2. En la Didajé,
o Doctrina de los Apóstoles
En el capítulo XIV dice: «En el día del Señor, reunidos, partid el pan y dad gracias,
después de haber confesado vuestros pecados, para que sea puro vuestro sacrificio...»
En los capítulos IX y X encontramos textos de una «bendición eucarística» con
palabras y plegarias particularmente bellas; se hace la bendición sobre el cáliz y
sobre el pan partido: «Del mismo modo que este pan partido era primero
esparcido sobre colinas y recogido se convierte en uno, así se recoja tu Iglesia
desde los extremos de la tierra». El alimento y la bebida sobre los cuales se
pronuncian las plegarias de bendición, son «alimento y bebida espirituales» de los
cuales sólo los bautizados pueden participar.
3. IGNACIO DE ANTIOQUIA
NACIDO EN SIRIA, (35-107)
«Se mantienen alejados de la
eucaristía y la oración porque no
quieren confesar que la eucaristía
es la carne de nuestro Salvador
Jesucristo, carne que sufrió por
nuestros pecados y fue resucitada
por la benignidad del Padre»
(Carta a los cristianos de Esmirna,
7,1)
4. JUSTINO MARTIR
Nablus, Palestina (100-165)
«Este alimento se llama
entre nosotros Eucaristía;
del cual a ningún otro es
lícito participar, sino al
que cree que nuestra
doctrina es verdadera, y
que ha sido purificado con
el bautismo para perdón
de pecados y para
regeneración, y que vive
como Cristo enseñó.”
(Primera Apología, 66)
5. IRINEO DE LYON
Lyon, Francia (140-202)
“Están enteramente locos quienes
rechazan toda la Economía de Dios, al
negar la salvación de la carne y despreciar
su nuevo nacimiento, pues dicen que ella
no es capaz de ser incorruptible. Pues si
ésta [la carne, nuestro cuerpo] no se salva,
entonces ni el Señor nos redimió con su
sangre, ni el cáliz de la Eucaristía es
comunión con su sangre, ni el pan que
partimos es comunión con su cuerpo.”
6. CLEMENTE DE ALEJANDRIA
Oriundo de Grecia (150-215)
Una homilía suya sobre Mc 10, 17-
31 nos presenta a Jesús
diciéndonos:
“Yo te regeneré [...]. Yo te mostraré
la faz de Dios, el Padre bueno [...].
Yo soy tu alimentador, que me he
dado a mí mismo en pan (del cual
quien lo gustare, no experimentará
ya la muerte) y me he dado a diario
en bebida de inmortalidad.”
7. TRADITIO APOSTOLICA:
“Cada uno tenga cuidado de que
ningún infiel guste de la
Eucaristía, ni algún ratón u otro
animal. Porque es el cuerpo de
Cristo, que ha de ser comido por
los fieles y no debe
menospreciarse”
Hablando de la celebración
de la Cena del Señor,
distingue el documento
entre el pan bendito
(griego: eulogía) y el pan
eucarístico (griego: eukaristía),
e insiste en el cuidado con el
que debe tratarse éste último:
8. CIPRIANO DE CARTAGO
Cartago, Africa (200-258)
Comentando la oración del Señor (el Padrenuestro) enseña:
“Porque Cristo es pan de los que tocamos su cuerpo; y ese pan es el
que pedimos que se nos dé cada día, no sea que los que estamos en
Cristo y recibimos cada día su Eucaristía como alimento de salvación,
cuando por presentarse algún pecado más grave absteniéndonos y no
comulgando nos apartemos de recibir el pan celestial, nos separemos
del cuerpo de Cristo, según su palabra: Yo soy el pan de vida [...].
Cuando dice que vive eternamente el que come de su pan, del mismo
modo que es claro que viven los que tocan su cuerpo y reciben la
Eucaristía por su derecho de comunión, así por el contrario hay que
temer y pedir no sea que al separarse del cuerpo de Cristo no
comulgando, quede separado de la salvación [...]. Y por eso pedimos
que cada día se nos dé nuestro pan, es decir, Cristo, para que quienes
permanecemos y vivimos en Cristo, no nos apartemos de su
santificación y de su cuerpo”. (De dominica oratione, 18)
9. “Amenaza ahora una lucha más dura y feroz, a la que deben
prepararse los soldados de Cristo con una fe incorrupta y una
virtud robusta, considerando que por eso beben a diario el
cáliz de la sangre del Señor, para poder también ellos
derramar su sangre por Cristo”. (Epístola 58,1)
Hablando de aquellos cristianos que habían apostatado, al
menos materialmente, de su fe y que ahora se acercan a
la eucaristía sin haber hecho antes penitencia y sin haberse
reconciliado, dice:
“Se hace así violencia al cuerpo y la sangre [del Señor], y
ahora con sus manos y su boca pecan más contra el Señor
que cuando entonces le negaron” (De lapsis 16).
10. EFREN
Nisibis, Siria (306-?)
