Este documento analiza la representación del desclasamiento social en la poesía de Jaime Gil de Biedma y Luis García Montero a través de la apropiación de la experiencia y la construcción de personajes literarios. Aborda temas como la imitación clásica frente a la copia, la separación entre los hechos vividos y su significado, y la superación del divorcio entre la realidad y su sentido a través de la poesía.
Similar a Impostura y auto-representación en la poesía de la experiencia española: versiones del desclasamiento en Jaime Gil de Biedma y Luis García Montero
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Impostura y auto-representación en la poesía de la experiencia española: versiones del desclasamiento en Jaime Gil de Biedma y Luis García Montero
1. Impostura y auto-representación en la poesía de la
experiencia española: versiones del
desclasamiento en Jaime Gil de Biedma y Luis
García Montero
Margarita García Candeira
Universidad de Huelva
2. Cuando Jaime Gil de Biedma se apropia interesadamente de los caminos
de la experiencia según Langbaum, cuando cita a Stephen Spender para
afirmar que la poesía no enuncia verdades, sino las condiciones dentro de
las cuales es verdadero algo sentido por nosotros, el poeta barcelonés
revive el concepto de representación ilustrado. La imitación clásica se
diferencia de la copia, porque pretende un simulacro que haga posible en
el interior del texto las energías de la realidad. Quien se tome la molestia
de releer las poéticas clásicas o ilustradas, quien repase las
Investigaciones filosóficas de Esteban de Arteaga, advertirá enseguida el
origen de los debates entre metafísica y experiencia, lo que significa dar
vida artística a un simulacro, los procesos que convierten al yo en un
personaje literario, en un modelo estético.
Luis García Montero, “La poesía de la experiencia”, (1998:17)
3. La distancia provocada sobre los poemas por la lucidez es aquí un
arma inevitable; por ejemplo, la guerra civil, vivida en cuanto
experiencia personal, es cuidadosamente separada de su
significación como hecho histórico. Los años felices de un niño de
casi diez, otorgado a la libertad por unos acontecimientos
accidentales, tienen poco que ver con la descripción posterior de
un ambiente sórdido, unos sueños derrotados y un sistema opaco
de dominación.
Luis García Montero, “Jaime Gil de Biedma, un poeta necesario”
(1993:174-5).
4. La poesía aspira a afectar nuestra sensibilidad completa, aboliendo
las aduanas y los puestos de vigilancia a que nos tienen
acostumbrados las exigencias de la vida práctica, y situándonos en
estado de total inmediatez a una realidad en la que el habitual
divorcio entre las cosas o los hechos y las significaciones ha sido
finalmente superado, mediante un proceso de mitificación.
Jaime Gil de Biedma, “Sensibilidad infantil, mentalidad adulta
(1980:52).
.
5. La cuestión queda así planteada casi en los mismo términos en que la plantea
Robert Langbaum en The Poetry of Experience, el mejor estudio que conozco
acerca de los especiales problemas que la creación poética suscita a partir de la
Ilustración. Para que el poema resulte satisfactorio ha de presentarnos una
realidad en la que el divorcio entre las cosas o los hechos y las significaciones
ha sido superado, pero esa realidad de la experiencia habitual, es decir, con
aquella en que precisamente se da el divorcio cuya superación se pretende;
tanto es esto así, que rechazamos por infantil e inadecuada toda visión poética
que no cumple con el segundo requisito. De manera que lo que en última
instancia venimos a requerir es la admisión expresa o tácita de que todo
acontece dentro del ámbito de una particular experiencia; el poeta no puede
limitarse a la simple expresión de una realidad integrada, sino que además ha
de expresar su conciencia de la precariedad y de los límites subjetivos de esa
integración.
Jaime Gil de Biedma, “Sensibilidad infantil, mentalidad adulta” (1980: 53-4).
6. Entre la fascinación intelectual por conocerse y el instintivo horror a
reconocerse hay sólo una transición de pocos años… El problema en mí se
agrava porque soy todo menos espontáneo: existe un hiato intelectual que
percibo demasiado bien entre el que me siento siendo y el que me siento ser
y comportarse. Este es un simulacro tan calculado y deliberado del otro, una
imitación falsa de tanta falsedad que el original acaba por resultarme
también sospechoso. Más o menos, como si Narciso se disfrazara de sí
mismo para poseerse, lo cual entra ya en el dominio de las fantasmagorías
eróticas fetichistas; la satisfacción es imposible y la autodegradación
inevitable. Recuerdo ahora dos aforismos de Wilde entre los que sirven de
pórtico al Dorian Gray: la aversión del siglo XIX al idealismo es la rabia del
Calibán al no ver su rostro en el espejo, la aversión del siglo XIX al realismo
es la rabia de Calibán al ver su rostro en el espejo.
Jaime Gil de Biedma, Retrato del artista en 1956 (2001:65)
7. Para empezar, la guerra
fue conocer los páramos con viento,
los sembrados de gleba pegajosa
y las tardes de azul, celestes y algo pálidas,
con los montes de nieve sonrojada a lo lejos.
