jóvenes, los tres en torno a 20 años, pero en realidad se con-
virtió en su víctima. Su peso era un constante motivo de bromas,
cada día se referían a ello al menos diez veces, tomando a uno de
los cerdos más gruesos por él. Le ponían la zancadilla de modo que
cayera sobre los excrementos de los cerdos, y en tres ocasiones,
estando los jóvenes borrachos, le mantuvieron en el suelo mientras
simulaban extraerle la grasa de los michelines con unos alicates.
Aunque no le hicieron realmente daño físico, se asustó mucho y se
sintió profundamente avergonzado.
37
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
Después de tres meses así, informó al director de la granja de lo
que estaba ocurriendo. La respuesta que recibió fue breve y cruel:
los jóvenes tenían razón en que estaba demasiado gordo, de modo
que no debería extrañarle que se rieran de él. Además los tres jóve-
nes en cuestión eran muy trabajadores y estaban siempre dispues-
tos a hacer horas extras, a diferencia de Jim, que tenía una familia a
la que atender. Le aconsejó a Jim que se buscase otro trabajo, cosa
que él hizo. Jim dice que el mejor trabajo que ha hecho en su vida
fue abandonar esa empresa.
Según nos explicó, sentía como si sus agresores hubieran sido
recompensados por su conducta. Conducta que su jefe aprobaba y,
pasivamente, estimulaba.
El refuerzo del bullying
El próximo capítulo trata de la cuestión fundamental de por qué
algunas personas se convierten en acosadores y necesitan abusar
de las situaciones de desequilibrio de poder. Aunque no hay una
respuesta clara a esta pregunta, lo que sí está claro es que todo aco-
so persistente es positivamente reforzado y que, en los casos en que
el acosador ha elegido una víctima concreta, con frecuencia ocurre
que se da una relación entre los dos cuya dinámica se basa en el
refuerzo. El acosador obtiene algo que desea. A veces se trata sola-
mente del placer de ver a alguien sufrir o pasar miedo. Otras veces
se trata de algo valioso, como parte de su propiedad, la renuncia a
sus derechos de días de permiso o incluso una plaza de aparca-
miento. Con frecuencia el refuerzo consiste en la aprobación silen-
ciosa de un público de espectadores, que el acosador percibe como
un atronador aplauso. Para otros acosadores, sobre todo mujeres, el
premio es la construcción de una coalición de mujeres que piensan
38
BULLYING ENTRE ADULTOS
de la misma manera, y cuya conducta contra las que piensan de
otra manera se convierte en un apoyo mutuo. El siguiente estudio
muestra un caso de este tipo:
Estudio de caso: Un alianza perversa
Kathy era una mujer trabajadora de 32 años, licenciada en
Ciencias Sociales, que durante los últimos 8 años había desempe-
ñado distintas funciones administrativas. Cuando se convirtió en
víctima acababa de incorporarse a la Oficina de Igualdad de Opor-
tunidades de una empresa importante de la administración muni-
cipal. Siempre había querido luchar por la igualdad de oportuni-
dades, porque tenía unas firmes convicciones feministas que había
podido desarrollar con ocasión de su tesina de licenciatura sobre
la opresión de las lesbianas. Ella misma no era lesbiana. Estaba
casada con un hombre dos años mayor que ella. Estaban en un
momento de su vida en común en que se planteaban seriamente
fundar una familia.
A Kathy le encantaba su trabajo en la Oficina, pero me contó
que, retrospectivamente, se daba cuenta de que había cometido un
grave error al mencionar a su supervisora y a sus dos compañeras
de trabajo que estaba deseando tener hijos porque con ello “mi vida
sería completa”. Me contó que su reacción ante este comentario fue
glacial; una de sus compañeras simplemente se levantó, la miró
airada y se marchó. Ella preguntó que qué pasaba y que si había
dicho algo ofensivo. Le respondieron que si no se daba cuenta de lo
que pasaba, quizá no debería seguir trabajando en esa sección.
“No sé cómo no me di cuenta”, me contó. “Las tres mujeres que
había allí eran lesbianas militantes, y dos de ellas tenían una rela-
ción estable de al menos dos años”. Tal como descubrió más tarde,
39
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
su supervisora y una de sus compañeras vivían juntas, mientras
que la otra compañera acababa de romper una relación. Esta última
fue la que salió intempestivamente de la habitación, obviamente
molesta a causa del comentario de Kathy acerca de fundar una
familia.
A partir de ese momento, las tres mujeres comenzaron a hacerle
la vida imposible a Kathy. Pensó que se estaba volviendo paranoi-
ca, porque cada vez que entraba en un despacho donde estuvieran
las tres juntas, dejaban inmediatamente de hablar y lo único que
hacían era mirarla, sin apenas responder a sus intentos de entablar
conversación. La supervisora comenzó a ser muy crítica con su tra-
bajo, normalmente en voz alta y siempre delante de sus otras dos
compañeras. Kathy se encaró con una de ellas tras un incidente
especialmente grosero, y le preguntó por qué se comportaba de esa
manera. La respuesta fue directa y sin ambages: “No te queremos
aquí, no eres una de las nuestras, sería mejor si te marcharas”.
Unos días más tarde, Kathy y su marido pidieron cita para
ponerse las vacunas necesarias para viajar al Extremo Oriente.
Querían disfrutar de unas buenas vacaciones antes de ponerse a
intentar tener su primer hijo. La supervisora se las arregló para
impedir que asistiera a esa cita, y lo mismo con las dos siguientes.
Para poder ir finalmente con su marido a ponerse las inyecciones,
Kathy tuvo que mentir y faltar un día al trabajo por una presunta
indisposición. Entonces la jefa de sección quiso impedir que Kathy
pudiera cogerse las vacaciones en las fechas que ella había solicita-
do, pero, dado que las había pedido con mucha antelación, el jefe
de sección se las concedió pasando por encima de la supervisora.
Como era de esperar, esto hizo que las cosas empeorasen. La rela-
ción entre Kathy y las otras tres mujeres cayó en picado. Kathy no
soportaba más la situación, de modo que pidió una entrevista en
40
BULLYING ENTRE ADULTOS
privado con la supervisora. Durante la entrevista, la supervisora
salió enfurecida del despacho y llamó a su pareja, diciéndole que
necesitaba una testigo de lo que Kathy estaba diciendo, y que iba a
enviar una nota a la sección de personal solicitando que Kathy
fuera trasladada a otro departamento. La supervisora estaba llo-
rando, pero su pareja, una mujer fornida, empujó a Kathy contra
un archivador y le dijo: “Lárgate de este departamento. No quere-
mos verte más aquí. Para lo único que sirves es para que las demás
nos riamos un rato de ti”. Kathy informó de este incidente al jefe
de personal y solicitó que se pusiera en marcha el procedimiento
previsto para los casos de acoso.
El empleado del departamento de personal con que habló Kathy
fue muy simpático y la informó de que esta no era la primera vez
que esas tres mujeres eran acusadas de victimizar a una mujer hete-
rosexual. Dos mujeres habían sido trasladadas fuera de ese depar-
tamento previamente por petición propia, pero no pusieron una
queja formal. El empleado del departamento de personal dijo que
se tomaría la declaración de Kathy como una queja formal y la
acompañó al despacho del jefe de personal. Quien, de muy malos
modos, dijo que de ningún modo pensaba iniciar un procedimien-
to de queja relacionado con trabajadores de la Oficina de Igualdad
de Oportunidades, pues ésta ya le reportaba suficientes problemas
con el resto de los directores ejecutivos, que opinaban que esa sec-
ción era un lujo innecesario. Aconsejó a Kathy que se trasladara a
otra sección. Teniendo presente que muy pronto estaría embaraza-
da, Kathy accedió a su propuesta. En cuanto la noticia del traslado
llegó a sus oídos, las otras tres mujeres se apresuraron a decirle a
Kathy que estaban encantadas con su marcha y que no les importa-
ría en absoluto si nadie la remplazaba. Se sentían bien tal como
estaban, no querían trabajar con hombres o mujeres heterosexua-
41
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
les. Kathy les contestó que esa actitud era una completa negación
de las políticas de igualdad de oportunidades para aplicar las cua-
les se suponía que ellas estaban allí. La respuesta a esto fue una car-
cajada. La supervisora dijo que la igualdad de oportunidades esta-
ba muy bien para los demás, pero no para ellas.
Este caso constituye un ejemplo realmente complejo de coali-
ción en la que los reforzadores positivos están relacionados con el
afecto de otros miembros del pequeño grupo implicado en el
bullying, el ejercicio del poder para lograr un objetivo común, y el
placer derivado de la humillación de la víctima. La complejidad y
la índole de estos reforzadores positivos varía según la situación y
dependen en gran medida de las características de ambos, el agre-
sor y la víctima. Por muy variados que puedan ser los casos de
bullying y las personas involucradas en ellos, la única característica
común a todos ellos es que el bullying proporciona beneficios,
cuando menos a corto plazo, para el agresor. El próximo capítulo
analiza por qué ciertas personas se convierten en acosadores para
conseguir el tipo de eventos o circunstancias que actúan en ellos
como refuerzos positivos.
Apéndice: efectos de la violencia en televisión sobre los niños y
los adolescentes
Hace algunos años, entró en mi despacho una madre muy
angustiada. Estaba llorando y le costaba poner en palabras su his-
toria. Su hijo estaba siendo acosado. Gravemente.
Aquello no era nada nuevo para mí; el bullying es un problema
harto común, incluso entonces. Lo que convertía este caso en
inusual era la manera de llevar a cabo el acoso. Los niños implica-
42
BULLYING ENTRE ADULTOS
dos tenían tan solo entre 8 y 9 años de edad, y su héroe era David
Carradine.
Era la época en que ese actor estaba dando a conocer el kung-fu
al mundo occidental. Los niños y adolescentes más jóvenes esta-
ban absolutamente entusiasmados. No había una composición
escrita de tema libre en Primaria que no tratase del kung-fu. David
Carradine era para esa generación lo que Roy Rogers había sido
para la mía.
Desafortunadamente, lo que atraía a los niños era la representa-
ción estilizada de la violencia. La filosofía confuciana de la serie,
con sus velas, sus monjes rasurados y sus reglas morales, no causa-
ba el más mínimo impacto en ellos. David Carradine constituía un
atractivo modelo de comportamiento violento.
No me sorprendió descubrir que la pequeña víctima no era en
realidad más que un saco de boxeo que los pequeños rufianes utili-
zaban para entrenar su kung-fu. Lo que sí me sorprendió fue lo
seriamente que se tomaban su imitación aquellos pequeños acosa-
dores, el nivel de detalle y fidelidad al original que alcanzaban.
Desde entonces, he constatado cómo ciertos personajes de la televi-
sión y de las películas “ponen de moda” la violencia. De esto es de
lo que trata este artículo.
Todos los padres nos hemos asombrado alguna vez del efecto
que ejerce la televisión sobre nuestros hijos. No puede ser de otra
manera, pues ocupa una parte importante de sus vidas. Incluso en
el colegio los maestros recurren a ella para poner vídeos. Cuando
contemplo las reacciones de mi hijo de 5 años ante las escenas de
violencia y sexo que se cuelan subrepticiamente en el rato que dedi-
camos a ver la televisión en familia, me siento a la vez contento y
preocupado. Contento porque no parece tener ninguna reacción
43
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
adversa, preocupado porque no las tenga. Por una parte, no quiero
que esas escenas le afecten, pero, por otra parte, no quiero que se
vuelva insensible y lo acepte como algo normal.
Ahora que se aproximan las Navidades, la televisión nos ofrece-
rá su acostumbrada mezcla de mensajes para los niños, la misma
de todos los años. Habrá películas acerca de renos que afrontan lo
que sea con tal de conseguir regalos para los niños más pequeños y
habrá también otras películas que muestren una violencia gratuita.
En lo que concierne a la televisión, las Navidades son invariable-
mente un periodo espeluznante para mí, por culpa de la altísima
concentración de “chicos buenos” haciendo las cosas más horribles
que uno pueda imaginar a los “malos”. ¿Qué mensaje transmite
esto a los niños?
Volveré a esta cuestión un poco más adelante, pero antes repase-
mos lo que se suele pensar acerca de la violencia en la televisión.
En primer lugar, hay disparidad de opiniones acerca de los efec-
tos que tiene sobre la gente. Algunos piensan que existe un vínculo
directo entre lo que aparece en la pantalla y la conducta de la gente.
La madre a quien me refería al comienzo de este artículo estaría
completamente de acuerdo con este punto de vista. A continuación
están aquellos que sostienen que no se da ningún vínculo, o al menos
que no hay forma de demostrarlo. Por último, hay gente, como yo,
que piensa que la cosa es más complicada y que la respuesta se
encuentra más bien en un punto intermedio: algunos niños y adoles-
centes son afectados por lo que ven en televisión y otros no.
Un informe muy influyente, encargado por la Oficina de Salud
Pública de los Estados Unidos, afirmó que la violencia en la televi-
sión está claramente asociada con la agresividad de niños y adoles-
centes. Esta investigación recibió el respaldo de otra igualmente
44
BULLYING ENTRE ADULTOS
persuasiva del Instituto Nacional Americano para la Salud Mental
(Peral, Bouthilet y Lazar, 1982). Ambos informes afirmaban que
disponemos de evidencias suficientes como para concluir que la
violencia televisiva es un factor causal de la violencia infantil. Poco
después, las películas de karate se hicieron muy populares en el
Reino Unido y, coincidiendo con ello, fui testigo de una avalancha
de serios incidentes de bullying inspirados en Bruce Lee.
Pero mucha gente discrepó e hizo pública su opinión de que
aquellos informes no eran correctos. El más influyente de estos
informes contrarios apareció a finales de 1982, encargado por la
Compañía Nacional Americana de Radiodifusión. Estoy seguro de
que el lector encontrará similitudes con la campaña contra el taba-
quismo de 1980. Por un lado, tenemos a las instituciones encarga-
das de la salud pública diciendo: “Es malo para ti, desengánchate”;
por el otro lado, a las principales industrias del sector respondien-
do: “No hay nada demostrado acerca de efectos nocivos, continúa
viendo lo que te gusta”.
Un importante estudio fue más allá y estudió las estadísticas de
violencia criminal a lo largo de todo el país. La conclusión general
fue que no existía ninguna relación entre la cantidad de horas que
se ve la televisión y el número de crímenes. De hecho, ocurría lo
contrario: cuanta más televisión, menor era el índice de criminali-
dad. Uno de los psicólogos que realizaron el estudio, Steven
Messner (1986), sugirió que la razón de esta relación inversamente
proporcional era que quien está viendo la televisión en casa no
puede estar delinquiendo en la calle.
Como vemos, el asunto seguirá dando trabajo a los investigado-
res, pero, ¿qué hacemos nosotros al respecto, como padres respon-
sables? En mi opinión, lo mejor que podemos pensar es que la vio-
45
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
lencia en televisión afecta a algunos niños y a otros no. Hay muchas
pruebas que apoyan este punto de vista. Por ejemplo, Wendy Jose-
phson (1987), una psicóloga social, llevó a cabo un experimento en
el que constató que los chicos a quienes se había mostrado un frag-
mento de una película violenta antes de jugar un partido de hockey
tenían más predisposición a actuar agresivamente después durante
el partido que aquellos otros a los que se había mostrado una carre-
ra de coches. Los chicos más afectados por las imágenes, de todas
formas, eran aquellos a quienes sus profesores habían clasificado
como más agresivos. Dicho de otro modo, los chicos que eran ya
agresivos por naturaleza fueron los más influidos por la violencia
que habían presenciado.
Es un descubrimiento muy significativo, pues explicaría por
qué diferentes investigadores habían llegado a resultados muy
distintos. Según el tipo de chicos que testaron, encontraron efec-
tos o no.
Pero hay algo más que el temperamento natural de los niños.
Dos psicólogos, Kim Walter y Donald Morley (1991), estudiaron el
efecto de la violencia en televisión sobre los adolescentes. Encon-
traron que sí que hay un efecto, pero que no es simple. El factor
decisivo no es la cantidad de violencia que se ve, o su intensidad. El
factor más importante es, por el contrario, si al adolescente le gusta
o no la violencia. Aquellos a los que les gusta, tienen muchas más
probabilidades de ser agresivos después de verla en televisión.
Los padres son otro factor a tener en cuenta. El grado de agresi-
vidad tras la exposición a la violencia televisiva depende de si los
padres aceptan o no esa agresividad. Sus opiniones al respecto
pueden reducirla, aunque todavía no está del todo claro cómo
exactamente.
46
BULLYING ENTRE ADULTOS
Estos descubrimientos encajan con mis propias experiencias con
familias en las que la violencia en la pantalla era un problema.
Tomemos a una de ellas como ejemplo:
Estudio de caso
Clive tenía 10 años cuando fue arrestado por agresión. Era el
líder de un pequeño grupo de chicos que habían estado viendo tres
vídeos violentos seguidos. Su madre era quien le había dado los
vídeos para que los vieran. Quería que estuvieran entretenidos
mientras ella se iba de compras durante todo el día con su marido.