“Los sacerdotes del tiempo antiguo desearon ver tu belleza y no la vieron;
los sacerdotes del tiempo medio odiaron tu belleza y la rechazaron; los
sacerdotes de la Iglesia te tomaron en sus manos a ti, Pan de vida que se
abajó y se unió con nuestros sentidos”. (De virginitate 35,12)
“Que nos santifiquemos por tu cuerpo y por tu sangre y estemos entre los
redimidos los que hemos comido tu cuerpo y hemos bebido tu sangre
preciosa”. (Sermon 1, 655-657)
“El cuerpo que Él había tomado de María lo volvió a tomar ella en el
pan y la ofrenda” (De epiphania 8,23)
“De un nuevo modo se unió su cuerpo con el nuestro y su sangre pura se
derramó en nuestras venas; su voz en el oído, su luz en los ojos. Por su
piedad se unió totalmente a nosotros”. (De virginitate 37,2)
11. HILARIO DE POITIERS
Poitiers, Francia (315-367)
Escribe comentando Jn 6,55-57:
“….Sobre la verdad de la carne y de la sangre, no nos queda lugar a dudas; pues ahora por la
profesión del Señor y por nuestra fe es verdaderamente carne y verdaderamente sangre. Y
cuando esa carne es comida [por el creyente] y la sangre es bebida, entonces producen que
nosotros permanecemos en Cristo y Cristo en nosotros”. (De Trinitate 8,14)
12. ATANASIO: (295-373)
Contraponiendo la Pascua antigua con la celebración pascual cristiana dice:
“Entonces celebraban la fiesta comiendo un cordero irracional y
ahuyentaban al exterminador untando los dinteles con su sangre; pero
ahora, cuando comemos al Verbo del Padre y signamos los labios de
nuestros corazones con la sangre del Nuevo Testamento, conocemos la
gracia que nos ha dado el Salvador” (Epistula festalis 4,3)
“El mismo Salvador nuestro, pasando de lo figurado a lo espiritual, les
prometió que ya en adelante no comerían la carne del cordero, sino la suya
propia, diciendo: Tomad, comed y bebed; esto es mi cuerpo y mi sangre”
(ibid., 4)
Hablando sobre los frutos de la comunión eucarística escribe:
“Nos divinizamos, no participando en el cuerpo de un hombre cualquiera,
sino tomando el cuerpo del Verbo mismo” (Epistula ad Maximum 2, PG 26,
1088)
13. BASILIO:
(nace por el 300 en Capadocia)
Escribiendo a un cristiano sobre el provecho de la
comunión frecuente, dice:
“Es por cierto bueno y provechoso recibir la eucaristía
cada día y participar así del cuerpo y sangre de Cristo.
Porque Él dice con toda claridad: el que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. ¿Y quién
puede dudar que participar frecuentemente de la vida
es lo mismo que tener vida en abundancia? Yo
comulgo cuatro veces a la semana: en el día del Señor,
el miércoles el viernes y el sábado, y en cualquier otro
día si ocurre alguna conmemoración de algún santo”
(Epistula 93)
14. GREGORIO NACIANCENO:
(Capadocia, 330-389)
Hablando de la celebración eucarística exhorta a
los fieles:
“Sin temor y sin dudas come el cuerpo, bebe la
sangre, si deseas la vida” (Oratio 45, In sanctum
Pascha, 19)
Y en una carta: “No te canses, oh piadosísimo, de
pedir y abogar por nosotros cuando con tu palabra
hagas bajar el Verbo, cuando con sección
incruenta, usando la voz en lugar de la espada,
cortas el cuerpo y la sangre del Señor [refiriéndose
al momento de la fracción del pan eucarístico]”
(Epístula 171, a Anfiloquio, 3)
15. GREGORIO DE NIZA: Capadocia (335-394)
“Creemos que también ahora el pan santificado por la palabra de Dios se transforma en
cuerpo del Verbo de Dios” (Oratio catechetica 37)
En otro lugar: “El pan al principio es común; pero, cuando lo consagró el misterio, se llama y se
hace cuerpo de Cristo” (In diem luminum, PG 46,581)
Afirma también que Cristo se ofreció en sacrificio ya antes del Calvario y dice:
“¿Cuándo fue eso? Cuando a los que estaban con Él les hizo al pan su cuerpo y a la bebida su
sangre. Porque es del todo manifiesto que los hombres no pueden comer un cordero si
no precede la muerte de lo que comen. Pues el que dio a los discípulos su cuerpo en
comida, manifestó abiertamente que ya se había cumplido el sacrificio del cordero” (In
sanctum Pascha, oratio 1, PG 46,612)
16. CIRILO DE JERUSALEN: (315-386)
“Cuando Él mismo ha declarado y dicho del pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá ya a dudar?
