1. A PROPÓSITO DE NOTICIAS INESPERADAS…
¿QUÉ PIENSA EL PADRE MARIO CERVERA DEL PAPA BENEDICTO?
Era la mañana del lunes 11 de febrero de 2013, aún no comenzaban las clases en la
Universidad; había decidido salir a realizar algunas diligencias; no llegaba el medio día
cuando consideré oportuno recortarme el cabello, y a los pocos minutos de estar esperando
el turno… en la radio, escuchamos una noticia desconcertante…, todos nos miramos y
aunque no pronunciamos palabra alguna, en la mente teníamos un eco: “¿habré escuchado
bien?”, e inmediatamente se vuelve a escuchar en la bocina del aparato radiofónico: El
Santo Padre Benedicto XVI, ha presentado su renuncia al ministerio de obispo de
Roma y sucesor de San Pedro…
De inmediato todos comenzamos a comentar la noticia, aún nos parecía increíble;
pero… ¿cómo? ¿renunció el Papa? No habían respuestas claras todo quedaba en la
especulación y las opiniones torpes que se hacen a la ligera y con pocos fundamentos. Yo,
ya en la silla del peluquero, decidí sacar el teléfono móvil y avisar a los colegas sacerdotes
del Pontificio Colegio Mexicano.., era un deseo de avisar y al mismo tiempo de confirmar.
Al parecer la noticia era muy “fresca” y aún nadie sabía nada. Todos me comentaban:
déjame enciendo la televisión o la radio; ya te diré que escucho; yo te confirmo, luego me
comunico y te digo… Al poco rato ya era una noticia mundial, el Papa Benedicto XVI,
había presentado su renuncia al Ministerio Petrino.
De camino al Colegio Mexicano, comencé a reflexionar, a meditar un poco, a
asimilar la noticia, y lo primero que resonó en mi interior fue: ¡Yo a ese hombre lo
conozco! Si es verdad, lo conozco, es el hombre de blanco, el hombre del tercer piso, (dos
expresiones frecuentes en el Vaticano, para referirse al Santo Padre), es el de las audiencias
de los miércoles, el de las catequesis y el mensaje del Ángelus dominical; el profesor de
teología, el hombre de fe, el apasionado por Cristo… Inmediatamente recordé los últimos
libros, que gracias al empeño de los profesores de la Universidad había leído para las clases
de teología, cuya autoría corresponde a Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), y entonces volví
a repetirme en mi interior: ¡yo lo conozco!
Subía cabizbajo sobre la inclinada calle “Roberto Alessandri” que prácticamente
desemboca al Colegio Mexicano y me vino una pregunta que ya se había querido imponer a
mis pensamientos incontrolables de los instantes anteriores… pero quizá, y porque no
decirlo, por temor la había relegado. Era el momento de hacérmela… ¿Por qué ha
renunciado Benedicto XVI al papado?
Instantes de silencio interior, no ruidos, no voces, no ecos, cero opiniones, nada de
comentarios añejos de “entendidos y sabios”… ¿qué piensas Mario? ¿por qué? No obtuve
la respuesta, ninguna apareció en mi mente, sólo comenzaron a sonar unas palabras que
había escuchado del Papa Ratzinger el 25 de abril de 2005, en su primera aparición pública
como Pastor de la Iglesia Universal: “Después del grande Papa Juan Pablo II, los señores
cardenales me han elegido a mi, un simple y humilde trabajador en la viña del Señor”.
Ahí estaba la sencilla respuesta.. Pero como lo que está ocurriendo está haciendo
historia, es necesario decir algo más. Pero ésta era la materia prima de la respuesta,
evidentemente la gran lección que estaba dándonos el Papa. Exigía tiempo, oración y
reflexión para comprender sus significados más profundos. Pero sin duda me dije con gozo
que se mezclaba con nostalgia… Eso ha hecho el Papa Ratzinger: ser coherente con su
sincera presentación al mundo. Está actuando como un simple y humilde trabajador del
Señor; vinieron a mi mente muchos rostros de gente sencilla, trabajadora y al mismo
2. tiempo cansada y desgastada por la edad, que había conocido a lo largo de mi experiencia
de formación pastoral en mi querida tierra, Yucatán, hombres y mujeres que en su
simplicidad, por razones que ahora no importan mencionar me dijeron alguna vez en la
sencillez de una platica de amigos: “Ahora ya no puedo seguir trabajando, me faltan las
fuerzas y esta tierra necesita manos nuevas y fuertes que la trabajen para que siga dando los
frutos que es capaz de dar, pues es muy grande y aún se puede sembrar más”.