Clive y sus amigos se fueron de casa al terminar el último vídeo y
agredieron gravemente a dos niños menores que ellos. El ataque
tuvo lugar en un parque a las seis de la tarde. Cuando se le pregun-
tó por qué lo había hecho, Clive no supo qué responder. Los niños
les habían dicho alguna impertinencia y lo único que él hizo fue
defender sus derechos, como había visto hacer a los “buenos” de
las películas. Parte de su argumentación era que si su madre le
había incitado a ver la violencia, entonces seguro que no podía ser
tan mala.
El lector pensará, probablemente, que Clive debe de ser un niño
muy poco inteligente como para confundir la violencia que ha vis-
to en la televisión con situaciones de la vida real. Pero en realidad
era un niño con una capacidad media. ¿Por qué le afectó entonces
el espectáculo de la violencia?
Los estudios sobre la agresión infantil arrojan alguna luz sobre
este enigma. La exposición repetida a la violencia televisiva, espe-
cialmente si los violentos son los “buenos” y son alabados por sus
heroicas agresiones, crea, con el paso del tiempo, una asociación
entre las razones que justifican la violencia en la ficción y las frus-
47
BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS
traciones del día a día. En efecto, el niño va “almacenando” la idea
de acciones agresivas al lado de recuerdos de situaciones frustran-
tes comunes.
Los psicólogos llaman a los esquemas almacenados “algorit-
mos”. Los usamos para todo tipo de actividades cotidianas en las
que se den sucesos predecibles y necesitemos responder a ellos de
una forma similar en todos los casos. Por ejemplo, el sonido del
despertador es un desencadenante para que iniciemos una serie de
actividades que terminará con nuestra salida hacia el trabajo. El
esquema se repite de forma parecida todos los días y la ejecutamos
con “el piloto automático puesto”.
El algoritmo de la agresión en niños pequeños se forma por la
repetida exposición a poderosos modelos de comportamiento que
les enseñan cómo cambiar el rumbo de las cosas a través de la vio-
lencia. No puede sorprendernos que los niños que se frustran con
facilidad sean tan influenciables por lo que están viendo continua-
mente. Y tampoco debería sorprendernos que un psicólogo, Harry
Hoberman (1990), abogue por que los medios estigmaticen a los
actores que encarnan repetidamente personajes violentos. También
sostiene que se debería enseñar a los padres a modificar los hábitos
televisivos de sus hijos, no tolerando la violencia.
Está claro, entonces, que a algunos niños les afectará la violencia
televisiva estas Navidades, igual que les afecta cualquier otro día
del año. Esos niños serán mayoritariamente chicos que se enfadan
o frustran con facilidad. Necesitan unos padres responsables que
apaguen la tele cuando aparece violencia, o al menos se la expli-
quen en términos de la vida real. Sin ese tipo de guía, algunos ter-
minarán como Clive.
49
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
Introducción
Para entender por qué hay personas que utilizan el bullying
como un medio para obtener refuerzo positivo, primero es preciso
entender que la mayoría de ellas descubrieron en la infancia que el
bullying tiene resultados positivos, y continuaron una vez adultos
con esa conducta, aunque de modos más refinados. Ya hemos men-
cionado los estudios longitudinales de Olweus (1980) en conexión
con esto. Más recientemente, Eron et al. (1987) hicieron un segui-
miento de 518 niños a partir de los 8 años que vivían al norte del
Estado de Nueva York. Todos esos niños tienen ahora en torno a 40
años. El preocupante resultado de estos estudios longitudinales es
que los niños que a la edad de 8 años fueron designados como muy
agresivos han cometido más crímenes, y crímenes más graves, como
adultos. También han cometido más infracciones de tráfico, han
recibido más condenas judiciales, y muestran una mayor tendencia
al alcoholismo y al trastorno de personalidad antisocial. Asimismo,
recurren más a distintos servicios de salud mental. Es digno de
2
50
BULLYING ENTRE ADULTOS
atención que en la valoración inicial los niños que fueron clasifica-
dos como más agresivos tenían un cociente intelectual semejante,
por término medio, al de aquellos que no fueron clasificados de ese
modo. A la edad de 19 años, sin embargo, su conducta agresiva
había empezado a obstaculizar el desarrollo de sus capacidades
intelectuales, y sus logros iban gradualmente quedando atrás con
respecto a los jóvenes no agresivos de su misma edad. Aún más
relevante para nuestro tema, el bullying, es el informe de su evolu-
ción a la edad de 30 años, cuando ellos y sus parejas fueron entre-
vistados. Eron y sus colegas constataron una mayor presencia del
comportamiento abusivo dentro de las relaciones y un aprendizaje
deficiente de la conducta prosocial, hasta el punto de interferir con
sus rutinas cotidianas. No solo tenían más probabilidades de com-
portarse abusivamente con sus parejas, sino que su conducta agre-
siva también echaba a perder sus opciones de promoción laboral,
pues se les consideraba como disruptivos y agresivos. Esta es una
clara prueba de que los niños agresivos se convierten en adultos
agresivos con escasa capacidad de inhibir sus reacciones y una alta
probabilidad de consecuencias negativas en prácticamente todas
las esferas de la actividad humana, incluyendo la construcción de
relaciones y el trabajo.
Otros estudios (por ejemplo, Jacobson, 1992) han demostrado
que la conducta acosadora temprana está fuertemente asociada con
la violencia doméstica. En este estudio, las mujeres maltratadas
describían como bullying lo que sus maridos hacían, con el maltra-
to físico como su peor manifestación. Aunque no hay todavía un
estudio longitudinal que haya observado directamente cómo el
bullying se convierte en maltrato físico, la evidencia de que dispo-
nemos indica una convergencia directa de las conductas de bullying
y de maltrato físico a lo largo de la vida de un individuo. Hay más
51
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
probabilidad de que un maltratador haya sido un delincuente agre-
sivo en su adolescencia, y además hay un vínculo constatable entre
los acosadores adolescentes y una agresividad infantil temprana.
Jacobson (1992) clasifica a los maltratadores en dos tipos: el tipo
impetuoso, excesivamente reactivo; y el tipo frío, calculador, proac-
tivo, para quien el maltrato forma parte del sometimiento general
de su pareja. Como veremos, entre los acosadores infantiles se dan
asimismo dos tipos semejantes, lo cual permite suponer que el
bullying y el maltrato físico son dos partes del ciclo vital de ciertos
individuos.
Dado que las raíces del bullying adulto parecen estar firmemen-
te establecidas en la infancia, es necesario entender qué tipo de
niños fueron los acosadores adultos si queremos rastrear el papel
que juega el refuerzo positivo en su desarrollo.
El bullying en la infancia
Yo mismo he tenido ocasión de investigar varios cientos de
situaciones de bullying y he podido examinar tanto a los acosado-
res como a las víctimas, así como comentar lo sucedido con sus
padres. Basándome en esta considerable experiencia personal, he
descubierto que los niños acosadores son diferentes en muchos
modos de los que no lo son y, desde luego, también de sus víctimas.
Como muchos otros investigadores (véase, por ejemplo, Dodge y
Crack, 1990), he observado una determinada estructura cognitiva,
una predisposición hostil distintiva que atribuye permanentemen-
te intenciones hostiles a los demás, por leve que sea la provocación.
De hecho, a menudo no existe provocación, solamente una inven-
tada que sirva como excusa o justificación de la conducta agresiva
52
BULLYING ENTRE ADULTOS
del acosador. Las víctimas cuentan penosas historias de cómo un
empujón accidental al acosador en la cola del comedor es tomado
como un insulto y una llamada a las armas. Los acosadores no pro-
cesan adecuadamente la información social. Parecen incapaces de
llevar a cabo juicios realistas acerca de las intenciones de los demás.
Invariablemente, estas intenciones son interpretadas como hostiles,
lo cual conduce a la búsqueda de venganza.
El motivo de la venganza permite al acosador mantener una
actitud favorable hacia la violencia, y hacia el uso de la violencia u
otras formas de agresión para resolver los problemas. Esta solución
de los problemas a corto plazo actúa como un reforzador rudimen-
tario de conductas posteriores de bullying más refinado, que con-
vencen al acosador de que la agresión es la mejor solución a los
problemas sociales, sea cual sea su grado de complejidad. Un rápi-
do desarrollo a partir de ese punto genera en ellos una fuerte nece-
sidad de dominar a los demás y de extraer satisfacción causándoles
dolor. No está claro si esta necesidad se origina en la incapacidad
que tienen los acosadores de desarrollar una conducta prosocial
que les permita relacionarse adecuadamente con otros niños, o si es
esta necesidad la que bloquea el desarrollo de la conducta proso-
cial. Sea cual sea la causa, no desarrollan actitudes prosociales efec-
tivas y, de este modo, no comprenden los sentimientos de los
demás, lo cual les lleva a negar el sufrimiento que provocan. Ocu-
rre además, según mi experiencia, que muchos acosadores tienen
una alta opinión de sí mismos. No tienen problemas de ansiedad,
una emoción negativa en su forma extrema pero que en su versión
más suave permite controlar la propia conducta. En vez de ello, se
ven a sí mismos como superiores y poderosos. No son conscientes
de lo que los otros niños piensan realmente de ellos. Son conscien-
tes de, y se complacen en, lo que los otros niños dicen de ellos en su
53
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
presencia, pero parecen curiosamente ciegos a las muestras de anti-
patía y repugnancia susurradas a sus espaldas. Tal como ha descri-
to Olweus (1993), hasta el final de la escuela primaria o los prime-
ros años de secundaria los acosadores disfrutan de cierta populari-
dad, además de contar normalmente con dos o tres amigos íntimos,
por lo general también niños agresivos. No obstante, según va
pasando el tiempo, su popularidad entre el resto de los alumnos
comienza a menguar, de manera que en los primeros años de su
adolescencia sus únicas relaciones son otros “tipos duros”. Pueden
lograr lo que desean por medio de su comportamiento acosador y
son respetados por ello, pero este respeto se basa en el miedo y no
gustan a los demás.
Según la experiencia de muchos investigadores (por ejemplo,
DeRosier et al., 1994), la confianza en sí mismos de los acosadores
es por lo general lo suficientemente fuerte como para resistir ese
rechazo procedente de la mayoría de sus compañeros. Esto proba-
blemente se debe al hecho de que son incapaces de percibirse a sí
mismos correctamente en situaciones sociales, lo cual constituye
un síntoma de su ceguera social. DeRosier et al. (1994) concluye que
los acosadores tienen menos oportunidades que los niños no agre-
sivos de socializarse a través de la imitación de modelos tomados
de entre sus iguales, porque los niños con habilidades prosociales
normales no se acercan a ellos, debido a que les temen.
La selección de las víctimas
A medida que los niños agresivos amplían y refinan sus habili-
dades como acosadores, descubren que pueden obtener más fácil-
mente los reforzadores que persiguen si seleccionan a las víctimas
que más probablemente proporcionen las consecuencias reforza-
54
BULLYING ENTRE ADULTOS
doras. La mayoría de los estudios muestran que hasta la edad de 7
años los acosadores pueden encontrarse con un éxito limitado,
como resultado de su falta de selección de víctimas específicas. Sin
embargo, a partir de esa edad, tienden a escoger determinados
niños como víctimas, niños que pueden adquirir una reputación de
“lloricas” que los continúa victimizando durante el resto de su eta-
pa escolar (Randall, 1996).
Ladd (1990) sostiene que los acosadores llevan a cabo un proce-
so de selección para determinar qué niños serán las mejores vícti-
mas. Señala que al comienzo del curso escolar, cuando los niños no
se conocen bien unos a otros, un 22% de ellos sufre al menos una
experiencia de victimización. Pero al final del curso tan sólo un 8%
son regularmente seleccionados por los acosadores, y estos son los
que probablemente se convertirán en “lloricas”.
Cuanto menor es el niño, más probabilidades tiene de sufrir
una agresión significativa dentro de su grupo de iguales. Los aco-
sadores eligen por sistema niños de menor edad y tamaño que
ellos, comportamiento que presta credibilidad al estereotipo de
los acosadores como mayores y físicamente más fuertes que sus
víctimas. Olweus (1993) y otros indican que los acosadores suelen
ser fuertes físicamente y tienden a seleccionar niños mal equipa-
dos para devolver con éxito una agresión. Olweus también señala
que las víctimas suelen ser más sensibles, tranquilos y cuidadosos
que el resto de sus compañeros. Son también más inquietos y tie-
nen una clara actitud negativa hacia el conflicto, en el sentido de
que rehuyen invariablemente los enfrentamientos del tipo que
sean y con frecuencia lloran si se les ataca. Al examinar las fami-
lias tanto de los acosadores como de sus víctimas, Bowers, Smith y
Binney (1994) descubrieron que, mientras que los niños acosado-
res suelen tener vínculos intrafamiliares débiles, las víctimas tie-
55
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
nen estructuras familiares muy entrelazadas, que refuerzan patro-
nes de alta dependencia. Su alta dependencia parece estar asocia-
da con una inhabilidad general para formular estrategias efectivas
de solución de conflictos, de tal modo que la retirada ante el con-
flicto se convierte en algo inevitable y característico. La propia
tendencia a la retirada, por la cual las víctimas lloran fácilmente y
adoptan actitudes defensivas, está en conformidad con las deman-
das del acosador. Esos niños no sólo no devuelven la agresión,
sino que también están dispuestos a dar sus cosas a los acosado-
res, quienes de esta manera reciben una recompensa no sólo psi-
cológica, sino también material. No se debe subestimar la fuerza
de este doble refuerzo positivo en el mantenimiento de la conduc-
ta acosadora en el futuro.
Algunos investigadores, como por ejemplo Schwartz, Dodge y
Coie (1993), han documentado que algunas víctimas no necesitan
ser acosadas antes de adoptar esa actitud de sumisión. Incluso en
situaciones de ausencia de enfrentamiento, muestran “una gran
carencia de asertividad”. No inician la conversación, no tratan de
persuadir a sus compañeros verbalmente y, en general, son social-
mente incompetentes, pasivos y juegan, más que con sus compañe-
ros, en paralelo con ellos. Este comportamiento los delata como
objetivos para los acosadores que estén “a la búsqueda” de vícti-
mas. Por supuesto, una vez que han sido victimizados, los niños
sumisos mostrarán con mayor probabilidad conductas que actúan
como reforzadores para los acosadores, y comienza una espiral de
victimización que, en algunos casos trágicos, ha conducido hasta el
suicidio (Olweus, 1993).
No es sorprendente descubrir que esos rasgos que llevan a algu-
nos niños a convertirse en víctimas de los acosadores son valorados
negativamente por sus compañeros no acosadores (Randall, 1995).
56
BULLYING ENTRE ADULTOS
Las víctimas son rechazadas no sólo por los acosadores, sino tam-
bién por otros compañeros. Caen bien a pocos niños y mal a
muchos. Se quejan de estar solos y sufren de estrés por la carencia
de relaciones que les sirven de apoyo en su grupo de iguales. Con
frecuencia se quejan del colegio y odian asistir a él. Pretextan dolo-
res de cabeza, de estómago y otras dolencias para no tener que ir. El
hecho de que las víctimas no caen bien a los otros chicos es proba-
blemente la causa de que no reciban apoyo contra los acosadores.
Ciertos estudios han mostrado (por ejemplo, Randall, 1995) que los
niños no aprueban el bullying, pero que también tienen actitudes
negativas hacia algunos niños que son víctimas de bullying. En mi
propio estudio de factores sobre las actitudes hacia el bullying
(íbid.) se demostraba que hay un gran apoyo a las víctimas del
bullying en el nivel ideológico, pero que en la realidad los niños no
agresivos no perciben como bullying la conducta agresiva dirigida
a ciertas víctimas; parecen verlo como una especie de castigo por
ser el tipo de niño que son las víctimas.
Formaron parte de ese estudio 164 chicos y 152 chicas proce-
dentes de cuatro colegios públicos. Las edades iban desde 10 años
y 10 meses hasta 11 años y 8 meses. Las zonas de captación de
alumnos de los cuatro colegios eran prácticamente idénticas.
Estos colegios habían participado previamente en una inspección
cuyo propósito era determinar la naturaleza y el alcance del
bullying. Se distribuyó un cuestionario consistente en veinte
ítems que Rigby y Slee (1991) utilizan para sondear las actitudes
hacia las víctimas. Para decirlo con sus propias palabras: “la
mitad de los ítems estaban expresados en clave positiva (por
ejemplo, ‘los niños débiles necesitan ayuda’) y la otra mitad en
clave negativa (por ejemplo, ‘a nadie le gusta un flojucho’)”. Se
proporcionaban tres tipos de respuesta para cada ítem: de acuer-
57
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
do, no estoy seguro, en desacuerdo. Los resultados totales de apo-
yo a las víctimas, por consiguiente, podían abarcar de 20 a 60.
Tras un análisis de factores, había cuatro factores interpretables.
El factor 1, con la mayor proporción de la varianza, refleja una clara
opinión en contra del bullying. Se caracteriza por una opinión fuer-
temente negativa acerca de la naturaleza de los acosadores y un
rechazo del sometimiento de los demás. El factor 2 es un nítido
rechazo de las víctimas, percibidas como débiles y a las que se hace
responsables de la hostilidad que cae sobre ellas. El factor 3 se aso-
cia con la aprobación de la conducta hostil dirigida a los niños débi-
les. Finalmente, el factor 4 se asocia con la conducta orientada a
impedir el acoso.