Y cuando Él mismo ha asegurado y dicho: Esto es mi sangre, ¿quién dudará jamás diciendo que no
es su sangre?” (Catequesis mistagógica 4,1)
“En una ocasión, con una mera indicación suya, convirtió agua en vino durante las bodas de Caná
de Galilea, y ¿no va a ser digno de creerse que Él convierte el vino en su sangre?» (idem, 2)
“Por tanto con seguridad absoluta participamos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Porque
en figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre, para que
participando del cuerpo y de la sangre de Cristo, seas hecho con-corpóreo y con-sanguíneo
de Cristo. Porque así somos también portadores de Cristo, distribuidos su cuerpo y su sangre por
nuestro miembros; así, según san Pedro, somos hechos consortes de la naturaleza divina” (idem, 3)
17. Mas de san Cirilo….
“No los mires, pues, al pan y al vino como ordinarios; porque son, según la declaración del
Señor, cuerpo y sangre. Pues aunque el sentido te sugiera eso, la fe te asegura lo otro. No lo
juzgues por el gusto, sino por la fe asegúrate indudablemente, tú que has sido digno del cuerpo
y de la sangre de Cristo.” (idem, 6)
“Asegurado de que el aparente pan no es pan (aunque lo sea para el gusto), sino cuerpo
de Cristo, y el aparente vino no es vino (aunque el gusto lo quiera), sino sangre de Cristo
[...], fortifica tu corazón, participando de él como de un pan espiritual, y rejuvenece la faz
de tu alma” (idem, 9)
“Después que nos hemos santificado por medio de estos himnos espirituales, invocamos al
bondadoso Dios para que haga descender al Espíritu Santo sobre los dones presentes a fin de
que el pan llegue a ser el cuerpo de Cristo y el vino la sangre de Cristo.” (idem, 5,7)
18. AMBROSIO DE MILAN: (339-397)
“Mi carne verdaderamente es comida y mi sangre es bebida. Oyes carne, oyes
sangre, conoces los misterios de la muerte del Señor; y ¿calumnias a la divinidad?
[...] Nosotros siempre que recibimos los misterios [en la celebración eucarística],
que por el misterio de la sagrada plegaria se transfiguran en carne y en sangre,
anunciamos la muerte del Señor” (De fide, 4,10,124)
“Cristo es alimento para mí, Cristo es bebida; la carne de Dios es comida para
mí y la sangre de Dios es bebida. Ya no espero para saciarme las cosechas
anuales; Cristo se me sirve todos los días”.
“Pero ese pan es pan antes de las palabras de los misterios; en cuanto sobreviene
la consagración, del pan se ha hecho carne de Cristo. Vamos a probarlo. ¿Cómo lo
que es pan puede ser cuerpo de Cristo? La consagración, pues, ¿en qué palabras
está y de quién son esas expresiones? Del Señor Jesús [...]. La palabra de Cristo es
la que produce este sacramento”.
19. Mas de san Ambrosio…
“No era cuerpo de Cristo antes de la consagración; pero después de la consagración te digo que
es ya el cuerpo de Cristo. Él lo dijo y se hizo, lo mandó y se creó” (De sacramentis 4,4,16)
“Sabes, pues, que del pan se hace el cuerpo de Cristo y que el vino, que se echa con agua en el
cáliz, se hace sangre por la consagración celeste. Dirás tal vez: Yo no veo apariencia de sangre. Pero
se le asemeja. Pues como recibiste el símbolo de la muerte [en el bautismo], así también bebes el
símbolo de la preciosa sangre para que no tengas horror a la sangre y, sin embargo,
produzca su efecto el precio de la redención. Sabes pues que lo que recibes es el cuerpo de
Cristo” (De sacramentis 4,4,19-20)
“Antes de consagrarlo es pan; pero cuando sobrevienen las palabras de Cristo, es el cuerpo de
Cristo [...]. También antes de las palabras de Cristo es el cáliz lleno de vino y agua; pero cuando han
actuado las palabras de Cristo, allí se hace la sangre del que redimió al pueblo. Ved, pues, de
cuántas maneras puede cambiarlo todo la palabra de Cristo. Finalmente el mismo Señor nos ha
testificado que lo que recibimos es su cuerpo y su sangre. ¿Es que debemos dudar de la autoridad
de su testimonio?” (De sacramentis 4,5,23)
20. GREGORIO DE ELVIRA: (?-392)
Comentando el Cantar de los Cantares 2,4 (“me introdujo en la casa del vino”) dice:
“¿Qué significa en la casa del vino, sino en el misterio de la pasión? Porque este vino es la
sangre de Cristo, que se da siempre en la Iglesia a los creyentes, el misterio de la pasión del
Señor; como Él dice: si no comiereis la carne del Hijo del hombre, es decir, el pan de la vida,
y bebiereis su sangre, no tendréis vida eterna.” (Tractatus de Ephitalamio 3,24)
Y explicando los gestos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, que a través de la carne
obran en el espíritu, enseña a sus fieles:
“Se lava la carne, para que se limpie el alma; se unge la carne, para que se consagre el
alma; se signa la carne, para que se salve el alma; se ensombrece la carne por la
imposición de manos, para que [el alma] se ilumine por el Espíritu Santo; la carne
come y bebe del cuerpo y la sangre de Cristo, para que el alma se sacie de Dios”
(Tractatus de libris Sacrarum Scripturarum 17,26)
21. JUAN CRISOSTOMO: (Antioquia344-407)
“Pero ¿qué? ¿Es que solamente nos preparó armas? No, sino también nos preparó
un alimento más potente que cualquier arma, para que no te canses en la lucha,
para que gozosamente venzas al maligno. Porque sólo con que te vea volver de la
cena del Señor [la Eucaristía], como el que ve a un león que echa fuego por la
boca, así huye más rápido que el viento; y si le muestras la lengua teñida de la
sangre preciosa, ni podrá tenerse; si le muestras la boca roja de púrpura, se
retirará rápido como una fiera.” (Catecheses ad illuminandos octo, homilia 3,12)
“Te muestro [en la Eucaristía] no ángeles, ni arcángeles, ni cielos, ni cielos de los
cielos, sino al mismo Señor de todo eso. ¿Ves cómo estás viendo lo más precioso de
todas las cosas de la tierra, y que no solamente lo estás viendo, sino que lo tocas, y
que no solamente lo tocas, sino que lo comes y llevándolo vuelves a tu casa?” (In
epistulam I ad Corinthios, homilía 24,5)
“Cuántos dicen ahora: Quisiera ver su forma, su figura, sus vestidos, su calzado.
