2. EL ANUNCIO DE LA EUCARISTÍA
EN LA VIDA DE JESÚS
1) Jesús, el verdadero esposo
Juan el Bautista presenta a Jesús como «el Cordero de
Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29) y como
el verdadero Esposo, a quien pertenece la esposa (cf. Jn
3,27-30).
3. En los primeros días de su vida pública,
Jesús, junto con su madre y sus primeros
discípulos, asisten a una boda en Caná de
Galilea (cf. Jn 2,1-12). Su madre le dice
que los novios no tienen vino. Jesús
responde con una frase misteriosa:
«Todavía no ha llegado mi hora».
Pero hace el milagro a peticion de la
madre y dice el evangelista, Jesús
«manifestó su gloria y sus discípulos
creyeron en él».
4. Pero toda esta escena está cargada de un profundo
simbolismo. Es un «signo» que anticipa y anuncia
otra boda y, por tanto, otros esposos.
Jesús, cuando le llegue «su hora», la de la cruz, será
realmente glorificado por el Padre (cf. Jn 17,1),
porque será entonces cuando, derramando el vino
nuevo de su sangre y entregando el Espíritu (cf. Jn
19,30.34), creará a su Esposa, la Iglesia, dándoles
una nueva madre, una nueva Eva, en la persona de
esa «mujer» que ha forzado la anticipación en Caná
y estará también presente junto a la cruz (cf. Jn
19,25-27).
Y esa boda en la que Jesús recrea y se une
esponsalmente a sus discípulos, es la que tiene lugar
siempre que comemos su carne y bebemos la
verdadera bebida de su sangre.
5. 2) Jesús come con pecadores
Las comidas tenían un sentido sagrado para los judíos, porque
expresaban la comunión con Dios y también la comunión con
todos aquellos que participaban en la comida.
Jesús introduce una gran novedad, ya que, no solamente come
con sus amigos, sino que se sienta a la mesa con pecadores,
publicanos marginados y gente de mala fama (cf. Mc 2,13-17; Lc
15,1-3; Lc 19,1-10).
Todas estas comidas son un signo de reconciliación, que anticipan
lo que después sucederá en el banquete eucarístico, en el que
Jesús ofrecerá la reconciliación a los pecadores de todos los
tiempos.
6. 3) Jesús alimenta a los hambrientos
Jesús realizó dos multiplicaciones milagrosas de panes y peces (cf.
Mc 6,34-44; 8,1-10). Las circunstancias de los dos milagros son
parecidas. Una gran multitud acude a oír a Jesús, que siente
lástima de ellos «porque estaban como ovejas sin pastor». Pero,
además, siente también compasión «porque no tienen qué
comer», y multiplica los pocos panes y peces que tienen sus
discípulos.
En las dos escenas Jesús se presenta como el pastor que realiza
a la vez dos misiones: enseñar y alimentar. Y en las dos misiones
involucra a sus discípulos, que acaban de tener su primera
experiencia de predicación y que tienen que colaborar para que
todos puedan comer.
7. Las circunstancias de los dos milagros, aunque sean
similares, no son idénticas: cambian los destinatarios.
En la primera (cf. Mc 6,34-44), Jesús da de comer a
judíos, miembros del pueblo de Dios: se realiza en
territorio judío, el pueblo está perfectamente organizado
y las cestas de las sobras son doce, número
representativo del pueblo de Dios.
En la segunda (cf. Mc 8,1-10), los destinatarios son
paganos: tiene lugar en la Decápolis, fuera de Israel, y
las cestas que recogen las sobras son siete, número
simbólico de las naciones paganas (cf. Dt 7,1; Hch 6,1-
4).
8. 4) Jesús, anuncia la
institucion de la Eucaristia.
Después de la primera multiplicación de los panes, según el
Evangelio de san Juan, Jesús pronunció un célebre discurso en la
sinagoga de Cafarnaún. En realidad son dos discursos, aunque
estén unidos: uno sobre el pan de vida (cf. Jn 6,23-51) y otro
sobre el pan eucarístico (cf. Jn 6,52-58).
En el primero, Jesús intenta convencer a los oyentes para que,
además de buscar el alimento que sostiene nuestra existencia
terrena aspiren a otro alimento que da el Autor de la vida, el que
da la vida eterna.
El que da ese alimento es el Padre: «Mi Padre es quien os da el
verdadero pan del cielo». Y ese pan es Jesús mismo: «Yo soy el
pan de vida». Pero este alimento exige ser aceptado de forma
personal por la fe.