Los resultados implicaban que la mayoría de los niños de esta
zona de la ciudad se oponen al bullying. Lo ven como algo indesea-
ble y creen que debe ser impedido. El factor más fuerte en este estu-
dio es con mucho un factor anti-bullying, mientras que el segundo
factor representa una marcada tendencia a rechazar a las víctimas.
Este último representa una actitud negativa significativa hacia las
características de las víctimas y, quizás, una repugnancia machista
hacia la debilidad. Lo que está claro en este estudio es que hay cier-
ta disociación del bullying con respecto a lo que les sucede a los
niños más débiles. Esto se deja ver al separar los componentes con-
ductuales del bullying (por ejemplo, ser insultado, ser empujado)
respecto del factor que define la debilidad de las víctimas. Hay
cierto grado de evidencia de que los niños desean distanciarse de
las víctimas y creen que éstas reciben lo que se merecen. ¿Significa
esto que los niños ven algunos comportamientos que los adultos
describirían como bullying como una especie de castigo aplicado
por los más fuertes sobre los indeseables?
58
BULLYING ENTRE ADULTOS
A la inversa, sin embargo, el cuarto factor indica un claro deseo
de que se castigue a los acosadores y se defienda a los niños. Este
factor es muy similar al tercer factor definido por Rugby y Slee
(1991) y concuerda con los resultados de otros estudios.
La díada acosador-víctima
Cada vez más, los investigadores consideran el acoso y la victi-
mización menos como el producto de características individuales
de acosadores y víctimas tomados por separado, y más como la
manifestación de una única interacción. Las díadas de acosadores
y víctimas son muy comunes. Existe una relación especial entre
ellos, dinámica en el sentido de que si cualquiera de ellos introdu-
ce un cambio el otro lleva a cabo una acción compensatoria, con el
acosador obteniendo la parte del león del refuerzo positivo y la
víctima tratando de sobrevivir lo mejor posible. Pepler y Craig
(1995) describen estas díadas como dependiendo en gran medida
de la actitud sumisa de la víctima, y señalan que, a medida que
ambos miembros de la díada se van aislando y alejando de la vida
social de su grupo de iguales, de un modo paradójico van depen-
diendo más el uno del otro para tener contacto social. Documenta-
ron más de 400 episodios de bullying grabando en vídeo compor-
tamientos ocurridos en el patio de distintos colegios de Toronto.
Estos episodios abarcan desde ligeras burlas hasta 37 minutos con-
tinuados de ataque físico. En este último caso, la víctima no hizo
intento de evitarlo, ni siquiera cuando intervino un maestro: los
tres niños implicados (la víctima y los dos acosadores) insistieron
en que sólo estaban jugando.
La misma díada trágica acosador-víctima puede observarse asi-
mismo en casos de bullying entre adultos. Las entrevistas que yo
59
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
mismo he realizado para mis estudios proporcionan varios ejem-
plos de ello, de los cuales el siguiente es uno de los más claros.
Estudio de caso
Joe, un hombre de 37 años empleado en la sección de informáti-
ca de una autoridad local, se puso en contacto conmigo a través de
una línea telefónica anti-bullying porque estaba avergonzado de su
comportamiento sumiso. Su jefe de área, un hombre dos años
menor que él, era un ex-jugador de rugby con un físico intimidante
que se divertía apabullando a Joe, un hombre delgado, asmático y
con gafas. Joe se encontró siendo utilizado para hacer demostracio-
nes de placajes de rugby, patadas de kárate y puñetazos de boxeo.
Incluso, en una ocasión fue utilizado como “pesas” en una demos-
tración de levantamiento de peso. El jefe de área, en un tono alegre
y falsamente cordial, se complacía en describirle a Joe, de manera
sexualmente explícita, lo que le gustaría hacerle a su mujer (la de
Joe). A Joe le parecía que la única manera de “desconectar” a este
acosador era reír sus gracias y ser el objeto de su diversión. Duran-
te un tiempo Joe adoptó la estrategia de atraer el humor grosero del
acosador sobre él temprano por la mañana, dado que, una vez que
éste se había “desahogado”, el resto del día transcurría razonable-
mente tranquilo.
Joe era consciente de que su modo sumiso de comportarse en
realidad estaba reforzando el hinchado ego del acosador, y
haciendo más probable que el bullying se convirtiera en un
hábito que no se terminara nunca. Joe se describía a sí mismo
como una parte de una díada acosador-víctima y necesitaba
desesperadamente saber cómo terminar con esta relación dispa-
ratada y trágica.
60
BULLYING ENTRE ADULTOS
Subgrupos de acosadores
Uno de los errores más extendidos tanto entre los profesionales
como entre el público en general es la idea de que los acosadores
son simplemente acosadores. De hecho, los investigadores han
demostrado que hay diferencias significativas entre la población
de niños, adolescentes y adultos que son descritos como “acosado-
res”, y que esas diferencias proporcionan pistas acerca de la evolu-
ción de su conducta. Hay un importante acuerdo con la tesis de
Olweus (1993) de que los acosadores se dividen en dos tipos, en
función básicamente de la frecuencia con que ellos mismos se con-
vierten en víctimas.
Esta distinción se ha dificultado por el hecho de que diferentes
investigadores han empleado terminologías diferentes; no obstan-
te, los términos utilizados por Olweus pueden ser entendidos por
todos. Él se refiere a acosadores que a veces son agresores y a veces
víctimas; son denominados como “acosadores reactivos”, “agreso-
res inefectivos” o, más comúnmente, à la Olweus, “víctimas provo-
cativas”. En mi propia experiencia estas víctimas provocativas son
niños dispuestos a continuar una pelea sin reparar en quién la ha
comenzado. Se enfadan con facilidad y convierten pequeños con-
flictos en enfrentamientos físicos, aunque a menudo terminan per-
diendo. En general, su conducta está motivada por una percepción
errónea de la provocación. A diferencia de los agresores proactivos,
estos niños muestran una estimación equivocada de las consecuen-
cias de acosar a compañeros victimizados y no victimizados. Quie-
ren conseguir algún tipo de recompensa tangible como resultado
de su agresión, pero parecen incapaces de averiguar qué niños res-
ponderán a la agresión y cuáles no, de manera que con frecuencia
terminan siendo ellos mismos las víctimas. Perry, Williard y Perry
(1990) estudiaron 175 alumnos de 4º a 7º curso, con el propósito de
61
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
estimar la probabilidad de que se produjeran distintas consecuen-
cias en una hipotética agresión a compañeros de clase victimizados
y no victimizados. Los sujetos del estudio esperaban con más pro-
babilidad recompensas tangibles cuando consideraban una agre-
sión hacia compañeros de clase victimizados y esperaban también
signos de sufrimiento de la víctima. Mientras que, al mismo tiem-
po, si consideraban una agresión contra compañeros de clase no
victimizados, les parecía menos probable la toma de represalias. Es
notable que, al considerar una agresión hacia compañeros de clase
victimizados, lo que más preocupaba a los niños era asegurar
recompensas tangibles. Mientras que, si imaginaban una agresión
contra compañeros de clase no victimizados, les preocupaba menos
la idea de hacer daño a sus víctimas o la idea de las represalias que
sus víctimas pudieran tomar. Este descubrimiento demuestra de
nuevo que muchos niños ven a los niños victimizados como, en
cierto sentido, merecedores de castigo, y que, por consiguiente, su
empatía hacia ellos está embotada. Se trata de una especulación,
pero me parece altamente probable que muchos de esos niños victi-
mizados, esos de cuyo dolor los sujetos del estudio no parecen
preocuparse, son de hecho las víctimas provocativas.
Los agresores proactivos son los acosadores calculadores, fuer-
tes, del estereotipo generalmente extendido. Son los niños que
seleccionan cuidadosamente las víctimas apropiadas y saben exac-
tamente qué tipo de recompensas pueden esperar. No son irasci-
bles y no se embarcan en una agresión a no ser que estén razona-
blemente seguros de obtener algo positivo de ella. A diferencia de
las víctimas provocativas, no se alteran emocionalmente con facili-
dad y pueden manejar el conflicto exitosamente. Aunque están a la
búsqueda de provocaciones, no necesitan sentirse provocados para
embarcarse en actividades de bullying; su intención es asegurarse
62
BULLYING ENTRE ADULTOS
las recompensas asociadas con sus víctimas particulares. A diferen-
cia de lo que ocurre con las víctimas provocativas, estas emociones
no interfieren con su cognición social. Por consiguiente, son capa-
ces de retirarse cuando se dan cuenta de que es probable que pier-
dan; no hay en ellos un exceso de excitación que les lleve a mante-
ner una línea de acción condenada al fracaso.
No es sorprendente que, en la edad adulta, las víctimas provo-
cativas son las que tienen las mayores dificultades de ajuste social y
que, cuando se convierten en acosadores domésticos, muestran la
misma tendencia que ya tenían de niños a culpar a los demás de la
provocación. Cometen los mismos errores cognitivos y atribuyen
hostilidad a sus parejas, incluso cuando esa agresividad no existe.
Luego utilizan esa interpretación equivocada para justificar la vio-
lencia que cometen. El modelo que dan a sus hijos es de agresivi-
dad, de manera que no es extraño que sus hijos también tengan
una conducta agresiva al crecer.
Tener el control
Todo el mundo necesita controlar los acontecimientos, las cir-
cunstancias y el entorno físico que influyen en sus vidas. Para el
niño, llegar a ser independiente implica adquirir cada vez un mayor
control. Este control está mediado por el incremento de la conducta
prosocial, que impide que la necesidad de control adopte una forma
que impacte negativamente en otros. Tal como se ha mostrado, los
acosadores abusan del desequilibrio de fuerzas para controlar a sus
víctimas, y el refuerzo para ello procede en gran medida de la con-
ducta subsiguiente de sus víctimas. Este tipo de niños actúan con
una perspectiva a corto plazo, se les da peor determinar cuál será el
efecto a largo plazo de las relaciones personales. Esto parece estar
63
EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING
relacionado en gran medida con el estilo de disciplina de los padres,
especialmente de la madre. Por ejemplo, Hart, Ladd y Burleson
(1990) exploraron las relaciones entre los estilos disciplinarios de las
madres, las expectativas que los niños tienen sobre los efectos de las
estrategias sociales y el estatus del niño en su grupo de iguales.
Ciento cuarenta y cuatro madres y sus hijos participaron en este
estudio, para el que se aprovechó una serie de entrevistas realizadas
en las casas de los niños antes del comienzo del año escolar. Con el
curso empezado, se averiguó en las aulas la posición social de cada
uno. Los hijos de madres que eran más autoritarias en su estilo dis-
ciplinario tenían menos aceptación entre los compañeros y solían
esperar buenos resultados del uso de métodos enérgicos y agresivos
para resolver conflictos entre iguales. Esas estrategias a corto plazo
suponían muchas amenazas de violencia contra otros niños o el uso
de reacciones físicas de similar grado. A cambio, los niños que espe-
raban usar estrategias enérgicas y hostiles gozaban de menos popu-
laridad y eran menos aceptados por sus compañeros. Así, los niños
que usaban estrategias agresivas a corto plazo para resolver conflic-
tos y dominar en las relaciones personales podían obtener un refuer-
zo positivo tangible a corto plazo pero a la larga salían perdiendo a
causa de su impopularidad. Por consiguiente, todo indica que tener
el control no siempre asegura ventajas a largo plazo.
Bullying femenino
El bullying se ha estudiado sobre todo en chicos porque su con-
ducta es mucho más abiertamente agresiva. Sin embargo, hay prue-
bas de que en las chicas aparece por lo menos con la misma frecuen-
cia (Smith y Sharp, 1994), pero se nota menos debido a su naturaleza
más sutil y disimulada. Dada la definición de bullying como la inten-
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  • 5.
  • 6. Peter Randall 155 BULLYING ENTRE ADULTOS Agresores y víctimas C r e c i m i e n t o p e r s o n a l C O L E C C I Ó N ERRNVPHGLFRVRUJ
  • 7. Título de la edición original: Adult Bullying. Perpetrators and Victims © Traducido de la edición original inglesa publicada por Routledge, una compañía del grupo Taylor and Francis, 1997 Traducción: Guillermo Lapiedra © EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2011 Henao, 6 - 48009 Bilbao www.edesclee.com info@edesclee.com Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos –www. cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Printed in Spain - Impreso en España ISBN: 978-84-330-2486-2 Depósito Legal: BI-1110-11 Impresión: RGM, S.A. - Urduliz
  • 8. ÍNDICE Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 1. Bullying entre adultos: definición y circunstancias. . . . . 13 2. El refuerzo positivo del bullying . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 3. Déspotas locales: el bullying en el vecindario . . . . . . . . . 71 4. Bullying en el lugar de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 5. Creación de la personalidad acosadora. . . . . . . . . . . . . . . 137 6. Creación de la personalidad víctima . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 7. Comprometer a los empresarios contra el acoso laboral 191 8. Prevención y resolución del bullying en el lugar de trabajo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 9. Prevención del bullying en la comunidad. . . . . . . . . . . . . 267 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
  • 9.
  • 10. 9 PREFACIO El origen de este libro no debe buscarse tanto en el estudio aca- démico de la agresión como en el descubrimiento sorprendente de que muchas víctimas adultas necesitan ayuda tan desesperada- mente que están dispuestas a recurrir a una línea telefónica creada para atender a niños. Cuando mi colega Mike Donohue y yo pu- simos en marcha un proyecto municipal para combatir el bullying1 1. Bullying es un vocablo inglés que designa al acto de causar daño intenciona- damente a otros, recurriendo a la violencia verbal, la agresión física u otros medios más sutiles de coerción tales como la manipulación. Se utiliza prefe- rentemente, aunque no exclusivamente, para referirse al acoso en los colegios e institutos. No disponemos de un equivalente exacto en español, y lo más común es traducirlo por “acoso escolar”. En este libro, sin embargo, no resul- ta posible aplicar este expediente, ya que la intención del autor es justamente hacer extensivo el término a las relaciones entre adultos: resulta carente de sentido hablar del “acoso escolar entre adultos”, como es manifiesto. Otra traducción, tal vez la más exacta, sería “matonismo” (la conducta de quien quiere imponer su voluntad por la amenaza o el terror, según el DRAE). Con todo, hemos descartado esa opción por tratarse de un término desusado. La palabra “acoso” en general, sin adjetivar (escolar, sexual, laboral…), habría sido una buena candidata de no ser porque el autor del libro distingue entre bullying y harassment, que es el término que más apropiadamente se pue- de traducir por “acoso”, y establece una gradación entre ellos: el primero es más fuerte que el segundo, e incluye un componente de agresión o amenaza
  • 11. 10 e incluimos una línea telefónica como parte de sus servicios, nos sorprendió enormemente encontrar que una tercera parte de las llamadas eran de adultos que pedían ayuda para ellos mismos, porque estaban sufriendo acoso e intimidación. Al escuchar sus casos, descubrimos que el bullying entre adul- tos constituye una realidad impactante, desconocida por la mayo- ría de la población. El bullying sigue viéndose como un problema para los niños en los colegios, y la mayoría de la gente ni siquiera sospecha el alcance, la gravedad y profundidad del dolor que gene- ra entre los adultos todos los días y en casi todas partes. Los acosa- dores adultos son el azote del lugar de trabajo, los vecindarios y las familias, y crean entornos contaminados donde mengua la autoes- tima, se pierde la confianza y se impide el desarrollo de las capaci- dades. Las víctimas también experimentan una gran vergüenza por su incapacidad para controlar sus propias vidas una vez que han caído en las manos de acosadores más fuertes que ellos. Hasta que no comienzan a hablar con otras víctimas o con asesores que conozcan la especificidad del problema, no caen en la cuenta de que no están solos y de que hay una solución. Este libro prepara el terreno para hallar estas soluciones, las mejores de las cuales consisten en estrategias preventivas, basadas en el conocimiento de la naturaleza del bullying entre adultos. Está escrito con el propósito principal de generar ese conocimiento, par- tiendo de una consideración de lo que es realmente el bullying entre adultos y continuando con un examen de cómo y por qué física. A la vista de que el término inglés bullying es ya suficientemente cono- cido y utilizado tanto en la literatura especializada como en el periodismo, hemos optado, pues, por dejarlo sin traducir. No obstante, utilizaremos los derivados del término “acoso” (“acosador”, etc.) para traducir los derivados del término bullying, así como el propio sustantivo “acoso” cuando no haya lugar a ambigüedad. [N. de T.] BULLYING ENTRE ADULTOS
  • 12. 11 PREFACIO algunas personas se convierten en acosadoras y otras se convierten en víctimas. Esto proporciona la base para una descripción del bullying entre adultos en los dos lugares en que principalmente hace su aparición: el lugar de trabajo y el vecindario. Para ofrecer esas descripciones y fundamentarlas teóricamente, hemos recurrido a un gran número de estudios de casos personales. Se trata de clientes de servicios organizados por mis colegas y por mí mismo, y sirven no solo para ilustrar los temas principales de este libro, sino también para demostrar la importancia del proble- ma del bullying entre adultos. La valentía de estos clientes al admi- tir su condición de víctimas es digna de encomio. Les agradezco que me hayan permitido incluir sus situaciones en este libro. Agradezco asimismo los enormes esfuerzos llevados a cabo por mis colegas Mike Donohue, Vic Mason, Tim Allcott y Jon Parker, cuyos trabajos con este tipo de víctimas me sirvieron de inspira- ción. Como integrantes de un equipo de la Universidad de Hull que trabaja para el Programa de Asistencia al Trabajador, han desa- rrollado enfoques cognitivo-conductuales innovadores para estu- diar los problemas que sufren las víctimas, enfoques que se mere- cen un detallado examen en otro libro. Agradezco también el apo- yo que he recibido de Lesley Towner, un esforzado director de Asistencia al Trabajador, que me ha ayudado mucho con la sección sobre las políticas y procedimientos diseñados para prevenir y paliar el acoso laboral. Finalmente, debo dar las gracias al pequeño ejército de personas de todas las condiciones sociales que han con- tribuido con su tiempo, su apoyo y su pericia a examinar y abordar los problemas de bullying que sacamos a la luz en varias pequeñas comunidades. Albergo la esperanza de que este libro contribuirá a estimular la investigación intensiva necesaria para que podamos llegar a comprender plenamente la naturaleza del bullying entre
  • 13. 12 BULLYING ENTRE ADULTOS adultos y, de este modo, definir las estrategias que han de ponerse en práctica en todas partes para detener lo que se ha convertido en una epidemia oculta de agresión deliberada.
