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Dar la talla… ¿Para quien?
Con bastante frecuencia, la vida se convierte en una lucha por llegar a una condición determinada,
a una meta marcada, a eso que se supone que se espera de uno. Las familias, los amigos, los medios
de comunicación constantemente envían mensajes directos o indirectos, que van moldeando
actitudes, deseos y necesidades.
Llega un momento en que muchas
personas ya no saben lo que quieren
realmente, después de pasarse gran
parte de su tiempo intentando ser lo
que se espera de ellas y, cuando se dan
cuenta, no encuentran precisamente la
satisfacción sino todo lo contrario: un
inmenso vacío y un sentimiento de ser
prácticamente desconocidas para sí
mismas.
Por supuesto que vivir en sociedad
supone tomar en cuenta ciertas
normas y valores. Esto, en principio,
nos ayuda a tener una estructura
protectora frente a nuestros propios impulsos que, por cierto, no sería necesario reprimir si
hubiéramos tenido la oportunidad de desarrollarnos naturalmente desde los primeros
momentos de nuestra vida -útero materno incluido- consiguiendo más bien la capacidad de
gestionarlos, como se comprobó, en su momento, en otras sociedades no occidentales. Pero
no me detengo aquí porque estamos hoy en este mundo occidental y me parece más
interesante buscar la vía en el contexto del aquí y ahora.
La lucha interna y externa por “dar la talla” resulta en muchas ocasiones contradictoria con el
desarrollo de una personalidad equilibrada. Esta odisea suele empezar desde muy pronto, y
es común en familias y modelos de educación en los que la competitividad y el éxito son la
prioridad, por encima de las posibilidades y los límites. La ignorancia respecto de las
necesidades acordes con el desarrollo psicobiológico es una de las causas de la
desprotección que sufren niños y niñas a quienes se les exige un constante esfuerzo por
lograr hazañas para orgullo de padres, abuelos, tíos y maestros, más obsesionados por el
logro que preocupados por un desarrollo autorregulado y placentero.
Y así nos va. Estas dinámicas de conducta suelen instalarse rápidamente y repetirse a lo largo
de los años, hasta que alguna situación pone en evidencia la necesidad de parar, de darse un
respiro y revisar qué es lo hace que el trabajo no fluya, o que una enfermedad no remita, o
que no sea posible mantener una relación afectiva, o que el cuerpo no responda al impulso
sexual, o que no haya satisfacción ni tiempo para disfrutar de las pequeñas cosas de cada día.
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Y es ahí, en ese malestar donde está el problema y, a la vez, la oportunidad de resolverlo. Es
en esos momentos límite cuando se decide si se sigue la vida como un autómata intentando
escalar y escalar para agradar a “no sé quien” o si se plantea uno el desarrollo hacia formas de
conducta más congruentes con la alegría de vivir.
Insatisfacción Vital y Psicoterapia:
Pero sabemos muy bien que no basta con decidir: “a partir de mañana voy a pasar de todo y de
todos“. Esto es algo que mucho/as han intentado un día tras otro y que suele resultar
rápidamente otro motivo de insatisfacción, para acumular al saco ya bastante lleno de
intentos frustrados. Y es que no es cuestión de voluntad. Los hábitos del carácter no se
cambian a base de sacrificios como si se tratara de una dieta para controlar el peso, o
siguiendo paso a paso las indicaciones del libro que promete la plenitud del ser. Hay tantos
factores involucrados, que difícilmente se pueden comprender poniéndose tareas, rezando o
racionalizando sin más, mientras uno se sigue privando del encuentro con sigo mismo/a.
En este sentido, la Psicoterapia puede ser de ayuda. Permite revisar el origen de la
insatisfacción y de esa permanente necesidad de “dar la talla”, a partir de la comprensión de
los factores históricos familiares, educativos y sociales, que han hecho de esa actitud un
sinvivir con uno mismo, convirtiendo el ser en un vivir para lo(s) demás.
La Psicoterapia Caracteroanalítica, por su parte, aporta el trabajo psicocorporal
desbloqueando, o al menos distensionando los segmentos musculares en los cuales se han
instalado los conflictos derivados de la represión, de las carencias y de los excesos que han
impedido una evolución personal fluida hacia la salud y el bienestar.
No es un camino fácil. Todo proceso implica un trabajo, en ocasiones intenso, y más aún
cuando se trata de replantearse los rasgos del carácter. Pero recordemos que, por mal que se
haya pasado, siempre hay una vía para recuperar las funciones psicobiológicas naturales, si
no completamente, al menos lo suficiente para que la vida que queda se pueda llevar de una
manera más acorde con la calidad de ser humano.
María Clara Ruiz