Pues ahí [en la Eucaristía] lo estás viendo, lo tocas, lo comes. Tú deseas ver sus
vestidos; Él se te da a sí mismo, no sólo para que lo veas, sino para que lo
toques y lo comas, y lo recibas dentro.” (In Matthaeum, homilía 82,4)
22. Mas de san Juan Crisostomos…
“No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas [pan y vino] se conviertan en
Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El
sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia
provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas
ofrecidas” (Prod. Jud. 1,6).
La tradicional relación entre Eucaristía y Encarnación queda afirmada así con claridad:
“¿Qué hay igual a la economía realizada para nosotros? Porque al que era para Él lo más
precioso de todos los seres, el Hijo unigénito, a ése lo dio por nosotros, sus enemigos; y
no sólo lo dio, sino que, después de dado, nos lo pone también como alimento.” (In
Matthaeum, homilía 25,4)
“Quise hacerme hermano vuestro; por vosotros participé de carne y sangre; de
nuevo os doy la misma carne y sangre por las que llegué a ser pariente vuestro.”
(In Ioannem, homilía 46,3)
23. CROMACIO DE AQUILEYA: (?-407)
“El que nuestro Señor y Salvador fuera puesto en el
pesebre, significaba que sería alimento de los
creyentes. Porque el pesebre es a donde van los
animales a comer. Pues como nosotros somos
también animales racionales, tenemos un pesebre
celestial a donde vamos. Nuestro pesebre es el altar
de Cristo, al que vamos todos los días para comer del
cuerpo de Cristo, el alimento de salvación” (Sermo
32,3)
“Comemos, pues, la Pascua con Cristo, porque Él mismo
se da en alimento a los que salva. Porque Él es quien hizo
la Pascua y Él es quien hizo el misterio [la Eucaristía]; el
cual cumplió la festividad de esta Pascua, precisamente
para restaurarnos con el manjar de su Pasión y
reanimarnos con la bebida de salvación.” (Sermo 17A,2)
24. CIRILO DE ALEJANDRIA: (?-444)
“La verdadera bebida es la sangre preciosa de Cristo, que
extirpa de raíz toda corrupción y destruye la muerte que hay en
la carne humana, porque no es la sangre de un hombre
cualquiera, sino de la misma Vida por naturaleza. Por eso nos
llamamos cuerpo y miembros de Cristo, porque recibimos por la
bendición [=Eucaristía] el mismo Hijo en nosotros.”
(Commentarius in Ioannis evangelium 4,2,56)
“Demostrativamente dijo: Esto es mi cuerpo y esto es mi sangre;
para que no pienses que lo que aparece es una figura, sino que,
en virtud de algo inefable del Dios omnipotente, las oblaciones
[de pan y vino] verdaderamente se transforman en cuerpo y
sangre de Cristo, al participar de las cuales, recibimos la fuerza
vivificante y santificante de Cristo.” (Commentarius in Matthaeum
26,27)
25. PROCLO DE CONSTANTINOPLA: (?-446)
“¡Felices los que con la fe ven al invisible; felices vosotros, los
que en cada fiesta lo veis, y lo lleváis a los ojos y lo besáis
con los labios, y lo coméis con los dientes, sin consumirlo!