  • 14. 13 BULLYING ENTRE ADULTOS Definición y circunstancias La agresión es algo demasiado corriente en nuestra sociedad moderna, pluralista y competitiva. Aunque la mayoría de nosotros no hemos sufrido la letal violencia de la guerra, el terrorismo ni la brutalidad que acompaña al crimen, sí que nos hemos encontrado ocasionalmente con conductas que describiríamos como agresivas. Hay una gran variedad de ellas, desde la grosería verbal hasta la amenaza de violencia o el contacto físico doloroso, pasando por los rumores que nos conciernen, el chismorreo malintencionado o el rechazo abierto por parte de nuestros familiares o compañeros de trabajo. La agresión, bien en forma de violencia física, bien en for- ma de hostigamiento taimado, es un lamentable componente de la naturaleza humana. Es difícil definir qué es exactamente la agresión. Y esta falta de definición ha hecho extremadamente dificultoso su estudio siste- mático. Es probable que esta dificultad haya sido una causa, al menos parcial, de la aparente indiferencia con que reaccionamos ante formas de agresión sutiles y no tan sutiles en el lugar de traba- jo y en el vecindario. No parece razonable utilizar la misma pala- 1
  • 15. 14 BULLYING ENTRE ADULTOS bra, “agresión”, para referirnos tanto a los que unos vecinos enoja- dos se hacen el uno al otro a través de la valla del jardín, como a la destrucción intencionada de cientos de vidas por parte de terroris- tas, los disturbios callejeros o el horror de la limpieza étnica. Sin embargo, a pesar de la dificultad de dar con una definición operativa, la palabra “agresión” provoca un efecto en todos noso- tros; en un nivel u otro, la entendemos y podemos utilizarla para comunicarnos con los demás. Probablemente, la mayoría de noso- tros, incluyendo a los psicólogos como yo mismo, aceptaríamos la vieja definición de agresión de Buss (1961): “una conducta que pro- porciona estímulos nocivos a otro organismo”. La mayoría estaría- mos de acuerdo en que lo que calificamos como agresión involucra la estimulación desagradable de un ser humano por parte de otro u otros, ya sea que adopte la forma de un puñetazo que te rompe un hueso, ya la de un insulto pronunciado desde el otro lado de la mesa durante la comida de Navidad. Y también incluiríamos en lo que entendemos por agresión el bullying en todas sus variantes, porque la mayoría estaríamos de acuerdo en que, aparte de cual- quier otra cosa que los acosadores puedan hacer, ciertamente nos proporcionan estímulos nocivos. Lamentablemente, la frecuencia con que nos encontramos con una agresión está creciendo; este es el caso, sin duda, de los conflic- tos en los lugares de trabajo. En los Estados Unidos el problema ya es extremo. Por ejemplo, el “Instituto Nacional para la Seguridad y la Salud en el Trabajo” registró, durante los siete primeros meses de 1993, más de mil asesinatos en el lugar de trabajo, seis millones de amenazas y más de dos millones de agresiones físicas a trabajado- res (Van Aalten, 1994). Una investigación del “Centro para el Con- trol de las Enfermedades” muestra que en los Estados Unidos cada semana se cometen quince asesinatos en el lugar de trabajo, lo que
  • 16. 15 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS convierte al asesinato en la tercera causa de muerte en el trabajo. Para las mujeres, este estudio demuestra que es la principal causa de muerte en el trabajo. A la vista de estas estadísticas, no es sor- prendente que uno de cada cuatro trabajadores en los Estados Uni- dos afirme haber sido acosado, atacado o amenazado en el trabajo al menos una vez en un período de un año (Jonson e Indvik, 1996). Estos hechos y otros relacionados hacen de los Estados Unidos uno de los lugares donde más homicidios se cometen, con un índice diez veces mayor que el del Reino Unido (Olsen, 1994). No obstan- te, este dato no es un motivo para la autocomplacencia de los britá- nicos, ya que el índice es demasiado alto en el Reino Unido. En una investigación aún inédita he podido leer que uno de cada cuatro adultos residentes en barrios deprimidos afirman haber sido acosa- dos o atacados por sus vecinos. La mayoría de ellos no pedía ayuda a la policía porque estaban demasiado atemorizados. Aquellos que encuentran los resultados de estas investigaciones sorprendentemente elevados quieren saber de dónde procede toda esta agresividad y por qué están creciendo sus índices. Según algu- nos autores (por ejemplo, Kelleher, 1995), una de las causas princi- pales del incremento de la agresividad en la sociedad es la cultura del espectáculo. Su libro se refiere a Estados Unidos, pero, dada la fuerte influencia que ese país ejerce sobre la industria del espectá- culo del resto del mundo, es razonable pensar que sus conclusio- nes pueden, en algún grado, extrapolarse a cualquier otro país. La televisión constituye una influencia especialmente poderosa. En 1991, los estudios al efecto indicaban que 237 millones de esta- dounidenses tenían acceso diario a programas televisivos. Sus apa- ratos de televisión permanecían encendidos entre cuatro y ocho horas diarias, de manera que la capacidad de influencia de la tele-
  • 17. 16 BULLYING ENTRE ADULTOS visión es masiva. Esta influencia no siempre es positiva. La “Aso- ciación Psicológica de América” estimó ese mismo año que los ado- lescentes de trece años habían visto, por término medio, más de cien mil actos violentos en la televisión, de los cuales aproximada- mente ocho mil fueron asesinatos. El mismo informe también cons- tataba que en los dibujos animados infantiles aparece, por término medio, un acto violento cada quince segundos, cifra que puede incrementarse en torno a un 10% en una década. Incluso si descontamos las otras fuentes de violencia a las que está expuesta la población (cine, vídeos, muchos deportes, novelas, comics, etc.), esta avalancha de violencia se introduce en la vida del 98% de nosotros como una forma de espectáculo. Y la mayor parte de las veces, se presenta como algo atractivo. Así, el héroe de una famosa serie de películas no se distingue por su ingenio o su capa- cidad intelectual, sino por la cantidad de criminales que aniquila, de muy variadas maneras, aunque todas igualmente sangrientas. La violencia en televisión engendra además un área de la indus- tria juguetera muy rentable, con todo tipo de muñecos armados hasta los dientes, diseñados para luchar y mutilarse entre sí. Miem- bros y cabezas extraíbles permiten un horrendo realismo. Los padres aceptan tanto los juguetes como las películas por su capaci- dad de entretener, sin pararse a considerar las consecuencias a lar- go plazo. Hace tiempo reuní las pruebas disponibles con respecto a la violencia en la pantalla y escribí varios artículos dirigidos al público no especializado, con el objeto de explicar sus efectos a los padres (uno de esos artículos se incluye como apéndice a este capí- tulo). Recibí muchas cartas de agradecimiento, pero casi otras tan- tas de queja por haber hecho sentirse culpables a los padres que dejan a sus hijos frente a la televisión mientras ellos atienden a sus propios asuntos.
  • 18. 17 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS Es poco común fijarse en el otro lado de la violencia en la panta- lla. Una razón es que resulta poco probable que los productores de los programas renuncien a los enormes ingresos generados por la violencia mediática, y otra razón es que la nuestra no es una cultu- ra amante de la paz. La historia de las Islas Británicas está empapa- da de sangre, muerte y masacres, y todavía hoy en día se siguen celebrando los agresivos vestigios del colonialismo. Por lo tanto, la no violencia se ve como algo negativo. ¿Qué es el bullying? No existen definiciones del bullying comúnmente aceptadas. A pesar de que las personas adultas tienen las ideas claras acerca de este tema, existe una disparidad considerable. Generalmente, se piensa que es suficiente definirlo enumerando las conductas pro- pias del bullying entre adultos. La siguiente es una muestra repre- sentativa de las respuestas de un determinado vecindario cuando se les pidió que definieran el bullying: “En el trabajo, es cuando el jefe me pone en ridículo delante de los demás”. “Bullying es cuando los miembros de la familia S… nos gritan palabrotas por la calle”. “Es lo que me ocurre cuando abro el buzón y me encuentro excrementos de perro dentro”. “Es lo de pegar palizas a los asiáticos que viven en el barrio”. “Es cuando los adolescentes bloquean la acera y tienes que andar por la calzada”. Ninguna de estas descripciones dice lo que es el bullying, se limitan a mencionar algunas de sus manifestaciones. También los
  • 19. 18 BULLYING ENTRE ADULTOS investigadores definen el bullying de varias maneras diferentes. Veamos los siguientes ejemplos: “Un estudiante está siendo acosado o victimizado cuando es expuesto, repetidamente y a lo largo de un periodo de tiempo, a accio- nes negativas por parte de otro u otros estudiantes”. (Olweus, 1980) “El bullying puede ser descrito como el abuso sistemático de poder”. (Smith y Sharp, 1994) “El bullying es la agresión repetida, verbal, psicológica o física, ejercida por un individuo o grupo contra otros”. (Pautas para combatir la conducta acosadora en las escuelas de Primaria y Post-primaria, 1993) La principal similitud entre estas definiciones es la indicación de que el bullying es repetido o sistemático, no una acción aislada, sino una sucesión de eventos abiertamente agresivos. No obstante, el bullying contiene algo más que el factor de la agresión repetida. Está también la intención de infligir dolor en cualquier forma que el acosador escoja, como revela el siguiente estudio de un caso particular: Estudio de caso James, de 30 años, tiene una larga historia de agresividad que se remonta a la época del parvulario. Con los años, ha conseguido ejercer su agresividad de forma indirecta. Ahora es el cabecilla de un pequeño grupo de jóvenes que lo admiran y que, siguiendo sus instrucciones, intimidan físicamente a ciertos “blancos fáciles” para sacarles dinero. James se costea con ese dinero su adicción a la cocaína. ¿Es este un caso de bullying entre adultos? El 89% de las perso- nas que contestaron un test que llevé a cabo (Randall, 1994) respon-
  • 20. 19 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS dieron que sí lo era, bien inmediatamente o bien tras reflexionarlo un rato. Tuvieron en cuenta que, aunque James no llevaba él mis- mo a cabo la agresión, sí que la planeaba con la intención de obte- ner un beneficio de ella. Debemos contrastar este caso con un segundo estudio: Estudio de caso Sally, de 28 años, es una madre con tres hijos a los que atender. Los tres son menores de seis años y Sally tiene dificultades para controlarlos. Sus juegos ruidosos y sus gritos provocan las quejas de los vecinos. Ya han tenido lugar varias discusiones violentas entre Sally y los vecinos. La policía ha tenido que intervenir en dos ocasiones, después de que ella golpeara a otras mujeres con oca- sión de esas discusiones. Estas mujeres habían criticado su manera de manejar a los niños. El mismo grupo de personas en la encuesta opinaron que en este caso se trataba de una agresión impulsiva, más que de bullying propiamente dicho. Tal como lo expresaron los encuestados, la diferencia entre estos dos casos es que Sally no había planificado los daños que infligió, sino que lo hizo impulsivamente. Muchos ejemplos de agresión humana deben ser analizados de ese modo; lo cual nos lleva a la conclusión de que, sean cuales sean las otras características que el bullying pueda tener y la forma que pueda adoptar, los acosadores son siempre individuos agresivos que generan dolor o miedo al dolor intencionadamente (Randall, 1991). Por esta razón, la definición operativa de bullying que aquí vamos a emplear es la siguiente: El bullying es la conducta agresiva que procede del intento deliberado de causar daño físico o psíquico a otros.
  • 21. 20 BULLYING ENTRE ADULTOS Mientras que esta definición pone el énfasis en la agresión y la intención, no se refiere a los factores de repetición o frecuencia, a diferencia de las definiciones citadas anteriormente. Hay una bue- na razón para ello. La conducta agresiva no tiene por qué ser regu- lar o repetida para poder ser calificada como bullying. Considere- mos el siguiente ejemplo de un hombre de 27 años, trabajador social en un hospital psiquiátrico en Florida: Estudio de caso Creo que a causa de mi baja estatura, tanto los pacientes como los empleados han intentado intimidarme varias veces en el pasa- do. Normalmente sé cómo arreglármelas, pero un enfermero jefe realmente corpulento pudo conmigo. Me llamó a su despacho y, sin mediar palabra, me propinó un puñetazo en el estómago. A continuación, puso una aguja apuntándome a un ojo y me dijo que si no obedecía todas sus órdenes sin rechistar, ya sabía lo que me esperaba. Esa fue la única vez que me agredió, pero a partir de entonces me propuse no contrariarlo nunca. Este es un caso claro de bullying y, sin embargo, la víctima lo sufrió una sola vez. A esto se suele responder que lo importante aquí es el miedo a que se repita la agresión, no tanto el incidente ocurrido. En muchos casos esto es así, tal como señalan muchas víctimas, pero se trata más de una característica de las víctimas y de su interpretación de la personalidad de los acosadores, que de una característica de la conducta misma. La cuestión de la intención como componente esencial del bullying es algo en lo que están de acuerdo la mayoría de las vícti- mas. Saben que son víctimas porque sus acosadores los han elegido para que lo sean. Este aspecto es destacado también en una defini-
  • 22. 21 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS ción anterior de agresión, ofrecida hace años por los psicólogos sociales. Por ejemplo, Dollard (1939) definió la agresión como “un acto cuyo objetivo es perjudicar a un organismo” (p. 11). El término “objetivo” implica la motivación y el esfuerzo por causar daño, de modo que la agresión se entiende como la conducta final de una secuencia motivada de actividades. Dollard concluyó que la emi- sión de estímulos nocivos tiene que ser intencional, y estableció una distinción entre las víctimas de acciones impulsivas e irrespon- sables, por un lado, y las de acciones deliberadamente agresivas, por el otro. Muchos psicólogos conductistas, sin embargo, se oponen a la inclusión de la intencionalidad en este tipo de definiciones. Por ejemplo, Buss (1961) cree que es innecesario incluir el concepto men- talista de intención en la definición de agresión, porque no hay modo de someter a escrutinio científico un concepto de este tipo. Sin embargo, la palabra “agresión” es también, sin duda, un concepto mentalista, puesto que no es más que una etiqueta verbal adscrita a determinados tipos de conducta que proporcionan estímulos agresi- vos. Parece inevitable tomar en consideración a la intención en cual- quier discurso sobre el bullying. Puede ocurrir perfectamente que una persona sufra dolor como efecto de la conducta de otra persona sin que eso signifique necesariamente que esta última sea agresiva. Por ejemplo, un médico que está tratando con quimioterapia a un paciente aquejado de cáncer está intencionadamente haciendo algo que causa dolor y molestias a ese paciente, pero su motivación no es agresiva, sino todo lo contrario. Pero el jefe de cocina que propina un cachete en la nuca frecuentemente a sus jóvenes y atemorizados camareros está, sin duda, queriendo causarles dolor. El concepto de intención viene acompañado de expectativa. No se trata solamente de que los acosadores tengan la intención de
  • 23. 22 BULLYING ENTRE ADULTOS hacer daño, sino que también esperan que su conducta hará daño. Por consiguiente, los agresores deben pensar que tienen una proba- bilidad mayor que cero de que su agresión “dañe” a su objetivo (Kaufmann, 1970). En la guerra, ningún soldado dispararía su fusil si creyera que no tiene ninguna posibilidad de alcanzar a un ene- migo. De manera semejante, la encargada de una tienda no intenta- rá extender rumores maliciosos acerca de una de sus empleadas si no piensa que hay posibilidades de que esos rumores lleguen a oídos de alguien y hagan algún daño. La expectativa y la intención van de la mano, y no resulta sorprendente que sean ingredientes esenciales de todas aquellas conductas calificadas como agresivas. Por consiguiente, si volvemos a la definición operativa de bullying, resulta evidente que comparte tres componentes principales con las definiciones operativas de agresión: 1. Tanto el bullying como la agresión implican la emisión delibera- da de estímulos nocivos de una persona hacia otra. 2. Estos estímulos se emiten con la plena intención de dañar al receptor, la víctima. 3. El acosador actúa de ese modo únicamente cuando está conven- cido de que esos estímulos nocivos alcanzarán su objetivo. Admito que esta definición es operativa solo en la mayoría de los casos, que hay otras formas de agresión y de bullying que no encajan completamente con estas tres características principales. Hay, por ejemplo, un tipo de agresión que se lleva a cabo impulsi- vamente, provocada por la ira, y que a menudo se manifiesta en comportamientos no calculados y sin sentido, no dirigidos a infli- gir un daño particular. Sin embargo, la mayoría estará de acuerdo en que la definición previamente ofrecida de bullying, que contiene estas características, encaja con la mayor parte de sus propias expe-
  • 24. 23 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS riencias. En consecuencia, esta definición operativa será la que uti- lizaré en las consideraciones acerca del bullying que se llevan a cabo en este libro. Agresión instrumental y agresión afectiva Es evidente que existe una multiplicidad de antecedentes y con- secuencias que estimulan y mantienen las distintas variedades de conducta agresiva que sufren las víctimas. Pero podemos conside- rar que hay dos clases determinadas de agresión que abarcan la mayoría de los casos de agresión. La agresión afectiva es la que va acompañada por fuertes emociones negativas. La ira es un estado emocional que estimula la conducta agresiva. Se suele considerar que la ira es una condición que primero inicia y después mantiene la conducta agresiva. Por lo común, la ira surge a partir de una pro- vocación, y la agresión tiene como objetivo infligir un perjuicio o un daño al provocador (Feshbach, 1964). Esta agresión altamente emocional viene acompañada por distintos cambios en el sistema nerviosos central y autónomo (o vegetativo), que originan un incre- mento del flujo sanguíneo que riega la musculatura, elevan la pre- sión sanguínea y las pulsaciones, dilatan las pupilas y disminuyen el flujo de sangre que riega las vísceras (Johansson, 1981). Resulta evidente a cualquiera que se haya encolerizado y, a pesar de ello, no se haya comportado de forma agresiva, que este sentimiento de ser provocado no tiene por qué causar indefectible- mente una conducta agresiva, incluso en las ocasiones en que la emoción subyacente de ira es muy fuerte. Ocurre con frecuencia que las víctimas de bullying se enfadan e incluso se enfurecen, pero a pesar de ello se sienten incapaces, por la razón que sea, de tomar represalias contra aquellos que les atormentan. Este tipo de reac-
  • 25. 24 BULLYING ENTRE ADULTOS ción no se limita a las víctimas. De hecho, Berkowitz (1983) sostiene que la agresión caracterizada por la violencia efectiva no está nece- sariamente motivada por la ira o cualquier otra emoción fuerte. Él ve las conductas agresivas como parte de redes asociativas, que pueden llegara a ser muy extensas, en las que emociones, disposi- ciones y cogniciones asociadas con acciones agresivas pueden ser estimuladas por otros factores con los que hayan estado estrecha- mente asociadas. Esto nos lleva a considerar la agresión instrumental, que es un tipo de conducta que carece de una base emocional fuerte, pero que pue- de llegar a ser extremadamente agresiva. Puede agredirse a otros con toda la intención de dañarlos sin estar necesariamente encoleri- zado con ellos. La agresión instrumental es un medio para algún fin deseado, distinto del de causar daño. El atraco de un banco o la defensa propia son ejemplos obvios de agresión instrumental. La defensa de la nación en tiempos de guerra es también un ejemplo de agresión instrumental encaminada al mantenimiento de los dere- chos territoriales y civiles de los países enfrentados. Otro uso común de la agresión instrumental es el intento por parte del agresor de establecer o conservar alguna modalidad de poder sobre la otra per- sona (Tedeschi, 1983). No resulta sorprendente, por consiguiente, que al tratar a pacientes con disfunciones psicológicas relacionadas con el estrés, un antecedente común a todas ellas sea el haber sufri- do actos altamente agresivos que se llevaron a cabo simplemente con el objetivo de establecer sobre ellas alguna forma de domina- ción. La cuestión del “poder” es central aquí, y resulta difícil encon- trar ejemplos en los que el bullying no involucre una asimetría de poder a favor del acosador. En efecto, Olweus (1993) dice con res- pecto al bullying que, por encima de cualquier otra característica que pueda tener, debe existir siempre una asimetría de poder.