Mi amor por los inviernos mesetarios
es una consecuencia
de que hubiera en España casi un millón de muertos.
(…)
A la vuelta, de paso por el puente Uñés,
buscábamos la arena removida
donde estaban, sabíamos, los cinco fusilados.
Luego la lluvia los desenterró,
los llevó río abajo.
(Jaime Gil de Biedma, “Intento formular mi experiencia de la
guerra”, Moralidades 1966)
8. Así yo estuve aquí
dentro del vientre de mi madre,
y es verdad que algo oscuro, que algo anterior me trae
por estos sitios destartalados.
(…)
Y a la nostalgia de una edad feliz
y de dinero fácil, tal como la contaban,
se mezcla un sentimiento bien distinto
que aprendí de mayor,
este resentimiento
contra la clase en que nací,
y que se complace también al ver mordida,
ensuciada la feria de sus vanidades,
por el tiempo y las manos del resto de los hombres.
(…)
Sean ellos sin más preparación
que su instinto de vida
Más fuertes al final que el patrón que les paga
y que el salta-taulells que les desprecia:
que la ciudad les pertenezca un día.
Como les pertenece esta montaña,
este despedazado anfiteatro
de las nostalgias de una burguesía.
(Jaime Gil de Biedma, “Barcelona ja no és bona, o mi paseo solitario en primavera”,
Moralidades 1966)
9. Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
(…)
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos,
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
Jaime Gil de Biedma, “Contra Jaime Gil de Biedma”, Poemas póstumos (1968)
10. Aunque acaso fui yo quien te enseñó.
Quien te enseñó a vengarte de mis sueños,
por cobardía, corrompiéndolos.
Jaime Gil de Biedma, “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma”,
Poemas póstumos (1968)
11. Por un amanecer de sábanas templadas
y ruidos de la calle,
en el jardín de la serpiente
y en el idioma obrero de las motocicletas,
conocí las preguntas de la luz,
las respuestas del tiempo.
Igual que se confunde con el campo
la hierba de las tristes ciudades provincianas,
este rincón tan mío y tan ambiguo
surgido de algún encuentro
fechado al margen del azar:
una cubertería de plata y un suburbio
en el reloj amable de los años hostiles.
Porque fui bien cuidado en un tiempo difícil.
Luis García Montero, “El jardín de la serpiente”, La intimidad de la serpiente,
(2003 ).
12. Después de haber llenado los ríos de alamedas
y las regiones humilladas
de autobuses con horas de retraso,
me busqué en el espejo
para reconocer
un alma buena de serpiente,
y pedí la expulsión del paraíso
por el deseo firme de hablar con los demás,
demonio y ser humano
en una sola fábula,
demonio convencido
para sentirse humano.
No es el desclasamiento
un ejercicio grave
cuando puede leerse en un poema
escrito por la paz de la conciencia (…)
Luis García Montero, “El jardín de la serpiente”, La intimidad de la serpiente, (2003 ).
13. Con qué ferocidad y a qué hora importuna
salen tus veinte años de la fotografía
para exigirme cuentas.
En los ojos heridos por la luz
sostienes la mirada de mis sombras,
en el descaro de tus profecías
desdeñas la lealtad de mis recuerdos,
en la piel transparente
anegas el cansancio de mi piel
y defines mis años por traiciones.
Tendrás razón. No digo
ni la mitad de lo que siento.
Pero recuerda que mi soledad,
la que arde en mi lámpara de desaparecido,
es el silencio de las causas públicas.
Y puedes comprenderme:
mis mujeres dormidas,
el cajón de los barcos indefensos,
un teléfono antiguo…,
todas las tachaduras se parecen
a la inquietud que sufres
ante la vida en blanco
Luis García Montero, “Cuarentena”, La intimidad de la serpiente, (2003 ).
14. Ya que fuerzas mis sombras con tu luz
comprende mi silencio en tus exclamaciones.
Porque sabes que sé
el lado frágil de la impertinencia,
lo que hay de imitación en tu seguridad,
la certeza que llega de los otros
para empujarte
por el afán de ser el elegido,
por el deseo de gustar,
hasta vivir de oídas en muchas ocasiones.
Aceptaré las quejas, si tú me reconoces
la legitimidad de la impostura.
Luis García Montero, “Cuarentena”, La intimidad de la serpiente, (2003 ).
15. Ella me besa, marca la sonrisa
y viaja por los labios al pasado
con el adorno de sus sentimientos,
lujosa y encendida como un árbol
de navidad, paloma
de amistades difíciles
que abriga con recuerdos lo que duele
por demasiado frío en el presente.
Ayer te vimos por televisión,
no vas a cambiar nunca.
(…)
Calle arriba, después, al despedirnos,
mi cuerpo reflejado se detiene
en los escaparates,
y con necesidad de asegurarse,
por encima de objetos de regalo,
abrigos, maletines de piel, televisores,
levanta el dedo y con temor me dice:
no vas a cambiar nunca, no vas a cambiar nunca.
Luis García Montero, “El poder envejece”, Habitaciones separadas (1998).