9. En el segundo discurso, ya no se trata de creer, esto era
solamente una condición previa necesaria, sino de comer y beber
la carne y la sangre del Hijo del hombre. Jesús, ante el asombro
de sus oyentes, subraya que no se trata solamente de una
expresión simbólica, sino de una verdadera comida, de una
comida real: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es
verdadera bebida». Jn 6, 48s
Además, Jesús explica los efectos que produce este alimento
inaudito; son dos. Primero, una compenetración misteriosa, una
relacion mutua entre Jesús y quien lo come: «El que come mi
carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él». Y el segundo, la
inmortalidad: «el que coma de este pan vivirá para siempre».
10. 5) Jesús lava los pies a sus
discípulos
Aparentemente, este relato de san Juan (cf. Jn 13,1-20) no dice
nada de la Eucaristía. Pero, sucedió «la víspera de la fiesta de la
pascua», sabiendo Jesús «que le había llegado la hora de dejar el
mundo para ir al Padre», y mientras «estaban cenando». Es decir,
en el mismo momento en que, según los demás evangelistas,
Jesús instituyó la Eucaristía.
La escena comienza con dos afirmaciones solemnes del
evangelista, que nos preparan para presenciar lo que parece que
va ser la culminación de la obra de Jesús. Primero nos lo presenta
como el Enviado divino en trance de cumplir definitivamente su
mision. «Y él, que había amado a los suyos, llevó su amor hasta el
extremo».
11. Esto nos descubre un doble mensaje.
Primero, que este gesto es algo que sólo Jesús puede hacer porque
es algo que simboliza su misión: el servicio supremo prestado a los
hombres por el Siervo de Dios, la entrega de su vida para
purificarlos.
Sin este servicio, los hombres no tendrían parte con él en su propia
filiación y en la herencia prometida: «Si no te lavo los pies, no
podrás contarte entre los míos». Eso es lo que Pedro no entiende de
momento, pero entenderá más tarde, como dice Jesús.
El Maestro convierte su actuación en ejemplo que los suyos deben
imitar. Es decir, los discípulos se deben servir unos a otros.
Estos mensajes nos descubren el sentido profundo de la Eucaristía.
En ella, Jesús realiza plenamente su misión en nosotros amándonos
hasta el extremo; porque, al morir por nosotros, nos purifica de
nuestros egoísmos, nos asocia a su propia entrega y nos hace
capaces de amarnos entre nosotros como él nos ha amado.
12. 6) Jesús resucitado camina con
sus discípulos
¡Jesús siguió comiendo con sus discípulos
después de la Resurrección! Y estas comidas
del Resucitado son precisamente las más
cercanas a lo que nosotros celebramos, ya
que el Jesús con el que nos encontramos
ahora en la Eucaristía es ya el Señor
resucitado y glorioso.
La primera de estas comidas tuvo lugar el
mismo día de Pascua y tuvo como invitados
a dos discípulos que iban camino de Emaús
(cf. Lc 24,13-35). Esta escena es como una
catequesis del itinerario de nuestra
celebración eucarística, en sus diferentes
partes.
13. Discipulos de Emaus…
Para suscitar en ellos esta fe, Jesús les explica todo lo que se
refería a él en la Escritura. Y esta explicación es lo que les
hace arder el corazón y les prepara para reconocerlo.
Los dos discípulos acogen la enseñanza de Jesús y muestran
su deseo de continuar con él.
Jesús se sentó a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y
se lo dio. Y entonces lo reconocieron, aunque él desapareció
de su lado.
Después de esto, los dos discípulos se volvieron
corriendo a Jerusalén para contar a los demás lo
que les había sucedido.
14. 7) Jesús resucitado acompaña a
sus discípulos en su misión
La última aparición del Resucitado que nos cuenta san
Juan, en el lago de Tiberíades, nos ofrece una visión
maravillosa de la presencia de Jesús. La pesca milagrosa
(cf. Jn 21,1-14).
Siete discípulos están pescando juntos. Como el número
siete es símbolo de totalidad, se quiere subrayar que la
faena de la «pesca» es de todos y de todos unidos. En
un primer momento, el trabajo resulta inútil: «No
lograron pescar nada». Al amanecer, como el día de la
Resurrección, Jesús se presenta, no en la barca, sino en
tierra firme, aunque cerca.