¡Oh misterios extraños, oh tremendos misterios! El que está
sentado a la diestra del Padre se encuentra en las manos
de los fieles y al que cantan los ángeles lo sostienen
manos impuras, y lleva el que es llevado por los que son
indignos de llevarlo. No quema nuestras manos
pecadores, no quema nuestro dedos condenados, no
destruye el barro [...] el Creador, sino que Él mismo exhorta
diciendo: Tomad, comed; tomad, bebed; traed vuestras
manos e introducidlas en mis costados y consumid mis
miembros; porque cualquiera que sea el miembro que
toméis, en él estoy entero. Yo, a quien tocó Tomás.” (Homilía
33, In novam dominicam et in infidelitatem Thomae 14, 52-
55)
26. JERONIMO:(340-420)
“Después de terminada la Pascua típica y de haber comido con los
Apóstoles la carne del cordero, tomó pan, que conforta el corazón del
hombre, y pasa al verdadero sacramento de la pascua, para que,
como había hecho Melquisedec, sacerdote del sumo Dios, ofreciendo
pan y vino en prefiguración suya, Él también lo presentase en la
verdad de su cuerpo y de su sangre.” (Commentariorum in
Matthaeum 4,26)
“Tengamos hambre de Cristo y Él nos da el pan celestial. El pan
nuestro de cada día dánosle hoy [...]. Piensa alguno que el pan
celestial se refiere a los misterios [eucarísticos]; y lo aceptamos
porque es verdaderamente la carne de Cristo y verdaderamente
la sangre de Cristo” (Tractatus psalmorum 145,7)
“Ni nos dio Moisés el verdadero pan, sino el Señor Jesús: Él mismo es
convidado y convite, Él mismo es el que come y el que es comido; la
sangre de Él bebemos y sin Él no podemos beber” (Epistula 120)
27. AGUSTIN DE HIPONA: (354-430)
“Me vuelvo a Cristo, porque es Él a quien busco aquí, y encuentro que, sin caer en
impiedad, se adora la tierra, y sin impiedad se adora el escabel de sus pies. Porque Él tomó
tierra de la tierra, puesto que la carne viene de la tierra y tomó carne de la carne de María.
Y porque en la misma carne caminó aquí y la misma carne nos dio a comer para la
salvación, y nadie come esa carne sin adorarla primero, hemos hallado cómo se adora ese
escabel de los pies del Señor, y no sólo no pecamos adorándolo, sino que no adorándolo
pecamos.” (Enarratio in Psalmum 98, 9)
“Grande es la mesa, en la que los manjares son el mismo Señor de la mesa;
y nadie a los convidados les da a comer de sí mismo; esto lo hace Cristo
el Señor; Él es quien convida, Él es el manjar y la bebida.” (Sermo 329, 1)
“Por esto, porque también padeció por nosotros, nos entregó en este
sacramento su cuerpo y sangre, que hizo también fuerais vosotros mismos.
Porque también nosotros hemos sido hechos cuerpo suyo y por su
misericordia somos lo que recibimos.” (Sermo Denis 6,1)
28. LEON MAGNO: (papa del 440 -461)
“En qué tinieblas de ignorancia, en qué letargo de desidia han yacido hasta ahora,
que ni han oído ni han leído lo que está en boca de todos en la Iglesia de Dios con
tal unanimidad que ni las lenguas de los niños callan la verdad del cuerpo y sangre
de Cristo en el sacramento de la comunión; porque en esa mística distribución del
alimento espiritual eso es lo que se da, eso lo que se recibe, para que recibiendo la
fuerza del manjar celestial nos transformemos en la carne de Aquel que se hizo
nuestra carne.” (Epistula 59 Ad constantinopolitanos 2)
“Habiendo dicho el Señor: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su
sangre, no tendréis vida en vosotros, tenéis que participar de la sagrada mesa de tal
manera que absolutamente no dudéis de la verdad del cuerpo y sangre de Cristo.
Porque se toma con la boca lo que se cree con el corazón.” (Tractatus 91,3)
29. ROMANO EL MELODE: (diacono)
“Cuando Cristo, como poderoso, cambió manifiestamente el agua en vino, toda la
turba se alegró encontrando admirable su gusto. Hoy todos nos alimentamos en el
banquete de la Iglesia; porque el vino se ha cambiado en sangre de Cristo y lo
bebemos con gozo santo, glorificando al gran Esposo.” (Kontákion 18, In nuptias
Cana 20)
“Todos los ángeles que están en los cielos, se admiran de lo que pasa en la
tierra: que hombres terrenos, habitantes abajo, se elevan en espíritu y llegan a
lo alto, hechos partícipes de Cristo crucificado. Porque todos juntos comen su
cuerpo; adorando fervientes el pan de vida, esperan de él la salvación
inmortal. Que si sensiblemente se ve pan, espiritualmente los santifica como
pan celeste que es de inmortalidad…
30. EUSEBIO GALICANO:
“Cuando se ponen sobre los sagrados altares las creaturas [pan y vino] para
ser bendecidas con palabras celestiales, antes de ser consagradas por la
invocación del nombre supremo, está allí la substancia del pan y vino, pero,
después de las palabras de Cristo, son el cuerpo y la sangre de Cristo.” (ídem, 8)
“Cuando subes al venerable altar para ser saciado con el alimento, mira con fe el sagrado cuerpo y