  • 26. 25 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS A partir de estas descripciones de la agresión afectiva e instru- mental, vemos que el bullying incluye a ambas, según cuáles sean las motivaciones del acosador. Esta vinculación, intrínseca al bullying, entre los dos tipos de agresión queda ilustrada por los dos siguientes estudios de casos particulares: Estudio de caso: La agresión afectiva en el bullying A sus 35 años, Judith era consciente de su disposición a la envi- dia. Había sido un rasgo de su adolescencia, que le dio no pocos problemas en el instituto. Más adelante, cuando empezó a trabajar en un banco, este rasgo de su carácter no tardó en ganarle la antipa- tía de sus compañeros de trabajo: no aguantaban sus continuas invectivas dirigidas a su inacabable serie de blancos. Se había esforzado por ponerle un freno. Ciertamente, su matri- monio con un hombre tranquilo y el nacimiento de su hija cuando ella tenía 25 años contribuyeron mucho a suavizar la ira que sentía cada vez que conocía a gente que era “mejor” que ella en algún res- pecto, según su propia percepción. Cuando su hija tenía 10 años e iba siendo más independiente, su marido trabajaba cada vez más tiempo fuera. La influencia mode- radora de los dos se debilitó a medida que pasaba menos tiempo con ellos. Una pareja joven se instaló en la casa contigua, y Judith descubrió que la mujer también trabajaba en un banco y que había ascendido hasta un puesto equivalente al suyo en una tercera parte del tiempo que ella necesitó para ello. Judith no pudo aceptarlo. Se sintió insultada y avergonzada. Sus viejas costumbres de acosadora afloraron con violencia a la superficie. Emprendió una campaña destructiva extendiendo rumores acerca de la mujer por todo el vecindario.
  • 27. 26 BULLYING ENTRE ADULTOS Al principio se limitaba a comentarios groseros acerca de las minifaldas de su vecina, pero pronto comenzaron los comenta- rios vagos que sugerían que tenía un amante. Inevitablemente, los rumores llegaron a oídos del marido y, durante un breve período, eso provocó una gran tensión y desconfianza en la joven pareja. Llegado ese punto, Judith se había creído sus pro- pias mentiras, de manera que no se echó atrás ni siquiera al ser confrontada con la propia pareja. La mujer estaba muy angustia- da. Ella y su marido terminaron mudándose. Judith se sintió jus- tificada. La agresión que está a la base de este ejemplo de bullying es cla- ramente de la variedad afectiva. Fuertes emociones negativas pre- ceden a la conducta de acoso, pero también está claro que Judith no reaccionó a ellas impulsivamente. En vez de ello, moderó cuidado- samente su conducta, de forma que su agresión fuese indirecta y calculada para hacer el máximo daño. Estudio de caso: La agresión instrumental en el bullying Cuando su tercer hijo empezó a ir al colegio, Danielle volvió a trabajar como contable. Tenía entonces 37 años. Se sentía mayor en comparación con las otras trabajadoras de la Oficina de Subvencio- nes del Ayuntamiento, mucho más jóvenes que ella. La jefa de su oficina, Linda, doce años menor que ella, se había opuesto a su contratación. El primer día de trabajo, Linda le dijo que no quería tener en su oficina a gente de la edad de Danielle y que estaba dis- puesta a intentar que se marchara o que la transfirieran. A partir de ese momento: t TFFNQF×ØFODSJUJDBSMBDBMJEBEEFMUSBCBKPEF%BOJFMMF t MBIVNJMMBCBEFMBOUFEFMBTPUSBTNVKFSFT
  • 28. 27 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS t WJHJMBCBRVF%BOJFMMF OPSNBMNFOUFVOBQFSTPOBQVOUVBM OPTF fuera ni un minuto antes de la hora ni llegara un minuto más tarde; t OPMFDPODFEJØB%BOJMMFMPTEÓBTMJCSFTRVFÏTUBMFTPMJDJUØZ t MBBDPTBCBWFSCBMNFOUFTJFNQSFRVFTFQSFTFOUBCBMBPDBTJØO Danielle resistió siete meses y después pidió un traslado. El día que se fue, Linda le dijo que no se trataba de nada personal. Sim- plemente no le gustaba la gente mayor y tenía que demostrar su oposición a que hubieran contratado a Danielle sin su aprobación. Esta es una agresión instrumental. Hay poca emoción negativa, pero una fuerte determinación de ganar a toda costa. La víctima podría haber sido cualquiera que se hallase en las mismas circuns- tancias. Estos dos casos muestran que el bullying puede ser tanto afecti- vo como instrumental. Pero en ambos casos hay un blanco que es dañado por una persona más poderosa, el acosador, y una conduc- ta que tiene la intención de dañar. Bullying o harassment Adams (1992) señala que siendo el bullying en el trabajo una de las mayores causas de estrés en los trabajadores, en general ha tar- dado en ser reconocido. Una de las razones de este hecho, según me han indicado algunos directivos, ha sido la resistencia a aceptar el término “bullying” como una calificación adecuada para el tipo de abuso que la gente suele sufrir en el trabajo o en el vecindario. El término “bullying” se asocia únicamente con la infancia y con las dificultades que las víctimas sufren en el colegio o de camino al colegio. Esto hace que no se contemple como una posible circuns-
  • 29. 28 BULLYING ENTRE ADULTOS tancia estresante en la vida adulta. La actitud subyacente podría expresarse así: “Puede ocurrirles a los niños, pero no a los adultos”. Adams (1992) sostiene que por eso las víctimas no reciben el sufi- ciente apoyo. En vez de ayudarlas a liberarse del acosador, se espe- ra de ellas que “se calmen” y “no toleren más tonterías”. Lo que para la víctima es una horrible y estresante persecución, al que lo contempla desde fuera no le parece más que una desavenencia entre dos o más personas. Un ámbito en el que las víctimas sí reciben una atención especial y, por consiguiente, un apoyo especial en forma de políticas organi- zativas es el del acoso sexual (sexual harassment) que sufren las muje- res. La clara motivación sexual que está a la base de la conducta de algunos hombres para con sus colegas femeninas ha permitido designarlo sin miedo como una forma de acoso. Es posible que por ello los jefes de personal estén dispuestos a aplicar el término harassment, en vez de “bullying”, a un abanico amplio de conduc- tas agresivas, no solo a aquellas que pueden ser calificadas estricta- mente como acoso sexual. Algunos jefes de personal me han dicho que harassment les parece un término más adecuado porque “bullying” está demasiado ligado a la agresión física que tiene lugar entre niños en los colegios. El harassment se ve como una forma de agresión más psicológica y más apta para describir los tipos de conducta que generan estrés en el trabajo. Esto parece inicialmente correcto. Pero hay dos problemas sig- nificativos que, si usamos harassment como sinónimo de bullying en el terreno de las relaciones entre adultos, puede hacernos per- der de vista algunas de las formas de agresión que se producen habitualmente entre adultos. En primer lugar, la creencia de que el bullying en los colegios es un fenómeno restringido a ataques físi- cos o amenazas de ataques físicos se tambalea ante las investiga-
  • 30. 29 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS ciones recientes que ponen de manifiesto la amplitud de las varie- dades que el bullying presenta en el contexto del colegio (por ejem- plo, Smith y Sharp, 1994). Aunque todavía no existe, que yo sepa, una investigación concreta que analice las similitudes entre el bullying infantil y el adulto, hay muchas pruebas de que cualquier relación entre adultos que podamos encontrar en el trabajo o en el vecindario se da también entre niños y adolescentes en el colegio o el vecindario. Los siguientes ejemplos (Randall, 1996) son de bullying en los contextos del trabajo y el colegio; se invita al lector a compararlos con los casos particulares de adultos que hemos ofrecido anteriormente en este mismo capítulo. Muestran con cla- ridad la conducta agresiva en todas sus variantes y la intención de provocar daño que están a la base de toda conducta de bullying: “En cuanto descubrieron que yo no veía muy bien, se pusieron a quitarme mis cosas y a esconderlas. Empezó hace varios años ya. Cuando me pongo a buscarlas, cantan: ‘Culo de vaso siguiendo la pista’ y me golpean con las reglas”. (Alumno de 9 años de un colegio privado, apodado “Culo de vaso” a causa de sus gafas de cristal grueso.) “Jackie era mi mejor amiga. Luego nos peleamos por una tonte- ría. Ella empezó a contar mentiras sobre mí. Decía: ‘Pásalo’. Ahora a dondequiera que vaya me llaman ‘zorra’ y ‘puta’. Incluso mi madre ha empezado a creerse esas historias. Me siento muy avergonzada”. (Alumna de 15 años en un instituto público mixto.) “Robbie es el jefe de la banda. Disfruta haciéndote daño. Pero sabe muy bien cómo golpearte sin dejar marcas. Él y sus amigos te dan una bofetada o un codazo. Me lo hicieron tres veces la semana
  • 31. 30 BULLYING ENTRE ADULTOS pasada y a muchos más chicos también. Los profesores le han pillado más de una vez, pero él dice: ‘Sólo era una broma, mira: no hay seña- les’. Y si no le das la razón en ese momento, después te la cargas”. (Chico de 15 años en un instituto público masculino.) “Nuestra encargada es endiabladamente lista. La dirección piensa que es una supervisora excepcional, pero nos tiene a todos aterrorizados. Hasta donde yo sé, nunca ha pegado a nadie, pero te intimida mucho. Es tan escalofriante como el psicópata de El silen- cio de los corderos. Basta con que se ponga a mi lado y me diga en voz baja que se va a encargar de mí y que su familia es muy renco- rosa, para que casi me mee en los pantalones. Cada semana sale con algo distinto, como adjudicarme los peores turnos o encargar- me de su parte de trabajo de embalaje, que ella detesta. Es realmen- te lista, nunca deja ninguna prueba”. (Trabajadora de 32 años en una fábrica de procesamiento de pescado.) “Es un completo cabrón. Está siempre detrás de las chicas de la oficina, dándoles órdenes de mala manera. A mí no me grita. Pero me fastidia de otras maneras: no concediéndome los días de vaca- ciones que prefiero, poniendo reparos a la calidad de mi trabajo. Un día en que mi marido estaba enfermo, llegué tarde al trabajo, fueron solamente diez minutos, pero él escribió “no respeta los horarios” en mi historial. Me he quejado a los de Igualdad de Opor- tunidades en el Ayuntamiento, pero me dicen que si nadie más res- palda mis testimonios, no hay nada que hacer”. (Empleada del departamento de recursos financieros de una autoridad local, 29 años.)
  • 32. 31 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS “Soy el único chino del colegio. Algunos de los chicos negros enseguida empezaron a llamarme ‘Ojos de serpiente’. Le decían a todo el mundo que mi madre huele a aceite de freír y a salsa de soja. Han conseguido que nadie quiera venir a mi casa”. (Chico chino de 11 años en el sexto año de Primaria, cuya familia tiene un establecimiento de comida para llevar.) “Mis problemas de columna vertebral me hacen estar doblado y torcido. Algunas de las chicas empezaron a llamarme ‘Quasi’, por el jorobado de Notre Dame. Luego dijeron que mi padre me sodo- miza sin necesidad de que yo me agache. Me quejé a la profesora, pero ella pensó que estaba mintiendo porque una de las chicas es hija de un amigo suyo, que es profesor en otro colegio”. (Chico de 14 años alumno de un colegio público.) “Sé que estoy gordo, pero ¿por qué tienen que hablar de ello con- tinuamente? No huelo mal, sin embargo ellas dicen que sí. ¡Si soy más limpio que ellas! Y al mínimo comentario malicioso o sexista que haga acerca de las mujeres, ya están quejándose en Personal”. (Trabajador de 23 años empleado en una oficina en que trabajan una mayoría de mujeres.) “Cuando mis padres se separaron, ellos empezaron a meterse conmigo. Decían que mi padre había intentado ligar con todas las mujeres del pueblo. Y que la única que no se había enterado era mi madre. Ahora dicen que yo intento ligar con sus hermanas. Cuatro de ellos me han pegado varias veces porque una vez hablé con una chica que les gustaba. Me esperan en el camino de vuelta a casa, cuando no hay nadie”. (Chico de 13 años en un instituto público mixto.)