Desde una nueva situación, desde la gloria del Padre,
no abandona a sus discípulos, les sigue de cerca aunque
no se mezcla directamente en su trabajo.
15. Jesús manda echar la red. Y los discípulos, a pesar de no haberlo
reconocido, le hacen caso, echan la red. Y, por haber obedecido
logran una pesca espléndida. La red se llena a rebosar, pero no se
rompe.
Y, ante el milagro, reconocen a Jesús. Acercan la barca con la red
llena a la orilla, que estaba cerca.
«Al saltar a tierra vieron unas brasas, con peces colocados sobre
ellas, y pan». Jesús mismo les ha preparado esta comida. Pero les
pide a los discípulos una aportación: «Traed ahora algunos de los
peces que habéis pescado». Esta aportación viene del fruto de la
«pesca».
«Jesús se acercó, tomó el pan en sus manos y se lo repartió; y lo
mismo hizo con los peces». Jesús les sirve la comida, como había
hecho tantas veces, y, sobre todo, la noche antes de su muerte.
16. La Eucaristía se celebra en la frontera
entre este mundo y el venidero, es
comida terrena que prepara y anuncia el
banquete final en la tierra prometida. Es
puro don del Resucitado, pero exige la
aportación de los invitados, una
aportación que supone la participación
en la misión de Jesús. La Eucaristía es, a
la vez, punto de llegada de la tarea
evangelizadora y fuente de donde emana
toda su vitalidad.
17. II- LA INSTITUCION Y SU
CONTEXTO PASCUAL
1-Jesucristo instituyó este sacramento
en la Última Cena.
Los tres evangelios sinópticos (Mt 26,17-30;
Mc 14,12-26; Lc 22,7-20) y san Pablo
(cfr. 1 Co 11,23-26) nos han transmitido
el relato de la institución.
Fueron... y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa
con los Apóstoles; y les dijo: “Con ansia he deseado comer esta
Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la
comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios”...
Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi
Cuerpo que va a ser entregado por vosotros. Haced esto en recuerdo
mío [en conmemoración mía; como memorial mío]”. De igual modo,
después de cenar, el cáliz, diciendo: “Este cáliz es la Nueva Alianza en
mi Sangre, que va a ser derramada por vosotros”».
18. 2-Jesús celebró la Última
Cena durante la Pascua judía,
Pero en el centro no se encuentra el cordero de la Antigua Pascua,
sino Cristo mismo, su Cuerpo entregado y su Sangre derramada
por muchos para remisión de los pecados.
Jesús, más que celebrar la Antigua Pascua, anunció y realizó la
Nueva Pascua.
El precepto explícito de Jesús: «Haced esto en conmemoración
mía» (Lc 22,19; 1 Co 11,24-25), evidencia el carácter
propiamente institucional de la Última Cena.
Con dicho mandato nos pide que lo volvamos a realizar, que
reiteremos su presencia: la presencia de su Cuerpo entregado y
de su Sangre derramada, es decir, de su sacrificio en remisión de
nuestros pecados.
19. — «Haced esto». De este modo designó quienes pueden
celebrar la Eucaristía y les confió la potestad de celebrarla y
determinar los elementos fundamentales del rito: pan y vino, la
plegaría de acción de gracias y de bendición, la consagración de
los dones en el Cuerpo y la Sangre del Señor, la distribución y la
comunión.
— «En conmemoración mía». Este rito memorial tiene una
particular eficacia: no solo ayuda a “recordar” a la comunidad
creyente el amor redentor de Cristo, sus palabras y gestos
durante la Última Cena, sino que, además, como sacramento de la
Nueva Ley, hace objetivamente presente la realidad significada: a
Cristo, “nuestra Pascua” (1 Co 5,7), y a su sacrificio redentor.
20. 3-La celebración:
La Iglesia, obediente al mandato del Señor,
celebró enseguida la Eucaristía en Jerusalén
(cfr. Hch 2,42-48), en Tróade (cfr. Hch 20,7-
11) en Corinto (cfr. 1 Co 10,14,21; 1 Co 11,
20-34), y en todos los lugares a donde
llegaba el cristianismo. Era sobre todo “el
primer día de la semana”, es decir, el
domingo, el día de la resurrección de Jesús,
cuando los cristianos se reunían para “partir
el pan” (Hch 20,7).