sangre de tu Dios, admíralo con veneración, tócalo con la mente, tómalo con la mano del corazón y
bébelo, sobretodo, internamente.” (ídem, 3)
“Y, por eso, porque iba a quitar de nuestros ojos y había de llevar al cielo el cuerpo que había
asumido, era necesario que consagrase en este día el sacramento del cuerpo y de la sangre, para
que continuamente se venerase en el misterio lo que una vez se ofrecía como precio; para que,
como cotidiana e incansable corría la redención para salvación de los hombres, fuera también
perpetua la oblación de la redención y viviera en el recuerdo aquella víctima perenne y estuviera
siempre presente en la donación.” (ídem, 1)
31. GREGORIO MAGNO: (540-604)
Comenta Job 31,31 (“¿Acaso no han dicho los hombres de mi tienda: "¿Quién
puede hallar a alguno que no se haya saciado con su carne?”) y dice:
“Esta frase también puede entenderse misteriosamente en boca del Redentor. Pues
los varones de su tienda desearon saciarse de sus carnes, y sean los judíos
perseguidores, ya sean los gentiles creyentes. Porque aquéllos tramaron
extinguir su cuerpo como consumiéndolo y éstos desean saciar su espíritu
hambriento con sus carnes en el sacrificio diario de inmolación.” (Moralia
22,13,26)
32. ISIDORO DE SEVILLA: (?-636 )
Hablando de Melquisedec dice:
“Ya no ofrecen los creyentes [cristianos] las víctimas judaicas como las que ofreció el sacerdote
Aarón, sino como las que inmoló el mismo Melquisedec, rey de Salén, a saber, pan y vino, que es el
verdaderísimo sacramento del cuerpo y sangre del Señor.” (De fide catholica contra Iudeos 2,27,2)
“La sabiduría de Dios, Cristo, se hizo una casa, la Iglesia sacrosanta, en la cual sacrificó las hostias
de su cuerpo, en la que mezcló el vino de su sangre en el cáliz del sacramento divino [...]. Venid,
comed mi pan y bebed el vino que os he mezclado (Prov 9,5), es decir, tomad el manjar del cuerpo
santo; y bebed el vino que os he mezclado, es decir, recibid la copa de la sangre sagrada.” (ídem, 3)
Predicando sobre la necesidad de conservar el ayuno eucarístico
(abstenerse de comer antes de comulgar) dice:
“En la boca del cristiano entra el cuerpo del Señor antes que los
demás alimentos.” (De ecclesiasticis officiis 1,18,3)
33. JUAN DAMASCENO: (Siglo VII)
“Si el mismo Verbo de Dios por su voluntad se hizo hombre [...], ¿no
puede hacer cuerpo suyo al pan, y sangre al vino y agua?” (Expositio fidei
86 -De fide orthodoxa 4,13)
“El cuerpo está verdaderamente unido a la divinidad, el cuerpo que
procede de la santa Virgen; no porque baje de los cielos el cuerpo que
subió, sino porque el pan y el vino se cambian en el cuerpo y la sangre de
Dios.” (ídem, PG 94,1144-1145)
“Se llama comunión [la Eucaristía] y lo es verdaderamente porque
por ella participamos con Cristo y recibimos su carne y su divinidad, y
por ella nos comunicamos y nos unimos mutuamente; puesto que, al
participar de un solo pan, todos, hechos concorpóreos de Cristo,
llegamos a ser un cuerpo de Cristo y una sangre y miembros unos de
otros.” (ídem, PG 94,1153)
34. LITURGIAS ANTIGUAS:
Los testimonios sobre la doctrina de la presencia real que nos han llegado de las antiguas liturgias
de las iglesias locales son muy abundantes y, como es evidente, de primera importancia. Estos
libros litúrgicos que recogen el culto celebrado por la Iglesia en todo el mundo cristiano datan de
los siglos IV al VIII.
En todas estas liturgias se encuentra dispersa la fe en la presencia real del Señor en la celebración
eucarística: “el cuerpo sacrosanto y la sangre de nuestro Señor Jesucristo”, “que seamos contados
como miembros de Aquel, de cuyo cuerpo y sangre participamos”, que Dios “santifique los dones
ofrecidos, para que se nos hagan cuerpo y sangre de tu Unigénito”, “Oh Dios Padre, ésta es la
hostia viva, la hostia salvadora, por la que fue reconciliado el mundo contigo; éste es aquel
cuerpo que pendió en la cruz, ésta es también la sangre que manó del sagrado costado”,
“esta es la hostia que pendió del leño, esta es la carne que resucitó del sepulcro”, etc.
Estos testimonios son particularmente impresionantes si se tiene en cuenta que la Iglesia Católica -
como la Ortodoxa- continúa celebrando de la misma manera y con la misma doctrina hasta el día
de hoy.
35. LOS REFORMADORES DEL SIGLO XVI:
Es interesante notar que la doctrina claramente simbolista
surge con Berengario, en el siglo XI, y que la misma surge
como respuesta a una postura no-católica.
Juan Wyclef (+1384) y Juan Hus (+1415) son los llamados
precursors del protestantismo. Ellos mantuvieron la
doctrina simbólica, contra lo cual se levantaron escritores,
sínodos locales, papas y el Concilio de Constanza, quienes
profesaron siempre la fe en la presencia real, según lo
habían entendido San Pablo y los Padres de la Iglesia.