  • 33. 32 BULLYING ENTRE ADULTOS Los testimonios de niños y adolescentes que acabamos de citar ponen de manifiesto que en el colegio y en el camino de vuelta a casa existen exactamente los mismos tipos de bullying que entre los adultos. Puede que en la escuela primaria haya más agresiones físicas de las que encontramos en edades posteriores, pero, como hemos visto, la agresión física no es, en modo alguno, algo infre- cuente en el lugar de trabajo de los adultos. Y esa es la segunda razón para rechazar que el término harassment pueda cubrir todos los casos de bullying entre adultos. El acoso físico está presente en el lugar de trabajo, tal como los medios de comunicación han hecho llegar al público, especialmen- te en el contexto de las Fuerzas Armadas: Estudio de caso El 23 de julio de 1993, The Guardian informaba de que un ex-sol- dado del Primer Batallón del Regimiento Real de Gales había reci- bido 8.000 libras de indemnización por los siete años en que había sido víctima de bullying. Es nieto de un soldado negro americano y se incorporó al ejército a los 16 años. Entre los varios abusos graves por motivos racistas a que fue sometido se incluía el haber sido declarado “culpable” de ser negro, después de lo cual fue rociado con lejía y orina, y refregado con cepillos. Estando de servicio en Alemania, se dirigían frecuentemente a él con la expresión “negra- ta” y otras semejantes. Dejó el ejército en 1991 y desde entonces ha estado desempleado. La conclusión es que no ha quedado en con- diciones de trabajar. Estas consideraciones nos permiten volver a la definición de bullying que propusimos más arriba:
  • 34. 33 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS El bullying es la conducta agresiva que procede del intento deliberado de causar daño físico o psíquico a otros. Los siguientes casos constituyen ejemplos de cómo el bullying puede ser tanto físico como psicológico, puede durar más o menos tiempo, pero siempre con la intención de infligir daño. Estudio de caso: Bullying prolongado en el lugar de trabajo David, un trabajador que lleva largo tiempo empleado en una empresa química, tenía 51 años cuando se convirtió en una víctima de bullying. Era un buen trabajador y contaba con un buen expe- diente. Se llevaba bien con sus superiores y con el resto del perso- nal. Había acumulado primas y contaba con una buena pensión para el futuro. La empresa atravesaba por un periodo de reorganización y reducción de plantilla. El jefe de sección de David fue remplazado por un hombre de unos 40 años que no tardó en hacerle saber a David que lo consideraba demasiado mayor para el trabajo y que se fuera buscando otra cosa. David perdió a su ayudante administrativo y fue trasladado a un despacho más pequeño e incómodo, dos plantas debajo de don- de debía realizar la mayor parte de su trabajo. A continuación, el nuevo jefe redactó una serie de informes de bajo rendimiento acer- ca de David, y se dedicó a difundir discretamente su opinión de que David estaba “para el arrastre”. El nuevo jefe empezó a seguir a David por los pasillos y escaleras, donde chocaba intencionada- mente contra él, le empujaba y le decía estar “deseando echarlo de la empresa de una patada en su viejo culo”. Tras diez meses de con- tinuo hostigamiento, David dejó la empresa por motivos médicos. Ahora trabaja en el almacén de una empresa de electrónica.
  • 35. 34 BULLYING ENTRE ADULTOS Estudio de caso: Bullying en el vecindario El bullying entre vecinos no solo ocurre en los barrios proble- máticos y degradados, como vemos en las películas o series. Sula, enfermera y esposa de un médico nigeriano que trabaja en el Reino Unido, disfrutaba de su vida de clase media en una zona residencial de la ciudad. Mantenía buenas relaciones con los vecinos y solía hablar con las otras madres mientras esperaban a sus hijos a la salida del colegio privado donde estudiaba su hija mayor de 10 años. Los problemas comenzaron cuando su hija empezó a destacar en las clases de equitación, superando con claridad a las dos hijas gemelas de una de las vecinas de Sula. Esta mujer era una directiva en una empresa local de alimentación, y se vanagloriaba de su habi- lidad para arreglárselas perfectamente en un mundo masculino. No podía soportar que sus hijas fueran derrotadas por “una negrita que, para empezar, no debería haber sido admitida en el club”. Comenzó a lanzar miradas hostiles a Sula, obstruyó el acce- so a su garaje con un remolque, esparcía comentarios acerca de los “modales descuidados” de Sula hacia otros vecinos y gritaba a la hija de Sula por hacer, según ella, demasiado ruido en el jardín delantero. Sula le reconvino su actitud y, a partir de entonces, en privado pero de forma corrosiva, le dirigió insultos racistas con un fuerte componente sexual (“Supongo que tú y el cabrón negro que tienes como marido pasaréis toda la noche como perros en celo”). Sula estaba aterrorizada. Una vez la abordó en la entrada de su casa, la empujó contra la pared y le agarró ambos pechos, estrujándolos. El acoso terminó cuando el marido de Sula lo descubrió todo, varios meses más tarde. Habló con el marido de la acosadora, un
  • 36. 35 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS hombre razonable, quien le dijo que este tipo de cosas ya había ocurrido anteriormente. Sula tardó en recuperarse. Desarrolló un entumecimiento emo- cional y una pérdida de contacto con el entorno, tanto general como familiar. No podía evitar que le asaltase el recuerdo involuntario de los incidentes más graves. Finalmente, se le diagnosticó estrés post- traumático. Estudio de caso: Acoso sexual en el lugar de trabajo El acoso sexual (sexual harassment) es una de las formas más comunes de acoso en el lugar de trabajo en todo el mundo. Se con- vierte en una potente forma de bullying en cuanto la víctima recha- za las aproximaciones del acosador. En las dos ocasiones en que el jefe de Sonia intentó acariciarla, ella le rechazó con un empujón. Éste pronto desvió sus atenciones hacia otra empleada (que las aceptó), pero no perdonó que Sonia las hubiera rehusado. Se ocupó de que no le concedieran las vacaciones en las fechas que ella había solicitado. Durante unos días Sonia llegó al trabajo con un ligero retraso a causa de una enfermedad de su hijo. Él extendió el rumor de que no era esa la causa real. Concedía privile- gios a otras mujeres y anulaba los de Sonia. Cuando se encontraba con ella en algún lugar donde nadie pudiera verlos, como el cuarto de la fotocopiadora, amagaba un golpe en la cara de Sonia y gruñía imitando a un perro, después de lo cual se alejaba riéndose. Finalmente, el director de personal llamó a Sonia para comuni- carle que debía mejorar su rendimiento o sería despedida. Ella mis- ma decidió dejar la empresa y trabajar para la competencia. Su
  • 37. 36 BULLYING ENTRE ADULTOS nueva jefa es una mujer joven y simpática, madre de familia. Sonia afirma que la amabilidad que experimenta ahora casi ha curado el dolor de ser una víctima, aunque ciertamente no ha disminuido su odio hacia el acosador. El próximo estudio de un caso particular refleja otro elemento importante presente en los relatos que hacen las víctimas de bullying en el trabajo, a saber: que los cargos directivos lo consien- ten cuando les viene bien. A menudo esto es porque los actos del acosador o acosadores les beneficia directamente. La gente que cul- pa a las víctimas de no ser lo suficientemente fuertes para valerse por sí mismas casi nunca son conscientes de la falta de apoyo que esas víctimas reciben por parte de sus jefes. Incluso allí donde se han puesto en funcionamiento medidas contra el acoso, ocurre con frecuencia que el acosador es más valioso para el jefe que la vícti- ma. Así ocurrió en el siguiente ejemplo: Estudio de caso: Los cargos directivos y su papel como obstáculo para la solución de los problemas de bullying Jim es un hombre de 43 años con sobrepeso, empleado en una granja de cerdos. Se suponía que estaba al cargo de tres trabajado- res más jóvenes, los tres en torno a 20 años, pero en realidad se con- virtió en su víctima. Su peso era un constante motivo de bromas, cada día se referían a ello al menos diez veces, tomando a uno de los cerdos más gruesos por él. Le ponían la zancadilla de modo que cayera sobre los excrementos de los cerdos, y en tres ocasiones, estando los jóvenes borrachos, le mantuvieron en el suelo mientras simulaban extraerle la grasa de los michelines con unos alicates. Aunque no le hicieron realmente daño físico, se asustó mucho y se sintió profundamente avergonzado.
  • 38. 37 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS Después de tres meses así, informó al director de la granja de lo que estaba ocurriendo. La respuesta que recibió fue breve y cruel: los jóvenes tenían razón en que estaba demasiado gordo, de modo que no debería extrañarle que se rieran de él. Además los tres jóve- nes en cuestión eran muy trabajadores y estaban siempre dispues- tos a hacer horas extras, a diferencia de Jim, que tenía una familia a la que atender. Le aconsejó a Jim que se buscase otro trabajo, cosa que él hizo. Jim dice que el mejor trabajo que ha hecho en su vida fue abandonar esa empresa. Según nos explicó, sentía como si sus agresores hubieran sido recompensados por su conducta. Conducta que su jefe aprobaba y, pasivamente, estimulaba. El refuerzo del bullying El próximo capítulo trata de la cuestión fundamental de por qué algunas personas se convierten en acosadores y necesitan abusar de las situaciones de desequilibrio de poder. Aunque no hay una respuesta clara a esta pregunta, lo que sí está claro es que todo aco- so persistente es positivamente reforzado y que, en los casos en que el acosador ha elegido una víctima concreta, con frecuencia ocurre que se da una relación entre los dos cuya dinámica se basa en el refuerzo. El acosador obtiene algo que desea. A veces se trata sola- mente del placer de ver a alguien sufrir o pasar miedo. Otras veces se trata de algo valioso, como parte de su propiedad, la renuncia a sus derechos de días de permiso o incluso una plaza de aparca- miento. Con frecuencia el refuerzo consiste en la aprobación silen- ciosa de un público de espectadores, que el acosador percibe como un atronador aplauso. Para otros acosadores, sobre todo mujeres, el premio es la construcción de una coalición de mujeres que piensan
  • 39. 38 BULLYING ENTRE ADULTOS de la misma manera, y cuya conducta contra las que piensan de otra manera se convierte en un apoyo mutuo. El siguiente estudio muestra un caso de este tipo: Estudio de caso: Un alianza perversa Kathy era una mujer trabajadora de 32 años, licenciada en Ciencias Sociales, que durante los últimos 8 años había desempe- ñado distintas funciones administrativas. Cuando se convirtió en víctima acababa de incorporarse a la Oficina de Igualdad de Opor- tunidades de una empresa importante de la administración muni- cipal. Siempre había querido luchar por la igualdad de oportuni- dades, porque tenía unas firmes convicciones feministas que había podido desarrollar con ocasión de su tesina de licenciatura sobre la opresión de las lesbianas. Ella misma no era lesbiana. Estaba casada con un hombre dos años mayor que ella. Estaban en un momento de su vida en común en que se planteaban seriamente fundar una familia. A Kathy le encantaba su trabajo en la Oficina, pero me contó que, retrospectivamente, se daba cuenta de que había cometido un grave error al mencionar a su supervisora y a sus dos compañeras de trabajo que estaba deseando tener hijos porque con ello “mi vida sería completa”. Me contó que su reacción ante este comentario fue glacial; una de sus compañeras simplemente se levantó, la miró airada y se marchó. Ella preguntó que qué pasaba y que si había dicho algo ofensivo. Le respondieron que si no se daba cuenta de lo que pasaba, quizá no debería seguir trabajando en esa sección. “No sé cómo no me di cuenta”, me contó. “Las tres mujeres que había allí eran lesbianas militantes, y dos de ellas tenían una rela- ción estable de al menos dos años”. Tal como descubrió más tarde,
  • 40. 39 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS su supervisora y una de sus compañeras vivían juntas, mientras que la otra compañera acababa de romper una relación. Esta última fue la que salió intempestivamente de la habitación, obviamente molesta a causa del comentario de Kathy acerca de fundar una familia. A partir de ese momento, las tres mujeres comenzaron a hacerle la vida imposible a Kathy. Pensó que se estaba volviendo paranoi- ca, porque cada vez que entraba en un despacho donde estuvieran las tres juntas, dejaban inmediatamente de hablar y lo único que hacían era mirarla, sin apenas responder a sus intentos de entablar conversación. La supervisora comenzó a ser muy crítica con su tra- bajo, normalmente en voz alta y siempre delante de sus otras dos compañeras. Kathy se encaró con una de ellas tras un incidente especialmente grosero, y le preguntó por qué se comportaba de esa manera. La respuesta fue directa y sin ambages: “No te queremos aquí, no eres una de las nuestras, sería mejor si te marcharas”. Unos días más tarde, Kathy y su marido pidieron cita para ponerse las vacunas necesarias para viajar al Extremo Oriente. Querían disfrutar de unas buenas vacaciones antes de ponerse a intentar tener su primer hijo. La supervisora se las arregló para impedir que asistiera a esa cita, y lo mismo con las dos siguientes. Para poder ir finalmente con su marido a ponerse las inyecciones, Kathy tuvo que mentir y faltar un día al trabajo por una presunta indisposición. Entonces la jefa de sección quiso impedir que Kathy pudiera cogerse las vacaciones en las fechas que ella había solicita- do, pero, dado que las había pedido con mucha antelación, el jefe de sección se las concedió pasando por encima de la supervisora. Como era de esperar, esto hizo que las cosas empeorasen. La rela- ción entre Kathy y las otras tres mujeres cayó en picado. Kathy no soportaba más la situación, de modo que pidió una entrevista en
  • 41. 40 BULLYING ENTRE ADULTOS privado con la supervisora. Durante la entrevista, la supervisora salió enfurecida del despacho y llamó a su pareja, diciéndole que necesitaba una testigo de lo que Kathy estaba diciendo, y que iba a enviar una nota a la sección de personal solicitando que Kathy fuera trasladada a otro departamento. La supervisora estaba llo- rando, pero su pareja, una mujer fornida, empujó a Kathy contra un archivador y le dijo: “Lárgate de este departamento. No quere- mos verte más aquí. Para lo único que sirves es para que las demás nos riamos un rato de ti”. Kathy informó de este incidente al jefe de personal y solicitó que se pusiera en marcha el procedimiento previsto para los casos de acoso. El empleado del departamento de personal con que habló Kathy fue muy simpático y la informó de que esta no era la primera vez que esas tres mujeres eran acusadas de victimizar a una mujer hete- rosexual. Dos mujeres habían sido trasladadas fuera de ese depar- tamento previamente por petición propia, pero no pusieron una queja formal. El empleado del departamento de personal dijo que se tomaría la declaración de Kathy como una queja formal y la acompañó al despacho del jefe de personal. Quien, de muy malos modos, dijo que de ningún modo pensaba iniciar un procedimien- to de queja relacionado con trabajadores de la Oficina de Igualdad de Oportunidades, pues ésta ya le reportaba suficientes problemas con el resto de los directores ejecutivos, que opinaban que esa sec- ción era un lujo innecesario. Aconsejó a Kathy que se trasladara a otra sección. Teniendo presente que muy pronto estaría embaraza- da, Kathy accedió a su propuesta. En cuanto la noticia del traslado llegó a sus oídos, las otras tres mujeres se apresuraron a decirle a Kathy que estaban encantadas con su marcha y que no les importa- ría en absoluto si nadie la remplazaba. Se sentían bien tal como estaban, no querían trabajar con hombres o mujeres heterosexua-
  • 42. 41 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS les. Kathy les contestó que esa actitud era una completa negación de las políticas de igualdad de oportunidades para aplicar las cua- les se suponía que ellas estaban allí. La respuesta a esto fue una car- cajada. La supervisora dijo que la igualdad de oportunidades esta- ba muy bien para los demás, pero no para ellas. Este caso constituye un ejemplo realmente complejo de coali- ción en la que los reforzadores positivos están relacionados con el afecto de otros miembros del pequeño grupo implicado en el bullying, el ejercicio del poder para lograr un objetivo común, y el placer derivado de la humillación de la víctima. La complejidad y la índole de estos reforzadores positivos varía según la situación y dependen en gran medida de las características de ambos, el agre- sor y la víctima. Por muy variados que puedan ser los casos de bullying y las personas involucradas en ellos, la única característica común a todos ellos es que el bullying proporciona beneficios, cuando menos a corto plazo, para el agresor. El próximo capítulo analiza por qué ciertas personas se convierten en acosadores para conseguir el tipo de eventos o circunstancias que actúan en ellos como refuerzos positivos. Apéndice: efectos de la violencia en televisión sobre los niños y los adolescentes Hace algunos años, entró en mi despacho una madre muy angustiada. Estaba llorando y le costaba poner en palabras su his- toria. Su hijo estaba siendo acosado. Gravemente. Aquello no era nada nuevo para mí; el bullying es un problema harto común, incluso entonces. Lo que convertía este caso en inusual era la manera de llevar a cabo el acoso. Los niños implica-
  • 43. 42 BULLYING ENTRE ADULTOS dos tenían tan solo entre 8 y 9 años de edad, y su héroe era David Carradine. Era la época en que ese actor estaba dando a conocer el kung-fu al mundo occidental. Los niños y adolescentes más jóvenes esta- ban absolutamente entusiasmados. No había una composición escrita de tema libre en Primaria que no tratase del kung-fu. David Carradine era para esa generación lo que Roy Rogers había sido para la mía. Desafortunadamente, lo que atraía a los niños era la representa- ción estilizada de la violencia. La filosofía confuciana de la serie, con sus velas, sus monjes rasurados y sus reglas morales, no causa- ba el más mínimo impacto en ellos. David Carradine constituía un atractivo modelo de comportamiento violento. No me sorprendió descubrir que la pequeña víctima no era en realidad más que un saco de boxeo que los pequeños rufianes utili- zaban para entrenar su kung-fu. Lo que sí me sorprendió fue lo seriamente que se tomaban su imitación aquellos pequeños acosa- dores, el nivel de detalle y fidelidad al original que alcanzaban. Desde entonces, he constatado cómo ciertos personajes de la televi- sión y de las películas “ponen de moda” la violencia. De esto es de lo que trata este artículo. Todos los padres nos hemos asombrado alguna vez del efecto que ejerce la televisión sobre nuestros hijos. No puede ser de otra manera, pues ocupa una parte importante de sus vidas. Incluso en el colegio los maestros recurren a ella para poner vídeos. Cuando contemplo las reacciones de mi hijo de 5 años ante las escenas de violencia y sexo que se cuelan subrepticiamente en el rato que dedi- camos a ver la televisión en familia, me siento a la vez contento y preocupado. Contento porque no parece tener ninguna reacción
  • 44. 43 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS adversa, preocupado porque no las tenga. Por una parte, no quiero que esas escenas le afecten, pero, por otra parte, no quiero que se vuelva insensible y lo acepte como algo normal. Ahora que se aproximan las Navidades, la televisión nos ofrece- rá su acostumbrada mezcla de mensajes para los niños, la misma de todos los años. Habrá películas acerca de renos que afrontan lo que sea con tal de conseguir regalos para los niños más pequeños y habrá también otras películas que muestren una violencia gratuita. En lo que concierne a la televisión, las Navidades son invariable- mente un periodo espeluznante para mí, por culpa de la altísima concentración de “chicos buenos” haciendo las cosas más horribles que uno pueda imaginar a los “malos”. ¿Qué mensaje transmite esto a los niños? Volveré a esta cuestión un poco más adelante, pero antes repase- mos lo que se suele pensar acerca de la violencia en la televisión. En primer lugar, hay disparidad de opiniones acerca de los efec- tos que tiene sobre la gente. Algunos piensan que existe un vínculo directo entre lo que aparece en la pantalla y la conducta de la gente. La madre a quien me refería al comienzo de este artículo estaría completamente de acuerdo con este punto de vista. A continuación están aquellos que sostienen que no se da ningún vínculo, o al menos que no hay forma de demostrarlo. Por último, hay gente, como yo, que piensa que la cosa es más complicada y que la respuesta se encuentra más bien en un punto intermedio: algunos niños y adoles- centes son afectados por lo que ven en televisión y otros no. Un informe muy influyente, encargado por la Oficina de Salud Pública de los Estados Unidos, afirmó que la violencia en la televi- sión está claramente asociada con la agresividad de niños y adoles- centes. Esta investigación recibió el respaldo de otra igualmente