Desde entonces hasta nuestros días la
celebración de la Eucaristía se ha
perpetuado, de suerte que hoy la
encontramos por todas partes en la Iglesia,
con la misma estructura fundamental.
21. La estructura de la celebración
Fiel al mandato de Jesús, la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo,
cuando celebra la Eucaristía no hace otra cosa que conformarse al
rito eucarístico realizado por el Señor en la Última Cena.
Los elementos esenciales de las sucesivas celebraciones
eucarísticas no pueden ser otros que aquellos de la Eucaristía
originaria: los discípulos de Cristo y la asamblea eucarística.
Desde los comienzos de la vida de la Iglesia, la asamblea cristiana
que celebra la Eucaristía se manifiesta jerárquicamente
estructurada: habitualmente está constituida por el obispo o por
un presbítero, por el diácono, por otros ministros y por los fieles,
unidos por el vínculo de la fe y del bautismo.
22. Por tanto, cada uno deberá cumplir el propio
ministerio, sin que haya confusión entre el
sacerdocio ministerial, el sacerdocio común de los
fieles y el ministerio del diácono y de otros posibles
ministros.
El papel del sacerdocio ministerial en la celebración
de la Eucaristía es esencial. Sólo el sacerdote
válidamente ordenado puede consagrar la
Santísima Eucaristía, pronunciando in persona
Christi las palabras de la consagración (cfr.
Catecismo, 1369).
Por otra parte, ninguna comunidad cristiana está
capacitada para darse por sí sola el ministerio
ordenado. «Éste es un don que se recibe a través
de la sucesión episcopal que se remonta a los
Apóstoles. Es el obispo quien establece un nuevo
presbítero mediante el sacramento del Orden,
otorgándole el poder de consagrar la Eucaristía»
23. El desarrollo de la celebración
El rito memorial se desarrolla, desde los
orígenes de la Iglesia, en dos grandes
momentos, que forman un solo acto de culto:
la “Liturgia de la Palabra” (que comprende la
proclamación y la escucha-acogida de la
Palabra de Dios), y la “Liturgia Eucarística”
(que comprende la presentación del pan y del
vino, la plegaria eucarística —con las palabras
de la consagración— y la comunión.
Estas dos partes principales están
delimitadas por los ritos de introducción
y de conclusion.
24. La constitución del signo
sacramental
Los elementos esenciales y necesarios para constituir el signo sacramental
de la Eucaristía son: por una parte, el pan de harina de trigo, y el vino de
uvas sin aditivos; y, por otra, las palabras consagratorias, que el
sacerdote celebrante pronuncia in persona Christi, en el contexto de la
«Plegaria Eucarística».
Gracias a la virtud de las palabras del Señor y a la potencia del Espíritu
Santo, el pan y el vino se convierten en signos eficaces, de manera real y
no solo de significado, de la presencia del “Cuerpo entregado” y de la
“Sangre derramada” de Cristo, es decir, de su Persona y de su sacrificio
redentor. Ese momento se llama Epiclesis.
25. Celebracion perpetua
Estare con ustedes todos los dias hasta el fin de este mundo.
Mt 28, 20b
Tradicion que se transmite:
1 Cor 11, 23 “Yo he recibido esta tradicion del Senor que, a mi vez, les
he transmitido.”
Yo celebrare de Nuevo en el Nuevo Reino. “Sepan que no volvere a
beber del jugo de la uva hasta el dia en que beba vino Nuevo en el
Reino de Dios.” Mc 14, 25
Apoc 2, 7: “Al vencedor yo le dare de comer del arbol de la Vida que
se halla en el Paraiso de Dios.”
26. Come su propia condenacion
San Pablo nos habla en 1 Corintios 11,
26s de dos condiciones para recibir
indignamente el Cuerpo y la Sangre de
Cristo:
1-Tener la conciencia impura.
2-No reconocer el Cuerpo.
Hebreos 10, 29-31 nos dice que nos
puede pasar si pisoteamos la Sangre del
cordero.
27. Vive ya de vida eterna
Jesus nos dijo que la vida eterna es configurada aqui en
la tierra a traves de la recepcion de su Cuerpo y Sangre:
Jn 6, 53-54: “Jesus les contesta: “En verdad les digo: si
no comen la carne del Hijo del Hombre, y no beben su
sangre, no viven de verdad. El que come mi carne y
bebe mi sangre, vive ya de vida eterna, y yo lo
resucitare en el ultimo dia.”