36. MARTIN LUTERO: (1483-1546)
Lutero, que en otros aspectos del misterio eucarístico rechazó la doctrina tradicional de
la Iglesia, no sólo mantuvo siempre la presencia real de Cristo en la Eucaristía, sino que
la defendió decidida y hasta violentamente contra lo que enseñaban otros
“reformadores”.
A pesar de su clara predicación, otros “reformadores” negaron la presencia real de
Cristo en el pan eucarístico, como es el caso de Karlstadt, Ecolampadio y Zwinglio,
entre los más notables. En 1527 Lutero publicó sobre el tema una obra con este
sugestivo nombre: Que las palabras de Cristo: “Esto es mi cuerpo”, siguen firmes contra
los fanáticos (WA 23,64-320), en la cual defiende sin medias tintas la interpretación
tradicional de la Iglesia. Un año después escribe otra obra, Confesión de la cena de
Cristo (WA 26,261-509) con el mismo contenido. En estas obras Lutero, indignado, trata
a los “simbolistas” -que él llama “sacramentarios”- de racionalistas y pelagianos, y basa
su doctrina en una detallada exégesis de los textos bíblicos.
“Que el vino permanezca [en el sacramento después de la consagración] no me
interesa, pues me basta saber que la Sangre de Cristo está allí. Que con el vino
suceda lo que Dios quiera. Y antes de sostener, con los visionarios, que allí sólo
hay vino, prefiero unirme al papa y pensar que allí sólo hay Sangre.”
37. Otros textos de Lutero sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía:
“Ahora bien, ¿qué es el Sacramento del Altar? Respuesta: Es el verdadero cuerpo y sangre de Nuestro
Señor Jesucristo, en y bajo el pan y vino, que nosotros Cristianos debemos recibir según el mandato de
la Palabra de Cristo: comed y bebed [...] Es la Palabra, digo, la que realiza y distingue a este Sacramento,
de tal modo que ya no es mero pan y vino, sino que es, y es llamado, el cuerpo y la sangre de Cristo.”
(Catecismo Mayor, XIV,5)
“Con esta Palabra [de Cristo] puedes fortalecer tu conciencia y decir: Si cien mil demonios junto
todos los fanáticos se lanzasen contra mí gritando: Cómo pueden el pan y el vino ser el santo
y sangre de Cristo? etc., yo se que todos los espíritus y doctores juntos no son más sabios que la
Divina Majestad en su dedo meñique.
Ahora bien, aquí están las palabras de Cristo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo; bebed todos del cáliz,
es el nuevo testamento en mi sangre, etc. De aquí no nos movemos, y me gustaría ver a aquellos que se
constituirán en sus maestros [del Señor] hacer las cosas diversamente de cómo las hizo Él. Es muy cierto
que si omites la Palabra, o consideras estos elementos sin las palabras [de Dios], no tendrías sino simple
pan y vino. Pero si las palabras permanecen con ellos, como lo harán y deben hacerlo, entonces, en
virtud de ellas, es verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo. Porque lo dicen los labios de
Cristo, por eso así son las cosas, ya que Él jamás puede mentir o engañar.” (ídem)
38. “Sin embargo, debemos saber que aquellos que se privan y alejan por tanto tiempo del Santo
Sacramento [de la Eucaristía] no pueden considerarse cristianos. Porque Cristo no instituyó este
sacramento para ser tratado como si fuese un juego, sino que mandó a sus cristianos que lo
comiencen y lo bebiesen, y de este modo lo recordasen.” (idem)
“En primer lugar, hemos enseñando que debemos profesar con gran alegría y creer firmemente
que bajo el pan está el verdadero cuerpo de Cristo, y bajo el vino la verdadera sangre de Cristo.
Esta es la primera cosa sobre la que hemos insistido grandemente, y si logramos plantar esta
enseñanza entre la gente, démonos por exitosos predicadores […]. Porque si puedo creer que
Cristo resucitó de entre los muertos, y que pasó a través de la piedra a la entrada de la tumba
sin dejar un agujero, y si puedo creer que atravesó puertas cerradas sin romper o estropear
nada, de tal manera que la madera y su cuerpo ocupaban el mismo, y sin embargo verdadera
carne y sangre estaban allí; si puedo creer todo esto también estoy listo para creer que el
cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en el pan. ( Lutero)
39. CALVINO: (1509-1564)
Calvino intentó una vía media entre Lutero y los “sacramentarios”, ya que ni la explicación de uno ni la
de los otros le satisfacía. Ya en sus comienzos la “reforma” comenzó a sufrir de sus propios principios.