  • 45. 44 BULLYING ENTRE ADULTOS persuasiva del Instituto Nacional Americano para la Salud Mental (Peral, Bouthilet y Lazar, 1982). Ambos informes afirmaban que disponemos de evidencias suficientes como para concluir que la violencia televisiva es un factor causal de la violencia infantil. Poco después, las películas de karate se hicieron muy populares en el Reino Unido y, coincidiendo con ello, fui testigo de una avalancha de serios incidentes de bullying inspirados en Bruce Lee. Pero mucha gente discrepó e hizo pública su opinión de que aquellos informes no eran correctos. El más influyente de estos informes contrarios apareció a finales de 1982, encargado por la Compañía Nacional Americana de Radiodifusión. Estoy seguro de que el lector encontrará similitudes con la campaña contra el taba- quismo de 1980. Por un lado, tenemos a las instituciones encarga- das de la salud pública diciendo: “Es malo para ti, desengánchate”; por el otro lado, a las principales industrias del sector respondien- do: “No hay nada demostrado acerca de efectos nocivos, continúa viendo lo que te gusta”. Un importante estudio fue más allá y estudió las estadísticas de violencia criminal a lo largo de todo el país. La conclusión general fue que no existía ninguna relación entre la cantidad de horas que se ve la televisión y el número de crímenes. De hecho, ocurría lo contrario: cuanta más televisión, menor era el índice de criminali- dad. Uno de los psicólogos que realizaron el estudio, Steven Messner (1986), sugirió que la razón de esta relación inversamente proporcional era que quien está viendo la televisión en casa no puede estar delinquiendo en la calle. Como vemos, el asunto seguirá dando trabajo a los investigado- res, pero, ¿qué hacemos nosotros al respecto, como padres respon- sables? En mi opinión, lo mejor que podemos pensar es que la vio-
  • 46. 45 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS lencia en televisión afecta a algunos niños y a otros no. Hay muchas pruebas que apoyan este punto de vista. Por ejemplo, Wendy Jose- phson (1987), una psicóloga social, llevó a cabo un experimento en el que constató que los chicos a quienes se había mostrado un frag- mento de una película violenta antes de jugar un partido de hockey tenían más predisposición a actuar agresivamente después durante el partido que aquellos otros a los que se había mostrado una carre- ra de coches. Los chicos más afectados por las imágenes, de todas formas, eran aquellos a quienes sus profesores habían clasificado como más agresivos. Dicho de otro modo, los chicos que eran ya agresivos por naturaleza fueron los más influidos por la violencia que habían presenciado. Es un descubrimiento muy significativo, pues explicaría por qué diferentes investigadores habían llegado a resultados muy distintos. Según el tipo de chicos que testaron, encontraron efec- tos o no. Pero hay algo más que el temperamento natural de los niños. Dos psicólogos, Kim Walter y Donald Morley (1991), estudiaron el efecto de la violencia en televisión sobre los adolescentes. Encon- traron que sí que hay un efecto, pero que no es simple. El factor decisivo no es la cantidad de violencia que se ve, o su intensidad. El factor más importante es, por el contrario, si al adolescente le gusta o no la violencia. Aquellos a los que les gusta, tienen muchas más probabilidades de ser agresivos después de verla en televisión. Los padres son otro factor a tener en cuenta. El grado de agresi- vidad tras la exposición a la violencia televisiva depende de si los padres aceptan o no esa agresividad. Sus opiniones al respecto pueden reducirla, aunque todavía no está del todo claro cómo exactamente.
  • 47. 46 BULLYING ENTRE ADULTOS Estos descubrimientos encajan con mis propias experiencias con familias en las que la violencia en la pantalla era un problema. Tomemos a una de ellas como ejemplo: Estudio de caso Clive tenía 10 años cuando fue arrestado por agresión. Era el líder de un pequeño grupo de chicos que habían estado viendo tres vídeos violentos seguidos. Su madre era quien le había dado los vídeos para que los vieran. Quería que estuvieran entretenidos mientras ella se iba de compras durante todo el día con su marido. Clive y sus amigos se fueron de casa al terminar el último vídeo y agredieron gravemente a dos niños menores que ellos. El ataque tuvo lugar en un parque a las seis de la tarde. Cuando se le pregun- tó por qué lo había hecho, Clive no supo qué responder. Los niños les habían dicho alguna impertinencia y lo único que él hizo fue defender sus derechos, como había visto hacer a los “buenos” de las películas. Parte de su argumentación era que si su madre le había incitado a ver la violencia, entonces seguro que no podía ser tan mala. El lector pensará, probablemente, que Clive debe de ser un niño muy poco inteligente como para confundir la violencia que ha vis- to en la televisión con situaciones de la vida real. Pero en realidad era un niño con una capacidad media. ¿Por qué le afectó entonces el espectáculo de la violencia? Los estudios sobre la agresión infantil arrojan alguna luz sobre este enigma. La exposición repetida a la violencia televisiva, espe- cialmente si los violentos son los “buenos” y son alabados por sus heroicas agresiones, crea, con el paso del tiempo, una asociación entre las razones que justifican la violencia en la ficción y las frus-
  • 48. 47 BULLYING ENTRE ADULTOS: DEFINICIÓN Y CIRCUNSTANCIAS traciones del día a día. En efecto, el niño va “almacenando” la idea de acciones agresivas al lado de recuerdos de situaciones frustran- tes comunes. Los psicólogos llaman a los esquemas almacenados “algorit- mos”. Los usamos para todo tipo de actividades cotidianas en las que se den sucesos predecibles y necesitemos responder a ellos de una forma similar en todos los casos. Por ejemplo, el sonido del despertador es un desencadenante para que iniciemos una serie de actividades que terminará con nuestra salida hacia el trabajo. El esquema se repite de forma parecida todos los días y la ejecutamos con “el piloto automático puesto”. El algoritmo de la agresión en niños pequeños se forma por la repetida exposición a poderosos modelos de comportamiento que les enseñan cómo cambiar el rumbo de las cosas a través de la vio- lencia. No puede sorprendernos que los niños que se frustran con facilidad sean tan influenciables por lo que están viendo continua- mente. Y tampoco debería sorprendernos que un psicólogo, Harry Hoberman (1990), abogue por que los medios estigmaticen a los actores que encarnan repetidamente personajes violentos. También sostiene que se debería enseñar a los padres a modificar los hábitos televisivos de sus hijos, no tolerando la violencia. Está claro, entonces, que a algunos niños les afectará la violencia televisiva estas Navidades, igual que les afecta cualquier otro día del año. Esos niños serán mayoritariamente chicos que se enfadan o frustran con facilidad. Necesitan unos padres responsables que apaguen la tele cuando aparece violencia, o al menos se la expli- quen en términos de la vida real. Sin ese tipo de guía, algunos ter- minarán como Clive.
  • 49.
  • 50. 49 EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING Introducción Para entender por qué hay personas que utilizan el bullying como un medio para obtener refuerzo positivo, primero es preciso entender que la mayoría de ellas descubrieron en la infancia que el bullying tiene resultados positivos, y continuaron una vez adultos con esa conducta, aunque de modos más refinados. Ya hemos men- cionado los estudios longitudinales de Olweus (1980) en conexión con esto. Más recientemente, Eron et al. (1987) hicieron un segui- miento de 518 niños a partir de los 8 años que vivían al norte del Estado de Nueva York. Todos esos niños tienen ahora en torno a 40 años. El preocupante resultado de estos estudios longitudinales es que los niños que a la edad de 8 años fueron designados como muy agresivos han cometido más crímenes, y crímenes más graves, como adultos. También han cometido más infracciones de tráfico, han recibido más condenas judiciales, y muestran una mayor tendencia al alcoholismo y al trastorno de personalidad antisocial. Asimismo, recurren más a distintos servicios de salud mental. Es digno de 2
  • 51. 50 BULLYING ENTRE ADULTOS atención que en la valoración inicial los niños que fueron clasifica- dos como más agresivos tenían un cociente intelectual semejante, por término medio, al de aquellos que no fueron clasificados de ese modo. A la edad de 19 años, sin embargo, su conducta agresiva había empezado a obstaculizar el desarrollo de sus capacidades intelectuales, y sus logros iban gradualmente quedando atrás con respecto a los jóvenes no agresivos de su misma edad. Aún más relevante para nuestro tema, el bullying, es el informe de su evolu- ción a la edad de 30 años, cuando ellos y sus parejas fueron entre- vistados. Eron y sus colegas constataron una mayor presencia del comportamiento abusivo dentro de las relaciones y un aprendizaje deficiente de la conducta prosocial, hasta el punto de interferir con sus rutinas cotidianas. No solo tenían más probabilidades de com- portarse abusivamente con sus parejas, sino que su conducta agre- siva también echaba a perder sus opciones de promoción laboral, pues se les consideraba como disruptivos y agresivos. Esta es una clara prueba de que los niños agresivos se convierten en adultos agresivos con escasa capacidad de inhibir sus reacciones y una alta probabilidad de consecuencias negativas en prácticamente todas las esferas de la actividad humana, incluyendo la construcción de relaciones y el trabajo. Otros estudios (por ejemplo, Jacobson, 1992) han demostrado que la conducta acosadora temprana está fuertemente asociada con la violencia doméstica. En este estudio, las mujeres maltratadas describían como bullying lo que sus maridos hacían, con el maltra- to físico como su peor manifestación. Aunque no hay todavía un estudio longitudinal que haya observado directamente cómo el bullying se convierte en maltrato físico, la evidencia de que dispo- nemos indica una convergencia directa de las conductas de bullying y de maltrato físico a lo largo de la vida de un individuo. Hay más
  • 52. 51 EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING probabilidad de que un maltratador haya sido un delincuente agre- sivo en su adolescencia, y además hay un vínculo constatable entre los acosadores adolescentes y una agresividad infantil temprana. Jacobson (1992) clasifica a los maltratadores en dos tipos: el tipo impetuoso, excesivamente reactivo; y el tipo frío, calculador, proac- tivo, para quien el maltrato forma parte del sometimiento general de su pareja. Como veremos, entre los acosadores infantiles se dan asimismo dos tipos semejantes, lo cual permite suponer que el bullying y el maltrato físico son dos partes del ciclo vital de ciertos individuos. Dado que las raíces del bullying adulto parecen estar firmemen- te establecidas en la infancia, es necesario entender qué tipo de niños fueron los acosadores adultos si queremos rastrear el papel que juega el refuerzo positivo en su desarrollo. El bullying en la infancia Yo mismo he tenido ocasión de investigar varios cientos de situaciones de bullying y he podido examinar tanto a los acosado- res como a las víctimas, así como comentar lo sucedido con sus padres. Basándome en esta considerable experiencia personal, he descubierto que los niños acosadores son diferentes en muchos modos de los que no lo son y, desde luego, también de sus víctimas. Como muchos otros investigadores (véase, por ejemplo, Dodge y Crack, 1990), he observado una determinada estructura cognitiva, una predisposición hostil distintiva que atribuye permanentemen- te intenciones hostiles a los demás, por leve que sea la provocación. De hecho, a menudo no existe provocación, solamente una inven- tada que sirva como excusa o justificación de la conducta agresiva
  • 53. 52 BULLYING ENTRE ADULTOS del acosador. Las víctimas cuentan penosas historias de cómo un empujón accidental al acosador en la cola del comedor es tomado como un insulto y una llamada a las armas. Los acosadores no pro- cesan adecuadamente la información social. Parecen incapaces de llevar a cabo juicios realistas acerca de las intenciones de los demás. Invariablemente, estas intenciones son interpretadas como hostiles, lo cual conduce a la búsqueda de venganza. El motivo de la venganza permite al acosador mantener una actitud favorable hacia la violencia, y hacia el uso de la violencia u otras formas de agresión para resolver los problemas. Esta solución de los problemas a corto plazo actúa como un reforzador rudimen- tario de conductas posteriores de bullying más refinado, que con- vencen al acosador de que la agresión es la mejor solución a los problemas sociales, sea cual sea su grado de complejidad. Un rápi- do desarrollo a partir de ese punto genera en ellos una fuerte nece- sidad de dominar a los demás y de extraer satisfacción causándoles dolor. No está claro si esta necesidad se origina en la incapacidad que tienen los acosadores de desarrollar una conducta prosocial que les permita relacionarse adecuadamente con otros niños, o si es esta necesidad la que bloquea el desarrollo de la conducta proso- cial. Sea cual sea la causa, no desarrollan actitudes prosociales efec- tivas y, de este modo, no comprenden los sentimientos de los demás, lo cual les lleva a negar el sufrimiento que provocan. Ocu- rre además, según mi experiencia, que muchos acosadores tienen una alta opinión de sí mismos. No tienen problemas de ansiedad, una emoción negativa en su forma extrema pero que en su versión más suave permite controlar la propia conducta. En vez de ello, se ven a sí mismos como superiores y poderosos. No son conscientes de lo que los otros niños piensan realmente de ellos. Son conscien- tes de, y se complacen en, lo que los otros niños dicen de ellos en su
  • 54. 53 EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING presencia, pero parecen curiosamente ciegos a las muestras de anti- patía y repugnancia susurradas a sus espaldas. Tal como ha descri- to Olweus (1993), hasta el final de la escuela primaria o los prime- ros años de secundaria los acosadores disfrutan de cierta populari- dad, además de contar normalmente con dos o tres amigos íntimos, por lo general también niños agresivos. No obstante, según va pasando el tiempo, su popularidad entre el resto de los alumnos comienza a menguar, de manera que en los primeros años de su adolescencia sus únicas relaciones son otros “tipos duros”. Pueden lograr lo que desean por medio de su comportamiento acosador y son respetados por ello, pero este respeto se basa en el miedo y no gustan a los demás. Según la experiencia de muchos investigadores (por ejemplo, DeRosier et al., 1994), la confianza en sí mismos de los acosadores es por lo general lo suficientemente fuerte como para resistir ese rechazo procedente de la mayoría de sus compañeros. Esto proba- blemente se debe al hecho de que son incapaces de percibirse a sí mismos correctamente en situaciones sociales, lo cual constituye un síntoma de su ceguera social. DeRosier et al. (1994) concluye que los acosadores tienen menos oportunidades que los niños no agre- sivos de socializarse a través de la imitación de modelos tomados de entre sus iguales, porque los niños con habilidades prosociales normales no se acercan a ellos, debido a que les temen. La selección de las víctimas A medida que los niños agresivos amplían y refinan sus habili- dades como acosadores, descubren que pueden obtener más fácil- mente los reforzadores que persiguen si seleccionan a las víctimas que más probablemente proporcionen las consecuencias reforza-
  • 55. 54 BULLYING ENTRE ADULTOS doras. La mayoría de los estudios muestran que hasta la edad de 7 años los acosadores pueden encontrarse con un éxito limitado, como resultado de su falta de selección de víctimas específicas. Sin embargo, a partir de esa edad, tienden a escoger determinados niños como víctimas, niños que pueden adquirir una reputación de “lloricas” que los continúa victimizando durante el resto de su eta- pa escolar (Randall, 1996). Ladd (1990) sostiene que los acosadores llevan a cabo un proce- so de selección para determinar qué niños serán las mejores vícti- mas. Señala que al comienzo del curso escolar, cuando los niños no se conocen bien unos a otros, un 22% de ellos sufre al menos una experiencia de victimización. Pero al final del curso tan sólo un 8% son regularmente seleccionados por los acosadores, y estos son los que probablemente se convertirán en “lloricas”. Cuanto menor es el niño, más probabilidades tiene de sufrir una agresión significativa dentro de su grupo de iguales. Los aco- sadores eligen por sistema niños de menor edad y tamaño que ellos, comportamiento que presta credibilidad al estereotipo de los acosadores como mayores y físicamente más fuertes que sus víctimas. Olweus (1993) y otros indican que los acosadores suelen ser fuertes físicamente y tienden a seleccionar niños mal equipa- dos para devolver con éxito una agresión. Olweus también señala que las víctimas suelen ser más sensibles, tranquilos y cuidadosos que el resto de sus compañeros. Son también más inquietos y tie- nen una clara actitud negativa hacia el conflicto, en el sentido de que rehuyen invariablemente los enfrentamientos del tipo que sean y con frecuencia lloran si se les ataca. Al examinar las fami- lias tanto de los acosadores como de sus víctimas, Bowers, Smith y Binney (1994) descubrieron que, mientras que los niños acosado- res suelen tener vínculos intrafamiliares débiles, las víctimas tie-
  • 56. 55 EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING nen estructuras familiares muy entrelazadas, que refuerzan patro- nes de alta dependencia. Su alta dependencia parece estar asocia- da con una inhabilidad general para formular estrategias efectivas de solución de conflictos, de tal modo que la retirada ante el con- flicto se convierte en algo inevitable y característico. La propia tendencia a la retirada, por la cual las víctimas lloran fácilmente y adoptan actitudes defensivas, está en conformidad con las deman- das del acosador. Esos niños no sólo no devuelven la agresión, sino que también están dispuestos a dar sus cosas a los acosado- res, quienes de esta manera reciben una recompensa no sólo psi- cológica, sino también material. No se debe subestimar la fuerza de este doble refuerzo positivo en el mantenimiento de la conduc- ta acosadora en el futuro. Algunos investigadores, como por ejemplo Schwartz, Dodge y Coie (1993), han documentado que algunas víctimas no necesitan ser acosadas antes de adoptar esa actitud de sumisión. Incluso en situaciones de ausencia de enfrentamiento, muestran “una gran carencia de asertividad”. No inician la conversación, no tratan de persuadir a sus compañeros verbalmente y, en general, son social- mente incompetentes, pasivos y juegan, más que con sus compañe- ros, en paralelo con ellos. Este comportamiento los delata como objetivos para los acosadores que estén “a la búsqueda” de vícti- mas. Por supuesto, una vez que han sido victimizados, los niños sumisos mostrarán con mayor probabilidad conductas que actúan como reforzadores para los acosadores, y comienza una espiral de victimización que, en algunos casos trágicos, ha conducido hasta el suicidio (Olweus, 1993). No es sorprendente descubrir que esos rasgos que llevan a algu- nos niños a convertirse en víctimas de los acosadores son valorados negativamente por sus compañeros no acosadores (Randall, 1995).