Han pasado ya varias semanas de aquel anuncio que hizo Su Santidad Benedicto
XVI, hoy “obispo emérito de Roma”; han transcurrido los primeros días de Sede Vacante,
en el Vaticano, los Cardenales han iniciado ya las reuniones previas al cónclave, para
discutir temas de actualidad respecto a la Iglesia y al mundo, así como para conocerse entre
ellos, escucharse y comenzar a definir el perfil del sucesor de Pedro, del obispo de Roma.
He logrado madurar los pensamientos, las ideas y reflexiones de este gran suceso histórico
que me está tocando vivir aquí en la Ciudad Eterna. Benedicto XVI, me ha dado una gran
lección de humildad, la no fácil decisión que ha tomado esta marcada por la actitud
humilde de quien se ha entendido siempre como un servidor del Señor, del hombre que se
ha dejado guiar por la luz de la Palabra de Dios, del discípulo que ha aprendido bien la
lección y no juega a ser cristiano dejándose seducir por el desgastante mundo de las
apariencias; es el discípulo fiel que comprendió que el acto más profundo de libertad que
puede hacer un ser humano es cumplir la voluntad del Padre.
Me enseñó a ser sacerdote coherente con lo que creo, oro y celebro todos los días; la
renuncia de Benedicto XVI fue una acción que manifestó su coherencia y fidelidad a su
enseñanza, a su rico y nutrido Magisterio; sé que no es nada fácil, pero si nos asomamos a
sus obras, a meditar con detenimiento sus reflexiones sobre la Iglesia, sus profundas
catequesis, concluimos, si somos fieles a la verdad, que ha sido un hombre coherente, un
hombre de palabra, sin ambages.
Desprenderse del Ministerio de mayor responsabilidad en la Iglesia Católica,
aceptando sus limitaciones físicas y, en congruencia con lo que él siempre ha creído, es
para todos nosotros, hijos de esta sociedad marcada por el “rating”, los triunfos, éxitos
superfluos, de competitividades desleales e injustas, donde se valora a la persona por lo que
tiene, lo que hace o el cargo que representa. Seguir el pedregoso camino al Gólgota y llegar
a “su hora”, esa misma que se identifica con la voluntad del Padre, y entonces subirse con
las pocas fuerzas que le pueden quedar a un hombre de 86 años, a la cruz del Señor, y
libremente dejarse clavar al madero por Cristo, con Cristo y en Cristo… No podemos
hacernos ciegos y sordos, Benedicto XVI ha sido crucificado por quienes han traicionado la
importante tarea de comunicar la verdad.
No pocas veces se han dejado oír las afirmaciones respecto a la renuncia del Papa,
que ha sido obligada o forzada por los problemas y dificultades en la Iglesia Católica.
Durante estos días yo he pensado con serenidad y paz, después de haber oído de viva voz a
Benedicto XVI decir en sus última audiencia general: “Amar a la Iglesia significa también,
tener la valentía de hacer elecciones difíciles”; creo profundamente que su decisión desde
esta perspectiva es un acto de amor y responsabilidad hacia la Iglesia Católica; él ha
reconocido que se necesitan nuevas fuerzas. Reconociendo su limitación y mirando el
grueso calibre de la misión y obra de la Iglesia Católica en el mundo, hace una acción
responsable y amorosa hacia quien le ha dedicado toda la vida; es el “esposo” que aún en la
vejez se sigue sacrificando y entregando a la “amada”, no menguadamente sino de una
manera nueva como las condiciones y circunstancias propias de su edad.
3. Porque ama a la Iglesia, responsablemente sabe confiar a otro el timón de la barca
de Pedro. Aún recuerdo con emoción la mañana del miércoles 27 de febrero en la Plaza de
San Pedro, delante de más de doscientas mil personas decir al entonces Papa Benedicto
XVI: “ La barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, es Suya y no la deja hundirse”…
No está de sobra comentar el pronunciado aplauso que arrancó a los presentes. Recuerdo
que junto a mí estaba un nutrido grupo de jóvenes que le gritaban ¡eres grande Benedicto!
No considero ignorantes, ni engañados, mucho menos ilusos y sin criterio a esa porción del
Pueblo de Dios, que le reiteraba su gratitud y valoraba su decisión, era el Papa que nos
enseñaba a todos a vivir con auténtica actitud cristiana el servicio de autoridad, nos enseñó
a todos, que servir muchas veces significa dejar el espacio a quien entonces pueda
continuar el trabajo ya hecho.
Gracias Santo Padre Benedicto XVI, por mostrarnos que hoy existen seres humanos
que con su vida cristiana irradian la presencia de Cristo, el Hijo de Dios, que dio su vida
para que tengamos vida.
Mario Alberto Cervera Ancona
Roma, Italia, Marzo 2013