He aquí algunos textos:
“Confesamos unánimemente, que, al recibir en fe el sacramento según el mandato del Señor,
somos hechos verdaderamente partícipes de la propia substancia del cuerpo y de la sangre de
Jesucristo”. (Petit Traicté de la Saincte Cène, CR 5,460)
“De lo cual Él nos da en la cena una enseñanza tan cierta y manifiesta, que es preciso estar asegurado,
sin duda ninguna, que Cristo con todas sus riquezas nos está allí presente no menos que si estuviera
en la presencia de nuestros ojos y fuera tocado con nuestras manos.” (De Cène du Seigneur, CR 22,69-
70)
“Digo pues que en el misterio de la cena, por los símbolos del pan y del vino, se nos da
verdaderamente a Cristo, y su cuerpo y su sangre.” (Institutio christianae religionis 4,17,11)
“Si se nos pregunta, sin embargo, si el pan es el cuerpo de Cristo y el vino su sangre, responderemos
que el pan y el vino son signos visibles que nos representan el cuerpo y la sangre; pero que se les
atribuye ese nombre y ese título de cuerpo y sangre porque son como instrumentos por los que nos
los distribuye el Señor Jesús.” (Petit Traicté de la Saincte Cène, CR 5,438-439) Por eso, “prosternarnos
ante el pan de la cena y adorar allí a Jesucristo como si allí estuviera contenido, es hacer un ídolo
en vez de un sacramento.” (ídem, 452)
40. DECLARACIONES MAGISTRALES:
Sínodo de Roma, año 1079
Yo, Berengario, creo de corazón y confieso de boca que el pan y el vino que se ponen en el
altar, por el misterio de la sagrada oración y por las palabras de nuestro Redentor, se
convierten sustancialmente en la verdadera, propia y vivificante carne y sangre de Jesucristo
Nuestro Señor, y que después de la consagración son el verdadero cuerpo de Cristo que
nació de la Virgen y que, ofrecido por la salvación del mundo, estuvo pendiente en la cruz y
está sentado a la diestra del Padre; y la verdadera sangre de Cristo, que se derramó de
su costado, no sólo por el signo y virtud del sacramento, sino en la propiedad de la
naturaleza y verdad de la sustancia”
Papa Clemente VIII, año 1267
Guarda con firmeza lo que guarda en común la Iglesia [...], que ciertamente, bajo las
especies del pan y del vino, después de las santas palabras proferidas por la boca del
sacerdote según el rito de la Iglesia, hay en verdad, realmente y esencialmente el
cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, aunque su localización se encuentra en
el cielo.” (De la Carta Quanto sincerius al arzobispo Maurino de Narbona, del 28 de octubre
de 1267)
41. Concilio de Trento, año 1551
“…pues no hay en efecto repugnancia en que el mismo Cristo nuestro Salvador este siempre
sentado en el cielo a la diestra del Padre según el modo natural de existir, y que al mismo tiempo
nos asista sacramentalmente con su presencia, y en su propia substancia en otros muchos lugares
con tal modo de existir, que aunque apenas lo podemos declarar con palabras, podemos no
obstante alcanzar con nuestro pensamiento ilustrado por la fe, que es posible a Dios, y debemos
firmísimamente creerlo.
…es sin duda execrable maldad, que ciertos hombres contenciosos y corrompidos las tuerzan, violenten
y expliquen en sentido figurado, ficticio o imaginario; por el que niegan la realidad de la carne y sangre
de Jesucristo, contra la inteligencia unánime de la Iglesia, que siendo columna y apoyo de verdad, ha
detestado siempre como diabólicas estas ficciones excogitadas por hombres impíos, y conservado
indeleble la memoria y gratitud de este tan sobresaliente beneficio que Jesucristo nos hizo.” (De la XIII
Sesión del 11 de octubre de 1551, Decreto sobre el sacramento de la Eucaristía)
42. Papa Pablo VI, año 1965
“Tal presencia [de Jesús en la Eucaristía] se llama real, no por exclusión,
como si las otras [formas de presencia de Cristo en el mundo] no fueran
reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y substancial,
pues por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e
íntegro. Falsamente explicaría esta manera de presencia quien se imaginara
una naturaleza, como dicen, "pneumática" y omnipresente, o la redujera a
los límites de un simbolismo, como si este augustísimo Sacramento no
consistiera sino tan sólo en un signo eficaz de la presencia espiritual de
Cristo y de su íntima unión con los fieles del Cuerpo Místico. [...]
Esta voz [de la Iglesia] que, en efecto, constituye un eco perenne de la voz de
Cristo, nos asegura que Cristo no se hace presente en este Sacramento sino por
la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo y de toda la substancia
del vino en su sangre; conversión admirable y singular, que la Iglesia católica
justamente y con propiedad llama transubstanciación. Realizada la
transubstanciación, las especies del pan y del vino adquieren sin duda un nuevo
significado y un nuevo fin, puesto que ya no son el pan ordinario y la ordinaria
bebida, sino el signo de una cosa sagrada, y signo de un alimento espiritual;
pero ya por ello adquieren un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que
contienen una nueva realidad que con razón denominamos ontológica.
(De la Encíclica Mysterium fidei del 3 de Septiembre de 1965)
43. Concilio Vaticano II : “La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene
todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo,
nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres
medio del Espíritu Santo”. (PO 5)
Juan Pablo II habla con simplicidad y realismo habla diciendo:
“Junto con toda la tradición de la Iglesia, nosotros creemos
bajo las especies eucarísticas está realmente presente Jesús.”
(Mane nobiscum
Domine, 16)