  • 57. 56 BULLYING ENTRE ADULTOS Las víctimas son rechazadas no sólo por los acosadores, sino tam- bién por otros compañeros. Caen bien a pocos niños y mal a muchos. Se quejan de estar solos y sufren de estrés por la carencia de relaciones que les sirven de apoyo en su grupo de iguales. Con frecuencia se quejan del colegio y odian asistir a él. Pretextan dolo- res de cabeza, de estómago y otras dolencias para no tener que ir. El hecho de que las víctimas no caen bien a los otros chicos es proba- blemente la causa de que no reciban apoyo contra los acosadores. Ciertos estudios han mostrado (por ejemplo, Randall, 1995) que los niños no aprueban el bullying, pero que también tienen actitudes negativas hacia algunos niños que son víctimas de bullying. En mi propio estudio de factores sobre las actitudes hacia el bullying (íbid.) se demostraba que hay un gran apoyo a las víctimas del bullying en el nivel ideológico, pero que en la realidad los niños no agresivos no perciben como bullying la conducta agresiva dirigida a ciertas víctimas; parecen verlo como una especie de castigo por ser el tipo de niño que son las víctimas. Formaron parte de ese estudio 164 chicos y 152 chicas proce- dentes de cuatro colegios públicos. Las edades iban desde 10 años y 10 meses hasta 11 años y 8 meses. Las zonas de captación de alumnos de los cuatro colegios eran prácticamente idénticas. Estos colegios habían participado previamente en una inspección cuyo propósito era determinar la naturaleza y el alcance del bullying. Se distribuyó un cuestionario consistente en veinte ítems que Rigby y Slee (1991) utilizan para sondear las actitudes hacia las víctimas. Para decirlo con sus propias palabras: “la mitad de los ítems estaban expresados en clave positiva (por ejemplo, ‘los niños débiles necesitan ayuda’) y la otra mitad en clave negativa (por ejemplo, ‘a nadie le gusta un flojucho’)”. Se proporcionaban tres tipos de respuesta para cada ítem: de acuer-
  • 58. 57 EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING do, no estoy seguro, en desacuerdo. Los resultados totales de apo- yo a las víctimas, por consiguiente, podían abarcar de 20 a 60. Tras un análisis de factores, había cuatro factores interpretables. El factor 1, con la mayor proporción de la varianza, refleja una clara opinión en contra del bullying. Se caracteriza por una opinión fuer- temente negativa acerca de la naturaleza de los acosadores y un rechazo del sometimiento de los demás. El factor 2 es un nítido rechazo de las víctimas, percibidas como débiles y a las que se hace responsables de la hostilidad que cae sobre ellas. El factor 3 se aso- cia con la aprobación de la conducta hostil dirigida a los niños débi- les. Finalmente, el factor 4 se asocia con la conducta orientada a impedir el acoso. Los resultados implicaban que la mayoría de los niños de esta zona de la ciudad se oponen al bullying. Lo ven como algo indesea- ble y creen que debe ser impedido. El factor más fuerte en este estu- dio es con mucho un factor anti-bullying, mientras que el segundo factor representa una marcada tendencia a rechazar a las víctimas. Este último representa una actitud negativa significativa hacia las características de las víctimas y, quizás, una repugnancia machista hacia la debilidad. Lo que está claro en este estudio es que hay cier- ta disociación del bullying con respecto a lo que les sucede a los niños más débiles. Esto se deja ver al separar los componentes con- ductuales del bullying (por ejemplo, ser insultado, ser empujado) respecto del factor que define la debilidad de las víctimas. Hay cierto grado de evidencia de que los niños desean distanciarse de las víctimas y creen que éstas reciben lo que se merecen. ¿Significa esto que los niños ven algunos comportamientos que los adultos describirían como bullying como una especie de castigo aplicado por los más fuertes sobre los indeseables?
  • 59. 58 BULLYING ENTRE ADULTOS A la inversa, sin embargo, el cuarto factor indica un claro deseo de que se castigue a los acosadores y se defienda a los niños. Este factor es muy similar al tercer factor definido por Rugby y Slee (1991) y concuerda con los resultados de otros estudios. La díada acosador-víctima Cada vez más, los investigadores consideran el acoso y la victi- mización menos como el producto de características individuales de acosadores y víctimas tomados por separado, y más como la manifestación de una única interacción. Las díadas de acosadores y víctimas son muy comunes. Existe una relación especial entre ellos, dinámica en el sentido de que si cualquiera de ellos introdu- ce un cambio el otro lleva a cabo una acción compensatoria, con el acosador obteniendo la parte del león del refuerzo positivo y la víctima tratando de sobrevivir lo mejor posible. Pepler y Craig (1995) describen estas díadas como dependiendo en gran medida de la actitud sumisa de la víctima, y señalan que, a medida que ambos miembros de la díada se van aislando y alejando de la vida social de su grupo de iguales, de un modo paradójico van depen- diendo más el uno del otro para tener contacto social. Documenta- ron más de 400 episodios de bullying grabando en vídeo compor- tamientos ocurridos en el patio de distintos colegios de Toronto. Estos episodios abarcan desde ligeras burlas hasta 37 minutos con- tinuados de ataque físico. En este último caso, la víctima no hizo intento de evitarlo, ni siquiera cuando intervino un maestro: los tres niños implicados (la víctima y los dos acosadores) insistieron en que sólo estaban jugando. La misma díada trágica acosador-víctima puede observarse asi- mismo en casos de bullying entre adultos. Las entrevistas que yo
  • 60. 59 EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING mismo he realizado para mis estudios proporcionan varios ejem- plos de ello, de los cuales el siguiente es uno de los más claros. Estudio de caso Joe, un hombre de 37 años empleado en la sección de informáti- ca de una autoridad local, se puso en contacto conmigo a través de una línea telefónica anti-bullying porque estaba avergonzado de su comportamiento sumiso. Su jefe de área, un hombre dos años menor que él, era un ex-jugador de rugby con un físico intimidante que se divertía apabullando a Joe, un hombre delgado, asmático y con gafas. Joe se encontró siendo utilizado para hacer demostracio- nes de placajes de rugby, patadas de kárate y puñetazos de boxeo. Incluso, en una ocasión fue utilizado como “pesas” en una demos- tración de levantamiento de peso. El jefe de área, en un tono alegre y falsamente cordial, se complacía en describirle a Joe, de manera sexualmente explícita, lo que le gustaría hacerle a su mujer (la de Joe). A Joe le parecía que la única manera de “desconectar” a este acosador era reír sus gracias y ser el objeto de su diversión. Duran- te un tiempo Joe adoptó la estrategia de atraer el humor grosero del acosador sobre él temprano por la mañana, dado que, una vez que éste se había “desahogado”, el resto del día transcurría razonable- mente tranquilo. Joe era consciente de que su modo sumiso de comportarse en realidad estaba reforzando el hinchado ego del acosador, y haciendo más probable que el bullying se convirtiera en un hábito que no se terminara nunca. Joe se describía a sí mismo como una parte de una díada acosador-víctima y necesitaba desesperadamente saber cómo terminar con esta relación dispa- ratada y trágica.
  • 61. 60 BULLYING ENTRE ADULTOS Subgrupos de acosadores Uno de los errores más extendidos tanto entre los profesionales como entre el público en general es la idea de que los acosadores son simplemente acosadores. De hecho, los investigadores han demostrado que hay diferencias significativas entre la población de niños, adolescentes y adultos que son descritos como “acosado- res”, y que esas diferencias proporcionan pistas acerca de la evolu- ción de su conducta. Hay un importante acuerdo con la tesis de Olweus (1993) de que los acosadores se dividen en dos tipos, en función básicamente de la frecuencia con que ellos mismos se con- vierten en víctimas. Esta distinción se ha dificultado por el hecho de que diferentes investigadores han empleado terminologías diferentes; no obstan- te, los términos utilizados por Olweus pueden ser entendidos por todos. Él se refiere a acosadores que a veces son agresores y a veces víctimas; son denominados como “acosadores reactivos”, “agreso- res inefectivos” o, más comúnmente, à la Olweus, “víctimas provo- cativas”. En mi propia experiencia estas víctimas provocativas son niños dispuestos a continuar una pelea sin reparar en quién la ha comenzado. Se enfadan con facilidad y convierten pequeños con- flictos en enfrentamientos físicos, aunque a menudo terminan per- diendo. En general, su conducta está motivada por una percepción errónea de la provocación. A diferencia de los agresores proactivos, estos niños muestran una estimación equivocada de las consecuen- cias de acosar a compañeros victimizados y no victimizados. Quie- ren conseguir algún tipo de recompensa tangible como resultado de su agresión, pero parecen incapaces de averiguar qué niños res- ponderán a la agresión y cuáles no, de manera que con frecuencia terminan siendo ellos mismos las víctimas. Perry, Williard y Perry (1990) estudiaron 175 alumnos de 4º a 7º curso, con el propósito de
  • 62. 61 EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING estimar la probabilidad de que se produjeran distintas consecuen- cias en una hipotética agresión a compañeros de clase victimizados y no victimizados. Los sujetos del estudio esperaban con más pro- babilidad recompensas tangibles cuando consideraban una agre- sión hacia compañeros de clase victimizados y esperaban también signos de sufrimiento de la víctima. Mientras que, al mismo tiem- po, si consideraban una agresión contra compañeros de clase no victimizados, les parecía menos probable la toma de represalias. Es notable que, al considerar una agresión hacia compañeros de clase victimizados, lo que más preocupaba a los niños era asegurar recompensas tangibles. Mientras que, si imaginaban una agresión contra compañeros de clase no victimizados, les preocupaba menos la idea de hacer daño a sus víctimas o la idea de las represalias que sus víctimas pudieran tomar. Este descubrimiento demuestra de nuevo que muchos niños ven a los niños victimizados como, en cierto sentido, merecedores de castigo, y que, por consiguiente, su empatía hacia ellos está embotada. Se trata de una especulación, pero me parece altamente probable que muchos de esos niños victi- mizados, esos de cuyo dolor los sujetos del estudio no parecen preocuparse, son de hecho las víctimas provocativas. Los agresores proactivos son los acosadores calculadores, fuer- tes, del estereotipo generalmente extendido. Son los niños que seleccionan cuidadosamente las víctimas apropiadas y saben exac- tamente qué tipo de recompensas pueden esperar. No son irasci- bles y no se embarcan en una agresión a no ser que estén razona- blemente seguros de obtener algo positivo de ella. A diferencia de las víctimas provocativas, no se alteran emocionalmente con facili- dad y pueden manejar el conflicto exitosamente. Aunque están a la búsqueda de provocaciones, no necesitan sentirse provocados para embarcarse en actividades de bullying; su intención es asegurarse
  • 63. 62 BULLYING ENTRE ADULTOS las recompensas asociadas con sus víctimas particulares. A diferen- cia de lo que ocurre con las víctimas provocativas, estas emociones no interfieren con su cognición social. Por consiguiente, son capa- ces de retirarse cuando se dan cuenta de que es probable que pier- dan; no hay en ellos un exceso de excitación que les lleve a mante- ner una línea de acción condenada al fracaso. No es sorprendente que, en la edad adulta, las víctimas provo- cativas son las que tienen las mayores dificultades de ajuste social y que, cuando se convierten en acosadores domésticos, muestran la misma tendencia que ya tenían de niños a culpar a los demás de la provocación. Cometen los mismos errores cognitivos y atribuyen hostilidad a sus parejas, incluso cuando esa agresividad no existe. Luego utilizan esa interpretación equivocada para justificar la vio- lencia que cometen. El modelo que dan a sus hijos es de agresivi- dad, de manera que no es extraño que sus hijos también tengan una conducta agresiva al crecer. Tener el control Todo el mundo necesita controlar los acontecimientos, las cir- cunstancias y el entorno físico que influyen en sus vidas. Para el niño, llegar a ser independiente implica adquirir cada vez un mayor control. Este control está mediado por el incremento de la conducta prosocial, que impide que la necesidad de control adopte una forma que impacte negativamente en otros. Tal como se ha mostrado, los acosadores abusan del desequilibrio de fuerzas para controlar a sus víctimas, y el refuerzo para ello procede en gran medida de la con- ducta subsiguiente de sus víctimas. Este tipo de niños actúan con una perspectiva a corto plazo, se les da peor determinar cuál será el efecto a largo plazo de las relaciones personales. Esto parece estar
  • 64. 63 EL REFUERZO POSITIVO DEL BULLYING relacionado en gran medida con el estilo de disciplina de los padres, especialmente de la madre. Por ejemplo, Hart, Ladd y Burleson (1990) exploraron las relaciones entre los estilos disciplinarios de las madres, las expectativas que los niños tienen sobre los efectos de las estrategias sociales y el estatus del niño en su grupo de iguales. Ciento cuarenta y cuatro madres y sus hijos participaron en este estudio, para el que se aprovechó una serie de entrevistas realizadas en las casas de los niños antes del comienzo del año escolar. Con el curso empezado, se averiguó en las aulas la posición social de cada uno. Los hijos de madres que eran más autoritarias en su estilo dis- ciplinario tenían menos aceptación entre los compañeros y solían esperar buenos resultados del uso de métodos enérgicos y agresivos para resolver conflictos entre iguales. Esas estrategias a corto plazo suponían muchas amenazas de violencia contra otros niños o el uso de reacciones físicas de similar grado. A cambio, los niños que espe- raban usar estrategias enérgicas y hostiles gozaban de menos popu- laridad y eran menos aceptados por sus compañeros. Así, los niños que usaban estrategias agresivas a corto plazo para resolver conflic- tos y dominar en las relaciones personales podían obtener un refuer- zo positivo tangible a corto plazo pero a la larga salían perdiendo a causa de su impopularidad. Por consiguiente, todo indica que tener el control no siempre asegura ventajas a largo plazo. Bullying femenino El bullying se ha estudiado sobre todo en chicos porque su con- ducta es mucho más abiertamente agresiva. Sin embargo, hay prue- bas de que en las chicas aparece por lo menos con la misma frecuen- cia (Smith y Sharp, 1994), pero se nota menos debido a su naturaleza más sutil y disimulada. Dada la definición de bullying como la inten-